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mento -?

o había dicho una palabra, gritó: "Pero doctor, la


campesma de la que usted habla es mi madre."
»No era ninguna casualidad que ese hombre hubiera
elegido por esposa a esta mujer. Naturalmente, no sabía
que, cinco años después del matrimonio, se manifestarían
en ella los mismos síntomas» (440).
Cierto que t?do esto puede parecer extraño. ¿Pero hay
realmente motivos para asombrarse? Todos los sabios del
mundo lo saben: allí donde se vaya, el individuo sólo se
en;uentra realmente con él mismo. ¿Cómo el escritor po- CAPíTULO IV
dría ent.regar en su obra otra cosa que él mismo, es decir,
un. reflejo de su naturaleza genética? ¿Cómo el destino P> Del individuo a la sociedad.
dna ser otra cosa que una confrontación de uno mismo Biología de la interacción
con uno mismo? En demasiadas ocasiones, concebido
como una manera de salir del propio circulo cerrado de su
existencia, de hecho ocurre a la inversa: el destino consti- «El profesor niega que hubiera premeditado el asesinato
tuye una forma de regreso hacia uno mismo a través de un de su rnujer.» Con este título, Le Figara del 27 de mayo de
tortuoso camino. Por lo demás, es ahi donde reside su 1977 informaba sobre la comparecencia de un notable
grandeza. ante la Audiencia de Rennes. El profesor en cuestión ha-
bía estrangulado a su mujer un año y medio antes. Y ahora
su abogado luchaba l(para conseguir que se admitiera la te-
sis del acto instintivo cometido bato el dictado de una pul-
sión incontrolada» (Le Figara). Por lo demás, el experto
psiquiatra no descartaba esta hipótesis. Todo lo contrario.
Dos años antes de cometer su crimen, el profesor, en ma-
las relaciones ya con su esposa desde hacia algunos meses,
volvía de un viaje a Australia. Traía un boonurang. Y un día,
alrededor de la media noche, después de algunas horas de
trabajo intelectual, incrustaba el instrumento en el cráneo
de su mujer. «Estaba casi inconsciente, cuenta el profesor
durante su proceso. Sólo desperté al ver correr la sangre.
No experimenté ningún odio. Soy incapaz de decir 10que
realmente ocurrió....» La esposa se recuperó. El profesor
también (los periódicos indicaron que los médicos le ha-
bían prescrito algunos comprimidos de aspirina...).
Pero dos años después, en la mañana del 19 de agosto de
1975, estranguló a su mujer. «Súbitamente, declaró, mis
manos apretaron, apretaron hasta que ella murió.» A con-
tinuación el profesor enterró el cuerpo de su mujer en el

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jardín, en la posición de las momias incas que ambos ha- tario conturbado por un asunto más triste que cómico. P,?r
bían contemplado en América del Sur. Después se mar- lo demás, pecaríamos singularmente de falta de elegancia
chó, con su amante, a un Congreso en Italia. aprovechándonos de esta situación. Por si todo esto fuera
Al cabo de unos meses se descubrió el crimen. El asunto poco, en cierta medida, incluso las ideas más .rechazabl7s
hizo correr mucha tinta en la gran prensa, sin hablar de la pueden contribuir a hacer avanzar a la ciencia. Mas, sm
prensa especializada en este tipo de sucesos. Pero nadie ob- querer demostrar nada, ¿cómo n? pensar fJ.Ul las Iryes naturr:/~s
servó el elemento más paradójico de este triste suceso. Se son a VICes tanfuertes que me/uso qUienes tes megan pueden servlett-
describió minuciosamente la personalidad del profesor- mas de ellas?
asesino, sus relaciones sexuales, un poco extrañas en este
universitario provisto de una increíble cabeza de intelec-
tuaL. Pero nadie comentó nada sobre sus ideas. Sin em- La agmividad humana o el mito del hum salvaje
bargo, no se trataba de un universatario de segunda fila: el ante la prueba de I()S hechos
profesor en cuestión dirigía el laboratorio de etología más
importante de Francia, en cuanto al número de investiga- ¿Es natural la agresividad humana? No es pequeña, en
dores. este terreno, la siguiente paradoja: quienes defiende~ la
Precisamente, estos investigadores y el mismo profesor teoría de la no agresividad natural del hombre son precisa-
dieron que hablar a finales del año 1973 por su hostilidad mente, muy a menudo, los que proceden cO,n una gran
respecto a uno-de los tres laureados con el premio NobeJ agresividad. Los radical-cientifistas y sus homologas euro-
de Medicina: el austriaco Konrad Lorenz. Motivo: por sus peos han resultado ser maestros en la orga.nizaci?n de rna-
escritos, Lorenz habría alentado la ideología nazi; e inclu- nifestaciones belicosas, acompañadas de violencia verbal y
so todavía persistía haciendo hincapié en la importancia física, frente a todos aquellos que, en un plano c0!:Tiplet~­
de lo innato en los comportamientos humanos. El propio mente teórico se atreven a relacionar la posible existencia
Lorenz había publicado un libro titulado La agresión, una de una especie de instinto agresivo. Lorenz, y más recien-
historia naturaldelmal, en el que explicaba que la agresividad temente los socíobíólogcs, Edward Wilson a la cabeza, se
humana tenía una base biológica e incluso genética. De han llevado los palos de estos cruzados. . .
opinión opuesta, el profesor de Rennes pensaba que la Cuando se piensa en la cuesti~n de l~ awesIvldad hay
agresividad humana tenía únicamente, o en todo caso que tener siempre presente este upo de Incld.e~tes '. ~e la
principalmente, una base cultural. El hombre no podía ser misma manera que hay que recordar la partl~lpa~lon de
asimilado a un animal. Su agresividad no tenía nada de na- los movimientos llamados pacifistas en la genesls de la
tural; no era instintiva. Hoy, los abogados del mismo pro. mayor parte de las guerras. Y, en fin y sobre.todo, hay que
fesor intentan, no sin éxito, que se admita la tesis del acto entender la situación actual en el planeta Tierra. Nuestro
instintivo. continente europeo quizá tenga la impresión de atravesar
Hay que desconfiar de las anécdotas, y nunca es bueno una era de paz. Pero la Tierra está en guerra un poco IJ:Or
intentar utilizarlas como elementos de demostración. Por todas partes. Y allí donde no la hay, no son las vlolenCl~s
añadidura, los argumentos destinados a defender un incul- de todo tipo lo que falta. Por todo ello, forzoso es.d.eclr
pado no podrían ponerse en el mismo plano que los he- que si la agresividad no esnatural, en alguna P!'rte debe existir un
chos de la experiencia. Por eso, al sacar a colación esta his- mal genio que se esfuef':VJ ffl sembrar la .eonftlJ1o~. . '
toria, nuestra intención no es servirnos de ella como de Frente a este tipo de comprobaciones, filosofas y etno-
una prueba y, menos aún, intentar abrumar a un universi- lagos han tomado la costumbre de explicar que todos esos

