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A esta situación le debemos sumar el hecho de que no solo la torta es más pequeña, sino
que se ha estado repartiendo de manera más desigual. En 2014, según el BCV, la burguesía
se quedaba con el 31% de la torta y los trabajadores con el 36%, no olvidemos, que
trabajadores somos muchísimos más que los burgueses. Para el 2017, siendo la torta más
pequeña, los burgueses se comieron la mitad (el 49%) y nos dejaron tan solo el 18% al
bojote de trabajadores. Estamos esperando que el BCV publique la información para los
años 2018 y 2019 para conocer quiénes han comido más o menos torta estos dos últimos
años.
Pareciera que no es un asunto de falta de incentivos. ¿Qué más se le podría ofrecer a ese
sector privado para que invierta y produzca en el país? No solo no han invertido, no solo
han disminuido 88% sus inversiones, es que además no han dejado de ganar. Cuando
pasan de comerse el 31% de la torta al 49% lo que están haciendo es tratar de preservar sus
niveles de ganancia a pesar de la no inversión y de una torta más pequeña, por supuesto a
costas de los asalariados, o sea de una mayor explotación.
Podemos hacer todos los esfuerzos, podemos empujar con todas nuestras fuerzas
productivas y buenas intenciones para que los 15 motores terminen de encender, pero
éstos no arrancarán hasta que no se resuelvan dos aspectos centrales y estratégicos que son
los que están impidiendo la reactivación económica: 1) el ataque permanente y criminal
contra nuestra moneda y 2) la caída de las exportaciones petroleras. A lo que ahora
debemos sumar un tercer aspecto, el confinamiento por la pandemia del coronavirus.
Como el salario nominal es el único precio que no se ajusta cada vez que aumenta el tipo
de cambio, el poder adquisitivo de los asalariados disminuye, así que, si usted es un
trabajador de los que compraba un par de zapatos semestral, dos pantalones, tres camisas
y además adquiría 1 cajita de antihipertensivos mensual, 5 kilos de carne y dos cartones de
huevos, ya no podrá hacerlo en la misma cantidad, porque su salario no le alcanza.
Establecerá prioridades, disminuirá la cantidad de carne y remendará el pantalón, la
camisa y los zapatos. Ni siquiera se asomará a la zapatería a ver los precios porque no
tiene cómo comprarlos. Por su parte, el zapatero no va a disminuir el precio de los zapatos,
simplemente no los producirá si no hay quien se los compre, o producirá menor cantidad.
En la lógica del capitalismo, él nunca producirá pérdidas.
Lo que ha estado ocurriendo en Venezuela los últimos años es que mientras se empuja
para reactivar la producción, otra fuerza habla en sentido contrario anulando cualquier
esfuerzo, nos referimos al ataque al bolívar.
Preguntémonos ¿cómo podrían arrancar los 15 motores si, ante tamaña hiperinflación,
inducida por el ataque al bolívar, no hay suficiente dinero para producir y consumir? El
consumo de los hogares ha caído 52% entre 2013 y 2018, mientras que el del gobierno ha
disminuido 30% durante el mismo período.
En la parte anterior mostramos cuál es la secuencia que permite explicar por qué el ataque
a la moneda genera una disminución de la producción nacional siendo el deterioro del
poder adquisitivo consecuencia, a su vez, de la hiperinflación inducida sin ajustes del
salario nominal el aspecto clave. En esta parte nos centraremos en la otra arma del
imperialismo para impedir que terminen de arrancar los 15 motores productivos de la
economía: la afectación de las exportaciones.
En Venezuela, como en cualquier otro país del mundo, las exportaciones tienen un peso
importante sobre los niveles internos de producción. Imagine que su hogar es el país, y
usted tiene un pequeño huerto donde siembra y cosecha lo que comen a diario. Aunque su
huerto esté muy diversificado, incluso, aunque tenga gallinas que le dan huevos y una
vaca que le da leche y usted mismo hace el queso, siempre necesitará otros bienes y
servicios que, por más que quiera no podrá producir, por ejemplo, vestido y calzado, pero
también herramientas, entre otros. No podrá ser autosuficiente. Por lo tanto, necesita
recursos/dinero para adquirir fuera esos otros bienes y servicios. ¿Cómo los adquiere?
vendiendo fuera de las fronteras de su hogar/ país parte de su mercancía. Ese
dinero/divisas que obtuvo por la venta/exportación debería usarse para: 1) poder adquirir
insumos, materias primas, maquinarias y repuestos para la producción interna y también
mercancías que usted no produce, o sea para importar; 2) pagar los compromisos que haya
adquirido, o sea para pagar la deuda externa; 3) tener unos ahorritos en caso de cualquier
contingencia, o sea para contar con un buen colchón de reservas internacionales. Claro
que, en Venezuela, a esas divisas se les ha dado un cuarto uso históricamente: han
engordado las cuentas bancarias de los grandes capitales transnacionalizados.
