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“La Orden Martinista, de la que fue renovador y Gran Maestro el Dr. Gerard Encausse
(Papus), considerando que las enseñanzas de Martínez de Pasqually y Luís Claudio de
Saint Martín no podían ser patrimonio de unos pocos elegidos, creó en vida de Papus el
llamado
MARTINISMO LIBRE,
Orden abierta a hombres y mujeres”
“La Orden Martinista en el Perú fue fundada por el S I I Carlos E. Cornejo López,
en Lima, con el Círculo "Acanto" N° 19, el 4 de noviembre de 1962. El S I I
Cornejo recibió en Chile la iniciación Martinista del S I I Nicolás Rogalev Girs
(Nabusar), el 24 de abril de 1963, recibiendo al mismo tiempo los poderes de Iniciador
y como tal, fundó el Grupo "Lucian Chamuel" N° 37, el 5 de febrero de 1964”
"Solo el que es digno y que está versado en la historia del hermetismo, de sus doctrinas,
de sus rituales, de sus ceremonias y de sus jeroglíficos, podrá penetrar el secreto, y
conocer el significado real del reducido número de símbolos para la meditación del
Hombre de Deseo."
Este texto es una de las mejores introducciones al pensamiento de Louis- Claude de
Saint-Martin. Resume en una síntesis notable los principales ideas fundamentales de su
sistema teosófico. Fue publicado por primera vez en 1782, o sea siete años después de "de los
Errores y de la Verdad", y en la primera mitad de la carrera literaria del Filósofo
desconocido.
Cuadro Natural De Los Relaciones Que Existen Entre Dios, El Hombre Y El Universo ‐ Louis Claude de Saint‐Martin
La Libertad
Como en el principio, la libertad es la verdadera fuente de determinación, es esa
facultad que está en nosotros de seguir la ley, que nos es impuesta, o de actuar en oposición a
esta ley; es finalmente la facultad de permanecer fiel a la luz que sin cesar se nos presenta.
Esta libertad se manifiesta al principio en el hombre, de la misma forma que cuando se hace
esclavo de las influencias a su ley. Entonces se le ve aún, antes de su determinación,
comparar entre ellas los distintos impulsos que le dominan, oponer sus prácticas y sus
pasiones las unas a los otras y elegir finalmente la que es más atractiva para él.
Considerada como efecto, la libertad se dirige solamente después de la ley otorgada a
nuestra naturaleza intelectual; entonces, ella supone la independencia, la exención completa
de toda acción, fuerza o influencia contraria a esta ley, exención que pocos hombres
conocieron. Bajo este punto de vista, en que el hombre no admita ningún otro motivo de su
ley, todas sus determinaciones, todos sus actos son el efecto de esta ley que los guía, y es
solamente entonces que él es realmente libre, no será nunca desviado por ningún impulso
extraño de lo que le conviene a su ser.
Dios
En cuanto al ser del principio, esta fuerza pensante universal, superior al hombre, la
cual no podemos superar ni evitar la acción, y donde la existencia está demostrada por el
estado pasivo donde nosotros somos lo opuesto a ella, relativo a nuestros pensamientos, este
último Principio tiene también una libertad que difiere esencialmente de los otros seres; ya
que siendo el mismo su propia ley, no puede nunca apartarse y su libertad no es expuesta a
ningún obstáculo u impulso extraño. Así pues, él no es esa facultad funesta por la que el
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Cuadro Natural De Los Relaciones Que Existen Entre Dios, El Hombre Y El Universo ‐ Louis Claude de Saint‐Martin
La Naturaleza
El Universo no puede influir sobre los facultades activas y creadoras a las cuales debe
la existencia, y no hay relación más directa y más necesaria con Dios, a quién pertenecen
estas facultades, que nuestras obras materiales tienen con nosotros. El Universo es, por decirlo
así, un ser aparte; es extraño a la divinidad, aunque no le es ni desconocido, ni indiferente...
