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© Xxxxxxx 2009
Producción editorial
Fotografías
Mariano Díaz
Diseño gráfico
Clementina Cortés
Coordinación editorial
Ana María Zoghbi
Digitalización de imágenes
Clementina Cortés
MD
CAROLINA LEHMANN
PRESENTACIÓN
Hace un tiempo atrás, en 1990, emprendimos una aventura llamada Imagen Ga-
llery, aspirábamos ser una mínima ventana del vasto quehacer cultural de nuestro
país. En ese espacio hizo cuna una muestra de los artesanos margariteños: los em-
prendedores del emprendimiento.
Veíamos con sorpresa como una imagen de la Virgen del Valle, realizada por Vicenta
Salazar,que daba la bienvenida al hotel Margarita Hilton, era buscada afanosamen-
te para ser llevada a sus hogares; nos definimos sin duda como un pueblo con
profunda devoción mariana.
Lo que nadie sabía, era que conocer a Vicenta Salazar, ver sus manitos y escuchar su
voz, era conocer a su Virgen, por ello considerábamos que nos quedábamos con la
mejor parte de la experiencia: escuchar y conocer a los artesanos.
Con esta inquietud invitamos a Mariano Díaz, hace ya algunos años, en 1996 para
ser más precisos, a realizar un registro testimonial de artesanos de Margarita, con
miras a su publicación, de allí surgió un libro que no había logradomostrar aún su
sabiduríacontenida, hasta hoy, que por una decisión familiar tomada conjuntamen-
te con mis hijos Rafael Eduardo y Rafael Ignacio, lo ofrendamos a Margarita y a su
gente, para que todos sepan, sin excepción, del amor y la dignidad contenida en el
hacer de este pueblo marinero.
Hoy, 8 de septiembre de 2016, veinte años después, en el día de la Virgen del Valle,
lo entregamos como un regalo para todos, para que seamos testigos de este hermo-
so homenaje de Mariano Díaz y Ángel Félix Gómez a esta Tierra de Gracia.
Carolina Lehmann
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GENEROSA SIEMBRA EN EL TIEMPO
Ángel Félix Gómez
Se ha determinado que los guaiqueríes en cinco oleadas ocuparon las hoy islas
neoespartanas. De la tercera ocupación (1895-1580 años antes del presente)
se han encontrado en la última capa de las excavaciones de Punta Gorda, en
Cubagua, restos de alfarería y pulidas piedras de moler. En la cuarta ocupa-
ción (1580-750 años antes del presente) en los yacimientos de El Agua, La
Estancia, Aricagua, Río Abajo, Guiriguire del municipio Antolín del Campo, se
ha localizado alfarería local como aripos y diferentes clases de recipientes. De
la quinta y última ocupación (750 años antes del presente), Teodoro de Booy
en 1916 localiza diversos objetos de cerámica, muchas de ellos decorados.
Lamentablemente, casi quinientas de esas piezas fueron llevadas a Estados
Unidos y hoy se exhiben en la Colección Heye del Museo del Hombre Ameri-
cano de Nueva York, y queda Margarita sin ese testimonio cultural de nuestros
primeros pobladores.
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En Margarita, tierra de marinos y pescadores, desde tiempos inmemoriales los
niños y hasta los adultos jugaban en el mar con barquitos construidos de boya
o tacarigua, madera liviana que flota en el mar. Era tradicional que el día de
San Juan Bautista (24 de junio) la gente de todos los pueblos de la isla fuera
al mar a darse el baño ritual y a jugar con barquitos de boya; réplicas que para
esos tiempos eran piraguas, orejetas, faluchos o tres puños. Al retirarse ya de
vuelta a sus hogares, tanto los niños como los adultos soltaban los barquitos y
allí al atardecer en el horizonte se veían las diminutas velas, emprendiendo el
viaje con las ilusiones de sus dueños.
Generalmente eran los marinos y los pescadores los que hacían las réplicas de
los barcos. Hoy día siguen siendo estos hombres de mar, en su mayoría, los que
hacen estas réplicas, ya no tanto para jugar sino como objetos de colección. Se
usan otras maderas y las réplicas van desde la humilde piragua de antaño has-
ta los grandes buques de nuestros tiempos, y también galeones, carabelas y
otros que desde otro mundo vinieron a conocer al nuestro. Estos artesanos de
réplicas de barcos, ponen su amor en cada talla y navegan sus sueños y regre-
san de ellos para anclarse de nuevo en la tierra del amor entrañable.
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En la capilla de San Sebastián o Tacarigua Adentro, municipio Gómez, un San
Sebastián fue tallado por el asuntino José Carmen Campo a petición de los
residentes de esa localidad. La talla la efectuó sobre un tronco de ciruelo y le
colocó al santo sus partes pudendas. Cuenta la tradición que muchas mozas
solían concurrir a esa capilla para pedirle marido al San Sebastián. Hoy se
ignora el paradero de esta talla milagrosa.
Recoge así mismo don Mariano, a algunos tallistas que con esmero y dedica-
ción realizan en maderas de diferentes tipos, tallas de rostros, de animales o de
otros motivos que suelen vender en las playas más concurridas de la isla. Otros
tallan los Ojos de Dios, los que se colocan en la proa de las embarcaciones
para que alumbren el camino y de día y de noche acompañen a pescadores y
marinos aún en los más procelosos de los mares y los traigan con felicidad de
nuevo a tierra.
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muchas hilanderas cabezas de casa, así: 6 en el Partido de Nuestra Señora de
La Asunción 8 en el Partido de Nuestra Señora del Valle, 1 en El Espinal, 2 en
San Antonio, 9 en Guaraguao (hoy Porlamar), 8 en Conejeros, en donde era
cabeza de casa un hombre tejedor: el pardo Francisco Alfonso; y 20 en el Partido
de San Juan Bautista.
Las hamacas de Margarita han sido reseñadas por cronistas y viajeros. Así, Iñigo
de Abadd, Visitador de la Diócesis de San Juan de Puerto Rico a la que para
entonces pertenecía Margarita como Anejo Ultramarino, en 1773, habla de las
arboledas de algodón de Santa Ana del Norte, donde se fabricaban hamacas.
Francisco Javier Yanes en su Historia de Margarita, refiere que entre los oficios
de mujeres …estaba el de hilar y tejer en husos y telares, siendo muy dignas de
aprecio las hamacas que hacen de algodón. En 1863, Andrés Aurelio Level refiere
la gran cantidad de hamacas que se hacían en Margarita.
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El doctor Ángel López Rondón, en extenso artículo publicado el 30 de septiem-
bre y el 7 de octubre de 1934 en el periódico Heraldo de Margarita, se refiere
a la vendimia de los datileros y a la importancia que esta planta tiene para los
habitantes del entonces distrito Díaz, hoy municipio. Dice López Rondón:
Entre los tejidos de fibras vegetales se encuentran también los famosos mapires,
los que se tejen en el valle de Pedro González con las hojas de la llamada pal-
ma carana o palma mapire, la cual según el científico Jesús Hoyos es endémica
de la Isla y crece en grupos en las laderas de los cerros húmedos. Corresponde
al nombre científico de Coccotrinax barbadensis (Lodd. Ex. Mart.). Becc.
Hay una referencia histórica muy importante sobre los mapires margariteños,
y es la que en sus Observaciones a la Historia de Margarita de Francisco Javier
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Yanes hace Francisco Esteban Gómez: «Las cartucheras la mayor parte eran
mapiritos». En la época de la independencia era tradicional que las mujeres
margariteñas llevaran en sus mapires piedras que les arrojaban a las tropas es-
pañolas.Los mapires siguen siendo recipientes para el trabajo tanto agrícola
como pesquero. Con habilidad y destreza las mujeres del valle de Pedro Gon-
zález, pacientemente tejen los mapires de diferentes tamaños, con o sin tapa,
grandes para transportar diferentes materiales y pequeños que sirven como
carteras, las que muy orondamente exhiben nuestras mujeres como si se tratara
de una pieza de alta costura, pero elaboradas con fibras del corazón insular.
Son varias las plantas utilizadas para tejer cestas y maras, entre ellas: aco blanco,
bejuco de cadena, carcanapire, copey, cuchape, chiquiguana, gasparico, guare-
ma y pellejo de indio. Al igual que otros artesanos, el tejido de maras y cestas
pasa de generación en generación. Fue muy conocido por la alta calidad de sus
tejidos don Cleto Calderín de la Sabana de Guacuco, municipio Arismendi,
quien muere en el 2003 cuando en la montaña se dedicaba a recolectar plantas
para tejer sus renombradas cestas y maras.
