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1
Tabla de contenidos
Prólogo
1
El estudio morfológico
Las palabras y otros medios gramaticales auxiliares: síntesis y análisis en la
formación léxica
Categorías gramaticales
2
La estructura de la palabra
La base de la palabra
Formas simples y formas compuestas
Familias de palabras
3
Significación y palabra
La estructura semántica de la palabra
Homonimia y polisemia
Sinonimia y antonimia
Principios de terminología
Fraseologismos
Estratos lingüísticos del español
Apéndice
Breve noticia sobre la lengua española
2
Prólogo
3
versificación, III, el libro de la morfología, aunque bajo la rúbrica etimológica haciendo
especial énfasis en la derivación como proceso de creación calificó a los derivados
resultantes como verbales, participiales y adverbiales, IV sintaxis y, V “introducción a
la lengua castellana para los que hablando otra quieran aprender aquélla.”1 Con lo cual,
el texto de Nebrija constituye el primer compendio útil en la enseñanza del idioma
español a extranjeros, exaltando la importancia del conocimiento léxico-morfológico
para el desarrollo de la competencia lingüística.
Es precisamente desde tal perspectiva que pretendemos exponer y analizar los
mecanismos por los cuales se genera el léxico castellano. Para ello, lo que encontrará a
continuación comporta los lineamientos generales que le permitirán aproximarse a un
conocimiento más profundo de las entidades lingüísticas, como sigue: en el capítulo
uno, identificará el objeto de estudio de la Morfología lingüística y su relación con la
Sintaxis mediante el análisis de la estructura morfémica de la palabra y su
funcionamiento en el sintagma; en el capítulo dos, atenderá a los mecanismos de
creación léxica y el estudio de la integración de familias de palabras y, finalmente, en el
último capítulo, se analizarán las relaciones semánticas de la palabra y su incidencia en
la configuración del léxico hispano.
Cabe mencionar, que hemos tenido a bien designar el último apartado de cada
capítulo al estudio diacrónico de la lengua, haremos un poco de filología hispánica, pues
si bien la intencionalidad final de la presente materia no estriba en la estricta formación
de lingüistas, sí comporta el deseo de fungir como herramienta para el docente, a fin de
que la enseñanza del español como segunda lengua, no derive en el ejercicio de la
repetición de listados infinitos de vocabularios, sino en el favorecimiento de la
creatividad léxica en el estudiante a partir de procesos analógicos, de allí el nombre de
los temas (Análisis contrastivo entre el español y otras lenguas). Todo ello a la luz de
una metodología estructuralista.
1
Para más información respecto a Nebrija y las gramáticas precedentes, ver Juan Clemente Zamora
Munné. “Nebrija y las gramáticas de lengua vulgar” en Scripta philologica in honorem Juan M. Lope
Blanch. A los 40 años de docencia en la UNAM y a los 65 de vida. Coord. Elizabeth Luna Traill. México,
UNAM, 1991, pp. 481-493.
4
1
El estudio morfológico
A principios del siglo XIX, la base terminológica de las ciencias naturales fue utilizada
en la construcción del paradigma de investigaciones cuyo interés era el fenómeno
humano, esto es: las ciencias del espíritu, nomenclatura acuñada por Wilhem Dilthey,
sin embargo, tales estudios poco a poco demandaron la institución de un método propio
en razón de la variedad en el enfoque, pues si las ciencias naturales atienden a la
demanda ¿qué es el hombre?, las ciencias del espíritu responden a ¿qué significa éste?2.
De tal manera, y, bajo la influencia del darwinismo, la palabra morfología, como
observación de las formas, es introducida en el marco de los intereses lingüísticos, a
partir de los trabajos del romántico alemán Goethe (formenlehre). Etimológicamente, el
vocablo proviene del griego: μορφή ‘forma’ y λόγος ‘estudio’, por lo que una
morfología así referida atañe a grandes rubros, la morfología animal, la morfología del
relato, etc., su uso en el repertorio lingüístico inglés data de 1860 en la entrada
morphology del Oxford English dictionary. En lengua española, la noticia de la función
de la Morfología es más antigua (1847-1920), pues si bien no aparece como disciplina
autónoma, de manera incipiente, a partir de la Gramática, es aceptada como campo de
estudio bajo las acepciones de Analogía y, la todavía más remota, Etimología desde
1796.3
Extensamente, es posible aludir a la tarea morfológica como el estudio de las
formas lingüísticas, lo cual resulta todavía impreciso pues en ello podemos englobar,
2
Cfr. Algirdas Julien Greimas. Semántica estructural. Madrid, Gredos, 1987, pp. 13-16.
3
Ver P.H. Matthews. Morfología. Introducción a la teoría de la estructura de la palabra. Trad. Rafael
Monroy Casas. Madrid, Paraninfo, 1980, pp. 14-15 y María Tadea Díaz Hormigo. Morfología. Cádiz,
Universidad de Cádiz, 2003, pp. 15-17.
5
fonemas, palabras y sintagmas. Una definición más específica y, que en cierto modo
deviene de las implicaciones hechas por la tradición española, la establece como el
estudio de la estructura interna de las palabras y los procesos o las reglas que permiten
generarlas, así como las variaciones que experimentan y su clasificación en distintos
grupos. Así que de manera inmediata es preciso atender a qué es la palabra.
De acuerdo con el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española
publicado por la Real Academia Española: “Todo acto de elocución en una lengua dada
es susceptible de ser analizado, por los que la hablan, en una o varias imágenes o
secuencias acústicas mínimas, idénticas o diferentes entre sí, cada una de las cuales se
3
corresponde con un contenido significativo.” Por lo que en una unidad discursiva
como:
4
Los pronombre enclíticos son la excepción a estos límites de la palabra, pues aunque poseen significado
en sí mismos, en el sintagma, se precisa su unión con el verbo: tómalo
6
sintáctico (“había” es un verbo que puede fungir como auxiliar: había visto). Tales
relaciones responden a los criterios de distribución, orden y dependencia.
Por otro lado, en su Presentación de la lingüística Bernard Pottier define a la
palabra como la “unidad mínima construida”5; estructuralmente está formada por
pequeñas unidades que poseen significado propio o morfemas, cada una de estas partes
se realiza mediante grupos complejos de elementos de expresión que comportan sonidos
particulares (unidades fonológicas), ello no influye en la realización gramatical de la
palabra pues no necesariamente guardan correspondencia6 (homonimia); tal es el caso
de /cara/ y /cara/, siendo la primera la parte anterior de la cabeza, de barbilla a frente y,
la segunda, el adjetivo que califica algo como costoso:
7
gramemas pues completan el significado de la palabra, es el caso de las desinencias que
indican género y número para sustantivos y adjetivos, y persona, modo y tiempo para
los verbos, así para [libr-os], plural masculino, [negr-a] singular femenino y [habl-a-
ban], tercera persona plural, modo indicativo, copretérito7. Al unir dos o más palabras
simples, sin ningún nexo de por medio, formamos estructuras morfémicas yuxtapuestas,
como en caso de [yerbabuena].
