Está en la página 1de 3

UNIDAD II: COMPRENSIÓN Y EXPLICACIÓN EN EL SABER HISTÓRICO.

El aporte de Wilhelm Dilthey. La causalidad en lo histórico. Saberes nomotéticos e idiográficos


(Windelband). Ampliación del concepto moderno de causa. El logos en el acontecer histórico y su posible
comprensión. “Ens et verum convertuntur” también rige para lo histórico. “Ratio” e “intellectus” en el
conocimiento histórico. El papel de la (re)construcción. Papel de los conceptos universales en el historiar.
Crítica de los reduccionismos explicativos. Discusión de la historiografía marxista y de la tesis comtiana.
Pluralismo explicativo en una filosofía de la unidad substancial espiritual-corpórea y en un pluralismo de
entes. Papel de lo económico, de lo político, de lo cultural. Papel de la libertad personal. Utilidad y límites
de los esquemas historiográficos.

Partimos de la distinción de Dilthey entre “explicar” (Ciencias de la Naturaleza) y “comprender” (Ciencias


del espíritu). Aspectos válidos del comprender: ver el texto en contexto, el “hecho” en su “conjunto de
sentido”. No se opone a explicar: ambos son captación del lógos de lo acontecido. O de lo acontecido en su
lógos. El problema subyacente a la oposición: “reducción” de la explicación (relación causa-efecto) a la
explicación por la causa eficiente (entendida como causa mecánica) y a la necesidad del mundo natural. (Se
reduce el concepto de explicar a un tipo de explicación muy específica que es la de las ciencias naturales.
La explicación apunta a la comprensión, eso es lo que se propone. La comprensión tiene más que ver con
el intelectus. Así la comprensión sería fruto de la explicación y no algo incompatible) Ampliación del
concepto de “causa” (¿Por qué tiene que ser una sola causa?) : abarca también la causalidad final, la
material y la formal (esencia intrínseca, “estructura en desarrollo”). También por la causa ejemplar (papel
de los conceptos universales).
“Explicar” en el orden de lo “universal” y “necesario”: siempre que se da tal causa, se da tal efecto: posita
causa, ponitur effectus, tollita causa, tollitur effectus. En estos casos “siempre” que se da la causa se da el
efecto. Pero en la historia se trata de la causalidad (explicación) de un hecho singular y contingente, único
e irrepetible. Se trata de comprender, a posteriori, partiendo de la singularidad concreta de un
“fragmento” del pasado humano, por qué se produjo: aquí comprender el por qué es sinónimo de
comprender el lógos del acontecer. No se puede entender el sentido de lo acontecido si no se entienden
sus causas. En este sentido, tratar de entender realmente lo que sucedió supone entender en cierta medida
por qué sucedió. O dicho de otra manera, no se entiende “lo que sucedió” si sólo se conocen los llamados
“hechos”: es como ver un partido de rugby sin saber las reglas: se ven ciertos hechos pero no se entiende
qué sucede. O ver una película sin entenderla: se constatan fácticamente ciertos datos, pero no se entiende
qué sucede. El “qué sucede” siempre alude al sentido de la situación, a su lógos, y por lo tanto a las causas
que interactúan, sólo penetrables por el intelecto (no por los sentidos. Sólo la información no me permite
entender lo que sucede. ). Una crónica, o una cronología, o una historia de la filosofía “a lo Fraile”
(compilación de datos sobre lo que vivieron y dijeron los filósofos) no es entender lo que sucedió con tal
pensamiento o con tal filósofo, o qué sucedió con alguien llamado “Platón” o “Tomás de Aquino”. En este
sentido no se puede hacer historia de la filosofía sin filosofar. No existe algo así como un conocimiento
adecuado de los hechos que no sea en cierta medida el conocimiento de sus causas. Y esto es así porque el
pasado no está compuesto de “átomos” –con o sin pintura posterior (Wittgenstein)- sino de procesos de los
cuales existe una génesis, una manifestación y unas consecuencias ulteriores.
Ahora bien, lo característico del objeto histórico singular acontecido es que, siendo único e irrepetible, es el
punto de intersección de una causalidad plural y compleja (Las causas históricas siempre son plurales) .
El objeto es en cierto modo único, pero su causa –y por consiguiente su explicación- jamás es “única”. Se
trata de un conjunto de causas concurrentes y confluyentes de distinta naturaleza que, siempre a porteriori,
se descubren como explicaciones –cada una parcial, y sólo completa en su conjunto inabarcable para
nosotros- de lo acontecido.
La búsqueda del por qué es una necesidad natural del intelecto humano, que busca las razones de lo
aparentemente casual y azaroso. “Diasótzein tá phainómena-salvar los fenómenos, dar razón de lo
acontecido”. Pero, a diferencia de la postura de Hegel -para quien la contingencia es sólo la exterioridad
de una necesidad todavía no descubierta-(una vez que llegamos al fondo descubrimos la necesidad de eso
que parecía contingente), por más que descubriéramos “todas” las causas y “todas” las maneras en que
ellas interactúan, según la jerarquía exacta de sus pesos relativos en la producción del fenómeno, ello nunca
nos llevaría a la conclusión de que el pasado histórico “nunca podría haber sucedido de otra manera”
(llegar a explicar un hecho satisfactoriamente no implica que deje de ser contingente. Una explicación de
un hecho en realidad muestra de mejor manera la contingencia del hecho. Entendiendo cuán cerca
estuvo Aníbal, te das cuenta de la contingencia de las cosas. Conociendo el detalle, se ve la contingencia
de los hechos.). Ya sea porque cada una de esas causas es en sí misma contingente –también la causa
histórica es un acontecer de naturaleza histórica,-, y porque es contingente la confluencia de todas ellas en
un efecto único, como por el hecho, más claro para la filosofía que para la historiografía, de la intervención
de la LIBERTAD humana (agens “per intellectum” y no “per naturam”), a la que la historiografía busca
inconcientemente reducir al mínimo, como si la libertad introdujera un factor de irracionalidad y no
cientificidad en el acontecer.

