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Antes que nada, me gustaría enfatizar que para pedir perdón, tiene que haber convicción,
arrepentimiento sincero, una genuina intención de cambio, o de resarcir y compensar por
el daño causado. Otra cosa muy importante, es puntualizar que de acuerdo a los valores
de cada individuo, habrá ciertos actos que para algunas personas pudieran ser
imperdonables.
El objeto del perdón no es justificar lo que nos hicieron, significa que nuestra salud
emocional es mucho más importante que aquello que sucedió.
Ahora bien, respecto a aquellas personas a las que se les dificulta perdonar…
Generalmente sucede porque tienen la idea de que si perdonan a quien les hizo daño,
con eso estarían beneficiando a la otra persona; esa es una de las principales razones por
las que se resisten a hacerlo. Por otro lado, están también aquellos a quienes por sus
propias heridas se les hace más difícil perdonar. El punto es que cuando alguien nos
lastima, nos quedamos con la sensación de que esa persona está en deuda con nosotros
y que nos tiene que compensar por lo que nos hizo. Otra de las razones que dificultan el
perdón, es cuando la gente continúa sintiéndose muy lastimada y el enojo o el orgullo son
factores que les impiden dar paso al perdón.
No es difícil reconocer a las personas que han elegido no perdonar y llevar a cuestas sus
resentimientos; su semblante proyecta amargura y enojo; es gente a quien le molesta el
bienestar ajeno y están en conflicto constante con otros, siempre buscando el lado
negativo a las cosas. Son además individuos que viven permanentemente insatisfechos y
con actitud de víctimas, por lo que su conversación generalmente está plagada de quejas
y críticas, echándole la culpa a los demás de lo que les sucede; tienen la creencia que
quien les hizo daño sigue en deuda con ellos, lo que les crea ilusoriamente una sensación
de “superioridad moral” frente al otro.
Es importante resaltar que cada quien procesa lo que le sucede a su propio ritmo y forma,
y que el perdón es una decisión personal, que a cada quien le tomará el tiempo que le sea
necesario, aunque dependerá en gran medida de la magnitud del daño, del significado
que le dé a lo sucedido y también de la voluntad y compromiso que ponga al hacerlo. A
veces, incluso es necesario que se busque apoyo profesional para lograrlo.
Por otro lado, me gustaría hacer referencia al perdón a uno mismo—quizás uno de los
que más trabajo cuesta otorgar, sobre todo para quienes se desarrollaron en un entorno
de mucha exigencia y poca flexibilidad, por lo que tienden a juzgar sus propios actos de
una manera demasiado dura. Para esas personas no hay justificación que valga cuando
se equivocan, son tan poco comprensivos con ellos mismos, que les cuesta trabajo
aceptar que como seres humanos, todos podemos equivocarnos y que ellos no tienen
porqué ser la excepción. Además, se sabe que cuando somos rígidos e inflexibles con
nosotros mismos, tendemos a serlo también con los demás y esto afecta las relaciones
interpersonales.
De la misma forma, mencionaré que son múltiples los beneficios de practicar el perdón, y
todos ellos repercuten de manera favorable en nuestra salud tanto física, como
emocional, por eso resalto la importancia de aprender a hacerlo, ya que al liberar el enojo,
se reduce la tensión, el estrés, e incluso se mejoran estados depresivos, dando como
resultado una sensación de bienestar, que como consecuencia nos lleva a tener
emociones y sentimientos mucho más agradables, a estar más tranquilos, a sonreír más,
a tener pensamientos positivos, a ser más felices y a vivir en armonía.
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