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LIBRO - Derecho Procesal Penal de La Caba - CEVASCO
LIBRO - Derecho Procesal Penal de La Caba - CEVASCO
PROLOGO
Este trabajo pretende exponer de manera integral cuáles fueron los principios en que se
fundamentó el Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en cuya
redacción tuve el honor de colaborar.
También es parte de mi pretensión, con este trabajo, colaborar en sostener los
principios constitucionales de los cuales debe depender el derecho procesal y reivindicar su
ubicación institucional; pues, no obstante su carácter directamente reglamentario de la
Constitución Nacional, en nuestro País ha sido reiteradamente relegado a un mero papel
instrumental del derecho penal y, por ello, sus institutos subordinados a la aplicación de tal ley
material.
En tal sentido, el Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en
su primer artículo, declara que debe ser considerado una reglamentación de la Constitución
Nacional, los tratados internacionales de igual jerarquía y la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Con ello no solamente incorpora el plexo de garantías que emergen
de tales instrumentos, sino que también define a las normas procesales como herramientas en
manos del órgano jurisdiccional para resolver los conflictos, que a su vez no están subordinadas
al derecho de fondo, sino en, al menos, un pie de igualdad.
También trataré de explicar por qué, en mi criterio, el rol de los órganos
jurisdiccionales debe ser entendido en su verdadera magnitud: el instrumento para dirimir
conflictos, y no como una prolongación de la inquisición en pos de una verdad real a la cual se
subordine todo otro fin, porque en nuestra estructura jurídica tal perfil de la verdad no resulta
prioritario, aunque sea un buen objetivo.
Como la legislación procesal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha adoptado un
sistema de avanzada, que mediante una fuerte desformalización y oralización del proceso
pretenden dar a los conflictos penales un tenor de respuesta propio de una sociedad del Siglo
XXI, todo lo cual importa un cambio cultural muy importante, he pretendido poner el acento en
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
el alcance de la desformalización en cada uno de los institutos. Terminar con esa fuente de
burocracia, demoras y lenguaje críptico que significa el expediente, entendido éste como el
reservorio de pruebas formalizadas, es un desafío que se ha encarado en la Ciudad de Buenos
Aires a partir de la ley que hemos de analizar y solamente el devenir del tiempo podrá demostrar
si hemos triunfado en la intención de modificar viejas y arraigadas instituciones procesales que
ya no resulta idóneas.
Con la pretensión de abarcar toda la estructura procesal del derecho represivo local,
también he incorporado el análisis de la aplicación supletoria del Código Procesal Penal al
Derecho Procesal Contravencional y al sistema penal juvenil, pues ambas estructuras así lo
demandan.
El libro está dirigido a los estudiantes de Derecho, a los empleados de los tribunales,
fiscalías y defensorías y a los abogados, que busquen fundamentos prácticos para el
desenvolvimiento diario en el foro penal local. No es mi intención agotar el contenido
académico de los temas tratados y por ello no me dediqué a contestar las teorías opuestas a las
que expuse, salvo en algunos aspectos puntuales donde me pareció imprescindible para que se
entendiera algún tema particular.
La bibliografía en la materia es escasa, por el poco tiempo de vigencia del Código
Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de manera que la citada a lo largo del
textoi tiene por finalidad suplir algunas omisiones y orientar en la búsqueda de soluciones,
ampliar los puntos desarrollados y mostrar el modo como la doctrina y jurisprudencia han dado
solución a los distintos problemas vinculados con aquellos.
Considero que, por el tema de la obra, merece mencionarse a la comisión integrada por
los Dres. Adolfo Tamini, Santiago Blanco Bermúdez, Walter Fernández, Gerardo Taratuto y el
suscripto, que, por encargo del Gobierno del Dr. Aníbal Ibarra a través del Secretario de
Gobierno Juan Carlos López, redactó el proyecto del ley originario del cual surgió finalmente el
Código Procesal Penal de la Ciudad de Buenos Aires; al Dr. Julio De Giovanni y la Dra. Liliana
Magrini, Presidente y Directora de la Comisión de Justicia de la Legislatura, quienes pusieron
todo su esfuerzo, paciencia y conocimiento para que el Código mencionado fuera sancionado.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Como lo hice en otro libro1, no puedo dejar de recordar a Gustavo Díaz Cantón por
haberme iniciado en la docencia universitaria; a Fernando de la Rúa por haberme cobijado
durante tantos años en su cátedra de Derecho Procesal I, en la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires; a Miguel Angel Almeyra Nazar, porque
en el momento más oportuno me demostró todo lo que no sabía, me guió para aprender y me
enseñó mucho de lo mucho que sabe, marcándome una senda de la que, considero, no me he
apartado. Y a Luis Darritchón, por haberme brindado abiertamente sus conocimientos técnicos y
prácticos de la abogacía y por compartir diariamente nuestros conflictos jurídicos, la cátedra y la
amistad.
También debo manifestar mi admiración y agradecimiento a un gran fiscal, el Dr. Raúl
Calle Guevara. Además de un verdadero amigo, fue un faro de integridad y firmeza en la
defensa del Ministerio Público Fiscal y sin dudas, por sus convicciones, un artífice de su
independencia plasmada en el art. 120 de la Constitución Nacional.
Buenos Aires, abril de 2009.-
1
“Principios de Derecho Procesal Argentino”
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
INDICE
PARTE GENERAL
PARTE ESPECIAL
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
PARTE GENERAL
CAPITULO I
EL CONTRATO SOCIAL Y LAS INSTITUCIONES PROCESALES
Es importante comenzar este libro con una posible explicación de un proceso jurídico-
institucional confuso, que provoca fuertes controversias al momento de entender y aplicar las
normas procesales. La confusión tiene que ver, entre otros aspectos, con la adopción de
institutos de diversos orígenes y la pretensión de encuadrarlos en nuestro marco constitucional,
no obstante las contradicciones intrínsecas existentes entre la concepción filosófica de éste y
aquellos.
En efecto, aunque entre nosotros y en los círculos jurídicos europeos se recurra al
fundamento filosófico del derecho natural y del contrato social, el derecho natural no es unívoco
y el contrato social tiene sus particularidades. Por ello, es necesario establecer algunas
precisiones.
El tan mentado contrato social es, obviamente, una abstracción tendiente a justificar el
vínculo de los integrantes de una comunidad entre sí y con el Estado. El concepto tiene una raíz
claramente occidental y surgió hacia finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII,
desarrollado por filósofos como Thomas Hobbes, Montesquieu (Charles Louis de Secondat,
Señor de la Brède y Barón de Montesquieu), Jean J. Rousseau, Voltaire (François Marie
Arouet), Condorcet (Jean Antoine Nicolas Caritat, Marqués de Condorcet) y otros, en sus
intentos por invertir la justificación del poder absoluto de los reyes desplazando la soberanía
hacia el pueblo.
Así, sea que se considerase al hombre originalmente malo y socialmente mejorado
(Hobbes, “Leviatán”) u originalmente bueno y socialmente deformado (Rousseau, “El Contrato
Social”), se coincidió en que el poder derivaba del pueblo, que debía ser limitado y controlado
con la división de sus roles y por la gente mediante el voto periódico (Montesquieu, “El Espíritu
de las Leyes).
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
La idea central del contrato social, es que los hombres nacen libres e iguales
(condiciones esenciales para contratar ) y con facultades innatas hacia el progreso2, aunque
condicionados en su desarrollo por la necesidad biológica y psicológica de vivir en sociedad.
Por tal causa, el individuo cede algunos aspectos de su libertad natural a fin de conformar la
estructura social que le permita el mejor desarrollo posible. El pueblo soberano otorga así un
mandato a los órganos de gobierno, cede el uso de la fuerza y se somete a la ley emergente de la
voluntad general (“el dulce yugo de la ley” según Rousseau).
Obviamente, el sistema descripto no responde exactamente a leyes de la naturaleza ni a
la esencia universal del ser humano. Fue producto de un momento histórico en una comunidad
particular y no se ha reproducido automáticamente en otros lugares del planeta (África, Asia,
Oceanía y América pre-colombina), donde los seres humanos han vivido desde siempre bajo
otras formas de organización totalmente disímiles. Pero su validez como hecho social y
condicionante de la cultura occidental es indudable y, por ende, las leyes de ese sistema no
pueden desconocerse en nuestro ámbito sin consecuencias profundas.3
En nuestro país, a comienzos del Siglo XIX tuvo una fuerte inserción el ideario
iluminista, con las ideas de John Locke, J.J. Rousseau (traducido por Mariano Moreno) y
Montesquieu, inspirando a los ideólogos de la Revolución de Mayo y de la declaración de la
independencia, según se desprende claramente de los documentos institucionales, como los
Reglamentos de 1811, 1813, 1815, las constituciones de 1.819 y 1826 y, finalmente, de la
Constitución Nacional.
Tal es, entonces, la raíz filosófica de nuestras instituciones y la impronta que
pretendieron darle a la nueva nación sus padres fundadores, aunque el devenir histórico no
resultara fiel a los postulados sistemáticos de aquella idea, especialmente en el ámbito jurídico
penal.
El ideario de los filósofos derivó en la Revolución Francesa, que produjo un fuerte
cimbronazo en las otras monarquías europeas y en sus estructuras sociales, provocando un
2
En este último aspecto no coincidía plenamente Rousseau, que otorgó al azar la causa de algunos
cambios substanciales en las estructuras sociales.
3
La moderna formulación del contrato social se puede encontrar ampliamente desarrollada por John
Rawls en su “Teoría de la Justicia” y en la “La Justicia como Equidad”.
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4
Lombroso, Ferri, Garófalo
5
Durkheim, Comte.
6
Instituciones de Derecho Procesal y Penal, Ed. Bosch, Barcelona, 1976, introd..
7
Pese a que el Derecho Penal clásico pretendió poner límites al Estado frente al individuo, no es posible
dejar de considerar que en el Siglo XIX y durante la primera mitad del Siglo XX, los países más
importantes de Europa continental-occidental, como Alemania, Italia, España y Francia tuvieron
estructuras de gobierno fuertemente autoritarias. Al mismo, el eurocentrismo era una fuerte corriente de
pensamiento en las ciencias sociales y dio lugar a las primeras doctrinas antropológicas con Tylor y
Morgan.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Bajo esa perspectiva, se consideró que determinadas instituciones son inherentes al ser
humano desde una única visión ( conceptos como derecho natural, libertad, seguridad,
integridad personal, propiedad, calidad de vida, progreso material) y se establecieron
instituciones jurídicas para protegerlas. Pero se dejó de lado el aspecto más importante, que es
la realidad del hombre en su contexto, caracterizada por las especiales formas que en cada
cultura y en cada tiempo las instituciones adquieren significación.
Ello, no obstante algunas advertencias de sociólogos funcionalistas como E.
Durkheim, quien ya había señalado que “Las reglas morales se desarrollan dentro de la
sociedad y están del todo vinculadas a las condiciones de vida social correspondientes a una
época y lugar determinados” y que “donde quiera que exista una forma estable de vida social,
las normas morales llegarán un día a codificarse en forma de leyes”, aunque pueden existir
conflictos entre las costumbres y las leyes cuando el derecho “ya no coincide con el estado
presente de la sociedad y no obstante se mantiene sin razón por la fuerza del hábito”8-9
Por otra parte, siguiendo el viejo esquema de la comunicación expuesto por Roman
Jakobson (funciones del lenguaje), cabe recordar que todo acto de comunicación debe ser bien
formulado para su adecuada recepción por el destinatario. Para ello, demanda un emisor y un
receptor, que se comunican a través de un canal (auditivo u otro). Emisor y receptor deben
compartir un código, que les permita entenderse, y a través del canal y con referencia al código
circulan una serie de mensajes, siempre en el marco de un contexto.
Contexto
Emisor.......... Mensaje ( Código ) canal..................receptor
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significaciones que cada comunidad tiene en un momento determinado, para que pueda cumplir
su función en la sociedad11.
El choque que se produce, desde esta perspectiva, por un lado con la estructura de la
legislación penal vigente y su enseñanza y, por otro, con la trama de significaciones que
caracteriza nuestra realidad cultural actual, es de tales proporciones que deriva inevitablemente
en una muy distorsionada recepción del discurso jurídico por parte de los destinatarios.
En efecto, nuestro derecho penal viene de la concepción denominada “clásica”, de raíz
positivista, que puso el acento en la punición de conductas aptas para afectar determinados
bienes jurídicos (vida, libertad, propiedad, administración pública, fé pública, etc.). La
concepción dogmática de los programas para su enseñanza pasó por diferentes períodos –
positivismo estricto, causalismo, finalismo, funcionalismo -, pretendiéndose incluso dar a
nuestra la ley vigente interpretaciones que no eran plenamente afines con su origen ideológico,
y, en la mayoría de los casos, desde una perspectiva que tampoco contempló el proceso de
cambio en la significación de las instituciones para la sociedad12.
Refiriéndose a los problemas de la sistematización que absorbieron el derecho y el
procedimiento penal, Bettiol dijo: “(que)...con este proceder hacia generalizaciones y esquemas
siempre más amplios, se llegue a perder el contacto con la materia cultural y con las nociones
últimas del Derecho Penal, es algo que está en la misma naturaleza del procedimiento mental.
Quien dogmatiza abstrae y con la abstracción ordena” ... pero debe hacerse con suma
prudencia pues “...la exigencia sistemática hace perder la característica problemática del
pensamiento penal, que está en relación con la historia, con la cultura, con los contrastes, con
el ambiente, con los choques de intereses, con el drama de la vida.”13
A su vez, la formulación de la estructura de persecución penal que se adoptó con el
Código Procesal Penal de 1881 en el ámbito federal – no varió mayormente con el de 1.992 14 - y
11
Ello fuera cual fuere su función: como instrumento para resolver conflictos, como herramienta para
restaurar el orden jurídico violado, como estructura organizativa de la sociedad, etc.
12
Ver “Sobre el enlace entre el funcionalismo sistémico sociológico y el jurídico penal. De Durkheim a
Luhman” por Raúl Elhart. Rev. La Ley, 2.004.-
13
G. Bettiol, Op. cit. Pág. 16.
14
El Código de Procedimientos en Materia Penal tuvo su base en una ordenanza procesal española del S.
XIX y el actual Código Procesal Penal de la Nación en el de la Italia de Mussolini.
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el vigente Código Penal de 1.921, en cuanto a sus objetivos y fines, respondía en gran medida a
concepciones ideológicas románticas y autoritarias provenientes de la Europa continental
reaccionaria ante los principios de la Revolución Francesa, que no se correspondían plenamente
con la ideología de la Constitución Nacional. Pese a ello, tal esquema tuvo una fuerte aceptación
en la sociedad que se mantuvo hasta que, en los últimos veinte años, la reacción a los excesos
provocados por su autoritarismo y las respuestas espasmódicas y contradictorias del poder
político le generaron un paulatino descrédito.
Las raíces filosóficas de la constitución Nacional y del sistema implementado son, en
efecto, profundamente diferentes: mientras la Constitución Nacional responde a una filosofía
contractualista (iluminista-racionalista) en virtud de la cual el pueblo soberano cede al estado el
derecho individual a la autotutela para permitir la resolución pacífica de los conflictos,
quedándose con el derecho a la acción como herramienta para provocar la actuación del órgano
jurisdiccional predispuesto, la estructura traída de Europa Continental deriva de entender el
proceso penal como un medio para la aplicación de la ley punitiva, tendiente a la restauración
del orden jurídico violado y su escala de valores universal, con independencia del conflicto
entre las partes y aún por sobre sus intereses.
Tal sistema, con profundas raíces inquisitivas, funcionó razonablemente durante gran
parte del siglo XX, en el marco de concepciones políticas autoritarias no exentas de apoyo en las
clases intelectuales, fundamentalmente en la clase media, y aún en sectores populares que no
cuestionaban el manejo del Estado en su faz represiva.
Sin mayores críticas se admitían las largas incomunicaciones de los imputados (hasta
diez días) que establecían las leyes procesales, ciertas formas de apremios ilegales 15 y de
persecución política, la generalización de la prisión preventiva, los poderes inconstitucionales
asumidos por la policía como ente de “control social”, a través de los denominados “Edictos
Policiales”16 que permitían, sin respeto al debido proceso legal, encarcelar a los alcohólicos,
detener a los menores que circulaban por la calle después de las 22 hs, encarcelar prostitutas,
15
Hasta 1.981, con el dictado del fallo Montenegro, Luciano por parte de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, se admitían como pruebas válidas contra el imputado las obtenidas bajo tortura.
16
El fallo “Mouviel” de la C.S.J.N. declaró inconstitucional que los Edictos los dictara el Jefe de
Policía, pero su aplicación siguió en manos de la Policía Federal hasta 1.998.
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desocupados y mendigos hasta treinta días, y hasta cortarle el cabello a los jóvenes que imitaban
a los hippies en los años sesenta.
Como consecuencia de los excesos del último gobierno militar en la persecución de la
subversión17, se reformularon algunas significaciones en la sociedad, especialmente al
“descubrirse” el paradigma del Estado de Derecho y su relación con las garantías individuales,
señalarse toda actuación policial ante desmanes públicos como “represión” e identificarse a ese
término con la persecución ilegal desatada por el proceso militar. Se pusieron límites a la
actuación del sistema penal en general, al reducirse notablemente los plazos de incomunicación,
prohibirse las declaraciones de imputados en sede policial, judicializarse las contravenciones en
la Ciudad de Buenos Aires, ponerle límites a la prisión preventiva y surgir en el ámbito jurídico
en general el concepto del derecho como herramienta para la resolución de conflictos, aún en
cuestiones de naturaleza penal, más que como instrumento de restauración del orden jurídico.
Paralelamente, nuevas y viejas circunstancias fueron variando otros aspectos de la
cultura que produjeron notorios cambios de significación frente al sistema jurídico penal:
La vuelta de la democracia en 1.983 trajo una mayor tolerancia hacia situaciones
vinculadas con la pobreza, como la admisión de la instalación y reinstalación de barrios de
emergencia (villas) en los centros urbanos y conurbanos, aunque sin la necesaria acción para
mantener la inserción de sus habitantes en el sistema social y económico hegemónico. Sumado a
ello el crecimiento del desempleo, la disminución de la tasa de escolaridad, la desnutrición, la
instalación de bocas de expendio y distribución de estupefacientes en dichos ámbitos, la falta de
educación para el control de la natalidad y el desmedido crecimiento de la brecha entre ricos y
pobres, se constituyeron elementos que provocaron un nuevo polo cultural con escalas de
valores e identidad propias y substancialmente diferentes a los de la clase media tradicional, lo
que derivó en una trama normativa real muy distinta de la formal y en una profunda brecha
cultural.
Las políticas erráticas y espasmódicas en materia de legislación penal, como la
disminución de las penas impuestas en condenas firmes o la modificación de leyes de
excarcelación con la sola finalidad de superar situaciones de superpoblación carcelaria, sin el
17
1976-1983
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marco socio económico, jurídico e institucional que permitiera ejercer algún tipo de gestión para
prevenir delitos, ni la reforma del sistema jurídico para tornarlo acorde con la filosofía de los
cambios señalados; y las contra corrientes tendientes a derogar leyes de disminución de penas o
tiempos de detención, restricción de excarcelaciones y aumento de penas para delitos,
provocaron tensiones entre distintos sectores sociales y situaciones de muy difícil solución para
la estructura judicial.
El descrédito de las estructuras policiales por culpas propias y ajenas. Propias,
vinculadas al soporte a las diversas formas de corrupción, desde las socialmente “toleradas”
como el “manejo” de la prostitución y el juego clandestino, hasta las socialmente repudiadas
pero sufridas por los más pobres, como la vinculada a la intervención espúrea en los sumarios
judiciales, o sus vínculos con la distribución de drogas y bandas de delincuentes comunes.
Ajenas, relativas la escasa remuneración y mala selección y preparación del personal; a la
errática crítica formulada desde los medios de difusión, montados en modas circunstanciales, a
la gestión policial: si se reprimían desmanes (en manifestaciones, espectáculos deportivos, etc.),
era la maldita represión; si no se los reprimía: la inoperancia. En tales condiciones, diversos
sectores de la población le temen a la policía por ser víctimas de la corrupción, otros la
desconocen como representación de autoridad y, finalmente, otros le reclaman funciones que no
está en condiciones de prestar por cuestiones instrumentales, de capacitación o de gestión
(resolución de delitos complejos, tratamiento de situaciones multitudinarias, control interno).
También, provoca que se desconozca a la institución judicial como el ámbito de
resolución adecuada de los conflictos un sistema judicial desactualizado, incapaz de dar
respuesta a los problemas que la gente no puede solucionar por simple interacción.
Una forma de ejercicio del poder por el poder mismo, que pasa por encima de las
instituciones jurídicas, como el mentado caso de los “piqueteros” y la orden política de no
reprimir sus desmanes, aunque en sus manifestaciones cometan claros y específicos delitos
contra particulares.
Es decir, que más allá de los vicios de origen imputables al sistema, por responder a
una concepción europea positivista para su aplicación en la América contractualista, y su
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18
Op. cit.
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Albert Schäfle, citado por Giddens, op cit.
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los pactos que le dieron sustento, incluidas las guerras civiles previas a la institucionalización,
es evidente que, no obstante la raíz cultural monárquica hispana que ha moderado algunos de
sus alcances, hemos nacido bajo la filosofía contractualista y es acercándonos a esta perspectiva
que debemos encaminar las soluciones institucionales. Es decir, volviendo sobre la Constitución
Nacional.
En punto a ello, hay dos aspectos claramente relevantes que deben ser rescatados: El
rol del estado como responsable de determinadas políticas sociales (art. 14 bis) y el respeto por
el programa institucional de la Constitución, que implica asignar a cada Poder sus funciones.
El primero de tales aspectos me parece central, porque el sistema demanda
determinadas condiciones de funcionamiento para que se restituya una hegemonía moral de la
cual deriven las leyes que deben regir en la sociedad. No es posible pensar una Nación
conformada por divisiones cada vez más profundas en sus pautas culturales, sin traer a colación
las naciones africanas inventadas tras la descolonización con sus guerras interminables y su
institucionalización imposible.
Es imperioso reconocer, entonces, que las profundas diferencias económicas, la
exclusión de crecientes sectores de la población tanto de la actividad productiva como del
acceso a la educación e inclusive a la alimentación básica, están ocasionando en nuestro país – y
en el resto de América Latina – fuertes divisiones culturales y provocarán en un futuro próximo
violentos enfrentamientos sociales.
No se puede olvidar que tales diferencias llevan a modificar las pautas de identidad y
pertenencia, al desconocimiento del otro como integrante del mismo grupo, y de allí a la
justificación de la imposición violenta existe sólo un pequeño paso.
En lo que respecta al rol de la instituciones republicanas, parece claro que el descrédito
actual tiene mucho que ver con la pérdida de identidad, motivada en su desnaturalización
conceptual desde ideologías ajenas a la filosofía constitucional, la dilución de sus límites y el
ejercicio irresponsable del poder.
El primero de tales aspectos, remite al cambio de rol y estructura del Poder Judicial
respecto del previsto en la Constitución Nacional en materia penal, que pretendía una institución
predispuesta a resolver conflictos, con juicios con jurados, y derivó en una estructura
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límites entre las competencias administrativas y judiciales, en algunos casos mezclados (cuando
el órgano judicial es tribunal de alzada del administrativo), pese a la tajante prohibición del art.
99 de la Constitución Nacional.
Consecuentemente, no es necesario arribar a un nuevo pacto social o contrato social.
El contrato social es una abstracción que parte de concebir un sistema adecuado a la trama
normativa de una sociedad. Cuando las leyes formales toman un curso errático, dejan de
convertirse en límites para los ciudadanos, ocupen el rol que ocupen, y el sistema penal es
buscado como la vía de solución para los problemas sociales, la cuestión no está en la trama
normativa de la sociedad sino en la trama normativa legal.
“Delito es un acto que conculca sentimientos “universalmente aprobados” por los
miembros de la sociedad...El predominio del derecho penal dentro del sistema jurídico de una
sociedad determinada presupone ... necesariamente la existencia de una “conscience
collective” firmemente definida, de creencias y sentimientos compartidos conjuntamente por los
miembros de una sociedad” 20.
En las condiciones apuntadas de distanciamiento social, nada puede hacer nuestro
sistema penal, bueno o malo en su formulación, mientras no se modifiquen las cuestiones
señaladas y pretender solamente más aplicación del derecho penal para solucionar los graves
problemas sociales que nos acucian, importará únicamente profundizar los conflictos.
Cabe entonces retrotraernos al contrato existente: la Constitución Nacional. Desde esa
perspectiva se proyectó el actual Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, con la intención de que, contemplandose un procedimiento acusatorio, ágil,
desformalizado, predominantemente oral en todas sus etapas, con alternativas para la solución
de conflictos y una vigorosa participación de la víctima los casos se resuelvan conforme el real
tenor del conflicto, para que las instituciones funcionen para la gente. Recordando,
simplemente, que el derecho está hecho para la gente y no la gente para el derecho.
20
A. Giddens, siguiendo a Durkheim, op. cit., págs. 140/141. La bastardilla y las comillas son del
original
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CAPTITULO II
EL DERECHO PROCESAL
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Así, aún dentro de la concepción inquisitiva se suplantaron las Sagradas Escrituras por
las leyes seculares y su cumplimiento fue exigido al pueblo casi con el mismo celo con que la
inquisición reclamaba el sometimiento a la ley de Dios.Para apreciar adecuadamente tal postura
frente a la ley, es necesario recordar que las leyes penales, vinculadas o no a la inquisición,
representaban la voluntad coercitiva del verdadero soberano: el Estado, a su vez confundido con
la monarquía.
Por ello, en las doctrinas utilitaristas europeas resultó fácil la confusión del Estado con
la “sociedad” como ente distinto de sus componentes y pasó a ser un sujeto de protección
especial, aún a costa de sus integrantes minoritarios. El derecho penal se concibió como uno de
los medios para asegurar tal protección; y el derecho procesal un mero instrumento legal
maleable, de menor jerarquía y subordinado a aquellos fines.
No me parece necesario abundar en demasiados conceptos sobre el punto, para afirmar
que esos criterios fueron la base de las doctrinas totalitarias del Siglo XX, sostenidas por
quienes se arrogaban el carácter de intérpretes de aquel ente ideal y sus necesidades.
Así, se pudieron sostener entonces criterios penales de peligrosidad personal o
abstracta, que aún hoy aparecen en la legislación y en materia procesal se manifiestan
especialmente en el instituto de la “prisión preventiva”, forma de violar el estado jurídico de
inocencia que más adelante se tratará.
Es dentro de dicha concepción, que a fines del siglo XX y pese a nuestra constitución
contractualista, encontramos fallos y doctrinas que parten de la premisa según la cual la
finalidad del proceso es "realizar el derecho material", como si éste fuera un objeto de adoración
y la sumisión a sus preceptos un imperativo absoluto. Es más, en tal concepción se subordinan
todos los principios procesales a dicho fin, convirtiendo las reglas formales en una red elástica
adaptable a las necesidades de ese “objeto”.
Y tan arraigados están dichos criterios en nuestros tribunales, que se los han
privilegiado sobre la letra expresa de las normas procesales vigentes, aún de raigambre
constitucional, con lo que se ha provocado una permanente inseguridad jurídica.
La raíz inquisitiva predominante tuvo mayor incidencia en la medida en que la
actividad y el interés del estado aparecían vinculados a la investigación criminal con la
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confiscación total del conflicto. Pero, contra esa corriente cobró impulso la concepción actual
del derecho procesal, primero vinculada a la aplicación del derecho privado, especialmente con
el análisis retrospectivo del derecho romano durante el siglo XIX, cuando la problemática del
proceso en la Europa continental llevó a los autores alemanes e italianos a deslindar el concepto
de “acción”.
Fue importantísimo este debate dogmático para la aprehensión de la dinámica del
proceso, pues al comprenderse que el ejercicio de la acción -fuera ésta un derecho potestativo,
derecho frente al Estado, derecho frente a las partes, etc.- era el impulso necesario del proceso
en manos del sujeto que reclamaba la actuación del órgano jurisdiccional, se entendió
claramente que la función de de los jueces se limitaba simplemente dirimir el conflicto.
Y el análisis de la pretensión como objeto del debate que impone al juez el límite de su
decisión, sumado al concepto del proceso como marco donde se desarrolla la controversia, con
sus propias reglas y contornos, derivó en la formulación de un principio esencial en la
comprensión del tema que nos ocupa: el de la verdad procesal o formal.
Este concepto, consiste en que el conflicto debe tenerse por resuelto con los elementos
que se arrimaron al proceso para conocimiento del juez y el derecho aplicable al caso, aunque la
solución no se ajuste a la realidad histórica. Tal solución será, no obstante, obligatoria para las
partes y con ello se pretende otorgar seguridad jurídica, pues la controversia no podrá ser
reeditada. Como se comprenderá rápidamente, no parece a primera vista compatible con el fin
inquisitivo antes expuesto, que pretendía la aplicación ineludible del derecho de fondo, sino que
responde a otra finalidad del ordenamiento jurídico, cual es garantizar la solución pacífica de los
conflictos, dentro del marco de interés de las partes.
Así las cosas con el derecho privado, cabe analizar si la misma concepción es aplicable
al Derecho Penal. Entiendo que tras las aventuras y utopías totalitarias del siglo XX, con su
resultado de sangre y desolación, no es posible sostener que la “sociedad” es un ente distinto de
sus individuos y que es aceptable sacrificar a unos en favor de la seguridad de la mayoría, pues
ésto nos lleva al problema de discernir a quien le daremos semejante poder, con qué criterios
será utilizado y, finalmente, quiénes serán los seres perjudicados. Indefectiblemente tales
criterios han llevado a situaciones de injusticia más graves que los males que se pretendieron
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soslayar, de manera que, en mi criterio, partiendo del concepto de que la soberanía del pueblo
incluye absolutamente a todos los habitantes, debemos aceptar que todo ser humano es único e
irrepetible, merecedor de todos los derechos individuales fuere cual fuere el tenor de los
conflictos a resolver.
Por lo tanto, el derecho penal no es un derecho privilegiado en su condición de
protector social, dado que los conflictos que involucran delitos tienen igual entidad que
cualquier otro reclamo de actuación jurisdiccional. Considerar lo contrario implica apartarse de
las raíces del Estado de Derecho concebido en los términos de nuestra Constitución Nacional de
orígen americano.
Dentro de tal concepción cobra mayor valor el modo de resolución del conflicto que la
"realización del derecho material", porque en el Estado de Derecho, las leyes de fondo son
básicamente herramientas para la solución de las controversias y no objetos de adoración.
Esta premisa, que necesitó de una evolución larga y controvertida en el derecho
europeo continental, no debió seguir la misma vía en nuestro país y, conforme la constitucón
que nos rige y sus antecedentes desde los primeros reglamentos de 1.811, nunca debieron
arraigarse los principios inquisitivos que aún imperan en la concepción de nuestros tribunales.
Es que resulta claro del texto constitucional que hay cuestiones mucho más
importantes que condenar a un delincuente. Para llegar a dicha condena no será posible afectar
el debido proceso legal adjetivo, ni aplicar torturas, invadir sin causa previa la privacidad del
domicilio, de la correspondencia y papeles privados -ello incluye las comunicaciones telefónicas
u otras formas modernas de comunicación privada directa -; en fin, se deberán asegurar una
serie de derechos del indiviudo frente al poder punitivo del Estado, que en muchos casos
derivará en la impunidad.
Por otra parte, al reclamar la Constitución Nacional la implementación del juicio por
jurados (arts. 24, 75 inc. 12, 118) indica claramente que el sistema de resolución de conflictos
debe contemplar la forma acusatoria - esto es que la acción debe estar en manos del damnificado
y/o del Ministerio Público- y con intervención directa del pueblo, quien en definitiva juzgará si
el caso en debate deberá someterse o no a las previsiones de la ley de fondo.
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Generalmente, la “eficacia” suele ser un argumento que con mayor o menor claridad encubre un
pensamiento totalitario o un interés político coyuntural para violar la Constitución, pues se lo
invoca ante situaciones difíciles donde es necesario extremar la imaginación para resolver
conflictos sin alterar el Estado de Derecho. Y así como nos resulta inconcebible recurrir al
criterio de la eficacia para cerrar los órganos legislativos, evitar elecciones o violar las leyes de
fondo, aunque en determinados casos las soluciones fueran así más fáciles, rápidas o baratas,
ante la importancia que en la concepción del nuestra carta fundamental tiene el proceso para la
seguridad jurídica y personal, es del mismo modo inaceptable relativizar sus principios sólo para
condenar un delincuente, por grave que sea su delito.
Como consecuencia de las premisas sentadas hasta el momento, es posible sostener
que el derecho procesal es el conjunto de normas reglamentarias de la Constitución
Nacional, que tienen por finalidad regular el ejercicio de la acción, la oposición a la
pretensión, los derechos de las partes en el proceso y la actividad de éstas y del órgano
jurisdiccional, que sea necesario desplegar para resolver los conflictos que le sean
sometidos.
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autonomía limitada por la imposibilidad de desnaturalizar las normas de jerarquía superior a las
que están vinculadas (art. 28 de la Constitución Nacional).
No estamos entonces ante una rama independiente del derecho, sino ante un aspecto
puntual del Derecho Constitucional desde que el Derecho Procesal no es más ni menos que el
constitucional aplicado.
No pierde jerarquía tal vinculación el Derecho Procesal, sino todo lo contrario. No es
más que reconocer su trascendencia como custodio de las más importantes garantías
individuales y con ello que, de adverso a lo sostenido por la mayoría de la doctrina, en caso de
conflicto las normas procesales deben prevalecer sobre cualquier otra rama del derecho.
Ello, porque el mantener incólumes los modos de resolver los conflictos, los derechos
de las partes en el proceso y las espectativas frente a la actuación de los órganos
jurisdiccionales, resulta esencial para la credibilidad en el sistema constitucional. Cuando por
invertirse los roles de las normas en juego, se desnaturalizan tales espectativas, la credibilidad
cede y se pone en crisis el sistema institucional que garantiza la libertad.
Así ocurre actualmente en nuestro país, donde por privilegiar los comunicadores
sociales las normas penales sobre las constitucionales y procesales, se generan en la población
expectativas falsas que, al no ser cumplidas en los procesos ajustados a la ley, se provoca el
descrédito de los órganos jurisdiccionales.
Puede citarse en tal aspecto, el desconcepto actual sobre el estado jurídico de inocencia
y sus consecuencias: por un lado se pretende que todo mero imputado permanezca privado de
libertad durante el proceso, violándose con ello expresas previsiones constitucionales, al punto
que los jueces que cumplen con ellas aparecen disculpándose ante la sociedad por cumplir con
su mandato y amparándose en que no pudieron hacer otra cosa "porque la ley se los imponía",
cuando debería ser al revés y pedirse disculpas por mantener a un mero imputado
excepcionalmente privado de libertad.
Consecuencia directa de ello, es que las cárceles están pobladas de imputados y no de
condenados, que agotan en aquella condición el tiempo de detención y no reciben por lo tanto
tratamiento carcelario en busca de la resocialización, como debería ser conforme el sistema
constitucional. El modo de evitar tales situaciones y compatibilizar las expectativas de respuesta
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que la enfermedad. Cuando consideremos que los costos del Estado de Derecho son excesivos o
inadecuados, no mereceremos la libertad que asegura nuestra dignidad individual.
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10 -, Convención Americana sobre Derechos Humanos - art. VIII inc. 1 -, Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos - arts. 3 inc. a y 14 inc. 11).
Con la reforma constitucional de 1994, se incorporó como cuarto estamento del poder
al Ministerio Público, como órgano independiente encargado de promover la actuación de los
órganos judiciales, en defensa de la legalidad y los intereses generales de la sociedad (art. 120
de la Constitución Nacional, 124 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
Ya no puede caber ninguna duda, entonces, en cuanto a que el ejercicio de la acción debe estar
en manos ajenas a los jueces, puesto que el órgano mencionado previsto para representar el
interés general, esto es el ejercicio de la acción pública, debe hacerlo con independencia
orgánica y funcional de los "otros poderes" del Estado.
Con semejante respaldo normativo, es evidente que en nuestro derecho la acción
resulta ser la potestad de los habitantes de la Nación, inherente a la soberanía del pueblo a que
se refiere el art. 33 de la Constitución, de reclamar la actuación de los órganos jurisdiccionales,
en forma directa o por medio de las instituciones previstas para representarlos.
b) Sin perjuicio de analizar el tema en profundidad más adelante, cabe destacar aquí
que no debe confundirse a la acción con su contenido, esto es la pretensión. La pretensión define
el reclamo por el cual se recurre ante los estrados judiciales; es el planteamiento concreto del
conflicto frente a la otra parte, que da origen a lo que denominamos el debido proceso legal
adjetivo.
Las características de la pretensión, sus alcances, su posibilidad de desarrollo y las
consecuencias de su planteamiento, son entonces otro aspecto que integra el derecho procesal.
c) La estructura del "debido proceso legal adjetivo", es esencial para el resguardo de
los derechos en el proceso. Su raigambre constitucional se desprende, en primer lugar, del
comienzo del art. 18 cuando reza: "Nadie podrá ser penado sin juicio previo...", en segundo
término cuando el art. 17 reclama la existencia de una "sentencia" para restringir el derecho de
propiedad, pues al estar amparado por el siguiente artículo el derecho de defensa en juicio de la
persona y los derechos, es evidente que aquella sentencia debe ser consecuencia de un proceso
en toda la regla.
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CAPITULO III
PRINCIPIOS QUE RIGEN EL DERECHO PROCESAL PENAL
DE LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES
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ejerzan ningún aspecto de la acción pero deban conocer el conflicto de manera personal y en
audiencias públicas.
