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EL REINO DE IZTAPALAPA

1 OCTUBRE, 2010
Alejandro Suverza
En un conjunto de construcciones grises que se comen los cerros,
conviven las tradiciones ancestrales y un espejo quebrado por la
miseria, el crimen, la violencia

Estoy parado sobre el basamento de las ruinas de Iztapalapa en el


Cerro de la Estrella donde hace casi 500 años se prendía el Fuego
Nuevo que cada siglo antiguo perpetuaba la existencia del mundo
mexica. El viento sube débilmente el repique de una campana y los
acordes de un huapango hasta la pirámide. Son casi las seis de la
tarde y la ciudad de México se despliega en todo su esplendor.

No hay un turista con quien compartir o presumir esta hermosa vista,


así que imagino lo que una guía turística —de ésas que el primer
mundo edita para advertir a sus connacionales aventureros— podría
decir: visite el Cerro de la Estrella, donde podrá apreciar la mejor vista
del Distrito Federal, pero tenga cuidado porque lo pueden robar,
despojar del auto o corre incluso el riesgo de ser secuestrado. Si lo
considera abrumador, evite este destino, y mejor vaya directo al
Museo de Antropología, donde podrá documentarse lo necesario
sobre el pasado de esa región.

Abajo está lo que hoy es Iztapalapa, un montón de construcciones


grises que se expandieron hasta comerse los cerros. La imagen me
hace recordar que por encima de estos caseríos vuelan episodios de
extorsión, atracos, sangre, muerte y cautiverio forzado, pero mi
reflexión fúnebre se quiebra con la historia prehispánica del oriente de
la ciudad de México. Bernal Díaz del Castillo decía que al llegar a
Iztapalapa el cacique principal los alojó en enormes palacios de

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cantera hermosamente labrados que contaban con grandes salas y
patios.

Algunos creen que el conquistador forzosamente tuvo que echar un


ojo desde el Cerro de la Estrella para admirar el esplendor de la
ciudad mexica que en aquel entonces semejaba una isla rodeada por
los lagos de México, Texcoco, Xochimilco y Chalco. En 1519 los
cerros de la Estrella, Peñón y de Pantitlán eran tan sólo islotes. Las
crónicas de Bernal Díaz del Castillo describen que la ciudad de
Iztapalapa poseía un hermoso huerto y jardín de ensueño que daba
acceso a enormes canoas. Iztapalapan, llamado así por ser el lugar de
las piedras lajas en el agua, tenía 560 tributarios y el mismo aire y
cielo que la ciudad de México.

Pero lo que desconocía el cronista era que Iztapalapa no era sólo


belleza: era la esperanza del pueblo mexica, que cada cambio de siglo
permanecía en zozobra porque creía que una catástrofe acabaría con
el mundo. Entonces los habitantes apagaban todos los fuegos y
rompían todos los utensilios porque creían que ya nada sería
necesario. Esperando que ya no amaneciera, la última noche la
pasaban en vela, y cuando aparecía la luz del día y se daban cuenta
de que no había ocurrido ninguna desgracia, ésa era la señal de que
los dioses les habían permitido vivir un siglo más.

Entonces todos elevaban su mirada hacia el Cerro de la Estrella,


donde cuatro sacerdotes encendían el Fuego Nuevo y en ese
momento las ciudades estallaban en júbilo. Después, sus habitantes
emprendían la marcha en busca de esa lumbre para llevarla a sus
hogares, y en los días siguientes volvían a comprar trastes de comida
y bebida.

Iztapalapa tenía durante la época prehispánica la carga de perpetuar


la existencia de México-Tenochtitlán y sus ciudades. Este lugar, antes

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esperanza y tranquilidad, hoy es sinónimo de inseguridad y peligro
latente.

¿Qué es Iztapalapa? Nueve barrios con nombres de apóstoles, 10


pueblos con nombre de santos, 257 colonias, la mayoría con alta
marginación. Casi dos millones de habitantes, por lo menos dos veces
el estado de Tlaxcala. La superficie de Iztapalapa es 11 veces la
república de Kosovo. Familias conservadoras, tradicionales, gente de
pueblo, algunos todavía usan sombrero, skatos, darketos, punketos,
delincuencia organizada, policías que deciden pasarse al bando
contrario.

Fiestas casi todo el año en las que se festeja al santo patrono o donde
las comparsas coronan a su reina de carnaval con fuegos artificiales y
con cartuchos de .9mm, 380 súper, ametralladoras Uzi, proyectiles de
cuernos de chivo o de fusiles AR-15. “Nada más coronan a la reina y a
agacharse y taparse los oídos”, cuenta Carla Benítez, vecina del
pueblo Santiago Acahualtepec. Una combinación de religiosidad y
violencia extrema. “Aquí en Iztapalapa somos tragasantos y
cagadiablos”, agrega el mariachi del Bazar de Iztapalapa AC.

Sobre un puente peatonal de la calzada Ermita, a una calle de la


estación del metro Iztapalapa, se descubre una escultura oxidada del
Cristo en su viacrucis. Por la calle de San Pedro, el de las llaves, subo
por el camino que va hacía el Cerro de la Estrella. Más adelante se
mira una loma con tres cruces que refuerza la idea de que no estamos
pisando tierra de laicos. Ahí está la gran cruz de madera en la que
apenas hace algunos meses fue crucificado el Cristo en turno, surgido
de los habitantes iztapalapenses.

