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EL HEREJE ERRANTE

Esteban Ierado

(Breve biografía elaborada esencialmente en base a los siguientes textos: "Giordano


Bruno" de Michele Ciliberto,  Laterza, Bari 1992; "Giordano Bruno" de Giovanni
Aquilecchia, Ist. Encicl. Ital, Roma 1971; ”El proceso de Giordano Bruno" de Luigi
Firpo, Salerno Edit.., Roma 1993.)

Giordano Bruno nació en Nola, cerca de Nápoles, en el año 1548, en una familia de modestas
condiciones. El padre, Giovanni, era militar de profesión y la madre, Fraulissa Savolino,
pertenecía a una familia de pequeños propietarios de tierras. Le dieron el nombre de Filippo.
Realizó los primeros estudios en su ciudad natal, a la que amaba y a menudo recordó luego en
sus trabajos, pero en 1562 se trasladó a Nápoles donde hizo los estudios superiores y tomó
clases particulares y públicas de dialéctica, lógica y mnemotecnia en la universidad.

En junio de 1565 decidió emprender la carrera eclesiástica y entró, con el nombre de


Giordano, en la orden dominica de los predicadores en el convento de S. Domenico Maggiore.

Se hace notar que la edad de 17 años se consideraba bastante elevada, en el contexto, para
decisiones de este tipo. En el convento empezó pronto a manifestarse el contraste entre su
personalidad inquieta, dotada de viva inteligencia y ganas de conocer, y la necesidad de
someterse a las rigurosas reglas de una orden religiosa: un año después ya era acusado de
despreciar el culto de María y de los Santos y corría el riesgo de ser sometido a medidas
disciplinarias. Recorrió, por otra parte, rápidamente, los varios grados de la carrera: subdiácono
en 1570, diácono en 1571, sacerdote en 1572 (celebró su primera misa en la iglesia del
convento de S.Bartolomeo in Campagna), doctor en teología en 1575. Pero al mismo tiempo
que estudiaba seria y profundamente la obra de Santo Tomás, leía escritos de Erasmo de
Rotterdam, rigurosamente prohibidos y cuyo descubrimiento causó la apertura de un proceso
local en su contra, en el curso del cual emergieron también acusaciones sobre dudas acerca del
dogma trinitario. Era el año 1576 y la inquisición ya venía dando desde hacía tiempo
clamorosos ejemplos de rigor y eficiencia por lo cual Bruno, temiendo por la gravedad de las
acusaciones, huyó de Nápoles abandonando el hábito eclesiástico.  

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Tuvo así inicio la serie increíble de sus peregrinaciones, durante las que se mantuvo
impartiendo lecciones en varias disciplinas (geometría, astronomía, mnemotecnia, filosofía,
etc.). En el arco de dos años (1577-1578) vivió en Noli, en Savona, en Turín, en Venecia y en
Padua donde, a sugerencia de algunos hermanos dominicos, aun sin una formal reintegración a
la orden, volvió a vestir el hábito. Después de breves estadías en Bérgamo y en Brescia, al final
de 1578 se dirigió hacia Lyon pero, ya en el convento dominico de Chambery, fue
desaconsejado de permanecer en aquella ciudad de frontera con los países reformados y sujeta
a particulares controles, por lo que decidió dirigirse a la no lejana Ginebra, la capital del
calvinismo. 

Aquí fue acogido por Gian Galeazzo Caracciolo, marqués de Vico, desterrado de Italia y
fundador de la comunidad evangélica italiana local. Depuesto de nuevo el hábito y después de
una experiencia como "corrector de primera impresión” en una tipográfica, Bruno adhirió
formalmente al calvinismo y fue matriculado como docente en la universidad local (mayo de
1579). Ya en agosto en cambio, habiendo publicado un librito en el cual se estigmatizaba al
titular de la cátedra de filosofía evidenciando bien veinte errores en los que éste habría
incurrido en una sola lección, fue acusado de difamación y por lo tanto arrestado, procesado y
obligado a arrepentirse bajo pena de excomunión. Bruno admitió su culpabilidad pero tuvo que
dejar Ginebra, no sin conservar un fuerte resentimiento. 

