FUNDAMENTALES Pag 222 a 269 Las garantías de los derechos fundamentales desde el derecho español Nuestro sistema se integra por dos sectores: el de la consagración de los derechos fundamentales y el de la garantía de los mismos. La Constitución incluye una tabla o repertorio de derechos y lo hace de un modo singular. Así, el Título I se encarga “De los derechos y deberes fundamentales”, que divide en 5 capítulos: • Capítulo I “De los españoles y los extranjeros” • Capítulo II “Derechos y libertades” • Capítulo III “De los principios rectores de la vida social y económica” • Capítulo IV “De las garantías de las libertades y los derechos fundamentales” • Capítulo V “De la suspensión de los derechos y libertades” La densidad y naturaleza de los derechos y libertades • Los derechos, cuyo ejercicio determina la obligación de abstención de las demás personas físicas, personas jurídicas y todo tipo de personificaciones públicas y sus órganos funcionarios y agentes son derechos de abstención. Y los derechos que se corresponden a la obligación de prestación de bienes y servicios, directa o indirectamente, por los poderes públicos son los derechos prestacionales. Y podríamos clasificar los derechos fundamentales de la siguiente manera: • - Derechos subjetivos que se corresponderían a la obligación de los demás, personas físicas o jurídicas privadas de no realizar una conducta contraria a su realización • - Derechos públicos subjetivos que supondrían la obligación de mera abstención de los poderes públicos a la realización del derecho • - Derechos públicos subjetivos de colaboración y regulación que exigirían, además de la mera abstención, la colaboración o regulación del derecho para ordenarlo o para facilitar su realización • - Derechos públicos subjetivos prestacionales derivados de la Constitución, esto es, derechos que se corresponden a la obligación de los poderes públicos de prestar bienes y servicios, derivándose la obligación directamente de la Constitución • - Derechos derivados de los principios inspiradores de la legislación, coincidentes con los anteriores, sólo que derivados directamente de la Constitución a través del desarrollo de principios constitucionales • La Constitución española consagra derechos de diferente densidad. De entre ellos los derechos subjetivos y los derechos públicos subjetivos suponen la construcción más acabada de los derechos fundamentales, ya que de no cumplirse pueden acarrear sanciones penales. La clasificación que hace la Constitución en capítulos no se ajusta a ésta clasificación, dando lugar a cierto desorden y falta de homogeneidad. Lo más destacable de nuestro sistema es la eclosión de los derechos prestacionales, representación misma del Estado de bienestar. Las garantías normativas y jurisdiccionales de los derechos • El mayor grado de protección lo tendrán los derechos reconocidos en el art.14 y la Sección primera del capítulo segundo y la objeción de conciencia del art.30 CE, pues de una parte tienen que ser regulados por Ley Orgánica y, por otra, se benefician de los procedimientos de amparo ordinario y de amparo constitucional. Los demás derechos del capítulo segundo, en su caso, sólo pueden regularse por ley; derechos exigibles a través de los diferentes cauces de la jurisdicción ordinaria. Finalmente, los derechos que pudieran derivar del capítulo tercero pueden ser alegados ante la jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las leyes que los desarrollen. Así, la Constitución española otorga diferentes grados de protección a los derechos que contempla en su título primero. Los derechos fundamentales en los Tratados de las Comunidades y de la Unión Europea • Las Comunidades Europeas se conciben originariamente como organizaciones internacionales de naturaleza económica en las que no parecía relevante ni justificada la protección de los derechos fundamentales y las libertades públicas que se lleva a cabo por los respectivos ordenamientos constitucionales de los Estados miembros, por Naciones Unidas y por el Consejo de Europa. Las sucesivas reformas del Tratado de la Comunidad Económica Europea, la entrada en vigor del Tratado de la Unión y las reformas de los Tratados de Amsterdam extendieron la actividad del conjunto de organizaciones que conocemos como Unión Europea mucho más allá de los últimos confines económicos. Por otra parte, las Comunidades han intensificado en las últimas décadas su sesgo supranacional, que hace que se comporten como Estados en lo relativo a las relaciones entre las instituciones comunitarias y los ciudadanos