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¿Es la culpa la que bloquea la mente? ¿Es la culpa de una sociedad que eligió mirar
para el costado, mientras la dictadura torturaba, masacraba a escondidas y robaba
bebés, la que decidió que era mejor barrer debajo de la alfombra otras cuestiones
"menores", como los crímenes del terrorismo setentista? ¿Acaso la violencia política
que precedió el 76 no explica, en parte, lo que sucedió después? Si, como afirma Luis
Moreno Ocampo, los asesinatos de las FARC pueden encuadrarse entre los delitos
de lesa de humanidad (los que no prescriben), ¿por qué, entonces, no podría
aplicarse el mismo criterio para juzgar las matanzas de Montoneros y el ERP?
Preguntas sin respuesta, deduce Norma Morandini, quien, con una enorme valentía
moral, declinó firmar la solicitada -rubricada por gran parte del establishment
intelectual (unas mil firmas)- más que nada por la ausencia de reflexión en torno a
tantas dudas. "¿Qué evita que un delito prescriba, quien lo comete o su atrocidad?
¿Por qué mi dolor es distinto al del hijo de Larrabure?". Tal vez llegó el momento de
reconocer a las otras víctimas, las que no han tenido escucha ni monumentos.
Ahora bien, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional dictamina que los
grupos no estatales también pueden cometer crímenes contra la humanidad. Lo
describe así: "Un ataque masivo o sistemático a la población civil, cometido por una
organización, de acuerdo con un plan". Moreno Ocampo destaca que no hace falta
que una organización armada maneje un territorio para ser enjuiciada bajo esa
categorización. ¿Qué hace falta, entonces? Un plan sistemático. Y el ERP lo tenía:
tomar el poder.
Una pequeña anécdota personal: en los años del alfonsinismo estudiaba Sociología
en la Universidad de Buenos Aires. A esa UBA politizada habían retornado del exilio
muchos integrantes y dirigentes de las organizaciones armadas de los 70. A fines de
los años ochenta, aquellos leones herbívoros practicaban una militancia casi
personalizada asumiéndose (en el pasado) como "orgullosos combatientes de una
guerra revolucionaria"; jamás como víctimas. Lo de víctimas vino después, como un
discurso elaborado desde las organizaciones de DD.HH. Carnovale confirma ese
dato, no menor.
Sentimos escozor ante la posibilidad de que Astiz, que padece cáncer, obtenga la
prisión domiciliaria. Y con razón: el "ángel de la muerte" es un emblema siniestro de
la noche más oscura de la Argentina. Sin embargo, esas emociones cambian, en un
sector del mundo político y académico, cuando se trata de que Mattini se haga cargo
de sus crímenes. "Es que está enfermo", lo protegen. Parece que hay algunos más
enfermos que otros.