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Morir, una estrategia reproductiva.

El caso más conocido de la dupla sexo-muerte en animales es el de la mantis religiosa, escena


que se ha popularizado mucho, aunque se encuentra algo exagerada. En las pocas especies de
mantis donde se conoce este comportamiento, se calcula que en menos de una cuarta parte
de las cópulas la hembra devora la cabeza y partes del cuerpo del macho. Las razones pueden
ser simples: tiene hambre o está irritada. Pero, curiosamente, visto desde la óptica de un
proceso reproductivo eficiente, el macho podría darse por bien servido (claro, si estuviera
consciente) porque los aminoácidos de su cuerpo se incorporarán a los huevos que ponga la
hembra que lo devoró. Misión cumplida: su ADN es más probable que se trasmita a la
siguiente generación por ser parte de los sagrados alimentos de su pareja. De eso se trataba,
¿no?

Este comportamiento de algunas mantis se conoce desde hace siglos, pero apenas en éste se
descubrió un extraño caso donde el sacrificado no es el macho, pues la hembra sin vida de una
rana del Amazonas, la Rhinella proboscidea, puede expulsar huevecillos por la presión de su
pareja para que sean fecundados, lo que se considera una estrategia reproductiva común y
eficiente, y no un caso incidental como se observa en las cópulas de otras especies con un
ejemplar muerto.

La hembra de R. proboscidae pierde la vida asfixiada mientras se presenta la lucha entre los
machos para copularla, lo que no indica un fracaso para reproducirse, como ya dijimos; es más,
varios investigadores especulan que es parte del éxito para fertilizar los ovocitos que son
expulsados por las cavidades abdominales. “La existencia de tal "estrategia necrófila funcional"
muestra que puede haber una posible selección a favor de los machos más fuertes y
persistentes”… a costa de la vida de la hembra.

En la imagen se aprecia el macho de R. proboscidae aprisionando el cuerpo inerte de su pareja


para que libere huevecillos.
Los caminos de la reproducción son insospechados.

Fuentes: Journal of Natural History, The Scientist, National Geographic

Segunda entrega: El velorio de una sonda espacial

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