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UNA ANTOLOGÍA

RETRATO MÍO,

NO LO SÉ

No terminada

Diego Sánchez Aguilar


Marlene: He concebido el bosquejo de una vida destinada a las artes.
Para usted mi vida. Sólo es esto a lo que ahora (a mis 19 años, talvez poco
más) he llegado para usted. He aquí mis mediocres esfuerzos para tratar
de besar su corazón; recrear su grandeza y la gracia que ambos
describimos. Le doy gracias una vez más por estar junto a mí, y permitirme
dedicarle mis pequeños frutos. Claro está aparte de la música que leo en
nosotros, y escribo en ondas sonoras.

Por siempre suyo,

Diego

A mis padres, que han escrito gran parte de mí. Es poco lo que podría
decirles en comparación al amor que siento por ustedes. Aliento me han
dado desde pequeño, así como ejemplo. No lamento ser la decepción (así
me veo para ustedes) que ahora me caracteriza. Vivo, derribo gigantes en
remolinos de viento. ¿A quién le interesa? Para ser alguien hay que tener
un papel. Talvez algún día lo entiendo, por ahora sigo soñando, algún día
(espero no suceda) entraré al mundo del sedentarismo. Mientras tanto los
amo, los disfruto, los quiero como yo lo hago.

Diego

A todas las personas que han escrito en mí. A las sesiones de perplejidad
(escasa, es parte de mí..) metafísica. A los libros que por momentos me
entretienen y no alcanzan el llenado de mi esquelético abismo. A la música
que hace vibrar a mi ser.. Oh.. sí. A la humanidad entera, ya que son
tantos los nombres que están escritos aquí (sí, entre estas líneas;
permítanse leer su nombre aquí). Gracias a ustedes, Paco, Emmanuel,
Uriel, Yver, Heracles.. (no resto importancia a las personas de las que no
he escrito su nombre, está aquí, sólo hace falta que el lector lo vea) he
aprendido tanto de ustedes: gracias por saber callar, ahí los conozco.

Suyo (no me lo permito enteramente)


Diego
“El hombre es una pasión inútil”
J. P. Sartre
“No me había dado cuenta que era “ “ de lo que escapaba. Sólo
sabía que había estado a un lado durante toda mi vida, siempre
constante.

No recordaba mi llegada a este lugar, la única imagen presente era


mi materia con los ojos cerrados.

Corría con desesperación, no había salida, todo me acosaba, las


horribles paredes fantasmales, esos gritos y pesares sin cesar, como
parte de un gran círculo concéntrico.

Todo lo que quería era morir; sí, dejar de existir. Pero no con ello
dejaría de ser. No pude más con mi sueño, así que dejé que todo
fluyera. Yo era la fuente de la cual la muerte y el sosiego hacían
presa. Siempre había temido a la muerte; ahora dejé que ella me
llevase, no le tuve más miedo, la enfrente como debía de hacerlo. No
con golpes o palabras, no con una mirada retadora ni con el silencio;
fui como el agua.

Entonces noté, que esto a lo que tenía miedo; era a mi propio


despertar; a nacer y abrir los ojos”

El autor
La Nébula
de Diego Sánchez Aguilar
I

Y sin embargo, estaba ahí parado; él, el super-hombre: El siguiente


eslabón, el final de la cuerda tendida en la evolución, en la cual la
vida y la muerte se balancean describiendo formas ubicuas,
atrapando entes como arañas a moscas dentro de su red.

Entendía todo, y sin embargo ¿Qué era todo? ¿Esto era el super-
hombre? ¿Es ésta la enseñanza de un eremita al haber salido de su
cueva después de diez años?

No era un diálogo con un sabio ni una nueva propuesta


filosófica; “nahumista” como las solía llamar. ¿Por qué le llamarían
sabio? ¿Sabio por conocer e interpretar la cábala?

Conocía la vida de Jesús como estaba escrita. Predicó esa


enseñanza milenaria, la cual había forjado su camino desde hacía ya
siete años.

Sí, era verdad que le había traído fama y reputación


proporcionalmente a una paz interior. Entonces, ¿Por qué regresaba
ahora a este letargo? ¿Es que el yo del que huyó y trató de eliminar
era el alimentado y causante de esa paz?

Tenía estas y muchas otras interrogantes sin respuesta mientras


recordaba aún la última plática con su padre, cuando emergió ante él
como orgulloso marabú. Ya no era el niño que creía en los
liliputienses; era ahora el muchacho que convertía una riña en
altercado de paz. ¡Era Nahum, el super-hombre! Quien había tocado a
personas con malatía, el que había visto de frente a la muerte. Quien
desde hacía ya más de 30 años la había podido vencer.

Era también cierto que ya no era el mismo. No podía escalar con la


misma facilidad las montañas que cuando joven, ni llevar a más oídos
su enseñanza. Sus pies estaban cansados, marcados por la tierra. Su
voz salía apenas escasa, como el llanto de la flor en el desierto.

Brillaba su alma, sí. Pero el conducto físico le imposibilitaba usar


los medios; no podría llegar al fin.

A pesar de eso, Nahum dio un recorrido por el desierto; era su


corazón quien dictaba el camino.
II

Hacía tiempo que había aprendido a hablar el lenguaje del desierto


y del cielo, sabía cuando se aproximaba una tormenta de arena horas
antes de que ocurriera. Sabía identificar en que partes habitaban
serpientes, nunca había tenido tan susceptibles sus sentidos.

Tenía un corto lapso de tiempo que Nahum se había sentado a


meditar, abierto de cuanto acontecía en su interior; absorto de cuanto
ocurría a su alrededor.

No notó que la luz se había escondido y acaecía ya la noche.


Tampoco se había percatado del grupo de fieras que había alrededor
suyo.

-¡Está abriendo los ojos!


-¡Dejad que lo haga!
-¡Dejad que despierte; dejad que vea su realidad!

Decían voces fundiéndose como acero en el aire.

Nahum abrió los ojos y notó que ante él, se encontraba una silueta
femenina deslumbrante, como no había visto en otra ocasión, o por lo
menos que no había querido hacerlo. Una parte de él había
despertado, como la tentación que la serpiente provocó en la mujer.

Sintió como de repente un fuego ardiente, incesante lo consumía.


El fuego devoraba sus entrañas y todo por dentro; se había
apoderado de su interior. Parecido al fuego que sienten los amantes
al saber que pronto serán descubiertos; el mismo fuego que siente
quien se entrega por primera vez.

No la había tocado, ni ella a él. Sin embargo, la conocía. Conocía su


cuerpo, conocía su piel, su pelo, su perfume.

Nahum respondía con entrecortada respiración ante las figuras que


describía la muchacha. Tenía estos pensamientos y más cuando la
muchacha se acercó como gacela, como la pantera que devorará a su
presa. Su mirada era hechicera: llena de pasión, miedo, vértigo,
inocencia, angustia, una mirada incierta a la vez de absurda; sin
embargo, dominante.

Nahum trató de dominar sus instintos ante este hecho. Su cuerpo


no respondía.

Lo intentó de nuevo, pero no podía, sus manos estaban ya atadas


a las caderas de la joven. Estaba hechizado, tenía un apetito
insaciable como quien no ha probado bocado en 9 días.
Sintió como se fundían sus cuerpos haciendo uno solo. Era cierto
que había decidido para sí el no practicar estas cosas tan banales, tan
materiales. Pero, ¿Qué demonios? ¿No había hecho ya mucho trabajo?
¿Importaba un pequeño receso?. A fin de cuentas, era una necesidad
biológica, y sobretodo, ¿No era él el super-hombre?

