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DC4. Contratos - Talep PDF
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“CONTRATOS”
INTRODUCCIÓN
El art. 1437 señala cuales son las fuentes de las obligaciones: “Las obligaciones
nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o más personas, como en los
contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se obliga,
como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los cuasicontratos; ya a
consecuencia de un hecho que ha inferido injuria y daño a otra persona, como los
delitos y cuasidelitos; ya por disposición de la ley, como entre los padres y los hijos
de familia”.
Los actos ilícitos tienen como fuente de obligaciones, una importancia considerable
y creciente. Las cuestiones relacionadas con la responsabilidad que resulta de
comisión de un delito o cuasidelito son de las más delicadas y de mayor actualidad
en el Derecho Civil. Su estudio debe venir inmediatamente a continuación.
Convención es, por tanto, una declaración bilateral de voluntad tendiente a producir
determinadas consecuencias de derecho.
Pero nuestra atención deberá orientarse hacia una clase o tipo de convención:
aquella que tiene por objeto crear obligaciones. A está convención generadora de
obligaciones se le denomina tradicionalmente contrato.
Para ciertos autores, el concepto de contrato comprende sólo los actos destinados a
producir obligaciones de carácter transitorio. Desde que se trata de establecer un
estatuto de carácter permanente, un modus vivendi, el acto dejaría de ser un
contrato para convertirse en una institución.
Como observa con justicia Josserand, la gama de los contratos es rica y variada;
junto a las transacciones más humildes y fugitivas se encuentran las más
importantes y permanentes. Pero todas ellas presentan, aparte de sus inevitables
particularidades, rasgos generales comunes.
Elementos del contrato .- Según el art. 1445, “para que una persona se obligue a
otra por un acto o declaración de voluntad”, es menester: 1° que sea legalmente
capaz; 2° que consienta en el acto o declaración y que el consentimiento no adolezca
de vicios; 3° que recaiga sobre un objeto lícito, y 4° que tenga una causa lícita.
En los contratos solemnes otra condición o requisito es aún indispensable: la
observancia de las formas prescritas por la ley.
c) En fin, la regla del art. 1552 establece que en los contratos bilaterales la mora
purga la mora, o, en otros términos, ninguna de las partes está en mora dejando de
cumplir lo pactado, mientras la otra no cumpla o este pronta a cumplir sus
obligaciones recíprocas.
Contrato gratuito, en cambio, es aquel en que una de las partes se procura una
ventaja sin que ello le demande un sacrificio, porque no debe suministrar una
contraprestación a cambio del beneficio que recibe. Son contratos gratuitos la
donación y el comodato.
De lo dicho resulta que los contratos bilaterales son siempre onerosos; al obligarse
ambas partes reportan un beneficio y soportan el gravamen que significa la
obligación recíproca.
Dispone el art. 1441: “El contrato oneroso es conmutativo, cuando cada una de las
partes se obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la
otra parte debe dar o hacer a su vez; y si el equivalente consiste en una contingencia
incierta de ganancia o pérdida, se llama aleatorio”.
Los contratos onerosos, que excepcionalmente son rescindibles por causa de lesión,
dejan de serlo cuando, en vez de ser conmutativos, revisten el carácter de aleatorios.
Tal es el caso de la compraventa de minas (art. 77 del C. de Minería ).
Dice el art. 1442;”El contrato es principal cuando subsiste por sí mismo sin
necesidad de otra convención, y accesorio cuando tiene por objeto asegurar el
cumplimiento de una obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin
ella”.
El contrato principal, por tanto, es el que tiene una vida propia e independiente,
como la compraventa, la sociedad, el arrendamiento.
Por esto, “la nulidad de la obligación principal acarrea la de la cláusula penal” (art.
1536); la fianza se extingue total o parcialmente “por la extinción de la obligación
principal en todo o parte” (art. 2381, N°3°); se extingue la hipoteca “junto con la
obligación principal” (art. 2434, N°1°).
Con todo, el contrato accesorio no puede subsistir sin obligación principal, pero
puede existir sin ella. En otro términos, se concibe el contrato accesorio sin que
exista aún la obligación principal; pero es inconcebible que sobreviva a la extinción
de la obligación principal. La caución puede constituirse pata garantizar una
obligación futura y, en tal caso existirá la obligación accesoria antes que la
principal. (art. 2339 y 2413 CC)
a) La regla general es que los contratos sean consensuales, esto es, que se
perfeccionen por el solo acuerdo de voluntades, solo consensu, con prescindencia de
todo requisito de forma.
Contratos nominados e innominados.- Los primeros son aquellos que tienen una
individualidad acusada y, por lo mismo, un nombre y una reglamentación legal.
Los contratos innominados, menos frecuentes en la práctica, carecen de una
denominación y, sobre todo, de una especial reglamentación. Son creaciones de las
partes que usan de su libertad de contratación.
Tales contratos son regidos por las estipulaciones de las partes, por los principios
generales que gobiernan los contratos y por las reglas legales dictadas para los
contratos afines.
El art. 1444 dispone: Se distinguen en cada contrato las cosas que son de su
esencia, las que son de su naturaleza y las puramente accidentales”.
a) Son de la esencia del contrato “aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto
alguno, o degenera en otro contrato diferente”.
Las cosas de la esencia del contrato le dan su fisonomía propia y característica, le
individualizan y distinguen de los demás. La cosa y el precio son esenciales en la
compraventa. A falta de cosa y precio, no hay contrato; si el precio no consiste en
dinero, el contrato será de permuta.
b). Son cosas de la naturaleza del contrato “las que no siendo esenciales en él se
entienden pertenecerle, sin necesidad de una cláusula especial”.
Las cosas de la naturaleza del contrato pueden ser suprimidas o alteradas sin que
pierda su fisonomía característica; para ello hace falta una cláusula formal. A falta
de una expresa estipulación, tales cosas se subentienden y reputan incorporadas al
contrato.
De esta clase de cosas es la obligación de garantía que pesa sobre el vendedor. Las
partes no necesitan estipular que el vendedor está obligado al saneamiento y pueden
convenir que no lo esté. Habrá siempre compraventa, pero una compraventa sin
garantía.
El viejo adagio res inter alios acta, aliis nec nocere nec prodesse potest resume estas
ideas.
La Ley del contrato.- El art. 1545 precisa cual es la fuerza que el contrato tiene
entre las partes: “Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los
contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por
causas legales.”
Las expresiones del art. 1545, tomadas del Código francés, indican de manera
singularmente enérgica la fuerza obligatoria del contrato.
Para los contratantes, el contrato constituye una verdadera ley particular, a la que
deben sujetarse en sus mutuas relaciones del mismo modo que a las leyes
propiamente dichas.
Pero, al atribuir al contrato el carácter de una ley para los contratantes, el legislador
no ha querido sólo valerse de una fórmula vigorosamente expresiva de su fuerza.
Ha significado, además, que el legislador deja a las partes en libertad para señalar
las normas que han de regir sus relaciones y que tales normas tiene para ellas la
fuerza de una verdadera Ley.
Por lo mismo, las estipulaciones del contrato se imponen también a los jueces,
quienes deben respetarlo para que sea acatada la voluntad contractual
El Juez no puede, por tanto, alterar lo estipulado en el contrato celebrado
legalmente, eximiendo a las partes de las obligaciones que les impone, o
atribuyéndole un diverso significado del que los contratantes le atribuyeron.
Pero la clasificación jurídica que corresponde atribuir al contrato, dados los hechos
acreditados en el juicio y cuya apreciación corresponde soberanamente a los jueces
del fondo, es problema de derecho.
Los jueces del fondo no pueden desconocer los efectos legales de una convención
cuya existencia han constatado; la calificación jurídica de un contrato y la
determinación de sus obligadas consecuencias caen dentro del control de la Corte
Suprema.
Al proceder de esta manera, se viola la ley del contrato o, mejor dicho, se infringe el
gran principio que consagra el art. 1545 de que los contratos legalmente celebrados
son una ley para las partes contratante.
Ejecución de buena fe .- El art. 1546 establece otra regla fundamental relativa a los
efectos del contrato entre las partes contratantes: “Los contratos deben ejecutarse
de buena fe, y por consiguiente obligan no solo a lo que en ellos se expresa, sino a
todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que
por la ley o la costumbre pertenecen a ella”.
La ejecución de la buena fe del contrato significa que debe cumplirse conforme a la
intención de las partes y a las finalidades que se han propuesto al contratar.
La buena fe contractual tiene como natural corolario que el contrato no sólo obliga a
aquello que fue materia de una expresa estipulación.
La regla del art. 1546 simplifica la tarea de las partes que contratan y hace posible
que concreten su atención a las estipulaciones fundamentales del contrato.
El art. 1546 establece, en suma, el gran principio de que las leyes relativas a los
contratos son supletorias de la voluntad de las partes.
Por de pronto, los particulares pueden celebrar toda suerte de contratos, aunque no
sean aquellos que la ley ha dotado de una especial reglamentación, esto es, de
contratos innominados.
Las partes pueden hacer solemnes aquellos contratos que son naturalmente
consensuales y revestirlos de las solemnidades que juzguen convenientes (arts. 1802
y 1921 del Código Civil).
En suma, las disposiciones legales que rigen los contratos son regularmente
supletorias de la voluntad de las partes y pretenden interpretar esta voluntad que
no ha llegado a manifestarse. Del mismo modo, las reglas de la sucesión intestada
constituyen el testamento tácito del causante. La ley regla la sucesión cuando el
testador no dispuso o, por diversas causas, se frustra la manifestación de voluntad.
a.- Los herederos o sucesores a título universal. Los sucesores a título universal
no pueden considerarse extraños al contrato, pese a que no intervinieron en su
celebración.
Para expresar sintéticamente estas ideas se dice que quien contrata lo hace para si y
para sus herederos. Así lo establece expresamente el artículo 1112 del Código Civil
Francés.
Los contratos, pues, aprovechan y perjudican a los herederos de modo que sus
efectos pueden invocarse por ellos y contra ellos. Pero esta regla tiene excepciones.
1.- Se exceptúan, desde luego, aquellos contratos que se celebran intuito personae,
como el mandato, la sociedad. La muerte del contratante pone fin a los efectos del
contrato.
2.- Exceptúanse, asimismo los contratos de que derivan derechos personalísimos,
como los de habitación y uso.
El derecho de usufructo tampoco es transmisible a los herederos del titular.
3.- Puesto que la ley no ha vedado una estipulación semejante, se exceptúan
también los contratos en que las partes han convenido expresamente que sus
consecuencias no ligarán a sus herederos.
El sucesor hace suyas las ventajas atribuidas por su causante al derecho que
adquiere. Así, el cesionario de un crédito se beneficia con la fianza, prenda o
hipoteca que lo garantiza, y aprovecha de los contratos celebrados por el cedente
para obtener estas cauciones que mejoran o robustecen su derecho.
Pero los contratos que no afectan al derecho mismo, ni para mejorarlo, disminuirlo,
consolidarlo o transformarlo, no pueden ser opuestos al causahabiente ni invocados
por éste. Supóngase que se vende y transfieren un predio arrendado. Ni el
arrendatario podrá prevalerse de los derechos derivados del contrato contra el
adquirente, ni éste podrá invocar el contrato contra el arrendatario.
Dos condiciones deben reunir los contratos que han de afectar a los sucesores a
título singular:
1) Deben ser anteriores a la adquisición, y
2) Deben referirse al bien mismo adquirido
La prenda general se verá incrementada por las adquisiciones que haga el deudor y
experimentará una disminución con las nuevas obligaciones que contraiga.
En este sentido, los contratos celebrados por el deudor afectan a los acreedores y les
son oponibles; los acreedores, en suma, no son partes pero tampoco se les puede
considerar por completo terceros.
d.- Los terceros extraños.- Los verdaderos terceros penitus extranei, son aquellos a
quienes no liga, ni ligará en el futuro ninguna relación con los contratantes.
Para estos terceros rige plenamente el principio de la relatividad de los efectos del
contrato. El contrato no puede conferirles o quitarles un derecho, convertirles en
acreedores o deudores.
De acuerdo con el art. 1815, la venta de cosa ajena es válida, sin perjuicio de los
derechos del dueño. Para el propietario, tercero totalmente extraño al contrato, no
produce éste ningún efecto, no puede menoscabar su derecho. Por esto podrá
accionar, con completa prescindencia del contrato, en contra del comprador y
adquirente.
Con todo, merecen un párrafo aparte la estipulación a favor de otro y la promesa por
otro.
La estipulación a favor de otro
Precedentes históricos.- El derecho romano no admitió la estipulación a favor de
otro, atendiéndose rígidamente al principio de que los contratos no producen efectos
sino entre las partes. Nadie podía estipular por otro, alteri stipulari nemo potest.
Sin embargo, la presión de las necesidades temperó el rigor de la regla;
excepcionalmente se admitió que la donación con gravamen otorgaba al beneficiario
una acción para reclamar la prestación impuesta por el donante al donatario.
La tendencia románica adversa a la estipulación y la tendencia favorable del derecho
germánico, culminan en una transacción que, a través de Pothier, adoptó el Código
francés.
En efecto, el art. 1119 del Código francés establece que no se puede, en general,
estipular a nombre propio sino por sí mismo. Pero el art. 1121 añade que se puede
estipular en provecho de un tercero, cuando tal es la condición de una estipulación
que se hace por sí mismo o de una donación que se hace a otro.
La jurisprudencia ha interpretado estas disposiciones del modo más liberal,
admitiendo la estipulación en todos los casos en que se evidencia su utilidad
práctica y dejado en el olvido la regla caduca alteri stipulari nemo potest.
Asimismo, nuestro Código se apartó de su modelo y consagra ampliamente el
derecho de estipular a favor de otro.
Nuestra ley positiva.- El Código Civil, como se dijo, reconoce valor a la estipulación
a favor de otro, sin restricciones. El art. 1449 dispone: “Cualquiera puede estipular
a favor de una tercera persona, aunque no tenga derecho para representarla; pero
sólo esta tercera persona podrá demandar lo estipulado; y mientras no intervenga su
aceptación expresa o tácita, es revocable el contrato por la sola voluntad de las
partes que concurrieron a él”.
La disposición destaca con nitidez los caracteres de la estipulación, a saber:
a) Una de las partes – el estipulante- que no tiene la representación del tercero,
conviene que la otra – el promitente – realizará a favor de dicho tercero una
determinada prestación.
b) El contratante no puede reclamar el cumplimiento de lo estipulado, derecho
que sólo compete al tercero en cuyo beneficio se ha celebrado la estipulación.
c) La voluntad del tercero no interviene para adquirir el derecho, sino para hacer
definitiva e irrevocable la estipulación que, mientras no es aceptada, puede
revocarse por las partes contratantes.
Estipulación de una cláusula penal.- El art. 1536 establece que si se promete por
otra persona, imponiéndose una pena para el caso de no cumplirse lo
prometido,”valdrá la pena, aunque la obligación principal no tenga efecto por falta
del consentimiento de dicha persona”.
La disposición es defectuosa, porque sugiere que es eficaz la pena sin que haya una
obligación principal. La verdad es, entre tanto, que si bien la obligación del tercero
no llega a formarse, por falta de su consentimiento, la obligación del prometiente
existe y, si no obtiene que el tercero dé, haga o no haga lo prometido, infringirá su
obligación y deberá indemnizar perjuicios. Estos perjuicios pueden ser avaluados
por medio de una cláusula penal.
Teoría de la inoponibilidad
Carácter de las reglas legales de interpretación.- Para orientar la labor del juez, el
legislador ha formulado las reglas de interpretación de los contratos de los arts.
1560 a 1566.
La interpretación del contrato corresponde soberanamente a los jueces del fondo y
escapa al control de la Corte Suprema. Si el juez se equivoca al interpretar el
contrato, más bien de las normas de que se trata, infringiría el contrato mismo.
Misión de la Corte Suprema .- Los jueces del fondo son soberanos para interpretar
la voluntad de los contratantes, indagar cual ha sido su intención y el sentido que
debe darse a las cláusulas de la convención.
La Corte Suprema sólo interviene cuando hay violación de ley, que se cometería en
las siguientes hipótesis:
a) Los jueces del fondo establecen la existencia de un contrato determinado, pero
le atribuyen consecuencias o efectos diversos de los que prevé la ley.
De este modo, desconociendo las necesarias consecuencias del contrato, los jueces
del fondo infringen la ley que le atribuyen tales efectos.
b) Los jueces del fondo, a pretexto de interpretar el contrato, no pueden
desnaturalizarlo y rehacerlo. La Corte Suprema está autorizada para actuar y hacer
respetar el principio de que el contrato es ley para las partes contratantes.
Aplicación práctica del contrato.- La aplicación práctica que los contratantes han
hecho de las estipulaciones del contrato, antes de que surgieran discrepancias entre
ellos, es decisiva para precisar su genuino sentido y alcance.
El art. 1564 . inc. 3°, establece que las cláusulas contractuales podrán también
interpretarse “O por la aplicación práctica que hayan hecho de ellas ambas partes, o
una de las partes con aprobación de la otra”.
Tal es la interpretación denominada auténtica, cuya importancia real no destacan
suficientemente las disposiciones del Código.
Otras causas legales.- Merecen señalarse, todavía como causas de disolución de los
contratos, la muerte y el término extintivo:
a) la muerte de uno de los contratantes es un modo excepcional de disolución de los
contratos; en principio, quién contrata lo hace para sí y para sus herederos.
La muerte disuelve los contratos intuito personae, como el mandato (art. 2163, N°5°)
y la sociedad (art. 2103).
b)también el plazo extintivo es causal de disolución.
Así ocurre en la sociedad (art. 2098) y en el arrendamiento (art. 1950, N°2).
LA PROMESA.
Supóngase que A promete vender a B su casa, al cabo de tres meses, por el precio
de $800.000. Esta es una simple oferta o policitación, que el oferente puede retirar a
voluntad.
Pero imagínese que B manifiesta su conformidad con la propuesta y declara que está
dispuesto a comprar, por el precio indicado, si al cabo del plazo decide que le resulta
conveniente el negocio. Hay concurso de voluntades y, por consiguiente, contrato.
Pero el contrato no es compraventa, porque A se obligó a vender, pero B no se obligó
a comprar. El contrato es una promesa unilateral de compraventa.
Supóngase, por último, que B acepta comprar en el precio fijado, al cabo del plazo
que se señaló. Esta vez ambas partes se han obligado recíprocamente, A a vender y
B a comprar. Pese a que las partes están acordes en la cosas y en el precio, no hay
compraventa, porque el contrato versa sobre bienes raíces y requiere por lo tanto, el
otorgamiento de la escritura pública. El contrato es una promesa bilateral de
compraventa.