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conflictos sólo existen a causa de la perversa complejidad laciones agresivas. Por añadidura, como ha puesto de re-
de nuestras sociedades modernas. Por lo demás, en las tri- lieve justamente Gregory Bateson, el hombre no es «natu-
bus llamadas primitivas, o antes, en la época del hombre ralmente agresivo» en el sentido de que ese rasgo de carác-
prehistórico, todo debe o debía ser muy diferente. Es el fa- ter se rnanifteste en lo absoluto: es un elemento de la rela-
moso ?1ito del buen salvaje lanzado con gran éxito, como ción con los demás (23).
es sabido, por Jean-Jacques Rousseau. En el juego social la agresividad es precisamente el com-
. Fon:oso es pensar que este mito debe contener algunos portamiento esencial. Marca con su impronta todas las re-
ingredientes fascinantes, a juzgar lo poderosamente que ha laciones entre hombres o, de una manera más general, en-
marcado las mentes en todo el mundo. Algunos etnólogos, tre mamíferos que entran en contacto. Lo que no signifi-
sobre todo los influidos por Franz Boas, han intentado ca, por supuesto, que se enfrenten de forma directa, sino
proporcionarle un soporte teórico. Así, Margaret Mead más bien que se husmean, calibran sus fuerzas. Espontá-
ha emprendido la tarea de describir la vida en las islas Sa- neamente, y casi inevitablemente, dos desconocidos que se
moa como una existencia dorada, igualitaria, no belicosa, encuentran empiezan por intentar compararse en cuanto a
u:naexistencia sin competición sexual y en la más perfecta su nivel jerárquico, reflejo él mismo de su agresividad. Por
libertad de costumbres (329). Durante años, se han utiliza- lo demás, los primeros intercambios verbales suelen estar
do sus investigaciones para defender la visión rusoniana marcados por una cierta animosidad. Excepto en el caso,
del universo. Cansado de todo esto, en 1983, el etnólogo por ejemplo, de superioridad manifiesta de uno de ellos.
Derek Freenan destruyó el mito: Mergerer Mead no habría Induso, y qukP sobre trJdo, cuando fingen ignorarse, 1M seres soaaies
realmente estudiado la cuestión por sí misma. No hablaba no dejan nunca de hmmearse.
la Iengua de los naturales y se limitaba a escuchar, desde el Pese a lo cual no hay que creer que esa omnipresencia
mirador de una villa colonial, los testimonios de mucha- de la agresividad se traduzca en una frecuencia particular
chas educadas en la misión protestante. En realidad, en de los enfrentamientos o por desbordamientos sistemáti-
Samoa no había ni libertad de costumbres, ni Paraíso te- cos. De hecho, lo que verdaderamente ocurre es lo contra-
r~stre algun~. ~a pobla.ció~ no estaba en absoluto despro- rio. Los comportamientos de agresividad permiten el esta-
vista de agresividad. Mas aun, durante los años en que es- blecimiento de jerarquías. Ahora bien, una vez instalado
tuvo allí Mead, habían estallado varias guerras temibles. en su puesto, el líder hace cesar los conflictos. Por consi-
Pero desde donde ella vivía, no podía, o no quería ver- guiente, en un grupo donde la jerarquía aparezca clara-
las (161). mente establecida habrá siempre menos peleas. Así, el ani-
Allí donde seha mído encontrar buenM saJWljes de aCMerdo ron el mal social resulta favorecido por la selección natural. El
I1IrJdelo rusoniano, ha habido que desencantarse. No hablemos de balance de la reducción del número de enfrentamientos
determinadas tribus tan guerreras como los Yanomami de graves constituye una especie de ahorro biológico. A este
América del Sur que se exterminan gozosamente (77). In- respecto, es digno de atención el hecho de que en las l~­
cluso las sociedades consideradas como pacifistas, las de chas por el poder supremo, muy frecuentemente, el aru-
los Bosquimanos, por ejemplo, son teatro de frecuentes fe- mal vencedor perdone la vida al vencido.
nómenos belicosos (140). Factor de orden, en cierto sentido, la agresividad se si-
En realidad, como ha demostrado Konrad Lorenz y los túa en los antípodas de la violencia que constituye precisa-
demás etnólogos, los seres humanos son «naturalmente» mente una actividad dirigida a la desagregación del cuerpo
agresivos. Lo que no significa en ningún caso que sean social. Por lo demás, la agresividad aparece también en el
malvados o que mantengan en cualquier circunstancia re- origen de los comportamientos amistosos. En efecto, gra-
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cias al establecimiento de jerarquías, es ella la que permite
el reconocimiento individual. Poco marcado en los verte-
brados inferiores, este reconocimiento lo es más entre los El imperativo territorial o la inlntsi6n de lo Jimbóliro
pájaros y los mamíferos. Conociéndose individualmente, en la vida animal.
los vertebrados superiores pueden, por tanto, tener rela-
cienes preferenciales. Y en ocasiones amistosas. Hemos visto ya que una de las consecuencias de la ~gre­
¿Está vinculada la agresividad a frustraciones? Algunos sividad es el establecimiento de la jerarquía, muy manifies-
psicólogos, a menudo influidos por el psicoanálisis, pero ta en muchas sociedades animales (sobre todo en los ~am­
t~mb~én algunos biólogos, as¡ lo creen. Contabilizan expe- has). La otra consecuencia e.sencial es .el COffip?rtamIent?
nencras en las que el animal estresado por shocks eléctri- territorial. En general, el animal agresIvo conslgue.adqUl-
cos, ? situaciones penosas de las que no puede librarse, da rir un territorio. Frecuentemente, esta parcela de ~I.erra le
e~ecuvamente pruebas de agresividad sobre un congénere, da indirectamente la posibilidad de posee~ tambl~n una
SIO embargo, manifiestamente inocente. En el mismo sen- hembra. En muchas especies los machos SlO ~r?pIedades
tido suelen interpretarse otros estudios, entre ellos los diri- individuales forman una especie de clan de célibes hasta
gidos por P. Karl¡ en Estrasburgo (255). Consisten en apli- que consiguen también acceder a la pro~i(!d~d. En otr~s, el
car a un.a.ni~al tratamientos químicos y observar después territorio se defiende en grupo. El terrrrono se c?nvlerte
las modIficaCIOnes de su comportamiento. En rodas estos entonces en el equivalente, no de la propie.dad privada de
casos, parece lógico hacer de la agresividad la consecuen- los humanos, sino de la nación o del clan. ~n ambos ~a.s?s,
cia de una acción del medio y, más concretamente, de una el valor del territorio no reside en su propIa C??1posJClOn.
frustración. Si se intenta generalizar la situación, estos es- Está cargado de sentido. Tiene un valor simbólIco. Lo que
tudios, por supuesto, son rechazables. consiste en colocar a legitima la comparación h?mbre-ani?1 al. ..
animales en situaciones manifiestamente no naturales, si. El descubrimiento de la importancia y extensron de los
tuaciones sin salida, o incluso en aplicar un tratamiento comportamientos territoriales sorprendió (10, 316). Na-
que podría interpretarse como imitativo de un fenómeno die se esperaba que los anima~es fue~an hasta e,se punto t.an
bioquímico que conduce a la agresividad en el animal. semejantes a nosotros. Al rrusrno tle~po, cala otro mito
No obstante, estos trabajos no carecen de interés. E in- rusoniano: el del hombre que, por prlme:a v~, cer:a. ~u
cluso, e~. cierto sentido, la insistencia en el papel de la campo y crea la socied~d privada... Est~ episodio. la VISIO?
frustración, aun~~e ~enga una connotación algo peyorati- rusoniana, no se produjo nunca en realidad. Por una senci-
va, resulta también Interesante. Porque, después de todo, lla razón: porque el cercado aparece antes. qee el hombre.
¿qué es acaso una frustración, sino una insatisfacción? Es Cuando el Hamo Sapiens nace, ya era terr-itonia]. S~s ante-
decir, algo que conduce a una necesidad. Desde este punto pasados y todo tipo de mamíferos men,os evolucionados
de VIsta, tal es lo que ocurre con la agresividad. habian marcado ya cercas con sus secreciones glandulares,
sus deposiciones o sus combates, en todos los lugares del
planeta. , .
Nuestra Tierra está formada por múltiples capas de se-
dimentos amontonados. Y, quizá sobre todo, es ell~ga~ de
depósitos de vestigios visibles o invisibles. que delimitan
las fronteras superpuestas que miles de m¡]lo~es de. se~es
vivos han elaborado en todas partes. Si se pudiera dibujar
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el mapa de todas las fronteras animales, podria uno pre- Por el contrario, para comprender mejor al Horno Sa-
guntarse si en lasuperficie del planeta queda un solo pal- piens mucho más útil resulta ~a uti.lización de los ~atos
mo de terreno sm vestigios. biológicos. En este terreno, la biología es doble~et.lte mre-
Como se ve, el hombre que nos revela la etología puede resanre. En primer lugar, en el plano metodológico pro-
parecernos francamente decepcionante, bastante malva- porciona los medios para una ~p~oximaciónobj~tiva a .los
do, manifiestamente egoísta y finalmente muy animal. comportamientos, algo muy distinto a ~sa especie de eJ.er-
Pero también pueden considerarse las cosas de diferente cicio de estilo en el que durante tanto tiempo han venido
manera. y, por qué no, sentirse orgulloso de pertenecer a complaciéndose los adeptos de las ciencias h~.l.manas (al
una especi~ que se ha lanzado auna peligrosa aventura, menos en Francia). Y, además, porque el estudio de los fe-
que ha utilizado en beneficio de sus descendientes las con- nómenos de convergencia nos permite útilmente conocer
tingencias de la enfermedad, la guerra y las glaciaciones mejor el origen de esos comportami.ent,?s. Un ejemplo: el
para llegar a un estado no conocido antes en la evolución. sentido del territorio o de la JerarqUla. El hecho de que se
Una evolución así considerada parece más bien una saga. trate de atributos tan extendidos entre los vertebrados de-
Por tant?, n~ nos avergoncemo~ de nuestra pasada y pre- muestra que los hemos adquirido de nuestro pasado ani-
sente animalidad: es el tesnmoruo de la grandeza de quie- mal. Y por la misma razón demuestra ta,"?bién que las sen-
nes supieron hacerse un nombre. tecias de Jean-Jacques Rousseau sobre la .Igualdad entre los
primitivos y el origen de la propiedad privada no se tienen
en pie. Convengamos que .esos atnbu.tos. d.esembocan en
Antropomorfismo y ratomorfismo: ¿ti el hombre un anima/? algo diferente a las declaraciones de pnnclpJO re.spe.cto a la
animalidad del hombre. Por lo demás, esto no sIgmfica en
En amplia medida, la etología ha descubierto al animal absoluto que el hombre carezca de comportamientos pro-
en el hombre. ¿Quiere esto decir que ha reducido el uno al pios ni que pueda practicar tal o cu~l.comportamiento a su
otro? Tantas cosas se han dicho a este respecto, y a menu- manera. El Homo Japiens es un ser onglnal m la natura~. No
do mal dichas, que hay que volver sobre la cuestión. Se ha bay queintmtartrivialhflrle, y la b~o~og~a ~:ticularmmtl! no ~()J in-
acusado a Lorenz y a otros investigadores de sustituir el an- vita a nada que se paf'l!Z{a a una tnvza/ztqJczon: queuna esp~ae baya
tropolflOtjñmo habitual por un verdadero ratomotjñmo tan re- podido ascender tanto supone sobre. todo "" proetqJ,y n.o la. l~te:ven­
duccionista como él. ción deun artefacto sinimpor/anclO. Asz pues, elestudl() blologlCO del
En mi entender, la cuestión no consiste en saber si la /x;mbre notiene como oijetilJ() reducirle a algo mm simple, sino, por el
ciencia animaliza al hombre. Ni siquiera saber si el hom- contrario, romprenderle en toda su complejidad. . .
bre es un animal: evidentemente, esto es algo que se sabe Ser original en la narura~eza, el .~omo Sapiens esta en
ya desde hace mucho tiempo. El objetivo del enfoque bio- todo caso sometido en su VIda cotidiana no tanto al peso
lógico no es, por tanto, volverlo a demostrar. de los acontecimientos como a una serie de leyes internas.
Una cuestión de orden también evidente: si el hombre (118,336,447,482, etc.). Trátese de ~exualídad, ag.resivi-
es un animal, es también algo diferente a los otros anima- dad o violencia, de egoísmo o generOSidad, de trabajo o de
les. Además, por definición, todas las especies animales di- la vida familiar, del gusto por la gastronomía, los contac-
fieren entre sí. Por tanto, podemos elegir entre subrayar lo tos humanos los debates o incluso de la práctica del len-
que unifica o insistir en lo que separa al hombre del resto guaje por ges~os, nada de todo esto. es tot~l~ente fo~~ito.
del mundo vivo. Se trata de un asunto de apreciación y Tras las pequeñas naderías de la vida cotidiana se srrua la
todo debate a este respecto no puede aportar gran cosa. trama de un verdadero código de comportamiento. Tal es

