Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La creación.
Avicena, para explicar el origen del mundo no parte de una voluntad libre de Dios,
según el dogma hebreo, cristiano y musulmán, sino que parte de un Ser necesario
en todos sus modos, y por lo tanto también como creador. El Ser necesario produce
una inteligencia, la cual, por ser causada, ya no es simple, sino compuesta de ser y
de conocimiento. Así se introduce la multiplicidad en el mundo. De ella proceden
otras Inteligencias que van animando las diversas esferas según el sistema cósmico
de Ptolomeo, hasta que el proceso se detiene en la décima y última Inteligencia,
el dator formarum de la traducción latina, que es el principio de las almas humanas
y del mundo sublunar, y también el Entendimiento agente (parte divina del alma la
cual nos da la capacidad de pensar, podemos captar lo universal y alcanzar la
ciencia).
Reflexionando sobre nuestro ser y el de las cosas que nos rodean vemos que
ninguno de ellos tiene en sí la razón de su existencia: toda esencia es por sí sola,
meramente posible: necesita que alguien le dé la existencia; y ese alguien, para no
caer en una serie infinita de causas, tendrá que ser por esencia existente: su
esencia se identificará con su existencia necesariamente. Con esto llegamos a la
división fundamental del ser en A.: Ser Necesario por sí y ser posible por sí. Ahora
bien, este último, al darle aquélla existencia, se convierte en ser necesario por
otro. Con esta distinción quedan perfectamente separados Dios y las creaturas: la
materia prima aristotélica o las ideas platónicas, resultaban ser increadas, eternas
y, por tanto fuera del ámbito creador de Dios. Con esta precisión aviceniana: todo
lo que no es Dios, es ser posible por sí que recibe la existencia de Él, convirtiéndose
entonces en necesario por otro, pero nunca en necesario por Sí (Dios).