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“… Haremos de ese continente de mestizos, un gran


protectorado alemán…”

Adolfo Hitler, 1934

“Nosotros obligaremos por la fuerza o por cualquiera otra


manera a los países decrépitos como Argentina, Brasil y en
general a todos esos pueblos de mendigos latinoamericanos a
entrar en razón…”

Friedrisch Lange, 1934 (Reines Deutschyum)

“… Debemos establecer muy claramente, que ningún


gobierno en México, en la América Central o en los países
sudamericanos bañados por el Mar Caribe, será tolerado a
menos que asuma una actitud amistosa hacia los Estados
Unidos…”

Robert E. Wood, 1941 Presidente del Partido America First

“…Nosotros consideramos tener el derecho moral y la


responsabilidad para intervenir en Vietnam…”
Mario Gill fue un historiador de la Revolución
Paul C. Warnke, del Departamento de Defensa de los Estados
Mexicana y la época Unidos, 1968

post revolucionaria, la de la nueva burguesía.

Al no encontrar datos biográficos suyos, les dejo

el enlace a otro de sus textos:

http://www.bibliotecas.tv/zapata/mariogill/mariogill.html

No es sorprendente que lo hayan querido olvidar,

se atrevió a hablar de temas delicadísimos en

el mismo instante en que las cosas ocurrían.

LaDécadaBárbara
Mario Gill
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“…No, Hitler no ha muerto. Refugiado en el Pentágono, desde allí dicta su política de


odio, exterminio y dominación. ¿Quién si no él alienta el odio racial que amenaza la
existencia misma de la Unión Americana? La táctica del genocidio como “solución final”
del problema de Vietnam denuncia su presencia. Sus métodos, superados, hablan de un
nuevo nacionalsocialismo –el pentagonismo– como herencia bárbara de la década de los
30s que reaparece en la de los 60s con su deshumanización brutal y su negación de la
vida y la cultura… Ese siniestro paralelismo histórico –Lídice-My Lai– es el que Mario Gill
trata de establecer en este su nuevo libro, paralelismo que fatalmente conducirá, si no
hay una rectificación oportuna e inteligente, a un nuevo Nuremberg…”

Estas palabras aparecen en la contraportada del ejemplar número 2522, edición 1970 que
tuve oportunidad de leer. Se ve que son de un autor diferente, pero no viene su nombre.
El libro tampoco tiene prólogo.

Este es el hombre de quien nos habla al principio el historiador Mario Gill. Aquí están
algunos datos biográficos https://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Ley

A pesar del horror que inspiran los líderes nazis, tenemos el deber de mirarlos cara a cara,
observar y calificar lo que hicieron, comprender sus motivos y delirios para que esa
historia no se vuelva a repetir. Eso es no resistir al mal.

Adriana Salas Hernández, transcriptora.


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El testamento de Robert Ley


La década de los 30s fue una de las más dramáticas de lo que va transcurrido del presente
siglo.

Se inauguró con el estallido en España en diciembre de 1930, de la revolución que puso fin
al régimen monárquico. En abril de 1931 surgía, titubeante por razones obvias, la segunda
república española. Dos años más tarde, en enero de 1933, triunfaba en Alemania el
National Sozialistische Deutsche Arbeiter Partei, (NSDAP) o sea el Partido Obrero Nacional
Socialista Alemán que llevó al poder a su líder, Adolfo Hitler.

El dirigente del Tercer Reich imprimió a la década el ritmo trepidante de su esquizofrenia,


el sentido truculento que la caracterizó. A partir de su llegada al poder el mundo vivió al
borde del abismo. Hitler parecía decidido a llevar hasta el fin su absurda utopía de
dominación mundial. Se advirtió pronto en sus discursos que su lucha no se concretaría al
simple hecho de modificar el status surgido del Tratado de Versalles. El Nuevo Orden por
él postulado no era otro que el orden germánico a través del predominio de la raza aria en
el ámbito universal.

Aun cuando no lo proclamara oficialmente, su propósito era el de llegar a la creación de


un Gran Imperio Mundial Germánico que tuviera una vigencia de mil años por lo menos.
Los primeros pasos para la realización de sus planes fueron las imperativas demandas de
“espacio vital” y la modificación de las fronteras en Europa, demandas que, presentadas
siempre como “las últimas”, una vez satisfechas por los chamberlaines de Londres, París y
Washington daban paso a otras cada vez más audaces y humillantes.

Las complejas sinrazones de la política internacional llevaron al Tercer Reich a interferir en


el esfuerzo del pueblo hispano por estructurar su sistema democrático. Esa interferencia
condujo a la guerra civil (1936) que costó un millón de vidas y terminó con la derrota de la
causa republicana. La conciencia civilizada y politizada del mundo se sublevó ante la
actitud de las potencias dizque “democráticas” que ocultaron su traición a la democracia
tras el biombo de la No Intervención. Dejaron sola a España republicana invadida por las
legiones de Hitler y Mussolini. Los esfuerzos de la Unión Soviética en favor del pueblo
hispano, limitados por las desfavorables circunstancias geográficas, no fueron suficientes
para impedir la victoria nazi.

Con la argucia diplomática de la No Intervención los Estados Unidos de Norteamérica,


Francia e Inglaterra sacrificaron la libertad y los derechos de un pueblo a la
autodeterminación. Entregaron España a Hitler como un presente de paz, aduciendo o
fingiendo creer que en esa forma se ponía una barrera al avance del comunismo. La
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burguesía liberal de las “democracias occidentales” creyó poder sacar del fuego las
castañas comunistas con la mano de Hitler. Pero esa socarronería ni frenaba al
comunismo, ni apaciguaba al energúmeno de Berchtesgaden, sino que, por el contrario, lo
impulsaba a seguir adelante en sus planes racista-imperialistas, fortalecida su confianza en
sí mismo, en el poder del Tercer Reich y en el carácter mesiánico de la raza aria.

Hitler se lanzó a la conquista del mundo convencido de que podría realizar sus sueños
apoyándose en esa íntima y virtual complicidad de los apaciguadores “democráticos” que
respaldaban la campaña anticomunista con que Hitler disfrazaba sus verdaderas
intenciones. La perversidad de unos y la estupidez de otros (o ambas cosas en ambos
bandos) condujo finalmente a la humanidad a la guerra más brutal e inhumana de todos
los tiempos.

Toda esa década de los 30s transcurrió bajo el signo de la violencia y de la guerra. No hubo
un solo rincón del mundo al margen de la terrible tensión: febriles preparativos bélicos
de las grandes potencias; lucha diplomática de las cancillerías para lograr una ventajosa
correlación de fuerzas en el mundo; disputas y amagos de guerras locales por el control de
las posiciones estratégicas y de las fuentes de combustibles y materias primas; luchas
desesperadas de los pueblos en contra de las tendencias profacistas de sus gobiernos, etc.
El signo de la guerra, en fin, con sus infinitas implicaciones, rigiendo todas las actividades
del hombre en esa década funesta que dejó una honda y horrible cicatriz en la historia de
la humanidad.

Durante la guerra del 14 los imperialistas disputaban por un nuevo reparto territorial de
las zonas de influencia; en 1939 era el dominio del mundo, aspiración del nazifascismo, lo
que estaba en juego. Con su apariencia de película truculenta de televisión fue, sin
embargo, objeto concreto, doctrina política, filosofía social y firme determinación de un
psicópata investido de un gran poder y que había perdido por completo el sentido de la
realidad.

La primera etapa de su plan consistía en el control del Viejo Continente a través de una
guerra de exterminio. Para preparar la segunda etapa, la conquista del Continente
Americano, se creó el Instituto Iberoamericano al frente del cual colocó Hitler al coronel
Wilhelm von Faupel, un diplomático de la Alemania Imperial Guillermina, experto en
espionaje y técnica militar. La tarea concreta de von Faupel consistía en arrebatar a los
Estados Unidos de Norteamérica la hegemonía política del Continente Americano,
derrocar a los gobiernos pro-yanquis y sustituirlos por otros, amigos del Tercer Reich.

La táctica empleada fue la intriga, la infiltración ideológica, la propaganda, el espionaje, la


corrupción, el terrorismo, el sabotaje, el magnicidio, todas las formas modernas del
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crimen político y, en última instancia, el putsch o el golpe de Estado. Todos los países del
continente conocieron esos intentos del nazifascismo. Toda la década de los 30s los
pueblos de este hemisferio vivieron virtualmente en lucha contra la Gestapo, contra los
embajadores del Tercer Reich, en estado de alerta contra las maniobras de los delegados
del Partido Nazi que habían logrado organizar poderosas quintacolumnas con los
elementos más reaccionarios en cada país.

En México, el acontecimiento más notable en la década de los 30s fue la designación del
general Lázaro Cárdenas como presidente de la República. Su sexenio de gobierno (1934-
1940) fue el más fecundo en realizaciones sociales en todo lo que va transcurrido a partir
de la revolución de 1910. Se pusieron en ese sexenio las bases para un gran desarrollo
económico independiente del país y para transformar a México en un Estado Moderno,
social y políticamente. Pero además, la presencia del general Cárdenas al frente del
gobierno frustró las maniobras del nazifascismo en México. Era obvio el interés de los
nazis por crear una situación de guerra al sur de la frontera de los EU. La quinta columna
organizada en el país por el Instituto Iberoamericano a través de sus agentes nacionales y
extranjeros, fue considerada por Allan Chase en su libro Falange, como la obra maestra
de von Faupel en América. Cárdenas, con su convicción revolucionaria y patriotismo,
desbarató los planes nazifascistas.

El sueño del Gran Imperio Mundial Germánico se desvaneció definitivamente en


Stalingrado. Al triunfo de los aliados los criminales de guerra nazis fueron juzgados y
ajusticiados en Nurenberg. Uno de ellos, el que fuera jefe del Frente Alemán del trabajo
en el gabinete de Hitler, Rovert Ley, escribió, antes de suicidarse ahorcándose en su celda,
algo así como un testamento político. En ese documento Ley postuló la idea de que el n
acional socialisnmo no desaparecería y que correspondería a América (y por América
entendía todo el Continente Americano bajo el dominio de los Estados Unidos de
Norteamérica) la tarea de ponerlo nuevamente en marcha. Los EU serían los herederos de
esa ideología, de sus métodos, de sus experiencias y de sus sueños de dominación
mundial tan caros al führer:

“Nadie, salvo América tendrá el deseo de reconstruir a Alemania. Los intereses de América
son los intereses de Alemania. América tendrá que reconstruirla, si es que ella también
quiere sobrevivir. Para el pueblo alemán y para América no hay otra salida… Pero esa
reconstrucción tendrá que hacerse con Hitler, no contra Hitler. La ideología nacional
socialista será la aportación más valiosa de Alemania… Quien aproveche todo eso
dominará a Alemania y con Alemania a Europa…”

Clarividentes palabras de Robert Ley. Los EU han reconstruido a Alemania “con Hitler”, es
decir, conservando vivo el espíritu y la esencia del nacional socialismo y con la
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colaboración de lo más granado del nazifascismo, de sus generales, sus técnicos, sus
políticos, sus maestros, sus magistrados, sus diplomáticos, etc. Los EU han adoptado en la
práctica métodos y conceptos de la filosofía nazi; en ella se inspiran ahora muchos de los
actos y decisiones del Pentágono y de la política norteamericana en general.

Hitler no pudo ver realizado su propósito de hacer de este “continente de mestizos un


gran protectorado alemán”, pero ese sueño forma parte de la herencia hitleriana que
corresponde cumplir al testamentario naziamericano: ¿No es acaso el continente al sur del
Suchiate un gran protectorado del Departamento de Estado norteamericano? ¿No son los
gorilas centro y sudamericanos los nuevos gauleiters del Pentágono?

Pero ese protectorado no durará mucho tiempo, por supuesto. Los mestizos
latinoamericanos han despertado. El mito del destino manifiesto se desvanece
definitivamente con la aparición en el hemisferio del primer Estado socialista, y las
explosiones nacionalistas de Perú y Bolivia. ¡Una nueva era histórica se ha iniciado en
América!
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¡Yo soy la guerra!


La guerra civil en España fue el ensayo general previo a la gran dramatización de 1939-
1945. Fue la obertura del patético drama wagneriano que ofreció Hitler al mundo. El
resultado del ensayo indicó que todo estaba dispuesto para el buen éxito de la
representación. La tolerancia cómplice de los aliados “democráticos” era un coro perfecto
dentro de las normas del teatro clásico. No faltaba nada, sino levantar el telón.

El 1ro de septiembre los ejércitos motorizados de Hitler cruzaron la frontera de Polonia.


Se había iniciado la era hitleriana milenaria que sustituiría a la era cristiana. El mundo
contempló un poco incrédulo las fotografías de las atrocidades nazis, el bombardeo de
Lídice, la destrucción del ghetto de Varsovia. La de Hitler no era una guerra como otras, no
era una guerra de conquista; era una guerra de exterminio.

Durante el primer año de guerra los objetivos previstos en el plan se habían alcanzado
con terrible precisión. El nazifascismo dominaba Europa y muchos pueblos habían caído
en la esclavitud, una esclavitud al lado de la cual la de los tiempos de Espartaco resultaba
suave y llevadera. La humanidad veía con asombro que los alardes hitlerianos de
dominación mundial no eran simples fanfarronadas. La faz del Nuevo Orden se mostraba
con todo su brutal realismo en los campos de concentración y en los hornos crematorios
de Auschwitz, Buchenwald, Dachau, Majdaneck, etc. La conciencia civilizada se negaba a
aceptar como reales las atrocidades denunciadas.

“Propaganda política de los comunistas, se decía, para desprestigiar el régimen


preconizado por Hitler”. Pronto se supo, sin embargo, que la realidad superaba a todo lo
que se había publicado. Además, y esto era lo más grave, todos esos horrores habían sido
elevados en la filosofía nazi, a la categoría de doctrina política:

“La crueldad atrae a las gentes –sostenía Hitler en sus pláticas con Hermann Rauschning,
en Obersalzberg-; la crueldad y la brutalidad. El hombre, por lo general, no respeta más
que la fuerza y el salvajismo… La gente experimenta la necesidad de tener miedo: el terror
le da una especie de calma. ¿No han observado ustedes que cuando una reunión pública
termina a golpes, los que han sido más severamente maltratados son los primeros que
solicitan que se les inscriba en el partido? ¡Y vienen ustedes a hablarme de crueldad! ¡Y a
indignarse por chismes y cuentos de torturas! ¡Pero si es precisamente lo que quieren las
masas! ¡Tienen necesidad de temblar!

“No quiero que se transformen los campos de concentración en pensiones familiares. El


terror es el arma política más poderosa y no m e voy a privar de ella porque choque a
algunos burgueses estúpidos. Mi deber es emplear todos los medios posibles para
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endurecer al pueblo alemán y prepararlo para la guerra… Sembraré el terror con el


empleo de todos los medios de destrucción de que dispongo. El éxito depende del choque
brutal que aterra y desmoraliza. ¿Por qué habré de obrar de un modo distinto con mis
enemigos políticos? Esas supuestas atrocidades me ahorrarán cientos de miles de
procesos contra los descontentos. Se tentarán la ropa entes de emprender nada contra
nosotros, cuando sepan lo que les espera en los campos de concentración…”

No, las pláticas de Obersalzberg no habían sido simples pláticas de familia. Hitler estaba
decidido a llevar hasta las últimas consecuencias su filosofía del Nuevo Orden y de eso
daban fe sus victorias en Europa logradas sin reparar en los métodos y los hechos
monstruosos con que pretendía corroborar sus teorías sobre el terror como arma política.
Para Hitler esas atrocidades no tenían la menor importancia; no valían siquiera la pena de
ocuparse de ellas.

“No quiero –decía- que se me vuelva a hablar de ello… No quiero distraer ni una partícula
de mi capacidad de trabajo por bagatelas ridículas. Si hay entre ustedes cobardes
ofuscados por eso, que se vayan al convento a vivir con los frailes. En mi partido no tienen
cabida.”

Si los hornos crematorios de los campos de concentración eran para Hitler “bagatelas
ridículas”, lo mismo que lo del ghetto de Varsovia, lo de Lídice, o lo de Coventry, y la
“solución final” del problema judío, y todos esos crímenes nazis jamás concebidos por una
mente humana, era evidente que lo de la conquista del mundo no era un simple juego
imaginativo, sino una fría determinación. Ante esos hechos, ¿qué podían significar para
Hitler las violaciones de los tratados internacionales, el engaño a los estadistas
apaciguadores, el chantaje mundial que realizaba con sus continuas demandas de
“espacio vital”?

Quién sabe hasta dónde hubiera podido llegar Hitler en sus planes de dominación mundial
de haber salido victorioso en Stalingrado, y si los sabios y técnicos alemanes no se
hubieran retrasado en la elaboración de las armas atómicas. No es difícil imaginar cuál
hubiera sido el destino del mundo con la bomba atómica en las manos de Hitler. Ese
retraso técnico de unos cuantos mees salvó a la humanidad. Si un tendero mediocre sin
ambiciones y sin imaginación se atrevió a lanzar la bomba sobre Hiroshima y Nagasaki,
¿qué hubiera podido esperarse que hiciera con ella el esquizofrénico amo del Tercer
Reich?

De haber esperado Hitler a tener el arma atómica para iniciar sus planes de conquista, lo
más probable es que habría alcanzado sus propósitos y la humanidad estaría hoy viviendo
una segunda era de esclavitud peor que la de la antigüedad. La impaciencia del führer
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estimulada por sus primeras victorias en Europa fue un factor “providencial” que libró al
mundo del infierno hitleriano. Lo demás, lo “no providencial”, estuvo a cargo del Ejército
Rojo y del pueblo soviético. Los sueños hitlerianos del Gran Imperio Germánico Mundial
quedaron sepultados para siempre bajo la nieve y los escombros de Stalingrado. Hasta
entonces la humanidad vivió con la soga al cuello. Los aliados occidentales parecían no
darse cuenta del peligro que representaba una victoria militar nazi en la Unión Soviética.
Con el beneplácito de todas las fuerzas reaccionarias del mundo capitalista, los aliados de
Occidente contemplaban con mal disimulada complacencia el avance de las hordas
hitlerianas hacia el este. Su calculada apatía al no darse mucha prisa en abrir el segundo
frente, pudo poner en peligro el resultado final de la contienda.

Pero, además, las fuerzas sociales reaccionarias en todas partes trabajaban en apoyo del
Nuevo Orden hitleriano. Tanto o más peligrosas que la Werhmacht eran las
quintacolumnas organizadas en cada país bajo el control y la dirección del National
Sozialistische Deutsche Arbeiter Partei (NSDAP) Partido Obrero Nacional Socialista Alemán.
No era la quinta columna una invención de Hitler o del general Emilio Mola, aun cuando
fue este general español el que introdujo el término en la moderna nomenclatura
castrense. En realidad el primer ejemplo histórico se encuentra en la guerra de Troya,
pero fue Hitler el que perfeccionó la táctica adaptándola a las condiciones de la época
contemporánea y la convirtió en uno de los recursos más peligrosos de la guerra moderna.

No se puede dejar de citar a Rauschning quien en su libro Hitler me dijo reunió, de primera
mano, lo más selecto y auténtico del pensamiento político, de las aberraciones filosóficas
y los propósitos ocultos del jefe del Tercer Reich.

“¿Quién dice que yo pienso hacer una guerra como la que emprendieron los insensatos de
1914? –decía Hitler-. Decididamente la mayoría de los hombres carecen de imaginación…
No entrevén ni lo nuevo ni lo sorprendente. Los generales tienen el cerebro tan estéril
como los otros. Están aferrados a su técnica profesional… ¡Como si la guerra no fuera la
cosa más natural del mundo! ¿Qué es la guerra sino astucia, engaño, estratagema, ataque
y sorpresa?... Existe una estrategia más elevada, una guerra que emplea medios de un
carácter más espiritual…

“Si yo hago la guerra puede ser que introduzca en plena paz tropas mías en París. Llevarán
uniformes franceses, circularán en pleno día por las calles donde a nadie se le ocurrirá
detenerlos. Todo lo tengo previsto hasta en sus menores detalles. Llegarán hasta el Estado
Mayor; ocuparán los ministerios y el Parlamento. En unos minutos Francia, Polonia,
Austria, Checoslovaquia, quedarán privadas de sus dirigentes. Decapitados en sus Estados
Mayores los ejércitos y liquidados todos sus gobernantes. Reinará una confusión inaudita.
Pero yo estaré desde mucho tiempo antes en relación con los hombres que habrán de
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formar el nuevo gobierno de mi conveniencia. Hombres así los encontraremos en todas


partes. No tendremos siquiera necesidad de comprarlos. Vendrán a buscarnos ellos
mismos impulsados por la ambición, por la ceguera, por la discordia partidista y por el
orgullo.

“Encontraremos suficiente número de voluntarios. Los haremos pasar la frontera en


tiempo de paz, en grupos pequeños y todo el mundo creerá que son pacíficos viajeros…
Jamás comenzaré una guerra sin tener antes la seguridad de que mi adversario,
desmoralizado, sucumbirá al primer choque… Cuando el enemigo está desmoralizado en
el interior de su país, cuando está al borde de la revolución y cuando los movimientos
sociales amenazan estallar, ha llegado el momento… Golpes de mano, atentados
terroristas, sabotajes, asesinatos de dirigentes, ataques aplastantes contra todos los
puntos débiles de la defensa contraria, asestados como martillazos, simultáneamente, sin
preocuparse por las pérdidas, tal es la guerra futura…

“Los generales, pese a las enseñanzas de la pasada guerra, quieren continuar


conduciéndose como caballeros de otros tiempos. Se creen obligados a desarrollar las
guerras como torneos de la Edad Media. Yo no necesito caballeros… No retrocederé ante
nada. No hay derecho internacional ni tratados que puedan impedir que me aproveche de
una ventaja cuando ésta se presente… Yo quiero la guerra y todos los medios serán
buenos para mí… La guerra será lo que yo quiera que sea. ¡Yo soy la guerra!...”

Así había definido Hitler, sin bautizarla todavía, la táctica más peligrosa de la guerra
moderna. Unos años más tarde, cuando el general Emilio Mola se hallaba a las puertas de
Madrid, al ser entrevistado por los periodistas y dar explicaciones sobre el curso de los
movimientos militares, habló de cinco columnas. Cuatro de ellas trataban de rodear a
Madrid por los puntos cardinales.

-¿Y la quinta?, preguntaron los periodistas.


-La quinta se encuentra en Madrid –contestó Mola.
Aludía el general al grupo de traidores, espías, saboteadores, enemigos emboscados de la
República que en el interior de la capital trabajaban para Franco, infiltrándose en las
organizaciones obreras, en el ejército, en los ministerios, en todas partes, tal como lo
había pensado el führer. Correspondió a los fascistas españoles demostrar en la práctica,
durante la guerra civil de 1936, la eficacia de la quinta columna marca Hitler.

Desde antes de que fuese experimentada en España, el führer contaba con la quinta
columna como arma esencial en la realización de sus planes en escala mundial. A ella le
correspondía la tarea de allanar el camino, despejarlo de obstáculos, ablandar las posibles
resistencias mediante una campaña sicológica y la difusión de propaganda y, de ser
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posible, mediante la ocupación de posiciones estratégicas desde el punto de vista social y


político.

Desde hacía tiempo la América del Sur formaba parte de los planes expansionistas de
Adolfo Hitler. Él no sabía mucho acerca de nuestros países, pero tenía buenas fuentes de
información. Su interés por este hemisferio fue más grande cuando se le informó acerca
de los recursos naturales con que contaba. La América Latina producía, en los inicios de la
tercera década del presente siglo, el 32% del vanadio, con 1,300,000 toneladas métricas;
el 22%de la producción mundial de cobre con 4,500,000 tons métricas; el 10% del
tungsteno, con 2,400,000 tons; el 20% del petróleo, con 47,000,000 de tons, etc.