De no contar con esas divisas, no se podrán importar los insumos y materias primas
necesarios para la producción interna, tampoco los bienes que aquí no se producen, mucho
menos se podrán honrar los compromisos de deuda externa afectando nuevos
financiamientos y ni hablar de la posibilidad de ahorrar y aumentar las reservas
internacionales, por el contrario, nos tocará comernos los ahorros que es lo que ha venido
ocurriendo. Las reservas internacionales en Venezuela han disminuido 69% desde el 2013
hasta el 2019, pasaron de US$ 21.478 millones a US$ 6.630 millones (datos del BCV).
En Venezuela, desde hace por lo menos medio siglo, las exportaciones dependen en 95%
de la producción petrolera. Aunque no somos un país mono productor porque de todo lo
que producimos solo el 15% es petróleo y el resto son otros bienes y servicios, sí somos
mono exportadores. Es el talón de Aquiles de nuestra economía. Cualquier afectación de
dichas exportaciones, sea por la vía de los precios o de las cantidades, desencadena aguas
abajo una distorsión a toda la economía nacional. En términos de teorías de guerras no
convencionales, la del Caos Constructivo es la que mejor aplica, con mover una sola
variable, en este caso exportaciones petroleras, generan todo un caos que se suma al que
crea la otra variable estratégica importante, el precio del bolívar.
Las exportaciones petroleras han disminuido 74% desde el año 2013 hasta el 2019, pasaron
de US$ 85.605 millones a US$ 22.491 millones (datos de la OPEP). En un primer momento,
entre los años 2013 y 2016, el ataque a la industria fue, principalmente por la vía de los
precios. Por primera vez en la historia disminuyeron durante 4 años consecutivos pasando
de 96,66 US$/barril en 2013 a 34,02 US$/barril en 2016. Para el año 2017 comenzaron a
recuperarse los precios internacionales pero la producción de crudo en Venezuela
comenzó a registrar una abrupta caída. Disminuyó 64% desde 2013 hasta 2019. Pasamos de
producir 2.786 miles de barriles diarios en 2013 a 1.013 en 2019.
En Chile, a principios de los 70, no por casualidad disminuyó el precio del cobre, principal
fuente de ingresos de divisas de ese país (el 80% de las exportaciones) sumado a las
huelgas nacionales promovidas por los partidos de ultraderecha para paralizar las minas.
El ataque a la industria del cobre fue parte de las acciones encubiertas en Chile según el
informe presentado en 1975 por los senadores estadounidenses en el que demostraron la
participación de la CIA en el derrocamiento de Allende.
Los ataques del imperialismo contra nuestra economía y por tanto contra el pueblo
venezolano han sido certeros. Nos están dando en los puntos estratégicos: 1) el precio del
bolívar y 2) nuestra principal fuente de ingresos, el petróleo.
Obviamente hay que producir, nadie lo pone en duda, y hay que diversificar las
exportaciones, tampoco está en duda, claro, en el entendido que primero se deben cubrir
las necesidades de consumo interno antes de vender fuera la cosecha, la gallina y la vaca y
hasta los huevos, leche y queso que se producen.
Lo que ha estado ocurriendo estos últimos 7 años es que, mientras quienes diseñan la
política económica, en un ejercicio teórico, sin reconocer que el ataque al bolívar es la
principal arma económica, mucho menos actuar en consecuencia, y sin terminar de
meterle el ojo a lo que ocurre con la producción petrolera, intentan empujar y empujar
para que terminen de encender y arrancar los 15 motores, el enemigo, que nunca descansa,
sigue haciendo su trabajo y no solo ejerce resistencia a ese empuje de los motores
impidiendo que arranquen, sino que con mayor fuerza hala y hala en sentido contrario
logrando que los pocos motores que estaban encendidos se vayan apagando.
Mientras tanto y entre otros muchos aspectos, es urgente recuperar el salario real (el
salario nominal con respecto a los precios) y el relativo (el salario nominal con respecto a
las exorbitantes ganancias de la burguesía) no solo por un asunto de dignificación de la
clase obrera y su prole, principal soldado de esta batalla contra el imperialismo, a la que,
dicho sea de paso, se debe y está obligada la revolución bolivariana, sino además para
contribuir al verdadero arranque de los 15 motores productivos.