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a) Hubiese llegado
b) Había llegado
c) Habré llegado
d) He llegado
a) ivo
b) tiv
c) tivo
d)ativo
a) sa
b) san
c) sant
d) santua
a) lugar
b) parte
c) acción
d) conjunto
5. El prefijo in significa:
a) ajeno
b) afición
c) negación
d) contrario
El viejo Lucas pasaba los dedos sobre el rejón del arado calculando el tiempo que
llevaba sin usarlo por la mancha que la herrumbre le dejaba en la mano, cuando
sintió unos pasos a su espalda y lo primero que vio fueron las polainas del soldado.
-El cabo que se llegue por el puesto, Lucas. Hay noticias que darle.
Lucas se puso en pie con una ligereza que ya no era para sus años, y buscó
afanoso la cara del soldado, pero el guardia dio media vuelta alejándose y Lucas se
quedo con una pregunta en los labios que le estaba quemando el corazón desde
veinte meses atrás.
Un momento después hincaba el pie en el estribo y por primera vez no supo calcular
instintivamente la altura del naranjo. Sintió las hojas y las espinas arañarle el
sombrero y metió las espuelas a la bestia.
Luego, al primer golpe del viento, unas hojas maduras del naranjo cayeron del
sombrero a la montura, y al verlas, Lucas tuvo un recuerdo de 15 años atrás.
Fue una tarde de chubascos y tierra caliente. Él mismo puso en las manos de
Fernandito la postura del árbol, y abriendo un hoyo en la tierra con sus dedos largos
y duros, le habló al hijo:
-Entiérrala bien y espera. De esta postura tú mismo vas hacer la mancera para el
arado.
Y la cosa se cumplió. Fue el único gajo que se le arrancó al naranjo, pero al llegar el
hijo a los veintidós años, desnudó la rama de su corteza mientras Lucas miraba
complacido las espaldas del mocetón donde la camisa empapada mostraba dos
lomas de músculos separadas al medio por la espina dorsal.
Todavía estaba el arado sujeto a su cabo de naranjo, todavía estaba en los dedos
de Lucas el polvo de la herrumbre. ¿Cuánto tiempo hacia entonces que la mano de
Fernando no apretaba la mancera con los bueyes por delante y las gallinas detrás,
cazando a picotazos los bichos del suelo?
No lo sabía justamente, porque unos meses antes de irse Fernando hubo muchas
aguas y la tierra no pudo ser arada entonces. Bueno, ¡qué más daba eso si ahora
iba a tener noticias!
Pensando así, Lucas no se dio cuenta que ya estaba en el lindero de don Federico
Luna, pero las patas de su caballo sobre el puente de madera le avisaron la noticia.
Una vez le dijo, entre sonreído y malicioso, que hablaba demasiado del hijo. Todo
porque Lucas, sin intención, al mentar la gente a su Fernando, añadió por su parte:
-No porque yo lo quiera para mí y de ahí le vea la gracia y la exagere, no. Yo digo
que mi muchacho es completo, pero también digo que los hijos son como las
semillas de la ceiba, que hay que darlas para otras tierras y para otros hombres.
Pero bien lejos había ido a dar ahora su Fernando, pensó, y enderezo por la vereda
que iba al cuartel. Bien lejos tanto que él no podía saberlo. Porque una tarde vino el
cabo con el teniente y dos números, y se levantó comité o cosa así, en la misma
casa de Lucas, y la juventud de la zona vino a inscribirse.
Luego pasó el tiempo y un día vino la orden para que Fernando saliera de la casa a
la capital. Hubo pocas palabras. La vieja estuvo un rato prendida al cuello del hijo y
luego los veinte meses justos sin salir de la casa. Él, por su parte, acompañó al
mocetón hasta el caballo y el muchacho, quizás por no tener mucho que decirle, o
acaso por callar lo mucho que pensaba, se volvió al arado y logrando una sonrisa:
-No me pruebe la mancera nueva hasta que yo vuelva, viejo. Quiero yo darme el
gusto.
Así habían pasado las cosas al principio. Luego vinieron los comentarios:
-¡Oiga, que no es de creerlo! Dicen que la tierra se queda hirviendo y no hay semilla
que le venga bien, luego que pasan sobre ella, lo mismo de un bando que de otro.
Todos los comentarios hablaban de lo mismo, sólo que el viejo Lucas tenía una
sentencia en la boca y muy mal humor para decirla por respuesta:
-No hagan caso, basura de muchas bocas siempre crece más al decirse.