Esta tipología morfemática atiende a dos funciones primarias: la facultativa o de
combinatoria, en la cual las partes se requieren mutuamente, mas este requerimiento
puede o no ser necesario: la desinencia –ado se encuentra, gramaticalmente, lo mismo
en cant-ado que en sal-ado, y la obligatoria o determinante en la cual una de las partes
requiere necesariamente a otra u otras; así por ejemplo en español, los verbos
terminados en –er, admiten ser sustantivados en –miento y no en –ción: el
establecimiento y no la estableción.8
Dentro de los morfemas trabados se encuentran los afijos, los cuales constituyen
elementos de flexión o derivación en la forma de la palabra. Se clasifican de acuerdo a
su posición respecto al lexema:
7
Cfr. Delmiro Antas. El análisis gramatical. Barcelona, Octaedro, 2007, pp. 26-27.
8
Cfr. Louis Hjelmslev. “Ensayo de una teoría de los morfemas” en Ensayos lingüísticos. Madrid, Gredos,
1981, pp. 202-208.
8
Las palabras y otros medios gramaticales auxiliares: síntesis y análisis en la
formación léxica
9
sin mediación de nexos un léxico primario y un léxico secundario, siendo el primero la
categoría de base a partir de la que se forman nuevas palabras:
Categorías gramaticales
En la obra de Jean Piaget se explica que la actividad cognitiva, es decir, cómo logramos
pensar, consiste en extraer del flujo de representaciones un cierto número de invariantes
(nociones, conceptos, imágenes) que sean como la estructura misma de la inteligencia.
Tales invariantes son de carácter individual, se construyen a partir de la experiencia y al
mismo tiempo son colectivas pues todo ser humano es capaz de construir tales nociones.
10
este momento funge como actividad cognitiva, cuyo papel esencial es proveer al infante
información sobre la realidad ausente.10
El término categoría designa las relaciones particulares de los elementos constitutivos de la lengua,
un conjunto cuyos miembros comparten contextos sintácticos; se distinguen dos clases: sintácticas,
por la función de la palabra en la oración y gramaticales, que refieren las modificaciones sufridas
por dichos elementos, noción identificable por su morfema (el género, el número, la persona, el
tiempo). Se trata de conjuntos en los cuales se señalan relaciones semánticas, mismas que no
poseen alcance universal, sólo tienden a la clasificación de cada lengua.
Pronombres: son morfemas libres que pueden desempeñar la misma función que
el sustantivo, con la diferencia de que estos no tienen una significación plena
(semánticamente).
Laura me dijo la verdad Ella me dijo la verdad; Laura me dijo eso
Artículos: Son modificadores y determinantes del sustantivo, por lo que
funcionan como adjetivos.
10
Cfr. Jean Piaget, citado por Leland Swenson. Teoría del aprendizaje, perspectivas tradicionales y
desarrollos contemporáneos. Barcelona, Paidós, 1991, pp. 385-389.
11
Ibidem.
11
Ayer compramos una manzana
Verboides: son formas impersonales del verbo que gramaticalmente pertenecen
a otra categoría.
Infinitivo Sustantivo (pintar)
Gerundio Adverbio (pintando)
Participio Adjetivo (pintado)
12
2
La estructura de la palabra
13
medios diversos y de modos diversos, con lo cual nuestras creaciones no son
espontáneas, poseen cierto anclaje en lo ya conocido. El mismo niño del ejemplo
anterior, ahora asiste a la escuela y un buen día, consternado, refiere a su madre:
“Mamá, hoy un niño le pegó a una niña, le dio un balonazo y le tiró los lentes, ella
después, le dio un lapizazo en el ojo y el niño lloró.” Dar un golpe con cierto objeto,
implica la terminación –azo (cubetazo, golpe con cubeta) añadida al sustantivo; dicho
conocimiento en el ejemplo enfatiza una cierta intuición lingüística: formamos palabras,
a partir de estructuras ya existentes.
Sabemos, hasta aquí, que las palabras se separan entre sí por espacios en blanco,
es decir por silencios en la oralidad pues éstas no pueden pronunciarse a un tiempo
(relaciones sintagmáticas), sin embargo ello compete a la estructura externa de la
palabra; como unidad se constituye por una serie de elementos (morfemas) dispuestos
en un orden jerárquico; el modelo estructurador de forma es: prefijo + raíz + afijo +
género/numero (libros y no *librso). Muchas veces, dichos elementos poseen
significado propio, sin embargo, su función consiste en formar gramaticalmente a la
palabra, sin necesariamente determinarla de manera semántica (interfijos). Así, el
modelo de estructura para el género femenino en español está dado por el morfema –a,
como en mesa y silla, y -s para plural, como en mesas y libros,12 aunque existen formas
en las que el género es aludido por el artículo, como en estudiante o suicida. Conviene
precisar algunas reglas del español para la construcción en plural:
singular plural
12
Es menester precisar que existen varias excepciones, como en el caso de “azúcar blanca”, fenómeno
especial que reporta no sólo la ausencia del morfema –a final, sino que, su género es aludido por el
artículo “El” femenino.
14
Ahora bien, el léxico no comporta un bloque estático, se encuentra en constante
movimiento, las entradas y salidas del vocabulario son manifestaciones de la puesta en
práctica de reglas y estructuras, primero de manera intuitiva y, después, consciente, con
el desarrollo de competencias lingüísticas. La existencia de la palabra como unidad
distintiva que funge como modelo para la actualización léxica depende de la morfología
particular de las lenguas; así, en español, las propiedades relativas a la forma de las
palabras son las siguientes:
1) Autonomía: las palabras son unidades libres cuya emisión sonora no puede
ser interrumpida por pausas en la conversación.
2) Estructura fija: la palabra admite distintas relaciones secuenciales en modo
jerárquico.
3) Inseparabilidad de los morfemas integrantes de la palabra: el ejemplo
paradigmático es cantarás, donde no es posible separar –ras.
4) La palabra admite únicamente morfemas ligados, ejemplo: blanc-o y blanc-
uzc-o13
Sin duda, es posible encontrar irregularidades, o mejor, excepciones a la regla.
Bosque, afirma que las condiciones mencionadas se cumplen de manera gradual en las
diversas clases de palabras. Así por ejemplo, en el aprendizaje de lenguas, suele causar
confusión la división entre unidades lingüísticas: en una transcripción fonética, es
posible no hacer distinción entre cada palabra, pues la pronunciación refiere un
enclítico; en el habla coloquial no es extraño pronunciar en una sola emisión un
sintagma como: ¿tú, qué estudias? [¿késtudias?] Aunque, en el sistema se distinguen
como unidades diferentes, en el habla resulta una sola. Los elementos clíticos, como los
artículos, constituyen otro caso de satisfacción parcial a las reglas mencionadas pues no
pueden ir en posición posnominal y, en prenominal, refieren una secuencia que resulta
incompatible ante la presencia de posesivos (no se puede decir: los mis libros, ni los
estos libros).14
Cuando dichas propiedades se cumplen con mayor amplitud en una palabra, ésta
se convierte en modelo para estructurar otras unidades que coinciden con ella en
13
Cfr. Gramática descriptiva de la lengua española. Vol. 3, Entre la oración y el discurso. Morfología
(dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte). Madrid, Espasa Calpe, 2000, pp. 4113-4120.
14
Ibidem.
