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El hombre que escribe.

Federico Bianchini

Remera negra, pantalón marrón y barba desprolija. Con las manos en los bolsillos,
confundiendo algunas palabras y una sonrisa incómoda. El aula en silencio. Un escritorio
repleto de celulares que oficiaban de grabadoras. Las largas preguntas de la profesora con
la intención de hacerlo sentir cómodo, pero logrando lo contrario.

La charla se inició a voluntad de Bianchini, casi haciendo una exposición académica de sí


mismo. “Si hablamos de cómo me formé en la escritura…”. Destacó la opinión literaria que
existe en argentina, mencionó su paso por ingeniería, carrera que dejo porque le parecía
“muy poco creativa”. Sus primeros talleres de escritura con Pablo Ramos y Abelardo
Castillo; con el primero en 2001 y con el segundo los seis años siguientes. -No te tachaba
un texto, pero había gente que se largaba a llorar -así lo describía a Ramos, él no elogiaba
a nadie; la única vez que lo hizo la persona se suicidó tres días después.

-El elogio es mucho más intrusivo que la crítica, te mantiene en un lugar de no


construcción-

Comento su pasaje por revistas como Brando, Gatopardo, Etiqueta Negra y Don Juan.
Como empezó escribiendo ficción, un libro de cuentos y una novela que todavía no
consigue publicar. -Vos sos el especialista en deportes extremos- eso es lo que le respondió
la editorial Aguilar a Bianchini cuando trato de presentar sus textos. El sobre esto no sabe
mucho, pero formó una identidad en su anterior publicación “Desafiar al cuerpo”, una
recolección de crónicas de deportes no escritas por él, que lo condiciono a seguir en el
mismo tema. La novela y el libro de cuentos todavía están por ahí.

***

Hace algunos años se cruzó con Rodolfo Fogwill en una pileta de Almagro. Los dos
nadaban. ¿Es él? -se preguntó- cuando al fin se animó a acercarse a preguntar -sí, por eso
hablo solo- fue la respuesta. Le molestaba porque nadaba demasiado lento, él en ese
entonces nadaba un poco más rápido, o por lo menos nadaba. Bianchini lo definió como un
personaje “auto-asumido”. Cantaba opera a todo pulmón en la ducha y hablaba solo. En un
momento dado contó una anécdota de cuando tuvo sexo oral con una azafata y de cómo
pudo adivinar lo que ella había cenado la noche anterior. Todo el vestuario lo escuchaba
atentamente.

Esta escena quedó dando vueltas en su cabeza por bastante tiempo. Se dio cuenta de lo
valioso del relato, este representaba todo lo que era Fogwill y si quería escribir un perfil
sobre él, era el único que contaba con esta historia. Lo habló con Leila Guerriero, periodista
y escritora, en ese momento editora de la revista Gatopardo. “Me encantaría, pero el perfil
de Fogwill lo estoy haciendo yo”. Sin embargo, luego de esta respuesta sucedió algo que no
se suele ver en el ámbito periodístico, Leila bajo su perfil y le cedió el trabajo a Federico.

– Cuando vos me llamaste la primera vez yo pensé “Uy este tipo debe de ser un pelotudo”
pero todo bien al final- Eso fue lo que le dijo Fogwill a Bianchini en su primera entrevista.

-Era un personaje entre temible y adorable-

- ¿Estuviste en la casa?

- Si estuve en la casa de el

- Y tenía alguna cosa…

Federico comprendió al instante lo que nos interesaba saber, y nos contó sobre el telescopio
que tenía el escritor en el medio del living para mirar a sus vecinas. Luego de varias
entrevistas termino el perfil “El hombre que nada”, con el que gano el premio “Nuevas
plumas”.

-Tuve suerte y gané-

Habiendo sido jurado de ese mismo concurso años más tarde, se dio cuenta que no existen
parámetros para elegir un ganador. Uno puede hacer un texto muy elaborado sobre un tema
simple o viceversa lo cual no va a significar necesariamente la buena o mala “calidad” de lo
escrito.
***

Aunque era muy hábil como cronista, su llegada a “Anfibia”; una revista dedicada a los
ensayos y crónicas fue pura casualidad. En el aeropuerto de Guadalajara, cuando viajaba a
recibir el premio por el perfil de Fogwill, se encontró con Cristian Alarcón, actual director
de periodismo de la revista, que lo invitó a formar parte del equipo.

