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Revisión / Revision
RESUMEN
Las realidades políticas en África han sido abordadas, a menudo, desde perspectivas a-históricas, folclóricas o
excesivamente centradas en el período colonial. Hoy se reconoce la necesidad de una revisión rigurosa de las
formas políticas africanas, tanto de su perspectiva histórica –diacrónica y sincrónica– como politológica, y
constatándose tanto el impacto colonial como la agencia propia que los africanos y africanas han desarrollado
de este período; asimismo, se toma en cuenta el dilatado pasado previo a la colonia y, especialmente, la
realidad hoy en el continente. El contexto de la globalización, la interrelación de todas las economías, las
diferencias regionales dentro de la propia África, se abordan desde la academia desde su especificidad misma
y huyéndose de toda reificación u homogeneización, tan frecuentes en el pasado. Este trabajo de revisión del
estado de la cuestión pretende ofrecer una panorámica general de estos asuntos, para terminar proponiendo
una visión acerca de la alternativa hoy llamada del afrorrealismo, que enfoca la problemática sociopolítica del
continente y una matriz de soluciones endógenas y regionales para la misma.
Palabras clave: Política, África, historia política diacrónica-sincrónica, descolonización, afrorrealismo, globa-
lización.
ABSTRACT
Political facts in Africa have often been studied from a historic, folkloric or even excessively focussed from
colonial perspectives. Nowadays the need of a serious revision of African political issues topics, from their
historical –diachronic and synchronic– perspective and also from their politological one is recognised.
Thus, confirming both the colonial impact and the agency itself that African people have developed during
that period. Also, two fundamental facts are considered, the long previous past and, specially, the current
situation on the continent. The globalization context, the inter-relation of every economy, the regional
differences in Africa itself, have been tackled from the academy point of view, considering its special feature
and avoiding every reification or homogeneization, so common in the past. This paper pretends to propose
a panoramic vision of these topics, offering the alternative called today afrorrealism, which focuses the
sociopolitic problems of the continent and suggests endogenous and regional solutions.
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que el tiempo lineal occidental (Iniesta Vernet, muchas de sus estructuras. “El Estado pos-
1992)8. colonial10 que emergió en la década de los
sesenta estuvo orgánicamente vinculado con
su predecesor, el Estado colonial”, afirma
2. LAS RAÍCES COLONIALES DEL Edie (2003: 48)11; esto nos retrotrae a las ideas
ESTADO. DIVIDE ET IMPERA bayartiana (Bayart, 2000) o mamdanianas
(Mamdani, 1998) sobre la no ruptura neta
El colonialismo no sólo promueve la exis- entre colonial y poscolonial (también Mbembe,
tencia de tribus: las refuerza y las separa. en Joseph, 1999: 59).
El sistema colonial aliena los cacicazgos El poder colonial ha sido descrito como
[...] (Fanon, 1963: 92). una obstrucción moralmente distorsionado-
ra que dificulta el progreso de los coloniza-
La imagen occidental del hombre como
dos, como una fuerza que, tras su intrusión,
una de las armas más mortíferas emplea-
das contra la humanidad [...] No existe
se yergue cual obstáculo (literal y metafóri-
ninguna fisura entre la afirmación de camente) en el camino de los colonizados.
Descartes (“yo pienso”, como certeza ab- Sus objetivos no eran sólo la desposesión ma-
soluta, equivalente a “la razón soy yo”) y terial y de poder fáctico hacia los coloniza-
la del rey francés Luis XIV: “el estado soy dos, sino su deshumanización psicológica
yo” (Gómez García, 19849). (Fanon12, 1961; Scott, 1997)13. Sin embar-
go, la descripción del colonialismo mismo,
El bárbaro es primeramente el hombre
que cree en la barbarie (Lévi-Strauss, en
Gómez García, 1984). 10
Bayart (2000: 330), siguiendo a Deleuze y Guattari,
ha abordado también el estado poscolonial también en tanto
que rizoma.
En los análisis teóricos constituye una 11
De hecho, se reconoce una filiación estrecha entre el
clave irrenunciable la aproximación al estu- estado colonial y el estado poscolonial en el uso de la vio-
dio del Estado africano en tanto que legado lencia que hacen en su relación con la sociedad: ambos se
imponen mediante la coerción y la violencia a la sociedad
colonial, es decir, considerando en primera civil, pretendiendo civilizarla al tiempo que defenderla
instancia las características de los Estados (Otayek, 1998: 96). Mozaffar (2002) estudia también los
durante la colonización para comprender a efectos combinados de los legados institucionales del go-
bierno colonial y los regímenes neopatrimoniales
raíz de ahí la evolución de la poscolonia y poscoloniales, la fragmentación etnopolítica y las negocia-
especialmente la pervivencia colonial en ciones políticas en las nuevas instituciones democráticas.
12
Un aspecto interesante del enfoque de la violencia
en los estudios de Fanon es su asunción de un esquema de
8
Pienso, sin embargo, que seríamos muy présbitas si corte hegeliano para analizarla e interpretarla (violencia
no observáramos que la cuestión del tiempo mítico, en como requerimiento de la historia) (Serequeberhan, 2001:
tanto que conformador del imaginario colectivo sustenta- 120). Este autor analiza la violencia y los métodos no vio-
dor de la tribu, no se halla tan lejos de lo que llamé el basa- lentos durante la lucha anticolonial (desde una orienta-
mento “emocional” de la nación o los mitos nacionalistas. ción fanonista y siguiendo también a Chinua Achebe (en
Sobre esta cuestión afirma Abélès: “Estas escenificaciones ibid.: 103).
13
son inseparables de una concepción global de la represen- “Entre el colonizador y el colonizado media un cuarto
tatividad según la cual la legitimidad y el territorio están dedicado al trabajo forzoso, a la intimidación, la presión,
íntimamente relacionados: para construir y mantener esta la policía, los impuestos, el robo, la violación, las cosechas
legitimidad se reactivan los ritos que apelan a la nación y a obligatorias [...] Ningún contacto humano. Sólo relacio-
su memoria y materializan por medio de la bandera, las nes de dominación y de sumisión que transforman al colo-
medallas y las referencias a la nación que salpican los dis- nización en un monitor de clase (...) Es mi turno de pro-
cursos, un sistema de valores patrióticos comunes” (Abélès, poner una ecuación: colonización = “cosificación”” (Césaire,
1997; no hay paginación en la revista informática). 2001: 78). [O según Fanon] “La relación entre el colono y
9
No se indica la paginación correspondiente a esta cita el nativo es una relación de masa” (Fanon, 1963: 85); con-
porque la publicación electrónica (ver bibliografía) carece tinúa el anterior: “Que es el colonizado el que quiere avan-
de la misma. zar, y es Europa quien retrasa” (Césaire, 2001: 81).