No menos importante era su riqueza en productos agrícolas: el 90% de la producción


mundial de café, con 19,000,000 de quintales; el 48% de la producción mundial de caña
de azúcar, con 75,000,000 de quintales; el 11.5% de la producción mundial de algodón,
con 7,200,000 de quintales. Y en cuanto al trigo y el maíz, si bien en menor proporción
que los otros artículos, su producción no era de ningún modo despreciable. Lo mismo
podía decirse de la producción de carne y lana. Además había la posibilidad de aumentar
la producción de caucho en las reservas naturales inexplotadas del Brasil, a un costo
inferior en un 50% al de la producción de caucho sintético. Todos esos recursos eran
susceptibles de aumentarse enormemente con inversiones adecuadas, técnica moderna y
trabajo planificado.

Como si eso fuera poco, la América Latina ofrecía una halagüeña perspectiva en cuanto a
recursos humanos: masas ignorantes, dóciles, después de tres largos siglos de dominación
colonial. Una movilización de todos los hombres en edad militar, en esos momentos,
podía poner en pie de guerra no menos de 6 millones de hombres que, dirigidos por
oficiales y generales alemanes, podrían ser un factor de consideración en una guerra
mundial. Si las fuerzas militares, navales y aéreas de esos países no eran de importancia, sí
lo eran, en cambio, los lugares estratégicos de que disponían:

El canal de Panamá en primer lugar; el istmo de Tehuantepec y el estrecho de Magallanes


para el caso de que el canal fuese inutilizado. Los puertos de Brasil tan cercanos a Dakar,
en África y, en el Océano Pacífico, las islas peruanas y ecuatorianas, así como la península
de Baja California con sus magníficas bahías tan estratégicamente situadas en las
inmediaciones de la frontera suroeste de los Estados Unidos. Tan atractivas circunstancias
geográficas no podían menos que entusiasmar al führer del Tercer Reich, según nos
cuenta el indispensable Hermann Rauschning:

“Si hay un continente en que la democracia es un disparate y una forma de suicidio –decía
Hitler– ése es precisamente la América del Sur. Hay que convencer a esas gentes (los
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latinoamericanos) de que pueden echar por la ventana, sin ningún escrúpulo su


liberalismo y su democracia. Todavía les avergüenza dejar ver sus buenos instintos. Se
creen aún obligados a seguir con la farsa democrática. Muy bien: pues esperemos aún
algunos años, si es preciso, y les ayudaremos a deshacerse de ella. Como es natural,
tenemos que enviarles gente nuestra. Nuestra juventud tiene que aprender a colonizar. Es
un trabajo que no se hace con burócratas correctos y con gobernadores acompasados. Lo
que necesitamos allá son jóvenes de temple y decisión. No se trata de enviarlos a tierras
inhóspitas o a talar bosques vírgenes, no. Necesitamos gente que tenga acceso a la buena
sociedad. Podemos utilizar las colonias alemanas que ya se encuentran allá…”

Brasil había interesado en forma especial al führer. Pensaba que allí se daban todas las
condiciones para convertir aquel país en un dominion germánico. En Brasil se había
constituido en 1932 una organización de tendencias afines al nazismo, la Acción Brasileña
Integralista, dirigida por el escritor Plinio Salgado. Era una organización violentamente
antisemita. Los nazis decidieron apoderarse de su dirección, lo cual consiguieron por
conducto de Gustavo Barroso, un político exaltado que había extraído toda su filosofía
política de las más puras fuentes del nacional-socialismo . Era explicable el optimismo de
Hitler.

“Edificaremos en Brasil –afirmaba– una nueva Alemania. Allí encontraremos todo lo que
necesitamos… Además, tenemos derechos sobre ese continente, en el que los Fugger, los
Welser y otros pioneros alemanes han poseído en tiempos grandes extensiones o
establecimientos. Nuestro deber es reconstruir ese viejo patrimonio que una Alemania
degenerada ha dejado dispersar. Pasó el tiempo en que teníamos que inclinarnos ante
España y ante Portugal y desempeñar por doquier el papel de llegados a última hora… No
tenemos la menor intención de obrar como Guillermo el Conquistador, desembarcando
con tropas para apoderarnos de Brasil con las armas en la mano. Nuestras armas son
invencibles. Nuestros conquistadores tienen un cometido más difícil que los de otros
tiempos; sus armas son de manejo más delicado…”

Este tipo de conquista requería por supuesto de una técnica y de una acción mucho más
compleja y sutil que la empleada por Cortés, Pizarro y todos los conquistadores del siglo
XVI; una técnica y táctica nuevas: la táctica de la quinta columna. Para realizar sus planes
en escala continental, como todo lo que planeaba Hitler; para la conquista del continente
latinoamericano se requería un organismo especializado que, desde Berlín, dirigiera la
maniobra en todas sus fases. El primer paso, pues, era crear ese organismo.

Desde 1930 funcionaba en Berlín el Instituto Iberoamericano fundado por el Dr. Otto
Boelitz, un respetable hombre de ciencia alemán, honestamente interesado en los
problemas de Latinoamérica. Ese instituto había actuado hasta entonces como un centro
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de investigaciones y relaciones culturales entre los intelectuales de Alemania y los de la


América Latina. Boelitz, con la colaboración de las universidades americanas, había
logrado reunir un fondo de más de 150,000 volúmenes para la biblioteca del Instituto.

El proverbio popular mexicano de que “nadie sabe para quién trabaja” puede aplicarse al
caso del doctor Boelitz que no pudo imaginarse nunca que estaba trabajando para Hitler;
que todo su esfuerzo sería aprovechado para una empresa criminal: el intento de
sojuzgamiento de los pueblos latinoamericanos.

Cuenta Allan Chase en su libro Falange, el ejército secreto del Eje en América, que a
principios de 1934 Adolfo Hitler citó en la Cancillería al general Wilhelm von Faupel. La
entrevista duró todo el día. De allí salió el general con el nombramiento de director del
Instituto Iberoamericano. El doctor Boelitz había sido destituido sin ninguna explicación,
que por lo demás no hacía falta en un régimen como el hitleriano. Boelitz sabía muy bien
cuál era el motivo de su separación. Su interés científico en la América Latina no coincidía
ya con los nuevos intereses del Tercer Reich.

Von Faupel no era ningún intelectual, pero tampoco un simple junker sin más valimiento
que su estrecha relación con el consorcio industrial I G Farben y el grupo Thyssen que
eran, en realidad, el poder detrás del trono Hitleriano. Von Faupel era un técnico y teórico
militar. Hablaba con facilidad varios idiomas: francés, ruso, español, portugués, chino, y
otros más. Había iniciado su carrera diplomática cuando era un joven oficial del Estado
Mayor Imperial. Fue enviado a China como agregado militar a la legación de su país. De allí
pasó con el mismo carácter a Moscú. Luego, por requerirlo así las circunstancias, se le
envió al África Oriental alemana para participar en expediciones punitivas contra nativos
de la región. Fue también embajador en España.

En 1911 por sus méritos y conocimientos militares, von Faupel fue invitado a dictar una
cátedra en la Academia Militar de Buenos Aires, tarea que abandonó para servir a su
patria en 1914. Al terminar la guerra regresó a Argentina como consejero militar del
ejército. Pero von Faupel ya no era el mismo oficial de maneras suaves, jovial, aficionado a
los buenos vinos de la región y a los valses vieneses. Se había transformado en un mílite
agresivo, violento, de voz endurecida, de gesto adusto que acentuaban aún más unas
cejas mefistofélicas demasiado pobladas que habían dado origen al apodo con que se le
conocía, de Coronel Cejas.

Cinco años ejerció su cátedra en la Academia Militar de Buenos Aires (de 1921 a 1926)
pero ya no era exclusivamente la técnica ni la teoría militar el tema de sus pláticas con sus
alumnos. El maestro dedicaba ahora buena parte de la clase a disertar sobre extraños
tópicos de sociología y política que sus discípulos, miembros todos de las clases dirigentes
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argentinas, escuchaban con interés y asombro. Se refería von Faupel, con especial
agresividad al “populacho inculto”, materia prima de la democracia, al que hacía
responsable de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial.

La fama de Von Faupel cundió por los países del sur de América que se disputaban a los
generales alemanes para que entrenaran y organizaran sus ejércitos nacionales. Von
Faupel aceptó un alto puesto en el ejército de Brasil, puesto que aprovechó para difundir
sus nuevas teorías políticas antidemocráticas. Más que teórico militar, von Faupel actuaba
como un agitador político, propagador de novedosas y extrañas doctrinas que cautivaron
la mente de los militares criollos educados en la tradición del caudillismo feudal.

En 1927 el gobierno de Perú le ofreció el cargo de Inspector General de las Fuerzas


Armadas del país. Von Faupel no desaprovechó esa magnífica oportunidad que se le
ofrecía para predicar en contra de las democracias decadentes y en contra del “populacho
inculto”, culpable de que “los pueblos superiores” no ocuparan el lugar que les
correspondía como rectores de la cultura universal, y de infiltrar el veneno de sus teorías
en el ejército peruano. Una misión no revelada lo llevó luego a China desde donde regresó
a Berlín llamado por el führer.

Ese era el hombre que Hitler había escogido para dirigir el Instituto Iberoamericano bajo la
política del Tercer Reich. Pese a su larga ausencia, von Faupel seguía estrechamente ligado
a su patria. A través de la correspondencia con los miembros de su grupo, Thyssen, von
Schoeder, Franz von Papen, Georg von Schnitzler y otros, conoció oportunamente los
planes contra la república de Weimar y el nacimiento y desarrollo del Partido Nacional
Socialista.

Conoció y compartió asimismo los planes hitlerianos para la creación del Gran Imperio
Mundial Germánico. Desde ese momento su anhelo más grande fue el no quedarse al
margen, sino participar con toda su experiencia y entusiasmo en la gigantesca empresa
para imponer al mundo la dirección de “los pueblos superiores”.

Sus veinte años en la América del Sur lo habían puesto en contacto con una realidad
desconocida para los nuevos dirigentes del Tercer Reich. El mismo Hitler no tenía una idea
clara de lo que era ese continente olvidado en los planes expansionistas de la Alemania
guillermina y casi desconocido para una buena parte de la nueva generación alemana. Von
Faupel formuló un plan de acuerdo con sus conocimientos de los países latinoamericanos
para contribuir, con veinte países de ese hemisferio, a la mayor gloria y grandeza del
Imperio Mundial Germánico.

“Estoy preparado para conquistar toda la América Latina”, informaba von Faupel a von
Schnitzler, a su regreso a Alemania en 1934, justo a tiempo para participar en la gran
15

aventura del Nuevo Orden. Von Faupel expuso en detalle su teoría sobre la conquista de la
América del Sur. La clave de toda su teoría se encerraba en una sola palabra: España.

Durante su estancia en los países de América von Faupel, por razones de clase se había
ligado estrechamente a los restos de la vieja aristocracia colonial que seguía soñando con
una hipotética restauración monárquica. No era eso, por supuesto, lo que podía interesar
a von Faupel, pero toda esa gente cretina y ultramontana, con sus cuantiosos recursos
económicos, podía ser movilizada para la causa del Nuevo Orden alemán.

España, recién salida en abril de 1931 del régimen monárquico, era un terreno propicio
para las teorías del astuto Coronel Cejas, quien supo aprovecharse de la ignorancia de una
casta que se resistía a quedar al margen del futuro desarrollo de España. Por otra parte,
para el Tercer Reich no pasaba desapercibida la importancia estratégica, desde el punto
de vista militar, de la península ibérica. “España –había dicho en alguna ocasión Goering–
es la llave de dos continentes”.

El Instituto Iberoamericano en manos de von Faupel se convirtió en un gigantesco centro


de conspiración para la conquista de la América Latina. El Coronel Cejas sabía que para
lograr esto habría que apoyarse en los sectores ultramontanos de origen hispano que si
bien no estarían muy dispuestos a seguir las consignas llegadas de Berlín, las aceptarían
con gusto si llegasen de la España monárquica, tradicionalista. La primera tarea para von
Faupel era, pues, por esa y por otras razones, la conquista de España que vivía en esos
momentos las primicias de su flamante régimen republicano.

Para su trabajo en España von Faupel contó con la experiencia de un ex agregado militar a
la embajada de Alemania en Madrid, Eberhard von Stohrer quien, por razones de su cargo,
se había relacionado estrechamente con elementos de la elevada jerarquía militar
española. Evidentemente ese era el hombre, pero, ¿cuáles las fuerzas políticas y sociales
en que podría apoyarse el movimiento? Los viejos sectores monárquicos estaban
descartando porque el nacional-socialismo alemán había nacido claramente
antimonárquico. La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) que dirigía
Gil Robles, era un instrumento de la Compañía de Jesús y aun cuando su dirigente había
participado en el Congreso del Partido Nacional-Socialista, en Nuremberg en 1933, sus
ligas con los jesuitas le aseguraban la oposición de la corriente mayoritaria anticlerical.
Quedaba sólo la Falange, un pequeño grupo sin prestigio, dirigido por José Antonio Primo
de Rivera, hijo del último dictador español.

El propio von Faupel se escandalizó cuando conoció la composición social de los miembros
de Falange: asesinos, ladrones, vividores sin oficio ni beneficio, saboteadores de alquiler al
servicio del mejor postor y, en ese momento, de los enemigos del régimen republicano; en
16

fin, la escoria social, gente sin principios políticos, sin verdadera disciplina a la
organización, cazadores de canonjías dispuestos a desempeñar las más viles tareas
siempre que hubiera una buena recompensa.

Von Faupel se consideró incapaz de tomar una decisión por sí solo. ¿En cuál de esas
fuerzas apoyarse para iniciar la gran tarea que el führer le había encomendado? Era
preciso que el régimen que sucediera al republicano contara con la respetabilidad
suficiente para atraer a su casa a los españoles de ultramar. El Coronel Cejas decidió poner
el asunto en las manos del gran pontífice de la filosofía nazi, Alfred Rosenberg quien,
después de conocer los informes de von Faupel, se decidió por la Falange. La solución fue
aprobada por el führer quien encomendó a Goebbels dar a ese grupo la estructura de un
verdadero partido nacional-socialista.

El programa redactado por Goebbels para la Falange Española Tradicionalista y de las


Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) no era en realidad sino una copia del
programa del National Sozialistische Deutsche Arbeiter Partei (NSDAP). El programa de 27
puntos postulaba, entre otros conceptos:

 España es una unidad de destino en lo universal. Toda conspiración contra esa


unidad es repulsiva.
 Tenemos voluntad de imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España es el
Imperio.
 Respecto de los países hispanoamericanos tendemos a la unificación de la cultura,
de los intereses económicos y del poder. España alega su condición de eje
espiritual del mundo hispano, como título de preeminencia en las empresas
universales.
 Concebimos a España como un gigantesco sindicato de productores.
Organizaremos corporativamente a la sociedad española mediante un sistema de
sindicatos verticales por ramas de la producción.
 Nuestro régimen hará radicalmente imposible la lucha de clase, por cuanto todos
los que cooperan en la producción constituyen una totalidad orgánica.
 Es misión esencial del Estado… formar una conciencia nacional, fuerte y unida, e
instalar en el alma de las futuras generaciones la alegría y el orgullo de la patria.
 El movimiento incorporará el sentido católico de gloriosa tradición y predominante
en España a la reconstrucción nacional.
 Para lograr nuestros designios, luchamos sólo con las fuerzas que se hallan bajo
nuestro control y nuestra disciplina. Sólo en el empuje final para la conquista del
Estado, nuestros jefes hablarán de condiciones y ello cuando nuestras condiciones
sean las únicas a discutir…
17

En esos y los demás puntos del programa formulado por Goebbels se advertía esa
calculada ambigüedad demagógica que caracteriza a los documentos políticos tras los
cuales se ocultan intenciones inconfesables. Con el espaldarazo del führer, un subsidio de
tres millones de pesetas y el respaldo económico de millonarios enemigos de la República,
como el ex contrabandista Juan March, Falange se lanzó a la conquista del poder en
España.

Von Stohrer entrevistó en Lisboa al general José Sanjurjo; lo invitó a visitar Berlín. Allí tuvo
una larga entrevista con von Faupel. A su regreso a Portugal convocó a una reunión a
varios generales de tendencias monárquicas que, por funesta inconsecuencia, se hallaban
todavía al servicio de la República. A la reunión asistieron Mola, Goded y Fanjul. Francisco
Franco, jefe del Estado Mayor Central, delegó su representación en el general Mola. La
traición organizada desde Berlín estaba en marcha.

El 17 de julio de 1936 el general Goded inició la rebelión en Barcelona y el general Fanjul


en Madrid, en el Cuartel de la Montaña. El jefe del movimiento, el general Sanjurjo, había
salido ese día de Lisboa en un avión Junker, para encabezar la lucha, pero una bomba de
tiempo de fabricación alemana estalló en el departamento de equipajes. Ciertas
expresiones suyas ante un grupo de amigos, en el Estoril, habían llegado a oídos de la
Gestapo. Eliminado así Sanjurjo, el destino de la rebelión quedaba en manos de los
generales Goded y Franjul. Pero el pueblo español, “el populacho inculto” tan odiado por
von Faupel, se batió valientemente, hizo prisioneros a los generales traidores y los fusiló
sin más trámite.

El desconcertado jefe del Instituto Iberoamericano se comunicó con el general Franco que
se hallaba en las Islas Canarias. Obedeciendo órdenes de su nuevo amo, Franco se trasladó
a Marruecos donde lo esperaban oficiales del Estado Mayor Alemán. Allí, con la ayuda de
esos oficiales nazis, organizó un ejército de moros y con la legión extranjera se trasladó a
España en transportes alemanes.

Allí, bajo la dirección política del NSDAP y la participación militar de la Legión Cóndor
alemana, los contingentes fascistas de Mussolini, la ayuda ilimitada en armamento de los
países nazifascistas y la criminal abstención de los gobiernos de Inglaterra y los Estados
Unidos que escondieron sus verdaderas intenciones tras el acuerdo de No Intervención,
después de tres años de una de las guerras más sangrientas que ha conocido España, se
consumó la primera victoria de von Faupel.

En los primeros meses de la lucha José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange,
había caído prisionero. Se le juzgó en Alicante y se le condenó a muerte. Fue fusilado el 18
18

de noviembre de 1936. La organización fascista de España contaba ya con un mártir que,


como el Horst Wessel de los nazis, ayudó a crear la mística de la organización.

En abril de 1939 en España quedaba constituido el régimen totalitario


nazifascistafalangista, bajo el control directo del NSDAP y con un general traidor al frente
del gobierno, Francisco Franco.

La primera etapa de la conquista de la América Latina se había consumado. Ahora Wilhelm


von Faupel podía dedicar toda su atención a los países de ultramar.
19

Geopolítica hitleriana
En uno de sus discursos el presidente de los Estados Unidos, Franklin D Roosevelt,
denunció las actividades de la quinta columna en la América Latina dirigidas por el
Instituto Iberoamericano. Al mismo tiempo, reveló la existencia de un mapa con la nueva
división territorial concebida por los nazis para la América Latina. De acuerdo con esa
geopolítica prevista para cuando el Tercer Reich, después de conquistar a Inglaterra,
quedara en condiciones de iniciar la marcha hacia este hemisferio, las 20 repúblicas
latinoamericanas desaparecerían como estados independientes. En realidad, los nazis
negaban la existencia de pueblos latinoamericanos propiamente dichos; en esos
territorios sólo existía “una población sudamericana, para la cual hubiera sido una
bendición pasar de los efectos de la herencia hispano-portuguesa al dominio germánico”,
según Otto Richard Tannemberg, teórico del pangermanismo.

El mapa a que hizo mención el presidente Roosevelt (que trajo a México la periodista
francesa Genevieve Tabouis, y publicado por la revista mexicana Futuro en su número de
mayo de 1942) dividía a la América Latina en cinco grandes secciones político-económicas.

La primera sección comprendía tres países: Argentina, Uruguay y Paraguay, y quedaría a


cargo del Prof Fiebrig, nazi expulsado de Paraguay por intervenir en asuntos políticos
internos.

La segunda sección estaba constituida, exclusivamente, por Brasil, en vista de su extensión


territorial, y quedaría a cargo del Prof. Otto Quelle.

La tercera sección formada por Chile y Bolivia, se le asignaba al Prof Fritz Berndt.

La cuarta sección estaba integrada por Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. La dirigiría la
doctora Edith Faupel, esposa del general Faupel, y

La quinta sección se formaba con Panamá, los demás países centroamericanos, las Antillas
y México; su jefe sería el doctor Hagen.

Además, para regir las actividades económicas y militares de dichas secciones, se habían
creado dos dependencias del NSDAP: la primera, a cargo de Juan Lumme, actuaba a través
de organizaciones aparentemente inocuas, como la Asociación Central Germano-
Argentina, la Cámara de Comercio Germano-Mexicana, la Asociación Alemana de
Comercio para la América del Sur y la Asociacao de Comercio Teuto-Brasileira; la segunda,
encomendada al propio von Faupel, tenía a su cargo el espionaje militar.
20

Para el mejor control de los alemanes residentes en el extranjero el Partido Nacional-


Socialista creó la organización Alemanes Extranjeros, cuyo jefe era Ernst Wilhelm Bohle. Su
primera orden del día al tomar posesión en 1937 como jefe de la Organización Extranjera
del Partido Nazi (NSDAP), fue la siguiente: “…los alemanes en el exterior no lo son por
casualidad, sino por la voluntad de Dios. Junto con nuestros camaradas del Tercer Reich
están llamados a ayudar a la obra asumida por Adolfo Hitler”. Para presionarlos, se les
amenazaba con privarlos de la nacionalidad. Cada año los alemanes extranjeros
celebraban un congreso en Stuttgart, que fue por ello declarada la “capital de los
alemanes extranjeros”.

Siete organizaciones del Partido Nazi estaban encargadas del control y vigilancia de los
alemanes en el exterior y de su utilización para fines de propaganda y espionaje. No se
trataba de organizaciones para la defensa de la germanidad. Su única misión era la de
reunir a los alemanes expatriados en una formidable máquina de guerra que se extendería
por el mundo entero.

“La mayor parte de esos alemanes expatriados –informó el imprescindible Rauschning–


han sido instrumentos inconscientes del nacional-socialismo que, ignorándolo ellos, les ha
deshonrado, y la responsabilidad de esa vergüenza recae sobre Hitler y algunos de sus
satélites, principalmente sobre Hess, quien tras su careta de buen hombre esconde a un
intrigante solapado, uno de los peores bandidos de la pandilla… Hess era como una
especie de jefe supremo de los órganos de control del germanismo en el extranjero…”

Rauschning tomó parte en uno de esos congresos de alemanes extranjeros como miembro
de una organización denominada Academia Alemana, que tenía la misión de velar por los
valores germánicos en el exterior. En esa ocasión descubrió la verdadera naturaleza de las
actividades que se disfrazaban con la supuesta “germaneidad”: se utlilizaba a los alemanes
en el extranjero “para desencadenar la revolución alemana sobre las ruinas del mundo
entero”. Naturalmente Hitler aprovechaba la presencia de esos alemanes extranjeros para
enardecerlos y adoctrinarlos. El inevitable Rauschning transcribe una de esas
intervenciones delirantes de Hitler:

“Sobre ustedes –decía el führer– descansa una de las tareas más importantes de nuestro
régimen. Ya no es suficiente velar sobre el germanismo como en el pasado. Actualmente
es preciso que ustedes constituyan una tropa de choque. No tendrán que conquistar para
el germanismo derechos parlamentarios o libertades cualesquiera, pues tales conquistas
tal vez retrasarían nuestro avance en lugar de favorecerlo. No se trata de que cada uno
actúe separadamente según la inspiración. De ahora en adelante cada uno de ustedes
deberá ejecutar las órdenes que reciba de la autoridad suprema. Lo que les parezca
21

beneficioso puede ser considerado como nocivo a quien juzga las cosas desde un punto de
vista superior.