Bajo tales guías conceptuales se estructuró el Código Procesal Penal y
Contravencional local, que no solamente responde a los criterios doctrinarios que han motivado
las reformas procesales en varias provincias argentinas y en algunos países latinoamericanos,
donde paulatinamente se ha ido abandonando el sistema inquisitivo que siguió a la
independencia americana, sino que también ha profundizado en grado máximo el principio
acusatorio – adversarial y modificado el sentido mismo del proceso, al tomarse la actividad
jurisdiccional como un ámbito de resolución de conflictos frente al viejo paradigma que la
consideraba como una herramienta para el descubrimiento de la verdad y la protección de la ley.
Semejante cambio cultural demanda una explicación que permita comprender sus
alcances, pues los operadores del sistema judicial en general – abogados, jueces, fiscales,
policías - están inmersos en la confusión que precede a todo cambio profundo.
Durante un siglo convivieron en nuestro país sistemas procesales heredados de Europa
continental, pese a la filosofía americana de la Constitución Nacional. Ello generó numerosos
problemas de interpretación y funcionamiento, contradicciones insalvables y contramarchas
jurisprudenciales, en aspectos tan relevantes como las funciones fuertemente inquisitivas
consentidas a los jueces de instrucción e inclusive a los tribunales de juicio, la implementación
de jurados, el rol de la víctima, el del Ministerio Público Fiscal y el sentido mismo del proceso:
ámbito de resolución de conflictos o medio para la búsqueda de la “verdad”.
En la Ciudad de Buenos Aires y en el ámbito de competencia federal, rigió entre 1881
y 1992 el denominado Código de Procedimientos en Materia Penal, de origen español y
redactado por Manuel Obarrio, que establecía un procedimiento escrito dividido en dos etapas,
la de investigación preliminar a cargo de un juez de instrucción, denominada sumario,
fuertemente inquisitiva, prácticamente secreta y discrecional en sus alcances para el órgano
jurisdiccional, donde las partes – fiscal, querella y defensa – tenían muy poca participación; y
una segunda parte acusatoria, llamada plenario, conducida por un juez de sentencia, donde el
límite del objeto estaba precisado en la acusación del Ministerio Público Fiscal y/o de la
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querella22, las partes podían ofrecer pruebas y el juez simplemente dirigía el proceso y dictaba la
sentencia escrita, aunque podía sustentar el fallo en las pruebas colectadas en la instrucción no
invocadas por la acusación.
El código en cuestión, no obstante ser escrito y contemplar una etapa sumarial
fuertemente inquisitiva, contenía importantes aspectos que garantizaban la imparcialidad y
reclamaba la inmediación del juez; pero en su aplicación el sistema inquisitivo se profundizó,
inclusive hasta desplazar la actividad del juez instructor hacia la policía en aspectos tan
importantes como la declaración del imputado, la extensión excesiva de la incomunicación, que
incluía la prohibición de que el imputado se comunicase con su defensa antes de la declaración
indagatoria y secretos sumariales por tiempo indeterminado. El plazo breve de duración del
sumario se amplió hasta límites inconcebibles, con el argumento de que se trataba de un plazo
“meramente ordenatorio” y el objeto procesal era difuso hasta el momento de concretarse la
acusación. No obstante ello, terminada la etapa de instrucción las partes acusadoras
recuperaban la acción y el pedido de sobreseimiento del fiscal sólo podía ser revisado por el
Fiscal de Cámara. En las provincias de Buenos Aires y Santa Fé regían códigos procesales de
similares características y en diferentes provincias se fueron modificando en distintas épocas.
En otras provincias, por obra de Vélez Mariconde, se adoptó el procedimiento “oral”
tomado del sistema italiano, de la época de Beninto Mussolini, que Vincenzo Manccini adaptó
del proyecto de Arturo Rocco para el Imperio Austro Húngaro. Este sistema mantuvo la
estructura inquisitiva de la etapa de investigación, pero estableció que la sentencia debía dictarla
un tribunal, colegiado en los casos criminales, previo un debate oral. Sin embargo, las facultades
inquisitivas del tribunal de juicio eran más amplias que las del juez de sentencia del Código de
Manuel Obarrio y los recursos sólo limitados a cuestiones de derecho (casación). En la mayoría
de las provincias la querella no era admitida y sólo podía colaborar con la fiscalía como
“particular damnificado” o presentarse como actor civil.
Pero, ninguno de los sistemas procesales brevemente descriptos se ajustaba a los
principios de la Constitución Nacional, que fundamentada en los principios de la revolución
22
Si el Ministerio Público Fiscal pedía sobreseimiento y la querella acusaba, se continuaba el proceso
hasta la sentencia con la acusación particular.
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CAPTIULO IV
GARANTIAS CONSTITUCIONALES
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Recordando que los países con menor índice delictivo, entendido este término
como trasgresión voluntaria de las normas, son los de mayor cohesión cultural, es pertinente
asumir que la Constitución Nacional contiene un programa de gobierno tendiente a
garantizar a todos los habitantes del país determinadas pautas mínimas de desarrollo y
convivencia (arts. 14, 14 bis y 17), que permitan una suficiente inclusión social y con ella
una cultura hegemónica en la cual del Derecho Penal aparezca como una rareza y su
aplicación como una medida extrema.
Cuando el apartamiento del programa constitucional por parte de los poderes
políticos genera amplios ámbitos de exclusión social, como las villas de emergencia,
aparecen situaciones de violencia cuya génesis debe encontrarse en la colisión de escalas de
valores antagónicos, propios de situaciones contra-culturales.
Pero, ello no justifica en modo alguno el apartamiento del sistema constitucional en
su aspecto procesal, sino que muestra dónde debe ponerse el acento de la acción de gobierno
para reinsertar a los sectores marginados y permitir una adecuada convivencia.
La respuesta que puede y debe dar el sistema procesal, es profundizar su
democratización, permitiendo que el conflicto se manifieste límpidamente en el proceso,
mediante una fuerte oralización, desformalización, concepción acusatoria con principio de
oportunidad y una rápida respuesta, en lo posible con la participación de jurados populares
en la decisión. En cambio, el mantenimiento de estructuras inquisitivas, procedimientos
formales y decisiones sustentadas en valores jurídicos perimidos que desconozcan la raíz de
los conflictos, solamente servirá para profundizar la brecha cultural y ahondar las situaciones
de violencia.
Pero, por otro lado, la invocación del Derecho Natural para la resolución de los
conflictos, no debe llevarnos al extremo de desconocer que éstos deben resolverse conforme
el derecho positivo, porque se corre el riesgo de disolver el marco jurídico hasta el punto de
desnaturalizar el plexo de garantías. Es lo que ocurre cuando en el juzgamiento de delitos
muy graves, algunos de lesa humanidad, se dejan de lado las garantías procesales
individuales mediante a una remisión a principios generales abstractos o a un derecho
internacional que no estaba vigente al momento de los hechos.
No se trata de justificar con ello la impunidad, sino de defender un principio
superior y que está contemplado para proteger a todos los habitantes: la seguridad jurídica y
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el debido proceso legal. Porque si uno no está dispuesto a que el sistema de garantías rija
aún para el peor ser humano, para el peor enemigo personal o del sistema, no cree en sus
fundamentos.
Es por ello que no es admisible en nuestra concepción Constitucional el
denominado “derecho penal del enemigo”, que limita las garantías respecto de determinados
delincuentes transnacionales, como los terroristas o los genocidas. En la medida que los
principios procesales constitucionales no rijan para todos, junto con la idea de que no hay
coyuntura que admita apartarse de la Constitución Nacional la, la seguridad jurídica y la
seguridad individual dependerán de la voluntad del poder de turno. Pues, no debe olvidarse,
la rueda de la historia cambia periódicamente el signo del poder de turno y la única
protección contra la arbitrariedad es la vigencia de las instituciones.
Ello, porque, vale recordarlo, si bien el sistema procesal tiende a canalizar la
venganza dentro de un ámbito de racionalidad, la respuesta judicial no siempre importa
castigo, porque la preservación del sistema general es más importante. La frase “juicio y
castigo” debe ser reemplazada por “juicio” solamente, pues al adosarle al juicio un resultado
necesario se está condicionando el funcionamiento del sistema.
Por lo tanto, hay que tener extremo cuidado en no violar derechos constitucionales
específicos con la invocación de concepciones filosóficas genéricas y no homogéneas, bajo
pretexto de sancionar a quienes individual o colectivamente violaron derechos humanos.
Ello es conceptualmente tan inaceptable como admitir la tortura para imponer la pena a un
delincuente.
Serán analizados a continuación, de manera orgánica con lo establecido respecto de
cada una de las garantías procesales por la Constitución Nacional, los pactos internacionales
incorporados en su art. 75 inc. 22 - puesto que de ellos surge actualmente la interpretación
auténtica de sus alcances, con una puntillosidad no contenida por las normas
constitucionales originales y de modo que ya no se pueden admitir interpretaciones
restrictivas o acepciones diferentes – y la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
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Esta garantía surge del art. 18 de la Constitución Nacional, cuando establece que
nadie podrá ser penado sin juicio previo. El precepto “juicio previo” fue interpretado en
doctrina como el debido proceso legal, integrado por una acusación – o imputación -
concreta por hechos determinados, posibilidad de defensa, oportunidad de probar los hechos
alegados por las partes y una sentencia dictada en tiempo oportuno por un juez imparcial,
conforme los hechos probados y el derecho aplicable.
Este principio fue desarrollado en los pactos internacionales, señalando el derecho
de todo imputado a ser juzgado por un tribunal imparcial y rápidamente, previa información
sobre las causas de la detención y asegurándose el derecho de defensa: Convención
Americana sobre Derechos Humanos (art. 7 inc. 5), Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos (art. 9 y 14 inc. 3), Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre
(art. 26) y Declaración Universal de Derechos Humanos (arts. 10 y 11).
La Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en su Art., 13 inc. 3
demanda que el en proceso se respeten los principios de determinación – se refiere a la
imputación concreta de un hecho determinado -, inviolabilidad de la defensa en juicio, juez
natural, inmediatez, imparcialidad y publicidad – vinculado con la oralidad -, todos los
cuales se relacionan con la estructura del debido proceso legal.
Desde hace varias décadas, la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostiene que
abarca el concepto de debido proceso legal el derecho de obtener lo más rápidamente posible
una sentencia que aclare definitivamente la situación del imputado ante la ley y la sociedad
(Fallos "Mattei, Ángel" y otros, fallos 272:188; 198:50;300:1102; 305:913 y 307:1030).
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14 inc. 2-, Declaración Americana de Derechos Humanos -art. 26, Declaración Universal de
Derechos Humanos -art. 11-).
Esta garantía implica que en el curso del proceso no se podrá imponer al imputado
ninguna restricción a la libertad u otro derecho fundamental asimilable a la pena, fundadas
en las características del delito reprochado o en su eventual peligrosidad en relación a éste,
dado que sólo tras la sentencia condenatoria será posible disponer que asuma las
consecuencias del hecho delictivo.
De allí que sólo en beneficio del proceso -para asegurar su normal desarrollo-
puedan restringirse su libertad ambulatoria o algún aspecto patrimonial; pero siempre
limitadamente, es decir cuando se den las condiciones para sospechar fundadamente que el
desenvolvimiento del proceso pudiera estar en peligro y con los alcances que establecen
otras garantías, que serán analizadas más adelante.
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juicio que demanda la imputación concreta por hechos determinados y el fundamento del
denominado principio de congruencia, conforme el cual el hecho expuesto en determinados
actos procesales debe mantenerse incólume en los actos vinculados subsecuentes.
Por los motivos expuestos, el principio de congruencia cobra particular relevancia
en los procesos escritos predominantemente inquisitivos como el previsto en el Código
Procesal Penal de la Nación y debe observarse en el requerimiento de instrucción, en el acto
de la declaración indagatoria, en el auto de procesamiento, en el requerimiento de elevación
a juicio y en la sentencia. La conjunción existente entre la extrema formalidad del sistema y
el derecho de defensa demanda que en tales actos exista identidad en los hechos descriptos.
El Código Procesal Penal de la Ciudad de Buenos Aires es considerablemente más
desformalizado y las decisiones judiciales se toman en audiencias orales, por lo cual la
congruencia entre el auto de determinación del hecho – art. 92 -, la intimación al imputado
-art. 161-, el requerimiento de juicio -art. 206-, la apertura del debate – art- 27 - y la
sentencia -arts. 248 y 249 – es relevante pero no tiene la misma sacralidad, atento que la
vinculación entre los distintos actos procesales es menos permanente.
En efecto, como se verá oportunamente, el acto de intimación del hecho no tiene la
misma relevancia que la declaración indagatoria del proceso federal, pues no tiene entidad
probatoria permanente y no se incorpora al debate, mientras que el requerimiento de juicio
puede ser modificado con mayor amplitud en el proceso local que en el nacional (art. 230).
Consecuentemente, como la rigidez del principio de congruencia se vincula estrechamente
con el grado de formalidad del proceso, en el marco de un sistema desformalizado y en la
medida que el derecho de defensa resulte respetado en las audiencias, tal rigor rituario pierde
entidad.
Consecuentemente, el proceso debe estar sustentado en una hipótesis fáctica
verificable, el respeto al principio de determinación habilitar una posibilidad cierta de
defensa y la congruencia debe responder a las características del sistema.
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Ello implica en primer lugar, que nadie puede ser sometido a tribunales diferentes
de los comunes para todos los imputados de igual delito.
Por otra parte, importa que el Estado tiene la obligación de prever los tribunales
antes del conflicto, para asegurar que efectivamente todo habitante tenga posibilidad de
contar con órganos jurisdiccionales predispuestos, para resolver todas las controversias y
declarar los derechos y obligaciones de las partes.
En tal sentido, los pactos internacionales de jerarquía constitucional contemplan
expresamente la obligación de asegurar la existencia de tribunales competentes,
independientes e imparciales, creados por ley antes del conflicto para juzgar las causas
penales y fijar los derechos y obligaciones de las partes en los procesos de derecho privado o
público ajenos al criminal, así como para brindar amparo contra acciones del Estado que
afecten derechos fundamentales (art. 8 inc. 1 y 25 de la Convención Americana de Derechos
Humanos, arts. 18 y 26 de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre,
art. 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, art. 3 incs. "a" y "b" y 14 inc. 1
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos).
El art. 13 inc. 3 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires contempla expresamente
al respecto que debe regir el principio del juez designado por la ley antes del hecho de la
causa.
Otro aspecto que hace a la garantía del juez natural, no previsto originariamente en
la Constitución Nacional, pero contemplado expresamente en la de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (art. 13 inc. 3) es la de la doble instancia. Es decir la existencia de un órgano
jurisidiccional competente, independiente, imparcial y preexistente, para revisar las
sentencias y las penas.
Su implementación constitucional surge de la incorporación al art. 75 inc. 22 de la
Carta Magna, de la Convención Americana de Derechos Humanos y del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y políticos, pues la primera en su art. 8 inc. 2 punto "h", contempla
como derecho esencial en el proceso, el de las partes de recurrir el fallo ante un tribunal
superior; y el segundo en su art. 10 inc. 5, agrega que tal posibilidad debe brindarse al
imputado respecto del fallo y de la pena.
Es decir, que la sentencia en todas sus partes debe ser revisable en forma amplia
por un órgano jurisdiccional de superior jerarquía funcional que el la dictó y, en
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consecuencia, las leyes reglamentarias no podrán cercenar de ningún modo esta garantía
constitucional, sin violar además el art. 28 de la Constitución Nacional.
Por otra parte, el derecho asignado al imputado en el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos se entiende como el del doble conforme para la sentencia
condenatoria. A diferencia del establecido en la Convención Americana de Derechos
Humanos y la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que deben entenderse
como el derecho al recurso para todas las partes agraviadas cualquiera fuera el resultado del
fallo, el doble conforme se vincula con que toda sentencia condenatoria pueda ser recurrida
por el condenado, aunque haya sido dictada por un tribunal de alzada.
Finalmente, aunque esté contemplado en otro artículo de la ley Fundamental (el
24), no puede dejarse de lado al jurado en la consideración del juez natural en materia
penal.
Está previsto precisamente en la primera parte de la Constitución Nacional, relativa
a las declaraciones, derechos y garantías, de manera imperativa, pues además de la
importancia institucional de tal sistema de juzgamiento, importa claramente una garantía
individual relativa al derecho del imputado de ser juzgado por sus pares.
Este instituto fue contemplado por la Constitución de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires en su art. 81 inc. 2, como una de las leyes que debe dictar la Legislatura.
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Sin embargo, nuestra tradición jurídica admite que esta garantía incluye el derecho
de no decir la verdad en defensa propia y ello no acarrea ninguna consecuencia penal directa,
más allá de la evaluación de los dichos en el proceso donde fueran vertidos. Pero al mismo
tiempo, hasta la sanción del actual Código Procesal Penal de la Nación, se admitía que el
imputado llegara incomunicado al acto de la declaración indagatoria y no se consideraba
violatorio del derecho en cuestión, la circunstancia de impedirle al detenido comunicarse
antes con su defensor; o sea que en la mayoría de los casos declaraba sin conocer las
consecuencias del acto.
Esta última situación fue modificada por las actuales leyes rituarias, que establecen
expresamente la facultad del imputado de comunicarse libremente con su defensor antes de
la declaración indagatoria (art. 197 del Código Procesal Penal de la Nación y 28, 29, 161,
164 del Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Esta disposición
se compadece con lo establecido en los pactos internacionales, que contemplan el derecho
del imputado de negarse a declarar y no declararse culpable, además de comunicarse libre y
privadamente con el defensor, para todo acto de defensa entre los que cabe incluir la
declaración indagatoria (art. 8 inc. de la Convención Americana de Derechos Humanos y art.
14 inc. 3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos) y en la Constitución de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que prohíbe las declaraciones de imputados en sede
policial (art. 13 inc. 5).
En punto a esto último, la Convención Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles Inhumanos o Degradantes, incorporó al sistema constitucional en forma expresa la
doctrina del "fruto del árbol envenenado", conforme la cual el Estado no puede aprovechar
en materia probatoria la obtenida ilegalmente, al establecer en su art. 15 que ninguna
declaración que se demuestre haber sido obtenida bajo tortura, pueda ser utilizada como
prueba en un ningún proceso, salvo en contra del torturador. Partiendo de tal norma, cabrá
considerar nula cualquier declaración obtenida en esas circunstancias, según lo establecido
en el art. 13 inc. 3 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: “Son nulos
los actos que vulneran garantías procesales y todas las pruebas que se hubieren obtenido
como resultado de los mismos”.
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monto de la pena prevista para el delito imputado, o subjetivas como la peligrosidad del
sujeto, la repercusión social del hecho o la imposibilidad de que obtenga una condena en
suspenso. El primero de tales criterios viola el estado de inocencia de forma genérica pues
para la Constitución es tan inocente hasta la sentencia el imputado de hurto como el de
homicidio. Y los otros criterios lo violan específicamente por las razones ya expuestas, dado
que sólo en el caso concreto y tras analizar la situación y características de cada imputado,
podrá llegarse a la conclusión sobre si existe una sospecha fundada de que intentará
substraerse a las consecuencias del proceso, entorpecer su marcha o dificultar la actividad
probatoria, únicas causales que justificarían su privación de libertad antes de la sentencia
condenatoria.
Estos últimos argumentos, surgen en forma explícita del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, que en su art. 9 inc. 3 establece claramente, que la prisión
preventiva no podrá ser regla general y sólo podrá sustentarse en la presunción de que no
comparecerá a las citaciones del tribunal.
Además, la Convención Americana de Derechos Humanos (art. 7), rechaza el
arresto arbitrario y establece el derecho de que ante la privación de libertad, un juez resuelva
rápidamente sobre su procedencia con arreglo a la constitución y las leyes.
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La sentencia justa desde el punto de vista jurídico es aquella que resulta ser la
consecuencia de los hechos probados, conforme las posibilidades brindadas por la
Constitución y las leyes, y el derecho aplicable. Si no se somete a tales pautas la sentencia
será arbitraria, aunque se ajuste a la verdad real.
Este concepto es fundamental para el Estado de Derecho, pues es un límite racional
establecido por el sistema al poder dado a los seres humanos encargados de resolver
conflictos de otros seres humanos. En efecto, los jueces no son inquisidores buscadores de
verdades ni la mano vengadora de Dios, sino sujetos que cumplen con un rol en el marco del
Estado de Derecho.
Por otra parte, como reiteradamente ha interpretado la Corte Suprema de Justicia de
la Nación (Fallos "Mattei, Angel" y otros, fallos 272:188; 198:50;300:1102; 305:913 y
307:1030), integra el derecho constitucional de defensa en juicio el de obtener una rápida
resolución del conflicto, pues si bien el derecho a la acción es inalienable, debe ser
reglamentado de modo tal que se contemple la situación de los sujetos que pueden verse
afectados por ella, quienes no pueden permanecer permanentemente sometidos a los embates
de su titular.
Entonces, como toda potestad constitucional, el derecho a la acción tiene límites
racionales y temporales que le ponen coto y lo armonizan con el ejercicio de las otras
garantías individuales.
Consecuentemente, el principio que ampara la situación de "cosa juzgada" deriva
de la raíz misma del sistema Constitucional, pues es una de las consecuencias necesarias y
naturales del pacto social que dio origen al Estado de Derecho, en el aspecto vinculado a la
cesión de los ciudadanos de su derecho de auto-tutela en favor del Estado. Su finalidad es
otorgar seguridad jurídica al mantener incólume la decisión judicial sobre el conflicto y el
carácter de ley individual que caracteriza a la sentencia definitiva.
También se deriva de lo expuesto, que la situación de cosa juzgada está claramente
vinculada a la naturaleza y formas del proceso en que se trata, pues como veremos más
adelante, los habrá de conocimiento superficial y de conocimiento acabado.
La diferencia entre unos y otros, es básicamente que en los primeros -de
conocimiento superficial- hay cuestiones que por distintos motivos legales se dan por
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Por otra parte, la forma oral del procedimiento con la presencia de las partes
permite un mejor tratamiento del conflicto y lo aleja de las ficciones jurídicas que
generalmente alimentan los procesos escritos, con su carga de lenguaje críptico, la
substanciación innecesaria de articulaciones puramente abstractas por parte de los letrados y
las interpretaciones variables propias de la escritura. La experiencia demuestra que en las
audiencias orales la verdad flota en la sala, las articulaciones jurídicas tienen más rápida y
mejor respuesta y la presencia de las partes permite una mejor solución de las controversias.
Esta oralidad en los actos procesales, que surge de las demandas del sistema
constitucional local, deberá respetarse entonces cada vez que los órganos jurisdiccionales
deban resolver situaciones controvertidas en el proceso.
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CAPITULO V
PRINCIPIOS PROCESALES
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Así, nos encontramos con que hay distintos tipos de procesos aún dentro de la
misma materia, según el objeto o la finalidad, que no necesariamente requieren iguales
requisitos formales (no es igual el reclamo por el cobro de una deuda común, que debe ser
probada en todos sus aspectos, que la ejecución de un cheque o de un pagaré donde la sola
idoneidad del documento habilita a presumir su legitimidad).
2) Abreviación de los plazos: Dentro de la idea del párrafo precedente, hay casos
en que por la importancia de la cuestión en debate, como por su naturaleza, los plazos
procesales pueden ser más o menos cortos; pero también puede prever la ley, o si ésta no lo
contempla aceptar los tribunales, que las partes en cuyo beneficio ha sido previsto un plazo
renuncien a mantenerlo vigente, cuando han cumplido su objetivo procesal o cuando
desistan de hacerlo.
3) Saneamiento: Este aspecto se manifiesta cuando las normas procesales prevén
el modo de salvar, en las distintas etapas del proceso, los vicios en que se hubiera incurrido
en los actos procesales, para evitar que el posterior planteamiento de nulidad haga retroceder
todo el proceso y con ello se incrementen el desgaste y los costos para las partes y el
tribunal.
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revisar los aspectos de hecho y derecho; sistema de doble conforme, cuando se reclama que
el tenor del fallo sea conformado por un tribunal de alzada para ser ejecutable.
En nuestra estructura constitucional, las sentencias deben ser apelables, de manera
amplia, y la condenatoria deberá contar con doble conforme (art. 8 inc. h de la Convención
Americana de Derechos Humanos, art. 10 inc. 5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos), mientras que la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires reclama
el derecho a la doble instancia sin mayores precisiones (art. 13 inc. 3).
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CAPITULO VI
NATURALEZA JURIDICA DEL PROCESO
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conflictos al que deberá someterse, tanto en pos de su derecho como en la defensa contra la
pretensión de otro.
El Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires recepta
plenamente los principios contractualistas expuestos. Es de vital importancia para interpretar
el sentido de sus institutos el art. 1, que considera al Código como un reglamento de la
Constitución Nacional y de la Constitución local, al tiempo que su art. 91 dice “El
Ministerio Público Fiscal practicará la investigación preparatoria con la finalidad de
arribar a la solución del conflicto por cualquiera de las vías legalmente previstas o
promover o desechar la realización del juicio”, lo que demuestra su finalidad tendiente a la
solución de los conflictos por vías alternativas a la pena o con el dictado de la sentencia que
disponga la absolución o condena, descartando que esté destinado exclusiva y
fundamentalmente a ser un instrumento sujeto a la ley penal de fondo.
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CAPITULO VII
LA DINAMICA DEL PROCESO
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24
Ver al respecto los fallos “Llerena … “ y “Quiroga …” de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación.
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por la titularidad del derecho invocado (puede limitarse el ejercicio al sujeto afectado por la
violación a la ley de fondo, como en el caso de algunos delitos criminales o cuestiones de
familia).
En tales supuestos, las leyes procesales establecen ciertos procedimientos para
abortar el ejercicio de la acción, como la facultad del tribunal de rechazarla desde el
principio cuando es manifiesta la inhabilidad del objeto de la pretensión o la ausencia de
facultades del actor, o por la contraparte a través de defensas específicas en el proceso como
la excepción de falta de acción.
Consecuentemente, aún cuando toda persona es titular de la potestad de accionar,
su ejercicio se encuentra reglamentado por el derecho procesal en consonancia con el
derecho de fondo, que regulan la viabilidad de la pretensión.
La consecuencia de ello es que no puede coartarse el acceso a los órganos
jurisdiccionales para la resolución de los conflictos (art. 12 inc. 6 de la Constitución de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires), pero tal potestad tiene un importante límite en la
razonabilidad de la pretensión frente a las normas involucradas en la cuestión.
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por el Juez de Instrucción, debe ser dirimida por la Cámara de Apelaciones, órgano éste que
puede obligar al Ministerio Público a requerir la elevación a juicio (art. 348), aunque la
Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró inconstitucional esta norma por afectar la
independencia funcional del Ministerio Público Fiscal (CSJN in re: “Quiroga, Edgardo
Oscar S/causa N° 4302", Q. 162, XXXVIII, rta. el 23/diciembre/2004).
En este aspecto, el Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
contempla que el fiscal debe precisar el objeto de la investigación al comenzar la
investigación preparatoria y luego en el requerimiento de juicio (arts. 92 y 206), sin que los
órganos jurisdiccionales puedan cuestionar los límites que las partes actoras impongan a la
pesquisa.
III) El impulso:
Consiste en la facultad de promover el avance de la acción hacia las distintas etapas
del proceso. Este aspecto puede no ser absolutamente privativo del titular de la acción y nada
obsta a que, por razones de economía y especialmente por el derecho de la contraparte a
obtener una rápida solución del conflicto, sea ésta o el mismo órgano judicial quien impulse
el procedimiento.
Es entonces una cuestión que queda librada al modo en que las leyes reglamenten
el proceso; pero, en general y en los de acción privada, generalmente queda el impulso en
manos del actor, sometido a sanciones procesales como la caducidad de la instancia -que
obliga a accionar de nuevo-, la pérdida de la acción o la preclusión, en caso de
incumplimiento en determinado plazo.
La ley procesal de la Ciudad de Buenos Aires establece un plazo de caducidad de la
acción, disponiendo el archivo de las actuaciones si el Ministerio Público no promueve el
juicio en el término de tres meses, con determinadas prosibilidades de prórroga, desde la
intimación de los hechos al imputado (arts. 104 y 105).
IV) Diponibilidad de la acción:
Esta atribución se refiere a la posibilidad, inherente al titular de desistir de su
ejercicio, en forma definitiva o temporal.
Es consecuencia propia de la titularidad y resulta clara en los casos de acción
privada, aunque es una cuestión muy controvertida en los casos de acción pública de
contenido penal.
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de Buenos Aires (art. 129) -, de manera que siendo la cuestión de la acción de naturaleza
claramente procesal compete a las legislaturas locales establecer la reglamentación de su
ejercicio.
CAPITULO VIII
LA EXTINCIÓN DE LA ACCION
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para la resolución de los conflictos. No solamente por la mera existencia de tales órganos
como consecuencia de la forma republicana de gobierno y la consecuente limitación a la
venganza privada, sino explícitamente de los arts. 14, 18 y 33, en cuanto señalan el derecho
de peticionar en forma amplia, el derecho de defender en juicio la persona y los derechos y
las facultades implícitas emergentes de la soberanía del pueblo y la forma republicana de
gobierno; y de los tratados internacionales incorporados en su art. 75 inc. 22, que exigen se
asegure el acceso a los tribunales de justicia, al igual que la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires (art. 12 inc. 6).
Dicha potestad de todo habitante de la nación no debe ser confundida con su
contenido, esto es la pretensión planteada ante los tribunales. Aquella es una potestad
objetiva y general que no puede ser cercenada sino meramente acotada por vía reglamentaria
que no desnaturalice su ejercicio (art. 28); la segunda podrá ser o no razonable y será el
objeto de la decisión jurisdiccional.
En consecuencia, sólo la pretensión debidamente ejercida por un sujeto
ajeno al órgano jurisdiccional es la que hace nacer el juicio previo previsto en la
Constitución Nacional y, por ende, es a partir de ella que puede hablarse técnicamente de
"juicio", o sea de la etapa controvertida del proceso.
Ello no quiere decir que antes no puedan existir actos procesales
trascendentes conforme las leyes reglamentarias, pero serán preparatorios del juicio; pues,
no habiéndose formulado la pretensión el ejercicio de la acción será incompleto y
provisional, pendiente de concresión. Servirán como investigación preliminar o para
asegurar el eventual resultado del proceso, con medidas de cautela personal y real.
Tampoco significa que las partes no tengan derecho al debido control de
tales actos preliminares, porque es evidente que en la medida que puedan ser invocados por
el actor o afectar derechos esenciales aún en forma provisoria, es necesario permtir a la
contraparte el derecho de oponerse o verificar su legalidad, sin que ello importe que estén
ante el verdadero juicio ya que la acción no ha sido perfeccionada con su contenido, que
pondrá límites a la decisión.
Y es evidente que estableciendo las normas procesales, reglamentarias de la
Constitución Nacional, tales procedimientos preliminares, deben hacerse extensivos los
derechos y garantías propios del juicio, porque de lo contrario se podría tornar ilusoria la
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Los problemas substanciales que genera la ley 25.990 son que, en primer
lugar, el Congreso Nacional legisló sobre cuestiones procesales, que según lo establecido en
el art. 75 inc. 12 de la Constitución Nacional compete a las provincias y, por reenvío tácito
de su art. 129, a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, circunstancia que pone en crisis su
constitucionalidad25; y, en segundo término, no todos los ordenamientos rituarios
provinciales tienen los mismos institutos.
Por ejemplo, el Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires no contiene el instituto de la “declaración indagatoria”, que tradicionalmente consiste
25
En mi criterio las causales procesales interruptivas de la prescripción introducidas por la ley
25.990 sólo serían constitucionales respecto del sistema procesal federal. Si bien podrá argumetarse
que la seguridad jurídica demanda uniformidad en materia penal, lo cierto es que el sistema federal
ha privilegiado otros aspectos y la misma situación variable podemos encontrar en los distintos
modos de reglamentar la excarcelación o las facultades del juez en el proceso. De hecho, durante
muchos años la jurisprudencia de las provincias no era coincidente sobre los alcances y modos de
interpretación del concepto de secuela del juicio, generando distintas respuestas para situaciones
similares según la provincia donde se substanciara el proceso y ello no fue cuestionado desde la
seguridad jurídica porque el modo federal adoptado por nuestro país asume que ese tipo de
situaciones puedan presentarse.
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en el acto por el cual el juez interroga al imputado sospechoso sobre el hecho investigado.
En el ordenamiento rituario local, solamente se contempla el acto de intimación del hecho
(art. 161), que es efectuado por la fiscalía y puede ser delegado en el Secretario del
organismo.
Es decir, que en caso de considerarse constitucional la actual redacción del
art. 67 del Código Penal, su aplicación seguirá dependiendo en algunos casos de
interpretaciones judiciales y se mantendrá la situación de desigualdad en las provincias, en la
medida que los distintos códigos procesales no contengan iguales institutos.
Por otro lado, al estar vinculado el instituto de la prescripción con la mora
en el ejercicio de la acción, no pueden considerarse interruptivos actos procesales emanados
de los órganos jurisdiccionales – como la citación a juicio -, en tanto el ejercicio de la acción
compete a las partes, y en el caso de la declaración indagatoria no es admisible que el acto
que representa un acto de defensa material resulte perjudicial para el imputado por tener
entidad para interrumpir la prescripción.
Cabe también destacar que el mismo Código Penal distingue las etapas de
instrucción y juicio en su art. 64, de manera que cuando en el art. 67 se refería a la secuela
del juicio excluía los actos de la instrucción. Ahora, la reforma introducida por la ley 25.990
aumenta la confusión sobre el tema, al considerar secuela del juicio actos propios de la
investigación preparatoria, como la declaración indagatoria o el requerimiento de juicio. De
los dos, el único que podría admitirse como interruptivo de la prescripción es el
requerimiento de juicio en tanto importa claramente la promoción de la acción y el fin de la
investigación preparatoria. Ello, en los procedimientos de estructura acusatoria donde el
órgano jurisdiccional no tiene potestades para convalidar o rechazar por su voluntad la
promoción del debate, porque de lo contrario estaríamos nuevamente ante una invasión de
roles en el ejercicio de la acción.
III) LA AMNISTIA
Esta facultad, otorgada por la Constitución Nacional al Congreso de la
Nación (art. 75 inc. 20), de borrar los efectos del delito en modo general, tiene como
consecuencia en los casos particulares impedir que continúe el ejercicio de la acción
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IV.- EL INDULTO
El Art. 99 inc. 5 de la Constitución Nacional, otorga al Presidente de la
Nación la potestad de indultar, es decir otorgar el perdón a personas condenadas en el ámbito
federal. Por sus características, esta facultad no es aplicable a los procesados, aunque cierta
jurisprudencia y doctrina actuales entienden que sí, con el argumento de que resulta lógico
que quien tiene la potestad de perdonar la condena, tiene implícita la de terminar con el
proceso antes de su imposición.
Sin embargo, este argumento que parece tan simple es un sofisma, porque
en el juego institucional el Poder Ejecutivo no puede inmiscuirse en el conocimiento y
decisión de causas judiciales (art. 99 de la Constitución Nacional) y su potestad en este
sentido es la del perdón tras la condena, tras un procedimiento determinado por la misma
Ley Fundamental. Ello, implica responsabilidades políticas determinadas pues el perdón de
un condenado no puede otorgarse por cualquier motivo sino por los contemplados en la
Constitución e, inclusive, afecta el derecho del imputado a tener un juicio justo en el que
pueda ser declarado inocente
Su aplicación a casos en trámite judicial importará, por lo tanto, un modo
anormal de terminar con la acción por parte de una decisión del Poder Ejecutivo y que, de
acogerse la doctrina criticada precedentemente, podrá ser usada con discrecionalidad por el
Presidente de la Nación, aunque su racionalidad quedará sujeta a control judicial.
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Pero, al mismo tiempo se mencionó, en el citado primer párrafo, a los delitos que
contemplen pena de “reclusión”, que no admiten la condena condicional (art. 26 del Código
Penal), circunstancia que abre la vía interpretativa relativa a que respecto de delitos cuya
pena máxima prevista supere el tope señalado también se puede aplicar el instituto.
Y, partiendo de tal hipótesis, el cuarto párrafo del art. 76 bis del Código Penal, que
originariamente se refiere a las condiciones mixtas, objetivas y subjetivas, admite una
interpretación autónoma en el sentido que será posible la suspensión del juicio a prueba, ante
cualquier supuesto de condena condicional.
Es decir que, como primer recaudo legal objetivo, es imprescindible que el hecho
reprochado admita la condena condicional.
* La pena de inhabilitación: Excluye expresamente la ley la posibilidad de
suspender a prueba los juicios por hechos reprimidos con pena de inhabilitación.
Sólo puede justificarse técnicamente la excepción mencionada en que este tipo de
pena aparece como alternativa o conjunta con la de prisión en los tipos culposos; y tiene por
finalidad inhibir al autor para realizar alguna actividad riesgosa para la sociedad, que
desplegó en forma desaprensiva provocando el resultado dañoso.
Pero siendo una medida constitutiva de una restricción a un ámbito de decisión
individual, sólo puede imponerse como pena por consecuencia de una sentencia, de modo
que sería inconstitucional aplicarla como condición para la extinción de la acción por esta
vía (art. 18 de la Constitución Nacional).
Sin embargo, podría haberse soslayado ese obstáculo previendo que el imputado
ofreciera inhibirse de realizar la actividad en cuestión, de manera que no sería una
imposición del tribunal sino una autolimitación que no violaría la norma constitucional
mencionada.
De todas maneras, la prohibición que nos ocupa ha generado en la práctica
situaciones absurdas e injustas, pues el autor de lesiones culposas, por ejemplo, no podría
acceder a éste procedimiento y sí el autor de lesiones dolosas. Por lo tanto y sin perjuicio de
la solución esbozada en el párrafo anterior, hubiera sido más adecuado confiar en la
responsabilidad y experiencia de fiscales, dejando librado a su criterio la procedencia de la
suspensión del juicio, en los casos de pena de inhabilitación.
