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TUTORIA 6

COMPETENCIA EUROPA DERECHOS


FUNDAMENTALES
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Las garantías de los derechos
fundamentales desde el derecho
español
Nuestro sistema se integra por dos sectores: el de la consagración de
los derechos fundamentales y el de la garantía de los mismos. La
Constitución incluye una tabla o repertorio de derechos y lo hace
de un modo singular. Así, el Título I se encarga “De los derechos y
deberes fundamentales”, que divide en 5 capítulos:
• Capítulo I “De los españoles y los extranjeros”
• Capítulo II “Derechos y libertades”
• Capítulo III “De los principios rectores de la vida social y económica”
• Capítulo IV “De las garantías de las libertades y los derechos
fundamentales”
• Capítulo V “De la suspensión de los derechos y libertades”
La densidad y naturaleza de los
derechos y libertades
• Los derechos, cuyo ejercicio determina la obligación de abstención de las demás
personas físicas, personas jurídicas y todo tipo de personificaciones públicas y sus
órganos funcionarios y agentes son derechos de abstención. Y los derechos que se
corresponden a la obligación de prestación de bienes y servicios, directa o
indirectamente, por los poderes públicos son los derechos prestacionales. Y
podríamos clasificar los derechos fundamentales de la siguiente manera:
• - Derechos subjetivos que se corresponderían a la obligación de los demás, personas
físicas o jurídicas privadas de no realizar una conducta contraria a su realización
• - Derechos públicos subjetivos que supondrían la obligación de mera abstención de
los poderes públicos a la realización del derecho
• - Derechos públicos subjetivos de colaboración y regulación que exigirían, además de
la mera abstención, la colaboración o regulación del derecho para ordenarlo o para
facilitar su realización
• - Derechos públicos subjetivos prestacionales derivados de la Constitución, esto es,
derechos que se corresponden a la obligación de los poderes públicos de prestar
bienes y servicios, derivándose la obligación directamente de la Constitución
• - Derechos derivados de los principios inspiradores de la legislación, coincidentes
con
los anteriores, sólo que derivados directamente de la Constitución a través del
desarrollo de principios constitucionales
• La Constitución española consagra derechos de
diferente densidad. De entre ellos los derechos
subjetivos y los derechos públicos subjetivos
suponen la construcción más acabada de los
derechos fundamentales, ya que de no cumplirse
pueden acarrear sanciones penales. La
clasificación que hace la Constitución en capítulos
no se ajusta a ésta clasificación, dando lugar a
cierto desorden y falta de homogeneidad. Lo más
destacable de nuestro sistema es la eclosión de
los derechos prestacionales, representación
misma del Estado de bienestar.
Las garantías normativas y
jurisdiccionales de los derechos
• El mayor grado de protección lo tendrán los derechos
reconocidos en el art.14 y la Sección primera del capítulo
segundo y la objeción de conciencia del art.30 CE, pues de
una parte tienen que ser regulados por Ley Orgánica y, por
otra, se benefician de los procedimientos de amparo
ordinario y de amparo constitucional. Los demás derechos
del capítulo segundo, en su caso, sólo pueden regularse por
ley; derechos exigibles a través de los diferentes cauces de
la jurisdicción ordinaria. Finalmente, los derechos que
pudieran derivar del capítulo tercero pueden ser alegados
ante la jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que
dispongan las leyes que los desarrollen. Así, la Constitución
española otorga diferentes grados de protección a los
derechos que contempla en su título primero.
Los derechos fundamentales en los
Tratados de las Comunidades y de la
Unión Europea
• Las Comunidades Europeas se conciben originariamente como
organizaciones internacionales de naturaleza económica en las que no
parecía relevante ni justificada la protección de los derechos
fundamentales y las libertades públicas que se lleva a cabo por los
respectivos ordenamientos constitucionales de los Estados miembros, por
Naciones Unidas y por el Consejo de Europa. Las sucesivas reformas del
Tratado de la Comunidad Económica Europea, la entrada en vigor del
Tratado de la Unión y las reformas de los Tratados de Amsterdam
extendieron la actividad del conjunto de organizaciones que conocemos
como Unión Europea mucho más allá de los últimos confines económicos.