Nahum sintió que el fuego no sólo carcomía sus entrañas, sino


también parte de su ser. Fue sólo en el instante en que tomó
conciencia de lo que hacía y dejó por un lado la sin-razón cuando
abrió los ojos. Fue grande su sorpresa al percatarse de que la joven
no era ahora la imponente belleza que había envenenado dulcemente
a sus ojos. Lo que tenía enfrente era ahora una larva, no hay manera
de describirla; no hay tampoco manera de describir el horror y la
angustia que sintió Nahum ante este hecho.

No gritó, trató de mantener la calma, pero no pudo.

En ese instante salió de sí. ¿Por qué su interior dictaba eso? ¿Era
un símbolo?

Nahum notó que ya no se encontraba en el desierto; se sintió


horrorizado al ver el pérfido mundo que le rodeaba. No sabía si era
realidad o fantasía.

Tenía miedo, realmente tenía miedo. Preguntó a su interior que era


lo que había experimentado. No recibió respuesta.

III

Estaba solo y se sentía abatido; no podía explicarse el hecho de


haber meditado y continuar adentrándose en una cueva maldiciente;
sabía que no era el fin. Si se encontraba perdido en el infinito espacio,
en un lugar fuera de lo que el conocía como su dimensión, no lo
sabía.

Nahum se sentía desconcertado, derrotado; abatido por esta


angustia.

Su alma se encontraba endeble. Lo único que podía escuchar


era a su yo gritando que no podría seguir adelante, llenando su
corazón con amargura y llorando por el vacío que había dejado la
sensualidad en él.

-¿Qué es lo que quieres de mí?


-¿No te di acaso cuanto tenía?
-¿De qué sirvió mi espera, mi meditación?
-¿De qué ha servido el sacrificio que he hecho por esta humanidad?
Estas preguntas se encontraban en el interior de Nahum como
sanguijuelas consumiendo su razón. Nahum tenía ahora el título de
creador; el creador de su espacio de fantasmas y demonios.
IV

Era un pantano lleno de fango y árboles de pueril estructura,


similares a los árboles que Nahum detestaba cuando niño. Notó que
en medio de ese pantano se encontraba un gran lago. Tenía sed y se
acercó al lago para robar un poco de sus aguas.

Sació su deseo y bebió el agua. Experimentó un sabor a su vez


indescriptible. Sintió como el agua llenaba su cuerpo, lo recorría
lentamente. Sintió también como refrescaba su garganta este elixir
de vida. Sin embargo, esto no era agua: sabía a dolor, reflejaba
discordia, olía a miedo, era miedo aquello de lo que Nahum se había
alimentado.

Despavorido, se incorporó rápidamente. ¿Qué el miedo tenía


sabor? Fue la primera gran incógnita que vino a su mente.

Retrocedió hasta toparse con algo, no sabía si era sustancia; no


sabía si era materia. ¿Qué era?

Con el miedo abarcando su corazón dio la vuelta. No podía creer


aquello que veía, aquello que de alguna manera se encontraba
presente en el espacio que Nahum pensaba estar.

Era él mismo de niño.


V

Nahum levantó la mirada al cielo. Frente a sus ojos


reprodujéronse imágenes de su niñez y juventud como si fuesen
hermosos y terribles luceros.

Vio cuando Nahum decía sí por miedo al rechazo. Tuvo presente


el recuerdo de los primeros lugares obtenidos en sus clases. Vio
también la rigidez de su padre. Recordó las largas horas sin poder
adentrarse en sueño alguno y la muerte de su madre. Aún se sentía
culpable… ¡él podía hacer algo! Lo sabía..

Pero “esto” fue lo que Nahum vio en cada efigie. El miedo, el


miedo que Nahum había probado y que era ya parte de él.

Todo giraba, todo reía, todo lloraba. Nahum no pudo más y


estalló en sollozos. Así estaba Nahum, arrollado, derrotado por su
miedo.

Fue sólo en ese instante cuando redirigió su mirada al pequeño


que tenía ahí, al pequeño Nahum.
El chico mostraba la misma inocencia que Nahum manifestaba
en su niñez. Tenía una mirada especial, una mirada que creaba
vértigo en Nahum. Lo estaba viendo, y sin embargo, parecía que se
reía de él, parecía que no le veía, parecía que no contenía mirada;
parecía que estaba dentro de sí.

De pronto, la piel del niño empezó a desprenderse como víctima


de una terrible malatía. Nahum sentía náuseas, tenía deseo de volver
el estómago.

-¿Quién eres?- Preguntó Nahum aún aterrorizado.


-Soy Nahum- Respondió el chico
-No puedes ser Nahum. Yo soy Nahum. Tú eres pasado y ya no
existes; no eres presente. Solo yo existo, puedo sentir y pensar.
-Yo, yo.- Repitió el niño entre risas burlonas sin perder el toque de
inocencia que tenía su voz . - Si no existo, entonces tu tampoco. ¿Qué
separa al presente, al pasado y al futuro? ¿No sabes que el tiempo y
el espacio son solo reflejos de un tiempo eterno en tu consciente, y
que ahora no estás ahí?

Nahum quedó en silencio y no supo que responder.

Vio con angustia el momento en que la piel del niño caía sobre
la planicie en que se encontraban. La planicie absorbía la piel como si
fuera abono; se integraba perfectamente, parecía que el niño hubiese
salido temporalmente de esa tierra, para después regresar a ella.
Como la semilla que se estrena su hermoso vestido de rosa para
conocer el oníreo.

VI

Después de un pequeño descanso, Nahum abrió los ojos; ya no


se encontraba en una selva, se encontraba en un laberinto.

Era un laberinto lúgubre dividido en columnas, en cada columna


se encontraban series de lápidas con nombres inscritos en ellas. En
este laberinto sucedía algo peculiar; el cielo tenía un tono grisáceo.
Las columnas no sólo llenaban la tierra, sino también el cielo.

Nahum recordó que el chico había mencionado que aquí no existía


el tiempo.

Se percató de que había muchas flores, por lo que las


contempló. Eran rosas, lirios y orquídeas.

Se sintió aliviado por ver color en medio de el grisáceo paisaje.

Cuando se disponía a dar la vuelta para reanudar su camino,


oyó un fuerte chillido. Notó como la orquídea que tanto le había
gustado y sobresalido de las demás comenzaba a marchitarse, y junto
con ella, las otras flores.

De repente, frente a Nahum, apareció un muchacho deforme,


que apenas si podía caminar o mover algunos miembros de su
extraño cuerpo.

-¿Quién soy?- Preguntó el muchacho.

Nahum quiso pensar la respuesta antes de que saliera de él. Pero


no pudo. La mente de Nahum se encontraba todavía confundida por
lo ocurrido. También influía la deformidad que estaba frente a
Nahum.

-Tú sabes quien soy Nahum - había interrumpido el muchacho los


pensamientos de Nahum.

Nahum reflexionó. ¡Qué sorpresa! ¡El muchacho también sabía su


nombre!

-¿Es esto el infierno? – Respondió Nahum

-Aquí el cielo no existe –Afirmó el joven. Tú sabes quien soy Nahum

Esta vez Nahum intentó buscar una posible respuesta, pero su


mente solo encontraba pensamientos acerca de la estética deformista
que conformaba al muchacho.