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lo <¡ue enseña la etología y, de manera más general, la ob- resultado al éxito genético de las pob.laciones. En e! caso
servación científica o simplemente atenta de la especie hu- contrario, las especies han desaparecido. . ..
mana. «Lar ros/llmbres, afirma con razón el doctor Quentin Lo que explica una espec~e de apare~1te contradicción.
Debray, psiquiatra apasionado por la etología de lo coti- los animales son a la vez egorstas y altruistas, encantadores
diano, extram su coherencia de su lejana significaci6n bio16gica) y malvados. En realidad, ':'0 son r~alm~?te ninguna de las
(1 lB, pág. 183). Por tanto, hay una especie de rodigo de los dos cosas. Intentan opnrruzar su srtuacron y extraer e! ma-
comportamimto.s hU11lano.s y, pese a la variedad de los aconteci- yor beneficio genético posible. ~uando para ello es prefe-
mientos y a la aparente evolución de las costumbres, es un rible ser altruista lo son. Por ejemplo, respecto a sus pa-
código que puede descubrirse porque «en definitiva, frente rientes genético~ o indus? -altruis~o recíproco-
a las constricciones biológicas, el hombre utiliza respues~ respecto a compañero~ s~cIales susceptibles de ayu?a~­
tas de comportamiento cada vez más sutiles, pero cuyo les. Cuando resulta mas interesante ~r agresl':~ elimi-
sentido profundo es siempre el mismo. Los comporta- nando congéneres del circuito reproducido, ta~.bI.en saben
mientos varían en sus estrategias, pero tienen siempre la hacerlo, aunque sea al precio de! infanticidio (123,
misma significación» (118, pág. 184). Lo que, más allá de 176, 229).
las consideraciones respecto a la animalidad del hombre o
la existencia de un posible pensamiento o moral animal
(93,101-102,195,232,373,472), justifica la eficacia del El mito del especieismo
enfoque biológico. Pues, en efecto, e! análisis apuesta por
algo tan apasionante como simple de enunciar: el conoci- Vistas así las cosas, la naturaleza aparece efectivamente
miento de lo humano. como un universo sin complacencias en el que reina, Si no
La etología nos ha proporcionado ya una trama para es- el egoísmo de los comportamientos, al menos el egoísmo
tudiar de forma más objetiva nuestros hechos y gestos. Nos genético. Ya es hora de destruir tam~i.én en este terren?
presenta la colección de nuestros más llamativos compor- un tenaz mito ecológico, e! de! especleJ~mo. Los seres VI-
tamientos sociales. E incluso más que eso, puesto que ha vos no luchan por «el bien de su especie», como tan fre-
contribuido a mostrar cómo surgieron esos comporta- cuentemente se dice en los libros escolares e incluso no es-
mientos a través la selección natural. colares. No intentan realizar proezas c?mportamentales
Pero todo esto podría parecer una especie de puzzle. para que su especie sobreviva a todos los Imponderables.
A fuerza de comparar al hombre, como ha hecho Robert Para muchos comentadores el hombre sería el único ser
Ardrey, bien al Kob de Uganda, bien al zambo o allemur vivo que practicara una p.olítica escision~sta dirigida a fa-
¿qué se acaba por demostrar? Pues que las cosas no son vorecer no tanto a la totalidad de la especie como a su pr~­
quizá tan simples como parecen y que si en la naturaleza pio clan. Son irrrerminables los testim~nios e~ este sentr-
hay similitudes hay también diferencias. do. Por ejemplo, este pasaje de un~ enciclopedia de ecolo-
Sólo la moderna sociología ha conseguido cohesionar gía: «Al comenzar el invierno, los Insectos apr~vechan sus
este conjunto de hechos a veces tan dispares. Fusionando últimos días para preparar todo lo que se neceSIta:, ahm~n­
los datos de la etologia con los de la genética y la teoria de te, cobijo, calor para esas larvas que y~ nunca veran salir a
la evolución, ha hecho posible delimitar mejor e! conjunto la luz. Un instinto, sin méritos pero SIn fallos, les pone al
de Joscomportamientos sociales y explicar su variabilidad. servicio del porvenir de su especie. En cambio, el ser hu-
D~ hecho, la socio~iología muestra que los comporta- mano, llegado apenas a la tercer~ parte de su vi.da, deja de
mientos que se han Impuesto son los que más útiles han actuar para mejorar el mundo e incluso se dedica gozosa-

