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¿Cómo se reza el Vía Crucis?

Guía visual, paso por paso

Puede que no sepamos con exactitud en qué momento de la


historia el Vía Crucis se convirtió en una de las oraciones
más bellas y vivas de la religión católica. Sabemos sin
embargo por la tradición que era la misma Santa María la
que visitaba diariamente las estaciones originales. Es una
práctica hermosa, llena de amor, dolor, alegría y memoria de
un sacrificio sin igual, creo que con saber eso basta. Es
verdad que el Viernes Santo recordamos especialmente el
camino al Calvario, pero recordemos que la Pasión de Cristo
la podemos vivir todos los días. Esta oración tiene como
finalidad unirnos espiritualmente a Cristo en un rezo que
es casi “un viaje” en en tiempo y espacio al momento crucial
de nuestra salvación.

Los primeros registros que se tienen hablan de peregrinos


que visitaban Tierra Santa y necesitaban recordar el camino
hacia el Calvario. Al no ser posible que todos visitaran
Jerusalén por distintos motivos, entre ellos las guerras, el
rezo de las distintas estaciones se empezó a difundir por
toda Europa hasta conformarse en la oración que hoy
conocemos.

El Vía Crucis tiene una forma especial de rezarse. Consta de


15 estaciones. Hasta hace poco se rezaban solo 14
estaciones, pero ahora se puede incluir  la 15ª estación que
nos recuerda que Cristo triunfó sobre la muerte resucitando
al tercer día. Cada estación representa un momento
específico de la Pasión, es por esto que se recomienda
rezarlo caminando y deteniéndose en cada estación pues
nos ayuda tener a mano las imágenes que nos recuerden las
estaciones.

Existen ayudas como devocionarios, aplicaciones en el


celular y hasta un rosario con una configuración distinta.
Puedes rezarlo en tu casa, en tu comunidad y
frecuentemente en una iglesia siguiendo las estaciones, que
deben estar alrededor del templo, y en otros lugares
católicos como santuarios y capillas que tienen el Vía Crucis.

Acá te dejamos una guía, paso a paso de cómo debes


hacerlo

1. Inicio
Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos
líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial: Existen variantes de la oración inicial, aquí te


dejamos algunas:

«Señor, que la meditación de tu Pasión y Muerte nos anime


y ayude a tomar la cruz de cada día y seguirte, para un día
resucitar contigo en la gloria. Amén».

«Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame.


Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo,
lávame. Pasión de Cristo, confórtame. Oh buen Jesús,
óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que
me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la
hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti, para que con
tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén».

2. Acto de Contrición
No es obligatorio pero siempre es recomendable hacerlo:

«Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador,


Padre y redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo
corazón de haberos ofendido; también me pesa porque
podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de
vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más
pecar, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta. Amén».

3. Inicio del rezo de las estaciones


Se enuncia cada estación y se repite: «Te adoramos, Señor,
y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al
mundo». Luego se realiza una pequeña meditación.
Terminada cada estación se rezan un Padrenuestro, un
Avemaría y un Gloria. Existen algunas variantes, pero por lo
general esta es la estructura básica:

1ª estación: Jesús es sentenciado a muerte 


Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa
cruz redimiste al mundo.

Sentenciado, y no por un tribunal, sino por todos.


Condenado por los mismos que le habían aclamado poco
antes. Y Él calla… Nosotros huímos de ser reprochados. Y
saltamos inmediatamente…

Dame, Señor, imitarte, uniéndome a Ti por el Silencio cuando


alguien me haga sufrir. Yo lo merezco. ¡Ayúdame! Señor,
pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

2ª estación: Jesús cargado con la Cruz


Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Que yo comprenda, Señor, el valor de la cruz, de mis


pequeñas cruces de cada día, de mis achaques, de mis
dolencias, de mi soledad.

Dame convertir en ofrenda amorosa, en reparación por mi


vida y en apostolado por mis hermanos, mi cruz de cada día.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

3ª estación: Jesús cae por primera vez bajo el peso de la


Cruz 
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Tú caes, Señor, para redimirme. Para ayudarme a levantarme


en mis caídas diarias, cuando después de haberme
propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir en mis defectos
cotidianos. ¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi
camino hacia Ti! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de
mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

4ª estación: Jesús se encuentra con su Madre 


Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en todos


los momentos de mi vida.

Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo la


seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia.
¡Ayúdame Madre! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de
mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

5ª estación: el Cirineo ayuda al Señor a llevar la Cruz


Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos


venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una
manera particular.

¿Cuál es la mía y cómo la llevo a cabo? Pero hay algo, Señor,


que es misión mía y de todos: la de ser cirineo de los demás,
la de ayudar a todos. ¿Cómo llevo adelante la realización de
mi misión de cirineo? Señor, pequé, ten piedad y
misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

6ª estación: la Verónica enjuga el rostro de Jesús  


Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando


todos te abandonan. Yo, Señor, te abandono cuando me dejo
llevar por el «qué dirán», del respeto humano, cuando no me
atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a
replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de
acercarse a Ti.