-Sé lo que piensas Nahum, me conoces al igual que yo a ti. Tenemos


la misma naturaleza.
-Yo no soy parte del laberinto que tu vez porque no pertenezco a él,
así como tu no te encuentras en la tierra ahora, ya que no perteneces
a ella.

Esto confundió un poco a Nahum, quien se mostraba


inconforme con la manera en la cual estaba estructurando su
pensamiento. Confundió la percepción que había tenido acerca de la
tierra al alimentarse de muerte, para originar vida.

-Ya te dije Nahum, que aquí no existe el tiempo. No existe lunes,


martes o jueves. Tampoco hay horas, semanas, meses o años. Todo
permanece, todo es eterno –Había dicho el muchacho.

-Todo es eterno.. –Repitió Nahum en voz baja, como si lo dijera para


sí.
-Entonces, si todo es eterno, nada cambia.

-El hecho de que todo permanezca no significa que no cambie. –Dijo


con voz pesada el joven Nahum.
-Dime Nahum, ¿Es igual el laberinto que ves ahora al bosque que
viste antes?
-No respondas, sé tu respuesta. Sabes que no, a pesar de no tener la
seguridad de que así sea. Tanto el bosque como el laberinto
permanecen Nahum. La forma es solamente imaginaria. El bosque y
el laberinto son al igual que tú y yo uno solo. Ese uno solo es el que
conformado expresa los cambios. Aunque a la vez, tus compañeros
terrenales hacen que se encuentren separados. Las flores crecen y se
marchitan, pero en realidad nunca mueren. ¡Ve las flores Nahum!

Nahum volvió la vista al sustrato en el que se encontraban las flores.


Se dio cuenta de que las flores ya no estaban marchitas. Se
encontraban llenas de color, de tierra; llenas de aire, de agua, de
fuego. Contenían el éter de la vida.

-Nahum –Continuó el muchacho. La forma y el color son reflejos


propios de los ojos. Son la excusa a las limitantes que nos recuerdan
el hecho de no poder describir los sentimientos; de que nuestras
ideas no salgan por nuestra boca como estaban en nuestra mente.
Son los espejos de tu yo mismo. ¿No ves Nahum? ¡Tu y yo somos
Nahum! Incluso el laberinto es Nahum, las flores emanan Nahum así
como mi voz también es Nahum.

Nahum contuvo su mirada a los ojos de aquel febril individuo


que estaba frente a él. Leyó sus pensamientos por unos instantes, y
su alma a través de sus ojos.

Era sí mismo. Lo que encontró eran sus mismos pensamientos.


La forma y el color no existían, eran solo quimeras, idea visible,
mostrada involuntariamente a la mente de Nahum.

Nahum estaba cansado. Se sintió en calma después, ya que


este muchacho era el primero con el cual lograba establecer un
diálogo. Volteó para agradecer al muchacho.

El muchacho ya no estaba, sólo el laberinto. El laberinto y una


voz que llamaba a Nahum.

Confió en sus sentidos y siguió la voz ciegamente. Entonces


llegó a un lugar que era muy familiar; y reconoció la voz que lo había
llamado; era su madre.

VII

Nahum experimentó gozo y alegría; sí, alegría en aquel infierno


lleno de demonios.
Nahum ya no estaba más en el laberinto; estaba en casa junto a
su padre. Nahum habló con alegría y emoción a su padre. Éste no se
dignó ni siquiera a mirarlo, como si no reconociera la voz de Nahum.

Todo esto vino a Nahum como un cometa, recordaba “esto”. Era


la ceremonia que recordaba el dolor sentido por la muerte de su
madre.

Sintió como su corazón se partía, como si su ser gritara. Esto


había dado en lo más recóndito de su alma.

-¡Padre, perdóname! ¡Hice todo cuanto estaba a mi alcance, hice todo


lo que pude!, perdóname padre, y dile a tu hijo que lo amas tanto
como él a ti.

El padre de Nahum se mantenía frío, serio. Con la mirada muy


distante y fija sobre un solo punto.

Nahum buscó a donde se dirigía la mirada de su padre.


Encontró que estaba en dirección al fuego, junto al cual reposaba la
caja que contenía el cuerpo de la madre de Nahum.

Nahum no pudo sonreír ahora, sólo afligirse, llorar al recordar


las veces que no aprovechó el estar con ella. Se sentía insatisfecho
por sólo haber podido hacer contenta a su madre mediante sus
menciones y altas notas. Recordó la dulzura con que su madre le
hablaba y el tremendo cariño que de ella emergía. No pudo sonreír
ahora como hubiera deseado, después de tanto tiempo de no poder
ver a sus progenitores, aunque también estaba decepcionado de él
mismo; había regresado a lo que había prometido abandonar, se
estaba traicionando.

Decidió acercarse a la caja que escondía celosamente a su


madre, estaba cerrada. Nahum quedo desalmado al abrirla; vio un
rostro esquelético, lleno de llagas y descompuesto por larvas,
carcomido por el paso de los años, y a todo esto el rostro esbozaba
una trágica sonrisa.

Nahum retrocedió y gritó, entonces salió corriendo.

Nahum ya no soportaba más esto; no sabía hacia donde se


dirigía, pero corría, lo más rápido que le permitían hacerlo sus
piernas.

Se encontró con la sorpresa de que cada vez que se alejaba,


parecía estar más cerca de su punto de partida. Como si en vez de
alejarse regresara. Como si en vez de callar gritara.

Esto parecía una partida de ajedrez en que Nahum era un único


peón en el tablero. Un juego sin sentido movido por fuerzas
extrínsecas para causar la decadencia de ese único individuo
presente en el tablero. Un juego al que Nahum no quería jugar.
VIII

Nahum miró sus manos. ¿Qué tiempo había transcurrido desde


su última quimera? ¿Un día, talvez dos? Ahora no importaba. Todo lo
que Nahum quería era salir de sí mismo. ¿Qué forma adoptaría ahora?

Era un espacio negro, ¿En dónde se encontraba? ¿Cómo saber


que lo que veía era negro? ¿Lo veía? Nahum no lo sabía. Por un
momento tuvo la sensación de no existir y de no ser nada, de no ser
algo. ¿De no ser algo? ¿De no ser nada?

Nahum no podía verse. Trató de gesticular palabras, y fue aquí,


donde se dio la psicosis de Nahum.

En este lugar nada existía, si antes no había ni tiempo ni


espacio, en este lugar no existían ni sonidos, ni colores; no existían
imágenes ni formas. No existía el olor ni la vista. No existía Nahum.

No había silencio ni ruido ya que tampoco existían. ¿Era esto


morir? ¿Era esto el limbo?

Nahum trató de gritar, pero recordó que talvez el lugar en el


que estaba no existía, incluso quien sabe si el mismo lugar existiese.

IX

Nahum no sabía si estaba muerto, y ahora había revivido


en otra parte del globo terráqueo. Miró sus manos y eran las mismas
manos de viejo que pudo observar alguna ocasión en su padre.

¿Era un fantasma? ¿Era alguien el que revivía a este Nahum?

Se encontraba en el desierto; no era el mismo desierto que él


conocía, el que había cruzado tantas veces; el que marchitara sus
pies. Nahum lo sabía por las estrellas, aquí se veían las estrellas. Se
sintió algo confundido al no ver la luna también en lo etéreo.