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Hay una cuarteta recogida en Margarita por la investigadora Isabel Aretz, refe-
rida a las mareras insulares:
La mujer margariteña
siempre tiene su nobleza
buscando el pan de sus hijos
con la mara en la cabeza.
El tabaco junto con el maíz y la yuca fue uno de los principales productos
agrícolas de la Margarita guaiquerí. Al cesar la riqueza perlera de Cubagua,
los peninsulares europeos tuvieron que buscar otras fuentes de ingreso y de
esta manera se incrementó el cultivo del tabaco. El 26 de agosto de 1606, para
evitar que holandeses, ingleses y franceses encontraran tabaco para embarcar
se prohíbe su cultivo durante diez años en algunas islas del Caribe, entre ellas
Margarita. Sin embargo, en 1612 Margarita exporta para Sevilla 14.200 libras
de tabaco y en 1613 hubo un alza muy significativa pues se exportan 78.855
libras. Entre esos exportadores figuraban vecinos de La Asunción, entre ellos
Francisco González de Lugo, Antonio Veneciano y las señoras Catalina Vene-
ciano del Castillo, Ana María Tello, Luisa de Quiñones y Andrea de Ulloa.
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Todavía para las décadas de 1950 y 1970, conocimos sembradíos de tabaco en
Paraguachí, Santa Ana del Norte y San Francisco de Macanao.
Los alfareros no aparecen señalados entre los cabezas de casa del Censo de Río
y Castro, sin embargo la fabricación de lozas o cerámica utilitaria es de origen
guaiquerí como ha quedado demostrado en las muestras obtenidas de los ya-
cimientos de las ocupaciones indígenas en Margarita.
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cuando se refiere al teniente de gobernador Francisco Fajardo quien había
engañado a los indios de esa localidad a los que les había quitado gran can-
tidad de oro guanín. El Pueblo de los Olleros tenía como principal actividad
la fabricación de cerámica, la que usaba como mercancía de trueque o de co-
mercio con el resto de los habitantes de Margarita y de tierra firme, tal como lo
determina Cecilia Ayala Lafée en su Etnohistoria prehispánica guaiquerí.
Este libro editado por la «Clínica La Fé» llega en muy buena hora, cuando nues-
tro Estado recibe cada día muchas oleadas de visitantes y nuevos pobladores,
para que ellas conozcan que aquí en esta tierra, hay hombres y mujeres siempre
presentes en el quehacer cultural, para decirle con su ejemplo a nuestras nuevas
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generaciones, que la cultura neoespartana a pesar de los embates sufridos en
los últimos cuarenta años sigue siendo ejemplo para toda Venezuela.
Con estas líneas nos unimos al júbilo de Carolina y de don Mariano, y que Nues-
tra Señora del Valle los colme de bendiciones.
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ALFARERÍA
SE DICE QUE EN EL TIEMPO DE LOS ESPAÑOLES, EL CERCADO
SE LLAMABA PUEBLO DE OLLEROS, PORQUE LOS GUAIQUE-
RÍES HACÍAN LA LOZA. DE AHÍ VENIMOS.
Según dicen, en un libro que tengo poraí, los empiezos de la alfarería fue
porque los indios guaiqueríes vieron a las avispas haciendo con barro
sus casitas que se llamaban mucuritas y entonces se fueron guiando por
ellas para poder hacer las primeras ollas y ahí fueron descubriendo el
barro del cerro La Cruz y cogiendo el hilo de sus hijos para abajo, llegó
hasta nosotros.
Desde entonces tenemos derecho sobre el cerro para sacar el barro, pero
como no está aquí en el pueblo, se dice que no nos pertenece. Pero
nosotros llevamos beneficiándolo toda la vida, antes que hubiera nin-
guna casa. Si nos quitan eso, el gobierno tendrá que asistirnos porque
quedaríamos sin trabajo.
Ahora hay hombres que nos traen el material. Sale como a quinientos la
bolsa de barro, según ellos sean de tiranos para cobrar. A la camioneta
picó que lo traslada tenemos que darle para la gasolina, y al señor que
maneja también le extendemos la mano.
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Aquí yo sigo haciendo las pailas que eran de antes para recoger agua. En
las casas se tenían cuatro y cinco pailas para aprovechar de almacenarla,
pero ahorita las usan como materos.
De antes también era que las tenían en los conucos para agua y comida
del ganao. Los usos se los van cambiando como una cambian algunas
formas, peo lo que no tiene cambios es la loza de El Cercado, que es
siempre la mejorj
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CARMEN ELENA DE BRITO
Mi mamá era locera, y yo siendo muchachita, algo de ella tenía que heredar. Como toda niña, ju-
gando con barro hice muñequitas, torticas con sus caritas, animalitos y pescaditos que mamá que-
maba con sus tinajas y cazuelas y me decía que con el tiempo iría aprendiendo a hacer la alfarería.
Las piezas se las pule con tierra roja que se consigue por la parte de la
quebrada. Se hace un agua con ella y se le echa a las lozas que se van
puliendo con esa agua y con una piedra de mar.
Los primeros anafes aquí se hacían pequeños, para calentar los hierros
que se ponían al fuego para planchar la ropa, pero ahora se han conver-
tido en barrilleras, porque dicen que la carne cocinada en brasa de barro,
sabe de lo más mejor.
Yo trabajo sola, con una muchacha que por ratos viene a ayudarme a
moler el barro, que es lo más fatigante y trabajoso, y a cernirlo pasándolo
por un manare.
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El barro de hacer la loza se compone de piedra negra, blancamarilla y
greda que es como azul, con la que una va formando mezclas a porcio-
nes más o menos iguales. Una entonces ligas las piedras molidas con
el barro que se pone a remojar en agua, lo bate y lo bate y todo lo va
amasando hasta que quede espesito. Después con ese barro se hacen
unas pelotas que se dejan reposar, y en un par de horas ya queda listo
para trabajarlo.
Yo aquí hago otro tipo de piezas, como esos pescados que de hacerlos
tengo ya para seis años y los llevan para decorar casas y negocios. Esos
los voy haciendo igual que una múcura, o sea por rollos, comenzándoles
la barriga y luego los voy trancando hacia arribap ara que cojan el lomo
y vayan quedando gordos de la cola, la cabeza y todo y cuando llego
arriba, entonces los voy cerrando. Después que están cerrados les formo
la boca y los ojos. Un pescado me lleva tres y cuatro días en hacerlo y yo
creo que es como un símbolo de Margarita que es isla de pescadoresj
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ESTEFANÍA CÓRDOVA
¡Hay Dios mio¡… yo hago loza desde chiquitica hasta ahora mismo que paré por la quebradura
de un brazo. Soy de las más viejas que van quedando; tengo noventa y siete años que cumplí este
16 de enero.
El cerro de La Cruz es que ahora nos tiene problema porque lo han aga-
rrado para hacer casas y le han tapao muchas mesas del barro. También
pasa lo de siempre, que hay gente que son avaros y quieren agarrar sin
tener derecho, y uno vino y agarró parte de la llanada y se hizo una tre-
menda casa; después andando tiempo vorvió a hacé otra casa. Esas son
maldades, porque eso es del gobierno para las loceras y nadie se debe
entremeter a hacer casas ahí.
En mi tiempo si había bastante locera. Por ahí, por abajo, por ahí arriba
taban con sus hijas trabajando. Desde cuando yo era chiquita misma, es
que comencé a hacer esas lozas mirando a mi mamá. Yo ponía mi pelotica
en un tiestico y yo me iba a donde ella pa’ que viera como yo hacía platicos.
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Y en esa vida seguí haciendo mis platicos, haciendo mis cazuelitas, mis
tinajitas que ella me peparaba y que yo las componía, y en aquella for-
ma fue como yo aprendí a trabajar ya sola, y a hacer loza buena, hasta
inventar hormigueras pa’ que los bachacos no se coman las matas.
Aprendí también a hacer la horma del papelón para por aquí mismo,
para El Agua que llaman. Para La Asunción, por ahí por el castillo, que
en esos tiempos es que molían caña y hacían papelones y también me
encargaban pa’ Carúpano donde si había mucho trapiche. Yo cargaba
por ahí, por ese monte, la mucha leña para la quema. Cargaba concha
y palanca de aquí del Portachuelo, y de Guatacamare el guatacare y el
yaque o lo que fuera, yo solita yo, me entrevenía en buscarlo.