No tiene la esencia divina, aunque Dios se ocupa de su cuidado, su manutención y su
gobierno. Así no participa de la perfección, que sabemos pertenece a la Divinidad; no forma
unidad con Él; por lo tanto no está incluido en la simplicidad de las leyes esenciales y
particulares de la Naturaleza Divina.
Por eso se percibe por todas partes en el Universo los caracteres del desorden y de la
deformidad; este es un montaje violento de simpatías y de antipatías, de similitudes y
diferencias, que fuerzan a los seres a vivir en una continua agitación, para acercarse a lo que
les conviene, y para huir lo que les es contrario: tendiendo sin cesar a un estado más tranquilo,
tendiendo a la unidad de donde todo salió.
La imperfección atada a las cosas temporales, prueba que no son ni iguales ni
coeternas con Dios, y demuestra al mismo tiempo que no pueden ser permanentes como Él:
ya que sus naturalezas imperfectas no tienen la esencia de Dios, a la cual solamente pertenece
la perfección y la Vida, debe poder perder la vida o el movimiento que ha podido recibir:
porque el verdadero derecho que Dios hace de no cesar de ser, es el de no tener que comenzar.
En orden intelectual, es lo superior que nutre lo inferior; es el principio de toda
existencia que mantiene en todos los seres la vida que les ha donado; es la fuente primera de
la verdad, que el hombre intelectual recoge diariamente en sus pensamientos y la luz que le
ilumina. Ahora bien este principio superior no aguarda a su vida, ni es el sostén de ninguna de
sus producciones, recibiendo todo de él mismo, nunca le da albergue a la privación, la
escasez y la muerte.
Al contrario, dentro de todas las clases del orden físico, es lo inferior que nutre y
alimenta lo superior Es esta la imagen más sorprendente de su impotencia y la prueba más
certera de la necesidad de su destrucción; ya que no pudiendo conservar su virtud generatriz y
su existencia, sino por la ayuda de sus propias producciones, no sabría la creencia de lo
imperecedero, sin su reconocimiento, como en Dios, la facultad esencial y sin límites de
engendrar; y entonces no vería en ella ni esterilidad, ni sequedad.
En el principio supremo, que ha ordenado la producción de este Universo, y que
mantiene la existencia, todo es esencialmente orden, paz, armonía; así no se debe asignar
jamás la confusión que reina en todas las partes de nuestra tenebrosa morada; y ese desorden
no puede ser más que el efecto de una causa inferior y corrompida que no puede actuar si no
está separada y fuera del Principio del bien: ya que es aún más cierto que ella es nula e
impotente, con relación a la Causa primera Es imposible que estas dos Causas existan fuera de
la clase de las cosas temporales. Desde que la Causa inferior cesa de estar conforme a la ley
de la Causa superior, perdió toda unión y toda comunicación con ella; porque en tal caso la
causa superior, Principio eterno del orden y de la armonía, ha dejado la causa inferior, opuesta
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Cuadro Natural De Los Relaciones Que Existen Entre Dios, El Hombre Y El Universo ‐ Louis Claude de Saint‐Martin
a su unidad, caída por ella misma en la oscuridad de su corrupción, como nos deja todos los
días perder voluntariamente la extensión de nuestras facultades, y estrecharlas, por nuestros
propios actos, en los terminales de los afectos más viles, en el punto de nosotros más alejado
de los objetos que convienen a nuestra naturaleza.