Por otra parte, las Comunidades han intensificado en las últimas décadas
su sesgo supranacional, que hace que se comporten como Estados en lo
relativo a las relaciones entre las instituciones comunitarias y los
ciudadanos europeos, por lo que no estaría justificado que dichas
relaciones no se rigieran por los mismos postulados que presiden las
relaciones entre los poderes públicos y los ciudadanos en los Estados
miembros y, en particular, por el respeto a los derechos fundamentales.
TJUE • Los Tratados vigentes de la Unión Europea y de las Comunidades Europeas
(hasta
que entre en vigor el Tratado de Lisboa) no dedicaron ninguno de sus títulos o
partes a los derechos fundamentales, lo que supone una deficiencia considerable.
Sin embargo, esto no significa que a lo largo del articulado de los Tratados no se
consagren derechos fundamentales o que no puedan deducirse los mismos de su
articulado.
• La jurisprudencia del TJCE fue reticente a la aplicación de los derechos
fundamentales, entre otras razones por las carencias de los Tratados, pero no
menos por la adopción de una posición inicial que, con el tiempo, se demostraría
por el propio Tribunal que era equivocada (caso Stork y caso Stauder). Y lo cierto
es que el Tribunal de Justicia Europeo, a partir de 1969, ha ido consagrando toda
una serie de derechos fundamentales, unos derivados directa y explícitamente de
los Tratados y otro fruto del carácter innovador del citado Tribunal.
• La jurisprudencia del TJCE se traslado al Tratado de la Unión, que tras el Tratado
de Amsterdam ha sido enumerado como art.6 del TUE en que se lee que los
derechos fundamentales deben ser respetados “tal y como se garantizan en el
Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales firmado en Roma el 4 de noviembre de 1950”. Es decir
que, aunque la Unión y las Comunidades Europeas no se hayan adherido al
Convenio de Roma, se supone según el citado artículo una vinculación voluntaria
y unilateral al mismo, a la interpretación del Tribunal de Estrasburgo. Por otra
parte, el mencionado art.6 sigue diciendo que la Unión Europea respetará los
derechos fundamentales “tal y como resultan de las tradiciones constitucionales
comunes a los Estados miembros como principios generales del Derecho
Comunitario.
La ciudadanía de la Unión
• La condición de ciudadanos de la Unión y derechos que
derivan de la misma.
• El Tratado de la unión Europea reformó el Tratado de la
Comunidad Europea incorporando al mismo la ciudadanía
de la Unión. El art.17 de TCE y 20.1 del TFUE dice: “será
ciudadano de la Unión toda persona que ostente la
nacionalidad de un Estado miembro”. El status que
comporta la ciudadanía europea deriva del status de
nacional de un Estado miembro que una persona ostente
previamente, es un status vinculado. Por otra parte, la
adquisición de ciudadanía de la Unión no sustituye a la
ciudadanía nacional (a la que está subordinada) sino que la
completa, es decir, añade a ésta nuevos derechos y
obligaciones que operan en el ámbito de la UE.
El derecho a circular y residir
libremente en el territorio de la Unión
• En realidad se trata de dos derechos diferenciados. El primero
supone la posibilidad de que los ciudadanos de la Unión se
desplacen, por cualquier medio, libremente por el territorio de la
Unión sin otros obstáculos que los naturales, lo que ha dado lugar a
la desaparición de las fronteras y aduanas interiores. El derecho a
residir libremente supone el derecho de los ciudadanos europeos a
establecer la residencia en cualquier Estado miembro diferente del
que es nacional. Para conocer con precisión en qué consisten los
referidos derechos es necesario interpretar sistemáticamente este
precepto en el contexto del TCE y tener en cuenta las disposiciones
que se hayan adoptado por la Unión en aplicación del mismo
(posibilidad de que se establezcan límites y condiciones al ejercicio
de estos derechos tanto por parte de la Unión como de los Estados
miembros).
