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así que como no podían dejarlo en el pozo, lo vendieron a esa caravana. La caravana
se lo llevo a una ciudad muy lejana que se llamaba Egipto y ahí lo vendieron a un
hombre que se llamaba Potifar. Potifar era un hombre que trabajaba para el gobierno,
esto quiere decir que era un hombre con dinero y con autoridad.
José era un joven que amaba a Dios y quería agradar a Dios en todo lo que hacía,
entonces cuando Potifar lo compro él empezó a ver que sus negocios iban
prosperando y su dinero comenzó a aumentar. Poco a poco le fue dando más y más
responsabilidad a José, tanto confiaba Potifar en José que él no se preocupaba por
nada más que de comer y dormir.
José no se quejaba, si era demasiado el trabajo, porque José sabía que él tenía que
ser honesto y todo lo que le daba su amo para hacer debía hacerlo con una buena
actitud. José fue creciendo en poder y tanto creció que no había alguien mayor en la
casa de Potifar que él. Un día la esposa malvada de Potifar le dijo a José que ella lo
quería. José le dijo “¡No! Pues todo lo que hay en esta casa mi amo lo ha puesto en mi
mano, pero debo respetarla a usted pues es su esposa.”
Esta mujer malvada lo perseguía todos los días, hasta que un día José tuvo que salir
corriendo de esa casa. José hizo lo correcto, pues si José se hubiera quedado habría
cedido a la tentación y habría pecado.
No es pecado que te llegue una tentación, pero si es pecado hacer lo que la tentación
te está invitando a hacer. Metieron a José a la cárcel por las mentiras de esta malvada
mujer. Pero de ahí Dios lo bendijo y lo convirtió en el Segundo de Faraón, Esto es el
segundo hombre más importante de todo Egipto.
Que te quiero decir, es como si se convirtieran en el segundo hombre después del
presidente Trump, así de importante era su cargo. Dios da bendición a aquellos que
Deciden ser separados de lo malo. Quizás José podría haber hecho lo malo como
todos los demás, sus hermanos no habían tenido temor de venderlo, el lugar donde
vivía la gente no conocía ni servía a Dios.
Conclusión: Dios nos dice que no nos vendrá mayor tentación que la que podemos
vencer, así que todos somos capaces de vencer la tentación y ser separados del mal.
(ORAR)