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Fundamentación escénicas.

Susana Mayorga Cáceres ID 676718

Docente: Hugo Noel Santander

Ensayo sobre las artes escénicas siglo XX

NRC 23786

Corporación Universitaria Minuto de Dios

Licenciatura en Educación Artística

Febrero 20 de 2021

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Tabala de contenido
1. Titulo………………………………………………………………………2

1.1 Resumen…………………………………………………………………2

1.2 Palabras clave…………………………………………………………2

2. Introducción…………………………………………………………………4

3. Desarrollo…………………………………………………………………....6

4. Conclusiones………………………………………………………………..8

5. Referencias…………………………………………………………………..8

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Cambio en la humanidad.

Resumen: A pesar de que las vanguardias artísticas de principios de siglo constituyen

un grupo de movimientos heterogéneo coinciden en un ideal común: la ruptura del estatus del

arte en la sociedad burguesa. El desplazamiento del sujeto del centro del proceso creador y la

aparición de un nuevo sistema de representación basado en la perspectiva múltiple harán que

el cine se sitúe en el punto de mira de distintas propuestas rupturistas como el cubismo, el

futurismo o el dadaísmo. El objetivo del presente texto es destacar las aportaciones de los

movimientos de vanguardia emergentes durante las primeras décadas del siglo XX en la fragua

de conceptos teóricos capaces de dotar al cine de un estatus discursivo basado en la forma y la

construcción al que denominaremos exhibicionista, que se opone al de su consideración como

cine clásico supeditado a suceder a la literatura decimonónica en su misión narrativa.

Palabras claves: humanidad, cambios, miedo y comportamientos.

Introducción.

El arranque del siglo XX acoge un período en el que acontecen fuertes cambios

sociales, políticos y económicos, a la par que surgen potentes innovaciones científicas y

filosóficas. Paralelamente, la progresión apacible de las artes se trastoca de manera

súbita, y la adhesión hasta entonces incuestionable a las mismas es desafiada desde

todos los puntos de vista.

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En ese tiempo de cambio surge el cinematógrafo, un nuevo invento que en los

primeros años de su desarrollo no posee tradición alguna y se esfuerza en la búsqueda de

una forma modélica de discurso. Resulta sorprendente que, solo dos décadas después de

su nacimiento, la consideración de la naturaleza del cine más aceptada coincida con la

del modelo discursivo heredero de la novela decimonónica especializado en contar

historias y bautizado por historiadores e investigadores con el apellido clásico.

Las características del cine clásico se resumen en la especificidad narrativa

garantizada por la lógica causal que soporta su discurso gracias a las herramientas que

favorecen la continuidad cinematográfica –agrupadas bajo el concepto que asume el

galicismo rácord–. Su finalidad es contar una historia y favorecer la identificación del

espectador al sumergirle en la diégesis ficcional eliminando cualquier rastro que delate

que la narración que se despliega ante sus ojos es, en realidad, un artificio construido

para guiar su atención. Su apariencia formal se manifiesta, por tanto, paradójicamente,

en el ocultamiento de las huellas de la enunciación. Burch (1991) bautiza este modelo

discursivo con el nombre de Modo de Representación Institucional (M. R. I.) y analiza

sus características a partir de su gestación a lo largo del período correspondiente al cine

primitivo comprendido entre 1895 y 1927. La opción lingüística que describe constituye

la base del modelo del cine clásico hollywoodiense, definido de forma precisa por Benet

(1992) por el sometimiento de su dispositivo técnico y su retórica a la absoluta

funcionalidad narrativa de los significantes.

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Desarrollo

Las artes escénicas como el teatro, el circo, la danza, la ópera y otras de creación

más reciente, como la performance,

constituyen manifestaciones socioculturales y artísticas que se caracterizan tanto

por los procesos comunicativos singulares que

les son propios, como por el hecho de que se materializan en la escena a través

de la síntesis e integración de otras expresiones

artísticas, desde las literarias hasta las plásticas.

La teatralidad, como elemento diferencial del hecho escénico, presenta múltiples

formas y, así, se manifiesta en una danza

popular, en una comedia de capa y espada o en las propuestas más novedosas de

presentación escénica, sin olvidar otras

manifestaciones de carácter tradicional que todavía hoy se celebran en multitud

de comunidades como, por ejemplo, las fiestas

populares en las que implícita o explícitamente se hace uso de recursos e

instrumentos expresivos típicos del drama.

La expresión teatral, característica singular y diferencial de las artes escénicas, se

puede entender como la manifestación

humana de carácter cultural y artístico en la que se produce un acto comunicativo

entre un actor y un espectador, términos que se

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pueden aplicar a una gama variada de sujetos no circunscritos necesariamente al

espacio de una sala de teatro. La expresión

teatral tiene su génesis y fundamento en la expresión dramática, aquel tipo de

conducta en la que los seres humanos, en su

comportamiento cotidiano, hacen uso del juego de roles en sus procesos de

expresión y comunicación.