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mente a degradarlo, pero llamando a esto obra y sintién, demostrando que los individuos la rechazan visceralmen-
d?se orgullosa de ella».\163, pág. 43). Más significativo te. Considerada de esta forma, tras los discursos de facha-
aun resulta esta conclusión de Massimo Piatelli-Palmerini da, la humanidad aparece tal como ella es realmente: un
~ras un encuentro científico en el que se reunieron las me- vasto campo para los enfrentamientos individuales y las
Jore.s me.ntes de nuestro tiempo: «la supervivencia de la es- guerras tribales.
pecre deja de ser una obsesión (...). La unidad de la especie Espontáneamente, los seres humanos tienden a enfren-
se fragmenta en verdaderos cuerpos vivos, sedes de dias- tarse entre grupos. También en este caso, las sociedades
po.ras c~lturales y genéticas de los últimos milenios de la llamadas primitivas no constituyen una excepción. Como
exrsrencra humana» (363 bis, pág. 273). ha escrito juiciosamente Levi-Strausa: «La hUlllonida<i seaaa-
La ausencia de espíritu crítico es en este terreno real- ha en IaJfronteras de la tribu» (292, pág. 21). Los extranjeros
mente extrao~dinaria. ¿Có~o imaginar seriamente que los aparecen a menudo como no hombres, malvados, mala
seres VIVOS piensen en el bien de su especie o incluso en gente, etc.
«act~ar por el bien del mundo»? Cuando se exterminan en- En ciertos aspectos la xenobofia racial es la consecuen-
tre SI gozos~mente, yeso ocurre muy a menudo, lo hacen cia del comportamiento tribal. Hamilton, precursor de la
entre con~neres y no con sujetos de especies diferentes. sociología, y sus continuadores lo han mostrado claramen-
La selecClon. conduce ~ enfrentamienms tanto ínrraespect- te: el prejuicio de color está inscrito en nuestros genes,
ficos como mrerespecificos. Por lo demás, ¿acaso los ele- puesto que es un medio de perjudicar a competidores gené-
fantes que arruinan su medio ambiente abatiendo los arbo- ticos (205). Por lo demás, para explicar su omnipresencia,
les colaboran en la preservación general del planeta? La habría también que pensar en causas naturales (182, 207,
verda?es que los .seres vivos no sólo carecen de toda preo- 456).
~upaclOn P?~ el bien de su especie, sino que actúan con ob- La existencia de este prejuicio, que se traduce particular-
Jeto de debilitar a sus congéneres. mente en el hecho de que la mayor parte de los hombres
~e ha dich? que en la selección natural apenas interven- tiendan a rechazar el mestizaje, tiene consecuencias en
dr.la la bruta1Jd~d: la competición es sobre todo sexual, se cuanto ala cuestión de la definición de razas. Como ya he-
m.lde ~r el numero de descendientes que sobreviven. mos dicho, este libro se interesa fundamentalmente en
Cierto. I ero cómo no ver que se trata de una forma suave todo aquello que, en biología, puede relacionarse. De ahí
de pre.sefoltar .I~s cosas. Aunque no hay genocidio directo, nuestro recelo, reforzado por el carácter a la vez nomina-
hay eliminación de los unos en beneficio de los otros. En lista y darwiniano de nuestro enfoque, respecto a las tenta-
verdad, contrariamente a los gritos de alarma de los ecolo- tivas npologísrae. Por tanto, entre otras, respecto a las cla-
g~stas, la única especie un poco especieista es el Horno Sa, sificaciones raciales. En nuestra opinión, no pueden tener
plens, que cree en la utilidad de defender a todos sus con, una significación absoluta. Tiene que haber intermedia-
géner,es. Al menos, de palabra. No en los actos rios de todo tipo. En fin, conocedores del polimorfismo
AsI .sale. a plena luz un fenómeno completamente ex- genético de la especie humana, sabemos que no podrían
t~aordlOano y s?bre el que tendremos que seguir pregun- existir en ella razas puras. De ahí que hayamos sido tan
tandon?s todavía durante mucho tiempo: la especie hu- concisos al presentar algunos elementos de antropología
mana solo exrsre realmente en la mente. La revolución no, racial (capítulo 1); más sumarios que respecto a las clases
mi?~li.sta promovida por Darwin induce a poner en tela sociales, que son, sin embargo, objeto de muchísimos me-
d~.JUlCIO, en cuanto al fondo, la realidad absoluta de la no- nos trabajos. Porque lo relacional nos parece aquí más sig-
Clan de especie; el estudio de los comportamientos acaba nificativo que lo que pudiera proceder de una hipotética

