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M AURICE BARDECHE
El huevo de Colón
( Carta a un senador de Estados U nidos)
E D I T O R I A L DE A U T O R E S , S. R. L.
BUENOS AIRES
. T ítu lo del original:
L ’O E U F D E COLOM B
EL H U E V O R U E D A
S eñor senador:
Usted me ha solicitado un inform e: helo aquí. Es brutal. Pero
prefiero hablarle así. En él encontrará u n análisis, el de la situación
presente de usted. Y encontrará tam bién una solución. N o sé si el
análisis le parecerá justo y la solución realizable. Pero usted me ha
preguntado lo que pienso y yo se lo expongo con sinceridad y sin
lisonja. Así fue com o hizo Cristóbal C olón con su huevo: el huevo
se cae y y o le digo por qué; después le m uestro que se puede man
tener en equilibrio y le explico cóm o. Y después de esto a usted le
corresponde juzgar.
“ Hemos m atado al perverso cerd o ”, declaraba un día Churchill.
Esta frase lo resume todo. ¡Cómo era de hermosa la Europa de 1939!
¡Cómo estábamos de seguros del porvenir! ¿Quién no quisiera vol
ver hacia atrás, al tiempo en que aún había polacos?
N o se puede volver hacia atrás. N u n ca puede volverse hacia
atrás. N o volverá a haber jamás polacos. Pero puede existir otra
cosa. Los m uertos que no se levantan más pueden ser reemplazados
po r los vivos. Las voluntades que ustedes han herido locamente y
que ahora se han dispersado com o las gemas de un collar roto, pueden
volver a reunirse en torno de una nueva idea. Sobre las defensas
destruidas puede surgir u n m uro de acero. Pero es necesario com
prender, señor senador, lo que ustedes han hecho, o más bien, lo
que ustedes han obligado a hacer. N o basta com prender sus errores
estratégicos y políticos; es necesario que com prendan también sus
errores fundamentales, y sobre todo la causa de sus errores. Es preciso
que ustedes reconozcan quién los ha conducido y a dónde los ha lle
vado. N o basta denunciar el mal sino que es necesario desenmascarar
el espíritu del mal. Porque ustedes se asemejan hoy a u n alcohólico que
pretendiera curarse bebiendo más w h isk y : ustedes quieren reparar los
defectos de su política manteniendo los principios de esa política.
Este libro tiene por objeto m ostrar, en prim er térm ino, esa con
14 M a u r ic e Baroéche
-el porvenir. El comunismo tiene necesidad antes que todo de esta des
com posición original. N o se apodera de la noche al día sino de las
naciones que h an acabado por convertirse en una especie d e terrenos
baldíos, invadidos por las ortigas, llenos de basura. Pero los resultados
inm ediatos de la infiltración com unista no eran para ser desdeñados.
P olíticam ente la situación de los partidos comunistas se había trans
form ado. E n lugar de ser partidos revolucionarios de minoría, obli
gados a sostener un program a d e inversión del orden social, condena
dos a la im potencia o al putsch sin esperanza, llegaban a ser partidos
d e gobierno, suministraban m inistros, colocaban sus agentes, recluta
b a n m iem bros entre los generales y los altos funcionarios. El fellow -
traveller, q u e no existió m ientras el p artid o comunista no se condu
cía sino en la clandestinidad, pu lu ló cuando se com prendió que podía
d istrib u ir galones. ¿Quien resistiría al p lacer de ser a la ve/, un par
tidario de la libertad, de la paz, de la dicha del pueblo y al mismo
tiem po un candidato bien colocado so b re el cuadro de ascensos? A
p a r tir de este día hubo en todos los países de Europa una quinta co
lu m n a com unista, una m ultitud d e simpatizantes no declarados, esti
mulados p o r todas las complicidades. Estratégicam ente el dique de
las fuerzas nacionales había sido derribado. El caballo de T ro y a es
ta b a dentro de la plaza. Las fuerzas de protección anticomunista te
n ían detrás de ellas una especie de segundo frente político, y eventual
m ente m ilitar, con el cual les era preciso contar. Desde antes de la
g u e rra esto trajo consigo una distribución de las fuerzas ya favorable
-al dispositivo del ejército rojo. Y finalm ente toda la conducción de
la guerra p o r H itler se explica p o r la necesidad de desembarazarse de
este segundo frente antes de a b o rd a r al enemigo principal. Así, sin
h ab er arriesgado un solo soldado, p o r u n simple dispositivo político,
el com ando soviético intervenía e n la conducción de las operaciones
m ilitares. ¿N o le sugiere esto nada, señ o r senador? Cuando se ana
liza correctam ente el pasado, ¿no en cu en tra usted que éste ilum ina
•singularmente el presente?
Finalm ente, desde otro p u n to de vista, se tu v o éxito en engañar
la opinión. E l “perverso cerdo” había obtenido u n resultado cuya
extensión debe usted ver hoy claram ente: había realizado la unanimi
dad del m undo obrero contra el com unism o. Se dice h o y que esto
n o es cierto. P ero son los com unistas o sus agentes quienes lo dicen,
po rq u e basta este recuerdo para exasperarlos. Saben que si todos se
pusieran de acuerdo para ese resu ltad o , el fin del comunismo se apro
xim aría. A hora bien, la unidad ob rera nacional fué perfectam ente
realizada co n tra el comunismo en A lem ania y en Italia. N o por la
fuerza sino, desde el principio, p o r la adhesión de los medios obreros.
24 M a u r ic e Bardéche
sobre todo y antes que todo, el instrum ento que asegura el rein ad o
del comunismo, el antifascismo mundial, m ultiform e, intangible, to d o
poderoso, inflado p o r ustedes mismos, maquillado p o r ustedes m ism os
y cuidadosamente sostenido y alimentado p o r ustedes como el ins
trum ento ineluctable de su derrota.
