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Un Vía Crucis P.

Juan María Gallardo


jmgallardo@rieder.net.py
Acompañemos a Jesús en su camino hacia la Cruz.
Jesús padeció por nuestros pecados para que podamos
alcanzar la bienaventuranza eterna, la felicidad
infinita del Cielo.
Nosotros, tenemos la posibilidad de unir nuestros
sufrimientos y dolores a la pasión del Señor. Si lo
hacemos, además de convertir nuestra cruz en Su
Cruz, nos convertiremos en colaboradores de la
Redención: en corredentores.
Cada uno tiene que amar la cruz que Dios le ha dado.
Jesús quiere ayudarnos a llevarla. No la rechacemos,
ni nos quejemos; abracémosla. Quien abraza su cruz
abraza a Jesús.
Estas pocas líneas fueron escritas durante un rato de
oración. Quizás también a vos te puedan ayudar a
rezar contemplando hasta qué punto nos ama Dios.
I Estación: Jesús condenado a muerte

Jesús es condenado por mí.


Perdón, Jesús, por mis
pecados.
Jesús es condenado por los
pecados de la humanidad.
Señor, te pido perdón por los
pecados de todos mis
hermanos.
“-No me dejes caer en la
tentación”, rezo a diario en el
Padrenuestro.
Tu no quieres que yo caiga,
pero yo soy débil y egoísta.
Perdón, Señor, por mis pecados;
y ayudame a rechazar las
tentaciones. Gracias.
II Estación: Jesús carga con la cruz

Te lo decía, Señor, quiero


amar mi cruz y convertirla
en la tuya.
Me consuela pensar que,
también a Vos, te costó
llevarla.
Convencido estoy de que Vos
trataste que la Virgen no
sufriera, viéndote sufrir.
Quiero imitarte, Jesús,
llevando mi cruz con mi
mejor cara, con mi mejor
ánimo.
III Estación: Jesús cae por primera vez

Jesús cae y se lastima por mí.


Yo, ¿cuántas veces he
padecido por Él o por mi
prójimo?
Dame, Señor, generosidad y
valentía para entregarme,
por amor, a los demás.
Que no me falte el espíritu de
sacrificio y el coraje del
Buen Samaritano.
Que sepa rechazar las
excusas que me invitan a
“seguir mi camino”.
IV Estación: Jesús encuentra a su Madre

Junto a la Virgen, estaría San


Juan.
¿Por qué no estaban con Ella
todos los demás?
¿Donde estaría Judas? ¿Y
Pedro..., y Tomás..., y el
resto...?
¿Y nosotros?: ¿dónde
estamos?
Estemos donde estemos,
vamos a buscar a nuestra
Madre y a quedarnos junto
a Ella.
V Estación: Simón Cireneo ayuda a Jesús

Yo quiero ser otro Simón.


Yo quiero llevar tu Cruz,
Señor.
Yo quiero poner mi hombro,
ayudarte y hacerte
compañía.
Tenelo en cuenta, Jesús.
Podés contar conmigo para lo
que necesites.
No te quiero defraudar;
quiero que, en mí, Te
puedas apoyar.
VI Estación: La Verónica limpia su rostro

Si un amor no se manifiesta
en obras, no creo que se
trate de un verdadero
amor.
Las obras ponen de
manifiesto el amor.
Se ve, Jesús, que Verónica Te
quería mucho.
¿Cuánto te quiero yo?
¿Cuáles -¡cuáles¡- son las
obras que manifiestan mi
amor?
Bendita contabilidad que
ayuda a tener en cuenta
esta cuestión.
Madre mía, ayudame a que
cada día sean más las
obras que haga por Dios y
para Dios.
VII estación: Jesús cae por segunda vez