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así como de la sociedad colonial en tanto que lonial recreó la modernidad, y la concepción
sociedad disciplinaria (Balibar y Wallerstein, de poder que le es inherente, en sentidos,
1988), ofrecen también las claves históricas contextos y cronologías tan diferentes en el
de las condiciones para la resistencia (Scott, espacio africano? Veamos al respecto que:
1997). Blom Hansen y Finn Stepputat (2001:
3) piden desnaturalizar la aproximación al En lugar del problema anticolonial de
Estado y la gobernanza en el mundo colo- derrocar al colonialismo (o a Occidente),
nial, una revisión de los lenguajes de aquel lo importante para este presente es una
Estado. Imaginan el Estado como una ex- interrogación crítica de las prácticas, mo-
presión de la soberanía territorial efectiva y dalidades y proyectos a través de los cua-
les la modernidad se insertó en las vidas
la autoridad capaz de proteger y nutrir a la
de los colonizados y las modificó (ibid.).
población y la economía (ibid.: 7).
En los estudios del poscolonialismo des-
Hoy abundan los estudios que, más allá
taca la heterogeneidad y la subalternidad,
de una mera intención condenatoria de la
afirma Ivison (1997: 154-155). Los estudios
colonización (asumida por supuesto), tratan
subalternos poscolonialistas, por así llamar-
de esclarecer al máximo las profundas y sub-
los, centran su atención en “la desposesión”
terráneas transformaciones que necesaria-
o lo desposeído, es decir, las formas particu-
mente hubo de llevar a cabo el sistema polí-
lares de agencia, subjetividad y modos de
tico y social colonial. Además, se considera
socializar como las prácticas y leyes tradi-
las implicaciones que esto generará para la
cionales, ignorados y subyugados por las ins-
formación posterior de los Estados nacio-
tituciones imperialistas y coloniales, así como
nales actuales.
por los modos historiográficos de universa-
El Estado colonial constituyó un duro
lización y legitimación y teoría política que
aparato de coerción, empleado entre otros
los acompañaba (ibid.).
usos para “disciplinar” a las clases trabaja-
Cuando se considera la historia colonial
doras (Edie, 2003: 48, 52). Preguntémonos,
de África y sus implicaciones en cuanto a
pues, cómo y por qué el Estado poscolonial
transformaciones políticas, interesa analizar
es violento y represivo. ¿Por qué de los go-
cómo el equilibrio (o desequilibro) de po-
biernos militaristas y el autoritarismo del
deres entre la lucha de los colonizadores y
partido único, si teóricamente su inspiración
los colonizados (ese terreno de lucha o “are-
era el modelo de democracia representativa?
na política” entre ambos) modificó las reglas
Las raíces de esta desafortunada realidad se
del juego de la vida social, política y cultural
anclan en las características del Estado colo-
autóctona. Más aún, se modificó el juego en
nial, en su represión, en su autoritarismo. La
sí, enteramente, como una nueva formación
tan consabida cláusula “divide et imperas”,
de las subjetividades y una reorganización
que hizo aparecer durante los procesos in-
del campo social en el que los individuos
dependentistas las diferencias étnicas y tribales
interactúan (Scott, 1997).
como algo indeseable (porque debilitaba la
No obstante, ¿cómo el poder colonial
lucha popular), arrastra hoy consecuencias
modificó el terreno dentro del cual era posi-
deletéreas y complica el debate sobre los de-
ble la acomodación o la resistencia? Y ¿cómo
rechos multiculturales y colectivos.
este poder colonial remodeló o reorganizó
En torno a ello, Max Gluckman (1964)
las condiciones, conceptuales e institucio-
advierte la división de lealtades como factor
nales, de la posibilidad de la acción social
general de toda la vida social, aunque remarca
como tal? En definitiva, ¿cómo el poder co-
también la importancia de la cohesión so-
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cial cultural en aras del funcionamiento de europeas. Dicho de otro modo, fue la inde-
una sociedad, más allá de la fuerza. Consi- bida prole de un conflicto “exportado”. Se
dera, de hecho, que una sociedad puede in- desarrolló, además, en virtud de la falacia
cluso fortalecerse a través de fenómenos naturalista más ruda: como podían coloni-
como la rebelión o los conflictos en general, zarlos, entonces debían hacerlo, siendo la
porque ambos canalizan las tensiones y ele- prueba de esta ecuación el poder de su su-
van a la cumbre al más fuerte; es más, el equi- perioridad militar y tecnológica14.
librio del conjunto se mantiene no a pesar Tampoco se ha de ignorar que las con-
de las partes en conflicto, sino gracias a ellas; cepciones de la soberanía para occidentales
este es el fundamento de la oposición com- blancos y africanos negros nunca podían
plementaria (Lewellen, 2000: 113). Veamos coincidir en aquel momento. Como afirma
sus palabras: Werbner (1996: 5) sobre la etapa colonial:
“la soberanía es virtualmente una ficción
“Divide et impera” es un principio de co- política” [la traducción del inglés es de la
hesión social y no sólo una táctica maquia- autora]. Para las concepciones europeas, la
vélica […] Es esencial comprender bien soberanía del Estado constituye un absolu-
este principio para poder entender cómo to; más aún, un absoluto centralista, que se
los grupos sociales se mantienen unidos por manifestaría del mismo modo en la perife-
sí mismos. Especialmente lo necesitamos
ria que en el centro15. El espacio político afri-
para interpretar cómo las normas de au-
todefensa y venganza actuaban sin dis-
cano se comprende mejor, por el contrario,
torsionar constantemente la vida social como una estructura de círculos concéntricos
(Gluckman, 1964: 140-141). de control decreciente irradiados desde el nú-
cleo (lo que por cierto se reforzaba con el
Iniesta Vernet (2000: 352-353) señala la esquema colonial metrópoli-provincia tribu-
ambigüedad fundamental que se forja en taria).
África desde comienzos del siglo XX hasta Sobre el Estado neopatrimonial, el clien-
la actualidad. Tal ambigüedad se establece a telismo político, el nepotismo o la instru-
causa de la fractura entre minorías occidenta- mentalización de lo político16, hemos bebi-
lizadas –que persiguen una modernización al
estilo colonial– y la mayoría de la población 14
Algunos textos fundamentales del pensamiento es-
no educada en la erudición europea –que no peculativo europeo desde la filosofía (como los hegelianos)
son buena muestra de ello. Realizan sofisticadas justifica-
comprende la concepción capitalista del tra- ciones del imperialismo, tanto más groseras a causa de su
bajo ni el proverbial individualismo de aque- misma complejidad y sus pretensiones de validez argumen-
lla matriz cultural–. La mencionada “van- tativa.
15
A este respecto, conviene recordar que se está reivin-
guardia intelectual occidentalizada” operará dicando desde la teoría, y a escala mundial, una cartografía
de motor de cambio (a menudo forzado) en alternativa del espacio social (basada sobre las nociones de
la poscolonia; ya había desempeñado una “circuito” y “frontera”) (García Canclini, 1989: 292). Esto
implica igualmente que las relaciones (económicas, socia-
cierta acción social durante la colonización, les) que tradicionalmente se asumían como habituales en-
una función ambivalente de conexión de la tre “centro” y “periferia” mundiales (entendiéndose que las
población con la elite blanca, a la par que gradaciones de poder y riqueza se distribuían concéntrica-
mente, incrementándose en el centro) están, asimismo,
un “menosprecio ilustrado” para con su pro- experimentando importantes transformaciones (ibid.).
pio pueblo. 16
Abner Cohen (en Fosse, 1996: 46) también habla
La inadecuada repartición africana que de la posibilidad de instrumentalizar la etnicidad para in-
tereses individuales o colectivos, especialmente por parte
se llevó a cabo desde el siglo XIX fue, como de elites que necesiten movilizar seguidores que apoyen
es sabido, un fruto de rivalidades nacionales sus objetivos en la lucha por el poder.
