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Asuntos del corazón,

¿Cuál es la pregunta más importante que le han hecho? Durante el ministerio de


Jesús en la tierra, uno de los religiosos escribas le pidió que nombrara —entre
todos los mandatos de Dios— el
“primero”
 o más significativo de los mandamientos. (Vea Marcos 12:28). Esta interrogante
equivale a preguntarle: “¿Qué es lo más importante en el mundo?”. Jesús
respondió:
“El primer mandamiento de todos es:…Amarás al Señor tú Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”
(Marcos 12:29–30). Y de inmediato, conectó ese mandamiento con otro:
“Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento mayor que éstos”
 (Marcos 12:31)
La entrada al reino
El escriba que hizo la pregunta contestó que estaba de acuerdo con la res-puesta de Jesús, diciendo que
amar a Dios con todo el corazón y amar al prójimo como a uno mismo “es más que todos los
holocaustos y socrocios”
(Marcos12:33); y Jesús le respondió: “No estás lejos del reino de Dios”
 (Marcos 12:34).De este intercambio, vemos que la entrada al reino de Dios —y la vida de
acuerdo al reino— es, en esencia, un asunto del corazón. Lo más importante que podemos
hacer es amar a Dios con todo nuestro ser.
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¿Qué es el corazón?
Hablando en términos físicos, el corazón es el órgano central del cuerpo
humano. Su función es hacer circular la sangre a través de todos los sistemas
corporales, bombear oxígeno y nutrientes a los demás órganos y expulsar las
toxinas de ellos. Si el corazón deja de latir de forma permanente-te, la vida del
cuerpo termina; por eso, es obvio que el corazón es indispensable. todo el sistema
fisiológico del ser humano está diseñado para sal-va guardar ese órgano, sobre
todos los demás. Por ejemplo, en condiciones de frío extremo, la sangre
comienza a retraerse de las extremidades para mantener la integridad del
corazón. Pero también tenemos otro “corazón” que es el centro de nuestro ser
espiritual. La Escritura dice:
 “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo
 , sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”
 (1 tesalonicenses 5:23). Un ser humano es un espíritu que tiene un alma y vive en un
cuerpo físico. En este libro, uso el término “corazón” en el sentido de “espíritu”,
pero también incluyo las interacciones y conexiones espirituales con el alma —
que es el asiento moral del ser humano y se compone de mente, voluntad y
emociones—
El fundamento de nuestro ser y carácter
La palabra “corazón”
 aparece cientos de veces en las Escrituras. En el Antiguo estamento, las palabras que más
a menudo se traducen como
“corazón”
 son los términos hebreos relacionados lebáb  y leb Lebáb
 alude al “corazón como el órgano más interno”; este término también se utiliza en el
mismo sentido de leb
.
Leb
 significa “corazón; también usado figurativa-mente en un sentido amplio para los
sentimientos, la voluntad e incluso el intelecto”. De modo que, figurativamente, estos términos
se refieren al ser interior de los humanos —su esencia misma, incluyendo sentimientos,
deseos, voluntad e intelecto—. En el Nuevo estamento, la palabra principal que se traduce
como
“corazón”
 Eskardía  que, en un sentido figurado, indica “los pensamientos o sentimientos (mente)”. El
corazón es nuestro verdadero

“yo”, y es el catalizador de nuestros deseos, motivos, intenciones y acciones. Un deseo