Jesús vuelve a caer y..., yo:


continúo en mi actitud de
mero espectador.
Jesús vuelve a caer y..., yo:
estoy en la luna.
No tengo derecho a
quedarme –cómodamente-
en mis cosas.
¿¡Cómo puede ser que tenga
un corazón tan
endurecido?¡
¿¡Cómo puedo tener tan poca
sensibilidad?¡
Jesús está en el suelo... ¿no
voy a tenderle mi mano?
VIII Estación: Jesús consuela a las mujeres
de Jerusalén
Benditas mujeres que lloran la
injusticia que se está
cometiendo.
“-No lloréis por Mí, llorad por
vosotras y por vuestros
hijos”, les dijo Jesús.
“-Lloraremos por nosotras y por
nuestros hijos, pero queremos
llorar por Vos. Nos duele verte
así, Señor. Vos Te pasaste
haciendo el bien y muchos de
nuestro pueblo prefirieron a
Barrabás y te condenaron a
muerte. Lloraremos por los
pecados, pero queremos llorar
por Vos, por que tenemos roto
el corazón”, pudieron haber
respondido aquella buenas
hijas de Jerusalén.
Que tampoco a nosotros nos
falte corazón para llorar la
pasión del Señor.
IX Estación: Jesús cae por tercera vez
Es la tercera vez que caés,
Señor.
Me vienen a la cabeza: los
miembros del Sanedrín, Anás
y Caifás, Poncio Pilato,
Herodes, Barrabás, Judas y
las negaciones de Pedro, y los
azotes, las bofetadas y
escupidas, y la corona de
espinas y las burlas, los
clavos en las manos y en los
pies, las blasfemias del mal
ladrón y las risas de la
multitud, en el Calvario.
También me vienen a la cabeza
mis pecados, imperfecciones,
omisiones y malos ejemplos.
Señor, tus caídas me invitan a
levantarme y a pedirte
perdón.
X Estación: Jesús, despojado de sus vestidos

Señor, eres un “despojo


humano”.
Y, yo, no consigo vivir el
desprendimiento con
heroicidad.
Quiero estar desprendido de
las cosas y no inventarme
necesidades vanas.
Si estoy desordenadamente
apegado a alguna cosa...:
que lo vea –que me dé
cuenta, Jesús- y que la
deje. Amén.
XI Estación: Jesús clavado en la cruz
El Cordero de Dios fue inmolado
en el Sacrificio Pascual.
El Príncipe de la Vida ofreció su
muerte como Sacrificio de la
Nueva Alianza.
El Sacrificio del Divino Redentor
sobrepasa todos los sacrificios
habidos y por haber.
La Eucaristía es memorial de su
Santo Sacrificio.
La participación en la Santa Misa
nos identifica con el Corazón
de Jesús, sostiene nuestras
fuerzas a lo largo del
peregrinar de esta vida, nos
hace desear la Vida Eterna y
nos une, ya desde ahora, a la
Iglesia del Cielo, a la Santísima
Virgen María y a todos los
santos.
XII Estación: Jesús muere en la cruz

Jesús, cumpliste la Voluntad


del Padre.
Tu alimento fue –siempre-
hacer la Voluntad de Quién
te envió.
Y... mi alimento ¿cuál es?
Que mi alimento, Señor, sea
la oración del Padre
Nuestro: “-Hágase Tu
Voluntad en la tierra como
en el cielo”. Que yo sepa,
Jesús, responder siempre
como la Virgen: “-Fiat
voluntas tua” (“-Hágase en
mí según tu palabra”).
XIII Estación: Jesús en brazos de su Madre

Gracias, Jesús, por habernos


dejado a tu Madre como
madre nuestra.
Con cuanto amor te abrazó
cuando eras un bebito,
cuando te perdiste en el
templo, cuando te bajaron
de la Cruz y tantas veces
más...
Ayudame, Señor, a percibir
los abrazos de la Virgen.
Dame la sensibilidad
necesaria para notar sus
caricias y una gratitud
inconmensurable para con
su amor.
XIV Estación: El entierro de Jesús
¡Qué contraste, Señor¡: Tu
obediencia y mi rebeldía, Tu
docilidad y mi orgullo, Tu
libertad para elegir el bien y mi
libertinaje, Tu amor al Padre y
a los hombres y mi egoísmo.
El Bautismo, cuyo signo original y
pleno es la inmersión, significa
eficazmente la bajada del
cristiano al sepulcro muriendo
al pecado -con Cristo- para
alcanzar una nueva vida.
Ayudame, Jesús, a renovar mis
promesas bautismales y a vivir
mi compromiso cristiano con
todas sus amorosas
exigencias. Que así sea.

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