Caminó por tres o más horas intentando adentrarse en sí y


ordenar lo que había presenciado. Observó que alguien se encontraba
de espaldas a razón de unos cuatro metros, era una persona que
llevaba una especie de hábito blanco puesto, unas sandalias café. Era
un joven, o al menos eso parecía, se encontraba junto a una fogata;
tenía aspecto de estar sumido en sus pensamientos.

El miedo se había disipado de Nahum.

-Toma asiento –Dijo el Joven con una voz familiar que sonó como
campanas en los oídos de Nahum.
Nahum tomó lugar a un costado del joven.

El joven inspiraba confianza a Nahum. Era un joven apuesto y


de rasgos finos. Su mirada estaba serena, como si fuese uno con el
fuego al que miraba.

Nahum sentía que conocía a este joven desde hacía ya mucho.


Había reído con él, había sido con él, de alguna manera.

En ese instante, Nahum tuvo la sensación de que el joven era él


mismo. Este joven también podía leer los pensamientos de Nahum.

-¡No Nahum, tu y yo no somos el mismo! –Dijo el joven. Tú eres


Nahum.

-Si hablara con Nahum, el joven, me respondería que soy no yo. Hahá
– Rió el muchacho con tono sincero. Aún así, hablar con él es hablar
contigo. ¿No estoy hablando con él también, en estos instantes que
hablo contigo?

Nahum ahora no estaba confundido. Parecía familiar cada


palabra como si fuesen sus labios los que pronunciaban estas
imágenes convertidas en sonidos, sonidos que para Nahum eran
entendibles. La voz del muchacho era como finas cuerdas de
mandolina.

-Yo he estado siempre contigo Nahum. Y tú lo sabes. ¿Quién soy


Nahum? –Preguntó el joven.

Antes de que Nahum pudiera tomar un poco de aire para


responder, el joven tomó la palabra y prosiguió:

-¡Ten cuidado Nahum! ¿Te has dado ya cuenta de que aquí no hay
aire? ¿Cómo es que estás parado ahí escuchándome sin necesitar de
ello?

Era cierto, ¿Qué respiraba? ¿Estaba vivo? ¿Estaba en el puente


hacia el caos?

El joven descansó su mano sobre el hombro de Nahum y dijo:

-Yo soy Tristán. –Mencionó en voz baja casi imperceptible para el


oído, como algo que siempre hubiese hablado a Nahum, pero Nahum
no tenía tiempo para escucharlo.

Estas palabras sonaron como réquiem en el corazón de Nahum.


Para Nahum estas no eran palabras: eran un abrazo, eran paz; eran
mucho más que simples palabras. Por un momento, Nahum percibió
que el muchacho tenía una especie de alas blanco con negro
descansando en su espalda.
Esta efigie desapareció en cuanto Nahum se desconectó de sus
pensamientos y dirigió su mirada a los ojos del Joven.

En el rostro del Joven se dibujó una sonrisa alegre, llena de


compasión y amor por ver a Nahum. Parecía que el tiempo nunca
tocaría el rostro del muchacho, parecía que este rostro pertenecía al
joven hacía mucho más de uno o dos siglos.

-Siempre he estado a tu lado Nahum, he hablado a tu corazón para


que no te dejara solo. Te he dado consejos y aliento cuando los
necesitaste. Soy tu ángel Nahum –Continuó el joven.

-¿Eres un ángel? –Preguntó ansioso Nahum.

-Nahum, sólo escucha a tu corazón que habla de nuevo. ¿Sientes?


Ahora tratas de confundirlo con una nueva idea. ¿Por qué piensas en
esto Nahum? –Interrogó el joven.

Nahum recordó que estaba dentro de sí mismo. Calló los


pensamientos que parecían perderlo y abrió su mente.

Nahum se encontró embrollado ante las palabras que salían de


Tristán. ¿Qué estaba pensando?. Nahum comprobó que por unos
instantes había dejado de estar. Había salido de sí mismo y fue uno
con Tristán.

Las palabras que salían de Tristán figuraban en la mente de


Nahum. Producían imágenes, colores y nuevas sensaciones. Dejó
entonces Nahum de estar por un instante. Nahum fue de nuevo por
unos momentos.

-Sí Nahum. Has sido por un instante –Continuó Tristán. Lo habías


hecho ya otras veces. Sin embargo, es la primera vez que estas
consciente y te percatas de “ello”.

Tristán continuó:

-¿Por qué, algunas veces crees Nahum, que a pesar de ser siempre tú
no estas en ti? ¿Has notado que pareciera que los veces que hablabas
acerca de algo parecía que no eras tú?

-En ocasiones, nos desprendemos tanto de nosotros que dejamos de


estar por unos pequeños momentos. Creemos en lo que nos dicen y
leemos, e incluso tantas veces decimos sin siquiera tener la seguridad
de que lo que acabamos de hablar es. ¿No has notado, que cuando
pasa esto, no eres Nahum? ¿No has visto que eres en realidad lo que
dices, lo que haces, lo que crees en lugar de ser lo que eres?
-Has usado tu intelecto para tratar de describir cuanto vez, piensas o
escribes. ¿Has notado Nahum, que este conocimiento es infantil?

-Tratas de explicar por qué el agua es agua, qué es lo que da vida al


color; qué es lo que hace ser verde al verde.

-¿Por qué Nahum? ¿Nunca has intentado formular una pregunta sin
palabras? ¿No sabes, Nahum, que te envileces con el transcurrir de
los años en tu realidad externa?

-Cada año empiezas a adquirir nuevos conocimientos que apuntan a


una verdad, muchas veces medio falsa. ¡Nahum!, tanto las verdades
como lo contrario son igual de válidas. –El muchacho esbozó una
sonrisa.

-Siempre has tratado de escapar de tu ego, pero no has hecho más


que alimentarlo con la niebla que creas ante ti.

-Nahum, todo lo que siempre supiste y no tenías necesidad de


cuestionar estuvo presente en el juego y la inocencia de tu infancia.
¿Por qué no conservaste esa inocencia Nahum?

-En vez de eso, ahora tienes intelecto, tienes años, tienes ego. ¿De
qué te sirve? ¿Qué te mantiene vivo Nahum?

En otro momento, Nahum hubiese caído, se arrodillaría ante


quien pronunciara estas palabras. Nahum se encontraba sereno, lleno
de admiración y abierto a las palabras de Tristán.

-Dime Nahum, ¿Eres perfecto? –Preguntó Tristán.

-Claro que no Tristán –Dijo Nahum. A pesar de que mi corazón está


casi destruido y mi alma cansada, creo poder contestar.

Continuó Nahum:

-No soy perfecto Tristán, creo que esa es una de las virtudes ocultas
que intentamos alcanzar, la perfección.

-La perfección es el sin sentido de la humanidad, dado que


intentamos llegar a ser tercetos por medio de leyes que se vuelven
dogmas para fundar nuevas doctrinas. Intentamos llegar a ser
perfectos por medio de sectas, popularidad.

-Buscamos la perfección en símbolos que nos dicen acerca de la cruz


que debemos cargar; de símbolos matemáticos con los cuales
debemos regir nuestra vida; por medio de la fraternidad.

-¿Hay diferencia entre una escuadra y una cruz? Las personas mueren
al igual por ellas. Ambas nos enseñan en general que un padre está
arriba, que hay que tener temor por ese ente superior. Pero, ¿no
somos todos parte de él? ¿Por qué temerle y por qué no simplemente
amarlo? El no está arriba ni escondido en un templo ni en medio de
dos columnas. El se encuentra aquí, allá; se encuentra en todos lados.