La materia, el mal
Así pues, lejos de que el nacimiento del mal y la creación limitada, en la que ella ha
sido contenida, han producido, en el orden verdadero, un mayor conjunto de cosas y adición a
la inmensidad, no ha hecho más que particularizar, lo que por esencia debía ser general; que
dividir acciones que debían estar unidas; que contener en un punto lo que tenía que ser
separado de la universalidad, y debía circular sin cesar en toda la economía de los seres; que
sensibilizar finalmente bajo formas materiales lo que existía ya en principio inmaterial: ya
que, si pudiéramos analizar el Universo e imprimir sus envolturas groseras, encontraríamos
los gérmenes y las fibras de principios dispuestas en el mismo orden en donde vemos que son
sus frutos y sus producciones; y este Universo invisible sería así distinto a nuestra inteligencia
como el Universo material lo es a los ojos de nuestro cuerpo. Esto es en donde los
Observadores están extraviados, al confundir el Universo invisible y el Universo visible, y
anunciar al último, como siendo fijo y verdadero, lo que aparta al Universo invisible y
principio.
Es así como la causa inferior tuvo por límites la defensa sensible e insuperable de la
acción invisible vivificante y pura del gran Principio, delante de la que toda corrupción ve
aniquilada en sus esfuerzos. Esta causa inferior, ejerce su acción en el espacio tenebroso
donde ella está reducida, todo aquí está contenido con ella sin excepción, debe ser expuesta a
sus ataques: y que ella no puede nada sobre la esencia del Universo, puede combatir a los
Agentes, poner obstáculo al resultado de sus actos, e insinuar su acción desarreglada en los
menores trastornos de los seres particulares, para aumentar aún más el desorden.
¿Cómo la Causa inferior puede estar opuesta a la Causa superior? o ¿cómo el principio
inteligible puede producir algo que se va a oponer a él mismo?
Para comprender eso, vamos a buscar cómo es que el mal puede existir en presencia de
los fenómenos materiales. El ser creador produce sin cesar los seres fuera de él, como los
principios de los cuerpos producen sin cesar fuera de ellos en sus acciones. No se produce
nunca los montajes puesto que él es Uno, simple en su esencia. Por consecuencia, si, entre las
producciones de este primer Principio, en este que se puede corromper, no pueden al menos
disolverse ni aniquilarse, como las producciones corporales y de compuestos.
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Cuadro Natural De Los Relaciones Que Existen Entre Dios, El Hombre Y El Universo ‐ Louis Claude de Saint‐Martin
producciones materiales: puesto que la ley contraria, que actúa sobre ellas, no puede actuar
sobre los seres simples.
La corrupción
¿A quién esta corrupción debe pues ser atribuida? Ya que las producciones ya sean
materiales o inmateriales, empujando la vida en una fuente pura, cada una según su clase,
sería injuriar el principio, al admitir la menor mancha en su esencia. De la diferencia extrema
que existe entre las producciones inmateriales y las producciones materiales, el resultado es
que ellas allí son pasivas, puesto que no son compuestas, no son no los agentes de su
corrupción; no pueden pues ser el sujeto, puesto que el desorden viene necesariamente del
exterior.
Al contrario, las producciones inmateriales, en calidad de seres simples, y en su estado
primitivo y puro, no pueden recibir ni desorden, ni mutilación, por ninguna fuerza externa;
puesto que nada de ellas está expuesto y que ellas contienen toda su existencia y todo su ser
en ellas mismas, como formando cada una su unidad: de donde el resultado que si esta se
llega a corromper, no solamente ellas no han de estar sujetas a su corrupción, sino también
ellas no han de ser el órgano y los agentes: ya que es del todo imposible que la corrupción les
dirija; puesto que ningún ser las podía haber tomado sobre ellas; ni desarreglar su ley.
¿Un ser que se acerca y que goza de la vista de las virtudes del soberano Principio,
puede encontrar un motivo preponderantemente opuesto a las delicias de este sublime
espectáculo? Si él aparta los ojos de este gran propósito, o si él refiriéndose a estas
producciones puras del infinito, busca, en la contemplación, un motivo falso y contrario a sus
leyes, pueden encontrarlo fuera de sí mismo, puesto que este motivo es el mal, y que este mal
no existe en ninguna parte para él antes de que este pensamiento criminal les haya hecho
nada, como nula producción existe antes de su Principio generador.
