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La sabiduría de los psicópatas

¿Sabiduría de psicópatas?
Un científico entra un hospital psiquiátrico de alta seguridad para extraer consejos de un grupo sin
conciencia.
Adaptado de The Wisdom of Psychopaths: What Saints, Spies, and Serial Killers Can Teach Us
about Success, de Kevin Dutton, por arreglo de Scientific American/Farrar, Straus y Giroux, LLC
(US), Doubleday Canada (Canada), Heinemann (UK), Record (Brasil), DTV (Alemania), De Bezige
Bij (Holanda), NHK (Japón), Miraebook (Corea) and Lua de Papel (Portugal). Copyright © 2012
Kevin Dutton
“¿Llevas algo punzante?” ladra la mujer de recepción mientras deposito todo el contenido de mi
cartera -portátil, teléfono, bolígrafos- en una taquilla irrompible vacía en la entrada. “Ahora pon el
dedo índice de tu mano derecha aquí y mira a la cámara.”
Una vez que pasas el control en Broadmoor, el hospital psiquiátrico de alta seguridad más
conocido de Inglaterra, eres inmediatamente acompañado a una pequeña esclusa de aire, una
celda temporal con paredes de cristal entre la recepción y el propio edificio del hospital, mientras
que la persona que uno visita -en mi caso, un psicólogo asignado para acompañarme a mi destino-
es llamado desde recepción y recorre el camino para reunirse contigo.
Es una espera nerviosa y claustrofóbica. Mientras me siento ojeando revistas, me recuerdo a mí
mismo por qué estoy aquí -un e-mail que recibí hace unas semanas después de presentar la Great
British Psychopath Survey, en al cual examinaba diferentes personas en diferentes profesiones
para identificar rasgos psicopáticos. Uno de los encuestados, un abogado de oficio, me había
escrito. Él había recibido una puntuación que captó mi atención.
“Me di cuenta muy temprano en mi infancia de que veía las cosas de una forma diferente a los
demás”, escribió. “Pero a menudo, me ha ayudado en mi vida. La psicopatía (si así es como
quieres llamarla) es como una medicina para los tiempos modernos. Si la tomas en moderación,
puede demostrar ser extremadamente beneficiosa. Puede aliviar una gran cantidad de dolencias
existenciales de las que de otra manera serías víctima porque nuestro frágil sistema inmune
psicológico no está dispuesto para protegernos. Pero si tomas demasiado, si tomas una
sobredosis, entonces puede haber, como en el caso de las medicinas, algunos efectos secundarios
algo desagradables.”
El e-mail me dio que pensar. ¿Sería posible que este eminente abogado de defensa criminal
tuviese razón? ¿Era la psicopatía una “medicina para los tiempos modernos”? Los típicos rasgos
de un psicópata son crueldad, encanto, concentración, fortaleza mental, falta de miedo, atención y
acción. ¿Quién no se beneficiaría en algún momento de su vida de una o dos de estas?
Decidí poner a prueba la teoría. Además de reunirme con los médicos en Broadmoor, hablaría con
algunos pacientes. Les presentaría problemas habituales de la vida, lo habitual de lo que uno suele
quejarse en una happy hour, para ver cuál es su visión de ello. Hasta ese momento había parecido
una buena idea.
“¿Profesor Dutton?” Miré hacia arriba para ver a un hombre rubio en la treintena mirándome desde
la puerta. “Hola, soy uno de los clínicos principales del Paddock Center. ¡Bienvenido a Broadmoor!
¿Quiere que le acompañe?”
El Paddock Center es un lugar cerrado, altamente especializado en desórdenes de la personalidad
que comprende seis salas de 12 camas. Cerca de un 20% de los pacientes alojados allí son lo que
se podría llamar psicópatas “puros”. Estos están confinados a dos salas Peligrosos y Desorden de
la Personalidad Severo (DSPD). El resto presentan los llamados clusters de trastornos: importantes
rasgos clínicos de psicópata, acompañados con rasgos normalmente asociados a otros
desórdenes de personalidad – límite, paranoide y narcisista, por ejemplo. O pueden tener síntomas
como los delirios y las alucinaciones indicativos de la psicosis.
