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El ROL DEL MAESTRO EN MEDIO DE LA PANDEMIA

Alexander Ortiz Ocaña


Docente-Investigador de la Universidad del Magdalena
Email: aortiz@unimagdalena.edu.co
alexanderortiz2009@gmail.com

El rol de los maestros en medio de la pandemia se centra en su didáctica. Es por


ello que esta pequeña reflexión la oriento hacia aquellas cuestiones relacionadas con el
enseñar, el aprender y el evaluar, que son los tres procesos que dan vida a la didáctica.
Cinco roles para lograr que nuestros estudiantes tengan excelentes
resultados en la educación virtual en medio de la pandemia:
1. El maestro debe dar las clases virtuales sin hablar.
2. Desarrollar de manera constante y permanente en cada una de las clases
virtuales 4 acciones formativas: leer, escribir, reflexionar y conversar.
3. No pensar en los resultados, concentrarnos solo en el proceso de formación.
4. Resignificar la evaluación en los escenarios educativos virtuales.
5. Empatía: amar a sus estudiantes.
Breve reflexión sobre cada uno de estos roles:
1. El maestro debe dar las clases virtuales sin hablar
El maestro tiene múltiples alternativas para cumplir su rol. La única forma no es la
que tradicionalmente conocemos por nuestra imagen cultural del buen maestro, que
habla, explica, narra y argumenta. Dar las clases virtuales sin hablar significa permitir que
sean los estudiantes quienes piensen, sientan, hablen y argumenten sus ideas,
opiniones, dudas, e incluso temores. El principal rol del maestro emergente no es
comenzar la clase hablando del contenido de la asignatura, sino ubicar al estudiante en
el centro de dicho proceso. La clase debe empezar con el estudiante, no con el contenido.
Su función no es "decir" para que el estudiante se dedique a "oír", su rol no es
"explicar" para que el estudiante logre "entender", tampoco debe dedicarse a "demostrar"
mientras sus estudiantes se dedican a "observar". El rol del maestro es configurar
ambientes de aprendizajes virtuales en los que los estudiantes tenga auténticas
oportunidades para comprender el sentido de lo que aprenden y configurar los
significados a su propio ritmo, mediante las vivencias y experiencias individuales y
colectivas, ya sean orales o escritas.
Mientras más habla el maestro en clases virtuales, menos aprenden los estudiantes.
El maestro en clases virtuales no debe dar respuestas sino hacer preguntas. Las
preguntas son más importantes que las respuestas. La clase virtual debe desarrollarse
mediante un sistema de preguntas, formuladas por el maestro y también por los
estudiantes. No se aprende escuchando sino hablando, preguntando, cuestionando todo
lo dado, problematizando. Preguntar, reflexionar y conversar para formar.

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2. Desarrollar de manera constante y permanente en cada una de las clases
virtuales 4 acciones formativas: leer, escribir, reflexionar y conversar
Leer, escribir, reflexionar y conversar. No hay otra solución más óptima y pertinente.
Podemos desempeñarnos utilizando una amplia diversidad de mediaciones tecnológicas,
pero eso no es suficiente para el éxito académico.
No hay aprendizaje auténtico y profundo sin leer, escribir, reflexionar y conversar.
¿Cuántos libros leen nuestros estudiantes en cada asignatura? ¿Cuántas páginas
escriben sobre lo leído? ¿Reflexionan en clases virtuales sobre lo leído y sobre lo escrito?
¿Conversan sobre un problema, tema o cuestión determinada relacionada con la
asignatura?
Estas cuatro preguntas también aplican para nosotros los maestros: ¿Cuántos
libros leemos en cuarentena? ¿Cuántas páginas escribimos en nuestro confinamiento?
¿Cómo desplegamos nuestro reflexionar en clases virtuales? ¿Conversamos en clases
virtuales con nuestros estudiantes o solo le enviamos las tareas a realizar? ¿Estimulamos
y potenciamos el reflexionar y el conversar entre ellos?
Está claro que la clase virtual no puede ser solo asignar tareas por email o utilizar
determinadas herramientas tecnológicas; es importante leer, escribir, reflexionar y
conversar.
3. No pensar en los resultados, concentrarnos solo en el proceso de
formación
Un resultado nunca es parte del proceso que le dio origen. Si me oriento al resultado
nunca veo el proceso. Debemos concentrarnos en el proceso de aprendizaje, y el
resultado es una consecuencia de ese proceso. El resultado se deriva del proceso pero
no forma parte de él.
Debemos reconocer que los resultados de cualquier proceso evaluativo no
dependen del estudiante, sino del maestro-evaluador y del instrumento evaluativo. No
existe la evaluación objetiva. Toda evaluación es subjetiva, porque la realiza un ser
humano dotado de subjetividad, que asigna sentido y significado al proceso de
aprendizaje del estudiante.
Ahora bien, reflexionemos en la posibilidad de determinar con exactitud numérica
cuánto conocimiento, habilidad, destreza, capacidad o competencia, posee un estudiante
en comparación con otro. ¿Cuál es la unidad de medida de un conocimiento o de una
habilidad, destreza, capacidad o competencia?
El conocimiento, la habilidad, destreza, capacidad o competencia es un fenómeno
de naturaleza neuropsíquica, relativo a la configuración cognitivo-expresiva de la
personalidad del estudiante, y como todo fenómeno neuropsíquico, en sí mismo no es
mensurable. Sin embargo, a la hora de evaluar al estudiante le otorgamos calificaciones.
¿Cuál es el criterio que seguimos para otorgar las calificaciones?
Por esta razón no debemos concentrarnos en el resultado, sino en el proceso de
formación.

