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La entrada de Venezuela al Mercosur significa para el país caribeño, tantas

oportunidades como desafíos. Siendo la economía venezolana tradicionalmente


exportadora de materias primas, y apalancada en la exportación de petróleo, su
condición de Estado miembro la introduce en dinámicas altamente competitivas, y
en un escenario en el que los niveles de pragmatismo suelen ser altos al momento
de la toma de decisiones.

El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) se constituye jurídicamente el 26 de


marzo de 1991. El Tratado se refiere esencialmente a la exención mutua de tarifas
arancelarias y su coordinación con respecto a las relaciones con terceros.

En ejecución, el Mercado Común del Sur ha transitado, fundamentalmente, por lo


que “algunos autores llaman la etapa del Mercosur feniciocomercial o de
regionalismo abierto (1991-2000) (Briceño Ruiz, 2011; Peña, 2006; Caetano,
2006; Inchauspe y Perrotta, 2008), con un sobredimensionamiento de la
dimensión comercial, a otra etapa (2006-hasta la actualidad), que algunos los
califican como regionalismo posneoliberal (Briz-zozero, 2011) o regionalismo
social y productivo (Briceño Ruiz, 2011), con una presencia marcada de temas
importantes desde el punto de vista social y político” (Perrotta, 2013, p. 244). Los
objetivos principales del Mercosur, según el artículo 1º del Tratado de Asunción,
son:

 La libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los


países, a través, de la eliminación de los derechos aduaneros y
restricciones no arancelarias a la circulación de mercaderías.
 La coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los
Estados Partes: de comercio exterior, agrícola, industrial, fiscal, monetaria,
cambiaria y de capitales, de servicios, aduanera, de transportes y
comunicaciones y otras que se acuerden, a fin de asegurar condiciones
adecuadas de competencia entre los Estados Partes.
Suscrito el Protocolo, Se logró la aprobación de Argentina, Uruguay, Brasil y, por
supuesto, Venezuela, pero hubo una traba permanente en el Congreso Pa-
raguayo, que obstruía el ingreso de Venezuela al bloque, fundamentalmente por
razones políticas. En efecto, la mayoría de las distintas facciones representadas
en el Congreso veían como costo político el ingreso de Venezuela por considerar-
la poco respetuosa de la democracia. Aunado a lo antes mencionado, aplicando el
“Protocolo de Ushuaia sobre el sistema democrático regional” tomaron la decisión,
en reunión del Mercosur de junio de 2012, de suspender a Paraguay por el golpe
de Estado perpetrado contra el Presidente Fernando Lugo y habilitar, para el 31 de
julio del mismo año, el ingreso como miembro pleno de Venezuela, estuvo dirigido
a consolidar y profundizar la integración de América Latina y el Caribe, pero una
integración que no solamente hable del libre tránsito de los bienes y servicios sino
que también considere la libre circulación de las personas y, sobre todo, logre
darle respuestas positivas a las necesidades de sus pueblos.
La República Bolivariana de Venezuela, basa su economía en la exportación de
crudo y derivados, pero su aparato productivo interno es débil respecto al resto de
los países miembros del Mercosur.
Más que hablarse de pérdidas, en materia geopolítica Venezuela debe asumir
algunos desafíos. Uno de ellos es asumir que, a partir de su membresía plena,
todo el relacionamiento externo que realice Venezuela debe hacerse en bloque, lo
cual no significa desconocer todos los acuerdos internacionales o de integración.
Este elemento, que pudiera presentarse como una pérdida de autonomía. En un
contexto de crisis mundial como el actual y ante las políticas proteccionistas que
cada vez con más fuerza adoptan los gobiernos del centro capitalista, la
integración de los países del MERCOSUR es la única salvaguarda que les
permitirá resistir los embates de la crisis mundial del capitalismo o al menos
amortiguar su impacto.
Por supuesto que la vida cotidiana en Venezuela tiene sus alteraciones, la
“solución” pasa por un ajuste económico y social neoliberal que implique: levantar
el control de cambio y liberar la tasa de cambio, incluso sin gradualidad. El ingreso
al MERCOSUR significa para Venezuela la adopción de toda la normativa de ese
bloque, todas bajo una concepción de libre mercado, mientras que Venezuela
aboga por una integración social y política.
La liberación de los aranceles de aduanas y el promedio arancelario de Venezuela
es un tema sensible. Competir ahora con Argentina pero sobre todo Brasil y su
nivel de desarrollo, para Venezuela, el gobierno y en particular para su sector
privado, significará un gran desafío en la medida en que el relativo aparato
productivo interno estará obligado a adecuarse a esta nueva realidad. Venezuela
tendrá que competir fuertemente y con éxito con los productos de los otros países
del MERCOSUR tanto desde el punto de vista de las importaciones como desde
las exportaciones, más allá del petróleo y sus derivados, si quiere hacerlo con
éxito. La infraestructura de Venezuela aún no se encuentra a la par de las
economías a las cuales se está integrando, sobre todo de las grandes, con las
cuales existe una gran asimetría, pues si bien la fuente petrolera es la mayor
fortaleza venezolana, la industria nacional es muy débil y poca diversificada aguas
abajo y los planes dirigidos a enfrentar tal vulnerabilidad no han dado los
resultados, lo cual se evidencia en el creciente número de importaciones.
Al no contar con capacidad tecnológica desarrollada hay que negociar los
productos que deben ser protegidos muchos de ellos quedaron ciertamente en
listas de productos exceptuados o de desgravamen tardío en los Programas de
Liberación Comercial y emprender una producción nacional que otorgue mayor
valor agregado a los productos primarios. Por tanto, hay que desenredar la madeja
de la economía venezolana a la luz de su presencia en el MERCOSUR: o
continuar como un mercado que compra todo y solo vende petróleo y algunos de
sus derivados, auspiciando el modelo rentista, o se aprovecha esta oportunidad
para el desarrollo de una economía basada no sólo en la inversión social de la
renta petrolera, sino que se sustente en la soberanía productiva e independencia
económica, que contribuya a enfrentar con éxito los problemas del desempleo, la
pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Aunque Venezuela tiene grandes
debilidades desde el punto de vista de sus capacidades tecnológicas para
transformar los productos de mayor valor agregado, es un mercado atractivo para
las empresas brasileñas en obras de infraestructura y en otros sectores. Sin
embargo, en materia de exportación hay sectores como el ron, el cacao, el tabaco
y algunos productos del área servicios que tienen potencial en los mercados de los
países socios, es cierto los potenciales perdedores en esta ecuación, serían las
empresas venezolanas que no estén conectadas con el negocio petrolero, pues
sus productos probablemente dejen de ser competitivos y por ende deban salir del
mercado generando consecuencias negativas como desempleo y caída en la
capacidad de compra.
El ingreso a MERCOSUR debe ser visto entonces como una gran oportunidad en
vez de un riesgo para Venezuela, dentro de una lógica en la cual su incorporación
supone la revitalización del bloque así como la garantía de avanzar en una
integración integral. En materia de institucionalidad, Venezuela debe aprovechar
los espacios existentes o crear nuevos como el caso del MERCOSUR Indígena
para incluir su agenda y fortalecer la perspectiva social con tratamiento de género
y visibilización de grupos tradicionalmente excluidos. Finalmente, para dar un
sentido amplio a la participación de Venezuela y al redimensionamiento del
MERCOSUR, una mayor inclusión de los movimientos sociales y la ciudadanía en
general es necesario para promover una integración con rostro humano y un
compromiso de las y los venezolanos con la tendencia integracionista.

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