Tristán observaba a Nahum con calma y paciencia. Dijo así:

-Nahum, ¿Qué es lo que has hecho? ¿No has hecho precisamente eso
de cuanto te quejas? ¿No llegaste hasta aquí por medio de lo que has
leído de otras personas?

-Pero dime Nahum, ¿Qué has aprendido de ti?

-Cada cual hace que su mundo sea perfecto Nahum, aquí y allá fuera
estás igual. ¿Por qué una sonrisa sin labios no puede ser perfecta?
¿Por qué no cumple con lo estipulado? ¿Estipulado por quien?

-Tu mundo puede ser perfecto Nahum, siempre y cuando así tu lo


decidas.

Nahum trató de no argumentar nada más, permaneció callado,


con el corazón abierto. Con el juego de miradas. Con los colores que
emanaban del fuego como arco iris y las estrellas. Así continuó
hablando con Tristán.
X

¿En dónde estaba Nahum esta vez?

Estaba en un gran espacio blanco y vacío, no había algo, sin


embargo, parecía también que no hacía falta nada en ello.

Nahum se quedó mirando fijamente para ver si podía encontrar


algo: espectros, demonios, ángeles, colores, lo que fuera. No vio
nada, ¡pero todo eso estaba ahí! ¡Todo gritaba a Nahum! ¡Otra vez
todo era Nahum!

¿Cómo podía explicarse esto?

A pesar de que “ “ parecía estar formado de todo cuanto


formaba la mente de Nahum; parecía amarlo, pero a la vez, ser ajeno
a él.

No había aire. ¿Para qué era necesario el aire? No hacía falta


respirar. No hacía falta tristeza o alegría.

¿Para qué todas estas palabras? Se encontraba todo, Nahum lo


sabía. ¿Pero en donde?

Nahum no podía explicarse cómo es que estaba, y menos qué


era lo que veía. ¿Tendría los ojos cerrados? ¿Lo veía con el corazón?
No podía ser un sueño, nunca había sido en algo tan hermoso.
¿Podría ser “ “ lo que veían los mortales antes de sumergirse en
su locura?

Nahum no comprendía y talvez nunca lo haría como “ “


podría ser tan hermoso a pesar de no poder verlo.

¿Veía con el alma?

No había dirección, ¿hacia donde ir? No era necesaria. ¿Qué es?


Sintió que si decidía caminar, desaparecería; sintió que dejaría de ser
lo que es, y que sería solamente un espacio en blanco. Sería simple
idea en la imaginación de alguien más. Sería una parte pequeñísima
de este gran universo y fue tal vez esto lo que Nahum comprendió.
Que no era el ente principal del cual todo pendía y que el
conocimiento por sí solo no era unificable.

XI
Nahum se encontró de nuevo sólo, sólo como siempre había
estado a pesar de tener a alguien o “algo” más. Ya no volvería a ser
el mismo.

Vio el crepúsculo que estaba ante él.

Lo disfrutó de nuevo como cuando era niño. Sus ojos encendían


aún todavía una pequeña llama de vida, que decían que Nahum no
había muerto. Su cuerpo estaba cansado, igual que su alma, pero
Nahum estaba sereno, no necesitaba algo por ahora.

Caminó por un rato meditando acerca de todo lo que percibió,


acerca de sus sentidos, de su meditación. Acerca de Dios. También
meditó acerca de sí y de su ego.

Estaba ahora en una especie de Oasis disfrutando de su


soledad, empapándose con este nuevo néctar de nada. Nahum
disfrutaba del sin sentido que daba sentido a su existencia.

Sonrió lo más fuerte que pudo. Ya no habías fantasmas ni


ángeles.

Ahora era Nahum, sólo Nahum. Él, él …. él ….

Diego Sánchez Aguilar 27 enero 2005 (no recuerdo cuando empecé a


escribirlo, pero aquí está)

El solo ver su horrible cuerpo causaba un terror espantoso a Nahum y hacía que cada
uno de sus miembros se estremecieran como victimas de la fealdad. ( pag 21 después de
deformidad )
A la flor que ha conquistado el corazón del cielo y de la tierra. A la flor que ha tocado
el núcleo del cosmos y de todo cuanto ha existido, a la flor que ha existido desde el
principio junto a mi corazón
A la humanidad
En medio de Jerusalén, cada año a mediados de noviembre, se reúnen hombres de
distintas religiones a tratar de decidir cual de todas aquellas a la que representan, es la
verdadera.
Reunidos en multitud, los cristianos, que vestían con ricas joyas y finas ropas, habían
acordado dar su turno a una mujer y prestando atención a su pecado original, un hombre
tomó su lugar, y con voz fuerte dijo: "- El amor a los otros es incondicional; tendremos temor
de Dios; el culto a Dios se rinde en un templo; estas son las únicas leyes que debemos de
tener en cuenta. Estas son las leyes que imperan en nuestra religión en general, y por ellas
son con las que llegaremos a nuestro padre, que está en las alturas."
Después de esto, llevando consigo un hábito arenoso, un viejo franciscano con voz
ronca dijo lo siguiente: " La pobreza de Jesús es lo único que debemos tener en cuenta, es
aquello que él vino a predicar en realidad. Teniendo pobreza, eliminando todos los vienes
materiales, dando a aquellos lo que en realidad no necesitamos; se alcanzan aquellas
virtudes que ya antes mencionaban. Nosotros, los franciscanos, somos en realidad quienes
predicamos aquella religión que Jesús vino al mundo a dejar.
Un protestante alzó la voz y dijo: "¡Una mujer en medio de nosotros! Además, ¡me he
enterado que es adúltera!; ¡Sacadla de aquí! ¡Apedreadla!.
Siguió el turno a un budista y a otros orientales y más occidentales y siguieron hablando y
hablando los distintos representantes de aquellas religiones. A más no poder convencer a sus
adversarios, se dio una discusión tremenda; la cual llegó incluso a los golpes.
En medio de la plaza, se paró un niño el cual no dijo una sola palabra. Primero lloró.
Los hombres pusieron atención a aquel rostro, que después de llorar quedó sereno y veían
sus grandes ojos. Se vieron a sí mismos como viles bestias, y se abrazaron, no importando si
eran budistas o cristianos, franciscanos o mormones. En todos lados, se encontraba Dios. Y
ahí, en medio de la plaza; se encontraba Jesús sonriendo.

"El corazón del loco está en la boca. Pero la boca del sabio está en el corazón"

Diego*
El Caín que aquí aparece es parte de un libro que
no quize anexar titulado “El séptimo ángel” Caín es el
tercer capítulo, que creo no aparecerá en la versión
íntegra

III. Caín

La humanidad pensable, la humanidad generalizada dentro de


un marco analítico. La humanidad sin tener la esencia de tal, la
humanidad teniendo la esencia antropológica, filosófica, sociológica,
contabilizable, todas, apuntando a su naturaleza real. Es esta, a la
cual hombres de las ya mencionadas doctrinas hacen referencia. Es
esta humanidad, la que vislumbré al conocer a Caín. Y de la que
trataré de dar explicación a continuación.