Al anterior desarrollo del teatro como totalidad se opone una corriente que busca

en el teatro su raíz esencial, la esencia de lo teatral, en la que se prescinde de cualquier

elemento no teat La posición del hombre frente a la realidad evoluciona según la

representación espacial que de ella establece en cada momento. Así, en el Renacimiento,

el modelo de representación pictórico era el del espejo, organizado de tal forma que el

hombre ocupaba el lugar del ojo para el que la realidad había sido hecha visual.

Después, se sucederán diferentes modelos hasta la llegada del propuesto por el cubismo,

al que Berger (1990) denomina diagrama: ''El diagrama es una representación visible,

simbólica de procesos, fuerzas y estructuras invisibles. El diagrama no tiene que evitar

ciertos aspectos de las apariencias, pero estos serán también tratados simbólicamente

como signos, no como imitaciones o recreaciones'' (p. 168).

Se deduce, por tanto, que el cubismo, atendiendo a su manera de construir el

espacio –multiplicidad de puntos de vista– y el tratamiento que se imprime a las formas

–el uso del cubo es el que da el nombre al movimiento– encarna por primera vez un

sistema de representación que trata de acercarse al signo y consecuentemente se aleja del

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tema figurativo. A este respecto, Apollinaire, en el manifiesto Los pintores cubistas –

publicado por primera vez en 1913 y recogido por Cirlot en el volumen Primeras

vanguardias. Textos y documentos (1993)–, afirma lo siguiente: ''El parecido ya no tiene

importancia, ya que el artista lo sacrifica todo por las verdades, por las necesidades de

una naturaleza superior que supone sin descubrirla. El tema ya no cuenta o cuenta muy

poco'' (p. 63).

A pesar de que existe una ruptura evidente de la continuidad renacentista, la

continuidad del tema espacial se ve sustituida por una continuidad estructural, por lo que

se podría pensar que el cubismo no pierde en ningún momento sus aspiraciones realistas

a pesar de la abstracción que ofrece. Golding defiende al respecto, en su texto Cubismo

–recogido en el volumen compilado por Stangos Conceptos de arte moderno (1993)–,

que lo que caracteriza la fase clásica del movimiento en autores como Braque o Picasso:

''Proviene del equilibrio muy cuidadoso que trataron de mantener entre figuración y

abstracción'' (p. 63).

Conclusiones

El cinematógrafo, en las primeras décadas del siglo XX, permanecía, aún,

esperando ser investido por una teoría que le propusiese una forma modélica de discurso

alternativa al paradigma clásico heredero de la narrativa decimonónica.

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La convergencia de intereses suscitada entre las vanguardias artísticas

emergentes en el momento en el que el cinematógrafo ve la luz favoreció la simbiosis de

una fructífera batería de conceptos dispuestos a teorizar sobre el estatus lingüístico del

nuevo medio.

El cubismo rompió el sistema de representación renacentista: mediante su

propuesta de diagrama estructural se alejó del figurativo y teorizó sobre el collage,

aportando al futuro modelo discursivo cinematográfico el exhibicionismo de sus

materiales. El movimiento dadaísta hizo lo propio, fijando su atención en la fuerza de las

partes constitutivas y en el proceso de fabricación de las obras, ideas aprovechadas en la

enunciación del modelo de discurso fílmico contrapuesto al clásico.

La primacía del maquinismo y el protagonismo del movimiento son las dos

premisas futuristas que el cine aprovechará en la fragua de su identidad vanguardista. El

conjunto de experiencias prácticas en forma de película de los distintos movimientos,

aunque heterogéneo y difuso en su ordenación y planteamiento, comparte el objetivo

común de elevar al cinematógrafo al estatuto de lenguaje y determinar sus elementos

específicos. Las aportaciones formativas de índole teórica también se ocupan de ello,

nombrando conceptos como la fotogenia o el ritmo como distintivos del cine, y

presuponiendo así que el montaje del modelo discursivo poético opuesto al clásico no

tiene necesidad de sustentarse en el rácord característico del cine narrativo.

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Referencias.

Barbachano, M. (1994). Cine mudo. México: Trillas.

Burch, N. (1991). El tragaluz del infinito (Contribuciones a la genealogía del


lenguaje cinematográfico). Madrid: Cátedra.

Apollinaire, G. (1993). Los pintores cubistas. En L. Cirlot. Primeras


vanguardias. Textos y documentos (pp. 59–72). Barcelona: Labor.

Béhar, H. (1996). Dadá. Historia de una subversión. Barcelona: Península.

Benet, V. J. (1992). El tiempo de la narración clásica: los films de gánsteres de


Warner Bros (1930–1932), Valencia: Filmoteca de la Generalitat
valenciana/IVAECM.

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