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En algunos fallos se entendió, para evitar las situaciones injustas referidas, que la
ley sólo se refiere a los delitos que tienen prevista sólo pena de inhabilitación. Mas éste
criterio que a primera vista se adecua a la interpretación restrictiva de la ley penal, por el
principio de legalidad, pierde consistencia a poco que se analice la norma, porque también
prohíbe la suspensión del juicio cuando el imputado es funcionario público. Y los delitos que
tienen prevista sólo pena de inhabilitación en el Código Penal, únicamente pueden ser
cometidos por funcionarios públicos, de modo que el obstáculo en cuestión sería redundante
si se adoptara el criterio restrictivo.
* La pena de multa: Cuando la pena fuere exclusivamente una multa, la extinción
de la acción se obtiene por el pago del mínimo legal durante el sumario y del máximo
previsto en la etapa de juicio (art. 64 del Código Penal).
Siguiendo el mismo principio, el art 76 bis de la ley material reclama que cuando la
multa sea una pena conjunta o alternativa, deba pagarse su monto para obtenerse la
suspensión del juicio a prueba.
* El agente: Excluye también la ley, sólo como una cuestión de política criminal,
que los funcionarios públicos puedan acceder a la aplicación del instituto.
Esta limitación fue concebida por el legislador a modo de prevención específica,
para dar un mensaje a la comunidad en el sentido que será más estricta la aplicación de la ley
penal para los funcionarios públicos corruptos.
Sin embargo, es muy criticable desde que puede generar situaciones de desigualdad
ante la ley, por ejemplo cuando son autores de similares delitos contra su empleador, el
agente de un banco privado y el de uno estatal. El primero podrá obtener la suspensión del
juicio y la extinción de la acción, mientras que el segundo no.
Nunca es aconsejable tal tipo de distinción y, al igual que en el caso de las penas de
inhabilitación, bastaba con dejar la cuestión en manos de la discrecional facultad del fiscal,
para conceder o no la suspensión del juicio, según el caso concreto-
* El ofrecimiento: Es preciso que el imputado solicite, personalmente o por su
defensor, la suspensión del juicio a prueba y ofrezca la reparación del daño material causado
por el delito. La ley aclara al respecto que la reparación debe ofrecerse “en la medida de lo
posible”, circunstancia que apunta a que el daño sea reparable materialmente y a que el
imputado esté en condiciones reales de efectuar la reparación material.
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conformidad del Fiscal será un requisito vinculante para unos casos y no contemplarlo para
otros, cuando en ambas situaciones se trata de avanzar hacia la extinción de la acción.
También, se ha pretendido encontrar el fundamento de que se trata de un derecho,
la circunstancia de que la ley establece que el imputado podrá pedir la suspensión del
proceso. Pero, tal postura deja de lado que la misma ley establece como requisito
complementario que el juez la concederá si existiese conformidad del fiscal, de manera que
la facultad de pedir la aplicación del instituto no tiene el alcance pretendido. En realidad, la
ley contempla que la aplicación de la suspensión del proceso debe partir del imputado,
porque importa el sometimiento a una serie de reglas de conducta que significan
restricciones patrimoniales – abandonar los efectos y reparar el perjuicio – y a su libertad; en
consecuencia, solamente pueden imponerse partiendo de la manifiesta intención del
interesado al respecto.
Sin embargo, la ley procesal local ha establecido pautas sobre las cuales la
fiscalía podrá sustentar su negativa: principios de política criminal y la necesidad de que
el caso se debata en juicio (art. 205).
Respecto del primero de tales puntos, es relevante destacar que el principio
que lo sustenta se vincula estrechamente con el rol del Ministerio Público en el sistema
acusatorio adversarial vigente, pues en el marco de sociedades dinámicas donde las
demandas de respuesta penal varían, el órgano referido tiene la potestad de decidir en qué
casos profundizar y en cuáles suavizar la persecución, mediante la aplicación de las
diferentes variantes del principio de oportunidad. Así se desprende de la Constitución de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuando le otorga el rol de promover la actuación de la
justicia en defensa de la legalidad y los intereses generales de la sociedad, además de
procurar la satisfacción del interés social (art. 125), al tiempo que establece un sistema
procesal acusatorio (art. 13 inc. 3). Es en ese marco que sus integrantes pueden definir las
pautas de persecución en forma individual o a partir de criterios generales de actuación (arts.
3, 4 y 18 inc. 5 de la Ley Orgánica del Ministerio Público) y en consecuencia oponerse con
fundamentos a la suspensión del proceso a prueba.
Por otra parte, en casos específicos, con fundamento, por ejemplo, en las
circunstancias probatorias, en las consecuencias del hecho y en la necesidad de que la
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víctima encuentre una respuesta jurisdiccional para una mejor solución del conflicto, la
fiscalía podrá oponerse a la suspensión a prueba para que se realice el juicio.
En el caso que la postura negativa del Fiscal fuera evidentemente arbitraria,
por carecer de fundamento, al tribunal sólo le quedará la posibilidad de anular el dictamen e
intimar a que se expida adecuadamente, pero no suplir la potestad de decisión del Fiscal
sobre la acción (art. 120 de la Constitución Nacional, arts. 124 y 125 de la Constitución de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Sin embargo, para ello no alcanza el mero disenso con
los argumentos de la fiscalía, sino que éstos deben ser inexistentes, pues si fueran razonables
resultarán vinculantes para el órgano jurisdiccional.
En punto a ello, es necesario destacar que siendo el Ministerio Público
Fiscal un órgano dotado de autonomía funcional, los jueces no pueden suplir la conformidad
exigida por la ley ya que ello importaría una intromisión en el ejercicio de la acción.
Entonces, una situación es el control de razonabilidad y la descalificación del acto en caso de
ser arbitrario o meramente voluntarista y otra distinta el usurpar el rol constitucional (arts.
120 de la Constitución Nacional, 124 y 125 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires).
De ello se concluye en que el acceder a la suspensión del proceso a prueba
no es un derecho intrínseco del imputado, aunque pueda convertrirse en uno en expectativa
recién cuando ha obtenido la conformidad del Ministerio Público Fiscal. Por lo tanto, la
facultad de los jueces de revisar su oposición está limitada al análisis precedentemente
señalado y no a la resolución de una controversia entre el imputado pretendiente y el Fiscal
refractario.
La querella sólo podrá manifestar su opinión, no vinculante para el órgano
jurisdiccional, aunque de importante peso moral para la decisión del Fiscal. En punto a éste
aspecto legal, cabe aclarar que la ley menciona a la “parte” afectada por el delito, es decir
que para la ley de fondo la obligación es escuchar a quien se ha constituido legalmente en tal
carácter y no al mero damnificado que no ejerció la acción.
Pero, ello no impide que las legislaciones procesales locales lo amplíen a la mera
víctima, como ocurre en el Código de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (art. 205),
ordenamiento en el cual la simple víctima tiene múltiples roles admitidos – como cuestionar
el archivo - aunque no alcance el carácter de parte.
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La decisión judicial: El tribunal, una vez habilitado por la conformidad del Fiscal,
analizará en primer término si se cumplen los requisitos objetivos, como el monto de la pena
prevista para el delito. Y si éste permite no supera en su máximo los tres años de prisión o
admite la condena condicional, según la postura asumida, analizará a continuación si en caso
de condenar al requirente, le correspondería, en su criterio y en el caso puntual -arts. 26, 40 y
41 del Código Penal-, condena de ejecución condicional. Luego, la razonabilidad del
ofrecimiento de reparación del perjuicio y, finalmente, las condiciones de cumplimiento que
resulten adecuadas (art. 27 bis de la ley material).
Es necesario aclarar que así como el órgano jurisdiccional se encuentra vinculado
por la oposición del fiscal, su conformidad no lo obliga y puede rechazar el pedido de
suspensión del proceso a prueba si entiende que las condiciones objetivas o subjetivas no
resultan adecuadas.
Naturaleza jurídica: La cuestión de la naturaleza jurídica de este instituto no es
cuestión menor, pues de cómo se lo entienda surgirán distintas formas y efectos en su
aplicación y se justificará o no su existencia.
En primer lugar, cabe reiterar que – como se expuso precedentemente - no se trata
de una garantía constitucional, de manera que la ley puede prever o no un sistema de
suspensión del proceso a prueba. Consecuentemente, el legislador puede optar por
considerarlo de manera amplia como un derecho acordado al procesado o más restringida,
como una variante del principio de oportunidad en manos del Ministerio Público Fiscal.
Estaríamos ante la primera de tales posibilidades, si el sistema contemplara que
ante el pedido del procesado la intervención de la fiscalía se agota en la mera opinión que el
tribunal puede adoptar o no; y ante la segunda si la opinión negativa del fiscal resulta
vinculante para el órgano jurisdiccional. Esta última es la adoptada por la legislación vigente
y, por ende, todos los esfuerzos tendientes a soslayar la oposición del Ministerio Público
Fiscal chocan con el derecho positivo (art. 76 bis del Código Penal, 205 del Código Procesal
Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
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En ese contexto legal, ante la negativa del Fiscal lo único que puede revisar el
órgano jurisdiccional es si no está sustentada en un fundamento arbitrario, en cuyo caso
podrá disponer que se realice un nuevo dictamen, pero no subrogarse en la voluntad del
representante del Ministerio Público y conceder el beneficio, en tanto dicho órgano está
dotado de independencia funcional. Entonces, en la medida que la oposición resulte
mínimamente razonable deberá ser aceptada, aún cuando el tribunal no comparta los
fundamentos.
Por otra parte, es necesario analizar la naturaleza jurídica del instituto de
suspensión del proceso a prueba desde el momento en que sin sentencia previa resulta el
imputado sometido a una serie de restricciones y reglas de conducta muy similares a la
imposición de una pena.
Como se señaló, el art. 18 de la Constitución Nacional reclama el juicio previo para
la imposición de una pena; pero es evidente que el sistema constitucional no rechaza el
sometimiento voluntario del imputado a las consecuencias de la ley penal, si en forma libre
se reconoce autor del delito investigado.
Para ello, será necesario que el hecho aparezca mínimamente acreditado, que la
confesión concuerde con sus circunstancias y accidentes, es decir que resulte verosímil pues
al Estado no le interesa condenar a inocentes, y que la manifestación del imputado sea libre.
De allí que sea admisible la transacción con el Fiscal sobre la pena, aunque con control
jurisdiccional para su convalidación, como ocurre con el denominado juicio abreviado o
avenimiento.
Pero, en el modo como fue previsto el sistema de suspensión de juicio a prueba, el
pedido de su aplicación por parte del imputado no implica aceptación de responsabilidad, de
manera que la hipótesis no es la misma que la desarrollada en el párrafo precedente. Es
decir, que solicitará someterse al pago del perjuicio causado por el hecho delictivo, sin
posibilidad de reclamar su devolución, a reglas de conducta muy especiales y con
consecuencias gravosas, como la posibilidad de perder el derecho a una condena en
suspenso, todo a cambio de la extinción de la acción.
Para compatibilizar el instituto con la Constitución Nacional, sólo es posible
admitir que importa un derecho del imputado el elegir libremente plantear la vía procesal
que estime más conveniente para su situación entre las que el sistema ofrezca; y, desde este
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perfil, las consecuencias de la concesión de lo pedido serán el resultado del ejercicio de una
decisión libre inherente al sujeto pasivo del proceso, no una pena. Facultad que, como se
señaló, no opera de pleno derecho sino cuando se conjuga con la conformidad del Ministerio
Público Fiscal que, como titular objetivo de la acción, la acordará como una aplicación del
principio de oportunidad.
Como se trata de un instituto de naturaleza procesal, su regulación en el Código
Penal aparece como una intromisión en las facultades propias de las provincias y de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires (arts. 75 inc. 12 y 129 de la Constitución Nacional), de
manera que sería legítima una regulación del instituto diferente por parte de alguna provincia
o la Ciudad de Buenos Aires.
e) CONSECUENCIAS.-
La consecuencia natural de la suspensión del juicio a prueba, como se expuso, es la
extinción de la acción si el imputado cumple regularmente las condiciones impuestas.
Pero, para el caso de incumplimiento voluntario el proceso continuará en legal
forma, perdiendo el imputado el derecho a la condicionalidad de la pena en caso de ser
condenado. Tampoco tendrá derecho a la restitución de lo que hubiere pagado como
indemnización y sólo podrá obtener los bienes - o su equivalente- vinculados al hecho que,
al solicitar la suspensión del juicio, hubiere abandonado a favor del Estado (art. 76 ter del
Código Penal).
El incumplimiento puede operarse por la mera abstención de responder a las
obligaciones asumidas e impuestas o por la comisión de un nuevo delito. En este último
supuesto, será necesaria la sentencia condenatoria por el nuevo hecho para que se disponga
la prosecución del juicio.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Pero, por otra parte en el texto de los arts. 76 bis y ter del Código Penal, al igual
que en el resto de este cuerpo legal, se distinguen las etapas del proceso en instrucción y
juicio (vrgr. art. 64) -ver el capítulo anterior sobre secuela del juicio-, parece evidente que lo
que el legislador quiso que se pueda suspender es la etapa del plenario, hasta el momento de
la iniciación del debate, pero la legislación nacional en este aspecto es meramente supletoria,
pues tratándose de una cuestión procesal es potestad del derecho local.
De todas maneras, es conveniente aclarar que si lo que se pretende es suspender el
juicio, parece claro que iniciado el debate ya no pueda plantearse la cuestión, pues ya solo
resta la decisión jurisdiccional sobre el fondo del asunto, desde que no se trata de una
defensa formal que se pueda reservar para el caso en que la prueba sea desfavorable.
En mi criterio, y como lo resolvió la ley local (art. 205), el único supuesto en que la
cuestión podrá plantearse durante el debate es cuando, como consecuencia de la prueba
producida, se modifique la calificación de manera que permita la condena condicional y
quede habilitada la suspensión del juicio a prueba. Es decir, cuando no pudo pedirse antes
por cuestiones objetivas y recién allí puede hacerse valer el derecho a plantear esta vía
extintiva de la acción (por ejemplo si un sujeto se encuentra imputado por el delito de robo
calficado que no admita una condena en suspenso y del debate surge que la circunstancia
calificanto no existió, con lo que la imputación sería por robo simple, cuya pena de un mes a
seis años de prisión permite la condena condicional).
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durante la investigación preparatoria (art. 105) y en tal caso no podrá ser reabierta por el
mismo imputado.
Y en este sistema no es previsible el riesgo de articulaciones que deriven en la
caducidad porque, atento el carácter desformalizado del procedimiento y la inexistencia de
expediente, es muy difícil imaginar los supuestos en que ello pueda ocurrir, ya que
cualquiera fuera el planteo de la defensa y otra de las partes, nada impide que se continúe
con la colección de evidencia y se requiera el juicio en término.
De todas maneras, como el plazo comienza a correr con la intimación de los hechos
al imputado, la buena técnica procesal indica que conviene avanzar en la investigación en la
mayor medida posible para tener un cuadro probatorio suficiente antes de vincular al sujeto
pasivo al proceso con el acto formal de intimación sobre los hechos, tanto para no formular
una imputación errónea como para evitar la caducidad por la demora en la colección de
elementos de cargo.
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CAPITULO IX
LA PRETENSIÓN
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Los primeros, son procesos en los que se agotan todos los aspectos de la
controversia y se definen todas sus consecuencias entre las partes.
Los de conocimiento superficial, son procesos en los que se analizan aspectos
parciales de la controversia, dejando la posibilidad de que otros, fundamentales o
secundarios, se traten en otro proceso. Por ejemplo los procesos ejecutivos, donde sólo
puede cuestionarse el pago o la inhabilidad del pagaré, pero no la causa de la obligación.
* POR SU ESTRUCTURA: Conforme la complejidad de la pretensión y
consecuentemente la mayor o menor necesidad de plazos y amplitud probatoria, se los divide
en ordinarios y sumarios.
Los procesos ordinarios tienen en general los plazos más prolongados y etapas
probatorias amplias. Los sumarios se caracterizan por la concentración de actos y
acortamiento de plazos, como la imposición de ofrecer la prueba con la demanda y el menor
término concedido para contestar ésta o las vistas.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Autónoma de Buenos Aires, hasta tanto se complete el traspaso de tal competencia a sus
Tribunales.
Los tribunales locales son los que entienden en las cuestiones comunes en las
provincias y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (arts. 75 inc. 12 y 129 de la C.N.).
* POR LA MATERIA: Cualquiera fuera el ámbito institucional, los tribunales
también se dividen por la materia por cuestiones de especialización. Así encontramos
juzgados con competencia civil, comercial, penal -dentro de éste rubro también
especializaciones como penal económico, correccional o de menores-, laboral, contenciosos
administrativo, etc. Nada impide que conforme las necesidades y cúmulo de tareas, algunas
competencias por razón de la materia estén unidas en los mismos juzgados, como ocurre a
menudo con civil y comercial e inclusive entre éstas y minería.
También existen, dentro de la misma competencia, especializaciones más
concretas, como los juzgados de garantías, de juicio, los de menores, también de instrucción
y de juicio, y correccionales en materia penal o de familia en materia civil.
* POR EL TERRITORIO: Esta división de la competencia responde por un lado
a la necesidad de inmediación, es decir a la cercanía de los tribunales con el lugar donde se
desarrollaron los conflictos a dirimir y las partes, para posibilitar el conocimiento más
cercano y directo de los hechos y sujetos involucrados.
Pero, también hay una división territorial impuesta institucionalmente, porque las
provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son en este aspecto soberanas; cada una
de ellas tiene su propia administración de justicia, que entiende en las cuestiones previstas en
el art. 75 inc. 12 de la Constitución Nacional.
Al mismo tiempo, en los territorios provinciales y en la Ciudad de Buenos Aires
coexisten los tribunales locales con los federales, cada uno estos últimos con su propia
competencia material y con una competencia territorial que no se ajusta a los límites
provinciales.
Así, en el territorio de la Nación tenemos la justicia federal con su propia
distribución de competencia territorial; y los tribunales provinciales, que sólo actúan dentro
de su territorio y , dentro de éste, tienen también su distribución departamental.
* POR LA INSTANCIA EN QUE INTERVIENEN O DE GRADO: Hay
tribunales de primera instancia, que son los de competencia plena inicial y que intervienen
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de lleno en los asuntos asignados y tribunales de segunda instancia, que son los revisores por
vía de recurso de apelación o de casación, que entienden sólo en las cuestiones que han sido
materia de recurso.
Como instancia de excepción, en el ámbito nacional existe la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, conforme la reforma constitucional de 1994, que le asignó esa función
específicamente en el art. 117, salvo en las causas de competencia originaria allí definidas.
En los ámbitos provinciales y en la Ciudad de Buenos Aires, como instancia previa a la
Corte Nacional están los Superiores Tribunales locales.
* POR EL TURNO: Dentro de los mismos ámbitos de competencia material y
territorial, cuando hay más de un juzgado se dividen su posibilidad de intervención por
turnos temporales o mediante sistemas de sorteo, que aseguran la imparcialidad del tribunal
y la distribución equitativa de tareas.-
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CAPITULO X
LA DEFENSA
Este es uno de los aspectos más interesantes del proceso y especialmente del
proceso penal, porque en la concepción de los legos existe una controversia aparentemente
insoluble entre la ética y el derecho de defensa que se otorga a presuntos violadores de la ley
o de sus obligaciones.
Sólo pude entenderse en su verdadera magnitud esta institución, si se comprende
acabadamente cuanto hemos expuesto sobre las características del sistema jurídico. Así se
comprenderá que no deben confundirse estamentos de valoración distintos y que en el
sistema jurídico el proceso cumple una función que, si bien tiene vínculos estrechos con la
ética, no se confunde con los criterios de valoración moral general.
Creo necesario destacar algún un dato de la realidad que suele olvidarse en el
discurso jurídico. La sociedad moderna se desenvuelve en general dentro del marco jurídico
sin consciencia de ello, porque la gente actúa según pautas culturales, que han sido en gran
medida receptadas por las leyes, pero que no son impuestas por el legislador y a veces son
contradictorias.
Cuando alguien compra cigarrillos en un kiosco no piensa en celebrar un contrato
formal de compra-venta, cuando sube a un ómnibus no piensa en el contrato de adhesión,
cuando denuncia un delito piensa en una trasgresión ética más que en la tipicidad de la
conducta, cuando se casa lo hace por amor u otros fines pero no por el contrato de
matrimonio, cuando tiene hijos no piensa en las consecuencias de la filiación, cuando se
emplea no tiene mayor conciencia del contrato de trabajo y así en casi todos los órdenes de
la vida social.
Sólo cuando aparecen los conflictos salta el derecho a escena, pues hay que buscar
el modo de resolverlos. Y el derecho no es más que una creación humana, discrecional en
gran medida, falible y mutable, que la sociedad otorga a los jueces como marco de referencia
al cual deben ajustarse.
Además, una vez planteado el conflicto se analiza puntualmente el hecho o el
suceso histórico que se pueda probar y de allí se derivan las consecuencias jurídicas. Salvo
previsiones específicas de la ley, no se estudia la historia de las partes, las motivaciones
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es inconstitucional y debe ser reparado para considerar válidos los actos procesales
consecuentes.
Más allá de las características del sistema y para que no quepan dudas al respecto,
la Constitución Nacional ha previsto expresamente este derecho (arts. 17 y 18), dando
inclusive raigambre institucional al Ministerio Público de la Defensa, en paridad con el
Ministerio Público Fiscal (art. 120 de la Constitución Nacional, 124 y 125 de la Constitución
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), dotando a sus miembros de estabilidad,
intangibilidad en las remuneraciones e inmunidades funcionales.
Y los pactos internacionales incorporados por el art. 75 inc. 22 de la Carta
Fundamental, han desarrollado ampliamente el derecho de defensa en juicio, en su aspecto
de oposición a la acción, consagrando las variantes del debido proceso legal que hacen a la
precisión de la imputación, la posibilidad de controlar la prueba de cargo, la doble instancia
para el control de la sentencia condenatoria, denominada en doctrina el “doble conforme” y
la asistencia letrada desde el comienzo del proceso (Pacto de San José de Costa Rica, arts. 7,
8 y ccs., Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, arts. 9, 10, 14 y ccs.) -ver
Capítulo II-. Del mismo modo lo prevé la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires (arts. 10, 13, 124 y 125).
Es importante destacar, que el modo en que se ejercerá la defensa estará
íntimamente vinculado al sistema procesal, pues difiere substancialmente en el modo escrito
y en el oral. En el primero, caracterizado por una estricta formalidad y dominado por el rigor
lógico del expediente, la defensa se sustenta en la posibilidad de control de los actos
protocolizados y su estrategia suele basarse en la búsqueda de fallas formales tanto como en
la respuesta a la imputación; mientras que cuanto más puro es el sistema oral la defensa
deberá adecuarse a las características del sistema adversarial y a la teoría del caso. La
estrategia de la defensa también es variable según el sistema brinde soluciones alternativas a
la pena, como la conciliación o la composición, y cuanto más amplio o restringido sea el
principio de oportunidad para la extinción de la acción.
Aunque parezca que la defensa en el sistema escrito ofrece mayores posibilidades
al imputado, la experiencia demuestra todo lo contrario. No solo por la mayor celeridad del
proceso, sino fundamentalmente porque esa celeridad redunda en la rápida decisión si es
inocente – o no reprochable por cualquier motivo – y en sentencias más adecuadas si fuera
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culpable, porque los tribunales no se verán compelidos a justificar los montos de las penas
por la demora del trámite, como suele ocurrir. Por otra parte, la oralidad permite un mejor y
más directo conocimiento de las pruebas por el Juez, desaparece la delegación de funciones
y con ello mejora la calidad de la respuesta, al tiempo que normalmente el proceso escrito,
aunque solo fuera en su etapa de instrucción, termina constituyendo un caso más alejado de
la realidad pero con peso propio, que resulta más difícil desvirtuar.
Esto último ocurre porque la recepción de las pruebas, especialmente las
testimoniales, queda tamizada por el operador judicial que las incorpora y la interpretación
posterior resultará contaminada por aquel tamiz, dificultándose la posibilidad de
controvertirlas para las partes. La labor de percepción de la prueba se trastoca en una tarea
de interpretación, con todos los elementos subjetivos que ello conlleva.
Así, quedó demostrado en aquellos lugares en que se abandonó el sistema formal
en favor del adversarial desformalizado y oral, que los defensores fueron los más resistentes
al cambio y luego sus más fuertes aliados.
También es necesario destacar que el mandato constitucional a la defensa
inmediata de toda persona privada de libertad, no debe significar soslayar su derecho a la
decisión sobre la designación del defensor de su confianza, pues muchas veces la asignación
inicial de un defensor público, sin su conocimiento o consentimiento previo, puede motivar
la realización de planteos que finalmente terminen perjudicando sus intereses o sus propias
decisiones sobre el curso del proceso.
En realidad hay una tendencia paternalista, emergente desde los ámbitos de la
defensa pública, que pregona la necesidad de la intervención del Defensor Oficial desde el
primer acto procesal que vincule a un imputado, aún cuando éste no haya tenido oportunidad
o intención de expedirse. Considero que, sin perjuicio de contemplar la ley procesal la
necesidad de control en los actos definitivos e irreproducibles, los límites impuestos por las
normas vigentes a las autoridades de prevención y la obligación de actuación objetiva del
Ministerio Público Fiscal, sumados al inmediato control jurisdiccional, no hacen necesaria
la presencia y actividad promiscua de la defensa pública, cual asesores de menores e
incapaces, y, por el contrario, a la larga puede resultar contraproducente contra los intereses,
objetivos o subjetivos, del defendido.
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LA DEFENSA OFICIAL
Las normas procesales y la tradición forense en nuestro país, habían interpretado el
derecho de defensa en juicio en forma amplia, asegurando al imputado la asistencia letrada
gratuita en todo proceso penal, aunque no designara letrado particular.
Ese criterio fue confirmado con jerarquía constitucional, con la incorporación a la
Carta Fundamental de los pactos internacionales de derechos humanos, (Convención
Americana de Derechos Humanos en sus arts. 8 y 25, Pacto Internacional de Derechos
Civiles Políticos en sus arts. 3 y 14, Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre, arts. 18 y 26 y Declaración Universal de Derechos Humanos, arts. 10 y 11) y,
obviamente, con la institucionalización del Ministerio Público de la Defensa, bajo la
dirección del Defensor General de la Nación en el ámbito nacional y el Defensor General en
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (art. 120 de la Constitución Nacional y art. 124 de la
Constitución local)
No es necesario abundar demasiado, para entender que tan diferente es su rol
respecto del Procurador General de la Nación y del Fiscal General de la Ciudad, como
trascendente en las complejas sociedades modernas.
Está claro que la concepción del Ministerio Público de la Defensa no puede tener
las mismas notas de estructura jerárquica que el Ministerio Público Fiscal, porque cada
defensor oficial se debe a los mandatos e intereses de su patrocinado, con lo que deberá
cambiar su argumentación, de ser necesario, conforme las necesidades de cada caso.
Por otra parte, la institución debe asumir un rol protagónico en la defensa de
sectores desprotegidos necesitados de respuesta judicial, como los menores e incapaces
desamparados o en peligro material o moral, o los pobres y ausentes en materia civil, la
asesoría en materia familiar, etc., cuestiones estas últimas que la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y sus leyes reglamentarias (ley 1903) asignan a la Aseoría
General Tutelar.
Es decir, que en estructuras sociales complejas, de gran litigiosidad como ocurre en
nuestras grandes urbes y con una función tuitiva creciente por parte del Estado, al haber
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CAPÍTULO XI
EL MINISTERIO PÚBLICO EN LA CONSTITUCIÓN NACIONAL
26
Fue fundamental para que se incorporara al Ministerio Público como órgano independiente en la
Constitución Nacional, la persistente gestión realizada por la Asociación de Magistrados y
Funcionarios de la Justicia Nacional, en distintas represenataciones ante la Convención
Constituyente compuestas por los Dres. Bindo Caviglione Fraga, Raúl Calle Guevara, Gerónomo
Martin Valerga, José Luis Monti, José María Medrano, Raúl Plée y Luis Jorge Cevasco. De tales
reuniones surgió el texto actual, receptado por los Constituyentes sobre un proyecto integral que
preveía la designación de los titulares del Ministerio Público por el Poder Ejecutivo con acuerdo del
Senado y su inamovilidad mientras durase su buena conducta. Y en la discusión final del tema,
fueron determinantes para la inclusión del órgano en la Constitución las intervenciones de los Dres.
Anibal Ibarra y Quiroga Lavié, quienes defendieron la necesidad de que las garantías de
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Como surge del texto constitucional, es evidente que el Ministerio Público Fiscal
será titular natural de la acción pública penal como el encargado de promover la actuación
de la justicia, de provocar la actividad jurisdiccional y sostenerla en el proceso, conforme los
alcances que la ley procesal otorgue al instituto. Sin embargo, es necesario recordar que la
ley reglamentaria – sea la Ley Orgánica o el Código Procesal - no puede coartar las
facultades de decisión del órgano ni someter los dictámentes o decisiones al tamiz
jurisdiccional, atento la clara letra del art. 120 de la Constitución sobre su independencia
funcional.
Atento las contradictorias fuentes de nuestra cultura jurídica, es conveniente
recordar siempre que nuestra Constitución Nacional nada dice sobre la disponibilidad de la
acción penal y que se trata de un instituto procesal, de manera que los alcances de su
ejercicio deben surgir de las normas procesales locales o nacionales según corresponda (art.
75 inc. 12 y 129 de la Constitución Nacional). Pero, al mismo tiempo y atento el rol
constitucionalmente asignado, los fiscales deberán tener a su disposición los recursos
judiciales necesarios para defender la acción hasta sus últimas instancias.
Dicho ejercicio de la acción deberá cesar cuando el representante del organismo
acusador advierta la inocencia del imputado, pues sería ilegal la persecución en tal supuesto,
y las decisiones en este aspecto serán vinculantes para los tribunales, salvo el ejercicio
autónomo de la acción por la querella, dado que la víctima es parte inherente al conflicto y
tiene la potestad de reclamar la actuación del órgano jurisdiccional para su resolución.
También, podrá sostener, si la ley orgánica lo contempla, la defensa de los intereses
difusos en la medida que no superponga sus funciones con el Defensor del Pueblo (arts. 43 y
44 de la Carta Fundamental).
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También las fuerzas de seguridad deben actuar bajo la dirección de los fiscales ante
la justicia penal cuando demanden actividades de prevención ante la noticia de un hecho
delictivo (art. 26).
Establece la ley una organización jerárquica bajo el principio de unidad de
actuación, que significa que cada miembro del Ministerio Público en funciones lo representa,
sin perjuicio de la autonomía funcional que compete a cada magistrado (art. 1), que aparece
reforzada en tanto los titulares de cada rama sólo podrán dar instrucciones generales (art. 33
inc. “d” y 51 inc. “m”) que podrán objetar los destinatarios (art. 31) y con la disposición de
que en caso de designarse comisiones deberá respetarse el criterio funcional del fiscal que
inicialmente estuvo a cargo de la investigación (art. 33 inc. “g”).
Cabe aclarar que ello no importa establecer el concepto de “fiscal natural”
equiparable al de “juez natural”, sino un límite a la injerencia de la estructura jerárquica para
evitar que decisiones políticas condicionen la pesquisa.
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caso, cuando la vacante corresponda a cargos que se ejercerán ante la Corte Suprema o
tribunales de segunda instancia (art. 6).
Al tomar posesión de sus cargos, los integrantes del Ministerio Público
prestarán juramento de desempeñarse bien y legalmente y de cumplir y hacer cumplir la
Constitución Nacional y las leyes de la República. El Procurador General y el Defensor
General prestarán el juramento ante el Presidente de la República y los demás integrantes del
Ministerio Público ante el titular de cada una de sus ramas (art. 8).
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Estructura.
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CAPITULO XII
EL MINISTERIO PÚBLICO EN LA CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS
AIRES
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más alto órgano jurisdiccional (arts. 115 inc. 2 y 126 de la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires).
Adviértase también, que en la integración del Consejo de la Magistratura se
contemplan jueces de jerarquía inferior al Tribunal Superior de Justicia, de manera que no
tiene sentido pensar que éstos podrán controlar la gestión de los titulares del Ministerio
Público, que están equiparados a los integrantes de dicho tribunal y excluidos del tribunal de
enjuiciamiento.
La interpretación esbozada es compatible con la discusión parlamentaria en
la Convención Constituyente, de la que surge la decisión de contar con un Ministerio
Público equivalente al previsto en el orden Nacional, pero integrado al Poder Judicial para
proteger al instituto de los avatares políticos y dotado de autarquía e independencia
funcional. En consecuencia, no es razonable someter su gestión a los jueces, abogados y
representantes de la legislatura que podrían asfixiarlo y determinar su gestión con el manejo
del presupuesto, el dictado de reglamentos y la designación del personal.
Concordantemente con lo expuesto, cabe resaltar que tampoco tiene sentido
considerar que el Ministerio Público estará sometido a las facultades reglamentarias y de
ejecución presupuestaria del Consejo de la Magistratura en lo que hace a la gestión ante el
ámbito jurisdiccional, pero tendrá a su cargo la dirección de la Policía Judicial (art. 125 inc.
3)
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directivas del titular respectivo y quienes estén a cargo de cada sección en la estructura
funcional que la ley contemple.
Hace al caso destacar que, al igual que en el régimen del Art. 120 de la
Constitución Nacional, en la Ciudad de Buenos Aires el texto constitucional refiere
genéricamente al Ministerio Público en la determinación de funciones que, por su naturaleza,
sólo pueden ser competencia de los fiscales, compartidas en algún caso con los asesores
tutelares y que en su mayoría excluyen a la defensa.
En efecto, promover la actuación de la justicia es un rol esencial de la fiscalía y
que, ante determinadas situaciones, puede ser competencia de la asesoría de pobres e
incapaces, pero no se corresponde con el rol de asesoramiento al sujeto pasivo del proceso
que caracteriza a la defensa. Del mismo modo, velar por la normal prestación del servicio de
justicia, procurar la satisfacción del interés social y dirigir la policía judicial son funciones
propias de la fiscalía, por el carácter genérico del interés social que se opone, o puede
resultar opuesto, al interés particular del imputado o del protegido, porque la policía judicial
tiene un rol de investigación propio de la pesquisa y, del mismo modo, la defensa suele
aprovechar el funcionamiento defectuoso del sistema judicial.
A partir de tales definiciones, quedó para la ley orgánica del Ministerio Público
determinar de manera concreta la organización y cuáles son las potestades, garantías
funcionales y obligaciones que competen al Ministerio Público en general y a cada uno de
sus estamentos en particular.
Se trata de la ley 1903, con las reformas introducidas por la ley 2752, cuya
estructura es muy similar a la Ley Orgánica del Ministerio Público nacional.
Contiene los principios de independencia funcional, estructura jerárquica y unidad
de actuación, similar equiparación con las estructuras y cuestiones de remuneración
jerarquía, protocolo, trato y previsión social con los jueces (arts. 1 a 7, 12 y 13).
También contempla las funciones de manera genérica y particular, de las cuales
puede extraerse las que competen puntualmente a los fiscales, defensores y asesores (arts.
18, 21, 29/49).
En cuanto a la autarquía financiera, no obstante el mandato constitucional que no la
limita, aparece recortada pues las facultades de manejo presupuestario resultan compartidas
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CAPÍTULO XIII
EL ORGANO JURISDICCIONAL
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concretos, permite a los órganos políticos conocer su opinión derivada de la forma en que se
resuelven cientos de conflictos similares en igual sentido, en un momento histórico
determinado. Con ello se evita, además, el divorcio, como el existente en nuestro país, entre
la realidad que vive y siente la gente y respuesta la jurídica emergente de las leyes y
sentencias.
La no implementación de tal sistema, por el contrario, trajo enormes males a la
estructura institucional que ahora, con la vigencia plena del sistema democrático, están
aflorando. La concepción judicial inquisitiva y con juicios escritos, en lugar de los orales y
públicos en materia penal, que durante décadas imperó la República Argentina y
especialmente en la órbita federal, llevó a la situación actual en que el descrédito del Poder
Judicial ha llegado a su mayor grado histórico.
Ello obedece a que con la injerencia natural de la prensa libre en el conocimiento
de los casos judiciales y el desconocimiento de la población general sobre el funcionamiento
del sistema, ocurren las siguientes circunstancias: en algunos supuestos la prensa genera
expectativas que no podrán cumplirse por no coincidir con las constancias del proceso y
buenos fallos técnicos no son entendidos y aceptados por la ciudadanía; en otros casos,
sencillamente se equivocan como cualquier mortal. La cuestión es que el juez cuestionado lo
será en lo sucesivo y deberá resolver en tal condición cientos de casos bajo su competencia,
provocando desconfianza que, aunque la mayoría de las veces es injusta, alcanza al resto de
los magistrados. Si ocurre que los cuestionados son varios, basta para que todo el sistema
entre en crisis de confianza. En cambio, los jurados cambian su constitución para cada
juicio.
El otro riesgo que ello entraña es que los jueces, permeables como cualquier
persona a las presiones de la prensa en casos de mucha repercusión pública, o como
consecuencia de cuestionamientos aún injustos por casos anteriores, se ven compelidos a
fallar contra la esencia del sistema, por ejemplo denegando excarcelaciones viables, o
fijando cauciones excesivas, o lo que es más grave, ignorando la objetividad necesaria en la
apreciación de las pruebas y fallando por su única, propia y subjetiva impresión.
Si en lugar de jueces técnicos con todo el peso de la decisión en sus manos,
tuviéramos una estructura acusatoria con fiscales y jurados compartiendo con aquellos la
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resolución de los casos, quizás no se evitaría un mal fallo pero la mala decisión no afectaría
al sistema judicial, porque el jurado no se repetiría nunca con la misma integración.
