Está en la página 1de 4

Real Sitio de La Isabela

Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
Real Sitio de La Isabela
Real Sitio de la Isabela.jpg
Fernando Brambila: Vista del Real Sitio de la Isabela (Colecciones Reales).
Datos generales
Tipo balneario
Estado demolido o destruido
Localización provincia de Guadalajara (España)
Coordenadas 40°25′49″N 2°41′14″OCoordenadas: 40°25′49″N 2°41′14″O (mapa)
[editar datos en Wikidata]
El balneario de La Isabela (1826-1955), también conocido como Real Sitio de la
Isabela fue un pueblo-balneario situado en las orillas del río Guadiela, próximo a
las localidades de Cañaveruelas, en la provincia de Cuenca y Sacedón, en la
provincia de Guadalajara. Desaparecido bajo las aguas del embalse de Buendía.

Índice
1 Historia hasta 1800
2 Siglo XIX
3 Siglo XX
4 Descripción
5 Referencias
6 Bibliografía
7 Enlaces externos
Historia hasta 1800
En tiempos de los romanos se aprovechaban unas termas en la margen derecha del río
Guadiela. Muy cerca se encuentran las ruinas de la ciudad romana de Ercavica, que
pudieran coincidir con la llamada Contrevia (o el Castro según los naturales de
Cañaveruelas). El doctor Mariano Pizzi y Frangeschi, médico de Madrid del s. XVIII,
supuso que los árabes llamaron al lugar Salam-bir, luego Santaber, que significa
“pozo de salud”.1 Santaber es identificado por Francisco Antonio Fuero (1765), cura
de la villa de Añazón2 como un pequeño lugar muy próximo a la dehesa de las pozas.

Hacia 1762, en su obra sobre las aguas medicinales, Juan Gayan y Santoyo da más
noticias del lugar. Este médico menciona al Gran Capitán, como usuario de las aguas
en los tiempos en que andaba desterrado por la región (hacia 1512). En 1592,
Santaber y la dehesa de las pozas (las fuentes termales) fueron dadas por Felipe II
a la villa de Cañaveruelas.3 En 1600 probó estas aguas Bernardo de Sandoval y Rojas
(1564-1618), arzobispo de Toledo, que las calificó de aguas santas porque le
beneficiaron. En 1666, la Reina Regente, Mariana de Austria (1634-1696), madre de
Carlos II, también las tomó para bien. La reina, en agradecimiento, mandó
modernizar el edificio primitivo para que sirviera de alojamiento para los reyes y
de hospedaje para los necesitados. De las obras, terminadas en 1676, se encargó el
II Marqués de Montealegre, Luis Francisco Núñez de Guzmán (h.1615-1674). La reina,
el marqués y el doctor Alfonso Limón Montero, habían tomado las aguas a instancia
del doctor Fernando Infante y Ollero, que en 1676 publica una memoria sobre estas
aguas titulada Teatro de la Salud y baños de Sacedón.4 El doctor Montero,
catedrático de medicina de la Universidad de Alcalá de Henares, reconoce las buenas
propiedades de estas aguas en la obra más fundamental de la hidrología médica del
Siglo de Oro español, el libro titulado Espejo cristalino de las aguas de España,
publicado en 1697 en Alcalá pero finalizado mucho antes, en 1680.

En 1768, el doctor Miguel Ballesteros también escribió sobre las virtudes


medicinales de los Baños de Sacedón.5 En el siglo XVIII, por los avatares del
tiempo, las guerras y otros accidentes, quedaron arruinadas y destruidas la
hospedería y el palacio, pero se mantuvo su fama y la gente seguía acudiendo al
sitio para beneficiarse de los efectos saludables de sus aguas termales. El lugar
carecía de toda comodidad y las personas que acudían a los baños iban todos los
días en carruajes o a lomos de caballerías desde la villa de Sacedón, distante
legua y media, desde Cañaveruelas, o desde los pueblos próximos de Córcoles, donde
estaba el gran Monasterio de Monsalud, Buendía o Huete.