El derecho al sufragio activo y pasivo en las elecciones
al Parlamento Europeo y en las elecciones
municipales
• Los ciudadanos europeos ejercen sus derechos como
tales supeditados al ordenamiento jurídico del Estado
en que residen y en las mismas condiciones que los
nacionales de Estado en cuestión. El Tratado de la CE,
en su art.190 ha prevista la posibilidad de que se
apruebe una legislación uniforme para todos los
Estados miembros. En esta materia no se ha idos más
allá de la adopción del Acta relativa a la elección de
representantes del Parlamento Europeo, que llevó a
cabo una muy limitada unificación de los
ordenamientos jurídicos de los Estados miembros, los
intentos de ir más lejos no han llegado a buen fin.
El derecho a la protección de las
autoridades diplomáticas y consulares
• Los ciudadanos europeos tienen derecho y lo
tendrán en el futuro a la protección de las
autoridades diplomáticas y consulares de otros
Estados miembros en terceros países diferentes
al de su nacionalidad, cuando el Estado miembro
de su nacionalidad no tenga representación en el
Estado concernido. Así, prevé que los Estados
miembros adopten las disposiciones internas
necesarias para el ejercicio del derecho, así como
lleven a cabo las negociaciones internacionales
para garantizar dicha protección.
El derecho de petición ante el Parlamento Europeo y el
derecho a dirigirse a las instituciones, órganos y organismos
de la Unión
• El art.21 del TCE consagra el derecho de los
ciudadanos europeos a formular peticiones al
Parlamento Europeo, a dirigirse al Defensor
del Pueblo y a las instituciones, órganos y
organismos de la Unión, así como a obtener
una respuesta en las lenguas oficiales de la
Unión
La Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea
• El Consejo de Europa celebrado en la ciudad de Colonia los días 3 y 4 de junio de
1999 adoptó la decisión de elaborar una Carta de Derechos Fundamentales de la
Unión Europea. Para llevar a cabo dicho proyecto se prescindía del marco de las
conferencias intergubernamentales, adoptándose una nueva modalidad ,
denominada Convención, pues se integraría dicho grupo de trabajo por
representantes de los Jefes de Estado y Gobierno y del Presidente de la Comisión
Europea, por miembros del Parlamento Europeo y de los parlamentos nacionales,
así como por observadores del Tribunal de Justicia y se escuchó la opinión de
representantes del Comité Económico y Social, del Comité de las Regiones, de
grupos sociales y de expertos.
• En el marco de la celebración del Consejo Europeo de Niza de 2000, el Consejo, el
Parlamento Europeo y la Comisión, proclamaron conjuntamente la Carta de los
Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Ésta se incorporó a la Constitución
Europea no nata, la Carta fue adoptada en Estrasburgo y el Tratado de Lisboa,
firmado en 2007 reconoció la Carta con el mismo valor jurídico que los Tratados.
En la actualidad, el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa está
interrumpido tras la negativa ratificación en el referéndum de Irlanda.
La naturaleza actual de la Carta y sus
posibles virtualidades
• La Carta ha sido proclamada por las Instituciones Europeas en Niza;
jurídicamente, proclamar una norma equivaldría a darle publicidad
para su cumplimiento, para que conocida por todos sea cumplida, y
lleva implícito que antes ha sido adoptad. Sin embargo, en el
Consejo de Colonia se especifica que primero procede la
proclamación solemne de la Carta y, con posterioridad, habrá que
estudiar si debe incorporarse a los Tratados. Pero esto no significa
que todavía carezca de efectos jurídicos. La Carta fue proclamada
en Niza por las Instituciones Europeas y, por tanto, la Carta les
vincula. Esto es, que las Instituciones firmantes de la misma tienen
que someterse a la Carta en el ejercicio de sus respectivas
actividades y, en particular, al aprobar actos comunitarios. Cuestión
diferente es si el Tribunal de Justicia o los jueces nacionales están
en disposición de garantizar su cumplimiento, pero tampoco esto
sería desproporcionado.