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GLADYS CÓRDOVA
Vamos a decirle que haciendo esto tengo sólo como de treinta años para acá. Ahora tengo ya se-
senta y dos. Mis tres hijas, Andrea, Gladys y Eugenia, también aprendieron de mí la locería.
Mi mamá era la que hacía esto. Se llamaba Andrea Córdova, era locera
aprendida de mi abuela Juana Córdova, o sea que la alfarería viene por la
sangre de la familia, como ha venido siendo una tradición de El Cercado.
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Las piezas recién hechas las llamamos verdes y hay que secarlas al sol.
Después del sol se meten para adentro pa’ componerlas, o sea, rasparlas,
quitarles las conchitas y lo duro, y antes de quemarlas hay que calen-
tarlas también al sol para que vayan tibiecitas, porque si se van a poner
verdes, con la humedad salen todas rajadas.
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«MARIACHÚ» MARÍA DE JESÚS DOMÍNGUEZ
Después que mamá era una buena alfarera y no pudo seguir por enfermedá y la gente venía a com-
prarle sus cosas y no las encontraba, yo agarré de firme y le metí la mano al trabajo de la locería.
Ahora cargo sesenta años y estoy haciendo loza como en los mejores tiempos.
Yo, a los veinte años me aplicaba al arte de tejer que si hamacas y chin-
chorros, pero desde pequeñas, como hacíamos todas las niñas de por
aquí, yo andaba con mi mamá buscando el material del barro, ayudán-
dole a ella en los acarreros y los tiestos, pero yo no sabía trabajarlo.
Desde Santa Ana para acá y cargando ese barro, el trecho era muy pe-
sado y había entonces solamente dos matas donde una cogía sombra y
descansaba. Esos eran tres viajes, desde las cinco de la mañana a las tres
de la tarde. Ahorita hay hombres que lo traen.
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Con la cerrada del molino se pierde mucho material así machacándolo
con piedra, porque por mucho que se le de, siempre queda broza o cas-
cajo. En el molino era puro polvo bueno el que salía.
Por ahí algunas alfareras cargan supersticiones con esa de echarle una
foto a la pieza verde, sin quemar, se le va a reventar en la pira. Aquí
vienen estudiantes a echarme preguntas y fotos y nada ha pasado. Yo no
creo que por echarle foto a una pieza cruda ella se vaya a reventar. Si una
pieza se revienta es porque está mal amasada.
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«LENCHA» FLORENCIA DOMÍNGUEZ
Yo ya trabajaba a los 10 años. Ahora tengo ochenta y dos. Nací en 1915 en noviembre y me lo
celebran el día 7. Van como cuatro años que dejé de trabajar porque los nietos no quisieron que
siguiera, ya que la enfermedá de las piernas me tiene trabada y la vista también me está corta.
Antes salíamos a las cinco de la mañana por las salinas, sabanas y car-
donales. Quemábamos hoy y mañana tábamos preparando la carguita
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pa’ salir pa’ Juan Griego, pal Valle, Pedro González; La Asunción y Los
Robles para poder venderlas.
Eso no valía nada. Un aripo para tender arepas, una locha. Dos platos,
un centavo. Un anafe, un rial. Un tinajón, un bolíva. Un grande, cuatro
reales. Antes los hombres ayudaban con el burro a traer la leña, sólo eso,
no ayudaban a pisar ni a manejar er barro, porque decían que este era
sólo oficio de mujeresj
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«MOCA» MÓNICA DOMÍNGUEZ
De edad de once años fue que empecé con la loza y ahora tengo 73. Nací er 4 de mayo del año 25,
aquí en El Cercado, cuando las mujeres parían con parteras y ayudas de vecinas. Con el tiempo
una también ayudó a parir, sobre todo a colocar cabecitas para jalar a las criaturas con bien.
De por vida he estado aquí en El Cercado. Desde que nací, una sola vez
he salido de la isla y fue para Carúpano, a la muerte de un hermano.
Tamos aquí todos en familia con 3 hijos, 14 nietos y 5 bisnietos.
Con la loza estoy asentada desde hace muchos años. El barro para hacer
la loza se desmaya si no se le da fuerza suficiente. Eso hay que hacerlo
con las lajas negra y blanca que una machuca ahora a pura piedra, por-
que el molino desde que se trancó a nadie se ha dolido para repararlo.
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ahí para arriba ya se van haciendo los rollos que húmedos se van pegando
y una los va alisando con la mano o un pedazo de totuma.
Fue ver eso y de ahí seguir practicando y practicando, porque una pone
la pelotica de barro y tiene que irla subiendo y con rollitos que vaya
quedando redonda, que no le quede fallo de una parte sino parejita, y si
esté la va levantando hasta que sea música si es múcura, pimpina si es
pimpina, y si es cazuela que lo sea.
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«PETRA» PETRONILA DOMÍNGUEZ
Desde chiquitica, cuando nací el 29 de junio de 1932, me han nombrado como Petra, o sea que esta
Petronila Domínguez anda pisando los 66, con más de cincuenta años de alfarera.
Una como joven, trabajaba mucho con la esparda, trayendo leña de esos
cerros, leña sujetada en a cabeza y arrastrando amarrada con cabuya.
Entre la cabeza y el montón de leña, para no rompernos el cuero, tenía-
mos que ponernos una toalla bien doblada como colchón.
Para cambiar un poco lo que todas hacen me puse a hacer unas gallini-
tas. Eso fue desde que estuve trabajando en limpieza en la Escuela de
Artes Plásticas de La Asunción. Allá yo me fijaba en lo que hacían los
estudiantes. Aprendí a enmarcar cuadros, a tornear, a esmaltar cerámica
que es un trabajo de mucha delicadeza. Yo lo iba haciendo ayudándole
al profesor.
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A mí nunca me gustó que nadie me trajera la tierra. Yo misma agarro mi
machete y mis bolsas y me voy a buscarla, yo misma la elijo porque ya
sé adonde está la que necesito para que mi trabajo tenga rendimiento.
Para este trabajo una tiene que ser devota y encomendarse a sus santi-
dades para que la loza quede bien, porque no sólo depende del barro y
las manos de la alfarería, sino de la voluntad de los que nos protegen.
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«CHAGÜITA» ISAURA PATIÑO
Esto no se sabe quién lo inventó; esto tendrá, que sé yo, siglos. Todas las familias fundadoras de
aquí trabajan la alfarería, como la hemos trabajado nosotras también. Mi mamá, Francisca Patiño
era alfarera. Mi abuela Buenaventura también. La mamá de ella, Genara y la mamá de Genara,
hacían lo mismo. La bisabuela mía, Antonia, era otra. Eso le da una idea de dónde yo vengo siendo
a mis 55 años, la alfarera Chagüita, es decir Isaura, con Patiño de apellido.
Había orden de no hacer más casas, pero con los cambios de gobierno
ya vorvieron a hacer dos más y un tranque, agarraron la parte esa, y
ahora se tiene que subir por otro lado a buscar de donde, porque eso lo
que quedó fue una cuchilla, y la gente no consigue cómo sacar la piedra
de arcilla.
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se le comieron los dientes y se paró por un buen tiempo. Por mucho
reclamar, vino un técnico que ellos decían que era un gran inventor. Lo
que hizo fue que a los 24 dientes que tenía er molino, le metió 20 y se
los puso más chiquitos y dijo que eso iba a durar quince años. Eso fue en
el 97. El molino duró tres meses y se paró. Total que seguimos moliendo
a mano y a piedra.
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LILIA PATIÑO
Fuera de de lo de la casa, no he hecho otro oficio, sino siempre la loza. Será porque nací y me crié
aquí en El Cercado y porque de familia, a Chagüita y a mi que soy su hermana, nos enseñaron y
nos gustó. Tengo dos hijos que no son de este oficio de la alfarería. Ahora los muchachos buscan
otros trabajos más de la ciudad que de los caseríos.
Unos a esto le dicen barro, otros arcilla, y otros greda. Cuando nosotros
ibanos a sacarlo al cerro de Santa Ana, allí no había viviendas, y ese lugar
de La Cruz era respetado por destino para las alfareras de El Cercado,
pero después con la cosa de los políticos, eso lo han dado pa hacer casas
justico donde una sacaba la greda. Dijeron que de ahí para arriba era
terreno de las alfareras, pero no lo respetaron.