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países no alineados en el periodo más duro como un recurso a la memoria social, histó-
de la Guerra Fría. El término “descoloniza- rica y cultural (Werbner, 1996: 4)20.
ción” resulta adecuado para definir este ins- Son clave los siguientes aspectos para el
tante porque la oposición pretendió, más que estudio y la comprensión del Estado en la
superar o enmendar la totalidad de la he- poscolonia: la transformación del Estado, la
rencia occidental, ampliar a la esfera de la importancia de la violencia política y el Es-
vida socioeconómica los preceptos más crí- tado genocida, la reapropiación del Estado
ticos del pensamiento occidental, a saber, el (la asimilación recíproca y la hibridación21
marxismo y la revolución. Ello permitiría política) y, finalmente, el cambio y la degra-
materializar en el mundo menos desarrolla- dación identitarias, los estereotipos y el ima-
do los frutos de la civilización y la moderni- ginario oculto de la poscolonia (ibid.: 7) [la
dad occidentales (Robotham, 1997). traducción del inglés es de la autora].
Las pretensiones no eran, sin embargo, El nacionalismo constituye un elemento
las de la modernización perseguida por la fundamental del Estado y las sociedades afri-
derecha política, sino las de la occidentali- canas en la poscolonia. El nacionalismo,
zación mediante la izquierda. En ningún mo- como lucha de liberación contra la domina-
mento se impugnó seriamente la superiori- ción colonial, rompió con la identificación
dad del paradigma de modernidad occiden- de la nación y el Estado y, de este modo, se
tal, sino que se discutía qué clases sociales configuró como un cuasi-nacionalismo,
ejercerían esta racionalidad y cuáles habrían “cuasi” en tanto que se expande desmarcán-
de ser los intereses económicos, sociales y dose de la filiación necesaria “Estado-nación”
políticos que imperarían. El socialismo, li- como statu quo arquetípico del siglo XX
berado de los estrechos intereses de grupo, (ibid.: 12).
era el único movimiento que no pretendía Si nos aproximamos a la práctica de la
limitar la racionalidad; estaba dispuesto a burocracia poscolonial, hallamos que tanto
aplicarla en su sentido más amplio e ínte- ésta como las visiones colectivas son conser-
gro, ignorando las particularidades étnicas vadas tras las independencias según las prác-
que eran presentadas como irrelevantes para ticas centralistas y elitistas, es decir, según
la lucha política, o incluso disgregadoras del los patrones generales cruciales del período
interés emancipatorio de la revolución. colonial (Edie, 2003: 51). Se observa una
La poscolonia inmediata genera la aper- pervivencia de la estructura institucional que
tura de un espacio público plural, que no alimenta la centralización del poder; en efec-
estuvo determinado por un solo principio to, los líderes africanos en este periodo em-
organizativo, sino que articuló una variedad plearon estas mismas estructuras para facili-
ingente de esferas y “arenas políticas”, así tar su propio elitismo. Así, revisar el legado
como un flujo de posibilidades y restriccio- colonial del Estado se hace imprescindible
nes identitarias diversas (Werbner, 1996). La
dinámica poscolonial se caracterizó por el 20
Los largos procesos de desterritorialización (y
peculiar estilo de la improvisación política reterritorialización) marcaron estos momentos de la histo-
(Mbembe, 2000); conllevó la proliferación ria africana, pero no son exclusivos de entonces ni ajenos a
la época actual (García Canclini, 1989: 288, 289). Hoy,
de estrategias identitarias mediante una re- por el contrario, vivimos en culturas que se han llamado
definición de los márgenes de humanidad y fronterizas (ibid.), donde este tipo de procesos resultan
moralidad por parte de los africanos. Se re- habituales y casi intrínsecos a los sistemas sociales.
21
Ivison (1997:156) refiere también a la hibridación
veló, pues, la necesidad de una reconstruc- poscolonial y Vale de Almeida (2000: 185ss) trata de los
ción de la identidad personal y colectiva, así híbridos poscoloniales.
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para comprender muchas de sus dinámicas, Pérez Alcalá (1999) desarrolla cómo las
si bien no será suficiente tal revisión para situaciones bélicas (guerras y conflictos bé-
entender el Estado africano como estructu- licos de distinta intensidad) en tantos Esta-
ra meramente exógena ya que hoy existen, dos africanos impiden el reconocimiento de
obviamente, características de los Estados una legitimidad común y, por ende, el buen
africanos generadas de modo endógeno22. funcionamiento económico (porque, en la
El tipo de explotación de la granja afri- práctica, existen dos o más monopolios de
cana en el periodo poscolonial es el mayor la violencia enfrentados, no aceptados o re-
legado de la regla colonial en el terreno de frendados desde fuera o por la comunidad
las esferas productivas y económicas. Huel- internacional, lo que sucede cuando no existe
ga decir que las normas coloniales nunca un poder monopólico definido).
operaron en la economía según los intereses Pérez Alcalá considera asimismo la situa-
de sus sujetos y que la economía colonial no ción de muchos Estados africanos como
se realizó precisamente en aras del desarro- embrionaria e inestable. Otros casos consti-
llo africano (ibid.: 53). “El estado colonial tuyen sin embargo “Estados secuestrados”,
desempeñó un agresivo rol para crear la eco- lo que sucede cuando un Estado se torna un
nomía dependiente que caracteriza África mero instrumento al servicio de otro poder
subsahariana” (ibid.); tras ello, la descoloni- político y a éste se condiciona el uso de la
zación implicó un desarrollo industrial mí- fuerza. Hoy es fácil reconocer estos fenóme-
nimo. nos en las situaciones de neocolonialismo.
La importancia del Estado para lo eco- La mayor parte de los líderes políticos
nómico resulta palmaria: se ha dicho que el africanos modernos desde la etapa de libera-
primer problema económico de África es ción pertenece a la clase media ilustrada, con
político (Pérez Alcalá, 1999: 25). En efecto, algunas excepciones (entre las que se cuenta
el concepto de Estado constituye una no- el “libertador” namibio Sam Nujoma) extraí-
ción económica mucho más profunda de lo das directamente de la clase obrera (Edie,
que sugiere la economía clásica; es un “agente 2003: 62). Así, sucede una inevitable dis-
con una racionalidad diferente de la que su- tancia entre las masas y la población, en-
pone la misma teoría para los consumidores tendiéndose que su participación no es tan ne-
y las empresas” (ibid.). Su papel resulta cesaria. Por otro lado, una de las prácticas po-
crucial, ya que genera las condiciones para líticas habituales de la poscolonia inmediata
que exista la economía en su conjunto, po- fue el desarrollo de las políticas étnicas entre
sibilitando así la economía de mercado. El los años cincuenta y sesenta. Se implementa-
desarrollo del Estado determina las institu- ron, por lo general, en Estados que contaban
ciones políticas con las que los gestores ejer- con varios grupos étnicos dominantes en po-
cerán el poder, y también las instituciones sesión de estructuras políticas de jerarquía tra-
económicas mismas que van a definir el uso dicional y que, a su vez, ejercieron hegemo-
de los recursos. Así, el Estado genera la par- nía local sobre otras comunidades étnicas
te institucional y la parte fiscal de la econo- menores (ibid.). Este fenómeno sucede en
mía política. buena medida con los ovambo en Namibia.
