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La prosa de ficción.

Del Romanticismo al Realismo


Guillermo Laín Corona
El texto narrativo
Del verso a la prosa
Contar: numerar acontecimientos en orden matemático
Narrar vs describir/presentar
Ficción vs real
Largo vs corto
Narrativa natural (según Labov):
Prólogo: El narrador anticipa brevemente el tema principal de lo que va a contar
Orientación: Se presentan los personajes, ambientes, situaciones…
Acción envolvente: La acción propiamente dicha
Valoración: Comentarios, énfasis, repeticiones, llamadas de atención para justificar el
relato, para focalizar la atención del receptor, para darle clave interpretativas con que
identificar lo cómico, lo trágico, etc.
Resolución: cierre del relato
Coda o epílogo: conclusiones, moraleja, etc.
En gran medida, las técnicas narrativas consisten en manipular este esquema
Desde el principio / In medias res / desde el final
Tres elementos en la historia
Historia, fábula o diégesis: La serie de acontecimientos cronológicos
Relato: El conjunto de palabras con que se configura el texto para verbalizar la
historia. El relato ordena ‘artísticamente’ la historia (no siempre respetando el
orden cronológico de la historia)
Narración: El acto mismo de narrar (la voz narrativa)

Tres implicados en la narración


Autor: La persona real (Cervantes, Galdós, etc.)
Narrador: La voz que cuenta la historia
Cervantes > Cide Hamete Benegeli
Galdós (autor real) > Galdós (narrador)
Autobiografía: autor real y narrador coinciden
Narratario: El receptor de la narración
Extradiegético: el lector ideal
Intradiegético: un personaje del propio relato
La voz narrativa

Situación con respecto a la diégesis


Narrador homodiegético: El narrador es parte de la historia que cuenta
Autodigético: Además, es el protagonista
Narrador heterodiegético: No es parte de la historia que cuenta
El Lazarillo, en primera persona, es un relato homodiegético y autodiegético
El Quijote, también en primera persona, es un relato heterodiegético
Punto de vista o focalización
Focalización cero: el narrador expone la historia desde fuera (tercera persona)
Focalización interna: el narrador asume el punto de vista de uno o varios
personajes
Focalización externa: el narrador es un espectador que relata lo que ve/escucha
Narrador ¿omnisciente?
Discurso directo/indirecto
Discurso directo: El narrador reproduce textualmente palabras y pensamientos, mediante
el uso de verbos introductorios.
Discurso directo libre: Igual, pero sin verbos introductorios. Propio del teatro. Novela
experimental: novela dialogada.
Discurso indirecto: El narrador parafrasea palabras y pensamientos, mediante el uso de
verbos introductorios.
Al subir la cuesta de San Hilario, sus ojos se fijaban en el mar, […] mientras pensaba en que iba
a ganar bastante desde el primer día; en que casi no tendría aprendizaje, porque al fin los puros
la conocían, su madre le había enseñado a envolverlos […]. Embargó a la muchacha un
sentimiento de respeto. La magnitud del edificio [de la fábrica] compensaba su vetustez […], y
para Amparo […] poseían aquellas murallas una aureola de majestad.
Discurso indirecto libre: Igual, pero sin verbos introductorios. La voz del narrador se
confunde con la de los personajes. Sirve a menudo para imitar el flujo de la conciencia.
Corrió hasta alcanzar el camino del Crucero, y dejándolo a un lado atravesó la carretera y la
cuesta de San Hilario, donde refrenó el paso, creyéndose en salvo ya. ¡También era manía del
zopenco aquel, de no dejarla ni a sol ni a sombra, y darle escolta todas las tardes!
La prosa de ficción romántica
Los géneros predilectos

La novela histórica (≈ drama histórico)