Ustedes com ienzan a com prender todo esto después de que han
tenido sus fellow -travellers. A hora bien, estos fellow-travellers no-
son, com o ustedes lo creen en los Estados U nidos, algunos centenares-
de intelectuales sospechosos sino que son millones: son todos sus ami
gos en E uropa, todas las personas a quienes ustedes han sostenido y
sostienen aún. U stedes les han pagado y ellos los traicionarán. L o s
han traicionado y a. Y esto es lo que tratare de demostrarle ahora,
señor senador.
*
gustan. N o es para que nos den una p ropina sino p o rque esas solucio
nes nos salvan y a ustedes co n nosotros. N o le hablaré, pues, señor se
nador, de la gran nación amiga ni m e p o n d ré la mano en el corazón, ni
le recordaré a La Fayette. P ero le hablaré com o un hom bre le
habla a otro. Y es en esta fo rm a com o somos, en realidad, sus ver
daderos amigos.
A hora bien, observe qué faltas les han hecho com eter a ustedes
en E uropa y quién se las ha hecho com eter. Y vea tam bién qué
obstáculos y qué contradicciones encuentran hoy, cuando sus ojos
comienzan a despejarse, y q u ién se los opone. Son sus fellow -travel-
lers, son los hom bres q u e eran e n tre ustedes los cóm plices ideológicos:
del comunismo y a quienes ustedes han estim ulado con su desastrosa
política de postguerra en A lem ania. Son los mismos hom bres, p er»
esta vez incluidos en nuestros equipos políticos en Europa, que los
han imitado en seguida y q u e están decididos h o y a no perm itirles
cam biar a ustedes. ¿Va viendo p o r fin claro? ¿T endrán ustedes ahora
un poco de coraje? Si el P o litb u ró hubiera dirigido secretam ente la
política de los Estados U nidos desde 1945 no h abría podido hacerles
com eter más faltas de las que h an com etido.
T enga el valor de hacer el balance de esta política. AI principio
fué su odio, m ejor dicho, el odio que se Ies inoculó deliberadamente,
que no es lo mismo, su prin cip al inspiración. F u é el odio el que
les hizo asesinar con sus bom barderos m illares de m ujeres y d e
niños, el que los indujo a im poner a A lem ania u n plan de ham bre
prem editado q u e causó inm ensos sufrim ientos, el que los incitó a
conducir a las cárceles centenares de m illares de hom bres, a trans
form ar los prisioneros de g u e rra en esclavos, a alquilarlos y a vender
los, el que les hizo d estru ir co n u n a estupidez agresiva las fábricas
que h o y tratan de reconstruir, el que, en fin, ios obligó a consentir
en la deportación y en el suplicio de nueve millones de civiles ino
centes, cortejo espantoso c u y o recu erd o los agobia a ustedes y cuya
presencia los espanta. Se Ies obligó a h acer todo esto. U stedes no
eran u n pueblo de salvajes. U stedes eran, sin duda, naturalm ente bue
nos. Ustedes amaban los niños, el hogar, la páz. ¡Y se les ha obligado1
a hacer to d o eso! Su guerra ha sido no solam ente la más insensata
sino, se lo digo co n pena, se lo digo en v o z baja, ha sido tal vez la
más cruel de todas las guerras: y su paz misma fu é en realidad una
cacería y una carnicería de los vencidos. U sted sabe to d o esto, señor
senador. ¿Pero se ha preg u n tad o quién les inspiró este odio fatal
a ustedes mismos, este odio q u e les ha costado tan caro y qu e to
davía les costará más caro aún? ¿Q ué les habían hecho los alemanes
El H uevo d e C olón 31
a ustedes los americanos? ¿Por q u é los han golpeado ustedes con esa
histeria feroz, co n esos ademanes dem entes? ¿Quién ios lanzó en esta
aventura? ¿Q uién ha hecho de ustedes ilotas embriagados? ¿Quién
tenía interés en todo esto?
N osotros lo sabemos. H em os reco n o cido los síntomas de su mal.
Esa misma histeria es un signo que n o nos engaña. Para producirla
se han usado medios ampliamente conocidos: las mentiras d e la p ro
paganda, la radio, la prensa belicista, el tam bor que retum ba, que
atonta, q u e ensordece, que lleva a ia cabeza de u n pueblo un vino
d e palma, un alcohol violento, y q u e hace de los m uchachos am e
ricanos asesinos y también cadáveres. Y detrás, los mismos aprove
chados. F rank fu rter, solapado detrás de sus antiparras, poblando con
sus criaturas el gabinete de R oosevelt, B aruch, Thom as L am ont, los
í'icld, los Vauderbi.lt, y en sordina los A lg er H iss y Jos Bentley. Es
el antifascismo, son siis hombres, sus especialistas, con su propaganda
y sus m étodos, los sabuesos del K rem lin, quienes les han im puesto a
ustedes esta conducta imbécil de la g uerra, esa serie de crím enes
contra la Iiumanidad, contra el buen sentido, contra el honor, contra
ustedes mismos. Los rem olcadores del comunismo los han condu
cido hacia la desgracia como a un g ra n b arco ciego. Ustedes Jo saben
hoy. H a n desenmascarado a los hom bres. H an pagado m uy caro p o r
saberlo y todavía no lo han pagado to d o . Y sin em bargo, esto no les
ha enseñado nada.
P orq u e si es cierto que su odio se aplaca, esto no sirve de nada.