La promesa debe contar por escrito.- Como la ley exige sólo la constancia escrita,
bastará el otorgamiento de una escritura privada.
Es suficiente una escritura privada aunque el contrato prometido requiera para su
perfeccionamiento que se otorgue escritura pública. La exigencia de una escritura
pública, a pretexto de que la requiere el contrato prometido, importaría crear una
solemnidad no exigida por la ley.
El N° 4° del art. 1554 es concluyente y pone de manifiesto que el legislador no ha
intentado someter a las mismas solemnidades la promesa y el contrato que se
promete.
Por otra parte, cuando el legislador ha querido que la promesa conste por escritura
pública, lo ha dicho expresamente. Así, el art. 1787 dispone que las promesas que
se hacen los esposos, en consideración al matrimonio, “deberán constar por
escritura pública”.
Con todo, la mayor parte de la doctrina es adversa a esta tesis, y sus argumentos
son los siguientes:
a.- La especificación del contrato prometido tiende a individualizarlo y hacerlo
inconfundible con otro. En una promesa unilateral de compraventa,
individualizadas las partes, señalada la cosa y fijado el precio, el contrato futuro
queda especificado suficientemente y no es posible dudar acerca de la clase de
contrato de que se trata y del alcance de sus estipulaciones.
b.- La exigencia de que las partes contraigan en la promesa las obligaciones que son
propias del contrato prometido, importa asumir de antemano las obligaciones de un
contrato aún inexistente.
c.- Si el legislador hubiese entendido que era menester que ambas partes en la
promesa contrajeran obligaciones recíprocas, ciertamente lo habría expresado, como
lo hizo el artículo 98 que define los esponsales como la promesa de matrimonio
“mutuamente aceptada”.
d.- Es sabido que el proyecto de 1853 establecía que la promesa y el contrato
prometido consensual se identifican. Así ocurre, en efecto, pero a condición de que
la promesa sea bilateral. La promesa unilateral de compraventa de bienes muebles,
no puede identificarse con el contrato prometido, porque falta el acuerdo sobre la
cosa y el precio.
La aseveración del Proyecto contenía, pues, una verdad sólo parcial. Su eliminación
del texto definitivo del código se ha debido probablemente a la comprobación de este
aserto. No se identifican el contrato prometido consensual y la promesa unilateral de
celebrarlo. Pero ¿para qué preocuparse de la promesa unilateral si, en concepto del
legislador, no fue valida?
e.- En fin, no se perciben razones morales o jurídicas para prohibir las promesas
unilaterales que responden a una sentida necesidad en la vida de los negocios.
Solemnidades Legales
I.- Solemnidades legales ordinarias.- Las solemnidades legales ordinarias
consisten en el otorgamiento de escritura pública.
La escritura pública es, a la vez requisito para el perfeccionamiento del contrato y el
único medio de probar su existencia. El art. 1701 previene que la falta de
instrumento público no puede suplirse por otra prueba “en los actos y contratos en
que la ley la requiere esa solemnidad” y su omisión hará que los actos se miren
“como no ejecutados o celebrados”.
Casos en que la ley exige escritura pública para la validez de la venta.- El art.
1801, inc. 2°, previene; “La venta de los bienes raíces, servidumbres y censos, y la
de una sucesión hereditaria, no se reputan perfectas ante la ley, mientras no se ha
otorgado escritura pública”.
a.- Es solemne, pues, la compraventa de bienes raíces. La importancia de esta clase
de bienes justifica la exigencia de que la compraventa debe revestirse de formas que
la constaten fehacientemente. Por otra parte, la tradición de los inmuebles vendidos
debe verificarse por la inscripción en el Registro del Conservador de Bienes Raíces;
tal inscripción ha de hacerse mediante la exhibición de un titulo auténtico.
(concordar con el art. 57 del reglamento del Conservador de Bienes Raíces).
b.- Es también solemne la venta de los derechos de servidumbre y de censo. En
verdad, estos derechos recaen siempre sobre bienes raíces y son por lo tanto
inmuebles (art. 580).
c.- En fin, es solemne de una sucesión hereditaria, esto es, del derecho para que
una persona reciba en una sucesión todos o una, cuota de los bienes que la forman.
Solemnidades voluntarias
Solemnidades estipuladas por las partes.- Las partes pueden someter el contrato
de compraventa a las solemnidades que deseen. Prácticamente la solemnidad
consistirá en el otorgamiento de escritura pública o privada, cuando la compraventa
es puramente consensual.
Prevé el art. 1802 esta situación: “Si los contratantes estipularen que la venta de
otras cosas que las enumeradas en el inc. 2° del articulo precedente no se repute
perfecta hasta el otorgamiento de escritura pública o privada, podrá cualquiera de
las partes retractarse mientras no se otorgue la escritura o no haya principiado la
entrega de la cosa vendida”.
Es menester que las partes estipulen expresamente que el contrato de compraventa,
cuando este es consensual, no se repute perfecto, sin embargo, si no se otorga
escritura pública o privada.
Mientras no se otorgue la escritura, el pacto verbal es un simple proyecto; la
facultad de retractarse de las partes, es una lógica consecuencia de que el contrato
no se ha perfeccionado.
La facultad de retractación se mantiene hasta que ocurra alguna de las dos
circunstancias siguientes: a.- hasta que se otorgue la escritura pública o privada
porque, perfecto el contrato, no es lícito a las partes dejarlo unilateralmente sin
efecto, o
b.- hasta que haya principiado la entrega, porque el cumplimiento del contrato, sin
que se haya otorgado la escritura prevista, importa una tácita derogación de la
estipulación que lo hizo solemne.
Las Arras
Concepto de las arras y sus clases.- Consisten las arras en una cantidad de dinero
u otras cosas muebles que se dan en garantía de la celebración del contrato, o bien
en parte del precio o en señal de quedar convenidos.
Las arras, por lo tanto, pueden ser de dos clases y tener una doble finalidad: a)
sirven como garantía de la celebración o ejecución del contrato, y
b.- se dan como parte del precio o en señal de quedar las partes convenidas.
Las arras en señal de quedar convenidos o como parte del precio.- Esta clase de
arras constituyen un testimonio de la celebración definitiva del contrato; en otras
palabras, constituyen un medio de prueba de su celebración.
Las partes carecen de la facultad de retractarse, porque el contrato de compraventa
ha quedado perfecto, a menos que requiera el otorgamiento de escritura pública.
El art. 1805 inc. 1° previene: “Si expresamente se dieren arras como parte del
precio, o como señal de quedar convenidos los contratantes, quedará perfecta la
venta; sin perjuicio de lo prevenido en el art. 1801, inc. 2° ”.
Para que las arras se entiendan dadas en señal de quedar convenidos o como parte
del precio, es menester la concurrencia copulativa de estas dos circunstancias; a.-
que las partes lo convengan expresamente, y
b.- que este convenio conste por escrito.
Si así no fuere, se entiende las arras dadas en garantía y facultadas las partes para
retractarse. El art. 1805, inc. 2° establece “No constando alguna de estas
expresiones por escrito, se presumirá de derecho que los contratantes se reservan la
facultad de retractares según los dos arts, precedentes”.
Las arras en garantía, pues, constituyen la regla general; para que pueda
atribuírseles otro carácter, es preciso un pacto expreso y escrito.
Los gastos son de cargo del vendedor.- Supone el legislador que los gastos que
demande el contrato de compraventa han sido tomados en cuenta en el precio y
establece que son de cargo del vendedor, salvo estipulación contraria.
El art. 1806 dispone: “Los impuestos fiscales o municipales, las costas de la
escritura y de cualesquiera otras solemnidades de la venta, serán de cargo del
vendedor, a menos de pactarse otra cosa”. Los impuestos a que la disposición se
refiere son obviamente, los que graven la compraventa.
La Cosa Vendida
Requisitos de la cosa vendida.- La cosa vendida debe reunir los requisitos propios
del objeto de toda declaración de voluntad: ser lícito, determinado y existir o
esperarse que exista.
La cosa vendida debe reunir estos caracteres y, además, los que son peculiares para
el contrato de compraventa. Tales requisitos son cuatro:
a.- debe ser comerciable;
b.- debe ser singular y determinada;
c.- debe existir o esperarse que exista, y
d.- no debe pertenecer al comprador.
El Precio
Requisitos del precio.- El precio debe reunir los requisitos o cualidades que siguen:
a.- debe consistir en dinero;
b.- debe ser real y serio, y
c.- debe ser determinado.
El Código señala el primero y el último de los requisitos enunciados; el segundo
resulta de la naturaleza misma del precio y de la aplicación de los principios
generales.
Venta al peso cuenta o medida.- La venta de las cosas que se aprecian según su
cantidad puede hacerse en bloque o al peso, cuenta o medida.
La venta es hecha en bloque cuando no es necesario pesar, contar o medir para
llegar a determinar, sea la cosa vendida, sea el precio de la venta. La venta será a
peso cuenta o medida cada vez que sea menester pesar, contar o medir para
determinar la cosa o el precio.
Pero los efectos de la venta son diversos según que la operación de pesar, contar o
medir vaya encaminada a determinar el precio total o la cosa que se vende.
Baudry-Lacantinerie, sostiene que para algunos autores, la venta es a peso, cuenta
o medida solamente cuando es menester pesar, contar o medir para determinar la
cosa vendida, pero no el precio.
En relación a lo anterior, podemos establecer: a).- Imagínese que se venden ciertas
cosas determinadas, pero que para establecer su precio total sea menester pesarlas,
contarlas o medirlas.
A vende a B el trigo que tiene en su bodega, a razón de $50.000 el quintal. La venta
se encuentra perfecta; las partes han convenido en la cosa y en la manera de fijar el
precio que consistirá en pesar, contar o medir las cosas vendidas.
El art. 1821, inc. 1°, dispone: “Si se vende una cosa de las que suelen venderse a
peso, cuenta o medida, pero señala de modo que no pueda confundirse con otra
porción de la misma cosa, como todo el trigo contenido en cierto granero, la pérdida,
deterioro o mejora pertenecerá al comprador, aunque dicha cosa no se haya pesado,
contado o medido; con tal que se haya ajustado el precio”.
b).- Supóngase, ahora, que se vende una cosa que es preciso contar, pesar o medir
para determinarla. A vende a B 100 de las 500 toneladas de trigo que tiene en
bodega, al precio de $100.000 la tonelada.
Se conoce el precio que es de $10.000.000; la operación de pesaje va encaminada a
determinar a cosa vendida. Puesto que la venta no recae sobre todo el trigo en
bodega, dicha operación es indispensable para saber qué parte del trigo es la
vendida.
La venta se encuentra igualmente perfecta; pero los riesgos serán de cargo del
comprador desde que las cosas hayan sido pesada, contadas o medidas.
El art. 1821, inc. 2°, expresa: “Si de las cosas que suelen venderse a peso, cuenta o
a medida, solo se vende una parte indeterminada, como diez fanegas de trigo de las
contenidas en cierto granero, la pérdida, deterioro o mejora no pertenecerá al
comprador, sino después de haberse ajustado el precio y haberse pesado, contado o
medido dicha parte”.
c).- La operación de peso, cuenta o medida determina solamente de cargo de quién
son los riesgos; pero el contrato se encuentra perfecto.
Esta conclusión es indudable en mérito de lo que dispone el art. 1822: “ Si avenidos
vendedor y comprador en el precio, señalaren día para el peso, cuenta o medida, y el
uno o el otro no comparecieren en él, será éste obligado a resarcir al otro los
perjuicios que de su negligencia resultaren; y el vendedor o comprador que no faltó a
o la cita podrá, si le conviniere, desistir del contrato”.
Las partes disponen de estas acciones porque el contrato tiene existencia jurídica.
Tales acciones, en suma, se reducen a pedir el cumplimiento del contrato o su
resolución, con indemnización de perjuicios.
b).Igualmente pertenecen al comprador los frutos, tanto naturales como civiles, que
la cosa vendida produzca después de celebrado el contrato.
El art. 1816 modifica, en verdad, las reglas de los arts. 646 y 648, que disponen que
los frutos naturales y civiles de una cosa pertenecen a su dueño. El comprador no
hace suyos los frutos desde que, en virtud de la tradición, se convierte en
propietario, sino desde la celebración del contrato.
Con todo, la regla del art. 1816 tiene tres excepciones; a saber: 1.- cuando las partes
han señalado un plazo para la entrega porque los frutos pertenecen al vendedor, en
tal caso, hasta el vencimiento del plazo.
2.- Cuando la cosa debe entregarse cumplida una condición, porque los frutos
pertenecerán igualmente al vendedor hasta que la condición prevista se cumpla. y
3.- Cuando las partes han estipulado cláusulas especiales, en cuyo caso los frutos
pertenecerán al comprador o vendedor, según las normas contractuales.
Accesorios de la cosa vendida.- No establece el Código una disposición de carácter
general que disponga que la cosa vendida debe entregarse con sus accesorios, a
diferencia de lo que hace su similar francés.
Solamente el art. 1830 dispone: “En la venta de una finca se comprenden
naturalmente todos los accesorios, que según los arts. 570 y siguientes se reputan
inmuebles”.
Pero la regla es igualmente aplicable a la venta de cosas muebles. Así, la venta de
una nave comprende, además del casco y quilla, los aparejos tales como anclas,
botes, cables, jarcias, etc. (arts. 827 y 828 del C. de Comercio).
Riesgos de la cosa vendida.- De acuerdo con la regla general del art. 1550, el riesgo
de la especie o cuerpo cierto cuya entrega se debe es de cargo del acreedor. El art.
1820 aplica esta norma al contrato de compraventa y pone los riesgos a cargo del
comprador.
Establece la disposición legal “ la pérdida, deterioro o mejora de la especie o cuerpo
cierto que se vende, pertenece al comprador, desde el momento de perfeccionarse el
contrato, aunque no se haya entregado la cosa”
Por consiguiente, la pérdida de la cosa vendida proveniente de un caso fortuito,
extingue la obligación del vendedor de entregarla; pero el comprador, en cambio,
deberá pagar el precio.
Si la cosa se ha deteriorado o perecido parcialmente, debe el comprador soportar
igualmente el deterioro, porque habrá de recibirla en el estado en que se encuentre.
Como justa compensación, pertenecen al comprador, sin costo alguno, las mejoras
de la cosa y, como se dijo, sus frutos.
La regla es aplicable a la venta de cosas genéricas que se hace en bloque o que
deben ser pesadas, contadas o medidas para determinar el precio total.
De cualquier manera, esta norma tiene excepciones: a) en la venta condicional,
sujeta a una condición suspensiva; b) en la venta a peso, cuenta o medida en que
debe procederse a pesa, contar o medir para determinar la cosa vendida, y c) en la
venta al gusto.
a) En la compraventa subordinada a una condición suspensiva la pérdida
fortuita de la cosa debe soportarla el vendedor, cuando ésta sobreviene pendiente la
condición.
Junto con extinguirse la obligación del vendedor de entregar la cosa, se extingue la
del comprador de pagar el precio. Soporta el vendedor el riesgo porque sufre la
pérdida de la cosa, sin recibir ninguna compensación.
La pérdida fortuita parcial o deterioro pertenece al comprador porque debe recibir la
cosa en el estado de deterioro en que se encuentre, sin derecho a que se le rebaje el
precio.
La disposición advierte que es menester que la condición se cumpla. Si falla la
condición, no hay ni ha habido contrato y la pérdida o deterioro pertenecerán al
dueño de la cosa, el frustrado vendedor.
b) En la venta a peso, cuenta o medida en que las operaciones de pesar, contar o
medir tienen por objeto determinar la cosa vendida, la pérdida, deterioro o mejora
pertenecen al comprador sólo desde que tales operaciones se verifiquen.
c) El compraventa al gusto, los riesgos son del comprador desde que he
expresado que la cosa le agrada y, mientras tanto, corresponden al vendedor.
La entrega en la venta de predios rústicos.- “Un predio rústico – dice el art. 1831-
puede venderse con relación a su cabida o como una especie o cuerpo cierto” Esto
significa que la venta puede verificarse tomando en consideración la cabida del
predio o desentendiéndose de ella.
Se comprende que si se vende un predio con relación a su cabida o superficie,
pueden surgir dificultades con motivo de que la cabida real sea mayor o menor que
la expresada en el contrato y que tales dificultades no pueden plantearse si la venta
se hace sin tomar en cuenta la superficie o cabida del predio.
Importa precisar, por lo tanto, cuándo se entiende vendido un predio con relación a
la cabida y cuando como especie o cuerpo cierto.
El art. 1831, inc. 2°, expresa que “se vende con relación a la cabida, siempre que
ésta se exprese de cualquier modo en el contrato” y el inciso final añade que “en
todos los demás casos se entenderá venderse el predio o predios como un cuerpo
cierto”.
Pero no es exacto que la venta sea hecha en relación a la cabida cada vez que se
exprese en el contrato; si la cabida se indica como un dato meramente ilustrativo, la
cosa debe entenderse vendida como cuerpo cierto.
En líneas generales, la venta se entiende efectuada con relación a la cabida siempre
que: a) la cabida se exprese en el contrato; b) el precio se fije con relación a ella, y c)
las partes no renuncien a las acciones resultantes de que la cabida real sea diversa
de la que reza el contrato.
El art. 1831, inc. 3°, expresa: “Es indiferente que se fije directamente un precio
total, o que éste se deduzca de la cabida o número de medidas que se expresa, y del
precio de cada medida”.
Y en el inc. 4° añade: “ Es asimismo indiferente que se exprese una cabida total o las
cabidas de las varias porciones de diferentes calidades y precios que contenga el
predio, con tal que de estos datos resulte el precio total y la cabida total”.
En cambio, un predio se entiende vendido como cuerpo cierto cada vez que: a) la
cabida no se exprese en el contrato, y b) las partes mencionen la cabida, pero
expresa o tácitamente declaren que es un dato puramente ilustrativo y que no hacen
cuestión por los defectos de ella.
Comúnmente se expresa en el contrato que la venta se hace ad corpus.
Efectos de la venta con relación a la cabida.- En la venta hecha con relación a la
cabida podrá plantearse una de estas dos cuestiones: que la cabida real del predio
sea mayor o menor que la cabida declarada en el contrato.
a).- Si la cabida real, esto es, la superficie que realmente mide el predio, es mayor que
la expresada en el contrato, podrá ser poco o mucho mayor, Naturalmente las
consecuencias son diferentes.
Pero el legislador ha debido señalar una pauta exacta. Considera que la cabida real
es mucho mayor cuando el precio del sobrante excede de la décima parte del precio
de la verdadera cabida.
