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frío en la cafetería y estaba lloviendo afuera, es raro en estos tiempos del
año donde se supone que debe nevar todo el dia, al otro lado de la calle pude ver
como un pobre desgraciado se resbalaba por la humedad, una señora se acercó
para ayudarle pero en el acto se le cayó un pila de carpetas que llevaba bajo un
brazo, el hombre rápidamente se puso a gatas y empezó a recoger parte de la pila
de carpetas. Finalmente se puso de pie luego de darle todas las carpetas a la
mujer, parecía impaciente ahora, el hombre estaba empapado por completo y
desde mi taburete pude ver que este le ofreció un gesto de agradecimiento, la
mujer lo miró con un disgusto muy cercano al asco y se alejó a paso rápido, el
hombre se sacudió su sobretodo, recogió su paraguas y continuó su camino sin
abrirlo, dejándose mojar por la fría lluvia.
“He ahí un pobre desgraciado” Pensé mientras sonaban detrás de mí unos
tacones de punta fina, la dueña los mismos era la camarera de este turno de la
cafetería, se llamaba Calatrava, lo sabía porque le pregunte un dia en que llegue
un tanto pasado de tragos y tuve el valor inconsciente de preguntarle, desde ese
dia era un poco más amigable conmigo y no parecía asquearle mis “buenos días
dulzura” o mi casual “¿que dice la señorita portland?” hoy no me sentía del todo
animado, el clima no ayudaba y solo queria mi comida e irme a mi puto trabajo
en el periodico.
Puso el plato con cuidado detrás de mí, empezó a llover muy fuerte y el sonido
de las gotas chocando contra el pavimento se hizo más fuerte aún, casi como un
tañido marrón tapando los ruidos molestos de los presentes; eran seis. En medio
de la cafetería estaban dos señoras trajeadas que no habían tomado ninguna
orden, una sostiene un periodico con una mano y un dedo de la otra lo señalaba
mientras decía un innecesariamente sonoro -¿Puedes creer esto?- La otra mujer
tenía un perro faldero encima de la mesa, era un chihuahueño y estaba muy
calmado mientras la mujer le acariciaba la espalda, era raro que ese tipo de
perros estuviese calmado, usualmente son ruidosos y rabiosos.
La escena me disgusto y en medio giro pude ver a otro de los seis presentes,
parecía inmigrante, “Cubano” Me dice mi intuición, tenía una bombardera de
los knicks y una gorra de apariencia militar, solo tenia una taza de café en la
mesa y miraba con mucha inquietud a la ventana.
Termine de voltearme y mi plato era algo simple; seis tajadas de tocino, dos
tostadas y dos huevos bien hechos, no me gustan los huevos suaves, su jugo
interno me apetece asqueroso y jode cualquier comida que pruebe junto con
eso.
-Venga que se enfría señor… ¿que?- Inco una mano en la barra mientras con la
otra bebía una taza de café, tomó un sorbo y la dejó al lado derecho de mi plato.
“Ay mi madre” Pensé con un poco de nervios, era la primera vez que ella
iniciaba un intercambio o decía algo sin que yo dijese nada, yo estaba muy denso
y solo voltee a verle la cara de una manera muy perdida con mi mirada, solo
quede hipnotizado con sus ojos verdes, su tez bronceada, sus cabellos negros y
pecas oscuras adornando su bello rostro era algo que no era de este mundo.
-John Mitchell - Le dije rápidamente y me pareció muy abrupto mi tono - John
Mitchell - Le repetì una vez más de forma calmada, no se si pude ocultar mi
ansia pero definitivamente se que mi corazón con sus pulsaciones estaba
haciendo una silueta por fuera de mi pecho de la fuerza de los bombeos, podía
sentirlo incluso en la punta de mis dedos.
-Y no soy tan viejo como para que me llames señor, señorita - Continúe,
ignorando la tormenta dentro de mi y baje la mirada al plato para comenzar a
picar, los huevos estaban en el punto, la tocineta estaba crujiente y se sentía la
carne y las tostadas tenía los bordes crujientes y el interior suave; era perfecto.
-¿Cuántos años tienes? no pareces menor de treinta y cinco… - Preguntó
Calatrava con seguridad en la declaración posterior, la pregunta era un poco
hiriente pero comprensible.