Si se produce un hecho trascendente (la caída del imperio romano, la caída del Soviet, el advenimiento del
capitalismo moderno, el fracaso del hitlerismo, etc.) pueden darse diversos niveles de explicación, y
muchos de ellos serán explicaciones válidas, pero no únicas. En la historia en general se trata de una
complejidad de factores múltiples y heterogéneos. En relación con esta multiplicidad y heterogeneidad se
dan dos fenómenos muy importantes:
(Hay una jerarquización de explicaciones, pero no quita que sean verdaderas. Hay que buscar la unidad
de esas explicaciones, pero no hay que caer en el reduccionismo)

a) un mismo acontecer histórico tiende a ser explicado de maneras y niveles muy distintos por distintas
corrientes filosófico-historiográficas (ej. el advenimiento del Capitalismo explicado desde Marx o
desde Max Weber, “La ética protestante y los orígenes del capitalismo”) (La filosofía del historiador,
consciente o inconscientemente, juega un papel. Acá está la limitación del subjetivismo. )
b) la tendencia reduccionista de ciertas corrientes explicativas en Historia. (Postura que tiende a buscar
una única explicación y absolutizarla. El marximos como historiografía es estructuralmente
reduccionista. Porque la historiografía marxista está determinada por la filosofía marxista, por la
visión que tiene el marxismo como lucha de clases. Se explica todo desde la economía. El
historicismo marxista está viciada de reduccionismo desde un principio. Gramsci inaugura el euro-
comunismo, pero en cierto sentido es contrario al historicismo: para él había que producir la
revolución también desde lo cultural, no alcanzaba con la lucha de clases y la revolución desde abajo.
Llevar a la práctica el marxismo gralmente deja de lado lo teórico. Lenin con Trotski discutían sobre si
había que organizar desde la política la revolución, Trotski creía más en la revolución espontánea).
(Una filosofía materialista del hombre tiende a revalorizar los aspectos materiales de la historia. Por
ejemplo un biologicismo tiene en cuenta más lo geográfico)