Por ejemplo, se venden 1.000 metros cuadrados en $1.000.000 a razón de $1.000 el
metro cuadrado; la cabida real del predio resulta ser de 1.050 metros cuadrados. El
precio del exceso es de $50.000 y el precio de la cabida real es de $1.050.000, el
sobrante no alcanza a la décima parte.
En este caso, el vendedor tendrá derecho a que se le aumente proporcionalmente el
precio. El art. 1832, inc. 1°, establece: “Si se vende el predio con relación a su
cabida, y la cabida real fuere mayor que la cabida declarada, deberá el comprador
aumentar proporcionalmente el precio”.
En el mismo ejemplo propuesto, supóngase que la cabida real es de 1.200 metros
cuadrados; el precio del exceso sería de $ 200.000 y el precio de la cabida real de
$1.200.000. El exceso es superior a la décima parte.
En esta hipótesis, queda al arbitrio del comprador desistir del contrato o aumentar
el precio proporcionalmente. El art. 1832 previene que la regla de su primera parte
no rige en el caso de que “el precio de la cabida que sobre, alcance a más de una
décima parte del precio de la cabida real; pues en este caso podrá el comprador, a
su arbitrio, o aumentar proporcionalmente el precio o desistir del contrato; y si
desiste, se le resarcirán los perjuicios según las reglas generales”.
b).- Si la cabida real es menor que la declara en el contrato, del mismo modo, podrá
ser poco o mucho menor.
Considera el legislador que la cabida real es mucho menor cuando el precio de la
cabida que falta, excede de la décima parte del precio de cabida declarada.
Por ejemplo, se venden 1.000 metros cuadrados en $1.000.000, esto es a razón de
$1.000 el metro cuadrado; el predio tiene, en verdad, una superficie de 950 metros
cuadrados. El precio de la cabida que falta es de $50.000 inferior a la décima parte
del valor de la cabida declarada.
En tal caso, con arreglo al inc. 2° del art. 1832, “si la cabida real es menor que la
declarada, deberá el vendedor completarla; y si esto no fuere posible, o no se le
exigiere, deberá sufrir una disminución proporcional del precio”.
Supóngase, en el ejemplo propuesto, que la cabida real es de 800 metros cuadrados;
el precio de la cabida que falta es de $200.000 superior a la décima parte del precio
de la cabida declarada que es de $1.000.000.
Entonces, conforme a la misma disposición legal, “si el precio de la cabida que falte
alcanza a más de una décima parte del precio de la cabida completa, podrá el
comprador, a su arbitrio, o aceptar la disminución del precio o desistir del contrato
en los términos del precedente inciso”.
Efectos de la venta de un predio como cuerpo cierto.- La compraventa de un
predio rústico como cuerpo cierto no plantea ningún problema de cabida;
justamente para zanjar toda dificultad al respecto los contratantes realizan la venta
ad corpus.
El art. 1833, inc. 1°, establece esta consecuencia, o sea que ‘’no habrá derecho por
parte del comprador ni del vendedor para pedir rebaja o aumento del precio sea cual
fuere la cabida del predio”.
Pero aunque no pueda suscitarse cuestión por la superficie del predio, el vendedor
debe entregar todo lo que se comprenda en sus deslindes. El inc. 2° del art. 1833
establece que “si se vende con señalamiento de linderos, estará obligado el vendedor
a entregar todo lo comprendido en ellos; y si no pudiere o no se le exigiere, se
observará lo prevenido en el inc. 2° del artículo precedente”.
Por lo tanto, será menester averiguar si la parte que falta dentro de los linderos
excede o no la décima parte de lo que en ellos se comprende. Si no excede, el
comprador podrá reclamarla o pedir una rebaja del precio; si excediere, podrá pedir
la rebaja proporcional del precio o desistir del contrato con indemnización de
perjuicios.
Aplicación de los arts. 1832 y 1833 a cualquier conjunto de mercaderías.- El
art. 1835 dispone que las reglas de los arts. 1832 y 1833 “se aplican a cualquier
todo o conjunto de efectos o mercaderías”.
Así, por ejemplo, si se vende un rebaño de 100 animales, a razón de $20.000 cada
uno faltan algunos, el comprador podrá pedir que se le entreguen los que faltan, que
se les baje el precio o desistir del contrato, según los varios casos.
Prescripción.- Las acciones que otorgan los arts. 1832 y 1833 prescriben en corto
tiempo. El art. 1834 dispone: “Las acciones dadas en los dos artículos precedentes
expiran al cabo de un año, contado desde la entrega”.
Por lo tanto, las acciones de que se trata son: a) la acción del vendedor para exigir
un aumento del precio cuando la cabida real es mayor que la declarada; b) la acción
del comprador para pedir la rebaja del precio cuando la cabida declarada es menor
que la real; c) la acción del comprador para exigir la entrega de la cabida que falta
en el mismo caso; d) la acción del comprador para desistir del contrato.
Acción rescisoria por lesión enorme.- Las acciones especiales otorgadas a
comprador y vendedor no les privan de la acción rescisoria por lesión enorme,
cuando las diferencias de la cabida sean de tal importancia que constituyan una
lesión de esta índole.
El art. 1836 dice: “ Además de las acciones dadas en dichos artículos compete a los
contratantes la de lesión enorme en su caso”.
Consecuencias de la falta de entrega de la cosa vendida.- El incumplimiento de
la obligación del vendedor de entregar la cosa produce las consecuencias que prevé
la regla general del art. 1489: el derecho alternativo para el comprador de pedir el
cumplimiento o la resolución del contrato, con indemnización de perjuicios.
El art. 1826, inc. 2°, reproduce esta regla general: “Si el vendedor por hecho o culpa
suya ha retardado la entrega, podrá el comprador a su arbitrio perseverar en el
contrato o desistir de él, y en ambos casos con derecho para ser indemnizado de los
perjuicios según las reglas generales”.
Señala la disposición, las condiciones en que el comprador puede optar por el
ejercicio de estos derechos, a saber: a.- Es preciso que el vendedor retarde la entrega
por su hecho o culpa o, más exactamente, que se encuentre en mora de cumplir.
b.- Es menester, además, que el comprador haya pagado o éste pronto a pagar el
precio o haya estipulado pagarlo a plazo.
B) Obligación de saneamiento.
Ideas generales.- El art. 1824 señala como una segunda obligación del vendedor “el
saneamiento de la cosa vendida”.
No vasta que el vendedor entregue la cosa vendida; es preciso que la entregue en
condiciones tales que el comprador pueda gozar de ella tranquila y útilmente.
No logrará el comprador una posesión tranquila o pacífica de la cosa vendida cuando
se vea turbado en dicha posesión a consecuencia de los derechos que terceros hagan
valer con relación a ella.
No obtendrá una posesión útil si la cosa adolece de defectos que la hacen
inadecuada para el objeto que tuvo en vista al comprarla.
En uno y otro caso el comprador quedaría defraudado en sus justas expectativas si
no dispusiera de recursos para exigir del vendedor que le ampare en la posesión y
subsane los vicios o defectos de la cosa. Este recurso es la acción de saneamiento.
En virtud del contrato de compraventa, en efecto, el vendedor se obliga a garantizar
al comprador la posesión tranquila y útil de la cosa que vende. Se obliga, en otros
términos, al saneamiento.
El art. 1837 señala este doble objetivo de la obligación de saneamiento: “La
obligación de saneamiento comprende dos objetos: amparar al comprador en el
dominio y posesión pacífica de la cosa vendida, y responder de los defectos ocultos
de ésta, llamados vicios redhibitorios”.
Caracteres de la obligación de saneamiento .- La obligación de saneamiento
presenta dos caracteres fundamentales:
a) La obligación de saneamiento es de la naturaleza del contrato de compraventa:
le pertenece sin necesidad de estipulación, pero puede ser modificada, y aun
abolida, sin que por ello el contrato deje de existir o degenere en otro diverso.
La obligación de entregar la cosa vendida, en cambio, es de la esencia del contrato
de compraventa.
b) La obligación de saneamiento tiene un carácter eventual. Se hace exigible a
condición de que ocurran ciertos hechos que pueden suceder o no.
Mientras tanto, la obligación permanece en un estado latente; se concreta y torna
exigible si el comprador es turbado en la posesión de la cosa (saneamiento de la
evicción) o si el comprador no logra un adecuado provecho de la cosa por los
defectos de que adolece (saneamiento de los vicios redhibitorios).
a) Saneamiento de la evicción.
Objeto de la obligación de saneamiento de la evicción .- La obligación de sanear
la evicción tiene por objeto, como expresa el art. 1837, “amparar al comprador en el
dominio y posesión pacífica de la cosa vendida”.
Este amparo del comprador, se traduce en su defensa cada ves que sea víctima de la
agresión de terceros que pretendan derechos sobre la cosa, que embaracen su goce y
turben su posesión. Si fracasa en su empresa y sobreviene la evicción, o sea, es
privado el comprador de todo o parte de la cosa comprada, está obligado el vendedor
a indemnizarle.
Por tanto, la obligación de saneamiento de la evicción persigue dos fines o se
desarrolla en dos etapas: a.- defender al comprador contra los terceros que reclaman
derechos sobre la cosa; y, b.- indemnizar al comprador si la evicción, no obstante, se
produce.
Naturaleza de la obligación de saneamiento.- La obligación de saneamiento de la
evicción, en cuanto se traduce en defender al comprador, es un obligación de hacer.
El hecho debido consiste en asumir la defensa del comprador.
En cuanto la obligación de saneamiento se convierte en la indemnizar al comprador
evicto, es una obligación de dar.
El art. 1840 señala las consecuencias de estas características; en suma, consisten
en que la obligación, en su primer aspecto, es indivisible y divisible en el segundo.
Dice el art. 1840: “La acción de saneamiento es indivisible. Puede por consiguiente
intentarse in solidum contra cualquiera de los herederos del vendedor”. Pero desde
que a la obligación de amparar al comprador en la posesión, sucede la de
indemnizarle en dinero, se divide la acción; y cada heredero es responsable
solamente a prorrata de su cuota hereditaria. La misma regla se aplica a los
vendedores que por un solo acto de venta hayan enajenado la cosa”.
Si son varios los deudores de la obligación de saneamiento – pluralidad que puede
ser originaria o derivativa – la acción del comprador para exigir que se le ampare es
indivisible.
No se concibe que los deudores defiendan al comprador por partes; el objeto de la
obligación no es susceptible de ejecución parcial.
Fracasada la defensa y producida la evicción, la obligación de indemnizar al
comprador es divisible; su objeto es pagar una suma de dinero. Se divide entre los
vendedores por partes iguales y, entre sus herederos, a prorrata de sus cuotas.
Requisitos para que sea exigible la obligación de saneamiento. Para que se haga
exigible la obligación del vendedor de amparar al comprador en el dominio y
posesión pacífica de la cosa vendida, es menester que sea turbado en dicho dominio
y posesión. En otros términos, es preciso que el comprador se vea expuesto a sufrir
evicción de la cosa.
No basta, sin embargo, que el comprador sea turbado en el dominio y posesión de la
cosa; es necesario que el comprador haga saber al vendedor la turbación de que es
víctima para que acuda en su defensa. En otras palabras, es menester que el
vendedor sea citado de evicción.
Por lo tanto, para que el vendedor esté obligado al saneamiento, se requiere: a) que
el comprador se vea expuesto a sufrir evicción de la cosa comprada, y b) que el
vendedor sea citado de evicción.
Concepto de la evicción. La evicción es el resultado de una derrota judicial sufrida
por el comprador.
En efecto, el artículo 1838 dispone “Hay evicción de la cosa comprada, cuando el
comprador es privado del todo o parte de ella, por sentencia judicial”.
Pero el concepto que resulta de esta disposición es incompleto. La privación que
sufre el comprador debe provenir de una causa anterior a la celebración del contrato
de compraventa.
El artículo 1839, agrega “El vendedor es obligado a sanear al comprador todas las
evicciones que tengan una causa anterior a la venta, salvo en cuanto se haya
estipulado lo contrario”.
De este modo, la evicción es la privación que experimenta el comprador de todo o
parte de la cosa comprada, en virtud de una sentencia judicial por causa anterior a
la venta.
Elementos de la evicción: enunciación. De lo anteriormente dicho se desprende
los elementos de la evicción: a) que el comprador sea privado de todo o parte de la
cosa vendida; b) que esta privación tenga lugar por un sentencia judicial, y c) que la
privación provenga de una causa anterior a la compraventa.
a) Privación total o parcial.- Lo que constituye esencialmente la evicción es la
privación que experimenta el comprador de todo o parte de la cosa.
La evicción puede ser, por lo tanto, total o parcial.
Cualquiera que sea la magnitud de la turbación que sufra el comprador, tiene
derecho al saneamiento.
Sufrirá el comprador una evicción total, por ejemplo, cuando siendo ajena la cosa
vendida, el dueño la reivindica; y parcial, si un tercero reclama sobre ella un
derecho de usufructo o servidumbre.
b) Necesidad de una sentencia judicial.- Puesto que la evicción es una derrota
judicial del comprador, supone un proceso y una sentencia que le desposea total o
parcialmente de la cosa.
Se siguen de lo dicho diversas consecuencias que importan destacar: 1.- Los
reclamos extrajudiciales que terceros formulen al comprador, pretendiendo derechos
sobre la cosa, no hacen exigible la obligación de saneamiento.
Dichos reclamos podrán inspirar al comprador un justo temor de verse privado del
todo o parte de la cosa; pero este temor sólo autoriza para suspender el pago del
precio, en los términos que señala el inc. 2° del art. 1872.
2.- El abandono voluntario que haga el comprador al tercero, de todo o parte de la
cosa, no obliga al vendedor al saneamiento.
Sin embargo, puede darse el caso que se produzca la evicción sin una sentencia
judicial, como claramente resulta de lo dispuesto en el art. 1856: La citada
disposición establece que el plazo de prescripción de la acción de saneamiento se
contará desde la fecha de la sentencia o, “si ésta no hubiere llegado a pronunciarse”,
desde que se restituye la cosa.
Pero el caso previsto, es aquel en que el vendedor, citado al juicio, acepta de la
demanda y se allana a la evicción y el comprador, reconociendo igualmente la
justicia de las pretensiones del tercero, restituye la cosa.
El vendedor, en suma, acepta dar por evicto al comprador, sin necesidad de fallo
judicial.
3.- Solamente está obligado el vendedor al saneamiento de las turbaciones de
derecho de que el comprador sea víctima, esto es, aquellas que provengan de
derechos que terceros pretendan tener sobre la cosa.
Las turbaciones de derecho se traducen en el ejercicio de una acción en contra del
comprador.
No debe el vendedor ninguna garantía en razón de las turbaciones de hecho que
sufra el comprador, aunque importen un despojo; no está obligado a defenderle y
menos a indemnizarle, porque tales turbaciones no provienen de una insuficiencia
del derecho del vendedor sobre la cosa vendida.
El comprador, por lo tanto, debe repeler por sí solo las agresiones que consistan en
vías de hecho.
El artículo 1930 distingue expresamente entre turbaciones de hecho y de derecho.
c) La evicción debe tener una causa anterior a la venta.- El art. 1839 exige,
perentoriamente, que la causa de la evicción sea anterior a la celebración del
contrato de compraventa: “ El vendedor es obligado a sanear al comprador todas las
evicciones que tengan en una causa anterior a la venta, salvo en cuanto se haya
estipulado lo contrario”.
El art. 1843 insiste en que el comprador debe citar de evicción al vendedor, cuando
se le demanda la cosa “por causa anterior a la venta”.
Las evicciones motivadas por causas posteriores a la venta, las soporta
exclusivamente el comprador. El vendedor es por completo extraño a la evicción.
Las partes, sin embargo, pueden convenir otra cosa.
Citación de evicción.- Para que el vendedor acuda en defensa del comprador y
quede obligado a indemnizarle, es menester que tenga noticia del juicio que
amenaza con privarle total o parcialmente de la cosa.
Por este motivo, el art. 1843 dispone: “ el comprador a quien se demanda la cosa
vendida, por causa anterior a la venta, deberá citar al vendedor para que
comparezca a defenderla”.
La falta de citación exonera totalmente de responsabilidad al vendedor. “Si el
comprador omitiere citarle, y fuere evicta la cosa, el vendedor no será obligado al
saneamiento” ( art. 1843, inc. 3°).
Forma y oportunidad de la citación. El art. 1843, inc. 2°, prescribe que la citación
de evicción “se hará en el término señalado en el código de enjuiciamiento”. El
Código de Procedimiento Civil, en efecto, reglamenta la citación de evicción en el
Título V del Libro III.
a) La citación debe solicitarse por el comprador y para el que juez la ordene
“deberán acompañarse antecedentes que hagan aceptable la solicitud” (art. 584, inc
2° C.P.C.)
b) La citación debe hacerse “antes de la contestación de la demanda. (art. 584,
inc. 1° C.P.C.).
c) Decretada la citación, el juicio se paraliza por el plazo de diez días, si el citado
reside en el territorio jurisdiccional en que se sigue el juicio; si reside en otro
territorio jurisdiccional o fuera del territorio nacional, el plazo de diez días se
aumenta como el emplazamiento para contestar demandas (art. 585 C.P.C.).
d) Vencidos estos plazos sin que el demandado haya hecho practicar la citación,
podrá pedir el demandante que se declare caducado el derecho de aquél para
exigirla, o que se le autorice para llevarla a efecto, a costa del demandado (art. 585,
inc. 2° C.P.C.).
e) Practicada la citación, las personas citadas de evicción dispondrán del término
de emplazamiento que corresponda para comparecer al juicio, suspendiéndose,
entre tanto, el procedimiento (art. 486 C.P.C.).
La citación de evicción procede en toda clase de juicios. La citación de evicción
tiene cabida en todo juicio, y no solamente en el juicio ordinario.
La ubicación en el C. P. C. del Título “De la citación de evicción” así lo demuestra; la
historia de la ley corrobora este acerto.
A quién puede citarse de evicción. Es obvio que el demandado puede citar de
evicción a su vendedor. Pero también, puede citar a los antecesores del vendedor.
El art. 1841 dispone: “Aquel a quien se demanda una cosa comprada podrá intentar
contra el tercero de quien su vendedor la hubiere adquirido, la acción de
saneamiento que contra dicho tercero competería al vendedor, si éste hubiera
permanecido en posesión de la cosa”.
El comprador adquiere sobre la cosa, todos los derechos de sus antecesores y, entre
ellos, la acción de saneamiento de cada comprador contra su vendedor. El último
comprador reúne en sus manos todas estas acciones.
