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Si se produce un hecho trascendente (la caída del imperio romano, la caída del Soviet, el advenimiento del
capitalismo moderno, el fracaso del hitlerismo, etc.) pueden darse diversos niveles de explicación, y
muchos de ellos serán explicaciones válidas, pero no únicas. En la historia en general se trata de una
complejidad de factores múltiples y heterogéneos. En relación con esta multiplicidad y heterogeneidad se
dan dos fenómenos muy importantes:
(Hay una jerarquización de explicaciones, pero no quita que sean verdaderas. Hay que buscar la unidad
de esas explicaciones, pero no hay que caer en el reduccionismo)
a) un mismo acontecer histórico tiende a ser explicado de maneras y niveles muy distintos por distintas
corrientes filosófico-historiográficas (ej. el advenimiento del Capitalismo explicado desde Marx o
desde Max Weber, “La ética protestante y los orígenes del capitalismo”) (La filosofía del historiador,
consciente o inconscientemente, juega un papel. Acá está la limitación del subjetivismo. )
b) la tendencia reduccionista de ciertas corrientes explicativas en Historia. (Postura que tiende a buscar
una única explicación y absolutizarla. El marximos como historiografía es estructuralmente
reduccionista. Porque la historiografía marxista está determinada por la filosofía marxista, por la
visión que tiene el marxismo como lucha de clases. Se explica todo desde la economía. El
historicismo marxista está viciada de reduccionismo desde un principio. Gramsci inaugura el euro-
comunismo, pero en cierto sentido es contrario al historicismo: para él había que producir la
revolución también desde lo cultural, no alcanzaba con la lucha de clases y la revolución desde abajo.
Llevar a la práctica el marxismo gralmente deja de lado lo teórico. Lenin con Trotski discutían sobre si
había que organizar desde la política la revolución, Trotski creía más en la revolución espontánea).
(Una filosofía materialista del hombre tiende a revalorizar los aspectos materiales de la historia. Por
ejemplo un biologicismo tiene en cuenta más lo geográfico)
Detrás de estos “reduccionismos” se conjugan factores psicológicos vinculados con la actitud racionalista
(simplicidad, sencillez, claridad, “racionalidad”) y factores filosóficos (especialmente antropológicos y
metafísicos).
Tomemos los factores antropológicos: una antropología materialista va a tender siempre a un
reduccionismo explicativo hacia lo material –desde un determinismo biológico-geográfico, o desde un
determinismo económico (economicismo). Una antropología “espiritualista” va a tender a un
reduccionismo explicativo desde los factores “espirituales” (cultura, lenguaje, ideas dominantes, religión).
Lo que en Marx es “infraestructura” determinante causal (lo económico) es consecuencia y efecto en Weber.
Lo que en Marx es “superestructura ideológica” (ideas, filosofía, religión, arte, cultura) es en Weber causa
determinante.
Un comentario aparte aquí respecto del neomarxismo heterodoxo de Antonio Gramsci: al situar al
Marxismo en la línea de la cultura italiana del Risorgimento, al subrayar la necesidad de un comunismo
cultural para que triunfara la Revolución, estaba traicionando la esencia del Marxismo. La superestructura
se volvía demasiado decisiva para el éxito del cambio de las estructuras.
Algo parecido se plantea no ya respecto de la importancia de lo cultural sino de lo político en la polémica
entre Lenin y Trotsky. Este creía en la revolución “espontánea” del proletariado (mundial), en una
supuesta ortodoxia marxista que creía con fe ciega en el proceso de la revolución mundial producida desde
la lucha de clases como consecuencia de la “infraestructura” económica del Capitalismo burgués. Lenin
pensó que había que organizar políticamente la revolución. Con ello estaba reconociendo, a través del
factor político, la importancia del papel de las personas y de su acción conciente para que se produjera un
determinado hecho histórico supuestamente necesario (la Revolución). Ello ya va contra el reduccionismo
explicativo: si no hubiera habido Lenin no habría habido revolución rusa, o hubiera sido muy diferente.
La teoría de la unidad substancial fundamenta adecuadamente un pluralismo explicativo con diversidad y
“jerarquía” de causas materiales y espirituales confluyentes, que pueden adquirir “diversa” importancia en
diversas circunstancias, épocas, etc. (ej. importancia de un factor geográfico en una migración en una
sociedad primitiva, o en la importancia del Egipto prehistórico y antiguo, o en una sociedad moderna).
Cada época o tipo de acontecimiento tiene su propia “jerarquía causal” en la que los distintos factores
ejercen pesos diferentes según condiciones culturales reinantes. Conocer esto es también comprender mejor
cada época o cada hecho estudiado. Ejemplo: no se puede entender la historia de la baja edad media, el
Imperio bizantino o la edad moderna (siglos XVI-XVII) si no se entiende la importancia que tenían entonces
las disputas teológicas. Tampoco se puede entender la historia contemporánea sin entender el papel que la
filosofía ejerció en la historia occidental y luego mundial a partir del siglo XVIII (aunque tampoco se
puedan entender ciertas filosofías sino desde cierto contexto histórico).
El tema en general debe enmarcarse entre dos posturas metafísicas opuestas. El “reduccionismo
explicativo” está vinculado con el MONISMO metafísico: existe un solo ente, por lo tanto un único
operante y una única causa (operari sequitur esse, actiones sunt suppositorum, modus operandi sequitur
modum essendi) –todas las demás “causas” son aparentes, pero no verdaderamente determinantes. Así es
en Hegel, Marx, Comte, y con algunos matices en Heidegger.
El “pluralismo explicativo” es más coherente con un PLURALISMO metafísico: existen muchos entes (de
distintas naturalezas), por lo tanto muchos “operantes” (causas) cada uno con su propio modo de ser (y por
lo tanto de obrar).