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Andersen - Los Cisnes Salvajes
Andersen - Los Cisnes Salvajes
S A LVA J E S
T E X TO D E
Hans Christian Andersen
ILUSTRADO POR
Joanna Concejo
Primera edición en italiano, 2011
Primera edición en español, 2012
Distribución mundial
Comentarios:
librosparaninos@fondodeculturaeconomica.com
Tel.: (55)5449-1871. Fax: (55)5449-1873
ISBN 978-607-16-0980-9
Impreso en México • Printed in Mexico
8
Su padre, el rey, se casó con una reina muy malvada que no quería
a los pobres niños. Ellos lo supieron desde el primer día después de la
boda, pues cada vez que había grandes fiestas en el palacio los niños
jugaban a recibir a los invitados; pero ese día, en lugar de darles,
como siempre, el pastel y las manzanas que quedaron de la fiesta, la
reina les puso arena en una taza y les pidió que hicieran como si fue-
ra pastel.
A la semana siguiente la reina mandó a Elisa a vivir con un cam-
pesino, y comenzó a decirle al rey tantas mentiras sobre los príncipes
que en muy poco tiempo él dejó de ocuparse de ellos.
—Vayan al mundo y gánense la vida —los maldijo la reina—.
¡Vuelen como pájaros sin voz!
Sin embargo, su hechizo no fue tan poderoso como hubiera que-
rido, pues los príncipes se convirtieron en once hermosos cisnes salva-
jes que, emitiendo un graznido extraño, atravesaron las ventanas del
palacio y volaron hacia el bosque.
10
Muy temprano por la mañana llegaron a la cabaña donde Elisa
dormía en su cuarto. Revolotearon sobre el techo, giraron sus largos
cuellos y agitaron las alas, pero nadie los vio ni los escuchó, así que los
once cisnes tuvieron que volar hacia las nubes y cruzar el ancho mun-
do hasta llegar a un tupido y oscuro bosque que se extendía hasta la
costa.
La pobre Elisa estaba sola en el cuarto donde, a falta de otros ju-
guetes, se entretenía con una hoja verde a la que le había hecho un
agujero; veía el sol a través de ella y se imaginaba que así podía mirar
los ojos claros de sus hermanos. Cuando el sol tibio resplandecía sobre
sus mejillas, pensaba en todos los besos que ellos le habían dado algu-
na vez.
Elisa regresó al palacio cuando cumplió quin-
ce años; el odio y el resentimiento de la
reina crecieron apenas vio lo hermosa
que era su hijastra. En ese momen-
to la hubiera transformado en
cisne como a sus hermanos,
pero no se atrevió a hacerlo
porque el rey quería ver a
su hija.
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