De este modo se evita, la innecesaria pérdida de tiempo en que se incurriría si el
comprador tuviera que citar a su vendedor, éste al suyo y así sucesivamente hasta
llegar al responsable de que la cosa sea evicta.
Desarrollo de la obligación de saneamiento del vendedor citado de evicción. El
vendedor citado de evicción debe defender al comprador y apersonarse al juicio con
tal objeto; violará su obligación si no comparece.
Una vez citado el vendedor, puede presentarse una de las siguientes dos
situaciones: 1.- El vendedor no comparece, y 2.- el vendedor se apersona en el
juicio. Menester es examinar lo que sucede en una y otra hipótesis:
1.- Si el vendedor no comparece, vencido el término de emplazamiento de que
dispone para comparecer, “continuará sin más trámite el procedimiento” (art. 587
C.P.C.).
Su falta de comparecencia acarreará, como lógica sanción, la responsabilidad del
vendedor por la evicción que se produzca. El art. 1843, inc. 3°, segunda parte
prescribe que “si el vendedor citado no compareciere a defender la cosa vendida,
será responsable de la evicción”.
Pero esta regla general tiene una justa excepción. El comprador debe hacer lo que
esté de su parte pera impedir la evicción; si deja de oponer alguna de aquellas
excepciones que sólo a él competían, y se produce, como consecuencia, la evicción,
no será responsable el vendedor, pese a que fue citado y no compareció al juicio.
Según el art. 1843, inc. 3°, parte final, el vendedor no que da obligado al
saneamiento cuando “el comprador haya dejado de oponer alguna defensa o
excepción suya, y por ello fuere evicta la cosa”.
Así ocurrirá por ej., si el comprador omitió deducir una excepción de prescripción
adquisitiva que, agregando a la suya la posesión de sus antecesores, habría podido
invocar.
Tocará al vendedor, para eximirse de responsabilidad, acreditar que el comprador
disponía de una excepción suya que no opuso y que, por esta omisión, la evicción se
produjo.
2.- Si el vendedor comparece, se sigue el juicio con él. La defensa del comprador, en
otros términos, se traduce en que el vendedor asume, en lo sucesivo, el papel de
demandado en el litigio.
El art. 1844 previene que “Si el vendedor comparece, se seguiría contra él solo la
demanda”.
El comprador, sin embargo, podrá seguir actuando en el pleito como parte
coadyuvante. El mismo art. 1844 le concede la facultad: “Podrá siempre intervenir
en el juicio para la conservación de sus derechos”.
Aún más, el comprador deberá intervenir en el pleito si dispone de excepciones que
no puede oponer el vendedor, so pena de no quedar éste responsable si, a causa de
la omisión del comprador, la cosa fuere evicta.
Actitudes que puede adoptar el vendedor que comparece al juicio.- El vendedor
que comparece al juicio puede percatarse de la justicia de la demanda, de la
esterilidad de sus esfuerzos y allanarse a la evicción.
En tal caso, el comprador puede seguir por su cuenta el juicio. Si sobrevienen la
evicción, el vendedor deberá indemnizarle; pero no se comprenden en la
indemnización las costas del pleito, ni los frutos percibidos durante la secuela del
litigio, pagados al demandante.
El art. 1845 dispone: “Si el vendedor no opone medio alguno de defensa, y se allana
al saneamiento, podrá con todo el comprador sostener por sí mismo la defensa, y si
es vencido, no tendrá derecho para exigir del vendedor el reembolso de las costas en
que hubiere incurrido defendiéndose, ni el de los frutos percibidos durante dicha
defensa y satisfechos al dueño”.
Las costas se han causado y los frutos han debido reembolsarse debido a la
obstinación del comprador; el resultado del juicio mostró que era injustificada.
El vendedor, asimismo, podrá considerar injusta la agresión de que se ha hecho
víctima al comprador y asumir su defensa en el litigio.
La obligación de indemnizar al comprador evicto.- El fallo que se dicte en el
juicio instaurado por el tercero puede serle adverso o favorable:
1.- Si la sentencia es adversa para el tercero y favorable al comprador, la defensa del
vendedor habrá sido exitosa y la evicción no habrá llegado a producirse
El vendedor habrá cumplido fielmente con su obligación de amparar al comprador;
el tercero no tenía los derechos que hizo valer en el juicio, su demanda fue injusta.
El vendedor queda aun eximido de indemnizar los daños que la demanda hubiere
ocasionado al comprador.
El art. 1855 dispone: “Si la sentencia negare la evicción, el vendedor no será
obligado a la indemnización de los perjuicios que la demanda hubiere causado al
comprador, sino en cuanto la demanda fuere imputable a hecho o culpa del
vendedor”.
2.- Si, por el contrario, la sentencia es adversa para el comprador y favorable al
tercero, se producirá la evicción. El vendedor no habrá cumplido su obligación de
amparar al comprador; a la obligación de defenderle sucede la de indemnizarle de la
evicción (art. 1840).
Las indemnizaciones que debe el vendedor al comprador son diversas según que la
evicción sea total o parcial.
Indemnizaciones en caso de evicción total.- El art. 1847 señala cuales son las
indemnizaciones que debe pagar el vendedor en caso de evicción total, esto es,
cuando el comprador es privado íntegramente de la cosa. La indemnización
comprende: a) la restitución del precio; b) el pago de las costas del contrato; c) el
pago de frutos; d) el pago de las costas del juicio, y e) el pago del aumento de valor
de la cosa.
a) Restitución del precio.- La más importante, sin duda, de las prestaciones a que
está obligado el vendedor es la restitución del precio que recibió del comprador.
Debe el vendedor restituir el precio aunque la cosa haya disminuido de valor, o
como dice el art. 1847, N°1°, “aunque la cosa al tiempo de la evicción valga menos”.
La regla anterior tiene una justificada excepción; si el menor valor de la cosa
proviene de deterioros de que el comprador se ha aprovechado, debe hacerse la
correspondiente rebaja del precio.
Dispone el art. 1848: “Si el menor valor de la cosa proviene de deterioros de que el
comprador ha sacado provecho, se hará el debido descuento en la restitución del
precio”.
b) Pago de las costas del contrato.- La indemnización comprende, asimismo, “las
costas legales del contrato de venta que hubieren sido satisfechas por el comprador”
(art. 1847, N°2°).
Conviene recalcar que la prestación se refiere sólo a las costas “legales” del contrato
y en cuanto el comprador las hubiere pagado.
c) Pago de Frutos.- Debe el vendedor indemnizar al comprador “del valor de los
frutos, que el comprador hubiere sido obligado a restituir al dueño; sin perjuicio de
lo dispuesto en el art. 1845” (art. 1847, N° 3°).
El pago de los frutos debe hacerse por el vendedor en la medida en que el comprador
deba restituirlos al dueño de la cosa. La obligación del comprador de restituir los
frutos depende de su buena o mala fe y se regula por las reglas de las prestaciones
mutuas de título De la reivindicación.
No debe el vendedor los frutos posteriores a la fecha en que el vendedor se allanó a
la evicción y percibidos durante la secuela del juicio que el comprador se empeño en
seguir adelante. Tal es el alcance de la referencia al art. 1845.
d) Pago de las costas del juicio.- La indemnización comprende, también, “las
costas que el comprador hubiere sufrido a consecuencia y por efecto de la
demanda” (art. 1847, N°4°).
No se incluyen las costas en que el comprador haya incurrido defendiéndose,
después que el vendedor se allanó al saneamiento.
e) Pago del aumento de valor de la cosa.- Comprende la indemnización, por
último, “el aumento de valor que la cosa evicta haya tomado en poder el comprador,
aun por causas naturales o por el mero transcurso del tiempo” (art. 1847, N°5°).
El aumento de valor de las cosas puede provenir: 1.- de causas naturales o del
simple transcurso del tiempo, y 2.- de mejoras introducidas por el comprador.
1.- Para determinar en qué términos debe pagar el vendedor los aumentos de valor
de la cosa que provienen de causas naturales o del transcurso del tiempo, es preciso
distinguir si ha tenido buena o mala fe. Si el vendedor ésta de buena fe, “el aumento
de valor debido a causas naturales o al tiempo, no se abonará en lo que excediere a
la cuarta parte del precio de la venta”(art. 1850). Suponiendo que el precio de la
venta haya sido de $1.000 el vendedor sólo estará obligado a pagar el aumento de
valor hasta $250.
Si el vendedor está de mala fe, debe abandonar el total del aumento de valor de la
cosa.
El art. 1850 dispone que la antedicha limitación no tiene lugar en caso “de probarse
en el vendedor de mala fe, en cuyo caso será obligado a pagar todo el aumento de
valor, de cualesquiera causas que provenga”.
2.- En cuanto los aumentos de valor que provengan de mejoras, el art. 1849
dispone: “El vendedor será obligado a reembolsar al comprador el aumento de valor,
que provenga de las mejoras necesarias o útiles, hechas por comprador, salvo en
cuanto el que obtuvo la evicción haya sido condenado a abandonarlas. El vendedor
de mala fe será obligado aun al reembolso de lo que importen las mejoras
voluptarias”.
De este modo, es preciso distinguir nuevamente si el vendedor está de buena o mala
fe. El vendedor de buena fe debe abonar el aumento de valor resultante de las
mejoras necesarias y útiles que hizo el comprador y que no hayan sido abandonadas
por el que obtuvo la evicción.
El comprador de mala fe debe reembolsar aun las mejoras voluptarias.
Evicción parcial.- La evicción parcial es aquella en que se priva al comprador
solamente de parte de la cosa vendida. Sus consecuencias son diversas según la
magnitud de la evicción.
Distingue la ley dos situaciones: a) la parte evicta es tal, que sea de presumir que
sin ella no se habría comprado la cosa, y b) la parte evicta no es de tanta
importancia, o el comprador no hace uso del derecho que le acuerda el art. 1852,
inciso final.
a) Para el caso de que la evicción sea de considerable magnitud, el art. 1852 inc.,
4° dispone: “ Si la evicción no recae sobre toda la cosa vendida, y la parte evicta es
tal, que sea de presumir que no se habría comprado la cosa sin ella, habrá derecho
a pedir la rescisión de la venta”.
Tiene el comprador el derecho opcional de pedir la rescisión de la venta o el
saneamiento de la evicción.
Regula el art. 1853 las relaciones entre el comprador y el vendedor, en caso de que
el primero opte por pedir la rescisión del contrato: “En virtud de esta rescisión, el
comprador será obligado a restituir al vendedor la parte no evicta, y para esta
restitución será considerado como poseedor de buena fe, a menos de prueba
contraria; y el vendedor, además de restituir el precio, abonará el valor de los frutos
que el comprador hubiere sido obligado a restituir con la parte evicta, y todo otro
perjuicio que de la evicción resultare al comprador”.
b) Para el caso de que la evicción parcial no sea de tanta magnitud o el comprador
no quisiere pedir la rescisión del contrato, el art. 1854 dispone:” En caso de no ser de
tanta importancia la parte evicta, o en el de no pedirse la rescisión de la venta, el
comprador tendrá derecho para exigir el saneamiento de la evicción parcial con
arreglo a los arts. 1847 y siguientes”.
Esta vez el comprador no puede optar entre el saneamiento y la rescisión de la
venta: sólo tiene derecho para pedir el saneamiento de la evicción parcial.
Extinción de la acción de saneamiento.- La obligación de saneamiento puede
extinguirse total o parcialmente. Si la extinción es total, el vendedor queda por
completo liberado; si es parcial, su responsabilidad se limita a ciertas prestaciones
únicamente.
La acción de saneamiento por evicción se extingue por la renuncia, por la
prescripción y en casos especiales previstos por la ley.
Renuncia de la acción de saneamiento.- La obligación de saneamiento es de la
naturaleza del contrato de compraventa. Las partes pueden, por lo tanto, modificarla
y hasta abolirla.
Por de pronto, el art. 1839 declara que el vendedor es obligado a sanear las
evicciones con causa anterior a la venta, salvo en cuanto se estipule lo contrario.
Y el art. 1842 expresa: “Es nulo todo pacto en que se exima al vendedor del
saneamiento de evicción, siempre que en ese pacto haya habido mala fe de parte
suya”.
Hay mala fe cuando el vendedor conocía la causa de la evicción y, sin darla a
conocer al comprador, estipuló su irresponsabilidad. La Ley sanciona este fraude
con la nulidad de la estipulación.
A contrario sensu, es valido el pacto y la consiguiente renuncia, si el vendedor
estaba de buena fe.
Pero la renuncia no produce sino limitados efectos, puesto que no exonera por
completo al vendedor de la obligación de saneamiento; la extinción solo es sólo
parcial porque el vendedor debe siempre restituir el precio recibido.
El art. 1852, inc. 1°, prescribe: “La estipulación que exime al vendedor de la
obligación de sanear la evicción, no le exime de la obligación de restituir el precio
recibido”.
El inc. 2° añade: “Y estará obligado a restituir el precio íntegro, aunque se haya
deteriorado la cosa o disminuido de cualquier modo su valor, aun por hecho o
negligencia del comprador, salvo en cuanto éste haya sacado provecho del
deterioro”.
Solamente en dos casos la renuncia extingue por completo la obligación del
vendedor: a) “si el que compró lo hizo a sabiendas de ser ajena la cosa”, y b) “si
expresamente tomó sobre sí el peligro de la evicción, especificándolo”. (art. 1852,
inc. 3°)
Prescripción de la acción de saneamiento.- La obligación de saneamiento, en
cuanto se traduce en defender al comprador, es imprescriptible. En cualquier
tiempo en que el comprador sea demandado por terceros que aleguen derechos
sobre la cosa vendida, puede citar de evicción al vendedor para que le defienda. La
obligación sólo se hace exigible cuando el comprador es demandado.
En cambio, es prescriptible la obligación de saneamiento en cuanto se convierte en
la de indemnizar al comprador, una vez producida la evicción o para emplear los
términos del art. 1840, inc. 2° “desde que a la obligación de amparar al comprador
en la posesión, sucede la de indemnizarle en dinero”.
El art. 1856, inc. 1° establece: “La acción de saneamiento por evicción prescribe en
cuatro años; más por lo tocante a la sola restitución del precio, prescribe según las
reglas generales”.
En consecuencia, prescriben en cinco años la acción para reclamar la restitución del
precio y en cuatro años las acciones encaminadas a reclamar todas las restantes
indemnizaciones.
El art. 1856 concluye que “se contará el tiempo desde la fecha de la sentencia de
evicción; o si está no hubiere llegado a pronunciarse, desde la restitución de la cosa”
Casos en que se extingue, por disposición de la ley, la obligación de
saneamiento de la evicción.- En determinadas circunstancias la ley declara al
vendedor parcial o totalmente liberado de la obligación de saneamiento de la
evicción.
Se extingue la obligación parcialmente en los siguientes casos: a) En las ventas
forzadas la indemnización se limita a la devolución del precio.
El art. 1851 dispone: “En las ventas forzadas hechas por autoridad de la justicia, el
vendedor no es obligado, por causa de la evicción que sufriere la cosa vendida, sino
a restituir el precio que haya producido la venta”.
b) En caso de que el vendedor se allane al saneamiento y el comprador prosiga
por sí solo el juicio, la indemnización no comprende las costas del pleito en que
hubiere incurrido defendiéndose, ni los frutos percibidos durante dicha defensa y
satisfechos al dueño (art. 1845).
La obligación de saneamiento se extingue por completo: a) En caso de que citado de
evicción el vendedor no comparece, pero el comprador no opone en el juicio alguna
excepción suya “y por ello fuere evicta la cosa” (art. 1843, inc. 3°, parte final).
b) “si el comprador y el que demanda la cosa como suya se someten al juicio de
árbitros, sin consentimiento del vendedor, y los árbitros fallaren contra el
comprador” (art. 1846 N°1).
c) “Si el comprador perdió la posesión por culpa, y de ello se siguió la evicción”
(art. 1846 N°2).
b) El pacto de retroventa.
Concepto. Dispone el art. 1881: “Por el pacto de retroventa el vendedor se reserva la
facultad de recobrar la cosa vendida, reembolsando al comprador la cantidad
determinada que se estipulare, o en defecto de esta estipulación lo que le haya
costado la compra”.
A modo de ejemplo, Pedro vende a Juan un predio en 500 millones de pesos y se
reserva el derecho de recuperarlo, reembolsando dicha suma, en el plazo de dos
años. Tal estipulación es un pacto de retroventa.
El pacto de retroventa importa una condición resolutoria del contrato de
compraventa. El contrato está expuesto a desaparecer por el hecho futuro e incierto
consistente en que el vendedor haga valer su opción de recobrar la cosa vendida.
Trátase de una condición pura o meramente potestativa, porque depende de la sola
voluntad del vendedor.
Ventajas e inconvenientes del pacto de retroventa. El pacto de retroventa es un
eficaz medio de procurarse dinero el propietario de una cosa, de la que no desea
desprenderse definitivamente.
El dueño de la cosa la vende y obtiene dinero; puede luego recobrarla pagando la
suma convenida, o, en su defecto, lo que recibió por ella. Este pago es, en el fondo,
la restitución de la suma prestada.
Presenta para el vendedor una ventaja sobre otras garantías, como la hipoteca; ya
que, puede procurarse una mayor suma de dinero, puesto que el acreedor que
presta con garantía hipotecaria, tiene lógicamente en cuenta los gastos del cobro de
su crédito y no presta, sino lo que pueda valer la finca, con deducción de tales
gastos. El vendedor confía en que, dentro del plazo fijado, podrá procurarse los
fondos para reembolsar el precio y recobrar la cosa.
Para el comprador las ventajas son enormes; podrá hacer suya la cosa por el sólo
hecho de que el vendedor deje pasar el plazo sin efectuar el reembolso; la venta se
hará, entonces, irrevocable.
Sus inconvenientes derivan de que, a menudo, sirve para encubrir un pacto
comisorio que la ley terminantemente prohíbe. En el hecho, la estipulación puede
tener simplemente por objeto permitir al prestamista hacerse pago de su crédito con
la cosa dada en garantía.
Un examen superficial podría llevar a confundir la venta con pacto de retroventa con
un préstamo con garantía prendaria. El vendedor parece ser un mutuario que da
una cosa en prenda y el comprador un prestamista que la recibe. Entre ambas
operaciones media, sin embargo, una considerable diferencia.
El mutuario debe restituir la suma prestada y el mutuante puede perseguirle en
todos sus bienes para obtener el reembolso. En cambio, el que se procura dinero por
medio del pacto de retroventa, no debe ninguna suma de dinero y no puede ser
forzado a reembolsar lo que recibió; el reembolso para él es facultativo.