En general, la mayoría de los regímenes
22
poscoloniales africanos presentaron simili-
Se podría establecer una analogía con la explicación
de la crisis económico-política en el continente, para la
tudes básicas que reflejan directamente sus
que no bastarían explicaciones solamente externalistas gobiernos coloniales predecesores (ibid.: 63).
(Carneiro de Sousa, 2001: 342; Kabunda Badi, 2002). Cooper (2005) habla del peligroso aire de
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familia que adoptan los colonizadores y lí- La corrupción existe, no como tal sino
deres nacionales africanos23. Apenas existie- como resultado de una antigua concepción
ron algunos cambios cualitativos, como la patrimonial del poder y de una tradición
diversificación de las relaciones con el exte- pertinaz de redistribución de recursos a
rior y el trato internacional (Edie, 2003: 61). familiares o a dependientes lejanos, pero
el abandono de toda acción de enverga-
La configuración de los Estados africa-
dura se debe a la necesidad gubernamen-
nos tras la colonización está marcada, en gran tal de no interferir en la vida local.
medida, por lo que podríamos llamar neo-
patrimonialismo o prácticas neopatrimonia- En 1989 la situación político-social afri-
les de los gobernantes. Esta cuestión levanta cana fue descrita por el Banco Mundial como
ampollas en su definición desde la teoría, ya de “crisis de buen gobierno” (“gobernabili-
que alude a una realidad ambigua, auspicia- dad” o “civilidad” en los distintos Estados)
da por la sutil línea divisoria entre lo públi- y, desde entonces, esta expresión ha estado
co y lo privado en el contexto africano (Reno, asociada en buena medida al desarrollo de
2005), que algunos llaman corrupción y la política en el mundo poscolonial. Ello se
otros llaman práctica tradicional africana (a inserta en una caracterización de la gober-
saber, el patrimonialismo). La cuestión del nabilidad en la que intervendrían (también)
Estado patrimonial (o neopatrimonial, tras órganos no estatales y claramente no políti-
las colonias), que apela en efecto a una con- cos (en concreto, organismos monetarios in-
cepción patrimonial del poder, debiera reci- ternacionales y empresas multinacionales)
bir acaso una revisión conceptual importante (Padgen, 1998).
y sugiere no pocos debates, Como indica Observamos aquí el meollo de la cues-
Iniesta Vernet (2000: 355)24: tión de la gobernabilidad en relación con la
crisis del Estado. El debate sobre el “buen
gobierno” resulta central para la civilización
23
En otro orden de cosas, se recusa también una con- occidental desde al menos mediados del si-
sideración maniquea sobre los valores encontrados de eu-
ropeos y africanos con respecto de ciertos asuntos morales; glo XVII, estableciéndose en torno a la ideo-
por ejemplo, en las palabras siempre sabias de Barley (2005: logía, la posición jurídica y, sobre todo, la
58): “Los que acusan a los europeos de paternalismo no legitimidad de los imperios (“monarquías
son conscientes de la tradición que tienen las relaciones
entre ricos y pobres en gran parte de África. El hombre que universales”, según la expresión habitual
trabaja para ti no es sólo un empleado; tú eres su patrón. entonces) (ibid.). Acaso hoy la consistencia
Es una relación sin límite”. del buen gobierno, tanto en África como en
24
Se ha dicho también que la corrupción en África
“más que corrupción, es un cierto estado de ánimo” otros continentes del sur, se inserte en la crea-
(Barceló, 2003: 8). Autores como Kole Omotoso, sin em- ción de una nueva retórica de las relaciones
bargo, impugnan la conveniencia de la normalidad en la
asunción de la corrupción y del nepotismo en las demo-
sociopolíticas internacionales e interperso-
cracias africanas (Omotoso, 1994: 66), aunque reconoz- nales (ibid.; Sousa Santos, 2003).
can sin ambages su habitualidad. Lo que Iniesta Vernet No deseo terminar este epígrafe sin men-
reivindica es, sin embargo, algo más profundo, y es que las
prácticas neopatrimonialistas reflejan algo muy propio de
cionar, aunque no pueda abundar en ellos,
los sistemas de linaje africanos, a saber, cierta esencia de los estudios sobre el cambio poscolonial que
sus modos de producción y reproducción en los que las ha desarrollado Rita Abrahamsem (2003),
filiaciones parentales son tan potentes que se trasladan a
ámbitos políticos más extensos, funcionando como redes profundizando en la conceptualización pos-
de apoyo. El africanista catalán cuestiona que esto sea in- colonial del poder y la relación entre éste y
deseable. No obstante, no se ha de ignorar en esta disputa las prácticas, discursos y políticas institucio-
los contextos nacional e internacional, así como el potencial
conflictivo a gran escala de estas prácticas si devienen en nales; todo ello en el contexto de una discu-
tribalismo político, por ejemplo, como sucede en el espacio sión sobre la hibridación, el desarrollo y la
de la ciudadanía (Lonsdale, 2003; Kuassi Denos, 2005). resistencia subsiguientes a la colonización.
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texto africano, ya denunciaba Bauru Tafla nal que afectan, ineludiblemente, a lo local.
en 1981 (en Aguessy, 1981: 177) el reparto La nueva institucionalidad del Estado en el
de poder en el seno del Estado como uno de contexto africano se expresa en la relación de
los problemas más graves en África, así como las autoridades tradicionales con el Estado
las diferencias entre poblaciones rurales (ol- moderno (en el contexto de América Latina,
vidadas, analfabetas, pobres) y poblaciones en las relaciones entre el derecho indigenista
urbanas (cultas, ricas, privilegiadas), así como con el Estado moderno). A su vez, la nueva
el mal uso del poder, la burocracia ineficaz y territorialidad del Estado inaugura distintos
la distancia entre el gobierno y las bases de modos de organización del territorio mis-
la sociedad civil. mo; el poscolonialismo refunda la concep-
La pregunta sobre el contexto donde ten- ción de los Estados y las formas de domina-
ga sentido la pregunta sobre la interlegalidad ción; la plurinacionalidad, como forma de
y el pluralismo jurídico27, constituye hoy articulación de la autodeterminación, se vin-
debate central en la sociología del derecho. cula al regionalismo y a la plurietnicidad,
Los estudios jurídicos contemporáneos de significando modos diversos de pertenencia
la interlegalidad, como característica domi- que no son los propios del Estado nacional
nante de los sistemas políticos contemporá- de hace escasas décadas (Sousa Santos,
neos, refieren a la multiplicidad de órdenes 2007).