De repente, la realidad se presenta. Esto no es un centro de acogida para hipocondríacos.
Este es el lugar de las personas sin conciencia que ni se preocupan, ni están bien -el coto de parte
de la neuroquímica más siniestra en el negocio. El destripador de Yorkshire está aquí. También el
estrangulador de Stockwell. Es uno de los edificios más peligrosos del mundo.
Salimos de las entrañas laberínticas del hospital, a la derecha de un gran recinto al aire libre,
coronado con un poco de alambre de púas que claramente no ayuda. “Eh… Voy a estar bien,
¿Verdad?” digo con voz aguda.
Mi guía sonríe. “Vas estar bien”, dice. “Realmente los problemas en la sala de DSPD son
relativamente raros. La violencia psicopática es predominantemente instrumental, un medio directo
para un fin específico. Lo que significa que, en un entorno como este, es prevenible. Y en el caso
de que algo empiece, es fácil contenerlo.”
“Además,” añade, “es un poco tarde para echarse atrás ¿No?”
Conociendo a los locales
Entramos a una de las ultraremotas salas de DSPD. Mi primera impresión es de una sala
extremadamente bien equipada en una residencia de estudiantes. Todo en madera clara, bien
terminada. Bien iluminada. Me doy cuenta de que incluso hay una mesa de billar. Un hombre
llamado Danny me lanza una mirada desde detrás de su Nintendo Wii. Chelsea le gana 2-0 al
Manchester United. “Somos la élite de la maldad”, dice Danny. “No nos des glamour. Tampoco
hagas lo contrario, no nos deshumanices.”
Larry, un tipo gris, bigotudo y regordete, me toma cariño enseguida. Vestido con un jersey Fair Isle
y pantalones elásticos de color beige, parece el tío favorito de cualquiera. “¿Sabes?” dice mientras
me estrecha la mano, “Dicen que soy uno de los hombres más peligrosos en Broadmor. ¿Te lo
puedes creer? Te prometo que no te voy a matar. Venga, déjame darte una vuelta por aquí.”
Larry me acompaña al final de la sala, donde paramos a echar un vistazo dentro de su habitación.
Parece la típica habitación de hospital para una persona, pero con algunas comodidades más
como un ordenador, una mesa con espacio y una serie de libros y periódicos en la cama. Lo
siguiente es el jardín: un patio hundido de ladrillo gris, del tamaño de una cancha de tenis, con
bancos y coníferas intercaladas. Entonces nos encontramos con Jamie.
“Este tipo es de la Universidad de Cambridge”, anuncia Larry, “y está escribiendo un libro sobre
nosotros.”
Jamie se pone de pie y se dirige hacia nosotros en la puerta. Un monstruo de hombre de cerca de
un metro noventa, con una barba del color de las brasas y una mirada penetrante cobalto, que
tiene la presencia taciturna, subsatánica del asesino solitario, ultraviolento. La camisa de leñador y
la cabeza rapada, como una bola de demolición, no facilitan las cosas precisamente.
“Bueno, ¿De qué trata el libro, entonces?” gruñe, en un susurro gangsteril Cockney, con los brazos
cruzados delante de él y el puño izquierdo debajo de la barbilla. “Las mismas viejas tonterías, ¿No?
¿Enciérrenlos y tiren la llave? Ya sabes, no tienes idea de lo rencoroso que eso puede sonar a
veces. Y, podría añadir, que es francamente doloroso. ¿O no, Larry?”
Larry se ríe teatralmente y pone las manos en su corazón en una muestra Shakespeariana de
angustia. Jamie, por su parte, se limpia unas lágrimas imaginarias.
