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Almirante AP.
Lealtad Perú
Miguel Grau Seminario (* Paita, Perú, 27 de julio de 1834 - † Punta Angamos, Bolivia, 8
de octubre de 1879) fue un marino peruano, almirante de la Marina de Guerra del Perú y
destacado patriota peruano.
Es considerado héroe máximo de la Marina de Guerra del Perú y de la nación peruana.
Era hijo del teniente coronel grancolombiano (más tarde nacionalizado peruano) Juan
Manuel Grau y Berrío, natural de Cartagena de Indias, que llegó al Perú formando parte del
ejército del Libertador Bolívar, y de María Luisa Seminario y del Castillo, piurana de
nacimiento. Antes de entrar a la guerra del Pacífico, logró una curul en el parlamento
peruano como representante de Paita - Piura.
Contenido
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1 Contexto
2 Carrera naval
o 2.1 Primeros contactos con el mar
o 2.2 Guardiamarina
o 2.3 Alférez de fragata
o 2.4 Separación del servicio
o 2.5 Reincorporación
o 2.6 En comisión a Europa
o 2.7 Detenido en el Reino Unido
o 2.8 La revolución restauradora
o 2.9 Guerra Hispano-Sudamericana
o 2.10 Arresto en la isla de San Lorenzo
o 2.11 Miguel Grau en el monitor Huáscar
o 2.12 La revolución de los hermanos Gutiérrez
o 2.13 El Huáscar, rumbo al sur
o 2.14 Crucero por el litoral boliviano
3 Jefe de la escuadra peruana
4 Diputado por Paita
5 Comandante general de la Marina de Guerra del Perú
6 Guerra del Pacífico
o 6.1 La escuadra peruana y la chilena
o 6.2 La campaña naval y el monitor Huáscar
o 6.3 Combate naval de Iquique
o 6.4 Combate naval de Angamos
7 Homenaje a Miguel Grau Seminario
8 Bibliografía
9 Referencias
10 Véase también
o 10.1 Enlaces externos
[editar] Contexto
Poco después de su nacimiento, Perú vive una época de inestabilidad e intrigas políticas
que provocan levantamientos y divisiones, haciendo imperar la anarquía. Para frenar los
intentos Golpistas del mariscal EP Agustín Gamarra en el sur, el presidente Luis José de
Orbegoso se dirige al Cuzco. En su ausencia el sargento Pedro Becerra se amotina en el
Callao, en la madrugada del 1 de enero de 1835, apoderándose del 6 de enero de 1842,
expresa al militar Grau padre que acepta sus servicios "con entusiasmo" y lo llama a la
capital.
En abril de ese año el militar Grau padre se incorpora a la Secretaría del general Gutiérrez
de la Fuente, quien lo destina a Ayacucho. En junio se celebra la paz con Bolivia por el
Tratado de Puno, pero se enciende la guerra civil. El general Francisco Vidal, segundo
vicepresidente del Consejo de Estado, ejerce el poder desde la muerte del mariscal Gamarra
en Ingavi. En el mar la barca Limeña y la corbeta Yungay se baten a la vista de Paita.
En noviembre el general Vidal, que ejerce el mando supremo como jefe del Poder
Ejecutivo, después de derrotar a Juan Crisóstomo Torrico, el 17 de octubre, en la batalla de
Agua Santa, cerca de Pisco, nombra a Grau padre vista de aduana de Paita.
En Paita la actividad marítima civil es grande. Todos los navíos que hacen el tráfico entre
Panamá y el Callao tocan en su rada. Funciona en el puerto la escuela náutica que, para
formar pilotos capaces de dirigir con acierto la marina civil del Perú, había fundado el
vencedor de Yungay, el mariscal Agustín Gamarra. Al pequeño Miguel, que sólo tenía ocho
años, le fascina la inmensidad del océano. Su vocación naval comienza a despertar.
Mas la anarquía militar sigue. El general del ejercito de tierra Manuel Ignacio de Vivanco
se subleva y marcha sobre Lima.
Miguel Grau tiene nueve años y sigue los primeros cursos de instrucción primaria. El
muchacho, listo y resuelto, ha sido educado con dureza por el padre para conseguir con ello
templar su carácter y acerar su voluntad. Como siente la atracción del mar, obtiene en
marzo de 1843, tras continuos ruegos, el permiso paterno para embarcarse en un bergantín
de la marina civil dedicado al tráfico marítimo entre Paita y otros puertos del litoral
peruano y de los países del norte hasta Panamá. El capitán del buque es el capitán de
travesía don Manuel Francisco Herrera, gran amigo de Juan Manuel Grau y Berrío. La
profesión está decidida y el niño de nueve años logra imponer su voluntad y se hace marino
civil. En casa quedan los padres y tres hermanos más: Enrique, Dolores y Ana.
Igualmente visita las lejanas y entonces desconocidas islas oceánicas. El mismo almirante
ha dejado una relación circunstanciada y concisa de los azares de ese período de su
existencia.
[editar] Guardiamarina
En el mismo año, 1853, en que Grau deja la marina civil para convertirse en Marino
Militar, su padre, consigue que, en atención a sus méritos militares y leales servicios
prestados al Perú, las Cámaras Legislativas asignen a su favor una pensión de gracia, de por
vida, de cuarenta pesos mensuales. Aprobada en la Cámara de Diputados el otorgamiento
de dicha pensión, la Comisión Militar del Senado la aprueba, igualmente, con un honroso
dictamen, en que se califica a Grau padre como "viejo soldado de la independencia
americana".
Durante los viajes del joven Grau, la Marina militar del Perú se había incrementado.
Permanente preocupación del presidente Ramón Castilla y Marquezado, el militar y gran
organizador del Perú, ha sido la de reforzar la escuadra. El Perú cuenta ahora con más
buques: el Rímac, construido en Nueva York, de 1.300 toneladas y armado con cuatro
cañones, la fragata Mercedes, los bergantines Guise y Gamarra y las goletas Peruana y
Héctor.
Por aquella época Ramón Castilla ha vuelto al poder, luego de derrotar en la Batalla de La
Palma, el 5 de enero de 1855, al general Rufino Echenique.
A los ocho meses de servir Grau en el Apurímac, y cuando este buque se encuentra en el
sur, estalla en Arequipa, el 10 de noviembre de 1856, la revolución que proclama al ex
presidente de la República General Manuel Ignacio de Vivanco. La insurrección, que gana
pronto el departamento de Moquegua, es de franca tendencia conservadora, de abierta
oposición, por tanto, a la Constitución liberal promulgada el mes anterior, así como a las
leyes de exagerado extremismo votadas por la Convención en las que, por ejemplo, se
prohíbe el establecimiento de la Compañía de Jesús en el territorio de la república.
Separado del servicio, Miguel Grau no forma ya parte de la Marina Militar del Perú, pero
vuelve al mar. Regresa a su origen, la marina civil como capitán de un buque ingles y hace
viajes entre América y Asia, experto marino con excelentes conocimientos náuticos.
Casi a los dos años, y mientras navega en buques mercantes por países lejanos, surge en el
Perú un conflicto internacional. El Ecuador, para arreglar sus deudas con acreedores
británicos, ha cedido extensos territorios de la región fronteriza, pero ubicados dentro de los
límites del Perú. Ramón Castilla anula todos esos actos al ocupar sin combate el puerto de
Guayaquil en enero de 1860, y convoca después un Congreso Constituyente que dicta, en
noviembre de ese año, una nueva Constitución, que suprime algunas de las liberales
reformas de la Carta de 1856. El mariscal Ramón Castilla y Marquezado evoluciona
radicalmente y pasa del liberalismo al conservadurismo, justificando así, quizá, en esta
última etapa de su segunda administración, el pronunciamiento de Vivanco de noviembre
de 1856, al que Miguel Grau prestó concurso. La Constitución de 1860 va a regir en el
Perú, salvo pequeñas interrupciones, hasta 1920.