-Me dio un ejercicio de edición muy intenso y una disciplina en cuanto a las fechas-

Para Biacnhini el ejercicio de escribir no siempre presentó una tarea sumamente


interesante; anteriormente había trabajado para el diario clarín (durante 6 años) en un
suplemento zonal del partido de Vicente Lopez “Con suerte te leía muy poca gente. Vos
sacabas una nota y recibías un mail de a quien se la habías hecho puteándote y otro de un
familiar de ese”. Allí se dio cuenta de que todo el esfuerzo que iba a invertir no tenía
sentido, no podía escribir lo que el realmente quería.

-Cuando uno busca un tema para escribir en una crónica tiene que ser algo que te apasione-

Federico piensa al periodismo como una “excusa” para hacer cosas que no haría o no se
animaría a hacer. Tirarse en paracaídas, pasar un mes en la Antártida o tres días en un
congreso nudista. Conocer escritores, personas, lugares. Bianchini le da poca importancia
intelectual a la crónica, según él, esto le facilita el trabajo. “yo escribo ficción porque me
gusta escribir ficción y crónica porque me pagan por escribir cónica”; Algo así como Arlt.

La diferencia entre ficción y crónica según Federico es el pacto de lectura que se establece
con el lector; en la ficción uno es plenamente consciente de todos los aspectos presentes en
la narración, la crónica no debe romper el verosímil, ese acuerdo con el lector de que lo
narrado efectivamente pasó sin adentrar en cuestiones fuera de la perspectiva de un testigo
común.

***

-Lo que vas a poder inventar siempre va a ser menos fuerte que lo vas a poder presenciar-
Fueron tres las prostitutas que entrevisto para hacer una crónica que le habían ofrecido,
algo que no suele hacer porque prefiere el mismo elegir los temas. Una tenía setenta años y
las hijas no sabían que se prostituía, la otra era una abogada que ganaba más
prostituyéndose que en su estudio y la ultima una mucha más chica que ejercía
directamente esa profesión. Nos contó que lo que más le impacto fue cuando les pregunto
qué hacían cuando se tenían que acostar con alguien que no querían y las tres le
respondieron que eso no era lo más importante, nada se comparaba como cuando entraba
un tipo, les decía “No te desvistas” y se largaba a llorar.

-Lo hice porque me pareció curiosamente interesante, yo nunca me hubiera metido ahí.

Luego de responder varias de nuestras preguntas, aclarando con algunas anécdotas como la
anterior, impresionándonos y haciéndonos reír, Federico fue llegando al final. Concluyo
tratando de transmitirnos lo que el busca al escribir; se apoyó en la idea de lograr un sentido
por debajo del relato. –Villoro dice: lo que le damos al lector es la moneda número cien-.
Así utilizaba la metáfora de un ex profesor (un cuento de las mil y una noches) para intentar
expresar la importancia de lo que se le quiere inculcar al lector con lo escrito.

Durante las casi dos horas de charla nos alentó a que participemos como escritores en el
mundo de la crónica, nos alentó a entrar en concurso y dio detalles para no dejarlo como
datos llanos, nos alentó a “escribir lo menos feo” con tal de escribir.

El escribió sobre Fogwill, Zaffaroni, prostitutas, deportes extremos, vecinos, la Antártida,


cuentos de los que nadie sabe que tratan (aunque nos quiera contar con tantas ganas) y sin
embargo nunca coloco su profesión en un lugar exclusivo. El escribió sobre mucho y nos
invita a escribir lo que falta.

La remera negra, el pantalón marrón y la barba desprolija, fueron aplaudidos. Se retiraban


los grabadores, se guardaban anotaciones, surgían ideas y discusiones. Transmitió las ganas
de escribir.

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