Casi por reacción se dirigió entonces a Tolosa, en aquellos años baluarte de la ortodoxia
católica en la Francia meridional, donde buscó, sin conseguirla, la absolución con un confesor
jesuita, pero pudo conseguir en todo caso un puesto de lector de filosofía en la universidad y
por dos años comentó el "De anima" de Aristóteles. En el 1581 dejó también Tolosa, donde se
perfilaba un recrudecimiento de las luchas religiosas entre católicos y hugonotes y se fue a
París donde dictó, en calidad de "lector extraordinario" (los "ordinarios" debían asistir a misa,
cosa que a él estaba prohibida como apóstata y excomulgado) un curso en treinta lecciones
sobre los atributos divinos en Tomás de Aquino. La noticia del éxito del curso llegó hasta el
rey Enrique III, al que Bruno dedicó enseguida (1582), su "De umbris idearum" con el anexo
"Ars memoriae" consiguiendo el nombramiento como "lector extraordinario y remunerado". La
pertenencia al grupo de los "lecteurs royaux" también le permitía cierta autonomía respecto de
la Sorbona, de la cual no dejó de criticar el conformismo aristotélico. Es éste un período de
gran fecundidad en la producción filosófica y literaria de Bruno, que publica en breve sucesión

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el "Cantus circaeus", el "De compendiosa architectura et complemento artis Lullii" y "Il
Candelaio".

Con el favor del rey se convirtió en "gentilomo" (pero bien pronto estimado amigo) del
embajador de Francia en Inglaterra Michel de Castelnau, que llegó a Londres en abril de 1583,
y gracias al cual frecuentó la corte de la "diva" Elisabeth.  Continuó aquí publicando obras
importantes: "Ars reminiscendi", "Explicatio triginta sigillorum" y "Sigillus sigillorum" en
único volumen y enseguida la "Cena delle ceneri”, "De la causa, principio et uno", "De
infinito, universo et mondi" y "Spaccio della bestia trionfante". Al año siguiente, siempre en
Londres, dio a la imprenta “La cabala del cavallo pegaseo" y "Degli eroici furori”. Esta última
obra, al igual que el “Spaccio” es dedicada a sir Philip Sidney, sobrino de Robert Dudley conde
de Leicester.  Algunos de estos textos reflejan las polémicas con la universidad de Oxford y
con una parte de la aristocracia inglesa. En contacto con la famosa universidad oxoniense,
empujado por la impetuosidad de su carácter, durante un debate puso en dificultades, sin
mucho tacto, a un estimado docente: John Underhill, y se volvió así antipático a una parte de
sus colegas que no dejaron de manifestar enseguida su animosidad. Obtenido en efecto,
después de algunos meses, el encargo de dictar una serie de conferencias en latín sobre
cosmología, en las que defendió entre otras las teorías de Nicolás Copérnico sobre el
movimiento de la Tierra, fue acusado de haber plagiado algunas obras de Marsilio Ficino y
obligado a interrumpir las lecciones. Pero más allá de los resentimientos personales, entraban
en conflicto con el clima cultural y religioso de Inglaterra de aquel tiempo algunas ideas de
fondo de Bruno, como justamente su cosmología y su antiaristotelismo. 

El episodio del día de las cenizas del 1584, 14 de febrero, es significativo: Bruno había sido
invitado por el aristócrata inglés Sir Fulke Greville a exponer sus ideas sobre el universo. Dos
doctores de Oxford presentes, en vez de oponer argumento a argumento, provocaron una
encendida disputa y usaron expresiones que Bruno consideró ofensivas, al punto de inducirlo a
despedirse del anfitrión. De este hecho nació “La cena delle ceneri", que contiene agudas y no
siempre diplomáticas observaciones sobre la realidad inglesa contemporánea, atenuadas luego
por la reacción de algunos que se sentían injustamente implicados en tales juicios, en el
siguiente "De la causa, principio et uno."

