Pintura
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Este fue el propósito que con mayor rapidez y menor resistencia se logró, lo cual
resulta fácilmente comprensible si se tiene en cuenta que el tributo de indios no era
sólo un recurso fiscal, sino un antipático y denigrante marcador étnico. De hecho,
ya desde 1810 la Junta Suprema de Santafé decretó de abolición del tributo,
determinación que fue ratificada por el Congreso Constituyente de Cúcuta en 1821.
Y si bien este recurso fiscal discriminatorio fue restablecido transitoriamente por un
decreto del Liberador en 1828, apenas disuelta la Gran Colombia y establecida la
República de la Nueva Granada, el 6 de marzo de 1832 se expidió el decreto que
derogó definitivamente el cobro de cualquier forma particular de tributo a los
indígenas.
Y aunque el intento estatal por eliminar los resguardos fue persistente a lo largo del
siglo XIX, con frecuencia se debieron hacer concesiones tales como aplazar el
proceso en las regiones con mayor población indígena, o donde la resistencia de
las comunidades resultaba más amenazante para la estabilidad de la frágil
institucionalidad republicana. Así, aunque en 1834 se expidió una ley que pretendía
acelerar la repartición de los resguardos otorgándoles a los gobernadores y
cámaras provinciales amplias facultades al respecto, y llegando al extremo de
prohibirles a los indios interponer cualquier tipo de reclamación en contra, la
resistencia de los indios fue tan vehemente que las propias cámaras provinciales de
Riohacha, Cartagena, Chocó, Pasto, Túquerres y Neiva se vieron precisadas a
solicitar al gobierno central la suspensión del reparto de resguardos en sus
respectivas jurisdicciones.
De hecho, la ofensiva liberal en contra de los resguardos se vio frecuentemente
obstruida por leyes y decretos "proteccionistas" que pretendieron atenuar los
efectos perversos del reparto de las tierras a los indios, prohibiéndoles la libre
disposición de sus parcelas. Normas con ese propósito se expidieron en 1810, 1843,
1859 y 1890, y aunque su intención fuese buena, de hecho se reconocía con ellas
el fracaso del proyecto republicano de garantizar la igualdad de los indios con el
resto de los ciudadanos. De todas maneras, esta política gradualista de extinción
de los resguardos procuró siempre asegurar los medios para facilitar el mestizaje
tanto racial como cultural de los indios, mediante su alfabetización, adoctrinamiento
y mezcla forzosa con vecinos no indios, supuestamente en procura de lograr su
incorporación gradual a la categoría de "ciudadanos".
CABILDOS DE INDIOS
Sin embargo, ello sólo fue posible en aquellos territorios en los cuales se logró la
rápida extinción de los resguardos. Donde éstos subsistieron, el Estado republicano
no tuvo más remedio que aceptar la sobrevivencia de los pequeños cabildos,
subordinados a las autoridades civiles, pero conservando su jurisdicción sobre los
"asuntos económicos" de interés comunitario, así como su estructura tradicional.