“Ante todo, exijo de ustedes una obediencia ciega. No incumbe a ustedes determinar lo
que ha de hacerse en su radio de acción. Por mi parte, no siempre podré comunicarles los
detalles de mis instrucciones. Su obediencia debe derivar de su confianza en mí. Por ello
no puedo tolerar entre ustedes a ningún representante de los viejos métodos
parlamentarios. Estos señores deberán retirarse. Ahora ya no los necesitamos. Si no se
retiran voluntariamente habrá que eliminarlos por todos los medios. En cuanto a lo que
afecta a la política de los alemanes en el extranjero, no más debates ni votaciones. Las
decisiones serán tomadas aquí, por mí, y en mi ausencia por el camarada Hess.

“Ustedes constituirán la vanguardia de nuestro combate. Serán los centinelas avanzados


de Alemania; su vigilancia nos permitirá proseguir la concentración de nuestras fuerzas y
preparar nuestra ofensiva. Ustedes tienen una misión de la que nosotros, los ex
combatientes, habíamos sido encargados durante la última guerra. Están ustedes en los
puestos de escucha. Tienen que ejecutar reconocimientos y esconder nuestros
preparativos de ataque, más allá del frente. Considérense en estado de guerra. Les rigen
las leyes militares. Actualmente son ustedes, quizá, el elemento más importante del
pueblo alemán. La nación entera les agradecerá siempre, conmigo, los sacrificios que
hacen por el futuro del Reich…

“Es importante –continuó Hitler– que existan cuando menos en cada país dos asociaciones
germánicas. Una de ellas debe siempre poder protestar de su lealtad, debe cuidar las
relaciones mundanas y los contactos económicos. La otra será radical y revolucionaria y
debe estar dispuesta a verse desautorizada por mí y por mi gobierno… No quiero
establecer ninguna diferencia entre los ciudadanos del Reich y los alemanes naturalizados
en el extranjero. Externamente estarán obligados a tener en cuenta el estatuto legal de
cada uno, pero su tarea especial será la educación de todos los alemanes, sin excepción,
de tal forma que yo pueda tener en todo momento la certeza de que cada uno de ustedes
pospondrá a su patriotismo alemán, el compromiso de lealtad hacia un país extranjero…
Dejo a su criterio el escoger los medios que emplearán para atraer a sus compatriotas a
esta nueva disciplina…

“A veces encontrarán resistencia, pero lo único que me importa es el éxito. Los medios no
me interesan Aquel que se oponga deberá saber que nada puede esperar del Reich
alemán, que estará manchado de infamia y señalado para el castigo que espera a los
cobardes y traidores…
22

“En suma, de ustedes depende que alcancemos nuestros objetivos ahorrando hasta el
máximo la riqueza y la sangre de Alemania. Ustedes deben prepararnos el terreno.
Alemania extenderá su poderío más allá de las fronteras del este y del sureste. También
ustedes, los que vienen de ultramar, tienen los mismos deberes. Olviden cuanto han
estudiado. No nos detendremos en la protección de las minorías o en otras
reivindicaciones de principios surgidas del espíritu estéril de las democracias. Cuando
Alemania sea grande y victoriosa nadie osará mirar de reojo a uno solo de ustedes.

“Su tarea consiste en luchar para asegurar a Alemania la dirección del mundo. Entonces
recogerán su parte en el mando, sin párrafos ni pactos. Se les confiará la tutela de los
países vencidos en nombre del pueblo alemán. Gobernarán en mi representación esos
países y sus pueblos desde el mismo lugar en que hoy se les oprime y persigue… Lo que
constituía nuestra miseria secular, el desparramamiento del Reich alemán… constituirá el
día de mañana la fuente de nuestro orgullo. Así como los judíos han debido sufrir la
dispersión antes de conquistar la potencia universal que habían alcanzado, actualmente
somos nosotros el pueblo elegido por Dios, el que va a congregar a sus miembros
dispersos para dominar toda la Tierra.”

Esa era la filosofía y la mística de la quinta columna nazi lanzada sobre la América del Sur.
Los “alemanes extranjeros” que asistían a los congresos de Stuttgard, regresaban bien
pertrechados de ilusiones y consignas, de esperanzas y ambiciones, de fe en el führer y
también de temor. Sabían lo que les esperaba en el caso de no someterse a la disciplina
impuesta por NSDAP, si las intenciones de Hitler se consumaban victoriosamente.

Las acciones de la quinta columna en la América del Sur fueron particularmente agresivas
y audaces allí donde los gobiernos nacionales se mostraron complacientes en virtud, sin
duda, de secretas simpatías hacia el fascismo. Aun cuando la prensa democrática
denunciaba la gran conspiración contra la América del Sur, la magnitud monstruosa del
crimen que se urdía invitaba a la duda. La revista nazi Reines Deutschyum, de Friedrich
Lange, afirmaba: “Nosotros obligaremos por la fuerza o de cualquiera otra manera a los
países decrépitos, como Argentina, Brasil y en general a todos esos pueblos de mendigos
latinoamericanos a entrar en razón” Y Goering, a su vez, celebraba el triunfo de Franco
que, en su concepto, “resolvía el dilema entre el caos y la reconstrucción de los dos
hemisferios. Su victoria final asegura la conservación de la verdadera cultura hispánica en
la América Latina…”

El caso más ilustrativo de la peligrosidad de la quinta columna y de la política de


indiferencia cómplice hacia sus actividades de parte de los gobernantes “democráticos”,
fue Brasil. Era obvio el interés de los nazis en este enorme país de más de 8,000,000 de
kilómetros cuadrados sobre el que Hitler alegaba tener “derechos adquiridos” a través de
23

los pioneros alemanes allí establecidos. Brasil, además de su posición estratégica frente a
Dakar, donde 150 grandes bombarderos nazis estaban listos para cruzar el Atlántico, tiene
fronteras muy extensas con Uruguay, Argentina, Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia,
Venezuela, Guayana Británica, Guayana Holandesa y Guayana Francesa. Dueños de Brasil,
la conquista del resto de la América del Sur sería cosa fácil.

El 11 de mayo de 1938 los integralistas intentaron apoderarse de la situación


aprovechando las facilidades que les daba el presidente Getulio Vargas quien, a su vez,
quería aprovechar a los integralistas para contener la influencia creciente de los
comunistas bajo la dirección de Luis Carlos Prestes.

El golpe de los integralistas, tal vez un poco precipitado, se frustró, pero sirvió, al menos,
para hacer comprender a los gobernantes escépticos que la quinta columna no era una
simple entelequia. La investigación que se hizo con ese motivo, arrojó datos que obligaron
a Vargas a rectificar. Se comprobó plenamente la injerencia de elementos nazis y de los
diplomáticos del Eje. Las armas recogidas en manos de los sublevados eran de matrícula
alemana. Entre los detenidos, se hallaban muchos funcionarios de supuestas empresas
alemanas que disfrazaban su papel de espías y provocadores con el camouflage de legales
e inocentes actividades comerciales. Se detuvo al general Bertholdo Klingler y al teniente
de navío U Hassemelman.

Se hizo un cateo a las oficinas del director de la revista Gazetta del Popolo (uno de los
órganos de la propaganda fascista) y se incautaron importantes pruebas de la
participación en el golpe de muchas personalidades, entre ellas el embajador alemán Karl
Ritter, quien fue declarado persona non grata y tuvo que abandonar el país.

Naturalmente el fracaso del 11 de mayo de 1938 no terminó con las actividades de la


quinta columna. Poco después, el Inspector de Policía de Porto Alegre, descubrió un
nuevo complot de proporciones mayores que el de los integralistas. Por la documentación
ocupada se supo que se preparaba un golpe en el que participarían docenas de millares de
japoneses, alemanes e italianos, bajo el mando de 200 oficiales de las mismas
nacionalidades. Los primeros objetivos serían Sao Paulo y los puntos estratégicos del
Matto Groso en el valle del Amazonas. Centenares de barcos pesqueros deberían bloquear
la costa sur.

Los complotistas contaban con bases para submarinos, campos de aterrizaje, potentes
emisoras de radio de onda corta, tanques y cañones introducidos a Brasil como
“maquinaria agrícola”. Las órdenes y directivas de toda la conspiración eran
proporcionadas en el Consulado General del Japón, en la ciudad de Sao Paulo. El cónsul
24

japonés se mantenía en contacto directo con Dakar, en la costa africana, de donde partían
las órdenes elaboradas por los altos dirigentes del NSDAP.

Se decomisaron planos e informes secretos sobre el ejército, la marina y la aviación, así


como listas de los espías nazis, sus jerarquías y domicilios. Con los documentos recogidos
se logró la detención de altos jefes militares alemanes y japoneses, que eran los dirigentes
de la gigantesca conspiración.

Los planes de Hitler se desarrollaban en toda la América del Sur, de acuerdo con las
posibilidades que ofreciera el medio en cada lugar. Después de Brasil, uno de los países
más propicios a las actividades hitlerianas era Argentina. Allí, desde la creación del Partido
Obrero Nacional-Socialista en Alemania, y su rama para el exterior, surgió un grupo que
difundía las teorías del Nuevo Orden. Su campo de operaciones era, principalmente, la
Patagonia y la Tierra del Fuego, en donde las condiciones de alejamiento de los centros
políticos del país eran particularmente propicias para las actividades conspirativas. Las
costas de esa región ofrecían condiciones óptimas para la instalación de bases de
aprovisionamiento para los barcos piratas y para los submarinos. La audacia de los nazis
llegó al extremo de que el jefe del NSDAP en Argentina, herr Alfred Müller, propusiera el
cambio de nombre de la región: en vez de Patagonia debería llamarse Nueva Alemania.

En vista de que las actividades de la quinta columna se desarrollaban desembozadamente,


el 15 de mayo de 1939 las autoridades declararon ilegales el funcionamiento del Partido
Obrero Nacional-Socialista Alemán y el del Frente Alemán del Trabajo. Los alemanes se
“sometieron” sin protestar a la disposición gubernamental: cambiaron los rótulos que
aparecían en las fachadas de los edificios que ocupaban. En lugar de Partido Obrero
25

Nacional-Socialista Alemán, apareció el de la Federación de Círculos Alemanes de


Beneficencia y Cultura y en lugar del rótulo del Frente del Trabajo, apareció el de Unión
Alemana de Gremios. El gobierno se dio por satisfecho: había desaparecido el peligro, ¡la
democracia estaba a salvo!

Pero los pueblos no son idiotas, como creía von Faupel. El argentino se daba cuenta exacta
de lo que pasaba. El cambio de rótulos era una burla. Las actividades de la quinta columna
se intensificaron. La prensa subvencionada por la embajada alemana elevó el tono de sus
ataques a las organizaciones populares; los agentes nazis maniobraban libremente,
organizando grupos, infiltrando el veneno antidemocrático en todas partes, lo mismo en
las altas esferas del gobierno que en los más lejanos rincones de la pampa; en el ejército,
en el Senado, en el hogar, en la escuela, en el sindicato. Argentina era un paraíso para las
actividades de la quinta columna nazi.

Por todas partes surgían nuevas organizaciones alemanas: Club Teutonia, Ayuda Alemana,
Jardín de la Alegría, Anillo del Sacrificio (Opferring), Auxilio de Invierno, Oficina del
Fomento del Comercio Alemán, etc. En la provincia, (Salta, Paraná, Córdova y otras)
funcionaban organizaciones paramilitares bajo la dirección de oficiales nazis. El gobierno
contemplaba ese proceso de nazificación serenamente, complaciente, sordo a las
protestas del pueblo que exigía medidas para contener el avance de la conspiración.

En 1940 los embajadores de todos los países latinoamericanos fueron llamados a Berlín.
Edmond von Thermann, embajador en Argentina, asistió a la reunión. Nadie sabe lo que
en ella se trató, pero a su regreso fue sensible el incremento de la actividad
quintacolumnista. El presupuesto de la embajada en Buenos Aires, antes de 1940, había
sido de $864,500 al año. Pero de julio de 1940 al 30 de junio de 1941 subió a $7,722,550.
La correspondencia enviada por la embajada aprovechando la franquicia diplomática,
llegó a cuatro toneladas mientras los envíos de la embajada inglesa llegaban apenas a 700
kilogramos.

Ante la presión del pueblo, un grupo de diputados argentinos protestó y exigió que se
hiciera una investigación de las actividades de la quinta columna. Se tomó el acuerdo de
encomendar esta tarea a una comisión que encabezaría el diputado Raúl Damonte
Tabora. Como Resultado de la investigación realizada por esta comisión y a la vista de las
pruebas obtenidas, el día 23 de julio de 1941 se catearon los locales de las organizaciones
nazifascistas.

Por la documentación ocupada se descubrió que el 26 de julio (tres días más tarde)
debería iniciarse la sublevación para derrocar al gobierno. El movimiento se produciría
simultáneamente con el que estallaría en Bolivia. Inmediatamente se designaría un
26

Consejo Superior del Nacionalismo Argentino, cuyo jefe sería el general Juan Bautista
Molina, que fungía como jefe de la Alianza de Juventudes Nacionalistas.

Los archivos decomisados en los distintos locales cateados, descorrieron totalmente el


velo sobre la conspiración. En los locales de las organizaciones se hallaron además retratos
del general Bautista con esta inscripción: “Nuestro Führer”. La Comisión de Damonte
Tabora solicitó de la Secretaría de Relaciones Exteriores se le facilitaran algunos
traductores de alemán, pero el secretario Ruiz Guiñazú se negó a satisfacer la demanda.
En la investigación que se hizo en la provincia de Paraná resultaron implicados dos
sacerdotes católicos, Tomás Laurencena y Eliseo Belfiort.

En vista de que la investigación parecía ir en serio y a fondo, el embajador Thermann se


alarmó, suponiendo que los documentos ocupados llevarían la investigación hasta las
puertas de la embajada. Decidió poner a salvo todo lo que tuviera de comprometedor.

Un funcionario de la misma, Godofredo Helcker, tomó pasaje para Lima, Perú, en un avión
de la Panagra, llevando consigo una “valija diplomática” con peso de más de 150 kgs.
27

Al llegar el avión a la ciudad de Arequipa se le notificó que debería dejar allí los bultos
porque el avión “iba excedido de peso”. Helcker protestó: por ningún motivo podía
separarse de los bultos encomendados a su cuidado. Lo más que consiguió fue que se le
permitiera quedarse en tierra con su equipaje.

En un rincón del aeropuerto el orgulloso ario, vigilado desde cierta distancia por agentes
de la policía, pasó la noche echado sobre sus bultos, sin dormir un solo instante. Al día
siguiente siguió a Lima en otro avión. Sus tribulaciones no habían terminado. Allí se le
exigía que abriera los bultos para ser revisados. Helcker brincó: “¡Pero si se trata de la
valija diplomática!”. Los agentes de migración insistían: “Aquello no tenía aspecto de valija
diplomática”. Helcker gritó, suplicó, amenazó y luego llamó a la embajada alemana en
Lima. El embajador estaba ausente. Helcker decidió esperar. Pero los bultos no podían
salir del aeropuerto.

En un cuarto del campo aéreo improvisado como dormitorio, el nazi pasó tres días
encerrado, cuidando sus bultos, sin separarse un solo momento de ellos. Cuando regresó
el embajador en Lima se alegó nuevamente la inmunidad diplomática, pero las
autoridades peruanas ordenaron decomisar los bultos sospechosos. En tanto se resolvía el
conflicto, los bultos fueron depositados en el Banco Alemán. Agentes nazis estuvieron
haciendo guardia frente a los bultos y agentes peruanos frente a los agentes nazis, para
evitar que éstos fueran a sustraer o cambiar los paquetes.

Después de varios días se resolvió el grotesco incidente con el acuerdo mutuo de que los
bultos se regresaran intactos a la Argentina, pero al llegar a Córdoba los misteriosos
paquetes fueron incautados por órdenes de la Comisión Investigadora de las Actividades
de la Quinta Columna. El embajador Thermann protestó. Se estaban violando –decía– los
tratados diplomáticos. Pero los acuerdos entre Alemania y Argentina con relación a la
valija diplomática, celebrados en 1926, precisaban que la valija no debería superar los 20
kgs de peso. Thermann había perdido la batalla. Los bultos fueron abiertos ante el
presidente de la Panagra, un juez y el representante de la Comisión Investigadora. En la
valija se encontraron radiotransmisoras, instrumentos para radiotelegrafía y
radiotelefonía, películas sobre los triunfos militares del Reich, propaganda nazi en
abundancia y en distintos idiomas; en un papel de seda, finísimo, mensajes en clave que
resultaron ser instrucciones del NSDAP para provocar el diferendo peruano-ecuatoriano,
etc. Se encontraron, igualmente, varios ejemplares de un libro de Teodoro Dreisser,
América debe ser salvada, editado en Argentina, en el que se habían alterado más de
3,800 palabras. Dreisser informó que no había autorizado ninguna traducción de su libro
al español…
28

Casi al mismo tiempo que en Brasil, en Chile estalló en 1938 una sublevación nazi para
derrocar al presidente Alessandri y sustituirlo por el general Carlos Ibáñez del Campo.
Desde 1932 había surgido allí un partido nacional-socialista, antiparlamentario y antijudío,
cuyos verdaderos dirigentes ocultos eran los nazis Karl Keller y Gonzalo von Marees. El
golpe de 1938 había sido aplastado por las organizaciones obreras y del Frente Popular.

Investigadas las actividades de los espías se supo que burlando la vigilancia del bloqueo
inglés, los nazis habían logrado hacer algunos embarques de salitre con destino a Cuba, vía
estrecho de Magallanes, a cambio de armamento. De Cuba los embarques serían
remitidos a España, ¡desde donde se enviarían a Alemania! El secretario general de la
Confederación Obrera en Chile, Salvador Ocampo, informó que dichos embarques tenían
como destino final la industria bélica del Tercer Reich. El informe fue confirmado
posteriormente por el secretario de la Confederación de Trabajadores de Cuba, Lázaro
Peña.

Chile fue uno de los países donde los nazis pudieron desarrollar sus actividades más
libremente. La colonia alemana era muy numerosa, particularmente en el sur de Santiago.
La influencia del militarismo alemán era evidente en el ejército y en la policía. Las
autoridades se mostraban especialmente complacientes, desestimando el peligro de la
quinta columna. Tal vez por ello fue que Santiago y Viña del Mar fueran escogidos como
sedes para los cónclaves de embajadores nazis en la América del Sur.

En Viña del Mar –enero de 1941– se tomaron los acuerdos para la sublevación de Bolivia y
las agresiones de Perú contra algunas poblaciones fronterizas de Ecuador. El putsch
boliviano había sido organizado directamente por el embajador nazi Ernst Wendler. La
sublevación de Bolivia sería el principio de la subversión continental. Von Faupel se
proponía instaurar en toda la América del Sur gobiernos dóciles al Reich, como el de
Vidkun Quisling en Noruega. La razón de que se escogiera a Bolivia como iniciador del
movimiento residía en las excepcionales condiciones del altiplano boliviano que era algo
así como un gigantesco campo de aterrizaje en el corazón mismo de la América del Sur.

El putsch boliviano se frustró porque se interceptó una carta enviada por el mayor Elías
Belmonte, agregado militar en la embajada de Bolivia en Berlín, dirigida al embajador
Wendler. Decía la carta: “Espero la última palabra suya para salir en avión desde aquí
(Berlín) para empezar la obra que salvará a Bolivia, primeramente, y luego a todo el
continente sudamericano de la influencia norteamericana. Pronto seguirán el ejemplo los
demás países y recién entonces, con un solo fin, con un solo ideal y con un solo jefe,
salvaremos el porvenir de la América del Sur y comenzaremos una era de depuración,
orden y trabajo.”
29

El presidente Peñaranda declaró: “Se trata de un movimiento subversivo que debía


encabezar el mayor Elías Belmonte… de acuerdo con el ministro alemán Wendler que
convirtió la legación a su cargo en un foco de acción subversiva… Las actividades del
ministro alemán llegaron a tal extremo que en diversas ocasiones el ministro de
Relaciones Exteriores, por encargo especial mío, tuvo que llamar su atención con motivo
de la descarada acción que realizaba contra el gobierno mediante una campaña de prensa
subvencionada con largueza. Su actitud fue entonces torpe y arrogante y eso sólo habría
debido determinar la declaración de haber dejado de ser persona grata para mi gobierno.”

En Bolivia, lo mismo que en Argentina, se nombró una Comisión Investigadora de las


Actividades de la Quinta Columna. Se descubrieron los detalles del complot; las
intenciones de controlar el altiplano boliviano desde el cual se podrían amenazar los
puntos vitales de Perú, Chile, Argentina y Brasil. En la conspiración participaban elementos
nazis de Cochabamba y Potosí, los agentes Traumer y Keidel, así como Kurt Rentfell y
Walter Boettiger, de Chile.

El fracaso de Bolivia no desanimó a los conspiradores. El 3 de agosto de 1941 se descubrió


otro complot en Colombia. El Congreso se reunió y llamó al ministro de la Defensa,
general José Joaquín Castro Martínez, para que informara sobre la situación y las
actividades antidemocráticas. Se averiguó que el intento subversivo había sido acordado
en Viña del Mar, como el de Bolivia. Se descubrieron depósitos de armas y de propaganda.
El plan de acción de los conspiradores incluía el acondicionamiento de las islas
colombianas del Caribe como puntos de agresión al canal de Panamá. La isla de San
Andrés, prácticamente en manos del alemán Karl Bernard Regnier, de Hamburgo (Cruz de
Hierro en la pasada guerra del 14), era un centro de reunión de los espías que podían
actuar allí libremente, con pleno conocimiento de las autoridades colombianas.

Tanto la isla de San Andrés como la de Vieja Providencia habían sido refugios del pirata
inglés Morgan. Encontrándose a menos de 215 millas del canal, resultaban el punto débil
en la cadena defensiva militar del paso interoceánico. Los preparativos que los nazis
realizaban con finalidades obvias, e inclusive la presencia de submarinos alemanes en
algunas de las innumerables bahías de las islas, eran consentidos y aun vistos con simpatía
por las autoridades colombianas de las islas. En la conciencia patriótica de los colombianos
seguía alerta la herida hecha a su patria, en 1903, por el imperialismo yanqui, al
arrebatarle la provincia de Panamá para abrir el canal.

La cercanía de este nuevo putsch con la fecha en que estallaron los de Paraná y Bolivia,
indicaba claramente que se trataba de un eslabón en la cadena de actos subversivos
acordados en el cónclave de embajadores de Viña del Mar, en enero de 1941. Demostraba
que éstos no se habían reunido allí para hacer recuerdos de la patria lejana y comer
30

salchichas con chukrut. Entre cerveza y cerveza habían dado forma a un siniestro plan para
subvertir el orden democrático en todo el continente.

