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Dislocado en su fiereza
el toro mengua el derrote,
y el torero en su capote
muestra una falsa destreza.
Con gran saña y con firmeza
le clava sendas cuchillas,
fugándose en volandillas
deja al toro en su dolor,
derrotando con vigor
aquel par de banderillas.
Feria de cruel alegría
tiene a un toro ya cansado,
pues sus bríos le han robado
en brutal carnicería.
Se escucha una algarabía:
¡olé! gritan al torero
y éste cual majo guerrero
después de usar la muleta,
toma el estoque el coleta
para hundirle aquel acero.
Respiración apurada,
su sangre ya lo va ahogando.
Su verdugo está mirando,
es su final bocanada.
Solo espera la estocada,
ya se perfila el torero.
Con firme afán tesonero
y en punta de zapatilla,
en rápida volandilla
hunde un estoque certero.
Ya le ha llegado la suerte
y el toro premia su raza.
Se está cayendo la plaza
pues se resiste a su muerte.
Por ser un astado fuerte
han llamado al puntillero,
quien acierta con esmero
en la nuca su puntilla.
Y bajo un sol que no brilla
muere un toro sabanero.