Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La realidad es la verdad de las cosas. El perjuicio que el pecado causa a quien lo comete, a la Iglesia
y a la humanidad, es real. El hombre padece enormemente a causa de su pecado, aunque se le
impida descubrirlo. Pecando nos herimos a nosotros mismos, y podemos destrozar nuestra vida
temporal y eterna.
La generosidad de Jesús no necesita concurso humano, pero pide colaboración: Los cristianos
estamos emplazados este año a dar prioridad en nuestro testimonio a la advertencia de urgente
conversión. De confesión general, reconocimiento de nuestro propio daño causado y reparación.
Hay que visitar los confesionarios antes del momento en que no den abasto. Tenemos que incordiar.
Aun a riesgo de ser tachados de visionarios, de apocalípticos, aparicionistas o perturbados, debemos
insistir a tiempo y a destiempo a nuestros hermanos para que el choque inminente con la realidad
no produzca rechazo y sí abundantes frutos transformadores.
La dimensión oculta del año de la misericordia es esta Misericordia total, que restablece la
conciencia humana. Un auténtico derroche de generosidad y compartir. Con la conciencia
recuperamos la vida. Resucitamos como individuos y como pueblos.