El Principio divino no contribuye ni al mal ni al desorden que pueden nacer entre sus
producciones porque él es la pureza misma: siendo simple y siendo la ley de su propia esencia
y de todas sus obras, es imposible toda acción ajena. El desorden y la corrupción no se
extienden sobre los Principios primeros.
Aunque los seres libres son distintos del gran Principio, pueden apartarse de las
influencias intelectuales que descienden continuamente sobre ellos; aunque estas influencias
intelectuales reciben quizá en sus cursos alguna contracción que desvíe los efectos, el que les
envía estos presentes saludables no cierra nunca su mano benefactora. Tiene siempre la
misma actividad. Es siempre igualmente fuerte, igualmente potente, igualmente puro,
igualmente impasible hacia los extravíos de sus producciones libres, que pueden hundirse
ellas mismas en el crimen, y parir el mal por los únicos derechos de su voluntad. Sería pues
absurdo admitir alguna participación de lo divino en el desorden de los seres libres, y de lo
que resulta en el Universo; en una palabra, Dios y el mal no pueden nunca tener la menor
relación.
Serían también pocos los fundamentos que asignarían el mal a otros seres materiales,
puesto que no pueden nada por ellos mismos, y toda su acción viene de su principio
individual, el cual es todavía dirigido o reaccionado por una fuerza separada de él. Ahora
bien, tenemos tres clases de seres: Dios, los seres intelectuales y la Naturaleza física: si no se
puede encontrar el origen del mal en el primero, que es exclusivamente la fuente de muy bien;
ni en el último, que no es ni libre, ni pensante; y que sin embargo la existencia del mal es
innegable; es necesariamente forzoso atribuir al hombre, o a todo otro ser, teniéndolos como
un rango intermediario.
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Cuadro Natural De Los Relaciones Que Existen Entre Dios, El Hombre Y El Universo ‐ Louis Claude de Saint‐Martin
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Cuadro Natural De Los Relaciones Que Existen Entre Dios, El Hombre Y El Universo ‐ Louis Claude de Saint‐Martin
La ley de tendencia a la Unidad se aplica a todas las clases y a todos los seres, el resultado del
menor de los individuos es la misma que la meta dentro de su especie: es decir, que los principios
universales, generales y particulares se manifiestan cada uno en las producciones que a ellos le son
propios, con el fin de volver por sus virtudes visibles a los seres distintos de ellos, que estando
destinados a recibir la comunicación y las ayudas de estas virtudes, no lo podrían sin este medio.
Así pues, todas las producciones, todos los individuos de la Creación general y particular, no
son más, cada uno en su especie, que la expresión visible, el cuadro representativo de las propiedades
del principio sea general, sea particular que actúa en ellos. Deben llevar todos en ellos las marcas
evidentes de este principio que los constituye. Deben anunciar claramente la clase y las virtudes, por
las acciones y los hechos que ellos operan. En una palabra, deben en la señal característica, y, por así
decir, la imagen sensible y viviente
.
El error de las teorías evolucionistas
Las teorías evolucionistas que suponen la naturaleza de cosas perfectibles que pueden
sucesivamente llevar las clases y los especies de las más inferiores a los primeros rangos de
elevación en la cadena de los seres. Esta conjetura es dicha por error ya que todo está
regulado, todo está determinado dentro de las especies, e igual forma en los individuos. Hay
por todo lo que existe una ley fija, un número inmutable, un carácter indeleble, como el del
ser principio quien preside las leyes, todos los números, todos los caracteres. Cada clase, cada
familia tiene su barrera cuya nula fuerza podrá jamás cruzar.