Los antifascistas continúan conduciéndolos a ustedes todavía p o r Ja
nariz. U stedes han com prendido q u e sería necesario organizar a
E uropa en u n a unidad armada. P e ro han confiado esta tarea a los
hom bres que son los servidores del antifascismo antes que los servi
dores de los Estados Unidos. G rita n h o y para inspirarles confianza,
gritan con m ás fuerza que todo el m u n d o que son Jos defensores de la
Jibertad y Jos enemigos de Ja tiranía staliniana: pero cada vez que
u n a medida p o d ría ser eficaz en la lu ch a contra Rusia, ellos se opo
nen a esta m edida o Ja sabotean.
Ustedes tienen la prueba de eiJo todos Jos días. Le hablaba de
Alemania, señor senador —y lo re p ito , p o r Alemania quiero decir
e l pueblo alem án y no Jos políticos a quienes ustedes han patroci
nado —. Pues bien, todo Jo que p o d ía ayudar al pueblo alemán a
olvidar los atroces sufrimientos q u e Je lian provenido de ustedes,
todo Jo que podía contribuir a u n a reconciliación, Ja prensa a la
que ustedes han llamado dem ocrática, y que es, en realidad antifas
cista, se ha opuesto con todas sus fuerzas y se opone aún; y los esta
distas am ericanos se apresuran a inclinarse ante esas pretendidas m a-
.32 M a u r ic e Ba r d éc h e
S o n los mismos y cum plen el mismo servicio. Ustedes los han nom
brado adm inistradores y agentes de policía. Algunas veces han cam
biado de no m b re y si antes se llam aban Goldestein, ahora firm an
Pierrefond. P ero bajo u n nom bre u o tro , en un lugar o en otro, no
han cesado de trabajar. T rabajan sim plemente sobre otro terreno
encom endado de manera especial a su atención. Se les ha dicho que
hagan to d o lo que esté a su alcance para impedir que Jos soldados
alemanes puedan batirse lado a lado c o n los franceses para la d e
fensa d e E u ro p a. Y usted puede v er con claridad cóm o desarrollan
c o n todas sus fuerzas y c o n g ran éxito esta labor. Lo han hecho
ta n bien que en cinco años d e esfuerzos ustedes no han llegado a nada.
P o r lo demás, estos agitadores no están solos. Los respalda la
opinión m undial a la cual ustedes conceden tanta im portancia. Le
ruego que considere, señor senador, p o r quién está representada esta
opinión m undial en Europa. Yo no sé si a usted se le ha explicado
claram ente q u e en Francia, p o r ejem plo, todos los diarios que exis
tían antes d e la guerra y que representaban una fracción de la opinión
francesa, fiel a sus ideales d u ran te veinte o cincuenta años, han visto
instalarse en los sillones directivos, al m ism o tiem po que el gobierno
provisorio de 1944, a personajes desconocidos a quienes nunca se
había visto antes en la prensa francesa. Se han instalado exacta
m ente com o un ladrón d e autom óviles fren te al volante de un coche
robado. Se Ies ha dicho: “ pónganse cóm odos”. Se Ies ha agregado:
■“E stán en su casa. Estos diarios les pertenecen. Estas imprentas les
pertenecen. L os millones q u e h ay en las cajas les pertenecen. Son
ustedes quienes representan a la opinión francesa, aun cuando hayan
nacido en Bukhovine. Y lo que ustedes escriban en los diarios ro
bados, con ayuda de linotipos tam bién robadas, nosotros nos com
prom etem os a considerar que es exactam ente lo que piensa el pueblo
francés” . Exactam ente se lia h ech o la misma cosa en Alemania,
señ o r senador. Se ha elegido a u n cen ten ar do Hcenztrager y se ha
tenido con ellos una conversación com o ésta: “ ¿Afirma usted por
su h o n o r h a b e r traicionado a su país m ientras que combatía? ¿Jura
q u e ha deseado sinceram ente su d erro ta y que se regocija p o r su
hum illación? ¿Está seguro de haber sido lo bastante mal alemán?
¿N o h a con trib u id o jamás para el S o co rro de Invierno para los niños
q u e m orían d e frío? E ntonces siéntese ahí, señor. Usted es el pro
pietario d e este inmueble, d e esta im prenta, de este título, de esta
clientela y tam bién de ese castillo q u e usted ve en el horizonte. D e
ahora en adelante usted es la voz del pueblo alemán y cuando usted
hable consideram os que sesenta m illones de alemanes hablan p o r su
b o ca”. E ste genero de operaciones es fructuoso para sus amigos,
34 \ u r ic e B a r b e c h e
tardes que hemos conocido, los niños en torno de ia mesa, una mu
chacha de vestido claro que nos espera p o r la tarde en el banco ten
dido frente a la casa, la salida de misa el día de Pascua, nuestras
iglesias y nuestros libros, las m uchachas, los camaradas, los fuegos
del cam po en la noche, y sobre todo los bienes más hermosos: la
amistad y la paz. T us troyanos charlaban entre sí, Casandra. Los
míos escuchan el diario hablado en tre dos aires de jazz, y una noche
quince m il aviones les dejarán caer sobre las cabezas millares de
bom bas antes de que sepan p o r qué.
%
40 M a u r ic e Ba rbeche
í
CAPÍTULO II
POR QUE RUEDA E L H U EV O
TV ; la misma manera que los teóricos militares establecen las reglas
de la estrategia estudiando los planes de los grandes generales,
así quisiera y o conducirlo a usted a descubrir los resortes invisibles
que han actuado sobre su política de ayer y que 1c dictan su política
de hoy. Ya le he demostrado qué tropas extrañas sirven bajo su
bandera, qué dudosos auxiliares tienen ustedes en sus cuadros, seme
jantes a aquellos que, en plena batalla, abandonaron las águilas de
N apoleón para pasarse al otro campo. Ya le he dicho cóm o son
ustedes traicionados; quisiera decirle ahora p o r qué son ustedes trai
cionados y qué es lo que ustedes mismos traicionan.