Tampoco incidiría el hecho de tener que seguir en el cargo pese a una decisión
difícil al ser ésta consecuencia de la gestión dividida entre el Juez, el Fiscal y el Jurado. Y,
finalmente, la participación activa y continua de los ciudadanos en las decisiones
jurisdiccionales, llevará necesariamente al conocimiento del sistema, sus fines y alcances.
Las objeciones fundadas en la falta de idoneidad, desconocimiento del derecho y
permeabilidad de los ciudadanos legos, no son aceptables desde que, por un lado, el jurado
sólo se expide sobre cuestiones de hecho, la idoneidad se vigila con la selección para cada
caso, con directa intervención de los interesados y la permeabilidad es igual para los jueces
que para la gente del pueblo, pues obviamente pertenecen al mismo género humano.
Consecuentemente, el nuevo sistema judicial sigue siendo irracionalmente
inconstitucional y, como he sostenido en su momento como Juez de Sentencia al hacer lugar
a peticiones de la defensa para que se forme un jurado – fallos revocados por la Cámara de
Apelaciones -, es un derecho de los ciudadanos el reclamar ser juzgados por jurados cuando
lo consideren necesario. Las resoluciones de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional que los revocaron no dieron más respuesta a tan importante petición
de los imputados con decir que las disposiciones constitucionales eran "programáticas" -
clasificación inexistente en la Constitución- y el Congreso Nacional debía evaluar la
oportunidad de su establecimiento; por el contrario, como se vio, la previsión del jurado es
esencial para la estructura institucional.
* EL RESGUARDO INSTITUCIONAL: La otra función de los jueces, el velar por
la intangibilidad del sistema constitucional, es esencial para el Estado de Derecho y ésta, por
ser netamente técnica, les compete por entero en el proceso, sin perjuicio de lo que las partes
pudieran plantear al respecto.
Entiendo tan trascendente su función en tal sentido, que en mi criterio en los
procesos en que intervengan los jueces deben declarar la inconstitucionalidad de las leyes de
oficio, aún cuando las partes no lo plantearan, y poner de manifiesto cualquier violación a
las garantías individuales rechazando las pruebas obtenidas por esta vía, porque no puede
quedar librado a la intención de los particulares el mantener o no una violación a la
Constitución Nacional.
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Así surge del tratado contra la tortura (art. 15) de entidad constitucional, en cuanto
a la no recepción de pruebas así adquiridas (ver capítulo II); y en lo que hace a la aplicación
de las leyes, más de un siglo antes lo han entendido de ese modo los legisladores, cuando en
el art. 3 de la ley 27 -aún vigente-, estableció el Congreso Nacional que al dirimir los
conflictos los jueces deben apartarse de las normas inconstitucionales y en el art. 248 del
Código Penal que sanciona a dichos magistrados, en tanto funcionarios públicos, que
apliquen leyes inconstitucionales cuando conforme su leal saber y entender así las
interpreten.
Al respecto, la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires establece
específicamente que “son nulos los actos que vulneran garantías procesales y todas las
pruebas que se hubieren obtenido como resultado de los mismos” (art. 13 inc. 3).
Deben conducir entonces el proceso y dirimir los conflictos, enfocando siempre su
actividad bajo el prisma de la Constitución Nacional y la estructura del Estado de Derecho
que es su consecuencia. Sólo así se puede despojar el ser humano Juez de sus propios
prejuicios y pasiones, para actuar con la imparcialidad que el pueblo, al cederle con fines tan
determinados parte de su soberanía, le demanda. Y así solamente podrán verse amparados de
los cuestionamientos que la incomprensión de la prensa y de la ciudadanía, generen sobre
sus fallos.
*GARANTIAS QUE HACEN A LA IMPARCIALIDAD DE LOS
JUECES.
Como los jueces representan órganos y funciones constitucionales, su modo
de designación y remoción deben ajustarse a lo establecido en la Constitución Nacional y en
cada una de las constituciones provinciales.
En el ámbito federal, los integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación deben ser designados por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado y el mismo
procedimiento rige en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para la integración del Tribunal
Superior, pues sus miembros se designan por propuesta del Jefe de Gobierno con acuerdo de
dos tercios de la Legislatura. En ambos casos, la remoción se produce por juicio político.
Los jueces nacionales de segunda y primera instancia se designan por el
Poder Ejecutivo, que debe elegir entre los componentes de una terna emergente de un
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
PARTE ESPECIAL
CAPITULO I
LOS ACTOS PROCESALES
Concepto.
Los actos procesales son acciones significativas que tanto las partes como
los órganos jurisidiccionales realizan en el marco del proceso. Por acciones significativas,
corresponde entender actos voluntarios destinados a una finalidad específica que, en este
caso, se desarrollan dentro de los límites y bajo las formalidades que la ley procesal
contempla.
Por ello, es necesario distinguir dos aspectos: por un lado el acto en sí
mismo, como hecho material producto de la acción voluntaria y, por otro, el modo en que el
acto quedará registrado y tendrá el carácter procesal previsto (prueba, acto decisorio, acto
impulsivo, notificación, etc.). Esta distinción es importante, pues en muchas situaciones el
incumplimiento de las formas tornará ineficaz al acto y en otras se admitirá que la ocurrencia
del acto se pruebe por otros medios.
Como ejemplos de lo expuesto en primer término, podemos señalar la
incautación de elementos probatorios, situación que deberá quedar documentada en un acta
en los términos del art. 50 de la ley formal. Los defectos del acta privarán de valor
probatorio a este instrumento, pero la materialidad del acto puede probarse por los dichos de
los testigos. En cambio, el secuestro de elementos probatorios en un domicilio sin
autorización válida del interesado o sin orden judicial, no podrá ser valorado de ningún
modo en el proceso, aunque pueda ser probada su ocurrencia real, porque están en juego
formas sustanciales que hacen a preservar garantías constitucionales expresamente
protegidas. Del mismo modo, una decisión jurisdiccional tomada por un funcionario que no
reviste la condición de juez, carecerá de todo efecto por un vicio en la calidad de la persona.
Pero, una notificación realizada en forma defectuosa, podrá considerarse válida si tal acto de
comunicación surtió su efecto.
Es entonces importante analizar en el marco de cada sistema procesal
particular, en cada caso, cuál fue la naturaleza del acto procesal y cuáles las formas en que
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Aspectos Generales
La idea central del Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires es la desformalización del proceso y la toma de decisiones jurisdiccionales en
audiencias orales; por lo tanto, desde esa óptica debe ser entendido el sistema. No obstante
lo cual, se consideró necesario establecer pautas relativas a las formas que deben guardar
algunos actos procesales imprescindibles, pues de ese modo se determinan los roles de los
sujetos del proceso y se resguarda la posibilidad de control.
En primer lugar, se establecen pautas vinculadas a la utilización del idioma
nacional y a la designación de intérpretes cuando ello sea necesario. Con tales criterios se
resguarda la comprensión de los actos por todos los sujetos vinculados (art. 40).
De seguido, se establece la pauta general relativa a que los actos procesales
deben realizarse en días hábiles, entendiéndose por éstos a los que no sean declarados
expresamente feriados por las autoridades competentes o inhábiles judiciales por el Consejo
de la Magistratura. Esta norma tiene por finalidad evitar sorpresas para las partes o dificultar
su comparecencia y se establecen excepciones para los actos de investigación preparatoria
que no demanden su presencia o los casos urgentes y para aquellos en los que deban
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
exigen formalidades mínimas como su firma, lo que implica que deban constar por escrito, y
la reserva de copias protocolizadas (art. 42).
Se distinguen tres tipos de actos judiciales: las sentencias, que son aquellas
decisiones que dirimen el conflicto luego de la íntegra y normal substanciación del debate,
expidiéndose sobre el fondo de la pretensión punitiva; los autos, que son decisiones sobre
distintos aspectos de conflicto que pueden poner o no fin al proceso, que se pueden producir
en audiencias orales o durante el debate, pero no son consecuencia de su íntegra y normal
substanciación; y los decretos, que son decisiones relativas a cuestiones de mero trámite que
se considere necesario dejar constancia. La ley establece que las sentencias y los autos deben
ser fundamentados, es decir que el juez debe exponer las razones que sustentan la decisión
respetando los principios de la lógica y bajo las reglas de la sana crítica, de manera que con
el conocimiento de las razones que la motivaron las partes puedan cuestionarla.
En virtud del principio de economía procesal, la ley establece que los
decretos deben ser dictados en el día en que las actuaciones estén disponibles, los autos
dentro de los cinco días si no hubiera otro término previsto y las sentencias en las
oportunidades especialmente previstas. Las decisiones en las audiencias orales se deberán
adoptar de inmediato, sin afectar la continuidad entre el debate y la deliberación (artl 43).
En caso de incumplimiento de los términos, las partes podrán instar el
pronto despacho con recurso ante el tribunal superior que corresponda sin con ello no se
obtuviera respuesta dentro de los tres días (art. 46).
En un proceso tan desformalizado como el contemplado en el Código
Procesal Penal de la Ciudad de Buenos Aires, son muy pocas las circunstancias en que los
órganos jurisdiccionales deberán expedirse fuera de las audiencias orales. Puede citarse, al
respecto, la conformidad que reclama la ley para determinados casos de archivo dispuesto
por el Fiscal (art. 199 incs. “b” y “c” ), de no ser declarada inconstitucional semejante
injerencia sobre las facultades propias de los fiscales respecto de la disponibilidad de la
acción; las condiciones de realización de los actos definitivos e irreproducibles contemplado
en la última parte del art. 98; la decisión sobre el secreto de la investigación (art. 103) o de la
prórroga del término para su finalización (art. 104); la orden de allanamiento (art. 108); la de
interceptación de comunicaciones (arts. 115 y 117); la decisión que admita el
reconocimiento de personas (art. 138); la intervención ante fueros constitucionales del
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
imputado (art. 149); la declaración de rebeldía (art. 158); la disposición sobre la detención
del imputado (art. 172) y la vista a las otras partes cuando las excepciones no se substancien
en el marco de una audiencia (art. 196).
En cuanto al registro de los actos jurisdiccionales, corresponde remitirse a
lo establecido en los arts. 50 y 51, relativos a las actas y sus formalidades. En el primero de
ellos se señala que pueden labrarse por escrito o documentarse por grabación o filmación y,
en el segundo, que cuando la naturaleza del acto lo indique, la forma grabada o filmada
podrá completarse con un acta escrita. Es decir, que las decisiones judiciales tomadas en
audiencia pueden, y en algunos casos deben, documentarse por los modos de registro oral –
grabación de voz y/o filmación -, sin perjuicio de que el juez o jueza firme un acta
complementaria donde se haga referencia a cómo y dónde se registró el acto, si considera
que ello garantizará la autenticidad del instrumento donde quedó asentado. Este modo de
documentación no afecta el requisitos de fundamentación, porque la expresión oral de los
fundamentos, debidamente registrada, tiene el mismo valor que la escrita en la medida que
pueda ser conocida y criticada por las partes, ni el requisito de que deba ser firmada, porque
la firma del acta complementaria por parte del magistrado que emitió el acto es suficiente.
Es tales aspectos, lo esencial es que el acto lo pronuncie quien tiene
legitimación y que se cumplan los recaudos substanciales y formales que garantizan el
conocimiento, la crítica y el reconocimiento de autenticidad, de modo que pudiéndose
cumplir con tales requisitos en el marco de las desformalización oral del modo en que lo
prevén los arts. 50 y 51 del Código Procesal Penal, exigir que la decisión conste
íntegramente por escrito es redundante e innecesario.
EXHORTOS Y MANDAMIENTOS
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
jerarquía equivalente a la de los jueces, que implica considerarlos magistrados – como se los
denomina en el Código Procesal y en la ley orgánica del Miniseterio Público - por tener un
rol específicamente asignado por la Constitución, y les asegura una total independencia de
los órganos políticos (arts. 120 de la Constitución Nacional, 110 y 124 de la Constitución de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) no hay objeciones para que tales requerimientos los
formulen directamente los fiscales que tienen a su cargo la pesquisa, respecto de los actos
procesales que les competen.
En efecto, no son muchos los países en los que los miembros del Ministerio
Público tienen el estatus institucional que se les asigna en el nuestro, pues en el derecho
comparado generalmente los fiscales son funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo, y
en tales condiciones los exhortos deben dirigirlos los jueces, que representan con
exclusividad al sistema judicial.
La diferencia entre un exhorto y un oficio es una cuestión de estilo. En el
exhorto se reconoce la potestad del magistrado al que se lo dirige para efectuar un control de
legalidadad y legitimidad, propios de su jurisdicción y competencia consecuente, que puede
sustentar el rechazo del pedido. En cambio, el oficio puede contener un requerimiento
perentorio, que la persona a la cual está dirigido no tiene facultades para cuestionar y debe
someterse al imperium del requirente.
Es por tales fundamentos que el art. 47 del Código Procesal Penal de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires faculta a los fiscales y jueces a dirigir exhortos, cuestión
que competerá a cada uno conforme el acto procesal de que se trate y las competencias que
surjan de la situación procesal que motive el pedido y tales magistrados deberán dirigirse por
exhorto a los órganos jurisdiccionales de otros ámbitos de competencia territorial y por
oficio a los organismos administrativos o privados, esto último siempre y cuando los
convenios pertinentes no dispongan lo contrario.
Por otra parte, en el ámbito local los magistrados del Ministerio Público y
los jueces podrán efectuar sus requerimientos directamente, es decir aún de manera informal,
a los organismos administrativos y éstos deberán responder dentro de los tres días o dentro
del plazo que el magistrado peticionante fije (art. 48). Es evidente que este artículo distingue
el modo del requerimiento según esté destinado a funcionarios del mismo ámbito de
competencia territorial del magistrado que lo efectúa, que los dirigidos a organismos
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
administrativos de una competencia territorial ajena; pues, por un lado la norma no tendría
sentido cuando en el artículo anterior se prevé el pedido por oficio u, por otro, la legislación
local solo puede imponer las condiciones en que debe darse la respuesta a los organismos
sometidos a su competencia.
Como contrapartida de la facultad de dirigir exhortos, la ley procesal
impone el mandato de dar curso a los pedidos provenientes de otras jurisdicciones, siempre
que se ajusten a los pactos pertinentes y no afecten principios de orden público del derecho
argentino (art. 49). Para el cumplimiento de estos pedidos, los magistrados deberán ajustarse
a los tratados vigentes y a los reglamentos, que para los jueces dicte el Consejo de la
Magistratura y para los fiscales el Fiscal General.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
realiza el acto pertenezca a alguna de las fuerzas de seguridad, deberá ser asistido por dos
testigos mayores de 18 años de edad y en estado de lucidez (art. 53), que no deberán
pertenecer a la repartición, cuando se trate de actos definitivos e irreproducibles, secuestro
de pruebas, inspecciones oculares o requisas personales. La imposibilidad circunstancial de
obtener los testigos, no impedirá la realización y documentación del acto, pero tal
circunstancia y el valor probatorio deberán ser evaluados posteriormente conforme las reglas
de la sana crítica, es decir por las tradicionales que gobiernan la lógica (no contradicción,
identidad, tercero excluido, razón suficiente) en su cotejo con otros elementos sometidos
valoración.
Con relación a los actos definitivos e irreproducibles, es preciso aclarar que
en general deben ser practicados con noticia de las partes y, si fuera solicitado, bajo las
condiciones que establezca el Juez (art. 98), de manera que no será común que los
practiquen integrantes de las fuerzas de seguridad pues la pesquisa está a cargo del Fiscal
(arts. 4, 77 inc. 2, 79 y 86). Sin embargo, no puede descartarse que determinados actos
iniciales que deban practicarse en casos de flagrancia o urgencia, puedan convertirse en
definitivos e irreproducibles, por su propia naturaleza, como la toma de muestras, huellas o
rastros del hecho.
Por ello, es necesario que los funcionarios encargados de la prevención
policial conozcan los recaudos legales, a fin de garantizar la eficacia del procedimiento. El
código contempla una serie de formalidades en su art. 51 27, relativas a la identificación de
27
Art. 51. Contenido y formalidades de las actas y otros actos de documentación.
Las actas escritas deberán contener:
1) Lugar, fecha y hora en que se labre.
2) El nombre y apellido de las personas que intervengan y el motivo que haya impedido, en su
caso, la intervención de las personas obligadas a asistir;
3) La indicación de las diligencias realizadas y de su resultado;
4) Las manifestaciones verbales recibidas y las realizadas a requerimiento del/la funcionario/a
interviniente.
5) La firma, previa lectura, de todos los intervinientes. Cuando alguno no puede o no quiere
firmar, se hace mención de ello. Si tiene que firmar una persona que por cualquier
circunstancia se encuentra impedida de leer, se le informa que el acta puede ser leída y, en
su caso, suscrita por una persona de su confianza, lo que se hace constar.
Cuando se utilicen imágenes y sonidos para documentar total o parcialmente actos de
prueba o audiencias, deberán cumplirse los requisitos precedentemente previstos en la medida
que la naturaleza del acto lo permita. Queda prohibida toda forma de edición, tratamiento o
modificación de los registros y se deberá asegurar su autenticidad e inalterabilidad.
Cuando se utilicen registros de imágenes o sonidos, se deberá reservar el original en
condiciones que aseguren su inviolabilidad hasta el debate, sin perjuicio de la obtención de
copias que podrán utilizarse para otros fines del proceso. Las formalidades esenciales de los
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
NOTIFICACIONES
Las múltiples disposiciones que contempla el Código Procesal Penal de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires relativas a las notificaciones (arts. 54 a 64), deben ser
leídas a la luz de dos previsiones particularmente relevantes: la primera parte del art. 54 en
cuanto establece que cualquier medio fehaciente es idóneo para notificar y el art. 64 que
otorga validez a la notificación, aún cuando fuera irregular, si no obstante sus vicios el
interesado conoció su contenido o a partir de que lo conozca de cualquier otra forma.
Como en otros aspectos del sistema, la regla de la desformalización se
conjuga con la real posibilidad de control y la ley tiende a evitar controversias meramente
formales que solo redundan en la repetición innecesaria de actos procesales formales o en
que el rito prevalezca sobre el conflicto.
Con ello aclarado, puede destacarse del sistema previsto que las
notificaciones pueden estar dirigidas a sujetos constituidos como parte en el proceso (fiscal,
actos deberán surgir del mismo registro y, en caso de no ser posible, de un acta
complementaria.
- 146 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
querella, actor civil, imputado o civilmente demandado), para que conozcan decisiones o
para obtener su comparecencia (citaciones), o a personas físicas o jurídicas de las cuales se
requiere alguna participación especial (testimonios, aporte de información, etc.).
Respecto de los primeros, la ley establece que las partes, sujetos procesales
no oficiales, es decir aquellos que no integran el Ministerio Público, deben constituir
domicilio a los fines del proceso en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires y pueden
brindar para ser notificados una dirección de correo electrónico u otro medio de similar
eficacia.
Una vez constituido el domicilio o brindada la opción de notificación por medios
electrónicos las citaciones y notificaciones les serán allí dirigidas. Pueden ser notificadas
personalmente en la sede judicial pertinente (fiscalía o juzgado), con constancia en el legajo
correspondiente, por cédula a sus domicilios constituidos con entrega de copias o por medios
electrónicos.
Las citaciones y notificaciones se deben dirigir a los domicilios constituidos
expresamente o a los conocidos por otro medio, que pueden ser el domicilio real (vivienda) o
uno transitorio, e inclusive pueden ser efectuadas donde el destinatario sea encontrado.
Muchas citaciones se realizan, por ejemplo, al momento de emitirse el voto en elecciones
para cargos públicos. Cuando sea necesario notificar una decisión o citación a una persona
cuyo domicilio se desconoce, se hará mediante la publicación de edictos en el Boletín
Oficial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.28
Para los integrantes del Ministerio Público se considera que el domicilio procesal
está en las oficinas que se les hubieran asignado y deben ser notificados personalmente en
ellas (arts. 56 y 57). Esta disposición obedece a que tanto los fiscales como los defensores
28
Art. 63. Notificación por edictos.
Cuando se ignore el lugar donde reside la persona que deba ser notificada, la resolución se hará
saber por edictos que se publican durante cinco (5) días en el Boletín Oficial de la Ciudad de
Buenos Aires, sin perjuicio de las medidas convenientes para averiguarlo.
Los edictos deberán contener, según el caso:
1) la designación del Tribunal y/o Fiscalía que entendiere en la causa;
2) el nombre y apellido del destinatario de la notificación;
3) el delito que motiva el proceso;
4) la transcripción del encabezamiento y parte dispositiva de la resolución que se notifica;
5) en su caso, el término dentro del cual deber presentarse el/la citado/a.
6) la fecha en que se expide el edicto y la firma del/la Secretario/a.
Un ejemplar del número del Boletín Oficial en que se publicó se agregará a las actuaciones.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
oficiales tienen una carga de trabajo impuesta por el sistema, que no pueden rehusar, con
múltiples obligaciones funcionales que pesan sobre ellos y para evitar que se cometan
omisiones por errores atribuibles a la burocracia de sus oficinas o la delegación de funciones
la ley procesal contempla esa modalidad.
Las notificaciones las practicará materialmente el secretario de la fiscalía o
el tribunal que la disponga, pero puede ser delegada formalmente en otras personas
(empleados o policías, por ejemplo) o en funcionarios del sistema judicial expresamente
designados al efecto como los oficiales notificadores (art. 55).
CITACIONES
Todas las citaciones que se cursen a testigos, peritos, intérpretes y
depositarios judiciales se harán bajo apercibimiento de disponer el comparendo por la fuerza
pública y en caso de incomparecencia injustificada deberá disponerse lo necesario para
obtenerse la presencia forzada del citado reticente (art. 65). Esta disposición se corresponde
que las que establecen que el ser testigo es carga pública, que no puede ser rehusada, y
tiende a prevenir a las personas citadas en el carácter antes enunciado sobre las obligaciones
al respecto (arts. 50 último párrafo, 121 y 127 del Código Procesal, art. 275 del Código
Penal).
VISTAS
Se llama “vista” al traslado que se corre a las partes sobre el planteo
efectuado por otra, para que opine antes que el órgano pertinente resuelva. La ley establece
que solamente se pueden correr las vistas expresamente previstas, pues el sistema no admite
un ida y vuelta permanente de cualquier planteo que a las partes se les ocurra formular. En
efecto, la etapa de investigación preparatoria es desformalizada y se concreta respecto de las
partes en determinados momentos procesales (auto de determinación del hecho, intimación
del hecho al imputado, requerimiento de juicio), de manera que solamente se contemplan
vistas ante situaciones específicas que demandan una actividad ineludible.
Se contempla expresamente la vista sobre las excepciones (art. 196) y
respecto del requerimiento de juicio (art. 208), porque son situaciones formales en las cuales
las partes deben conocer el planteamiento con tiempo para ofrecer pruebas antes de las
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
PLAZOS Y TÉRMINOS
No obstante que la ley formal trata como sinónimos a los plazos y los
términos, en la teoría procesal existe una distinción. Se llaman plazos al tiempo que la ley
otorga a los órganos judiciales para la realización de los actos procesales, como los previstos
para el dictado de los autos o las resoluciones. También son plazos los contemplados para la
prescripción de la acción o la perención de la instancia.
Los términos son, en la terminología procesal, los lapsos otorgados a las
partes, actoras o defensoras, para la realización de los actos procesales que les competen en
cuanto tales.
Pero, el art. 68 del Código Procesal Penal trata como sinónimos a los plazos
y los términos como se desprende de su redacción: “Los actos procesales deberán
practicarse dentro de los plazos fijados en cada caso. Cuando no se fije término,
se practicarán dentro de los tres (3) días. Los plazos correrán para cada interesado
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
a partir del día hábil siguiente a la notificación o, si fueran comunes, a partir del día
hábil siguiente a la última que se practique”.
Como puede advertirse en el texto transcripto precedentemente, el plazo o
término general es de tres días, salvo que la ley establezca específicamente otro para
determinados actos procesales.
De acuerdo como la ley los contemple, los términos pueden ser
prorrogables o improrrogables y perentorios o no perentorios. El carácter perentorio de los
términos está dado por la ineludible caducidad del derecho o facultad de ejecutar el acto
procesal por el solo transcurso del tiempo previsto en la ley; en cambio, será no perentorio
cuando la caducidad esté sujeta al reclamo de la caducidad por la otra parte o a su
declaración por parte de un órgano jurisdiccional, antes que el que deba ejecutar el acto lo
realice. En los términos no perentorios, la realización del acto – por ejemplo el impulso
procesal – antes del reclamo de caducidad por la otra parte o su declaración por el órgano
jurisdiccional, admite que se lo considere válido.
Sin embargo, la ley puede contemplar que los actos perentorios sean
prorrogables, lo cual significa que si se solicita la prórroga antes de su vencimiento los
efectos de la perentoriedad se producirán cuando venza la prórroga concedida.
El Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
establece expresamente que los términos son en principio perentorios e improrrogables,
salvo que expresamente se contemple lo contrario (art. 70). Y al tratarse como sinónimos a
los plazos y los términos, el principio debería regir tanto para los actos de las partes como
para los jurisdiccionales.
Pero, en el sistema procesal que nos ocupa los actos jurisdiccionales están
previstos para la resolución de situaciones de conflicto, de manera que llevar a tal extremo el
concepto de perentoriedad, importaría dejar los conflictos inconclusos y ello desvirtuaría el
sentido del proceso. Por esa razón en el art. 46 se prevé de manera genérica una distinción,
que relativiza la perentoriedad de los plazos previstos para los actos jurisdiccionales, al
contemplar un procedimiento para promover su dictado: el pedido de pronto despacho y la
denuncia por retardo de justicia.
Así, cuando el órgano jurisdiccional no se pronuncie en el término previsto, las
partes pueden reclamar la producción del acto mediante un pedido de pronto despacho, que
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
deberá ser respondido dentro de los tres días. En caso de que no se dé respuesta en ese
término, la parte podrá plantear ante el órgano jurisdiccional superior la cuestión,
denunciando el retardo de justicia.
La ley señala que el órgano superior proveerá lo que corresponda, que en
situaciones regulares será intimar al inferior a que se pronuncie en un término determinado,
que esta vez si será perentorio, pues no es lógicamente admisible la reiteración de ese
procedimiento en forma circular.
La diferencia de tratamiento para con las partes, surge de los perjuicios que puede
causar a éstas la mora judicial. Así, el órgano jurisdiccional no cumpliera con el término de
tres meses para la realización del juicio (art. 213) o no convocara a la audiencia del art. 210
dentro de los diez días, el transcurso del plazo no podría determinar la caducidad del proceso
haciendo perder la acción a la querella.
Queda entonces en manos de las partes controlar el cumplimiento de los
términos por parte de los órganos jurisdiccionales y provocar las instancias para que se
pronuncien en caso de no hacerlo en el plazo fijado por la ley. En punto a ello,
específicamente la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires asigna al
Ministerio Público la función de velar por la normal prestación del servicio de justicia (art.
125 inc. 2), lo que implica, entre otros aspectos, vigilar el cumplimiento de los términos.
Obviamente, el magistrado que actúe con semejante nivel de negligencia quedará
sujeto a las sanciones pertinentes e inclusive podrá ser removido, dado que el
incumplimiento de los términos importa, cuanto menos, mal desempeño en las funciones. La
reiteración injustificada de incumplimientos implicará considerar que se incurrió en las
causales de remoción previstas en el art. 122 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
Otras consecuencias cuando jueces no respeten los plazos pueden ser
sanciones administrativas para el Magistrado, la pérdida de la jurisdicción en el caso, al
disponerse el cambio de tribunal, o la nulidad del acto producido fuera del término previsto,
situaciones éstas que se aplicarán según lo que contemple el sistema legal. Al respecto, el
Código Procesal Penal contempla que se pueda intimar a los jueces a expedirse.
Como se desprende de lo expuesto, no comparto el criterio que divide los
términos en perentorios y ordenatorios, considerándose a estos últimos como una categoría
- 151 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO II
NULIDADES
CONCEPTO E IMPORTANCIA
En materia procesal, no obstante la importancia de las cuestiones en juego,
no varía el concepto de nulidad propio de los actos jurídicos, de manera que en su
consideración cabe atenerse, en primer lugar, al desarrollo general de los principios que, en
el ámbito jurídico, rigen el tema.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
de la Constitución Nacional y, por lo tanto, los vicios formales afectan la esencia del sistema
institucional.
Por esto, es absolutamente equivocado el concepto que tiende a relativizar
la importancia de los vicios en los actos esenciales del procedimiento señalando que lo
substancial es la averiguación de la verdad y la "realización del derecho material".
Como ya se expuso en la parte general, el derecho en general no se agota en
los códigos de fondo, como el Código Penal, el Código Civil o el Código Comercial. En la
escala jerárquica, antes que éstos están la Constitución Nacional, los pactos internacionales
de jerarquía constitucional, la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las
leyes directamente reglamentarias de éstos, entre las que se encuentran las que denominamos
"procesal-constitucionales" (arts. 18, 31, 75 inc. 22 de la Constitución Nacional, arts. 10 y 13
inc. 3 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
Dentro de tal estructura, aunque sea importante llegar en el proceso a la
averiguación de la verdad, ello no es lo esencial dado que la finalidad del proceso no es la
declamación de un hecho histórico sino dirimir el conflicto conforme a derecho. Por lo
tanto, deben respetarse las disposiciones legales que lo regulan, establecidas para que el
sistema no sufra mutaciones y degeneren sus fines. Entonces, la "realización del derecho" se
logra con la resolución del conflicto dentro de su marco regulatorio y el "derecho material"
no pasa de ser una herramienta en poder de los jueces para lograr ese cometido; no es un fin
en si mismo.
En algunos sistemas procesales, la extrema formalidad del procedimiento
demanda que se establezcan rígidos parámetros de validez, como en el Código Procesal
Penal de la Nación, donde se prevén expresamente la nulidad de los actos que se aparten de
sus regulaciones específicas, como las vinculadas a las formalidades de las actas (art. 140,
230, etc.), a la participación de la defensa en los actos irreproducibles (arts. 200, 201 y ccs.),
la configuración del objeto procesal y demás aspectos del proceso que el legislador ha
cuidado de modo especial.
En otros sistemas, como el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde
la investigación preparatoria está prevista de una manera desformalizada, en la cual
desaparece el concepto de expediente en tanto reservorio autónomo de pruebas, sobre el
concepto de validez intrínseca del acto prevalece el de admisibilidad de las pruebas; pero
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
aún en su estructura existen actos cuya validez depende del cumplimiento de normas que
tienden a preservar el ejercicio de determinados derechos y cuya violación sanciona con la
consecuencia de nulidad.
De allí que también sea erróneo el concepto descalificador de la importancia
del tema, tan arraigado en nuestra jurisprudencia, que rechaza la que se denomina como
"nulidad por la nulidad misma" o la "nulidad en solo beneficio de la ley", para soslayar de
ese modo la anulación de actos que pueden y deben ser reproducidos debidamente.
Efectivamente, cuando la ley contempla que la omisión de determinadas formas acarrea la
nulidad del acto procesal, es necesario declararlo y promover su repetición dentro del marco
regulatorio pertinente, de ser posible, aunque parezca que en el proceso en particular ello
carece de sentido o es meramente dilatorio, porque de ese modo la ley protege a la ley. La
nulidad en beneficio de la ley es un fin querido y buscado por el legislador, para evitar la
deformación del sistema y tan es así que en el art. 125 inc. de la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires se impone al Ministerio Público el deber de velar por la normal
prestación del servicio de justicia y, en su consecuencia, en el art. 268 del Código Procesal
Penal se establece que el Fiscal podrá siempre a fin de velar la legalidad del procedimiento.
La experiencia ha demostrado que ese modo, quizás docente, es el más
adecuado para que los sujetos procesales no incurran en errores procesales fundamentales y
cuando los tribunales han soslayado reiteradamente la declaración de nulidad en
determinados actos, se ha generalizado la práctica viciosa que terminó con la irremediable
deformación del sistema procesal. Así ocurrió con el derogado Código de Procedimientos en
Materia Penal, donde la letra de la ley en aspectos fundamentales quedó en mera expresión
de voluntad, como con el plazo para la recepción de la declaración indagatoria (el art. 234 lo
fijaba en 24 hs. y se llevó al máximo de la incomunicación); con la incorporación sistemática
de las confesiones extrajudiciales cuando la ley establecía que era el juez quien debía
interrogar al imputado (arts. 8, 237, 316 inc. 1); con la aceptación general de la intervención
de un solo perito y sin noticia previa de la defensa, cuando la ley reclamaba que fueran dos y
establecía el derecho de designar peritos de parte; con la no precisión de los hechos en el
auto de prisión preventiva, etc.
Es decir que los órganos jurisdiccionales, especialmente los jueces
instructores y las cámaras de apelaciones, en el ámbito criminal y correccional, convertidos
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
en verdaderos titulares de la acción, pasaron a ser jueces de sus propios errores procesales o
directamente de las violaciones a la ley formal, acuñando conceptos ajenos al sistema para
convalidar los actos viciados y de ese modo, el sistema varió substancialmente respecto de
las intenciones del legislador, resultando en la práctica el viejo código sensiblemente más
inquisitivo que en su letra.
Y los fiscales también confundieron su rol, porque pese a señalar
claramente el art. 117 inc. 4 de la ley 1893 -ahora reiterado en el art. 25 de la ley 24.946 -
que debían ser custodios de la legalidad del procedimiento, se convirtieron en custodios de la
validez de actos viciados, en pos de la condena del imputado como si éste fuera el fin último
de la ley.
Es preciso resaltar, sin embargo, que la excesiva formalidad del sistema
demanda una aplicación rigurosa y en tales casos existe una tendencia natural a soslayar las
consecuencias de su violación, razón por la cual es preciso tener presente que en tales
estructuras procesales es preciso respetar sus principios de manera rígida para evitar la
inseguridad jurídica que genera la incertidumbre sobre el modo en que la ley rituaria será
interpretada.
Por otra parte, los sistemas que solamente otorgan valor a las pruebas
incorporadas a las audiencias, donde se puede discutir su admisibilidad y alcance probatorio,
tienden a ser menos burocráticos y celosos en la validez de los actos que no han sido
invocados como evidencia específicamente en un ámbito de debate.
Entonces, es necesario tener presente que cada sistema procesal responde a
una lógica en la cual se inserta el modo en que el legislador ha protegido la forma en que han
de aplicarse o cumplirse las normas relativas a las garantías constitucionales, sean éstas
específicamente vinculadas con alguna garantía expresa o genéricamente referidas a la
conservación de la estructura del proceso.
Consecuentemente, el sistema de nulidades de un código procesal no es una
traba para el avance del proceso sino una garantía de funcionamiento del sistema. Las trabas
para el avance del proceso aparecen en la medida que los sujetos procesales cumplen mal sus
respectivas funciones y obvian las formas obligatorias prescriptas por la ley, de modo que
los responsables no son quienes advierten y quienes declaran las nulidades, sino los
primeros.
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las circunstancias fácticas para establecer adecuadamente aquello que el acta debía
demostrar, sin perjuicio de las sanciones administrativas o penales que pudieran
corresponder para quien no cumplió adecuadamente con su función.
El punto central es, entonces, comprender que la nulidad no es una especie
de castigo procesal, sino la declaración de inhabilidad de ciertos actos procesales mal
concretados o la manifestación de una violación a garantías constitucionales, cuyas
consecuencias para con el proceso y la situación de las partes en éste deberán ajustarse a la
trascendencia que el acto viciado tendría si fuera válido o si no hubiera existido.
Así, volviendo al ejemplo anterior, si una persona fue legítimamente
detenida en flagrancia pero se omitió la lectura de derechos o el acta estuvo mal
confeccionada, se podrá mantener para la pesquisa el acto material que la motivó y se podrán
reconstruirlos actos de documentación viciados, quizás por la declaración testimonial de las
personas que participaron, al tiempo que se excluirán las pruebas producidas por
manifestaciones del encartado en sede policial o sin conocimiento de sus derechos o sin
asistencia jurídica. Pero, si la detención se produjo sin causas objetivas que la justificaran,
aún cuando el acta fuera perfecta o se hubieran leído los derechos al encartado, el acto
material en sí mismo podrá anularse y no cabrá reconstrucción alguna por haberse violado
desde la génesis de la intervención el derecho a la libertad de circulación o a la intimidad si
hubo una requisa sin causa.
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definitiva, como ocurre cuando el sumario es formal, sino que las evidencias se convierten
en prueba solamente cuando se las incorpora en una audiencia oral, de manera que el
concepto de admisibilidad prevalece sobre el de validez intrínseca. Y si bien la validez
intrínseca será un aspecto determinante para que la prueba sea admitida, carece de sentido la
declaración de nulidad cuando la evidencia no ha sido invocada, pues si no se la pretende
introducir en una audiencia no podrá ser valorada en ninguna instancia procesal.
Por ello, el art. 71 del Código Procesal Penal contempla que “la validez de
los actos procesales solo se podrá cuestionar cuando se pretendiera su utilización por las
partes” y respecto de determinados incumplimientos formales, la ley ha desplazado el
criterio de prever la nulidad para establecer que carecerán de valor probatorio y no podrán
ser usados en la causa (arts.52, 89, 99, 123), lo cual implica una definición relativa a la
inadmisibilidad.
NULIDADES EPECÍFICAS
El art. 71 dice que los actos procesales serán nulos cuando no se hubiesen
observado las disposiciones expresamente prescriptas consecuencia de nulidad (segundo
párrafo).