En los dos diálogos italianos, Bruno contrasta la cosmología geocéntrica de corte aristotélico-
tolemaico, pero también supera las concepciones de Copérnico, integrándolas con la
especulación del "divino Cusano". Sobre la estela de la filosofía de Cusano, en efecto, el

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Nolano imagina un cosmos animado, infinito, inmutable, dentro del cual se agitan infinitos
mundos parecidos al nuestro.  De nuevo en Francia, luego del regreso de De Castelnau, Bruno
se ocupó de un reciente descubrimiento de Fabricio Mordente, el compás diferencial, para
presentar el cual escribió - por invitación del inventor - un prefacio en latín en cuya redacción
prevalecían de tal forma las aplicaciones que Bruno hacía del instrumento para avalar sus tesis
filosóficas sobre el límite físico de la divisibilidad, que oscurecían o reducían a un hecho
mecánico la invención. Ofendido, Mordente se apresuró a comprar todas las copias disponibles
y las destruyó. Bruno reavivó la polémica publicando un diálogo de tono sarcástico titulado
"Idiota triumphans seu de Mordentio inter geometras deo" que indirectamente hizo más difícil
su permanencia en París, por ser Mordente un católico ligado a la facción del duque de Guisa,
que en poco tiempo habría alcanzado lo máximo de su parábola ascendente, mientras que
Bruno reafirmaba su fidelidad a Enrique III.

Reacciones negativas suscitaron pronto en Cambray las tesis fuertemente antiaristotélicas


contenidas en el opúsculo "Centum et viginti articuli de natura ed mundo adversos
peripateticos" discutidas en nombre del maestro por su discípulo J. Hennequin. La intervención
crítica de un joven abogado que Bruno sabía pertenecía a su misma tendencia política,
convenció al filósofo nolano de que la permanencia en París no era ulteriormente posible. De
nuevo vagabundo por Europa, Bruno arriba en junio de 1586 a Wittemberg, en Alemania,
donde enseña por dos años en la universidad local como "doctor italus", al término de los
cuales se despide (también por el predominio en la ciudad de la tendencia calvinista) con una
"Oratio valedictoria" con la que agradece a la universidad por haberlo acogido sin prejuicios
religiosos. La oración también contiene una calurosa alabanza a Lutero por su coraje al
oponerse al superpoder de la Iglesia de Roma, lo que tiene gran valor como defensa de la
libertad religiosa, pero no reniega de sus convicciones críticas acerca de la doctrina luterana
detectables en otras obras (especialmente "Cabala" y "Spaccio"). Los "heroicos furores"
parecían a Bruno incompatibles con la paulina teología de la cruz. 

Después de una breve estadía en la Praga de Rodolfo II, al que dedicó los "Articuli adversos
mathematicos", al final de 1588 se dirige a Helmstedt donde, para poder enseñar en la local
"Accademia Iulia" adhiere al luteranismo. Pero los problemas de fondo permanecen: no había
pasado aún un año cuando fue excomulgado por el pastor local Gilbert Voet por motivos no
bien aclarados y que Bruno sostuvo que eran de naturaleza privada. Fue en esta ciudad sin
embargo que fueron publicadas gran parte de las obras llamadas "mágicas": "De magia”, “De