15
categoría gramatical. Un buen ejemplo que ilustra el caso es el paradigma verbal, que en
castellano, siguiendo la conjugación latina, admite tres vocales temáticas: a, e, i (amar,
temer y partir constituyen los verbos paradigmáticos). Se consideraran regulares
aquellos que, admitiendo la conjugación en alguna de estas estructuras modélicas,
preservan el lexema únicamente agregando desinencias. Es muy común que los niños al
incorporar un verbo a su vocabulario, intenten la conjugación siguiendo estos modelos
sin advertir posibles excepciones: yo corro (correr), yo cabo (caber). Las
irregularidades presentes en los verbos son de índole diversa, los regulares admiten
algunos cambios de orden “ortográfico” como sigue:
Los verbos irregulares son aquellos que sufren alteraciones ya sea en el lexema,
el gramema o ambos a un tiempo. Las características por las cuales un verbo suele
considerarse irregular son tres: cambio, supresión o adición de un sonido (estos cambios
en la estructura morfémica serán analizados más adelante). En general, podemos hablar
de irregularidades tales como: diptongación (contar, cuento) y guturización (nacer,
nazco).
La base de la palabra
16
equívoco el simple reducto en morfemas. En una palabra como sillas, –s indica el
plural, pero qué tal en: estudias, donde –s, no comporta un significado por sí mismo, o
en pus. Con ello no pretendemos decir que el significado global de la palabra sea un
compuesto de la suma de los significados de sus partes, no de esa manera, no,
necesariamente, existen unidades de orden indivisible, la segmentación no aplica de la
misma manera para todas las palabras. En el análisis, existen segmentos mayores
considerados un solo morfema y que comportan el significado elemental al que habrán
de añadirse significados complementarios, al primero lo denominamos raíz y a los
segundos, afijos. Cuando la raíz se une a una vocal temática se denomina tema (habl-a-
mos), éste constituye un segmento estable que, adjunto a otros morfemas, señala la
categoría gramatical de la palabra (-s, de plural; -a, e, i, vocal temática verbal;-a,
género).
15
Cfr. Soledad Varela Ortega. Morfología léxica: la formación de palabras. Madrid, Gredos, 2005, pp. 7-
19.
16
Soledad Varela. Ibid., p.80.
18
b) Compuestos yuxtapuestos. Pueden ser apositivos, en donde el nombre remite a
alguna de las características del conjunto que expresa (hombre rana, mono
araña), o coordinados, en donde los constituyentes se relacionan en un mismo
nivel de significación (músico-poeta)
c) Compuestos de nombre y adjetivo. Los elementos mantienen una relación de
núcleo y modificador, sin importar el orden en el que aparezcan (hoja santa,
pieles rojas, mala leche)
Algunos autores entienden como unidades compuestas, las palabras formadas
por temas grecolatinos (hiperrealismo, metafísico). Los denominan pro-compuestos,
unidades que forman compuestos entre sí, mas carecen de independencia fuera de su
paradigma pues por sí solos no forman palabra.
Familias de palabras
La formación de palabras refiere la ampliación del léxico de una lengua dada, utilizando
los recursos y procedimientos permitidos por sus características sistémicas, así en el
español, los procesos más socorridos suelen ser la composición y la derivación. Ahora
bien, es posible gestar el cambio siguiendo tres criterios: semántico, en el cual se crea
una forma al tiempo que se incorpora un sentido (la muestra es: hifología que, dentro de
la teoría literaria, a falta de un concepto específico para hablar de la ciencia del texto, se
utiliza hifos, tejido, texto, y logos, estudio, tratado); sintáctico, cuando opera una
síntesis de elementos, combinación y suma de los componentes formales (compuestos
sintagmáticos, como mátalascallando) y, morfológico, donde los compontes internos
de las mismas unidades léxicas sufren modificaciones (inconfesable, palabra formada
por afijos y base). Según Almela, los tipos generales en los que se divide la formación
de palabras son cuatro:
19
Parasíntesis repetición abreviación
Composición
Dentro de los sufijos se encuentran los apreciativos, que añaden una variedad
expresiva, cariñosa, despectiva, etc. Estos se dividen en diminutivos (niñito, chiquillo;
en el español de México suele utilizarse este matiz en adverbios como en ahorita y
tantito); aumentativos (grandote), despectivos (flacucho, calleja). Los mecanismos que
operan en dichos grupos son:
2) Composición, donde se unen dos o más lexemas, que poseen autonomía fuera
del compuesto, es decir, son palabras de formación previa. Como se mencionó antes,
existen dos tipos de compuestos: que fuera de esa composición funcionan como
palabras sin necesidad de otros elementos.
De acuerdo con Lang, en los compuestos, los enlaces entre lexemas y entre base
y sufijo o prefijo y base, están condicionados por la estructura modélica del español
que, de ordinario, es: vocal + consonante + vocal. Los sufijos españoles suelen
comenzar con vocal, por lo que al unirse a la base, requieren la supresión de la vocal
final átona de éstas. En la prefijación, dos vocales adyacentes permanecen; si se trata de
la misma vocal se funden ortográficamente en función del grado de lexicalización
atribuido por el hablante a tal palabra.18
17
Cfr. Ibid., p. 31
18
Cfr. Mervyn Lang. Formación de palabras. Madrid, Cátedra, pp. 40-49.
20
La conversión consiste en relacionar palabras idénticas en cuanto a la forma,
aunque de distinta categoría gramatical, dicho proceso bien podría aplicarse a la
formación de familias lexicales, o familias de palabras, las cuales constituyen un
conjunto de elementos que no son estrictamente entradas nuevas en el léxico, sino que
comportan variaciones sobre un mismo morfema radical, es decir, constituyen diversas
posibilidades de realizar un misma palabra, por ejemplo: leche, lechero, lechería.
Por otro lado, sustitución y supleción son modificaciones sobre la base, parcial y
total; respectivamente, Almela propone: padre/ paterno y hermano/fraternal.20 La
repetición, menos común en la lengua castellana, consiste en la reproducción inmediata
de la base o parte de esta para integrar un compuesto, supersuper, bullebulle.
19
Cfr. José Moreno de Alba. Morfología derivativa nominal en español. México, UNAM, 1986, pp. 11-
14.
20
Ramón Almela Pérez. Procedimientos de formación de palabras en español. Barcelona, Ariel, 1999,
p.29.
21
en los que sólo se reduce una de las palabras; Varela refiere como ejemplo de ellos
docudrama, de documental y drama.
21
Estas definiciones son un extracto del tema “La formación de palabras” en Varela. Op. Cit. en n. 15.,
pp.8-13.
22
3
Significación y palabra
23
según Peirce ello se fundamenta en un proceso denominado semiosis o proceso de
producción sígnica; en razón de que el pensamiento es de orden discursivo —todo
pensamiento se realiza mediante signos—, se sustenta en “constelaciones”, series
infinitas de signos que encadenan signos, puesto que los concepto precisan
explicaciones y las explicaciones son conducentes para nuevos datos e incluso nuevas
explicaciones; por ejemplo, aquellas que aluden a creaciones culturales como los
valores, estos son signos que se corresponden con otros signos y que fácilmente
reconocemos en el afuera extralingüístico por ser definidos mediante un código común,
así decimos: “honradez” para calificar la acción de entregar, a su legítimo dueño, algún
objeto que se ha creído perdido).
24
posibilidad de crear signos con los signos. Según Hjelmslev tales relaciones generan
signos mayores convirtiendo a una unidad en parte “estructurante” de una unidad mayor
(enunciados, textos): el signo de un mensaje, el centro de la comunicación, se
transforma en significante de un segundo mensaje. En el sistema se produce una
obstrucción de la referencia directa del discurso ordinario, surgiendo otra dimensión de
la relación con el elemento extralingüístico, los “albures” constituyen algunos de los
elementos connotados del registro de habla popular.
