Está en la página 1de 3

EXHORTACIONES DE PABLO (Fil.

3:1-3)
Introducción

1. Regocijarse en el Señor (3:1)


Fil. 3:1 Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las
mismas cosas, y para vosotros es seguro.
-- "gozaos en el Señor". No debemos encontrar nuestro gozo en las cosas materiales ni en el placer
mundano, sino en Cristo y en su iglesia. El cristiano tiene el privilegio y el deber de regocijarse. El
tiene más fuentes de felicidad que los del mundo y las fuentes de gozo del cristiano nunca fallan. La
religión de Cristo no nos hace tristes; no produce depresión ni melancolía. Dicen algunos siquiatras
que la religión de Cristo es una de las mayores causas de enfermedades mentales. Las religiones
falsas pueden causar tales enfermedades pero ¡qué vil mentira del diablo si se dice esto acerca de la
verdadera religión de Cristo! El cristiano es el único que tiene perfecto equilibrio mental, porque él
acomoda todas las cosas en su debido lugar -- estudios, trabajos, actividades sociales, etcétera -- y
en medio de toda experiencia humana está contento, cosa que no puede decirse de los del mundo.
El cristiano refleja en los ojos, en el rostro, en la palabra y en la conducta que Cristo mora en su
corazón. Véanse 1:4; 4:4; Jn. 15:11; 16:20,22,24; Hech. 5:41; Sant. 1:3; y muchos otros pasajes.

El creyente que se regocija en Dios nunca se descarriará, a pesar de las circunstancias difíciles, el
creyente tendrá que enfrentarse a cosas terribles en este mundo como:
- Las tentaciones, la muerte, actos criminales, accidentes.
- Enfermedades, desastres naturales, a la inmoralidad, comportamientos inhumanos.
- Las falsas filosofías
Nadie se escapa de las pruebas de la vida, también a ideas que aparentemente trae felicidad,
cuando en realidad es solo momentáneo:
- Come, bebe y sé feliz, porque mañana moriremos: ellos ignoran las pruebas y los problemas
de la vida.
- No deseches nada, disfruta la vida, únete.
- Únete a un cuerpo religioso, cree en el Señor y se acabará tus problemas.

Cuando un creyente se regocija en el Señor, su mente está centrada en el Señor.

Juan 15:11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
1Pe 4:12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña
os aconteciese,
1Pe 4:13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la
revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
Sal. 32:11 Alegraos en Jehová y gozaos, justos; Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.

2. Cuidarse de los falsos maestros (3:2)


Fil. 3:2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores
del cuerpo.
La palabra guardaos significa: Significa, pues, sed vigilantes continuamente.
Al decir "perros" Pablo se refiere a los judaizantes. La palabra "perro" era un término de desprecio tanto
entre gentiles como entre judíos.
Los judaizantes eran perros de dos patas, malignos, contenciosos, descontentos que "ladraban" su mensaje
torcido y falso para trastornar las iglesias gentiles. (Compárese los lobos de dos patas de Hech. 20:29).

3:2. Tened cuidado con esos perros, con esa gente perversa que insiste en que es preciso
circuncidarse (o sea, mutilar el cuerpo) para alcanzar la salvación.
Al describirlos como los mutiladores del cuerpo, Pablo identifica con claridad a estos falsos
maestros con sus eternos enemigos, los judaizantes. Esos legalistas judíos negaban el evangelio de
la gracia, enseñaban que la circuncisión y la obediencia a la ley de Moisés eran necesarias para la
salvación (Hch. 15:1). El Concilio de Jerusalén condenó sus enseñanzas heréticas (Hch. 15:1-29),
como lo hizo Pablo (p. ej., Gá. 1:6-9; 2:16-21; 3:2-14, 22-25; 5:1-4, 11-14). La salvación es solo por
gracia y por medio de la fe.

3. Somos de la circuncisión (3:3)


Php 3:3 Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en
Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.

En el Antiguo testamento la circuncisión era la señal física de que el hombre era del pueblo de Dios.
Era una señal de que el hombre creía en las promesas que Dios había hecho a Abraham e Israel.
Luego el hombre era circuncidado como una señal de su fe en Dios.
Rom 2:28 Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en
la carne;
Rom 2:29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en
letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.