Mientras el microbús sube, un automóvil BMW baja lentamente como


si paseara por una calle de Polanco. Cualquiera se haría la pregunta
de por qué un vehículo de esa marca rueda en esta delegación donde
habitan los expertos en robo y desmantelamiento de vehículos. Poco
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antes de llegar a la cima subo por una escalera de cemento en la que
encuentro un mensaje: “Te conocí en mi patrulla la 03047 en julio y te
quiero mucho”. Así de insólita es Iztapalapa.

Una ex cárcel de mujeres, el Reclusorio Oriente, las penitenciarías


varonil y femenil de Santa Martha Acatitla, la Central de Abastos,
corralones, la salida a los estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca, una
zona donde opera la delincuencia organizada, el barrio del
secuestrador Daniel Arizmendi, región sin agua y con terribles
inundaciones, hundimientos y deslaves. Campo abierto para
paracaidistas o invasores de terrenos, tierra por tradición de
pepenadores y recolectores de basura. Eso es Iztapalapa para
muchos.

La delegación tiene 10 sectores territoriales para dividirse los índices


delictivos. El robo a transeúnte, de vehículos, a casas habitación,
secuestro y robo de niños han ocupado durante los últimos 10 años
los primeros lugares en todo el Distrito Federal. “Ya somos más
violentos; anteriormente te sacaban el arma para asustarte, pero ahora
si pones resistencia te disparan o te pican”, me dice un policía que
cubre los sectores Leyes de Reforma, colonias ubicadas en medio de
esta delegación que tienen un alto índice de criminalidad de acuerdo
con las autoridades capitalinas.

Música ranchera, de tambora y sonideros. Charangueros y rockeros en


sus bailes y fiestas. Iztapalapa huele y sabe a tacos de cabeza y de
carnitas michoacanas, a birria de Jalisco. Un lugar tan distante en
costumbres, ubicado a 15 estaciones del metro Garibaldi y a 10 de
Chabacano. Miles de habitantes oriundos que se enorgullecen de
haber nacido aquí. Otros miles que llegaron de Guanajuato, Jalisco,
Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Puebla. Pero también de las zonas
más peligrosas del Distrito Federal, como la Candelaria de los Patos,
Tepito, la colonia Morelos, la Pensil, Santa Julia, que en la década de

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los setenta tuvieron que migrar cuando las excavaciones para
construir los ejes viales les tragaron sus casas. Desde entonces
Iztapalapa ya no volvió a ser el mismo.

Hoy aquí, además de percibirse la vida de pueblo, también se percibe


el cáncer que poco a poco se ha ido apoderando de esta parte de la
ciudad. Un oriente para muchos inhóspito y peligroso donde dos
mundos paralelos conviven: uno es el delincuencial que conlleva a la
mala fama del Iztapalacra, y el otro lleno de tradiciones y orgullo de
ser oriundo del Iztapalapa ancestral.

Don Luis Contreras, un hombre de 65 años, cuenta que su padre y su


abuelo nacieron aquí. Don Cristóbal recuerda que cuando él era niño
no existían las colonias, todo eran sembradíos y llanos hasta los
cerros. Todos eran campesinos, eran tierras comunales en las que se
sembraba maíz, frijol, tomate, calabaza, lechuga, rábano. Había pozos
de donde se sacaba el agua para regar la siembra y al mismo tiempo
la gente se bañaba en el chorro. Las casas eran de adobe con cercas
de piedra. Había magueyes, higos, zapotes, nopaleras y una laguna
donde llegaban garzas y chichicuilotes. El señor Cristóbal recuerda
que en 1955 se hizo un censo y apenas había 383 jefes de familia.
“Todavía la iglesia era el panteón”.

En Santa María Aztahuacán, Leónidas Valdés, de 70 años, asegura


que sus abuelos están enterrados en el panteón local; dice que antes
todos eran campesinos, que los animales de carga los importaban de
Chihuahua y Zacatecas. En los años cincuenta no había luz, pero la
gente se reconocía nomás por su caminar o su figura. Las señoras se
iban a lavar la ropa a las cuatro de la mañana y no había ningún
peligro.

En la casa de cultura de Santa Cruz un grupo de señoras de la tercera


edad que tejen y hacen manualidades recuerdan que en el pueblo la
familia más grande llego a tener 18 hijos. De jóvenes todas ellas
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amartajaban el maíz en el metate, calentaban las tortillas en el comal
de barro y lavaban los trastes en el ojo de agua. Iban a dejar la comida
al campo donde trabajaban sus hijos y maridos. Todas leñaban y
recogían el estiércol de vaca para hacer los fogones. De niñas
sacaban ajolotes de los charcos.

Hasta mediados de los setenta los niños salían de la escuela a las seis
de la tarde y caminaban por los sembradíos, entre los charcos y la
terracería. Los campesinos sacaban su carga de cosechas al camino
principal y ahí la dejaban hasta que pasaba la persona que tenía
transporte en el pueblo y se la llevaba al antiguo mercado de Jamaica.
Algunos habitantes aún recuerdan que hacían casi tres horas para
llegar al centro de la ciudad de México.