Ejemplo: fotografía
25
Siguiendo a Saussure, las palabras o mejor, las unidades léxicas mantienen
relaciones de oposición o paradigmáticas y sintagmáticas o de solidaridad y
combinatoria. Los campos semánticos constituyen claro ejemplo de las primeras, ya que
se caracterizan por ser grupos de unidades léxicas que comparten un rasgo de
significado, es decir, forman redes en torno a un lexema base, lexema cuyo contenido es
idéntico al de todos los elementos del campo, a éste se le conoce como archilexema (el
ejemplo paradigmático es el campo ‘silla’, ‘banco’, ‘sillón’, etc., en donde “asiento” es
el archilexema) mas se oponen por rasgos distintivos, sea el ejemplo para el campo
semántico de la vestimenta, los componentes: chamarra, pantalón, calcetín, blusa, falda.
Una palabra puede considerarse como una expresión que posee forma23 y significado,
hablamos de una estructura semántica cuando nos referimos al significado. “Lo que se
22
Christian Baylon y Paul Fabre. La semántica (con ejercicios prácticos y sus soluciones). Trad. Ma.
Teresa Valbuena. Barcelona, Paidós, 1994, pp.207-209.
23
Lyons explica que las formas de las palabras pueden dividirse en dos clases: palabras llenas (plenas),
como ‘hombre’ y ‘venir’, éstas poseen significado por sí mismas, y palabras vacías, ‘el’, ‘de’ que ostentan
26
intercambia o se comunica en la comunicación humana plantea el problema del
significado. El signo tiene por función transmitir significado o significar.”24 De
ordinario, los hablantes de una lengua saben lo que implica afirmar que una palabra
“significa algo”, pues se piensa de manera automática en una “señal”, perro, significa
“animal mamífero, cuadrúpedo”, o bien, familiarmente, “el mejor amigo del hombre”.
Podemos entender entonces, al significado como un conjunto de rasgos (semas) que
señalan las características del referente, reconocidas por el usuario del código
lingüístico al cual alude, podemos agregar que implica la construcción del sentido.
27
vecino y otros humanos, entendiendo en este contexto al humano como superior al
perro.25
Para explicar la problemática de sentido que entrañan las relaciones que dan
cuerpo a la estructura léxica, se ha planteado el análisis del significado mediante
algunos modelos geométricos, todos considerando la interacción entre la realidad
extralingüística y la formación de conceptos, proceso fundamental para la recolección
de datos en la configuración de corpus léxicos. El primero de ellos es el triángulo de
Ogden y Richards:
Pensamiento o Referencia
CORRECTO ADECUADO
simboliza Se refiere a
28
Símbolo y pensamiento mantienen una relación de corrección, es decir, en la
medida en que el símbolo sea formulado correctamente, generará una idea referencial
explícita; entre más explícita sea esta idea referencial podemos hablar de una mayor
adecuación entre pensamiento y referente. Al mismo tiempo, el símbolo mantiene una
relación de ente verdadero con el referente: como el símbolo está en lugar de, se
convierte en “la tarjeta de identificación” de lo referido en el plano lingüístico.27
contenido
signema
expresión
significante clase
27
Cfr. Salvador Gutiérrez Ordóñez. Introducción a la semántica funcional. Madrid, Síntesis, 1989,
(Lingüística, 20), pp. 32-33.
28
Salvador Gutiérrez Ordóñez. Ibid., p. 35.
29
Homonimia y polisemia
El estudio de las relaciones entre unidades léxicas es uno de los campos más
importantes de la lexicografía y la semántica. Dos son los principales enfoques al
abordar el signo como unidad léxica: el de las designaciones y el de las significaciones.
En relaciones como la sinonimia y la antonimia, que estudiaremos más adelante, se
puede observar cómo la interacción entre dos o más unidades tiene sitio con los
significados y no con los significantes, es decir, los elementos entran en relación gracias
a su contenido, independientemente de la forma; se va del significado al significante,
siendo el primero el punto central (son las llamadas relaciones onomasiológicas). En
cambio, hay otras relaciones en donde la interacción de dos elementos se sustenta en sus
nombres, va del significante al significado (relaciones semasiológicas). Dentro de las
últimas encontramos a la homonimia y a la polisemia.
La homonimia es, en su más laxa definición, el fenómeno en el que dos o más
unidades léxicas presentan la misma forma pero remiten a contenidos distintos no
relacionados entre sí (pelo, del verbo pelar, y pelo, sinónimo parcial de cabello; cayo y
callo); en palabras generales: son mismos significantes con diferentes significados.
Como otros fenómenos, se presenta en diversos niveles de la lengua, sin embargo, es el
léxico en el que nos centraremos. Las voces homónimas presentan siempre la misma
estructura fónica, sea que el sistema gráfico lo manifieste, en cuyo caso se denominan
homógrafos, o no, en donde son homófonos. De ahí que de podamos distingir tres tipos
de homonimia: homofonía con homografía (pasa, del verbo pasar, y pasa, fruto seco),
homofonía sin homografía (tasa y taza) y homografía sin homofonía. Ya que los
homónimos son unidades independientes, la lexicografía sitúa cada voz como una
entrada distinta, al momento de la confección de diccionarios.29
Por polisemia suele entenderse la cualidad por la que una unidad presenta una
pluralidad de significados relacionados entre sí, es decir, que un solo significante remita
a varios significados. La relación que guardan los significados se funda sobre semas
comunes, esto es, sobre las unidades mínimas de sentido que en conjunto forman cada
una de las significaciones (sememas). Los significados de un significante polisémico
corresponden a las diversas acepciones de una unidad, por ello, los diccionarios
29
Elizabeth Luna Traill. Diccionario básico de lingüística. México, UNAM/Instituto de Investigaciones
Filológicas, 2005.
30
registran todas bajo una sola entrada (pata: pie y pierna de los animales. 2. Pie de un
mueble; etc.).
La polisemia tiene un importante papel al momento de la generación de léxico,
ya que permite que diversos elementos se nominalicen sin recurrir en cada ocasión a
nuevas unidades léxicas, lo cual actúa en favor y a través del principio de economía de
la lengua. Permite la nominalización mediante un proceso de actualización metafórica
del sentido. Esto es no sólo en un uso poético del lenguaje, en donde la metáfora es
elemento fundamental más evidente; también –y tal vez con mayor importancia– en el
habla cotidiana. Así la pata de una mesa es un metáfora visual,30 basada en la pata,
extremidad de diversos animales. Como es una metáfora cuyo impacto se ha perdido a
tal grado que resulta prácticamente impalpable, pasó a ser parte del léxico, es decir, se
lexicalizó, es una metáfora muerta.31 La lengua está llena de ejemplos como éste. M.
Breal, el primero en utilizar de manera independiente el término “polisemia”, le da este
nombre al fenómeno de ampliación de sentido, pero también a otros: la restricción del
significado, el proceso de generalización, la concretización del significado abstracto de
una palabra y el «acortamiento» (raccourcissement), producido por una elipsis.32
La homonimia y la polisemia tienen repercusiones distintas (multiplicación de
unidades, la primera; y restricción, la segunda), sin embargo, su implicación es en
esencia la misma, por lo cual suelen ser analizadas de manera conjunta. Su estudio
resulta complejo y no en pocas ocasiones polémico. Si bien muchos teóricos afirman o
por lo menos sugieren la existencia de ambos fenómenos (Darmestetor, Restrepo,
Nyrop, Ulmann, Trujillo, entre otros), la lingüística clásica estructuralista está en contra.