legales y combinaciones e intersecciones La pregunta definitiva indaga sobre las
posibles entre ellos en un Estado concreto. relaciones entre el derecho formal y el infor-
Cuando se habla sobre pluralismo jurídico mal, u oficial y no oficial, o tradicional y
o interlegalidad se toman en cuenta dos es- moderno, o cultural e intercultural, o consti-
calas principalmente, a saber, la nacional y tucional y consuetudinario (tratamos de cues-
la no nacional (supra o super), con las di- tiones sin duda polisémicas). Los debates en
versas formas que pueda ello admitir; dis- torno a ello, más vivos hoy que nunca, po-
tintas culturales legales suponen también nen de manifiesto que el pluralismo jurídi-
distintas culturas políticas (D’Egenlbronner- co no es sólo una cuestión del tercer mun-
Kolff, 2001: 16). En los ochenta tiene lugar do28, sino del primero, del segundo y de to-
la primera metamorfosis a este respecto, en- dos los mundos posibles, como apostilla Sousa
trando en consideración, además de lo na- Santos (2007); en otras palabras, no son
cional, las escalas infraestatal o subestatal, aquéllos asuntos sólo concernientes a las lla-
de un lado, y la supranacional, de otro. La madas sociedades “tradicionales” sino tam-
segunda metamorfosis, más reciente, impri- bién a las llamadas “modernas” o “comple-
me contornos más políticos y culturales en jas” (D’Egenlbronner-Kolff, 2001: 17). El
el debate social y jurídico, entrando en jue- significado o la motivación profundos del
go diferentes instituciones, normas y rela- pluralismo jurídico es poner de manifiesto
ciones diferentes de poder político (infor- la necesidad de nuevas instituciones apro-
mal, tradicional, etc.) (Sousa Santos, 2007).
Estas dos “metamorfosis paradigmáticas”, 28
Se ha presentado a veces la cuestión del pluralismo
por así decirlo, obligan a repensar algunos legal como fundamentalmente asociada a los Estados del
Tercer Mundo (D’Egenlbronner-Kolff, 2001: 15). Por mi
aspectos cruciales del panorama internacio- parte, he de aclarar que reivindico aquí el uso de esta ex-
presión, en algunos lugares considerada despectiva, en aras
de rescatar su sentido crítico original buscado por el geó-
27
Otros autores lo llaman “pluralismo legal” (legal grafo francés Alfred Sauvy cuando lo usó por primera vez
pluralism), como D’Egenlbronner-Kolff (2001: 14ss). La en 1955: tercer mundo como fue tercer el “tercer estado”
noción a la que se refiere aquí ha sido descrita de múltiples de la revolución francesa, que clamó y triunfó por su dig-
modos (ibid.). nidad, tan largamente negada.
100
Estado y política en África: Breve recorrido diacrónico y sincrónico / E. MASSÓ G.
piadas para dar cabida a lo que ahora “que- cidos entonces por parte de los colonialistas
da fuera”. Y, para ello, necesitamos de des- en el Estado colonial31: la fatal de recursos,
cripciones densas que nos hagan conocer de un lado, y la falta de legitimidad, de otro,
formas interesantes de nuevos transplantes para “controlar” la población (Hinz, 2007).
jurídicos; soluciones que emigren de un lu- Así, las autoridades tradicionales hoy ven-
gar a otro (Sousa Santos, 2007). dría a “cubrir los huecos” de donde no llega
Para el caso africano, según Meneses (2007), el Estado, de ir adonde éste no alcanza.
los tres componentes fundamentales de las Como es sabido, aproximadamente entre los
llamadas “culturas legales”29 en África po- sesenta, y las primeras independencias afri-
seen la raíz europea (romano-germánica), la canas, y los mencionados noventa, hubo un
jurisprudencia islámica y la propia de insti- (políticamente correcto) silencio en torno a
tuciones africanas. La figura de las autorida- las autoridades tradicionales en medio del
des en la colonia emerge en la reinterpreta- paradigma desarrollista y en un contexto, a
ción, reformulación, reconstrucción por la menudo, de régimen de partido único.
negociación entre el Estado colonial y las Las autoridades tradicionales dependen
autoridades locales, y ello crea inevitables del Estado para legitimar institucionalmen-
interferencias de lógicas. te su estatuto, así como para obtener pre-
Sousa Santos (2007) señala el proceso bendas o prerrogativas socioeconómicas; por
bifaz y vertical que sucede hoy en la viven- tanto, es fácil interpretar tanto sus presun-
cia de la autoridad tradicional, a saber: pri- tas neutralidades como sus presuntas lealta-
mero, de arriba abajo (top down), o la politi- des en clave de estrategia política (Florêncio,
zación de las autoridades tradicionales para 2004: 111). Es de todo imposible captar la
ponerlas al servicio del Estado como recur- realidad de las autoridades tradicionales por
sos organizativos, lo que implica una conti- medio de esquemas uniformes y estáticos
nuidad con el Estado colonial (vg. Mamdani, (Heimer, 2004: 13). Farré Ventura (2006:
1998); y segundo, de abajo a arriba (bottom 79ss), sobre el debate de los liderazgos tra-
up), o una reapropiación popular de las di- dicionales hoy en África, reconoce tres asun-
mensiones política e institucional de la go- tos fundamentales: la partidización de los
bernación (lo que para Sousa Santos está liderazgos, la cosificación de la tradición y
sucediendo en Ecuador o Bolivia). el oportunismo de ciertos aspirantes a ser
Desde mediados de los años noventa, los reconocidos como jefes tradicionales (a ello
actuales Estados africanos han tratado de se ha de sumar, en ciertos contextos, el con-
hacer una suerte de sistema reeditado de la traataque marxista32). Así, el poder se ma-
“indirect rule”30 respecto de las autoridades neja finalmente como basado en una divi-
tradicionales, por los mismos motivos adu- sión de intereses políticos que mantiene en
todo momento la responsabilidad del señor,
29
En este ámbito de las “culturas legales”, la cuestión
de la identidad política, o el intento de construir identida-
des de “ciudadanos”, se revela como una de las más impor- 31
Hinz (2007) precisa cinco modos generales de rela-
tantes tareas de la política democrática (Mouffe, 1993: ción entre las autoridades tradicionales y el Estado colo-
89ss), y especialmente crucial en el contexto poscolonial nial: a) la abolición (fuerte monismo moderno); b) la no
africano. regulación (dualismo no regulado); c) la regulación (fuerte
30
“Para desmarcarse de las evidentes similitudes de su o leve); d) la integración (dualismo); e) fuerte monismo
propuesta con el régimen colonial, se hacía mucho énfasis tradicional.
en que antes de ser reconocidas tenían que ser refrendadas 32
Farré Ventura ha desarrollado muchas de sus investi-
por la población, y que el Estado tenía que tener en cuenta gaciones en Mozambique, donde realiza un estupendo aná-
los procedimientos tradicionales de selección e instaura- lisis de las relaciones entre autoridades tradicionales y el
ción” (Lundin y Machava, en Farré Ventura, 2006: 79). gobierno de FRELIMO.