Voy en busca de los mayordomos del pueblo de Santa Cruz para


saber un poco acerca de sus tradiciones. Ya no los alcancé en la
iglesia y nadie me supo dar razón de ellos. La gente decía que debían
estar en la casa de quien le tocaba dar morada al Cristo del Jueves de
Corpus. Sólo seguí el sonido de los fuegos artificiales, el rastro de los
pétalos de rosa y los papelitos de colores que a su paso dejaron por
las calles. Ahí se llevaba a cabo el último rosario de cinco y después la
figura del nazareno sería llevada a la iglesia. El jefe de los
mayordomos, César Arteaga, me cuenta que antes se hacía esta
veneración por las cosechas y ahora por las mandas que hace la
gente a cambio de favores. El doctor Pedro Garcés me explica que la
gente de aquí pudo venir del pueblo de Santa María Aztahuacán y que
desde hace 150 años han pasado cuatro generaciones de
mayordomos.

Pueblos que dejaron atrás los cultivos y que van a paso lento hacia la
modernidad. Casas que son talleres de artesanía, soldadura o
herrería. Patios que sirven de café internet, paleterías o panaderías.
Calles donde la gente dice buenos días, tardes o noches. Lugares

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donde cualquiera, sin temor alguno, da santo y seña de dónde vive
fulano o zutano por nombre y apellido.

Los habitantes sienten orgullo de ser de estas tierras en las que


algunos dicen contar con títulos de propiedad otorgados por
descendientes del emperador Moctezuma II. La profesora Irma Castillo
Acevedo, que preside el Grupo Cultural Ollin, encargado de recoger la
historia oral de Santa María Aztahuacán, explica que en los tiempos
revolucionarios los caciques de aquí estaban con Venustiano
Carranza. Pero después de la Revolución corrieron a los que les
habían matado gente y se habían apoderado de las tierras. Por estos
rumbos presumen que dos mujeres siguieron a Porfirio Díaz hasta su
destierro y a Herminio Chavarría, general de brigada del Ejército del
Sur de Emiliano Zapata. “La mayor parte de los habitantes de aquí se
fue con Zapata”, reconoce la señora Castillo.

Dicen que de aquí mandaban concursante para La Flor Más Bella del
Ejido, que aquí vivió el compositor mexicano Quirino Mendoza, autor
del “Cielito lindo” y que Gerardo Murillo, el doctor Atl, pintó los cerros
de Aztahuacán. Como varios de los pueblos que estaban a la orilla del
lago Texcoco, Santa María era un pueblo chinampero desde el canal
de San Juan hasta los tiraderos (donde hoy es el metro Guelatao) y la
Unidad Vicente Guerrero (Periférico). Las chalupas iban y venían por
canales como La Viga y llegaban hasta Xochimilco.

La referencia para llegar al pueblo de Santa María Aztahuacán es un


reloj montado en una columna de la plaza principal que fue construido
entre los años de 1926 y 1930. Don Mauro Romo dice que él nació en
1938 cuando comenzaron a hacer la calzada Ermita Iztapalapa, que
en años anteriores se conocía como el Camino Real, por donde
pasaban las carrozas que iban y venían para la ciudad de México. El
señor Darío Galicia recuerda que viajar a La Merced, Manzanares, la

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Alhóndiga o las calles de Jesús María en el centro de la capital era
una excursión.

Luego se pobló todito de la escuela del pueblo hacia el canal de


San Juan. “La gente invadía y allá íbamos con palos y piedras, con
las escopetas que usábamos para cazar patos a sacar a las personas
y se quedaba alguien de guardia. Con el paso del tiempo se corrió el
rumor de que en el ejido se iba a construir la nueva central de abastos
y los comerciantes comenzaron a venir para comprar, pero luego todo
eso se convirtió en puras bodegas, colonias y fábricas.

“Quién sabe quién vino a poblarnos, pero se acabó el campo, los


campesinos y los animales. Y desafortunadamente no hay ley aquí,
por eso hay robos, pero los ladrones también saben que en cualquier
casa hay un arma”.

Los nuevos vecinos comenzaron a robar animales. Las puertas de las


casas que siempre estaban abiertas se cerraron. Las invasiones
fueron llegando, y quisieron invadir hasta una peña histórica donde se
hacía la celebración de la virgen del Rosario.

El señor Barajas, un hombre que asiste a las reuniones que el Grupo


Cultural Ollin realiza para difundir la historia del pueblo, dice que no
toda la gente que ha venido acá ha sido mala y que no toda la gente
del pueblo es buena. “La fama que nos han hecho es porque hay
gente armada en las fiestas”, dice Karina Yazmín Tenorio, otra
integrante del grupo. Anteriormente los habitantes del pueblo se
mantenían apartados de los de las colonias, pero ahora ya hay
quienes tienen marido o esposa de entre la gente que llegó de otras
partes, comenta su compañera Citlali Gregoria.

Habitantes de los pueblos de Santa Martha Acatitla, Santiago


Acahuatepec, Santa María Aztahuacán y Santa Cruz Meyehualco

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coinciden en que la migración de las colonias del Distrito Federal les
cambió la vida.

Según el doctor Pedro Garcés, los habitantes de Santa Cruz y otros


pueblos comenzaron vender sus tierras por temor a que los recién
llegados invadieran sus terrenos. Aún recuerda que repicaban las
campanas cuando se avisaba de una posible invasión y todos los
pobladores acudían al lugar para defender las tierras del vecino. Pero
la tarea fue imposible. “Con uno que empezó a vender la tierra fue
suficiente porque después ya todos se la vendían al gobierno para que
se las revendiera a los recién llegados. En 15 años se acabaron los
espacios del campo; por eso ahora se inunda tanto: antes toda el agua
de lluvia se la tragaba la tierra. La gente que llegó era de la Morelos y
de Tepito y muchos años nos mantuvieron dominados, robaban las
casas y a los vecinos hasta que los jóvenes de aquí los enfrentaron”,
dice el doctor Garcés.
Para Leónidas Valdés la explosión demográfica de la ciudad de
México trajo a una juventud muy desmandada. Las señoras María de
Lourdes y doña Eufemia aseguran que antes había respeto, no había
drogadicción y no te robaban. Irma Castillo, la directora del Grupo
Cultural Ollin, opina que en el caso de Santa María los que llegaron de
fuera venían de Santa Julia, la Pensil y la Candelaria de los Patos.