Caminaba por la calle, fuera de mi mundo, el mundo del


Séptimo Ángel, cuando se me presentó una incógnita que aun no
acabo de descifrar. Había cruzado la calle después de intercambiar
unas cuantas palabras con una gentil señora. Cuando me percaté de
que todo transcurría sin necesidad de que yo lo moviera. Los coches
se movían sin necesidad de que yo hiciese el efecto de su aceleración,
al igual que las personas, al igual que toda la materia que estaba a mi
alrededor. Me percaté también de que para que todo esto tenga
función,, yo debía estar ahí, observándolo, sin mí, dificultosamente
hubiese sido posible que el irrepetible momento en que estos hechos
fueron dados, se llevara a cabo. De la misma manera en que observé
los fenómenos anteriores, me percaté de la inexistencia de mi
presente, lo tuve perdido por unos momentos. Al ver hacia delante, no
supe en donde estaba mi presente: si lo tenía en los ojos; si lo tenía
en la mano, si estaba físicamente en mí. Al no encontrarlo procedí a
indagar si estaba fuera de mí [curiosamente, después me percaté, que
cuanto hay en mi supuesto afuera, es solamente un reflejo de lo que
hay dentro de mí, explicaré esto, con un poco de más detalle en unos
breves instantes (en medio de este palabrerío hay un espacio, en este
espacio hay tiempo, en un libro, en una historia, no existe el uno sin el
otro. En un libro hay pasado, presente y futuro, ¿En dónde se
encuentran? Al igual que el tiempo físicamente es relativo al
observador, así, de esta misma manera, el tiempo aquí, es relativo al
lector o narratario, y al mismo tiempo inexistente en sí mismo, puesto
que no es algo inherente a este, a la vez, existente en las personas,
ya que estas determinan en su momento el presente, el pasado o el
futuro)], lo cual tampoco encontré. Noté que el presente no se
encontraba en la superficie sobre la cual me encontraba parado, y que
este mismo no se encontraba unos cuantos metros más adelante.
Tuve miedo por unos instantes, ya que pensé haber encontrado un
presente infinito (supuse que talvez, después de todo, podía existir un
mundo independiente, en el cual todo es idea) y no quería perder este
presente infinito que solamente a mí se había presentado. Talvez si
caminaba un metro, mi presente infinito del cual gozaba ahora se
volvería finito; existía la probabilidad (claro está, en mí) de que en los
subsiguientes segmentos de superficie estuviese escondido el futuro,
y que de repente se agazapara sobre mí como un leopardo, y robara
mi presente infinito. Recordé que no me llamo ni científico ni filósofo,
solamente a veces mi ego interfiere un poco sobre mí, y me lleva a
analizar aquellos hechos que hay. Decidí que así como había hecho un
poco de filosofía limitante a mi rebazable entendimiento sin un
método específico, talvez, usando uno propio; usar la
experimentación, hacer algo de la práctica que ya estaba denominada
como empírica. Esclarecido entonces, (Aquí dejo este espacio,
para que un lector gustoso por la corriente existencialista, pueda
embonar determinismo, naúsea, incertidumbre, que se yo) di un
pequeño paso hacia delante. (Aquí nuevamente detengo las imágenes
y paso al aburridísimo texto). Al dar el paso quedé quieto, incluso
había considerado el no respirar para tratar de conservar intacto mi
presente infinito, era probable que si lograba conservar mi presente
infinito conmigo, fuera una revolución tremenda a la ciencia y a la
filosofía, ahora me daba cuenta de mi macabro experimento: tratar de
conquistar al tiempo, cosa que no efectuaba en las naitos (disculpe el
lector, estuve leyendo un poco a Anthony Burgges, y no había
considerado el efectuar en un texto un “humor” de este tipo, que en
realidad, no me causa mínima gracia, posiblemente, si hay algún
lector que guste de este tipo de humor, se identificará con él y podrá
dar una pequeñita risotada). Fue necesario también conservar la
postura original cosa para la cual me valí de una pequeña trampa:
puesto que había movido ya un pie, di un saltito previamente
calculado, y en este puse mi propio empeño para quedar en la
posición original, debía detener mis pensamientos (como me era
imposible detener el movimiento de los coches cerré los ojos, y
determiné no escuchar algún sonido, con esto también evitaba los
pequeños efectos que podría producir el movimiento sobre mi ropa y
cambiar un poco su estado estético original así como sobre mi
cabello). Ya había dado el salto, abrí lentamente los ojos y moví un
poco los miembros a tratar de hacer algo idéntico a su posición
original (Ahora, leyendo todo esto, pudiese ubicar 2 o más estados, ya
que en uno estaba en reposo y otro en movimiento, y pudiese hablar
de 2 o más “momentos” si lo pasase como rollos de una cámara
fotográfica, sin embargo, sin palabras, no son estados ni “momentos”,
hablo de momento. De este momento no se aún su constitución. No se
si es mezcla o compuesto, no se si es uno o varios, como mencioné
depende del observador. Esto sucedió y no encontré nunca el
presente o el futuro. Posteriormente, realicé un experimento parecido
con un salto hacia atrás haber si encontraba el pasado. (Literalmente,
el tiempo es inversamente proporcional al hecho vívido). Un físico se
adelantó y me habló (cuando sucedió esto yo ya no estaba buscando
presente, pasado y futuro), me dijo que había observado lo que hice,
puesto que le pareció curioso que a las 2 de la mañana (hora en la
cual no es usual encontrar a un personaje de mi edad transitando) (ah
sí, este paréntesis iba antes, pero le encuentro igual si lo pongo aquí o
antes, ya que el punto es aclarar lo siguiente: supe que era físico
puesto que el me mencionó después que era físico, dudo aún de si
sabía acerca de electromagnética, luz o demás temas que no me
conciernen, pero no dudo de él) después de explicarle mi expuesto
experimento me dijo que el había tomado el tiempo (es posible en
tanto está en mi mente{voz dice: el mundo está en tu mente, y tu
estás en la mente del mundo}) y que efectivamente, el llevar acabo
un movimiento a otro me había llevado cierto tiempo y después le
cuestioné la distancia que habría entre un número y otro, que no era
determinable, ya que podía hablar de uno y de dos, pero entre estos
existía un intervalo infinito. Un filósofo se me acercó e hizo una
especie de alusión a Zenón y mencionó su ya aclamado ejemplo de la
tortuga, el cual cuestioné valiéndome de mis escasos conocimientos
matemáticos y trazando una recta en el suelo (todavía me queda
duda si está recta al estar en superficie aparentemente plana es
curva) demostré como Aquiles efectivamente había rebasado a la
tortuga. El filósofo al escucharme estalló en pos de su título y me
habló del momento ya pre-pensado. En fin, decidí dejarlos discutiendo
y llenando el cosmos con su logos y proseguir mi camino. Me detuve y
pude deducir que en ese momento había encontrado el pasado. Si
había hablado con ellos hace algunos instantes, eso podría ser mi
pasado. Di la vuelta y noté que estaban ahí, pero el pasado tenía que
estar atrás, al dar la vuelta, ellos estaban delante de mí. ¿En donde
estaba entonces yo? ¿En donde estaban ellos entonces? Caminé hacia
atrás y planteé mas preguntas, que ya no tiene efecto escribir. Puesto
que me he aburrido, y prefiero dejar estas incógnitas a los físicos y
filósofos. Seguiré disfrutando el baile de la vida.
TORTUOSSO

Extiende hacia mí tu mano, toma la sonaja.


Escucha… la canción de cuna.