Parte de este plan, evidentemente, era asimismo la conspiración abortada el día 9 del mes
de agosto (una semana después del golpe en Bogotá) en el sur de Chile. El ministro del
Interior, señor Arturo Olavarría informó que como resultado de las investigaciones
realizadas en el sur, se había llegado a la conclusión de que elementos extranjeros
preparaban un movimiento subversivo. En Puerto Montt el juez Isaac Poblete, auxiliado
por funcionarios del Servicio de Investigaciones, había allanado los locales de las
organizaciones nazis en Frutillar, Llanquihué, y Puerto Varas, en los cuales se encontró una
gran cantidad de propagando nazifascista. En Frutillar se halló una fotografía de un
escuadrón nazi, muy bien uniformado al estilo hitleriano.

En Puerto Varas fueron detenidos cinco dirigentes nazis y en Puerto Montt, el nazi Emilio
Burning. La policía informó que todo indicaba que el golpe estaba por estallar de un
momento a otro. Además de la propaganda se encontraron armas abundantes y
modernas con matrícula alemana. Por la documentación decomisada se supo que en Chile
residían en ese momento 25,000 alemanes miembros del Partido Nazi.

Cuatro días después la Cámara de Diputados discutió acaloradamente el proyecto


presentado por el diputado Julio Berrenchea para declarar fuera de la ley las actividades,
la propaganda y las organizaciones nazis. Hubo oposición al proyecto, lo que demostraba
que la influencia de la quinta colunma había llegado hasta el mismo poder legislativo.

Ante los hechos la policía se vio en el caso de ir a fondo en la investigación. Se inició una
batida en forma contra los espías. En Antofagasta se descubrió un arsenal y se detuvo a
ocho alemanes. El cónsul alemán en Osorno, Richard von Contra, fue encarcelado; en su
quinta campestre se le encontraron importantes documentos ocultos en las colmenas.
Esperaba que las abejas, nazificadas, se convirtiesen en guardianes de los secretos del
Tercer Reich. Fue detenido, asimismo, el jefe del partido Vanguardia Popular, capitaneado
por González von Marees en el que actuaban los miembros de la Falange Exterior.

El jefe de la investigación, Oswaldo Segués, informó que tenía pruebas de que el putsch
abortado estaba preparado y dirigido desde Berlín, a través de los canales diplomáticos.
Se averiguó también que los llamados Clubes Cinegéticos o Clubes de Tiro al Blanco, eran
en realidad centros de entrenamiento para las milicias nazis. El plan general consistía en
apoderarse del poder e imponer a Chile un gobierno títere al servicio de Alemania.

La serie de golpes frustrados en Bolivia, Paraná, Colombia y Chile no se consideraban, sin


embargo, como el principio formal de la ofensiva de Hitler en la América del Sur, según
31

una declaración hecha por el ex jefe del Estado Mayor de la Armada colombiana,
almirante Carlos Fallón. En una transmisión radiada desde Chicago, expresó:

“Carecen todavía de importancia real los complots descubiertos recientemente en la


América del Sur, fraguados por elementos del Eje totalitario. Aún no se han producido las
verdaderas revueltas en los países latinoamericanos. Cuando se produzcan comenzarán en
Brasil, en donde el control de la cuenca del Amazonas por parte de un enemigo, será
sumamente peligroso para las defensas del canal de Panamá y para los países del norte de
la América del Sur.”

A su vez el ministro de la Defensa del Uruguay, general Julio A. Roletti, recogiendo la


inquietud que los intentos frustrados habían dejado en el continente, propuso la
celebración de una reunión de Estados Mayores de los ejércitos del continente americano,
para oponer un sólido bloque a los posibles ataques de potencias extracontinentales.
Propuso el general Roletti proceder inmediatamente a resguardar las costas del Atlántico
Sur, por ser las que ofrecen mayores peligros para una invasión. La iniciativa del general
Roletti no fue recogida por las cancillerías. Su preocupación, sin embargo, era compartida
por los estrategas soviéticos. Pravda, el órgano del Partido Comunista de la Unión
Soviética publicó un artículo al respecto:

“Hitler prepara una nueva aventura militar –decía el periódico–. Sus objetivos son las
bases en el océano Atlántico. De norte a sur estas bases se extienden en una larga cadena
en el siguiente orden: al norte, la cadena comienza con los puertos españoles de Ferrol y
Vigo; vienen después los puertos portugueses de Oporto y Lisboa seguidos por la cadena
de las islas hispanoportuguesas en el Atlántico: las Azores, Madeira, Canarias y Cabo
Verde y por último, los puertos franceses en el norte de África, entre los cuales Casablanca
y Dakar tienen particular importancia.

“Estas bases pueden ser utilizadas tanto para amenazar las comunicaciones de Gran
Bretaña con los Estados Unidos, como al continente americano, particularmente a la
América del Sur. La Alemania hitleriana intenta apoderarse de esos accesos a América. Los
preparativos llegan a su punto culminante. La primera medida preparatoria de Alemania
es la ocupación efectiva de España. Procede también a la preparación del ataque contra
Portugal. A lo largo de la frontera portuguesa, en territorio español, está en construcción
una red de aeródromos, fortificaciones y cuarteles. El ejército español se concentra hacia
la frontera portuguesa… El puerto español de Vigo fue convertido en el cuartel general de
la Gestapo en España. Alemania procede también, en territorio español, a preparar el
ataque a Gibraltar; se están reconstruyendo las carreteras que conducen a ese punto y en
el sur de España fue construida una red de aeródromos en los cuales hay aviones
alemanes. Frente a Gibraltar, se construyó una línea Maginot en miniatura.
32

“Al otro lado del estrecho de Gibraltar tienen lugar también preparativos. Toda la costa
marroquí de Ceuta a Tánger fue fortificada de tal manera como para poder utilizar el
poder de los cañones en la parte occidental del estrecho y cortar así a Gibraltar de
Inglaterra. Tánger fue transformado en un centro de intrigas y propaganda radiada… Bajo
la dirección de ingenieros alemanes se fortifica Dakar y junto a esa posición los mismos
ingenieros construyen un aeródromo en donde están concentrados 200 aviones
alemanes.

“Cerca de Dakar existe una base especial para submarinos alemanes. Entre Dakar y
Casablanca fueron creadas 16 bases militares y navales para Alemania. Según ciertas
informaciones, fue presentado ya a Portugal un ultimátum común de Alemania y España,
exigiendo poner a disposición de Alemania las islas Azores.”

Las denuncias de los técnicos militares soviéticos influyeron para que el Departamento de
Estado de los Estados Unidos iniciara conversaciones con algunos países sudamericanos
proponiendo medidas convenientes para defender la costa sur del Atlántico.

El mismo día que se descubrió el intento subversivo en Chile, el 9 de agosto, en Argentina


la Comisión Investigadora encabezada por Damonte Tabora tomaba el acuerdo de
incautar un cargamento llegado a bordo del barco japonés Nan-A-Maru. Se trataba de 83
grandes cajas destinadas a la embajada alemana en Buenos Aires. La Comisión demandó
la entrega de las cajas; la embajada se opuso, afirmando que se trataba de efectos de “uso
personal para los empleados de la embajada”. El ministro de Hacienda aceptó finalmente
que fuesen abiertas cinco de las cajas, pero no en las oficinas de la Comisión, como quería
Damonte Tabora, sino en las oficinas de la Correspondencia Internacional del Correo.

Las cajas se abrieron ante el introductor de embajadores, señor Chiappe y dos


representantes de la embajada. Se escogieron al azar cinco bultos. Todos ellos contenían
propaganda nazi en distintos idiomas, panfletos en contra de los países democráticos,
propaganda gráfica mostrando los triunfos militares del Tercer Reich y dibujos en que
aparecía una gran águila nazi dominando al mundo.

En uno de los bultos, se encontró un Index de la Gestapo enviado desde Alemania


conteniendo la lista de todos los enemigos del régimen hitlerista en Argentina, y las
instrucciones de la Gestapo para proceder en cada caso. El libro, en su página 178, tenía la
siguiente anotación:

“Orestes Ghioldi. 9-11-01. Buenos Aires. KPBF.

“Codirector del periódico antifascista La Hora que se edita en Buenos Aires y que
desarrolla una campaña sistemática en contra de la quinta columna, denunciando e
33

investigando sus actividades. La Hora es el órgano popular que seguramente se ha


distinguido más en su lucha contra la penetración nazifascista y contra las organizaciones
nacionalistas y demás que desarrollan actividades antiargentinas.

“La Gestapo ordena la captura de Orestes Ghioldi y lo condena a muerte.”

Este hecho levantó una ola de indignación. Ghioldi escribió en La Hora: “…No es un asunto
personal. Es un asunto nacional. El hecho prueba que la Gestapo actúa en Argentina como
si fuese un Estado dentro del Estado. Esto lo puede hacer porque cuenta con amigos en la
Sección Especial y otros resortes administrativos…”

Obreros, intelectuales, periodistas, miembros de distintos partidos, todos, sin tener en


cuenta la definición política de Ghioldi (comunista) enviaron mensajes de protesta contra
los “vándalos que quieren proteger a la América Latina asesinando a sus mejores hijos”. El
escritor Benito Marianetti, escribía: “La Gestapo actúa ya en nuestro país como en zona
ocupada. Ahora más que nunca se impone la lucha por la creación del Frente de la
Libertad. Va en ello la defensa de la vida de los dirigentes más esclarecidos del pueblo
argentino y, desde luego, la dignidad e integridad misma de la nación.”

La Comisión Investigadora procedió a un nuevo cateo de los locales en los que, disfrazadas
con nombres de apariencia inocua, funcionaban las organizaciones nazis. Los Círculos de
Beneficencia y Cultura no desarrollaban ninguna actividad benéfica o cultural. Por la
documentación recogida se comprobó el control directo de esas organizaciones desde
Berlín; cada miembro tenía una doble anotación: el número de registro en Alemania y el
correspondiente en Argentina; las jerarquías de los miembros se hacían constar en
términos alemanes: blockwart, jefe de manzana; zellewart, jefe de célula; preswart, jefe
de prensa, y así sucesivamente. Los carnets de los miembros de la Unión Alemana de
Gremios, llevaban la firma del doctor Robert Ley, ministro del Trabajo en el Tercer Reich.

Se descubrió que los nazis habían organizado un cuerpo de paracaidistas y que para
financiar este cuerpo se contaba con los fondos aportados por los mismos obreros
argentinos empleados en las empresas alemanas o controladas por el Eje, a los que se
obligaba a cotizar bajo amenaza de despido. Lo más indignante de todo era que ciertas
actividades antiargentinas se realizasen, precisamente, con fondos salidos de los bolsillos
del pueblo argentino.

Plenamente comprobados los cargos formulados por la Comisión Investigadora en contra


del embajador von Thermann, la Cámara de Diputados lo declaró persona non grata y
acordó la disolución de los organismos alemanes que se habían formado a raíz de la
supresión del Partido Obrero Nacional-Socialista y del Frente Alemán del Trabajo,
acordada en 1939.
34

Estas resoluciones provocaron la ira de Goebbels, que amenazó desde Berlín: “Si las cosas
van más lejos en forma de que la libertad de acción del gobierno se vea dificultada, los
elementos alemanes en la Argentina pueden exigir una protección contra esa sistemática
difamación… Si los derechos soberanos del gobierno han sido en tal forma cercenados que
no se encuentra en situación de proteger a los residentes alemanes, las relaciones
diplomáticas se verán seriamente afectadas…

“El gobierno argentino no debe olvidar que con su silencio dificulta sus relaciones con el
poderoso Reich alemán que no tolerará que sus funcionarios y representantes sean
vilipendiados por los gángsters de Roosevelt.”

Como respuesta a los acuerdos de la Cámara de Diputados la quinta columna organizó un


nuevo putsch en las provincias de Córdova y Paraná. El movimiento fue denunciado por el
general Ángel Zuloaga, jefe de las Fuerzas Aéreas. Los elementos pronazis de la fábrica de
aviones de Córdova se proponían apoderarse de los aparatos en tanto el Tercer Batallón
de Señaleros, de guarnición en Paraná, se apoderaba del campo aéreo. El golpe abortó
una vez más.

Los fracasos de la quinta columna en Argentina empezaban a preocupar y desmoralizar a


los miembros de las organizaciones que seguramente exigieron a sus líderes una
explicación de los hechos que se estaban produciendo. Los jefes nazis para atajar el
desconcierto dirigieron una circular, “estrictamente confidencial”, que cayó en manos de
la Comisión Investigadora. Se explicaba en dicho documento:

“…Se ordena a todos los encargados, directores de secciones y grupos, influir, aclarar; para
tranquilidad en su dominio, sobre todos los subdelegados, miembros, socios del partido…
que existe el mejor acuerdo entre la jefatura Nacional-Socialista del país, las asociaciones
nacionalistas argentinas y las oficinas competentes del Gobierno, especialmente con las
de los ministros del Exterior y del Interior… La actitud del Gobierno es únicamente una
reacción táctica frente a la política del agitador de guerra F D Roosevelt…

“La economía argentina ha llegado a una situación grave ya que la exportación de


productos argentinos a la Europa Central es impedida por Inglaterra desde el principio de
la guerra… Por eso no le quedó a Argentina otro recurso que abrir el mercado
norteamericano… El gobierno de Roosevelt hizo depender la conclusión y firma del
tratado de concesión de créditos financieros al cumplimiento de exigencias políticas de las
cuales la más desvergonzada es la de prohibir nuestras organizaciones nacionalistas, las
italianas fascistas y las españolas falangistas…

“Una negativa a las exigencias del judío Roosevelt, hubiera traído como consecuencia el
aumento considerable de las dificultades económicas internas que el gobierno argentino
35

debe evitar por forzosas razones políticas. Pero, por otro lado, el gobierno argentino no
piensa cumplir en serio las exigencias políticas del gobierno norteamericano…

“Corresponde a la misma táctica la tolerancia de parte del gobierno argentino de la


existencia y actuación de la Comisión Investigadora del Parlamento y la última versión es
que habrá ojo atento de que nada será controlado o investigado, lo que podrá acarrear
para nuestra organización y nuestros miembros, consecuencias judiciales, expulsiones y
otras medidas…

“Se debe indicar ante todo que el Gobierno ha rehusado el apoyo policial a la Comisión
Investigadora… La duración de la comisión no puede ser predicha pero hemos recibido de
la parte amistosa y competente, la absoluta garantía de que las consecuencias se
limitarán, solamente, a medidas de puro carácter legislativo. Es decir, la Comisión ofrecerá
a la Cámara proyectos de ley que pueden ser aceptados por aquella, pero que en todo
caso, para que tengan fuerza legal, se necesita el consentimiento del Senado, cuya
constitución y actitud política nos ofrece toda la seguridad de que tendrán muy en cuenta
las supresiones y correcciones y observaciones eventuales que nosotros consideramos
como indispensables…

“Todas las leyes aceptadas por las dos Cámaras contra la infiltración totalitaria, serán
aplicadas exclusivamente por el gobierno y su policía subdelegada. Esto significa una
garantía amplia y la certeza de que en su rigidez serán aplicadas solamente contra los
elementos comunistas y antifascistas. Por estas razones la jefatura del Partido Nacional-
Socialista considera a la Comisión Investigadora como si no existiera.

“A todo encargado, hasta el último empleado, le corresponde cumplir sus obligaciones y


órdenes en su dominio, conforme a las instrucciones de la jefatura en el país, sin retraso y
sin interrupciones.

“¡Heil Hitler, nuestro jefe victorioso!”

En Argentina, lo mismo que en otros países suramericanos, se presentaba el mismo


fenómeno: algunos gobernantes veían con cierta simpatía disimulada las actividades
quintacolumnistas o bien con escepticismo e indiferencia. Los constantes anuncios de
golpes militares organizados por los nazis y sus partidarios criollos, que luego abortaban o
resultaban falsas alarmas, habían saturado el ambiente e impermeabilizado un poco la
conciencia política.

Los gobiernos suramericanos, no eran precisamente representantes de las corrientes


democráticas de sus países; si no habían surgido de un golpe militar, por lo menos habían
sido elevados al poder por la fuerza económica y por lo mismo, política de las oligarquías
36

reaccionarias, con el apoyo, naturalmente, del imperialismo norteamericano;


representaban los intereses del latifundismo semifeudal, de la burguesía financiera ligada
estrechamente a los intereses de las grandes empresas extranjeras instaladas en cada
país, intereses que, en algunas ocasiones, constituían una fuerza económica por encima
del Estado.

En Perú, por ejemplo, donde uno de los principales renglones de la economía dependía de
la producción de azúcar, ésta se hallaba, en un 60%, en manos de intereses alemanes: La
Casa Grande Suker Plantagen. El trust alemán constituía un verdadero Estado dentro del
Estado; disponía de un puerto privado, Chicama, y su influencia sobre otros sectores de la
economía era decisiva, porque los accionistas del trust azucarero, lo eran a la vez del
Banco Alemán Trasatlántico que financiaba, inclusive, muchas de las actividades del
gobierno, y tenía sobornados a los más importantes funcionarios del régimen y, por
supuesto, a la prensa y la radio. Además, Wilhelm von Faupel había sido instructor del
ejército peruano y su acción no se había limitado a transmitir sus conocimientos de la
ciencia y la técnica militares: había dejado sembrada la semilla del Nuevo Orden.

Además, actuaba sobre los gobernantes suramericanos la tremenda influencia espiritual y


material de la Iglesia Católica. El Vaticano era el accionista mayoritario del Banco Francés-
Italiano de la América del Sur, que fue puesto en la lista negra porque por su conducto se
realizaban en la América del Sur muchas de las operaciones financieras y transferencias de
fondos nazis. En cada uno de los países suramericanos, el clero político, particularmente
los jesuitas, participaban activamente en los trabajos de la quinta columna. Fueron bien
conocidas las actividades del padre Wilkinson, en Argentina, de los curas Olimpo de Mello
y Arlindo Vieira, ambos SJ, en Brasil, y de los supuestos seminarios Uniao, de Río y
O’Legionario, de Sao Paulo, que eran en realidad centros de aleccionamiento y
conspiración nazifascista.

La Iglesia reaccionaria fue, en la América del Sur, el mejor auxiliar de la quinta columna;
fue algo así como una sexta columna puesto que por su naturaleza y por táctica se veía en
el caso de disimular más sus actividades pero, al mismo tiempo, podía actuar sobre los
37

gobernantes, en su mayoría católicos observantes, en los planos más privados de la


conciencia. Getulio Vargas era considerado como el mejor amigo de la Iglesia y puede
atribuirse a la intervención de ésta la protección que dispensó originalmente a los
integralistas.

En todas partes la quinta columna contó siempre, entre sus más eficaces colaboradores,
con el clero político que recibía órdenes de Falange y ésta, a su vez, sin duda, del Vaticano
desde donde el Papa nazi, Pío XII, regía los destinos del catolicismo.

Concurrían además otros dos factores importantes que debilitaban la vigilancia de los
gobernantes latinoamericanos hacia las actividades de los conspiradores
quintacolumnistas, y hacían que las decisiones gubernamentales no fueran siempre
suficientemente enérgicas. Si no llegaban en todos los casos, como en Argentina, a pactar
secretamente con la quinta columna, ofreciéndole ciertas seguridades e impunidad,
contemplaban sus actividades con espíritu tolerante. Estos dos factores eran el
anticomunismno, postulado nazi con el que coincidían todos los gobernantes
sudamericanos, y el odio natural en diferentes grados, a la plutocracia yanqui, al
imperialismo norteamericano.

Unos más que otros, todos los países suramericanos tenían algo que reprochar al gobierno
de Washington; el sentimiento antiyanqui era y ha sido desde principios del siglo XIX,
como una conciencia política natural de todos los pueblos latinoamericanos; casi se nace
con ella, heredada de padres a hijos a través de las generaciones; en las capas sociales
más concientes y politizadas, el antimperialismo es casi como una segunda naturaleza.

Los teóricos de la quinta columna supieron explotar estos dos factores. Los gobernantes
oligárquicos suramericanos se veían siempre amenazados por el descontento creciente de
sus pueblos que no encontraban satisfacción a sus demandas. Para esos gobernantes, los
gamonales, los banqueros e industriales criollos, toda protesta popular era obra de los
comunistas. Hitler tenía razón, pensaban: había que combatir al comunismo. En otros
casos, gobernantes menos escrupulosos, usaban su tendencia pro nazi, a manera de
chantaje, para lograr ciertas ventajas en sus discusiones con los funcionarios y políticos de
Washington.

Hay que considerar que los planes de Hitler, sus intenciones íntimas de dominación del
mundo, su propósito firme de crear el gran Imperio Germánico milenario, su declaración,
(no muy difundida en los primeros años del auge del nazismo) de que haría “de América,
ese continente de mestizos, un gran protectorado alemán”, podían parecer exageraciones
de la propaganda antihitleriana. Cualquier mente normal, medianamente civilizada, se
resistía a aceptar la autenticidad de tales monstruosidades en pleno siglo XX, facilitando
38

así el trabajo de los quintacolumnistas que, naturalmente, insistían de preferencia en sus


slogans contra el comunismo y el desorden de un mundo “dominado por la judería
internacional”.

Aun cuando todos los intentos que se hicieron para imponer a los países suramericanos un
Quisling al servicio del Tercer Reich habían abortado (gracias a la vigilancia de las fuerzas
democráticas) no podía considerarse que, en definitiva, los planes de Hitler sobre América
habían fallado. Si no se produjo la invasión y la ocupación militar de la América del Sur no
puede atribuirse a retraso en las tareas encomendadas a von Faupel. La razón fue un error
de cálculo del führer, un error “providencial” de consecuencias históricas.

En el calendario de la creación del Imperio Germánico, la conquista de la América del Sur


se produciría tan pronto como fuera sojuzgada la Gran Bretaña. Sin embargo, Hitler se
mostró siempre desconcertado ante el gran dilema del Drang nach Westen o el Drang
nach Osten. En sus confidencias a Rauschning en Obersalzberg, en 1934, se mostraba
titubeante. “La Rusia Soviética –decía– es un bocado demasiado grande para tragar. No es
por allí por donde podré comenzar.”

Rauschning, a su regreso de una visita a Polonia, insinuaba la posibilidad de llegar a un


acuerdo con Pildsuski si se le proponía ceder territorios del oeste contra compensaciones
en el este, pero en tal caso sería preciso que éstos últimos tuvieran suficiente valor a los
ojos de los polacos. Seguramente éstos no se contentarían con territorios en la Rusia
Blanca; exigirían una salida al Mar del Norte y un acceso al Mar Negro…

“– ¡En todo caso no tocarán Ucrania!, protestó Hitler.

“–Durante mi primera estancia en Varsovia –replicó Rauschning– se me dio a entender


que sería conveniente abandonar las ideas de Rosenberg sobre una Ucrania controlada
por Alemania. Si Polonia debía renunciar a ciertos intereses en el oeste, era de esperarse
que desearía realizar sus propias pretensiones sobre Ucrania, sobre Lituania y quizá
también sobre Letonia. No se trataba de aspiraciones románticas, sino de tendencias
realistas basadas en la geografía: un gran imperio polaco se extendería del Mar Báltico al
Mar Negro, de Riga a Kiev…

“– ¡No puedo admitir ninguna potencia militar en nuestras fronteras! –Gritó Hitler–. No
puedo ser vecino de una Polonia imperialista. ¿Qué interés tendría yo entonces en hacer
la guerra a Rusia?... En el este precisamos extender nuestro dominio hasta el Cáucaso, o
hasta Irán. En el oeste necesitamos la costa francesa. Precisamos Flandes, Holanda…
Forjaré el nudo de acero de un nuevo imperio cuyos lazos serán indestructibles. ¡Austria!
¡Bohemia! ¡Moravia! ¡El oeste Polaco! ¡Un bloque de cien millones de hombres,
inquebrantable, sin grietas y sin minorías libres! ¡He aquí el fundamento sólido de nuestra
39

dominación! Alrededor de ese bloque, una Confederación de Europa oriental: Polonia, los
estados bálticos, Hungría, los estados balkánicos, Ucrania, la región del Volga y Georgia.
Una confederación en la que los agrupados no tendrán los mismos derechos que los
alemanes. Una unión de pueblos auxiliares, sin ejércitos y sin política ni economía propias.
No pienso por un solo instante hacer a ninguno de esos países concesiones sobre una base
humanitaria… Cuando no se tiene el valor de dominar por la fuerza de los puños ha
llegado el momento de retirarse… Un imperio nuevo no podrá nunca nacer más que a
sangre y fuego, sobre la violencia de la voluntad más dura y de la fuerza más brutal…

“– ¿Tiene usted la seria intención de ir contra el oeste?