Lo primero que hice yo cuando muchacha, fue que comencé a jugar con
el barro y me salió que hice un aripo, y de ahí empecé a hacer puro aripo.
Me decía mi mamá que hiciera otras cosas porque un aripo no valía
nada de tan barato que era, pero yo no me atrevía, veía las otras piezas
muy difíciles, las veía como imposible de hacer, hasta que un día por allá
lejitos, con mi sobrina que tampoco sabía nos pusimos a probar. Hice un
matero, y después me atreví con todo, porque vi que se podía aprender
todo, mirando como mamá trabajaba.
Una vez yo vi en un libro una forma que me gustó. Era un libro de cosas
de arte que estudian los muchachos, no era de artesanía, y de allí me
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vino la idea de hacer una matera que yo llamo la chata grande. De eso
hace como seis años, y después me dio la idea de hacer unas espigueras,
también la idea de ir cambiándoles las bocas a las pimpinas y hasta
ponerles en las barrigas unos relieves de flores y de soles.
Aquí algunos piden por encargos que los tinajones se los pintemos de
colores con esmalte de aceite. Los usan para adornar rincones de casas
con corredores y ahí meten flores secas para que queden más bonitos,
pero eso de pintarlos sólo se hace por pedido, porque lo nuestro es
arcilla natural.
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MELQUÍADES RODRÍGUEZ
Desde que crecí, desde que me conozco, es que estoy haciendo la loza.Ya voy pa’los setentiseis años
y sigo trabajando. Me ayudan las manos el Gran Poder de Dios y José Gregorio Hernánfdez, a los
que primeramente cada día me encomiendo para mis buenos oficios.
Desde que crecí, desde que me conozco, es que estoy haciendo la loza.
Ya voy pa’ los setentiseis años y.sigo trabajando. Me ayudan las manos
el Gran Poder de Dios y José Gregorio Hernánfdez, a los que primera-
mente cada día me encomiendo para mis buenos oficios.
Yo siempre dije que yo nunca iba a poner mis manos en coroto ajeno,
porque lo podía partir y me iban a regañar. Entonces fui, hice dos viajes
al cerro a buscar el barro, lo acomodé bien machacao a punta de piedra,
como veía yo que lo hacían, y mirando hice de mio propio un primer
tinajoncito pequeñito y después hice como dos apiritos y mamá me
felicitó bastante.
Pa’ buscar la tierra, íbanos al cerro y llevábamos los mapires, los poníanos
en una barranca y así en lo alto y ahí nos yingotábamos y los cargábamos
pa’ venir con ellos en la espalda.
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La tierra se cava con machete y piedra, y dándole piedra y piedra donde
una ya sabe que hay tierra buena. Eso de sacar el barro es fuerte, porque
ese es un cerro donde no hay una sombra donde uno se vaya a meter.
Lo que hay es mata, pero chiquita, que no es sombra para el cuerpo.
La leña mejor para mí es toda lecha de güicher que tiene mucha espira y
también la de yaque hediondo, que es fuerte de olor pero dura bastante.
La leña quema bien y dura, siempre que esté bien seca.
Yo trabajo todo el día cuando tengo lugar. Trabajo de las doce pa’ bajo.
Siesta no se duerme, pa’ podé descansar bien en la noche. A mis santos
le pido menos dolores, porque todavía una tiene energía para continuar
y seguir con este trabajo que Dios le puso en el caminoj
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JAIME VALDERRAMA
Empecé a hacer esto como de la edad de 15 años. Ahora tengo 26 y soy de los muy pocos varones
que hacemos el trabajo de alfarería. Comencé fijándome como lo hacía mi abuela Moca y ahora
siempre trabajamos juntos.
Aquí no hay luna para la cerámica como en otras partes. Aquí se amasa
y se quema en cualquier tiempo y las piezas nunca quedan flojas que se
agrieten o dejen pasar el agua. Debe ser porque la tierra es muy buena
y porque se cuida no desde que saca la greda hasta que se pule y se
quema la pieza.
Pero eso no es así; con el tiempo uno va sabiendo que el trabajo debe ser
lento, llevar siempre el mismo ritmo, porque aunque parezca mentira, si
al lado que tengo pegado a mi cuerpo no le doy la misma presión que al
del frente o el costado, la pieza comenzará a aflojarse y a perder forma
por más que uno trate de amoldarla con más greda.
Uno también las va variando como ser, en la boca o las deja así lisas o le
voy doblando como orejitas, le hago formas de pico o las adorno con las
rayitas para que no se vean todas iguales.
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Para quemar todos usamos leña de conuco, de acuerdo a lo que cada
uno prefiera. Para mi la mejor es la del guatapanare, del cují o bien el
yaque porque dan más brasa. Me queman mejor los palos delgados que
los gruesos.
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CALILLAS Y TABACOS
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UNA NO TIENE LA CUENTA DE LOS TABACOS Y CALILLAS QUE
HABRÁ HECHO, Y ¿CÓMO LLEVARLA SI SON CINCUENTA AÑOS
DÁNDOLE DÍA A DÍA? ESTE ARTE NOS VIENE DE POR FAMILIA
Y ES QUE ASÍ SOMOS TODAS LAS PALILLERAS DE LOS MILLA-
NES, DONDE LA QUE MENOS TIENE, CARGA CON VEINTE AÑOS
EN ESTE OFICIO. TODAS HACEMOS LO MISMO Y CON LA MISMA
HOJA DE TABACO QUE NOS VENDEN LOS QUE LA TRAEN POR PA-
CAS DE LA TIERRA FIRME, DE POR LOS LADOS DEL GUÁRICO.
Anteriormente rendía más el dinero, aunque todo era más barato, y así
me dio para que los hijos cinco que tengo estudiaran y se fueran, a hacer
su vida. Por suerte, una los pudo levantar en esa época a puro trabajo de
tabacos, cuando todo no valía tanto. Imagínese cómo podría uno ahora
criar a un hijo ahora con lo que cuesta medio mantenerse!…
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EMELINA LEANDRO
Yo estoy trabajando esto, el tabaco, y la que se llama calilla, desde hace mucho tiempo. Me lo enseñó
una tía y no me costó mucho aprenderlo porque es fácil.
La hoja del tabaco una la compra por allá y una nada más o que hace es
mojarla, meterle la tripa, enrollarla y pegarla y ya está armado.
Calilla y tabaco se pegan con una brea de guamache, que es pega natural.
Son esas pelotitas como gomosas que le brotan al árbol, y de primero
se las echa a remojar, la pelotica se disuelve con el agua y así la brea de
pegar se forma ahí mismito.
Al día yo hago hasta cien calillas y me las pagan a mil doscientos el ciento,
y se venden graneadas por doce bolívares cada una.
En todas las familias de aquí del pueblo siempre había una artesana que
trabajábamos estos quehaceres. De esos, las más viejitas ya se murieron,
quedamos los intermedias, y a las jóvenes no les gustan estos oficios, así
que una no sabe cuánto tiempo durarán estas faenasj
73
MARÍA MARCANO
Yo nací en Porlamar y en el cincuenta, y desde hace como veinte años que trabajo en esto.Yo trabajé
toda la vida con esto mismo. De antes tejía capelladas para alpargatas. De hijos tengo dos, el varón
que se graduó de bachiller, estudia administración y latonea carros para afirmarse la vida, y la
hembrita que tiene ocho años, estudia y me sirve de compañía cuanto estoy trabajando.
75
RAMONA MARÍN
Yo nací aquí mismo en esta calle y en esta casa en el 31 de agosto del 25, así que es setenta y tres
años son los que ya cargo.
Yo he hecho muchos trabajos en la vida para sostener los diez hijos que
tuve. Lavé ajeno, planché, busqué leña, molí para vender, hasta levantar
y educar la familia en algunas profesiones como enfermería, electricidad,
albañilería, carpintería, mecánica y armaduría de techos. Hasta donde
pudieron estudiaron, porque viendo la pobreza tuvieron que aprender a
ayudarse. Eso sí, ninguno le ha huido al trabajo. Tengo 22 nietos y de ese
semillero cuatro viven conmigo, me hacen compañía y ruido.
77
MARÍA TERESA SERRANO
Yo tengo como veinte años haciendo calillas y tabacos. Lo aprendí aquí en Los Millanes cuando me
vine de la isla de Coche.