[editar] Reincorporación
Al cabo de tres años de ausencia, Grau, comprendido en los efectos de las mencionadas
leyes de reparación, vuelve al Perú. En diciembre de 1861 se presenta al Gobierno y pide
que se declaren los goces que le corresponden como indefinido. El recurso que lleva fecha
de 6 de diciembre y que corre en original en su expediente de reconocimiento de
servicios ).
"Por decreto supremo de fecha de ayer, se ha llamado al servicio activo al alférez de fragata don
Miguel Grau, que se hallaba en la condición de indefinido, expidiéndole al mismo tiempo
despachos de teniente segundo de la Armada". Y al día siguiente se dicta una resolución que dice:
"Su señoría el Comandante General del Departamento, se ha servido destinar a la dotación del
vapor Lerzundi al teniente segundo de la Armada, don Miguel Grau."
De inmediato, los representantes extranjeros acreditados en Perú secundan las protestas del
gobierno peruano por la ocupación de parte del territorio nacional y expresan que "se
seguirá considerando a las Islas Chincha como pertenecientes a la república peruana".
"Esta ocupación a que no precedió la negativa por parte de Perú a satisfacer reclamos clara y
expresamente individualizados; que no fue consecuencia de una declaración de guerra hecha con
arreglo a las prescripciones de la ley internacional; que se ejecutó bajo el amparo de un derecho de
reivindicación y de un estado de tregua inconciliable con la independencia indisputada de la
República del Perú, hiere los derechos de todos los estados del continente e introduce justas y
fundadas alarmas en orden a los designios de la España sobre su condición de naciones
independientes."
Mientras estos hechos ocurren y las gestiones diplomáticas se tramitan, los marinos
peruanos en Europa han intensificado sus actividades para la compra de buques, con
resultados positivos. La misión confiada a ellos ha sido cumplida, tras examinar y
reconocer las naves más apropiadas que pueden adquirirse de inmediato, y se activan a la
vez los trabajos de construcción de dos blindados.
Monumento de Miguel Grau en Acequia Alta, Arequipa.
En efecto, dos semanas antes de la ocupación de las islas Chincha, el 30 de marzo de 1864,
se firma en Londres, con la casa J.A. Samuda & Brothers, la construcción de la fragata
BAP Independencia, cuyo costo se estipuló en 108.000 libras esterlinas. Los firmantes por
Perú fueron el cónsul, Enrique Kendall, y el capitán de fragata Aurelio García y García.
Al día siguiente, García y García escribe al ministro de Guerra y Marina en Lima dando
cuenta de los nuevos armamentos y buques comprados por el ministro Barreda y se refiere,
en seguida, a la necesidad de "oficiales idóneos para llenar esas dotaciones", lo que obliga
al ministro, dice, a solicitarle que "pusiese a su disposición al teniente primero Miguel Grau
Seminario que se hallaba a sus órdenes, cosa que en el acto he verificado, pasando ese
Oficial al continente". Agrega que se ha quedado privado de los muy importantes servicios
de Grau y que necesita "oficiales inteligentes", para conservar "la mayor vigilancia en los
diversos trabajos del buque, armamento y máquinas", en atención a que se "construyen en
puertos separados por largas distancias".
De inmediato el ministro Barreda contesta al conde y le indica que el buque a que se refiere
es "la corbeta de guerra peruana Unión, construida en Francia, y mandada por el teniente de
navío don Miguel Grau". Y como Barreda comprende que la nota obedece al propósito del
gobierno británico de mantener neutralidad en el diferendo entre Perú y España, agrega en
su comunicación el siguiente párrafo: "El Gobierno de S.M. debe descansar en la seguridad
de que si desgraciadamente entrase mi país en guerra con alguna potencia amiga de la Gran
Bretaña, el que suscribe no olvidaría ese deber ni permitiría que lo olvidasen sus
nacionales".
El 13 de enero de 1865 zarpa Grau con la Unión de Greenhithe, donde se encontraba
fondeada y el 17 está en Plymouth. Es en este puerto británico donde Grau sufre arresto de
48 horas, por orden de las autoridades británicas, bajo sospecha de haber violado la ley que
regula el enrolamiento de gente de mar. Su segundo, el teniente Felipe Pardo, dirige una
nota al ministro del Perú en Inglaterra y Francia dando cuenta del suceso, acaecido cuando
Grau salía de casa del almirante jefe del apostadero de Plymouth.
El cónsul del Perú en Londres, Enrique Kendall, en comunicación dirigida a Barreda, dando
cuenta de los hechos realizados le informa de que, ventilado el juicio y sentada la protesta
del Gobierno del Perú por al atropello cometido contra el comandante Grau, el Juez expresó
que "encontraba el testimonio insuficiente para la formación de causa" y declara "que no
había lugar para la detención", por lo que ordena la inmediata libertad del comandante de la
Unión. Grau, en carta de 23 de enero dirigida a Barreda explica la forma como fue
arrestado y las incidencias que pasó durante su detención. Solucionado el incidente, Grau
apresura sus preparativos para regresar al Perú.
Mientras el Gobierno del Perú compra corbetas en Francia y apresura en el Reino Unido las
gestiones para la construcción de dos blindados, continúan con España las representaciones
diplomáticas, conversaciones a fin de obtener la devolución de las islas Chincha y el
otorgamiento de una amplia satisfacción por lo que el gobierno peruando considera un acto
de piratería internacional. Al tiempo, el Congreso expide la ley de 9 de septiembre de 1864
que autoriza al Ejecutivo para que "haga la guerra el gobierno de España" y expulse a los
españoles de las islas Chincha.
Pero el tiempo transcurre sin que se restituyan las islas y el conflicto se agudiza. Y cuando
más arrecia la excitación pública, el Gobierno del Perú, por intermedio de su comisionado,
el general Manuel Ignacio de Vivanco, celebra con el almirante español José Manuel
Pareja, que ha reemplazado a Pinzón en el mando de la flota española, el tratado conocido
con el nombre de Vivanco–Pareja; mas el pacto, suscrito a bordo de la fragata Villa de
Madrid bajo la presión de un ultimátum, resulta inaceptable. No obstante que expresamente
se desaprueba la ocupación de las islas y el alegado título de reivindicación de derechos, el
arreglo hiere el orgullo nacional de los peruanos y hace que se intensifique la indignación
popular. Y es que por el tratado, además de aceptar el Perú el reconocimiento de los
créditos que pudieran existir a favor de súbditos españoles desde la época de la
independencia, con la intervención de un comisario regio en las discusiones, se conviene en
el pago de tres millones de pesos fuertes a favor de la Corona de España; suma que se
abona de inmediato para cubrir, en concepto de indemnización, los gastos que la escuadra
agresora ha soportado desde que ella misma promovió el conflicto ocupando las islas el 14
de abril de 1863. Se consigna también en el tratado el hecho inexacto de que el Perú se
había negado a aceptar la devolución de las islas.
La situación se agrava con el repudio del tratado por la opinión pública. No se concibe
cómo el país que ha sido víctima del atropello pueda acabar indemnizando al agresor. Las
explicaciones del gobierno de que al devolver las islas se ha saludado a la bandera y que el
arreglo pactado constituye un sacrificio que salva al país de los horrores de la guerra son
insostenibles, en el caldeado ambiente político, propicio a la revuelta, que no se hace
esperar.
La insurrección progresa en todos los frentes y las tropas restauradoras del norte y del sur
avanzan sobre la capital y ganan nuevas poblaciones. Parte de la escuadra peruana, al
mando del capitán de fragata Lizardo Montero, se adhiere al movimiento. La Amazonas, el
Tumbes y el Lerzundi obedecen sus órdenes.