El problema fundamental de la polémica sobre su existencia radica en el hecho de que
ambos fenómenos contradicen el principio de consustancialidad cuantitaliva, acuñado
por Heger pero prefigurado por Saussure en su célebre Curso de lingüística general.
Según este principio, como su nombre lo indica, a cada significante corresponde un
significado y no más, cuantitativamente el signo presenta un balance sustancial, es una
ecuación simple perfecta; en ese principio se basa la metáfora del significante y el
significado como dos caras de una hoja de papel, en la que sólo hay correspondencia de
30
Para metáforas visuales véase Cuenca, María Josep y Joseph Hilferty. "Metáfora y metonimía", en
Introducción a la lingüística cognitiva. Barcelona, Ariel, 1999, pp. 97-124.
31
Para el ejemplo de la pata y la metáfora muerta véase Paul Ricoeur. La metáfora viva. 2ª ed.
Traducción de Agustín Neira. Madrid, Trotta/Cristiandad, 2001.
32
Cfr. Ma. Dolores Muñoz Núñez. La polisemia léxica. Cádiz, Universidad de Cádiz, Servicio de
Publicaciones, 1999, pp. 47-48.
31
uno a uno y no puede romperse una sin romperse la otra. Entonces, la existencia de
unidades polisémicas desbordaría la ecuación significante/significado:
33
Ibid., p. 29.
34
Antas García. Op. Cit., p. 33.
35
Ibid. p. 34.
32
De esta manera puede observarse cómo la dirección en que apuntan los estudios
sobre polisemia y homonimia es la del pragmatismo, es decir, la del signo en su uso
efectivo. Dicha dirección lleva al otro gran problema que ha ocupado a los estudiosos de
ambos fenómenos: la delimitación entre polisemia y homonimia. Son tres los
principales criterios que se siguen al respecto: el etimológico, la conciencia lingüística
de los hablantes y la composición.
Para el criterio etimológico se sigue una perspectiva diacrónica; se afirma que “a
la homonimia (léxica) se ha llegado a través de un proceso de confluencia fónica”,36 por
ejemplo, pez, que proviene tanto de piscem como de picem (Gutiérrez Ordóñez). Según
este criterio, “a la polisemia se habría llegado por un proceso de diversificación
semántica”;37 aquí encontramos el ejemplo de ocaso, que a la vez que “puesta de sol”,
significa “decadencia”(Ordóñez). El problema con este criterio es la falta de
conocimientos filológicos de los hablantes, por lo cual resulta de gran dificultad en la
mayoría de los casos establecer si la unidad es resultado de una confluencia o de una
diversificación, y por tanto, si se trata de un signo o de más.
Según el criterio de la conciencia lingüística, sería polisemia cuando en la
conciencia del hablante existe una relación entre los diferentes contenidos que pueden
corresponder a una sola forma, y homonimia cuando ya no ve ninguna relación entre
diferentes contenidos para los que se dispone, en el plano de la expresión, de una sola
forma. Este criterio encuentra problemas debido a que el hablante rara vez reflexiona al
respecto de la relación entre significantes. Es decir, el hecho de enunciar la palabra
perico para referirse a la herramienta, no implica por fuerza una conciencia sobre la
relación con el ave.
Para el criterio de la composición de la palabra, hay polisemia cuando a una sola
forma en el plano de la expresión corresponden varios sememas que, por lo menos,
tienen un sema en común, y homonimia cuando estos sememas no contienen ni un solo
sema común. Bajo este criterio, Henne propone el concepto de multisemia, para
designar el fenómeno en que a un significante pueden corresponder más de dos
sememeas y por lo menos dos de éstos están en relación de polisemia, mientras que por
lo menos un semema es homónimo de aquellos sememas que están en dicha relación de
polisemia, en otras palabras, presencia simultánea de polisemia y homonimia. También
advierte un cuarto caso en donde una unidad 2 mantiene relación con las unidades 1 y 3,
36
Salvador Guitiérrez Ordóñez. "Relaciones semánticas", en Op. Cit., p. 125.
37
Ibidem.
33
pero sin que éstas la mantengan. Las propuestas de Henne pueden ser esquematizadas
de la siguiente manera38:
1 2
1 2 3
1 2 3
3
1 2 3
Caso 4
38
39
Gutiérrez Ordóñez. Op. Cit., p. 125.
40
Cfr. Otaola. Op. Cit., pp. 340-353.
34
Como se puede observar, cada criterio tiene sus puntos fuertes y sus problemas a
solucionar; por ello se pugna en favor de una utilización conjunta, por parte del
especialista, ya que para el usuario de la lengua, en realidad, la distinción entre
homonimia y polisemia no tiene grandes repercusiones.
Sinonimia y antonimia
La sinonimia no está restringida al nivel léxico, puede ocurrir tanto abajo como
arriba de él: morfemas (perr-ito y perr-ico), lexemas (reo y prisionero), expresiones
(andar arrastrando la cobija y estar enamorado) y oraciones (todos los casos de
oraciones activas y pasivas). Aún dentro de la sinonimia léxica existen tres líneas de
estudio: sinonimia paradigmática, sinonimia y distribución, y sinonimia y
enunciación.41 De éstas, es la sinonimia paradigmática la que presenta mayor interés
para la lexicología.
Pocos temas han sido discutidos de manera tan amplia como la sinonimia.
Históricamente, las opiniones se han adscrito a dos grandes bloques: los que apoyan la
existencia de la sinonimia completa (entendida como la equivalencia ilimitada de dos
términos) y los que la refutan. Entre los que niegan la existencia de la sinonimia
completa, argumentando que dos términos no pueden guardar exáctamente el mismo
significado dentro de la lengua, se encuentran Nyrop, H.-J. Pos (semántica tyradicional
o diacrónica), E. Coseriu, H. Geckeler, B. Pottier, A. Greimas, L. Bloomfield y Ch. F.
Hockett, mencionando a los más sobresalientes. Entre los que apoyan la tesis de la
sinonimia completa aparecen Gregorio Salvador, S. Gutiérrez Ordóñez, N. Chomsky,
Wunderlich (estos dos la aceptan dentro de las explicaciones de la perífrasis, otorgadas
41
Cfr. Ibid., pp. 271-272.
35
en la lingüística generativa) y Cruse, entre otros. Sin embargo hay otros autores que,
aunque aceptan la existencia de la sinonimia completa, la explican como un fenómeno
de rara ocurrencia; aquí podemos situar a M. Bréal, A. Darmesteter (estos son los
primeros que realizan reflexiones sobre el tema desde que la semántica tiene estatuto de
ciencia), K. Baldinger (semántica preestructural), Lyons, Katz, Fodor (semántica
interpretativa) y R. Kempson (semántica con orientación lógica).42 Ante esto, es
importante aclarar que, con sus particularidades, casi todos los autores coinciden en la
existencia de una sinonimia parcial, de la cual nos asiremos para explicar el tema.
42
Cfr. Ibid., pp. 272-280.
43
Ibid., p. 271.
