Está en la página 1de 4

LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES “MEDITACIÓN”

Las disciplinas clásicas* de la vida espiritual nos llaman a movernos más allá de la
vida superficial hacia las profundidades. Nos invitan a explorar las profundidades
del reino espiritual. Nos instan a que seamos la respuesta para un mundo vano.
John Woolman aconsejó:
“No tenemos que dejarnos convencer de que estas disciplinas sean para los
gigantes espirituales y que, por tanto, están fuera de nuestro alcance; o para las
personas contemplativas, que dedican todo su tiempo a la oración y a la
meditación.”
Todo lo contrario. Dios tiene el propósito de que las disciplinas de la vida
espiritual sean para los seres humanos ordinarios: para los que trabajan, los que
cuidan niños, los que tienen que lavar platos y podar el césped. De hecho, las
disciplinas se ejercitan de la mejor manera en medio de nuestras actividades
normales diarias.
Tampoco debiéramos pensar que las disciplinas espirituales son una insípida
práctica monótona que tiene el propósito de exterminar la risa de sobre la faz de la
tierra. El gozo es la nota clave de todas las disciplinas. El propósito de las
disciplinas es liberar al hombre de la sofocante esclavitud a que está sometido: la
esclavitud del egoísmo y del temor.
Las disciplinas espirituales inmediatamente se enfrentan a dos dificultades:
La primera está constituida por lo filosófico. La base materialista de nuestra
era ha llegado a ser tan penetrante que ha producido en los individuos graves
dudas con respecto a su capacidad para extenderse más allá del mundo físico.
La segunda dificultad es práctica. Simplemente no sabemos cómo explorar la
vida interna. No siempre ha sido así. En el primer siglo, y aun antes, no era
necesario dar instrucciones sobre cómo practicar las disciplinas de la vida
espiritual.

DESARROLLO
En la sociedad contemporánea nuestro adversario se especializa en tres cosas:
ruido, premura y multitudes. Si él puede mantenernos empeñados en la cantidad y
en la muchedumbre, descansará satisfecho.

1.- CONCEPTOS ERRÓNEOS


La meditación ha sido siempre una parte clásica y fundamental de la devoción
cristiana, una preparación decisiva para la oración y una obra conjunta con ella.
No es raro que el creyente se vuelva al Zen, o al Yoga o a la Meditación
Trascendental.
Ciertamente la meditación no fue extraña a los autores de la Escritura. "Y había
salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde" (Génesis 24:63).
"Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de
la noche" (Salmos 63:6). Estas eran personas que estaban cerca del corazón de
Dios. Dios no les habló por cuanto tenían capacidades especiales, sino porque
estaban dispuestos a oír. Los salmos cantan virtualmente las meditaciones del
pueblo de Dios en la ley de Dios. "Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la
noche, para meditar en tus mandatos" (Salmos 119:148). El salmo que sirve de
presentación para todo el Salterio, llama al pueblo a emular al varón
"bienaventurado" que "... en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley
medita de día y de noche" (Salmos 1:2).
Luego hay los que piensan que la idea cristiana de meditación es sinónima del
concepto de meditación basado en la religión oriental. En realidad, son dos
mundos separados.
La meditación oriental es un intento de desocupar la mente;
la meditación cristiana es un intento de desocupar la mente a fin de llenarla. Las
dos ideas son radicalmente diferentes.
La Meditación Trascendental tiene las mismas raíces budistas, pero en su forma
occidental es algo así como una aberración. En su forma popular, la Meditación
Trascendental es meditación para el materialista. Para practicarla, uno ni necesita
creer, para nada, en el reino espiritual. Es sólo un método de controlar las ondas
cerebrales a fin de mejorar el bienestar fisiológico y emocional. Las formas de
meditación trascendental más avanzadas envuelven la naturaleza espiritual, y
entonces toman exactamente las mismas características de las demás religiones
orientales.
2.- El deseo de oír la voz viviente de Dios
Hay ocasiones en que todo lo que hay dentro de nosotros dice "sí" a las siguientes
líneas de Frederick W. Faber:
“Sólo sentarme y pensar en Dios, ¡Oh, qué gozosa emoción! Tener el
pensamiento y respirar el Nombre: ¡No hay en la tierra mayor bendición!”
Pero los que meditan saben que la reacción más frecuente es la inercia espiritual,
una frialdad y falta de deseo. Parece que los seres humanos tienen una tendencia
perpetua a que alguna otra persona hable con Dios por ellos. Nos contentamos
con recibir el mensaje de segunda mano.
En el Sinaí, el pueblo clamó a Moisés: "Habla tú con nosotros, y nosotros
oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos" (Éxodo
20:19).
Uno de los errores fatales de Israel fue que insistió en tener un rey humano, en
vez de confiar en el gobierno teocrático de Dios sobre ellos. Podemos detectar un
dejo de tristeza en las palabras del Señor: "... a mí me han desechado, para que
no reine sobre ellos" (1 Samuel 8:7).
Parece muy difícil hacer creer a las personas, que pueden oír la voz de Dios Si
Dios está vivo y activo en los asuntos de los seres humanos, ¿por qué no puede
ser oída y obedecida su voz hoy?
Claro que puede ser oída, y es oída, por todos aquellos que lo conozcan
¿Cómo recibimos el deseo de oír su voz?
"Este deseo de volver es un don de gracia. Cualquiera que imagine que
simplemente puede comenzar a meditar sin pedir el deseo y la gracia para
comenzar la meditación, debieran tomarse como una promesa implícita para las
posteriores gracias

3.- Preparación para meditar


Es imposible aprender en un libro la manera de meditar.
Aprendemos a meditar, meditando. Algunas sugerencias sencillas en el tiempo
correcto, sin embargo, pueden establecer una gran diferencia.
No son leyes, ni tienen el propósito de confinarte; más bien, son unas pocas de las
ventanas que hay hacia el mundo interior.
Es posible practicar la meditación casi en cualquier parte y bajo cualquier
circunstancia. Tenemos que llegar a comprender, por tanto, cuán fundamental
todo nuestro día es en la preparación para los ratos específicos de meditación.
Si constantemente nos está arrebatando la actividad frenética, no podremos estar
atentos al momento del silencio interno. Una mente que está atormentada y
fragmentada por los asuntos externos, difícilmente estará preparada para la
meditación.
Consigue un lugar que sea tranquilo y esté libre de interrupciones.
No debe haber teléfono cerca. Si es posible conseguir un lugar desde el cual
puedan observarse los árboles o las plantas, mucho mejor. Es mejor tener un
lugar determinado, y no buscar un sitio diferente cada día.
¿y la postura? En cierto sentido, la postura no establece ninguna diferencia en
absoluto; puedes orar en cualquier parte, a cualquier hora y en cualquier posición.
En otro sentido, sin embargo, la posición es de absoluta importancia.
El cuerpo, la mente y el espíritu son inseparables. La tensión del espíritu se
transmite en lenguaje corporal. He visto personalmente a individuos que pasan
todo un culto de adoración masticando chicle, sin que tengan la más leve
conciencia de su profunda tensión interna.
La postura externa no sólo refleja el estado interno, sino que también puede
ayudar a alimentar la actitud interna de oración.
Si internamente estamos atestados de distracciones y ansiedad, una postura de
paz y relajamiento escogida conscientemente, tendrá la tendencia a calmar
nuestra agitación interna.
No hay ninguna ley que prescriba una postura correcta.

También podría gustarte