Además, en el préstamo con prenda, el mutuario conserva el dominio de la cosa; los
riesgos serán de su cargo. En la venta con pacto de retroventa, seguida de la
tradición, el comprador se hace dueño; para él serán los riesgos de la cosa si perece
antes de que el vendedor ejercite su derecho de recobrarla.
Requisitos del pacto de retroventa. Para que el pacto de retroventa produzca sus
efectos, es menester que concurran los siguientes requisitos: a) facultad concedida
al vendedor de recobrar la cosa; b) obligación del vendedor de reembolsar al
comprador, y c) un plazo concedido al vendedor para ejercitar su derecho.
a) Es esencial, como se comprende, que el vendedor se reserve la facultad de
reembolsar la cosa vendida.
La estipulación de la reserva debe hacerse en el mismo contrato de compraventa; no
puede útilmente pactarse después de su celebración. La estipulación a posteriori
importaría una promesa de compraventa.
b) El art. 1881 previene que el vendedor debe reembolsar al comprador el precio
que se estipulare y, a falta de estipulación, el mismo precio de la venta.
c) Es indispensable un plazo para que el vendedor ejercite su derecho. El art.
1885 dispone: “El tiempo en que se podrá intentar la acción de retroventa no podrá
pasar de cuatro años, contados desde la fecha del contrato”.
Las partes pueden, pues, señalar un plazo que no exceda de cuatro años.
Condiciones para ejercitar el derecho que emana del pacto de retroventa.- Para
el ejercicio de los derechos que el pacto de retroventa genera para el vendedor y para
que opere la resolución del contrato de compraventa, es preciso que concurran las
siguientes condiciones: a) que el vendedor haga valer judicialmente su derecho; b)
que en el acto de ejercerlo ponga el precio a disposición del comprador; c) que el
derecho se haga valer en tiempo oportuno, y d) que se dé el correspondiente aviso al
comprador.
a) Si las partes se avienen a ejecutar la retroventa, el vendedor reembolsa el
precio y el comprador restituye la cosa, no pueden suscitarse dificultades. Pero si el
comprador se resiste, es indispensable que el vendedor ejercite su derecho,
acudiendo a la justicia.
El art. 1885 emplea la expresión “intentar la acción” que indica la necesidad de que
el derecho del vendedor se ejercite judicialmente.
No es suficiente, por lo tanto, una manifestación extrajudicial de la voluntad del
vendedor de ejercitar su derecho.
b) En el acto de hacer valer su derecho, el vendedor debe pagar el precio. El
término “reembolsando”, que emplea el art. 1881, indica claramente la idea de
simultaneidad entre el ejercicio del derecho y el pago.
c) El vendedor deberá invocar el pacto de retroventa en tiempo oportuno, esto es,
dentro del plazo convenido, que no será superior a cuatro años. Expirado este plazo,
el derecho del vendedor se extingue.
d) En fin, para ejercitar su derecho, el vendedor debe avisar al comprador con la
debida anticipación. El comprador goza de la cosa y es lógico que anticipadamente
se le avise que debe restituirla.
El art. 1885, inc. 2°, dispone: que “en todo caso tendrá derecho el comprador a que
se le dé noticia anticipada, que no bajará de seis meses para los bienes raíces ni de
quince días para las cosas muebles”.
Esta regla no tiene lugar cuando la cosa produce frutos, de tiempo en tiempo,
mediante trabajos e inversiones preliminares; justo es que la restitución no pueda
reclamarse del comprador, sino después de obtenidos los frutos de su esfuerzo. Por
este motivo la disposición citada concluye que “si la cosa fuere fructífera, y no diere
frutos sino de tiempo en tiempo y a consecuencia de trabajos e inversiones
preparatorias, no podrá exigirse la restitución demandada sino después de la
próxima percepción de frutos”.
Efectos del pacto de retroventa.- Los efectos del pacto de retroventa serán
diversos, según que el vendedor haya o no ejercitado oportunamente su derecho.
1.- Si el vendedor no ejercitó su derecho en el plazo convenido o legal, fallará la
condición resolutoria del contrato de venta. Caducarán los derechos del vendedor y
los del comprador se consolidarán definitivamente.
2.- Por la inversa, si el vendedor ejercita su acción en la oportunidad debida, se
habrá cumplido la condición resolutoria, se resolverá el contrato de venta y las cosas
volverán al mismo estado en que se encontrarían si no se hubiera contratado.
Como en el caso de toda condición resolutoria cumplida, será menester examinar los
efectos entre las partes y con relación a los terceros.
Efectos entre las partes.- Comprador y vendedor se deben mutuas prestaciones. a).
El comprador está obligado, desde luego, a restituir la cosa, con sus accesorios. El
art. 1883, inc. 1° previene: “El vendedor tendrá derecho a que el comprador le
restituya la cosa vendida con sus acciones naturales”.
b)..El comprador debe indemnizar al vendedor por los deterioros de la cosa. El
vendedor “tendrá asimismo derecho a ser indemnizado de los deterioros imputables
a hecho o culpa del comprador” (art. 1883, inc. 2°).
c)..Por su parte, el vendedor debe pagar al comprador las mejoras introducidas en la
cosa. “Será obligado al pago de las expensas necesarias, pero no de las invertidas en
mejoras útiles o voluptuarias que se hayan hecho sin su consentimiento” (art. 1883,
inc. 3°).
Efectos contra terceros.- Respectos de los terceros se siguen las reglas generales. La
resolución del contrato de compraventa les afectará a condición de que estén de
mala fe.
El art. 1882 dispone: “El pacto de retroventa en sus efectos contra terceros se sujeta
a lo dispuesto en los arts. 1490 y 1491”.
El derecho que nace del pacto de retroventa es intransferible.- El derecho que
nace para el vendedor del pacto de retroventa es intransferible. El art. 1884 prohíbe
la cesión: “El derecho que nace del pacto de retroventa no puede cederse”.
Con todo, el derecho del vendedor podría, sin embargo, transmitirse por causa de
muerte.
c) Pacto de Retracto.
Se llama Pacto de Retracto o adictio in diem aquel en que las partes convienen que
se resolverá la venta si, en un plazo determinado, se presenta un nuevo comprador
que ofrezca al vendedor condiciones más ventajosas que el comprador primitivo.
El art. 1886 dispone: “si se pacta que presentándose dentro de cierto tiempo (que no
podrá pasar de un año), persona que mejore la compra se resuelva el contrato, se
cumplirá lo pactado; a menos que el comprador o la persona a quien éste hubiere
enajenado la cosa, se allane a mejorar en los mismos términos la compra”.
La disposición merece las dos observaciones que siguen: a) El plazo para mejorar la
compra no puede exceder de un año; y, b) Para evitar la resolución, el comprador o
la persona que hubiere adquirido de él la cosa, puede mejorar la compra, en los
mismos términos que el nuevo comprador. En otras palabras, en igualdad de
condiciones , el contrato no se resuelve y la ley hace prevalecer el interés del
comprador.
Entre las partes y respecto de terceros, el pacto de retracto produce los mismos
efectos que el pacto de retroventa. (art. 1886, incs. 2° y 3°).
LA PERMUTA
LA CESIÓN DE DERECHOS
Cesión de créditos que constan por escrito.- La entrega del título supone que el
crédito cedido conste por escrito. ¿La imposibilidad de efectuar la entrega importa
que no pueden cederse los créditos que no constan por escrito?
Una respuesta afirmativa dejaría sustraídos del comercio una apreciable cantidad de
derechos personales, contrariado el espíritu general de la legislación.
En tal caso, la escritura de cesión en que se especifique el crédito, servirá de título
que habrá de entregarse al cesionario.
Perfeccionamiento de la cesión respecto del deudor y terceros .- La entrega del título
deja perfecta la cesión entre las partes, esto es, entre el cedente y el cesionario.
Para que la cesión se perfeccione respecto del deudor cedido y de terceros, es
menester que se notifique al deudor o éste acepte la cesión.
Mientras no intervenga la notificación o aceptación, para el deudor y terceros el
titular del crédito continúa siendo cedente.
El art. 1905 establece que “ en general, se considerará existir el crédito en manos
del cedente respecto del deudor y terceros”.
La misma disposición prevé dos consecuencias particulares de este principio
general: a).- El deudor podrá pagar válidamente al cedente;
b).- Los acreedores del cedente podrán embargar el crédito que se reputa
pertenecerle.
En suma, mientras no medien la notificación o aceptación, la cesión es inoponible al
deudor y a terceros.
Formas de perfeccionarse la cesión respecto del deudor cedido y de terceros.- El art.
1902 dispone: “La cesión no produce efecto contra el deudor ni contra terceros,
mientras no ha sido notificada por el cesionario al deudor o aceptada por éste”.
Importa destacar que los requisitos que señala el art. 1902 no son copulativos.
Basta la notificación del deudor o la aceptación del mismo.
Notificación del deudor.- La cesión se perfecciona respecto de terceros y del propio
deudor, en primer término, por la notificación de éste:
a) La notificación del deudor ha de ser judicial. Debe efectuarse personalmente,
previa resolución judicial. El art. 47 del Código de Procedimiento Civil previene que
esta forma de notificación se empleará “siempre que la ley disponga que se notifique
a alguna persona para la validez de ciertos actos”.
b) La iniciativa de la notificación del deudor corresponde al cesionario. El cesionario
está primordialmente interesado en que la notificación se practique y, además,
tienen el título del crédito que le ha sido entregado por el cedente.
No hay inconveniente para que se cometa este encargo al cedente que, en tal caso,
se reputará como un representante del cesionario.
c).La notificación debe practicarse cumpliendo con los requisitos generales de toda
notificación personal; además, deberá cumplir con lo dispuesto en el art. 1903: “La
notificación debe hacerse con exhibición del título, que llevará anotado el traspaso
del derecho con la designación del cesionario y bajo la firma del cedente”.
Aceptación del deudor .- La cesión se perfecciona igualmente, respecto del deudor y
terceros, por la aceptación del primero.
La aceptación del deudor puede ser expresa o tácita.
La primera consistirá en una explícita declaración del deudor de que aprueba la
cesión; la segunda consiste “en un hecho que la suponga, como la litis contestatio
con el cesionario, un principio de pago al cesionario, etc.”(art. 1904).
La notificación del deudor, hecha por un ministro de fe, previa orden judicial, marca
con toda exactitud el momento en que se ha perfeccionado la cesión respecto del
deudor y terceros.
El código no ha rodeado la aceptación de ningún requisito de forma.
Prestada la prestación verbalmente, surgirá el problema de probarla. Para este
efecto regirán las limitaciones de la prueba testimonial de los arts. 1708 y 1709.
(cuantía de la cesión)
Si la aceptación consta de instrumento privado, quedará plenamente probada
respecto el deudor, cuando el documento sea reconocido o mandado tener por
reconocido.
Respecto de terceros, el documento no adquirirá fecha cierta, sino desde que ocurra
alguno de los hechos previstos en el art. 1703; la aceptación no puede hacerse valer
contra terceros, sino desde que el mismo instrumento adquiera fecha cierta a su
respecto.
De este modo, puede ocurrir que el deudor deba considerar como su acreedor al
cesionario, mientras los terceros pueden continuar reputando tal al cedente .
Nuestro código se ha apartado, sin provecho, de su modelo habitual. El Código
francés exige que la aceptación del deudor conste de un acto auténtico.
Efectos de la cesión.- Los efectos de la cesión deben considerarse en dos aspectos.
En primer lugar será menester examinar el alcance o extensión de la cesión. En
seguida, será preciso considerar la responsabilidad que con motivo de la cesión
contrae el cedente.
Extensión de la cesión.- El art. 1906 establece: “La cesión de un crédito comprende
sus finanzas, privilegios e hipotecas; pero no traspasa las excepciones personales
del cedente”.
En suma, el cesionario gozará del crédito en los mismos términos que el cedente.
Sin embargo, la cesión no transfiere las excepciones personales del cedente. Se
exceptúa la nulidad relativa que, de acuerdo con el art. 1684, pueden invocar las
personas en cuyo favor la establece la ley y sus cesionarios.
La excepción de compensación.- De ordinario es indiferente que la cesión se
perfeccione por la notificación o por la aceptación del deudor.
La distinción sólo ofrece interés, para decidir si puede el deudor cedido oponer al
cesionario una compensación que habría podido oponer al cedente.
El art. 1659, inc. 1°, dispone: “El deudor que acepta sin reserva alguna la cesión que
el acreedor haya hecho de sus derechos a un tercero, no podrá oponer en
compensación al cesionario los créditos que antes de la aceptación hubiere podido
oponer al cedente”.
Es lógico que el deudor no pueda oponer en compensación al cesionario, los créditos
adquiridos contra el cedente posteriores ala aceptación. El cedente ha dejado de ser
acreedor y, en suma, ya no median entre ambos obligaciones recíprocas.
Pero tampoco puede compensar el deudor los créditos que adquirió antes de la
aceptación y que hubiera podido oponer al cedente. La aceptación sin reservas
importa una renuncia de la compensación.
Cuando la cesión se perfecciona por la notificación del deudor, la situación es
totalmente distinta. El deudor podrá oponer al cesionario “todos los créditos que
antes de notificársele la cesión haya adquirido contra el cedente, aun cuando no
hubieren llegado a ser exigibles sino después de la notificación” (art. 1659, inc. 2°).
Responsabilidad del cedente. La responsabilidad que contrae el cedente con
motivo de la cesión depende de si el título es gratuito u oneroso.
El art. 1907 se ocupa de la responsabilidad del cedente cuando la cesión es a título
oneroso. Cedido un crédito a título gratuito, no cabe ninguna responsabilidad al
cedente.
Dispone el art. 1907 que el cesionario de un crédito, a título oneroso, “se hace
responsable de su existencia al tiempo de la cesión, esto es, de que verdaderamente
le pertenecía en ese tiempo; pero no se hace responsable de la solvencia del deudor,
si no se compromete expresamente a ello; ni en tal caso se entenderá que se hace
responsable de la solvencia futura, sino sólo de la presente, salvo que se comprenda
expresamente la primera”.
De este modo, por el sólo hecho de la cesión onerosa y sin necesidad de especial
estipulación, el cedente responde de que era efectivamente acreedor al tiempo de
efectuarse.
Se requiere un pacto especial para que el cedente sea responsable de la solvencia del
deudor. A falta de esta estipulación expresa, el cesionario debe soportar los riesgos
de la insolvencia del deudor cedido.
La estipulación que hace responsable al cedente de la insolvencia del deudor
comprende, naturalmente sólo, su insolvencia al tiempo de la cesión; el riesgo de la
insolvencia futura debe asumirlo el cedente de una manera expresa.
Precisa el art. 1907 en que consiste la responsabilidad del cedente: debe reembolsar
al cesionario “del precio o emolumentos que hubiere reportado de la cesión”.
Por acuerdo de las parte, el cedente puede asumir otras responsabilidades como,
por ejemplo, la obligación de indemnizar perjuicios al cesionario.
Arrendamiento de Cosas.
Ideas Generales
Concepto.- El arrendamiento de cosas es el contrato en que una de las partes se
obliga a conceder el goce de una cosa y la otra a pagar por este goce un determinado
precio .
La parte que confiere el goce de la cosa se denomina arrendador y la que debe pagar
el precio, arrendatario (art. 1919).
El arrendatario de predios urbanos recibe la denominación particular de inquilino
(art. 1970), y el arrendatario de predios rústicos, la particular denominación de
colono (art. 1979).
Diferencias entre el arrendamiento de cosas y la compraventa.- Ofrece el
arrendamiento de cosas notable semejanza con la compraventa.
Ambos contratos son consensuales, bilaterales, onerosos y conmutativos; requieren
ambos como elementos esenciales, cosa, precio consentimiento de las partes
contratantes; en fin, en ambos contratos una parte se obliga a entregar una cosa y a
procurar a la otra un goce tranquilo y útil, respondiendo del saneamiento de la
evicción y de los vicios redhibitorios.
Median entre ambos contratos, sin embargo, fundamentales diferencias:
a) La compraventa es un título translaticio de dominio, porque naturalmente sirve
para transferirlo; seguida la tradición conduce al comprador a la adquisición del
dominio, a condición de que el vendedor y tradente sea propietario. En todo caso, el
comprador adquirirá la posesión de la cosa.
El arrendamiento, en cambio es un título de mera tenencia. El arrendatario no
adquiere el dominio, ni si quiera la posesión de la cosa arrendada, puesto que no la
tiene como señor o dueño, sino que reconociendo un dominio ajeno.
b) El goce de la cosa que el vendedor se obliga a procurar al comprador, es un goce
definitivo y perpetuo.
Entre tanto, el goce que el arrendador debe conceder al arrendatario es
necesariamente temporal y, al cabo de terminado el goce, la cosa debe ser restituida.
El arrendamiento de cosas y el derecho de usufructo.- Tanto en el arrendamiento
de cosas como en el derecho de usufructo, se concede a una persona la facultad de
gozar de una cosa ajena, pero la capital diferencia entre ambos derechos es
consecuencia de que el usufructo es un derecho real, mientras que el derecho
resultante para el arrendatario, es un derecho personal.
Tiene el usufructuario un derecho real de goce que no impone al nudo propietario
ninguna obligación correlativa, como no sea la de dejar gozar al usufructuario, esto
es, no turbarle en el ejercicio de su derecho. El arrendatario, en cambio, tiene un
crédito contra el arrendador para que le proporcione el goce de la cosa; su rol es
activo: hacer gozar a su acreedor, el arrendatario.
C.- El precio
Caracteres del precio.- Como en la compraventa, el precio debe ser real o serio y
determinado.
El precio, por tanto, no habrá de ser fingido o simulado, ni irrisorio. El
arrendamiento degeneraría en un contrato gratuito.
La determinación del precio es una exigencia que fluye de los principios generales.
La cantidad a que asciende el precio puede ser incierta con tal que en el contrato se
fijen normas o se contengan datos que sirvan para determinarlo.
Pero mientras en la compraventa el precio debe consistir en dinero, en el
arrendamiento “puede consistir ya en dinero, ya en frutos naturales de la cosa
arrendada” (art. 1917).
En caso de pagarse el precio con frutos de la cosa, puede fijarse una cantidad
determinada o una cuota o parte alicuota de los de cada cosecha. Esta última forma
de pago del precio es frecuente en el arrendamiento de predios rústicos y recibe la
denominación de aparcería, vulgarmente llamada mediería.
El precio puede fijarse en una cantidad alzada o en una cantidad periódica.
“Llámese renta cuando se paga periódicamente” (art. 1917, inc 2°).