P orque nada se gana con m encionar lo que no marcha bien: hay
q u e descubrir p o r qué no marcha bien. C uando un industrial recorre
sus talleres, preguntándose cómo puede ocurrir que su com petidor
produzca m ejor y más barato que él, n o se contenta con desemba
razarse de los malos obreros, sino que se interroga y se pregunta si
•él mismo no ha partido de una idea falsa, si no es responsable, por
la dirección que le dió a su negocio, de las decepciones que éste le
prod u ce. ¿N o son ustedes como este fabricante? ¿No habría acaso
en su maquinaria un principio fundam ental errado que condena a la
im potencia todos sus esfuerzos? Las decepciones actuales de ustedes
¿no provienen quizá de que están actuando sobre ideas falsas, o más
■exactamente, de que no han obtenido ¡os resultados que debían pro
d u c ir necesariamente a la larga las ideas que les habían sido útiles
e n u n m om ento dado? Esto es lo que sería conveniente descubrir.
Para dar una razón a la entrada de los Estados Unidos en la
guerra ,ustedes acogieron todas las tesis del antifascismo que acabo
d e describir. L os Estados Unidos n o eran en 1936 sino una nación que
desarrollaba, bajo el proconsulado de Roosevelt, una política eco
nóm ica autoritaria. Esto no nos interesa en manera alguna. Q ue la
dem ocracia de ustedes sea enérgica, que trate de distribuir equitati
vam ente los ingresos del país, no nos im porta en absoluto, y ni si
46 M a u r ic e B a ed sch e
se construye una T o rre de- Babel mental. Ustedes aseguran que son
u n cam po, un ejército: el campo de la democracia, el ejército de la.
libertad. Pero tem o que tales afirmaciones no sean sino palabras,
porque cada uno opondrá su moral a la d e los demás, su concepción,
de lo que es justo al concepto ajeno, su ideal de la democracia a
o tro s ideales distintos de la misma dem ocracia, su concepción de Ja.
libertad a distintas concepciones do libertad, y el acuerdo a que se-
llegue n o será sino un caos. La coalición de Jas naciones libres que
ustedes p royectaron no será sino un Parlam ento de Polonia donde
reinarán la dispersión de las fuerzas, el desperdicio de la energía, la
discusión a propósito de todo y en particular de lo esencial, y final
m ente Ja intervención de los enemigos en el estudio de los negocios-
más íntimos. Y si ustedes imponen su concepto de la democracia
o su sentim iento d e la libertad ¿no quedará el derecho de decirles
que ustedes han trabajado en realidad en su propio provecho y en el
d e sus com erciantes y que los instrum entos d e su política democrá
tica son, en realidad, Jos instrumentos de su hegemonía?
T ien en ustedes que elegir, pues, en tre la impotencia y la des
confianza. O tienen una concepción obligatoria de la democracia y
de la libertad y entonces lo que nos proponen es una burla siniestra,
o apelan a lo que hay de más noble en cada uno de nosotros y dejan;
lealm ente la decisión de ese abogado de la causa justa en nosotros
mismos: pero entonces ustedes arriesgan a cada instante provocar la
discusión y la objeción de conciencia, inscriben la palabra indisci
plina sobre sus estandartes y en frente d e u n ejército que avanza
sobre ustedes en form a de batalla con arqueros, infantes y caballería,,
ustedes se p o rtan com o un tropel que avanza cantando himnos, c o n
todos sus elementos de combate mezclados, gritando y bromeando
entre sí.
Ustedes lo han elegido, o por Jo menos creen haberlo elegido..
L o dirigen todo dulcemente, a pasos felinos, hacia una concepción
autoritaria de la democracia, hacia una especie de credo obligatorio
que cada vez perm iten discutir menos. D e esta suerte ustedes reco
nocen la libertad de opinión, pero persiguen a los funcionarios co
munistas. Proclam an su adhesión al liberalismo, pero practican el
dirígismQ. Respetan el dereclio de huelga, pero proscriben determi
nadas clases de huelga. Se encuentran en estado de democracia, pero-
con eclipses. H acen trampa con los principios esenciales para obte
ner la eficacia. Y necesariamente tendrán que ir más lejos. La de
fensa nacional tiene sus leyes que no se pueden ignorar. Se verán
obligados a restringir la libertad para defender la libertad y aun a
suprim irla totalm ente para salvarla.
48 M a u r ic e Bardéche
*
s*
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nos. Q uieren ser hombres y legar a sus hijos sus ciudades y sus tie
rras tales como las recibieron d e sus padres y no como dominios
anónimos sobre los cuales el más atrevido es cl amo y donde el extran
jero im pone su ley. Tienen la paciencia de los campesinos y también
el valor de los campesinos. Y la desconfianza de los campesinos. Son
ellos quienes han hecho nuestras provincias y nuestros burgos y son
■ellos también quienes, en nuestras guerras lejanas, tomaron las amias
para defender sus aldeas y sus campos. Son ellos quienes estuvieron
e n V erdún. Son ellos quienes estuvieron en el Chemin des Dames.
Son hombres desconfiados: y saben que la libertad no está represen
ta d a solamente por una papeleta de voto y saben también que una
papeleta de voto puede ser un buen instrum ento para hacer desapa
r e c e r la verdadera libertad. N o crea usted que el senador Mihvaukee,
su colega, les haría creer todo lo que le pasa por su cabeza. Ellos han
v endido muchas veces caballos en las ferias del cantón antes de que
se supiera en nuestros países que existía un capitolio en W ashington
y desconfían del extranjero de perfil levantino que pasa por las ferias
para engañar y especular. Son malas cabezas y escuchan al señor al
c a ld e de m ejor gana que al presidente T rurnan y al deán de Can-
te rb u ry . Pero, qué quiere usted, son los soldados de Europa y no
h a y otros. Son los hombres que han hecho a Europa y no los otros,
especialmente los hombres que estaban en esos tiempos en los ghettos
•de Lublin y de Cracovia. N o se engañe, senador, son ellos y sola
m ente ellos quienes defenderán E uropa. L os otros hablan, hablan y
e n el m om ento de peligro reservan su puesto en el primer “skymas-
te r” listo para partir. Ustedes tienen que elegir en Europa entre esos
hom bres y los políticos.