Entre tanto, Grau, que ha dejado el Reino Unido el 5 de febrero, se dirige con la Unión
hacia las islas Madeira, junto con la América, comandada por el capitán de corbeta Juan
Pardo de Zela. El 12 siguen los dos buques a Cabo Verde donde tocan el 20 y el 22
continúan viaje a Río de Janeiro, puerto al que arriban el 6 de marzo. Aquí Grau se dedica a
componer la máquina de la corbeta que ha sufrido desperfectos en la travesía. El 26 parte
en convoy con la América pero, al siguiente día, después de navegar más de 100 millas,
Grau se ve obligado a regresar a puerto. Un furioso temporal causa graves daños a la Unión
en su arboladura, al extremo de tener que ser remolcada por la América. De vuelta en Río
de Janeiro las reparaciones de la Unión, entorpecidas por incesantes lluvias, demoran dos
largos meses. Recién el 6 de junio, Grau puede hacerse a la mar. Un mes después, el 6 de
julio, fondea la Unión en Valparaíso.
Ya desde el 1 de mayo, el presidente Pezet había ascendido a los comandantes de las dos
corbetas. El artículo único de la orden general de la Armada, transcrita en oficio de 6 de
mayo dice:
"Su Excelencia el Presidente con fecha 1º del actual, y con abono a la antigüedad del 31 de marzo
último, ha expedido a favor del capitán de corbeta don Juan Pardo de Zela, despacho de capitán de
fragata efectivo; para el teniente primero don Miguel Grau el de capitán de corbeta" (corre en el
libro respectivo del escalafón de Marina, en la página 70) "y al alférez de fragata don José E.
Castañón el de teniente segundo."
Grau, como comandante de la Unión, realiza las operaciones que más convienen al éxito de
la revolución. Patrulla las costas, traslada tropas, vigila puertos, transmite informes y
ejecuta distintas comisiones para la causa que defiende. En premio a los méritos efectuados
y en pleno período revolucionario, es ascendido, el 22 de julio, a la clase de capitán de
fragata por el segundo vicepresidente de la República, el general Pedro Díez-Canseco, que
se encuentra esos días en la sierra del centro en unión del coronel Mariano Ignacio Prado,
después de dominar todo el sur. Es interesante el parte, escrito por Miguel Grau, que eleva
a la Comandancia General de Marina el 5 de octubre de 1865, estando al ancla en el puerto
chinchano de Tambo de Mora.
El Gobierno de Lima, por su parte, da de baja del cuerpo de la Armada, por orden general
de 16 de agosto, a Grau junto con otros marinos que se habían adherido a la revolución. La
revolución prosigue y los combates se suceden en todas partes, con resultados favorables a
los insurrectos. El coronel Balta en el norte obliga a rendirse a las tropas adictas al régimen:
Piura, Chiclayo, Trujillo, Cajamarca y Huaraz reconocen la autoridad de Balta. Ganado el
norte, gran cantidad de tropas viaja del norte a Pisco, para unirse con las del sur en Chincha
y emprender en conjunto un más vigoroso empuje sobre la capital. Los ejércitos
revolucionarios entran en Lima el 6 de noviembre y obligan a capitular a las fuerzas del
general Pezet.
Se prepara sin demora al país para la guerra con España. El 15 de diciembre el Perú firma
con Chile, que ya se encuentra en guerra con España desde el 6 de octubre, un tratado de
alianza ofensiva y defensiva, al que después se adhieren Bolivia y Ecuador, y el 14 de enero
de 1866 se formula de declaración del estado de guerra con España como culminación de
los ideales de la revolución restauradora.
Luego de dos horas de intenso fuego, las fragatas españolas abandonan los canales de
Abtao con serias averías y el convencimiento de que no era posible forzar la resistencia
naval de la escuadra aliada. A los pocos días después del combate naval de Abtao, la
escuadra aliada se traslada a Huito, cuyo canal de acceso tiene mejores defensas que el
apostadero de Chayahué.
V. S. sabe bien cuanto importa la derrota que han sufrido las naves enemigas y la prueba que han
dado sus subordinados es un motivo poderoso para esperar más tarde un espléndido triunfo."
En virtud de la nota que he tenido el honor de poner en manos de U. S. y de las órdenes supremas,
sírvase U. S. disponer que se haga reconocer como comandantes de los buques de guerra a los
siguientes jefes: al capitán de navío don José María Salcedo, como Comandante del monitor
Huáscar; al capitán de navío don José María García, como Comandante de la fragata
Independencia; al capitán de fragata, don Juan Pardo de Zela, de la corbeta América; y al capitán de
corbeta don Camilo Carrillo, de la corbeta Unión.
Dos días después se remitió a los marinos la siguiente orden circular: “Que los jefes,
oficiales y guardiamarinas se presenten en 24 horas a bordo de los buques a donde harán
renuncia, por el conducto regular, los que no quisieran continuar en el servicio. Los que no
cumplieses con venir quedarán declarados desertores de la armada al frente del enemigo”.
Luego, se ordenó a los renunciantes que se embarcaran en el transporte Callao en el que
serían llevados el primer puerto de la república del Perú.
Los jefes y oficiales de los buques surtos en la rada de Valparaíso se sometieron a las
disposiciones del Gobierno peruano, y entregaron los buques a los marinos embarcados en
el transporte Callao para reemplazarlos. Miguel Grau dejó la Unión al capitán de corbeta
Camilo N. Carrillo. Los marinos renunciantes, llegados al Callao el 15 de agosto, fueron
llevados a la isla San Lorenzo, frente a La Punta, Callao, en condición de arrestados.
Sumaban más de treinta los marinos arrestados. En el diario El Comercio del 16 de agosto
de 1866, se inserta un telegrama del Callao del día anterior, que dice así: "A las 5 ½ ha
fondeado el vapor de guerra nacional Callao, procedente de Valparaíso, de donde salió el 8
del presente. Vienen a su bordo el comandante Montero y todos los jefes y oficiales que se
negaron a reconocer al contralmirante Tucker. El Callao fue puesto en incomunicación”. El
24 de septiembre]] de 1866, desde Valparaíso el contralmirante John R. Tucker agradece el
despacho de contralmirante de la Armada del Perú, que le confiere el Gobierno “durante la
guerra con España”.
En la isla San Lorenzo los marinos fueron sometidos a juicio acusados de insubordinación,
deserción y traición. Rosendo Melo, en su libro Historia de la Marina del Perú, editado en
Lima, en 1907, cuenta que esta detención fue sólo nominal, lo mismo que el sumario y
dice:
El cautiverio no impedía pasar la mayor parte de su tiempo en Lima o en paseos por la isla, cuando
no lo empleaban a bordo en ejercicios de esgrima, de tiro o de natación. Montero florete en mano no
se dejaba tocar. Grau, nadando era un pez.
El juicio duró seis meses. El 24 de enero de 1867 los jefes y oficiales detenidos fueron
llevados de la isla San Lorenzo al puerto del Callao, en donde quedaron presos, teniendo la
ciudad por cárcel. Al día siguiente, entró en funciones el Consejo de Guerra, en el local de
la extinguida Comandancia General de Marina, presidido por el mariscal Antonio Gutiérrez
de la Fuente e integrado por los generales de división, Manuel Martínez de Aparicio, y José
Rufino Echenique y por los generales de brigada, Pedro Cisneros, Baltasar Caravedo, Luis
La Puerta y Nicolás Freyre. El comandante Miguel Grau Seminario tuvo como defensor al
orador e insigne abogado de la segunda mitad del siglo XIX, Luciano Benjamín Cisneros.
La defensa de Cisneros se basó en que no hubo insubordinación, por cuanto Grau había
acatado las órdenes del Gobierno al embarcarse en el transporte Callao, que no hubo
rebelión, por cuanto “sólo había planteado una renuncia y finalmente, que no podía ser
desertor, por cuanto el Gobierno lo había separado de su cargo”. Además el hecho de
indisciplina quedaba descartado, al haber presentado su petición antes de que el comodoro
Tucker se hiciera cargo de su puesto.