Si la existencia de todas las producciones de la Naturaleza no tuviera un carácter fijo,
¿cómo se podría reconocer el objeto y las propiedades? ¿Cómo se cumplirían las intenciones
del gran Principio que, al desplegar esta Naturaleza a los ojos de los seres separados de él,
quiso presentarles los índices estables y regulares, por los cuales pudieran restablecer con él
su correspondencia y sus relaciones? Si estos índices materiales fueran variables; si su ley, su
marcha, su forma misma no fuera determinada, la obra de este Pintor no sería más que un
cuadro sucesivo de objetos confusos, sobre los que la inteligencia no encontraría descanso, y
que no podría nunca mostrar el objetivo del gran ser. Finalmente este mismo gran ser
anunciaría la impotencia y la debilidad, en que sería propuesto un plan que él no podría
cumplir.
Cada producción de la Naturaleza tiene su carácter determinado; esto es solamente por
que ella puede ser la expresión evidente su principio; a su sola vista, un ojo ejercitado debe
poder decidir de qué agente tal producción manifiesta las facultades. El hombre no puede pues
existir también sino por esta ley general.
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Cuadro Natural De Los Relaciones Que Existen Entre Dios, El Hombre Y El Universo ‐ Louis Claude de Saint‐Martin
el mismo objeto; casi al mismo tiempo seduce y se hastía. Bien más, huye a veces lo que a él
le agrada; se acerca a lo que le repugna; va delante de los males, de los dolores y de la muerte.
Así se puede decir que en sus tinieblas, como en su luz, el hombre manifiesta un principio
total a hacer distinto de él lo que opera y que mantiene el juego de sus órganos.
Esta es un desprecio imperdonable de concluir los diferentes ejemplos particulares, de
una ley general para la especie humana. El hombre tiene en sí los gérmenes de todas las
virtudes; están todos en su naturaleza, aunque él los manifiesta parcialmente, de lo que sigue a
menudo, en el momento que él parece desconocer las virtudes naturales, no hace más que
sustituir las unas con las otras.
Si es verdad que el hombre no tiene una sola idea de él; y que sin embargo la idea de
tal poder y de tal luz sea, por así decirlo, universal, todo puede ser degradado en la ciencia y
la marcha tenebrosa de los hombres, pero todo no es falso. Esto anuncia pues que hay en ellos
alguna analogía, algunas relaciones con la acción suprema, y algunos vestigios de sus propios
derechos; como hemos de encontrar en la inteligencia humana, las relaciones evidentes con la
inteligencia infinita y con sus virtudes.
Si cada uno de los seres de la Naturaleza es la expresión de virtudes temporales de la
sabiduría, el hombre es la señal o la expresión visible de la Divinidad misma; de lo contrario
si la semejanza no es perfecta, el modelo podría ser desconocido.
La palabra y la escritura
Los sonidos y los caracteres alfabéticos, que sirven de instrumentos fundamentales a
todos las palabras que empleamos para manifestar nuestras ideas, deben sostenerse en estos
signos y sonidos primitivos que les sirven de base; y esta verdad profunda nos es trazada
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La emanación
La emanación divina debe ser incluida en tanto que el Principio creador no aprobó ni
separación, ni división, ni ninguna alteración dentro de su esencia. Para comprender bien este
término, procederemos por analogía. Cuando produzco exteriormente algún acto intelectual,
cuando comunico a uno de mis semejantes el más profundo de mis pensamientos, este móvil
que llevo en mi ser, que va a hacerme actuar puedo darle una virtud: este móvil, aunque salido
de mi, el que siendo, por decirlo así, un extracto de mi mismo y de mi propia imagen, no me
priva de la facultad de producir similares. Yo tengo siempre en mi el mismo germen de
pensamientos, la misma voluntad, la misma acción; y sin embargo yo he de algún modo
conferido una nueva vida a este hombre, comunicándole una idea, una potencia que no tenía
nada para él, antes de que yo lo hiciera en su favor, la especie de emanación que soy
susceptible. Nosotros acordándonos no obstante, que no hay más que un solo Autor y creador
de todas las cosas, se verá porqué sólo comunico atisbos pasajeros; en lugar de que este Autor
universal comunica la existencia, y la vida imperecedera.