-Veintinueve - Dije con brevedad y tomé un trago de café mientras volteaba a
ver su cara y su reacción.
-Waoh - dijo con una sorpresa quizás un poco sobreactuada o así lo pensé en ese
momento, el café sabe especialmente bien esa tarde y cuando lo regrese a la
barra me percaté de que había sucío de su labial en el otro lado del borde de la
taza.
-Pero cómo es que… simplemente pareces más viejo, tienes la frente arrugada y
muchas canas, demasiadas canas para alguien que dice tener veintinueve- Se
inclinó y puso sus codos en la barra, desde ahí podía ver la silueta interior de su
pecho.
Solo fue un vistazo rápido, e igual de rápido regresé mi mirada al plato;
quedaban cuatro tocinos, un huevo y una tostada.
-Cuando trabajas en el periodico… El primer año le suma unos veinte a tu rostro
querida, hablar con el editor en jefe te suma unos dos meses cada diez palabras.
Afuera de la cafetería la lluvia había tomado una nueva fuerza, incluso por
dentro de las ventanas se podía escuchar el estruendo continuo del millar de
gotas cayendo con fuerza en el suelo y el viento ahora las echaba directamente
contra la ventana.
Decidí ignorar semejante trivialidad y termine mi platillo, cambie la taza de
posición y la puse a mi izquierda, tome un sorbo pegando mis labios de los
restos del labial, el café ya no sabía tan bien como al principio, estaba frío y la
nueva mezcla con el labial no le dio tan buen sabor pero eso no era tan
importante, ella me miró muy fijamente sin ningún tipo de disimulo, yo
realmente no podía creerlo pero aun con esa sensación de duda y escepticismo
esta vez no rompí mi contacto visual.
-¿Y tú cuánto tiempo tienes trabajando aquí? ¿Parece que te manejas muy bien?-
Pregunté mientras dejaba la taza encima del plato y echaba ambos a un lado en
la barra.
-Pues unos cuatro años, desde que empecé la universidad mi tio me dio empleo
aquí- Agarró los trastes y los dejo al otro lado de la barra donde estaba el
fregadero, no los fregó y solo los dejo ahí -Y aun estudio por si te preguntas;
Artes Plásticas por si también se pregunta - me replicó mientras se giraba de
nuevo para encararme, había un ligero impulso en sus movimientos que le
daban gracia y energía digna de una ninfa jugando con sus amigas en la
arboleda.
Por un momento pude imaginar despertar acompañado en mi desgraciado catre
y quizás con su compañía las blancas paredes de ese desgraciado apartamento se
teñirían de un color hogar suave.
Pero repliqué con silencio, la vida siempre tiene otros planes para ti, incluso
cuando todo parece que va a una dirección, la vida te jala el suelo y te hace
tropezar tan fuerte que de un momento a otro estas viviendo otra vida y de
repente te das cuenta de que habitas otro cuerpo que ya no es el tuyo de hace
diez años, te preguntas “¿Qué hago yo aquí? y ¿Por qué el aire huele a cigarrillo
todo el día? ¿Acaso esta caja de marlboros que hay encima de mi escritorio es
mía?” Todo se va a la mierda y fue por tan solo pensar en que quizás yo no tenía
talento para mas nada que escribir patrañas en un cuaderno, hoy por hoy hago
lo mismo solo que en una máquina de escribir.
Ella estaba llena de vida, energía sin par y realmente pensé que el más ligero roce
con mi ser podría desgraciarla y mientras me inquirió con su mentón yo decidí
que era mejor ver y no tocar.
“COBARDE!” Gritó mi conciencia.
La puerta de la cafetería rompió el breve silencio y un señor trajeado, de
apariencia cansada, estaba rechoncho y totalmente empapado por la lluvia, más
bien parecía que no se había cubierto absolutamente nada de esta e incluso
estaba estornudando, no pregunto nada, no medió palabra alguna y continuó su
camino hasta el baño, era un baño mixto pero iba tan apurado que al entrar y
cerrar la puerta con un estruendo no había cambiado la tarjeta que identificaba
que lo había dentro era un hombre.
-Se debe estar cagando diría yo- dijo calatrava casualmente mirando a la puerta
del baño.
