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La sorprendente sincronía del calentamiento global

El alcance casi global del calentamiento que experimentamos hoy en día no tiene precedentes en los últimos
2000 años.

El Ártico es una de las zonas del planeta más afectadas por la dinámica actual de calentamiento. [iStock/HRAUN]

La historia climática de la Tierra viene marcada por una serie de intervalos asociados con cambios prolongados a
condiciones más cálidas, frías, húmedas o secas. Durante la era común (los últimos 2000 años), las dos épocas
climáticas más conocidas son la Pequeña Edad de Hielo y el período cálido medieval (también llamado «óptimo
climático medieval» o «anomalía climática medieval»). La primera fue una fase fría que se extendió desde el
siglo XVI hasta finales del XIX, mientras que el segundo se refiere a un período cálido y seco ocurrido entre los
años 950 y 1250. Mucha gente asume que estos intervalos tuvieron un impacto global, pero en un artículo
publicado recientemente en Nature, un equipo liderado por Raphael Neukom, de la Universidad de Berna (y <en
el que participa Juan José Gómez-Navarro, de la Universidad de Murcia), demuestra que estas y otras épocas
climáticas anteriores de la era común tuvieron un alcance mucho menor que el calentamiento actual inducido
por el hombre.

Debido a que en general no disponemos de medidas termométricas del aire cercano a la superficie de la Tierra
anteriores a 1850, nos basamos en indicadores indirectos (las llamadas variables  proxy) para ampliar nuestra
perspectiva sobre el clima más atrás en el tiempo. Los árboles de los fríos bosques árticos o alpinos presentan
anillos de crecimiento cuyo ancho y densidad de madera refleja las variaciones anuales de la temperatura
estival. Y debido a que la composición química del agua de mar depende de su temperatura, los exoesqueletos
de los corales contienen un registro geoquímico permanente de los calentamientos y enfriamientos acaecidos
en el pasado. Otras fuentes geológicas y biológicas que encierran información sobre la temperatura en su
estructura física, material o composición geoquímica son los sedimentos lacustres, el hielo glaciar y los moluscos
bivalvos (como las almejas, ostras y mejillones). Todos ellos sirven también como «paleotermómetros» que
registran las temperaturas desde hace cientos o miles de años.

Los investigadores han usado toda esta información para componer un detallado retrato global de las
temperaturas superficiales a lo largo de los últimos dos milenios. Su trabajo se cimienta en la base de datos
PAGES 2k, una compilación de indicadores indirectos de la temperatura creada por la comunidad científica y que
incluye casi 700 registros de árboles, hielo, sedimentos, corales, depósitos de cuevas, pruebas documentales y
otras fuentes. El hecho de que esta base de datos incluya tanta información ha ayudado a los autores a trazar la
extensión geográfica de las condiciones inusualmente cálidas o frías a lo largo del planeta año a año.

Los investigadores han hallado que, aunque la Pequeña Edad de Hielo fue la época más fría del pasado milenio,
el momento en que se alcanzaron las temperaturas más bajas varía de un lugar a otro. Dos quintas partes del
planeta sufrieron las condiciones más frías a mediados del siglo XIX, pero en otras regiones el frío más intenso
llegó varios siglos antes. E incluso en el momento álgido del período cálido medieval, solo el 40% de la superficie
de la Tierra alcanzó temperaturas máximas al mismo tiempo. En este sentido, el calentamiento global de hoy en
día no tiene precedentes, ya que el período más cálido de la era común ocurrió a finales del siglo XX en el 98%
de la superficie del planeta; el análisis de los autores no comprende el calentamiento continuado de principios
del siglo XXI, porque muchos de sus registros indirectos datan de hace más de dos décadas.

En 2005, los paleoclimatólogos John Matthews y Keith Briffa advirtieron de que la Pequeña Edad de Hielo no
podía considerarse un «período frío ininterrumpido y simultáneo a nivel global». Estos nuevos resultados sin
duda apoyan su punto de vista. Y es una conclusión de la que podemos fiarnos, porque el equipo de Neukom
llevó a cabo una exhaustiva serie de experimentos para confirmar que sus hallazgos no dependen de las
herramientas estadísticas concretas que emplearon para relacionar el conjunto de indicadores indirectos con las
mediciones de la temperatura.

Desgraciadamente, es probable que las limitaciones inherentes a los propios indicadores aún nos impidan
comparar entre sí los distintos intervalos cálidos o fríos de la era común. Los registros de los anillos de árboles, la
variable más usada en la base de datos PAGES 2k, a veces no son fiables a la hora de registrar cambios climáticos
lentos, producidos a lo largo de varios siglos o períodos aún más largos. Además, otros indicadores —en
particular, los registros de sedimentos marinos y lacustres— exageran las variaciones producidas en escalas
temporales de varias décadas o siglos. Por tanto, aún no está claro hasta qué punto podemos comparar las
temperaturas globales a lo largo de este lapso de 2000 años.

En escalas temporales de una o varias décadas, tenemos una mayor certeza de cómo y por qué se calienta o se
enfría la Tierra. En otro artículo publicado en Nature Geoscience, Neukom y sus colaboradores demuestran que,
en el período preindustrial (entre los años 1300 y 1800), las grandes erupciones volcánicas (o su ausencia)
fueron el factor principal detrás de los enfriamientos (o calentamientos) que persistieron durante varias
décadas. Las variaciones en las concentraciones de los gases de efecto invernadero tuvieron un efecto más
pequeño, aunque también detectable. Los investigadores no hallaron indicios de que las variaciones en la
producción energética del Sol influyeran en la temperatura media global durante los mismos períodos de
tiempo.

En general, los modelos climáticos basados en la física reproducen de manera precisa las estimaciones de la
historia de nuestro clima durante el pasado milenio que se obtienen a partir de los indicadores indirectos. Sin
embargo, estos modelos sobrestiman el enfriamiento causado por las dos mayores erupciones volcánicas de la
era común: las de los volcanes Samalas (en el año 1257) y Tambora (1815) en Indonesia. Esta discrepancia
implica que no podemos estar seguros de la intensidad del enfriamiento que causaría una erupción similar en el
futuro.

La conocida máxima de que el clima siempre está cambiando es indudablemente cierta. Pero incluso si
ampliamos nuestra mirada hasta los primeros días del Imperio Romano, no podemos distinguir ningún evento
que sea remotamente equivalente, ni en intensidad ni en alcance, al calentamiento de las últimas décadas: el
clima de hoy se distingue por su tórrida sincronía global.

Scott St. George/Nature

Artículo  traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Nature Research Group.
Referencias: «No evidence for globally coherent warm and cold periods over the preindustrial Common Era», Raphael
Neukom et al. en Nature, vol. 571, págs. 550-554, 24 de julio de 2019; «Consistent multidecadal variability in global
temperature reconstructions and simulations over the Common Era», Consorcio PAGES 2k en Nature Geoscience, 24 de julio
de 2019.

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