Aquí también se busca la hoja del tabaco porque sirve para atajar cortadas
o hinchaduras, para aliviar picadas.
Las hojas mejores una las va seleccionando y las guarda juntas, tanto
que forman un tabacote como este, que tiene las capas mejores, y de ahí
se van sacando para fabricar los demás.
Las hojas y la tripa una las compra a los camiones que las traen de la
costa firme, del Guárico, por pacas que cuestan según el kilo que ya va
por dos mil.
Aquí una calilla está costando mil quinientos el ciento y la llevan a las
bodegas y tiene siempre buena salida y a una le conviene trabajarlas
porque ayuda a redondearse el presupuesto de la familiaj
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CARPINTEROS
LOS BARQUITOS PODRÁN SER DE AQUELLA QUE NOMBRAN
BOYA O BALSA, DONDE SU APELLIDO REAL ES TACARIGUA; O
BIEN CAOBA, PINO, CEDRO O APAMATE, DE LA MARA, EL TAMBOR
O EL SAQUISAQUI QUE FLOTA MEJOR, TANTO SE PONGA EN EL
AGUA DULCE COMO EN LA SALADA.
Como pescador me gusta marcar, esto es que por ser, las nazas que uno
zumba al mar a media hora de Los Frailes o de aquí, tiene que buscarlas
bajo el agua porque la corriente se las va llevando. En esto hay que estar
vivo porque a veces vienen otros y te vacían la pesca que hay adentro.
En las noches de luna oscura es cuando hay más abundancia. Las nazas
las hacemos nosotros de acuerdo al tamaño de la embarcación, cerradas
con malla pesquera y le dejamos la boca por donde entra el pez, sobre
todo cuanto está encarratá o sea cuando le cae molusco.
Ahí fue que comencé a hacer mis propios peñeros, hasta que me atreví a
hacer mi lancha grandota que medía como dos metros y tiene de todos
los implementos de navegar, hasta luces. Yo la saqué para un carnaval y
lo que hice fue estropearla. Ahora la estoy reparando.
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Uso tacarigua, mara, saquisaqui o tambor. Los barquitos míos los hago
argunos de palo completo, o sea que no tienen esqueleto, y para que
queden parejos de los lagos hay que tallarlos mirándolos desde abajo.
Yo hago el velero, el cayuco, la lancha pescadora con motor central y la
lanchita para turistas, todo modelo de lancha. Lancha le decimos a toda
embarcación que lleve techito y aparte también les hago sus motores y
bombona y materiales. Yo armo cuatro o cinco peñeros juntos en doce o
trece días, porque ya tengo hechos los esqueletos y después les pego las
maderitas y los pinto diferentes.
Llevo haciendo esto desde hace cinco años. Siempre los tengo listos y
pintaditos, menos el nombre, porque el que viene a comprarlos quiere
que le ponga su nombre en la proa.
Estoy feliz con mi trabajo y mi pequeño astillero, porque creo que todo
lo que debe venir viene por mano de Dios, si no viene der cielo no vendrá
de ninguna parte, y a mi esta vida me ha venido de arribaj
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RICARDO ACOSTA
Yo nací aquí en El Tirano y toda la vida la pasé en el mar. Era pescador de los recios, y fue después
cuando a los años dejé las faenas, me dediqué de lleno a meterle navajita a mis barquitos. Pescador sí
he sido y no marinero y eso creo es lo que llaman la atención por los detalles que llevan mis trabajos.
Esta madera tiene tres nombres, la llaman boya y también barsa, pero
el legítimo de ella es tacarigua. De antes, con ella, y uno de muchacho,
uno hacía barquitos pa uno jugar en la mar y competir con los demás,
competir con los barquitos navegando y uno nadando detrás. Entonces,
le digo que de cuando yo empecé este arte, era pa competir así a nado,
y tenía la edad de muchachito que serían como de ocho y nueve años,
pero de empezar los barcos así de esta forma y como artesanía, fue por
el cincuenta y ocho, cuando yo ya tenía treintipico de años y era que
después de pescar, me entretenía en esto.
Yo nunca puse los pies en un barco, pero eso si, si un barco llegaba el
puerto yo me zumbaba al agua y reflexionaba de dónde va la que se llama
cachete, la escama, los tanques del agua, la boca de escotilla, la cocina,
la caja de cadena, el trinquete o el foque, y ahí me estaba yo vigilando
todo para saberlo y poder aplicarlo.
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Yo en las partes de atrás les pongo mi firma, porque de antes no lo hacía,
hasta que me alertaron que había un elemento que me los llevaba y
ganaba fama y real pasándose como que él los fabricaba.
Yo también he hecho muchos Ojos de Dios, que son las protecciones que
el pescador les pone a las embarcaciones. Eso era de antes una costumbre
casi religiosa, eso de encomendarse para no pasar angustias en la alta
mar. El Ojo de Dios evitaba los peligros de las tormentas y conducía a
los cardúmenes buenos.
Todos esos peñeros que usté ve en la playa tienen los ojos tallados por
mi, que algunos ya están casi comidos por el tiempo y la sal. Ya eso no
tiene validez de hacerlos porque casi no quieren pagar la destreza y el
tiempo que uno emplea. Ahora muchos se los pintan y otros ponen fi-
guras de santos y otros que no tienen creencias no ponen nada. Aquí en
Margarita, hasta la tradiciones del pescador se las está llevando la crisisj
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JUAN JOSÉ GOLINDANO
Nací en Upata el 8 de marzo de 1936. Siendo un muchacho y en pleno gobierno de la dictadura de
Pérez Jiménez, me fuí al ejército voluntariamente. Cuando salí licenciado en abril del 58, me fuí a
Ciudad Bolívar a trabajar, puse un negocio, me fué mal, y entonces me incorporé a la Guardia Na-
cional y estuve ahí 16 años, brincando de aquí pallá, a las colonias de El Dorado, en Santa Elena
de Uairén, a Valencia, San Juan de los Morros y qué sé yo. En todos esos años sólo me faltaron dos
estado de Venezuela por conocer. Soy además, enfermero y mecanógrafo graduado.
Aquí en Margarita llevo veinticinco años. Fui también cinco años del
servicio de guardacostas y a lo mejor de ahí, y de vivir aquí pegado a la
bahía de Juan Griego, es que me debe haber venido de afición de hacer
barquitos, para no tener la mente ni el cuerpo en algo ocioso. Ya retirado
empecé a trabajar en seguridad en los hoteles y bancos y como todavía
me considero con espíritu y ganas, sigo haciéndolo porque si me quedo
aquí en la casa sin hacer nada, tengo el capricho de que me voy hasta
enfermar, porque la costumbre siempre ha sido ser activo.
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Los barcos yo los hago para entretener la mente mientras tengo
descanso en el trabajo. En los barcos de costilla me demoro menos
que en los labrados, porque ahí hay que ponerle el ojo parejito
a lado y lado para que así no vaya a quedar desequilibrada, por-
que lancha torcida tumba la tripulación. Hay una adivinanza sobre
ellos que dice:
Mi cuerpo es un esqueleto,
con el espinazo guindando,
y nadie me va contando,
los pasos que yo voy dando;
o sea el barco. Son cosas del saber popular como por ejemplo
como ahora cuando la cosa está tan mala, donde no se pueden
darse los tres golpes de comida, y uno los reduce a dos, se dice de
la situación que uno amaneció como chiva cuando pare tres: dos
maman y el otro vej
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DARIO LUNAR
Yo nací el 2 de enero del 74 y estudié hasta primer año de bachillerato, y como mi papá, también
me crié y crecí entre las embarcaciones que tenían los abuelos. Mi papá fue el que cuando yo niño,
me iba explicando cómo era cada bote, como por ser las diferencias de una goleta que era parecida
al trespuños.
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palangres y nazas, réplicas de trespuños a vela que usaban antes mucho
aquí en Margarita para transportar comida de tierra firme para acá.
Ahorita ya muy poco trespuños con vela se conoce. Para hacerlos la ma-
dera mejor es el saquisaqui, tanto para el agua dulce como el agua salá.
Se pintan con pintura en aceite y eso los protege, o sea igual que si fuera
una embarcación grande de faena.
Hay gente que conoce este arte y le da el valor que tiene este trabajo y
así lo compra o bien los encarga de modelo y tamaño; otros no quieren
pagar ni lo que vale la madera, pero siempre tengo buenos clientes. Son
buenos cuando uno ve que les gusta el barquito que se llevan.