A ún una palabra, señor senador, sobre esas fuerzas que' ustedes
conocen mal. N o se hipnoticen con sus estadísticas y sus papeletas
<le voto. A esos hombres, y ésta es u n a de las cosas más difíciles de
com prender para ustedes en las cuestiones d e Europa, se los ve salir
p o r todas partes en las horas de peligro y entonces se descubre que
son legiones, se comprende que son verdaderam ente ei pueblo de E u
ro p a : pero no se los ve o se los ve m al en el juego de los partidos. Es
u n a carta que debe jugarse p o r instinto y no p o r ciencia y con se
guridad. ¿Qué podría decirle de ellos que le indique su potencia?
"Nada puede darle una idea exacta de ello. Se siente pero no se com
prende. Es un peso, no es un núm ero. E s el peso mismo de nuestra
•civilización y de nuestra historia, el peso de nuestro pasado y no
existe nada para calcularlo y medirlo. Y sin embargo esta fuerza,
intraducibie a los términos de la política actual, es tan sensible y
ta n presente que usted no puede dejar de ver por todas partes su
76 M a u r ic b B arbeche
*
**
com etido faltas: com o todas las ideas sometidas a la prueba de las altas
presiones políticas, tenía necesidad, lo mismo que el fascismo, de una
interpretación nueva que guardara lo que había de bueno y que eli
minara lo que pudiera parecer causa de debilidad. P e ro con todas las
transformaciones y las correcciones que se quisieran continuaba sien
do una idea necesaria y constituía en el mapa ideológico del m undo
un contrapeso necesario para resistir al comunismo, de la misma ma
nera que Alemania en el mapa de Europa era una barrera necesaria
para contener al imperialismo asiático.
Los acontecimientos debían demostrarlo cada vez más claramen
te. La democracia de los partidos fué introducida en E uropa, pero
no hacía palpitar los corazones n i suscitaba los sucesos. La exhibición
que ha hecho en todos los países de E uropa desde 1945, la hipocresía
de sus promesas y la crueldad de su régimen no han h echo sino agra
var esta desafección. T o d o s sabemos que existe ciertam ente una de
mocracia más sabia, más razonable que la democracia del Frente P o
pula]- que pudimos ver en acción. Pero los pueblos no hacen esta di
ferencia. La democracia de los partidos aparece cada vez más como
el dominio de los extranjeros. E s el instrum ento de la servidumbre
de Europa. Los partidos nos entregan, unos a los Soviets y otros a
los financistas internacionales. Se combaten entre sí, pero terminan
po r proponernos a nuestra adoración a cualquier personaje oriundo
de Bukovina o de G eorgia. La democracia del F re n te Popular nos
arroja de nuestra patria: nos arrebata la libertad y la propiedad de
nuestro suelo. Y finalm ente, con el pretexto de asegurar sus derechos
a todo el mundo, nos retira a nosotros el derecho de vivir. D efender
esta democracia m ilitante, río es defendernos sino defender a nues
tros opresores, defender a los aprovechadores de la catástrofe. Los
pueblos comienzan a darse cuenca de ello. El resultado es el siguien
te: en la m ayor parte de los países de Europa — y esto es verdadero
respecto de Francia, com o de Italia, como do A lem ania — no h a y
hombres dispuestos a hacerse m atar p o r los regímenes actuales. N o
hay mística de la dem ocracia. T al es la realidad política. N o hay en
Europa en absoluto mística alguna que oponer a la m ística comunista.
Tal es el resultado de cinco años de gobierno de F rente Popular.
Este es el punto al cual hemos llegado como consecuencia de la
conducción de las cuestiones mundiales p o r la histeria antifascista.
Desde el punto de vista geográfico, las naciones de E uropa son ac
tualmente presas indefensas a m erced de una ofensiva soviética, y no
pueden escapar a esta situación sino aceptando convertirse en instru
mentos de la política americana. Y* aun así la p rotección militar que
se nos presta es poco eficaz. T o d o el m undo sabe que en caso de ata-
Ei. H uevo de C olón 81
tió n que deben decidir ellos. P ero si esta guerra preventiva n o estalla,
■debemos p roceder de suerte que Europa, inaccesible a los Soviets,
pueda convertirse en un elem ento de paz y de concordia, de suerte
■que sus actitudes equitativas y razonables apacigüen la desconfianza
d el K rem lin, y q u e pueda ser útil y provechoso para los dos grandes
adversarios servirse de la experiencia política de los estadistas eu ro
peos para buscar un terreno de entendim iento.
La com unidad europea deberá, pues, ser extraña a la vez a la
histeria dem ocrática y a la cruzada soviética. Su independencia polí
tica no será com pleta sino cuando culm ine en una total independencia
ideológica. E s en este punto donde está el error americano. Q u erer
tin a E uropa dem ocrática es querer q u e Europa pertenezca a uno de
los dos campos.