101
Theoria, Vol. 18 (1): 2009
en cualquier nivel, a través del bienestar de La era de los mimetismos, en África, está
sus subordinados (su valor radica en que sus agotada36 (Iniesta Vernet, 2000: 163).
súbditos se sientan seguros33) (Farré Ventu-
ra, 1998: 187). No se sienten hermanos, no son solida-
Con todo, las funciones en África hoy de rios. Cuando hay problemas en África los
europeos reaccionan más rápido que no-
las autoridades tradicionales son de varias
sotros mismos. Hay africanos que pue-
índoles: administrativa (ordenación del te- den ayudar a esos niños y no hacen nada
rritorio físico) y, especialmente, simbólica […] Ha llegado el momento de la auto-
(ordenación del territorio espiritual de los crítica, si queremos que las cosas cambien
ancestros), de modo que sólo en la peculiar tenemos que cambiar nosotros y, a partir
intersección de ambos terrenos se compren- de ahí, cambiar nuestras leyes y modelos
de la especial legitimidad de aquéllas34. (Botsho, 200337).
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Theoria, Vol. 18 (1): 2009
ción de responsabilidades diversas hoy pro- cionado a otro poder. Esta situación, anti-
pias de la soberanía convencional. Así, ante guamente llamada colonialismo, constituye
estructuras de autoridad nacional abusivas, hoy lo que Pérez Alcalá (ibid.: 25) considera
incompetentes, fallidas o débiles (ibid., Ruiz- un neocolonialismo: “La moderna forma de
Giménez Arrieta, 2005), el dilema de la sobe- colonización es más compleja y se manifies-
ranía se plantea con especiales dificultades. ta en el control por parte de un grupo eco-
La llamada soberanía compartida (Krasner, nómico extranjero de una porción del terri-
2004), en tanto que alternativa interesante torio o recursos naturales, una parte de la
a la soberanía convencional, presenta tres población y alguna vía importante de co-
elementos: soberanía legal internacional (re- municación, respaldado su acción la metró-
conocimiento judicial de entidades territo- poli en la que radica su sede social”.
riales independientes), soberanía westfaliana La crisis de gobernabilidad en África se
(la no injerencia en asuntos internos de otros traduce, pues, en la pugna del Estado versus
Estados) y soberanía doméstica (modos como las distintas nacionalidades, lo que también
las distintas estructuras de autoridad domés- hace eco, naturalmente, del problema de las
tica controlan las actividades dentro de los fronteras coloniales africanas y la subsiguien-
límites de un Estado). te incapacidad del Estado para acomodarse
Bankole Omotoso (1998: 77) distingue al pluralismo étnico. En efecto, se asume que
dos economías en los actuales Estados afri- la creación de nuevas ciudadanías (según una
canos: la autóctona de subsistencia y la im- noción de ciudadanía como hecho jurídico
portada de acumulación de capital. El siste- y social) constituye un reto de primer or-
ma económico internacional incrementa la den, en el que la sociabilidad y la solidari-
marginalización de África austral y dismi- dad se tornan desafíos políticos permanen-
nuye la habilidad de los Estados para con- tes que apuestan por el orden económico,
trolar sus destinos, en medio de poderosas social y cultural (Tshiyembe, 2002: 34).
fuerzas exteriores; escasa democratización Parece incontestable que se busca, desde
interna, y políticas públicas externas domi- la teoría y desde la práctica más cotidiana,
nantes (como el comercio) (Adar, 2002). nuevas vías para la vivencia de lo estatal-na-
A su vez, Pérez Alcalá (1999) vincula la cional en África. Es obvio que éstas debe-
cuestión de la violencia social con la econó- rían orientarse a la resolución del problema
mica como una estructura problemática de generado por la falta de legitimidad en la
envergadura. Señala que los conflictos béli- conducta de las elites, de modo urgente y
cos de distinta intensidad en los Estados afri- asumiéndolo como uno de los primeros ob-
canos impiden el reconocimiento de una le- jetivos. En palabras de Kabunda Badi (2001:
gitimidad común y por tanto el buen fun- 43), hablamos de un “Estado excéntrico,
cionamiento económico (y de las reglas eco- exótico, policial y centralizador, de tipo na-
nómicas), en tanto que existen en la práctica poleónico, que nadie interioriza”. Las elites
dos o mas monopolios de violencia enfrenta- practican de modo habitual abusos y nepo-
dos (Estados embrionarios e inestables, don- tismo, por lo que las masas consideran legí-
de no hay poderes monopólicos aceptados timo estafar al Estado que pasa a ser conce-
o refrendados ni interna ni externamente). bido sólo como estructura de administra-
En ello también deviene la situación de los ción, explotación y opresión. Esta ruptura
Estados secuestrados, donde el Estado resulta fundamental entre el pueblo y los dirigen-
un mero instrumento al servicio de otro po- tes, que “[…] viven, piensan, hablan y se
der político y el uso de la fuerza está condi- comportan según sus propias idiosincrasias”
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Estado y política en África: Breve recorrido diacrónico y sincrónico / E. MASSÓ G.
(ibid.: 41) opera igualmente una radical des- hoy es ya legítimo hablar de democracia de
conexión interna en los procesos de desa- mercado, desde esta concomitancia de la li-
rrollo económico y social popular: no hay beración política y la económica. Y, en cual-
una identificación que permita la participa- quier caso, ya se reconoce que la aparente
ción y por tanto la lealtad a un proyecto. paradoja entre identarismo y mundialización
Los distintos sectores de los pueblos se refu- es, precisamente, una paradoja falaz (ibid.:
gian en espacios propios de identidades ét- 92). La democracia sólo puede concebirse
nicas, que constituyen marcos de autodefen- en la interacción dinámica de una sociedad
sa y de proyección individual y colectiva, así civil de un Estado fueres, institucionaliza-
como de prácticas populares. Hay un dina- dos y diferenciados (ibid.: 97).
mismo interior en estas identidades étnicas, ¿O no? ¿Hay una vía africana –o árabe, o
que se comportan a menudo como sanción sudamericana en su caso, o como sea– para
político-económica en contra de sus dirigen- ser desarrollados y modernos? ¿Se puede lle-
tes y de la comunidad internacional. gar a tales desarrollo y modernidad sin un
Bratton y Mattes (2001) señalan la lenta sistema colonial previo de explotación de
entrada a la democratización en África (a recursos naturales y humanos que posibili-
pesar de que la vasta mayoría de Estados afri- ten un enriquecimiento tal que genere una
canos son hoy regímenes electorales multi- era posindustrial como la que disfruta hoy
partidistas) (Van de Walle, 2002), y que sólo occidente, por ejemplo? ¿Se puede llegar a
si son los propios africanos quienes abracen ello partiendo de caminos tan distintos, de
la democracia, entonces ésta podría devenir raíces tan diferentes y ya manipuladas y mix-
una solución, o al menos un alivio parcial, a turadas, sin vuelta atrás posible, por esa ex-
tantos de sus problemas. Así, la sociedad civil periencia colonial en la que se ha sido la cara
ha de plantearse como instrumento de de- oculta, por ejemplo?
mocratización.
