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Capítulo Cincuenta y Cinco
Capítulo Cincuenta y Cinco
—¡Mierda!
Alex asestó un puñetazo al volante. ¡Se había quedado sin gasolina! También era mala
pata haber robado un coche con el depósito vacío.
Hizo girar el volante con fuerza para dejar el coche en el arcén de la autopista. Abrió la
puerta, salió y emprendió una loca carrera. A su vecino, el yuppie, le estaría bien empleado
si le robaban su caprichito y se lo desguazaban ¡Sin gasolina, por todos los santos!
Había poco tráfico. Levantó el dedo a algunos vehículos que pasaban, pero dudaba que
alguien se detuviera. Su aspecto no inspiraba mucha confianza, con el pelo alborotado, sin
afeitar y los faldones de la camisa al viento.
Tomó la rampa de salida, corriendo pesadamente sobre el pavimento mientras contaba
las manzanas que le quedaban hasta la casa de Cat.
Esa mañana se había despertado con la solución al enigma. Durante el sueño, el
subconsciente lo había descifrado. Desde el Principio había estado perdida una pieza clave
del rompecabezas y el espacio vacío saltaba a la vista. ¿Por qué no lo había visto antes de
que asesinaran a tres inocentes? Se maldijo por su estupidez. Todas las facturas que se
habían presentado en este laberinto de vidas entrecruzadas habían sido liquidadas; menos
una.
Por desgracia era la letal.
Corriendo al límite de sus fuerzas, dobló la esquina y esquivó justo a tiempo una boca de
incendios.
—Vive, Cat. No me dejes tú también.
A Cat le castañeteaban los dientes.
—¿Por qué haces esto? No entiendo nada.
—Pues no es difícil. Morirás electrocutada y habrá sido un fatal accidente, igual que los
demás.
—Bueno, no podías haber dejado tus intenciones más claras.
—Cat Delaney: siempre tan bromista.
—Esta vez no te saldrás con la tuya. El teniente Hunsaker viene de camino.
Jeff Doyle sonrió.
—He llamado al servicio meteorológico; no a la policía.
—Bill...
—Lo he enviado a un recado. Su llegada inesperada ha sido un contratiempo, pero he
encontrado la forma de librarme de él. Le he aconsejado que quitara el coche de delante de
la casa, de forma que cuando aparezca Pierce para matarte no lo alertara.
—Muy inteligente.
—Sí. He aprendido a borrar bien mis huellas. Cuando Bill vuelva, me encontrará hablando
por teléfono preguntando por qué Hunsaker aún no ha llegado. Nos preocupará que tardes
en salir del baño y encontraremos tu cadáver.
»Yo tendré un ataque de histeria, como hacen los maricas en estas situaciones. Me
culparé por no haberte apremiado a actualizar la instalación eléctrica de esta casa antigua.
Deberías haber tenido un interruptor de seguridad para evitar esta clase de accidentes.
»Mi conjetura será que estabas tan trastornada por la traición de Pierce que no
coordinabas y has cogido el secador. Webster confirmará mi teoría. Ha visto lo nerviosa que
estabas después de descubrir que tu amante planeaba matarte.
—Alex lo negará.
—Sin duda, pero también estará implicado en las otras muertes cuando la policía
encuentre pruebas acusadoras en su apartamento. Gracias por hablarme de su estudio
privado, Cat. Al parecer, guarda expedientes exhaustivos de sus entrevistas.
—¿Entrevistas?
—Sus entrevistas con los trasplantados de corazón. Causa mucha impresión a las
personas, ¿sabes? Todas ellas me lo dijeron. Estaban muy orgullosos de que los hubiera
entrevistado para su libro. El señor Pierce es muy inteligente y hábil. Ninguno de ellos
sospechó que, en realidad, buscaba el corazón de Amanda.
»Incluso yo me creí que se estaba documentando para un libro. Es decir, hasta que
empecé a investigarte a ti y descubrí que su amada había sido donante de corazón.