Repuesto en sus derechos y prerrogativas y salvado su honor de marino, Miguel Grau pide
licencia a la Comandancia General de Marina, en oficio de 30 de marzo de 1867 para
ocuparse en la marina mercante “en ejercicio de su profesión naval”. El 2 de abril la
licencia es concedida y, cuatro días después, Grau formula otra en que solicita, de
conformidad con las ordenanzas navales, permiso para contraer enlace con la distinguida
dama limeña Dolores Cabero y Núñez. Otorgada la autorización, el matrimonio se realiza
en la parroquia del Sagrario en Lima el 12 de abril de ese año. Apadrinan la boda el general
Miguel Medina y la señora Luisa Núñez de Cabero. Los testigos son tres íntimos amigos
del novio, marinos también: Manuel Ferreyros, Aurelio García y García y Lizardo Montero.
Ya se les conocía por ese entonces como los Cuatro Ases de la Marina.
El 31 de agosto de 1867 se promulga en el Perú una nueva Constitución, que reproduce las
reformas liberales de la Carta de 1856, abolidas por la Constitución de 1860. Su espíritu,
excesivo para la época, hace que estalle la insurrección, acaudillada en el sur por el general
Pedro Díez-Canseco y en el norte por el Coronel José Balta. El ambiente popular exaltado
favorece la causa revolucionaria que, en Arequipa y Chiclayo, triunfa después de
sangrientos combates.
Miguel Grau, que desde mayo de 1867 sirve en la marina mercante, en un barco británico,
es llamado a reincorporarse a la Armada del Perú por el General Pedro Díez-Canseco, que
ha vuelto a la Presidencia de la República el 22 de enero de 1868.
Una semana después del ascenso de Grau, el 2 de agosto de 1868, asume la Presidencia de
la República, en elecciones libres, el Coronel José Balta, de limpia trayectoria militar y
política y una de las figuras más puras y de mayor relieve de la historia peruana. Grau es
amigo y gran admirador de Balta desde años atrás. Ambos han peleado en el mismo campo,
en defensa de los mismos ideales, en 1865 contra el Tratado Vivanco–Pareja, y luego en la
guerra con España. Balta, que aprecia a Grau y conoce sus cualidades, lo confirma en el
mando del Huáscar durante los cuatro años de su periodo de gobierno.
Con el advenimiento de Balta al poder se inicia en el Perú una época de efectiva paz social
y de auténtica prosperidad en todas las actividades nacionales. Se ejecutan grandes obras
públicas, caminos, ferrocarriles, puentes, muelles, irrigaciones, puertos, progresando en
infraestructura el país en forma que no tiene precedentes en la historia peruana. De lo que
nadie se dio cuenta en aquella época es que la aparente bonanza de que gozaba el país era
producto de los empréstitos de la casa Dreyfus, producto del denominado Contrato Dreyfus,
por el que la casa Dreyfus adelantaba cantidades de dinero en metálico a cambio de la
explotación y comercialización, en régimen de monopolio, del guano y el salitre, a la sazón
la mayor riqueza del Perú por esa época). La casa Dreyfus a cambio, debía pagar con las
utilidades que le reportara al Gobierno peruano.
Por aquella época, ya Grau gozaba de alto prestigio internacional, como experto marino y
hombre recto de imparcial criterio, que es designado árbitro para que se pronuncie sobre las
responsabilidades derivadas de una colisión entre dos buques de guerra extranjeros, uno
británico, Glaid Maiden y otro estadounidense Kit Carson, pronunciando su fallo en
noviembre de 1868. En relación a este hecho, el diario El Comercio de Perú publicó en sus
ediciones del 5 y 12 de noviembre de 1868 lo siguiente:
El 26 de enero de 1869, Balta promulga la ley de gratitud nacional a los vencedores del 2
de mayo y Abtao. Grau, que comandaba la Unión en el Combate Naval de Abtao, recibe el
título de benemérito a la patria en grado heroico. La condecoración que se le impone en el
pecho, es de oro, esmaltada, con la siguiente inscripción en el anverso: “Fue uno de mis
defensores”; y, en el reverso: “7 de febrero de 1866”. Ese mismo año, el Presidente Balta,
con fecha 22 de octubre, expide una resolución en donde se reconoce a Grau como abono a
su tiempo de servicios, el tiempo que estuvo navegando en buques mercantes después de
promulgarse la ley de reparación del 11 de abril de 1861, así como el posterior periodo que
pasó igualmente en la marina mercante británica al finalizar el juicio por la cuestión
Tucker. Por su mérito se agrega a los servicios reconocidos tres años y cinco meses más a
su favor.
Durante el Gobierno del coronel Balta, Grau se convierte en uno de los más eficientes
colaboradores y obtiene varias comisiones como estudio de las condiciones hidrográficas
de varios puntos de la costa peruana, a fin de habilitar nuevos puertos. Tampoco descuida la
formación militar de la tripulación del buque a su mando. En febrero de 1869, se dirige al
mayor de Órdenes del Departamento, en donde le dice, entre otras cosas: “Hace diez meses
que la tripulación del buque de mi mando no ha hecho ejercicios de rifle a fuego, por lo
cual espero que U. S., se sirva dar el correspondiente permiso para efectuarlo”, logrando
conseguir la autorización respectiva para estos ejercicios de fuego.
En junio de 1870, Grau recibe una comisión para viajar a Chile con su buque, el monitor
Huáscar. Recorre los puertos del sur del litoral peruano y la costa boliviana, arribando a
Valparaíso. La misión consistía en escoltar al bergantín francés Lucie, que trae cargamento
de armas para Perú, adquiridas por el Presidente Balta y llega al Callao el 27 de julio. En
Chile, no sólo espera al buque francés sino que observa la escena político y militar y ya de
retorno al país da sus personales informes al Presidente José Balta.
Aparentemente, la Marina de Guerra del Perú progresa. Sin embargo, el Presidente Balta
adquiere los monitores fluviales Manco Cápac y Atahualpa, de lento andar (no
desarrollaban más de 2 n), que tuvieron que llegar al Perú remolcados, con lentos cañones,
si bien de 500 libras, pero de lenta avancarga y de hierro dulce que impedían sostener una
cadencia de disparo, porque podían fundirse por el calor; en conclusión, compró chatarras
para la Marina de Guerra del Perú. Lo grave es que aún sabiendo que eran monitores
fluviales y que iban a ser usados en el mar, los compró. Por ello, es uno de los responsables
que años más tarde el Perú con cara a la guerra, se encontrara en inferioridad de
condiciones.
Lo peor es que los informes personales de Grau eran gravísimos, informes que fueron
confirmados en enero de 1872 por el Cónsul del Perú en Valparaíso, coronel Adolfo
Salmón. Esta confirmación del Cónsul peruano daba cuenta de la decisión del Gobierno de
Chile de adquirir en el Reino Unido dos blindados, para aventajar al Perú en el mar. Balta,
entonces, decidió incrementar la Armada peruana con dos acorazados de mayor blindaje y
poder que los que contratara Chile, a fin de mantener la preponderancia naval sobre Chile.
Es así que Balta con cargo a dar cuenta al Congreso, firma una resolución suprema, el 14 de
febrero de 1872, con acuerdo del Consejo de Ministros, ordenando la construcción en el
Reino Unido de poderosos acorazados con mayor poder de fuego que los que Chile
pretendía adquirir, además de dos cañoneras guardacostas y armamento terrestre. Para este
efecto envía a Londres una misión naval presidida por el capitán de navío Manuel J.
Ferreyros, que se desempeñaba como Comandante General de la Marina.