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es~n~ia. Y por eso mismo, lo social nos parece también mente un poco arbitrario del enfoque tipológico: de he-
mas Importante que lo estructural. cho, cuando la clasificación racial yel principio mismo de
¿quiere esto decir, Como cada vez más frecuentemente la realidad del fenómeno racial son rechazados, es por te-
se ~flrm~ que las razas no existen? Actualmente hay inclu- mor al racismo. Ahora bien, y la paradoja no es pequeña, si
so lnvest~gadores que pretenden ser incapaces de distin, la clasific(J(ión racial no justifica neeesanamente el r(J(ISmo, es seguro
guIr las diversas razas humanas. Lo que, en una perspecti- que elracismojustifica la clasific(J(ión racial, pumo queconsituye una
va relacional, plant~a un problema importante. Porque el prueba delP(JJibk reconocimienkJ de las diferencias. Con lo que se
hombre de I~ calle SI es capaz de llevar a cabo distinciones afirma, también en este terreno, la importancia de los pro~
de ese tIpO. En estas condiciones, y puesto que son vividas cesas de interrelación.
CO m ? tales, forzoso es pensar que son factibles tales dife-
renc~acJ(:mes.. Yeso es en definitiva lo que importa. Por lo
de~a~, sr los individuos tienden naturalmente a establecer El hecho sexual
clasl~l.caciones raciales y orientan su comportamiento en
funclon.de esta distinción, aunque puedan no tener razón, Con igual mirada conviene considerar ese vasto sector
resultara de :110 necesarJam~~te una segregación genética de la ciencia que puede designarse como la biologia de la
y, por eso mismo, la formación de razas humanas. Dicho diferencia y que concierne al estudio de todo el polimor-
con .otras palab~a~, ecoqce las diferencias que el público fismo humano: individual, racial, social y sexual. Debe-
percibe Sean rmmmas e Irracionales, necesariamente tie- mos decir aquí algunas palabras respecto a la diferencia
n.e~ que suscitar otras, más importantes: la realidad socio- hombre-mujer. Se conocen ya los orígenes biológicos fun-
!ogJca segre~ obligatoriamente la diferencia biológica. E damentales de Iadicorotomía. En última instancia residen en
I~cluso es mas Importante que la realidad corporal. En el hecho de que la mujer posee dos cromosomas llamados
cierto .modo, ¿qué imponancía tiene que las razas huma- X mientras que el hombre tiene un solo cromosoma X y
nas eXIs~an o no existan SIlo que se ventila en el problema otro cromosoma diferente llamado Y.
no es mas que una querella de sabios taxonomistas> Mas si Se ha discurseado mucho respecto a la significación de
la percepci.ón de la diferencia desemboca, por el contrario estas particularidades del dispositivo cromosómico. En la
en ~na actitud respecto a lo vivido, sea esta actitud de tipo línea de Simone de Beauvoir, ha habido escritoras femi-
rac~s~a o annrracrara, el debate no tiene ya nada de fútil. nistas que incluso han llegado a negar pura y simplemente
Q~rza el (eetor se sorprenda de rocontrar aquíute juicio, pero, para esa diferencia. Bajo la influencia de este tipo de ideología,
"'.~, lo soáaJ.prevalue s~ lobiológico. Porque leaporta su significa- lo más que se reconocería es que hombres y mujeres se dis-
Clon. Arratga en una realidad tanto más sólida cuanto quenoes neu- tinguirían en los planos sexuales y físicos. Pero en cuanto a
tra. Lo que equivale a decir que, contrariamente a lo que se afirma admitir otras diferencias, sobre todo en el terreno de la
tan a menudo, no Ir; barra. psicología, quedaba totalmente descartado.
L~ antropología se nutre de la sociología en la misma Pero los progresos de la endocrinología, la ncuroffsiolo-
medida o incluso en ~ayor medida que la sociología se nu- gía y la sociología indujeron a reconsiderar totalmente la
tre de la antropología. Lo que viene a confirmar que, se cuestión. La etologa Lionel Tiger ha puesto de relieve la
encare como se encare el problema, forzoso es concluir importancia del vínculo entre machos como consecuencia
que las razas de?en indudahlemenn- existir. Que puedan de la formación de grupos que recuerdan los de los cazado-
establecerse vanos upos de clasificaciones diferentes no res primitivos y cuya presencia puede encontrarse en la
debe, en cambio, extrañar: confirma el carácter necesaria, vida política, ámbito en el que las mujeres siguen partici-
96 97
pendo I?-uy poco (91, 447, 473); Donald Symons muestra
la amplirud de las diferencias comportamenrales hombres- bién argumentos directos respecto a la feminidad y la mas-
mujeres, cuyos rasgos pueden incluso detectarse observan. culinidad, es decir, no respecto al propio sexo, sino a la
do hom';S~xuales y lesbianas, los primeros proclives a rela- manera como éste es asumido. Por ejemplo, el hecho de
c~ones rápidas, furtivas y desprovistas de afecto a diferen, que en la raras sociedades que no atribuyen al parecer im-
era de las segundas, que desean una mayor afectividad y portancia a las diferencias de educación entre los sexos, se
u~a relación más larga (437);]ohn Money y otros endocri- observe no obstante la elaboración de la feminidad y la
nólogos revelaron la extensión de las diferencias hormo- masculinidad. Tal es el caso entre los Bosquimanos como
~ales, diferencias en relación con el comportamiento si se ha demostrado Patricia Draper (127). Las observaciones
nene e? cuenta que el índice de tesrosterona, hormona llevadas a cabo en los kibtuz israelíes tienen e! mismo sen-
m.ascuhna por excel.er:tcia, corresponde al nivel jerárquico tido (449). Aunque se hayan hecho allí esfuerzos en practi-
e Influye en la a~es1V1dad (50); I~s evolucionistas explica- car un igualitarismo oficial, finalmente, como ha escrito
~on que en un sujeto que cada veintiocho días produce un Melford Spiro, el «feminismo ha sido sustituido por la fe-
ovulo, lleva ~I niño en s~ vientre durante nueve meses y le minidad» (423).
educa después d~Hante anos,. y entre quien puede difundir Una prueba todavia más directa: las observaciones
sus espermatozoides en multitud de parejas (150, 229, 337) de Juliane Imperato-McGinley, de la Comell Medical
los comportamientos no pueden ser los mismos. Los neu- School, respecto a los casos de cambio de sexo en Santo
rofisiólogos mostraron la importancia de las diferencias Domingo. Debido a una particularidad hormonal, deter-
en I~ anatomía d.e los cerebros (166, 189, 276, 385), dife- minados «hombres» no pueden desarrollar órganos genita-
rencla~ ~e tal calibre que aparecen a veces a simple vista ... les viriles en e! momento de! nacimiento; se les toma por
Los psicólogos confirmaron la existencia de diferencias en muchachas y son educados como tales. Posteriormente, al
el terreno de la cognición (117,198,225,307,350,392, llegar a la pubertad, se convierten progresivamente en
r
453, 486) sobre todo la r;lativa ~e.bilidad de las mujeres muchachos: sus testículos se desarrollan y su clítoris se
transforma en pene. Aunque hasta ese momento hayan
en m~tem~tlcas (27), etc. En definitiva, se llegó a percibir
la evidencia y a hablar del hecho femenino (434). sido educados como muchachas, eso no les impide asumir
Aunque a menudo resulte muy difícil desmenuzar la e! pape! de varones.
parte .correspondiente a los factores biológicos y la corres- Exactamente como si la educación feminizante no hu-
pendiente a los factores sociales en las diferencias entre los biera tenido ningún efecto con relación al poder de las
sexos, algunos elementos permiten reconocerlas. El pn- hormonas (234, 235).
";1er ar~mento, el más fuerte, es teóríco: si esas diferen- Sólo «experiencias de la naturaleza» tan extraordinarias
eras ~xJsten, eso q~iere decir que ?eben proceder de algo, pueden realmente demostrar e! peso considerable de lo
que tienen una razon de ser evolutiva. Nada esencial existe biológico. Aunque, en cierto sentido, podamos someter
con inde~ndencia d~ la selección natural y, sobre todo, esas experiencias a la crítica que oponíamos a las precipi-
no un fenómeno tan Importante como la distribución de tadas conclusiones extraídas de la observación de los niños
los roles entre los sexos. lobos: se trata de casos extremos de los que no es obligato-
Pero se pueden también adelantar argumentos más di- rio deducir conclusiones generales.
rectame~te. demostrativos. Hay, por supuesto, el hecho En las situaciones «normales», la educación y la vida en
cromosonuco: las diferencias expresan indudablemente su conjunto contribuyen a la aparición de la identidad se-
particularidades genéticas. De forma más precisa hay tarn., xual por un proceso de reforzamiento. Así, cuando un tefe
primate aparece reforzado en su posición, se incrementa
98
99
su .indice ?e test~sterona. Simétricamente, cuando baja en do, y diferenciarse, par tanto, de las otros basta elpunto deque ~su/~e
la JerarqUla, su nivel hormonal desciende. Existe, pues, un dificil saber lo que, delmedio a la herencia, haproducido esta ;nteb-
nexo entre la situación social y determinados parámetros gencia, serhombre omujeres t~mbién comportarse como ho,!,bre omu-
bioquímicos tales como el índice de restosterona (54) y jer. Tener los respectivos atributos. Atrzbutos que son slemP~ y e~
también el de serotonina (324). Nexo que actúa en los dos todo caso la manera quetiene elindividuo deafirmar suyo, su identI-
sentidos: el indice de hormonas favorece la accesión al dad. Necesariamente tiene que haber un nexo entre la «na-
poder, pero los imponderables de un encuentro con un su- turaleza» biológica y los atributos de la que ésta se arodera.
jeto todavía más agresivo implican una modificación bio- Aunque suela decirse que el hábito no hace al monje, t~d?
química. Una vez más, e/animal sedefine en SN rela.ión con los el mundo sabe que esto no es cierto y que hay pocas posl.b1-
demás. udades de encontrarse con un monje que no esté vestido
Aunque, en mi opinión, esté perfectamente demostrada como un monje, es decir, para hablar de forma más gene-
la existencia de diferencias profundas y «naturales» entre ral, un individuo que no lleve el uniforme que correspon-
los sexos, en cierto sentido estoy dispuesto a considerar de a su estado. Por eso, no hay que tener como prueba de la
esas diferencias como reflejo de una actividad social parti- intervención determinante de factores ambientales el he-
cular. Incluso las que se observan respecto al cerebro o la cho de que los medios diferencien las condiciones. Por
bioq.uimica d.el organismo. Por lo demás, si el medio ejerce ejemplo, contribuyendo a afi~mar má.sque a borrar \~ ~if~­
una influencia, es forzosamente a través de una acción so- rencia entre los sexos. Pues sr el medio tendiera a rrururru-
bre la química del cuerpo (tal es la razón por la que en otro zarlas, más que a incrementarlas, eso significaría sen~illa­
ámbito muy diferente no se pueda deducir directamente mente que esas diferencias no tienen sentido. Es decir, en
de la existencia de una química de la locura, la no inter- cierta medida, que apenas existen. De ahi que sea absurdo
vención de lo social en el desencadenamiento de la enfer- decir cosas del tipo «como las mujeres han estado durante
~edad menta.l, puesto que si el medio ambiente desempe- mucho tiempo bajo la tutela de los ho~bres, sólo tras ge-
na un papel, tiene necesariamente que actuar por un meca- neraciones de igualdad sexual se podra realmente de~os­
nismo bioquímico). Mas allí donde otros ven una contra- trar que no hay grandes diferencias entre los sex.os». 51 esas
dicción entre lo biológico y lo social, yo sólo percibo una diferencias existen, no podrá haber realmente 19ualdad, y
necesaria complementaridad. Lo biológico es primario. una experiencia como esta nunca se realizaría. Sacar parti-
Influye en la acción de tal manera que ésta lo refuerza. Por do de su presente inexistencia equivale, por tanto, a negar-
ejemplo, en el caso de las influencias sexuales, favorecien- se a considerar seriamente la cuestión.
do, la mayor parte de las veces, los comportamientos este-
reot~pados .propios de los niños pequeños y las niñas pe-
E.
quen~s ., ¡nd~o ~e podria pensar, enNn caso extremo, quee/papel Significado de lo relacional
delobiologl(o se1Im1la a eso:favorecer laspracticas sociales qHe contri-
buyen ~ la diferencia hombre-mujer. Si asifuera, no por e/lo dqaria Al hacer hincapié en lo relacional más que en lo estruc-
deconSIderar losfactores biológicos como completamente determinantes. tural, llegamos a conclusiones opuestas a las de la mayor
Son ello; los.qNe indican elsentido, la especifiCIdad. Y todo ello por parte de quienes pretenden seguir este planteamiento. En
los mas diversos medios, comprendidos los desencadena- efecto, de manera implícita cuando no explícita, esa mayo-
dos por los factores del medio ambiente. ría deja entender que el hombre no sería naturalmente
De la misma manera que serinteligente esactuar como hombre in- agresivo, puesto que sólo resulta agresivo en relación con
teligen/e, elegir determinadas relaciones, un marco de vida determina- los demás (subentendido, no lo es en sí mismo, fuera de