europeos, por lo que no estaría justificado que dichas relaciones no se rigieran por los mismos postulados que presiden las relaciones entre los poderes públicos y los ciudadanos en los Estados miembros y, en particular, por el respeto a los derechos fundamentales. TJUE • Los Tratados vigentes de la Unión Europea y de las Comunidades Europeas (hasta que entre en vigor el Tratado de Lisboa) no dedicaron ninguno de sus títulos o partes a los derechos fundamentales, lo que supone una deficiencia considerable. Sin embargo, esto no significa que a lo largo del articulado de los Tratados no se consagren derechos fundamentales o que no puedan deducirse los mismos de su articulado. • La jurisprudencia del TJCE fue reticente a la aplicación de los derechos fundamentales, entre otras razones por las carencias de los Tratados, pero no menos por la adopción de una posición inicial que, con el tiempo, se demostraría por el propio Tribunal que era equivocada (caso Stork y caso Stauder). Y lo cierto es que el Tribunal de Justicia Europeo, a partir de 1969, ha ido consagrando toda una serie de derechos fundamentales, unos derivados directa y explícitamente de los Tratados y otro fruto del carácter innovador del citado Tribunal. • La jurisprudencia del TJCE se traslado al Tratado de la Unión, que tras el Tratado de Amsterdam ha sido enumerado como art.6 del TUE en que se lee que los derechos fundamentales deben ser respetados “tal y como se garantizan en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales firmado en Roma el 4 de noviembre de 1950”. Es decir que, aunque la Unión y las Comunidades Europeas no se hayan adherido al Convenio de Roma, se supone según el citado artículo una vinculación voluntaria y unilateral al mismo, a la interpretación del Tribunal de Estrasburgo. Por otra parte, el mencionado art.6 sigue diciendo que la Unión Europea respetará los derechos fundamentales “tal y como resultan de las tradiciones constitucionales comunes a los Estados miembros como principios generales del Derecho Comunitario. La ciudadanía de la Unión • La condición de ciudadanos de la Unión y derechos que derivan de la misma. • El Tratado de la unión Europea reformó el Tratado de la Comunidad Europea incorporando al mismo la ciudadanía de la Unión. El art.17 de TCE y 20.1 del TFUE dice: “será ciudadano de la Unión toda persona que ostente la nacionalidad de un Estado miembro”. El status que comporta la ciudadanía europea deriva del status de nacional de un Estado miembro que una persona ostente previamente, es un status vinculado. Por otra parte, la adquisición de ciudadanía de la Unión no sustituye a la ciudadanía nacional (a la que está subordinada) sino que la completa, es decir, añade a ésta nuevos derechos y obligaciones que operan en el ámbito de la UE. El derecho a circular y residir libremente en el territorio de la Unión • En realidad se trata de dos derechos diferenciados. El primero supone la posibilidad de que los ciudadanos de la Unión se desplacen, por cualquier medio, libremente por el territorio de la Unión sin otros obstáculos que los naturales, lo que ha dado lugar a la desaparición de las fronteras y aduanas interiores. El derecho a residir libremente supone el derecho de los ciudadanos europeos a establecer la residencia en cualquier Estado miembro diferente del que es nacional. Para conocer con precisión en qué consisten los referidos derechos es necesario interpretar sistemáticamente este precepto en el contexto del TCE y tener en cuenta las disposiciones que se hayan adoptado por la Unión en aplicación del mismo (posibilidad de que se establezcan límites y condiciones al ejercicio de estos derechos tanto por parte de la Unión como de los Estados miembros). El derecho al sufragio activo y pasivo en las elecciones al Parlamento Europeo y en las elecciones municipales • Los ciudadanos europeos ejercen sus derechos como tales supeditados al ordenamiento jurídico del Estado en que residen y en las mismas condiciones que los nacionales de Estado en cuestión. El Tratado de la CE, en su art.190 ha prevista la posibilidad de que se apruebe una legislación uniforme para todos los Estados miembros. En esta materia no se ha idos más allá de la adopción del Acta relativa a la elección de representantes del Parlamento Europeo, que llevó a cabo una muy limitada unificación de los ordenamientos jurídicos de los Estados miembros, los intentos de ir más lejos no han llegado a buen fin. El derecho a la protección de las autoridades diplomáticas y consulares • Los ciudadanos europeos tienen derecho y lo tendrán