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magia mathematica", "Theses de magia", etc. El 2 de junio de 1590 Bruno llega a Francfort
donde pide pero no obtiene el permiso de residencia y permanece precariamente hospedado en
un convento de carmelitas. Publicados tres poemas latinos, (De triplice minimo, De mónade,
De innumerabilis) , y después de algunos meses de permanencia en Zurich donde dicta
lecciones de filosofía, vuelve a Francfort donde en la primavera del 1591 recibe dos cartas del
aristócrata veneciano Giovanni Mocenigo que lo invita a Venecia para que le enseñe el arte de
la memoria. Los motivos por los que Bruno se decidió a aceptar la invitación, con todos los
riesgos que implicaba un regreso a Italia, son debatidos todavía entre los estudiosos.
Probablemente con razón, Michele Ciliberto está convencido de que convergieran en esta
elección una pluralidad de causas. Excomulgado por las iglesias reformadas tanto como por la
católica, en ruptura con ambientes puritanos y con la facción entonces dominante en Francia,
era aislado e indeseado a nivel europeo. Tenía confianza en la tradicional autonomía de la
República véneta (donde de hecho sobrevivían círculos aristocráticos orientados en sentido
"liberal") con respecto al papa, y aspiraba a la cátedra de matemáticas de la universidad de
Padua, entonces vacante, que más tarde sería de Galileo Galilei.  A estas consideraciones,
además, Ciliberto añade otra, directamente vinculada con los últimos logros de la filosofía del
Nolano: una suerte de fuerte autoconciencia, de vocación en un sentido reformador, casi como
si se sintiese “un Mercurio enviado por los dioses” para aclarar las tinieblas del presente. Una
cosa Bruno no había previsto –nota Filiberto- : "qué clase de hombre era Mocenigo" (Giordano
Bruno, op.cit. pág. 259 ). Como quiera que sea, a fines de marzo de 1592 el inquieto peregrino
llega a casa de Mocenigo en Venecia. Después de algunos meses el patricio veneciano, tal vez
insatisfecho en su expectativa de extraordinarias técnicas mágico-mnemónicas, quizás también
molesto por el carácter independiente de Bruno, que mal se adaptaba a la condición de
"famiglio" (siervo), especialmente de una persona tan ignorante y presuntuosa, (se aprestaba
entre otras cosas a ir a Francfort para hacer imprimir libros y continuaba esperando una cátedra
en Padua), contraviniendo las más elementales reglas de la hospitalidad, encerró a Bruno en
sus habitaciones y lo denunció a la Inquisición local afirmando haberlo oído proferir
blasfemias y frases heréticas. Después de un par de meses, sin embargo, el proceso , que había
sido iniciado enseguida, se presentaba bastante favorable a Bruno, que se había defendido
sosteniendo haber formulado hipótesis filosóficas y no teológicas y que por cuanto concernía a
las cosas de fe se remitía plenamente a la doctrina de la Iglesia, pidiendo perdón por alguna
frase desconsiderada que pudiera haber pronunciado. Además tuvo atestaciones favorables o
por lo menos no hostiles de parte de muchos testigos del patriciado véneto. Cuando todo hacía
esperar una próxima absolución, al improviso llegó de Roma la solicitud de traslado del

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proceso al tribunal central del S. Oficio. La primera respuesta del senado, celoso custodia de la
autonomía de la Serenissima, fue negativa, pero tras las insistencias vaticanas, en la
consideración de que el inquirido no era ciudadano veneciano y que su proceso se había
iniciado antes de su llegada a la ciudad lagunar (se hacía referencia a los hechos del 1575)
llegó al final el “nulla-osta” y en febrero de 1593 el peregrinar de Bruno acabó en una celda
del nuevo edificio del S. Oficio, hecho construir por Pio V en las cercanías de Porta
Cavalleggeri. Del proceso, que se prolongó por bien seis años y durante el cual por una vez al
menos se recurrió con toda probabilidad a la tortura, nos queda un "sumario", hallado
extrañamente en el archivo personal de Pio IX y publicado por A. Mercati en 1942. Se trata
casi seguramente de una síntesis compilada para uso de los jueces, que les permitía tener una
visión de conjunto que no era fácil lograr en el gran fárrago de documentos originales.  Un
fundamental estudio de este extracto se incluye en el libro de L. Firpo "Il processo di Giordano
Bruno", Nápoles, 1949, al cual me remito por los detalles dramáticos y significativos del
intrincado procedimiento que, además de proveer numerosos datos sobre la vida de Bruno,
muestra el progresivo resquebrajamiento de su tesis defensiva entre el plano filosófico (en el
cual afirmó haber solamente especulado) y el teológico, que no le interesaba. Decisivo al
respecto fue el ingreso en el tribunal en 1597 del teólogo jesuita Roberto Bellarmino, llamado
a examinar los actos procesales y sobre todo las obras impresas para dilucidar su contenido
heterodoxo. Cuando el Nolano, que durante el proceso había tratado de disimular, atenuar y a
veces hasta aceptado repudiar algunas de sus posiciones en más abierto conflicto con la
doctrina católica, se encontró frente a la necesidad - para salvarse - de rechazar en bloque sus
ideas, juzgadas radicalmente incompatibles con la ortodoxia cristiana, se obstinó en un firme y
desdeñoso rechazo, y fue el fin.  

