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Las oportunidades son casi siempre aprovechadas por las organizaciones con el fin de
mejorar su posición en el mercado, obtener mayores beneficios, eliminar competencia del
mercado o expandirse y aumentar su cuota de mercado, entre otros. En cambio, las
amenazas, siempre están presentes, pueden surgir del entorno o desde dentro de la
propia organización.
La gran diferencia entre ambos conceptos es muy simple: intencionalidad. Cuando por
parte de la persona no existe intencionalidad o ánimo de ocultación, se denomina error,
aunque de la misma manera que en el fraude, el error puede ocasionar daños a la
organización.
Cuando existe intencionalidad, se llama fraude y se define como un, engaño económico
con la intención de conseguir un beneficio, y con el cual alguien queda perjudicado.
Actualmente en la literatura sobre este tema, se identifican el triángulo del fraude donde
quedan explicados los tres motivos que llevan al fraude:
→ Incentivos o elementos de presión. Es la motivación del individuo a cometer el fraude.
→ Oportunidad. Está relacionado con la posibilidad de esa persona que pueda ejercer el
fraude. Suele estar asociado a la posición que ocupe en la organización. Por ejemplo, una
persona que ocupe un puesto en un área de riesgo con escasos controles.
Según la “Encuesta sobre fraude y delito económico 2016” realizada por PwC, el triángulo
del fraude se compone en España de la siguiente manera: incentivo (28%), oportunidad
(59%) y actitud (7%).
¿Qué condiciones deberán cumplir los modelos de gestión? Según el apartado 5, del
artículo 31 bis del Código Penal:
1.º Identificarán las actividades en cuyo ámbito puedan ser cometidos los delitos que
deben ser prevenidos.
6.º Realizarán una verificación periódica del modelo y de su eventual modificación cuando
se pongan de manifiesto infracciones relevantes de sus disposiciones, o cuando se
produzcan cambios en la organización, en la estructura de control o en la actividad
desarrollada que los hagan necesarios.
Y, por otro lado, la detección. En este caso, el daño ya está hecho, pero ¿cómo lo
detectan las empresas?
Dependiendo del tipo de fraude que se cometa habrá diferentes métodos: por accidente,
investigación, canal de denuncias, auditoría interna y externa, análisis de datos, etc.
Estos métodos son controles operados por las compañías de manera “oculta”, es decir,
los empleados, no son conscientes de que existen. A nivel de España, los métodos más
eficaces en la detección del fraude son el canal de denuncias anónimo y la actividad de
auditoría interna.
4. Conclusiones
Es necesario que las empresas estén volcadas en la detección y prevención del fraude,
aunque en muchas ocasiones es difícil evitar los riesgos totalmente. La empresa debe
decidir qué riesgos está dispuesta a asumir y planificar, implantar y verificar los controles
necesarios de los riesgos no asumibles.