Serán entonces y en principio nulos cuando no se cumplieran sus
disposiciones, los casos previstos en los arts. 40 (uso del idioma nacional); 42 (motivación
de los actos jurisdiccionales); 163 (afectación del derecho de abstención de declarar del
imputado), 206 (requisitos del requerimiento de juicio); 216 (oralidad del debate); 230
(explicación y traslado a la defensa sobre la ampliación del requerimiento de juicio); 245
(temporaneidad del acta de debate); 251 (lectura de la sentencia y prórroga de fundamentos).
Como puede apreciarse, los casos de nulidad mencionados expresamente
por la ley son los casos que el legislador ha querido proteger sin lugar a dudas o para evitar
interpretaciones que permitieran soslayar la declaración de nulidad y con ello, evitar la
deformación del sistema, aunque se trata de situaciones en las que está en juego el derecho
de defensa o la intervención necesaria del tribunal.
NULIDADES GENÉRICAS
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NULIDADES ABSOLUTAS
Para la ley procesal son nulidades absolutas aquellas que no pueden ser
subsanadas y por ende no existen grados o momentos del proceso que impliquen caducidad
para el planteamiento futuro, por la jerarquía del derecho involucrado o la naturaleza y
gravedad institucional del vicio que afecte al acto procesal en cuestión.
Como principio rector, debemos recordar que las garantías constitucionales
no son renunciables, de manera que los actos formales ocurridos en el proceso que resulten
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violatorios de tales derechos esenciales, serán insanablemente nulos aunque la ley formal no
lo prevea expresamente. Así deberá declararse ante cualquier violación genérica al derecho
de defensa en juicio, a los distintos aspectos del debido proceso legal adjetivo y la alteración
del sistema procesal básico emergente de las normas de jerarquía constitucional, como la
precisión de la imputación en todos sus pasos, la posibilidad cierta de respuesta, el respeto a
la titularidad de la acción, la imparcialidad del tribunal, el principio de reserva, etc.
Un claro ejemplo de lo expuesto es el ya mencionado fallo "Tarifeño,
Francisco" de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que declaró la nulidad de la
sentencia condenatoria cuando ello no había sido pedido por el recurrente, porque el Fiscal
había solicitado la absolución en lugar de acusar, señalando que la acción no había sido
debidamente promovida.
Por ello, no es taxativa la enumeración del art. 71, último párrafo, de la ley
rituaria, cuando señala que deberán declararse de oficio en cualquier estado y grado del
proceso las nulidades de los actos que impliquen violación de garantías constitucionales.
Pero cobra mayor trascendencia la protección normativa que nos ocupa, con
la atribución de jerarquía constitucional a las disposiciones de los tratados internacionales
incorporados al art. 75 inc. 22 de la Ley Fundamental (ver arts. 10 y 13 de la Constitución de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), puesto que éstos determinan la interpretación y
alcance de los principios procesales que nos rigen con gran puntillosidad.
No solamente ya no es admisible la colisión entre las normas que tales
tratados contienen, sino que su violación en el proceso provocará irremediablemente la
declaración de nulidad del acto viciado. En punto a esto, el sentido imperativo de la frase
precedente deviene también de la terminología del Código de rito, cuando dice que tales
nulidades "deberán" ser declaradas de oficio, con lo que no deja margen para omitir el
reconocimiento del vicio y la declaración de su consecuencia natural.
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al saneamiento por preclusión, por conformidad expresa o tácita y por el cumplimiento del
fin respecto de los interesados, no obstante el vicio.
El Código Procesal Penal no las contempla expresamente, como el Código
Procesal Penal de la Nación, por cuanto ha substituido el instituto por el del análisis de la
inadmisibilidad de las pruebas, no obstante lo cual podemos encontrar un ejemplo en su art.
64, cuando establece que la nulidad de las notificaciones podrá soslayarse cuando de las
actuaciones surja que la parte ha tenido conocimiento de la resolución.
OPORTUNIDAD DE OPOSICIÓN
Las nulidades pueden ser planteadas y/o declaradas en cualquier momento,
etapa y grado, del proceso, es decir hasta que quede firme la sentencia definitiva (art. 73).
Como las únicas nulidades contempladas son las absolutas, no existen
términos de caducidad más allá del señalado precedentemente.
FORMA DE OPOSICIÓN
Las cuestiones de nulidad deben substanciarse en audiencia cuando sean
formuladas por alguna de las partes (art. 73), por lo que a falta de otra regulación específica,
se debe concluir en que quien la oponga deberá formular el planteo por escrito y deberá
darse vista a la otra parte para que lo conozca, pero la controversia deberá discutirse en el
debate que se substanciará al respecto, del mismo modo que fue previsto para las
excepciones (arts. 196 y 197).
Cuando la declare el tribunal de oficio, lo hará directamente por auto.
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CAPITULO III
COMPETENCIA
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Sin embargo, la ley 24.588 dictada para “resguardar los intereses del Estado
Nacional” en la Ciudad de Buenos Aires, por reenvío del art. 129 de la Constitución
Nacional, limitó la competencia a las materias contravencional y de faltas y contencioso
administrativo y tributario. Este criterio fue, sin embargo, modificado por dos acuerdos de
traspaso progresivo de competencias penales desde los fueros nacionales a la Ciudad de
Buenos Aires (leyes … ) y respecto de los delitos así transferidos sus tribunales la ejercen
plenamente.
Respecto de las cuestiones de competencia, surge del Código Procesal Penal
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que pueden plantearse de oficio por los jueces o
ser introducidas por las partes.
Establece la ley rituaria que tanto la competencia material como la
territorial con improrrogables y ambas deberán ser declaradas, aún de oficio, en cualquier
estado del proceso (art. 17).
Ello significa que los jueces deberán declararse incompetentes directamente
en cuanto adviertan la causal que lo justifique y las partes podrán plantear la cuestión como
excepción (art. 195) mientras el proceso esté en trámite, es decir antes que quede firme la
sentencia definitiva. Respecto del momento en que las partes pueden plantear la cuestión de
competencia, si bien el citado art. 195 se refiere a la introducción de excepciones durante la
investigación preparatoria, el art. 17 del mismo cuerpo legal extiende el momento a
cualquier etapa del proceso, mientras que el único modo previsto para efectuar el planteo de
competencia es el contemplado para las excepciones.
Cuando un juez se declare incompetente y el que reciba el caso no esté de
acuerdo, existirá una contienda negativa de competencia y deberá ser resuelta por la Cámara
de Apelaciones (art. 18). En caso de que la contienda negativa de competencia se plantee
entre jueces de distinta provincia o entre jueces nacionales y provinciales, la contienda la
resolverá la Corte Suprema de Justicia de la Nación ( art. 17 de la ley 48).
El Código Procesal Penal de la Ciudad de Buenos Aires no establece la
división entre planteo de “declinatoria”, esto es cuando se pide a un juez que se declare
incompetente, y de “inhibitoria”, cuando se pide al un juez que se declare competente y pida
a otro que le remita el caso, pues impone al Ministerio Público Fiscal que plantee la
declinatoria cuando corresponda (art. 7), lo que simplifica el sistema.
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CAPITULO IV
Investigación penal preparatoria
Objeto y finalidad
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Por eso es que la ley formal exige que se precise el hecho en distintos actos, como
en decreto de determinación del hecho (art. 92), la intimación al imputado (art. 161), en la
audiencia para resolver sobre la prisión preventiva (art. 170), en el requerimiento de juicio
(art. 206) y en la apertura del debate (fs. 227).
En cuanto a la finalidad de la investigación penal preparatoria, la ley local plantea
un fuerte cambio de paradigma, pues en el sistema que contempla prevalece la idea de la
solución del conflicto por las distintas vías previstas (art. 199, 204, 266 y ccs.) o, en su
defecto, promover o desechar la realización del juicio (art. 91, primer párrafo). Prevalece la
informalidad (art. 94) y las actuaciones que le labren en su marco no se incorporarán al
debate, excepto cuando se trate de actos definitivos e irreproducibles.
Fácilmente puede advertirse la diferencia con el Código Procesal Penal de la
Nación, donde prevalece la formalidad de los actos procesales y se admite la incorporación
de pruebas por lectura (arts. 355, 356, 391 y ccs.).
En virtud de ello, es necesario asumir que la pesquisa debe tener un sentido de
trascendencia, por la necesidad de probar los hechos en los debates sobre medidas cautelares
o de juicio y en otras decisiones vinculadas al principio de oportunidad, pero los datos que
funden la decisión y las pruebas colectadas no necesariamente se volcarán en un expediente
tradicional, sino en un legajo de la fiscalía (art. 101) donde simplemente se ordenará la
colección de pruebas.
El legajo podrá ser conocido por las otras partes, especialmente cuando deban
ejercer actos de defensa, pero no será remitido al juez en ningún caso y menos para el juicio,
ante quien se deberá producir toda la prueba (arts. 93, 94, 96, 102, 103, 161 y 199, 209 –
sólo recibe el requerimiento - y 210) y la fiscalía no podrá ocultar prueba a la defensa.
Es, entonces, necesario recalcar que el Ministerio Público Fiscal deberá dirigir la
pesquisa de manera activa y desformalizada, para cumplir con el objeto y finalidad de la
investigación preparatoria, en lugar de protocolizar un expediente que cristalice sus actos.
MODOS DE INICIACIÓN
La acción, en términos procesales, es el derecho a reclamar la actuación de los
órganos jurisdiccionales, para la resolución de un conflicto determinado. Responde a las
garantías constitucionales que aseguran la posibilidad efectiva de peticionar a las autoridades
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de manera que se ahorrará tiempo y esfuerzo aclarando debidamente los hechos en todos los
pasos procesales antes apuntados, que son los que irán conformando el objeto del juicio
propiamente dicho.
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en caso de urgencia, por situaciones de riesgo para personas y/o bienes, se podrá formular
ante las fuerzas de seguridad competentes y sus integrantes, bajo la dirección del Ministerio
Público Fiscal, de modo que no caben allí dudas sobre el límite de acción de tales
organismos, que se encuentra en la mera recepción de la noticia del delito para ponerla de
inmediato en conocimiento del Agente Fiscal.
En tales supuestos, deberán adoptar los recaudos necesarios para
resguardar los elementos probatorios, de ser ello estrictamente necesario (art. 86) y solo en
casos de flagrancia podrán adoptar medidas restrictivas de la libertad (arts.78 y 152), que
quedarán reservadas a la decisión del Fiscal. También podrán efectuar requisas urgentes y en
situaciones de flagrancia, pero no están facultadas para allanar domicilios o practicar
requisas personales sin urgencia o interceptar comunicaciones sin la pertinente orden judicial
(arts. 90, 108, 112 y 115).
En los casos de flagrancia, definidos por el art. 78, podrán
proceder a la aprehensión del presunto responsable, pero para ponerlo inmediatamente a
disposición del fiscal. También podrán en tales supuestos mantener demoradas a las
personas que estuviesen en el lugar del hecho hasta que se determine su participación,
interrogar a los testigos y llevar a cabo las diligencias tendientes a asegurar la prueba y la
averiguación de la verdad (art. 86).
Es clara la ley, en lo referente a las restricciones de los organismos
mencionados respecto de la afectación de garantías constitucionales, pues no pueden bajo
ningún concepto interrogar o escuchar a los imputados sobre el hecho investigado (arts. 89),
reservando esa función exclusivamente para el Fiscal. Esta disposición emana del mandato
expreso y tajante establecido al respecto en el art. 13 inc. 5 de la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
Más allá de los antecedentes históricos que derivaron en tan
contundente prohibición, esta disposición cobra sentido ante el sistema probatorio de la sana
crítica y las facultades del tribunal en su evaluación, pues una manifestación volcada por la
prevención sin resguardo de los derechos constitucionales, puede en su momento determinar
la colección de elementos probatorios y eventualmente condicionar a los jueces que dicten la
sentencia, en la evaluación e interpretación de las pruebas.
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a) EL ORGANO JURISDICCIONAL.
No debe llamar la atención que se incluya entre los sujetos del proceso al
tribunal, porque aún cuando en el sistema procesal de la Ciudad de Buenos Aires le ha
quitado el protagonismo inconstitucional que le asigna el sistema federal, por sus facultades
inquisitivas que lo convierte en factor decisivo en la colección de pruebas y por ende, en la
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* EL QUERELLANTE
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* EL ACTOR CIVIL
El querellante puede ser legitimado como actor civil y deberá ejercer la
pretensión conjuntamente con el requerimiento de juicio, mientras esté vigente la acción
penal para procurar la restitución de la cosa obtenida por medio del delito o la reparación
pecuniaria por el daño material o moral causado por el mismo.
Regirán respecto de la acción civil las reglas procesales previstas en el
Código Procesal Penal y se podrá dirigir contra terceros civilmente responsables solamente
cuando también el reclamo se efectúe contra el imputado penal.
El abandono expreso o tácito de la acción penal implicará el de la civil y si
se hubiera iniciado en sede civil, no se podrá iniciar o continuar en sede penal.
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c) SUJETOS PASIVOS
* EL IMPUTADO
Se lo considera a una persona vinculada formalmente al proceso a partir de
la intimación del hecho por parte del Fiscal, como el sujeto pasivo por excelencia, calidad
que cesará con el archivo, el sobreseimiento o con la sentencia definitiva.
Los derechos que a tal sujeto le otorga la ley formal, son parte de la
reglamentación de los derechos constitucionales del debido proceso legal y de defensa en
juicio y con tal criterio y amplitud deben ser entendidos. Sin importar cuán grave,
socialmente rechazado o repugnante sea el delito investigado, ni la contundencia o
relatividad de las pruebas existentes contra el sospechoso, tales derechos deben ser siempre
protegidos hasta sus últimas consecuencias, pues no están previstos para amparar
delincuentes sino a los inocentes que pudieran verse sometidos a proceso.
Porque siempre hay que recordar que una persona puede jurar no cometer
un delito y cumplirlo; pero nadie que viva en sociedad puede asegurar que, aunque no haya
cometido delito alguno, jamás estará sometido a proceso.
Ello, por cuanto -también conviene recordarlo- el derecho es una creación
humana y por lo tanto discrecional e imperfecta, que toma aspectos parciales de la vida de
las personas en su relación con los demás; por lo tanto es continua la posibilidad de
conflictos que pueden terminar ante los tribunales, planteados de buena o mala fe por las
partes involucradas.
De tales circunstancias se desprende el principio "in dubio pro-reo" (art. 2)
y surgen todas las facultades del imputado y su representación -el defensor- en el proceso,
que pueden resumirse en el derecho de participar en todos los actos susceptibles de control
(art. 98 y ssgtes.), ser informado de aquellos practicados sin su participación, de recurrir las
resoluciones que no lo conformen, de declarar o no, sin ningún tipo de presiones, sin la
presencia de otras personas que no sean el defensor y el fiscal o el secretario durante la
intimación del hecho, de hacerlo cuantas veces quiera, tanto en la investigación preparatoria
como en el debate y de tener la última palabra antes de la sentencia.
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En todos los casos deberá contar con un abogado defensor, que será su
representante en todos los actos no personalísimos, como las declaraciones personales, del
proceso (arts. 28, 29 y ccs.). Y cabe aquí aclarar que el defensor, por su mera calidad de
representante del imputado, no tiene derechos propios en el proceso, salvo en lo que hace a
la remuneración por su labor, y cuando la ley se refiere a ellos (por ej. art. 98) en realidad lo
hace para el buen ejercicio del mandato conferido.
No corresponde entonces tomar a los defensores como sujetos autónomos
del proceso, ya que su esencial función para la plena vigencia del derecho de defensa en
juicio, no es independiente del imputado en ningún aspecto y solamente deben intervenir
cuando se los designa expresamente. Solo la defensa oficial podrá participar de actos
definitivos e irreproducibles, a modo de control, cuando el imputado no esté identificado.
* EL DEMANDADO CIVIL
Este sujeto pasivo del proceso, es el demandado civilmente por la querella
como obligado al pago de la indemnización por el delito y quedará constituido como tal
cuando se le notifique la demanda, que deberá contestar por escrito ofreciendo la prueba
pertinente, dentro de los cinco días, prorrogables por otros tres (art. 36). Si no contesta la
demanda en el término señalado se lo declarará en rebeldía, pero podrá asistir al debate.
Su presencia en el proceso penal depende de la vigencia de la acción
intentada en su contra, pues el desistimiento expreso o tácito del actor civil, hace caducar su
intervención.
El juez resolverá sobre la prueba ofrecida en la audiencia preliminar sin
recurso alguno, aunque para garantizar el derecho de defensa debe entenderse que tiene el
derecho a invocar el rechazo como fundamento del recurso de apelación contra la sentencia,
del mismo modo que las otras partes (art. 219).
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CAPITULO V
MEDIOS DE PRUEBA
Principios generales
Como ya se ha mencionado, el Código Procesal de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires cambia radicalmente el paradigma del funcionamiento del proceso, al adoptar
el concepto de caso en reemplazo del de causa – que en el lenguaje forense se identifica con
el expediente -, lo cual implica también una modificación conceptual sobre el modo de
enfocar la investigación y producir la prueba.
En la lógica del expediente, o de la causa, corresponde formalizar todos los
actos probatorios, protocolizarlos en un legajo que se convierte en el sustento y esencia del
proceso, al cobrar los elementos así incorporados un valor determinante de toda decisión,
que inclusive en muchos casos prevalece sobre la prueba del debate oral o se la confronta
con ella. Esta forma de proceso tiende en la práctica a relativizar la realidad que emerge del
acto formalizado, pues la expresión de su contenido depende de del modo en que los actos
protocolizados hayan sido volcados al acta, de cómo los interprete quien los escribe y de
cómo los entienda el que luego los lea, tal como ocurre con las novelas o los cuentos
escritos.
En cambio, en la lógica del caso la actividad probatoria debe ser desplegada
en las audiencias orales, en presencia de los jueces y con la participación activa de los
actores del proceso, formalizándose previamente solo aquellas pruebas que por algún motivo
no se podrán repetir o producir en los debates. Por ello, las disposiciones del Título III, Libro
II, del Código no deben entenderse como un mandato de formalización, sino que están
previstas para aquellos casos excepcionales en que sea necesario producirlas fuera de los
actos orales y para orientar el modo de incorporar las pruebas al debate.
Por otra parte, la concepción adversarial del sistema importa que sean las
partes las encargadas de aportar las pruebas para fundamentar sus afirmaciones, sin perjuicio
del principio que exige a la acusación desvirtuar la inocencia del imputado (art. 2). Es por
ello, que la ley procesal admite la existencia de acuerdos probatorios sobre cuestiones no
controvertidas, lo que evita que la carga de acreditar todos los aspectos se torne excesiva.
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básicamente dirigida a buscar rastros materiales -huellas, efectos del delito sobre las cosas y
las personas, recuperación de instrumentos del delito o de los bienes que fueron su objeto-,
informativos, periciales y testimoniales.
En tal cometido, el Fiscal tiene todas las facultades necesarias, dentro del
Estado de Derecho, pues por vía de principio, toda persona -particular o funcionario público-
debe acceder a sus requerimientos en el marco del proceso (arts. 93 y 95), aunque, como se
señaló precedentemente, deberá requerir del juez la orden para afectar la privacidad de las
personas -reales o jurídicas, públicas o privadas- allanando domicilios, interceptando
correspondencia y comunicaciones telefónicas, investigando en sus papeles privados y
disponiendo las requisas -revisaciones- corporales o entre sus ropas (arts. citados).
Veamos ahora algunas formas de investigaciones especialmente reguladas
por la ley procesal:
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el juez está legitimado para autorizar la incautación según el expreso mandato constitucional
y, además, con tal recaudo se evita que las fuerzas de seguridad, según arraigada costumbre,
no obstante haber encontrado lo buscado revisen igual a su antojo el domicilio afectado.
El juez autorizará al Fiscal para realizar el acto, pero éste podrá delegarlo
en otro funcionario de la fiscalía o de las fuerzas de seguridad debidamente individualizado,
precisándose la delegación, el día hora y lugar por escrito (art. 108).
Deberá labrarse un acta con arreglo a lo establecido en los arts. 50 y 51, con
noticia a la persona que habite o posea el lugar y, en su defecto notificarse al encargado o al
mayor de edad que allí se encuentre, que será invitado a firmarla y se dejará constancia de su
resultado, sea positivo o negativo (art. 111). Si el lugar fuere una morada particular, sólo
podrá efectuarse durante el lapso de luz solar, salvo cuando lo consintiese el interesado por
sí o por representante y en casos de urgencia referidos en el auto (art. 109). Si el edificio no
es morada o no corresponde a un cuerpo legislativo, no regirá la limitación horaria y si el
allanamiento fuere en la Legislatura o en el Congreso Nacional, se necesitará autorización
del presidente de la Legislatura o de Cámara respectiva (art. 110).
Como el allanamiento para el secuestro de bienes suele ser un acto
irreproducible, deberá permitirse el derecho de control de las partes y especialmente de la
defensa. En este último caso, el modo es citarla para el acto aunque no se le advierta
previamente que se realizará o permitir que, ingresada la comitiva encargada del
allanamiento al lugar, el interesado llame a su defensor para que concurra a controlar la
legalidad del procedimiento (art. 98).
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La ley también autoriza tal actuación respecto de los bienes que porte y del
vehículo en el que circule en los casos especiales determinados, pero fuera de tales
situaciones deberá requerirse la orden judicial para afectar la privacidad, domicilio y
comunicaciones de las personas (art. 113) a fin de secuestrar elementos probatorios.
La esfera de reserva individual debe operar como una campana
protectora contra toda curiosidad estatal y sólo ante circunstanciar objetivas que
justifiquen la investigación inicial o en el marco de un proceso, con intervención de los
órganos judiciales competentes y con la interpretación restrictiva de las normas
precedentemente citadas (art. 1, segundo párrafo del Código), será posible admitir su
violación. Si no se lo entiende así, no habrá protección eficaz posible para esta garantía
constitucional.
No debe olvidarse que, como ha sostenido con acierto Alejandro Carrió en
todas sus obras sobre garantías en el proceso, estos derechos no deben ser analizados a la luz
de delitos descubiertos con su violación, sino de los múltiples casos en que diariamente se
los afecta y, por no haber derivado en la exteriorización de un delito, no llegan a los
tribunales. Pero, no obstante no haber sido involucrados los inocentes afectados fueron
molestados, revisados y en muchos casos violentados innecesariamente. A ellos protegen las
Constituciones Nacional y Local, reglamentándolas el Código Procesal Penal.
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audiencias orales o las que resulten imprescindibles para el dictado de una sentencia en caso
de avenimiento (art. 120).
En esta última hipótesis, la recepción formal para el avenimiento, no está
dirigida a la eventual valoración por los jueces, sino que opera como un recaudo para que el
Fiscal conozca directamente las pruebas sobre las que fundamentará su requerimiento. En
efecto, el art. 266 del Código Procesal Penal señala que el acuerdo entre la fiscalía y la
defensa se sustenta en el reconocimiento de los hechos y pruebas vertidos en el
requerimiento de juicio y éste es un acto formal emitido por el Fiscal, sobre la base de las
pruebas de la investigación preparatoria.
Consecuentemente, cuando no habrá juicio oral donde se podrá interrogar
directamente al testigo, las afirmaciones del Fiscal en el requerimiento que den sustento al
avenimiento deben tener un sustento suficientemente seguro como para minimizar el riesgo
de error.
Toda persona, mayor o menor de edad, capaz o incapaz de hecho o derecho,
haya estado o no en la plenitud de sus facultades mentales al momento del hecho sobre el
cual atestiguará, será capaz de declarar sin perjuicio de la evaluación que se haga de su
testimonio conforme las reglas de la sana crítica (art. 121).
Las excepciones a tales reglas están previstas en favor de la convivencia
familiar, permitiéndose a los parientes del imputado abstenerse de declarar (art. 122),
facultad otorgada a su cónyuge, la persona con la cual se encuentra unido/a civilmente, sus
ascendientes, descendientes o hermanos/as, parientes colaterales hasta el cuarto grado de
consanguinidad o segundo de afinidad, sus tutores/as, curadores/as y pupilos/as.
La ley procesal de la Ciudad de Buenos Aires se diferencia en este aspecto
del Código Procesal Penal de la Nación, en el cual, siguiendo una veja tradición legislativa
se establece una rígida prohibición para declarar contra el imputado por parte del cónyuge,
ascendientes, descendientes o hermanos -salvo que fueren víctimas directamente o una
persona de parentesco más cercano o igual que el que lo liga con el imputado- (art. 242).
Pero, significativos cambios en la concepción de la familia producidos en nuestra sociedad
en los últimos tiempos y, especialmente, la relevancia asignada a delitos que suelen ocurrir
en el marco de vínculos familiares, demandan que en lugar de una prohibición legal la regla
se convierta en una facultad de aquellos que realmente quieren mantener el vínculo por sobre
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testigos en riesgo que resulten imprescindibles, por constituir sus dichos una prueba directa,
en la medida que el Estado les garantice la seguridad personal.
Cuando se considere conveniente formalizar una declaración testimonial en
la etapa de investigación preparatoria, será conveniente la notificación a la defensa de la
citación del testigo para que se pueda ejercer el control que garantiza el art. 14 inc. 3 punto
“e” del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de jerarquía constitucional. Ello,
porque si llegado el caso fuere necesaria la incorporación por lectura en el debate, ante la
eventual incomparecencia irremediable del testigo a la audiencia, podrá oponerse la defensa
si no pudo ejercer el derecho que la letra del tratado le otorga. Entiendo que, a tal fin, basta
con que haya tenido la oportunidad de ejercer el control, de manera que si fue notificada y
no concurrió, carecerá luego de la posibilidad de oponerse a la incorporación del testimonio
en el debate por la causa mencionada.
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CAPITULO VI
DECLARACIONES DEL IMPUTADO
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que deberá rápidamente fundamentar o, en un lapso concreto, dejar sin efecto (arts. 104, 299
y ccs.)
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por ejemplo de esta manera: "...compareció ante… una persona detenida (o citada) como X
X, a quien se hizo saber que fue citado en razón de imputársele:...".
El motivo fundamental de esta propuesta no está dado solamente por la
eventual nulidad del acto de no cumplirse con la descripción precisa y circunstanciada del
hecho, sino por la necesidad de evitar dudas y cuestionamientos posteriores acerca de los
alcances del interrogatorio que, como se señaló, tiene indudable trascendencia para el
desarrollo del proceso.
3) Por iguales motivos y a fin de dejar en claro cuál fue el motivo del
interrogatorio, aun cuando fuere provisoria, es necesario que quede clara la calificación legal
de los hechos, sobre todo si se los entendió independientes o vinculados en un concurso
formal.
4) Tampoco deben quedar dudas, para evitar posteriores cuestionamientos,
sobre el efectivo conocimiento y posibilidad de uso de parte del imputado de sus derechos
para el acto, que fueran mencionados en el punto 1.
Por ello, es necesario que se los mencione, en forma explícita o refiriendo
los artículos del código formal que los contienen, teniéndose siempre presente que por
tratarse de un acto esencial estará sujeto a revisión y control permanente por parte de los
letrados defensores o de la querella.
Y en punto a esto último, cabe destacar que se desprende claramente de la
lectura del art. 164 del Código Procesal Penal, que el derecho a ser asistido en el acto no es
un derecho independiente del imputado, sino que por tratarse de un acto de defensa si el
imputado quisiera declarar deberá estar presente el defensor. En caso de negarse, podrá no
estarlo si previamente hubo entrevista entre el encartado y su letrado, porque en tal situación
se tratará simplemente de un acto de comunicación de la imputación.
La presencia del defensor en el caso señalado es esencial porque, si como
señalamos se trata de un acto de defensa y la ley no distingue al efecto los de defensa técnica
de los de defensa material (como la declaración personal del encartado), es evidente que el
resguardo apuntado debe ser cumplido. Y esta exigencia guarda sentido, porque como vimos
tal declaración tiene enorme trascendencia en el desarrollo del proceso.
B) DECLARACION ESPONTANEA
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C) DICHOS INVOLUNTARIOS
La cuestión está vinculada con las escuchas clandestinas, telefónicas o por
elementos técnicos que permitan oír a distancia. Si bien la ley procesal autoriza a la
intervención telefónica con orden judicial y no prohíbe las grabaciones y filmaciones, debe
quedar en claro que por estos medios no puede suplirse la confesión voluntaria.
Es decir, que reclamando la ley formal que antes de ser oído el imputado
debe estar en conocimiento de sus derechos constitucionales y la posibilidad cierta de contar
con patrocinio letrado, no es admisible que el derecho constitucional de no ser obligado a
declarar en su contra sea burlado mediante las escuchas no advertidas, aún con orden
judicial.
Porque la orden judicial no convalida la actividad violatoria de garantías
individuales, simplemente es un recaudo legal para la pesquisa que pueda afectar garantías
que hacen a la privacidad. Opera como control en cuanto a la necesidad del acto y a los
alcances de la pesquisa dentro de las necesidades del proceso y nada más.
En consecuencia, conforme lo establecido en el art. 117 último párrafo del
Código Procesal Penal, las escuchas serán legítimas para investigar un hecho cuando:
1) no haya imputado identificado por un hecho concreto y se pretende
hallarlo.
2) Se pretende evitar el resultado de un delito o hacer cesar sus efectos,
como por ejemplo el hallazgo de un secuestrado o la búsqueda de una bomba.
3) Se pretende encontrar un prófugo. Pero en este caso estaría vedado
escuchar a las personas que conforme la ley no podrían declarar en su contra, puesto que si
no se las pude citar para que informen donde está el prófugo es obvio que no cabe soslayar la
previsión legal por esta vía.
Es decir, que no podrá usarse contra el imputado, de ninguna manera, más
allá de los ejemplos indicados o similares, lo que manifestara sin saber que está siendo oído
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
por la pesquisa, ni como prueba confesional ni como hilo conductor de la investigación para
encontrar pruebas de cargo.
CAPTIULO VII
RESTRICCIONES A LA LIBERTAD
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Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), también
incorporada a la Constitución Nacional.
De tales pautas se desprende, que siendo el imputado inocente mientras no
declare lo contrario una sentencia condenatoria y teniendo por consecuencia amparado hasta
tal momento su derecho a la libertad ambulatoria, solo se la podrá restringir cuando gozando
de ella pudiera poner en peligro el normal desenvolvimiento del proceso, sea substrayéndose
materialmente a sus consecuencias o dificultando o impidiendo la recolección de elementos
probatorios (ver arts. 170 y 171 del Código Procesal Penal).
Dicha restricción, prevista sólo en favor del proceso, no será entonces un
adelanto de la pena, que violaría el primer párrafo del art. 18 de la Constitución Nacional
(nadie podrá ser penado sin juicio previo) y los pactos internacionales citados, sino el modo
de garantizar con una medida cautelar el cumplimiento de obligaciones para con la sociedad
– de someterse al proceso – y, al mismo tiempo, el derecho del conjunto de los habitantes de
la nación vinculado al cumplimiento de la ley y, a partir de allí, de que se repriman
efectivamente los delitos con intervención de las instituciones creadas al efecto.
Es decir que, conforme el sistema expuesto, el límite de la libertad en el
proceso no puede estar en la naturaleza del delito o la gravedad del hecho, sino
exclusivamente demarcado por las circunstancias del caso objetivamente analizadas, en
relación con el normal desenvolvimiento del proceso.
Toda otra consideración tendiente a restringir la libertad del imputado
durante el proceso vinculada con aspectos como la gravedad o repercusión social del delito,
la peligrosidad del individuo o la defensa social, sería violatoria del estado jurídico de
inocencia, puesto que éste principio general y de rango constitucional se aplica tanto para la
persona imputada de haber cometido una tentativa de hurto simple o un daño material, como
respecto de quien se le reproche delitos más graves como homicidio, tráfico de
estupefacientes o violación, ya que estamos ante una categoría procesal que ampara sin
distinciones a todo habitante del país. Además, no debe olvidarse que una persona puede ser
“peligrosa” paro no responsable del delito investigado, con lo cual ese proceso en particular
no justificaría su segregación de la sociedad.
La ley procesal de la Ciudad de Buenos Aires ha receptado los principios
expuestos y sólo prevé restricciones a la libertad individual previas a la evaluación de las
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dos más; art. 127: veinticuatro horas; art. 148: el necesario para la realización del acto; art.
219: la duración del debate, etc.).
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restituir la libertad si considera que la medida es excesiva aún en tan corto lapso (arts. 31
incs. 2 y 3 de la ley 2451).
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EMBARGO
Concomitantemente con la prisión preventiva u otra medida restrictiva, a
pedido de la fiscalía y/o de la querella, el tribunal podrá disponer el embargo de bienes del
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imputado, para garantizar el pago de las costas y en su caso el resarcimiento por el daño
causado por el delito. La cuestión deberá debatirse en la audiencia correspondiente.
También podrá disponerse el embargo si fuera necesario para los fines
indicados precedentemente, aunque no se adoptase otra medida restrictiva de la libertad, a
pedido de parte, y para ello deberá también celebrarse una audiencia oral con iguales
requisitos (arts.176 y 177).
Si la persona sometida al embargo careciera de bienes suficientes, se podrá
decretar su inhibición de bienes.
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CAPITULO VIII
CITACION DIRECTA
Este es el modo previsto para la citación del imputado a fin de cumplir con los
actos procesales en que sea requerida su presencia y, especialmente, al acto de intimación
del hecho contemplado en el art. 161 del Código Procesal Penal.
En tales casos, el Ministerio Público Fiscal está facultado para emitir la
citación y disponer el comparendo con auxilio de la fuerza pública si la persona citada no
compareciese sin causa justificada (arts. 148 y 150).
Si la persona imputada tuviese fueros especiales y no se presentase
espontáneamente ante la citación, la fiscalía deberá remitir los antecedentes al Juez en turno,
para que requiera el desafuero y recién disponer su comparecencia forzada (art. 149).
LIBERTAD DIRECTA
Puede disponerla el Ministerio Público Fiscal en los casos de detención por
flagrancia y cuando se hubiera aprehendido a un sospechoso por existir peligro de fuga o de
entorpecimiento del proceso (arts. 152 y 172). Si bien se trata de dos situaciones con distinta
génesis, pues en la primera las fuerzas de seguridad deberán proceder a la aprehensión
directamente y en la segunda la privación de libertad se producirá por orden judicial a
pedido de parte, el fiscal interviniente podrá disponer la libertad, inmediatamente o dentro de
las veinticuatro horas, según el caso, si luego del acto procesal pertinente no considerase
adecuado sostener la restricción. De lo contrario, deberá acordar con la defensa una forma de
caución o solicitar la prisión preventiva u otra forma atenuada de restricción de libertad (arts.
172, 173, 174 y ccs.)
Este instituto resulta congruente con el criterio restrictivo con el que debe
entenderse la privación de libertad durante el proceso, ya que permite resolver la cuestión sin
desvincular al imputado más allá de lo estrictamente necesario y sin necesidad de provocar
una decisión judicial que, no habiendo conflicto, deviene innecesaria, al tiempo que el
trámite resulta así más rápido y sencillo.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
LIBERTAD ACORDADA
Como se enunció en el párrafo precedente, la fiscalía puede acordar
directamente con la defensa una forma de caución o alguna de las formas de restricción
atenuadas de las contempladas en el art. 174 del Código de forma. En estos casos no se
reclama la intervención judicial porque no existe hipótesis de conflicto, sin perjuicio de que
la defensa pueda solicitar al Juez posteriormente el cese o la atenuación de las medidas
dispuestas.
EXENCIÓN DE PRISIÓN
La exención de prisión es una medida contracautelar, tendiente evitar que se
haga efectiva una orden de detención, vigente o presunta. Se diferencia de la excarcelación
en la situación del imputado, pues en este último instituto funciona cuando el encartado ya se
encuentra privado de libertad.
Toda persona que se considere imputada de un delito o tuviera orden de
captura pendiente, en causa penal determinada, cualquiera sea su estado, podrá solicitar por
sí o por terceros su exención de prisión ante el fiscal interviniente (art. 191).
Dentro de las 48 horas, la fiscalía deberá expedirse concediéndola en forma
irrestricta, bajo caución y/u otra restricción acordadas con la defensa o denegándola.
Procederá siempre que no existan motivos para sospechar que el imputado
intentará fugarse o entorpecer la pesquisa. En caso de ser denegada, el interesado podrá
ocurrir ante el juez competente, que será el de turno si no se lo conociera y éste no fuera
competente remitirá la petición al que deba entender.
La decisión judicial deberá tomarse en audiencia oral y pública en los
mismos términos que las previstas para el cese de las medidas cautelares (art. 192). La
decisión será apelable dentro del tercer día, sin efecto suspensivo.
En caso de ser concedida, la fiscalía podrá pedir, también en audiencia, la
revocación cuando el imputado no cumpliere con sus obligaciones procesales o realizase
preparativos para su fuga. Si bien la ley no dice expresamente que la revocación debe
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
hacerse en audiencia, ello surge claramente de los principios que rigen todo el sistema y que
la revocación importará la prisión preventiva, que deberá resolverse en los términos de los
arts. 173 y 174.
Si bien en el art. 194 se contempla que la revocatoria la puede pedir el
fiscal, considero que si la acción la promoviese solamente la querella, ésta podrá solicitarla
si se dieran las circunstancias contempladas en el art. 262.
Está claro que la puede pedir directamente el imputado por sí o por terceros,
quedando así excluida la situación de que un tercero la pueda pedir sin consentimiento del
imputado. La cuestión no importa una situación menor, pues se pretende mantener el criterio
propio del modo de procedimiento adversarial, relativo a que la elección de las situaciones
de defensa deben contar con la conformidad del imputado, pues estamos ante el ejercicio de
derechos personalísimos, y se condice con lo establecido en el art. 29 sobre la intervención
de la defensa oficial.