Insisto sobre esta idea p orque la considero capital para nuestro
p o rv e n ir com ún. Una E uropa dem ocrática sería la prisionera del
cam po dem ocrático, no p o d ría actuar sino com o un satélite de los
E stados U nidos, y sería, p o r consiguiente, u n fac to r de guerra, en
ta n to que su estructura haría imposible la solución de los problem as
internacionales. Es evidente q u e puede considerarse legítim o el que
Rusia no pueda aceptar en n ingún caso que los aeródrom os militares
am ericanos queden instalados en Prusia. La constitución d e las bases
m ilitares americanas perm anentes en Alemania es una amenaza para
'Rusia, y ésta tiene razón en considerarlo así. Si el poder ru so tratara
-de establecerse en Cuba, los Estados U nidos considerarían tal hecho
com o u n casus belli. Es necesario ser lógicos. Si la potencia m ilitar
am ericana trata de instalarse definitivam ente en Alemania crea una
situación que n o es menos grave. P o r el contrario, la existencia de
una Europa no dem ocrática y no com unista es una garantía a la vez
p ara Rusia y para los Estados U nidos. Sería la form ación de un Esta
d o am ortiguador del cual Rusia 110 tendría nada que tem er si sus
disposiciones son tan netas c o n tra la ingerencia dem ocrática com o lo
-son co n tra la ingerencia com unista. Sería un Estado am ortiguador al
c u a l Rusia podría hacer en el fu tu ro concesiones que nunca les hará
a los Estados Unidos. P o rq u e lo que le im porta a Rusia, y con justo
títu lo , es no tan to tener en Prusia una potencia avasallada, sino sobre
to d o te n e r en Prusia una potencia n o enemiga, u n Estado que n o la
a tacará y q u e no tiene interés en atacarla. En esta posición, que no
•es de neutralidad porque para llegar a ella es necesario que E uropa se
arm e fuertem ente en lo m ilitar, en lo industrial y en lo político, sino
d e imparcialidad, reside el porvenir.
Es u n e rro r creer que esta posición sea utópica. La A rgentina
M a u r ic e Basd éch e
y jcal respecto del pueblo árabe, cuyo valor y antigüedad como raza,
y com o cultura reconocemos plenamente.
Existe u n aspecto del problem a que no puedo dej?.r pasar en
silencio y es el de Inglaterra. La actual actitud de Inglaterra nos-
obliga a no darle cabida en nuestros planes. E s una constatación que-
debem os hacer sin acrim onia y sin hostilidad. Es posible que sea
necesario hacer la Europa que pensamos sin Inglaterra. Y tal vez sea
m ejor así. La disposición del im perio colonial inglés debe necesaria
m ente orientar hacia otras direcciones las miradas de Inglaterra. P o r-
otra parte, tenemos la im presión de que la G ra n Bretaña está m uy
alejada de las concepciones fundam entales de quienes alimentan e l
deseo de realizar la unidad europea. Sería tal vez un esfuerzo estéril
y una gran pérdida de tiem po el tra ta r de fo rzar la naturaleza de las-
cosas. Pienso que Europa debe desear el establecimiento de relaciones-
de buena vecindad con Inglaterra. Pero p o r el m om ento no se puede
contar con ella. T al vez en el porvenir las cosas cambien* Pensa
m os que para entonces debemos estar dispuestos a acoger en todo-
m om ento a Inglaterra dentro de la comunidad europea, si acepta la-
disciplina y el espíritu de ésta. P ero , lo repito, p o r ahora debemos
o b ra r sin ella, deseando que quienes trabajan con v alo r p o r co n v ertir
a sus compatriotas hacia las concepciones q ue nos unen a ios otros
países tengan pronto éxito en su tarea.
En esas condiciones los resultados del diálogo franco-alemán son-
absolutamente esenciales. Francia y Alemania no constituyen solas:
a Europa. La idea europea es una proposición que interesa igual
m ente a todos los pueblos europeos y sobre la cual todos tienen un
derecho igual de hacer conocer su punto de vista. P ero sabemos que
sin un entendimiento profundo y fundam ental entre Francia y Ale
mania todo esfuerzo se reduce a conversaciones vanas. Y ese enten
dim iento es posible. Creemos q u e ha llegado su hora. Existen entre-
Francia y Alemania vínculos de estimación y de respeLo recíprocos.
Son los que existen necesariamente entre dos países que han medido-
largam ente sus fuerzas y que conocen ahora sus propias cualidades.
Las guerras que nos dividieron siem pre en el pasado pueden contri
buir ahora a unirnos. Los sufrim ientos provocados p o r la guerra
pertenecerán un día al dominio del pretérito, y tanto los unos como-
los otros debemos sobreponernos. N o quedará de ellos sino la noción
de que pertenecemos a dos grandes pueblos cuya colaboración puede-
dar inmensos y fecundos resultados.
E n realidad es, en el fondo, necesariamente, p o r la actitud que
se m uestre respecto de Alemania com o se dem uestra si se es partida
rio o adversario verdadero de E uropa. Esta proposición puede parecer'
90 M a u r ic e B arbeche
otro sin guerra o arreglar sus querellas en otra parte que no sea
en nuestros campos. Creo en Europa a condición de que sea una efec
tiva Europa que no obedezca ni a W ashington ni a Moscú (*).