La circuncisión del corazón es el quitar (cortar) del corazón la obstinación y deseos pecaminosos.

Col 2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el
cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;

Ahora, en era cristiana, el judaísmo exterior no vale nada. “Porque nosotros (los cristianos) somos la
circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la
carne,”

Podemos decir ahora que la circuncisión es por medio del Espíritu Santo en el corazón

Por medio de ella adoramos a Dios libremente de lo profundo de nuestro corazón, hoy en día de que
manera la gente trata de adorar:
- Por medio de los rituales
- Haciendo regalos
- Observando los días especiales
Estas cosas no son la base de la verdadera adoración, sino es internamente a través del Espíritu de
Dios que está en vosotros.
En otras palabras la verdadera adoración proviene del corazón y del espíritu, la persona
verdaderamente circuncidada es la persona que adora a Dios en espíritu.
Juan 4:24 “Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”
1Co 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis
de Dios, y que no sois vuestros?
1Co 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios.
Latreuō (adoramos) podría traducirse mejor “rendir servicio espiritual reverente”. La verdadera
adoración es mucho más que alabar a Dios, cantar himnos, o participar en un servicio de adoración.
La esencia de la adoración es llevar una vida de servicio obediente a Dios. “Y de hacer bien y de la
ayuda mutua no os olvidéis”, exhorta el autor de Hebreos, “porque de tales sacrificios se agrada
Dios” (He. 13:16). La verdadera adoración involucra cada aspecto de la vida.

Puesto que los verdaderos adoradores aman a Dios, encuentran en Él su fuente de gozo y deleite.
Ellos reconocen que “el gozo de Jehová es [su] fuerza” (Neh. 8:10). Ellos se alegran “en Jehová”
(Sal. 33:1; cp. Sal. 84:2; 92:4; 95:1; 98:4), porque están llenos del “gozo del Espíritu Santo” (1 Ts.
1:6; cp. Ro. 14:17). Como el salmista, encuentran en “Dios… [su] alegría y [su] gozo” (Sal. 43:4). Los
verdaderos adoradores “desean reverenciar [su] nombre” (Neh. 1:11), y atienden a la exhortación de
David: “Deléitate asimismo en Jehová” (Sal. 37:4). La contemplación de la gloria y la majestad de
Dios, y lo que Él ha hecho en sus vidas, constituye su mayor gozo y deleite.

Los verdaderos adoradores también tienen una confianza en Dios que produce gozo. Esa paz no se
basa en sus circunstancias, sino en su relación con Dios. Ellos pueden exclamar con los salmistas:
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía” (Sal.
42:1); y “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Sal. 73:25).
Esta “paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7) solo viene a quienes “[buscan]
primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mt. 6:33).

La verdadera adoración es posible en el poder del Espíritu de Dios, porque solo Él puede producir
el amor, el gozo y la paz características de los verdaderos adoradores (cp. Gá. 5:22). Quien adora
en la carne “se acerca a [Dios] con su boca, y con sus labios [lo] honra, pero su corazón está lejos
de [Él], y su temor de [Él] no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”
(Is. 29:13).

Los verdaderos adoradores son consagrados a Dios; su amor no está dividido. Solo “al Señor [su]
Dios [adoran], y a él sólo [sirven]” (Mt. 4:10), conscientes de que “a otro no [darán su] gloria” (Is.
42:8; 48:11). Ellos reafirman las palabras de Jesús: “El que ama a padre o madre más que a mí, no
es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt. 10:37). Sin reservas,
ellos “[presentan sus] cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es [su] culto racional”
(Ro. 12:1).

Los verdaderos cristianos no solo se distinguen por asistir a la iglesia o cumplir deberes religiosos,
sino por un corazón que adora.

También los creyentes son aquellos que se regocijan tal como Dios realmente quiere que nos
regocijemos, nos gloriamos en Cristo Jesús, porque es Dios, porque Jesús murió en la cruz, nos ha
salvado, porque él es el único camino que nos lleva a Dios.

También podría gustarte