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Revisando la Lucha con la sombra.

¿Un problema político?

Reseña de:
Andrew Samuels, ¿Una nueva terapia para la política?. Trad. Patricia Riera y Gian
Paulo Canale. Espacio Gradiva, 2020
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Todavía en ocasiones personas poco informadas esgrimen como sables las


palabras con las que el psicólogo Carl Gustav Jung describía las distintas psicologías
de judíos y alemanes en plena Segunda Guerra Mundial, sables que se desenvainan
con el objeto de convertir a Jung en algo así como una especie de simpatizante de los
nazis, cuando no en un nazi convencido. Poco parece importarles a estas personas -
si es que lo saben- que, desde antes de la caída de Hitler, Jung trabajó para el servicio
secreto estadounidense, la actual CIA, a la que proporcionó importante información
y diversos análisis acerca de la psicología de los líderes fascistas, bajo el nombre de
“agente 488”. En cuanto a sus afirmaciones sobre las distintas psicologías
nacionales, Jung aclaraba sus palabras en un editorial ya en el año 1933, sin matizar
lo más mínimo tales diferencias:
“No deben desdibujarse las diferencias entre la psicología germánica y la judía,
realmente existentes y que personas perspicaces conocían hace tiempo. (…) Esto no
implica -y es algo que quiero hacer constar expresamente- ninguna minusvaloración
de la psicología semita, como tampoco supone ninguna minusvaloración de los
chinos que se hable de la psicología peculiar de los hombres del Extremo Oriente”
(Jung, 2001).
El prejuicio de que todos los seres humanos deben tener la misma psicología
esconde no pocas veces el pensamiento no confesado de que si efectivamente
fuéramos diferentes razas deberíamos entonces poco menos que hacernos la
guerra; es decir, se desprecia a lo diferente, por lo que para que haya paz deberíamos
ser todos iguales, ya que -piensan y sienten algunos- solo somos capaces de respetar
y de no agredir a quienes tengan nuestros mismos valores, a quienes sean como
nosotros. Éste es el verdadero racismo, no el reconocimiento de las diferencias que
afortunadamente como individuos y como pueblos a cada uno nos son propias. La
ciencia, y la psicología tiene mucho de ello, no debe regirse por tales prejuicios.
Recordémoslo: “la psicoterapia no tiene como ciencia nada que ver con la política”
(Jung, 2001).
Sin embargo la psicoterapia no puede ser reducida al espacio de la consulta
del especialista, “la psicoterapia, que originalmente era un asunto médico, ha
sobrepasado tanto sus límites iniciales que incluso su más antiguo iniciador, Freud,
piensa hoy de manera bastante distinta que antes sobre la terapia de los profanos.
El psicoterapeuta ya es un concepto entre el público y con esto comienza su
responsabilidad social” (Jung, 2001). Sabido es que el ζῷον πoλιτικόν, el animal

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“político” del que hablaba Aristóteles, no es otra cosa que “el animal social”, el animal
que vive en sociedad y que por ello se organiza con el fin de administrar su sociedad,
administración que en nuestras sociedades modernas ha llegado a un alto grado de
complejidad y sutileza. ¿Qué puede aportar a todo ello la psicoterapia?, y, por otro
lado, ¿qué título debe ostentar el psicoterapeuta de la política?
Para el psicólogo junguiano Andrew Samuels “cualquier ciudadano [es un]
potencial terapeuta del mundo” (citado en Galán, 2015). En cuanto a la primera
pregunta debemos señalar que “el objeto específico de la psicología profunda en este
terreno es la necesaria sombra de la política” (Galán, 2015). La sombra es un
concepto de la psicología junguiana que hace referencia a lo que uno no quiere ser y
fue utilizado por Jung en su análisis del nazismo. Para Jung “en Hitler habría tenido
que reconocer todo alemán su propia sombra, su propio mayor peligro”, lo que, sin
entrar en más detalles, apunta al hecho conocido de que en su gran mayoría los
políticos son meramente un reflejo de la sociedad de la que surgen, lo sano o lo
enfermo es la sociedad, y sin su respaldo el político ni siquiera llega a sentarse en
ningún parlamento. Una parte de la sociedad vota, digamos, a la derecha política, y
otra parte a la izquierda; los valores sociales, económicos, etc. que defienden cada
una de estas posiciones políticas son -en principio- distintos, opuestos, cada una de
estas posiciones políticas es la sombra para la otra, la izquierda es la defensora de
los valores que la derecha no quiere defender, que no quiere asumir, que no quiere
ser, y viceversa. Cada uno quiere vivir y ser de una manera y no de la contraria. A
nadie le gusta reconocer su sombra, dar reconocimiento a su sombra.
Si, como afirma Samuels, es cierto que “los diferentes puntos de vista reflejan
la multiplicidad de la psique misma” (citado en Galán, 2015), y apostamos a que lo
es, será realmente difícil en ese caso expulsar del ámbito político, por ejemplo, a los
millones de partidarios de una opción política tan cuestionada como la representada
por el expresidente de los Estados Unidos Donald Trump, además de que tal
exclusión no sería democrática. Por otra parte, el hecho de que los indios americanos
representaran también un punto de vista de la psique misma no fue obstáculo para
que se acometiera su genocidio y se fundara una nueva nación sobre sus cadáveres,
como en tantas otras ocasiones en la historia ha ocurrido. El problema es moral, se
trata de una decisión ética: ¿qué hacemos con la sombra?
El punto de vista de Samuels es el de un psicoterapeuta y activista político
que, por cierto, no tiene reparos en emplear frecuentemente los calificativos de
“fundamentalista” (Samuels, 2015) para calificar la perspectiva desde la que algunos
de sus compañeros junguianos entienden su trabajo, así como para aludir a “un
proyecto político bastante conservador” propio de una cierta psicología junguiana
de los primeros tiempos que a Samuels le desagrada (Samuels, 20??), duras
expresiones con las que, quizá sin quererlo, el autor hace visible su propia sombra,
a pesar de que no siempre es sencillo saber a qué o a quiénes se refiere. No obstante,
con la expresión “mentalidad radical” define en la introducción del libro ¿Una nueva
terapia para la política? un carácter de la psicoterapia psicoanalítica en sus orígenes
que “se perdió al buscar la aceptación de los poderosos”, “radicalismo fundacional”
éste del que Samuels espera haber expuesto en su libro cómo podría ser recuperado,