- ¡Yo quiero ser hombre también! Escribir legendarias


Epopeyas; alabar, cantar. Amar en nimio cristal y firmarlo
Con el fuego perpetuo: inextinguible llama en mi corazón.
¡Quiero ver el día, la noche! Amar al mar.
Desplegar mis alas en romance; deseo…

¡Qué tierno parecías al querer abrazar al mar! ¡Qué tonto tan lindo… bello..!
¿Recuerdas cuando hiciste una escalera de arena? ¡Bobo, saltaste pensando que una
estrella te sostendría! Fracturaste tu niñez, y tu vista cansada dejó de ver el cielo. Sólo a
través de otros cristales te atrevías a ver, escondido. Todo para mí.
Recuerdo cuando aprendiste a reír; me enseñaste a sentir.
Aún río mucho, tú… lo haces.
¡Imagina: Un mago queriendo hacer el trabajo de un niño!

El tiempo germina;
el hombre es quien siembra la semilla.
Y se abre; como raído lunar

∫ή ш u απЇδαδ ω /
δ δχ ςфšшσš

- Ayer intenté quitarme la vida. ¿Qué? Sí… ¡Estoy harto!


¿Por qué hablas siempre? ¡Calla! ¡Basta! Escúchame…

Amanecer: Reloj. Un poco más.


Tiempo: el mismo de ayer;
momento, indisoluble.
Entro; uno más de ustedes:
dibujo mi cuerpo

Mediodía: Desperté. ¿Sí?


Cuerpo, letras; distorsiones
- es lo que haces (@3777,1->]}§)-
Esculpí mi corazón en sosegada madera

Atardecer: Crepúsculo. Café… Insomnio


- Resides como nictálope bestia, acechas.. -
Me cegas, loto divino.
Escribí música en caústico papel.

Anochecer: Soledad.
He aprendido a hablar con la luna,
a abrazar el agua; a ser fénix.
Luz.. tú, loto, yo…
Regresemos…

- Rocío, espuma
caen tus
dedos
sobre mi
pecho.
Juega el ave en
su nido
silencio,
unión –

Abrazé lo que te hace ser,


sobre la luna.

Alba: La canción de cuna.


UNIÓN = δ /δχ ςфšш š / σ madera

yace ∞ boreal

- ¿Ya me escuchas?

¡Calla!

Adiós mi principito; mi lubricán encantado. Bello jinete; ingenuo adulto. Tan


indefenso: eficaz escudo para ti: arte (tus juguetes). Vamos… se hace tarde.
Abraza mi mano; corazón.
1∞

Apuntes del amanecer


1

(1 No encontramos notas aquí. Posiblemente sea debido al hecho de que en el mediodía


se menciona: Desperté.) Nota del editor.

Apuntes del mediodía

Kyrie

Me atrapé, tengo miedo. Mientras escribo, mientras me copio aquí, el libro


podría estar cerrándose; el anverso dando la cara por efímeros instantes intemporales.
No quiero reescribirme, ni rehacer cuanto escribo.
Más vale la pena parecer; nadie lo lea. Todos sin conocerlo, sin conocerme; me
olviden.
Lento

Hombres: intelectualismo, cultura, arte, ciencia; vanidad. Filólogos, magos…


hablando de caos. ¡Escúchense! ¡Escúchenme! Hablamos… ¿Qué? Caos armónico:
caos.
Creo ahora querido hermano: la boca se hizo para comer; los ojos para hablar.
El corazón es quien canta… Ámen

Apuntes del atardecer (fragmento) 11

Dies irae

Cascabel… Niño de nuevo contigo, conmigo. Miles de juegos como un teatro


mágico, para hacerte feliz.
Basta desplegar tus lanosas cascadas para tocar el cielo, y posar nuestras alas
sobre este, para que intensifique el empíreo terrenal.
Sí… celoso de nuevo; al fin, niño. Aquí y allá; ubicuidad.

Apassionato

Una noche desperté de mi sueño;


me dijeron que partiría.
Miré tu infinidad expectante y te besé.
Soñé y te encontre.

(11 La hoja que contiene los anteriores escritos estaba rota del extremo, pudiese
considerarse símbolo ) Nota del editor.

Después de todo, no veo con claridad lo que ocurrió. Pareciera simple despeje,
acaso collage.

Abrazo… Beso… adiós…


¡Hola! ¡Te amo! Casémonos…
- No sé.
Te amo; te temo.

Siempre esperamos por nosotros…


Firmamento, galaxia.
-Ah sí, dime.. ¿En dónde estamos?

¿El edén? (Supongo quiere que dualize)


- Érebo

Es igual, tu me entiendes.

Beso… te amo… música. Vuelo.


Limitación corpórea.. éter.

- abismo, túnel (dice que es igual)

Rosa; princesa - Górgona; walkyria


Baphomet; Abraxas - IHVH; Adonai

Causa… efecto

|1| = |-1|
∞ + -∞
|v| = |s| = |m|
|i| = |o| = |o|
|v| = |ñ| = |r|
|i| = |a| = |i|
|r| = |r| = |r|
-∞ + ∞

C… E …. <- ¿Qué hay?


Abismo, túnel

-1 + 1 = α
amorodio = vida

- Son letras, no dibujos

¿En verdad?
(* Al encontrar estas hojas, decidimos dejarlas en posición oriunda. Por tanto, pensamos
que este es el tortuosso ) Nota del editor.

Apuntes del alba


( Una gran hoja en blanco….) Nota del editor.
Xalapa ,Febrero 2006

NOCTURNO
Resumen de la plática de la rosa con la estrella. Idilio

Por la noche. (Creo, pues no veo el sol. Supongo que también es de noche cuando está
nublado).

Una almohada y mi cabeza; junto, una vela.


Beethoven.
Ya no me engañas.
Lágrimas (Brotan, como pasto en baño de rocío)
Tus ojos, en los míos… ya lo sabes.
No sé si mis ojos son los tuyos. Suspiro. Creo, son de alguien más …
Lágrimas; grito [sólo nosotros lo escuchamos. Por
supuesto, sin prestar atención; lastimaríamos el orgullo]
El uno para el otro… ¿El otro con quien se queda?
u o (No lo veo)

Después de creados, el mar y la tierra se veían con eterna desconfianza


Se unen la tierra y el mar.
Engendran vida.
Se aman; hacen el amor
son
inmortales…

Mañana. (Es de noche, parece. Mi vista no revela al sol en complejidad; las nubes lo
escoden. Hebras de oro en la cortina)

No música; demás ausente.


Tú, tú, tú… tus manos escribiendo esto
Grito (haces como si no lo escucharas.
Desaparezco; poco a poco.
Me evaporo como informe neblina)
No hay llanto (sonríe)
¡Mira! Una flor en tu pecho…

Guitarra.. loto cáustico


Nubes; intentan formar tu rostro
El sol quiere vestirse de tus ojos, emanando dendritas.
Grito (me pierdo nuevamente; me hago polvo…
hay tantos sueños como arena en el mar)

El sol brilla para todos en el cielo.


No sé si está suspendido de un hilo de estrellas,
y confundo su oscilar oleo con mi respirar palpitante.
Una dama, una musa;
la luna ilumina nuevamente,
y presume su collar de hermosos
luceros
Crepúsculo.. descansemos

Y así, desde el alfa.. el sol y la luna duermen un eterno romance. Ahora, en su lugar,
vemos sus manos; como planetas.

-¿Qué es el mar?
Son nuestras voces, que se están haciendo agua. Es nuestro canto, que da vida y se
extiende por el mundo; como naciente elegía.
-¿Qué es la arena?
Es mi cuerpo, que se hace tu cuerpo. Es el sol, haciéndose espuma.