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4. Resignificar la evaluación en los escenarios educativos virtuales
Cuando evaluamos debemos darle valor al proceso de aprendizaje de los
estudiantes, concentrarnos en sus avances, en sus logros, no en sus desaciertos y
errores, aunque estos van a aparecer y tienen un valor formativo extraordinario, pero la
finalidad de la evaluación no es buscar las fallas de los estudiantes sino sus aciertos, lo
cual nos permitirá interpretar su proceso. Debemos evaluar para que los estudiantes
aprendan. La evaluación debe ser formativa.
Para que la evaluación sea formativa y promueva el aprendizaje, los maestros no
pueden tomarla como un mecanismo de dominación y control. Los maestros deben partir
de una actitud abierta, honesta, humilde y comprensiva. En definitiva, lo más importante
no es la nota o calificación sino el aprendizaje. La forma en que evaluamos influye en el
aprendizaje de los estudiantes y en la forma en que enseñamos. Dime cómo evalúas y
te diré cómo enseñas.
La finalidad de la evaluación formativa no es calificar. Lo importante no es qué nota
se obtuvo sino qué se aprendió. El propósito de la evaluación no es identificar a los
estudiantes que tuvieron éxito y a los que fracasaron, sino orientar su proceso de
aprendizaje. En realidad las calificaciones nos dicen muy poco del aprendizaje de los
estudiantes.
En la evaluación formativa se hace una valoración descriptiva-comprensiva del
proceso de aprendizaje de los estudiantes, se describen sus logros, se argumenta de
manera comprensiva, caracterizando sus aciertos y desaciertos. Evaluar es comprender,
interpretar y valorar. Calificar es excluir. El maestro debe evaluar, no debe calificar.
5. Amar a sus estudiantes
El maestro debe respetar a sus estudiantes, comprenderlos y darles seguridad para
que ellos puedan expresar con tranquilidad lo que sienten y piensan. Debe esperar con
paciencia el resultado del aprendizaje de sus estudiantes.
Ahora bien, no existe una estrategia o tecnología omnipotente para educar y
enseñar a los estudiantes en medio de la pandemia. Todas las estrategias y tecnologías
son iguales. La mejor estrategia y la mejor tecnología es el propio maestro. Tampoco
existen contenidos bonitos y contenidos feos, contenidos fáciles y contenidos difíciles.
Todos los contenidos son iguales.
El maestro debe transferir sus afectos al contenido de la asignatura, con el fin de
que el estudiante se enamore de la asignatura a través del intercambio virtual afectivo
con el maestro. Aprender y enseñar en la virtualidad no es más que comunicarse
afectivamente.
Un maestro emergente se preocupa por sus estudiantes y por su actividad mental,
estimula su pensamiento y se concentra más en ellos que en la asignatura que desarrolla.
El verdadero maestro devela las potencialidades de sus estudiantes, se concentra más
en las virtudes y cualidades positivas que en sus defectos y fallas. El rol del maestro en
medio de la pandemia es amar a sus estudiantes, acogerlos, inspirarlos, entusiasmarlos.

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El maestro debe admirar a sus estudiantes, ser paciente con ellos, respetar sus
ritmos, estilos y estrategias de aprendizaje, no acelerar su proceso, no querer obtener
rápidamente un resultado final. Debe conocer muy bien a sus estudiantes, conocer sus
necesidades, experiencias, conocimientos y destrezas, no para cuestionarlos y criticarlos
sino para orientarlos.
Los maestros son personas encantadoras. Precisamente en contextos adversos es
donde el maestro debe mostrar su inteligencia, sus competencias pedagógicas,
curriculares y didácticas, su alta capacidad de resiliencia, su compromiso con la
educación y responsabilidad con el cambio y el mejoramiento futuro. Un maestro
comprometido, motivado, sensible y consciente de su encargo social, será capaz de
sobreponerse a cualquier pandemia.
Los maestros debemos amar a nuestros estudiantes y demostrarles cariño,
comprensión, ternura, reconocimiento y consideración, estimulando su autoestima y
potenciando sus capacidades. Debemos elogiarlos y resaltar sus virtudes y aciertos.
Una última reflexión
Educar es una actividad que requiere una alta vocación. Educar es una de las
profesiones más nobles y humanas que existen, educar es un acto de amor, un acto de
aceptación sin condiciones, de reconocimiento del valor del otro.
El maestro debe amar esta profesión, actuar con alegría y felicidad, y sentirse
atraído por la novedad que representa cada estudiante con el que interactúa, vibrar ante
la cámara de su computador o de su celular, escucharlos, respetarlos, acompañarlos en
sus necesidades y éxitos, y entusiasmarlos por aprender cada día más, aun en medio de
la pandemia.
¡Los invito a aplicar las 5 A para vencer esta pandemia: aceptar, adaptarse,
aprender, amar y actuar!

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