44
John Lyons. Introducción en la lingüística teórica. 4ª ed. Ed. Ramón Cerdá. Barcelona, Teide, 1977, p.
458.
36
para la diferenciación de la realidad; y significado emotivo, que aporta la carga
psicológica que “sirve para aludir a un gran número de factores muy distintos que
pueden influir en la selección de sinónimos en ocasiones o en contextos
determinados”.45
45
Ibid., p. 462.
46
Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 110.
47
Cfr. Ibidem.
48
Cfr. Otaola, que hace la sistematización en Op. Cit. p. 297.
49
Lyons. Op. Cit. pp. 460-461.
37
Finalmente, hay que decir que la sinonimia no es un fenómeno ilimitado, pues
encuentra sus fronteras de acción en la polisemia, ya que al aumentarse el número de
significados, se reduce la probabilidad de que una palabra los abarque; y en los
sintagmas fijos, pues no puede alterarse ningún elemento de una expresión sin que se
rompa la construcción (ojo de buey, *ojo de ganado)
50
Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 114.
51
Citado en Otaola. Op. Cit., p. 310.
52
Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 113.
38
3. Inversión. Los elementos guardan una relación de contrariedad y
simultaneidad. Puden generar predicados simultáneos (comprar y
vender).53
Duchacek sistematiza los tipos de antónimos gramaticales (los que se forman por
la adición de prefijos) y los léxicos, que se dividen en:
53
Cfr. Lyons. Op. Cit., pp. 474-482.
54
Cfr. Baylon y Fabre. Op. Cit., pp. 116-117.
55
Ibid., p. 483.
39
Principios de terminología
En una somera descripción, diríamos que la terminología es una disciplina que permite
identificar sistemáticamente, en una situación comunicativa específica, el lenguaje
contenido en los textos propios de una especialidad.56 Su objetivo es describir formal,
semántica y funcionalmente los lexemas con potencial para ser unidades terminológicas,
además de interesarse por explicar su funcionamiento en interrelación con otros
elementos. Dichas unidades terminológicas conforman su objeto directo de estudio. A
pesar de ser parte del lenguaje natural, no son unidades que presentan una autonomía
con la cual puedan integrarse a algún léxico especializado diferenciado. Constituyen
módulos de rasgos que mantienen una asociación con unidades léxicas, es decir, con
elementos conceptuales cuya función es la denominación. Manifiestan un carácter
simbólico. El lugar que ocupa el valor, es decir, el multicitado significado, en la
estructuración del concepto se determina por el conjunto de relaciones que se establecen
entre sus conceptos interiores y la materia.57
De esto podemos inferir que entre más segmentado esté el plano del
conocimiento es más patente una necesidad de expresarlo terminológicamente.59 De allí
56
Cfr. Ana María Cardero. Lingüística y terminología. México, UNAM/FES-Acatlán, 2004, p. 28.
57
Cfr. Baylon y Fabre. Op. Cit., pp. 122-124.
58
Cfr. Ibid., p. 18.
59
Cfr. Ibid., p. 13.
40
que la terminología aparezca como un “estudio multidisciplinario”, en donde hay
aportaciones de tres teorías, principalmente: la teoría del conocimiento, de la
comunicación y del lenguaje.
Los términos del registro coloquial difícilmente se hallan sin matiz separados de
los de la lengua científica, al contrario, un tórrido flujo se mueve de un lado para otro, a
tal grado que no es posible hacer una descripción fiel de un estatuto sin hacer un tanto la
del otro. Éste problema es el mismo que le planteado por Bertrand Russell planteaba al
hablar de palabras objeto y diccionario, en donde las primeras eran deícticos y las
segundas un constructo de la combinación de las primeras.60
La intención de los diccionarios es el ser uno, es decir, sistematizar de una sola vez toda
codificación lingüística, lo cual resulta imposible por el grado de especificidad. Es por
eso que no existe “el diccionario de diccionarios”, que abarque cualquier referente de un
término sino muchos subconjuntos de referencias contextuales: diccionarios
terminológicos.
La Terminología puede concebirse como el estudio de elementos que designan nociones útiles en
conjunto, para Greimas, terminología es un grupo de términos (etiquetas o denominaciones que
refieren un punto de intersección de relaciones lingüísticas, o el proceso de lexicalización de una
red relacional) que pueden constituir un metalenguaje, un sistema que opera por procesos
descriptivos donde el signo de un mensaje constituye el significado de un signo mayor, de suerte
que ante la palabra , tenemos un ejercicio de metalenguaje en la definición: forma parte de la
terminología de la veterinaria. “Cuando sus términos se hallan interdefinidos y sus reglas de
construcción explicitadas, la terminología forma una taxonomía estructurable a partir del análisis
de los discursos sociales sobre el parentesco.”1
Fraseologismos
60
Vid. Palmer. Op. Cit., 36-38.
41
opuestas por sus significados, o bien dispositivos mayores con rendimiento funcional
equivalente como “temer” y “tener miedo”.61
61
Otaola. Op. Cit., p. 57.
62
Cfr. Leonor Ruíz Gurillo. “Una clasificación no discreta de las unidades fraseológicas en español” en
Estudios de fraseología y fraseografía del español actual. Gerd Wotjak (ed). Madrid, Iberoamericana,
1998, pp. 13-20.
42
a) Presencia de palabras
diacríticas o de
Nivel morfológico anomalías estructurales
(de troche y moche, de
remolinche)
a) Significado de conjunto, no
hay posibilidad de
conmutación salvo en bloque
(ojo por ojo y diente por
diente= venganza)
b) Idiomaticidad: el significado
de conjunto no es el resultado
de la suma de los significados
Nivel léxico-semántico
individuales, las unidades
aisladas pierden el sentido de
la forma unitaria
c) Motivación
d) Tropología: la presencia de
figuras retóricas como la
hipérbole (ahogarse en un
vaso de agua)
a) Frecuencia de uso: la
regularidad con la que
recurren a estas unidades los
hablantes tiende a fijarlas
b) Iconicidad: los
fraseologismos potencias las
Nivel pragmático funciones expresiva y
apelativa. “El empleo de
determinada locución en
lugar de su equivalente
simple, imprime una mayor
fuerza ilocutiva al texto (a la
buena de Dios)
c) Valor socioloingüístico:
algunas de estas expresiones
se adscriben al registro
coloquial (como loco) 43
Estratos lingüísticos del español
La confrontación del ser humano con el mundo como experiencia, como expresión y
como explicación es manifiesta en las prácticas lingüísticas en tres grandes niveles: el
pragmático, o de la comunicación utilitaria (los acuerdos para la acción) donde lo
fundamental es la comprensión del signo por quien lo emite y su receptor; el científico,
cuyo mensaje atiende a procesos de veracidad comprobada a partir de la formalización
de conceptos aceptados por una comunidad epistémica determinada (la terminología da
muestra de ello) y, el poético consistente en la modificación de códigos semióticos
mediante fórmulas trópicas a fin de expresar eficazmente la emotividad. Ello explica la
presencia de subconjuntos o vocabularios en el léxico general, variantes dialectales por
ubicación geográfica, tecnolectos y sociolectos.