La Comisión Naval llegó a concertar en mayo de 1872 los contratos para la construcción de
dos acorazados de 3.000 t cada uno, 15 millas de andar, 9 pulgadas de blindaje y cañones
de 500 libras, que eran de indiscutible superioridad a los dos blindados que mandó construir
Chile, el Almirante Blanco Encalada y el Almirante Cochrane, de 2.200 t cada uno,
blindaje de siete pulgadas, andar de doce millas y cañones de 300 libras. Y aquí aparecen
las consecuencias del Contrato Dreyfus: al enterarse de las negociaciones para la
adquisición de los acorazados, la Casa Dreyfus, agente financiero del Perú en París, exige
que antes de proporcionar los fondos para la construcción de los acorazados se arreglasen
sus cuentas antes de proceder al adelanto de fondos para adquirir los buques. Lo anterior y
el asesinato del coronel José Balta, ocurrido en julio de 1872, impidieron se llevara a cabo
el proyecto trazado.
El Presidente Balta condujo el agitado proceso electoral del año 1872, resultando elegido
Manuel Pardo y Lavalle, distinguido estadista de reconocidos méritos; el coronel Tomás
Gutiérrez a la sazón Ministro de Guerra y Marina, decidió oponerse a la voluntad popular y
dar un golpe de Estado, con el acuerdo y conformidad de sus tres hermanos, los coroneles
Silvestre, Marceliano y Marcelino Gutiérrez. Organizada la revuelta, el 22 de julio, once
días antes de la transmisión del mando, se ejecuta el golpe y se disuelve el Congreso,
cuando ya éste había aprobado declararlos delincuentes de “lesa patria” y que se
encontraban “fuera de la ley”.
La revuelta comenzó a fracasar ya que los únicos cuerpos que se unieron a Tomás Gutiérrez
fueron los que mandaban sus hermanos. Para someter a la Escuadra, el Ministro de Guerra
y Marina envía una orden al Comandante General de Marina, capitán de navío Diego de la
Haza, que dice así:
Señor Comandante General de Marina. Ordene Ud., que la Escuadra secunde el movimiento que se
ha hecho en Lima. Se ha botado al Congreso y don José Balta está preso. Su afecto amigo Tomás
Gutiérrez. Lima, julio 22 de 1872.
El telegrama anterior es rechazado por los jefes de la Armada, por lo que nuevamente
Tomás Gutiérrez, ya instalado en Palacio de Gobierno en Lima, vuelve a enviar otro
documento, ordenando a la Armada ponerse bajo la autoridad del nuevo Gobierno que él
preside. A esta nueva orden, los jefes de la Armada vuelven a rechazarla incluyendo al
capitán de navío Diego de la Haza, quien contestó en esos términos a Palacio de Gobierno.
La noche del 22 de julio, los comandantes de los buques luego de reprobar unánimemente el golpe
revolucionario y de negarse a prestar su concurso al Dictador, se reúnen en la Comandancia General
de Marina.
Miguel Grau que había ordenado encender las calderas de su buque, indignado ante los
acontecimientos sucedidos en la capital, sugiere que los comandantes de los buques se
trasladen al vapor “Marañón”, con la finalidad de tomar una decisión sobre la actitud a
tomar. En dicha reunión se acordó movilizar la Escuadra y zarpar rumbo a la isla San
Lorenzo, para ahí, tomar con amplias libertades determinaciones definitivas. El día 23 de
julio, los jefes y oficiales de la Escuadra, encabezados por Grau, suscriben una proclama
contra el golpe revolucionario y reafirman su decisión de luchar por el restablecimiento del
orden y la ley. Firman este documento los siguientes Jefes y Oficiales de Marina: Miguel
Grau, Aurelio García y García, Samuel Palacio, Camilo N. Carrillo, Carlos Ferreyros,
Miguel Ríos, Julio Sagasti, Manuel Melitón Carvajal, Simón Cáceres, Carlos Arrieta, F. M.
Frías, Amaro G. Tizón, Ruperto Gutiérrez, Ramón Freyre, M. Espinosa, Darío Gutiérrez,
Enrique Carreño, Pedro Rodríguez Salazar, Eugenio Rasgada, Serapio Tejerina, Arístides
de la Haza, Antonio Jimeno, Andrés Rey, Manuel Dávila, Bernabé Carrasco, Miguel
Dodamonte, A. Gerardo Carrillo, Carlos R. Colmenares, Manuel C. de la Haza, Agustín
Arrieta, Froilán Miranda, José C. Valencia, Federico Delgado, Francisco León, José
Melitón Rodríguez Pérez, Manuel Valderrama, Máximo Tafur, Tomás M. Cárdenas,
Manuel Aparicio, Julio Jiménez, Ezequiel Fernandini, Francisco Guerci, Francisco Flores,
Manuel T. Reyes y Francisco Miranda. Firmada la proclama, se hace circular por el Callao
y Lima y la Escuadra se retira del Callao y fondean el 24 en las islas Chincha, al sur del
Callao y continúan viaje al sur. El 26 la Escuadra llega a Islay. Ese día, ya fracasada la
revuelta, el Presidente José Balta es asesinado vilmente en el cuartel San Francisco, en
donde estaba detenido.
Enterado el pueblo del asesinato del Presidente Balta, su reacción fue tremenda. Los
coroneles Gutiérrez caen en mano de la furia popular exasperada por la desaparición del
coronel José Balta, a quien todo el Perú admiraba y quería. Los Gutiérrez, ese mismo día,
pagan con su vida el crimen cometido. Los disturbios se extienden por Lima. Mientras en
Lima ocurren los sucesos descritos, en el sur, Miguel Grau, desde el “Huáscar”, fondeado
en Islay, dirige una extensa circular encaminada al derrocamiento de la dictadura dirigida a
los prefectos de Arequipa, Cuzco, Puno, Moquegua y Tacna, a los subprefectos de Arica e
Islay, a los Presidentes de las Cortes Supremas de Arequipa, Puno y Moquegua y a los
alcaldes municipales de Tacna y Tarapacá. La circular da cuenta de los hechos ocurridos en
Lima y la posición de rechazo a la dictadura asumida por la Escuadra. El 1 de agosto ya
restablecido el orden y la normalidad, en el país, el comandante Grau, promotor de la
resistencia, envía al señor Ministro de Guerra y Marina, el informe detallado de los sucesos
acaecidos en la Armada Peruana, desde el 22 de julio en que estalló la revolución. En ese
informa da cuenta que el día 29 de julio a las siete de la tarde, en el puerto de Pisco, se
enteró del asesinato del Presidente Balta y del restablecimiento del orden en la capital, por
lo que zarpó inmediatamente con destino al Callao.
El nuevo Presidente de la República, Manuel Pardo, pocos días después de asumir el mando
de la República, decide asesorarse por expertos consejeros en todo lo relacionado con las
necesidades del Ejército y la Marina. Para este efecto expidió un decreto supremo, el 14 de
agosto de 1872, creando Comisiones Consultivas de Guerra y de Marina. La Comisión de
Marina quedó integrada por ocho jefes de la Marina de Guerra, uno de ellos fue el capitán
de navío Miguel Grau. Esta Comisión se instaló el 26 de agosto y la conformaban los
siguientes oficiales: contralmirante Domingo Valle Riestra, capitales de navío Manuel J.
Ferreyros, Aurelio García y García, Miguel Grau, José R. Carreño, Camilo N. Carrillo, Juan
Pardo de Zela y José Elcorrobarrutia. También concurrió especialmente invitado el capitán
de navío Lizardo Montero, Senador por Piura.