lOO 101
contexto); que las razas no existen, porque no hay r~z~s
puras claramente definidas en lo absoluto; que la femini- El imperativo de reconocimiento
dad sería un mito, bajo pretexto de ser reforzada. p~r. la
masculinidad; que el cociente intelectual no significa Si lo social refleja el deseo de identificación genética es
nada, puesto que su elaboración está vinculada a.una de- porque lo relacional segrega la identidad. No s~l? somos
terminada sociedad; que los genes no determinan los capaces de percibir esas grandes diferencias genencas que
caracteres psicológicos e incluso orgá?icos, puesto que son las características raciales, sino que, al parecer, nos
sólo actúan en el marco de un medio ambiente con- unimos para detectar parentescos genéticos menores. Va-
creto, etc. rios estudios' realizados con monos, sapos, ratones y otros
Hay que insistir en el cacict~r trivial de este plantea- insectos confirman la existencia de un fenómeno de «kin
miento: es evidente que nada existe fuera de su conte:xto y rnognició1/), reconocimiento del parentesco (36, 57, ~8,
que, desde este punto de vista, ningún comport~m.lento 173,191,192,206,253,470,489,490) en cuyo rnecarus-
podría ser estrictamente innato. Pero pueden eXIstIr, en mo, todavía muy misterioso, intervienen sob~e todo los
cambio, predisposiciones para actuar de talo cual maner.a olores. De ahí que, en cierto sentido, pueda decirse que los
en una determinada situación, lo que prácticamente eqUI- genes tienen olor. .
vale a lo mismo. Por lo demás, parece que la evolución ha seleccionado
Mas hay algo quizá más grave. Todo ocurre como Ji determi- en un alto grado los fenómenos de acreditación genética
nados inliestigadores utili:qtran elplanteamiento relacionalpara negar de los individuos y organismos. Una de las grandes carac-
laimportancia delos elementos.que entran en .relación. El btch.o deque terísticas de los seres vivos, a excepción quizás de los más
la agmitlidad sólo tenga sentido en la medIda en que comtltuye .un primitivos, es su anhelo de individualización. Como .h~­
punto de enellentro no implica que deba considerarse como menos Im- mas dicho, el polimorfismo genético es rey. En su acnvr-
porlante. Que el cociente i.ntelect~al sólo tenga valor en .un dad bioquímica, nuestras células presentan el sello de estas
marco social dado no qUIere decir que carezca de t~o m- diferencias.
terés, etc.... De hecho, lo que habría que deducir es justa- Más aún: han implantado sistemas de una gran comple-
mente lo contrario. Porque en la relación que le une a otra jidad destinados a preservar su individualidad. Su ser mis-
cosa, el individuo no aparece nega?o, sino afirmado. AIJ- mo. Toda la inmunología moderna se ha desarrollado
mentándonos, no nos negamos m transformamos en la como la ciencia del si mismo y del no-sí mismo, lo que
materia del alimento que absorbemos. Transformamos ese equivale a decir que no ocurre ya como en los .tiempos de
alimento para hacer de él parte de nuestra propia susta?- Pasteur, en el que esa disciplina tenía como objeto e1.estu.
cia, fabricada por la actuación de nuestras enzimas .segun dio de los medios por los cuales rechazamos las agreslOnes
nuestra especificidad. La integración con lo otr?: solo ha microbianas.
contribuido, en este caso, a nuestra construccron. Y lo Este esfuerzo de distinción entre el sí mismo y el no-sí
mismo puede decirse en las relaciones sociales: al entrar.en mismo ha abierto perspectivas fabulosas en. el pr?Ceso de
relación con los demás nos afirmamos. La relación no JIlIl1tu- desarrollo de los injertos de órganos. Los investigadores
yt a nuestra identidad, la túJ sentMo. El encuentrrJ delos '!Jos» no con- no tardaron en darse cuenta de que el rechazo constituía la
duce a SIl desapanáón, sino a su revelación. Tales loqueocurre enlas regla general, rechazo que dependía en parti~ular de la
relaciones padre-niño, amigo-amigo, amigo-enemigo, etc... presencia de antígenos que marcan la sup~r~~le de nues-
tras células (los antígenos de histocomparibilidad, llama-

103
102
dos en el hombre antígenos HLA) y que estas células va- de ellas han intentado el chantaje inmunologico. Se han vestido
riaban considerablemente. Lo que quiere decir que difícil- de antígenos, lo que les confiere una sem.ejanzacon las.cé-
mente dos individuos podrían poseer las mismas y, por lulas de ciertas partes del cuerpo, especialmente al nivel
tanto, que difícilmente puede realizarse un injerto sin re- cardiaco. Así, e! organismo se encuentra enfrentado al si-
chazo (414). guiente dilema: dejar vivir las bacterias invasoras o cor~er
Un descubrimiento tal tenía por qué asombrar: los ín- el riesgo de autodestruirse. Cuando se trata de bacterias
jertas habían sido inventados por el hombre hacía poco; como los inevitables estreptococos de la placa dental, OrJ-
no había, pues, razón para pensar que la selección natural gen de la carie, es comJ;'rens~ble que prefie~an no hacer
hubiera puesto en funcionamiento un dispositivo tal. En nada. De ahí que esos microbios puedan proiJferar de ma-
realidad, se acabó por descubrir la razón de ser de ese siste- nera universal. Los parásitos han elaborado una táctica del
ma. Sistema que desempeña indudablemente un papel mismo tipo: cambian regularmente sus antígenos. En e!
esencial en la defensa contra los virus, como demostraron mismo momento en que las defensas inmutarias comien-
Rolf Zinkemagel y P. C. Doherty. Tan pronto como in- zan a reconocerles, se visten de otra forma.
fectan la célula, los invasores la utilizan para reproducirse. En todos los casos, la táctica es siempre la misma: con-
En efecto, éstos no pueden multiplicarse sin la maquinaria siste en viajar con falsos documentos, en aparentar lo que
celular de! huésped. De ahí que la célula infectada pueda no se es. Observemos a este respecto que e! tan conocido
considerarse como una fábrica de virus al servicio de! ene- mimetismo que reina en el mundo vivo procede de una
migo. Por tanto, conviene destruirla. Los antígenenos de táctica similar: el hacerse pasar por otro. Los pájaros pará-
histocompatibilidad desempeñan un papel esencial en esta sitos lo practican normalmente pintando sus huevos o su
operación. En efecto, cuando e! virus penetra en e! orga~ garganta de los mismos colores que los de sus huéspedes.
nismo, lo modifica a la manera de una cerradura que fuera Lo que equivale en definitiva a co.mprobar que, pa.ra mva-
manipulada por un ladrón. Asi, la célula invadida se hace dir o agredir a seres vivos, las tácticas puestas en pie por la
ajena a su propio organismo. Momento en que puede ser evolución no han consistido en propagar el altruismo y la
destruida por los linfocitos asesinos encargados de exter- bondad de alma, sino, al contrario, la perversión y la disi-
minar a los extranjeros. Así pues, evidentemente, la fun- mulación. Así pues, el reconocimiento del sí mismo cons-
ción primera de los antígenos de histocompatibilidad no tituye un fenómeno esencial que impregna nuestros orga-
es producir un rechazo del injerto, sino asegurar el recono- nismos en lo más profundo de sus células.
cimiento de un sí mismo alterado (383, 493).
El resultado es claro: se pone en pie una formidable má-
quina de guerra destinada al reconocímiento del sí mismo Decodificar los códigos ocultos de la vida Jocial
al tiempo que se crea un ejército inrnurario para las necesi-
dades de esa causa. La existencia de los fenómenos de «kin recogniciOflJi aporta
Los antígenos de histocompatibilidad son sólo uno de una dimensión suplementaria a la generalidad de los pro-
los elementos de esta prodigiosa maquinaria que atribuye cesos de reconocimiento. Sugiere que comportamientos
verdaderos papeles de identidad a nuestras células. Así, las bastante complejos pero frecuentemente misteriosos pue-
propias bacterias, reconocidas como extranjeras, son tam- dan explicarse a través de la participación en este recono-
bién destruidas. Pero durante la evolución de las especies cimiento de los genes de los otros.
esas bacterias, naturalmente, han intentado arreglárselas ¿Qué ocurre en e! hombre? Es sabido que e! niño y la
para evitar su destrucción, librarse de la trampa. Y algunas madre son capaces de identificarse reconociendo sus res-