Siglo XIX
Con el inicio del siglo XIX,6 el Infante D. Antonio se interesa por esas aguas, que
analiza (1800-1), y va con frecuencia a Sacedón para someterse a las curas de agua
del balneario. El infante anima a su sobrino, el rey Fernando VII, el felón, que
acude en 1814 por primera vez, para tratar su rebelde mal de gota que ya le
aquejaba a pesar de su juventud (tenía 29 años). La Gaceta de Madrid, del 30 de
julio de 1816, comenta la noticia del buen estado de salud del que gozan Fernando
VII y su tío en los baños de Sacedón. A la reina también le sientan bien las aguas
y sus baños sedantes, y le agrada el paisaje, así que convence al rey para que haga
un palacio rodeado de jardines, fuentes y paseos, y un poblado para ochenta colonos
que le dieran vida y cuidaran las huertas. La villa de Huete, a la que pertenecían
en ese momento todos los terrenos que rodeaban los Baños, los cede en propiedad y a
perpetuidad a Fernando VII. El Real Sitio se construyó en unos terrenos en la
orilla del río Guadiela, junto a los Baños de Sacedón, a unos ocho kilómetros de
Sacedón.7 Las obras se iniciaron en marzo de 1817. Los tiempos del trienio liberal
y de la primera guerra carlista demoraron la terminación de las obras casi nueve
años. Se encargó de ellas el arquitecto Antonio López Aguado. Fue declarado Real
Sitio el 25 de enero de 1826, con el nombre de La Isabela en homenaje póstumo a la
reina fundadora, María Isabel de Braganza (1797-1818). Desaparecido Fernando VII,
la reina regente, María Cristina, siguió visitando el real sitio, llevando a su
hija niña, la futura Isabel II, buscando alivio para un eccema que tenía en las
manos. Vistos los buenos resultados y la belleza del lugar creó un nuevo título
nobiliario, Marquesado de La Isabela, que concedió a su hija María Cristina Muñoz y
Borbón (1840-1921), fruto de su matrimonio morganático con Fernando Muñoz y Sánchez
(1808-1873).8

A consecuencia de la desamortización de Madoz, se enajenó del patrimonio real y


pasó a manos del Ministerio de la Gobernación (1865), que lo puso a la venta en
1869. En 1876, el pueblo de La Isabela solicitó infructuosamente la independencia
de Sacedón y ayuntamiento propio. La economía de los habitantes de La Isabela de
todo el año dependía del balneario, a donde se acercaba la burguesía de la época en
busca de salud y bienestar. Los balnearios estaban de moda en la Europa del siglo
XIX. Ese mismo año, según reflejan las Memorias anuales (los médicos de los Baños
tenían obligación de elaborar Memorias científicas y estadísticas de cada
temporada; de La Isabela hay unas 50 Memorias), los baños pertenecían a don José de
Fontagno y Gargollo. Este señor los reformó totalmente, haciéndolos de hierro
esmaltado e individuales, editando incluso publicidad para darlos a conocer.
También modernizó el alojamiento y facilitó, por medio de coches, combinados con el
ferrocarril, el viaje de Madrid a la Isabela. En 1878 acuden casi un millar de
bañistas, entre las que predominan las personas afectadas de enfermedades del
sistema nervioso. Las propiedades sedantes de las termas están entonces
suficientemente probadas por ser sus aguas radioactivas. A partir de este año,
durante la la Restauración, se inicia un lento y paulatino descenso de la
concurrencia a los baños.

Siglo XX

Ruinas Real Sitio de La Isabela y Baños de Sacedón en 2006.


No obstante, aún guardan el suficiente encanto para lograr que Gregorio Marañón
(1887-1960) hable bien de ellos en el prólogo a la obra del marqués de la Vega
Inclán (1858-1942), el propietario de los baños en 1930. Este decide reformarlos y
en 1931, publica un folleto muy cuidado sobre La Isabela. Pero su desarrollo y
explotación quedaron parados al desatarse la Guerra civil. Las instalaciones de La
Isabela dejaron de ser lugar de recreo y salud de la gente pudiente para ser
destinadas a cuarteles y alojamientos para evacuados del ejército de la República,
entre ellos enfermos mentales. Acabada la guerra, los muertos en el balneario son
enterrados en una fosa común y los locos llevados a un psiquiátrico. No se pensó en
volver a poner los baños en uso. Cuando, en 1942, muere Vega Inclán, sus posesiones
pasan a ser propiedad del Estado, entre ellas, el pueblo de La Isabela.