“–No retrocederé nunca ante la guerra contra Inglaterra. Lo que Napoleón no logró lo
conseguiré yo. No existen ya islas inaccesibles. Desembarcaré en Inglaterra. Desde el
propio continente aniquilaré sus ciudades. Inglaterra ignora hasta qué punto es hoy
vulnerable.

“– Pero, ¿y si se encuentra usted ante una alianza entre Inglaterra, Francia y Rusia?

“– ¡Tal cosa no se verá mientras yo viva! Y si no podemos vencer, arrastraremos en


nuestra lucha a la mitad del mundo y nadie podrá jactarse de una victoria sobre Alemania.
No se repetirá nunca lo de 1918. No capitularemos…”

Esos eran los sueños de Hitler en 1934. Si hubiera optado por la marcha hacia el oeste,
sojuzgar a Inglaterra (antes de que los EU entraran a la guerra) para lanzarse luego sobre
la América del Sur, como era su plan original, la historia hubiera seguido un curso distinto.
En 1934 la Unión Soviética le parecía a Hitler un bocado demasiado grande. Pero en 1941,
después de sus triunfos en Europa, ya no le parecía tan grande. Confió demasiado en que
el imperialismo “democrático” vería con simpatía la destrucción del régimen comunista y
dio el paso en falso hacia el abismo de Stalingrado. La marcha hacia el este salvó a la
América del Sur de la esclavitud nazifascista.

La falange exterior
40

Era evidente que von Faupel tenía prisa y sobre todo confianza plena en sus planes. El
fusilamiento de sus generales, Goded y Fanjul no lo desanimó. Estaba seguro de que
Francisco Franco, con sus moros y su Legión Extranjera, controlaría la situación de España
en no más de tres meses. Había pues que ir preparando el siguiente acto del drama, la
conquista de la América Latina que él conocía tan bien. Trescientos años de dominación
española debían haber dejado alguna huella en la población, por lo tanto, para
presentarse ante ese mestizaje indo-hispano, convenía ponerse una máscara española, y
surgió la Falange exterior, sección de habla española de la Organización Exterior del
Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (NSDAP).

El nuevo organismo, bajo la dirección y control del Instituto Iberoamericano, tuvo la


aceptación esperada por von Faupel que conocía la realidad social y sociológica de los
pueblos latinoamericanos. Falange Exterior se apoyaba en el sentimiento de amor patrio y
en esa especie de complejo de conquistador que duerme aún en la conciencia de los
gachupines, esos tenderos enriquecidos que llegaron a América como herederos de
aquellos que vinieron a “rescatar” oro a cambio de cuentas de vidrio. Ignorantes y cretinos
en su inmensa mayoría, se afiliaron presurosos a la organización; otros, la minoría, lo
hicieron bajo presión y la amenaza de represalias contra sus familiares residentes en la
península.

En 1938 la Falange Exterior tenía ramificaciones en 20 países y más de un millón de


miembros. La fuerza de Falange Exterior residía en la autoridad de que la había investido
von Faupel: los jefes territoriales tenían el poder supremo español en los países en que
habían sido destacados, por encima, por supuesto, de la representación diplomática. Esto
originó muchos incidentes con los viejos diplomáticos de carrera que se resistían a recibir
órdenes de los jóvenes falangistas educados en Hamburgo y Berlín.

“Lo ideal sería –aclaró von Faupel por los conductos debidos– que los representantes
diplomáticos se dieran cuenta de que la Falange es España y que tienen el deber de
apoyarla y protegerla en el exterior y robustecer las actividades de las jerarquías (de
Falange) contribuyendo, en forma discreta pero sin vacilaciones, a establecer la verdadera
unidad dentro del hogar de la Falange… Pero si algún diplomático, ignorando la doctrina
de la Organización de Falange que es España y desconociendo su funcionamiento, trata de
boicotear sus jerarquías responsables… en este caso el jefe no puede, bajo ningún
concepto, claudicar, y muchísimo menos someterse a las arbitrariedades o maniobras de
dicho diplomático.”

Los diplomáticos que no se sometieron fueron llamados a Madrid y retirados del servicio.
Los que se quedaron aceptaron el papel de lacayos de Falange. El 7 de noviembre de
1940, por acuerdo de von Faupel (después de una visita que hizo Himmler a España) se
41

creó el Consejo de la Hispanidad, el cual, dice Allan Chase, “fue presentado como un
trasunto del Consejo de Indias creado por la monarquía española en el siglo XVI para ser el
órgano supremo encargado de dirigir los destinos de las colonias españolas en las
Américas”.

En el decreto que lo creó se decía: “No le mueve a España la apetencia de tierras ni


riquezas. Nada pide ni reclama, deseando sólo devolver a la hispanidad la conciencia
unitaria, estando presente en América con la inteligencia, el amor, las virtudes que
presidieron siempre su obra de expansión en el mundo, como ordenó la Reina Isabel la
Católica en su día.”

La doctrina de la hispanidad, hábilmente manejada desde Berlín, fortalecida


económicamente con las aportaciones de los prósperos gachupines y apoyándose en la
tradición cultural e histórica, contó con el apoyo de los grupos reaccionarios que se
mantenían bajo la influencia de la Iglesia Católica, pero los supervisores, instructores
técnicos en cuestiones militares, financieras, de espionaje, etc., eran especialistas
alemanes designados directamente por von Faupel. La dirección de Falange Exterior para
el continente americano recayó en la delegación del Consejo de la Hispanidad, con sede
en México, bajo la supervisión del nazi Karl Cords.

La propaganda nazifascista se ofrecía a los pueblos envuelta cuidadosamente en razones


de comunidad de idioma y religión, de tradiciones históricas en las que se exaltaba el
papel “civilizador” de la madre patria. La Falange en América era presentada como un
renacimiento de la cultura española, de la hispanidad, frente a los peligros que
representaba la invasión de la influencia norteamericana, y como una barrera de
contención contra el comunismo.

Quienes como Allan Chase han estudiado a fondo los métodos y estructura de la Falange,
consideran que la organizada en Cuba debe verse como modelo para todos los países
latinoamericanos. Al estallar el movimiento subversivo franquista en España, un grupo de
aristócratas españoles residentes en Cuba constituyeron el Comité Nacionalista Español
de Cuba con la misión de reunir fondos para ayudar a los facciosos. El presidente del
comité fue el senador Elicio Argüelles. José Ignacio Rivero (Pepín) director de El Diario de
la Marina, fue designado presidente honorario. La primera recaudación ascendió a
340,205.68 dólares.

Simultáneamente el industrial cubano Alfonso Serrano Villarino se proponía organizar la


sección cubana de Falange. En julio de 1936 surgió una organización que no correspondía
en realidad a la de Falange; se le había dado una organización celular. La célula A-1 estaba
encabezada por Elicio Argüelles y la R-1 por Pepín Rivero. La ambición por apoderarse de
42

la dirección del organismo impidió su correcto funcionamiento, hasta que von Faupel
intervino para poner orden. En 1938 nombró a Alejandro Villanueva, Inspector General de
Falange Exterior en todas las Américas, y le embarcó para Cuba.

Villanueva, provisto de poderes extraordinarios, y como representante personal de von


Faupel, debería hacer de Cuba un centro de las actividades de Falange en todo el
hemisferio y luego colocar a la organización en pie de guerra. Designó como jefe de la
Falange cubana a Francisco Álvarez García y como subjefe a Sergio Cifuentes. Álvarez
García recibía órdenes sólo de Villanueva y éste, a su vez, de von Faupel. En poco tiempo
habían logrado agrupar a más de 30,000 cubanos bajo la bandera de Falange.

En 1939 el gobierno cubano puso fuera de la ley las actividades de Falange. El cónsul
español en La Habana, Jenaro Riestra, logró que Álvarez García se instalase en las oficinas
del consulado con la dirección de Falange, restando autoridad a Villanueva. Las
actividades de Riestra alarmaron a las autoridades que acordaron su expulsión y que se
hiciera una investigación a fondo de las actividades falangistas. En uno de los locales
registrados se halló una enorme cantidad de propaganda nazi en inglés y español, y
documentos sobre centros de aprovisionamiento de combustible de la Falange en
Latinoamérica para los barcos nazis de superficie que merodeaban por las costas del
Brasil, y para los submarinos que navegaban en aguas cubanas.

Se encontró un documento con el esquema completo de un ejército secreto y listas de


solicitudes de suministros de armas automáticas. La tolerancia del gobierno había llegado
a su límite. Los dirigentes desaparecieron; Serraño Villarino, el fundador de la primera
Falange fue detenido. Algunos de los asesores nazis de Falange, como Clemens Ladmann,
43

cónsul alemán en Matanzas y otros fueron expulsados. Algunos como Pepín Rivero y Raúl
Maestri, iniciaron el camino de la “rectificación”.

Al estallar la guerra en España, Pepín Rivero había hecho un viaje a Berlín. Allí pronunció
un discurso por la radio nazi en el que hizo votos por el triunfo de Adolfo Hitler. A su
regreso se dedicó a defender la causa del nacional-socialismo en su periódico El Diario de
la Marina. Raúl Maestri, educado en las universidades alemanas, fue designado
subdirector.

Al caer Falange en la clandestinidad, Rivero y Maestri empezaron a coquetear con el


embajador norteamericano George Messersmith. Por mediación de éste se invitó a
Maestri a dar unas conferencias sobre los problemas de Latinoamérica a los universitarios
norteamericanos. Luego logró que se acordara a favor de Pepín Rivero el premio de
periodismo María Moors Cabot en 1941. Pepín, en su discurso al recibir el premio, se
proclamó a sí mismo un viejo admirador de la democracia.
44

Sin embargo, las actividades de Falange continuaron con mayor violencia todavía. El día 6
de octubre de 1937, una lluvia de pequeños volantes cayó sobre la ciudad; en ellos se
invitaba al pueblo a asistir al primer mitin, frente al capitolio, de la Legión Nacional
Revolucionaria Sindicalista. El orador principal fue Jesús Marinas que, como su Estado
Mayor, vestía un uniforme de legionario, una camisa gris y un brazalete con la insignia de
la legión: una daga y un libro abierto.

Imitando en todo al führer, Marinas gritó contra los judíos, el comunismo y el


imperialismo (aclarando que no se refería al imperialismo alemán, ni al español, sino sólo
al norteamericano). Había nacido una organización de nuevo tipo, en apariencia
independiente, pero en realidad un apéndice de Falange. Se trataba de una nueva
creación del genio maquiavélico de von Faupel: los Camisas Grises.

Los Camisas Grises eran un grupo de provocadores, violento, agresivo, atrabiliario. Su


misión era la de crear toda clase de perturbaciones en el país; atraer sobre ellos la
atención de las autoridades para dejar a Falange mayor libertad de acción.
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Había otra razón para la creación de los Camisas Grises: a Falange habían ingresado los
miembros de las capas adineradas, los señoritos bien educados, activos conspiradores de
café, pero incapaces de ciertas acciones, necesarias, a veces. Además, la composición
social de Falange había limitado el ingreso de elementos de capas sociales discriminadas
por la sociedad cubana. Los Camisas Grises tenían la misión de agrupar a gente de la clase
media, obreros, negros y estudiantes pobres.

Cuando la Legión creció, Marinas hizo una distribución de los elementos: creó la Legión
Estudiantil y la Comisión Nacional Obrera, Ésta tenía como finalidad concreta, la lucha
contra los sindicatos, contra las huelgas. La Comisión ofrecía sin ambages sus servicios a
las empresas para librarse de algún líder irreductible, o para allanar algún local sindical. La
Legión Estudiantil se dedicaba, principalmente, a disolver mítines de grupos progresistas o
aporrear a las personas que en actos de la Legión hicieran alguna manifestación de
inconformidad.

Era uno de esos terroristas tan gratos al führer, con una clara fisonomía nazi. Marinas
alentado por sus “triunfos” pensó en librarse de la tutela del jefe de la Falange y
entenderse directamente con Berlín. El jefe de Falange, Álvarez García, lo amenazó con
meterle un tiro en la cabeza si volvía a dirigirse a cualesquiera de las legaciones del Eje.
Los Camisas Grises trataron de adornarse de cierta respetabilidad, ligándose a la Iglesia.
Después de una entrevista en el palacio arzobispal, en marzo de 1940, los Camisas Grises,
uniformados, marcharon con sus banderas hasta la catedral, en donde oraron por el
triunfo de su causa y recibieron la bendición arzobispal. No obstante eso, la misma
Falange los seguía considerando como la escoria de la sociedad.

El Buró Federal de Contraespionaje creado en Cuba para contrarrestar la acción de la


quinta columna, bajo la jefatura de Juan Francisco Padrón, hizo que se dictara orden de
aprehensión contra Álvarez García cuando éste trataba de huir en el Magallanes de la
Trasatlántica Española. El jefe de Falange se asiló en el consulado español, pero su
equipaje fue decomisado. En él se encontraron documentos valiosos para proseguir la
lucha contra los conspiradores nazifascistas.

Después del ataque japonés a Pearl Harbor las organizaciones falangistas fueron disueltas.
Marinas y los demás líderes nazis, detenidos, fueron procesados y condenados a penas
que cumplieron en la prisión de Isla de Pinos.

La Falange Exterior había sido concebida como una rama del Partido Nacional Socialista
para actuar en los países iberoamericanos. La hispanidad era el recurso natural del que
podía echar mano el Eje para disfrazar en América sus actividades subversivas. Pero eso
no era operante en los Estados Unidos, donde no había una tradición hispana y los
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residentes españoles eran un grupo numéricamente muy pequeño. Había ciertamente en


el sur y en el oeste grandes núcleos de población de habla castellana, los descendientes de
los habitantes de los territorios arrebatados a México en 1848, pero estos ni se habían
asimilado al medio norteamericano, ni se sentían ligados espiritualmente a España, sino a
México; la hispanidad para esos núcleos, era un trasunto de la dominación española. Von
Faupel tuvo que pensar en algo distinto para Norteamérica. Lo más a que se podía aspirar
era a congregar las buenas voluntades y los dólares de los simpatizantes con la causa del
nuevo orden hitleriano, que, desde luego, no escaseaban en los Estados Unidos. Estos
grupos de simpatizantes, dirigidos por von Faupel, tenían una misión específica: trabajar
para impedir que el gobierno de los EU levantara el embargo de armas a España y por
mantener la política de No Intervención.

En enero de 1937 un grupo de españoles residentes en Nueva York celebraron una


reunión en el Alhambra Coffee House. Asistieron entre otros Marcelino García, Manuel
Díaz (consignatarios de los barcos de la Trasatlántica Española), José María Torres Perona
representante de Pepín Rivero, Francisco Larcegui, corresponsal de El Diario de la Marina,
el famoso oculista Ramón Castroviejo, Benito Collado, propietario en Greenwich Village,
Félix López y otros ricos comerciantes españoles.

De allí salió el acuerdo de constituir una organización. La Casa de España, como agencia
americana de Falange Exterior, subdividida en dos secciones, la Asociación Nacional
Española de Ayuda y el Comité Nacionalista Español de Ayuda. En la primera participaban
los españoles e hispanoamericanos, y en la segunda los norteamericanos simpatizantes
del Eje. Entre quienes primero se afiliaron a esta sección estaban Mary Pickford (la artista
de cine); Cameron Forbes, ex embajador yanqui en Japón; James W Gerard, ex embajador
en Alemania; Dennis Dougherty, arzobispo de Filadelfia; Ana Morgan, el Dr. Hamilton Rice
y otras personalidades.

En la Casa de España se celebraban continuamente banquetes, bailes, conciertos,


conferencias, etc. En ellos que se hacían colectas de las que se recogían fuertes cantidades
de dólares que ayudaban al desarrollo de las actividades. Larregui hacía viajes frecuentes a
Cuba para recibir instrucciones de Villanueva, el jefe de Falange Exterior en América. Pero
los miembros más importantes de la organización eran los socios García y Díaz, a quienes
el senador Gerald P Nye denunció como espías de Franco que “verían con gusto la
violación de la doctrina Monroe”. El senador presentó pruebas, entre ellas una carta a
Federico Varela, en Veracruz, acusando recibo de la clave convenida, y otra al conde de
Ruiseñada, en Valladolid, España, lamentando “que no haya un veloz buque armado en el
estrecho de Yucatán. Si lo hubiera, no pasaría ningún barco con armamento”. Se refería a
los envíos que hacía México a España republicana.
47

Como caso concreto de las actividades de estos espías mencionó Nye el caso del Mar
Cantábrico que conducía alimentos, medicinas y armas para los republicanos; el Mar
Cantábrico fue hundido por un submarino alemán casi a la vista de las costas de España.
Nye pidió la deportación de García y Díaz quienes, después de 30 años de residir en los EU,
no habían solicitado su naturalización. El gobierno yanqui no tomó ninguna decisión pero
los gachupines solicitaron su nacionalidad norteamericana en 1938.

Von Faupel envió a José González Marín con directivas concretas: cambiar nombre a la
organización; en lo sucesivo se llamaría Club Isabel y Fernando. Los 700 miembros de La
Casa de España se afiliaron al club pero después de un histérico discurso de Marín
declarando que todos los miembros de Falange tendrían que ir a España a tomar las
armas, sólo una centena de ellos quedó en la organización. Villanueva fue a Nueva York
para tratar de arreglar la situación pero regresó a La Habana convencido de que en los EU
no había ambiente para el tipo de Falange que González Marín pretendía imponer.

Falange Exterior rectificó. Poco después llegó de España la Marquesa de Cienfuegos, una
señora otoñal, dipsómana, que sabía moverse en los altos círculos sociales, provista de un
título nobiliario. Había conocido las cárceles republicanas en Madrid al comprobarse que
era agente de Franco, durante la guerra. Fue libertada gracias a las gestiones del
embajador norteamericano. La marquesa tenía además facultades oratorias; en sus
discursos procuraba imitar a Hitler y a Eleonora Duce; en su juventud había sido una actriz
bastante mediocre.

Monseñor Fulton J Sheen, tan pronazi como el Papa Pio XII, decía de ella, después de
escuchar sus relatos sobre los “crímenes de los republicanos”, que la marquesa de
Cienfuegos era “uno de esos mártires vivientes de la historia”. El Catholic Digest la
describió como “la oradora más grande del mundo en la batalla contra el comunismo”. La
marquesa hablaba un inglés americano. No podía ser de otro modo puesto que había
nacido en Atlanta, Georgia, y su verdadero nombre era Jane Anderson.

Terminada la guerra en España la marquesa de Cienfuegos desapareció de los EU, pero sus
“extraordinarias” dotes no podían dejar de ser aprovechadas. Poco después apareció al
frente de un programa radial de una emisora nazi, de Berlín, de onda corta. Sus
transmisiones eran dirigidas especialmente al pueblo norteamericano, en su propio
idioma. Su misión ahora consistía en evitar que los EU participaran en la guerra como lo
pretendía “un siniestro complot judío”.
48

Las transmisiones continuaron después del ataque a Pearl Harbor, inclusive con más
frecuencia. Los periodistas europeos habían bautizado a la locutora con el apodo de Lady
How How pero pese a su disfraz, el gobierno de Washington la identificó como Jane
Anderson y la enjuició por traición, junto con otros “traidores de la radio” como Erza
Pound, Robert Best y Fred Kaltenbach. Lady How How, con los españoles Marcelino García
y Manuel Díaz, fueron quienes prestaron la mejor ayuda a Falange Exterior en los EU.

Al triunfo de Franco en España, las actividades nazis se intensificaron. Los EU se


apresuraron a reconocer a la pandilla nazi-fascista impuesta al pueblo español como
gobierno y aceptaron a Juan F Cárdenas como embajador en Washington. Von Faupel
nombró a Miguel Echegaray (agregado de agricultura) para que vigilara a Cárdenas, y al
Coronel Sierra (agregado militar) para que vigilara a Echegaray. El consulado general de
España en Nueva York se convirtió en el nuevo centro de la conspiración. Se nombró a
Juan Andriensens (uno de los organizadores de Falange Exterior en Cuba) como vicecónsul
49

para que intentara desarrollar la organización más allá de donde la había dejado González
Marín.

La inmunidad diplomática fue un recurso invaluable en manos de Falange. Von Faupel


pudo actuar con más eficacia manejando su red de espías y saboteadores. Paralelamente
a esas actividades clandestinas, los nazis dedicaron mucha atención a la propaganda
abierta, legal, a través de una serie de publicaciones creadas con finalidades específicas:

Spain, una revista de lujo, en inglés, para exaltar “las grandes realizaciones del régimen
franquista”.

Cara al Sol, (nombre correspondiente a una frase del himno falangista) semanario editado
en español, órgano oficial de la Falange en los EU.

España Nueva, revista mensual, supuestamente independiente, pero sostenida en


realidad con las aportaciones de las dependencias del gobierno español. Tenía a su cargo
la campaña antisemita y antibritánica.

Época, otra revista en idioma español, dedicada también a difundir propaganda pro-eje.

América Clínica, creada por el Dr. Ramón Castroviejo, vicepresidente de la Casa de España,
con el respaldo de los laboratorios Andrómaco, de Barcelona.

Todas esas publicaciones eran legales y en su mayor parte se distribuían gratuitamente.


Von Faupel dispuso que la lista de suscriptores se completara con la de la Biblioteca
Alemana de Información, que funcionaba en Nueva York. La Casa de España había vuelto a
funcionar y el Hotel Park Central de Nueva York, era la estación de tránsito de todos los
agentes nazi-fascistas rumbo a los países latinoamericanos. Después de Pearl Harbor la
embajada de España se hizo cargo de los intereses japoneses en los EU.

Simultáneamente con la labor que en Latinoamérica desarrollaban las huestes de von


Faupel en pro del triunfo definitivo del Eje, en Europa, en el más alto nivel, se desarrollaba
una estrategia política faupeliana demasiado sutil para las mentes “democráticas” de los
aliados occidentales. Fue complicidad más que estupidez lo que inspiró la política de No
Intervención que entregó España al nazifascismo. Los imperialistas temían más al
comunismo que al nazismo y consideraba como una ventaja la derrota del régimen
republicano español, apoyado por la URSS, en el supuesto de que la España Republicana
representaba una avanzada del comunismo.

Después de la derrota del gobierno legítimo el 1ro. De abril de 1939, Franco, el hombre de
paja de Hitler en España, designó a Ramón Serrano Suñer, su cuñado, como ministro de
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Relaciones Exteriores. Suñer hacía frecuentes viajes a Berlín y sus discursos, preparados
por von Faupel eran expresión de la más abyecta sumisión al führer.