 es “un fuerte anhelo: anhelar tener algo o hacer algo”. Un
motivo es “aquello (como una necesidad o un deseo) que lleva a una persona a actuar”. Una
intención
 es “aquello que usted planea hacer o alcanzar; un objetivo o propósito”. Otro término que la
Biblia usa para referirse al corazón o espíritu es
“hombre interior”
:
“Para que [Dios] os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el
hombre interior
 por su Espíritu”
 (Efesios3:16). Repito, el corazón es la esencia o identidad del ser humano. Es la parte más
compleja, sagrada e íntima de una persona; el fundamento de todo su ser y su carácter; donde
se originan sus deseos, diseños, propósitos , voluntad, pensamientos y actitudes
Otro término que la Biblia usa para referirse al corazón o espíritu es
“hombre interior”
:
“Para que [Dios] os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el
hombre interior
 por su Espíritu”
 (Efesios3:16). Repito, el corazón es la esencia o identidad del ser humano. Es la parte más
compleja, sagrada e íntima de una persona; el fundamento de todo su ser y su carácter; donde
se originan sus deseos, diseños, propósitos, voluntad, pensamientos y actitudes. Por lo tanto,
la condición de nuestro corazón será la condición de nuestra vida
. El estado de nuestro corazón espiritual afecta todos los aspectos de nuestro diario vivir.
todo asunto de orden espiritual, mental y emocional, y muchos de orden físico, tienen su raíz
en el corazón
Hoy en día, tener un “corazón saludable” es una frase popular. La es-cuchamos de médicos,
nutricionistas, instructores físicos y fabricantes de comida, que nos animan a seguir un estilo
de vida de “bienestar” que fortalezca nuestra resistencia cardiovascular, prevenga
enfermedades y pro-mueva una larga vida; es una forma de vida saludable que incluye
ejercicios regulares e ingerir alimentos nutritivos —utilizando recursos tales como libros de
cocina, dietas y ciertos restaurantes—. En los Estados Unidos, el símbolo de que un producto
es aprobado por la Asociación Americana del Corazón, para la salud de este órgano vital, es
un corazón rojo con una marca de visto bueno, en blanco, en el centro del mismo. Como
veremos en el capítulo 2, todo ser humano enfrenta un problema de salud espiritual; todos
tenemos una “enfermedad en el corazón” y necesitamos ser sanados, llegar a tener un
corazón sano. Las Escrituras dicen:
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
 (Jeremías 17:9). Si bien el corazón es el centro de nuestro ser,
mucha gente no lo entiende ni sabe cómo funciona. Jesucristo vino a la tierra no sólo a
revelarnos a Dios el Padre, sino también a revelarnos a nosotros mismos. Él quiere que
entendamos la naturaleza de nuestro corazón y cómo ésta afecta nuestra relación con el Padre
celestial y con otros seres humanos, así como todo el curso de nuestra vida. Si bien hemos
sido perdonados y reconciliados con Dios a través del sacrificio de Jesús en la cruz, debemos
enfocarnos activamente en este asunto del corazón y en las leyes espirituales que Dios ha
“escrito” en él (vea, por ejemplo, Hebreos 8:10), para conocer la plenitud de vida que Él
desea que tengamos. Muchas veces, los asuntos del corazón nos impiden superar los
problemas u obstáculos que encontramos. Dios quiere que nuestro corazón experimente una
transformación que nos lleve a estar completos otra vez
Todo asunto espiritual, mental y emocional —incluso muchos asuntos
 físicos— tiene su origen en el corazón.
Las Escrituras nos animan a llevar una vida espiritual  con un corazón sano, a ganar
el sello de aprobación de Dios para nuestro corazón. Un co-razón espiritual fuerte nos
capacita para ser todo lo que Dios nos creó para ser, y para cumplir su voluntad en los
tiempos cruciales que vivimos. Por tanto, debemos llevar una estricta dieta de su Palabra, así
como ejercitar-nos en principios y mandamientos espirituales específicos, relativos a nuestro
corazón, para el bienestar de nuestro ser interior. Un corazón espiritual sano es la tabla de
salvación sobrenatural que nos lleva de vuelta a Dios y a sus propósitos.
¿Qué sale del corazón
?
¿Cómo determina Jesús, el Gran Médico, la condición actual de su corazón? La Escritura
contrapone dos condiciones fundamentales: Un corazón que posee un
“buen tesoro”, y un corazón que guarda un
“mal tesoro”
:
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal
tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
(Lucas 6:45)

Comparemos estas dos clases de “tesoros”


:• El corazón que posee un buen tesoro está lleno de bondad, humil-dad, pureza, obediencia,
justicia y fortaleza espiritual. tiene la capacidad de amar, someterse y rendirse a Dios, de
acuerdo a su propósito y voluntad.
• El corazón con un mal tesoro no le cree a Dios, se hiere y ofende-de fácilmente, y se niega
a perdonar. Está lleno de desobediencia, egoísmo, ambición y orgullo; está endurecido.

¿Ha pensado qué tipo de tesoro está guardando usted en su corazón?


 Jesús dijo:
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”
 (Mateo 6:21).
Aunque es verdad que vamos creciendo en gracia, también es cierto que en nuestro interior
aún manifestamos una mezcla de tesoros buenos y malos. A veces revelamos el buen tesoro
que llevamos dentro, gracias al Espíritu Santo.