Forma de determinar el precio.- El art. 1918 dispone que el precio puede fijarse
“de los mismos modos que en el contrato de venta”.
En consecuencia, el precio puede fijarse por las partes o por un tercero; no puede
dejarse al arbitrio de una de las partes.
La determinación del precio puede hacerse “por cualesquiera medios o indicaciones
que lo fijen” (art. 1808, inc. 2°).
2.- obligación de usar de la cosa según los términos o el espíritu del contrato.
Concepto. Con arreglo a la definición del art. 1915, el arrendamiento puede tener
por objeto “ejecutar una obra”.
El contrato puede definirse, como aquel en que las partes se obligan mutuamente, la
una a ejecutar una obra material y la otra a pagar por ella un precio determinado.
La persona que toma a su cargo la ejecución de la obra se denomina, artífice.
El contrato importa compraventa o arrendamiento, según las circunstancias. El
contrato para la confección de una obra material puede importar legalmente una
compraventa o un arrendamiento:
a).- Si el artífice suministra la materia parta la confección de la obra, “el contrato es
de venta” (art. 1996, inc. 1°).
Se dice que el contrato se celebra “obra vendida” para significar que el artífice
suministrará los materiales.
b).- Por el contrario, “si la materia es suministrada por la persona que encargó la
obra, el contrato es de arrendamiento” (art. 1996, inc. 3°).
c).- En fin, si ambas partes suministran la materia, el contrato será de compraventa
o arrendamiento, según cual de ellas suministre la parte principal. “Si la materia
principal es suministrada por el que ha ordenado la obra, poniendo al artífice lo
demás, el contrato es de arrendamiento; en el caso contrario de venta” (art. 1996,
inc. 4°).
Confección de obra material y compraventa.- Suministrada la materia
íntegramente o en su parte principal por el artífice, el contrato es de compraventa.
El contrato es indudablemente de venta de cosa futura y, por lo tanto, condicional.
Se entiende hacha la venta bajo la condición de que la obra será bien confeccionada,
condición que se entenderá cumplida cuando el que encargó la obra la ha recibido y
aprobado.
Por este motivo, el contrato de compraventa no se reputa perfecto “sino por la
aprobación del que ordenó la obra” (art. 1996, inc. 1°).
La consecuencia más importante que se sigue de reputarse el contrato como de
venta, dice relación con los riesgos de la cosa. El art. 1996, inc. 2° dispone: “Por
consiguiente, el peligro de la cosa no pertenece al que ordenó la obra sino desde su
aprobación, salvo que se haya constituido en mora de declarar si la aprueba o no”.
De este modo, si la cosa perece, el artífice pierde no solamente la materia, sino que
el precio de su trabajo.
Los riesgos se invierten, si el que encargó la obra se constituye en mora de expresar
si la acepta o rechaza. Es está una aplicación de la regla del art. 1481, inc. 2°, que
reputa cumplida la condición si deja de cumplirse por hecho del deudor.
La confección de obra material y el arrendamiento.- Si el que encarga la obra
proporciona la totalidad o la parte principal de la materia, el contrato es de
arrendamiento.
El arrendamiento de obra se sujeta a las reglas generales del arrendamiento, salvas
algunas normas especiales (art. 1996, inc. 5°).
De partida, el problema de los riesgos se plantea de diversa manera. La pérdida de la
materia recae sobre el dueño, esto es, la persona que ordenó la obra (art. 2000, incs.
1° y 2°). Con todo, podemos concluir que:
a) El artífice será responsable “cuando la materia perece por su culpa o por culpa de
las personas que le sirven”(art. 2000, incs. 1° y 2°).
b) Pero el artífice, aunque la cosa perezca sin culpa suya o de sus dependientes,
pierde su trabajo, “no podrá el artífice reclamar el precio o salario”, salvo las
excepciones legales (art. 2000, inc. 3°). En que sentido, el artífice comparte los
riesgos con el que encargó la obra.
c) El riesgo es íntegramente de cargo del que ordenó la obra, esto es, pierde la
materia y debe pagar el precio, en los casos siguientes: 1.- Si la obra ha sido
reconocida y aprobada (art. 2000, N°1°).
2.- Si la cosa no ha sido reconocida y aprobada por mora del que encargó la obra
(art. 2000, N°2°), y
3.- Si la cosa perece por un vicio de la materia suministrada por el que encargó la
obra, salvo que el vicio sea de aquellos que el artífice por su oficio ha debido
conocer, o conociéndolo no haya dado aviso oportuno (art. 2000, N°3°).
Fijación del precio.- Conforme a las reglas generales, no hay compraventa ni
arrendamiento si las partes no han convenido en el precio o, a lo menos, señalado
las normas para determinarlo. Uno y otro contrato sólo se perfeccionan cuando las
partes están acordes en la cosa y el precio.
En los contratos de confección de obra material, la ley se aparta de estos principios.
El art. 1997 dispone: “Si no se ha fijado precio, se presumirá que las partes han
convenido en el que ordinariamente se paga por la misma especie de obra, y a falta
de éste por el que se estimare equitativo a juicio de peritos”.
La fijación parcial del precio requiere que las partes no lo hayan convenido y no sea
posible recurrir a normas consuetudinarias que sirvan para determinarlo.
Fijación del precio por un tercero.- Las partes pueden confiar a un tercero la fijación
del precio. Prevé la ley que el tercero fallezca antes o después de ejecutada la obra:
a) Cuando el tercero fallezca antes de la ejecución de la obra, “será nulo el contrato”.
b) Si el fallecimiento sobreviene después de haberse procedido a la ejecución de la
obra, “se fijará el precio por peritos”(art. 1998).
(Arrendamiento de transporte).
(el censo)
(La sociedad)
El Mandato
Definición. Define el Mandato el art. 2116: “El Mandato es un contrato en que una
parte confía la gestión de uno o más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por
cuenta y riesgo de la primera”.
“La persona que confiere el encargo se llama comitente o mandante, y la que lo
acepta apoderado, procurador, y en general mandatario”.
Caracteres del contrato. El mandato es un contrato generalmente consensual, por
su naturaleza onerosa bilateral.
Rasgo característico del mandato es que el mandatario actúe por cuenta y riesgo del
mandante.
a).- El mandato es generalmente consensual. El mandato es un contrato
comúnmente consensual. Se perfecciona, pues, por el sólo consentimiento de
mandante y mandatario.
La voluntad del mandante de confiar la gestión de un negocio al mandatario y la
voluntad de éste de aceptar el encargo, puede manifestarse tácitamente. En efecto,
el art. 2123 dispone que “el encargo que es objeto del mandato...”
Cuando un contrato se otorga por escrito, regularmente el instrumento deja
constancia del consentimiento de ambas partes. En el mandato, el documento deja
constancia, por lo general, sólo de la voluntad del mandante que propone el
mandatario la realización de un encargo, que éste puede aceptar o rechazar. El
consentimiento del mandatario, aceptando el encargo, interviene a posteriori.
Por otro lado, el encargo debe ser aceptado por el mandatario. El art. 2124 previene
que “el contrato de mandato se reputa perfecto por la aceptación del mandatario”.
La aceptación del mandatario puede ser expresa o tácita. Cuando el mandato se
otorga por escrito y posteriormente sobreviniente la aceptación del mandatario,
generalmente la aceptación será tácita.
Importa aceptación tácita “todo acto en ejecución del mandato” (art. 2124, inc. 2°).
Es menester, por tanto, que el mandatario ejecute actos positivos de gestión del
mandato; su silencio no constituye aceptación.
Sin embargo, por excepción, el silencio del mandatario suele importar que acepta el
encargo. En efecto, el art. 2125 dispone: “Las personas que por su profesión...”
La persona ausente que hace el encargo confía en que será aceptado por quien hace
su profesión de la gestión de negocios ajenos y que éste adoptará las medidas
encaminadas al resguardo de sus intereses.
Pero aunque rechacen el encargo, las personas que se encargan habitualmente de
negocios ajenos, “deberán tomar las providencias conservativas urgentes que
requiera el negocio que se les encomienda” (art. 2125, inc. 2°).
Finalmente, aunque perfecto el mandato por la aceptación del mandatario, puede
este retractarse.
No impone la retractación responsabilidad al mandatario si se verifica “mientras el
mandante se halle todavía en aptitud de ejecutar el negocio por sí mismo, o de
cometerlo diversa persona” (art. 2124, inc. 3°). En caso contrario, es responsable de
los perjuicios que ocasione al mandante su retractación.
Se explica que el mandatario pueda unilateralmente poner fin al mandato porque,
debido a su peculiar naturaleza, el contrato termina por la renuncia del
mandatario(art. 2163, N°4°).
El mandato solemne .- Generalmente consensual, por excepción, el mandato suele
ser solemne.
El art. 2123 establece que no se admitirá la escritura privada para acreditarlo
“cuando las leyes requieran un instrumento auténtico” La norma concuerda con el
art. 1701, en cuya virtud, la falta de instrumento público no puede suplirse por
ninguna otra prueba en los actos o contratos en que la ley exige esa solemnidad. En
este sentido: a).- Es solemne el mandato judicial. Las solemnidades pueden consistir
en una escritura pública, un acta extendida ante un juez de letras o un juez árbitro
y suscrita por todos los otorgantes o por declaración escrita del mandante y
autorizada por el secretario del tribunal que está conociendo de la causa (art. 6° del
C. de P. Civil).
b).- También es solemne el mandato para contraer matrimonio, que debe constar
por escritura pública ( art. 15 de la Ley N°4.808).
c).- Debe constar por escritura pública, asimismo, el mandato que confiera la mujer
casada, para expresar su conocimiento para la enajenación de bienes raíces sociales
(art. 1749, inc. 7°) o inmuebles suyos, que el marido éste o pueda estar obligado a
restituirle en especie (art. 1754, inc. 2°).
Mandato para ejecutar actos solemnes.- La generalidad de la doctrina y de la
jurisprudencia estima que el mandato para la ejecución de un acto solemne debe
estar revestido de las mismas solemnidades que éste. Así, el mandato para comprar
o vender un bien raíz debe otorgarse por escritura pública.
Dos razones se invocan en apoyo de esta doctrina: 1.- El consentimiento del
mandante, generador del contrato, debe constar de escritura pública, porque la
venta de bienes raíces la requiere y la absorbencia de la formalidad prescrita por la
ley, es la manera como se expresa dicho consentimiento.
2.- Por otra parte, si bien el mandato es regularmente consensual, de acuerdo con lo
dispuesto en el art. 2123, la misma norma establece que se exceptúa el caso en que
debe constar de instrumento auténtico, y no vale, en tal evento, la escritura privada.
3.- El art. 2123 establece que el mandato es regularmente consensual. Ello no
obstante, dispone que no se admitirá en juicio la prueba testimonial, sino conforme
a las reglas generales, aludiendo a las limitaciones de los arts. 1708, 1709 y 1710, y
tampoco la escritura privada, cuando las leyes exigen instrumento auténtico,
haciendo alusión, esta vez, a la norma del artículo 1701, que previene que la falta de
instrumento público no puede suplirse por otra prueba, en los actos o contratos en
que la Ley requiere esa solemnidad.
La disposición establece, que es de rigor la forma pública cuando la ley exige que el
mandato conste de esa manera. Hace falta un texto legal expreso que disponga que
el mandato se constituya por escritura pública. Se altera el sentido de la norma
cuando se le hace decir que se requiere la forma pública cuando la Ley no la precisa
para el mandato, sino para el acto encomendado.
b).- El mandato es oneroso por su naturaleza. De acuerdo con los términos del
artículo 2117, “el mandato puede ser gratuito o remunerado”, esto es, oneroso.
En efecto, el mandato es generalmente oneroso; el mandante debe pagar una
remuneración al mandatario, aunque no medie una expresa estipulación.
Tal conclusión resulta claramente de lo que señala el artículo 2158, Nº 3 al sostener
como una de las obligaciones del mandante la de pagar al mandatario la
remuneración estipulada o usual.
Por otro lado, la remuneración del mandatario, denominada honorario, se
determina, en primer termino por acuerdo de las partes, anterior o posterior al
contrato. Puede determinarse, asimismo, “por la ley, la costumbre o el juez” (artículo
2117, inciso 2º).
Finalmente, la circunstancia de ser el mandato remunerado, influye en la
responsabilidad del mandatario. En efecto, este se hace responsable de la culpa leve,
como sostiene el artículo 2129 en su inciso 2º.
d).- El mandatario obra por cuenta y riesgo del mandante. El rasgo característico
y esencial del mandato es que el mandatario obre “por cuenta y riesgo del
mandante”.
El mandatario gestiona el negocio encomendado como algo ajeno, de manera que
serán para el mandante los beneficios que la gestión reporte y soportará las
pérdidas, como si tal gestión la realizara personalmente.
Esto es evidente cuando el mandatario representa al mandante. El acto ejecutado
por el mandatario compromete sólo el patrimonio del mandante. La gestión del
mandatario convierte al mandante en acreedor o deudor; personalmente aquél no se
obliga para con los terceros, ni los obliga para con él.
Mandato y representación. La representación, en cambio, no es de la esencia del
mandato. En el desempeño de su cometido, el mandatario puede obrar a su propio
nombre y, en tal evento, no representa al mandante; para ello es indispensable que
lo haga en nombre del mandante con arreglo a lo que establece el artículo 1448; y el
artículo 2151 agrega que obrando nomine proprio no le obliga respecto de terceros.
El mandato confiere al mandatario la facultad de representar al mandante; se le
entiende facultado para obligarle directamente, y como dicha facultad no requiere de
una especial mención, ha de concluirse que la representación es de la naturaleza del
mandato.
Si el mandatario obra a su propio nombre. Se obliga él y no obliga al mandante. Pero
como pese a las apariencias el mandatario actúa por cuenta ajena sus relaciones
con el mandante se rigen por las reglas del mandato. Para los terceros, el
mandatario es el titular de los derechos emergentes del acto realizado; frente al
mandante, continúa siendo mandatario.
La doctrina francesa denomina a este mandatario que es tal pero no aparenta serlo
prëte nom.
DERECHO CIVIL
CONTRATOS REALES
El préstamo en general.- En general, el préstamo es un contrato en que una de
las partes entrega una cosa a otra, confiriéndole el derecho e servirse de ella, con
cargo de restitución.
Pero son diversas las maneras de servir se de las cosas. Unas veces, el uso
destruye la cosa; otras veces, no altera su sustancia.
Si quien recibe el préstamo adquiere sólo el derecho de servirse de la cosa, de
modo que no altere su sustancia y debe restituir la cosa misma que recibió, el
contrato es un préstamo de uso o comodato. El prestamista conserva el dominio
de la cosa y el prestatario es deudor de una especie o cuerpo cierto.
Al contrario, si el que recibe el préstamo puede hacer la cosa un uso que no es
susceptible de renovarse, que la destruye, y no debe restituir la cosa misma sino
otra semejante, el contrato es de mutuo o préstamo de consumo. El prestamista
transfiere el dominio al prestatario y éste se convierte en deudor de una
obligación de género.
Por consiguiente, el préstamo reviste dos formas: el préstamo de uso o
comodato, que impone la obligación de restituir la cosa misma, y el préstamo de
consumo mutuo, que obliga a devolver cosas análogas a las recibidas.
1.- EL COMODATO.
Casos en que sean varios comodatarios.- El art. 2189 prescribe que “si la
cosa ha sido prestada a muchos, todos son solidariamente responsables”.
La responsabilidad solidaria no puede referirse sino a las indemnizaciones que se
deban al comodante por los daños causados en la cosa o a la obligación de pagar
su valor.
La obligación de restituir la cosa es indivisible, de acuerdo con lo provenido en el
art. 1526, N°2°, y puede reclamarse de aquel de los comodatarios que la detente.
EL COMODATO PRECARIO
EL MUTUO
Cosas que pueden ser objeto del mutuo.- Las cosas que pueden darse en el
mutuo han de ser fungibles, carácter que destaca la definición legal.
Puesto que el mutuario debe restituir, a cambio de las cosas que recibe, otras
tantas del mismo género y calidad, es evidente que ha de tratarse de cosas que
puedan reemplazarse mutuamente.
Las cosas fungibles permiten una restitución en equivalente. La fungibilidad es
una relación de equivalencia entre dos cosas, en cuya virtud una puede llenar la
misma función liberatoria que la otra.
EL DEPÓSITO Y EL SECUESTRO
I. Depósito voluntario.
Concepto.- El depositario voluntario se encuentra definido en el art. 2215: “El
deposito propiamente dicho es un contrato en que una de las partes entrega a la
otra una cosa corporal y mueble para que la guarde y la restituya en especie a
voluntad del depositante”.
Aplicación al depósito de las reglas de los arts. 2181 a 2185.- El art. 2233
hace aplicables al depósito las normas de los arts. 2181 a 2185 que rigen el
comodato.
a) La restitución debe hacerse al depositante o a quien tenga derecho para recibir en
su nombre.
Si el depósito lo efectuó un incapaz que usaba de la cosa con autorización de su
representante legal, la restitución podrá efectuarse válidamente al incapaz
mismo.
b) Cesa la obligación de restituir si el depositario descubre que la cosa le pertenece;
pero, si el depositante le disputa el dominio, deberá restituir a menos de probar
breve y sumariamente su derecho de propiedad.
c) No puede el depositario retener la cosa para seguridad de los créditos que tenga
contra el depositante, salvo en el caso del art. 2235.
d) No es lícito al depositario suspender la restitución, a pretexto de que la cosa no
pertenece al depositante, salvo que la cosa se embargue judicialmente en sus
manos, o haya sido perdida, hurtada o robada, o se trate de armas ofensivas o de
otra de que sepa que se trata de hacer un uso criminal, o si el depositante ha
perdido el juicio y carece de curador.
EL SECUESTRO.
Las garantías.- Los riesgos que para el acreedor significa la insolvencia del
deudor se aminoran cuando ha tenido la precaución de obtener adecuadas
garantías.
Las garantías encaminadas a asegurar el cumplimiento de las obligaciones
pueden revestir variadas formas.
Las más importantes garantías obedecen a la denominación genérica de
cauciones. El art. 46 las define y expresa que caución es “cualquiera obligación
que se contrae para la seguridad de otra obligación propia o ajena”. La
disposición señala como ejemplos la fianza, la prenda y la hipoteca.
Pero las garantías pueden adoptar muchas otras formas.
a) Constituye una importantísima garantía la solidaridad pasiva, puesto que
permite al acreedor reclamar el pago íntegro de su crédito de cada uno de los
varios deudores.
b) La cláusula penal es otra importante garantía y corresponde estrictamente
al concepto de caución que señala la definición del art. 46. Por la cláusula penal
se estipula que el deudor o un tercero pagarán una pena en caso de no cumplirse
la obligación principal o de retardarse el cumplimiento.