en el futuro a la protección de las autoridades diplomáticas y consulares de otros Estados miembros en terceros países diferentes al de su nacionalidad, cuando el Estado miembro de su nacionalidad no tenga representación en el Estado concernido. Así, prevé que los Estados miembros adopten las disposiciones internas necesarias para el ejercicio del derecho, así como lleven a cabo las negociaciones internacionales para garantizar dicha protección. El derecho de petición ante el Parlamento Europeo y el derecho a dirigirse a las instituciones, órganos y organismos de la Unión • El art.21 del TCE consagra el derecho de los ciudadanos europeos a formular peticiones al Parlamento Europeo, a dirigirse al Defensor del Pueblo y a las instituciones, órganos y organismos de la Unión, así como a obtener una respuesta en las lenguas oficiales de la Unión La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea • El Consejo de Europa celebrado en la ciudad de Colonia los días 3 y 4 de junio de 1999 adoptó la decisión de elaborar una Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Para llevar a cabo dicho proyecto se prescindía del marco de las conferencias intergubernamentales, adoptándose una nueva modalidad , denominada Convención, pues se integraría dicho grupo de trabajo por representantes de los Jefes de Estado y Gobierno y del Presidente de la Comisión Europea, por miembros del Parlamento Europeo y de los parlamentos nacionales, así como por observadores del Tribunal de Justicia y se escuchó la opinión de representantes del Comité Económico y Social, del Comité de las Regiones, de grupos sociales y de expertos. • En el marco de la celebración del Consejo Europeo de Niza de 2000, el Consejo, el Parlamento Europeo y la Comisión, proclamaron conjuntamente la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Ésta se incorporó a la Constitución Europea no nata, la Carta fue adoptada en Estrasburgo y el Tratado de Lisboa, firmado en 2007 reconoció la Carta con el mismo valor jurídico que los Tratados. En la actualidad, el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa está interrumpido tras la negativa ratificación en el referéndum de Irlanda. La naturaleza actual de la Carta y sus posibles virtualidades • La Carta ha sido proclamada por las Instituciones Europeas en Niza; jurídicamente, proclamar una norma equivaldría a darle publicidad para su cumplimiento, para que conocida por todos sea cumplida, y lleva implícito que antes ha sido adoptad. Sin embargo, en el Consejo de Colonia se especifica que primero procede la proclamación solemne de la Carta y, con posterioridad, habrá que estudiar si debe incorporarse a los Tratados. Pero esto no significa que todavía carezca de efectos jurídicos. La Carta fue proclamada en Niza por las Instituciones Europeas y, por tanto, la Carta les vincula. Esto es, que las Instituciones firmantes de la misma tienen que someterse a la Carta en el ejercicio de sus respectivas actividades y, en particular, al aprobar actos comunitarios. Cuestión diferente es si el Tribunal de Justicia o los jueces nacionales están en disposición de garantizar su cumplimiento, pero tampoco esto sería desproporcionado. El contenido de la Carta • La Carta consta de un Preámbulo y 54 artículos divididos en VII Títulos: I. Dignidad, II. Libertades, III. Igualdad, IV. Solidaridad, V. Ciudadanía, VI. Justicia y VII. Disposiciones generales. Se da una considerable coincidencia entre el conjunto de derechos de la Carta y las proclamaciones de derechos fundamentales de los Estados miembros de la Unión. La Carta otorga un mismo nivel de protección a todos los derechos que en la misma se proclaman (a diferencia de la Constitución española). La Carta tiene garantizado que la limitación del ejercicio de los derechos que en ella figuran exige en todo caso la ley (comunitaria) que deberá respetar su contenido esencial, cuando se introduzcan limitaciones a la misma se hará respetando el “principio de proporcionalidad, cuando sean necesarias y respondan efectivamente a objetivos de interés general. En la Carta no se prevé ningún procedimiento especial para su protección, lo que no supone otra cosa que los derechos fundamentales deben invocarse en el curso de los procedimientos ordinarios ante los jueces nacionales o ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. Los derechos a la buena administración, al acceso a documentos y a someter los casos de mala administración al defensor del pueblo • El Título V de TFUE recoge los derechos de ciudadanía como: – El derecho a la buena administración: derecho complejo o integrado por otros derecho que consiste en: • que toda persona tiene derecho a que las instituciones, órganos y organismos de la Unión trates sus asuntos imparcial y equitativamente dentro de un plazo razonable • que toda persona tiene derecho a la reparación por la Unión de los daños causados por sus instituciones o agentes en el ejercicio de sus funciones, de acuerdo con los principios generales comunes a los derechos de los Estados miembros • que toda persona podrá dirigirse a las instituciones de la Unión en una de las lenguas oficiales de la Unión y deberá recibir una contestación en esa misma lengua • El Título V de TFUE – El derecho de acceso a los documentos: se trata de un derecho del que son titulares tanto los ciudadanos europeos como las personas físicas o jurídicas que residan o tengan su domicilio social en un Estado miembro. – El derecho a someter los casos de mala administración de las instituciones, órganos y organismos de la Unión al Defensor del Pueblo: se configura como un derecho del que son titulares tanto los ciudadanos europeos como las personas físicas o jurídicas que residan o tengan su domicilio social en un Estado miembro. El ámbito de aplicación de la Carta • El ámbito de aplicación de la Carta alcanza, de acuerdo con el art.51 de la misma, a las instituciones, órganos y organismos de la Unión en el ejercicio de sus competencias, sin excepción y a los Estados miembros cuando apliquen el Derecho de la Unión. La Carta no crea nuevas competencias, ni modifica éstas o las que tienen las Comunidad y la Unión de acuerdo con los Tratados. Los art.2 de TUE t de TCE ya apuntaban a la consideración de los derechos fundamentales como objetivos o misiones de la Unión y la Comunidad. Además, la exclusión de los derechos fundamentales como nuevas misiones de la Unión y las Comunidades tiene como consecuencia negativa la imposibilidad de que actúen como límites en sentido positivo y negativo de la actuación de las competencias comunitarias Las relaciones de la Carta con el Convenio de Roma • Los derechos que reconoce la Carta, tendrán igual sentido y alcance que los derechos garantizados por el Convenio Europeo, si bien esto no impedirá que el Derecho de la Unión conceda una protección más extensa. En definitiva, la interpretación del sentido y el alcance que los derechos fundamentales que la Carta consagra, y que son coincidentes con los derechos fundamentales del Convenio, se subordina al estándar mínimo que se deduce de la jurisprudencia del Tribuna Europeo de los Derechos Humanos con sede Estrasburgo, intérprete supremo del citados Convenio de Roma. • El art.53 de la Carta introduce una norma de interés excepcional: que las disposiciones de la Carta no pueden en ningún caso interpretarse de modo limitativo o lesivo de derechos fundamentales previamente reconocidos por la Unión Europea., el Derecho Internacional, la Comunidad o los Estados miembros y, en particular, por el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Públicas. No obstante, la Carta no solucionaba el problema de mayor alcance derivado de las relaciones de la misma con el Convenio de Roma de 1950, esto es, la aceptación de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Por ello, parecía lógico que la Constitución Europea previera expresamente la suscripción del Convenio de Roma a la Unión, como finalmente sucedió en la Constitución europea no nata, y en el Tratado de Lisboa. De modo que los ciudadanos europeos obtendrán el mismo nivel de protección de los derechos fundamentales reconocidos en la Carta. Esto podría suponer la unificación de la doctrina jurisprudencial sobre derechos fundamentales y libertades públicas en la Unión Europea. Sin embargo, respecto al alcance de la mencionada unificación, el protocolo anejo al Tratado de Lisboa ha introducido algunas cautelas para preservar las características específicas de la Unión y del Derecho de la Unión. El Protocolo ha reiterado que la suscripción al Tratado de Roma no puede modificar el sistema competencial de la Unión, lo que puede suponer un obstáculo considerable a la operatividad del Convenio cuando los Estados miembros ejecuten el Derecho de la Unión. Los instrumentos jurídicos para la protección La Carta no ha creado procedimiento alguno, político o jurisdiccional, al margen de los existentes en el derecho de la Unión. Es decir, en lo referente a las vulneraciones de los derechos fundamentales por las Instituciones, los concernidos tienen que utilizar los instrumentos que existen en los Tratados. Por lo que se refiere a