El 20 de enero de 1600 Clemente VIII, considerando ya probadas las acusaciones y rechazando


la solicitud de ulterior tortura presentada por los cardenales, ordenó que el acusado, "herético
impenitente, pertinaz, obstinado", fuera entregado al brazo secular. Eso significaba -a pesar de
la presencia en la sentencia de la usual hipócrita fórmula que invocaba la clemencia del
Gobernador- la muerte en la hoguera.  EL 8 de febrero la sentencia fue leída en la casa del
Cardenal Madruzzo y fue entonces que Bruno, como un atendible testigo presencial (Schopp)
refiere, se volvió hacia los jueces y pronunció la famosa frase: “Tal vez tenéis más miedo
vosotros que emanáis esta sentencia que yo que la recibo". El siguiente jueves 17 de febrero
de 1600 - año santo - fue conducido a Campo de' Fiori con la lengua “in giova", es decir con
una mordaza que le impedía hablar y allí, desnudo y atado a un palo, fue quemado vivo

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apartando ostentosamente la mirada de un crucifijo, del cual estaba compartiendo la suerte pero
que le querían hacer aparecer como verdugo.  Había puesto en práctica y desafortunadamente
experimentado sobre su piel una consideración hecha muchos años antes: "De donde importa el
honor, la utilidad pública, la dignidad y perfección del propio ser, el cuidado de las leyes
divinas y naturales, no te mueves por terrores que amenazan muerte". (Dialoghi Ital., G.
Gentile Florencia 1985, pp. 698-99.).  En el sumario del proceso están consignados los cargos
(24) pero no los que se consideraban probados en la sentencia, que sin embargo son así
referidos referidos por Schopp, de memoria: 

1. Negar la transustanciación; 
2. poner en duda la virginidad de María; 
3. haber permanecido en país de herejes, viviendo a su modo; 
4. haber escrito contra el papa el "Spaccio della bestia trionfante"; 
5. sostener la existencia de mundos innumerables y eternos; 
6. afirmar la metempsicosis y la posibilidad de que un alma sola informe dos cuerpos; 
7. considerar la magia buena y lícita; 
8. identificar el Espíritu Santo con el alma del mundo; 
9. afirmar que Moisés simuló sus milagros e inventó la ley; 
10.declarar que la sagrada escritura no es sino un sueño; 
11.considerar que hasta los demonios se salvarán; 
12.creer en la existencia de los preadamitas; 
13.aseverar que Cristo no era Dios sino un embustero y un mago y que con justicia fue
ahorcado; 
14.afirmar que también los profetas y los apóstoles fueron magos y que casi todos tuvieron
mal fin. 

De estos errores, el cuarto resulta abiertamente infundado ya que el "Spaccio" es más bien
antiluterano que antipapista; las vulgares invectivas contra Cristo, los profetas y los apóstoles
de los nn. 13 y 14 son evidentemente ecos de desahogos coyunturales de una persona
exasperada. Donde el contraste con la institución aparece insalvable es más bien con el núcleo
central de la doctrina de Bruno, delineado en los puntos 5, 6 y 8. No es el caso aquí de
profundizar en el sistema filosófico del Nolano, pero el sólo pensar que la Tierra, de centro de
un limitado universo, objeto específico y privilegiado de la acción creadora de Dios, se
convirtiera en un minúsculo puntito en un universo infinito y entre mundos infinitos; que tal

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universo es invadido y vivificado por un espíritu divino inmanente; que en el continuo
transformarse de la vida, las almas, inmortales, informan cuerpos diferentes, etc., hacía que las
Escrituras, Cristo, la Virgen, los profetas y las dogmas aparecieran como imperfectas sombras
de una realidad que la filosofía mostraba mucho más grande, y que a lo sumo servían para
mantener tranquilos a los pueblos. Probablemente las ideas de Bruno no habrían logrado nunca
llegar a las masas, ni provocar cismas lejanamente comparables al luterano; pero en definitiva
se trataba, en cierto sentido, de una tentativa de reemplazar por una nueva "suma" del
universo, la tradicional de S. Tomás. Y éste fue considerado un peligroso ejemplo, un atentado
contra la supremacía de la teología sobre la filosofía, de la religión sobre la razón.

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