En este caso, un apresuramiento en provocar un pronunciamiento del
órgano encargado de la investigación o, en su caso, del órgano jurisdiccional, podría agravar
situaciones fácticas que con el avance de la pesquisa podrían tener otra connotación. Por
ello, a fin de mantener la coherencia del sistema, la norma es clara en cuanto a que el
imputado deberá promover la decisión, por sí o por terceros, de reclamar la decisión.
e) EXCARCELACIÓN
Conforme lo visto hasta el momento, en el sistema del Código Procesal
Penal se contemplan pautas de restricción a la libertad vinculadas al peligro de fuga o de
entorpecimiento del proceso, en el marco contemplado por la Constitución Nacional.
Cuando, bajo tales supuestos, se hubiera dictado auto de prisión preventiva,
el remedio procesal para hacer cesar la privación de libertad es la excarcelación.
La característica de esta modalidad de libertad es que estará vinculada a una
caución, es decir sometida a la condición de que el sujeto garantice por alguno de los modos
previstos en la legislación formal su comparecencia a las contingencias y consecuencias del
proceso (juramento, fianza real o caución personal, que se verán más adelante).
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PROCEDENCIA
En el régimen del Código Procesal Penal, el art. 187, establece los casos
puntuales de excarcelación al señalar que podrá concederse:
1ro.) Cuando hubieran cesado los motivos que justificaron la prisión
preventiva. El texto es suficientemente amplio como para abarcar tanto las cuestiones de
hecho y prueba, como los aspectos subjetivos que hubieran justificado el peligro de fuga o
de entorpecimiento del proceso (inc. 1).
2do.) Cuando el imputado hubiese cumplido en detención o prisión
preventiva el máximo de la pena prevista para el delito o delitos atribuidos en el Código
Penal.
Esta hipótesis no requiere mayor explicación, dado que se habría agotado la
posibilidad punitiva del Estado.
3ro.) Cuando el imputado hubiere cumplido en detención o prisión
preventiva la pena solicitada por el fiscal que a primera vista resulte adecuada. En el sistema
del Código Procesal Penal el pedido de pena que completa la acusación se produce en el
momento del alegato, tras la producción de la prueba en el debate oral y terminados los
alegatos de las partes, o en el caso de existir una propuesta de avenimiento en los términos
del art. 266.
Como en la situación del debate se deberá dictar sentencia de inmediato, el
supuesto de excarcelación que nos ocupa cobra relevancia en el caso de avenimiento, pues
celebrado el acuerdo se podrá disponer la libertad bajo caución del imputado que hubiera
cumplido en detención la pena acordada.
4to.) Cuando el imputado hubiere cumplido en detención o prisión
preventiva un tiempo que, de haber existido condena, le habría permitido obtener la libertad
condicional, siempre que se hubieran observados los reglamentos carcelarios.
Esta norma tiende a no prolongar la privación de libertad por consecuencia
de la demora en el trámite procesal, más allá de lo que presumiblemente resultaría de una
sentencia condenatoria. De toda maneras, en el sistema del Código que nos ocupa es un
supuesto de aplicación excepcional, porque los términos procesales son muy cortos (arts.
104, 105 y 213) y el tiempo mínimo para la libertad condicional es de ocho meses de prisión,
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
cuando la pena impuesta no supere los tres años de privación de libertad (art. 14 del Código
Penal).
Sin embargo, al igual que similares contenidas en sistemas anteriores, puede
generar inconvenientes la pauta relativa al cumplimiento de los reglamentos carcelarios, al
indicar la experiencia que, por las difíciles condiciones de convivencia en institutos de
procesados y la especial ansiedad de quien no ha recibido sentencia mientras está privado de
libertad, es más factible la imposición de sanciones y de allí que la evaluación de la conducta
deba ser menos estricta para la concesión de la excarcelación, que a los fines de la libertad
condicional de quienes han estado sometidos por un lapso prudencial al régimen de
condenados.
5to.) Cuando el imputado hubiera cumplido la pena impuesta por sentencia
no firme.
Esta causal de excarcelación está fundamentada en la presunción de acierto
que corresponde asignarle al fallo, como acto jurisdiccional que mantiene su validez
mientras no sea modificado por otro. Al mismo tiempo, responde a la especial consideración
que se otorga al derecho a la libertad, pues no corresponde su privación sin motivo y, en este
caso, la presunción de fuga o de entorpecimiento del proceso se desvanecen ante la sentencia
que resuelve el caso, aunque esté pendiente un recurso.
6to.) Cuando el imputado hubiera cumplido dos años en prisión preventiva.
Se trata de una limitación específica a la mora del Estado en el dictado de la
sentencia definitiva y de una reglamentación más estricta que la prevista en la ley nacional
24.390 que, por tratarse de una norma procesal - aunque reglamente un derecho
constitucional - debe ser considerada solamente como un marco de referencia que las
provincias pueden restringir en favor del imputado.
El supuesto de excarcelación que nos ocupa, debería operar también en
situaciones de excepción, por los cortos términos procesales que contempla el sistema; pero
como la sentencia no está firme hasta que no quepa contra ella ningún recurso, puede ocurrir
que en el trámite de las vías recursivas, especialmente las de excepción, se llegue al lapso de
dos años indicado en la norma. En este caso, deberá concederse la excarcelación al imputado
que la requiriese, pues la mora no le es atribuible, aún cuando los recursos sean infundados.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
ellos de las circunstancias laborales que pudieran determinarlo a alejarse del domicilio real
por más de veinticuatro horas, lo que no podrá alterar sin autorización del tribunal, se les
impondrán de las obligaciones asumidas y al fiador específicamente que deberá informar
inmediatamente al Juez si temiere fundadamente la fuga del imputado (art. 188). La misma
acta se labrará en el supuesto de la exención de prisión.
4) TIPOS DE CAUCIÓN
La caución es el modo de ligar al sujeto al cumplimiento de las obligaciones
que le fije el tribunal.
Ha receptado el Código Procesal Penal la doctrina emergente de numerosa y
antigua jurisprudencia, adoptada también por otros códigos procesales, al señalar que está
absolutamente prohibido fijar cauciones de imposible cumplimiento, en relación con las
circunstancias personales del imputado y las características del hecho (art. 178). Tal
disposición tiene por finalidad evitar una denegatoria de la libertad solapada, que en muchos
casos se produce cuando el sujeto está en condiciones objetivas de ser excarcelado o eximido
de prisión y el magistrado interviniente por mera apreciación subjetiva o para justificarse
ante la opinión pública, en casos de presión periodística, las conceden bajo cauciones que el
sujeto no estará en condiciones de obrar.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
personales, dado que no tiene sentido restringirlo si se ha depositado caución real, puesto
que en tal caso estará limitada la posibilidad de disposición patrimonial por el depósito,
embargo o hipoteca de los bienes, como se verá. (arts. 181 y 182).
El fiador asumirá sus obligaciones al momento de labrar el acta pertinente,
que se mencionó al explicar el trámite, pero deberá previamente acreditar su solvencia en la
forma que el tribunal establezca u ofrecerlo cuando se determine el tipo de fianza y se hará
efectiva la libertad cuando se lo haya cumplido a satisfacción del órgano concedente.
Este último aspecto, debe ser evaluado en consonancia con el último párrafo
del art. 178, pues no podrá el tribunal establecer condiciones que tornen imposible el
cumplimiento de la fianza personal establecida, con lo que cada caso deberá ser evaluado
según sus características.
El fiador personal podrá ser substituido por otra persona, con los mismos
requisitos que el originario, o por el depósito de la suma fijada o valores o bienes
equivalentes (art. 185).
La substitución de la persona, se producirá cuando por motivos fundados lo
solicitare y el Juez lo evaluará conforme surge del artículo mencionado precedentemente,
pero entiendo que el tribunal no podrá rechazar la substitución por el depósito de la suma
fijada como fianza, dado que eso no causa perjuicio y asegura de forma más eficaz su
eventual ejecución.
Entiendo que tampoco hay impedimento para el caso que, a fin de acelerar
el trámite de libertad, se deposite la suma en cuestión y una vez reunidos los requisitos que
aseguran la solvencia del fiador se la substituya por la caución personal originariamente
aceptada por el tribunal.
* REAL. De las formas de caución, ésta es la más restrictiva porque exige
concretamente que la fianza sea efectivamente depositada. En la escala de apreciación de las
características del imputado, implica la más alta duda sobre el la posibilidad de
incumplimiento, sin llegar a la concreta presunción de fuga que justifique la prisión
preventiva.
La misma ley procesal así lo refiere, al señalar que procederá cuando se
evalúen como insuficientes las otras formas previstas y cabe afirmar entonces que -de
acuerdo con las pautas ya analizadas- esta modalidad debe ser interpretada de manera
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
residual; es decir, como la última hipótesis a considerar por el tribunal (art. 182 tercer
párrafo).
La caución se fijará en un monto determinado en dinero y podrá depositarse
directamente la suma individualizada o su equivalente en efectos públicos, valores
cotizables, con bienes suficientes en prenda o hipoteca. Los bienes depositados quedarán
sometidos a un privilegio especial para el cumplimiento de las obligaciones asumidas. (arts.
182 y 183).
Deberá integrarse la caución a satisfacción del tribunal antes de
efectivizarse la libertad y en caso de gravamen hipotecario se agregará el título de propiedad
y se ordenará la inscripción en el Registro pertinente (art. 183).
Y aunque la ley no lo establece, hace a la naturaleza de la caución que igual
recaudo que con la hipoteca se adopte con los bienes registrables dados en prenda. Además,
podrá exigirse, según el caso, que el oferente del bien a prendar lo asegure a nombre del
tribunal contra todo riesgo, según antigua práctica de los tribunales que no tiene
impedimento legal en el nuevo régimen procesal, salvo que el costo del seguro tornare
imposible el cumplimiento de la caución.
En este último caso, podrá substituirse el bien o adoptar el tribunal los
recaudos para asegurar la conservación de la cosa.
El dinero o los bienes dados como fianza podrán ser substituidos por otros
que cumplan los requisitos expuestos (art. 185).
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captura, seguirá del proceso en el estado en que estaba al momento de su paralización (art.
159).
Finalmente, si presentado a derecho el imputado brindara explicaciones
justificantes de su incumplimiento o ausencia, se revocará por contrario imperio el auto de
rebeldía y se tendrá por no pronunciada (art. 169).
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CAPITULO IX
EXCEPCIONES
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considerarse extinguida, la excepción será perentoria y cuando se hiciere lugar surtirá los
efectos previstos en el art. 197 último párrafo, sobreseyéndose el proceso con la aclaración
de que la formación del sumario no afecta el buen nombre y honor del imputado.
En el marco de esta excepción, concurren los casos de falta de personería,
legitimación o capacidad para promoverla. Es decir, que por esta vía se ataca la posibilidad
de que ejerza la acción en nombre de otro quien no tiene personería legal para hacerlo o
quien por disposición de la ley no está habilitado al efecto (por ejemplo por ser menor de
edad).
En consecuencia, de no darse los recaudos mencionados, por la vía de esta
excepción es posible oponerse a que continúe en el rol de querellante quien no debería haber
sido aceptado como tal por el tribunal o demostrar que lo fue por haber llevado a error al
juez y provocar que cese tal carácter de parte.
Obviamente, lo mismo podrá ocurrir en los delitos de acción privada,
cuando no hubiere sido ésta legalmente promovida, por los motivos antes apuntados.
Siendo en estos casos una excepción dilatoria, pues no actúa contra la
vigencia de la acción sino contra quien pretende ejercerla, sólo tenderá por efecto apartar al
querellante.
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Cosa juzgada sobre los mismos hechos que dan origen al procedimiento (art.
195 inc. d).
Se trata de una modalidad específica de falta de acción, que merece un
tratamiento especial por tratarse de una particular garantía emergente de la raíz filosófica del
sistema constitucional contractualista que nos rige. Efectivamente, la existencia de órganos
jurisdiccionales independientes para la resolución de los conflictos demanda que exista un
punto final para la discusión, en favor de la convivencia pacífica, de manera que agotadas las
vías previstas en el sistema procesal para la prosecución de la acción, el tema no puede ser
nuevamente promovido.
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si no existieron, no significan un precedente que tenga virtualidad para que se continúe con
el trámite del caso contra el imputado.
Ello no significa que esa continuación de la persecución sea fatalmente admisible,
pues existen situaciones que hacen operar otras garantías que pueden oponerse, como el
derecho a la rápida resolución del caso (C.S.J.N. in re: Mattei, Angel) o los límites legales al
tiempo de trámite (arts. 104 y 105 del Código Procesal Penal), en consonancia con lo
establecido al respecto en la Convención Americana de Derechos Humanos … , pero
corresponde distinguir claramente que se trata de institutos procesales diferentes y garantías
distintas.
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TRÁMITE
Se tramitarán de manera mixta, pues se deberán interponer por escrito ante
el Juez, pero se resolverán en audiencia oral. En el escrito de interposición deberán ofrecerse
las pruebas que justifiquen los hechos en que se basan y se correrá vista a las otras partes por
tres días (art. 66), para que conozcan el planteo y puedan ofrecer las pruebas que estimen
pertinentes. Si fueran más de una, se interpondrán conjuntamente.
Las otras partes no deberán contestar el planteo por escrito, pues para ello
está prevista la audiencia oral. Simplemente deberán tomar conocimiento de la excepción
interpuesta y ofrecer la prueba.
Ello surge de la primera parte del art. 197, cuando reza que las excepciones
se “substanciarán” en la audiencia, es decir que se discutirán en tal situación procesal, tras lo
cual se resolverá la cuestión. Será en la audiencia, también, donde el Juez resolverá sobre las
pruebas propuestas y decidirá por auto, de todo lo cual quedará constancia en acta.
La audiencia deberá celebrarse dentro de los diez días de evacuada la vista
en los términos que señalé precedentemente y contra la decisión cabrá recurso de apelación,
dentro del tercer día.
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CAPITULO X
MODOS DE FINALIZACION DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA.
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sus decisiones tienen los mismos alcances que las viejas formas de archivo y sobreseimiento
emanadas de los órganos jurisdiccionales.
Si bien se ha sostenido que otorgar a los fiscales la facultad de desistir de la
persecución penal significaba dotarlos de facultades jurisdiccionales, éste concepto parte de
premisas equivocadas y constituye, por lo tanto, un sofisma fácilmente rebatible. En efecto,
nuestra Constitución Nacional no establece el principio de indisponibilidad de la acción
penal sino todo lo contrario, pues hace a la esencia del sistema la búsqueda de la resolución
de los conflictos y las cuestiones relativas a la acción son de naturaleza procesal, que cada
provincia puede reglamentar como estime conveniente su legislatura (art. 75 inc. 12). Las
facultades jurisdiccionales están acotadas a la potestad de resolver los conflictos sometidos a
su decisión, de manera que si no existe conflicto porque el actor desistió de la prosecución
de la acción los jueces no tienen nada que decir.
Es decir, que la facultad de desistir de la acción no tiene el menor contenido
jurisdiccional y, por ende, la de archivar la pesquisa no significa otorgar a los fiscales
potestades propias de los jueces.
Pero, ello no significa que los fiscales puedan abandonar, en nuestro sistema
penal, la acción en forma arbitraria, sino en los casos y circunstancias reglamentados por las
normas procesales, porque existe la categoría de delitos de acción pública y ante la
presunción de que algún hecho abarcado en esa clasificación deberá iniciarse la
investigación.
Por otra parte, los fiscales aparecen, como se verá, controlados en tales
casos por las propias estructuras del Ministerio Público Fiscal, por la querella autónoma que
puede continuar con el ejercicio de la acción y por la simple víctima, que puede promover la
revisión del archivo. Finalmente, el mal ejercicio funcional que pudiera implicar un
abandono injustificado de la acción, podrá significar la destitución del fiscal y, si su
conducta fuera dolosa, su enjuiciamiento.
Existen en el sistema dos tipos de archivo: el que pone fin a la acción de
manera definitiva, equiparable al viejo sobreseimiento judicial, y el que paraliza la pesquisa
sin extinguirla, que no debe ser confundido con la clausura provisional de la investigación
preparatoria, contemplada en el art. 208. Y, desde un punto de vista meramente docente, se
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
puede señalar que a la primera de tales distinciones se la puede dividir, a su vez, en total o
parcial, según que el archivo se refiera a la totalidad o a parte de los imputados.
Archivos definitivos.-
El art. 199 del Código Procesal Penal contempla las siguientes hipótesis de archivo
definitivo:
1.- Atipicidad del hecho. Cuando de la investigación preparatoria surja que el
hecho es atípico, carece de sentido la persecución y atento el deber de objetividad que pesa
sobre la actuación del Ministerio Público Fiscal, corresponderá que cese la persecución
disponiendo el archivo de las actuaciones.
Si bien con una deficiente técnica legislativa, en el art. 209 se dispone que
esta decisión puede ser revisada por el Fiscal de Cámara, a pedido de la víctima, del
damnificado o del denunciante. La norma señala que éstos sujetos deberán invocar las
pruebas “que permitan acreditar la materialidad del hecho”, cuestión que nada tiene que ver
con su tipicidad; pero debe considerarse que este requisito está vinculado a las otras
hipótesis de revisión a que se refiere el art. 202 y que en lo relativo a la tipicidad o no de la
conducta, simplemente podrán requerir que la Fiscalía de Cámara ratifique o no el criterio
del fiscal interviniente.
Del mismo modo, debe entenderse como ajeno a esta causal de archivo el
último párrafo del citado art. 202, que admite la reapertura de la pesquisa por la aparición de
nuevas pruebas, porque está vinculado a cuestiones de hecho y prueba, no a la significación
jurídica del suceso investigado. Por otra parte, en apoyo de lo expuesto, cabe señalar que el
art. 203 claramente señala que una vez dispuesto el archivo por atipicidad, la resolución del
fiscal y el su caso del Fiscal de Cámara será definitiva y el Ministerio Público Fiscal no
prodrá promover nuevamente la acción por el mismo hecho
De todas maneras, la querella podrá continuar autónomamente con el
ejercicio de la acción, si no coincidiese con el criterio del Ministerio Público Fiscal, de
conformidad con lo establecido en el art. 10 de la ley procesal, y en tal caso será un órgano
jurisdiccional quien se expida sobre la tipicidad o no de la conducta, ante la interposición de
una excepción de falta de acción o en el juicio.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
afectaba la independencia funcional del Ministerio Público Fiscal. Es decir, que en nuestro
sistema la decisión de archivo con efectos definitivos del Ministerio Público Fiscal, no puede
ser revertida con una disposición jurisdiccional que implique obligarlo a ejercer la acción sin
afectar la independencia funcional que le garantiza la Constitución y, por ello y lo antes
expuesto, la norma que nos ocupa es claramente inconstitucional. ººº
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8.- Archivo por autor desconocido y por falta de pruebas (arts. 201 y 202).
Estas hipótesis de archivo proceden en los casos en que ninguna persona
hubiera sido intimada por el hecho, ya sea porque no se identificó a ningún sospechoso (art.
201) o porque no hay elementos que permitan acreditar la materialidad del hecho o
individualizar al imputado con suficiente certeza como para vincularlo como sujeto pasivo
del proceso en los términos del art. 161 del Código de forma (art. 202).
Es importante la aclaración relativa a que estos casos de archivo se refieren
a la situación procesal en la cual ninguna persona fue intimada por el hecho, porque en tal
caso corren los plazos previstos en el art. 104 para la duración de la investigación
preparatoria y deberá resolverse su situación con el archivo o la remisión a juicio, salvo que
se dé la posibilidad excepcional de la clausura provisional prevista en el art. 208 del Código
Procesal Penal.
Estos casos de archivo no impiden la reapertura de la investigación cuando
aparezcan pruebas que lo justifiquen y el plazo de duración está vinculado con el de la
prescripción de la acción. (art. 67 del Código Penal).
Intervención de la víctima.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
archivo, para ofrecer datos que permitan la prosecución o provocar la revisión del criterio
expuesto por la Fiscalía interviniente por parte de la Fiscalía de Cámara.
Así, podrá indicar pruebas que permitan identificar al autor cuando éste
resultara desconocido para la fiscalía (art. 201) o proponer medidas de prueba para acreditar
la materialidad del hecho, cuando la fiscalía entendiera que las obtenidas son insuficientes
(art. 202), debiendo expedirse sobre la procedencia de las medidas la Fiscalía de Cámara
cuando la de primera instancia no las aceptase.
En los casos de autor desconocido, deberá notificarse a la víctima con
domicilio conocido que oportunamente haya solicitado ser informada de un posible archivo,
mientras que en los casos en que se lo disponga por falta de pruebas sobre la materialidad
del hecho, se deberá notificar tanto a la víctima como al denunciante, aunque no sea
damnificado directo. En ambos supuestos el Fiscal de Cámara decidirá si las pruebas
ofrecidas son conducentes, ratificando el archivo o disponiendo la continuación de la
investigación preparatoria.
También puede la víctima provocar la revisión del archivo por parte del
Fiscal de Cámara dentro del tercer día de notificada, cuando se lo hubiera dispuesto por la
causal contemplada en el art. 199 inc. “e”, es decir por no justificarse la persecución. Aquí
no estamos frente a una cuestión probatoria sino de criterio persecutorio, por lo tanto en caso
que el Fiscal de Cámara concuerde con la oposición de la víctima deberá disponer que otro
fiscal continúe con la pesquisa (art. 200).
Una situación que merece un análisis particular se desprende del texto del
art. 202 del Código Procesal, porque bajo el título de “archivo por falta de pruebas”, se
incorporó la posibilidad de que la víctima cuestione el archivo por atipicidad contemplado
en el art. 199 inc. “a”, para indicar las pruebas que permitan acreditar la materialidad del
hecho. La letra en bastardilla permite resaltar el grave error conceptual incorporado en la
norma, porque en el archivo por atipicidad no se cuestiona la materialidad del hecho sino su
significación jurídica; de manera que en este aspecto la intervención de la víctima sólo será
admisible cuando esté en condiciones de indicar la existencia pruebas que permitan analizar
el hecho desde otra perspectiva jurídica, por la concreta posibilidad de incorporar al cuadro
de valoración fáctica elementos que hacen al tipo objetivo. Por ejemplo, acreditar un vínculo
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
de estado civil que haga a una exigencia típica, como ocurre con el delito de incumplimiento
de los deberes de asistencia familiar.
En los casos de archivo dispuestos por la fiscalía, cuando la víctima fuera
querellante podrá continuar con el ejercicio de la acción autónomamente (art. 10), salvo en la
hipótesis de inmunidad contemplada en el art, 199 inc. “f” del Código Procesal Penal, según
lo establecido por su art. 203.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
una clara conducta maliciosa y fraudulenta por parte del encartado, que lleve a tergiversar la
evaluación del caso, puede justificar su reapertura. Por el contrario, de no darse esa
situación maliciosa y fraudulenta, pasado el término legal de la investigación preparatoria
deberá sostenerse que el archivo es definitivo.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
referencias), por un plazo determinado (dos años) y sólo procede, una vez por persona,
cuando el imputado esté legitimado como sujeto pasivo.
La dispone el Fiscal de manera fundamentada e importa el cese de las
medidas cautelares, pero podrá reabrirse la investigación si las medidas pendientes se
obtuvieran antes de los dos años de dictada. En este caso, la fiscalía podrá requerir
nuevamente al juez la adopción de las medidas cautelares que correspondan, es decir que no
se reestablecen de manera automática.
En caso de reapertura, la investigación preparatoria continuará según el
estado anterior a la clausura provisional, de manera que el término de la investigación
preparatoria se suspende entre la clausura provisional y la reapertura, con lo que sólo
quedará pendiente el lapso que no hubiera transcurrido antes de aquella.
Sin embargo, la querella puede no concordar con la fiscalía y promover la
realización del debate con las pruebas reunidas y ofrecer para su oportunidad las pendientes.
En este caso, el procedimiento continuará bajo las formas contempladas para los delitos de
acción privada si la fiscalía decidiera no acompañar a la víctima al juicio.
Esta disposición (art. 208 último párrafo) pone los intereses particulares por
delante del interés general del Ministerio Público Fiscal, dándole prioridad a la resolución
del conflicto por las partes que con ese fin recurren ante el órgano jurisdiccional. Y si bien
ello puede terminar frustrando la condena, esto es preferible antes que mantener sin
definición un conflicto cuando alguno de los sujetos que lo integran requiere la decisión
judicial asumiendo el riesgo de un fallo desfavorable por falta de pruebas.
3) SOBRESEIMIENTO
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Oportunidad.
Cuando sea consecuencia de una excepción, deberá dictarse al finalizar la
audiencia oral (arts. 177 y 43) y será apelable dentro del tercer día (art. 198) Puede ser
dictado en cualquier momento del sumario sin necesidad de vista previa al Ministerio
Público o partes acusadoras.
El sobreseimiento dictado por el cumplimiento de las condiciones de
suspensión del proceso a prueba, se dictará dentro de los cinco días de puesta la cuestión a
consideración del juez (art. 43) y será apelable conforme los principios generales, es decir
por la parte agraviada y dentro de los cinco días (arts. 268 y 279).
El sobreseimiento consecuente con el desistimiento de la querella en los
delitos de acción privada se dictará dentro de los cinco días de cumplidas las circunstancias
contempladas en los arts. 255 y 256 del Código Procesal Penal y también será apelable
conforme los principios generales del recurso (arts. 43 y 279).
Los recursos tendrán efecto suspensivo, salvo que se hubiera dispuesto la
libertad del imputado (art. 270).
Forma.
Puede ser total o parcial, según abarque la totalidad de los hechos
investigados y sujetos imputados o alguno/s de ellos. Es preciso destacar al respecto, que
básicamente el sobreseimiento está previsto respecto de personas sometidas como sujetos
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pasivos al proceso y no por hechos sin imputados; pero la lógica indica que cuando se
determinare que el hecho investigado no existió o que es atípico, ante un planteo concreto en
los términos del art. 197, el Juez pueda poner fin irrevocablemente al proceso.
Consecuentemente, corresponderá sobreseer en forma parcial, tanto si
existen otros imputados como si existen otros hechos materia de investigación, según las
hipótesis que motiven la resolución. Y en forma total si no hay más imputados u otros
hechos.
La resolución debe ser fundamentada, analizándose las causales que lo
motiven y deberá llevar la declaración que deje a salvo en buen nombre y honor del
imputado.
Como en las otras resoluciones de mérito, será preciso que surja claramente
de su fundamentación cual fue el hecho específico que la motivó, con todas sus
circunstancias y accidentes, para determinar con exactitud cual será su alcance si fuera
necesario hacer viable la aplicación del principio de "cosa juzgada".
Efectos.
Cierra definitiva e irrevocablemente el proceso respecto del beneficiario,
quien deberá ser inmediatamente puesto en libertad de estar detenido; se practicarán las
pertinentes comunicaciones al Registro Nacional de Reincidencia y se archivarán las
actuaciones y elementos que no deban ser devueltos, si fuera total.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Impedimentos.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
una coma, queda claro la condición abarca a todos los sujetos gramaticales (delitos)
mencionados en el párrafo. Y la coma subsiguiente solo está vinculada con la aclaración
relativa al alcance que se pretende otorgar al concepto de grupo familiar, incluyendo a los
convivientes por uniones de hecho.
Por otra parte, también lleva a confusión la circunstancia de que
expresamente el Código Penal contempla el avenimiento en casos de abusos sexuales
ocurridos en situaciones familiares o cuando exista una particular relación entre el autor y la
víctima (ver art. 135 … del Código Penal), lo que constituye una contradicción con la
norma procesal local. En mi criterio, la contradicción debe despejarse en favor de la vigencia
de la norma local, porque se trata de un aspecto netamente procesal vinculado a la vigencia
de la acción (art. 75 inc. 12 de la Constitución Nacional).
Sin embargo, considero que las limitaciones precedentes parten de un grave
error conceptual, porque las situaciones de violencia familiar suelen tener un carácter
dinámico y con una cierta permanencia temporal, involucrando fuertes sentimientos
afectivos y relaciones que deberán continuar conectadas precisamente por los lazos de
sangre que las unen. En tales condiciones, el sometimiento de los conflictos a mediación
suele ser una muy buena forma de encontrarles soluciones duraderas, más satisfactorias que
la respuesta penal lisa y llana.
Se ha justificado la norma en que el imputado por tales delitos suele estar en
una posición de poder o dominio que afectaría la libre decisión de la víctima; pero ese
argumento es insuficiente, si se analiza que la fiscalía deberá analizar el caso desde la óptica
de la mejor forma de solución del conflicto y equiparar las situaciones para que la decisión
sea tomada con libertad y bajo condiciones que garanticen la durabilidad del acuerdo. Y en
aquellas situaciones donde esas condiciones no se den, la fiscalía no deberá someter el caso a
la instancia de conciliación.
También, se ha puesto como límite a la instancia de conciliación el hecho
de no haber cumplido el imputado un acuerdo precedente o haber sido favorecido con un
acuerdo extintivo de la acción en los dos años precedentes. La redacción de la norma es
también defectuosa, pero considero que la expuesta es la interpretación adecuada a la
intención del legislador.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Efectos.
El cumplimiento del acuerdo de mediación determina el archivo de las
actuaciones sin más trámite por parte de la fiscalía, cesando en ese caso las medidas
cautelares (arts. 204 inc. 2 in fine y 199 inc. h). En caso de incumplimiento malicioso del
acuerdo por parte del encartado, corresponderá la reapertura del proceso (art. 203 in fine),
pero si el incumplimiento no le fuera imputable, se mantendrá el archivo dispuesto.
En caso de reapertura, la adopción de medidas cautelares deberá plantearse
nuevamente en caso de que correspondan.
Naturaleza.-
Como se expuso en la parte general, la suspensión del proceso a prueba es
uno de los modos de extinción de la acción, que opera como tal cuando se cumplen las
condiciones impuestas en los términos de los arts. 76 bis y 27 bis del Código Penal.
Sin embargo, la naturaleza del instituto está discutida en la doctrina no
obstante las pautas claras que dan las leyes en el sentido de considerarlo como un aspecto de
la disponibilidad de la acción en por parte del Ministerio Público Fiscal.
Uno de los puntos de discusión consiste en dilucidar si el instituto que nos
ocupa es un derecho de todo imputado o es una facultad del Ministerio Público Fiscal el
acceder a su concesión. La consecuencia de admitir una u otra tesis es relevante porque de
aceptarse la primera postura – derecho del imputado – se podrá admitir que los jueces lo
concedan contra la oposición de la fiscalía, mientras que de asumirse la otra la negativa del
representante de la acción pública será vinculante para el órgano jurisdiccional.
En punto a este dilema, considero que no caben dudas en el texto legal que
se trata de una facultad del Ministerio Público Fiscal. Para ello debemos partir de reconocer
que no existe un derecho constitucional a la aplicación del instituto que nos ocupa, de modo
que de no existir en la legislación no se estaría privando al imputado de ningún derecho
esencial.
Pero, por otra parte, tanto en la Constitución Nacional (Art. 120) como en la
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (arts. 13 inc. 3 y 125) se contempla el sistema
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
acusatorio que asigna al Ministerio Público Fiscal la titularidad de la acción. De manera que
si existe en el punto algún indicio constitucional está referido a una facultad de la fiscalía
vinculada con la promoción del juicio o su desistimiento y no con un derecho del imputado a
paralizar la pesquisa bajo el sistema de prueba.
Con ello aclarado, deviene imperioso remitirse a las leyes que crearon y
regularon el instituto. Así, el art. 76 bis del Código Penal es claro en cuanto a que, dándose
los requisitos objetivos y subjetivos de procedibilidad, el juez otorgará la suspensión del
proceso a prueba si hubiese conformidad del fiscal, mientras que el art. 205 del Código
Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dice: “…La oposición del
Ministerio Público Fiscal, fundamentada en razones de política criminal o en las necesidad
de que el caso se resuelva en juicio, será vinculante para el tribunal. Contra la decisión no
habrá recurso alguno…”. Por otra parte, su art. 206 señala que el fiscal requerirá el juicio si
no propondrá otra forma de resolución del conflicto, afirmando sus facultades como titular
de la acción.
Como puede advertirse, para los legisladores, tanto del Congreso Nacional
como de la Legislatura local, la intención de que la decisión negativa del Ministerio Público
Fiscal fuera determinante fue contundentemente expresada, de manera que más allá de las
especulaciones dogmáticas sobre las características y alcances que debería tener un instituto
como el que nos ocupa, el derecho vigente se ha expedido claramente en un sentido
determinado: se trata de una facultad del Fiscal enmarcada en la disponibilidad de la acción.
Otro aspecto que ha motivado controversias es si el contenido de la
oposición de la fiscalía es revisable por los jueces. En tal aspecto deben analizarse dos
situaciones que, por corresponder a distintos ámbitos jurisdiccionales no deben confundirse
y el tratamiento doctrinario no es aplicable directamente a todos los casos.
Una cuestión está conformada por definir en el sistema procesal nacional si
la oposición de la fiscalía debe estar fundamentada y, en ese caso, si el fundamento es
revisable judicialmente. El art. 76 bis del Código Penal simplemente hace referencia a la
negativa del Fiscal pero el Código Procesal Penal de la Nación en su art. 69 dice que los
dictámenes de los fiscales deben ser fundamentados, de manera que la fiscalía deberá
exponer los argumentos por los cuales rechaza el instituto. Pero no existiendo otras pautas
sobre el tema, basta con que los fundamentos sean razonables y ajustados al caso para que
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
sean aceptados sin más discusión por el órgano jurisdiccional, aún cuando no los comparta,
pues estamos ante una potestad del Ministerio Público Fiscal.
En tal ámbito se podrá rechazar el fundamento de la fiscalía si aparece
como arbitrario o caprichoso, pero el rechazo no admite que, sin más, el beneficio de
suspensión del proceso sea concedido pues siendo potestad del Fiscal los jueces no pueden
subrogarse en su voluntad y sustituir las consideraciones sobre la procedencia o no del
instituto. Corresponderá entonces que anulen el dictamen por arbitrario y requieran al
Ministerio Público Fiscal que se pronuncie conforme a derecho, por parte del mismo fiscal o
de otro, del mismo modo que si en juicio la fiscalía pidiera la absolución sin fundamentos de
hecho y derecho razonables. Es decir, podrá el tribunal evaluar solamente la razonabilidad
de los fundamentos, pero no reemplazar a la fiscalía en su rol.
En el ámbito jurisdiccional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la ley
procesal (art. 205 tercer párrafo), establece que la oposición de la fiscalía es vinculante, pero
deberá estar fundamentada en razones de política criminal o en la necesidad de que el caso
se resuelva en juicio. Es decir que las causales de oposición son más precisas que en el
ámbito nacional, aunque se aplican los principios antes expuestos.
La ley no define si las razones de política criminal deberán surgir de
criterios comunes al Ministerio Público Fiscal o de un caso concreto en que se entienda que
la persecución penal debe llegar al juicio por su significación social. Entiendo que ambas
hipótesis deben ser aceptadas pues, por un lado, la facultad del Fiscal General de elaborar
Criterios Generales de Actuación (art. 18 inc. 4 de la ley 1903 – Ley Orgánica del Ministerio
Público - ) que son públicos y se deben comunicar a la Legislatura, sumado a los principios
de unidad de actuación y dependencia jerárquica que caracterizan la institución, indican que
debe hacerse cargo de la política criminal y, salvo declaración de inconstitucionalidad, deben
ser aceptados como pautas comunes que han de respetar los encargados de ejercer la acción
pública.
Por otra parte, determinados casos trascendentes que no estén contenidos en
Criterios Generales de Actuación pueden tener incidencia relevante en materia de política
criminal, como las organizaciones criminales, algunos supuestos de abandono de personas,
delitos aberrantes, etc. y en la medid en que sea razonable la argumentación de la fiscalía
deberá ser aceptada.
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Trámite.-
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Control.-
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La querella.
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6).- AVENIMIENTO.-
El art. 206 del Código Procesal Penal señala que cuando el fiscal considere
que se encuentra agotada la investigación preparatoria y no propondrá una salida alternativa
o propuesta hubiera fracasado, formulará el requerimiento de juicio.
Es un acto procesal trascendente, porque es el sustento del debido proceso
legal al constituir la concreta y efectiva imputación al imputado, que permitirá el ejercicio de
la defensa en el debate, el hecho allí imputado será el objeto del juicio, la materia de prueba,
el sustento de los alegatos y la causa de la sentencia.
No debe ser confundido, sin embargo, con la acusación propiamente dicha,
que se concretará tras el debate en el momento de los alegatos (art. 244), ya que su cometido
se agota en el pedido de elevación a juicio -impulso de la acción- y no contiene una
pretensión punitiva concreta.
En efecto, el juicio propiamente dicho es el desarrollado en el debate oral,
que se abrirá con los alegatos de apertura donde se formulará nuevamente imputación,
concordantemente con el requerimiento, sin que pueda cambiarse el objeto sin una
modificación del requerimiento (art. 230).
Por lo tanto, además de la identificación del imputado, los requisitos del
requerimiento de juicio que deben ser cumplidos en su totalidad, bajo consecuencia de
nulidad, ellos son: la descripción clara, precisa y circunstanciado de los hechos y de la
específica intervención de los imputados, concordante con el decreto que motivara la
investigación preparatoria y hubiera siendo informado al imputado; los fundamentos que
justifiquen la remisión a juicio y la calificación legal del hecho (art. 206).
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CAPITULO XI
ETAPA INTERMEDIA
Citación a juicio.-
Tendrá cinco días para ofrecer prueba y plantear todas las cuestiones que entienda
deban resolverse en la audiencia de debate.
Como las cuestiones relativas a la prueba se resolverán en la audiencia
preliminar, lo mismo que las excepciones planteadas en esa instancia (art. 212), y el juez
cambiará para la etapa de juicio, en realidad las cuestiones que se pueden plantear en esta
oportunidad no serán para el debate sino para su preparación o para evitarlo. Así se
desprende del texto del art. 228, donde se establecen las cuestiones previas al juicio que son
las relativas a la constitución del tribunal – cuestión que no puede plantearse cuando se
desconoce su composición -, la unión o separación de juicios y la admisibilidad de nuevos
testigos o pruebas conocidas después de la audiencia preliminar. Es decir, situaciones que
deberán plantearse después de remitido el caso a juicio.