Detrás de estos “reduccionismos” se conjugan factores psicológicos vinculados con la actitud racionalista
(simplicidad, sencillez, claridad, “racionalidad”) y factores filosóficos (especialmente antropológicos y
metafísicos).
Tomemos los factores antropológicos: una antropología materialista va a tender siempre a un
reduccionismo explicativo hacia lo material –desde un determinismo biológico-geográfico, o desde un
determinismo económico (economicismo). Una antropología “espiritualista” va a tender a un
reduccionismo explicativo desde los factores “espirituales” (cultura, lenguaje, ideas dominantes, religión).
Lo que en Marx es “infraestructura” determinante causal (lo económico) es consecuencia y efecto en Weber.
Lo que en Marx es “superestructura ideológica” (ideas, filosofía, religión, arte, cultura) es en Weber causa
determinante.
Un comentario aparte aquí respecto del neomarxismo heterodoxo de Antonio Gramsci: al situar al
Marxismo en la línea de la cultura italiana del Risorgimento, al subrayar la necesidad de un comunismo
cultural para que triunfara la Revolución, estaba traicionando la esencia del Marxismo. La superestructura
se volvía demasiado decisiva para el éxito del cambio de las estructuras.
Algo parecido se plantea no ya respecto de la importancia de lo cultural sino de lo político en la polémica
entre Lenin y Trotsky. Este creía en la revolución “espontánea” del proletariado (mundial), en una
supuesta ortodoxia marxista que creía con fe ciega en el proceso de la revolución mundial producida desde
la lucha de clases como consecuencia de la “infraestructura” económica del Capitalismo burgués. Lenin
pensó que había que organizar políticamente la revolución. Con ello estaba reconociendo, a través del
factor político, la importancia del papel de las personas y de su acción conciente para que se produjera un
determinado hecho histórico supuestamente necesario (la Revolución). Ello ya va contra el reduccionismo
explicativo: si no hubiera habido Lenin no habría habido revolución rusa, o hubiera sido muy diferente.
La teoría de la unidad substancial fundamenta adecuadamente un pluralismo explicativo con diversidad y
“jerarquía” de causas materiales y espirituales confluyentes, que pueden adquirir “diversa” importancia en
diversas circunstancias, épocas, etc. (ej. importancia de un factor geográfico en una migración en una
sociedad primitiva, o en la importancia del Egipto prehistórico y antiguo, o en una sociedad moderna).
Cada época o tipo de acontecimiento tiene su propia “jerarquía causal” en la que los distintos factores
ejercen pesos diferentes según condiciones culturales reinantes. Conocer esto es también comprender mejor
cada época o cada hecho estudiado. Ejemplo: no se puede entender la historia de la baja edad media, el
Imperio bizantino o la edad moderna (siglos XVI-XVII) si no se entiende la importancia que tenían entonces
las disputas teológicas. Tampoco se puede entender la historia contemporánea sin entender el papel que la
filosofía ejerció en la historia occidental y luego mundial a partir del siglo XVIII (aunque tampoco se
puedan entender ciertas filosofías sino desde cierto contexto histórico).
El tema en general debe enmarcarse entre dos posturas metafísicas opuestas. El “reduccionismo
explicativo” está vinculado con el MONISMO metafísico: existe un solo ente, por lo tanto un único
operante y una única causa (operari sequitur esse, actiones sunt suppositorum, modus operandi sequitur
modum essendi) –todas las demás “causas” son aparentes, pero no verdaderamente determinantes. Así es
en Hegel, Marx, Comte, y con algunos matices en Heidegger.
El “pluralismo explicativo” es más coherente con un PLURALISMO metafísico: existen muchos entes (de
distintas naturalezas), por lo tanto muchos “operantes” (causas) cada uno con su propio modo de ser (y por
lo tanto de obrar).

También podría gustarte