El contenido de la Carta
• La Carta consta de un Preámbulo y 54 artículos divididos en VII Títulos: I.
Dignidad, II. Libertades, III. Igualdad, IV. Solidaridad, V. Ciudadanía, VI.
Justicia y VII. Disposiciones generales. Se da una considerable coincidencia
entre el conjunto de derechos de la Carta y las proclamaciones de
derechos fundamentales de los Estados miembros de la Unión. La Carta
otorga un mismo nivel de protección a todos los derechos que en la
misma se proclaman (a diferencia de la Constitución española). La Carta
tiene garantizado que la limitación del ejercicio de los derechos que en
ella figuran exige en todo caso la ley (comunitaria) que deberá respetar su
contenido esencial, cuando se introduzcan limitaciones a la misma se hará
respetando el “principio de proporcionalidad, cuando sean necesarias y
respondan efectivamente a objetivos de interés general. En la Carta no se
prevé ningún procedimiento especial para su protección, lo que no supone
otra cosa que los derechos fundamentales deben invocarse en el curso de
los procedimientos ordinarios ante los jueces nacionales o ante el Tribunal
de Justicia de las Comunidades Europeas.
Los derechos a la buena administración, al acceso a documentos y a
someter los casos de mala administración al defensor del pueblo
• El Título V de TFUE recoge los derechos de ciudadanía como:
– El derecho a la buena administración: derecho complejo o integrado
por otros derecho que consiste en:
• que toda persona tiene derecho a que las instituciones, órganos y organismos
de la Unión trates sus asuntos imparcial y equitativamente dentro de un plazo
razonable
• que toda persona tiene derecho a la reparación por la Unión de los daños
causados por sus instituciones o agentes en el ejercicio de sus funciones, de
acuerdo con los principios generales comunes a los derechos de los Estados
miembros
• que toda persona podrá dirigirse a las instituciones de la Unión en una de las
lenguas oficiales de la Unión y deberá recibir una contestación en esa misma
lengua

El Título V de TFUE
– El derecho de acceso a los documentos: se trata de un
derecho del que son titulares tanto los ciudadanos
europeos como las personas físicas o jurídicas que
residan o tengan su domicilio social en un Estado
miembro.
– El derecho a someter los casos de mala administración
de las instituciones, órganos y organismos de la Unión
al Defensor del Pueblo: se configura como un derecho
del que son titulares tanto los ciudadanos europeos
como las personas físicas o jurídicas que residan o
tengan su domicilio social en un Estado miembro.
El ámbito de aplicación de la Carta
• El ámbito de aplicación de la Carta alcanza, de acuerdo con el art.51
de la misma, a las instituciones, órganos y organismos de la Unión
en el ejercicio de sus competencias, sin excepción y a los Estados
miembros cuando apliquen el Derecho de la Unión. La Carta no crea
nuevas competencias, ni modifica éstas o las que tienen las
Comunidad y la Unión de acuerdo con los Tratados. Los art.2 de
TUE t de TCE ya apuntaban a la consideración de los derechos
fundamentales como objetivos o misiones de la Unión y la
Comunidad. Además, la exclusión de los derechos fundamentales
como nuevas misiones de la Unión y las Comunidades tiene como
consecuencia negativa la imposibilidad de que actúen como límites
en sentido positivo y negativo de la actuación de las competencias
comunitarias
Las relaciones de la Carta con el
Convenio de Roma
• Los derechos que reconoce la Carta, tendrán igual sentido y alcance que los derechos
garantizados por el Convenio Europeo, si bien esto no impedirá que el Derecho de la
Unión conceda una protección más extensa. En definitiva, la interpretación del
sentido y el alcance que los derechos fundamentales que la Carta consagra, y que
son coincidentes con los derechos fundamentales del Convenio, se subordina al
estándar mínimo que se deduce de la jurisprudencia del Tribuna Europeo de los
Derechos Humanos con sede Estrasburgo, intérprete supremo del citados Convenio
de Roma.