Entre los planes de reconstrucción de España de la postguerra estaban los proyectos


hidráulicos y de regadío. La Confederación Hidrográfica del Tajo aprobó el proyecto
del embalse de Buendía en diciembre de 1941 e inició las obras en 1946. En 1950,
los últimos habitantes de aquel lugar único tuvieron que abandonarlo. El profesor
Antonio Castillo de Lucas (1898-1972) en su obra titulada: Thermidas, Salmbir,
Sacedón, La Isabela, de 1955, cuenta que fueron despedidos por las autoridades y
acompañados por el propio gobernador civil de Guadalajara, Juan Casas Fernández (de
1941 a 1953), hasta el nuevo lugar de residencia, dispuesto por el Instituto de
Colonización en el coto de San Bernardo, partido judicial de Peñafiel (provincia de
Valladolid). El 15 de julio de 1958 se inauguraron los pantanos y todo el lugar de
La Isabela y el pueblo de Santa María de Poyos quedaron definitivamente cubiertos
por las aguas.9 El embalse apenas supera el 20% de llenado,10 hasta el punto que
las ruinas de la Isabela emergen, están expuestas al aire y son fácilmente
visitables por excursionistas.11 La Isabela forma parte de la lista de pueblos
sepultados por los pantanos que en los años 50 inauguró Franco.12 Estas grandes
obras públicas del régimen pasaron por encima de conjuntos histórico-artísticos
importantes, como éste u otros (por ejemplo, Augustobriga en Talavera la Vieja), y
su justificación es discutible.

Descripción
El Real Sitio de La Isabela consistía en un poblado de calles en cuadrícula y un
enorme palacio rectangular. Había unas 50 viviendas y muchas habitaciones para los
visitantes y los residentes que iban a beneficiarse de las aguas termales del
balneario. La gente acudía para buscar alivio de enfermedades varias como la gota,
la epilepsia, las convulsiones, el reuma, las erupciones de la piel, etc. También
había un puente de piedra reconstruido sobre el río Guadiela. Como en tantos
balnearios, sus aguas podían tomarse bebidas o en baño. La gente prefería
emplearlas como bebida, a pesar del mal sabor que, incluso a baja temperatura,
suelen tener las aguas termales sulfurosas. Con los años se añadieron la Casa de
Oficios, la Casa de Servidumbre, la iglesia y unas cuantas fuentes que adornaban
las calles y paseos. En las inmediaciones se trabajaba un gran huerto. La
vegetación del valle era muy abundante, a semejanza de la que hay en los valles que
surcan La Alcarria.

Son muchos los reportajes que se han hecho y las historias que se cuentan sobre
este pequeño pueblo que tuvo su importancia entre 1826 y 1930.

Referencias
Obras de Pizzi y Frangeschi, Mariano (1)
Fuero, Francisco Antonio - En la BNE
Título: Antorcha methodica, mapa historial, y discursos analyticos, de las
admirables termales aguas de los baños de Sacedon, Corcoles, Trillo, y Buendia por
Juan Gayán y Santoyo (hacia 1762)
Nuevos Elementos de Terapéutica y de Materia Médica - Tomo IV - Madrid, 1826
Examen phisico-medico-chyrurgico de las aguas thermales de Buendia, y de Sacedón,
1768
La Isabela,un nuevo Real Sitio para los monarcas del siglo xix
Aguado Pintor, 2002, p. 231, 232.
«Villalvilla, notas para su historia». Archivado desde el original el 11 de junio
de 2016. Consultado el 9 de mayo de 2016.
ABC - Inauguración del Sistema Entrepeñas-Buendía
Embalses.net Estado de los embalses y pantanos de España - Buendía
Situación en Google-map satélite
¡Lo que el agua se llevó! Pueblos españoles sumergidos
Bibliografía
Aguado Pintor, Amparo (2002). «La Isabela, un nuevo Real Sitio para los monarcas
del siglo xix». Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte (Madrid:
Universidad Nacional de Educación a Distancia) 15: 229-254. ISSN 1130-4715.
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Real Sitio de La Isabela.
La Memoria del Agua. Real Sitio de la Isabela. CMM TV.
La Isabela-Sacedón 3D. Royal Sites Heritage URJC.
Reconstrucción virtual del Real Sitio de La Isabela - Iglesia de Isidro González
Velázquez. Royal Sites Heritage URJC.
La Isabela-Ermita 3D. Royal Sites Heritage URJC.
Real Sitio de la Isabela. (1826 - 1955) Dron.. Universidad Rey Juan Carlos.

También podría gustarte