El razonable temor de incurrir en la pena inducirá al deudor a cumplir fielmente la
obligación; si la pena se la impone un tercero, cuanta el acreedor, además, con
los bienes de éste para hacerla efectiva.
c) La anticresis “es otra garantía por la que se entrega al acreedor un bien raíz
para que se pague con sus frutos”.
d) Especial mención merece el derecho legal de retención que, como indica su
nombre, autoriza a una persona para conservar en su poder un bien que debe
restituir, mientras no se efectúen determinadas prestaciones en su favor.
LA FIANZA.
El Concepto.- Define el art. 2335 el contrato de fianza: “La fianza es una
obligación accesoria, en virtud de la cual una o más personas responden de una
obligación ajena, comprometiéndose para con el acreedor a cumplirla en todo o
parte, si el deudor principal no la cumple”.
La fianza no es una “obligación” sino que un “contrato” accesorio que se celebra
entre acreedor y fiador. La necesidad en que se encuentra el fiador de satisfacer
la obligación, total o parcialmente, en subsidio del deudor principal, es el efecto
propio y fundamental de este contrato.
Con todo el art. 2336 parece contradecir abiertamente que la fianza es siempre
un contrato y justifica que el Código haya preferido calificarla de “obligación
accesoria”.
Dispone el art. 2336 que “la fianza puede ser convencional, legal o judicial” y
añade que “la primera es constituida por contrato, la segunda es ordenada por la
ley, la tercera por decreto de juez”; seria un contrato solamente la fianza
convencional.
Pero no existe tal contradicción; la fianza es siempre un contrato. Puede ser
convencional, legal o judicial el origen de la obligación de procurarse un fiador. El
deudor puede resultar obligado a proporcionar un fiador como consecuencia de
una convención, de un mandato de la ley o de una orden judicial.
Fianza a favor del fiador. La fianza puede constituirse a favor del fiador. El
fiador, en otros términos, puede tener un fiador, un subfiador. El art. 2335, inc.
2°, dispone: “La fianza puede constituirse no sólo a favor del deudor principal,
sino de otro fiador”.
En general, el subfiador está sometido a las mismas disposiciones que el fiador; a
su respecto, éste es considerado como deudor principal.
Clasificaciones de la fianza.
Enunciación. La fianza puede ser legal, judicial y convencional; personal e
hipotecaria o prendaria; limitada o ilimitada; simple y solidaria.
I.- Fianza convencional, legal y judicial.- La clasificación no se refiere al
origen de la obligación del fiador – que es invariablemente convencional -, sino al
origen de la obligación del deudor principal de rendir fianza de procurarse un
fiador.
Como ejemplos de fianza legal pueden citarse la que están obligados a rendir los
poseedores provisorios (art. 89), los tutores y curadores (arts. 374 y 376), los
usufructuarios (arts. 775 y 777).
Por lo que toca a la fianza judicial, debe dejarse en claro que el juez, para
ordenar su constitución, debe apoyarse en un texto expreso de la ley. Tal es el
caso de los propietarios fiduciarios (art. 775), del dueño de la obra ruinosa (art.
932) de los albaceas (arts. 1292 y 1313).
La fianza legal y la fianza judicial se rigen, en general, por las mismas reglas que
la convencional. El art. 2336, inc. 3°, previene: “La fianza legal y la judicial se
sujetan a las mismas reglas que la convencional, salvo en cuanto la ley que la
exige o el Código de Enjuiciamiento disponga otra cosa”.
Sin embargo, dos diferencias importantes pueden anotarse:
a) Si la fianza es legal o judicial, puede sustituirse a ella una prenda o
hipoteca, aun contra la voluntad del acreedor.
El art. 2337 prescribe: “El obligado a rendir una fianza no puede sustituir a ella
una hipoteca o prenda, o recíprocamente, contra la voluntad del acreedor. Si la
fianza es exigida por la ley o decreto del juez, puede substituirse a ella una
prenda o hipoteca suficiente”.
a) Cuando la fianza es exigida por el juez, el fiador no goza del beneficio de excusión
(art. 2358, N°4°).
2.- Capacidad del fiador. El art. 2350 dispone, en su inc. 1°, que “el obligado a
prestar fianza debe dar un fiador capaz de obligarse como tal”.
Por su parte, el art. 2342 dispone: “Las personas que se hallen bajo potestad
patria o bajo tutela o curaduría, sólo podrán obligarse como fiadores en
conformidad a lo prevenido en los títulos De la Patria Potestad y De la
administración de los tutores y curadores. Si el marido o la mujer, casado en
régimen de sociedad conyugal quisieren obligarse como fiadores, se observarán
las reglas dadas en el título De la sociedad conyugal.
De lo dicho precedentemente, se puede concluir:
a).- En los títulos referidos solamente se consignan reglas relativas a las
condiciones en que pueden obligarse como fiadores los pupilos.
En este sentido, para obligarse el pupilo como fiador, con arreglo a lo dispuesto
en el art. 404, se requiere: 1° que medie una previa autorización judicial; 2° que
la fianza se otorgue a favor del cónyuge, de un descendiente o ascendiente
legítimo o natural; y 3° que se invoque una “causa urgente y grave”.
b).- La mujer casada en régimen de sociedad conyugal, necesita autorización del
marido o del juez en subsidio, cuando se obliga en los términos del art. 1751.
c).- La fianza, como los demás que otorgue el hijo de familia, deben ser
autorizados o ratificados por el padre.
d).- El marido para obligar los bienes de la sociedad conyugal, requiere
autorización de la mujer, en los términos del art. 1749, inc. 5° y siguientes.
e).- En conformidad a la ley 19.335, art. 3°, que agregó el art. 1792-3 al Código
Civil (que creó el régimen de participación en los gananciales), ninguno de los
cónyuges podrá otorgar cauciones personales a obligaciones de terceros, sin el
consentimiento del otro cónyuge, cuando se ha pactado ese régimen patrimonial
en el matrimonio. Si se hace, el acto adolece de nulidad relativa (art. 1792-4).
f).- La mujer separada de bienes, puede obligarse como fiadora sin limitaciones.
Lo mismo ocurre con la mujer que actúa en ejercicio de su patrimonio reservado,
en conformidad al art. 150.
Efectos de la fianza.
División de la materia.- Los efectos de la fianza, deben enfocarse desde un
triple punto de vista: I° Efectos de la fianza entre el acreedor y el fiador; II°
Efectos de la fianza entre el fiador y el deudor; y, III° efectos de la fianza entre
los cofiadores.
Tratan de estas materias, respectivamente, los párrafos 2°, 3° y 4° del Título
XXXVI.
Acción de Reembolso.
Acción personal o de reembolso. La acción que pertenece al fiador, por
derecho propio, emanada del contrato de fianza, se denomina acción personal o
acción de reembolso.
Se la denomina acción personal en atención a su origen, porque es propia del
fiador, a diferencia de la acción subrogatoria en que el fiador ejercita los derechos
de su acreedor, cuyo lugar pasa a ocupar, en virtud de la subrogación que en su
favor se opera.
¿Cuál es el fundamento de esta acción?
Si la fianza se constituye por encargo del deudor, es el resultado de un mandato.
Es la acción derivada del mandato (actio mandati contraria) la que permitirá al
fiador reembolsarse.
Si la fianza se otorga sin oposición del deudor, puede estimarse que existe una
agencia oficiosa. El fiador habrá realizado una gestión útil al deudor y para
reembolsarse dispondrá de la acción resultante de la gestión de negocios (actio
negotiorium gestorum contraria).
La ley no hace distinción al respecto. El art. 2370 dispone “el fiador tendrá acción
contra el deudor principal para el reembolso de lo que haya pagado por él con
intereses y gastos, aunque la fianza haya sido ignorada del deudor”
Extensión de la acción de reembolso. La acción de reembolso permite al
fiador quedar totalmente indemne de las consecuencias de la fianza. La equidad
exige que no se le haga víctima de su devoción.
La acción de reembolso comprende: a).- el capital pagado; b).- los intereses;
c).- los gastos; y, d).- los perjuicios.
a).- Debe el deudor reembolsar lo que el fiador haya pagado por él (art. 2370).
El reembolso comprende el capital de la obligación principal y sus intereses. De
este modo, por ejemplo, si el capital de la deuda es de $10 millón y los intereses
de la misma suma $1 millón, el “capital”, para estos efectos, asciende a $11
millones.
b).- Tiene el fiador, asimismo, derecho a que se le paguen los correspondientes
intereses.
Resulta, así, que el deudor deberá pagar intereses de intereses.
c).- La acción de reembolso comprende los gastos.
Se comprende tanto los gastos ocasionados por la persecución del deudor y que
el fiador haya debido pagar al acreedor, como los que le ocasione al fiador la
demanda del acreedor en contra suya.
El art. 2370, inc. 3°, pone un limite al reembolso de los gastos “pero no podrá
pedir el reembolso de gastos inconsiderados, ni de los que haya sufrido antes de
notificar al deudor principal la demanda intentada contra dicho fiador”.
Por consiguiente, se incluyen sólo los gastos prudentes que el fiador haya
efectuado después de notificar al deudor la demanda que se le ha instaurado en
su contra. Es justo que los anteriores sean de cargo del fiador, porque advertido
el deudor, probablemente, pudo evitarlos pagando.
d).- También deben pagarse al fiador los perjuicios que haya sufrido. Sus bienes
pueden haber sido embargados y vendidos a vil precio; como consecuencia del
pago de la fianza, ha podido descuidar el pago de sus propias deudas.
Sin perjuicio de los intereses que la ley le otorga el derecho a cobrar, puede
reclamar otros perjuicios, en conformidad a las normas generales que gobiernan
su indemnización.
Condiciones para el ejercicio de la acción de reembolso. Cuatro condiciones
o requisitos son necesarios para que el fiador pueda ejercitar la acción personal o
de reembolso; a saber: 1° que no se encuentre privado de la acción; 2° que
haya pagado la deuda; 3° que el paga haya sido útil; y, 4° que entable la acción
en tiempo oportuno.
1°.- Fiadores privados del derecho de reembolso. Suele el fiador encontrarse
privado de la acción de reembolso. a).- Está privado de la acción, por razones
obvias, el fiador de una obligación natural, “cuando la obligación del principal
deudor es puramente natural, y no se ha validado por la ratificación o por el lapso
de tiempo”.(art. 2375, N°1°)
b).- No tiene acción de reembolso el fiador que se obligó contra la voluntad del
deudor principal (art. 2375, N°2°).
Pero la ley agrega que gozará del derecho de reembolso “cuando se haya
extinguido la deuda, y sin perjuicio del derecho para repetir contra quien hubiere
lugar según las reglas generales”.
c).- No tiene el fiador acción de reembolso cuando paga sin dar aviso al deudor y
éste, por su parte, paga igualmente la deuda (art. 2377, inc. 2°).
2° Pago del fiador. Para entablar la acción de reembolso es menester que el
fiador haya pagado la deuda.
Aunque el código se refiere al pago, es justo hacer extensiva la regla de los casos
en que el fiador extinga le deuda por otro medio que le signifique un sacrificio
pecuniario, como una dación en pago, una compensación.
Si la obligación se extingue por algún medio no oneroso para el fiador, es obvio
que no tiene acción de reembolso.
Como consecuencia, el art. 2374 dispone “el fiador a quien el acreedor ha
condonado la deuda en todo o parte, no podrá repetir contra el deudor por la
cantidad condonada, a menos que el acreedor le haya cedido su acción al efecto”.
3° El pago debe ser útil. El pago del fiador debe ser útil, entendiéndose tal,
cuando ha sido capaz de extinguirse la obligación.
Por este motivo, el art. 2375, N°3°, dispone que el fiador no tiene acción de
reembolso “cuando por no haber sido válido el pago del fiador no ha quedado
extinguida la deuda”.
4° La acción de reembolso debe interponerse oportunamente. Como es
lógico, el fiador debe deducir la acción de reembolso después del pago y, por
regla general, podrá hacerlo inmediatamente de haberlo verificado.
Por excepción no podrá entablar la acción cuando la obligación principal no era
aún exigible, esto es, si el fiador pagó anticipadamente.
El art. 2373 dispone: “el fiador que pagó antes de expirar el plazo de la obligación
principal, no podrá reconvenir al deudor, sino después de expirado el plazo”.
Por otra parte, el fiador deberá entablar la acción antes de que prescriba. El plazo
de prescripción es de diez años, contados desde el pago o desde que se hizo
exigible la obligación principal, en su caso.
Contra quién puede entablarse la acción. La acción de reembolso se dirige
contra el deudor; pero es menester hacer algunos distingos para determinar las
condiciones en que el fiador puede ejercerla cuando son varios los deudores.
a.- Si la obligación es simplemente conjunta, por la acción de reembolso el fiador
sólo podrá reclamar la cuota que corresponda a cada uno de los deudores.
b.- Si la obligación es solidaria, se hace indispensable una sub distinción; a
saber: si el fiador afianzó a todos o a algunos de los deudores solidarios.
En el primer caso, cuando el fiador haya afianzado a todos los deudores, podrá
pedir el reembolso del total a cualquiera. El artículo 2372 dispone que “si hubiere
muchos deudores principales y solidarios, el que los ha afianzado a todos...”. En
el segundo caso, es decir, cuando se afianzó sólo a uno de los deudores, el fiador
puede reclamar el total al afianzado. El mismo artículo 2372 añade “el fiador
particular de uno de ellos sólo contra él podrá repetir por el todo.”
En otros términos, el fiador de uno de varios deudores solidarios no tiene acción
de reembolso contra los codeudores no afianzados.
Acción Subrogatoria.
Concepto.- El art. 1610, N°3°, prescribe que se opera la subrrogación legal a
favor del que paga una deuda ajena a la que está obligado subsidiariamente.
Cumplida por el fiador la obligación, se extingue respecto del acreedor satisfecho
de su crédito, pero subsiste íntegramente a favor del fiador que efectuó el pago.
El fiador que paga, por lo tanto, dispone de dos acciones para lograr el
reembolso; la acción personal y la acción subrogatoria.
Por lo general, la acción subrogatoria será más ventajosa porque permite al fiador
gozar de las diversas garantías – privilegios prendas e hipotecas- de que gozaba
el acreedor.
La acción subrogatoria puede ser más eficaz, pero de alcance más restringido que
la de reembolso. Por la primera, el fiador no puede reclamar intereses si el crédito
no los devengaba a favor del acreedor, ni gastos, ni perjuicios.
Casos en que el fiador no goza de la acción subrogatoria.- Por excepción, el
fiador no goza de la acción subrogatoria:
a) Como se comprende, no puede ejercer la acción subrogatoria el fiador de una
obligación natural.
b) Tampoco dispone de esta acción el fiador que pagó sin dar aviso al deudor, que,
ignorante de la extinción de la deuda, la pagare de nuevo.
El art. 2377 es terminante; el fiador no tiene contra el deudor “recurso alguno”.
Solamente puede intentar contra el acreedor la acción de pago de lo no debido.
Contra quién se dirige la acción subrogatoria.- La acción subrogatoria puede
el fiador encaminarla contra el deudor principal, contra los codeudores solidarios,
o contra los cofiadores.
Tal es la regla general del art. 1612; la subrogación traspasa al fiador que paga
todos los derechos del acreedor, “así contra el deudor principal, como contra
cualesquiera terceros, obligados solidaria o subsidiariamente a la deuda”.
LA PRENDA.
Generalidades.
Concepto.- El art. 2384 dispone: “Por el contrato de empeño o prenda se
entrega una cosa mueble a un acreedor para la seguridad de su crédito”.
La definición no es feliz, pero señala las características más salientes de la
prenda, a saber: a) la prenda es un contrato; b) requiere la entrega de la cosa;
c) recae sobre muebles; y d) constituye una caución.
Para precisar mejor el concepto del contrato conviene agregar a la definición sus
principales consecuencias. La prenda, de este modo, puede ser definida
como “un contrato en que se entrega una cosa mueble a un acreedor
para seguridad de su crédito, otorgándole la facultad de perseguir la cosa
empeñada, retenerla en ciertos casos y pagarse preferentemente con el
producto de su realización, si el deudor no cumple con la obligación
garantizada.
El término prenda tiene una triple acepción; sirve para designar: a) el contrato
precedentemente definido; b) la cosa misma entregada (art. 2384, inc. 2°); y c)
el derecho real que se genera para el acreedor (art. 577).
Caracteres de prenda
Enunciación .- La prenda es un contrato real, unilateral y accesorio. Asimismo,
es un derecho real mueble, un privilegio y un título de mera tenencia. En fin, la
prenda es indivisible.
1° La prenda es un contrato.- La prenda es un contrato y supone un acuerdo
de voluntades entre el acreedor prendario y la persona que la constituye.
Consecuentemente el art. 2392 declara que “no se podrá tomar al deudor cosa
alguna contra su voluntad para que sirva de prenda” y añade, asimismo, que “no
se podrá retener una cosa del deudor en seguridad de la deuda, sin su
consentimiento”.
No es de rigor que el contrato se celebre entre el acreedor y el deudor. Puede
celebrarse, también, entre acreedor y un tercero que empeña un bien suyo en
garantía de una duda ajena. El art. 2388 dispone: “La prenda puede constituirse
no sólo por el deudor sino por un tercero cualquiera, que hace este servicio al
deudor”.
Cuando la prenda se otorga por un tercero, que no se obliga personalmente,
queda afecto al cumplimiento de la obligación únicamente el bien empeñado. El
tercero se obliga sólo propter tem et occasione rei.
Prenda de cosa ajena.- Sugiere el art. 2387 que no es viable la prenda de cosa
ajena porque no puede empeñar sino la persona “que tenga la facultad de
enajenarla”.
Sin embargo los arts. 2390 y 2391 reglamentan los afectos a la prenda de cosa
ajena, y tales disposiciones resulta manifiesta su eficacia.
La prenda de cosa ajena produce efectos que pueden enfocarse desde un doble
punto de vista: a) con relación al dueño de la cosa; y b) entre las partes.
a) Con relación al dueño, la situación es análoga a la que se plantea en la venta
de la cosa ajena.
El propietario, extraño al contrato de prenda, conserva sus derechos; puede
reclamar la cosa ejercitando para ello las acciones propias del dominio.
Los derechos del propietario tienen como limite la adquisición por prescripción del
derecho de prenda, por parte del acreedor prendario. Mero tenedor de la cosa, el
acreedor posee el derecho de prenda susceptible de ganarse por prescripción
como los demás derechos reales (arts. 670, inc. 2°, y 2498, inc 2°).