Después de la invasión a la URSS, a la que Hitler esperaba conquistar en seis semanas;


cuando se vio que los campos petroleros soviéticos aún estaban muy lejos, los nazis
estimaron que había llegado el momento de aprovechar a España como proveedora de
petróleo y otros productos de ultramar. Von Faupel urdió una maniobra de gran estilo.
Hizo que Franco “destituyera” a Serrano Suñer como ministro del exterior. La prensa
“democrática” comentó alborozada el hecho de que el dictador español hubiera retirado
de la cancillería al títere de los nazis, lo que en su concepto indicaba una tendencia de
Franco a desviarse de la órbita hitleriana. Eso aseguraba por lo menos, comentaban los
aliados, la neutralidad de España. Von Faupel debe haber sonreído satisfecho: la
neutralidad española era la versión americana de Munich.

Inglaterra y los EU, por su parte, consideraban una gran ventaja esa neutralidad. Pensaban
en las desventajas en que se encontraría el peñón de Gibraltar y las fuerzas aliadas del
norte de África, pero no recapacitaron suficientemente en que la beligerancia de España
significaba la pérdida de las fuentes americanas de aprovisionamiento de petróleo,
principalmente, del que Alemania estaba tan necesitada. Representaba, asimismo, cerrar
las rutas de los grandes barcos de la Trasatlántica Española que venían cargados de espías
nazifalangistas, propaganda, armas, etc., y regresaban con las bodegas repletas de
provisiones y materias primas para el Tercer Reich.

La neutralidad de España era un arma secreta de los nazis que los apaciguadores de
Londres y Washington pusieron en manos del enemigo. Esa neutralidad representaba
petróleo americano, fosfatos de Marruecos, naranjas y aceite de España, trigo, carne,
cuero, lana, cobre, cinc, mercurio, plata, etc., todos los recursos del comercio exterior de
España. Lo que la neutralidad significaba para el Reich se muestra en la elocuencia de las
cifras proporcionadas por el ministerio de comercio de España: las exportaciones
españolas a Alemania aumentaron de 14 millones de pesetas en 1940 a 161 millones en
1941, lo que colocaba a Alemania en primer lugar entre los clientes de España. A su vez las
exportaciones de Portugal a Alemania, gracias a la neutralidad, se elevaron de 29 millones
a 565 millones de escudos en el mismo lapso.

Un segundo frente en España hubiera contado con el apoyo de las guerrillas españolas y
del pueblo en general ansioso de barrer de su suelo a los fascistas. Pero Churchill y
Roosevelt no parecían muy entusiasmados con la idea de abrir un segundo frente.
Entretanto von Faupel hizo que sus agentes en los EU abrieran una campaña publicitaria
lamentando los terribles destrozos que la guerra civil había causado al tesoro artístico de
51

España, patrimonio de la cultura universal, testimonios de la grandeza humana y divina,


etc.

Esas lamentaciones de que se hicieron eco algunos diplomáticos lograron vencer la débil
resistencia de Roosevelt, quien en agosto de 1942 acordó una ayuda para restaurar
iglesias, esperando con eso reafirmar la neutralidad de España. La señora Clare Booth Luce
de la cadena Time-Life, comentó:

“Lo más alarmante de ese proyecto artístico en relación con España, es suponer que
Franco existirá aún después de la guerra. Y si cualquier dictador fascista sobrevive a la
guerra, puede decirse que habremos perdido la paz.”

Controlada España y asegurada su neutralidad, la tarea inmediata era preparar la


conquista de la América del Sur, fortaleciendo al máximo la quinta columna organizada a
lo largo del hemisferio.
52

La Falange en México
La criticable tolerancia de algunos gobiernos latinoamericanos hacia las actividades de la
quinta columna alentó a los agentes nazis a trabajar sin recato, lo que a su vez facilitaba su
vigilancia; fue así como se logró la detención del comandante Rodríguez Valiente, Jefe del
Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de Franco. Este personaje había sido buscado por los
servicios de inteligencia británico y norteamericano por toda la América del Sur hasta que
finalmente se le localizó en México.

Sin ninguna precaución guardaba en su petaca 400 documentos importantísimos y más de


20,000 dólares. Muchos de los documentos estaban cifrados, pero los técnicos mexicanos
pudieron traducirlos. Se descubrieron así sorprendentes conexiones y datos sobre
complots, cómo y cuándo estallarían; se descubrió la línea de comunicaciones que entre
Centro y Sudamérica tenían establecida los agentes nazis, fascistas y falangistas. La
documentación ocupada a Rodríguez Valiente sirvió para precisar la estructura de la
quinta columna en América. Se descubrió también que en La Habana y Miami funcionaban
estaciones radiodifusoras clandestinas de gran potencia que servían para comunicar a los
submarinos que navegaban en el Golfo de México, el movimiento de los barcos aliados, o
mensajes secretos de o para la Gestapo. Es seguro que esas estaciones fueran las que
prepararon el hundimiento de los barcos petroleros de México.

Con gran cinismo y seguridad Rodríguez Valiente declaró: 1) la organización de la quinta


columna desde México hasta Buenos Aires es perfecta; 2) si en Buenos Aires y en otras
naciones no se han dado golpes de estado preparados, se debe a que Berlín no creía
propicio el momento; 3) en los EU la quinta columna es “formidable” y está dirigida por el
Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y la Gestapo; 4) los millares de agentes que operan en
el continente occidental no reciben ya órdenes de Madrid, sino de Berlín.

Rodríguez Valiente poseía 4 pasaportes, todos “en regla” pero con distintos nombres. Esos
documentos habían sido preparados en La Habana donde funcionaba una oficina
especializada que proveía de documentos falsos a todos los agentes del Eje que entraban
en América. A Rodríguez Valiente se le aplicó el Art. 33; se le expulsó a Cuba y de allí
regresó a España. Su paso por México había sido proficuo en gran manera: rebeló el
interés especialísimo de von Faupel por crear en México la más poderosa quinta columna
del continente, considerando la posición estratégica del país, vecino de los EU. Sirvió
asimismo para alarmar un poco a las autoridades y hacer que estas redoblaran su
vigilancia sobre los espías y las organizaciones quintacolumnistas.
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Por entonces el libro de Rauschning no se había editado ni eran conocidas las ideas de
Hitler sobre México, pero el interés de von Faupel lo hacía sospechar, y después
Rauschning lo descubrió plenamente en sus conversaciones con el führer.

“México –dice Rauschning– ha ocupado siempre un lugar importante en los proyectos


americanos de Hitler. No se trataba para él de recurrir de nuevo a las famosas
maquinaciones de von Papen que en 1917 intentaba llevar a ese país a la guerra contra los
EU. Hitler calificaba este método como absolutamente estúpido… Él soñaba con empresas
a largo plazo, de realización tan lejana que ni siquiera esperaba poder ver su resultado.
Para la consecución de sus planes americanos preveía periodos considerablemente más
dilatados que para Europa. Así se explica la impaciencia que manifestaba en cuanto a los
problemas europeos. Sus grandes proyectos de dominación mundial sólo podían
realizarse si triunfaba su política en Europa.

“No cabe la menor duda acerca de la profunda influencia que sobre las ideas de Hitler
acerca de México ha tenido un personaje, curiosa mezcla de visionario y hombre de
negocios: Sir Harry Deterding, presidente de la Royal Dutch Shell, quien manifestaba tanto
interés como Hitler por el petróleo del Cáucaso y por eso sin duda, soñaba con una
descentralización o un desmembramiento de Rusia…

“Deterding había persuadido a Hitler de que México era el país más rico del mundo y de
que sus pobladores son los más perezosos y harapientos que pueda haber, y que para
hacer algo de ese país, había que introducir allí a las gentes más trabajadoras e
industriosas: los alemanes…

“Hitler habló ante mí de México exactamente como lo hubiera hecho Deterding… Hitler se
quejaba amargamente: dondequiera que volviese la mirada no veía más que viejos más o
menos chochos que hacían ostentación de sus conocimientos técnicos, sin apercibirse de
que habían perdido el sentido común. Si digo que quiero hacer tal o cual cosa, Neurath me
contesta que no es posible porque se nos echaría encima todo el mundo. Si digo: me tiene
sin cuidado toda su ciencia financiera, encuéntreme dinero, Schacht me responde:
Imposible, hay que preparar nuevos planes.

“Y Hitler se ponía a decir extravagancias sobre lo que habría podido hacer si no hubiese
estado rodeado de funcionarios retrógrados cuyo cerebro trabajaba con desesperante
lentitud. Por ejemplo, ese Eldorado de México. ¿Quién entre los diplomáticos hubiera
condescendido en ocuparse de él? Y, sin embargo, era algo importantísimo, que valía la
pena de meterse de lleno en ello. ¡Ah! Si fuésemos dueños de ese país, pronto acabarían
todas nuestras dificultades. No tendría necesidad de Schacht, ni de Krosigk, que todos los
días vienen a marearme con sus historias y sus jeremiadas. ¡Ese México! Es un país que
54

debería estar dirigido por gentes competentes y que está decayendo de más en más bajo
sus actuales dueños. Alemania sería grande y rica si se apoderara de las minas mexicanas.
¿Por qué no nos damos a esa tarea?

“¡Oh, lejos de mí la idea de lanzarme a la propaganda colonial, como von Epp! ¿Por qué
perder el tiempo con métodos tímidos puesto que de todas maneras nos vilipendiarán?
Hay que hacer las cosas en grande; hay que hacer algo nuevo. Con unos cientos de
millones podríamos comprar todo México…”

Colin Ross, colaborador de Goebbels, afirmaba: “No existe un pueblo mexicano. México es
un concepto sin sentido. Está madurado para una segunda conquista. Necesita una raza
superior, de mirada perspicaz…” (Subrayado del autor.)

Pero aparte esos conceptos que sólo exhibían la ignorancia de los nazis, inclusive la del
führer, lo que sobre todo les atraía era la cercanía de México a la frontera sur de los EU,
sus magníficas bahías sobre los dos océanos, su istmo de Tehuantepec, su petróleo, y una
serie más de ventajas que permitirían a Hitler un punto de arranque idóneo para su
política americana. Resulta así explicable el interés especialísimo que puso von Faupel en
organizar la quinta columna mexicana. Se explotaba, además, una circunstancia única:
México es el país que ha sufrido más agravios de los EU; ha sido invadido varias veces por
el ejército yanqui y en una guerra sin justificación le fue arrebatada más de la mitad de su
territorio, con el que los EU crearon luego siete de sus más prósperos estados.

El sentimiento antiyanqui de los mexicanos que se ha ido formando a partir de 1836 con la
segregación de Texas, fue la materia prima que utilizó von Faupel. Sabía que ese
sentimiento antiyanqui era el denominador común de todos los mexicanos, aun cuando
obviamente ese sentimiento se hallara más acentuado en unas capas sociales que en
otras. No se necesitaba mucho esfuerzo para reavivar ese rencor histórico, ponerlo en
tensión y crear un clima de inquietud al sur de la frontera de los EU. La estrategia final
consistiría en provocar un movimiento armado para sustituir al gobierno democrático del
general Lázaro Cárdenas, por otro que simpatizara con el Tercer Reich.

La táctica faupeliana en México fue la misma que en los demás países iberoamericanos; se
crearon muchos frentes de lucha, más que en ningún otro país, con el fin de provocar el
desconcierto, la confusión, y desarticular las fuerzas sociales agrupadas alrededor del
gobierno de Cárdenas que, con sus medidas progresistas, se había creado un fuerte apoyo
de masas.

Fue naturalmente Falange Exterior la organización en que se apoyó principalmente von


Faupel por razones obvias: la existencia en el país de una poderosa colonia española con
inmensos recursos económicos y, por lo mismo, con influencia proporcional en la
55

estructura administrativa del gobierno. Muchos de esos miembros de la colonia española


que poseían o manejaban grandes intereses fueron obligados, por el chantaje o la
amenaza de boicot, a contribuir con sumas importantes al sostenimiento de las
actividades de Falange. La Organización contaba, además, con el apoyo de la Iglesia y por
su conducto, con el de las grandes masas fanatizadas, ignorantes y empobrecidas.

El jefe de Falange Exterior (FE) en México era Augusto Ibáñez Serrano que al romper
México sus relaciones con la España franquista, instaló sus oficinas en el local de la
Legación Portuguesa. Ibáñez Serrano se había rodeado de un cuerpo auxiliar de
consejeros y consultores políticos, entre ellos: Carlos Prieto, español, gerente de la
Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey; Lic. Manuel Gómez Morín, presidente del
Partido Acción Nacional y consejero de muchas instituciones bancarias; Lic. Alejandro
Quijano, presidente de la Cruz Roja Mexicana y enlace con la colonia francesa petainista;
Alfonso Junco, escritor clerical, enlace entre FE, la Iglesia y los círculos intelectuales
reaccionarios. Pero este cuerpo auxiliar de consejeros políticos de Ibáñez Serrano e
incluso éste mismo, se hallaba bajo la supervisión especial y directa de un nazi alemán de
tenebrosos antecedentes que usaba el nombre de Hans Hellerman.
56

Se rodeó Ibáñez también de un cuerpo de consejeros comerciales: Ángel Urraza, gerente


de la Casa Goodrich; Emilio Lanzagorta, comerciante muy opulento e influyente en ciertos
círculos políticos y Manuel Suárez, millonario, gerente de la fábrica Eureka. Contó también
AIS, desde luego, con el apoyo de una serie de organizaciones españolas constituidas en
México desde antes de la creación de Falange. Eran ellas: la Cruz Roja Española, el Club
España, la Junta Española de Covadonga, El Casino Español, el Comité Unificador de la
Colonia Española, el Centro Asturiano, la Unión Cultural Gallega, el Círculo Vasco Español,
el Orfeo Catalá, la Unión Gremial Española, la Cámara de Comercio Española, la
Beneficencia Española, y casi todas ellas con subsidiarias en las más importantes ciudades
de la República.

El 90% de los comerciantes españoles establecidos en México se hallaban bajo el control


de FE; se calculó que las aportaciones de esos elementos producían a Ibáñez Serrano
alrededor de $250,000 mensuales con lo que se podía financiar una intensa actividad
conspirativa en el país y aún sobraba para enviar algo a Franco.

Pero la peligrosidad de Falange residía principalmente en la organización militar


clandestina, a cargo de un delegado del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de la España
Franquista, dependiente por supuesto de la Gestapo. Los 50,000 miembros de FE en
México, militantes de camisa azul, eran entrenados militarmente de acuerdo con las
fórmulas de Falange, aunque adaptadas a las características peculiares en cada país, pero
con las mismas finalidades. La modalidad orgánica de las milicias de FE comprendía: las
Centurias, grupos militarizados de cien hombres, adultos; las Escuadras, grupos
militarizados de jóvenes falangistas; los Pelayos, grupos infantiles militarizados y las
Margaritas, grupos femeninos militarizados.

La estructura militar de Falange consistía en Escuadras: tres grupos de tres hombres y un


oficial; Falanges: tres escuadras, un oficial y un ayudante; Centurias: tres falanges, un
oficial, un ayudante y un enlace; Banderas: tres centurias, un oficial, un ayudante y un
enlace, y Tercios: tres banderas, un oficial, un ayudante y un enlace.

El jefe de las milicias falangistas en México era José Enrique Carril Ontano, uno de los
oficiales más brutales de los ejércitos fascistas que participaron en la guerra civil. Después
de Pearl Harbor la situación en México requería algunos cambios. En lugar de Hellerman
fue enviado Eugenio Celorio Sordo, como jefe de la Falange uniformada en México;
aunque nominalmente Carril Ontano dependía de Celorio, en realidad recibía sus
instrucciones directamente de España, del general Mora Figueroa, ministro en el gabinete
de Franco y Figueroa, a su vez, las recibía del general von Faupel. Las milicias falangistas
no eran un ejército sin armas. Los buques españoles traían cargamentos de pertrechos
militares disimulados como maquinaria agrícola, desarmada. Por lo general esos
57

cargamentos eran desembarcados en puertos guatemaltecos donde el ministro español


coronel Sáenz Agero, los hacía pasar a México por la frontera sur, donde residía un
numeroso grupo de alemanes nazis, dueños de fincas cafetaleras.

El SIM, con una organización similar a la de la Gestapo, tenía dos misiones concretas: 1)
entrenamiento y espionaje político-militar; 2) control económico de las colonias españolas
en cada país, así como de los españoles antifascistas. El SIM tenía listas muy completas de
todos estos elementos, con la especificación de sus actividades y relaciones. Su eficacia
residía en el hecho de contar con millares de informantes, agentes sin sueldo y miembros
de otras organizaciones mexicanas simpatizantes del fascismo.

La red de espías del SIM era la más completa. Tenía agentes distribuidos en los círculos
políticos, entidades religiosas, industriales, mercantiles, sociales, sindicales, que
trabajaban en conexión con los servicios de inteligencia alemanes, italianos y japoneses. El
SIM concentraba toda la información de los diversos grupos de espías, la clasificaba y la
hacía llegar a los organismos superiores, a través de los medios clandestinos sólo
conocidos del jefe de la organización, el mayor Carril Ontano. El SIM contaba con
numerosas estaciones secretas de radio de onda corta de gran potencia. En ocasiones se
utilizaba el servicio de radiotelegrafía para hacer las transmisiones en clave.

Se calculaba en dos mil hombres agrupados en 20 centurias, el contingente de las milicias


falangistas perfectamente encuadradas y adiestradas; de ellas 900 hombres
correspondían al Distrito Federal. Había además, en las reservas, otros tres mil hombres
listos para entrar en acción. En estrecha relación con esas milicias funcionaban otras
organizadas paralelamente, como la Asociación Cristiana de Jóvenes Mexicanos (la
combativa y ultramontana ACJM) dirigida por los padres Vértiz, Castielli y Torroella de la
Compañía de Jesús. Pero la más típicamente falangista, era la Escuadra de Acción
Tradicionalista.

Este organismo que pretendía equipararse a las SS nazis era una fuerza de choque, a cargo
del comandante San Julián, un criminal famoso por su crueldad. La Escuadra
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Tradicionalista actuó como un grupo terrorista. El auxiliar de San Julián era Adolfo León
Osorio, de origen nicaragüense, autor de numerosos escándalos políticos en México. A la
Escuadra Tradicionalista se le confiaban las tareas más sucias: actos de terrorismo, de
extorsión, de chantaje, de represión contra elementos democráticos.

El radio de acción del SIM no estaba limitado al territorio nacional. En diciembre de 1940
von Faupel envió a México al agente Alberto Mercado Flores provisto de documentos
falsos. Este espía instaló su campo de operaciones cerca de la frontera sur de los Estados
Unidos. Tenía a su cargo el trabajo de espionaje en la costa norteamericana del Pacífico
por lo que hacía frecuentes viajes a San Francisco, Los Ángeles y San Diego, donde se
comunicaba con otros agentes de la Gestapo.

La misión de este sujeto correspondía a la primera finalidad del SIM en México: utilizar al
país como base de operaciones para organizar actos de sabotaje o de provocación con el
fin de distraer la atención de EU del teatro de la guerra en Europa. Aprovechar todas las
coyunturas que se presentaran en México para crear problemas internos y movimientos
subversivos.

Von Faupel no era tan ingenuo como para intentar arrastrar a México ofreciendo, como
señuelo, los territorios perdidos en 1847. Lo más a que podía aspirar, era a fomentar un
movimiento subversivo, derrocar al gobierno de Cárdenas y llevar al poder a un elemento
dócil, un Quisling mexicano. A crear ese Quisling tendían todos sus esfuerzos.

Uno de los frentes más importantes de la actividad nazi-falangista era el de la publicidad.


Los grandes recursos económicos con que contaba Ibáñez Serrano fueron canalizados
hacia la creación o subvención de órganos de publicidad. La Jefatura de Falange, por
supuesto, fundó su propio órgano, Hispanidad. Además, la organización editaba un
Boletín del Partido que se distribuía gratuitamente entre los agremiados.

Ibáñez Serrano tenía por su parte, a su disposición, las columnas de El Diario Español, La
Semana, y México Nuevo, en los que su influencia era decisiva. Contaba además, con los
órganos subsidiados, Omega y El Hombre Libre, que habían nacido como instrumentos de
la oposición más reaccionaria en México y se transformaron luego, al influjo de los
subsidios de Falange, en órganos de la quinta columna nazifascista. En Omega se
publicaban los artículos más torpes contra la democracia, contra los EU y contra
Roosevelt, propios para las capas sociales más impreparadas. En uno de esos artículos se
decía, por ejemplo: “El gobierno democrático es mil veces más peligroso que una
dictadura como la de Hitler o la de Mussolini. La democracia explota y engaña al pueblo en
nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Las democracias nos están
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‘protegiendo’ de Hitler lanzándonos en los brazos de Roosevelt, que es el mayor peligro de


todos los que en la actualidad amenazan a la América Latina.”

El Hombre Libre no se quedaba atrás en su labor quintacolumnista. Para desalentar el


esfuerzo de guerra de los EU, después del ataque a Pearl Harbor, publicaba: “El pueblo de
los EU está aún bajo la influencia de un gobierno que trata de hacerle creer en una victoria
final, de manera que acepte todos los sacrificios que la guerra impone, guerra que, al fin y
al cabo, no devorará muchas de sus vidas porque los individuos de esas razas nunca
pelean, y los ejércitos que marchan bajo las banderas de John Bull y del Tío Sam, están
integrados por hombres de color –negros y mestizos– considerados como inferiores por
los anglo-sajones que siempre los han mirado con desprecio.”

Omega y El Hombre Libre cubrían el frente de la propaganda nazi-falangista para una masa
semianalfabeta. Para llevar la filosofía del Nuevo Orden hitleriano a las altas esferas de la
intelectualidad, los nazis crearon la revista Timón, al frente de la cual pusieron al Lic. José
Vasconcelos quien, cínicamente, negaba su filiación política:
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“La acusación de ser partidario del nazismo es absurda –escribía en Timón (mayo 4 de
1940) –. El pueblo de México puede ser en gran parte germanófilo y creemos que en
efecto lo es; pero lo es precisamente porque ve en la ruptura del orden internacional
contemporáneo una liberación. De Alemania queremos las ideas, la cultura, el arte, el
comercio. Tiene además nuestro pueblo bastante sentido común para no tomar en cuenta
el peligro de una influencia política decisiva, o de una invasión armada nazi, cuando sabe
que es otro el poderío que pesa y seguirá pesando por algún tiempo sobre nosotros.

“En cambio, para nuestra economía, así como para la integración de nuestra cultura,
Alemania representa un factor de primera importancia: Gastada novela de aventuras
guerreras resulta toda esa literatura de complots y bases navales germánicas en nuestro
suelo, literatura que ya desde la guerra anterior cayó en descrédito… Ojalá que en México
nunca llegue a crearse una situación como la que obligó a Alemania a tomar medidas de
defensa…”

En su revista (“continental semanaria”) con frecuencia aparecía José Vasconcelos


fotografiado al lado de herr Dietrich, agregado de prensa de la embajada alemana en
México. Cuando las actividades de la quinta columna eran cada día más audaces y
evidentes, la revista de Vasconcelos publicaba (5/25/40):

“No hay peligro de que en México se forme una quinta columna. No hay esta posibilidad
porque los alemanes en México son hombres dedicados a su trabajo y respetuosos de la
ley. Tampoco podrán formar esta quinta columna ciudadanos mexicanos porque los
servicios que ella pudiera prestar, no llegarían ni a la categoría de platónicos.
Francamente no creemos que Alemania nos necesite para triunfar.