Walter Scott (Ivanhoe, 1820) > Braveheart (1995), de Mel Gibson
Alejandro Dumas (Los tres mosqueteros, 1844)
Enrique Gil y Carrasco (El señor de Bembibre, 1844)
Tradición de las leyendas
Reconocimiento de la tradición oral y popular:
Relación con Hegel
Género breve apropiado para la prensa
En España lo cultivan muchos autores, como Zorilla
Aplicación de ideales del presente, desde el punto de vista romántico
Construcción de la nación: encarnación del espíritu nacional
Equivalencia con el drama histórico
Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer
22, escritas entre 1861 y 1863 y publicadas en la prensa
Relación con Historia de los templos de España
Parte de la leyenda tradicional, pero la adapta y la hace suya
La leyenda tradicional presentaba los escenarios y ambientes de manera escueta y
solo importaba contar la anécdota
Bécquer poetiza los ambientes, consiguiendo que hechos normales aparenten ser
sobrenaturales (sin llegar a serlo), y/o eleva a símbolo el tema
Bécquer se vale de la leyenda para plasmar su poética y la romántica
Relación con las Rimas y con Cartas literarias a una mujer
El acto de creación: “El miserere”
La dificultad para captar la poesía: “El rayo de luna”
El poema queda vibrando una vez leído el poema: “Maese Pérez, el organista”
Técnica propia del marco de la narración
Proyección del yo
Tradición que se remonta a Las mil y una noches y El Decamerón
Hace algunos meses que, visitando la célebre abadía de Fitero y ocupándome en
revolver algunos volúmenes en su abandonada biblioteca, descubrí en uno de sus
rincones dos o tres cuadernos de música bastante antiguos cubiertos de polvo y
hasta comenzados a roer por los ratones.
Era un Miserere.
Yo no sé la música, pero la tengo tanta afición que, aun sin entenderla, suelo
coger a veces la partitura de una ópera y me paso las horas muertas hojeando sus
páginas, mirando los grupos de notas más o menos apiñadas, las rayas, los
semicírculos, los triángulos y las especies de etcéteras que llaman claves, y todo esto
sin comprender una jota ni sacar maldito el provecho.
—¿Sabéis qué es esto? —pregunté a un viejecito que me acompañaba al acabar
de medio traducir estos renglones, que parecían frases escritas por un loco.
El anciano me contó entonces la leyenda que voy a referiros.
I
Hace ya muchos años, en una noche lluviosa y obscura, llegó a la puerta claustral
de esta abadía un romero y pidió un poco de lumbre para secar sus ropas […]
La prosa de ficción realista
El problema del realismo
Darío Villanueva, Teorías del realismo literario. Mímesis o copia de la realidad
¿Qué es la realidad?: Platón vs. Aristóteles
¿Cómo se copia?
¿Qué obras son realistas?: ¿Libro del Buen Amor, del Arcipreste de Hita?
Francisco Ayala, La novela: Galdós y Unamuno. Realismo decimonónico
Nace en Francia contra el Romanticismo (por fantasía desbordada) y el Neoclasicismo
(por la aplicación encorsetada de la retórica tradicional)
Comienza hacia 1840 con La comedia humana de Balzac (realismo) y se consolida
hacia 1880 con Zola (naturalismo)
En España, La cuestión palpitante: se confunde el concepto del realismo
Exaltación de la tradición literaria española (Libro del Buen Amor, el Lazarillo,
Quevedo, Cervantes…) como realista: defensa ante la inmoralidad de Zola
Identificación de costumbrismo con realismo a partir del ejemplo de Cervantes,
en particular en sus Novelas ejemplares y el Quijote
Contextualización del Realismo/Naturalismo
Triunfo y decadencia de las revoluciones liberales burguesas
La novela como género burgués
Formato de consumo individual, por escrito y reproducible industrialmente
De la epopeya de los grandes dioses a la sociedad industrial
Del retrato al ataque de la burguesía: miserias del proletariado, anticlericalismo
Hacer literatura igual que la ciencia, que está en pleno auge
La realidad entendida de manera positivista
Su plasmación literaria por medio técnicas científicas
Etapa del Realismo (1840-1880)
Curso de filosofía positiva, de A. Compte. Observación y tesis
Etapa del Naturalismo (1880-1900)
Introducción al estudio de la medicina experimental, de Claude Bernard
El origen de las especies, de Charles Darwin
La novela como un experimento aplicado sobre ambientes y personajes
Influencia de la psicología y determinismo
Abundancia de personajes y ambientes negativos: pobreza, taras, etc.
Técnicas y lenguaje del Realismo/Naturalismo
Cercanía espacio/tiempo
El presente es la realidad sensible que mejor se conoce
¿Rechazo? de la novela histórica
Planteamiento y defensa de una tesis
Narración lineal: causa > efecto
Simbología y otros recursos que apoyan estéticamente la tesis
Narrador omnisciente que toma partido
Focalización en uno o varios personajes
Personaje colectivo
Abundante documentación
Detallismo en las descripciones
Decoro social
Abundancia de diálogos
Plasmación de lenguaje coloquial y jergas
Evolución en España
Pre- o protorrealismo
Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber), La gaviota (1849)