De acuerdo a los estudios realizados por algunos miembros del círculo de Praga
(Jakobson, Bühler, Mukarovsky), existen seis funciones lingüísticas que se
corresponden con los elementos participantes en el acto comunicativo (emisor, mensaje,
receptor, código, canal y referente) dichas funciones explican el desempeño del sistema
en el fin propuesto para cada uno de los niveles que hemos mencionado, estas son: 1)
Referencial o representativa: cuando un signo significa alguna cosa, alguna acción o
alguna relación entre las cosas que existen; 2) Emotiva o expresiva: aquí se manifiesta
el estado de ánimo del emisor, quien expresa su actitud ante lo que enuncia; 3) Conativa
o apelativa: pretende producir un efecto en el receptor, que se comporte de manera
especial; 4) Fática o de contacto: hay mensajes que se centran en mantener el contacto
entre emisor y receptor por medio del canal, el inicio de la comunicación telefónica, por
ejemplo; 5) Metalingüística: el mensaje se centra en el mismo código, el discurso de la
ciencia y la tecnología dan prueba de ello; 6) Poética, también llamada estética por
Mukarovsky: se centra en el mensaje y en la forma en la cual éste se elabora, a ella se
adscribe el arte literario.63
44
evade la relación directa con la realidad extralingüística dejando de lado su valor
referencial y dando paso a la construcción de nuevos significados.
Operaciones:
Supresión, v.g.:
Aféresis (ora, por ahora), apócope (gran, por grande), sinéresis (navidad, por
natividad).
Adjunción, v.g.:
Prótesis (estrés, por stress), reduplicación (rodar y rodar), aliteración (zorras
sagaces).
Supresión/Adjunción, v.g.:
Arcaísmo (domeñar), retruécano (hambre de sueños, sueños de hambre), neologismo
(chatear).
Permutación, v.g.:
Anagrama (monada y nómada con los mismos elementos), hipérbaton (mas del
sepulcro mal cerrado un íntimo impulso liberóme).
45
Se denominan diccionarios de estilo las obras de consulta en las que se trata el
uso de las palabras en su contexto, en ocasiones apoyadas por citas de autores; en ellos
suele utilizar la marcación diástrica o diafásica a fin de no utilizar la reducción binaria
oral-escrito: poet. (poético), vulg. (vulgar).65
65
Ibid., pp. 144, 184.
46
Apéndice
47
francés, entre otras, forman parte de esta subdivisión. En cambio, en las lenguas
sintéticas, las desinencias que se agregan a la raiz indican el papel sintáctico de la
unidad. A este subgrupo pertenece el latín, lengua de donde derivan las lenguas
romance.
Con el criterio genealógico se pretende desarrollar grupos de lenguas en
relación de derivación y origen; a estos grupos se les denomina familias y son once en
total, nombradas según la hipotética lengua madre de cada una: indoeuropea, semítica,
camítica, americana, hiperbórea, uraloaltaica, caucásica, dravítica, malayopolinésica,
australiana, bantú. Cada familia se va dividiendo en diversas ramas, que a su vez se
dividen en otras ramas; así, hasta llegar a las lenguas actuales, situadas en las últimas
ramas de la genealogía lingüística. La familia indoeurepea se divide en cinco ramas. El
español se encuentra dentro de la rama italocéltica:66
gallegoportugués
culto español
Latín
catalán
rama itálica arcaico vulgar
provenzal
Rama grupo osco
italocéltica osco francés
umbro
galo antiguo
rama céltica
galés
británico
gaélico córnico
Como se puede observar, además del español, hay otras lenguas que tienen el
mismo camino genealógico (indoeuropeo→ rama italocéltica→ rama itálica→ latín
arcaico→ latín vulgar), son parte de la misma descendencia. Estas lenguas “hermanas”
son las lenguas romance, llamadas así por ser las lenguas habladas en el imperio
romano. En realidad, la lengua del imperio romano era el latín, sin embargo, éste, al
fundirse con el sustrato de la lengua antigua de las zonas conquistadas y sufrir las
modificaciones que los hablantes no cultos de manera inconsciente iban haciendo,
66
Cfr. Agustín Mateos Muñoz. Compendio de etimologías grecolatinas del español. 46ª ed. México,
Esfinge, 2006, pp. 19-22.
48
derivó primero en el llamado latín vulgar, y después, en una serie de dialectos que más
tarde, con la caida del imperio, al perder su influencia lingüística, evolucionarían a cada
una de las lenguas. Es importante no confundir el latín vulgar con el bajo latín, que era
el hablado por el pueblo; el latín vulgar es el primer paso de evolución del latín culto, y
era empleado en diversos estamentos.
Las lenguas romance, aunque no iguales entre sí, guardan una estructura muy
cercana. Basta ver la similitud de muchas de sus palabras:
49
romanización de la lengua de la Hispania, lengua que, a su vez, es el resultado de
diversas influencias prerromanas sobre los pueblos preibéricos e ibéricos, por ejemplo,
los tartesios o turdetanos, fenicios, cartagineses, griegos, ligures, ártaros, y diversos
pueblos célticos, por decir algunos.67 Además del origen latino, en el español se
encuentran elementos de otras lenguas: el elemento esquerra (palabras con sufijo rro); el
elemento ibérico, céltico y celtibérico (terminación ez); fenicio y cartaginés (topónimos
como Cadiz o Málaga); los elementos griego (aproximadamente el 15% del léxico),
germánico (bélico, mariscal, espuela), árabe (cerca de 400 voces, como alhaja o
almohada), hebreo (María, José, rabino), y americano (náhuatl: guacal, maya: pibil, de
las antillas: maíz), además de las lenguas modernas (francés: hotel, italiano: soneto,
alemán: box, inglés: lider).68
Como toda lengua, el español ha pasado por diversos estadios hasta llegar a su
forma actual. Siguiendo un criterio histórico tenemos seis etapas de desarrollo:
Preliteraria (siglos VII al XI).
De iniciación literaria (siglos XII y XIII).
Preclásica (siglos XIV a la primera parte del XVI).
Clásica y barroca (siglos XVI y XVII).
Academicista o neoclásica (siglo XVIII).
Romántica y realista (siglo XIX).
Contemporánea (finales del siglo XIX y siglo XX).
Las etapas se determinan con base en la creación literaria, que es una de las
pruebas más confiables del estado de la lengua en cada época. Sin embargo, los cambios
acaecidos entre un periodo y otro corresponden no a un estamento cultural elevado, sino
al habla cotidiana del llamado “hablante común”. Éste es quien introduce los cambios
en la lengua, principalmente por la ley del menor esfuerzo (ley de economía), según la
cual una estructura sencilla siempre será favorecida en detrimento de una más compleja;
aunque también el énfasis o la influencia extranjera son causas frecuentes del cambio
lingüístico.
Morfológicamente, el cambio más importante del latín al español es el paso de
lengua analítica a sintética. La pérdida del caudal de desinencias del latín lleva al
español a una estructura morfológica cerrada hacia la unidad: ya no se indica la relación
con otras palabras, sólo características de la misma (género y número; tiempo, modo y
67
Cfr. Rafael Lapesa. Historia de la lengua española. Madrid, Gredos, 1973.
68
Laura Karina Cabrera Estrada. “Notas de clase de Filología hispánica”.
50
persona en verbos). En otras palabras, la morfología del latín es relacionante, la del
español particularizante. Ejemplo del paso a lengua analítica es la pérdida de formas
pasivas de los verbos latinos, sustituidos en español por perífrasis (amatur < es amado).
