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Análisis de lecturas 2 26 de enero de

2021

Estudios de Patrimonio

Dra. Ma. Antonieta Jiménez

Autora: María José Ugalde López

Canclini, Néstor 1993

En este artículo Néstor problematiza los actores, contextos y acciones que existen alrededor

de los usos sociales del patrimonio. Comienza por buscar un equilibrio entre progreso y

memoria, dando paso a las nuevas vinculaciones del patrimonio: turismo, desarrollo

urbano, mercantilización, comunicación masiva; por un lado “negativo”. Y nuevas

artesanías, lenguas, conocimientos, tradiciones, música indígena, escritos de campesinos y

obreros, sistemas de autoconstrucción, preservación de los bienes materiales-simbólicos

elaborados por grupos subalternos; por el lado “positivo”. Ambas representan lo inadecuada

y condicionante que es ubicación actual del patrimonio, puesto que México aún no cuenta

con legislaciones suficientes que protejan esas diversas manifestaciones culturales.

Debido a que el patrimonio cultural denota una supuesta “complicidad social” en

donde idealmente representa diversos grupos que se apropian en formas diferentes y

desiguales de herencia cultural. La responsabilidad es compartida y exige estudiarlo

también como espacio de lucha material y simbólica entre las clases, étnicas y grupos (a

manera de visibilizarlos). Y es en esta disputa -económica, política y simbólica- que

participan tres agentes: el sector privado (¡bu!), el estado (3/4) y los movimientos sociales.

El primero interviene bajo la necesidad de acumulación económica y explotación

indiscriminada del ambiente natural y urbano, normalmente sin programas públicos que
regulen el desarrollo económico y establezcan un marco general que defina el sentido de

patrimonio y el desempeño de cada sector del capital.

El estado finge fungir como el promotor del elemento integrador de la nacionalidad,

de guardar la memoria, regalando el pasado a los intereses políticos. Por su parte, los

movimientos sociales son los únicos buscando soluciones colectivas de solidaridad que

asuman críticamente la reconstrucción del patrimonio, pero que está supeditada a los

tiempos sociales de las crisis, sin embargo van profundizando su conciencia colectiva. En

este ámbito el autor propone tres componentes de transformación para este sector que el

estudio del patrimonio y su conservación garanticen a) responsabilidad ambiental, b)

necesidades actuales y cotidianas, c) apropiación colectiva.

En cuanto a las tareas de conservación todos tenemos cojeamos de distintos lados.

Así, el autor nos coloca dentro de la corriente «tradicionalismo sustancialista» a nosotros

los investigadores a la par de los aparatos políticos (¿tan mal estamos?) al reconocer que

nuestro único sentido compartido es el de guardar esencias, modelos estéticos y enaltecer

un pasado glorioso. A los «mercantilistas» les adjudica actitudes de restauración

exhibicionista, espectacularidad -falsa-, utilización “recreativa” y signos de distinción

(acceso diferencial al patrimonio). Los «conservacionistas y monumentalistas» como su

nombre lo dice le dan una atención privilegiada al “grandiosidad” del monumento mientras

que los problemas regionales son desatendidos.

El cuarto paradigma «participacionista» se propone como una especie de solución

para los demás, puesto que atiende las necesidades globales de la sociedad, vincula sus

bienes visibles junto con las costumbres y creencias, conoce los códigos del público,

conoce y entiende las pautas de percepción y comprensión basada en la relación de los


destinatarios con los bienes culturales. Tiene también como objeto la acentuación de los

conflictos y participa en la creación de nuevos instrumentos conceptuales y metodológicos.

Lipe, William 1984

En este artículo, Lipe habla un poco sobre la gestión de los recursos culturales a través de

sus ventanas de significación y su importancia histórica. Por ello menciona que una parte

importante de los recursos culturales es la transmisión de herramientas para un modo de

vida. Por esta razón el valor de estos se mide en relación a un fin o un uso. Dejando claro

que los materiales culturales del pasado también funcionan como recursos.

Continúa exponiendo que por sí solos, los materiales no determinan un valor, sino

se requiere de la percepción humana y de un contexto. De tal forma, no existe ningún

patrimonio cultural de cierta antigüedad que funcione en el contexto actual de la misma

manera que lo hiciera en el pasado, pero sí es necesario que comunique algo de su relación

con el contexto original. Una conexión sensible directa con la mano que le dio forma y la

usó miles de años atrás.

La importancia del material radica en el aprendizaje acumulado, en la información

disponible para el grupo que se una a la fluidez de comunicación que hacen posible los

símbolos que no es preciso guardar en el cerebro humano, ya que está constatado en su

materialidad. Ayudando a sobrepasar los temas del olvido, otorgando una estabilidad. Así,

los recursos culturales que son públicos y visibles son un medio excelente para comunicar

información en forma repetida y rápida.

Por tales motivos, los defensores de los recursos naturales, indica el autor, debemos

cuidar el hilo de la asociación de los materiales culturales con su contexto histórico real no

se rompa en cualesquiera que sean sus nuevas funciones o trama. Como por ejemplo, entrar
al mercado y ser capaz de responder una necesidad material de hoy; sin perder su capacidad

de evocar una memoria o compresión del contexto cultural pasado.

En este sentido es importante recalcar particularmente un pensamiento del autor, en

el cual nos dice que precisamente por la capacidad que tienen los actos, las obras, las cosas

y las formas de vida de perdurar en las memorias de los seres humanos es que nuestras

vidas adquieren significado y efecto. Por consiguiente, cuando esta memoria corre peligro

también el significado y vitalidad de nuestras acciones del presente.

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