“Además, para la existencia de ella (la quinta columna) hace falta una condición esencial:
la presencia inminente de un invasor o de un beligerante en el territorio nacional. Se
puede afirmar que no hay en nuestra patria, en el momento actual, las condiciones
psicológicas necesarias para la organización de la llamada quinta columna… Esos rumores
esperan llenar de pánico a algunas naciones más débiles que nosotros y crear una
reacción favorable allí para lo que ya no es simplemente protección monroísta… Sino
panamericanismo armado al servicio de una causa que no es la nuestra, ni de México, ni
de la Hispanidad, ni de la justicia y la paz internacionales…”

Y eso se publicaba cuando el embajador de México en Francia, Lic. Francisco Castillo


Nájera, oficialmente confirmaba la existencia de la quinta columna, en una declaración el
8 de junio de 1940. Dijo FCN: “Admito la existencia en México de individuos nacionales y
extranjeros, interesados en producir trastornos con diversos fines; pero nuestras
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autoridades competentes tienen los medios de conjurar cualquier intento de producir


agitaciones más allá de nuestras fronteras.”

En Timón del 1ro de junio de 1940, se afirmaba:

“De la Alemania de Versalles a la de hoy, existe un recorrido de siglos simplificado en unos


cuantos años, por el trabajo incomparable del canciller alemán. Hitler ha salvado a
Alemania, ha salvado a un sector imprescindible de la obra de progreso del mundo… Hitler
no es guerrero; es, ante todo, un hombre de Estado, el más completo que hayan
producido los siglos, como bien lo dijo Ribbentropp.”

Se editaban además El sinarquista, órgano de la Unión Nacional Sinarquista (UNS), La


Nación, publicada por el Partido (de) Acción Nacional, Marchemos y Amanecer editados
en dos etapas consecutivas por el Movimiento Unificador Nacionalista, así como otros
muchos periódicos y revistas insignificantes que surgían ocasionalmente, más para
aprovechar los subsidios sustanciosos de la embajada nazi, que por verdadera convicción
ideológica.

Sin dejar de tener relativa importancia no fue, sin embargo, en el frente de la propaganda
impresa donde el nazifalangismo libró sus mejores batallas. La estrategia
nazifascistafalangista consistió en aprovechar al máximo las contradicciones internas de la
sociedad mexicana, las fallas y errores del régimen revolucionario, la corrupción
administrativa, el descontento de grandes sectores del pueblo, particularmente de
amplias masas campesinas para quienes los postulados agrarios de la revolución seguían
siendo una esperanza frustrada.

Los agentes faupelianos no tuvieron que esforzarse demasiado para crear el clima de
subversión. Cuando llegaron, el ambiente estaba virtualmente creado para cualquiera que
tuviera condiciones de caudillo: con personalidad, audacia y un buen programa de
reivindicaciones sociales no hubiera sido difícil encontrar el material humano dispuesto a
secundar un movimiento contra el gobierno.

Cuando el general Cárdenas llegó a la Presidencia de la República el país respiraba todavía


la atmósfera enrarecida de la dictadura de Plutarco Elías Calles convertido, por obra del
servilismo, en Jefe Máximo de la Revolución. Los principales objetivos del movimiento
revolucionario de 1910 seguían siendo aspiraciones insatisfechas: el sufragio efectivo, un
mito; la violación al postulado de No Reelección había costado la vida al general Álvaro
Obregón. La reforma agraria se hallaba prácticamente paralizada y nuevos latifundios
habían surgido al lado de grandes feudos porfirianos que permanecían intactos. De la
anulación de las libertades ciudadanas podían dar fe los numerosos presos políticos que
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poblaban las cárceles en todo el país, en su mayoría comunistas que disfrutaban de


prolongadas “vacaciones” en las salinas de las Islas Marías.

En ese ambiente de temor, de falta de garantías constitucionales, de miseria y desempleo


surgían los nuevos millonarios “revolucionarios” representantes de una nueva burguesía.
La postulación del general Cárdenas a la presidencia de la República, hecha por el Partido
Nacional Revolucionario (PNR), órgano electoral del grupo callista en el poder, no había
suscitado muchas esperanzas populares de un cambio favorable en la situación general
del país. Se le consideraba como uno más de los testaferros empleados por Calles para
seguir ejerciendo el poder.

Sin embargo, muy pronto empezaron a advertirse signos extraños en el gobierno


cardenista. Regresaron de las islas Marías los comunistas y los presos políticos fueron
liberados en todas las cárceles del país. Se inauguró un nuevo trato a las organizaciones
obreras. El presidente viajaba incansablemente de un extremo a otro de la república
escuchando con atención y simpatía las quejas y demandas de los campesinos: tierra,
agua, escuelas, caminos.

Cárdenas se entregó con pasión apostólica a tratar de resolver el problema rural. Se


imprimió un nuevo ritmo a la reforma agraria y cuando estalló el movimiento de huelga de
los peones agrícolas de la región algodonera de La Laguna, Cárdenas resolvió el problema
entregando las tierras de los latifundistas a los campesinos.

Era obvio que el presidente se orientaba cada vez más hacia una política independiente y
trataba de sacudirse la tutela del Jefe Máximo de la Revolución. A medida que este
esfuerzo se hacía más evidente a los ojos del pueblo, se producía en el país un movimiento
de apoyo de las masas populares a las medidas gubernamentales. La prensa conservadora,
alarmada, acusaba al presidente Cárdenas de estar fomentando la agitación, pero al
gobernante no parecía preocuparlo eso en absoluto; antes bien, lo confirmaba, con
orgullo: “Soy el agitador No 1 de México”, decía, y en uno de sus discursos llegó a ofrecer
que al terminar su encargo entregaría el poder a los trabajadores.

El respeto a la Ley del Trabajo propició una avalancha de huelgas de un extremo a otro del
país. Para resolver el conflicto obrero-patronal que se había planteado a la empresa de los
Ferrocarriles Nacionales, el presidente decidió entregar a los trabajadores ferrocarrileros
la administración de la empresa. Algunas medidas gubernamentales parecían orientarse
hacia el socialismo. En las escuelas, donde se había implantado oficialmente la llamada
“educación socialista”, los niños aprendían a contar al mismo tiempo que el himno
nacional, los himnos revolucionarios como La Internacional, La Marsellesa, Los Hijos del
Pueblo, etc.
63

El Partido Comunista había recobrado la legalidad y su influencia se extendía rápidamente


en las organizaciones obreras y campesinas. El órgano periodístico del CC del Partido
Comunista Mexicano, El Machete, que bajo la dictadura callista no era sino una hoja
minúscula que se imprimía en una prensa de juguete, en un sótano, y circulaba
subrepticiamente, se imprimía ahora en las rotativas de uno de los grandes diarios de la
capital, en ediciones que llegaron a alcanzar tirajes de 50,000 ejemplares en 24 páginas
tamaño tabloide.

El Jefe Máximo de la Revolución veía cómo el poder se le escapada de las manos. El


general Cárdenas se le había insubordinado. Para someter al rebelde, decidió desautorizar
públicamente la política seguida por el gobierno de Cárdenas. El exdictador puso a prueba
su autoridad ante el Presidente de la República y ante el pueblo mexicano, a través de un
manifiesto que se publicó a toda plana en los grandes diarios de la ciudad de México. La
nación se estremeció. ¿Era aquello la señal para un levantamiento, para un golpe de
Estado?

El país entero esperaba con inquietud el resultado de la pugna Calles-Cárdenas. El


“hombre fuerte” de México había desautorizado públicamente al Presidente de la
República y eso es muy grave en un régimen presidencialista como el de México. Fueron
momentos de angustia los que vivió el país entonces; la guerra civil parecía inminente.
Cárdenas se enfrentaba al dilema: dar marcha atrás o seguir adelante. El presidente optó
por esto último: tenía fe en su pueblo y su pueblo no lo defraudó.

El Partido Comunista Mexicano se movilizó en defensa del gobierno cardenista. Hizo una
invitación a los dirigentes obreros para reunirse y estudiar la situación. De la reunión salió
el acuerdo de constituir el Comité de Defensa Proletaria (primer paso hacia la unificación
obrera y embrión de la Confederación de Trabajadores de México ) que logró agrupar
alrededor del gobierno de Cárdenas a las grandes organizaciones de trabajadores y a
importantes sectores de la pequeña burguesía.

Ante el respaldo popular y en vista de que el general Calles insistía en usar los restos de su
autoridad para entorpecer la acción del gobierno, el presidente Cárdenas acordó la
expulsión del país del viejo dictador que solo, repudiado por el pueblo y negado por sus
amigos, salió de México en un avión militar que lo depositó al otro lado de la frontera. En
el trayecto, el “hombre fuerte” simulando indiferencia ante el derrumbe de su poderío,
partió, aparentemente absorto en la lectura del libro que tenía en sus manos: Mi Lucha,
de Adolfo Hitler.

El cardenismo, más fuerte que nunca, prosiguió su tarea renovadora, nacionalista,


revolucionaria, que culminó el 18 de marzo de 1938 con la expropiación de las empresas
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petroleras imperialistas. Nadie creía que Cárdenas se atrevería a enfrentarse a los


poderosos monopolios extranjeros, que constituían la primera fuerza económica en el
país. El pueblo de México respaldó la medida en forma unánime. La prensa reaccionaria
de fuera y dentro del país clamaba escandalizada: “¡Cárdenas se ha vuelto comunista! ¡El
comunismo se apodera de México! Las teorías exóticas, disolventes, amenazan destruir
nuestra nacionalidad y acabar con la institución sagrada de la familia”, etc. Pero Cárdenas
seguía adelante cada vez con más firmeza y confianza en el apoyo del pueblo.

Se habían creado, como expresión práctica de ese apoyo, las milicias obreras que recibían
instrucción militar para el caso de que las fuerzas reaccionarias se lanzaran a un
movimiento armado. Estas milicias –hombres y mujeres– con sus uniformes verde-olivo
desfilaban, puño en alto, frente al balcón central del palacio de gobierno, cantando el
himno nacional y el internacional de los trabajadores.

En un gran acto público, Hernán Laborde expresaba en un arrebato oratorio: “La


revolución está en marcha; su jefe es Lázaro Cárdenas.” Tal declaración en labios del
secretario general del Partido Comunista de México era aprovechada por la prensa
conservadora para fundamentar sus afirmaciones de que “Cárdenas se había vuelto
comunista”. Sin embargo, nada se había hecho en el país que no estuviera dentro de los
marcos de la Constitución liberal de 1917. Empero, como nunca antes se habían aplicado
sus artículos más avanzados –el 3ro, el 27, el 123 y otros– su observancia levantó un
clamor de protestas de parte de los intereses afectados.
65

Durante el periodo cardenista se había entregado una cantidad de tierra –18,342,275 de


hectáreas– tres veces superior a la que habían recibido los campesinos en todo el periodo
precedente desde el triunfo de la revolución. Numerosos latifundios abandonados por sus
dueños residentes en el extranjero, al pasar divididos a manos de los ejidatarios,
aumentaron la producción agrícola del país. El valor de ésta en el periodo 1931-34,
inmediatamente anterior al cardenismo, fue de $1,365,814,000 en tanto que el valor de la
misma en igual lapso, de 1935-1938, fue de $2,127,829,000, demostrándose así la
falsedad de las tesis reaccionarias en el sentido de que el ejido sería la ruina de la
producción agrícola.

Cárdenas asumió la presidencia de la República el 30 de noviembre de 1934, en pleno


auge del nacional-socialismo en Alemania, cuando Hitler empezaba a poner en práctica su
plan de dominación mundial. El cardenismo había cambiado la correlación de las fuerzas
en México. Los terratenientes y la burguesía se hallaban a la defensiva, una vez perdido el
apoyo que encontraban en el maximato callista. Había surgido, como fuerza política
preponderante en la vida nacional, el proletariado, integrado en forma mayoritaria en la
Confederación de Trabajadores de México (CTM) con más de un millón de obreros, en
estrecha alianza con los campesinos agrupados en la Confederación Nacional Campesina
(CNC) que a su vez agrupaba a más de dos millones de ejidatarios.

Empero, no se podía decir que todo marchara en el país viento en popa. La política de
Cárdenas había afectado importantes intereses, y era obvio que sus medidas radicales
tenían que provocar reacciones violentas de ciertos sectores de la burguesía. Se habían
cometido errores izquierdistas, como el de entregar a los trabajadores la administración
de los Ferrocarriles Nacionales, lo cual resultaba incongruente dentro de la estructura
capitalista del país. El fracaso de estas medidas precipitadas daba argumentos a la
reacción que no estaba vencida ni mucho menos. Ante la ofensiva de las fuerzas de
izquierda sólo se había replegado. Los papeles se habían cambiado: ahora, eran las fuerzas
de derecha las que se organizaban en la sombra contra el gobierno de Cárdenas como lo
habían hecho antes las izquierdas, sumidas en la clandestinidad, en contra del régimen
terrorista del general Calles, con la diferencia de que mientras éstas carecieron de
recursos, las derechas dispusieron de ellos en abundancia.

Los terratenientes opusieron violenta resistencia a la aplicación revolucionaria de la


reforma agraria, organizando bandas de guardias blancas para asesinar a los dirigentes
campesinos. En un congreso agrario en Veracruz, se dio a conocer un dato revelador: en
un año habían caído mil campesinos bajo las balas de las guardias blancas. En el Estado de
Sinaloa, eminentemente agrícola, la situación era peor: los terratenientes habían
organizado bandas terroristas integradas por pistoleros de alquiler para perseguir a los
agraristas. Sólo en el sur de Sinaloa la banda que capitaneaba Rodolfo Valdez (a) El
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Gitano, aceptaba haber liquidado a más de dos mil campesinos. De uno a otro extremo la
sangre campesina empapó el campo de México; fue el precio de la tierra que entregaba
Cárdenas; los latifundistas se cobraban con sangre cada hectárea que se les expropiaba.

Los industriales, a su vez, no se mostraron muy dispuestos a renunciar a sus privilegios y


dejar que se aplicara el artículo 123 de la Constitución y se respetaran los derechos
obreros a la huelga, a la organización sindical y la contratación colectiva, a la jornada de
ocho horas y al pago del séptimo día.

Por su parte la Iglesia Católica, que seguía sintiéndose agredida con la presencia en la
Constitución del artículo 3ro, que suprimía las escuelas confesionales, se lanzó a una
nueva lucha, tan feroz como la cristiada, al implantarse la llamada “educación socialista”.
La Constitución de 1917 instituyó en su artículo 3ro: “La enseñanza es libre, pero será laica
la que se de en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que las enseñanzas
primaria, elemental y superior que se impartan en los establecimientos particulares.
Ninguna corporación religiosa, ni ministro de ningún culto, podrán establecer o dirigir
escuelas de instrucción primaria. Las escuelas primarias particulares sólo podrán
establecerse sujetándose a la vigilancia oficial…”

Durante el sexenio presidencial del general Cárdenas, como consecuencia del extremismo
izquierdista que lo caracterizó, el artículo 3ro fue objeto de una reforma para ponerlo a
tono con el proceso de radicalización que se vivía en todos los órdenes. La reforma, en
1935, prescribía: “La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir
toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela
organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un
concepto nacional y exacto del universo y de la vida social… Sólo el Estado –Federación,
Estados y Municipios– impartirá educación primaria, secundaria y normal… Podrán
concederse autorizaciones a los particulares que deseen impartir educación en cualquiera
de los grados anteriores, de acuerdo en todo caso con las siguientes normas…”

En esas normas se imponían restricciones para impedir la injerencia de ministros de


cualquier culto en la enseñanza. La ideología de los maestros de esas escuelas, se
establecía, además, debería “estar acorde con el espíritu del precepto, a juicio del
Estado”.

La reacción de la Iglesia contra esta última reforma fue una explosión de odio y violencia.
Tácitamente declaró la guerra a la “educación socialista”. Incapaz de enfrentarse al
gobierno con grupos armados, azuzó a sus hordas fanatizadas en contra de los maestros
rurales. No hay estadísticas exactas, pero fueron centenas de maestros los que cayeron
asesinados por las turbas de fanáticos, o por las guardias blancas de los latifundistas;
67

centenares de maestros fueron desorejados o heridos en esa especie de medievo que


vivió el medio rural en la década de los 30s. Los maestros tenían que dar sus clases con la
pistola al cinto, precaución que en última instancia resultaba ineficaz ante una multitud
histérica armada de piedras y palos.

Son inenarrables los hechos de sadismo de que fueron víctimas legiones de maestros
rurales a manos de esas hordas ebrias de pulque y cegadas por el fanatismo. Los
miembros de las congregaciones religiosas se destacaban por su ferocidad, creyendo
contribuir así a la mayor gloria de Dios. Hubo Hijas de María que después de participar en
el linchamiento de algún maestro al que habían lapidado y descoyuntado, ya agonizante,
en el suelo, orinaban en su cara como una monstruosa expresión de desprecio.

Con esas muestras de locura fratricida inspiradas por asesinos ensotanados, se expresaba
el viejo rencor sumergido del clero político que añoraba sus perdidos privilegios y
satisfacía de esa manera una tardía venganza. Pero esa revancha extemporánea e
injustamente ejercida contra los supuestos promotores de un sistema educativo cuyo
contenido real ni ellos mismos llegaron nunca a comprender, fue un juego inocente al lado
de las atrocidades cometidas contra los miembros de las sectas evangélicas que
empezaban a surgir en el país. Al absurdo de una “educación socialista” impuesta sobre
una estructura capitalista, se unió la intolerancia religiosa.

En muchas zonas rurales, principalmente del centro de la república, se registraron sucesos


de indescriptible crueldad. Como en los tiempos de la Santa Inquisición muchos
campesinos –hombres y mujeres– fueron quemados vivos por pertenecer a alguna secta
evangélica. Horrorizaría a los más endurecidos genocidas nazis una estadística de las
atrocidades cometidas en el campo en contra de los agraristas, los maestros rurales y los
evangélicos por las hordas cristeras en la década de los 30s.

Lo único que tal vez justificaba el carácter socialista de la educación era que los maestros
no se limitaban a la enseñanza de las materias convencionales, sino que participaban
activamente en la vida de la comunidad: ayudaban a construir parques, norias, caminos,
aljibes para almacenar el agua de lluvia; enseñaban los trámites para solicitar la dotación
de ejidos o la forma de organizar cooperativas y sindicatos; ayudaban a los campesinos a
librarse de la explotación de los acaparadores que compraban sus cosechas “al tiempo”,
etc. En esa forma los maestros rurales entraban en conflicto directamente con los
caciques y los curas, dueños de la situación.

Ese fue sin duda el hecho más patético en el conjunto de sucesos dramáticos que vivió el
país durante esa década. Junto con los latifundistas y la burguesía urbana reaccionaria, la
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Iglesia con sus curas belicosos y anticristianos integró una especie de trilogía siniestra
confabulada para oponerse a las reformas cardenistas sin reparar en los medios.

En esa beligerancia de las derechas se apoyaron los agentes de von Faupel para construir
los instrumentos de la quinta columna en México. En ningún otro país de América habían
encontrado condiciones objetivas y subjetivas tan propicias para sus actividades. El clima
de subversión estaba creado; sólo había que atizar el descontento, canalizarlo, orientarlo
de acuerdo con sus finalidades, estructurarlo sobre el modelo nazi. Encontrar al líder,
proporcionarle un buen consejero político, los recursos económicos suficientes y todo
estaría listo para la acción.

Las medidas ultraizquierdistas de los primeros años del gobierno del general Cárdenas
habían provocado un reagrupamiento de las fuerzas reaccionarias y un clima de
subversión. De ese conglomerado heterogéneo desconcertado por las medidas radicales
del gobierno, sacaron los agentes del Instituto Iberoamericano en México el material
humano para organizar su quinta columna que, según sostiene Allan Chase, “fue la obra
maestra de von Faupel”.
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Los camisas doradas


A raíz de que empezaron a manifestarse las tendencias progresistas del gobierno del
general Cárdenas, aparecieron en la ciudad de México carteles y volantes, así como
publicaciones en los periódicos, anunciando la constitución de un agrupamiento político
denominado Acción Revolucionaria Mexicanista. Aparecía como fundador de este
organismo el general Nicolás Rodríguez que decía haber militado a las órdenes de
Francisco Villa, en la famosa División del Norte. Como algunos otros de los miembros de la
ARM aducían el mismo antecedente, desde un principio se les designó como Los Dorados,
el grupo selecto de guerrilleros con que Pancho Villa realizó sus más espectaculares
hazañas.

Era evidente que Nicolás Rodríguez pretendía capitalizar la fama legendaria del gran
guerrillero, su intrepidez, el mito de su invencibilidad y su ferocidad en el combate.
Contribuyó asimismo a esa designación el hecho de haber adoptado como uniforme una
camisa amarilla, con un brazalete (ARM) en el brazo izquierdo. Era la moda política del
momento: en Italia habían surgido los camisas negras de Mussolini; en Alemania los
camisas pardas, de Hitler; en EU los camisas plateadas; en España los camisas azules de
Franco; en Cuba los camisas grises de Jesús Marinas. En México Nicolás Rodríguez
combinó el color de la camisa de su tropa con el nombre prestigiado de los guerrilleros
villistas.

Se divulgó que habían sido financiados por el opulento ex presidente e industrial


reaccionario, general Abelardo L Rodríguez. Se trataba de desviar la atención,
evidentemente, del verdadero origen de los fondos, el Partido Nazi, que actuaba a través
de su complicada red de organizaciones clandestinas. Bastaba leer los puntos del
programa y tendencias de la organización para fijar su posición política.

Postulaban entro otros puntos:


70

*Sin omitir sacrificio alguno, lucharemos contra el socialismo rojo importado de Rusia,
hasta conseguir su exterminio.
*Pugnaremos por una ley que declare traidores a la patria a los mexicanos que hagan
causa común con individuos de razas extranjeras que divulguen credos disolventes.
*Lucharemos por que se niegue el derecho de adquisición de la ciudadanía mexicana a
los extranjeros indeseables.
*Pediremos que se restrinja la inmigración de individuos de la raza china y judía…
*Trabajaremos por la armonía entre el capital y el trabajo como base de la paz orgánica,
destruyendo el antagonismo existente entre los factores de la producción.
*El liderismo causa inquietudes y divisiones en los pueblos; explota a los obreros y
corrompe a los gobernantes. Haremos uso de todos los medios para exterminarlo.

En otra de sus publicaciones expresaban:


Los comunistas: destrozan la patria proclamando la lucha de clases; tienden a imponer la
dictadura del proletariado; están degenerando a la juventud con la enseñanza socialista;
reconocen como bandera la rojinegra de la hoz y el martillo; obran por degradación moral
o por ignorancia; están destruyendo nuestra nacionalidad…

Los dorados: reconocemos una sola patria, (México); creemos indispensable la existencia
de tres clases: proletaria, media y capitalista, perfectamente armonizadas; queremos la
única dictadura posible: la dictadura de la verdad y la justicia; no reconocemos otro
emblema que la bandera tricolor; veneramos el himno patrio y execramos el ridículo
dístico de La Internacional que dice: “que sea la raza humana soviet internacional”;
representamos la conciencia nacionalista.

Pero no era esa, naturalmente, la verdadera filosofía política de Los Dorados. Si alguna
tenían, podría ésta deducirse de una entrevista que hizo el escritor Harry Block a Nicolás
Rodríguez, para el periódico New York Post. Cuenta Harry Block que mientras esperaba al
general Rodríguez habló con uno de sus lugartenientes, Mario R Baldwin, un sujeto
parlanchín:

–Nosotros luchamos contra los judíos –explicó– y contra los comunistas. Los dos son un
peligro para México. El país está lleno de judíos. Se apoderan de nuestros negocios,
mientras los mexicanos se mueren de hambre. Vienen a robarnos, por eso debemos
echarlos.

– ¿Distribuyen ustedes alguna propaganda?


71

– ¡Mucha! ¡Hasta recibimos algo de Alemania! Mire usted, esto viene de Alemania ya
impreso en español y nosotros lo distribuimos. Es una propaganda del Deutsche Fichte
Bund, de Hamburgo.