los Estados miembros, vinculados a la Carta, cuando apliquen el Derecho de la Unión, los procedimientos para hacer valer los derechos fundamentales por los operadores jurídicos serán los previstos en los respectivos ordenamientos jurídicos nacionales. Esto es, la carta acepta la diversidad de sistemas de protección de los derechos fundamentales. El sistema europeo y la quiebra de la soberanía nacional • Cuando entre en vigor el Tratado de Lis boa, sí se podría hablar de un auténtico Sistema Europeo de Derechos Fundamentales y Libertades Públicas, integrado por los sistemas de protección nacionales, por el sistema de protección de la Unión Europea y por el sistema de protección basado en el Convenio de Roma de 1950, dando homogeneidad a los anteriores. • El sistema europeo de derechos fundamentales y libertades públicas, tanto por la vía del control que ejerce el Tribunal de Estrasburgo, como por la que ejerce en la actualidad el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (y que ejercerá más intensamente con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa), ha puesto fin a la concepción nacionalista de la garantía de los derechos fundamentales, que se fundamentaba en la concepción de la soberanía nacional, lo que tiene un altísimo significado en el contexto internacional. La quiebra de esa concepción viene reforzada por el impulso dado por los Estados miembros de la Unión Europea a la creación de la Corte Penal Internacional, cuyo Tratado (Estatuto) constitutivo se firmó el 17 de julio de 1998 en Roma y que, con la ratificación de 66 países entró en vigor en 2002. Finalmente, los Estados miembros de la Unión Europea se someten al control que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, entre personas y organizaciones dependientes de Naciones Unidas, que puede dirigir recomendaciones a sus Estados miembros. • La Unión Europea en el contexto internacional, tiene el único sistema de protección estimable en que el catálogo de derechos es aceptable y en que el sistema de garantías es suficiente. El compromiso de la Unión Europea con los derechos fundamentales • Nuestro déficit interno no está, probablemente, en los instrumentos jurídicos de que disponemos sino en la exigencia de hacer mayores esfuerzos en el plano educativo y de incrementar nuestro sentido de la responsabilidad en la realización de los derechos y libertades públicas. A partir de la firma del Tratado de Amsterdam la Unión ha adoptado una posición más beligerante en la defensa de los derechos fundamentales en el mundo; éstos se han convertido en uno de los estandartes de la Unión. La actuación de la Unión en el ámbito internacional a través de estrategias, acciones y posiciones comunes ha sido intensa. Particular relevancia tiene la cláusula “derechos humanos” que a partir de principios de los años noventa comenzó a incluirse como cláusula en los acuerdos de comercio y cooperación con terceros Estados. • Sin embargo, también hay zonas de sombra en este proceso; un ejemplo paradigmático de las dificultades que se avecinan sería el de la lucha por la abolición de la pena de muerte. La UE representa una minoría en este campo y desde esta posición debe demostrar sus convicciones. Es preciso que la UE proyecte su acción en defensa de los derechos humanos en el mundo, a través de la acción individual de los Estados miembros y como una tarea de conjunto. Y, esto, no sólo por ser fieles a nuestras convicciones, a la creencia en que nuestra visión del hombre sea una visión universal, sino porque debe formar parte de nuestra estrategia a corto, medio y largo plazo. El éxito de la UE no es sino una manifestación de nuestras concepciones democráticas. La garantía de los derechos fundamentales. Las garantías que se deducen de la configuración de los derechos • NO es lo mismo que la UE practique un modelos de Estado de bienestar, a que los derechos económicos, sociales y culturales se conviertan en derechos públicos subjetivos. Por ello, hay que analizar los tipos de derechos que la Carta contiene: • derechos de mera abstención o de abstención: en la medida en que su ejercicio no puede ser impedido no por la UE ni por los Estados miembros ni por las personas físicas o jurídicas. Por el contrario, su ejercicio debe ser garantizado por la UE y por los Estados miembros, facilitando su realización y reprimiendo las conductas contrarias a los mismos. • Los demás derechos o derechos prestacionales: derechos que en el caso de reconocerse como derechos públicos subjetivos exigirían prestaciones públicas. • Un tipo de derechos similares