Cuando los hago, pienso que algún día ese barquito pueda carpinte-
rearlo grande, para navegarlo yo mismo en mis faenas de pescador en
Juan Griegoj
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ERNESTO PEREIRA
Yo nací en el 1921. Mi papá era holandés y carpintero y yo desde muchacho, por juguetear, hacia
mis barquitos.Ya crecido me fuí a la marina y me dediqué a aprender todos los trabajos de un barco.
Navegandoestuvealrededordetreintisieteaños,trabajéenmáquinasydespuéscompletémisaños
en la marina como cocinero. Yo debuté en La Guaira en el Ciudad de Valencia, un barco que era de
laVenezolana de Navegación y ahí estuve once años, siete años trabajé en barcos de la Creole y me
reporté también en la Mene Grande.
Entonces me fui a La Asunción y puse una librería que tuve ocho años.
Me dio como entretención, esto de empezar a hacer barcos que siempre
los tenía en mente, y me puse en el camino de la artesanía.Uso pino, uso
cedro, uso el apamate, que son maderas suaves y buenas. En un barco
grande con todos sus detalles me demoro tres o cuatro meses. Aquí hay
lanchas de pasajeros, goletas, banqueros, fragatas, veleros, arrastrado-
tas, remolcadores, gasolineras, buques escuela y lanchitas.Yo digo que
soy feliz aquí en Juan Griego con la profesión que tuve de hombre de mar
y ahora con mis barcos, me siento navegando como era entoncesj
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IMAGINEROS
TAMBIÉN LA ARTESANÍA POPULAR SE EXPRESA EN LA IMAGI-
NERÍA NACIDA DE LA ARCILLA ALFARERA, DONDE MODELA
PÁJAROS, PESCADORES O FIESTAS DE TRADICIÓN; EN LOS ROS-
TROS DE HOMBRES SABIOS NACIDOS DE LA UVA, EL YAQUE Y
LA CEIBA ROJA, O BIEN EN AVES Y ANIMALES QUE SURGEN DE
LA RICA Y ADORNADA VETA DE FLEMÓN, IMAGINERÍA DONDE
NO PUEDE FALTAR EL GRAN SÍMBOLO QUE COBIJA LA ISLA, LA
MILAGROSA VIRGEN DEL VALLE.
ALBERTO JOSÉ COVA
Yo soy nacido en Sucre, en La Peña de Cumaná el 9 de julio del 56. Mi oficio primeramente era el
demaestrodelaconstrucción,dondeteníauncompañerocolombiano,JuanNelly,quesededicaba
a la artesanía y él me entusiasmaba cuando me decía, mira mi compa, échale pichón a la talla que
tu vas a aprender rápido y puedes llegar a ser maestro; y así tengo veintincinco años en este arte
del que algo yo ya conocía, porque mi papá era carpintero ebanista y buen tallador, y de mirar, es
que a uno se le van pegando los oficios. Todo lo que sé se lo debo a Juan Kelly.
Muchas de las piezas mías tienen abajo una pelota suelta encerrada en
barrotes, todo sin empates, tallado en la misma madera. Eses es el sím-
bolo de mi trabajo. Al mover la pieza ella suena, o sea que la pieza le
habla algo a quien la mueve.
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Cuando tallo me pongo mi musiquita y me concentro en cada detalle de
la forma para que vaya quedando como Dios manda. En mis tallas no
hago santos, sino he hecho al Cristo del Buen Viaje y a la Virgen del Valle
y no las repito para tener varias a la vez. Sólo cuando las vengo hago
otras, pero santos santos no hago, porque mi maestro me dijo que no
era conveniente hacerlos, no es por creencia de alguna religión sino por
consejo de maestro que por algo me lo recomendaría.
Vivo en Juan Griego y mis tallas las vendo casi siempre en playa El Agua.
Hay una que para mi es un símbolo. Se llama «Libertad, prisión y fuerza»,
y para mi es como ser yo mismo, y por eso nunca la venderéj
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VICENTA MARÍN
Yo nací aquí en El Cercado hace 51 años y en esto de ser ceramista debo tener como unos veinti-
cinco años. Mi mamá, Vicenta Margarita Córdova de Marín, era alfarera, siempre lo fué; ahora
está viejecita y ya no puede trabajar, tiene 85 años. Ella me enseñó a trabajar la cerámica, como
era costumbre entre las familias de El Cercado. Hice alfarería con ella y un tiempo fuí a la escuela
de artes plásticas que estaba aquí en el mismo pueblo, y aprendí a modelar, a tornear y a quemar
en forma distinta.
He trabajado árboles, con flores y pájaros, el arca de Noé con sus anima-
litos, lanchas con pescadores, peleas de gallos, la burriquita y el sebucán
entre otros temas. En un principio yo no coloreaba mis piezas, se las
daba a una amiga y ella las pintaba, pero las vendía diciendo que eran
propias. Como eso me molestó, comencé a decorarlas yo misma y a co-
gerle gusto al trabajo con dos satisfacciones, modelar y colorear.
Una constante de mi trabajo es la Virgen del Valle. Hace como diez años
las comencé. La primera fue una pieza grande, como de un metro cua-
renta, por encargo del decorador de un hotel. Fue una experiencia muy
bella. Me gustó, le tomé un cariño especial como obra, aparte de mi
devoción hacia ella, y después comencé a hacerla en distintos tamaños
y con distintas expresiones, pero siempre adornada con perlas, como es
propio de la tradición de Margarita.
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También he hecho al Nazareno, la Dolorosa, la Milagrosa, Santa Ana
enseñándole a leer a la Virgen María, Santa Eduvigies, Santa Rosa. Yo las
conozco por estampitas, pero las visto a mi manera.
A la Virgen del Valle, una siempre la esta invocando. ¡Ay virgencita dame
salud para estos días! ¡Ay virgencita, quítame estos males de mareos!, y
así a cada rato una va pidiéndole y ella siempre asistej
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DAVID RAFAEL MÉNDEZ
Nací en El Tirano el 7 de julio del 46. Desde muchacho trabajé la madera, haciéndoles piezas
pequeñas a los botes, porque mi papá era carpintero y uno aprende lo de su padre.
Al humano ahora más que nunca le hace falta que lo preparen en las
cosas del espíritu. Ahora el arte no es arte por satisfacción para crear algo,
sino un objeto que me compren pagándome tanto dinero. Hay una cosa
que es el oficio y otra que es la espiritualidad que se le pone al arte.
Yo guardo una talla que hice como veinte años atrás y que es como un
símbolo para mí, es Moisés, personaje imponente, hombre sabio, elegido
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para dirigir con justicia a un pueblo. Esa talla nunca saldrá de mi casa
porque para mi vida él tiene mucho significado, tanto como son Cristo
y Bolívar.
Muchos se burlan de las obras que hace uno, o las ven como curiosidad,
porque tienen otros valores, y no entienden que lo que el artesano ha
ido poniendo en cada trabajo es su propia almaj
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TEJEDURÍA: HAMACAS Y CHINCHORROS
DICEN POR LA VECINDAD, QUE AL PIE DEL TELAR Y EN ESTE
OFICIO, SÓLO VAN QUEDANDO LAS TEJEDORAS CINCUENTENE-
RAS, PORQUE LOS JÓVENES VAN BUSCANDO OTROS TRABAJOS
MÁS SEGUROS Y QUE NO SEAN TAN FUERTES.
Los que hicieron esta broma por allá por las Españas y que se la trajeron
a los indios de aquí lo pensaron muy bien, porque nadie piensa que de
un ovillito de hilo puede salir una belleza como esta. Mire, si usté se fija
un poco, esto es bien fácil de aprender y luego puede hacerlo. Es todo
cosa de ponerle vista y paciencia.
Rosa Huete que es casi familia mía, siempre me acompaña para trabajar
juntas y la hija mía también trabaja con ella. Ellas aprendieron así como
yo y todas, casi siempre de mirar. El trabajo más grande es urdirala y
pasar bien el hilo para que no coja caballo ni nada áspero.
Los colores uno los va mezclando así de a poco. Se echa uno poquito
de este color, después se echa otro y endespués se echa otro más para
que vaye quedando bonito, o asea usté los va combinando para que no
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se topen los que son parecidos, por ejemplo azul oscuro con morao no
pegan. Hay unas hamacas que son blancas con cintas de colores que tenga
el gusto del que la quiere por encargo, y que dicen yo quiero una franjita
roja, otra amarilla y otra verde con blanco en el medio y que se repita cada
veinte centímetros, y una va y se la hace. Hay otras personas que le dan
ánimo a una y que quieren hamacas de muchos coloridos mezclados y
uno la va haciendo al gusto propio y con el material que le trayen.