*
quimeras. T anto ustedes com o Rusia tienen interés en que Jos res
pectivos límites sean claram ente fijados, en que ninguno de los dos
interfiera en los dominios del otro , en que no se disputen a Europa,
y en reconocerse lealmente uno a otro los respectivos derechos. La
coexistencia de un inundo capitalista y de u n m undo colectivista
es posible. A firm arlo no es sostener u na tesis soviética, sino una
tesis de buen sentido y de paz, que su gobierno presenta igualmente
como propia. Pero esta doctrina de la coexistencia contiene como
corolario el hecho de que ni Rusia ni los Estados Unidos deben
tratar de establecerse en E uropa ni política n i militarmente. Por
parte de Ja U . R . S. S., la prueba de su buena fe no puede ser sino
ésta: que renuncie a sostener los gobiernos comunistas establecidos
fraudulentam ente y los partidos com unistas europeos, los cuales de
ben desaparecer totalm ente con su consentim iento. P o r parte de los
Estados Unidos la prueba de su buena fe ten d ría que ser análoga:
que su gobierno renuncie a una política ideológica y que los gobier
nos seudodemocráticos, que en realidad no son sino instrumentos de
la política americana, desaparezcan de la misma manera que los par
tidos comunistas. Sean ustedes, pues, dóciles a la naturaleza, a Ja
historia y al buen sentido. D ejen a E u ro p a entregada a su propio
genio, a su propia cultura, para que encuentre en su pasado y en su
sangre soluciones que son las suyas. N o violenten esta imagen del
mundo que Dios lia creado se g ú n . su plan y no según las conve
niencias de los Estados Unidos. N osotros no somos negros, no somos-
amarillos, no somos semitas, no somos americanos. N o superpongan
su Babel a la naturaleza. O b ren según la naturaleza de las cosas: en
esto consiste la sabiduría política.
N o veo sino un argum ento al cual no h e respondido aún, si bien
no tengo gran cosa que responder. Es grave y si ustedes lo encuen
tran insuperable se convierte en definitivo, para ustedes, no para nos
otros. T al vez su A m érica tenga necesidad, bajo pena de muerte, de
cuatrocientos millones de consum idores europeos, y n o está segura
de estos consumidores sino a condición de que sean también sus
súbditos. A esto no tengo nada q ue responder, lo repito. Si esta
necesidad dicta la política de ustedes, quiere decir que se están con
firmando de manera brillante los análisis de L enín y Stalin, que uste
des se acusan a sí mismos de liipocresía y q ue dan todos los dere
chos a proceder en su contra. Si es ése su últim o refugio, están con
denados a la guerra y a la más ilegítima y más odiosa de todas las
guerras. Perm ítam e creer, p o r el h o n o r de su país, que el sanedrín
de sus comerciantes no im pone tan fácilm ente la ley a su pueblo. Este
libro está escrito para el pueblo am ericano, p o r conducto de usted,
F.l H uevo de C olón 101
descubierto un Estado den tro del Estado. Los que no son vendidos
a esta conjuración o agregados a ella p o r combinaciones y alianzas,
se ven arrastrados en la subordinación'política que establece. La ma
y o r parte cierran los ojos y los oídos, no se atreven a comprender
y esperan otro porvenir de un imposible milagro. Muchos se callan
p o r miedo, queriendo conservar sus puestos o temerosos de ser afec
tados en sus negocios, y con la boca cosida no se quejan ni en se
creto y se muestran paralizados por el sentimiento de su impotencia.
E l m ayor número de ellos se queja p o r la desdicha de los tiempos,
porque es más fácil acusar a la Providencia que a los poderosos.
De esta suerte el extranjero instalado en nuestras naciones no cons
tituye solamente un punto de apoyo del cual los enemigos pueden
servirse contra nosotros, una base cómoda para la infiltración, sino
•que está en el corazón mismo de nuestros Estados: son el cerebro,
el sistema nervioso entero del organismo nacional los que son ata
cados y gangrenados. Sin qu e haya guerra, todos los elementos que
están interesados en Ja impotencia de nuestras naciones y por su con
ducto en la impotencia de Europa, han dispuesto ya sus baluartes,
que son formidables. T odas las naciones de Europa, en grado di
verso, son en realidad países ocupados. Esta ocupación sin unifor
m es no los inquieta a ustedes, señor senador, porque les parece que
no sirve directamente a los intereses de la U nión Soviética.- Pero
en realidad sí Jos sirve y m ás poderosamente de Jo que ustedes pue
dan pensarlo. En prim er térm ino, los sirve estableciendo en Europa
el reinado del dinero y de la inmoralidad. Lo que impulsa irresis
tiblemente a millares de hom bres hacia el comunismo es, principal
mente, el disgusto por el actual estado de cosas. Agobiados por una
vida sin luz, por un trabajo sin esperanza, sintiendo confusamente
que su sangre y su vida son explotadas continuamente para engrosar
y enriquecer grandes parásitos anónimos, ensordecidos por las voces
y el tumulto de las propagandas, escuchan a quienes gritan más^fuer-
te, a quienes prometen más renovaciones y se sirven de la bandera
roja para expresar su cólera y su legítimo odio contra el invisible ex
plotador. Esto le explica a usted p o r qué los partidos comunistas se
convierten fácilmente en partidos nacionalistas, lis la pudrición, es la
gangrena de nuestros regímenes actuales lo que facilita, antes que
todo, el reclutamiento del comunismo. Purifiquemos el ambiente y la
mitad del trabajo contra la propaganda comunista quedará cumplida.
Pero esa descomposición les sirve tam bién de otra manera. La co
lectividad extranjera no tiene seguridad entre nosotros sino pronun
ciándose contra todas Jas máximas del nacionalismo. Cumple un tra
bajo de desintegración y d e debilitamiento moral. T iene interés en
E l H uevo de C olón 113
*
E l H uevo de C olón 115
u n solo tipo de hombre, porque los soldados de hoy son los mecanis
mos de una enorme máquina militar y los obreros de choque son a
su vez soldados de trabajo. E n unos y otros son necesarias las mis
mas cualidades: la camaradería, la consciencia, el valor. la paciencia.
Y éstas son las primeras, las más altas, las más graves en tre todas las-
cualidades del hombre. Son aquellas que el código no escrito de los
hom bres ha llamado siempre las cualidades viriles. Son las cualidades
de Roma y las cualidades de Esparta. H an hecho las grandes naciones-
y tam bién los imperios. Se adquieren con la espacia en la mano y tam
bién con la pala a ia espalda, en la lucha contra las cosas y en la lucha
contra los hombres. Son las cualidades que nosotros queremos para
nuestra Europa. Sobre ellas se harán las selecciones. Los pueblos que
sepan encontrarlas podrán vivir. Los otros desaparecerán. Y como-
creem os en nuestros pueblos y pensamos que esas cualidades existen,
en ellos, las reivindicamos corno fundam entos de las jerarquías del
porvenir y pensamos que el servicio de la nación es el más propio
para hacerlas aparecer.