Primer realismo: novelas de tesis
Juan Valera, Pepita Jiménez (1874)
Benito Pérez Galdós, Doña Perfecta (1876)
Realismo pleno: Naturalismo: La cuestión palpitante (1882-1883)
Benito Pérez Galdós, La desheredada (1881)
Clarín (Leopoldo Alas), La regenta (1884-1885)
Pardo Bazán, La Tribuna (1883) y Los pazos de Ulloa (1886-1887)
Naturalismo espiritualista
Benito Pérez Galdós, Ángel Guerra (1890-1891)
Prólogo de La Tribuna
“[…] no necesité agrupar sucesos, ni violentar sus consecuencias, ni desviarme de la
realidad concreta y positiva para tropezar con pruebas de que [tesis] es absurdo el que
un pueblo cifre sus esperanzas de redención y ventura en formas de gobierno que
desconoce, y a las cuales por lo mismo atribuye prodigiosas virtudes y maravillosos
efectos”.
“Tal vez no falta quien me acuse de haber pintado al pueblo con crudeza naturalista.
[…] Afortunadamente, el pueblo que copiamos […] no se parece todavía al del lado de
allá [de los Pirineos]”.
“[…] los maestros Galdós y Pereda abrieron camino a la licencia que me tomo de hacer
hablar a mis personajes como realmente se habla en la región de donde los saqué”.
“Quien desee conocer el plano de Marineda, búsquelo en el atlas de mapas de […]
Orbajosa, Villabermeja y Coteruco. […] Este privilegio concedido al novelista de crearse
un mundo suyo permite más libre inventiva y no se opone a que los elementos […]
estén tomados de la realidad. Tal es el procedimiento que empleo […] para alcanzar la
verosimilitud artística”
Como era día festivo, Baltasar no la esperó a la salida de la Fábrica, sino en la Olmeda, a corta
distancia de su casita. Había llegado Baltasar al mayor número de pulsaciones que determinaba
en él la calentura amorosa. Su pasión, ni tierna, ni delicada, ni comedida, pero imperiosa y
dominante, podía definirse gráfica y simbólicamente llamándola apetito de fumador que a toda
costa aspira a fumar el más codiciadero cigarro que jamás se produjo, no ya en la Fábrica de
Marineda, sino en todas las de la Península. Amparo, con su garganta tornátil gallardamente
puesta sobre los redondos hombros, con los tonos de ámbar de su satinada, morena y suave tez,
parecíale a Baltasar un puro aromático y exquisito, elaborado con singular esmero, que estaba
diciendo: «Fumadme». Era imposible que desechase esta idea al contemplar de cerca el rostro
lozano, los brillantes ojos, los mil pormenores que acrecentaban el mérito de tan preciosa regalía.
Y para que la similitud fuese más completa, el olor del cigarro había impregnado toda la ropa de la
Tribuna, y exhalábase de ella un perfume fuerte, poderoso y embriagador, semejante al que se
percibe al levantar el papel de seda que cubre a los habanos en el cajón donde se guardan.
Cuando por las tardes Baltasar lograba acercarse algún tanto a Amparo e inclinaba la cabeza para
hablarle, sentíase envuelto en la penetrante ráfaga que se desprendía de ella, causándole en el
paladar la grata titilación del humo de un rico veguero y el delicioso mareo de las primeras
chupadas. Eran dos tentaciones que suelen andar aisladas y que se habían unido, dos vicios que
formaban alianza ofensiva, la mujer y el cigarro íntimamente enlazados y comunicándose encanto
y prestigio para trastornar una cabeza masculina.
De tales instintos erráticos tendría no poca culpa la vida que forzosamente hizo la chiquilla
mientras su madre asistió a la Fábrica. Sola en casa con su padre, apenas este salía, ella le
imitaba por no quedarse metida entre cuatro paredes: vaya, y que no eran tan alegres para que
nadie se embelesase mirándolas. La cocina, oscura y angosta, parecía una espelunca, y encima
del fogón relucían siniestramente las últimas brasas de la moribunda hoguera. En el patín, si es
verdad que se veía claro, no consolaba mucho los ojos el aspecto de un montón de cal y residuos
de albañilería, mezclados con cascos de loza, tarteras rotas, un molinillo inservible, dos o tres
guiñapos viejos y un innoble zapato que se reía a carcajadas. Casi más lastimoso era el
espectáculo de la alcoba matrimonial: la cama en desorden, porque la salida precipitada a la
Fábrica no permitía hacerla; los cobertores color de hospital, que no bastaba a encubrir una
colcha rabicorta; la vela de sebo, goteando tristemente a lo largo de la palmatoria de latón
veteada de cardenillo; la palangana puesta en una silla y henchida de agua jabonosa y grasienta;
en resumen, la historia de la pobreza y de la incuria narrada en prosa por una multitud de objetos
feos, y que la chiquilla comprendía intuitivamente; pues hay quien sin haber nacido entre sedas y
holandas, presume y adivina todas aquellas comodidades y deleites que jamas gozó. Así es que
Amparo huía, huía de sus lares camino de la Fábrica, llevando a su madre, en una fiambrera, el
bazuqueante caldo; pero, soltando a lo mejor la carga, poníase a jugar al corro, a San Severín, a la
viudita, a cualquier cosa, con las damiselas de su edad y pelaje

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