Xalapa ,Febrero 2006


OTOÑAL
A Ana María Flores y
Joaquín Fernández

El sol florece sus múltiples luces en el horizonte.


Se asoma la semilla; un rayo de esperanza ilumina el corazón.
La semilla se hace retoño, y el retoño niño; el niño se llama hombre.

“-¡Qué hermosa paloma! ¿Le has visto madre?


Pareciera que somos insignificantes para ella.
Vuela, enamorada del sol; radiante.
Parece ángel, y a la vez se parece a Papá,
Con ojos sapientes.
¡Qué bella es la rosa! Con idílicos colores.
El rocío cae sobre sus pétalos,
como niño a brazos de su madre
¿Qué pasa con la paloma y con la rosa, madre?
¿Por qué ayer volaba libre con el pecho descubierto
Y hoy languidece y se esconde en su plumaje?
La rosa..
tan sólo ayer erguía sus pétalos altivos;
arrogante, indiferente; majestuosa… “

La brisa acaricia el rostro de la rosa.


La dama del tonal carmesí la ignora
con mirada triste, ajena.

“- Mil veces ( y otras tantas incontables)


ha surgido el hálito celestial;
de cuya mañana, se desprende a su ves el ocaso.
La paloma y la rosa armonizan en conjunto. [Se han ido]
La paloma aprendió a leer la tierra,
la rosa a cantar el aire.
La rosa abrió sus dedos;
la paloma extendió luceros.
Ahora son sólo escombro;
escarcha de montaña.
Así se escribe la historia mi pequeño guardián:
mueren en el espacio; viven en el tiempo, en la memoria..
Ayer la rosa era carmesí;
Hoy, palidecen sus colores
como mirra lacerada. “

El tiempo llama al niño;


el niño lo niega, asustado
el agua no envejece
- entonces tu tampoco

El niño que es muchacho conoció a María


María conoció al niño
Ambos conocieron la soledad, que es unión

¡Qué bellas son las estrellas, María! ¡Qué ridículas parecen ahí,
flotando sin sostén! Un día (el que yo parta) recuerda mirar al cielo. Entonces,
verás que nunca me fui y amarás la más bella de las obras que he podido hacer
para ti. Pronto lo olvidaremos; el tiempo lo hará…

Carta anexa.
Algún día de marzo, 1978.

Los años vienen, se van. Dejan huellas en mí: canas, manos recias; mis
ojos se hacen neblina. Estoy nervioso, creo que esto no será para siempre. Tengo
un secreto que me hace sonreír a escondidas que sólo sabemos tu y yo Flores: soy
aquel niño que conociste, aquel muchacho que se entretenía con la naturaleza..

Es tiempo de partir, duerme.


No llores, sonríe; no se quedan solos:
Tú te quedas con ellos.
Sólo pasas a ser una estrella,
a ser poeta, a ser alquimista.

El niño luce cansado, tan arduo ha sido su juego.


¿Fue rayuela? ¿Fue la rueda..?
Qué importa;
también así ví a la rosa y la paloma.
El color ha abandonado su piel; la pasión, sus ojos… Silencio

María ve que el cielo ha envejecido. Observa atónita sus canosas nubes que se
extienden por el espacio, como ovejas.

El sueño ha visitado a María - una almohada vacía –


- un ave, una rosa en el pecho... Joaquín... ¿Qué es esto?

Abre los ojos, unas palabras en su mente: Mi madre nunca lo entendió. La rosa
estaba viva, ¡no lo vió! … ¿Qué significa?

María abre la ventana con paso lento, como perdida; no se escucha la voz de
Joaquín. ¿Ha muerto el cielo? No se notan sus nubes pobladas.

Sólo hay hermosas estrellas, y la voz de Joaquín.


Una rosa formada por los astros…
- Es lo que mi madre no entendió..

Xalapa ,Febrero 2006


Comedia
- ¿No lo escuchas Marlene? Es Caín que nos espera, ansioso, frío. Tiene los ojos
cansados como dos piedras de agua, como si los hubiese bañado en hondos ríos
carnívoros. No tiene Eva ni Adán, sólo una señal…
- Es Caín como la lluvia, te abraza o te envicia. Te toca, enfurece… se extingue apenas
calma la ira de su alma atormentada. El alma marcada por ese que llaman Dios. Se
atormenta, le hablas y no quedan palabras; están desparramadas como si fuesen
otoño. Sí, tal vez Caín ha otoñado.
- Caín es como la noche. De su pecho se escuchan grillos que cantan como cigarras.
Lunas que son estrellas y cometas. Manos desnudas, hierba desquebrajada en el
ínfimo hielo.
- Ábrele la puerta, lento, suspira. Dale tu mano y una manzana. Pasa, pasa… hace frío y
tú como hilo entre cascada.

****

- Es tarde, Caín está feo y se pudrió. Parece un costal tirado en la noche rubia. Su pelo
no se prende en llamas y huele a tu tristeza. Se parece a Abel cuando se enoja.
- No es tarde, es hora de la comida. Abel aúlla, ha de tener hambre, sírvele a Caín.

****

- ¿No lo veías mujer? ¡Ha sido tu beso en el entrecejo y la manzana que comí de tu
boca manantial de mi desgracia!
- Seremos malditos entre los de la tierra. Ese que llaman Dios nos ha marcado y
nos extingue como ladrones, como si fuésemos langostas que han probado un
fruto de la cosecha del Edén.
- Es una marca maldita. Está en tu frente, quema, ríe. Penetra de tu cabeza a tu
pecho y seduce a tu corazón, lo enamora, envenena; va a lo más hondo de tus
huesos desnudos. No queda arena o espacio; no queda ni Abel ni Caín. El aire
vivaz trenza cabellos en el molino encantado. – seniles
- Calla, abre otros labios.
Sube a mí, trépame con cuidado, no se me vaya a caer la rodilla.
Te alimentas como boa, como cuando me encontraste dormida. Quieres otra
manzana; llueve con cuidado y moja de par en par mi vientre cansado, no beses
tan rápido; podrías despertarte y darte cuenta de que me entierras los labios y
entonces te arrancarías de mí y comerías a ti mismo.
Ríe. Es Caín, que toca a la puerta.

Xalapa, Abril 2006

ENCRUCIJADA DE UN FIN DE MAYO

Cero. - la voz del hombre no dice al universo

las doce con uno con cero, - vigilia y despertar

las doce con uno con uno, - indominia e insomnio

las doce con uno con dos,

las doce con dos con uno, - Un rapsoda; Ulises pisa Itaca.

las doce con dos con dos, - El hombre y el universo

las doce con tres con cuatro, - Tres hombres y uno


que se pierde bajo una
estrella
las doce con tres con siete con siete, - Un llanto, infinidad de risas, lágrimas;
pragmatismo se llama historia

las doce con siete con tres con siete, -Aleluya. Ha nacido el salvador,
tiempo antes de su nacimiento.
Las doce con ocho con dos, El retroceso de la aceleración
del tiempo que avanza
proporcionalmente entorno a un centro
que no es eje que se pierde en un
cigarrillo.

Los doce con nueve con tres con uno - Se rota la mano bajo el pecho y se
encienden ambos y las bocas se
buscan y se pierden y se buscan, se
encuentran, un diente de leche entre
saliva y el pelo que se enredó “Hazte
pa’ yá, no ves que me lastimas”.

Las doce con cincuenta y nueve con cincuenta y veinte


Dos cabezas, un ojo y veintitantos dientes… quedan perdidos en la infinidad

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