Pero, si en la operación que me es común con todos los hombres, se sabe
evidentemente que la emanación de mis pensamientos, voluntades y acciones, no alterarán en
nada mi esencia; según la más fuerte razón la vida divina puede comunicarse por las
emanaciones: puede producir sin número y sin final, los signos y las expresiones de ella
misma, y nunca cesar de ser el hogar de la vida.
La reminiscencia
Si somos emanaciones de una fuente universal de verdad, ninguna verdad nos debe
parecer nueva y recíprocamente, si ninguna verdad nos parece nueva, aunque no percibimos el
recuerdo o la representación de lo que está oculto en nosotros, debemos haber nacido en la
fuente universal de la verdad.
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hace toda oposición a esa que él venía a dejar. Fue necesario esta región nueva para la
multiplicación de sus leyes y de sus acciones, le mostró aparentemente otra unidad que la de
los seres simples, y de otra verdad que la suya.. Por último, fue necesario que el nuevo apoyo
sobre el cual está descansando, le presentó un cuadro ficticio de todas las facultades, de todos
las propiedades de este ser simple, y sin embargo no ser ninguno
Los números 4 y 9
El hombre está perdido yendo de cuatro a nueve; es decir, que él ha quitado el centro
de las verdades fijas y positivas, que se encuentran en el número cuatro como siendo la fuente
y la correspondencia de todo lo que existe; como es todavía, en nuestra degradación, el
número universal de nuestras medidas, y de la marcha de los Astros.
El hombre está unido al número nueve de las cosas pasajeras y sensibles, donde la
nada y la vida están escritas sobre la forma circular o novenario, que le es asignada, y que
tiene al hombre como en el prestigio.
La muerte
Las cosas corporales y sensibles no son nada para el ser intelectual del hombre, se ve
cómo deben apreciarse a esa que llama la muerte, y cuya impresión puede producir sobre el
hombre sensible, quién no es identificado con las ilusiones de estas sustancias corruptibles.
Ya que el cuerpo del hombre, aunque verdad para los otros cuerpos, no es, como para ellos,
ninguna realidad para la inteligencia, y la pena debido a ella se percibe en que se separa: en
efecto como lo deja, no deja más que una apariencia, o para decirlo mejor, no deja nada.
Al contrario, todo nos anuncia que debe ganar más que perder; ya que, con un poco de
atención, nosotros no podemos penetrar por respeto por los que su ley libera estos obstáculos
corporales, puesto que entonces hay una ilusión de menos entre ellos y la verdad.
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para sufrir la privación de la luz que habríamos dejado escapar, si podemos recobrar
plenamente esta luz, no estaríamos más en privación y por consecuencia no estaríamos más
en este bajo Mundo.
La luz
Las leyes de la luz elemental son similares a las leyes de la luz intelectual. Además
de la necesidad de un Principio primordial y generador, hace a uno y al otro base, una
reacción y una clase de seres susceptibles de ser los términos y participar de sus efectos: lo
que anuncia que la luz sensible y la luz intelectual no activan, no proceden y no manifiestan
sino que por un cuaternario.
Hay seres inteligentes que están totalmente separados de la luz intelectual, no pueden
allí estar más separados, más que no participan sino por sus efectos exteriores; allí tienen que
recibir interiormente los rayos, más están en una ignorancia absoluta de las vías por las cuáles
se propagan; allí no están pues los que son admitidos en su consejo, o donde la misma ciencia
de ellos de donde todo desciende, que puede recuperar este conocimiento primitivo, porque no
hay de donde ellos puedan recibir la luz, verla, gozarla y comprender finalmente que es donde
se despliegan con una eficacia superior todos los poderes del gran cuaternario porque en esta
clase suprema residen todos los tipos de los cuatro puntos cardinales del mundo elemental.