-Seguro… ¿Puedes servirme otro poco de café?- “De ser posible con otra mancha
de tu labial” Ignore ese estupido pensamiento y mientras calatrava se alejaba
solo un poco a la maquina de cafe voltee a donde estaba el cubano y pude ver
que ahora ya no estaba viendo nerviosamente a la ventana, estaba fijándose
bastante en la pareja de señoras que estaban detrás de él.
Ahora se fijó con más cuidado y pudo ver que las señoras eran exactamente
iguales, “Gemelas” pensé inmediatamente, lo unico que quizas podia
diferenciarlas era que aparentemente la señora que señalaba con indignación el
periodico tenía menos arrugas que la calmada señora con el chihuahueño, la
escena de nuevo me dio mala espina. De un momento a otro ambas voltearon su
vista hacia mi taburete, en un mismo movimiento lo escanearon de abajo hacia
arriba, sintió desprecio en sus miradas y quizás curiosidad en cuanto chocó su
vista con la de ellas.
Se escuchó una puerta sonar y me giré dejando de ver a las gemelas para fijarme
en Calatrava, Calatrava se asomo a la cocina solo un momento y luego volvió a
mi sitio con el café y efectivamente le dio un sorbo antes de darmelo, solo que
esta vez dejó la mancha de labial un poco más discreta.
Yo tomé la taza y le di un sorbo rápido -¿Cuánto tiempo llevan esas señoras
ahí?- le pregunté a Calatrava mientras me arrimaba en la barra para acercarme a
ella y acomodaba mi voz para que no sonase del todo.
-No lo se, llegue a las diez y ya estaban ahí, mi tío siempre abre temprano pero
me parece muy extraño…- Eran las cinco de la tarde, hace ya un rato que el sol se
estaba poniendo, la calle se veía roja y pronto empezaría a tornarse púrpura…
Volví a fijarme en las ventanas y estas estaban severamente empañadas, estaban
empezando a tapar toda la vista de los demás edificios y había algo más, algo
bastante extraño. Las gotas estaban cayendo de abajo hacia arriba en la ventana
o esa era la sensación que tenía, las marcas de gotas solo aparecian en la parte de
abajo y se deslizaban “cayendo” hasta la parte superior.
Yo solo cerré mis ojos con fuerza negándose a ver lo que estaba viendo y voltee a
ver a calatrava de nuevo que seguía viendome como si no hubiera nadie más en
la cafetería.
-¿Le pusiste algo al café? ¿Porque creo que estoy viendo cosas?- La pregunta era
genuina, no era normal eso que vio en la ventana, la sensación que le daban las
gemelas era un tanto molesta, no me gusta que me vean así y aparte ese cubano…
-Nada, no le puse nada a excepción de mi labial en el borde- lo dijo casualmente,
claramente no me dejaría escapar dándole una negativa esta noche -¿Que estás
viendo?- Le preguntó la mujer.
-Quizás a la mujer más bella que he podido ver con mis ojos- Decir eso se sintió
de alguna manera como clavarse una aguja, pero era inevitable, mi boca se movía
sola en estas ocasiones, mi inconsciencia ganaba cada vez que necesitaba la
sensatez.
Hubo un movimiento que interrumpe la conversación, eran las señoras, se
estaban levantando, una metió su perro faldero dentro de su bolso, era uno de
mediano tamaño mientras que la señora indignada del periodico tenía un bolso
aún más grande, no lo metió en ninguna parte y lo llevo debajo el brazo; Está
caminaba con gracia y estilo, parecía una modelo y las baldosas blancas y negras
eran su pasarela, la mujer del perro faldero sin embargo iba a un paso más lento
y más pasivo que el de su hermana.
Fueron al baño, de nuevo con velocidad y lo que parecía apuro, se metieron al
baño y cerraron la puerta con un estruendo -Esper- Calatrava se cortó con el
golpe de la madera y no pudo decir mas -Joder ¿Que le pasa a esta gente?- dijo
mientras volteaba a verme de nuevo.
Lo más raro de la tarde acaba de pasar, ningún sonido era emitido desde dentro
del baño, se esperaban gritos e insultos, confusos por supuesto, pero no había
nada, nada de nada.
-¿Estás segura de que no pusiste nada al café?