“Sucede que pienso que vosotros tenéis algo que enseñarnos” digo. “Una personalidad de la que el
resto podemos aprender. En moderación, claro. Eso es importante. Como, la manera en la que
ahora mismo le habéis restado importancia a lo que la gente podría pensar de vosotros. En la vida,
hay un punto en el cual eso en realidad es bastante sano.”
Jamie parece entretenido con la idea de que pueda solicitarle consejo. “¿Estás diciendo que Larry
y yo tenemos demasiado de algo bueno?”
En el otro lado de la sala, Danny acaba de ser nombrado el Hombre del Partido. “Veo que no te ha
matado” dice casualmente. “¿Te estás volviendo blando con la edad, Larry?”
Me río. Noto que nerviosamente. Pero Larry está mortalmente serio.
“Hey” dice insistentemente. “¿No lo entiendes chico?” Me mira. “He dicho que no te voy a matar.
¿Y no lo hecho, verdad?”
Y me doy cuenta de que lo de Larry no había sido un farol. El partido de fútbol termina. Danny para
la consola. Se inclina hacia atrás en su silla.
“Así que un libro ¿Eh?” dice.
“Sí” digo. “Estoy interesado en la manera en que resolvéis problemas.”
Danny me mira con curiosidad “¿Qué tipo de problemas?” pregunta.
“Problemas del día a día” digo, y le hablo sobre unos amigos que están intentando vender su casa.
Gente cruel
¿Cómo librarse de un inquilino no deseado? Esa era la pregunta de Don y su mujer, Fran, cuya
madre anciana, Flo, se había mudado con ellos. Flo ha vivido en su casa anterior 47 años y ahora
que ya no la necesita, Don y Fran la han puesto en el mercado. Estando en un área prometedora
de Londres, la casa ha despertado bastante interés. Pero hay también un problema. El inquilino.
No está exactamente eufórico por la expectativa de ser echado a la calle.
Don y Fran ya han perdido una venta potencial porque él no puede o no quiere recoger sus cosas.
¿Cómo echarle?
“Asumo que no estamos hablando de violencia”, pregunta Danny, “¿Verdad?”
“Correcto” digo. “No querríamos acabar aquí dentro ¿No?”
Danny me hace un corte de manga. Pero el hecho de que haga esa pregunta desmonta el mito de
que la violencia es la única solución para los psicópatas.
“¿Qué tal esto?” murmura Jamie. “Con la vieja en casa de su familia política, es posible que el
fulano esté sólo en la casa ¿No? Así que te haces pasar por un tío del municipio, apareces en la
puerta para hablar con el dueño. Él responde y te dice que la anciana no está. Vale, entonces tú
dices. No hay problema. ¿Tienes un número de contacto? Porque necesitas hablar con ella
urgentemente.”
“En esta etapa él ya tiene curiosidad. ¿Qué pasa? Te pregunta cauteloso. En realidad, bastantes
cosas, le dices. Acabas de pasar un tiempo alrededor, haciendo una lectura rutinaria de amianto
¿Y adivina qué? El nivel es tan alto que Chernobyl a su lado parece un spa. El dueño de la
propiedad tiene que ser avisado inmediatamente. Hay que hacer una revisión estructural. Quién
viva en esta dirección tiene que irse inmediatamente hasta que el municipio dé el visto bueno.”
“Eso debería arreglarlo. Con un poco de suerte antes de que digas “muerte lenta y tortuosa de
cáncer de pulmón” el gilipollas se habrá ido.”
La solución elegante, aunque poco ortodoxa, de Jamie al problema de Don y Fran con el inquilino
ciertamente me dejó sin palabras.
La idea de echar al tipo fuera tan rápido para dejarlo sin casa y en la calle simplemente no se me
había ocurrido. Y sin embargo, como Jamie muy bien ha señalado, hay momentos en la vida
cuando se trata de un caso de la “opción menos mala”. Curiosamente, sostiene que en realidad es
lo que hay que hacer.