Las dificultades limítrofes entre Bolivia y Chile provienen de la explotación del guano y el
salitre por compañías chilenas, en los desiertos bolivianos de Atacama. Los incidentes
fronterizos se suceden no obstante que la línea de separación es fácilmente identificable. Ya
en 1866, luego del combate del Dos de Mayo, en un ambiente de paz y concordia, se fijó en
un tratado de límites, suscrito el 10 de agosto, el paralelo 24 como línea divisoria entre
ambos países. El artículo 1º de dicho tratado decía así: “La línea de demarcación de los
límites entre Chile y Bolivia en el desierto de Atacama, será en adelante el paralelo 24º de
latitud meridional, desde el litoral del Pacífico hasta los límites orientales de Chile, de
suerte que Chile por el sur y Bolivia por el norte, tendrán la posesión y dominio de los
territorios que se extienden hasta el mencionado paralelo 24º, pudiendo ejercer en ellos
todos los actos de jurisdicción y soberanía correspondientes al señor del suelo”. Pero a su
vez ese tratado estableció una absurda comunidad entre los dos países, autorizando la
partición por mitad de la explotación de los depósitos de guano de Mejillones y de los
existentes entre los grados 23º y 25º y sobre los derechos de exportación de minerales
extraídos en esa extensa zona. Así lo expresaba el artículo 2º de dicho tratado, que tenía la
siguiente redacción: “No obstante la división territorial estipulada en el artículo anterior,
la República de Bolivia y la República de Chile se partirán por mitad los productos
provenientes de la explotación de los depósitos de guano descubiertos en Mejillones y de
los demás depósitos del mismo abono que se descubriesen en el territorio comprendido
entre los grados 23º y 25º de latitud meridional, como también los derechos de exportación
que se perciban sobre los minerales extraídos del mismo espacio de territorio que acaba
de designarse”. Y por el artículo 3º se obligaba a Bolivia a establecer en el puerto de
Mejillones una aduana, como única oficina fiscal, para percibir los productos del guano,
pudiendo Chile nombrar interventores para inspeccionar las entradas de aduanas y recibir la
parte que conforme al tratado le correspondía.
A la caída del dictador boliviano Melgarejo, en enero de 1871, el gobierno del general
Morales que le sucedió anuló los actos de la administración depuesta y resolvió modificar
el tratado de límites de 1866 celebrado con Chile, que el pueblo boliviano reprobaba,
porque confería derecho a Chile para intervenir en el territorio de Bolivia y explotar el
guano y las riquezas minerales existentes en el desierto de Atacama, zona exclusivamente
boliviana desde que se constituyó esa república.
Cuando Bustillo estaba próximo a regresar a Bolivia, en julio de 1872, el general boliviano
Quintín Quevedo, adicto a Melgarejo, armó en Valparaíso una expedición y desembarcó en
Antofagasta avanzando hasta Tocopilla, donde las fuerzas bolivianas lo rechazaron.
Quevedo y sus hombres se refugiaron en un buque de guerra de Chile, la corbeta
“Esmeralda”, anclada en el puerto.
Cuando ocurrían los acontecimientos descritos la escuadra chilena surcaba las costas
bolivianas, lo que hacía suponer que Chile protegía las intentonas revolucionarias de
Quevedo.
Desde Iquique, cumpliendo las órdenes recibidas, Grau escribe una nota el 6 de septiembre
de 1872 al Ministro de Guerra y Marina, informándole del curso de los acontecimientos y
dejando en ella constancia que la mayoría de los expedicionarios que acompañaron a
Quevedo eran chilenos y que la Escuadra de Chile se encontraba en Mejillones.
Dos semanas después, el 24 de septiembre, siempre en Iquique, Grau informa que no tiene
noticias de interés que comunicar y, el 30, al arribar al Callao, de regreso de su viaje al sur,
dirige una nota al Ministro de Guerra y Marina expresando que, “en respuesta a su oficio
de 21 del presente, le es satisfactorio decir que no ha ocurrido novedad durante la
navegación” y agrega que, en el vapor que arribó de Valparaíso el día de su salida de
Iquique, “llegó al puerto de Arica el señor Bustillo, representante de Bolivia en Chile”.
Once días después, el 24 de marzo, el Huáscar llega a Cobija y permanece en el puerto tres
días. El 28, ya en Iquique, Grau escribe al Ministro de Guerra y le informa de la cariñosa
acogida de las autoridades bolivianas de Cobija:
Conforme indiqué a V. S., en mi oficio del 24 del presente he permanecido tres días en el puerto de
Cobija, habiendo regresado a éste en la tarde de ayer. Durante mi permanencia en esas aguas me ha
sido muy satisfactorio el recibimiento hecho por las autoridades bolivianas, las que me han
dispensado toda clase de atenciones, no omitiendo circunstancia alguna para manifestar sus
sentimientos de adhesión al Gobierno y pueblo del Perú.
El 4 de abril, desde Iquique, Grau vuelve a informar al Ministro de Guerra “que el sur
continúa sin novedad”, además de comentar que desea que el Huáscar sea una unidad de
primer orden en batalla sometiendo para ello a su tripulación a “faenas doctrinales,
haciendo diariamente ejercicios a fin de conseguir en la marinería la disciplina y moralidad
que son tan necesarias”.
Por el tenor de las cartas, es indudable que Grau no conocía en marzo de 1873, cuando
zarpó del Callao para el sur, el Tratado Secreto de Alianza Defensiva, suscrito en Lima por
representantes de Perú y Bolivia, el 6 de febrero de ese año, por lo que tenía que llamarle la
atención la cariñosa acogida de que era objeto por las autoridades de Cobija, en los meses
de marzo y junio. Pero es justo reconocer, que las autoridades bolivianas de Cobija
tampoco conocían el pacto y que las recepciones y muestras de cariño tributadas a Grau y al
Huáscar, comandante y buque de guerra de un país aliado, obedecían en parte a
instrucciones del Gobierno de Bolivia impartidas con ese objeto.
De regreso en Iquique, Grau se dedica a otras tareas encomendadas para mejorar el puerto
de Iquique a fin de facilitar el desarrollo de las actividades portuarias. En julio de 1873
termina el crucero a lo largo del litoral boliviano, una vez desaparecidos los peligros de más
graves disputas en la zona salitrera y una vez aclarado el ambiente internacional. Sin
embargo la presencia del Huáscar en el Callao es corta, ya que a fines del mes siguiente
nuevamente el Huáscar es comisionado al sur del litoral.
En ejercicio del alto cargo de Jefe de la Escuadra de Evoluciones, Grau recorre todo el
litoral peruano, ordenando se ejecute a bordo de los buques toda clase de maniobras para
adiestrar a las tripulaciones en conocimientos de táctica naval y manejo de la artillería.
Como su experiencia le hace intuir que Perú está próximo a perder su supremacía en el mar
y que acecha al Perú el gravísimo peligro de verse envuelta, en cualquier momento, en un
conflicto bélico con Chile, es que se preocupa en adiestrar a las tripulaciones para el
manejo hábil y preciso de las unidades navales y su potencia de fuego. El alza del salitre de
Tarapacá, en zona vecina a los territorios bolivianos del desierto de Atacama, que explotan
compañías chilenas, y la construcción de dos poderosos blindados por Chile en el Reino
Unido, uno el Almirante Cochrane, ya lanzado al agua en enero de ese año, preparándose
para salir al Pacífico y el otro por terminarse, justifican sus temores.
De otro lado, las diferencias entre Bolivia y Chile aparentan estar zanjadas en agosto de
1874, en que se firma el nuevo tratado de fronteras entre los dos países, que fija siempre el
paralelo 24, desde el mar hasta la Cordillera de los Andes, en el divortium aquarum. El
artículo 1º del tratado dice lo siguiente: “El paralelo del grado 24º, desde el mar hasta la
cordillera de los Andes, en el divortia aquarum, es el límite entre las Repúblicas de Chile y
de Bolivia”. Sin embargo, siempre se mantiene la comunidad de los dos países para la
explotación y partición por mitad del guano y minerales existentes o que se descubran,
entre los paralelos 23º y 25º. Se conviene, también, que los derechos de exportación que se
impongan sobre los minerales que se exploten no excederían de los que estuvieren vigentes;
y que durante 25 años las personas, industriales y capitales chilenos no quedaban sujetos a
más contribuciones, de cualquier clase que fueran, que las que entonces existían. El
incumplimiento por parte de Bolivia al tratado al aumentar las contribuciones a las
salitreras chilenas hasta el paralelo 23 es el detonante de la posterior Guerra del Pacífico.
