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Sumeria es una región histórica del oriente medio, parte de lo que fue la antigua Mesopotamia.
Los sumerios creían que la tierra era un gran disco flotando en el mar. Llamaron a ese mar Nammu y pensaban que había
estado desde siempre en el tiempo. Creían que del Nammu habían surgido los peces, los pájaros, cerdos salvajes y otras
criaturas que moraban en las tierras pantanosas y húmedas.
Según ellos, Nammu había creado el cielo y la tierra. El cielo se había separado de la tierra, dando nacimiento al
dios masculino An y la tierra, una diosa llamada Ki. Creían que Ki y An habían procreado un hijo llamado Enlil, que era la
personificación de la atmósfera, el viento y la tormenta. Creían que él separó el día de la noche y que había abierto una
concha invisible dejando caer agua desde el cielo. Creían que, junto con su madre y Ki, Enlil sentó las bases de la creación
de las plantas, los humanos y otras criaturas, que hacía germinar las semillas y que había dado forma a la humanidad a
partir de la tierra
Los sumerios creían que el universo consistía en un disco plano cerrado por una cúpula de latón. La vida después
de la muerte implicaba un descenso al vil submundo, donde se pasaba la eternidad en una existencia deplorable, en una
especie de infierno.
Creían que los cultivos crecían porque un dios masculino se estaba apareando con su esposa diosa. Ellos veían los
meses húmedos y calurosos del verano, cuando los campos y praderas se teñían de marrón, como el momento de la
muerte de los dioses. Cuando los campos florecían de nuevo en primavera, creían que sus dioses resucitaban. Marcaron
a éste, como el comienzo del año, que era celebrado en sus templos con música y cantos.
No creían en el cambio social, aunque los sacerdotes sumerios alteraban las historias que contaban, creando
nuevos giros en los cuentos antiguos; sin reconocer esto como un cambio inducido por los humanos o preguntándose por
qué habían fallado en hacerlo bien la primera vez. Las nuevas ideas eran simplemente revelaciones de sus dioses.}
En el siglo XVIII a. C., el rey Hammurabi unificó el Estado, hizo de Babilonia la capital del imperio e impuso como
dios principal a Marduk. Este dios fue el encargado de restablecer el orden celeste, de hacer surgir la tierra del mar y de
esculpir el cuerpo del primer hombre antes de repartir los dominios del universo entre los demás dioses. Hammurabi,
dio a conocer el Código Hammurabi, que es una especie de Ley para garantizar la hegemonía de todos los pueblos
sumerios con el fin de controlar a las masas y forjarse una vida integral.
Muchos siglos después, en el siglo IV d.C. entre los periodos del Concilio de Nicea (325 d.C.) y el Concilio de
Constantinopla (381), el Sacerdote Atanasio dio a conocer el compilado de la Biblia que hoy conocemos. Mismo que con
un análisis comparativo, podemos descubrir la similitud con el Código Hammurabi escrito unos 22 siglos antes.
Comparativo
Solo se puede entender la similitud si se tiene en cuenta la que en el año 367 d.C. (Siglo IV d.C) en una carta,
Atanacio dio a conocer un canon sobre el que se sustenta la biblia. Para ello es importante tener en cuenta que los 39
libros del Antiguo Testamento forman la Biblia del Judaísmo, mientras que la Biblia cristiana incluye esos libros y también
los 27 libros del Nuevo Testamento. Esta lista de libros incluidos en la Biblia se conoce como el canon. Es decir, el canon
se refiere a los libros considerados como inspirados por Dios y autorizados para la fe y la vida. Ninguna iglesia creó el
canon, pero las iglesias y los consejos gradualmente aceptaron la lista de libros reconocidos por los creyentes en todas
partes como inspirados.
En realidad, no fue sino hasta el año 367 dC que el padre de la iglesia Atanasio primero proporcionó la lista
completa de los 66 libros que pertenecen al canon.
Durante algún tiempo, varios de esos escritos fueron tenidos como canónicos por comunidades o grupos del
judaísmo o del cristianismo. Más aún, algunos de ellos dejaron su huella en textos y celebraciones litúrgicas y en la piedad
popular.
Si bien muchos textos apócrifos permearon ciertos aspectos de la liturgia y de la piedad de los fieles cristianos, las
Iglesias cristianas históricas tienden a considerar que los materiales apócrifos en general no aportan contenidos de
relevancia para la fe de los creyentes.