En otras ocasiones, manifestamos algún aspecto del mal tesoro; esto demuestra que
necesitamos que el Espíritu de Cristo reine en esa área, y remueva la corrupción y nos
limpie, para que podamos andar en “vida nueva”
 (Romanos 6:4; vea también 2 Pedro 1:3–10). El apóstol Santiago escribió acerca de la
incompatibilidad espiritual y la mezcla de las dos naturalezas:
Con ella [nuestra lengua] bendecimos al Dios y Padre, y con ella mal-decimos a los
hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición
y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma
abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas,
o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
 (Santiago 3:9–12) Las palabras que decimos, incluso la forma cómo nos expresamos y
comunicamos con otros, de alguna manera reflejan la naturaleza  de nuestro
corazón.
“Porque de la abundancia del corazón habla la boca”
 (Mateo 12:34).
De modo similar, cualquier acción que tomemos, sea buena o mala, procede de una
motivación o intención de nuestro corazón. Esto significa

que todo pecado es concebido primero en el corazón. Jesús dijo:


“Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los
adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las
maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la
insensatez todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”
 (Marcos7:21–23). Por ejemplo, si usted tiene una actitud arrogante significa que su corazón
todavía guarda arrogancia; no reflejan su verdadera identidad en Cristo, que es
“humilde de corazón”
 (Mateo 11:29, ). Por otro lado, si muestra de manera consistente una actitud de
genuina humildad, entonces tiene un corazón humilde, que reflejan la naturaleza
de Dios en esa área de su vida. Del mismo modo, si usted proyecta una actitud de
resentimiento o ira, prueba que su corazón está herido y amargado; tal vez sienta la
necesidad de protegerse para no volver a ser herido, por lo que ataca verbalmente a los
demás. Y si se ve insensible a las necesidades de su familia y al evidente dolor a su
alrededor, eso muestra que su corazón se ha endurecido. tal vez se preguntará: “¿Cómo
puedo amar a Dios al punto de compro-meter todo mi ser —corazón, alma, mente y
fuerzas— cuando la condición de mi corazón es la que describimos?”.
En nuestras propias fuerzas ninguno puede; pero nuestro corazón será transformado cuando
respondamos al profundo amor que Dios nos tiene:
“Nosotros le amamos a él, por-que él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
Dios está listo, incluso ahora mismo, para cambiar nuestro corazón y hacerlo como el Suyo,
a través de una transformación
sobrenatural
. Sólo la obra del Espíritu Santo de Dios en nuestro interior puede realizar una
transformación total de nuestro corazón —y sabemos que nuestro corazón también es la llave
a nuestra alma, mente y fuerzas—. Dios quiere que le cedamos el lugar a Él y cooperemos
activamente en ese proceso de transformación. Dicho proceso comienza con el nuevo
nacimiento (vea Juan 3:3–7)y continúa a lo largo de nuestra vida a medida que crecemos,
diariamente, con el fin de parecernos cada vez más a nuestro Padre celestial .Una mujer
llamada Victoria experimentó un cambio en su corazón que la llevó a un encuentro con Jesús
como su Salvador y Rey. Ésta es su historia:
El monitoreo de nuestro corazón
Sabemos que, en general, la condición de nuestro corazón físico de-termina la salud de
nuestro cuerpo. Incluso en los exámenes de rutina que nos hacen en la consulta médica, nos
revisan el pulso cardíaco y la presión, como medios para determinar nuestra salud en
general. Y si descubren un problema —si nuestras pulsaciones son altas por ejemplo— nos
recomiendan hacer ajustes en nuestra dieta o ejercitarnos con mayor regularidad. Es más,
cuando alguien se interna en un hospital, las enfermeras y técnicos en medicina
continuamente registran los signos vitales del paciente. Entre otras cosas, monitorean la
actividad eléctrica de su corazón, para determinar si su pulso cardíaco es constante y si está
dentro de los rangos normales. Si no fuera así, es probable que comiencen a administrarle
medicamentos u otros tratamientos.

De la misma forma, con regularidad tenemos que evaluar la condición de nuestro corazón
espiritual. Mantener un corazón saludable delante de Dios es un asunto de cuidado. Debemos
monitorear la actividad de nuestro ser interior y evaluar si estamos viviendo según la vida y
los propósitos de nuestro Padre celestial. Un proceso continuo

