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La magia está en la palabra, en el verbo.

¿Qué sería de las cartas, las monedas y las chisteras sin un mago? Sin embargo,
¿qué sería del mago sin su discurso? En 2019 Juan Tamariz mencionó en una
entrevista que alguna vez se le dió la oportunidad de asegurar sus manos (tal como
hacen algunas empresas con los porteros de fútbol). No obstante, Tamariz preguntó
si en cambio podía asegurar su voz, pues aseguró que la magia está en la palabra,
en el verbo.

Esto último se lo escuchaba a mi abuelo cuando me introdujo en el mundo del


ilusionismo, pero no llegaba a comprender en su totalidad el significado de esta
frase. Para mí no tenía ningún sentido estar hablando sin cesar para mostrar un
simple efecto de magia. Sin embargo, estudiando a personajes como Arturo De
Ascanio conocí la llamada ​Atmósfera Mágica, ​la cual en pocas palabras consiste en
el ambiente de sorpresa y misterio que el mago consigue cuando ejecuta sus
efectos. En este contexto, la experiencia me enseñó que la mejor forma de introducir
al público en una atmósfera mágica (más allá de la técnica) es por medio de la
expresión oral, de una historias que justifique cada pase y evento mágico (también
se puede hacer sin hablar, pero ello requiere de un gran dominio del lenguaje
corporal).

Empecé a ver cientos de presentaciones de magos, leía y escuchaba sus rutinas


para aprender de sus historias. Me enriquecí con múltiples referentes, lo cual me
ayudó a darme cuenta que los magos de alto nivel se dedican a contar historias
propias (ya sean basadas en hechos reales o provenientes de su imaginación) y los
magos de bajo nivel se dedican a copiarlas y contarlas sin agregar ningún valor
propio.

Gracias a lo anterior me surgió una gran duda: ¿Qué historia debo contar para
entretener al público? Mi idea como mago no es solo asombrar sino no perder el hilo
de atención de mis espectadores. Mi fin es hacerlos disfrutar de cada pequeño
detalle, de cada segundo de la función. Lo ideal es que en una rutina no haya
espacio para tiempo muerto y superfluo dado que le daría la oportunidad a los
espectadores de salirse de la atmósfera y no disfrutarían del mismo modo el acto.

Asimismo, hoy en día estamos expuestos a múltiples estímulos que demandan


nuestra atención y dependiendo de nuestra tarea, nos pueden ayudar o distraer
(aunque honestamente considero que comúnmente sucede lo último). Para la
mayoría de nosotros 60 segundos no es mucho si nos estamos divirtiendo, es
apenas una tercera parte de una canción promedio. Por otro lado, no pensaríamos
lo mismo si estuviéramos bajo el agua sosteniendo la respiración. Como artistas,
debemos diseñar rutinas y shows completos, los cuales dependiendo del contexto
pueden variar entre 45 y 60 minutos. Esto en lo personal, al inicio se puede sentir
como aguantar la respiración bajo el agua, dado el desafío que representa
seleccionar cada palabra, gag (chiste) y efecto, pero el público debe disfrutarlo de
inicio a fin como si se tratara de su canción o película favorita.

Ahora bien, si estás leyendo esto siendo apenas un aprendiz no te preocupes, te


voy a enseñar algo que me ayudó mucho a la hora de organizar mis discursos en el
escenario. Por otro lado, si ya tienes un poco más de experiencia en esto, de seguro
algo de lo que leerás a continuación te puede servir también.

La gente quiere vivir emociones:

Un error que cometen un gran número de magos es pensar que copiar historias es
una buena idea. Admito que no hay nada de malo en inspirarse y tener un referente
que nos guíe, pero caer en la vagancia mental de copiar un acto de inicio fin por
ahorrarnos la pereza, no sólo es una falta hacia el público quien merece un show de
calidad, sino que también es una falta hacia el mago que se tomó el tiempo de
pensar y diseñar dicha rutina. Ahora bien, si encuentras un mago que te llama
mucho la atención y te gusta su estilo, puedes guiarte de algunos elementos como
su tono de voz, pausas y chistes. La idea es encontrar dichos factores que te
pueden ayudar a construir una historia emocionante (algo así como cuando un
adulto entra en personaje para leerle una historia a un niño, se vale de
modulaciones en la voz, mímicas y gestos exagerados para ofrecerle al chico un
momento mágico)

Si buscamos en YouTube el efecto: “Snow Storm” (o tormenta de nieve) nos


encontraremos con al menos una docena de magos que relatan cómo su
abuelos/papás los llevaron a conocer la nieve por primera vez. Esta rutina ha sido
utilizada por años con la misma historia y la razón de esto es que, ¡funciona! Con
ella se crea un vínculo emocional entre el mago y sus espectadores, dado que
empatiza con ellos al adentrarlos en el mundo de un niño que nunca antes ha visto
la nieve y su abuelo (o papá) lo ayuda a cumplir su sueño. Sin embargo, podemos
crear vínculos emocionales con el público más allá de la melancolía, como por
ejemplo con la risa.

Qué pasaría si la tormenta de nieve la presentamos bajo la premisa de “La magia


contra el mago” en la cual por arte de magia todo sale mal. Algo así como que el
mago llegó a un restaurante y para demostrar que sabía hacer magia tomó una
servilleta, la rompió en varios pedazos y luego la recompuso. Le solicitaron que
repitiera el efecto y al hacerlo algo salió mal con sus palabras mágicas y “sin
quererlo” empezó a llenar con papel de servilleta todo el lugar.
Algún mago podría decir que tal vez esta variación no tendría el mismo impacto que
la versión original (aunque es simplemente una idea que se me acaba de ocurrir),
pero lo cierto es que le daría una propuesta de valor al acto, un factor diferenciador
al mostrar el truco desde una perspectiva distinta. A fin de cuentas no hay
restricciones en esto de las ideas. Hay cientos de formas de conectar al público con
una emoción y ya estaría en las manos del mago decidir si quiere que su acto
transmita felicidad, melancolía, suspenso, miedo, acción, entre otros.

Si la realidad no te emociona, invéntala.

Con esto me refiero a que las historias no siempre deben ser verdad o basarse en
hechos reales. Cuando era niño pensaba que no ocurrían cosas emocionantes en
mi vida (aunque esta perspectiva cambió con el tiempo), pero entendí que por esta
razón los magos tienen el derecho de crear un mundo ficticio.

Entonces, si todos tienen la oportunidad de hablar de infinidades de temas, ya sea


basándose en hechos reales o no, ¿por qué siempre repiten las mismas historias?
Inventemos cosas asombrosas, entre más ridículas mejor. Si tenemos la
oportunidad de mentir con el fin de contar historias, hagámoslo a lo grande, por
ejemplo: “​Buenas noches, hoy les comentaré de aquella vez que le di clases de
magia a Houdini… en ese entonces era apenas un novato…” ​o también: “​Les voy a
comentar de la vez que Scarlett Johanson me invitó a salir… como bien sabrán soy
un hombre difícil entonces le dije que no…” Entre más alejado de la realidad, más
incitaremos a las personas a reírse porque entenderán en un primer momento que
no es cierto, pero el solo hecho de imaginarse el contexto les hará gracia.

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