• El art.53 de la Carta introduce una norma de interés excepcional: que las
disposiciones de la Carta no pueden en ningún caso interpretarse de modo limitativo
o lesivo de derechos fundamentales previamente reconocidos por la Unión Europea.,
el Derecho Internacional, la Comunidad o los Estados miembros y, en particular, por
el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Públicas.
No obstante, la Carta no solucionaba el problema de mayor alcance derivado de las
relaciones de la misma con el Convenio de Roma de 1950, esto es, la aceptación de
la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Por ello, parecía lógico
que la Constitución Europea previera expresamente la suscripción del Convenio de
Roma a la Unión, como finalmente sucedió en la Constitución europea no nata, y en
el Tratado de Lisboa. De modo que los ciudadanos europeos obtendrán el mismo
nivel de protección de los derechos fundamentales reconocidos en la Carta. Esto
podría suponer la unificación de la doctrina jurisprudencial sobre derechos
fundamentales y libertades públicas en la Unión Europea. Sin embargo, respecto al
alcance de la mencionada unificación, el protocolo anejo al Tratado de Lisboa ha
introducido algunas cautelas para preservar las características específicas de la Unión
y del Derecho de la Unión. El Protocolo ha reiterado que la suscripción al Tratado de
Roma no puede modificar el sistema competencial de la Unión, lo que puede
suponer un obstáculo considerable a la operatividad del Convenio cuando los
Estados miembros ejecuten el Derecho de la Unión.
Los instrumentos jurídicos para la
protección
La Carta no ha creado procedimiento alguno, político o
jurisdiccional, al margen de los existentes en el
derecho de la Unión. Es decir, en lo referente a las
vulneraciones de los derechos fundamentales por las
Instituciones, los concernidos tienen que utilizar los
instrumentos que existen en los Tratados. Por lo que se
refiere a los Estados miembros, vinculados a la Carta,
cuando apliquen el Derecho de la Unión, los
procedimientos para hacer valer los derechos
fundamentales por los operadores jurídicos serán los
previstos en los respectivos ordenamientos jurídicos
nacionales. Esto es, la carta acepta la diversidad de
sistemas de protección de los derechos fundamentales.
El sistema europeo y la quiebra de la
soberanía nacional
• Cuando entre en vigor el Tratado de Lis boa, sí se podría hablar de un auténtico
Sistema Europeo de Derechos Fundamentales y Libertades Públicas, integrado por
los sistemas de protección nacionales, por el sistema de protección de la Unión
Europea y por el sistema de protección basado en el Convenio de Roma de 1950,
dando homogeneidad a los anteriores.
• El sistema europeo de derechos fundamentales y libertades públicas, tanto por la
vía del control que ejerce el Tribunal de Estrasburgo, como por la que ejerce en la
actualidad el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (y que ejercerá
más intensamente con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa), ha puesto fin a
la concepción nacionalista de la garantía de los derechos fundamentales, que se
fundamentaba en la concepción de la soberanía nacional, lo que tiene un altísimo
significado en el contexto internacional. La quiebra de esa concepción viene
reforzada por el impulso dado por los Estados miembros de la Unión Europea a la
creación de la Corte Penal Internacional, cuyo Tratado (Estatuto) constitutivo se
firmó el 17 de julio de 1998 en Roma y que, con la ratificación de 66 países entró
en vigor en 2002. Finalmente, los Estados miembros de la Unión Europea se
someten al control que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, entre
personas y organizaciones dependientes de Naciones Unidas, que puede dirigir
recomendaciones a sus Estados miembros.