Obligados por la inseguridad, los habitantes de los pueblos que por


tradición usaban las armas para sus fiestas, vieron en ellas su
protección contra los vecinos recién llegados. Incluso los que tenían
dinero tuvieron que transformar su forma de vestir para evitar ser
extorsionados o secuestrados. “La misma ciudad contaminó los
pueblos”, reflexiona Leónidas.

Los tiempos en la historia coinciden con la llegada de tepiteños y


habitantes de la Morelos y sus prácticas de robo y venta de autopartes
de vehículos. Iztapalapa ha sido señalado como un lugar de tiraderos,

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de recolectores y pepenadores de basura, de bodegas de separación
y aprovechamiento de desechos.

Región de caciques, como el difunto Rafael Gutiérrez Moreno,


conocido como el Rey de la Basura, que prometió y dio vivienda a
muchos trabajadores a cambio de favores políticos. Pero a partir de
los años setenta los establecimientos ilegales de autopartes se
plantaron en la parte final de la avenida Ermita Iztapalapa, aquella que
Bernal Díaz del Castillo describiera como un camino tan derecho y
angosto que iba directo hacia la ciudad de Moctezuma II.

A mediados de 2007 las autoridades desmantelaron el mayor tianguis


de autopartes robadas, conocido como la Ford de Iztapalapa, que
contaba con casi 200 bodegas. Incluso, algunos habitantes dicen que
desde que los nuevos vecinos llegaron el tianguis nocturno de
chácharas en la Unidad Santa Cruz Meyehualco, que tradicionalmente
era territorio de basureros, comenzó a dar cabida a vendedores que
no precisamente vendían chacharitas salidas de la recolección de
basura en el Distrito Federal.

Triciclos, cajoneras, tazas de baño, espejos retrovisores, volantes,


muñecos, cámaras, telefotos, sillas de oficina, tenis y zapatos viejos,
bocinas, sidras Pelayo, televisores, celulares. Entre calles con poca
luz, sin banqueta y de casas achaparradas, yace un plástico con todas
las piezas cromadas de un motor. Los gallos apenas cantan, pasan de
las cuatro de la mañana. Decenas de personas husmean entre los
puestos. Llevan costales y lámparas de mano. “Al que madruga, Dios
le ayuda”, se aplica en este tianguis. Los adictos al juego de baraja
hacen aquí su partida mientras dan el precio de sus productos.
Frascos de perfumería, cascos de moto, tapones y rines de auto.

“¡Uta Madre! Yo llegué aquí en el 82 y esto apenas se estaba


formando”, dice Arturo, un revendedor de chácharas que alumbra
entre los objetos por lo menos una vez al mes. El tianguis se pone los
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martes y viernes desde las tres de la mañana. Papel higiénico por rollo
gigante, 24 rastrillos de tres hojas por 80 pesos. Cientos de personas
que hacen su vida de la basura, otros cientos que viven de la reventa
de lo usado, de lo que ya no les sirve a algunos.

Nadie aquí puede decir si es robado o no, pero un lote de calaveras


para camioneta de lujo puede estar sobre el piso a muy buen precio.
“A mí me consta que este tianguis está aquí desde hace más de 35
años porque en ese entonces yo les vendía frutas a los chachareros”,
dice Juana, una mujer que ahora vende café y pan dulce.
Juegos de balatas, llantas, anticongelantes llenos pero sucios, como si
alguien los hubiera revolcado. Debajo de la torre de luz de la Avenida
12 de esta unidad de techos de lámina de asbesto, un puesto da para
amueblar la casa. Tapete, librero, sillas, comedor. La luna ilumina la
noche de chácharas cuando Emeterio (nunca estuve seguro de que
me hubiera dicho su nombre verdadero) me explica que es imposible
cuidar quién trae o no cosas robadas. “Aquí se viene a vender y cada
quien trae lo suyo”.

Del metro Portales por todo el Eje 6 también se llega a Iztapalapa,


pasando por el pueblo, que ya no lo parece, de San Andrés Tetepilco,
y las colonias Sector Popular, donde un microbús chocó y sobre la
calle los paramédicos ponen un collarín a una pasajera. Después
entramos al barrio de San Ignacio, desde donde se alcanza a ver la
pirámide sobre el Cerro de la Estrella. Y más adelante el microbús
toma la Ermita Iztapalapa, ésa que sirvió para que los conquistadores
llegaran a México-Tenochtitlán.

Gabriela, vecina de la colonia Renovación, dice que cuando aún no


construían el Eje 5 todo era terracería. No existían Los Frentes, la
unidad habitacional donde vivía el secuestrador Daniel Arizmendi.
Todo estaba en obra negra. La mitad de la colonia eran tiraderos y la
mayoría de la gente vivía de la basura y la otra pertenecía a San

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Lorenzo. No entraban las patrullas. La iglesia y la tienda de abarrotes
eran lo único que había. Los niños iban a la escuela a la Unidad
Vicente Guerrero o a Cabeza de Juárez. El que mandaba era el Rey
de la Basura y todas las casas tenían que estar pintadas de blanco. Su
esposo comenta que el cacique los dejaba trabajar a cambio de que le
dieran toda la chatarra recogida. “Era un monopolio, pero te daba tu
casa”.