La concepción africana de la democracia
también incluye importantes elementos sus- 5.2. Pronóstico y propuestas desde el
tantivos de economía, de “lo económico”, afrorrealismo: ¿las soluciones?
de “reparto económico” (Bratton y Mattes,
2001). Esto se corresponde bastante con lo La democracia en África camina entre la
que analizamos en resultados de nuestras recuperación de la tradición y la integra-
entrevistas y resultados de campo en gene- ción en la economía mundial (Kabunda
ral: la gente siempre apela a lo económico Badi, 2004).
cuando se habla de política, a recursos, a todo
It is well and good that there is a com-
lo que se materializa de un modo u otro en
mitment to being African. But surely the
sus vidas cotidianas, a lo que afecta realmente quintessence of being African should be
una decisión política. No creo que esto sea, about saying ‘never again’ to human rights
sinceramente, preocupación prerrogativa de abuses and democratic arrest (Mutasah,
África: todo el mundo quiere vivir bien o 2006: 57).
mejor y, sobre todo, tener acceso sencillo a
algunos recursos mínimos. Voy a recoger aquí la perspectiva de aná-
De hecho, por ejemplo, Otayek (1998: lisis denominada afrorrealismo por Mbuyi
87) considera indisociables las universaliza- Kabunda Badi. Se trata de una opción rea-
ciones de la norma democrática y de la eco- lista en los estudios africanistas, frente a la
nomía de mercado, hasta el punto de que manida dicotomía errónea a su juicio (por
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Theoria, Vol. 18 (1): 2009
reduccionista y tremendista) del afropesimis- nales (Kabunda Badi, 2002), suele descri-
mo43 versus el afrooptimismo (Kabunda Badi, birse a partir de tres grandes paradigmas: el
2001: 39; Carneiro de Sousa, 2001). Si el de la dependencia (vigente desde la década
afropesimismo peca de un injustificado aire de los 60), el del desarrollo y el del patrimo-
apocalíptico –inútil, por cierto–, el afroopti- nialismo. Desde la teoría de la dependencia
mismo resulta ingenuo –y la ingenuidad pue- el Estado africano es concebido como auto-
de resultar tanto o más inocua que la mala ritario y dependiente, además de constituir
voluntad–. En mi opinión, todas las pers- un objetivo políticamente evanescente o di-
pectivas de análisis que siguen a continua- fícilmente identificable (Kasanda, 2002: 37).
ción (la idea del regionalismo o la noción de Desde el paradigma del desarrollo, sin em-
desarrollo autocentrado, por ejemplo) se vin- bargo, el Estado como agente del desarrollo
culan de forma especial con el llamado y su rotundo fracaso son considerados mues-
“afrorrealismo” por Kabunda Badi, y por ello tras de la falta de conocimiento de la dimen-
podemos encontrar un hilo conductor en sión histórica y de la propia singularidad afri-
estos enfoques. cana (ibid.: 40-41).
Generalmente se asume que hay dos lec- Ante el fracaso de la homogeneización y
turas fundamentales de explicación para la la creación del Estado nacional en África,
crisis estatal en África, a saber: la externa propone Kabunda Badi (2005: 64ss) la afir-
(hecha por no africanos), que achaca la cri- mación del Estado multinacional o el fede-
sis a causas endógenas, y la interna (hecha ralismo en la alternativa del panafricanismo
por africanos), que a su vez puede ser reali- popular horizontal, también llamado neopa-
zada “desde arriba” (por los dirigentes) o nafricanismo45 (Kabunda Badi, 2005: 64).
“desde abajo” (por el pueblo) (Kabunda Badi, Tal reformulación habría de operarse a nivel
2001: 40; Carneiro de Sousa, 2001)44. nacional, regional e internacional (la triple
El papel y la identidad del Estado africa- hélice del Estado africano, porque sus pro-
no contemporáneo, a caballo entre las ex- cesos son tridimensionales), y todo ello nos
pectativas populares y las órdenes institucio- conduce a la perspectiva del regionalismo
(Santamaría Pulido, 2001)46, clave hoy para
el estudio y la prospectiva del Estado con-
43
Para un estudio de la ayuda oficial al desarrollo des- temporáneo en África. Dado que las fronte-
de esta perspectiva del afropesimismo, ver Torres (2001). ras nacionales son tan porosas y problemáti-
44
Dentro de estas dos grandes orientaciones explicati- cas, en muchos casos resulta más útil consi-
vas, los debates intelectuales sobre la crisis africana sinteti-
zan en cinco grandes escuelas de análisis (las cuales se aproxi- derar los flujos socioeconómicos entre las
man a una u otra de las dos vertientes mencionadas). Éstas diversas regiones del continente que entre
son: la escuela de la revolución cultural o cambio de men- sus países. Según el concepto de región de
talidades; la escuela del afrocentrismo (perspectiva más
amplia, más omnicomprensiva); la escuela de la
recolonización; la escuela que promueve la incorporación
a la mundialización neoliberal y, por último, la escuela del 45
Para otra aproximación interesante al neopanafrica-
discurso de la ruptura y la autosuficiencia colectiva nismo (o nuevo panafricanismo), especialmente desde su
(Kabunda Badi 2002: 111ss). Kabunda Badi (2005b) con- relación con la política de tipo electoralista, véase Mutasah
sidera el afrocentrismo como una dimensión del neopana- (2006) y su compromiso ineludible con los derechos hu-
fricanismo, que se sostiene en su opinión por una misma manos, más precisos en África que en cualquier otro lugar,
cultura (como conjunto global) africana con diferentes ci- opina este autor (ibid.: 57) dada la historia africana de sub-
vilizaciones (como conjuntos específicos). El animismo en yugación.
tanto que filosofía subterránea constituye para este autor 46
Asimismo considérese la importancia de los estudios
un denominador común crucial de aquella supuesta cultu- sobre regionalismo para los proyectos de integración (re-
ra africana común. Mda (2005: 127) lo formula, por su gional) en África. Desde la teoría se habla, en este contex-
parte, como culturas diferentes con capacidad inclusiva y to, de un “primer regionalismo” y un “segundo regionalis-
con intereses comunes. mo” (Santamaría Pulido, 2001).
106
Estado y política en África: Breve recorrido diacrónico y sincrónico / E. MASSÓ G.
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Theoria, Vol. 18 (1): 2009
Amin no ignora, en fin, las dificultades mente entre el campo y la ciudad, entre los
que presentan estas medidas. Sin embargo sectores modernos, de mayor productividad,
no las considera inexpugnables, sino que y los sectores retrasados (Amin, 1992).
analiza los diversos obstáculos y enuncia vías Desde el afrorrealismo se propone para
de acción (Amin, 1992). En relación a las África un tipo de Estado humanista y de ros-
propuestas de Amin, es importante consi- tro social, promotor de ciertos valores tradi-
derar la íntima vinculación entre los proble- cionales africanos como la comunocracia,
mas africanos de índole política y de índole donde lo social y las relaciones humanas pre-
económica. Dicho de otro modo, de nada valezcan sobre lo económico y los intereses
serviría tratar de los modelos políticos afri- materiales (Kabunda Badi, 2001); en pala-
canos en el intento de hallar vías y espacios bras de Oumar Konaré (2006: 21), una Áfri-
sostenibles, sin abordar la cuestión econó- ca africana y responsable. Este ejercicio neo-
mica; como resultaría inútil abundar en la logístico (“comunocracia”) no me parece
crisis económica sin comprender sus raíces baladí por varias razones, y la más impor-
y vínculos políticos estructurales. tante es la necesidad, tan reconocida, de ge-
La evolución económica africana ha pues- nerar espacios de estudio para África que
to en cuestión los dogmas de la teoría y de la reivindiquen un estatus propio más allá del
práctica de las políticas convencionales de folclore, los préstamos y los mimetismos (lin-
desarrollo48; se presenta hoy como opción güísticos, culturales y de otras índoles).