Ese mismo año, en octubre, ya disipados momentáneamente los peligros de guerra entre
Bolivia y Chile, el gobierno peruano descubre que navega en sus aguas peruanas Talismán,
fletado en el Reino Unido, de 140 t y en el cual, según se afirma, viaja Nicolás Fernández
Villena (Nicolás de Piérola), ex Ministro de Hacienda del Presidente José Balta, con
armamento y alzados, que persigue derrocar al régimen mediante un golpe revolucionario.
Luego de capturar al Talismán, Grau lo envía a Mollendo, a cargo del capitán de corbeta
Leopoldo Sánchez y eleva un parte al Ministro de Guerra y Marina, fechado en Pacocha,
dando cuenta de los sucesos. Hecho, el Huáscar parte al sur para resguardar el orden. El
capitán del puerto de Ilo, Germán Paz, avisa también el mismo día 2, a la Comandancia
General de Marina, que esa mañana el Huáscar apresó al Talismán, con su tripulación y
parte de su carga.
Esta acción del Huáscar en Pacocha fue determinante para el triunfo de las fuerzas del
gobierno en la acción del 6 de diciembre de 1874, en Los Ángeles, lugar cercano a
Moquegua que devolvió la calma al país. El mismo diciembre la Escuadra de Evoluciones
se encuentra en Iquique y regresa al Callao dando término a su entrenamiento. El 20 de
enero de 1875 Grau cesa en el mando de la escuadra continuando como comandante del
Huáscar. El crucero ha durado siete meses.
El 5 de julio de 1876 Grau deja el comando del Huáscar, que ha tenido durante más de 8
años y se apresta a ir al Parlamento. Pero la separación no será larga; a los tres años Grau
volverá a la Armada Peruana, al mando del Huáscar.
Cumplida su misión, Grau, al retornar al país, cumple con informar al Gobierno su honda
preocupación ante el poderío naval de Chile, que ha podido comprobar in situ en las aguas
de Valparaíso, donde se encuentran fondeados los dos blindados Almirante Blanco
Encalada y Almirante Cochrane, buques de guerra chilenos, inmensamente superiores a los
peruanos. Ha apreciado, igualmente, los aprestos bélicos de las fuerzas militares de ese
país.
Apenas regresa Grau de Chile, se le designa el 7 de marzo vocal de la Junta Revisora de las
Ordenanzas Navales, cargo que ejerce en el curso de ese mes y los de abril y mayo, hasta el
30, en que es nombrado comandante general de Marina.
Al mes siguiente, la Cámara de Diputados, en sesión del 28 de abril, presidida por Ricardo
W. Espinosa, después de leerse y aprobarse el acta de la sesión anterior, toma nota de un
oficio de Grau en donde expresa que no puede concurrir a la Cámara por haberse hecho
cargo del comando del Huáscar. El 4 de abril de 1879, Chile había declarado la guerra al
Perú.
La Guerra del Pacífico (1879–1884) fue un conflicto armado que enfrentó a la República de
Chile contra la República Peruana y la República de Bolivia. También se le ha denominado
Guerra del Salitre.
Debido a las características del litoral boliviano y del extremo sur peruano, en el que se
extiende el desierto de Atacama, y teniendo en cuenta las experiencias de la Guerra de la
Independencia y contra la Confederación, Chile conocía que era necesario sortear por mar
este territorio para poder trasladar a sus tropas e invadir el territorio peruano. Para ello
tendría que lograr el dominio del mar. El Perú, por su parte, también comprendió que esta
era la maniobra lógica que adoptaría Chile. De ese modo, ambas naciones dieron inicio a la
campaña naval como la primera parte de la guerra.
La escuadra peruana, al mando del capitán de navío Miguel Grau , estaba conformada por
el blindado tipo monitor Huáscar, la fragata Independencia, los monitores Manco Cápac y
Atahualpa, la corbeta Unión, la cañonera Pilcomayo y los transportes Chalaco, Oroya,
Limeña y Talismán. Estos últimos habrían de cumplir una función muy importante durante
el conflicto, manteniendo abierta la ruta de abastecimiento peruana con continuos viajes
entre el Callao y Panamá, así como a otros puntos del litoral, transportando tropas,
pertrechos y municiones, burlando a la poderosa escuadra enemiga.
El planteamiento fue muy claro en ambos lados. La escuadra chilena era superior
materialmente a la peruana, no sólo en número sino también en la calidad de sus buques.
Debía entonces buscarla y destruirla lo más pronto posible. La escuadra peruana, por su
parte, dada su inferioridad en medios, debía prolongar lo más posible su presencia como
una amenaza efectiva en el mar, no tanto para la escuadra chilena sino para el tráfico
marítimo de ese país, entablando combate únicamente cuando estuviera en superioridad de
condiciones o cuando éste fuese inevitable. El tiempo que se ganara en ello sería en
provecho de la preparación de las defensas en el sur peruano y la adquisición de nuevas
naves y armamento.
La primera acción tuvo lugar apenas siete días después de declarada la guerra, el 12 de abril
de 1879, cuando la corbeta Unión y la cañonera Pilcomayo atacaron y persiguieron a la
corbeta chilena Magallanes frente a Punta Chipana. Por su parte, la escuadra chilena en el
Perú bombardeó Mollendo, Pisagua, Mejillones e Iquique, antes de dirigirse hacia el Callao
con el propósito de destruir la escuadra peruana.
Sin embargo, fracasó en este intento debido a que los buques peruanos habían zarpado días
antes de su arribo, dirigiéndose a la ciudad peruana de Arica con el director supremo de la
guerra, el general Mariano Ignacio Prado.
El 17 de mayo la flota peruana puso rumbo a Arica, donde desembarcó el Presidente Prado
para dirigir la guerra desde ese puerto peruano. Casi de inmediato fueron despachados a
Iquique el monitor Huáscar y la fragata Independencia, con instrucciones de levantar el
bloqueo de ese puerto, sostenido en ese momento por la corbeta chilena Esmeralda, la
cañonera Covadonga y el transporte Lamar.
El 21 de mayo de 1879 el monitor Huáscar al mando del capitán de navío Miguel Grau , y
la Independencia al mando del capitán de navío Juan Guillermo More Ruiz, ingresaron a la
bahía de Iquique y se enfrentaron a los ya mencionados buques de madera chilenos
comandados, respectivamente, por Arturo Prat Chacón (Esmeralda) y por Carlos Condell
de la Haza (Covadonga). El transporte Lamar izó bandera estadounidense y puso rumbo al
sur, siendo seguido por la cañonera Covadonga que fue perseguida por la Independencia.
Mientras tanto, el Huáscar en Iquique cañoneaba a la Esmeralda, buque que maniobró para
colocarse delante de la población, ante la imposibilidad de doblegar al enemigo, y ya que el
combate se extendía con gran número de bajas chilenas, el comandante Grau decidió
utilizar el espolón 3 veces. En el segundo ataque al espolón, el comandante chileno Arturo
Prat realiza un abordaje frustrado, principalmente, por las algarabía del momento y por las
importantes bajas en su tripulación, la Esmeralda tenía varios daños antes del combate. Prat
murió en el intento, pues jamás llego a ver a Grau.
Finalmente logra Grau hundir a la nave chilena, cuyos sobrevivientes, fueron rescatados por
los marinos peruanos. En este combate murió el teniente primero Jorge Velarde, primer
héroe naval peruano de la contienda.