El verbo
monitorear 
 significa “mirar, observar, escuchar o revisar (algo)con un propósito especial, durante un
periodo de tiempo”. Entonces, monitorear nuestro corazón es un proceso continuo; es algo
que deberíamos hacer voluntariamente, y siempre en conjunción con el Espíritu Santo de
Dios que está dentro de nosotros, con el propósito de ser cada vez más como el Padre. Nadie
sino Dios puede “ver” y conocer, en verdad, nuestro ser interior. Después de establecer que,
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
 (Jeremías 17:9), la Escritura dice:
“Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su
camino, según el fruto de sus obras”
 (Jeremías 17:10).
Dios nos conoce por completo; por lo tanto cuando descubrimos un problema en nuestro
corazón —ya sea que lo hagamos leyendo y estudian-do su Palabra, por convicción, o a
instancias del Espíritu Santo— debemos tratarlo, para que podamos llevar una vida gozosa y
productiva delante de Dios, y mantener una relación cercana con Él. Sólo si estamos
espiritual-mente sanos, podemos permanecer alertas y listos para responder al mover del
Espíritu de Dios en nuestra vida y en su iglesia.
 Los problemas de la vida
El libro de Proverbios dice:
“Sobre toda cosa guardada,  guarda tu cora-zón
 ; porque de él mana la vida”
(Proverbios 4:23). Veamos el mismo versículo en otras dos versiones:
“Por sobre todas las cosas
cuida tu corazón
 , porque de él mana la vida”
 (NVI).
“Por sobre todas las cosas
cuida tu corazón
 , porque de él mana la vida”
 (DHYLa palabra traducida como
“guarda”
 o
“cuida”
 incluye la idea de proteger o mantener. El sentido combinado de estas traducciones de
Proverbios4:23 es que nuestro corazón necesita ser supervisado con diligencia, y re-quiere
ser defendido del ataque de fuerzas espirituales negativas y de cualquier otra cosa que lo
pueda dañar. Ahora, observemos el contexto más amplio del versículo anterior:
Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos;
 guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a
todo su cuerpo
. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.
(Proverbios 4:20–23) Observe que hay criterios específicos según los cuales
vigilaremos nuestro corazón. Quien habla en Proverbios 4 anima a su hijo a guardarla
palabra de su padre en su corazón y a buscar
“sabiduría”
 e “inteligencia”.
 (Vea Proverbios 4:4–6). Únicamente así crecerá como hombre justo. Sólo cuando
guardemos la Palabra de Dios en nuestro corazón y sigamos sus mandamientos y su
sabiduría, nuestro corazón producirá
“manantiales de vida”
1
.
Ahora, observemos el contexto más amplio del versículo anterior:
Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos;
 guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a
todo su cuerpo
. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.
(Proverbios 4:20–23) Observe que hay criterios específicos según los cuales
vigilaremos nuestro corazón. Quien habla en Proverbios 4 anima a su hijo a guardarla
palabra de su padre en su corazón y a buscar “sabiduría” e “inteligencia”.
 (Vea Proverbios 4:4–6). Únicamente así crecerá como hombre justo. Sólo cuando
guardemos la Palabra de Dios en nuestro corazón y sigamos sus mandamientos y su
sabiduría, nuestro corazón producirá
“manantiales de vida”
1
.
Proverbios 4 también dice:
“Mas la senda de los justos es como la luz o de la aurora, que va en aumento hasta que el día
es perfecto. El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan”
 (Proverbios 4:18–19). Nuestro corazón determina el camino de nuestra vida; por lo tanto, es
nuestra posesión más preciada y nuestro recurso más crucial.
La condición de su corazón será la condición de su vida.
La vida comienza en el corazón
Sabemos que el pecado comienza en el corazón, pero la vida de Dios también empieza allí.
todos tenemos áreas en nuestra vida que debemos alinear a los caminos de Dios. Ese tipo de
cambio puede ocurrir sólo a través de la transformación sobrenatural del corazón. Como
expliqué anteriormente, la condición de nuestro corazón afecta todos los aspectos de nuestra
vida. Por ejemplo, una enfermedad física a veces puede tener su origen en la falta de perdón
en el corazón. Una vez, mientras enseñaba acerca del corazón espiritual durante un servicio,
el Señor me guió a demostrar que muchas enfermedades, incluyendo las mentales y las
emocionales, están conectadas con la falta de perdón. Llamé a todos aquellos que tuvieran
diversos males, como una aflicción física o una depresión, y los guié a arrepentirse de sus
pecados, a perdonar a otros, a pedir perdón y a renunciar a la amargura y la falta de perdón
que guarda-ban en su corazón. Sin exagerar, luego de esto, y de hacer una sencilla ora-ción a
Dios, alrededor de 250 personas fueron libres. ¡Al instante fueron sanadas de diabetes,
artritis, depresión y muchas otras afecciones! Otro claro ejemplo de esta verdad se puede ver
en la vida de una empresaria llamada Les ley, quien asistió a un retiro de Sanidad Interior y
Liberación que realiza nuestro ministerio periódicamente. Ella escribe: “Antes de conocer a
Cristo, tenía resentimiento, dudas y amargura hacia mi familia. Era tanto, que hasta llegué a
perder la vista en cuestión de sema-nas. Después de consultar a varios médicos, descubrí que
no había colirio lentes ni operaciones que me pudieran ayudar, ni nada más que pudieran

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