“La gente se conocía y no era peligroso. Ahora se ponen en las


esquinas a tomar o a inhalar; o si vas a una fiesta, ahí están tomando
o drogándose”, dice Gabriela. A ella le ha tocado presenciar tres o
cuatro asaltos a proveedores. En esta colonia han encontrado
secuestradores y han expropiado inmuebles donde la gente vendía
drogas.

Envuelta recientemente en una contienda política muy polémica en la


que tuvieron que ver el tribunal electoral capitalino, el ex candidato
presidencial Andrés Manuel López Obrador y un aspirante del Partido
del Trabajo improvisado de nombre Rafael Acosta alías Juanito,
Iztapalapa, que hoy es considerado botín político, volvió a la calma
con la llegada de la jefa delegacional sustituta Clara Brugada.

Quien manda en esta demarcación no sólo gobierna una sexta parte


de los habitantes de la ciudad de México, sino que tiene además en
sus manos casi un millón de votos para la contienda presidencial, un
presupuesto de casi dos mil millones para este 2010, una zona
comercial encargada de ejecutar el 24% del comercio de mayoreo y
una delegación que ocupa el primer lugar en transporte con 298 rutas.

Pero también se avienta un trompo a la uña demasiado filoso


considerando que la propuesta principal de la delegada Brugada es
crear una Iztapalapa verde, limpia e iluminada. La delegación ha
estado en los primeros lugares de incidencia delictiva durante muchos
años. Por ejemplo, en el primer semestre de 2007 se registraron
12
cuatro mil 249 robos a negocios. El 90% se efectuó en su
demarcación. En mayo de 2009 tuvo el mayor índice de
averiguaciones previas de todas las delegaciones, con casi tres mil.
Hasta febrero de 2010 tenía el mayor número de denuncias por robo
de infantes.

Las zonas más peligrosas coinciden con las más caóticas. Lugares sin
agua, como las colonias de la región este. Zonas de deslave como la
parte norte, donde la gente incrustó sus casas en los cerros. Una
población a la que todos los políticos prometen y han utilizado por
generaciones para llevar a cabo estrategias de compra de voto a
cambio de nimiedades. Quizás por eso aquí se asientan los grupos
más radicales y beligerantes, como el Frente Popular Francisco Villa,
que durante décadas se han vendido al mejor postor político, llámese
PRI o PRD.

En Iztapalapa hoy se combinan balaceras y viacrucis; un hombre


puede estar orando al pie de su santo patrono y otro puede estar
siendo bajado hacia las entrañas de la tierra con un tiro de gracia en la
nuca. Un grupo de personas puede organizar la fiesta del pueblo y otro
puede organizar el atraco a un banco o una camioneta de valores.
De acuerdo con estadísticas de la procuraduría capitalina, las colonias
más peligrosas son Juan Escutia, Ejército de Oriente, San Miguel
Teotongo. Para integrantes de la propia delincuencia organizada los
puntos más salvajes son la colonia Renovación del lado del Eje 6, el
Eje 5 y Periférico, donde te bajan del vehículo, la unidad conocida
como los Frentes de Francisco Villa.

En los Frentes se sabe que hay bandas dedicadas al robo a


microbuses, bandas que se dedican a la venta de drogas. Dicen que
los de aquí vinieron del barrio de Tepito, pero un joven que pidió el
anonimato reconoce que hay gente de todas partes. Que aquí, por si
las moscas, se tiene que dormir con el arma debajo de la almohada.

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Pero el punto que tiene peor fama es el Hoyo. Don Javier, un hombre
que lleva viviendo 35 años en la zona, dice que la gente que se instaló
aquí venía de la Buenos Aires y la Morelos, que antes todo era baldío.
Después hubo casas de madera hasta que alguien las incendió y
ahora se llama Paraíso. Algunos de los habitantes viejos saben que le
dicen el Hoyo porque era una mina de arena y cada vez que sacaban
material iba quedando el hueco. Dicen que sus vecinos son
irracionales, extremos, y que nadie puede subir a menos que tenga un
conocido. Que los autos que suben ya no bajan.

Lugares donde los ladrones salen por un lado, hacen el robo, se


vuelven a meter a la unidad y se escapan por otra parte. Como nos
ilustra Carmelo, un delincuente de Iztapalapa: “Ejecutan el danzón por
un lado y el cha cha chá por el otro”. Cualquier auto lo desarma y
entrega por cinco mil pesos. Las camionetas por 15 o 18 baros. “A
veces sólo por manejar la nave de estado a estado te traes hasta
cuatro baros”. Cuando lo tiene que entregar desarmado dice que lo
pasa a las carnitas, donde tiene dos días para cortarlo con luz
autógena. Todo lo que tiene registro o número de serie hay que
quitarlo con esmeril. Antes todo se quedaba en la Ford de Iztapalapa,
ahora va a otras zonas como la Buenos Aires y La Ronda en
Tlatelolco. La entrega es por pedido.

