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peligros de su estigmatización
La filósofa Laura Quintana ofrece algunas breves
reflexiones a raíz del paro nacional de noviembre de
2019. Este ensayo ofrece una mirada a cómo, a lo
largo de la historia de Colombia, se “ha estigmatizado,
perseguido, criminalizado y reprimido la protesta
social y cualquier práctica manifiesta de abierto
disenso”.
26/11/2019
ensayo
Escribo este texto un día después de que se anunciara la muerte del joven
estudiante Dilan Cruz, quien fue asesinado por el Esmad mientras
participaba de las protestas del 23 de noviembre, en Bogotá. Empiezo desde
aquí porque este hecho inaceptable y profundamente doloroso —lo digo
desde un estremecimiento ético-político, sin sentimentalismo— tiene que
ver estrechamente con parte de las consideraciones que quiero plantear
aquí.
Este eje de reflexión tiene que ver con la manera en que, por mucho tiempo
en Colombia, se ha estigmatizado, perseguido, criminalizado y reprimido la
protesta social e incluso cualquier práctica manifiesta de abierto disenso. Y
esto ha sido evidente, de nuevo, y quizá de manera más patente, por la
enorme convocatoria de las protestas que se han dado ahora, a fines de
noviembre.
No tengo espacio para analizar esta deriva autoritaria del gobierno actual de
Colombia y cómo se ha venido instaurando de la mano con una política del
miedo. Con respecto a esta última sólo quiero destacar lo siguiente: por una
parte, cómo el miedo apunta a deshacer una creciente repolitización que,
con la protesta, se ha venido dando en Colombia, para desactivar con ello la
organización del descontento social; y, por otro lado, cómo este miedo
puede hacer de la protesta su objeto, al nutrirse de prejuicios que muchas
personas del común han venido albergando contra la movilización social
igualitaria, al considerarla destructiva, inconveniente e improductiva, y una
amenaza para su seguridad, y la de sus propiedades (grandes o pequeñas).
Prejuicios que a veces se oyen en las calles, cuando la gente exclama:
“muchachos ya paren el paro, que la cosa se les salió de las manos” o de
manera más radical: “esos que protestan sólo unos vándalos que crean
desorden y merecen ser controlados”.
Desde el 21 de noviembre, miles de manifestantes han salido a las calles para protestar
contra el gobierno en Colombia. Foto: Esteban Vega.
7. Más aún, dadas estas razones y otras que por razones de espacio no
puedo aquí considerar, desde los planteamientos de Arendt el derecho a la
protesta expresa un meta-derecho fundamental. Esto quiere decir que se
trata de un derecho que le da sentido a todos los demás derechos: el
derecho a tener derechos, el derecho a poder exigir que se puedan reclamar
derechos cuando estos se niegan. Sin este metaderecho no tienen ningún
sentido, según esta autora, los derechos humanos. De modo que, a la luz de
estos planteamientos, un régimen que impide el derecho a la protesta atenta
fundamentalmente contra los derechos humanos.