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Rodolfo Montes de Oca

4° B
¿Amores equivocados? Amor y deseo sexual en “Ne me quitte pas” de Cristina Peri
Rossi
Introducción
En el cuento “Ne me quitte pas”, publicado en Los amores equivocados (2016),
Cristina Peri Rossi nos traslada al consultorio de un psicólogo en donde, a través del análisis
que efectúa en un paciente, termina analizándose a sí mismo. El motor de la narración es el
amor, el cual se hace presente en el texto a través de dos relaciones amorosas: la del paciente,
que viene a la consulta intentando reparar el daño que le causó su último enamoramiento y
que no logra superar, y la del psicólogo, que mantiene una apasionada relación sentimental
con un joven de diecisiete años. Así como podemos decir que el cuento trata sobre el amor y,
quizás en menor medida, sobre el desamor, también podemos afirmar que el deseo es el otro
gran tema del mismo. Porque el amor en la obra de Peri Rossi siempre va de la mano con la
pasión carnal: amor y deseo se retroalimentan, porque se ama con el cuerpo y el cuerpo desea
el contacto con otro u otros cuerpos. Es en el cuerpo en donde confluyen amor y deseo
sexual: ese es el territorio que explora la autora a lo largo y ancho de su literatura.

Un amor, dos historias


Al ser consultada en una entrevista sobre con qué se iba a encontrar el lector de Los
amores equivocados, Cristina Peri Rossi (2016) dice lo siguiente: “En un momento me di
cuenta de que los relatos que estaba escribiendo tenían que ver con relaciones asimétricas o
que podrían considerarse “no aceptadas por la sociedad. Pero si bien estas experiencias
amorosas pueden ser equivocadas, amar no es equivocado” (2). Así, de forma tajante, la
autora defiende el núcleo temático del libro: amar no es equivocado, aunque la relación en
que anida dicho sentimiento sí puede serlo. Por lo tanto, ¿qué podemos decir sobre las
relaciones amorosas del relato en cuestión? Primero que nada que, como dice la autora, son
asimétricas. Aquí los sujetos involucrados aman a pesar de ello y sufren las consecuencias de
dicha disparidad: el paciente, por una cuestión de intensidad del sentimiento amoroso; el
psicólogo, por la diferencia de edad que lo separa de su amante.
Desde el inicio queda establecida la dinámica de la narración, que se repetirá hasta el
final de la misma: el paciente cuenta su historia, el psicoanalista lo escucha y contesta de
forma lacónica mientras, para sus adentros, se pierde en largos razonamientos sobre su

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situación amorosa actual; situación que tiene un tono controversial, ya que está enamorado de
un joven menor de edad.

-No consigo recordar su rostro -dijo el hombre, con angustia-. No consigo recordar su cara ni
su cuerpo ni su voz, esa voz que me gustaba tanto. Tengo el recuerdo mental de que me
agradaba su voz, pero no tengo el sonido. ¿Comprende? ¿Cómo se puede estar enamorado de
alguien a quien no se consigue recordar? Solo hace seis meses que nos hemos separado. (El
psicólogo hizo una breve anotación en su bloc que pasó inadvertida para el hombre que no
recordaba. Igor Caruso, famoso psicoanalista de los años setenta, había escrito en un ensayo
muy lúcido y desgarrador sobre la separación de los amantes; había observado que los
amantes separados no logran recordar el rostro de la persona amada) (Peri Rossi 67)

El relato inicia con la voz del paciente quien, en un desborde de angustia, dice que no
logra recordar el rostro de su amada. Sin embargo, sigue sumido en el trance amoroso de
forma inexplicable: recuerda, como en una especie de eco mental, que amaba cada aspecto de
su persona, pero no logra recordar dichos aspectos, traerlos a su mente de forma visible y
audible. El discurso del paciente es interrumpido para poner el foco sobre el psicólogo: este
anota en su libreta y busca en su background académico una explicación, convencido de que
tiene el control sobre la situación; como si en el estudio de las obras psicoanalíticas radicara
la respuesta para las interrogantes que el amor, luego de irse, deja en aquel que hace solo seis
meses supo saciarse de él. La elección del escenario y sus personajes nada tiene de inocente:
existe, entre analista y paciente, una relación jerárquica de poder. En palabras de
Fonder-Solano (2017)