Pero por lo bajo era como darles la espalda a las cosas que estaban mucho más allá
de las montañas azules… ¿Total, para qué?... No había más que una razón:
Fernando no fallaba nunca, y si dijo que volvería a apretar con sus manos el cabo
del arado, allí estaría para hacerlo alguna vez.
En este punto de sus reflexiones, el viejo Lucas sintió que el caballo se inclinaba de
atrás, y vio que estaba subiendo la lomita frente al puesto de la rural. Metió los ojos
en el portalito y miró las cosas de siempre: los taburetes recostados a los lados de la
puerta y un muchacho del poblado con camisa gastada de un guardia, limpiando
unas botas en el portal.
Lucas recordó las palabras del cabo: “Cuando haya cartas no se las mando con
nadie, no, señor, con gusto se las guardo yo mismo”.
Esto había sido lo último que hablo con el militar tres meses antes, cuando le
entregara la primera carta de Fernando, y Lucas suspiró ahora:
Lucas quiso responder, mas comprendió que había algo evasivo en la actitud y los
pasos del militar. Entonces se desmontó ligero detrás de él.
-Mire, esto es para usted y tenemos que informarle. – Esta vez hablaba el alcalde,
tendiéndole un objeto de metal entre los dedos.
- Tome, Lucas –y el viejo vio ahora el objeto. Era una cadenita de metal, cifrada-.
Esto era de su hijo. Se lo ponen a los soldados para identificarlos.
-¿Era?
La palabra quedó en el aire, y parecía no tener respuesta nunca más, hasta que el
cabo levantó la cabeza:
Había que conocer el viejo Lucas para saber por qué pasó aquello.
Ninguno de los hombres pudo entenderlo. Lucas dio media vuelta, y cuando el cabo
quiso alcanzarlo en el portal ya estaba sobre la montura de su caballo. Luego las
cosas empezaron a borrarse ante sus ojos, y supo que había pasado el puente de
don Federico Luna porque otra vez le avisaron las patas de su caballo.
Fue mucho tiempo después, cuando ya estaba medio curado del muñón del naranjo
y la hierbaluisa ahogaba las azucenas de los canteros. El cabo Pérez interrumpió
una mañana en el sitio en busca del viejo:
-Ahora nunca se sabe de fijo dónde está- dijo la vieja, vestida de negro y medio
asomada a la puerta-. A veces por la casa de tabaco; otras por los corrales, pero
siempre por donde menos haya con quién hablar.
El militar dio las gracias, y paso entre paso de su trotón, anduvo por el batcy hasta
que vio al viejo cerca del pozo, recostado al brocal y desatornillando la mancera del
arado.
Los ojos del cabo miraron por un momento el rejón oxidado, y tirando de las riendas
fue a desmontarse frente a Lucas.
Su voz sonó baja, pero profundamente. Era otra voz y otro hombre que no levantaba
la cara de lo que hacían sus manos.
-Usted dirá.
-El caso es que la capitanía no para de tenerlo a uno en jaque. Hoy son unos
maderos que conseguir y mañana un censo a la carrera, todo pedido por circular de
ordeno y hágase.
-Sí, señor.
-Sigue.
-Pues como ayuda a la causa piden material desechado, lo que no sirva para nada,
hierro viejo, digamos.
-Sí, señor.
-Y claro, yo no puedo dejar que mi puesto quede mal. Algunos cacharros que no
sirvan tengo que conseguirme. Malo que esto no es una zona de industria, que si no,
en un ingenio lo conseguía todo de un golpe.
-Pero, bueno…-y el cabo se detuvo, corriendo la vista sobre el rejón entre las
piernas del viejo Lucas-, pedazo a pedazo lo consigo si usted me da una mano con
ese rejón.
Lucas calló un instante sin quitar los ojos del cabo y luego, apretando entre sus
manos la mancera del arado:
-Justo, Lucas.
Los dos hombres se callaron. El cabo Pérez no entendía los ojos del viejo ahora.
Estaban muy lejanos de los suyos, y porque no los entendía fue que creyó añadir
una hermosa razón para el corazón de Lucas:
-Mire, tal vez este hierro sirva para matar al que mató a su hijo; así son las cosas de
la vida, Lucas. Todo llega a su tiempo.
Lentamente, como si fuera creciendo desde el mismo suelo, el viejo se puso en pie.
Ahora una extraña luz le brillaba en sus ojos, como el día en que dijo adiós al hijo en
el lindero.
-Cabo, y ese que mató a mi hijo, ¿no será un muchacho como él, con veintidós años
y unos pobres en su casa esperando que regrese?