104 105
peceívos olores (340, 369) o sus voces (63, t t 9). He ahí un
modo de relación insospechado hasta el momento y que La distancia genética ideal: endo y exogamia
sin duda interfiere en nuestra vida social. La comunica-
ción no verbal, que desempeña un papel frecuentemente Desde este punto de vista, losocial esmgmn medida IInaslln-
olvidado, pero en realidad no despreciable, puede tam~~én ta de relacio"nes de parentesco. Esas estructuras de parente.seo
intervenir. Permite mantener entre los seres todo un tejido tan apreciadas por los etnólogos ocultan de hecho una Im-
de relaciones no forzosamente comprendidas por el inte- portante realidad (157, 293). Y no sólo en ~~ hombre; es
lecto, pero muy claramente percibidas por los parten~ire.r claro que los animales las con~eden también la may~r
sociales. Por lo demás, constituye el modo de comunica- atención. Todo ocurre como sr los seres humanos mas
ción esencial entre los animales (13, 226). evolucionados oscilaran entre una cierta tendencia a la en-
Es verosímil que dispongamos de medios de reconoci- dogamia, que les hace pref~rir sujetos. próximos a ellos, y
miento mucho más finos y sutiles que lo que generalmente una tendencia a la exogamla, que les mduce a rechazar el
pensamos. Los psicólogos se interesan en la ac~ua~idad incesto. Notablemente bien estudiado en la codorniz por
muy detalladamente en los procesos de reconocil~l1ento Patrick Bateson, este fenómeno parece ser bastante gene-
individual y atracción mutua. Parece que determinados ral (24). Así, por ejemplo, mucho primates machos ab.an-
puntos, sobre todo a la altura del rostro, son los más reco- donan su grupo de origen (exogamia), pero .para rel:lmrse
nocidos. Quizá se trate de un verdadero código de reconoci- sobre todo con manadas vecinas, lo que qUIere decir que
miento. En otra obra he formulado la hipótesis con arreglo nunca se acoplan con sujetos genéticamente alejados (en-
a la cual, en cierto sentido, la vida política seria un vasto dogamia). Este fenómeno ha sido particularmente b.ien es-
sistema de reconocimiento genético que permitiría apa- tudiado en el caso de los monos vervees, demostrandose
reamientos, reagrupamientos entre parientes genét~cos que, antes de su partida, los machos jó~enes pasan u~
desconocidos (91)'. Dicho de manera más e/am, se tratarta no tiempo considerable observando a sus vectnos para local~­
sóh de IIna actividad vinclllmio a nuestra natllral~ biológica (114, zar así la tribu mas favorable. De hecho, suelen conseguir
309,360,381,418,446,467,468,473,476, 477), sin~tam­ introducirse, es decir, consiguen rápidamente poseer una
biinunaforma degue"a tribalinstalada enlasgigantescas sonedades hembra (294). .
en Ia.r que el conocimiento dirtcto de los lazos de parentesco rtsIIlte De manera general, los primatólogos admiten hoy que
completamente imposible. .. los monos dedican una considerable atención al conoci-
Encarada deestaforma, toda la vida socialseconvierte en IIn to/,do miento de sus relaciones de parentesco genético. Le habili-
de rtlaciones inscritas en unatramainvisible de vínclllos genéticos que dad que muestran en este ejerci.cio podría incluso ser el
los individllos intentan desenmascamr. La rtalidad de esta teJa de origen del desarrollo de determinadas facultades mteiec-
fondo visible explicarla la i"acionaJidad demuchos comportamientos.: tuales.
empart)amientos dlldosos y aparentemmte inútiles, acciones económI- 'Por qué es tan importante respetar escrupulosamente
camente ptrjudiciaks, pero realh:adas como por pasión, etc. la áistancia ideal constituida por una sabia dosis de endo y
de exogamia? Respecto al rechazo del incesto, las hipót~~is
I Esta interpretación se basa no sólo en el hecho de que exist~n «tipos po- clásicas son ya conocidas. Para Levi-Stra~ss, la operacl..?n
líticnso (5, 147) que he designado como las «razas del Hamo PolJtlCUS»,. ?eb,- que consiste en ir a buscar fuera al comp~?ero o compaI?~­
do sin duda, al menOSen parte, a un determinismo genético, sino ramblen cn ra sexual permite enriquecer la red familiar. P~ra los bió-
la hipótesis de que seamos capaccs de percibir dctcrmmados elementos del lagos, el rechazo del incesto evita los ínconveruentes de la
gcnoma de los hombres políticos.

107
lOó
consanguinidad. En efecto, ésta favorece en ciertos casos inconscientemente busca una pareja que posea la distancia
la aparición de taras. Ocurre que muchos genes «tarados» genética ideal.
sólo manifiestan efectivamente sus efectos nocivos cuan- Los estudios de los genéticos confirman esta tendencia
do están presentes en doble ejemplar (un gen procedente mostrando una cierta semejanza en los partenaim sexuales,
de la madre y otro del padre). Se dice que se trata de genes tanto en lo que respecta a la inteligencia (48) o la persona-
recesivoe. Y es incrementando las posibilidades de empa- lidad (388), como en lo referente a ~os diversos factores
rejamiento, entre portadores de genes receslvos idénticos, antropométricos (444). Entre los miembros de la pareja
como la consanguinidad ejerce sus nefastos efectos. existe una correlación positiva, y no negativa, respecto a la
mayor parte de los caracteres: así pues, se busca preferente-
Esta explicación biológica remite a otra pregunta: ¿por mente gentes más bien semejantes que distintas. . .
qué la «naturaleza» ha prohibido la consanguinidad? La y un detalle todavía más revelador: los mammoruos
respuesta más sencilla es que el hecho de poseer cierto gra- entre individuos surgidos de comunidades diferentes, pa-
do de polimorfismo genético permite a la poblaciones radójicamente, llevan a la misma conclusión. Hemos indi-
adaptarse potencialmente a un mayor número de situacio- cado ya que el paso de individuos de una clase social a otra
nes. Algo que puede observarse en la agricultura: cepas pu- corresponde en muchos planos a un ca~bjo biológic~ del
ras resultan perfectas en determinadas condiciones, pero sujeto que se asemejará más a su nuevo nivel que al ant~guo
son también más sensibles a cambios del medio en forma, (por la estatura, la inteligencia y por supuesto el éxito).
por ejemplo, de llegada de nuevos parásitos. Lo que por lo Asimismo los cruces interraciales suelen unir a individuos
demás se explica fácilmente: genes diferentes cubrirán un finalmente bastante semejantes. Algo que ha sido particu-
abanico mayor de aptitudes potenciales. larmente bien estudiado en Hawai, donde, en los mestiza-
Así, pues, la tendencia a la exogamia es explicable. Y jes, aparecen unidos hombres y mujeres que P,Dr los ~asgos
más fácilmente todavía la tendencia a la endogamia: dado de su personalidad presentan entre ellos mas afinidades
que los seres vivos están esencialmente preocupados por el que con la mayor parte de los miembros de su propio gru-
éxito de sus genes, tenderán a asociarse con quienes po- po étnico (6). En estos casos, curiosamentt! eljJtJJo de In barrera
sean los mismos intereses. Pero no de manera forzosamen- racial responde a una aproximatión genética. Por la mÍJma razón se
te sistemática: nunca es bueno poner todos los huevos en ha confirmado el hecho de que la razay el sentimiento depertenencia
una misma cesta, y una estructura genética particularmen- étnica no sean esencialmente un asunto decolor depiel. Se tratadealgo
te coherente tenderá a expandir sus genes en el mayor nú- mmgeneral queremite a la vezal conjunto deIOJ parámelToJgenéticOJ
mero de vehículos (es decir, en este caso, de individuos). y la vivencia individual.
Así queda justificada esa universalidad de la investigación Según nuestra manera de verlas COJas, habría que invertir mar °
de una pareja genética ideal que no debe ser ni un pariente menos completamente las opiniones habituales relativas a los procesos
próximo ni un extranjero. Lo que hacen exactamente la que estructuran las distinciones sociales. Así, mientras generalmente
mayor parte de los seres humanos, incluidos lo de las so- suelen considerarse estas últimas como destinadas a crear artificial'
ciedades occidentales en las que asombra comprobar, al mente categorías, diferencias no naturales, nosotros pef1JfJQJOs, por el
mismo tiempo que el rechazo del incesto, la tendencia a contrario, que la mecánica social no hace marquetraducir In existen-
una cierta homogamia -«Dios los cría y ellos se jun. cia real de una tendencia a la categorización. Lo que explicaría
tan»- (178, 389, 444) Yla rigidez de los circulas de matri- la afición -a menudo tan perversa- a etiquetar todo
monio. En las ciudades más cosmopolitas los empareja- sistemáticamente, especialmente en materia política. Esta forma
mientos no se hacen tampoco al azar, puesto que cada uno de proteger todo con puntos de referencia constitu;ye un me-