Y en tantas otras ocasiones. Ayúdame a no dejarme llevar


por el respeto humano, por el «qué dirán». Señor, pequé, ten
piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…


7ª estación: segunda caída en el camino de la Cruz

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Caes, Señor, por segunda vez. El Vía Crucis nos señala tres
caídas en tu caminar hacia el Calvario. Tal vez fueran más.

Caes delante de todos… ¿Cuándo aprenderé yo a no temer


el quedar mal ante los demás, por un error, por una
equivocación? ¿Cuándo aprenderé que también eso se
puede convertir en ofrenda? Señor, pequé, ten piedad y
misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…


8ª estación: Jesús consuela a las hijas de Jerusalén 

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Muchas veces tendría yo que analizar la causa de mis


lágrimas. Al menos, de mis pesares, de mis preocupaciones.
Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal
entendido, de egoísmo, de envidia.

Debería llorar por mi falta de correspondencia a tus


innumerables beneficios de cada día, que me manifiestan,
Señor, cuánto me quieres. Dame profunda gratitud y
correspondencia a tu misericordia. Señor, pequé, ten piedad
y misericordia de mí.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

9ª estación: Jesús cae por tercera vez 

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Tercera caída. Más cerca de la Cruz. Más agotado, más falto


de fuerzas. Caes desfallecido, Señor.

Yo digo que me pesan los años, que no soy el de antes, que


me siento incapaz. Dame, Señor, imitarte en esta tercera
caída y haz que mi desfallecimiento sea beneficioso para
otros, porque te lo doy a Ti para ellos. Señor, pequé, ten
piedad y misericordia de mí.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

10ª estación: Jesús es despojado de sus vestiduras 

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus


heridas. A infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a
veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la
pérdida de mis seres queridos.

Que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que


me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en
consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

11ª estación: Jesús clavado en la Cruz 

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Señor, que yo disminuya mis limitaciones con mi esfuerzo y


así pueda ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo
no consiga disminuirlas, me esfuerce en ofrecértelas
también por ellos. Señor, pequé, ten piedad y misericordia
de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

12ª estación: Jesús muere en la Cruz


Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Te


adoro y beso tus llagas, las heridas de los clavos, la lanzada
del costado… ¡Gracias, Señor, gracias! Has muerto por
salvarme, por salvarnos.

Dame responder a tu amor con amor, cumplir tu Voluntad,


trabajar por mi salvación, ayudado de tu gracia. Y dame
trabajar con ahínco por la salvación de mis hermanos. Señor,
pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

13ª estación: Jesús en brazos de su Madre 


Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos


momentos de tu dolor incomparable. Déjame estar a tu lado.
Más te pido: que hoy y siempre me tengas cerca de Ti y te
compadezcas de mí. ¡Mírame con compasión, no me dejes,
Madre mía! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

14ª estación: el cadáver de Jesús es puesto en el


sepulcro 
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Todo ha terminado. Pero no: después de la muerte, la


Resurrección. Enséñame a ver lo que pasa, lo transitorio y
pasajero, a la luz de lo que no pasa. Y que esa luz ilumine
todos mis actos. Así sea. Señor, pequé, ten piedad y
misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

15ª estación: Jesús resucita al tercer día 


Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe. Por las


veces que he hecho vana mi fe al creer en mitos que van en
contra de tu Resurrección. Por las veces en que olvido que si
no muero a mí mismo, Jesús, no podré resucitar contigo.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

4. Oración Final
Así como en la oración de inicio existen variantes, a
continuación de dejamos algunas:

«Señor mío Jesucristo, que con tu Pasión y Muerte diste


vida al mundo, líbranos de todas nuestras culpas y de toda
inclinación al mal, concédenos vivir apegados a tus
Mandamientos y jamás permitas que nos separemos de Ti.
 Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén».

«Te suplico, Señor, que me concedas, por intercesión de tu


Madre la Virgen, que cada vez que medite tu Pasión, quede
grabado en mí con marca de actualidad constante, lo que Tú
has hecho por mí y tus constantes beneficios. Haz, Señor,
que me acompañe, durante toda mi vida, un agradecimiento
inmenso a tu Bondad. Amén»

«Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz


de mi sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu
Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres mi Madre y te
necesito. Ayúdame a sufrir con amor y esperanza para que
mi dolor sea dolor redentor que en las manos de Dios se
convierta en un gran bien para la salvación de las almas.
Amén».

«El Vía Crucis nos muestra un Dios que padece él mismo los
sufrimientos de los hombres, y cuyo amor no permanece
impasible y alejado, sino que viene a estar con nosotros,
hasta su muerte en la cruz (cf. Flp 2, 8). El Dios que
comparte nuestras amarguras, el Dios que se ha hecho
hombre para llevar nuestra cruz, quiere transformar nuestro
corazón de piedra y llamarnos a compartir también el
sufrimiento de los demás; quiere darnos un «corazón de
carne» que no sea insensible ante la desgracia ajena, sino
que sienta compasión y nos lleve al amor que cura y
socorre» (Cardenal Josef Ratzinger).

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