Audiencia preliminar.-
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
contexto del Código Procesal Penal las evidencias se convierten en pruebas solamente
cuando se las invoca en una audiencia, de modo que el cuestionamiento sobre la legitimidad
de la medida ofrecida y su admisibilidad para el juicio, efectuado en el marco de una
audiencia oral, simplifica significativamente la “purificación” de lo obrado en la
investigación.
Por otra parte, el encuentro en la audiencia permite arribar a acuerdos
preliminares sobre los hechos cuya prueba no se discutirá (ver art. 107) y resolver cuáles
pruebas resultan sobreabundantes o inconducentes a los fines del debate.
2.- Contempla la ley que las decisiones del juez sobre la admisibilidad de las
pruebas no será recurrible, aunque puede ser invocada como fundamento del recurso de
apelación contra la sentencia. Esta disposición tiene fundamento en que una instancia de
apelación en la etapa que nos ocupa generalmente será dilatoria, pues el resultado del juicio
puede terminar siendo favorable al presunto afectado, en el debate se podrá valorar
nuevamente el cuestionamiento a la prueba en discusión y, en ultima instancia, el tema podrá
ser replanteado en caso de apelación por expresa disposición legal.
3.- Las pruebas necesarias para la defensa o para el civilmente demandado que
requieran auxilio jurisdiccional, se podrán requerir en la audiencia y las dispondrá el juez si
fueran pertinentes y útiles (art. 211).
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CAPITULO XII
EL JUICIO
ACTOS PREPARATORIOS
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EL DEBATE
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Alegatos de apertura.
Una vez verificada la comparecencia de las partes y por tratarse de un
proceso controvertido, comienza lógicamente con la exposición oral de la imputación, tanto
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la penal como la civil si la hubiera, de conformidad con los alcances del requerimiento de
juicio y señalándose qué se pretende probar con las pruebas ofrecidas. De seguido será el
turno de la respuesta de la defensa, que para esta parte es optativa. Finalizadas las
exposiciones de las partes, el juez declarará formalmente abierto el debate (art. 227).
Cuestiones preliminares.
Tras tal acto deberán plantearse bajo consecuencia de caducidad y resolverse, las
cuestiones preliminares (art. 228):
a) las atinentes a la constitución del tribunal. No señala la ley a cuáles se
refiere y cabe descartar las recusaciones, que deben ser planteadas dentro del término de
citación a juicio o dentro de las 48 hs. de conocida o notificada, respectivamente, de ser la
causal sobreviniente o nueva la integración del tribunal (art. 24).
Cabe inferir entonces que se trata de las relativas a la eventual integración
con un juez subrogante, en caso de impedimento del titular.
b) a la unión o separación de juicios (ver art. 214)
c) a la admisibilidad de nuevos testigos por circunstancias conocidas con
posterioridad al ofrecimiento de pruebas o incomparecencia de testigos, peritos o intérpretes
y presentación o requerimiento de documentos, salvo que la posibilidad de proponerlos surja
del curso del debate (ver art. 234).
El principio es que las cuestiones señaladas deben ser resueltas en el
momento, en un solo acto, salvo que por cuestiones de orden del proceso el juez resuelva
diferir alguna o tratarlas sucesivamente. En su planteamiento y respuesta, las partes
solamente podrán hablar una sola vez, es decir que al respecto no habrá réplicas.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
lo ocurrido durante su ausencia. Si los imputados fueran varios podrá alejarse de la sala, bajo
los mismos parámetros, a alguno de ellos (arts. 219 y 229).
Omisión de pruebas.
Si el imputado reconociera la existencia del hecho imputado y reconociera
lisa y llanamente su culpabilidad, podrá omitirse la recepción de la prueba tendiente a
acreditarla.
Este aspecto del proceso es muy interesante como instituto del sistema
acusatorio adversarial, porque al no existir un expediente con valor probatorio (ver art. 210)
y por cuanto la prueba debe introducirse en las audiencias orales, la omisión de su
incorporación deberá estar precedida de un acuerdo de partes a modo de avenimiento y el
Juez dictará una sentencia homologatoria considerando los términos del requerimiento de
juicio y la confesión exclusivamente.
Entonces, esta disposición es asimilable al avenimiento contemplado en el
art. 266 del Código Procesal Penal y significa reconocer al imputado el derecho a allanarse a
la imputación, evitando con ello someterse a los rigores del debate. En tal caso desaparece el
conflicto y sólo queda resolver sobre la pena a imponer, que puedo haber sido acordada entre
la fiscalía y la defensa o será motivo específico de debate (art. 231).
Sin embargo, la ley señala que podrá omitirse la recepción de prueba, no
que esa omisión sea ineludible, de manera que el juez puede disponer la continuación del
debate con la incorporación de las pruebas ofrecidas en caso de albergar dudas sobre los
alcances de los hechos o de la sinceridad del reconocimiento del imputado.
También, cuando se hubiera ejercido la acción civil, el tercero civilmente
demandado se podrá oponer y solicitar que se reciba la prueba que haga a su defensa.
Esta particularidad procesal está contemplada, con iguales alcances, para el
procedimiento correccional en el art. 408 del Código Procesal Penal de la Nación, aunque su
aplicación fue deformada al dictarse en general las sentencias con sustento en el sumario de
instrucción. Y digo que en el ámbito federal se deformó el sistema, porque en el marco del
citado código procesal las pruebas a considerarse en la sentencia deben incorporarse al
juicio, por testimonio o por lectura, y si la norma refiere a la omisión de incorporación, no
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Nuevas pruebas.
A pedido de parte, el juez podrá ordenar la producción de pruebas útiles no
ofrecidas, cuando su existencia surgiera del debate o se tornaren imprescindibles otras
conocidas pero no propuestas oportunamente (art. 234).
Esta disposición no se contradice con lo establecido en el art. 206 en su
parte final en cuanto se refiere a las pruebas cuya existencia fuera conocida en el debate; y se
complementa con dicha norma y las características de la audiencia prevista en el art. 210,
porque debe entenderse que se tornarán imprescindibles pruebas conocidas no ofrecidas,
cuando se frustre la producción de las que habían permitido omitirlas.
En efecto, adviértase que la defensa no solamente tiene derecho a conocer
todas las pruebas que confluyeron en la intimación del hecho (art. 164), sino que además no
se le pueden ocultar las que conozca la fiscalía, tanto de cargo como de descargo (art. 206) y
habrá una audiencia donde se decidirá cuáles se producirán en la audiencia de juicio.
Entonces, el juego de ambas normas determina que la defensa no podrá ser
sorprendida con pruebas ocultas, pero se admite que una prueba acordada pueda ser
substituida por otra conocida cuando aquella no pueda incorporarse al debate. Del mismo
modo, la dinámica del debate habitualmente enriquece el plexo probatorio, de modo que si
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Procesal Penal de la Nación en su art. 401. Se refiere a conductas que abarcan aspectos que
pueden resultar comunes a distintos tipos penales, pero que no son subsidiarios, como el
caso del hurto o robo y el encubrimiento, que pueden tener en común que alguien sea
sorprendido teniendo la cosa substraída en su poder. Este sujeto podrá ser reprochado por la
substracción, en el marco legal que protege la propiedad privada, o por la receptación, figura
que protege la administración de justicia y ambas figuras típicas tienen distintos alcances y
modalidades de comisión. Si del debate surgiera que la imputación se formuló por una y
resultó el sujeto reprochable por la otra, claras razones de economía procesal aconsejan que
se reconduzca la acusación y se adecue la recepción de la prueba, en la medida que no se
afecte el derecho de defensa.
Ampliado el requerimiento, el Juez informará al imputado y su defensa,
como al civilmente demandado, bajo consecuencia de nulidad, que puede pedir la
suspensión del debate para preparar la defensa; si esto fuere solicitado, el tribunal fijará
prudencialmente el término según la naturaleza de los hechos y las necesidades de la
defensa.
Discusión final.
Terminada la recepción de la prueba, producirán sus alegatos los sujetos
activos en primer lugar Fiscal y a la querella, en ese orden, y luego los sujetos pasivos,
defensa y demandado civil, en ese orden también, para que aleguen sobre las pruebas y
efectúen sus conclusiones y defensas, siempre de manera oral y no podrán leerse los
memoriales. Los alegatos serán únicos por cada una de las partes y si actuasen dos fiscales o
dos defensores por imputado, lo harán por partes dividiéndose las tareas.
Las partes podrán replicar, correspondiendo a la defensa la palabra final,
limitándose en todos los casos a los argumentos adversos que no hubieren sido discutidos.
Atendiendo a la naturaleza del caso, los puntos de debate y las pruebas
recibidas, el Juez fijará prudencialmente el término para las exposiciones de las partes.
Concluidos los alegatos, el Juez preguntará al imputado si tiene algo que
manifestar o agregar, tras escucharlo convocará a las partes a audiencia para la lectura de la
sentencia y cerrará el debate.
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La sentencia.
Terminado el debate, el juez podrá dictar la sentencia íntegra o la parte
dispositiva del fallo en el momento o tomarse un tiempo para la evaluación del caso, que
nunca podrá exceder de cinco días (art. 251) bajo consecuencia de nulidad del juicio. Dentro
de esos cinco días también podrá dar primero el veredicto y luego los fundamentos. Una y
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otra parte del fallo, o ambos conjuntamente, se leerán en la audiencia fijada al efecto y su
lectura servirá como notificación a todas las partes, pero solamente la exposición de los
fundamentos hará nacer el término para recurrir la sentencia.
La sentencia identificará al imputado y resolverá todas las cuestiones que
hubieran sido materia del juicio, en lo posible respetando el siguiente orden: las incidentales
que hubiesen sido diferidas, la descripción del hecho imputado y su tipificación, la prueba
valorada conforme las reglas de la sana crítica racional, las consideraciones de derecho que
correspondan, la absolución o condena, la individualización de la pena y las circunstancias
valoradas para ello, la reparación civil pertinente o el rechazo de la demanda, la imposición
o exención de costa (art. 248).
Es necesario destacar que el Juez no podrá disponer la reapertura del debate
y si le quedasen dudas, deberá despejarlas a favor del imputado, conforme las reglas de la
sana crítica (arts. 2 y 247).
En la sentencia el Juez podrá dar al hecho una calificación distinta a la
pedida por la Fiscalía, pero no podrá imponer una pena mayor que la solicitada por el Fiscal
(art. 249). Esta norma tiene que ver con los alcances del principio acusatorio adoptado por el
Código Procesal Penal, aunque cabe destacar que el Ministerio Público Fiscal no puede
modificar los alcances de la ley penal, de manera que si la fiscalía pidiera una pena ilegal por
ser menor al mínimo legal u omitiese una pena de aplicación conjunta (por ejemplo una
multa), el Juez deberá adecuar lo requerido a la ley.
Una omisión del Código Procesal Penal, fue establecer el modo en que
deberán resolverse las disidencias en caso de que deba dictar una sentencia un tribunal
colegiado, por ejemplo la Cámara de Apelaciones o el Tribunal Superior de Justicia.
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CAPITULO XIII
PROCEDIMIENTOS ESPECIALES
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B) EL AVENIMIENTO.-
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C) EL JUICIO DE MENORES
Comentario preliminar
El procedimiento penal relativo a personas menores de dieciocho años de
edad está claramente en crisis, pues durante casi noventa años se rigió por el sistema
denominado “patronato”, por el cual el Juez de Menores substituía a los padres del imputado
en la patria potestad y tenía poderes casi absolutos para decidir sobre el alcance del proceso,
el “tratamiento” conveniente para la persona sometida a proceso y si convenía disponer su
libertad o internarla en un instituto especializado (Ley Nacional N° 10.903).
Este sistema se fundamentó en los criterios culturales de la época en que la
ley fue sancionada, conforme los cuales los menores en general eran tenidos por incapaces
absolutos y tanto en el seno familiar como en los institutos de educación carecía de voz y
derechos para opinar sobre sus necesidades e, inclusive, su futuro.
Pero, con el correr de los años y el cambio cultural sobre las funciones de la
familia, la religión y los institutos de educación, el sistema se tornó inadecuado para los
nuevos criterios sociales y los institutos de menores se convirtieron en meros depósitos de
niños/as conflictivos/as. Así se llegó hasta la firma de la Convención sobre los Derechos del
Niño y su incorporación al plexo constitucional (art. 75 inc. 22 de la Constitución Nacional),
que garantiza a las personas menores de dieciocho años de edad el derecho a ser oídas, al un
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juicio oral rápido, la asistencia letrada, que la privación de libertad sea una medida de
excepción y a la revisión por un tribunal superior de las medidas judiciales que le afecten,
todo ello sin perjuicio de gozar de los derechos que los adultos tienen en todo proceso (ver
arts. 37 a 41 especialmente) y siempre bajo el prisma del interés superior del niño como
parámetro de interpretación..
Tal ordenamiento específico demandó un cambio substancial en el trámite
procesal penal que involucre como sospechosas a personas menores de dieciocho años de
edad, de manera que no tengan menos derechos que los adultos respecto de la libertad
ambulatoria y se protejan otras situaciones, como la identidad, la comunicación con los
padres, defensores y otros asesores y, en especial, su interés superior en el aspecto vinculado
a no ser sometidas al escarnio público.
Establece también la convención que no se impondrá la pena de muerte ni
prisión perpetua que no admita libertad condicional a menores de dieciséis años de edad
autores de delitos. Es decir que no rechaza que cada país signatario establezca la edad de
imputabilidad conforme sus propios parámetros, pero limita el tenor de la pena imponible en
los términos señalados.
La tendencia doctrinaria actual está dirigida a evitar en lo posible toda
“institucionalización” de las personas menores de dieciocho años de edad, término usado
como sinónimo de judicialización, y a que sus situaciones de peligro sean analizadas y
tratadas por organismos administrativos especializados ajenos al sistema judicial, en
consonancia con lo establecido en el art. 40 inc. vii, punto 3. “b” de la Convención referida;
y, en esa línea, la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en su art. 39
contempla la creación de un organismo adecuado a tales fines, que se instituyó, con la
sanción de la ley 114, como el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Del mismo modo, la conformación del Ministerio Público en la
Constitución local integrado por la Asesoría General Tutelar como tercer rama autónoma,
implica la adhesión a un régimen de tutela especial independiente de los jueces, donde
magistrados especializados deberán garantizar los derechos de las personas menores de
dieciocho años de edad vinculadas o sometidas a proceso (art. 124) y/o demandar ante los
tribunales las medidas de protección que sus situaciones requieran.
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Régimen Procesal Penal Juvenil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ley 2451)
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Competencia.
Este procedimiento especial está contemplado para los casos que involucren
como autores de delitos a personas que tengan entre 16 y 18 años de edad al momento de
comisión del hecho y regula algunos aspectos de cómo tratar los actos procesales en los que
daban participar como víctimas o testigos personas menores de edad (arts. 2 y 41).
La mala técnica legislativa usada en la ley 2451 demanda que el aspecto
subjetivo que determina la competencia deba ser desentrañado del texto; por ello, del juego
de los arts. 2 (“se aplica a todas las personas...”) 30, 31 y 41 (derechos de las víctimas
menores) es preciso concluir que la especialidad de trato abarca los sujetos activos y pasivos
del proceso, no obstante que la competencia de los jueces está determinada por la minoridad
de los imputados (arts. 4, 11 y 30).
En estos casos deberán entender entonces jueces y fiscales (art. 38)
especializados en la materia penal juvenil y su competencia se mantendrá hasta la
finalización del proceso, aún cuando en su curso el imputado alcance la mayoría de edad
(art. 7).
También entenderán los tribunales especializados en materia penal juvenil,
cuando otros partícipes del hecho fueran mayores de dieciocho años de edad al momento de
comisión (art. 6).
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El órgano jurisdiccional
Este es uno de los aspectos más confusos del sistema, pues en el marco de
un sistema acusatorio, que responde tanto al mandato constitucional (art. 13 inc. 3) como al
propio texto legal (art. 10), las referencias al órgano jurisdiccional – que está mencionado
como Juez o Tribunal – parecen propias de una estructura inquisitiva e, inclusive,
paternalista.
Por ejemplo, en el art. 4, en un capítulo relativo a “Disposiciones
generales”, se refiere a la competencia y parecería establecerse allí que la decisión la tomará
el juez de oficio e inclusive por la misma vía dispondrá el archivo cuando el imputado fuera
inimputable por la edad, sin referencia alguna al momento procesal y el modo de
conocimiento. En este aspecto y estando a la remisión que efectúa el art. 2 de la ley al
Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al declarado principio
acusatorio (art. 10), parecería razonable interpretar que la cuestión de competencia llegará al
Juez por un impulso de parte que motive su intervención, aunque ello podría ponerse en
duda por el alcance que se le quiera dar al verbo “conocer” a que se refieren los arts. 30 y 31
del marco legal que nos ocupa.
Igualmente engorroso es desentrañar la contradicción emergente de los arts.
15 y 45 de la ley que nos ocupa. En el primero se señala que el imputado solamente podrá
autoincriminarse ante el juez penal juvenil, mientras que en el otro se establece que el
encartado declarará ante el Fiscal y el juez intervendrá si el deponente lo requiere.
Del mismo modo, resulta difícil enmarcar en el procedimiento acusatorio
las disposiciones contenidas en los arts. 10 inc. “e” y 14, pues el primero se refiere al
rechazo de diligencias meramente dilatorias y el segundo a la situación en que el juez
disponga la identificación del imputado menor de dieciocho años. Es que en el marco del
sistema adversarial a la que la misma ley remite, el juez difícilmente se vea ante la necesidad
de ordenar medidas probatorias y, por ende, encontrarse frente a un pedido de algunas que
resulten meramente dilatorias; y, por otra parte, la identificación del imputado será siempre
ordenada por la fiscalía que entiende en la investigación preparatoria. Deberá entenderse
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La víctima
Los derechos de la víctima están claramente desarrollados en los arts. 37 a
39 del Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de manera que los
enunciados en el art. 36 de la ley penal juvenil sólo pueden entenderse como
complementarios de aquellos en cuanto se establece el derecho a la reserva de identidad, del
damnificado y su familia, y a recibir asistencia médica o psicológica. Por otra parte, en el
mismo artículo se impone a la víctima restricción específica: la prohibición de promover la
revisión del archivo dispuesto por la fiscalía, aunque parece claro que ello no afecta el
derecho del querellante a continuar con la acción (art. 10 del Código Procesal Penal, 2 y 39
de la ley penal juvenil).
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El imputado
Pueden ser imputadas por delito bajo el régimen que nos ocupa las personas
comprendidas entre dieciséis y dieciocho años de edad (art. 1 de la ley nacional 22.278, art.
1 de la ley 2451). Las personas imputadas de infracción a la ley penal que no hayan
cumplido los dieciséis años de edad al momento del hecho no pueden ser sometidas a
proceso penal (art. 12 de la ley 2451) y se deberá dar intervención al Consejo de los
Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes ( ley 114), Sin perjuicio de ello, en este último
caso se deberán practicar, con los debidos cuidados para proteger su integridad, las
averiguaciones pertinentes para establecer la identificación del autor, la existencia de
instigadores o cómplices y hacerse cesar los efectos del delito (art. 91 y ccs. del Código
Procesal Penal).
Más allá de los derechos generales que corresponden a toda persona
imputada de delito, rigen respecto de las personas menores de edad especialmente los
derechos y garantías establecidos en la Convención de los Derechos del Niño, las Reglas
Mínimas de las Naciones Unidas para al Administración de la Justicia de Menores (Reglas
de Beijing), las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados
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de Libertad (res. 45/113) y las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la
Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad) – Art. 75 inc. 22 de la Constitución Nacional,
Art. 8 de la ley 2451 -; el derecho a la confidencialidad del juicio (art. 9), a que las
expresiones durante el proceso sean aptas para su entendimiento (art. 10), a que la pena sea
considerada un último recurso (art. 25), a la duración mínima del proceso (art. 10 inc. “e”,
21 y 47), a la intervención del juez penal juvenil en el acto de intimación del hecho (art. 45)
y a la detención en establecimientos especiales (art. 28).
La defensa
La defensa no es parte autónoma del proceso, sino auxiliar de un o varios
imputados determinados y su representante procesal desde el inicio de la actividad en su
contra hasta el fin de la ejecución de la sentencia (art. 16 de la ley 2451). En realidad, la
actividad de la defensa siempre está vinculada a una persona imputada y, por lo tanto, puede
comenzar cuando alguien adquiere ese carácter y la elección es resorte exclusivo del
interesado, razón por la cual la defensa oficial sólo actuará cuando sea expresamente
designada por el encartado (art- 29 del Código Procesal Penal). La única excepción al
principio de la designación previa, es cuando deba realizarse un acto definitivo e
irreproducible de manera urgente, antes de la individualización del imputado o antes que se
encuentre a derecho (ver art. 98 del Código Procesal Penal).
Asesor Tutelar
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EL PROCESO
Respecto de la investigación preparatoria, los únicos aspectos que cambian
con relación al proceso penal ordinario son la posibilidad del imputado de declarar ante el
juez penal juvenil (art. 45) y su duración, que en los casos iniciados por denuncia o querella
será de noventa días a partir de la intimación del hecho (no desde la detención) y será el juez
penal juvenil quien autorizará las prórrogas por hasta sesenta días más, que pueden ser
cuestionadas por el imputado.
En los casos de flagrancia, la duración de la investigación preparatoria será
de quince días, prorrogables por otro tanto por el juez penal juvenil.
Considero que se aplica al respecto el art. 105 del Código Procesal Penal,
que establece la caducidad de la acción en caso de incumplimiento de los plazos de la
investigación preparatoria.
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estén éstos motivados en incidencias del proceso o sobre el fondo del hecho que motiva el
caso.
Otro aspecto confuso del sistema, que se vincula con la investigación
preparatoria, es el relativo a la participación de víctimas y testigos menores de dieciocho
años. En efecto, por un lado la fiscalía deberá investigar todos los delitos de acción pública
(arts. 3 y 4 del Código Procesal Penal), pero la ley 2451 establece que deberán tenerse en
cuenta una serie de derechos que pueden aparecer como contradictorios con ese mandato, en
tanto la consideración al interés superior del niño y su derecho como víctima al
descubrimiento de la verdad (art.41 de la ley penal juvenil), deberán ser evaluados y
sopesados con las consecuencias que el rigor procesal puedan causarle.
En punto a ello, no debe olvidarse que los derechos del imputado con
raigambre constitucional no pueden ser obviados y, entre ellos, se encuentran los de
controlar la prueba de cargo y, específicamente, interrogar personalmente o por su defensor
a los testigos (Art. 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos y Art. 14 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Art. 75 inc. 22 de la Constitución Nacional).
En tales condiciones, un tema a considerar en cada proceso particular que
involucre como víctimas a personas menores de dieciocho años, será la decisión sobre si los
efectos sobre tal persona justifican la persecución penal. Es un balance delicado sobre el que
no se pueden establecer reglas rígidas, en tanto cada caso tendrá sus particularidades.
Será para ello necesario escuchar y atender las opiniones de a la víctima que
esté en condiciones de formarse un juicio propio, con conocimiento de los padres o tutores o
responsables sobre la finalidad de las diligencias procesales y bajo la pertinente reserva
respecto de la publicidad de los actos (art. 42). La ley establece que ello deberá realizarse en
audiencia sin definir ante quien, razón por la cual atento el sistema acusatorio y estando en
manos de la fiscalía la investigación preparatoria, será el Fiscal quien deberá escuchar a la
persona menor para tomar las decisiones antes mencionadas sobre la persecución penal y/o
la invocación de su testimonio.
Otro aspecto que no queda claro, es el motivo por el cual la utilización de
un gabinete especial con intervención de profesionales en el interrogatorio a personas
víctimas o testigos menores de dieciocho años de edad, solamente está contemplada para la
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etapa de debate (art. 43). En mi criterio, ese método debe usarse también en la investigación
preparatoria cuando las circunstancias lo justifiquen.
Finalmente, las normas relativas al interrogatorio de los menores de
dieciocho años se tornan complejas cuando la acción queda en manos de la querella y
considero que en tales casos deberá presenciarlo, dirigirlo y controlarlo el Juez Penal
Juvenil, por aplicación del criterio previsto en el art. 31 inc. 5 de la ley 2451, si se trata de un
hecho de su competencia y si correspondiera la intervención de un juez de mayores, será éste
Magistrado el encargado del control.
En cuanto a las alternativas a la pena, la ley 2451 contempla expresamente
la mediación y la remisión a programas comunitarios.
Respecto de la mediación, mantiene el criterio del Código Procesal Penal en
cuanto a que deberá promoverla el Fiscal Penal Juvenil (arts. 55, 58 y 59), como titular dela
acción, aunque en este caso deberá contar con la previa conformidad expresa de la víctima.
La ley regula puntillosamente el procedimiento de mediación, entre lo que merece destacarse
que tanto el imputado como la víctima menor de dieciocho años de edad deberán asistir a
las audiencias con su letrado y sus padres, tutores o representantes legales (art. 62) y deberá
participar un equipo técnico interdisciplinario (art. 67) cuyas características y
especialización la norma no indica.
El acuerdo de mediación deberá estar amparado por un acuerdo de
confidencialidad y el procedimiento no podrá superar los sesenta días desde la primera
reunión, prorrogables por otros treinta con acuerdo de las partes (arts. 65 y 70). En caso de
no arribarse a un acuerdo continuará la investigación preparatoria y de arribarse a la solución
del conflicto de manera simple, la fiscalía archivará las actuaciones sin más trámite, por
simple decreto, no pudiendo promover nuevamente la acción por el mismo hecho; pero, de
establecerse condiciones o modalidades de cumplimiento, éstas serán controladas por la
Oficina de Resolución Alternativa de Conflictos perteneciente a un ámbito imparcial –con
intervención optativa del equipo interdisciplinario- y, al registrarse el cumplimiento la
fiscalía archivará directamente el caso.
En mi criterio y por tratarse de una forma alternativa de solución del
proceso penal, prevista tanto a favor del imputado como de la convivencia entre personas en
conflicto, el término previsto para el procedimiento de mediación debe suspender el de
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El debate
Para preservar la imparcialidad y al igual que en el procedimiento de
mayores, la ley penal juvenil establece que el juez del juicio oral no podrá ser el mismo que
intervino para preservar las garantías en la investigación preparatoria (art. 32) y las reglas
del debate son las mismas que en el procedimiento común, excepto en lo que hace a la
restricción de concurrentes, pues solamente podrán estar presentes el imputado con su
defensor, la fiscalía, la querella, la asesoría tutelar, los padres o responsables, la víctima y
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quienes tengan un interés legítimo (art. 78) y el modo en que deberán ser interrogados los
testigos o víctimas menores de dieciocho años de edad (art. 43).
Con relación a este último aspecto, una interpretación integral de lo
establecido en el art. 43 de la ley 2451 indica que el procedimiento a seguir deberá ser el
siguiente, salvo que la persona en cuestión esté en condiciones de formarse un juicio propio
(ver art. 42 inc. a): la persona a ser interrogada deberá ser colocada en una sala especial
conforme su edad evolutiva, con la sola presencia de un mayor con título de psicólogo
especialista en niños, niñas o adolescentes, y las preguntas le serán dirigidas desde el
exterior por intermedio del profesional mencionado, quien las canalizará teniendo en cuenta
las características del hecho y el estado emocional de la víctima o testigo. El acto podrá ser
presenciado por el tribunal y las partes a través de un vidrio espejado o un monitor de video
u otro medio similar.
En la norma referida precedentemente existen dos aspectos que se enfrentan
con los derechos del imputado. En primer lugar (inc. c) se hace referencia a que en el plazo
que el tribunal indique el profesional hará un informe detallado con las conclusiones a que
arribe, pero no señala sobre que aspecto. Si se tratase de las condiciones psíquicas del
menor, necesariamente deberá haber control de un perito de la defensa y se se tratase de
sustituir por el informe la declaración del menor, su valor probatorio será relativo y riesgoso
por provenir de una interpretación de quien no presenció o sufrió los hechos.
Por otra parte, en el marco de un procedimiento adversarial y oral, el informe
deberá ser requerido por alguna de las partes y corresponderá producirlo en la audiencia.
El otro aspecto complejo, es la prohibición de que esté presente el imputado
en los reconocimientos de lugares y/o cosas (art. 43 párrafo final de la ley 2451), cuando el
acto pueda tener la categoría procesal de definitivo e irreproducible, pues la disposición
entra en colisión con el derecho del encartado de controlar la prueba de cargo.
Una norma innecesaria es la contemplada en el art. 78 inc. “c”, cuando
señala que no se hará lugar, obviamente por parte del Juez, a las preguntas capciosas,
sugestivas de opinión, conclusivas, impertinentes, repetitivas, confusas, vagas, ambiguas y
las compuestas. Digo que es innecesaria, porque el juez al conducir el debate deberá regular
el interrogatorio, pero con suficiente amplitud para mantener el sistema adversarial y no
interferir en la estrategia de las partes, permitiendo el interrogatorio cruzado o “cross
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orales; cómo deben ser las resoluciones judiciales; los regímenes de vistas, trámite y
contenido de las excepciones, nulidades y recursos; cual es el sistema de valoración de las
pruebas; los alcances de la investigación preparatoria; el trámite de la suspensión del proceso
a prueba y cuáles serán las facultades de los jueces, fiscales y defensores en general.
Respecto de todo ello será necesario remitirse al Código Procesal Penal que, en
consecuencia, se convierte en la mayor fuente de información y regulación del proceso
contravencional y sus alcances.
En efecto, la ley 12, al margen de señalar algunas garantías mínimas, sólo
reglamenta específicamente el modo de contar los términos (art. 5), la excusación y la
recusación (arts. 7 a 11), mínimos aspectos del domicilio y notificaciones (arts. 12 y 13),
régimen de costas (art. 14); la restricción al particular damnificado para ser parte (art. 15); la
disposición sobre la competencia de las fuerzas de seguridad en la prevención y las actas en
caso de flagrancia (arts. 16 y 36/38), la intervención de éstas y la fiscalía para la recepción
de denuncias y su constancia en acta (art. 17); las medidas cautelares y de coacción directa
incluyendo la aprehensión, el juicio inmediato, la identificación y la situación de
contraventores menores de dieciocho años (arts. 18/29 y 36 bis)), los registros domiciliarios
(arts. 30/35), la actuación del fiscal que incluye el archivo, el juicio abreviado y el uso de la
fuerza pública (arts. 39 a 43), los requisitos del requerimiento de juicio (art. 44), la decisión
sobre la prueba y la fijación de audiencia (art. 45), la modalidad oral y pública del juicio y
las consecuencias de la incomparecencia del contraventor (art. 46), el acta de debate, el
contenido de la sentencia y su notificación (arts. 47/49), el plazo del recurso de apelación de
la sentencia, su trámite en la alzada, el recurso de inaplicabilidad de ley escuetamente
desarrollado y quien puede interponer el recurso de inconstitucionalidad.
Como veremos a continuación, algunas de las especificaciones para la
materia contravencional no difieren de la penal y otras son específicas pero la ley 12 no
señala el procedimiento, de manera que habrá que adaptarlas al margo regulatorio del
sistema procesal penal.
*El modo de contar los términos (art. 5). La ley 12 establece que los establecidos
en días se cuentan en los hábiles, a partir de la cero hora del día siguiente, y los establecidos
en horas son corridos, contados a partir del momento en que ocurrió el hecho que lo motivó.
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Tales disposiciones son compatibles con las contempladas en los arts. 68 a 70 del Código
Procesal Penal, con la sola duda respecto de la posibilidad de habilitar días inhábiles en
materia contravencional (art. 69 primera parte). En mi criterio esto último no será posible,
pues el art. 5 de la ley 12 establece claramente una sola forma: los términos establecidos en
días se entienden en días hábiles.
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*Intervención del particular damnificado (art. 15). Los únicos aspectos que la ley
12 restringe al damnificado son la posibilidad de ser parte en el proceso como querellante y
ejercer en el fuero contravencional la acción civil por daños y perjuicios. Consecuentemente,
son perfectamente compatibles las otras previsiones del art. 15 del sistema procesal
contravencional con lo establecido en los arts. 37 a 39 y sus concordantes del Código
Procesal Penal.
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pues el art. 17 de la ley 12 solamente atribuye competencia y, como se señaló, nada dice
sobre el modo y circunstancias de su formulación y los alcances de la intervención policial.
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del imputado. Respecto de tales disposiciones, salvo en su remisión al art. 46 que refiere a
algunos aspectos del juicio, la ley procesal contravencional no contiene ninguna pauta
específica de procedimiento, de modo que es necesario integrar el sistema con el del Código
Procesal Penal.
Así, el personal policial deberá labrar actas en los términos de los arts.
50/53 de dicho cuerpo legal y 36 de la ley 12, que son totalmente compatibles, la fiscalía
formular el auto de determinación del hecho, la intimación del hecho tendrá que realizarse
conforme las pautas de los arts. 161/68 del sistema penal, corresponderá que se efectúe el
requerimiento de juicio según el art. 44 del sistema contravencional, celebrarse la audiencia
preliminar y el debate bajo los parámetros de los arts. 210 y 227/246 del Código Procesal
Penal. Ello incluye el cambio de juez por la hipótesis de prejuzgamiento en lo referente a la
confirmación de la aprehensión y la admisión de pruebas. La audiencia preliminar es
necesaria no solamente para que el juez de juicio no esté contaminado por decisiones
precedentes, sino también porque la defensa no cuenta en este procedimiento con los plazos
necesarios para realizar un ofrecimiento de prueba por escrito. De ese modo, en la audiencia
la ofrecerá, conocerá la propuesta por la fiscalía y las partes podrán discutir sobre su
procedencia o admisibilidad ante el juez que tomará la decisión.
Si el imputado fuera una persona con necesidades especiales, se le
suministrará desde el principio el intérprete pertinente, del mismo modo que fuera
extranjero con dificultades para entender el idioma castellano. Además, cuando cualquier
extranjero sin residencia en el país fuera aprehendido habrá que dar intervención a la Oficina
Consular o Misión Diplomática del país del que sea nacional y si fuera refugiado al Alto
Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
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de secuestro sino la inadmisibilidad del comiso, es decir la pérdida de uno solo de sus
efectos porque al los fines del otro – evidencia- no existe irregularidad.
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igual naturaleza en el Código Procesal Penal (art. 177) y, por consecuencia, la cuestión
deberá resolverse en audiencia oral, con citación el imputado y su defensa.
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exactamente con el desarrollo sistemático del segundo. Sin embargo, pueden caber dudas
acerca de si es admisible en materia contravencional la delegación del acto en el Secretario,
puesto que no está prevista en el art. 44, cuestión que en mi criterio no ofrece mayores
dificultades.
En efecto, como señalé antes la naturaleza del acto no se define en el
sistema contravencional y, por ende, es necesario asumir que corresponde otorgarle igual
sentido que en el penal. Así, estamos ante un mero acto de defensa más trascendencia que
poner al encartado en conocimiento del hecho reprochado permitirle hacer su descargo,
inclusive ofreciendo pruebas, razón por la cual no parece que afecte sus garantías el hecho
de celebrarse ante el Secretario de la Fiscalía.
3) Respecto de la producción de pruebas (art. 42), la ley 12 en su art. 42, se limita a
decir que la fiscalía deberá producir la prueba necesaria para dar verosimilitud al hecho y la
propuesta por la defensa que se considere conducente, asentándosela en actas. Pero nada
dice sobre el objeto, contenido, duración y modo de la investigación preparatoria, por lo que
será necesario remitirse a lo establecido en los arts. 91, 92, 93, 101/105 y ccs. del Código
Procesal Penal, resultando por lo tanto aplicable la delegación prevista en su art. 94. Del
mismo modo, la producción de las pruebas se regirá por las pautas generales contempladas
en dicho ordenamiento formal.
4) Las causales de archivo contempladas en el art. 39 de la ley 12 – extinción de la
acción, atipicidad y falta de prueba sobre le hecho o sobre el autor –son compatibles con las
previstas en el art. 199 incs. a, b y d de la ley formal penal y no excluye la aplicación de las
otras allí contempladas. Por otra parte, al no definir la ley contravencional las consecuencias
del archivo y modos de revisión, también será necesario remitir al sistema del Código
Procesal Penal al respecto.
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*Los requisitos del requerimiento de juicio (art. 44) son los mismos que los
previstos en el art. 206 del Código Procesal Penal (identificación del encartado, descripción
del hecho, fundamentos, calificación legal), más la determinación de la pena que se estime
adecuada al caso; pero en la ley contravencional no se prevé la consecuencia de nulidad por
la omisión de alguno de ellos.
Sin embargo, atento la naturaleza de la ley 12, que por su sistema escueto y
dependiente de la ley procesal penal debe ser interpretada en consonancia con esta última
estructura, considero que cuando sus previsiones pueden ser completadas sin demérito de los
aspectos específicamente contemplados, es necesario ampliarla hasta los alcances de la
supletoria. En consecuencia, es necesario asumir que rigen para la materia contravencional
las causales de nulidad y el mandato que omite ocultar pruebas a la defensa, contemplados
en el art. 206 del Código Procesal Penal.
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realiza determinados actos (el Juez) y cual será la intervención de la representación legal del
imputado, pero no indica el modo de proceder.
Desde ese orden de ideas, considerando que el Código Procesal Penal contempla la
intervención de la defensa por cinco días, para el ofrecimiento de pruebas, y una audiencia
preliminar donde se resolverá oralmente cuales pruebas se admitirán para el debate (arts. 209
y 210), con la posibilidad de acordar en ella la suspensión del juicio a prueba o el
avenimiento – en este caso el juicio abreviado – e interponer excepciones, parece claro que
corresponde adoptar este procedimiento por vía supletoria (art. 6 de la ley 12).