“¿Por qué no echar al bastardo?” pregunta “Quiero decir. Hablas de hacer “lo correcto”. Pero ¿Qué
es peor desde una perspectiva moral? ¿Darle una paliza a quien se lo merece o dársela a alguien
que no? Si eres boxeador haces todo lo posible por acabar con el otro cuanto antes ¿No? ¿Así que
por qué está la gente preparada para aguantar la crueldad en el deporte y no en la vida diaria?
¿Cuál es la diferencia?”
Sonrisas ganadoras
La solución al problema con el inquilino de Don y Fran conlleva subtonos de crueldad. Sin
embargo, como la calificación inicial de Danny del dilema muy claramente demuestra -”Asumo que
no estamos hablando de violencia ¿Verdad?”- la crueldad no tiene que ser visible. La daga de puro
y duro interés propio puede ser ocultada, más hábilmente, bajo un manto benevolente de encanto
opaco, ofuscador.
La capacidad para caer bien de los psicópatas está, no hace falta decirlo, bien documentada. Así
como su habilidad para concentrarse en “realizar el trabajo”. Es una combinación poderosa e
inteligente.
Leslie, otro paciente, se ha unido a nosotros y tiene una perspectiva interesante sobre el encanto:
“La capacidad de desplegar una alfombra roja para los que no puedes soportar a fin de acelerar
sus pasos, de la forma más fácil y eficiente posible, en la dirección que quieres que sigan.”
Con sus cabellos rubios peinados e impecable acento, parece y suena como un experto. También
tiene una opinión sobre la concentración, sobre todo cuando se trata de conseguir lo que quieres.
Leslie se dio cuenta desde una edad muy temprana de que lo que pasaba en su cabeza obedecía
a un conjunto diferente de principios operativos que los de la mayoría.
“Cuando yo era un niño en el colegio, yo tendía a evitar peleas”, me dice. “Ya ves, me di cuenta
muy pronto de que, en realidad, la razón por la cual las personas no se salen con la suya es que a
menudo no saben a dónde quieren llegar. Se dejan llevar por el momento y se desvían
temporalmente.”
“Jamie estaba hablando de boxeo hace un minuto. Bueno, una vez escuché una gran cita de uno
de los mejores entrenadores. Dijo que si subes al ring empeñado en golpear muy fuerte al otro, es
probable que fracases. Pero si te concentras en ganar la pelea, simplemente haciendo tu trabajo,
podrías noquearle de un golpe de todos modos.“
El triunvirato de encanto, concentración y crueldad pueden predisponer a alguien para el éxito en la
vida a largo plazo. Fíjate en Steve Jobs. Jobs, comentó el periodista John Arlidge poco después de
la muerte del CEO de Apple en 2011, logró su estado líder de la secta “no sólo por ser decidido,
motivado, concentrado… perfeccionista, intransigente y obstinado.” Además, señaló Arlidge, tenía
carisma. Él, como el escritor Walt Mossberg ha revelado, colocaba una tela sobre un producto -una
creación original puesta en una mesa brillante de una sala de juntas- y la desvelaba con una
floritura.
Apple no es el mayor innovador en tecnología del mundo. Está lejos de serlo. No fue la primera
empresa en introducir un ordenador personal (IBM), ni la primera en introducir un smartphone
(Nokia). Lo que Jobs puso sobre la mesa fue estilo. Sofisticación. Y el intemporal encanto
tecnológico.
Los contratiempos de Apple en el camino a la dominación del mundo sirven como un recordatorio
contundente de las dificultades y los obstáculos que nos esperan a todos nosotros en la vida.
Todos, en algún momento u otro, dejamos a alguien en el suelo, por así decirlo, y hay una buena
posibilidad de que ese alguien, hoy, mañana o en algún momento, seas tú.
Acero neuronal
Los psicópatas, por si Jamie y los chicos aún tienen que desengañarte, no tienen problema en
facilitarle a los otros relaciones con el suelo. Pero también son muy útiles cuando se encuentran en
el lado receptor. Y ese interior de acero neuronal, la indiferencia tan inestimable en la cara de las
desgracias de la vida, es algo que a todos nosotros, tal vez, podría venirnos bien.