Las consecuencias de la prenda de la cosa ajena, entre las partes, dependen de la
actitud que asuma el dueño.
1) Si el dueño no reclama la cosa, el contrato conserva su plena eficacia. El art.
2390 no deja dudas sobre el particular; “subsiste sin embargo el contrato,
mientras no la reclama su dueño”.
La regla tiene una excepción; el contrato no subsiste, pese ala falta de reclamo
de propietario, cuando el acreedor supo que la cosa era hurtada, tomada por la
fuerza, o perdida, en cuyo caso se aplicará a la prenda lo prevenido en el art.
2183” (art. 2390).
De este modo, enterado el acreedor de que la cosa fue tomada por la fuerza,
hurtada o perdida, debe advertir al dueño, dándole un plazo razonable para que
la reclame.
Dado el aviso y si el dueño no reclama la cosa, puede el acreedor prendario
restituirla a quien constituyó la prenda, sin responsabilidad alguna. Si no da aviso
y restituye a quien no era dueño, es responsable de los perjuicios que de la
restitución se sigan al propietario.
2) Si el dueño reclama la cosa y se verifica la restitución, tiene el acreedor el triple
derecho que le acuerda el art. 2391: a) que se le entregue otra prenda; b) que
se otorgue otra caución adecuada; y c) que se le cumpla inmediatamente la
obligación, aunque sea de plazo pendiente.
El art. 2391 dispone : “Si el dueño reclama la cosa empeñada sin su
consentimiento, y se verifique la restitución, el acreedor podrá exigir que se le
entregue otra prenda de valor igual o mayor, o se le otorgue otra caución
competente, y en defecto de una y otra, se le cumpla inmediatamente la
obligación principal, aunque haya plazo pendiente para el pago”.
La facultad de pedir el inmediato cumplimiento de la obligación a plazo es
consecuencia de la caducidad del término, que trae consigo el menoscabo de la
garantía (art. 1496, N°2°).
Extinción de la prenda.
Formas de extinción de la prenda.- La prenda, del mismo modo que la
finanza, puede extinguirse por vía consecuencial y por vía principal o directa.
Por vía de consecuencia se extingue la prenda cada vez que se extingue la
obligación principal; aquélla no puede subsistir sin ésta.
Interesa sólo considerar los modos característicos de extinguirse la prenda por vía
directa principal. A saber:
1° Destrucción total de la prenda.- La prenda se extingue “por la destrucción
completa de la cosa empeñada” (art. 2406, inc. 1°).
La pérdida de la cosa debe ser, por lo tanto, total.
Pero es posible que el derecho del acreedor prendario sobreviva a la destrucción
total de la prenda. Por ejemplo, si la prenda se encuentra asegurada, el acreedor
puede hacer valer su derecho de pago preferente sobre la indemnización del
seguro. La cosa asegurada es subrogada por la cantidad asegurada para el efecto
de hacer valer sobre ésta los privilegios constituidos sobre aquella (art. 555 del C.
de Comercio).
2° Adquisición por el acreedor del dominio sobre la prenda.- La prenda se
extingue, asimismo, “cuando la propiedad de la cosa empeñada pasa al acreedor
por cualquier título” (art. 2406, inc. 2°).
La prenda se extingue, en este caso, por confusión. No se concibe el derecho real
de prenda sobre un bien propio. Carece que de sentido que el acreedor realice un
bien suyo para pagarse preferentemente.
Nada importa la forma como el acreedor llegue a convertirse en dueño de la
prenda. La extinción se produce cuando la adquiere a “cualquier título”.
3° Resolución del derecho del constituyente.- Se extingue igualmente la
prenda “cuando en virtud de una condición resolutoria se pierde el dominio que el
que dio la cosa en prenda tenía sobre ella” (art. 2406, inc. 3°).
El principio resoluto jure dantis resolvitur jus accipientis no tiene atenuantes en la
prenda. La extinción del derecho del constituyente extingue la prenda, sin
consideración a la buena o mala fe del acreedor prendario En suma, es inaplicable
a la prenda la regla del art. 1490.
La buena fe del acreedor no le pone a cubierto de las resultas de la resolución del
derecho del constituyente. Pero el art. 2406, inc.3°, establece que “el acreedor de
buena fe tendrá contra el deudor que no le hizo saber la condición, el mismo
derecho que en el caso del art. 2391.”
El acreedor puede pedir, en consecuencia, que se le otorgue otra prenda, que se
le dé otra caución equivalente y, en defecto de ambas cosas, demandar el
cumplimiento de la obligación, aunque no sea de plazo vencido.
Abuso de la prenda por el acreedor.- Por último, el deudor puede pedir la
restitución inmediata de la cosa empeñada si el acreedor abusa de ella.
Como consecuencia de este e abuso, el acreedor “ perderá su derecho de prenda”
(art. 2396, inc. 3°).
LA HIPOTECA
Generalidades
Concepto.- El art. 2407 define al hipoteca: “ La hipoteca es un derecho de
prenda, constituido sobre inmuebles que no dejan por eso de permanecer
en poder del deudor”.
La definición es pésima; equivale a decir que por la hipoteca no se
entrega un inmueble a un acreedor para la seguridad de su crédito.
En por esta razón, que se hace necesario ensayar otra, que destaque
debidamente los caracteres fundamentales de la institución.
No es conveniente definir la hipoteca como un contrato; el derecho de
hipoteca suele no tener un origen contractual. Existen hipotecas legales y
judiciales. Y aunque nuestra legislación ignora las hipotecas judiciales y la
hipoteca legal sólo tiene cabida en un caso muy calificado, una adecuada
definición debe tenerlas en cuenta.
Por esto, es preferible definir la hipoteca como un derecho real, carácter que
presenta cualquiera que sea su origen.
“La hipoteca es un derecho real que grava un inmueble, que no deja de
permanecer en poder del constituyente, para asegurar el cumplimiento
de una obligación principal, otorgando al acreedor el derecho de
perseguir la finca en manos de quienquiera que la posea y de pagarse
preferentemente con el producto de la realización”.
La hipoteca consiste esencialmente, pues, en afectar preferentemente y
sin desplazamiento un determinado bien inmueble a la ejecución de una
obligación.
Como un derecho real define la hipoteca del Código francés, el Código Alemán va
más lejos y trata de la hipoteca a propósito de los derechos reales.
Caracteres de la hipoteca.
Enunciación. La hipoteca es un derecho real e inmueble; asimismo, es
igualmente un derecho accesorio.
La cosa hipotecada permanece en poder del deudor. La hipoteca, además,
genera un derecho de preferencia y es indivisible.
Tales son las características de la hipoteca a que será preciso pasar
revista.
1° La hipoteca es un derecho real. El art. 577 enumera la hipoteca entre
los derechos reales. Consecuencia de este carácter es el derecho de
persecución de que está dotado el acreedor hipotecario que le habilita
para perseguir la finca en mano de quienquiera que la posea y a
cualquier título que la haya adquirido (art. 2428).
Se perciben, sin embargo, diferencias entre la hipoteca y otros derechos reales
como el dominio, el usufructo, las servidumbres. No hay una relación directa
entre la cosa y el titular del derecho.
La hipoteca es, si así puede decirse, un derecho real de segundo grado. Es un
derecho real que recae sobre otro derecho real. Se hipoteca el derecho de
dominio, el derecho de usufructo. Está sujeto a la acción hipotecaria el derecho
que el deudor tiene sobre la cosa.
El derecho real de hipoteca se traduce en la facultad del acreedor impago para
vender la cosa hipotecada y pagarse con el producto.
2°.- La hipoteca es un derecho inmueble. El carácter inmueble del derecho de
hipoteca no ofrece dudas, en vista de lo que dispone el art. 580.
Tiene la hipoteca carácter inmueble, cualquiera que sea la naturaleza del crédito
garantizado.
La regla no es absoluta. Son susceptibles de hipoteca las naves, que
expresamente el art. 828 del Código de Comercio reputa muebles.
3°.- La hipoteca es un derecho accesorio. Nuestro Código, al igual que el
francés, se ha mantenido fiel a la tradición romana. La hipoteca es siempre un
derecho accesorio, destinado a asegurar el cumplimiento de una obligación
principal.
Se sigue principalmente como consecuencia del carácter accesorio de la hipoteca
su extinción por todas las causas que extinguen la obligación principal (art. 2434,
inc. 1°).
Por este motivo, el derecho de hipoteca pasa con el crédito a los sucesores a
título universal o singular del acreedor (art. 1906).
La hipoteca puede garantizar toda clase de obligaciones, cualquiera que sea su
fuente; la obligación a que acceda la hipoteca puede ser pura y simple o sujeta a
modalidad, civil o meramente natural.
Relativa independencia de la hipoteca respecto de la obligación principal.
A pesar de su carácter accesorio, la hipoteca suele separarse de la
obligación principal y adquirir una relativa independencia.
En efecto: a).- Por de pronto, la hipoteca puede garantizar obligaciones futuras.
El art. 2413, inc. 3°, establece que la hipoteca podrá otorgarse “en cualquier
tiempo antes o después de los contratos a que acceda, y correrá desde que se
inscriba”.
Cuando una hipoteca se constituye para garantía de obligaciones futuras,
obviamente no existe la obligación principal, al tiempo de constituirse la hipoteca.
Tal es el caso, por ej. de la hipoteca que garantiza una cuenta corriente. Los
prestamos que hará el banco a su cliente se verifican a posteriori, a medida de las
necesidades de éste.
La hipoteca podrá inscribirse, entre tanto, sin esperar que la obligación
futura llegue a existir.
b).- La persona que hipoteca un bien propio en garantía de una deuda ajena no
se obliga personalmente, a menos de que así se estipule expresamente.
La obligación principal, en tal caso, se separa de la hipoteca; las acciones
personal y real deberán dirigirse contra distintas personas.
La misma separación se opera cuando un tercero adquiere la fina con el
gravamen hipotecario.
c).- Aun se concibe la subsistencia de la hipoteca después de extinguida la
obligación principal.
Aunque la obligación principal se extinga por la novación, las partes pueden
convenir en una reserva de hipoteca, esto es, que la misma hipoteca con su
primitiva fecha subsista para garantizar la nueva obligación.
4°.- La fina permanece en poder del deudor. Es característica de la hipoteca
que la finca hipotecada permanezca en manos del constituyente. Por la
constitución del gravamen, los inmuebles “no dejan por eso de permanecer en
poder del deudor” (art. 2407).
Esta característica de la hipoteca constituye una positiva ventaja para el deudor;
éste conserva la facultad de gozar de la finca y aun de disponer de ella.
5°.- Preferencia de la hipoteca. La hipoteca otorga al acreedor la facultad de
pagarse preferentemente con el producto de la realización de la finca hipotecada.
El art. 2470 señala entre las causas de preferencia el privilegio y la hipoteca; y el
art. 2477 menciona la hipoteca entre los créditos de la tercera clase.
6°.- Indivisibilidad de la hipoteca. La indivisibilidad de la hipoteca se traduce
en que el inmueble, en su totalidad y cada una de sus partes, está afecto al pago
integral de la deuda y de cada fracción de la misma.
La célebre fórmula de Dumoulin “est toto in tota et toto in qualibet parte”, se
encuentra perfectamente reproducida en el artículo 2408: “La hipoteca es
indivisible. En consecuencia, cada una de las cosas hipotecadas a una deuda y de
cada parte de ellas son obligadas al pago de toda la deuda y de cada parte de
ella”.
La indivisibilidad de la hipoteca puede enfocarse desde el punto de vista de la
finca gravada y de la obligación que garantiza.
a) El inmueble hipotecado y cada una de las partes en que se divida responde del
total de la obligación, Se siguen de este principio diversas consecuencias:
Por de pronto, en caso de ser varios los deudores, el acreedor podrá dirigir la
acción hipotecaria contra aquel de los codeudores que posea, en todo o parte, la
finca hipotecada (art. 1526, N°1°).
En caso de dividirse la finca hipotecada, cada uno de los lotes o hijuelas queda
gravado con el total de la deuda.
Si son varios inmuebles hipotecados, el acreedor puede instar por la realización
de cualquiera de ellos para conseguir el pago de su crédito (art. 1365).
b) La extinción parcial del crédito no libera proporcionalmente el inmueble
hipotecado. La extinción parcial de la deuda deja subsistente la hipoteca en su
totalidad.
Como, consecuencia el art. 1526, N°1°, dispone: “El codeudor que ha pagado su
parte de la deuda, no puede recobrar la prenda u obtener la cancelación de la
hipoteca, ni aun en parte, mientras no se extinga el total de la deuda; y el
acreedor a quien se ha satisfecho su parte del crédito, no puede remitir la
prenda, o cancelar la hipoteca, ni aun en parte, mientras no hayan sido
enteramente satisfechos sus coacreedores”.
Elementos de la hipoteca.
División de la materia. La hipoteca debe reunir, como es evidente, los
elementos o requisitos de todo contrato.
En relación con este contrato será menester examinar: a) la capacidad de los
contratantes; b) las formas del contrato de hipoteca; c) las cosas que pueden
hipotecarse; y, d) las obligaciones que pueden garantizarse con hipoteca.
Efectos de la hipoteca
Plan.- Los efectos de la hipoteca son múltiples y deben enfocarse desde diversos
puntos de vista. Estos efectos dicen relación: 1°.- con la finca hipotecada. 2°.-
con los derechos del constituyente de la hipoteca; y, 3°.- con los derechos del
acreedor hipotecario.
1°.- Efectos con relación al inmueble hipotecado.
Cosas a que se extiende la hipoteca.- La hipoteca se constituyente sobre un
bien inmueble; pero es preciso investigar su alcance porque el gravamen, como
observa Josserand, esta dotado de un poder de expansión que le hace alcanzar a
bienes a que no afectaba originariamente y desbordar de su asiento primitivo.
La hipoteca constituida sobre la finca se extiende:
a) a los inmuebles por destinación;
b) a los aumentos y mejoras del inmueble;
c) a las rentas de arrendamiento del mismo;
d) a las indemnizaciones debidas por los aseguradores;
e) al precio de la expropiación del inmueble.
a) Inmuebles por destinación.- La hipoteca constituida sobre un inmueble por
su naturaleza se hace extensiva a los inmuebles por destinación, esto es, a
aquellos bienes muebles que se encuentran permanentemente destinados al uso,
cultivo y beneficio del inmueble, sin embargo de que puedan separase sin
detrimento (art. 570).
La hipoteca alcanza a los inmuebles por destinación, aunque nada se exprese en
el contrato y aunque la inscripción hipotecaria, por lo mismo, no los mencione.
Importan destacar que no sólo resultan gravados los inmuebles por destinación
que existían en la finca al tiempo de constituirse la hipoteca, sino también los que
adquieren este carácter con posterioridad. La ley no distingue.
Pero la hipoteca de estos bienes es inestable. El art. 2420 establece que la
hipoteca “deja de afectarlos desde que pertenecen a terceros”. Enajenados estos
bienes, dejan de estar al servicio del inmueble, recobran su natural condición de
bienes muebles y no les alcanza la hipoteca.
b).- Aumentos y mejoras Con arreglo al, art. 2421, “la hipoteca se extiende a
todos los aumentos y mejoras que reciba la cosa hipotecada”.
Los aumentos que experimente la finca y las mejoras que en ella se introduzcan
forman parte del inmueble y es lógico que los afecte la hipoteca.
La hipoteca comprende todo aquellos que incremente la cosa hipotecada, sea por
causa naturales o a consecuencia de la industria humana. Se extenderá la
hipoteca a los aumentos que experimente la finca por aluvión, a los edificios que
se constituyen, a las plantaciones que en ella se realicen.
Si se hipoteca la nuda propiedad y luego se consolida con el usufructo, la hipoteca
gravará la propiedad plena.
Extinción de la hipoteca
Formas como se extingue la hipoteca.- La hipoteca, como la prenda y la
fianza, se extingue por vía principal o consecuencial.
Por vía de consecuencia se extingue la hipoteca cada vez que se extinga, por lo
modos generales de extinguirse las obligaciones, la obligación principal.
El art. 2434, inc. 1° dispone: “La hipoteca se extingue junto con la obligación
principal”.
Interesa solamente considerar las causas de extinción de la hipoteca que dejan
subsistente la obligación caucionada.
Resolución del derecho del constituyente.- El art. 2434, inc. 2°, previene que
la hipoteca se extingue “por resolución del derecho del que la constituyó”.
La hipoteca se extingue por aplicación del principio resoluto jure dantis resolvitur
jus accipientis. El art. 2416 dice que la hipoteca de una cosa en la que se tiene un
derecho eventual, limitado o rescindible se entiende hecha con las condiciones o
limitaciones a que el derecho está sometido.
Sujeto el derecho a una condición resolutoria, “tendrá lugar lo dispuesto en el art.
1491” (art. 2416, inc. 2°). En otros términos, se extinguirá la hipoteca siempre
que la condición resolutoria conste en el título respectivo inscrito u otorgado por
escritura pública.
Prórroga del plazo.- La prórroga del plazo extingue la hipoteca constituida por
terceros.
El art. 1649 establece que ésta prórroga no importa novación, pero extingue las
hipotecas “constituidas sobre otros bienes que los del deudor”, salvo que el dueño
de los bienes hipotecados acceda expresamente a la ampliación.
Condiciones para que tenga lugar el derecho legal de retención.- Para que
proceda el derecho legal de retención, en principio, es menester que concurran
los siguientes requisitos:
a) Tenencia de la cosa;
b) Obligación de restituir la cosa a un acreedor;
c) Un crédito del detentador en contra de la persona a quien debe restituirse la
cosa;
d) Conexión entre el crédito y la obligación de restituir.
Efectos del derecho legal de retención.- El Código Civil no precisó los efectos
del derecho de retención. De sus disposiciones resulta sólo que el acreedor
retencionario tiene la facultad de rehusar la entrega o restitución y conservar la
cosa, hasta que se efectúen en su provecho determinadas prestaciones.
Pero el Código de Procedimiento Civil ha sido más explícito. Ha establecido que
los bienes retenidos por resolución judicial ejecutoriada “serán considerados,
según su naturaleza, como hipotecados o constituidos en prenda para los efectos
de su realización y de la preferencia a favor de los créditos que garantizan” (art.
546 del C. de P. Civil).
De este modo, el acreedor que goza del derecho legal de retención, judicialmente
declarado, tiene dos importantes derechos:
a.- El derecho de venta de lo bienes retenidos para pagarse con el producto; y
b.- El derecho de preferencia propio de la prenda o de la hipoteca, según que la
retención recaiga sobre bienes muebles o inmuebles.