lOB 109
dio para orientarle /!11 ti ttjido relacional, necesario por la com- En cierto sentido, esto puede parecer bastante evidente.
pltjidad de la trama genética. Así, la semejanza. entre Después de todo la historia es también una serie de guer~a~
sujetos de iguales grupos sociales no hará más que refle- y genocidios, de hambrun~s y enf~rmedades, de empareja-
jar una tendencia a la identificación social, a la afirmación mientas principescos elegidos cUldad?samente, ~e.expa~­
de un emparejamiento genético más que a la creación ex siones y regresiones, de tranS~onnaclO';les eco~ogicas di-
"ihilo de una diferencia que no preexistiera a la estratifica- versas que, por lo demás, han Sido ya objeto de Interpreta-
ción. De ahí que, como ha explicado Lorenz, la humanidad ciones o análisis biológicos (29, 96, 104, 312). Todos estos
aca!n por dividirle enpseudo-subespecits. Fijémonos, a este res- acontecimientos pueden traducirse por una verdadera
pecto, en lo que dice el etnólogo austriaco: «Es sorpren- contabilidad genética, sin que ello quiera deci~ que l?s. su-
dente ver hasta qué punto una vieja escuela puede conser- pervivientes reflejen necesariamente la «media genetlCall
var un carácter de pseudo-subespecie durante años y años. de las poblaciones. Es posible que guerras como la del 14-
La "corbata de la escuela", aunque tantas veces ridiculiza- 18, cuyo balance en pérdidas de vidas hum.a~as f~e tan.pe-
da en nuestros días, sigue siendo algo muy real. Cuando naso, hayan tenido un inmenso efecto genetlco. Es p?Slble
encuentro a un hombre de habla nasal un poco snob de la también que esas guerras genéticas persistan hoy. Emdu-
antigua Schotten-Gymnasium de Viena, a pesar mío, me so es seguro: son conoci~as las m!serias de l?~ habitantes
siento más bien atraído hacia él. Tiendo incluso curiosa- de Biafra los enfrentamientos tribales en Sn-Lanka, en
mente a confiar en él: y hasta sería probablemente más casi toda ~l África y en muchos lugares de Asia. Cada vez
meticulosamente correcto con un miembro de mi antiguo que el representante de una etnia consigue el poder, se
"grupo escolar" que con cualquier otro de fuera» (299, apresura a practicar el nepotismo a gran escala e mclu~o a
pág. 91). veces a exterminar a los miembros de las otras tribus
Nuestra concepción de este tipo de situaciones como su- (21).
perestructuras que, más que crear diferencias arbitrarias, Nuestras sociedades occidentales nos parecen en este
ordenarían realidades preexistentes, enlaza con el conjun- sentido más civilizadas. ¿Pero quién se atrevería a decir
to de nuestras consideraciones respecto a la preexistencia que desde este punto de vis~a son ese?~ialmente difere~­
de los elementos y su revelación por el medio ambiente. tes? En cierto sentido, practlCamos cerea una guerra gene-
Pero, aparte de coherencia, presenta por lo menos una tica más sistemática que en ninguna parte. Pensemos 9ue
ventaja respecto a la interpretación normal. Confiere una los medios contraconceptivos y el aborto hacen posible
razón de ser a comportamientos que de otra forma carece- ejercer un drástico efect~ sobr~ la procreación. Quie';l~s
rian de justificación. Lo que quiere decir que, en materia han recurrido a esos medJOs «pierden» en el plano genetl-
de estudio del comportamiento, como ocurría anterior- ca Por lo demás es de notar la loca carrera que hemos
mente en el caso de la evolución, induce a rechazar lo que e~prendjdo en e:te terreno. Lo que en absoluto significa,
he denominado la hipótesis del Espíritu Santo. por supuesto, que contrac(:mcepción y aborto no puedan
en ciertos casos resultar útiles. No me coloco en este pla-
De la biología a la historia no. Pero me parece daro que, en el plano genético, las
consecuencias de los actuales acontecimientos en ese te-
Así considerada, la sociobiología nos encamina inevita- rreno son grave~. Quizá las más graves de la historia. Yahí
blemente a la historia. Pues la cuestión merece ser plantea- veo la razón profunda del apasionarnient? q~~ estas cues-
da: si la sociedad escampo deuna sordaya IIfffl dismta lucha gené- tiones suscitan. ¿Alguien ha visto a los diabéticos desfilar
tica ¿no seria también la historia ti nfltjo deguerras genilicas? por las calles para pedir el perfeccionamiento de las bom-

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ba,s ,de insulina? Por el contrario, en el caso del aborto, el
miliranrismo ha llegado a su apogeo. Militantismo proce-
d~~te en parte no desdeñable de grupos que tienen quizá
dl,fJ.cultades para l7producirse y, por tanto, un interés ge-
neceo en el conflicto. los homosexuales y las lesbianas.
Por lo demás, cuando recomendamos la utilización de
productos contraconceptivos a los paises subdesarrolla.
dos, c:s clar';l ~ue lo hacemos pensando en nuestro propio
tnteres genenco, para evitar vernos sumergidos por una
marea de pueblos de color con un alto Indice de fecundi- CAPÍTULO V
da? Pese a tod~ el la~t~e de hipocresía bien pensante que
mas o menos sisremancamente vocea el análisis de este Del cuerpo al espíritu.
tipo de cuestiones, parece innegable que cuando fingimos
pensar en ellos estamos pensando en nosotros. Biología del alma

La historia ha retenido el nombre del que descubrió


América y del primer hombre que pisó la luna. Segura-
mente retendrá también la del investigador que, por pri-
mera vez, vio pensar a un cerebro humano. Porque al rea-
lizar esta experiencia, el profesor Ingvar abría simplemen-
te la puerta a la conquista de un nuevo continente. Quizá
el más fascinante de todos: el cerebro humano.
El método del doctor Ingvar consiste en inyectar en la
sangre isótopos radiactivos y verles caminar por los vasos
de nuestro encéfalo. Gracias a un sistema de cámaras capa-
ces de detectar las irradiaciones, acoplado a un ordenador,
se mide el flujo sanguíneo que nutre al cerebro represen-
tándolo en forma de mapa coloreado de la actividad cere-
bral. Una verdadera visión topológica de lo que ocurre en
el cerebro de un hombre cuando descansa, actúa, mira
algo o incluso cuando piensa. Tal es la ambición del méto-
do de Ingvar, cuyo nombre traduce sus grandes pretensio-
nes: la ideografía (236, 237, 280). Cuando el sujeto realiza
una tarea, puede verse entrar en actividad la zona cerebral
implicada. Asi, cuando piensa, se detecta el signo de una
activación en la parte anterior de su cerebro, el lóbulo
frontal. Un resultado, por lo demás, que corresponde a los
datos de otros modos de exploración.

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