alternativa un desarrollo “autoconcentrado”, En esta promoción de valores (Kabunda
en oposición a las políticas convencionales Badi, 2001: 46) habrían de ser consideradas
“extravertidas”. La estrategia autocentrada tanto las relaciones internas africanas como
nacional49 y popular descansa en primer lu- las relaciones interafricanas (primando la
gar en el principio de una distribución de la horizontalidad y los aspectos endógenos) y
renta lo más igualatoria posible, principal- las internacionales (en las que habrían de
operarse cambios estructurales que velaran
por el combate de las injusticias institucio-
48
Muchos autores (vg. Bretón, García y Roca, 1999) nales en el mismo interior de los Estados
denuncian los estrechos límites del paradigma del desarro- africanos). Esto podría considerarse, así, una
llo expresados, por ejemplo, en los planes de ajuste estruc-
tural (se habla como de la bestia de la corrupción el colo- africanización del Estado para acercarlo a los
car la ingeniería política en el corazón de la condicionali- usuarios y permitir su interiorización, tanto
dad de la ayuda para el desarrollo, lo que despeja el terreno como el desarrollo de una democracia so-
para manipulaciones variopintas). Albert Roca Álvarez
(ibid.) describe esta corrupción como percepción cultural- cioeconómica real y un verdadero reconoci-
mente marcada de un cúmulo de confluencias e intersec- miento de los derechos humanos (ibid.: 47).
ciones de procesos sociales heterogéneos, procesos que abar- La íntima y delicada relación entre la de-
can desde solidaridades construidas sobre el discurso de la
tradición a movimientos religiosos sincréticos o mafias in- mocracia y la economía o, más explícitamen-
tegradas en el “crimen organizado internacional”, procesos te, la necesidad de una economía saneada
que a menudo se revelan más bien extraños a lo que cono- para el buen curso y desarrollo de un siste-
cemos como modernidad.
49
Se plantea en este marco, por ejemplo, una relación ma democrático, ha sido bien observada por
con la tecnología que no se reduzca a una “transferencia” muchos estudiosos: “Las democracias na-
de la misma; se propone asimismo limitar las relaciones cientes corren peligro si la situación econó-
exteriores a este respecto no por razones de nacionalismo
cultural sino, sencillamente, porque las técnicas disponi- mica es desastrosa. Cuando hay miseria ex-
bles, sobre todo las avanzadas, no son neutrales en relación trema es difícil ser honrados” (Dumont,
con los tipos de productos, la estructura de las demandas
que hay que atender (modelos occidentales), las estructu-
2000: 205). Este mismo autor que cito, René
ras de precios y de rentas que condicionan la rentabilidad Dumont, el llamado “agrónomo del ham-
de dichas técnicas, etc.) (Amin, 1992). bre”, realiza en el año 2000 una revisión crí-
108
Estado y política en África: Breve recorrido diacrónico y sincrónico / E. MASSÓ G.
tica de sus augurios en los años sesenta y se- de un nuevo pacto republicano, de un nue-
tenta en su ya clásico África negra ha empe- vo pacto democrático, de la nueva ciudada-
zado mal. Su revisión, desapasionada y ob- nía y de la nueva constitución (una constitu-
jetiva, viene a refrendar aquellos augurios ción demótica). A su vez, el nuevo pacto re-
entonces tildados de injustificadamente pe- publicano (Tshiyembe, 2002: 29) habría de
simistas en un momento de euforia y borra- pasar por la creación de repúblicas plurina-
chera poscolonial. Ya entonces, en 1963, cionales y nuevos modos de legitimación, en
resaltaba Dumont la necesidad de una ge- la forma de una doble legitimidad o doble
nuina revolución agrícola para África (a fin consentimiento por parte, de un lado, de las
de cuentas, ¿qué tiene África en cantidades naciones sociológicas llamadas etnias (mul-
ingentes, sino tierra?), a través de la crea- tinacionalidad) y, de otro lado, de los indi-
ción de una clase campesina con formación viduos o ciudadanos (ciudadanía).
técnica (laboriosidad y capacidad de acumu- El regreso a las propias fuentes culturales
lación del capital comparable a la del cam- para encontrar propuestas y soluciones no
pesinado europeo precapitalista). Esta trans- es reciente. Según Amílcar Cabral en su dis-
formación técnica exigiría un replanteamien- curso del 20 de febrero de 1970, dentro de
to radical de la formación y el encuadramien- la cultura está la semilla de la oposición, que
to de los campesinos, del crédito y la coope- conduce a la estructuración y desarrollo del
ración (Dumont, 1963: 10)50. movimiento de liberación (Cabral, 1970:
Los intentos de implementación de los 146). Recuerda la importancia de valorar los
derechos humanos en África poseen una his- “caminos de la propia cultura”, con sus ele-
toria dilatada y compleja. Un buen ejemplo mentos populares, nacionales y universales
de ello es la llamada Carta Africana de los –“como la conquista de un pequeño pedazo
Derechos Humanos y los Pueblos. Esta car- de humanidad para la herencia común de
ta defiende los derechos de vida, dignidad, los seres humanos, alcanzada en una o va-
juicios justos, conciencia, libertad de expre- rias fases de su evolución” (ibid.: 151)–, tras
sión, asociación, reunión, asilo, participación la liberación de la dominación extranjera y
gubernamental, derechos económicos, socia- la sumisión (ibid.: 147); asimismo, recono-
les, culturales; también deberes de los indi- ce el valor universal de la cultura africana
viduos y, especialmente, la obligación de una como hecho incontestable (ibid.: 149).
comisión africana destinada a tales efectos Algunas de las propuestas ofrecidas como
de ocuparse de su cumplimiento (a través soluciones pasan por la fundación de repú-
de reuniones bianuales, informes periódicos blicas multinacionales sobre doble contrato
y comisiones de investigación) (Amnistía social –bicameralismo– e innovaciones tales
Internacional, 1991). como la rehabilitación de la cultura política
La nueva gobernabilidad en África debie- del Árbol, del principio tradicional de “fali-
ra asumir, pues, desafíos desde la naturaleza bilidad de las mayorías” (derecho de la mi-
noría o la oposición parlamentaria) y del
derecho de voto de las naciones para que
50
Denunció la corrupción como el obstáculo esencial éstas designen directamente sus representan-
para el desarrollo y criticó duramente el nepotismo y los tes (Tshiyembe, 2002: 31ss). Así, esta nueva
despilfarros con que los artífices y practicantes de los Esta-
dos neopatrimoniales comenzaban ya a prodigarse (“Lue- gobernabilidad haría eco de la “democracia
go de tal estancia, un monitor del norte del Congo no hace de la proximidad” que, pretendiendo ser
ya más inspecciones en la maleza, ya no abandona jamás constitucional, trataría de enlazarse también
despacho, ni chaqueta ni corbata”; Dumont, 1963: 77),
en lugar de practicar una saludable, prudente y equitativa con la cultura tradicionalmente africana del
austeridad en el gasto personal. consejo de sabios que primaba valores como
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Estado y política en África: Breve recorrido diacrónico y sincrónico / E. MASSÓ G.
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