Los estudios sobre psicópatas incluso han revelado algo identificativo en el cerebro de esta
indiferencia con respecto a los contratiempos. El antropólogo James Rilling, de la Emory University
y sus colegas escanearon los cerebros de las personas de alta puntuación en psicopatía después
de que experimentasen un intento de cooperar no correspondido. Los científicos descubrieron que,
en comparación con los “más agradables”, equilibrados participantes, los psicópatas mostraron una
actividad significativamente reducida en el núcleo de emoción del cerebro, la amígdala. Esta
disminución de la actividad, que sugiere una reacción emocional silenciada, se podría considerar
una marca neuronal de “poner la otra mejilla”, una respuesta que a veces puede manifestarse en
formas bastante inusuales.
“Cuando éramos jóvenes”, Jamie interviene, “teníamos una competición. A ver quién se lleva más
rechazos en una noche de fiesta. Ya sabes, de chicas. El que conseguía más al acabar la noche,
no pagaría la siguiente noche de fiesta.”
“Por supuesto, te interesaba acumular cuantos más mejor ¿No? ¿Una noche de juerga con todo
cubierto por tus amigos? ¡Para mí! Pero lo gracioso era que cuando empezabas a recibir unos
cuantos, cada vez costaba más. Tan pronto como te das cuenta de que los rechazos no te afectan,
te empiezas a poner chulo. Te haces el fantasma. Las chicas empiezan a hacerte caso.”
La urgencia de sentirse bien
La fuerza mental y la audacia a menudo van de la mano. Por supuesto, para muchos de nosotros,
simples mortales, la falta de miedo puede parecer bastante extraña. Pero Leslie explica la razón de
ser de este estado y cómo lo mantiene. “Lo que pasa con el miedo, o la manera en que yo entiendo
el miedo, supongo, porque para ser honesto no creo que jamás lo haya sentido realmente, es que
la mayoría de las veces es completamente injustificado de todos modos. ¿Cómo es eso que dicen?
El noventa y nueve por ciento de las cosas que preocupan a la gente no suceden nunca. Entonces,
¿Para qué?”
“El problema es que la gente pasa demasiado tiempo pensando en lo que pueda suceder, lo que
puede ir mal, perdiendo completamente la perspectiva del presente. Omiten el hecho de que en
realidad, ahora mismo, todo está bien.”
“Así que el truco, cuando esto sea posible, es parar tu cerebro cuando este va por delante de ti.”
La aprobación de Leslie de los principios y prácticas de lo que puede ser descrito de otra forma
como atención es típica de los psicópatas.
La propensión rapaz a vivir el momento de los psicópatas, “pasar del mañana e ir hoy de viaje de
placer” (como dice Larry caprichosamente), está bien documentada y a veces puede ser
estupendamente beneficiosa. De hecho, anclar los pensamientos inquebrantablemente en el
presente es una disciplina que la iluminación espiritual y la psicopatía tienen en común.
El psicólogo clínico Mark Williams, de la Universidad de Oxford, por ejemplo, incorpora este
principio de concentración en su programa de tratamiento basado en la atención cognitivo-
conductual para los que sufren de ansiedad y depresión.
“Sentirse bien es una urgencia para mí”, comenta Danny mientas marca su cuarto gol con el
Chelsea en la Wii. Vivir en el momento, para él y para muchos psicópatas, adquiere una especie de
urgencia. “Me gusta subir a la montaña rusa de la vida, girar la rueda de la ruleta de la fortuna
hasta las consecuencias finales”.
El deseo de sentirse bien aquí y ahora, menospreciando el futuro, puede ser llevado al extremo,
por supuesto. Pero es un objetivo que quizás podríamos integrar un poco más en nuestras vidas.
“¿Todo bien?” Mi guía le pregunta mientras volvemos de nuevo a los suburbios psicología clínica.
Sonrío.

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