a los que en la Constitución española se derivan de los principios informadores del ordenamiento jurídico. NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA • La ciudadanía significará la ruptura de los hombres con los vínculos que les unían a los señores, a la tierra, a la Iglesia, e incluso a la ciudad. La ciudadanía supone situar al hombre en el centro de referencia de la sociedad política francesa. La ciudadanía ignora toda forma de gobierno que no esté a su servicio. La nación, el estado, se conciben desde la Declaración de los Derechos como instrumento para la felicidad de los hombres. • La ciudadanía, no obstante, hija de su tiempo, se alumbrará con limitaciones; no serán ciudadanos las mujeres, será un privilegio de los propietarios. Resulta curioso que la Declaración de Derecho de Virginia de 1776, antecedente de la Declaración de Derechos francesa, no haga mención expresa a la ciudadanía. La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano será más explícita en este sentido. La mayoría de los derechos recogidos en ella serán de los hombres por su sola condición y sólo unos poco estarán a disposición de determinados hombres: los ciudadanos. Desde su origen, la ciudadanía supondrá un estatus privilegiado, sólo los ciudadanos son los titulares del poder de conformar la realidad, la voluntad general, expresada mediante leyes. • La tempestad de libertad que representan los nacientes Estados Unidos de América y Francia llegará a España convertida en una ligera brisa. Lejos de toda aproximación a las concepciones democráticas, se sucedieron los gobiernos de Carlos IV que tendrán por finalidad la represión de todo impulso revolucionario (Floridablanca, Aranda, Godoy). El alumbramiento de la ciudadanía tendrá algo de espejismo. El Congreso de Viena pondrá fin a las concepciones revolucionarias y el conservadurismo volverá a señorear por Europa. Los europeos volverán a ser súbditos y en España al infame grito de “Vivan las cadenas” el pueblo recibe del exilio a Fernando VII. • Pero la semilla de la liberta no sucumbirá, permanecerá latente. Constituciones como la de Weimar de 1919, y la Segunda República Española de 1931, serán algunas de las excepciones relevantes y esperanzadoras en un panorama desolador. En España seremos súbditos sin rey, privados de los derechos fundamentales más elementales. De nuevo, el concepto de ciudadanía aparecerá en el escenario de las ideas a la vez que los conceptos de Estado-nación y representación. El concepto de ciudadanía se integrará en el de nacionalidad, pero los Estados-nación engulleron al ciudadano y con ello se vulnera el espíritu que presidiera su origen. Los estados-nación se concierten en el centro de todas las referencias y el individuo lejos de ser un referente se convierte en un servidor, el espíritu de la Revolución francesa será subvertido. Se produce como consecuencia la peor versión de la ciudadanía, como privilegio, del que sólo pueden ser titulares los nacionales de cada nación, creando el concepto de “extranjero”. Será necesario que la Segunda Guerra Mundial alcance los niveles más esperpénticos del género humano para que en un continente desolado los europeos den pasos decisivos hacia la paz. Las Comunidades Europeas se convierten en el acontecimiento más relevante y luminoso de la historia de Europa tras la Revolución Francesa. La prosperidad se ha convertido en un carácter asociado a los europeos, y entre nosotros de san las muestras más relevantes de la posibilidad de que la libertad y la igualdad, tantas veces preservados como antagonistas, sean complementarios. • Las Comunidades Europeas se construyen inicialmente con los únicos instrumentos de que disponían los Estados para relacionarse entre sí, los tratados, instrumentos precarios que parten de la obsoleta idea de la soberanía como rectora de las relaciones entre estados, Pero desde sus inicios las Comunidades Europeas no se pueden caracterizar como organizaciones internacionales convencionales.. Inicialmente sus fundadores consideraron que no era necesario consagrar los derechos fundamentales y mucho menos la ciudadanía en el conjunto de trataos que regían la Unión y las Comunidades Europeas. Esto se podía justificar en la circunstancia de que los Estados fundadores (salvo Alemania), junto con otros, ya había proclamado en 1948 la Declaración Universal de derechos del Hombre y creado en 1950 el Consejo de Europa y firmado el Convenio Europeo de Derechos Fundamentales y Libertades Públicas. Además, las respectivas constituciones de los países europeos consagraban