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para Samuels esta recuperación es posible si adoptamos una definición más amplia
de “política”.
Cabe decir que el rechazo de Samuels hacia cierta corriente junguiana tiene
que ver con un tipo de «espiritualidad» que se define de la siguiente manera:
“la espiritualidad es empleada por movimientos colectivos y masivos de categorías
particularmente desagradables. Aparece en cada movimiento fascista, así como en
los movimientos masivos menos dramáticos. Uno puede ver por qué: el espíritu es
parte de lo colectivo. Sin embargo, por lo mismo que forma parte de lo colectivo, el
espíritu termina siendo fácilmente asimilable a acciones políticas y sociales
destructivas” (Samuels, 2020).
Lo que está por ver es que esta «espiritualidad» tenga algún recorrido dentro
de la psicología junguiana, probablemente no, por fortuna. El hecho es que a partir
de reflexiones semejantes en este mismo libro Samuels concluye: “las «personas
espirituales» suelen demostrar indiferencia al sufrimiento” (Samuels, 2020). Claro
que tal indiferencia no es una característica propiamente de lo espiritual, sino
precisamente de “la sombra del espíritu” (Samuels, 2020). “Otro elemento a la
sombra de la espiritualidad es el elitismo. La persona espiritual se siente mejor que
los otros. Eso es parte del atractivo del fundamentalismo” (Samuels, 2020), aquí
Samuels utiliza la misma palabra con la que denomina a toda una escuela o corriente
de psicología junguiana, la escuela fundamentalista o “fundamentalismo junguiano”
(Samuels, 2015). En caso de que se identificara “la sombra del espíritu” con lo que
Samuels ha dado en llamar “fundamentalismo junguiano” se estaría cometiendo un
error de bulto, pues esta escuela de psicólogos junguianos no es ni mucho menos
fundamentalista. El hecho de que Samuels hable de “fundamentalismo junguiano”
hace pensar que Samuels está proyectando su sombra en toda esa corriente
junguiana, lo que si no invalida su clasificación desde luego la relativiza bastante,
incluso si se entiende que la clasificación de Samuels está referida a los “tipos” de
psicólogo junguiano que hay dentro de un mismo psicólogo junguano, sus posibles
facetas.
En este sentido, Samuels no atiende a su sombra, no la reconoce, pero
¿debería hacerlo? En su lugar indaga en los recovecos de la posible sombra de Jung:
“Lo que estoy preguntando es si hay algo en la estructura profunda y fundamental
del pensamiento de Jung, en su núcleo o esencia, que hizo inevitable que él
desarrolle algún tipo de antisemitismo. Cuando Jung escribe sobre los judíos y la
psicología judía, ¿hay algo en su enfoque o actitud total que únicamente tendría que
conducir a un antisemitismo? ¿Hay algo de qué preocuparse? Mi respuesta breve, en
contradicción a la de otros muchos importantes analistas junguianos, es que sí”
(Samuels, 2020).
Estas consideraciones se alejan notablemente de la psicología y se adentran
en la política y en la biografía politizada conformando la obra de Samuels a través
de un camino que han seguido también diversos junguianos: de la psicología a la
política. Como ya sabían un buen número de psiquiatras y psicólogos antes que
Samuels, esta afirmación suya es correcta “la introducción de la discusión política
en la sesión es un instrumento terapéutico” (citado en Galán, 2015), lo que no

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significa que el terapeuta deba convertirse en un “terapeuta-activista” (Samuels,
2020), ni que tenga la más mínima idea correcta sobre cómo deben de conducirse
las sociedades. A la problemática general de la psicoterapia-política se añade el
hecho de que pretender influir en la ideología del paciente o en el pensamiento de
grupos políticos o de cualquier otro tipo es, cuanto menos, un método peligroso.
La pregunta fundamental a responder, en el individuo y en la sociedad, es
decir, en la política, sigue siendo ¿qué hacer con la sombra? Solo el Sí-mismo se
encuentra más allá del bien y del mal, no nosotros propiamente, un bien y un mal
que rige tanto nuestros sueños como nuestra vida diurna, con distintas
consecuencias. ¿Qué hacer con la sombra? ¿deberíamos hacer algo con la sombra?
En realidad, probablemente, hay poco que decidir conscientemente a este respecto.

BIBLIOGRAFÍA

Galán Santamaría, Enrique. Impulso post-junguiano. En Samuels, Andrew, Jung y los


post-junguianos. Madrid: Manuscritos, 2015
Jung, Carl Gustav. Civilización en transición, O.C. 10. Madrid: Trotta, 2001
Samuels, Andrew. Jung y los post-junguianos. Madrid: Manuscritos, 2015
----------------------. Prefacio. En Boechat, Walter. El mito y la individuación. La
mitopoiesis de la psique. [S. l.]: [s. n.], 20??
----------------------. ¿Una nueva terapia para la política?. [Lima]: Espacio Gradiva,
2020

 José Medina

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