Puede haber cambio en uno o más niveles de la lengua (generalmente en varios
de manera conjunta) y muchas veces uno desencadena otro(s). Un ejemplo muy claro de
este fenómeno ocurre cuando la evolución articulatoria de alguna voz, es decir, un
cambio fonético, lleva a una modificación radical de la estructura morfológica, que
generalmente lleva a un cambio fonológico. En el paso del latín al español, dos son los
principales fenómenos fonéticos: yod y wau. Ambos fenómenos toman su nombre de
sonidos hebreos. Designan los comportamientos evolutivos de ciertos diptongos. No es
necesario que aparezcan inicialmente en latín; en muchos casos el diptongo se genera
cuando las vocales evolucionan de manera normal. El paso de las vocales del latín culto
al vulgar (de donde, como el esquema de la rama itálica muestra, derivó el español) fue
de la siguiente manera:69
Latín culto ae œ
Ă ā ĕ ē Ĭ ī ŏ ō ŭ ū
Latín vulgar ą ę į o ų
Tónica a ie e i ue o u
Átona a e i o u
Final a e o
En latín vulgar, las vocales breves pasaron a abiertas y las largas a cerradas. De ahí,
hacia el romance y luego hacia la lengua actual, evolucionaron según su posición dentro
de la palabra tal como muestra el esquema. Esa es la evolución normal. No obstante,
existen los llamados fenómenos especiales, dentro de los cuales se encuentran tanto
yod como wau, que provocan resultados distintos.
69
Cabrera. Op. Cit.
51
“Una vocal anterior dentro de un diptongo, esto es, una semivocal o una
semiconsonante, se conoce en filología como YOD”;70 en otras palabras, la yod es el
fenómeno generado por un diptongo con i (p.e. ea>ia) Provoca principalmente
palatalización de consonantes y cierre de vocales, además de causar el efecto de
asimilación (regresiva en la mayoría de los casos, pero también puede ser progresiva) y
crear sonidos inexistentes en el latín. Es el fenómeno con más particularidades y efectos
de toda la evolución fonética. Siguiendo a Concepción Company y a Marcela Flores,
cinco son sus causas: 1) presencia ya en latín, 2) tendencia antihiática del latin vulgar,
3) vocalización de una consonante velar agrupada, 4) síncopa o 5) metátesis.71 Según
fueron apareciendo en la lengua y según los efectos que producían, se clasifican cuatro
tipos de yod:
Yod primera. Proviene de las secuencias ty y ky y produce el sonido /θ/ <z>
(fortia: /fortja/ > /fórŝja/ > /fwérŝja/ > /fwérŝa/ > /fwérθa/ > /fwérsa/ <fuerza>).
Yod segunda. Tiene dos grupos:
1. ly y g´l, k´l, t´l > j (regula: régula > reg´la > reilla > rella > reja) No incluyo
la descripción fonética mas que en el primer ejemplo, por no ser el interés
central)
2. nn, ny > ñ (cunea > cunja > cuña).
Yod tercera. La conforman dos grupos:
1. gy, dy > y (arrugio > arrugjo > arroyo).
2. by, my > y, o by, my > by, my (habea > habja > haya; rubeo > rubjo > rubio).
Yod cuarta. La conforman cuatro subgrupos:
a. ct > ch (tructa > truita > truicha > trucha).
b. ks > j (axe > aise > eise > eje).
c. (metátesis) ry, sy, py > yr, ys, yp (area > arja > aira > eira > era).
d. (síncopa) (probavi > proba´i > probai > provei > probé).
Tal como la definen Company y Flores, “la WAU es una vocal alta posterior
/w, u/ en diptongo”,72 es decir, un diptongo con u (au, eu). Sus efectos varían según el
tiempo que permaneció activa. Entre más moderna sea, menos estragos causará a la
vocal del diptongo, pues habrá un mayor número de fenómenos antes de su formación.
70
Concepción Company Company y Marcela Flores Cervantes. Manual de filología hispánica. I.
Fonética y fonología históricas. Colaboración de Axel Hernández Díaz. México, UNAM/Insituto de
Investigaciones Filológicas, 2001 (Manuales de Medievalia, 1), p. 47.
71
Cfr. Ibid.
72
Ibid., p. 73.
52
La wau más antigua es la que provoca el mayor cierre vocálico. Hay cuatro causas de
aparición:
1. Presencia desde el latín (tauru > touru > toro).
2. Metátesis (vidua > vidwa > viuda).
3. Diptongación de vocal media posterior tónica (post > pwest > pues).
4. Vocalización de una consonante velar agrupada (alteru > alt´ru > altru > autro >
outro > otro).73
Sin embargo no todas las palabras del español o de otras lenguas son producto
de evolución. Las palabras cultas o cultismos, son voces literarias que, al introducirse
tardíamente en el léxico, no participan de los fenómenos evolutivos normales. Suelen
ser apenas diferentes de la palabra original, presentando tan solo actualizaciones con el
fin de adaptarse a las formas modernas. En el caso del español son palabras muy
cercanas a las del latín escrito (templum > templo). Además de los cultismos están los
semicultismos. Son voces que entraron en el caudal léxico latino pero que, por algún
motivo no terminaron el proceso evolutivo. Un ejemplo de semicultismo es milagro (de
miraculus), pues no llegó a mirajo, como debería haber hecho. El léxico particular de
diversas instituciones tiende a manejar muchos cultismos y semicultismos, dada la poca
variabilidad que suelen tener sus prácticas establecidas. Así la iglesia y el mundo
jurídico presentan una tendencia a la estaticidad propicia para este tipo de voces. La
literatura es otra institución en donde suelen encontrarse cultismos y semicultismos en
una función muchas veces estética. También cabe mencionar que hay palabras que
cuentan con dobletes, es decir, presentan tanto su forma evolucionada (palabra
tradicional) como su forma culta. Entre ellas podemos encontrar calidu, de donde
derivan cálido (cultismo) y caldo (palabra tradicional).
73
Para los ejemplos de yod y wau, cfr. Ibid. y Cabrera. Op. Cit.
53
Conclusiones
54
Registro de fuentes
55
Palmer, F. R.. La semántica: una nueva introducción. Trad. Alicia Poloniato. Madrid,
Siglo XXI, 1978.
Pottier, Bernard. Presentación de la lingüística. Fundamentos de una teoría. Trad.
Antonio Quilis. Madrid, Ediciones Alcalá, 1968.
Ricoeur, Paul. La metáfora viva. 2ª ed. Traducción de Agustín Neira. Madrid,
Trotta/Cristiandad, 2001.
Ruíz Gurillo, Leonor. “Una clasificación no discreta de las unidades fraseológicas en
español” en Estudios de fraseología y fraseografía del español actual. Gerd
Wotjak (ed). Madrid, Iberoamericana, 1998.
Swenson, Leland. Teoría del aprendizaje, perspectivas tradicionales y desarrollos
contemporáneos. Barcelona, Paidós, 1991.
Varela Ortega, Soledad. Fundamentos de morfología. Madrid, Síntesis, 1992.
——. Morfología léxica: la formación de palabras. Madrid, Gredos, 2005.
Zamora Munné, Juan Clemente. “Nebrija y las gramáticas de lengua vulgar” en Scripta
philologica in honorem Juan M. Lope Blanch. A los 40 años de docencia en la
UNAM y a los 65 de vida. Coord. Elizabeth Luna Traill. México, UNAM, 1991.
56