A una por el tejido le pagan siete mil bolívares y echamos entre dos cinco
días o la semana, dependiendo la salud. Pagan eso los particulares que
la encargan para uso y no para negocio. El negociante siempre quiere
pagar menos y siempre pide fondo blanco porque ese hilo es más barato
que el de color. Este es un trabajo duro pero para una que no domina
otras artesanías, es un trabajo felizj
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DIONISIA CARABALLO • VIRGILIA CARABALLO
Mi nombre completo es Dionisia Margarita Zacarías de Caraballo. Nací en La Vecindad, en esta
casa un día 13 de abril. Tengo 86 años, porque soy nacida en el año 12 y llevo toda la vida pegada
a los mismos palos de este telar que papá los cortó de allí detrás, que eso era puro monte. Son de
pui y de yaque y cortados estarán en menguante, porque a los añales que tienen están durísimos.
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JUANA FRANCO
Yo empecé a trabajar desde la edad de 16 años y tengo gracias a Dios 61 años y nací aquí mismo
en La Vecindad y con partera, el 1 de abril del 37.
Yo trabajo en mi casa o bien aquí con Josefa Verde, una a cada lado.
Nosotras mismas hicimos el telar. Esto es fácil, se compone de dos hor-
cones, dos varas gruesas, dos varitas finas y los usillos que son palitos
de monte. Se clavan los horcones del yaque que es el corazón duro y
se buscan en el monte las varitas finas, que son de mangle; las varas
gruesas en la maderera y se puede hacer el telar movible poniendo los
horcones en potes grandes bien rellenos de cemento.
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PASTORA GÓMEZ
Yo nací el 5 de mayo del 57 en Barcelona y llevo en la isla diez años, desde cuando nos vinimos para
acá donde teníamos familia. Allá no hacía artesanía, pero si sabía tejer ganchillo. Aprendí a hacer
chinchorros viendo a la cuñada mía, poniéndole el ojo y poniéndole interés. Aquí en Tacarigua vi
que había posibilidades para la artesanía y así fue que me dediqué.
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YOSMARY GONZÁLEZ
Tengo veinticinco años y empecé a tejer como a los catorce. Estudié aquí en Santa Ana la primaria y
la secundaria y luego en la universidad administración de empresas hoteleras y en eso trabajo; hice
cursos de inglés y portugués brasilero y ahora estoy de reposo esperando que nazca mi primer hijo.
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MIGUEL MARCANO
Nacíel19dejuliode1979.Salídebachillerencienciasyahora,apartedetejer,estudioperforación de
pozos petroleros. La materia más difícil me resultó la matemática y la más agradable el castellano,
porque me gustan la literatura y la historia.
Hace tres años comencé a tejer chinchorros. Aprendí con una tía y un
primo aquí en Tacarigua. No tejo ganchillo porque me parece que ese es
trabajo de mujer, pero si coso flecos.
Cuando tejo yo solo son tres o cuatro días que me demoro en cada chin-
chorro, si estamos entre dos demoramos la mitad. Esto lo hago en mis
tiempos libres de tareas y me compensa para seguir con los estudios.
Con este trabajo me ayudo y me doy pequeños gustitosj
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MIREYA MENESES
Yo tejo chinchorros desde el año 75, o sea, que empecé a los veinte años. Aprendí en parte por mi
mamá y otras señoras que me enseñaron, y gracias a Dios con esto he vivido y estoy feliz y contenta
con mi trabajo.
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DELVIRIA ROMERO
Yo nací en el 34, el 24 de abril. Como mamá y abuelita trabajaban la artesanía de la hamaca ¿qué
más iba yo a hacer que aprender de ellas? Por ahí a los once años hice mi primera hamaca y no me
sentí muy bien. Era demasiado cansancio, las manos se me hicieron ampollas, pero no le perdí el
amor. Mamá me dijo que eso siempre pasaba a los comienzos y era bueno, para que entendiéramos
el trabajo que daba hacer algo bien hecho. De ahí seguí por mi cuenta y ayudándole a ella y viendo
sus habilidades para seguir aprendiendo.
Mi abuelita murió de 110 años y tejió hamaca hasta los ochenta, por-
que su vista fue permanente. Mi mamá murió de 79 cuando tejiendo, le
dio un dolor muy fuerte. Como la pobreza era demasiada grande, ella
estaba trabajando también de noche y fue ahí cuando le pegó un dolor
colitis y al siguiente día murió. Dejó una hamaca a medias que a los dos
meses yo entonces las terminé. Después se vendió porque estábamos
con todos los gastos del duelo.
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Una las hamacas las hace ahora por encargos de acuerdo a los colores
que quiere quien las va a llevar. Los que tienen comercio que vienen a
veces por si uno a tejido una por su cuenta. Ellos venden caro y siempre
quieren comprar barato y eso molesta porque no valoran el trabajo que
significa estar pegada día a día al telar, así es que una mejor lo hace para
los encargos particulares que no regatean y lo aprecian.
Esto de tejer hamacas es, como decían los viejos de antes, estar enamo-
rado por andar alegre. A uno no le queda mayor ganancia que el entu-
siasmo de estar distraída. A mi me gustan todas mis hamacas porque las
hago diferentes y a mi gustoj
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JUANA FRANCO
Me dicen que tengo sesenta años, que nací aquí en La Vecindad. De chiquita comencé a tejer con
una tía mía que se llamaba Rita Verde y que hace años se murió. Me gustó cuando me enseñó y
empecé para toda la vida.
Yo tengo varios modelos de franjas que son invento mío, porque cada
quien hace las suyas para distinguirlas de las demás. Todo dibujo que se
encargue se hace. Depende del colorido que quiera el que manda a tejar
la hamaca. Si quiere la bandera, la bandera se le hace y son otras franjas,
se combinan de acuerdo.
Esto ahora es trabajo de mujeres, pero de antes antes, era sólo de hom-
bres que con el tiempo se fueron a otros oficios como los camiones y las
compañías, entonces quedamos nosotras para mantener la tradición y
las costumbresj
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TEJEDURÍA: FIBRAS
LA PALMA DATILERA QUE GENEROSA PARE LOS GAJOS A LOS
QUE NO LES IMPORTAN LAS FASES DE LA LUNA PARA ESTAR A
PUNTO. SE SABE QUE LA MATA HEMBRA DA GAJOS MÁS PAREJITO
Y COMO VIENE CERRADITO SE PEINA HACIA ATRÁS, Y LUEGO
SE SECA AL SOL DONDE EL VERDE COGE SU AMARILLITO; EL
BLANCO SE DA CON EL SERENO.
Yo viví muchos años allá abajo en El Tuey con mis abuelos. No estudié
porque en esa época éramos muy pobres y no tenía como presentarme a
los planteles. Allá cerca había una escuelita de las de antes. Después que
los niños salían yo me iba con mi cuaderno y mi lápiz a copiarme todo lo
que estaba en el pizarrón, y así aprendí a leer y a escribir. Yo le saco mis
cuentas y sé leer mi periódico y escribo, y le rezo a los muertos y le rezo
a todos los santos para que me asistan la salud y mi trabajo, porque yo
viví de muchacho en La Plaza, cada de dos de esas señoritas viejas de
iglesia que me inculcaron respetos y devociones.
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Para hacer la clineja de cogollo, a la mata del datilero hay que buscarle
su tiempo. En abril ya está echando las maraquitas, porque de Dios le
viene la fruta. A la mata que está pariendo no se le quita la hoja, porque
se echa a perder la fruta, pierde fuerza, la parma sale podrida.
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CLETO CALDERÍN
Créame, mi amigo, que no sé cuando nací, sólo sé que ya cargo sesenta y siete años y nací en el
mes de Santa Ana y de nombre Anacleto, pero Cleto es que se me ha dicho todo el tiempo. No soy
hombre de playa ni de mar; soy de tierra. Por aquí se llama Coda Cuesta, y aquí es que yo nací
y mi vida solo de la casa aquí al conuco. Por aquí me han encontrado siempre.
Yo las cestas las hago desde muchachito, desde muchacho con intención
de trabajo, y lo aprendí con los viejos, usté sabe, que esos viejos de antes,
los viejos de uno, tenían todas esas sabidurías, sabían de maderas y de
cosas del mar y cosas de la naturaleza.