Según él, aquí en Iztapalapa encuentras delincuentes para cualquier


giro. Secuestro, robo de autos y casas habitación, asalto a camionetas
de valores. Hay familias que se dedican al robo de autotransportes o
venta de drogas. “Si la cosa está relax hasta te traes al chofer a comer
a tu casa. Si el transporte tiene satelital, descargas en un lote baldío y
se acabó”. A los conductores les llaman muñecos o basura, al tráiler,
el animal. Desde aquí programan asaltos a bancos en la ciudad de
Puebla. La delincuencia tiene bodegas en Toluca, Pachuca y
Michoacán. En Iztapalapa un cuerno de chivo (AK-47) lo puedes

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conseguir en ocho mil pesos, una pistola .9mm en 13 mil, un rifle AR-
15 en 10 mil.

Salí de la cueva del ladrón Carmelo buscando la cúspide del Cerro de


la Estrella porque ahí se había quedado la percepción que el cronista
Bernal Díaz del Castillo tuvo de Iztapalapa en el año 1519. Entonces
preferí pensar en palacios, huertos y jardines con una entrada
hermosa para canoas.

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SANTA MARÍA AZTAHUACAN

Santa María Aztahuacan está ubicada al sureste de la Ciudad de


México dentro de la Alcaldía Iztapalapa y es uno de los pueblos
originarios de la Ciudad de México.

El nombre Aztahuacan es náhuatl y significa “Lugar de los que


tienen garzas”.
 Aztatl = Garza
 Hua = Partícula posesiva
 Can = Lugar

Es un pueblo lleno de tradiciones que aún se conservan, tal es el caso


del matrimonio, el velorio y el carnaval entre otros.

En el matrimonio el novio se pone de acuerdo con sus suegros para


pedir la mano de la novia, y se fija la fecha; los padres del novio
compran un arreglo floral para los padres de la novia. Al día siguiente
el novio tiene que esperar a la novia en la iglesia, la cual sale de su
casa con banda, mariachi u otro tipo de música.

Después de la boda los invitados van a casa del novio quien es el que
paga los gastos de la boda por la iglesia. Llega la hora de bailar la
víbora, el brindis y después a bailar el guajolote, por último el pastel y
al día siguiente el recalentado.

En el velorio la gente hace comida para las personas que van a dar el
pésame, por lo regular cierran la calle y ponen lonas mesas y sillas. El
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ataúd es arreglado con flores, sus 4 candelabros con cirios y una cruz
en la cabecera de su caja. Los familiares lo visten con la ropa que
acostumbraba a usar y al otro día se entierra al mismo tiempo que se
hace una misa de cuerpo presente. El ataúd es llevado al panteón con
banda.

Otra tradición es el Carnaval celebrado cada año días antes de


Semana Santa.

La palabra Carnaval significa “adiós a la carne”. Todo empieza con la


presentación de las Reinas, en Octubre o Noviembre, se realizan
bailes para la presentación de las mismas, ya para la fecha de la
celebración se empieza con un recorrido el día domingo con la
cuadrilla ya sea de charros o de chichinas, el día lunes salen a bailar
por las calles del pueblo y ya por la noche se reúnen en las cercanías
a la casa del mayordomo el siguiente sábado se hace otro recorrido
por las calles, el domingo por la tarde, se hace la coronación en las
plazas principales del pueblo como el reloj y santa Cecilia al finalizar
se hacen bailes.

Trajes de Charro
Los trajes de Charro que se emplean en el carnaval del pueblo de
Santa María Aztahuacan, son hechos con hilo de oro en su mayoría
aunque también los hay con hilo de plata.
Estos trajes se realizan en un taller dentro del pueblo, un traje de
charro consta de saco, chaleco, sombrero y pantalón con aletilla. Sus
accesorios son la camisa de algodón, mascada de seda, mascara de
cera botines y guantes de tela o piel.
Los costos de un traje de charro varían dependiendo del tipo de
bordado y la cantidad del mismo, actualmente se cotiza un traje en
aproximadamente entre 20 y 50 mil pesos, dependiendo del tipo de
bordado que puede ser sencillo medio o re bordado.
Un complemento del traje es la pistola, ya sea revolver o escuadra.
Trajes de Chichina
Este tipo de disfraz es muy sencillo en apariencia, aunque para su
realización requiere de mucha imaginación. En la actualidad existe una
gran variedad de materiales para fabricarlos, aunque sigue siendo

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preferido el peluche. Una característica propia de una cuadrilla de
chichinas es que son los únicos que pueden tener su rey feo y este
puede salir con toda la gala de una Reina incluyendo su coronación y
su vara como cetro, sin olvidar su barril y jícara de pulque.
Referencias
Fuente: Libro Aztahuacan Ayer y Hoy Historia Oral, Grupo Cultural
Ollin, Nov. 2007 [1]

LOS HABITANTES MÁS ANTIGUOS


Alcanzan más de 10 mil años
Algunos estudios indican que fue hace más de 20 mil años cuando
llegaron los primeros hombres al territorio del continente Americano.
Se cree que fueron tres oleadas de migrantes, provenientes de otras
latitudes, las que se asentaron en lugares que poseían abundantes
fuentes de recursos naturales como la Cuenca de México.
Precisamente fue en esta región donde se localizaron los restos de 54
personas, considerados los habitantes más antiguos de México.
Son la referencia más antigua de la historia antropológica del país y
forman la Colección de Hombres Precerámicos, llamados así por
pertenecer a un periodo en que la elaboración de la cerámica no
existía. También se les conoce como prehistóricos. Esta serie de
esqueletos son parte de la gran colección osteológica que resguarda
el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en las
instalaciones del Museo Nacional de Antropología (MNA).
En entrevista, el antropólogo Concepción Jiménez mencionó que esta
serie de esqueletos es de gran importancia por su antigüedad, la cual
va de los 12 mil 700 a los 4 mil años. A partir de los estudios
aplicados, se ha podido obtener información que permite definir las
actividades desarrolladas por estas personas así como sus
costumbres, hábitos alimenticios y estilo de vida, entre otros aspectos.
Esta colección se ha conformado con el paso del tiempo, por los
restos óseos localizados, la mayoría de manera fortuita, en diferentes