El hombre no ha sabido conservar este sublime goce el que fue su atributo antes, quiso
transponer el orden de estos cuatro puntos fundamentales de toda luz y toda verdad ; ahora
bien transponerlos, es confundirlos, y confundirlos, es perderlos y privarse de ellos.
El tiempo
El hombre, por una consecuencia de la corrupción de su voluntad hacia las cosas
mixtas de la región aparente y relativa, está sujeto a la acción los diferentes principios que lo
constituyen, y la de los diferentes agentes propios para sostenerlos, y para presidir en la
defensa de su ley: y estas cosas mixtas se producen sólo por sus montajes de fenómenos
temporales, lentos y sucesivos, en el resultado que el tiempo es el primordial instrumento de
los sufrimientos del hombre, y el poderoso obstáculo que lo tiene alejado de su Principio: el
tiempo es el veneno que le corroe, mientras que esto era lo que debía purificar y disolver el
tiempo: el tiempo finalmente, o la región que sirve de prisión al hombre, es similar al agua
donde está el poder de todo desorden, de alterar más o menos rápido la forma de todos los
cuerpos, y en que no se puede hundir los que están sin y son privados de la decimonona parte
de su peso; fenómeno que según cálculos íntegros representan a nuestra naturaleza, nuestra
verdadera degradación.
En efecto, el tiempo no es más que el intervalo de dos acciones: esa que es una
contracción y la que es una suspensión en la acción de las facultades de un ser. Por ello, cada
año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora, cada momento, el principio superior quita y
devuelve las potencias a los seres, y esta es la alternancia que forma el tiempo.
La extensión prueba igualmente esta alternativa, ella está sujeta a la misma progresión
que el tiempo: lo que supone que el tiempo y el espacio son proporcionales.
La acción del hombre siendo extraña a esta región terrestre, esta acción es
perpetuamente suspendida y divisada en él. Él no puede dudar que la verdadera acción del
hombre nunca es hecha por un ser sujeto de la región sensible; puesto que la luz hizo progreso
para comunicarse con él, una medida en que la acción sensible la abandonó y que él la ha
despojado; y puesto que lejos él debe atender todos sus sentidos, él no tiene nada cuando
están calmos y en una especie de nada para su inteligencia. Percibiendo tanto la belleza en las
producciones de los seres físicos, cuya ley no es jamás desordenada, podemos pues formarnos
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una idea de las maravillas que el hombre haría eclosionar en él, si él siguiera la ley de su
verdadera naturaleza, y que la imagen de la mano que ha formado, él se esfuerza, en todas las
circunstancias de su vida, de ser más grande de lo que él ha hecho.
Su ser intelectual llegaría al último término de su carrera temporal, con la misma
pureza que tenía al comenzar el curso. Se lo vería en la vejez unir los frutos de la experiencia
con la inocencia de su primera edad. Todos los pasos de su vida habrían hecho descubrir, en
él la luz, la ciencia, la simplicidad, el candor, porque todas estas cosas son de su esencia. Por
último, el germen que le anima sería extendido, sin alterarlo; y volvería a entrar con la calma
de la virtud, en la mano que le forma, porque en él se representa sin ninguna alteración, el
mismo carácter y el mismo sello que había reunido, reconocería aún su impresión y vería
siempre su imagen.
La cantidad de tiempo que el hombre debe sufrir para realizar su obra, es proporcional
a la cantidad de grados, bajo los cuales es descendido; ya que, cuanto más el punto de una
fuerza elevada es caído, cuanto más le es necesario el tiempo y el esfuerzo para remontar. El
hombre debe formarse, durante su periplo sobre tierra, un conjunto de luces y conocimientos
que abarcaban una suerte de unidad.
Pero el complemento de los verdaderos goces no puede ser obtenido ya que no nos
apartamos del orden terrestre: el hombre no puede asir más que un esbozo y representación de
estas luces.