Mientras tanto, la Independencia conducidad por Moore había encallado en Punta Gruesa,
al sur de Iquique en el afán de espolonear al buque chileno y tan pronto se percató de esto,
el comandante Condell de la Covadonga, volvió sobre sus aguas y ordenó disparar sobre la
fragata varada dado que aún mantenía su bandera al tope, indicación que seguía en
combate, Condell le disparo seis tiros contra la cubierta poniendo su nave en el angulo
muerto de los cañones peruanos al escorarse la "Independencia". Cuando la Covadonga vio
acercarse al Huáscar y huyó del lugar, mientras el Huáscar procedía a recoger a los
sobrevivientes e incendiar los restos.
La incapacidad de los mandos navales chilenos frente a las continuas incursiones del
Huáscar fueron motivo de protestas populares, interpelaciones en el congreso y la censura
del gabinete ministerial. Todo ello se agudizó con la captura del transporte Rímac, luego de
lo cual se produjeron renuncias de ministros y se efectuaron inevitables cambios en las
jefaturas del ejército y la escuadra. Los conductores de la guerra, ante la imposibilidad de
iniciar la campaña terrestre para invadir el sur peruano, determinaron que el hundimiento
del Huáscar era prioritario e indispensable para llevar a cabo sus planes.
Una de las primeras medidas fue el relevo del contralmirante Juan Williams Rebolledo en
el mando de la Escuadra chilena por el capitán de navío Galvarino Riveros, quien dispuso
que sus buques fueran sometidos a reparaciones de calderas y carena para limpiar sus
fondos y prepararse a dar caza al Huáscar. Para dicho propósito, elaboraron un plan para
capturarlo, organizando a su escuadra en dos divisiones, la primera, integrada por el
Almirante Blanco Encalada, la Covadonga y el Matías Cousiño, y la segunda, compuesta
por el Almirante Cochrane, el Loa y la O'Higgins. La idea era tenderle un cerco al
Huáscar, en el área comprendida entre Arica y Antofagasta.
Continuando los acontecimientos, Grau recibió órdenes de zarpar con la Unión y el Rímac
rumbo al sur, con la finalidad de hostigar los puertos chilenos entre Tocopilla y Coquimbo,
en tanto que las dos divisiones chilenas habían partido hacia el norte en búsqueda del
Huáscar llegando a Arica en la mañana del 5 de octubre, no hallando allí a su objetivo.
El Huáscar, mientras tanto, luego de dejar al Rímac en Iquique, arribó en compañía de la
Unión a la caleta de Sarco. Ahí capturaron a la goleta Coquimbo, para posteriormente llegar
al puerto del mismo nombre y proseguir hacia el sur, hasta la caleta de Tongoy, localidad
cercana al importante puerto de Valparaíso. Cumplido el objetivo de esta expedición, Grau
y sus naves iniciaron su retorno a aguas peruanas.
Mientras los barcos peruanos navegaban hacia el norte de regreso, ignoraban los
movimientos de los buques chilenos. Las dos divisiones enemigas avanzaban desde
diferentes direcciones, en posición abierta, dispuestas a cercar a su objetivo.
Al amanecer del 8 de octubre de 1879, el Huáscar fue avistado por la primera división
chilena, lo que obligó a Grau a virar hacia el suroeste para luego volver al norte, a la
máxima velocidad posible tratando de dejar atrás a sus enemigos. Poco después, el
Huáscar y la Unión se encontraron con la segunda división chilena frente a Punta
Angamos. Al percatarse de que el Huáscar no podría evadir el combate por su escaso
andar, la Unión, de mayor andar, a expresa orden del almirante, se abrió paso hacia el norte.
Luego, a las 9:40 horas, siendo inevitable el encuentro, el monitor peruano afianzó su
pabellón de combate disparando los cañones de la torre sobre el Almirante Cochrane a mil
metros de distancia. Los artilleros del monitor eran británicos, y su puntería no era del todo
efectiva. La Covadonga y el Almirante Blanco Encalada en esos momentos se hallaban a
una distancia de seis millas con dirección al Huáscar, mientras que la O'Higgins y el Loa se
dirigían a cortar el paso a la Unión. El Almirante Cochrane no contestó inicialmente los
disparos, sino que acortó distancias gracias a su mayor velocidad, estando a 500 metros,
una andanada del Monitor golpeó la banda del acorazado chileno haciéndolo bandearse por
unos instantes, pero sin mayor daño y cuando estuvo a 200 m por babor del Huáscar, hizo
sus primeros disparos, perforando el blindaje del casco y dañando el sistema de gobierno.
"Miguel Grau Seminario fue un hombre comprometido con su tiempo, con su país y sus valores.
Fue honesto y leal con sus principios, defendió el orden constitucional y fue enemigo de las
dictaduras. El héroe de Angamos siempre estuvo en la línea de afirmación de las normas morales y
las tradiciones de la república. Honrado en el camarote y en la torre de mando, lo es también en el
salón y en el hogar."
"Como del carbón sale el diamante, así de la negrura de esta guerra sale Grau. (...) Al estudiar lo
que hizo, preciso es recordar con qué elementos trabajó y cabe preguntar qué hubiera sido del Perú
con Grau en un barco como el Cochrane o el Blanco Encalada..."
La carta que Grau, caballerosamente, envió a la viuda del capitán Prat, fue tallada en un
monumento en un parque del centro de Santiago de Chile.
En el piso bajo del hemiciclo del Congreso del Perú, ubicado en la parte central de la mesa
directiva y frente a todo el hemiciclo se encuentra una réplica del escaño que ocupara en el
siglo XIX el Almirante Miguel Grau Seminario quien fuera diputado nacional. Grau, siendo
parlamentario, solicitó licencia para servir al Perú en la Guerra con Chile y como falleció
en esta el 8 de octubre de 1879 durante el Combate de Angamos, jamás se reintegró al
parlamento.
Como una señal de respeto y un homenaje a Miguel Grau, una réplica de su escaño ocupa
ese lugar de honor y el nombre de Miguel Grau es el primero que se llama al momento de
pasar lista a los congresistas.
"La vida y sacrificio de un héroe peruano es parte del patrimonio histórico de la nación que tenemos la
obligación moral de destacar, “porque un pueblo que no recuerda su historia es un pueblo que no ve el
camino”.
Hoy se celebra el 129 Aniversario del Glorioso Combate Naval de Angamos y 187 aniversario de creación de
la Marina de Guerra del Perú.
Uno de los mas gloriosos episodios de la historia naval del Perú, tuvo como protagonistas a Miguel Grau, el
marino más extraordinario que ha dado el país y al Huáscar, el legendario blindado, gestor de nuestras
tradiciones navales.
Es una historia de valor, de coraje y determinación y una lección de orgullo llevada a cabo por tripulantes que,
en las más difíciles de las condiciones y en las más adversas circunstancias, sostuvieron una épica campaña
naval contra una gran escuadra, que culminó en uno de los combate más espectaculares jamás sostenidos en
el continente americano.
Vista del Huáscar, en su actual estado, en la base naval chilena de Talcahuano. Para los peruanos el
Huáscar ha pasado a ser una abstracción desde el lejano, pero muy presente, 8 de octubre de 1879,
día en que el Monitor partió de aguas peruanas para anclar en la Base Naval chilena de Talcahuano.
“Todo esto no se puede olvidar y no conviene que se eche al olvido. Esta bien que difundamos los
sentimientos de fraternidad entre los hombres, esta bien que nos inclinemos siempre a evitar todo conflicto
con nuestros semejantes, pero cuando la agresión no ha partido de nosotros, nos vemos asaltados contra
todo derecho, entonces la propia defensa se impone y al adversario hay que mirarlo tal como es: un infractor
de las leyes divinas y humanas que nos exigen el respeto mutuo y el reconocimiento del derecho ajeno.
Seamos pacifistas, esta bien, pero no caigamos en la insensatez de creer que los crímenes en que
incurre una nación los lava el tiempo y que es prudente olvidarlos.
Hay manchas que no se borran y las que a veces cubren una nación con un estigma que el tiempo no
alcanza a destruir”. Rubén Vargas Ugarte, “Historia General de la Republica del Perú”