Los teléfonos inteligentes se están volviendo tan esenciales o habituales en
la vida cotidiana, que los jóvenes están dispuestos a diversos tipos de “sacrificios” con tal de no desprenderse de ellos y poder estar conectados. Pese a ello, muchas instituciones educativas no los permiten en sus aulas.
Estos dispositivos son útiles para aprender, y no solo en el aula. El aprendizaje
se ha vuelto ubicuo y la clase tradicional va perdiendo cada vez más su protagonismo. Pero ¿por qué debiéramos utilizar estos dispositivos en el aula?
En primer lugar, porque el estudiante lleva toda la información junto con
él. La traslada, la intercambia, la comparte en la red, dentro y fuera de la clase. De esta manera, aprende de forma intuitiva, incluso a veces sin ser consciente de ello.
En segundo lugar, porque la clase ya no es el único lugar donde está
aprendiendo. El uso de aplicaciones móviles con y sin propósitos educativos, pero que le permiten complementar los currículos formativos, es una realidad cada vez más frecuente. Además, puede ser gratuito y ayudar a aumentar la motivación de los aprendices.
El teléfono inteligente es una tecnología que usan frecuente y
cotidianamente tanto docentes como estudiantes, por lo que el argumento de que los alumnos la usan más que los profesores no es cierto. Ya sea en su vida cotidiana o profesional, ambos la utilizan diariamente para comunicarse, revisar y enviar correos, navegar, ver videos, escuchar música o incluso para enseñar o aprender.
Una de las preocupaciones que encierra su uso se relaciona con la eventual
distracción que podría generar en los alumnos durante el trabajo de aula, sumándose como uno de los diversos distractores que han existido siempre. Por ello, la respuesta no consiste en prohibir estos dispositivos por completo, ni generar una política para restringir su uso, sino en aprovechar su poder para captar el interés de los estudiantes en un ambiente de aprendizaje.
El uso de tecnología en las aulas en general, y de teléfonos inteligentes
en particular, nunca reemplazará el rol del docente. Por el contrario, lo convierte en un actor fundamental que, respecto de la perspectiva tradicional, debe desarrollar ahora su función desde un rol distinto, donde debe orientar y facilitar la formulación de preguntas, plantear problemas desafiantes y atractivos a sus educandos, manejar la información de manera crítica, utilizar el error como una oportunidad para el aprendizaje y la mejora continua, entre otros.
Para profundizar en estas ideas te presentamos una Experiencias de
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DMT: La molécula del espíritu (DMT: The Spirit Molecule): Las revolucionarias investigaciones de un medico sobre la biologia de las experiencias misticas y cercanas a la muerte