• La Unión Europea en el contexto internacional, tiene el único sistema de
protección estimable en que el catálogo de derechos es aceptable y en que el
sistema de garantías es suficiente.
El compromiso de la Unión Europea
con los derechos fundamentales
• Nuestro déficit interno no está, probablemente, en los instrumentos
jurídicos de que disponemos sino en la exigencia de hacer mayores
esfuerzos en el plano educativo y de incrementar nuestro sentido de la
responsabilidad en la realización de los derechos y libertades públicas. A
partir de la firma del Tratado de Amsterdam la Unión ha adoptado una
posición más beligerante en la defensa de los derechos fundamentales en
el mundo; éstos se han convertido en uno de los estandartes de la Unión.
La actuación de la Unión en el ámbito internacional a través de estrategias,
acciones y posiciones comunes ha sido intensa. Particular relevancia tiene
la cláusula “derechos humanos” que a partir de principios de los años
noventa comenzó a incluirse como cláusula en los acuerdos de comercio y
cooperación con terceros Estados.
• Sin embargo, también hay zonas de sombra en este proceso; un ejemplo
paradigmático de las dificultades que se avecinan sería el de la lucha por la
abolición de la pena de muerte. La UE representa una minoría en este
campo y desde esta posición debe demostrar sus convicciones. Es preciso
que la UE proyecte su acción en defensa de los derechos humanos en el
mundo, a través de la acción individual de los Estados miembros y como
una tarea de conjunto. Y, esto, no sólo por ser fieles a nuestras
convicciones, a la creencia en que nuestra visión del hombre sea una
visión universal, sino porque debe formar parte de nuestra estrategia a
corto, medio y largo plazo. El éxito de la UE no es sino una manifestación
de nuestras concepciones democráticas.
La garantía de los derechos fundamentales. Las garantías que
se deducen de la configuración de los derechos
• NO es lo mismo que la UE practique un modelos de Estado de
bienestar, a que los derechos económicos, sociales y culturales se
conviertan en derechos públicos subjetivos. Por ello, hay que
analizar los tipos de derechos que la Carta contiene:
• derechos de mera abstención o de abstención: en la medida en que
su ejercicio no puede ser impedido no por la UE ni por los Estados
miembros ni por las personas físicas o jurídicas. Por el contrario, su
ejercicio debe ser garantizado por la UE y por los Estados
miembros, facilitando su realización y reprimiendo las conductas
contrarias a los mismos.
• Los demás derechos o derechos prestacionales: derechos que en el
caso de reconocerse como derechos públicos subjetivos exigirían
prestaciones públicas.
• Un tipo de derechos similares a los que en la Constitución española
se derivan de los principios informadores del ordenamiento jurídico.
NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE
CIUDADANÍA
• La ciudadanía significará la ruptura de los hombres con los vínculos que les
unían a los señores, a la tierra, a la Iglesia, e incluso a la ciudad. La
ciudadanía supone situar al hombre en el centro de referencia de la
sociedad política francesa. La ciudadanía ignora toda forma de gobierno
que no esté a su servicio. La nación, el estado, se conciben desde la
Declaración de los Derechos como instrumento para la felicidad de los
hombres.
• La ciudadanía, no obstante, hija de su tiempo, se alumbrará con
limitaciones; no serán ciudadanos las mujeres, será un privilegio de los
propietarios. Resulta curioso que la Declaración de Derecho de Virginia de
1776, antecedente de la Declaración de Derechos francesa, no haga
mención expresa a la ciudadanía. La Declaración de Derechos del Hombre
y del Ciudadano será más explícita en este sentido. La mayoría de los
derechos recogidos en ella serán de los hombres por su sola condición y
sólo unos poco estarán a disposición de determinados hombres: los
ciudadanos. Desde su origen, la ciudadanía supondrá un estatus
privilegiado, sólo los ciudadanos son los titulares del poder de conformar
la realidad, la voluntad general, expresada mediante leyes.