"Que el hombre inteligente medite aquí sobre las leyes del Astro lunar, que nos
representa, bajo miles de caras, nuestra privación; que él examine porqué este Astro sólo nos
es visible durante sus días de materia; y porqué lo perdemos de vista al vigésimo octavo día
de su curso, después del cual se eleva igualmente sobre nuestro horizonte."
Todo se reúne para probar al hombre que después de haber recorrido laboriosamente
esta superficie, es necesario que él alcance los grados más fijos y más positivos, que tenga
más de analogía con las verdades simples y fundamentales donde el germen está en su
naturaleza. Por último, es necesario que a la muerte, realice el conocimiento de los objetos,
donde él no ha podido percibir más que la apariencia.
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violentamente sobre ella; y ésta no forma nunca una alianza con él, que ella no comienza por
una disolución, hay por eso varios grados de alianzas y de amalgamas."
Así pues, similares a estos glóbulos de aire y de fuego que se escapan de las
sustancias corporales en disolución, y que se elevan con mayor o menor velocidad; según el
grado de su pureza y la extensión de su acción; no podemos dudar que a su muerte, los
hombres que no han dejado su propia esencia con su vivienda terrestre, no se aproximan
rápidamente a su región natal, para brillar, como los Astros, de un esplendor resplandeciente;
que los que habrán hecho de cualquier mezcolanza de ellos mismos con las ilusiones de este
tenebroso permanecer, no cruzan con más lentitud el espacio que les separa de la región de la
vida; y que los que serán identificados con las deshonras de las cuales estamos rodeados, ni
permanecen enterrados en las tinieblas y en la obscuridad, hasta que la menor de estas
sustancias corruptas esté disuelta, y que haga detener con ella una corrupción que no puede
cesar en tanto no se terminen a si mismas.
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que lo estrechan para al día de hoy encerrado en una forma más opaca que el fluido sutil que
envolvía su propio germen.
Después que el hombre primitivo haya remontado este obstáculo, a él le resta un paso
muy considerable por hacer; es el de unir sucesivamente las fuerzas de los distintos
elementos que actúan dentro de su atmósfera; tal es asimismo la mácula del hombre particular
quien, después de haber sido admitido en la luz elemental, languidece aún mucho tiempo
antes de acostumbrar sus ojos a su resplandor, sus cuerpos a las impresiones del aire y sus
órganos a las diferentes leyes establecidas para las formas corporales. Lo mismo, que al
recibir el nacimiento, el hombre es considerado a tener que juntar en sí sus virtudes físicas y
particulares, con las que puede llegar a participar en las fuerzas universales de la atmósfera,
de las que se ha salido y que son exteriores a él; igual el hombre intelectual, liberado de su
primera prisión, y admitido con su forma material sobre la tierra debe trabajar para recuperar
sucesivamente sus propias fuerzas y sus propias virtudes intelectuales, con las cuales puede
tender a recuperar aquellas de las que ha estado separado por el crimen.
Pero lo que el hombre físico hizo de una manera pasiva y ciega en lo corporal, el
hombre intelectual debe hacerlo por los esfuerzos constantes y libres de su voluntad. El
hombre intelectual, que está reducido voluntariamente a una clase inferior y limitada, debe
generalizar su ser, y escuchar las virtudes hasta todas las extremidades de su recinto
particular, si él quiere alcanzar este recinto universal y sagrado del cual está proscrito.
Por último, la voluntad siendo hasta cierto punto la sangre del hombre intelectual y de
todo ser libre; siendo el agente por el cual solo pueden borrar en ellos y alrededor de ellos los
rastros del error y del crimen, la reactivación de la voluntad es la principal tarea de todos los
seres criminales: y realmente, esta es en si una gran obra, en que todas las potencias trabajan
desde el origen de las cosas, sin aún haber podido operarla en forma general.
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