Esta ramitas que yo uso se llaman guinda, guinda porque las echan los
cupey de arriba pa’bajo, o sea guindadas, y se consiguen al otro lado
de la montaña, la más alta que es aquella, y pallá es que me fajo yo a
buscarlas, como estas que las traje yo hace tres días. Este otro que es el
material de las varas se llama bejuco de río y también uno lo busca cerca
de los lechos y lo consigue.
Este trabajo tiene su arte que siempre es casi igual. Primero a la guinda
se le saca la concha, se corta parejita pro la mitad y cuidando no pasarse,
y ya está lista pa trabajarla, puede estar hasta un año así y ella no se seca.
Depende del tamaño de la cesta es el largo del gajo de las varas.
Para comenzar el tejido se hace una cruz cruzada con tantos gajos como
ancho debe tener el fondo, y se le van trenzando entremedio las varas
en forma redonda, y así se van haciendo desde las paneras, las fruteras,
las maras de echar pescados o de lo que se quiera usar.
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Por aquí, por Sabana de Guacuco, viene la gente a comprarlas y si no,
uno está de apuro, va uno a Tacarigua y se la vende a una señora que
tiene depósito de artesanía, pero cuando es así, uno le gana menos a
la pieza.
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MILAGROS DE DÍAZ
Yo estoy aquí desde er 5 de diciembre de 1920, cuando nací en Fuentidueño.Yo empecé la artesanía
de sombreros ya muy tarde. De joven cosía ropa, pero cuando me di de cuentas que la ropa no me
daba mucho, entonces vine y me dediqué a la sombrerera, y esto me gusta más y me va mejor.
Si vendiera a diario más mejor sería, pero aquí se pasan semanas que
nadie viene a buscar sombreros o pavas o viseras o borsos. Antes, cuando no
habían subido tanto, los hoteles, las comidas, los pasajes, venían gente
bastante a comprar hasta por monería o recuerdo, pero hacer eso ahora
sería un lujo. A veces comerciantes en camiones venían y se llevaban
todo lo que había fabricado, pero ahorita, nada hay de eso. Por lo caro
de la vida es que todo se ha paralizado.
Aquí en esta labor, todo está en el cogollo. Cogollo se llama cuanto está
en la mata, cogollo se llama cuando se pone a secar, cogollo se llama
cuando se teje la clineja, cogollo se llama cuando se va cosiendo y som-
brero de cogollo cuando usté se lo pone en la cabeza y se va orgulloso y
echando aire con élj
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LUZ MARCANO
Como treinta años tiene mi oficio de hacer sombreros. En el caserío Moreno de San Juan Bautista
fue lo que aprendí y allá también nací en 1933.
Yo nunca he tenido riquezas, nada más que para vivir, y así nos he-
mos ido criando y yo sigo feliz con mi trabajito. Yo tejo mis clinejas
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de dátil de once cinticas para mis sombreros, tejo también la palmita de
coco, sola o combinada.
Los sombreros los aprendí sólo de mirar cómo otras lo hacían. Hago
también borsitos y otros tejidos. Yo hice también mucho tejido para
alpargatas, hasta que las de plástico tumbraron a las criollas de aquí.
Hace como quince años cuando fueron unos juegos deportivos, y fui
invitada de honor a una Feria Panamericana de Artesanía. Llevé mi má-
quina, mis cinejas y allá demostrando hice un picotón de sombreros
y los vendí allá mismo, tanto que me faltó material. La gente de todas
partes me miraba y me felicitaba y se levaban su sombrero o su pava.
Me dijeron después pa’llevarme a Puerto Rico, pero me dió cosa salir
de aquí para tan lejos y preferí quedarme en Fuentidueño, en mi casita,
con mi trabajo y mi familia.
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MARÍA MEJÍAS
Nueve o diez años llevo haciendo las crinejas que son un entusiasmo de hacer cuando no tengo en
que ocupar las manos. Es una distracción que da algo de dinero y que una la hace cuando conversa
con su gente de El Vergel o los vecinos o cuando está sola y así pone la mente ocupada en algo
beneficioso.
En la familia soy yo sola la que teje como oficio. De mis cinco hijos,
las cuatro hembras saben hacerlo, pero solamente tejen cuando tienen
tiempo libre de sus estudios de turismo y administración de empresasj
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ANTONIA DE MILLÁN
Yo nací en el 1922 y ando ya en los setenta y siete y siempre he trabajado en esto de la clineja, que
me lo enseñó ÁngelaGómezqueeramimamá. De todalavida, aquí en este pueblo del Fuentidueño
tejíanos la clineja y se la vendíamos a las cosedoras.
Yo tengo mis palmas, y son como esa mata que está allí. Esa es la mata
de cogollo que es la que pare los gajos. Para cortar los gajos no importan
las caras de la luna ni crecientes ni menguantes, como si bien usté tiene
una mata macho o una mata hembra, y ahí es donde está lo que vale.
La mata hembra da mejor gajo, más suave y parejito que el mato macho.
Esos gajos crecen vortiados pero una al cortalo los da vuerta, porque
crecen apretaitos y al darles en contra se abren y una ahí va separando
las hojas hasta que quedan bien abiertos y después se ponen al sol y a lo
que se secan ya sirven para circarlas en sindicas y clinejearlas.
Las clinejas dependen de las cintas que se les tejan. Para hacer las cintas
de tejer, una agarra las hojas de los gajos y las apreta entre los dedos, el
gordo y el otro del lado, le mete una cuchillita puntuda y la va corriendo,
justico por la mitad, para hacer parejita la cintica y ya está. Después las
cinticas parejas se envuelven en una hoja fresca o trapo húmedo para que
n se pongan tiesas, porque tiesas al moverlas se quiebran.
Yo hago desde siempre una misma clase de tejido, sencillitos; hay mu-
chos variados hasta de veinte cintas o como los de ventana que son
especialidades de cada quien, pero no son así las míasj
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IRMA MILLÁN DE REYES
Aquí en Fuentidueño hemos vivido siempre. Yo nací en esta casita del lado que es la casita de mi
mamá, el 26 de agosto del año 38.
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MARITZA SERRANO
DesdeniñatodoelmundoqueconocecomoMaruchaytambiéncomotejedoraenelvalledePedro
González. Nací en el 11 de mayo del 61, y esto lo aprendí cuando tenía once años.
El mapire está hecho con los gajos de la parma que yo misma elijo en
el monte. Se corta en cualquier época que uno vea que está a punto, se
trae y la hoja en que vienen pegados los gajos uno la abre para ponerla
a secar al sol. Los gajos son los hijos de la parma.
Una hace de todo con esto. Hago el abanico, hago el corazón, hago las
pañaleras, la cartera con tapa o sin tapa, según la cabeza de una va in-
ventando. Los muchachos de ahora no quieren aprender estos trabajos.
Esto con el tiempo se irá a perder, porque la mayoría de los viejos ya se
van quedando sin habilidades y de los jóvenes no se puede esperar que
lo agarren como oficioj
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CONTENIDO
ALFARERÍA
Estefanía Córdova
Gladys Córdova
Lilia Patiño
Melquíades Rodríguez
Jaime Valderrama
CALILLAS Y TABACOS
Emelina Leandro
María Marcano
Ramona Marín
CARPINTEROS
José Acosta
Ricardo Acosta
Darío Lunar
Ernesto Pereira
IMAGINEROS
Vicenta Marín
Juana Franco
Pastora Gómez
Yosmary González
Miguel Marcano
Mireya Meneses
Delviria Romero
Josefa Verde
TEJEDURÍA: FIBRAS
Cleto Calderín
Milagros de Díaz
Luz Marcano
María Mejias
Antonia de Millán
Maritza Serrano
MARIANO DÍAZ BRAVO
Chile, 1929 / Reside en Venezuela desde
1960. Escritor y fotógrafo. Autor de 17 libros
sobre artesanías, religiosidades y arte popular
venezolano. Entre sus títulos destacan Por un
cielo de barros y maderas; Bolívar hecho a mano;
María Lionza, religiosidad mágica y Milagreros
del camino. En 1992 el Consejo Nacional de
la Cultura le otorga el «Premio Nacional de
Cultura Popular Aquiles Nazoa», por su labor
de investigador y divulgador de las formas de
la cultura tradicional en Venezuela a traves
de una coherente producción bibliográfica.
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