• La tempestad de libertad que representan los
nacientes Estados Unidos de América y Francia llegará
a España convertida en una ligera brisa. Lejos de toda
aproximación a las concepciones democráticas, se
sucedieron los gobiernos de Carlos IV que tendrán por
finalidad la represión de todo impulso revolucionario
(Floridablanca, Aranda, Godoy). El alumbramiento de la
ciudadanía tendrá algo de espejismo. El Congreso de
Viena pondrá fin a las concepciones revolucionarias y
el conservadurismo volverá a señorear por Europa. Los
europeos volverán a ser súbditos y en España al infame
grito de “Vivan las cadenas” el pueblo recibe del exilio
a Fernando VII.
• Pero la semilla de la liberta no sucumbirá, permanecerá latente. Constituciones
como la de Weimar de 1919, y la Segunda República Española de 1931, serán
algunas de las excepciones relevantes y esperanzadoras en un panorama
desolador. En España seremos súbditos sin rey, privados de los derechos
fundamentales más elementales. De nuevo, el concepto de ciudadanía aparecerá
en el escenario de las ideas a la vez que los conceptos de Estado-nación y
representación. El concepto de ciudadanía se integrará en el de nacionalidad, pero
los Estados-nación engulleron al ciudadano y con ello se vulnera el espíritu que
presidiera su origen. Los estados-nación se concierten en el centro de todas las
referencias y el individuo lejos de ser un referente se convierte en un servidor, el
espíritu de la Revolución francesa será subvertido. Se produce como consecuencia
la peor versión de la ciudadanía, como privilegio, del que sólo pueden ser titulares
los nacionales de cada nación, creando el concepto de “extranjero”. Será
necesario que la Segunda Guerra Mundial alcance los niveles más esperpénticos
del género humano para que en un continente desolado los europeos den pasos
decisivos hacia la paz. Las Comunidades Europeas se convierten en el
acontecimiento más relevante y luminoso de la historia de Europa tras la
Revolución Francesa. La prosperidad se ha convertido en un carácter asociado a
los europeos, y entre nosotros de san las muestras más relevantes de la
posibilidad de que la libertad y la igualdad, tantas veces preservados como
antagonistas, sean complementarios.
• Las Comunidades Europeas se construyen inicialmente con los únicos instrumentos
de que
disponían los Estados para relacionarse entre sí, los tratados, instrumentos precarios
que parten de
la obsoleta idea de la soberanía como rectora de las relaciones entre estados, Pero
desde sus
inicios las Comunidades Europeas no se pueden caracterizar como organizaciones
internacionales
convencionales.. Inicialmente sus fundadores consideraron que no era necesario
consagrar los
derechos fundamentales y mucho menos la ciudadanía en el conjunto de trataos que
regían la
Unión y las Comunidades Europeas. Esto se podía justificar en la circunstancia de que
los Estados
fundadores (salvo Alemania), junto con otros, ya había proclamado en 1948 la
Declaración
Universal de derechos del Hombre y creado en 1950 el Consejo de Europa y firmado el
Convenio
Europeo de Derechos Fundamentales y Libertades Públicas. Además, las respectivas
constituciones
de los países europeos consagraban y garantizaban los derechos fundamentales de sus
ciudadanos.
Los fundadores de la Unión pretendieron trazar sin éxito una línea separadora entre
los derechos
fundamentales, en particular, entre la ciudadanía y el ejercicio de actividades laborales
y
empresariales. Pero dicha separación carecía de sentido, las organizaciones que se
estaban creando
poco tenían que ver con organizaciones internacionales conocidas.