Lucas no preguntó más. Se le fueron las manos para el arado, tiró del tornillo libre de
la tuerca, zafo el rejón, y levantándolo en sus brazos dio dos pasos hacia el brocal
del pozo. La voz del cabo sonó extraviada a su espalda:
Pero el viejo no contestó nada. Por él habló el chapuzón profundo en la entraña del
pozo, y cuando se volvió, sus brazos estaban limpios de carga, dispuestos a levantar
del suelo la mancera, hecha con el gajo arrancado de allí donde todavía estaba
curándose al sol el muñón del naranjo crecido.
(Adaptación)
a) protagonista.
b) personaje testigo.
c) narrador objetivo.
d) narrador omnisciente.
7. Por su importancia dentro del texto, el personaje del cabo Pérez se clasifica
como
a) ambiental.
b) principal.
c) individuo.
d) tipo.
a) intransigencia.
b) indiferencia.
c) desconfianza.
d) rechazo.
a) Atemporalidad.
b) Juegos temporales.
c) Tiempo psicológico.
d) Tiempo cronológico.
a) fluido.
b) lacónico.
c) afectado.
d) reiterativo.
a) Filosóficas
b) Históricas
c) Religiosas
d) Éticas
13. Elija la opción que tiene una proposición adjetiva que modifica al núcleo
del sujeto de la oración principal.
a) Sobre
b) Bueno
c) Casi
d) Bajo
a) latina
b) hebrea
c) persa
d) celta
a) Más allá.
b) Por encima.
c) En lugar de.
d) En medio de.
a) Oposición.
b) Por encima.
c) Volver atrás.
d) Intercalación.
a) Inter-
b) Tras-
c) Sub-
d) Re-
a) Ha sido
b) Haya sido
c) Hubo sido
d) Había sido
En las preguntas 26 y 27 elija la palabra o palabras que completan
correctamente el enunciado que se presenta en cada caso.
a) echase
b) echará
c) echa
d) eche
a) dejó
b) dejará
c) deja
d) dejaba
a) Tomia
b) Algia
c) Tipia
d) Genia
a) sobre, exceso
b) debajo, defecto
c) cerca, alrededor
d) proximidad, según
30. ¿Cuál de las siguientes palabras tiene la terminación genérica griega que
significa “relativo a “?
a) Hepatitis
b) Arcaísmo
c) Génesis
d) Ética
31. Elija el vocablo que etimológicamente significa “en ninguna parte”
a) Utopía
b) África
c) Isomorfismo
d) Idiosincrasia
32. ¿Cuál de las siguientes palabras significa inundación?
a) Hecatombe
b) Monomanía
c) Cataclismo
d) Hidrósfera
Esto sirvió para que ella interpretara en la Universidad de las Américas, el poema “.
Tienda de Sueños”, pues consideró que de la poesía, cuando tiene un ritmo literario
adecuado y una melódica “línea ideatoria” que surge de la corriente del
pensamiento, es factible realizar una danza con la adaptación de la música.
En el caso del poema de Pushkin “Los gitanos”, cuando lo usó como toma Vasilonko
(que vimos en parís, Francia,, en 1967), nos pareció que el simple argumento lleno
de colorido y dramatismo ya encerraba una invitación al movimiento danzado.
a) Indiferente.
b) Objetiva.
c) Agresiva.
d) Irónica.
Nuestra indiferencia ante la muerte es nuestra otra cara ante la vida… matamos
porque la vida, la nuestra, la ajena carece de valor. Y es natural que así ocurra: vida
y muerte son inseparables y cada vez que la primera pierde significación, la segunda
se vuelve intrascendente. La muerte mexicana es el espejo de la vida de los
mexicanos. Ante ambas el mexicano se cierra, las ignora.
El desprecio a la muerte no está reñido con el culto que le profesamos. Ella está
presente en nuestras fiestas, en nuestros juegos, en nuestros amores y en nuestros
pensamientos. La muerte nos seduce. La fascinación que ejerce sobre nosotros
quizás brote de nuestro hermanísimo y de la furia con la que rompemos. La presión
de nuestra vitalidad construida a expresarse en formas que la traicionan, explica el
carácter mortal, agresiva o suicida, de nuestras explosiones. Cuando estallamos,
además, tocamos el punto más alto de la tensión, rozamos el vértice vibrante de la
vida. Y allí, en la altura del frenesí sentimos el vértigo: la muerte nos atrae.
Octavio Paz.
a) Satírico
b) Sencillo
c) Festivo
d) Florido
a) ensayo crónica
b) ensayo polémico
c) ensayo periodístico
d) ensayo interpretativo