A nivel de la trama, los cuentos de consulta psicológica de Peri Rossi plantean dudas sexuales
como problema que requiere solución profesional. Valiéndose del humor, simbolismo y
experimentos textuales, Peri Rossi problematiza dicha representación, cargando la
preocupación sexual de significado y ligando metafóricamente las relaciones del poder
inherentes en la consulta con las de la sociedad circundante. (45)

En este caso las dudas no son de carácter sexual, sino amoroso; tampoco hay humor
en la historia que nos compete, pero sí está presente el problema del paciente que requiere de
una solución profesional. Sin embargo, al ver dentro de la psique del especialista,

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presenciamos un escenario tan preocupante como el del paciente. Podríamos suponer que lo
que hace Peri Rossi es poner en jaque la opinión profesional de los psicólogos, al menos
cuando opinan de forma científica sobre los derroteros amorosos; porque el amor es un
territorio cargado de incertidumbre. Porque, como dice la autora (2016), “Tal vez en el amor
no está todo dicho porque no es totalmente abordable por el lenguaje, y si no es abordable por
el lenguaje, no sé por qué podrá ser abordable” (Peri Rossi 2). En otras palabras: si el amor
no es abordable por el lenguaje, tampoco lo es por el discurso psicoanalítico.
A diferencia de su paciente, el psicólogo recuerda cada detalle de Javier, su
enamorado: sobre todo su cuerpo, joven y con las hormonas a punto de estallar (Peri Rossi
68). Esta capacidad de recordar con detalle, que contrasta fuertemente con la imposibilidad
del paciente de no poder recordar ni siquiera el rostro de su ex pareja, se debe tanto a lo
actual de la relación como a la capacidad que tiene el sentimiento amoroso para exaltar todos
los sentidos. Por lo tanto, el principal factor diferenciador de ambas relaciones es temporal,
porque el psicólogo sabe que su relación tiene fecha de caducidad. Sabe que en el futuro será
como ese paciente, que no podrá recordar el rostro del ser amado. El tiempo, que todo lo
devora, no hace excepciones con el amor.
Podemos decir, de esta forma, que el paciente actúa de espejo para el psicólogo: como
un espejo mágico en donde puede vislumbrar su futuro. Analizando el papel del espejo en la
poesía de Peri Rossi, Fonder-Solano (2017) dice que los espejos que “[...] se encuentran a
través de la obra de Peri Rossi, reforman la imagen que proyectan. Penetran más allá de los
confines físicos para exponer un paisaje interior y reflejar las emociones en vez de la
apariencia” (40). Si bien no existe en el relato el objeto espejo, el psicólogo ve reflejado su
propio mundo interior en la experiencia vital del otro, por más que ambas sean
incomparables. Se ve reflejado porque la muerte es igualadora, y el amor, como todas las
cosas, al final, también muere.
Ambos amoríos aparecen en la narración en modo ausente; es decir, ambos son
evocados desde el recuerdo. No hay en el presente narrativo ningún encuentro
amoroso-sexual; sin embargo, los efectos del amor son visibles al punto de que trabajan
pasivamente en la mente de los personajes: en el paciente, intentando recuperar aquello que
tuvo y ya no volverá; en el psicólogo, intentando mantener vivo eso que tiene por el mayor
tiempo posible, aún sabiendo que, tarde o temprano, también lo terminará perdiendo.