N o vea, sin embargo, señor senador, las patrias con que soña
mos como gigantescos cuarteles. Ese servicio de la nación no tiene
sentido sino en el caso de que sea lo contrario de un reclutamiento*
Es el gozo lo que debemos mezclar con el trabajo. Y hay un placer
en desmontar, en construir, en crear. H a y u n placer en el trabajo-
en común, en la obra difícil, en el esfuerzo del cuerpo y de la vo
luntad. T am bién lo hay en conducir ios tractores, en arreglar los-
caminos, en construir diques. E n E uropa nosotros pertenecemos a
una raza de fundadores de imperios. Q uerem os que la juventud d e
Europa reconozca otra vez estos placeres. Y n o solamente que los
reconozca sino que se entregue a ellos y que se embriague con ellos.
Queremos que haya tanto orgullo en contarse entre los constructores
de una represa difícil como en tre los vencedores de una batalla cé
lebre. Los que hayan mostrado esas cualidades de soldados y de obre
ros serán reconocidos p o r nosotros com o los mejores, y es a ellos a
quienes úna nación bien constituida debería entregar los cargos deL
comando y del poder. Estaremos seguros, después de esta prueba, de
que serán ampliamente los portadores de las cualidades de nuestra raza.
H abrán sido seleccionados no p o r el favor ni p o r la política, sino p o r
la prueba del trabajo y de la voluntad. N o crea que queremos poblar
a E uropa d e reclutas desilusionados a quienes Ies entregaremos una
carretilla además de un fusil ametralladora y que esperarán con impa
ciencia el día de salida. Q uerem os que ese servicio de 1a nación sea
como la apoteosis y el triunfo de. toda la juventud y que sea el or
gullo de su vida. Queremos que en este goce y esta comunidad, su
E l H uevo de C olón 117
*
**
sarios. Amamos a los hombres que hacen sentir su peso de hom bres.
Amamos los oficios que son oficios de hom bres: albañil, carpintero,
cantero. N o amamos a los escribanos, a los empleadillos y a otros de
pendientes sin importancia. Amamos a los hom bres que saben enfren
tarse a la torm enta y no se pliegan ante ella: no amamos a los llorones
y los lacayos del más fuerte. Amamos a los que desprecian el dinero y
confían en sus propias manos: no amamos a los que leen el curso de
la Bolsa. Olvidamos más fácilmente los crím enes que las bajezas. N o '
amamos al que intriga, sino al que es franco. N o estamos convencidos,
de que un voto m ayoritario indica siempre la m ejor vía y preferimos-
que una opinión la imponga po r su fuerza y po r su precisión. N o nos-'
atenemos esencialmente a la castidad, que nos parece excelente para
Jas mujeres. N os parece poco im portante que un hom bre sea profun
damente adicto a la Carta de las Naciones U nidas, porque lo esencial
es que ese hom bre sea justo y recto. Tales son las verdades que hemos
extraído del “E pítom e”, señor senador. Si usted las considera recha
zables, considera que la cultura grecolatina da una mala educación.
Somos profundam ente adictos a la paz: le he dicho por cuáles-
razones vitales. Las cualidades que son virtudes de la guerra queremos;
traducirlas y exaltarlas en la paz. Y la paz no ofrece menos ocasiones,
de ejercerlas que la guerra. La lucha contra la miseria y po r la liber
tad demanda tanto heroísmo corno el com bate p o r las armas, y la
misma clase de heroísmo. Tenem os que batirnos én todos los países
en O ccidente contra la mentira, contra el odio, contra la injusticia,,
contra la explotación. Tenem os que batirnos constantem ente para s e r
hombres libres. Las virtudes del soldado son necesarias a todas horas..
Ustedes quieren com batir al comunismo. Sepan com prender que la
fuerza del comunismo está en esos hombres que se han dado íntegros:
a un ideal, que ponen al servicio de su partido todos los instantes de
su vida, y si es necesario su vida misma, y que se designan en el voca
bulario de la política con la misma palabra que quiere decir soldado:
■militante. Querem os form ar en Europa militantes nacionales. Quere
mos oponer a lo que es la fuerza y el alma de los partidos comunistas,
el militante comunista, lo que ha sido y lo que debe ser la fuerza y el
alma de los partidos nacionales: los militantes nacionales. Y llegamos-
a desear que los hombres, algunas veces admirables, que sirven ho y
en el partido comunista sean mañana nuestros camaradas y compren
dan la grandeza y la justicia de nuestro ideal nacional y europeo. Q ue
remos hombres que sean duros y queremos que sean también descon
fiados. Queremos hombres que confiesen la verdad y que sepan reco
nocer y despreciar a los falsos profetas. Q uerem os q u e sepan escuchar
y discernir y no tememos a su curiosidad. Q uerem os que sean des
E l H uevo di ' C olón 127
lo que era necesario hacer. I£n ese tiempo el O ccidente tenía un alma.
En ese tiempo, el Occidente, la cristianidad del Occidente, no tenía
necesidad de buscar defensores. Usted puede volver a ver ese tiempo,
señor senador. N o será un milagro: será simplemente un despertar.
Pero se lo digo por última vez, es necesario que ustedes no sigan
engañándose con los hombres.
INDICE
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N ota del traductor ............................................................................... 9
C a p ítu lo I. —El huevo rueda ...................................................... II