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lugares de la cuenca. El primer hallazgo se remonta a 1884 cuando, al
realizar excavaciones en la zona que ocupa la colonia Peñón de los
Baños, fueron identificados los restos de un hombre que sería llamado
el Hombre del Peñón I. Se encontró fragmentado e incrustado en roca
con un proceso de mineralización muy avanzado.
Sin embargo, no se ha podido definir su antigüedad debido a la
ausencia de colágeno en los huesos —sustancia que permite definir la
temporalidad por medio del Carbono 14— por lo que se buscaron
otras alternativas como la técnica con uranio, que brinda resultados
satisfactorios. Actualmente una muestra de esos restos se encuentra
en los laboratorios de la Universidad de Brixton, Inglaterra.
Lo mismo sucede con los restos del Hombre del Peñón II, encontrados
en junio de 1957. Este esqueleto de sexo femenino se encuentra
fragmentado y con un alto grado de mineralización; se cree que tuvo
de 25 a 30 años en vida.
En 1959 se recuperan los restos más antiguos localizados hasta la
fecha. A la Mujer del Peñón III —la habitante más antigua de México—
se le atribuye una antigüedad de 12 mil 700 años. A diferencia de los
anteriores, este esqueleto contiene un ligero proceso de
mineralización, era del sexo femenino y tenía una edad, al momento
de morir, de entre 24 y 26 años.
Posteriormente, el 22 de febrero de 1947, se localizan los restos óseos
de otro hombre en Tepexpan, Estado de México. El esqueleto se
recuperó casi en su totalidad y aunque presenta un avanzado estado
de fosilización, se encuentra conservado. Se le atribuye una
antigüedad de 2 mil 200 años y una edad en vida que oscila entre los
30 y 35 años.
Para 1953, en la colonia Santa María Aztahuacán, fueron hallados los
restos de una pareja, un hombre de 25 a 30 años y una mujer de 25 a
35 años de edad. A través del método de Hidratación de obsidiana, se
les concedió una antigüedad de 9 mil 400 años y los esqueletos están
casi completos; se encuentran en buen estado y presentan un proceso
de mineralización avanzado.
Durante la década de los sesenta se realizaron dos hallazgos de suma
importancia: el Hombre de Tlapacoya, en 1968, de 30 a 35 años de
edad con una antigüedad de 9 mil años; y el Hombre del Metro

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Balderas, en 1967, de 35 a 40 años en vida y con 10 mil 500 años de
antigüedad.
Si bien todos los anteriores son los hallazgos más representativos de
la colección, existen otros como el Hombre de Chimalhuacán y el
Hombre de Texcoco —el más reciente, localizado en marzo de 2000—
que completan la serie. Con los estudios realizados se han podido
obtener una serie de datos que están relacionados con sus estilos de
vida.
Por ejemplo, el estado que presentan los dientes se relaciona con
cuestiones de alimentación. Los especialistas consideran que su dieta
estaba compuesta por una serie de alimentos duros que provocaban el
desgaste dental. Se infiere también que la dentadura fue una de sus
principales herramientas al momento de confeccionar sus ropas o
fabricar armas o utensilios.
Se ha llegado a la conclusión de que fueron personas que disfrutaban
de buena salud. Los restos de estos hombres no presentan evidencias
de haber padecido enfermedades que con el tiempo surgieron; sin
embargo, la constante en la edad al momento de morir (30-40 años)
muestra que su expectativa de vida era corta, en comparación con la
actual. Esto se relaciona con algunos padecimientos como calenturas
o gripas, que no pudieron contrarrestar en su momento.
Otra de las principales características es que los esqueletos presentan
un cráneo alargado, rasgo que permite a los investigadores
determinar, a primera vista, que se trata de restos precerámicos. Cabe
mencionar que estas dimensiones craneales, desaparecieron con el
paso del tiempo.

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TRADICIONES EN SANTA MARÍA AZTAHUACÁN

EL PRINCIPAL OBJETIVO ES INCULCAR A NUESTROS HIJOS LA


IMPORTANCIA DE LAS IMAGENES RELIGIOSAS Y LA
MAYORDOMIA EN NUESTRO PUEBLO, SIN IMPORTAR EL GASTO
ECONOMICO Y PASAR DE GENERACION EN GENERACION,
TOMANDO SIEMPRE EN CUENTA QUE LA DIVERSION NO PUEDE
FALTAR 

EL MATRIMONIO

El  novio se pone de acuerdo con sus suegros para pedir la mano de


la novia, y se fija la fecha; los padres del novio compran un arreglo
floral para los padres de la novia. Un día antes de la boda se llevan a
cabo las "bendiciones" en donde el novio acompañado de los padrinos
de velación y demás familiares van a la casa de la novia con dos
floreros y un somador, realizan el recorrido acompañados con cuetes
(juegos pirotécnicos)y música de banda.
Al día siguiente el novio tiene que esperar a la novia en la iglesia, la
cual sale de su casa a pie, con banda, mariachi u otro tipo de música y
el resto de las personas que le acompañan, como son familiares y
amigos. Después de la boda los invitados van a casa del novio quien
es el que paga los gastos de la boda por la iglesia. Llega la hora de
bailar la víbora, el brindis y después a bailar el guajolote, por último el
pastel y al día siguiente el recalentado. A los ocho días se va a visitar
a la novia, se abren los regalos y se realiza el baile de la víbora con
una escoba y un mechudo adornados como novios.    