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Otra cosa en que se diferencian ambos personajes es en la forma de retener al ser
amado. El paciente lo hacía a través de una obsesión enfermiza con la fotografía: le tomaba
fotos todo el tiempo y en todo lugar, a pesar de que su pareja protestaba. Cuando el psicólogo
pregunta por qué le hacía tantas fotografías, el paciente contesta: “-Quería retenerla, no
dejarla escapar… Todo se nos escapa inevitablemente, ¿verdad? (Peri Rossi 69). A pesar de
este deseo enfermizo, de esta obsesión, nos enteramos que fue él quien dejó a su pareja. La
forma en que se da esta relación, dicho sea de paso, entre un hombre y una mujer, tiene un
paralelismo muy fuerte con el poema “Palabra”, publicado en Condición de mujer (2005), en
donde, utilizando como sinónimos los conceptos “palabra” y “mujer”, se describe un proceso
pasional que, luego de momentos de extrema perversión, termina con el Yo lírico echando a
la palabra-mujer de casa “como a una puta”. Obviamente, el final no está sugerido en el
relato, pero si veo cierta perversión en la actitud del paciente para con su ex pareja, más aún
si consideramos que, al pedirle ella que le devuelva sus fotografías, él contestó: “De ninguna
manera. Yo las tomé, son mías. Parecía complacida cuando se las hacía” (Peri Rossi 71). Por
lo tanto, hay, a mi entender, una crítica a la relación arquetípica de la sociedad patriarcal, en
donde el hombre, ante la negativa de su pareja, igual se aferra a un aparente derecho de
propiedad. Sin embargo, la relación del psicólogo con Javier, relación entre dos hombres, es
totalmente diferente. Él, al igual que su paciente, tiene miedo de perder a su enamorado, y
dicho miedo se hace patente en cómo el psicólogo sufre cuando Javier no le hace sonar el
teléfono (Peri Rossi 72). A diferencia de su paciente, él es quien prepara a Javier para que lo
deje: “Cuando te separes de mí, olvídame inmediatamente. Ni un recuerdo, ni una emoción.
No tengas piedad por mí ni por tí” (Peri Rossi 74). Él sabe que el olvido es necesario para
poder avanzar, y es ahí en donde radica otra de las diferencias entre profesional y paciente: en
la voluntad de olvidar. El paciente, a pesar de que dejó a su pareja, no tiene deseos de
olvidarla; se aferra a un imposible que no le permite avanzar. Sin embargo, el psicólogo sabe
muy bien que “El olvido es un sistema de defensa” (Peri Rossi 71). Eso igual no impedirá
que, cuando pierda a Javier, y sabe que lo va a perder tarde o temprano, se muera de tristeza.
Cuando suena por fin el celular del psicólogo, avisándole que Javier ya está
esperándolo en su casa, el amor, que hasta ahora estuvo siempre ubicado en el pasado, se
proyecta hacia el futuro. La belleza poética con que se describe el acto de fornicación entre
los dos amantes, entre macho alfa y macho joven, añade la cuota pasional obligatoria que
todo amor en su plenitud debe tener. De todas formas, resuena en el fondo un sentimiento

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agridulce: “Y cuando acabaran, Javier se dormiría sobre su hombro, alegre y satisfecho,
confiado, estaba en buenos brazos, un día podría abandonarlo sin remordimientos” (Peri
Rossi 76). Sin remordimientos, porque si de algo sirvió la sesión de hoy, fue para mostrarle al
psicólogo como no desea terminar su relación. Porque como dijo la autora en otra ocasión
(2016), “[...] yo no creo que el objetivo del amor sea la felicidad; el objetivo del amor es amar
y ser amado, pero eso es algo que no se da todo el tiempo” (2).
Para finalizar este trabajo, a modo de conclusión, podemos decir que, más que del
amor en sí mismo, el cuento trata sobre las distintas actitudes de los sujetos ante la
imposibilidad de dominar el sentimiento amoroso y adueñarse de él para siempre, muchas
veces fracasando en el intento. Porque amor y felicidad, en el mundo poético de Peri Rossi, a
diferencia de “mujer” y “palabra”, casi nunca son sinónimos.

Bibliografía

Gómez de Tejeada, Jesús (coord). Erotismo, transgresión y exilio: las voces de Cristina Peri
Rossi. Colección escritores del Cono Sur, Editorial Universidad de Sevilla, Sevilla, 2017.
Peri Rossi, Cristina. Condición de mujer. Arquitrave, Bogotá, 2005.
---. Los amores equivocados. Casa Editorial Hum, Montevideo, 2016.
Sanguinetti, Néstor. “El último amor siempre es asesino. Conversando con Cristina Peri
Rossi”, en Incorrecta nº 14, suplemento de La Diaria, 28 de octubre de 2016.

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