• Cuando los Estados miembros en 1992 configuraban una concepción de ciudadanía
en el Tratado
de la Comunidad europea, como propuesta española, todas las previsiones de
crecimiento de la
Unión fueron desbordadas. Y, sin embargo, en los Tratados no había ciudadanos, no
había
personas, las libertades se referían exclusivamente a las mercancías, los trabajadores,
los capitales
y los servicios. Sin embargo, el nacionalismo latente no podrá resistir las propias
presiones internas
porque la ciudadanía es una necesidad del mercado interior. ¿Pero que es el
ciudadano europeo
con respecto a los ciudadanos de los estados miembros y a los extranjeros?
Estatus derivado
En primer lugar, el concepto de ciudadanía europea no sustituye a la nacionalidad de
los Estados miembros, al contrario se trata de un estatus derivado o condicionado
por la ciudadanía nacional, hasta el punto de tener que considerarse como un
estatus vinculado a la ciudadanía-nacionalidad. La ciudadanía europea se concreta,
de acuerdo con la carta de Derechos Fundamentales de la UE, e cinco derechos
que le son prioritarios:
• el derecho de sufragio en las elecciones municipales
• el derecho de sufragio en las elecciones europeas
• el derecho a la libre circulación
• el derecho de libre residencia
• el derecho a la protección diplomática y consular

Sin embargo, el concepto de ciudadanía ha sido desbordado en la propia Carta que
en el Título dedicado a la ciudadanía atribuye a las personas físicas y jurídicas que
tengan s residencia o su domicilio social en la Unión los derechos:
• a la buena administración
• de acceso a los documentos
• de acceso al Defensor de Pueblo Europeo de petición
ciudadanos y no ciudadanos
• Y divide a las personas en dos categorías: ciudadanos y no ciudadanos. Una de las
manifestaciones más relevantes de la ciudadanía es el derecho a circular y residir
libremente por el territorio de la Unión y de las facultades extraordinarias que los
Tratados otorga a los Estados miembros en aras de la seguridad. Pero, el tribunal
de Justicia, como en otras ocasiones ha tomado la delantera. Por una parte, y aún
sin proclamarlo solemnemente, su jurisprudencia se aproxima cada vez más a la
consideración del art.18 como de directa aplicación y, por otra, extiende cada vez
más el derecho a la libre circulación a los que, sin ser ciudadanos, residen en la
Unión por causas diferentes. La configuración actual de la ciudadanía europea
puede entenderse como una etapa preparatoria de la ciudadanía europea plena.
El sentimiento de ciudadanía europea exige en primer lugar que el art.21 del
tratado de Funcionamiento de la UE que consagra el derecho a la libre circulación
y residencia debiera considerarse de directa aplicación siguiendo la interpretación
expansiva que de dicho precepto ha hecho el Tribunal de Justicia. El derecho de
sufragio de los ciudadanos europeos residentes en otros Estados miembros
diferentes a su Estado de origen, ahora limitado a las elecciones locales y
europeas, debe alcanzar también las elecciones regionales y estatales o generales.
TUE
• Se ha dado un paso importante desde que en 1979 se eligieron por
sufragio universal los parlamentarios europeos por los ciudadanos
europeos. Y la circunstancia de que el parlamento Europeo elija al
Presidente de la Comisión, a propuesta del Consejo Europeo, a partir de la
entrada en vigor del Tratado de Lisboa, supone un incremento
considerable de los poderes del Parlamento y de los ciudadanos europeos.
Pero debiera irse más allá del pleno reconocimiento de los partidos
políticos europeos de manera que se exigiera a los partidos nacionales
europeos que concurrieran necesariamente a las elecciones europeas en
formaciones políticas europeas, así como que la circunscripción electoral
fuera la Unión Europea. Además, el reto más importante es la integración
de los inmigrantes, pues son personas de las que queremos su trabajo,
pero a los que no permitimos que intervengan en los asuntos que les
afectan. Todo estos ideales no son sino la consecuencia de situar a los
ciudadanos en el centro del sistema político, de convertir a los poderes
públicos en poderes vicariales.

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