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 FIESTA DE LA VIRGEN MARIA 

La mayordomía de la virgen María lleva más de 30 años realizando


esta festividad y tratando de hacer las cosas bien para el agrado de
todas las personas, un grupo de gente que con dedicación y esfuerzo
han podido realizar esta fiesta religiosa año con año a pesar de las
adversidades.

Los festejos de la virgen María comienzan el día 06 de Agosto con un


novenario que se lleva a cabo en la casa del mayordomo y durante 9
días recorre las calles del pueblo visitando a las familias que desean
tenerla en casa durante un día y una noche, dependiendo de las
posibilidades de la familia se les da a la gente que los acompaña un
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café con pan de dulce o el típico pan español, o bien se les invita a
degustar un sabroso platillo.

    
EL CARNAVAL Ò DIA DE LA CERA

El festejo  comienza el sábado después del miércoles de ceniza y


termina el lunes de la siguiente semana esta fiesta culmina con el
recorrido de todos los carros alegóricos de todos los pueblos
pertenecientes a Iztapalapa.

Para esta fiesta se queman toritos y un castillo, todo esto en la plaza


del pueblo, para comprar la pirotecnia se reúne dinero con ayuda del
mayordomo de los socios y el pueblo en general. Este se recauda
domingo a domingo durante todo un año

En Santa María Aztahuacan se utilizan trajes llamados CHICHINAS

También utilizan trajes de CHARROS pero aparte se ponen máscaras.

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LA REYNA DEL CARNAVAL 

Esta reina es elegida de acuerdo a sus posibilidades y de las


sugerencias del mayordomo y los 340 socios, la familia de la reina
debe de financiar ya sea el carro alegórico en el que recorrerá el
pueblo, la comida que se les da a las invitados, el vestuario o bien la
banda musical que acompañara el recorrido.

La futura reina puede ser de otro pueblo pero debe tener raíces de
Santa María Aztahuacan.

PROCESION DEL 30 DE DICIEMBRE

Esta procesión se lleva a cabo el día 30 de diciembre para agradecer


al señor el año que termino sin importar las adversidades que
ocurrieron. Y las cosas positivas que pasaron.

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CENTRO CEREMONIAL TEATINOS DEL PUEBLO DE SANTA
MARIA AZTAHUACAN

 En este recinto se lleva a cabo el llamado DIA DE CAMPO celebrado


el 07 de octubre, en donde van más de 30 bandas musicales, suben
bailando y festejando a la virgen del rosario.

EN EL VELORIO
 Se acostumbra hacer comida para las personas que van a dar el
pésame, por lo regular cierran la calle y ponen lonas mesas y sillas,
además de contratar una banda o algún grupo o conjunto musical para

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despedir al ser querido. El ataúd es arreglado con flores, 4
candelabros con cirios y una cruz en la cabecera de su caja. Los
familiares lo visten con la ropa que acostumbraba a usar y al otro día
se hace el recorrido hacia el panteón, siempre acompañados por la
música de banda, junto con la familia y las personas que lo quisieron
en vida, se visitan los lugares que solía frecuentar la persona fallecida,
quizás su lugar de trabajo, el lugar de reunión con los amigos. Las
personas que no forman parte del cortejo fúnebre, pero que están en
sus negocios o van por la calle cuando este pasa, acostumbran
detenerse para que el cortejo siga su camino, una vez llegando al
lugar donde será la última morada del difunto se le entierra al mismo
tiempo que se hace una misa de cuerpo presente.

                                                                              
RECETA TRADICIONAL DE SANTA MARIA AZTAHUACAN

** TLAPIQUE**

INGREDIENTES:

*    1/2 kilo        TRIPAS DE POLLO


*   10 Hojas       TOTOMOSCLE
*     5                  CHILES GUAJILLO
*     2                  XOCONOSTLES
*     1 rama        EPAZOTE
*     3                  NOPALES
*     3                  CEBOLLAS
*     2                  AJOS
*    SAL  AL  GUSTO

PREPARACION:

1. Se limpian las tripas de pollo y se dejan en agua de sal durante una
hora para eliminar malos olores.
2. Se pican dos cebollas, tres nopales y dos ajos con epazote y
xoconostle y se ponen las venas del chile guajillo y sal al gusto.
3. Los nopales deben estar a medio cocer.

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4. Se mezcla con las tripas de pollo y lo que quepa en la palma de la
mano se pone en las hojas de totomoxtle para hacer un tamal,
asegurándose de que cada tamal tenga suficientes tripas, se
envuelven en varias hojas y se pone a cocer en un comal, en carbón
durante 25 minutos.

NOTA: ES UN PLATILLO TRADICIONAL DE SANTA MARIA


AZTAHUACAN YA QUE EL ORIGINAL ES PREPARADO CON
PESCADO

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