Al respecto, vale recordar no solamente que la ley 12 en su art. 45 no dice cómo se
llega formalmente a la decisión del Juez, sino que tampoco tiene un sistema de formas
procesales, de manera que en este aspecto la investigación preparatoria se substanciará según
las reglas del Código Procesal Penal, es decir sin expediente escrito y de manera
desformalizada. En tales condiciones, de no resolverse la cuestión de las pruebas en
audiencia, el Juez carecerá de elementos para decidir.
Consecuentemente, la lógica del sistema indica que recibido el requerimiento de
juicio por el Juez, dará intervención a la defensa por cinco días y luego llamará a audiencia.
Resuelta la incorporación de pruebas y no adoptada una vía alternativa al debate, fijará la
audiencia de debate con lo menos de diez días de antelación.
*El juicio (Arts. 46 y 47). Respecto del debate en sí, lo único que establece la ley
12 es que será oral y público, además de contemplar un procedimiento específico para el
caso de incomparecencia del imputado. Establece, al respecto, que se tomará declaración por
escrito a los testigos, tras lo cual se suspenderá la audiencia y se dispondrá el comparendo
del imputado por la fuerza pública; y, traído – es el verbo usado en la ley, lo que implica
aprehensión - que sea, se realizará el juicio dentro de las veinticuatro horas, donde deberá
orírse al encartado, incorporarse por lectura la prueba testimonial recogida por escrito el día
de fijado originalmente para el debate, se incorporará la pendiente y se dictará sentencia de
inmediato, que deberá estar reflejada en el acta de la audiencia (arts. 47 y 49).
Sobre el acta, se limita a señalar que contendrá la parte substancial de la
prueba recogid, la intervención de las partes y la sentencia.
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CAPITULO XIV
RECURSOS
RECURSOS EN GENERAL
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Políticos (art. 10 inc. 5), ambos de jerarquía constitucional (art. 75 inc. 22). Esta
circunstancia es trascendente como pauta para obviar en nuestro derecho interno recursos
limitados como el de casación, que solo proceden por cuestiones de derecho y no admiten la
revisión amplia de la sentencia.
DISPOSICIONES GENERALES
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A) EL RECURSO DE ACLARATORIA.-
Como su nombre lo indica, este recurso tiene por finalidad obtener que el
mismo órgano jurisdiccional que dictó el auto, la resolución o la sentencia cuestionados
subsane meros errores materiales o conceptuales en que hubiere podido incurrir o integre la
decisión con las peticiones que debieron ser tenidas en consideración en la decisión.
En rigor, no se trata de una revisión de lo resuelto; se pretende con dicho
recurso que, por claros motivos de economía procesal, se reparen equivocaciones u olvidos
formales o materiales por parte del juez o tribunal, como errores en los nombres de las
partes, confusiones sobre éstas, errores en las cuentas o en los números, en las fechas,
contradicciones entre lo argumentado y lo resuelto cuando ello obedece evidentemente a una
equivocación material, omisiones en el tratamiento de temas o puntos vinculados al objeto
de la decisión, etc.
Está regulado en el art. 45 Código Procesal Penal, que admite la corrección
de las resoluciones por parte del juez, de oficio o a pedido de parte formulado dentro de los
tres días de la notificación y sin substanciación, a fin de: corregir cualquier error material u
omisión en que hubiese incurrido sobre alguna de las pretensiones deducidas y discutidas en
el litigio.
Como ya se señaló, la parte interesada debe interponerlo dentro de los tres
días de notificada y el juez o el tribunal lo resolverán sin substanciación, es decir
directamente. Se trata de un recurso aunque no importe un cuestionamiento del sentido del
fallo o de la esencia de la decisión, de manera que puede ser deducido respecto de los actos
procesales decisorios de los tribunales de todas las instancias.
La interposición de la aclaratoria interrumpe el plazo para la interposición
de los recursos de revocatoria y apelación, pues éstos tienen por finalidad la revisión
substancial o la invalidación de lo resuelto.
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quedará excluida y solo podrá deducirse contra la decisión final que se tome en el acto en
cuestión.
Ejemplo de lo señalado, puede ser la oposición del juez a la recepción de una
prueba durante una audiencia de prisión preventiva o de cese de medidas cautelares. En tal
caso se podrá interponer el recurso de revocatoria en el acto si las otras partes consienten la
reducción de términos. Pero, de no ser así solamente podrá cuestionarse la decisión final.
Del mismo modo, durante la audiencia de debate podrá cuestionarse alguna decisión judicial
intermedia pero si las otras partes no consienten la vía elegida, quedará el cuestionamiento
de la sentencia.
Con este recurso puede interponerse el de apelación en subsidio, para el caso que el
juzgado mantenga el criterio originario.
Efectos. En cuanto a sus efectos, no es devolutivo porque interviene el mismo
tribunal que dictó la resolución y sólo tendrá efecto suspensivo cuando la resolución sea
apelable y dicha condición esté prevista para tal recurso (art. 278). La aclaración es
pertinente porque la regla general que establece el efecto suspensivo para los recursos cede
en el de apelación (art. 280).
C) EL RECURSO DE APELACIÓN
Por medio de este recurso se pretende que un tribunal de segunda instancia revise
lo resuelto por el de la instancia inferior.
Naturaleza y efectos: Es un recurso de carácter genérico, con efecto devolutivo en
todos los casos, que según lo disponga la ley puede ir acompañado de los efectos suspensivo,
diferido, adhesivo y extensivo.
Formas: Sus formas de concesión son:
1) Libremente: Significa que el tribunal de alzada dentro de los límites del
recurso puede adquirir o admitir nuevos elementos probatorios para dictar la resolución o
sentencia.
2) En relación: Significa que el tribunal de alzada debe confirmar o revocar
la decisión de la instancia anterior tomando en consideración los mismos elementos
probatorios que tuvo a su disposición el juez que dictó la decisión apelada.
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las personas vinculadas al proceso que no pueda ser reparado en la misma instancia con el
avance de las actuaciones o de tal gravedad que no admita demora.
Sujetos habilitados para interponer el recurso de apelación: Pueden apelar las
partes o sus apoderados cuando el acto jurisdiccional cause gravamen irreparable o aquellas
personas expresamente habilitadas por la ley procesal, como quien pretenda ser querellante
puede apelar el auto que desestima la denuncia (art. 11 del Código Procesal de la Ciudad de
Buenos Aires).
Como en otros sistemas, en el de la Ciudad de Buenos Aires el Ministerio
Público Fiscal puede apelar siempre a fin de controlar la legalidad del procedimiento,
inclusive en favor del imputado (art. 268) puesto que su rol es de imparcial defensor de la
legalidad y custodio del régimen procesal (art. 120 de la Constitución Nacional y 125 de la
Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
Etapa del proceso en que procede la apelación: En el sistema procesal penal de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el recurso de apelación es procedente tanto en la
etapa de investigación preparatoria como contra la sentencia definitiva.
Si bien en diversos códigos procesales del país, como el Código Procesal Penal de
la Nación, se contempla que la sentencia definitiva solo será recurrible por vía de casación,
este recurso limitado devino inconstitucional por la injerencia que tienen la Convención
Americana de Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) y el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos en este punto, porque establecen con jerarquía constitucional
la garantía de la doble instancia, al prever el derecho de las partes a recurrir las sentencias y
la pena (art. 8 inc. 3 punto h y art. 10 inc. 5, respectivamente).
Parece claro que al referirse ambos pactos al derecho de recurrir ante un
tribunal superior lo hace en sentido amplio y ello implica la necesidad de aceptar que todas
las sentencias son apelables en todos sus aspectos esenciales (determinación del hecho,
aplicación del derecho y decisión).
A partir del fallo "Ghiroldi, Horacio David, sobre recurso de casación," del
7 de abril de l995, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dijo que se contradecía con
tales normas el límite al recurso por el monto de la pena, declarando la inconstitucionalidad
del art. 458 -que implica la del 459- del C.P.P.N. Pero entiendo que a la luz de tales pautas,
también es inconstitucional la limitación temática que imponen sus arts. 456 y 457, puesto
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que ello limita el alcance del recurso de tal modo que restringe a casos muy puntuales la
garantía en cuestión.
Tal interpretación obedece a que de aceptarse el régimen del Código
Procesal Penal de la Nación se estaría burlando el sentido del derecho a recurrir el fallo, que
importa el de criticar todos sus aspectos de forma y fondo de manera amplia. Sostener que la
garantía mencionada está debidamente amparada con la forma en que se reglamentó el
recurso de casación, sería lo mismo que ignorarla en absolutamente; algo así como aceptar
que el legislador admitió prever un derecho fácilmente neutralizable estableciendo un
recurso limitado y de simple rechazo, como ocurre en la práctica con el de casación.
Este no es más que un remedio procesal destinado a unificar la
interpretación de la ley o a reparar graves errores formales, mas no una nueva instancia de
discusión amplia como el recurso de apelación liso y llano. Y al no distinguir la norma de
jerarquía constitucional ya citada sobre el alcance del derecho a recurrir, debe comprenderse
que se refiere al medio más amplio posible.
Así lo entendió también la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el
fallo Casal…., donde estableció que la Cámara Nacional de Casación Penal debe entender
tanto en cuestiones de derecho como en las de hecho y prueba.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
composición del tribunal que entenderá; de seguido se las remitirán a la fiscalía de cámara,
por cinco días si se recurrió un auto o decreto y por diez si se apeló una sentencia, para que
manifieste fundamentadamente si mantiene o no el recurso deducido por el Fiscal o se
adhiere al del imputado; se dará intervención por iguales términos a la defensoría de cámara
y a la asesoría tutelar, si correspondiera, en ese orden; y dentro del quinto día de notificada
la radicación o de restituidas las actuaciones por la fiscalía, defensoría y o asesoría, el
imputado y el querellante que no hubieran recurrido el decreto o auto impugnado podrán
presentar un escrito mejorando fundamentos (art. 282).
El rechazo puede ocurrir cuando lo hubiera interpuesto quien no tuviera derecho,
fuera interpuesto fuera de término, sin observarse las formalidades prescriptas o se hubiera
apelado una decisión irrecurrible.
Si no se hubiera rechazado el recurso, el tribunal resolverá dentro de los cinco días
(art.43) cuando se hubiera apelado un decreto o auto. Si se hubiera recurrido una sentencia
definitiva o auto equiparable a ésta en sus efectos, se fijará una audiencia dentro de los
quince días de restituidas las actuaciones, para que las partes aleguen en forma oral.
La audiencia se celebrará el día y hora establecidos, con la presencia de todos los
jueces de la Sala y las partes interesadas. Se declarará desierto, y con ello desistido, el
recurso de la parte apelante que no concurra sin causa justificada.
En su desarrollo se dará primero la palabra al apelante y si lo hubiera hecho la
querella y/o el fiscal, expondrán éstos primero en este orden y al final la defensa. La
audiencia se regirá por las normas del juicio común que resulten aplicables. El tribunal
resolverá dentro de los diez días siguientes y devolverá las actuaciones inmediatamente
después que venzan los términos de impugnación (arts. 284 y 285).
Carácter de las decisiones. De acuerdo con el alcance del recurso (art. 276), las
cuestiones puestas en conocimiento de la Cámara de Apelaciones pueden ser de hecho y
prueba, de derecho o de ambas calidades. Las de hecho y prueba tienen que ver con la
determinación de las cuestiones de hecho relevantes en mérito a la prueba producida y las de
derecho a la aplicación de la ley en el caso concreto, tanto la ley procesal como la de fondo.
Si se trata de una apelación contra una sentencia por cuestiones de hecho y
prueba, el tribunal podrá confirmar una absolución o una condena y convertir una condena
en absolución, pero no podrá tornar una absolución en condena, pues si bien los jueces
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
condenatoria, el Código Procesal Penal de la Ciudad de Buenos Aires optó por un sistema
que el Tribunal Superior de Justicia había adoptado anteriormente por vía pretoriana (in re:
….).
Así, establece que cuando una Sala de la Cámara de Apelaciones convierta
una absolución en condena, conforme las reglas precedentemente explicadas, la defensa
podrá recurrirla ante otra Sala del mismo Tribunal que siga en orden de turno, dentro del
tercer día y por escrito fundamentado, rigiendo para el trámite las mismas normas que para
el recurso de apelación originario (art. 290).
Esta modalidad tiene la ventaja de mantener para el Tribunal Superior de
Justicia su carácter de instancia de excepción, como tribunal constitucional, y evitar que sea
necesaria la convocatoria de conjueces en caso que sea recurrida una sentencia revisada por
ese órgano en una vía ordinaria.
Finalmente, cabe aclarar que no obsta a la aplicación del sistema el hecho
de que los pactos internacionales mencionados demanden la intervención de un tribunal
superior, puesto que lo pretendido por tales normas es una instancia revisora idónea y la
potestad en tal sentido la otorga la ley, al dotar a otra Sala, compuesta por jueces idóneos e
imparciales, de ese poder jurisdiccional. Es una cuestión de organización que no afecta la
garantía en cuestión.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
carácter general; y esa clase de sentencias participa de esta categoría al establecer una
doctrina obligatoria para todos en lo sucesivo.
Desde el punto de vista práctico, en un sistema como el de la Ciudad de
Buenos Aires, la vigencia de fallos plenarios obligatorios podría entorpecer la solución de
conflictos, pues la interpretación rígida de la ley podría determinar de ante mano la suerte de
determinadas instancias de mediación o condicionar la aplicación del principio de
oportunidad por parte de los fiscales. Por ello, se estableció una modalidad intermedia, en la
cual los fallos plenarios solamente son vinculantes para la Cámara de Apelaciones y por un
lapso determinado, admitiéndose además una posibilidad de revisión de la doctrina
obligatoria.
De ese modo, llegado el caso a conocimiento y decisión de la Cámara, con
lo cual no existió una solución alternativa previa, la doctrina aplicable será en principio
conocida por las partes, sin perjuicio de que pueda ser alterada por la vía prevista en la ley.
Procedencia: El Código Procesal Penal de la Ciudad de Buenos Aires contempla
que procederá cuando un fallo dictado por una Sala de la Cámara de Apelaciones contradiga
la doctrina emergente de otro dictado en los dos años anteriores. De ello se desprende que el
fallo contradictorio debe ser anterior o al menos concomitante al que motiva el recurso (arts.
291 y 293).
Por otra parte, solamente procede la interposición de este recurso contra
sentencias definitivas que pongan fin al proceso y causen gravamen irreparable.
Forma. Debe interponerse por escrito fundamentado con copia para todas las
partes (art. 292) ante la misma Sala que dictó el fallo que controvierte una sentencia
precedente o concomitante, por la parte agraviada o por el Ministerio Público Fiscal en
defensa de la legalidad (art. 268).
Término. El plazo para la interposición del recurso es de cinco días desde la
notificación del fallo, que comenzarán a correr desde las cero horas del día siguiente y se
podrá presentar dentro de las dos horas hábiles del sexto día (arts. 292, 68 y 69).
Efecto. Este recurso tiene el efecto suspensivo propio de los recursos en general
(art. 270).
Naturaleza. Se trata de un recurso limitado y de puro derecho porque su límite está
dado por la interpretación jurídica controvertida.
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tercio de los jueces de la Cámara, la Presidencia deberá informar a las Salas para que
suspendan el curso de los procesos en trámite donde se debatan las mismas cuestiones, dará
intervención a todos los jueces por diez días para la determinación del temario, lo fijará y
llamará al acuerdo dentro de los treinta días. Los jueces votarán individualmente y se
resolverá cada cuestión por mayoría, desempatando el Presidente si fuera necesario.
Este último punto es relevante, porque en caso de empate el Presidente
puede conformar con su doble voto el número requerido para admitir la modificación o
rechazarla (arts. 295 y 296).
EL RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD
….
ACCION DE REVISIÓN
Si bien está destinada a atacar una sentencia judicial condenatoria, se la
denomina acción porque excede las características generales de los recursos en tanto actúa
sobre un fallo pasado en autoridad de cosa juzgada, mientras que los recursos actúan sobre
decisiones que no han adquirido firmeza.
Término. Esta acción carece de plazo para su interposición mientras esté
cumpliéndose la sentencia y es el único remedio capaz de alterar el instituto de la cosa
juzgada, fundado en la necesidad de, por un lado, reconocer en todo tiempo la inocencia del
sujeto erróneamente condenado, resarcirlo en lo posible por los perjuicios ocasionados y
rehabilitar su honor; y, por otro, mantener la vigencia del principio de aplicación de la ley
más benigna.
Naturaleza. Se trata de un recurso limitado, pues tiene por objetos: a) demostrar el
error substancial del fallo firme, porque con posterioridad surgieron elementos que indican
que el delito es distinto de modo que fuera más benigna la calificación, o no se cometió, que
lo cometió otra persona, que los hechos que se tuvieron por ciertos son incompatibles con los
fijados en otro fallo firme, que las pruebas invocadas para la condena fueron ilícitas o falsas
o que el fallo fue motivado por los delitos de prevaricato, cohecho u otro delito,
posteriormente declarado en sentencia irrevocable.
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b) Modificar los plazos y/o formas de cumplimiento del fallo o dejarlo sin
efecto, si la ley penal invocada en la sentencia se modificase posteriormente de modo que
resultare más beneficiosa para el condenado o si la conducta imputada hubiera dejado de ser
típica (arts. 297 y 298).
Puede ser deducido por el interesado, su defensor o representantes legales si
fuere incapaz y, lo que demuestra el sentido rehabilitador del instituto, su cónyuge,
ascendientes, descendientes y hermanos si el condenado hubiere fallecido. También puede
interponerlo el ministerio fiscal (art. 299).
Trámite: Debe ser interpuesto por escrito, personalmente o mediante defensor,
ante la Cámara de Apelaciones, señalándose bajo consecuencia de inadmisibilidad, la
referencia concreta -o sea de donde surgen- los motivos en que se funda y las disposiciones
legales que se entiendan aplicables.
Cuando las circunstancias que lo sustentan surgen de un fallo firme
posterior se acompañará copia de la sentencia pertinente y si fuere consecuencia de los
delitos de cohecho, prevaricato u otro que determinara la sentencia recurrida, pero la acción
estuviera extinguida o no se pudiera proseguir, deberán indicarse las pruebas concretas que
sustentan la existencia de tale delitos (art. 300).
Si se cuestionara la legalidad de la sentencia y la composición de la Sala
fuera la misma, intervendrá la que siga en orden de turno.
Serán aplicables las reglas de trámite del recurso de apelación que no sean
incompatibles y el tribunal podrá disponer las diligencias pertinentes para verificar la verdad
del planteo, pudiendo delegar su ejecución en alguno de sus miembros (art. 301).
Si bien lo señalado en el párrafo precedente parece apartarse del
procedimiento acusatorio, teniendo ésta modalidad raigambre constitucional (art. 13 inc. 3
de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) debe interpretarse que actuará a
pedido de parte y con su intervención, respetándose las demás garantías procesales.
Efecto suspensivo. Como no se trata de un recurso en sentido estricto y la
sentencia pasó en autoridad de cosa juzgada, el efecto suspensivo no es directo sino que el
tribunal tendrá la posibilidad, fundado obviamente en la verosimilitud del planteamiento, de
dejar en suspenso el cumplimiento de la sentencia y disponer, con o sin caución, la libertad
provisional del condenado (art. 302).
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Efectos. Según los motivos del recurso, la sentencia podrá anular la anterior y
disponer un nuevo juicio, en cuyo caso la composición del tribunal deberá ser distinta. En
este caso, la absolución que pudiera dictarse no podrá prescindir, en sus fundamentos, de los
motivos que hicieron admisible la revisión.
También podrá la sentencia que resuelva el recurso, dictar directamente la
sentencia definitiva, si se tratare de una modificación legislativa que cambiare las
circunstancias de derecho consideradas por los jueces que dictaron la condena.
La sentencia que se pronuncie sobre el fondo del asunto, deberá resolver
también -si fuere solicitado y citados todos los interesados previamente- sobre la restitución
al imputado de las sumas pagadas en concepto de pena e indemnización, así como sobre la
reparación, a cargo del Estado, por las consecuencias de la condena, siempre que el
encartado no hubiera concurrido al error judicial con dolo o culpa (arts. 303, 304, 305 y 306)
La desestimación de la acción no impedirá que se plantee nuevamente por
otros motivos, pero conllevará el soporte de las costas para la parte que la planteó (art. 307),
excepto el Ministerio Público Fiscal que está exento.
CAPITULO XV
EJECUCION DE SENTENCIAS Y MEDIDAS DE SEGURIDAD
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Facultades y deberes del tribunal de ejecución (art. 310). Deberá velar por que:
1) Se respeten las garantías constitucionales y tratados internacionales ratificados
por la República Argentina sobre el trato otorgado a los condenados, presos y personas
sometidas a medidas de seguridad.
En punto a ello, cabe recordar que la Constitución Nacional establece que las
cárceles serán para custodia y no para castigo de los reos alojados en ellas (art. 18), mientras
que la Convención Americana de Derechos Humanos (art. …) adhiere al concepto de la
función resocializadora de la pena, mientras que la Constitución de de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires en su art. 13 inc. 7 establece: “ (Trato a detenidos) Asegurar a todo
detenido la alimentación, la higiene, el cubaje de aire, la privacidad, la salud, el abrigo y la
integridad psíquica, física y moral. (la Ciudad) Dispone las medidas pertinentes cuando se
trate de personas con necesidades especiales”.
Por otra parte, la Ley Penal Juvenil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
establece que las personas menores de edad que deban estar detenidas, lo serán en
establecimientos especiales, que no podrán depender de las fuerzas de seguridad, contarán
con personal especializado a fin de garantizar el trato adecuado e individualizado (arts. 84 y
85).
2) Se cumplan efectivamente las sentencias. Es decir que, además de velar por las
condiciones de detención, el mandato que implica la sentencia condenatoria debe ser
cumplido efectivamente.
Se cumplan los recaudos para la mejor reinserción social de las personas a quienes
se otorgó la libertad condicional. Es decir que corresponde al Juez disponer lo necesario para
verificar las circunstancias de cumplimiento de las condiciones de la libertad condicional por
parte del beneficiario y el funcionamiento adecuado de las instituciones encargadas de
facilitar su reinserción en la sociedad.
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Salidas transitorias (art. 314). Se prevén en la ley procesal tres tipos de salidas
transitorias:
Cuando la buena conducta del condenado lo justifique, se le podrán otorgar
permisos para salidas transitorias por plazos prudenciales, que no suspenderán el plazo de
cumplimiento de la penal, para visitar a sus ascendientes, descendientes, cónyuge o
conviviente. Estos permisos están directamente vinculados con la reinserción social de la
persona condenada y operan como un estímulo para su buena conducta en el establecimiento
penal.
Cuando la buena conducta del condenado lo justifique, se le podrán otorgar
permisos para salidas transitorias por plazos prudenciales, que no suspenderán el plazo de
cumplimiento de la penal, para trabajar. En esta hipótesis los plazos deberán tener una
pertinente permanencia, para que el condenado pueda asumir efectivamente compromisos
laborales y se trata de salidas que generalmente se otorgan en las últimas fases del
tratamiento carcelario y están directamente vinculadas con las expectativas de inserción
social del condenado cuando termine de cumplir la pena privativa de libertad.
Bajo custodia, podrá salir el tiempo que se estime necesario para asistir al entierro
o al acompañamiento de un pariente en caso que éste esté gravemente enfermo.
Estos beneficios podrán concederse también a las personas procesadas con
prisión preventiva y tanto éstas como las condenadas no podrán obtener nuevamente le
permiso de salidas transitorias cuando hubieran violado las condiciones de cumplimiento
impuestas por el Juez al concederla.
Estamos nuevamente ante situaciones donde la concesión del beneficio de
salida no debe ser automática, sino que dependerá de la evaluación integral que en cada caso
efectúe el Juez a cargo de la ejecución de la sentencia.
Las cuestiones que pudieran suscitarse con motivo de la petición o
concesión de salidas transitorias se substanciarán por incidente y las decisiones serán
pasibles de recursos de reposición y apelación (art. 309).
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
un grave riesgo para su salud, el Juez dispondrá el traslado a un hospital o centro asistencial
adecuado, con la debida custodia.
El tiempo de internación en un centro externo se computará para el
cumplimiento de la pena, siempre que el condenado estuviera privado de libertad en ese
lapso y la enfermedad no haya sido simulada o procurada para substraerse de la pena.
Las cuestiones que pudieran suscitarse con motivo de la petición o
concesión de internación en un centro hospitalario externo se substanciarán por incidente y
las decisiones serán pasibles de recursos de reposición y apelación (art. 309).
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Accesoria de inhabilitación
Cuando la pena de privativa de libertad, por su monto, conlleve la accesoria
de inhabilitación prevista en el art. 12 del Código Penal, el Juez ordenará las inscripciones y
anotaciones pertinentes en los registros de la propiedad, dispondrá lo necesario para la
designación de un curador y las demás medidas que correspondan para el resguardo del
patrimonio de la persona condenada (art. 316).
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Medidas de seguridad.
Se denominan medidas de seguridad a las que se disponen judicialmente en
casos penales cuando una persona resulta inimputable y al mismo tiempo peligrosa para sí o
terceros en los términos del art. 34 del Código Penal. Consecuentemente, no se trata de una
condena sino de una medida de protección en sentido amplio y que no tiene plazo de
finalización, pues su duración dependerá de que cesen las condiciones de riesgo que la
sustentaron.
La ejecución provisional o definitiva de una medida de ese tenor compete al
Juez que la dispuso, con la colaboración de las autoridades del establecimiento en que se
disponga el cumplimiento o la internación, quienes deberán informar al Tribunal todo lo
vinculado a la situación del sujeto sometido a ese régimen.
Tanto el lo relativo a las circunstancias de cumplimiento de la medida como
a su cese, podrá recurrirse a peritos que indiquen en cualquier momento o ante toda
circunstancia particular el procedimiento adecuado a seguir.
Una de las características particulares de este instituto es que, no tratándose
de una condena con término determinado, el tribunal de ejecución deberá estar atento a las
circunstancias particulares de la persona internada, pues el cese de la medida dependerá de
características especiales de cada caso. Antes de disponer el cese de la medida de seguridad,
el Juez deberá requerir un dictamen pericial y dar intervención al Ministerio Público Fiscal,
al interesado y, si éste fuera incapaz, a quien ejercite su patria potestad, tutor o curador (arts.
328 y 329).
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
valor material no de uso, al tiempo que otros podrán ser utilizados para fines de utilidad
pública.
Las cosas secuestradas que no estuviesen sujetas a decomiso, restitución o
embargo, serán entregadas a quienes se les incautaron o a quienes demuestren mejor título
de dominio conforme el Código Civil.
Si los bienes hubieran sido entregados en depósito antes de la sentencia, al
dictarse el fallo se hará saber al depositario que se convierte la entrega en definitiva o la
obligación de poner los bienes a disposición de quien corresponda.
Los efectos incautados de propiedad del condenado podrán ser retenidos en
garantía del cumplimiento de sus obligaciones pecuniarias, como los gastos y costas del
proceso y otras obligaciones de ese tenor impuestas por el fallo, es decir a modo de embargo.
Los efectos secuestrados y de los cuales no se conozca el propietario o
persona con derecho, serán decomisados si no fueran reclamados luego de un año de
concluido el proceso y destinados a utilidad pública o benéfica (art. 337).
De todas maneras, la persona afectada por el secuestro de bienes podrá
pedir durante el proceso la restitución y la cuestión se discutirá en una audiencia oral, con
citación de la fiscalía. La cuestión se resolverá en el acto y sólo será susceptible de recurso
de reposición, que se substanciará en la audiencia (art. 114).
Cuando el caso se sustancia por el delito de usurpación de inmuebles, la
ley procesal establece (art. 335) que en cualquier estado del proceso, aún sin haberse
dispuesto la elevación a juicio, a pedido del damnificado el Fiscal o el Juez podrán disponer
provisoriamente el inmediato reintegro de la posesión o tenencia del inmueble, cuando el
derecho invocado fuera verosímil, sin perjuicio de fijarse, en caso de considerarse pertinente,
una caución.
En este tema, cabe considerar que estamos ante un delito que se
perfecciona, en una de sus modalidades, con el despojo de la posesión o tenencia legítimas
del inmueble, de manera que la restitución tiende a hacer cesar los efectos del delito. Puede
ocurrir que el ocupante fuera también víctima de otro delito, concomitante o concurrente
como el caso de quien ingresa al inmueble estafado mediante por un contrato de locación
otorgado por quien no tenía derecho, pero ello no perfecciona su derecho a la permanencia
pues prevalece el derecho real afectado y mientras no se restituya el bien se mantienen los
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
efectos del delito cometido contra su titular. Es decir que, ante la hipótesis de dos
damnificados, la restitución del bien debe efectuarse a favor de quien tenga mejor derecho a
su tenencia o posesión.
Por ello, la norma faculta al Fiscal, quien tiene que hacer cesar los efectos
del delito investigado y, una vez verificados sus extremos con un grado mínimo de certeza, a
disponer la devolución del inmueble a quien aparezca verosímilmente como su legítimo
tenedor o poseedor, sin perjuicio de la existencia o no de otras víctimas afectadas en otros
aspectos de su patrimonio.
No debe confundirse entonces la orden de lanzamiento que dicte el Fiscal
con la orden de allanamiento a que se refiere el art. 13 inc. 8 de la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, que solamente puede emanar de un Juez. En efecto, mientras la
primera tiene que ver con la restitución de un inmueble usurpado, la segunda se refiere a la
intromisión en un domicilio para buscar pruebas o personas.
Entonces, solamente se requerirá en tales situaciones orden judicial si la
ocupación del inmueble hubiera tenido visos iniciales de legalidad y en el lugar se
encontraren las pruebas que demostraban lo contrario, es decir que fue delictiva. Depende de
las circunstancias de caso verificar si se trata de un mero lanzamiento, que podrá disponer el
Ministerio Público Fiscal, o de un acto de recolección de pruebas o vinculado a ambos fines,
en cuyo caso deberá ordenarlo el juez.
Por otra parte y en el marco del art. 335 del Código Procesal Penal, con
respecto a quien es la autoridad encargada de disponer la restitución, debiendo instar la
cuestión el damnificado en cualquier momento del proceso, corresponde analizar el punto
según sus distintas etapas.
Durante la investigación preparatoria, el damnificado deberá requerir la restitución
a la fiscalía y, si ésta lo denegara, podrá pedirla al Juez. Durante la etapa de juicio y antes de
la sentencia, deberá pedirla directamente ante el Juez. Si no se hubiera dispuesto antes, en el
fallo el Juez deberá resolver sobre la restitución.
Respecto del procedimiento para la entrega de inmuebles, entiendo que debe
regirse por la norma general relativa a la restitución de bienes, es decir que el pedido debe
resolverse sin substanciación previa y si hubiera controversia deberá substanciarse ante el
Juez, quien formará incidente, dará traslado a las otras partes por tres días y resolverá por
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
auto dentro de los cinco días posteriores a la contestación de las vistas, que será apelable
(art. 336).
Costas y honorarios (arts. 341/347).
Las costas son los gastos específicos que origina el proceso, entre las cuales
se encuentran los honorarios, que son las remuneraciones que corresponden a los
profesionales, peritos o abogados, que intervinieron durante su substanciación.
Específicamente, la ley establece que las costas están compuestas por el
pago de la tasa de justicia, los honorarios devengados de los abogados, procuradores y
peritos y los demás gastos originados por la tramitación de la causa, como por ejemplo los
correspondientes al traslado y resarcimiento de testigos (art. 345).
El principio es que en toda disposición judicial que ponga fin a una
controversia corresponde que el tribunal se expida sobre quien deberá soportar las costas
pertinentes, que en todo caso se cargarán sobre la parte vencida, que podrá ser eximida
cuando el órgano jurisdiccional entienda que tuvo motivos plausibles para litigar (arts. 343 y
344). Pero, la eximición del pago de costas puede abarcar, en su caso, la exención del pago
de la tasa de justicia y de los honorarios de abogados y peritos de la otra parte, pero deberá
igualmente cargar con el pago de los letrados y auxiliares propios.
Se encuentran exentos del pago de costas los integrantes del Ministerio
Público y los abogados y mandatarios intervinientes en el proceso, salvo que hubieran
actuado con malicia o claro desconocimiento del derecho (art. 344 y art. 13 de la Ley
Orgánica del Ministerio Público).
Si hubiera varios condenados, todos serán solidariamente responsables por
las costas frente a terceros, pero entre ellos el Tribunal que las establezca deberá determinar
la porción por la que cada uno deberá responder (art. 347).
Respecto de la regulación de honorarios, la ley procesal establece, en primer
lugar, que corresponde remitirse a lo que establezcan las leyes regulatorias de las distintas
profesiones en materia de aranceles, incluidos los abogados. Y, de manera supletoria,
respecto de los abogados señala que en ausencia de normas específicas deberán regularse
prudencialmente, ateniéndose al valor e importancia del proceso, las cuestiones jurídicas
planteadas, la asistencia a audiencias, los trabajos efectuados en general a favor del cliente y
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 344 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
PARTE GENERAL
CAPITULO I
- 345 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Bibliografía:
"Teoría de la Justica" de J. Rawls
"Los Derechos en Serio" de R. Dvorkin
“Manual de Derecho Procesal Civil” de lino E. Palacio.
- 346 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO II
Bibliografía:
- 347 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 348 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO III
1) Cuales son las características del sistema acusatorio?
2) Qué es y por qué causas se produce la preclusión?
3) Cuales son los modos en que se manifiesta el principio de economía procesal?
4) Qué es el principio adquisitivo?
Bibliografía:
" Manual de Derecho Procesal Civil" Lino E. Palacio
- 349 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPÍTULO IV
- 350 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Bibliografía:
“Instituciones de Derecho Procesal y Penal” de G. Betiol
“Teoría de la Justicia” J. Rawls
“Manual de Derecho Procesal Civil” de Lino E. Palacio
- 351 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Capítulo V
Bibliografía:
"La Acción" de A. Molinario
"Derecho Procesal Penal" Claría Olmedo.
"Manual de Derecho Procesal Civil" Lino E. Palacio
- 352 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 353 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO VI
Bibliografía:
"La Acción" A. Molinario
- 354 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO VII
- 355 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 356 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Capítulo VIII
1) Qué es la pretensión?
2) Cómo incide la pretensión en la competencia?
3) Cómo se clasifican los procesos según la pretensión?
Bibliografía:
“Manual de Derecho Procesal Civil” de Lino E. Palacio.
- 357 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Capítulo IX
1) Cómo se desarrolla la oposición a la pretensión?
2) Dónde se encuentra la necesidad de la defensa en la Constitucón Nacional y en
los pactos internacionales de igual jerarquía?
3) Cuales son las consecuencias de la violación del derecho de defensa en juicio?
Bibliografía:
“Teoría General de la Defensa y Connotaciones en el Proceso Penal” de Cristina
del V. José de Cafferata.
“Garantías Constitucionales en el Proceso Penal” de Alejandro D. Carrió.
- 359 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Capítulo X
- 360 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Capítulo XI
Bibliografía:
"Manual de Derecho Procesal Civil" Lino E. Palacio.
"Derecho Procesal Penal" Clariá Olmedo.
- 362 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 363 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
PARTE ESPECIAL.
CAPITULO I.-
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Clariá Olmedo
"Cómo es el Nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO II.-
- 365 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 366 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO III.-
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
- 367 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO IV.-
- 368 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
- 369 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO V.-
1) Cual es la naturaleza de la prisión preventiva?
2) En que casos y con que alcance se puede restingir la libertad ambulatoria de las
personas?
3) Cuales son las facultades de la prevención policial al respecto?
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
"Sobre la Libertad del Imputado" J.B. Maier
"Eximición de Prisión y Excarcelación" Cafferata Nores
"El Derecho a la Libertad en el Proceso Penal" F. Domínguez, J. Virgolini y C.
Annicchiaricco.
"Garantías Constitucionales en el Proceso Penal" A. Carrió.
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO VI.-
1) Qué diferencia hay entre excarcelación y eximición de prisión?
2) Tales institutos son un beneficio o un derecho? Fundamente la respuesta.
3) En qué casos procede la libertad del imputado? Explique el sistema
constitucional y el del Código Procesal Penal.
4) Qué tipos de caución existen en el Código Procesal Penal a los fines de la
excarcelación y la eximición de prisión?
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
"Sobre la Libertad del Imputado" J.B. Maier
"Eximición de Prisión y Excarcelación" Cafferata Nores
"El Derecho a la Libertad en el Proceso Penal" F. Domínguez, J. Virgolini y C.
Annicchiaricco.
"Garantías Constitucionales en el Proceso Penal" A. Carrió.
- 372 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO VII
Bibliografía:
“Cómo es el nuevo proceso penal” de L. Darritchón.
- 373 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 374 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Capítulo VIII
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
- 375 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO IX
1) Qué facultades tiene el Tribunal Oral para revisar lo actuado por la instrucción?
- 376 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
- 377 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO X.
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
- 378 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 379 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO XI
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
- 380 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO XII
Bibliografía:
- 381 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
- 382 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO XIII
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
"Manual de Derecho Procesal Civil" Lino Palacio
"El Recurso de Casación" Fernando de la Rúa
- 383 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO XIV
- 384 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
"Manual de Derecho Procesal Civil" Lino Palacio
"El Recurso de Casación" Fernando de la Rúa
- 385 -
Derecho Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
CAPITULO XV
Bibliografía:
"Derecho Procesal Penal" Claria Olmedo
"Cómo es el nuevo Proceso Penal" L. Darritchón
"Manual de Derecho Procesal Civil" Lino Palacio
“Instituciones de Derecho Penal y Procesal” de G. Bettiol.
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