y garantizaban los derechos fundamentales de sus ciudadanos. Los fundadores de la Unión pretendieron trazar sin éxito una línea separadora entre los derechos fundamentales, en particular, entre la ciudadanía y el ejercicio de actividades laborales y empresariales. Pero dicha separación carecía de sentido, las organizaciones que se estaban creando poco tenían que ver con organizaciones internacionales conocidas. • Cuando los Estados miembros en 1992 configuraban una concepción de ciudadanía en el Tratado de la Comunidad europea, como propuesta española, todas las previsiones de crecimiento de la Unión fueron desbordadas. Y, sin embargo, en los Tratados no había ciudadanos, no había personas, las libertades se referían exclusivamente a las mercancías, los trabajadores, los capitales y los servicios. Sin embargo, el nacionalismo latente no podrá resistir las propias presiones internas porque la ciudadanía es una necesidad del mercado interior. ¿Pero que es el ciudadano europeo con respecto a los ciudadanos de los estados miembros y a los extranjeros? Estatus derivado En primer lugar, el concepto de ciudadanía europea no sustituye a la nacionalidad de los Estados miembros, al contrario se trata de un estatus derivado o condicionado por la ciudadanía nacional, hasta el punto de tener que considerarse como un estatus vinculado a la ciudadanía-nacionalidad. La ciudadanía europea se concreta, de acuerdo con la carta de Derechos Fundamentales de la UE, e cinco derechos que le son prioritarios: • el derecho de sufragio en las elecciones municipales • el derecho de sufragio en las elecciones europeas • el derecho a la libre circulación • el derecho de libre residencia • el derecho a la protección diplomática y consular • Sin embargo, el concepto de ciudadanía ha sido desbordado en la propia Carta que en el Título dedicado a la ciudadanía atribuye a las personas físicas y jurídicas que tengan s residencia o su domicilio social en la Unión los derechos: • a la buena administración • de acceso a los documentos • de acceso al Defensor de Pueblo Europeo de petición ciudadanos y no ciudadanos • Y divide a las personas en dos categorías: ciudadanos y no ciudadanos. Una de las manifestaciones más relevantes de la ciudadanía es el derecho a circular y residir libremente por el territorio de la Unión y de las facultades extraordinarias que los Tratados otorga a los Estados miembros en aras de la seguridad. Pero, el tribunal de Justicia, como en otras ocasiones ha tomado la delantera. Por una parte, y aún sin proclamarlo solemnemente, su jurisprudencia se aproxima cada vez más a la consideración del art.18 como de directa aplicación y, por otra, extiende cada vez más el derecho a la libre circulación a los que, sin ser ciudadanos, residen en la Unión por causas diferentes. La configuración actual de la ciudadanía europea puede entenderse como una etapa preparatoria de la ciudadanía europea plena. El sentimiento de ciudadanía europea exige en primer lugar que el art.21 del tratado de Funcionamiento de la UE que consagra el derecho a la libre circulación y residencia debiera considerarse de directa aplicación siguiendo la interpretación expansiva que de dicho precepto ha hecho el Tribunal de Justicia. El derecho de sufragio de los ciudadanos europeos residentes en otros Estados miembros diferentes a su Estado de origen, ahora limitado a las elecciones locales y europeas, debe alcanzar también las elecciones regionales y estatales o generales. TUE • Se ha dado un paso importante desde que en 1979 se eligieron por sufragio universal los parlamentarios europeos por los ciudadanos europeos. Y la circunstancia de que el parlamento Europeo elija al Presidente de la Comisión, a propuesta del Consejo Europeo, a partir de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, supone un incremento considerable de los poderes del Parlamento y de los ciudadanos europeos. Pero debiera irse más allá del pleno reconocimiento de los partidos políticos europeos de manera que se exigiera a los partidos nacionales europeos que concurrieran necesariamente a las elecciones europeas en formaciones políticas europeas, así como que la circunscripción electoral fuera la Unión Europea. Además, el reto más importante es la integración de los inmigrantes, pues son personas de las que queremos su trabajo, pero a los que no permitimos que intervengan en los asuntos que les afectan. Todo estos ideales no son sino la consecuencia de situar a los ciudadanos en el centro del sistema político, de convertir a los poderes públicos en poderes vicariales.