– ¿Reciben ustedes esto directamente de Alemania?

–No. Lo recibe un alemán aquí, en México, y él nos lo envía a nosotros…

El informante que manejaba un periódico dijo luego:

– ¿Qué le parece a usted esto? (Era un editorial del El Machete en contra de Los Dorados).

–Los tratan a ustedes muy duro, ¿no?

–Sí; es un ultraje. Todos estos judíos rusos deberían ser fusilados. Si el gobierno nos diera
libertad de acción, acabaríamos con el comunismo en México, en un mes.

– ¿Cómo?

– ¡Con balas!

Cuando llegó el general Rodríguez, explicó a Harry Block:

“Soy un soldado de la Revolución Mexicana y cuando me di cuenta de los desórdenes que


existen aquí y el aumento del radicalismo, reuní a algunos hombres patriotas que
participan de mis ideas y decidí organizar una agrupación –10 de marzo de 1934– que
combatiera el radicalismo así como a los extranjeros indeseables.”

– ¿Con qué recursos económicos contaba usted?

–Solamente la contribución voluntaria de los trece organizadores… De ninguna otra fuente


recibimos dinero y nuestros miembros no pagan cuotas…

De la extensa entrevista de Harry Block con Nicolás Rodríguez, reproducida en la revista


Futuro, (febrero de 1936) son los conceptos siguientes:

“Los jóvenes mexicanos deben prepararse para ser buenos ciudadanos. Eso quiere decir
que deben aprender a respetar la propiedad privada. En México se habla demasiado de
socialismo; el nacional-socialismo es otra cosa; con él sí estamos de acuerdo. Pero el
socialismo internacional no tiene cabida aquí. No hay necesidad de transformar el sistema
social… Dentro de dos meses haremos una manifestación de 25,000 Dorados, en la capital
de la República, para pedir al gobierno que adopte nuestro programa nacionalista…
Tenemos 62,000 miembros en el Distrito Federal y más de 400,000 en toda la República…
Todo el programa agrario de la Revolución ha sido arma política que ha llevado la ruina al
72

país… Hay tierra suficiente para todos. No hay necesidad de repartir las haciendas que han
sido honradamente adquiridas… Una huelga nunca debe usarse para lesionar los derechos
del capital; las huelgas en los servicios públicos deben prohibirse… ARM representa a la
clase media. A través de la historia ha sido siempre la clase media la que ha impulsado el
progreso y la transformación social. Es el sector más avanzado de la población… Nos
oponemos a la lucha de clases; creemos que es ruinosa para cualquier país y sería
desastroso introducirla a México… Nuestro programa pide la liquidación del comunismo
internacional; cuando nosotros lleguemos al poder, acabaremos de una vez por todas con
esas ideas exóticas antinacionalistas y México podrá vivir en paz…”

Harry Block comentó, a manera de conclusión después de la entrevista:

“Sería muy fácil reír de las ideas infantiles y fantásticas de este grupo, pero es necesario
tomar en serio a Los Dorados puesto que existen, y hay quien los escuche. Por lo que hace
a un cuerpo coherente de doctrina, sufren, como todos los movimientos fascistas, de las
ilusiones y pesadillas de la pequeña-burguesía cogida entre la espada del capital
monopolista y la pared del laborismo militante. Es inevitablemente hostil a la clase
laborante porque le hipnotiza la creencia en lo sagrado del derecho de propiedad, y busca
una víctima propiciatoria en quien vengar su innegable miseria. Los Dorados creen haber
encontrado esa víctima en los comunistas y en los judíos… ARM carece de raigambre en el
escenario mexicano pese a su alarde nacionalista patriótico. Es una planta de invernadero
artificialmente nutrida por intereses egoístas… Sea o no fascista, ha demostrado que
participa del sadismo y enemistad a la clase trabajadora que caracteriza a todas las
organizaciones fascistas…”

Mejor que con declaraciones, Los Dorados definían con hechos y acción su “filosofía
política”. Su tarjeta de presentación ante el público metropolitano, fue el asalto al local
del Partido Comunista, en la calle de Cuba, en 1934. Los Dorados armados con macanas y
73

pistolas sorprendieron a los comunistas, destrozaron los muebles, golpearon brutalmente


a las personas que encontraron, saquearon los archivos y luego prendieron fuego al local.

México no necesitó más para saber qué clase de organización eran Los Dorados: un grupo
terrorista al servicio de las empresas para sembrar el terror en las organizaciones
revolucionarias y sindicales, lo mismo que los Camisas Grises de Cuba, o los Camisas
Plateadas de los EU. Un grupo nazifascistafalangista, organizado secretamente por los
mismos organizadores de los grupos quintacolumnistas en todos los países del continente:
los agentes del NSDAP y el Instituto Iberoamericano de von Faupel. El alemán incógnito
que según Baldwin proporcionaba a ARM la propaganda del Deutsche Fichte Bund, era el
contacto y portador de las directivas y de los recursos económicos.

Acción Revolucionaria Mexicanista fue la primera organización típicamente nazi creada


por NSDAP en México, con los métodos propios de las reglas de asalto (SS) hitlerianas. El
ataque al local del PCM fue una declaración de guerra a los comunistas y a todas las
fuerzas antifascistas de México. La banda de Nicolás Rodríguez se alquilaba a los
empresarios que tuvieran conflictos con sus obreros. Cuando surgía un movimiento de
huelga, Los Dorados se presentaban sorpresivamente, caían sobre los trabajadores que
hacían guardia y arrancaban las banderas rojinegras. Casi no había día que no surgiera un
incidente de esa naturaleza.

Por supuesto, los comunistas no podían dejar de pagar la visita de Los Dorados, como
ordena la buena educación. Sin escándalo, sin ostentación, sin alarde de fuerza, un
pequeño grupo de comunistas se presentó un atardecer en las oficinas de Los Dorados, en
la calle de Justo Sierra. Encabezaban el grupo Ismael Díaz González y Rosendo Gómez
Lorenzo. “Señores, manos arriba”, dijo éste, empuñando la pistola. La serenidad y la
cortesía desconcertaron a los fascistas que no sabían si se trataba realmente de un asalto
o de una broma. Los comunistas se apoderaron de los archivos de ARM, de la propaganda
y de las armas que allí había, y después de algunas manifestaciones “de afecto” personal
para corresponder a los macanazos que habían recibido de Los Dorados, abandonaron el
local tranquilamente.

Siguieron muchos meses de lucha desigual. En estos encuentros cayeron varios


comunistas, entre ellos Ismael Díaz González que era algo así como el jefe de la
autodefensa comunista en la lucha contra los fascistas. Mucha sangre corrió, de uno y
otro bando. Pese a que resultaba ya evidente que los Camisas Doradas constituían una
fuerza de choque al servicio de intereses extranjeros, el gobierno de Cárdenas se negaba a
decretar su disolución, desoyendo las protestas de las fuerzas de izquierda, resultado, sin
duda, de las contradicciones internas de su gobierno. En su propio gabinete había
74

elementos, como el general Saturnino Cedillo, secretario de Agricultura, que apoyaban


abiertamente a Nicolás Rodríguez.

Estimulado éste por esos apoyos y por la tolerancia oficial, anunció que el 20 de
noviembre (1935) aniversario del inicio de la revolución mexicana, los Camisas Doradas
harían una gran demostración de fuerza, ofreciendo a la población de la ciudad de México
el espectáculo de su organización paramilitar. Pretendían sin duda demostrar que Acción
Revolucionaria Mexicanista era ya una fuerza con la que habría que contar en el futuro
desarrollo político de México. Nicolás Rodríguez ofreció presentar 5,000 Dorados
uniformados, equipados y encuadrados militarmente, de los 62,000 con que decía contar
en el Distrito Federal.

El Partido Comunista y los antifascistas mexicanos consideraron el anuncio como una


provocación intolerable; era un insulto premeditado a la Revolución el hecho de que
precisamente en la fecha de aniversario de su iniciación desfilaran por la capital quienes
pretendían destruir sus conquistas y postulados contenidos en la Constitución de 1917. El
Partido Comunista llamó a todas las fuerzas antifascistas a impedir a toda costa el agravio
que significaba el desfile de Los Dorados. Para los comunistas, en particular, aquello era
una cuestión de honor y una tarea histórica.

Impediremos el desfile de Los Dorados, cueste lo que cueste, declaraban.

A una columna de 5,000 Dorados no la podrá detener nadie, replicaban los fascistas.

La población de la capital contemplaba con interés el duelo verbal, esperando el choque


de los enemigos irreductibles. Se conocía la debilidad numérica de los comunistas, pero a
la vez se les reconocía decisión, disciplina consciente y una mística revolucionaria capaz de
llevarlos a realizar empresas heroicas sin medir las dificultades. Pero a la vez carecían de
preparación militar y de armas. ¿Cómo iban a hacer frente a la columna de 5,000 Dorados,
templados en los combates al lado de Pancho Villa? El “¡no pasarán!” de los comunistas
parecía un simple alarde, un recurso publicitario.

El 20 de noviembre de 1935 la ciudad de México después del breve acto oficial celebrado
a las 10 horas, aparecía casi desierta. ¿Indiferencia política? ¿Temor a lo que pudiera
ocurrir si los comunistas cumplían su propósito de enfrentarse a Los Dorados? No había
exagerado Nicolás Rodríguez. Era efectivamente la suya una columna organizada
militarmente, con su infantería uniformada y una descubierta de caballería, marchando en
correcta formación con sus abanderados, sus jefes, oficiales y enlaces, los servicios de
ambulancia con enfermeras, también uniformadas y servicios de transmisión, etc.
75

Al frente de la infantería Nicolás Rodríguez; lucía una flamante camisa amarilla y un


sombrero nuevo de palma. Parecía un Napoleón de petate que miraba a México con ojos
de conquistador. La marcha por la avenida Cuauhtémoc, Bucareli, Juárez y Madero, había
sido triunfal. Los comunistas no daban señales de vida. ¿Qué había pasado? ¿Se habían
convencido de que nadie podía oponerse a una columna de 5,000 Dorados?

El pequeño ejército nazifascista entró al Zócalo. Frente al palacio nacional un grupo de no


más de 500 comunistas celebraba un mitin de protesta por la tolerancia del gobierno
hacia los nazis mexicanos. El orador principal había sido Carlos Sánchez Cárdenas,
miembro de la Juventud Comunista. En el balcón central de palacio el Lic. Luis I Rodríguez,
secretario particular del presidente Cárdenas, presenciaba la escena.

La columna fascista se acercaba. Había llegado el momento decisivo. De acuerdo con el


plan previsto un grupo de jóvenes comunistas se enfrentó a la descubierta de caballería y
arrojó a las patas de los caballos sartas de pequeños cohetes cuyo estallido, casi igual al
disparo de un arma de fuego, provocó el pánico de la caballada. Al mismo tiempo, el
reducido grupo antifascista se arrojó sobre la infantería dorada, con palos, piedras y,
sobre todo, con odio y decisión. Los Camisas Doradas no esperaban el ataque. Fueron
76

sorprendidos en los momentos en que afinaban los detalles de su formación y procuraban


adquirir un porte más marcial para impresionar a las personas que presenciaban el desfile
desde los balcones de palacio.

Los Dorados se desplegaron intentando envolver a sus enemigos. Los fascistas disparaban
con pistolas. Del lado de los comunistas sólo cuatro personas estaban en condiciones de
contestar en la misma forma. De esas 4 pistolas, una estaba en manos de Rosendo Gómez
Lorenzo; otra, en las de David Alfaro Siqueiros. La juventud seguía usando los pequeños
cohetes que causaban desconcierto en las filas nazis al suponer que se trataba de armas
de fuego.

Todo el Zócalo se había convertido en un campo de batalla. Los comunistas caían


acribillados pero también muchos Dorados yacían en el suelo. Los gritos de dolor se
confundían con las imprecaciones: ¡Muera el fascismo! ¡Muera el comunismo!

Como era de esperarse, el grupo comunista se vio obligado a replegarse ante la


desventaja numérica y la superioridad de las armas. Pero entonces entraron en acción los
“tanques rojos” de los comunistas. Sí, los “tanques rojos”…

El ingenio popular había discurrido una táctica nueva, nunca antes ni después empleada
en las batallas callejeras. Los Dorados, hombres del campo, consideraban a la caballería
como el arma suprema. A los caballos –que no sabían moverse en el asfalto de las calles
metropolitanas– los antifascistas opusieron el automóvil. Una pequeña flotilla de coches
tripulados por choferes del Frente Único del Volante, miembros del PCM, que había sido
organizada en secreto, se lanzó inesperadamente sobre la caballería en un rápido
movimiento de flanqueo. Varios caballos con sus respectivos jinetes rodaron por el
asfalto.

La sorpresa y la rapidez del ataque acabó por sembrar la confusión y desconcierto en las
filas nazifascistas. A la blitzkrieg motorizada siguió una carga de infantería. Los comunistas
supieron aprovechar el factor sorpresa. La columna de Nicolás Rodríguez estaba
virtualmente desbaratada. La caballería se dispersaba, perseguida por los “tanques rojos”.
El jefe no sabía ya a quién dar órdenes. Además bastantes preocupaciones tenía para
defenderse del grupo que lo acosaba decidido a darle muerte y que al fin lo alcanzó:
Nicolás Rodríguez quedó fuera de combate con una herida en el estómago causada con un
verduguillo.

La batalla duraba ya casi una hora cuando se presentó la policía. El rumor de que Nicolás
Rodríguez se hallaba gravemente herido se extendió causando la desmoralización de sus
tropas. Los restos de la columna se dispersaron por las calles cercanas. Varios muertos y
cincuenta heridos había sido el saldo de esa jornada histórica, la primera batalla victoriosa
77

librada en México en contra de un ejército fascista, en el corazón mismo de la capital


mexicana. Además de la victoria de carácter militar, fue un triunfo moral y político. Se
puso de manifiesto el valor de los principios, la seguridad en la victoria que da una
profunda convicción ideológica y la decisión de luchar cuando se tiene una clara idea de la
justicia de los principios que se profesan.

El Comité de Defensa Proletaria, encabezado por el Ing. Francisco Breña Alvírez, organizó
una gran demostración de protesta en la que participaron todas las organizaciones
antifascistas que exigían la disolución de los Camisas Doradas. En el mitin hablaron Manlio
Fabio Altamirano, Enrique flores Magón, el Lic. Eugenio Méndez y Hernán Laborde,
secretario general del Partido Comunista.

La victoria del 20 de noviembre elevó mucho la moral de los comunistas y de los


antifascistas en general; el partido cobró más confianza en sus propias fuerzas y, a la vez,
acrecentó su autoridad ante las masas obreras y populares. A partir de entonces, el PCM
empezó a desarrollarse como un gran partido de masas. El pueblo empezó a ver a los
comunistas con simpatía y respeto. La reacción, con más temor y más odio.

Cuando Nicolás Rodríguez se repuso de sus heridas, fue “invitado” a abandonar el país. Se
refugió en las ciudades fronterizas desde donde siguió conspirando al servicio de los
mismos intereses extranjeros. Sus sueños de llegar a ser un führer criollo se desvanecieron
aquel fatídico 20 de noviembre. Von Faupel se convenció de que había escogido mal a su
hombre. Nicolás Rodríguez no era sino un fanfarrón ignorante, inepto, capaz apenas de
encabezar una banda de pistoleros de barriada.

Pocas semanas después del encuentro con los comunistas, Acción Revolucionaria
Mexicanista fue disuelta por acuerdo gubernamental. Los Camisas Doradas no volvieron a
aparecer más por las calles de México. Pero eso no quería decir, de ningún modo, que los
nazis hubiesen abandonado sus planes en el país.

Von Faupel decidió cambiar de estrategia y de táctica. Con grupos de choque, terroristas,
agrediendo a obreros en huelga o reuniones comunistas, lo único que se conseguía era el
odio del pueblo y volver a la opinión pública en su contra. Convenía levantar la mira y
actuar en las esferas del más alto nivel gubernamental, aprovechando y agudizando las
pugnas entre los políticos y las contradicciones internas del régimen.

El gabinete del presidente Cárdenas no era un grupo homogéneo. En él participaba un


hombre cuyas tendencias políticas diferían abiertamente de las que predominaban en el
gabinete presidencial. Se trataba de un general de oscuros antecedentes, casi analfabeta,
sin escrúpulos, sin moral, sin principios políticos; un cacique de corte feudal y que,
78

además, nunca había ocultado sus ambiciones de llegar a la presidencia de la República.


Ese hombre era el general Saturnino Cedillo.
79

La rebelión de Cedillo
Ese era el hombre escogido por von Faupel para sustituir al general Cárdenas. No tenía la
estatura moral ni el nivel cultural medio de los generales surgidos de la revolución, en su
mayoría provenientes de la pequeña burguesía. Cedillo era un campesino sin tierra antes
de lanzarse al movimiento revolucionario pero a diferencia de otros del mismo origen que
al triunfo del movimiento se dedicaron a estudiar y cultivarse, él sólo se ocupó de sus
intereses económicos y de disfrutar de la vida de acuerdo con su naturaleza primitiva.
Adquirió tierras y usó el poder militar y político adquirido en la lucha, para hacer del
estado de San Luis Potosí un gran cacicazgo de tipo feudal en el que, en realidad, era
dueño de vidas y haciendas.

En un artículo publicado en El Universal –junio 20 de 1930– el general Juan Barragán, que


fuera secretario particular de don Venustiano Carranza, hizo el siguiente esbozo biográfico
de Saturnino Cedillo:

Los hermanos Magdaleno, Cleofas y Saturnino Cedillo eran unos peones, talladores de
ixtle, en el rancho de Palomas, en la municipalidad de Ciudad del Maíz, estado de San Luis
Potosí. Su primera manifestación “revolucionaria” consistió en secundar la traición de
Pascual Orozco, en contra de Francisco I Madero. Al frente de un grupo de 150 hombres
atacó el 17 de noviembre de 1912 la cabecera del municipio, Ciudad del Maíz. El prefecto
regional, don Manuel C Buentello, con cinco hombres, mantuvo la defensa de la población
desde el edificio municipal durante varias horas. Después de saquear la población, Cedillo
ordenó incendiar el edificio y se retiró a la sierra cuando se acercaba un grupo de hombres
armados que habían acudido en auxilio de la población…

En enero de 1913, los hermanos Cedillo asaltaron en la estación Las Tablas, el tren de
pasajeros procedente de Tampico y se apoderaron de $300,000 del gobierno de Madero.
Con parte de ese dinero se trasladó Saturnino a los Estados Unidos con el fin de adquirir
armas, pero fue aprehendido en la frontera y conducido a San Luis Potosí para ser
procesado por los delitos de robo y asalto. Al estallar el cuartelazo de Victoriano Huerta
contra Madero, los hermanos Cleofas y Magdaleno Cedillo se apoderaron de las plazas
desguarnecidas de Río Verde y San Bartolo. El gobernador del estado, Rafael Cepeda,
comisionó al Lic. Álvaro Álvarez para que, con cartas de Saturnino y del padre de éste,
tratara de lograr el apoyo de los Cedillo para el gobierno de Madero; al producirse el
asesinato de éste y apoderarse Huerta de la presidencia de la República, los Cedillo se
apresuraron a expresarle su adhesión.

Huerta trató de utilizar a los Cedillo y su gente en la campaña contra los carrancistas. Les
ordenó que se concentraran en Río Verde para militarizarlos y equiparlos debidamente,
80

pero los Cedillo prefirieron su antigua vida de asaltantes, sin disciplina y sin ley.
Considerándolos como simples bandoleros, pues se habían negado a sumarse a las fuerzas
constitucionalistas del general Jesús Agustín Castro, se ordenó su persecución. Saturnino,
que se hallaba aún en la cárcel, dirigió al gobernador Cepeda una carta intercediendo a
favor de sus hermanos. En la carta (se respeta la ortografía) decía Saturnino Cedillo:

“Me tomo la libertad de dirijirle la presente para decir a Ud que tengo noticia que mis
Hermanos Magdaleno y Cleofas Cedillo ban a ser perseguidos por fuerzas federales y
considerados como bandidos, pues como tengo la firme Creencia que no lo son… y En
Vista que el Gobierno del señor Madero lla concluyó creo que ya no es necesario el
derramamiento de Sangre pues llo soy El Jefe de la gente que trayen y si se me permite
darles horden de que depongan las Armas Creo ser Respectado ynmediatamente y se
Ebitará la pérdida de Vidas pues Creo firmemente Ignoran la Caída del Sr Madero… tengo
la firme combición que mis hermanos y la gente que los acompaña se dirijiran por lo que
llo hordene pues no deseamos mas que Garantias, lla el Gobierno contra quien nos
Rebelamos no Existe y hoy lo que deseamos es Retirarnos a la Vida privada para Atender
nuestras labores de Campo pues lla El objeto que perseguíamos a concluido…”

Ante el avance victorioso de las fuerzas constitucionalistas los Cedillo se unieron a la


columna del general Jesús Carranza pero cuando se planteó el conflicto con la División del
Norte, los Cedillo traicionaron a Carranza y se unieron a Villa. En uno de los combates cayó
gravemente herido Cleofas. Magdaleno amenazó al médico que lo atendía, el Dr. Horacio
Uzeta, con fusilarlo si no le salvaba la vida. Cleofas murió y si el médico se salvó fue por la
intervención de Amado Cedillo, padre de los rebeldes.

Vencida la División del Norte y siendo el general Obregón secretario de la Guerra, los
Cedillo solicitaron rendirse mediante ciertas condiciones. El general Obregón contestó:
“No juzgo conveniente ni necesario aceptar las condiciones que ponen pues son
elementos indignos de figurar en el Ejército Constitucionalista. Si pretenden rendirse será
de manera incondicional y licenciando a sus fuerzas.”

Sin embargo, al triunfar el movimiento de Agua Prieta que llevó al general Obregón a la
Presidencia de la República, con el fin seguramente de no tener problemas en San Luis
Potosí, reconoció a Saturnino Cedillo, único superviviente de los tres hermanos, el grado
de general de brigada, incorporándolo al Ejército Nacional. A partir de entonces, 1920, el
estado se convirtió virtualmente, en un feudo de Saturnino Cedillo.

Ese era el hombre que el Instituto Iberoamericano había seleccionado para hacer de él un
Quisling criollo de México. Tal vez no satisficiera todos los requisitos apetecibles, pero sus
limitaciones, su ignorancia universal, su primitivismo, todos sus defectos no lo eran, en
81

realidad, de acuerdo con la escala de valores adoptada por los filósofos del Nuevo Orden,
la escala con que Rosenberg había seleccionado a Falange, en España, para sustituir a los
dirigentes republicanos.

Pero además, la falta de preparación de Cedillo en todos los órdenes podía subsanarse
rodeándolo de consejeros capaces: un buen consejero político y otro militar, alemanes
nazis, por su puesto, y Cedillo se convertiría en un Quisling perfecto. Se contaría también
con auxiliares y colaboradores mexicanos reaccionarios, fascistas, aventureros políticos
descontentos con el gobierno del general Cárdenas; con el apoyo económico de los
terratenientes afectados por la reforma agraria y el de los industriales y comerciantes
alarmados por la ola de huelgas y, además, con la indiferencia oficial hacia sus
movimientos.

Todo estaba a favor de los planes de von Faupel. En ningún país del continente se había
encontrado con circunstancias más propicias; sin embargo, sus planes tropezaron con un
pequeño obstáculo: el pueblo de México, “el populacho inculto” culpable, según decía von
Faupel, de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial.

La inspiración nazifascista del movimiento de Cedillo quedó plenamente demostrada. Los


agentes del Ministerio Público, licenciados Manuel Fernández Boyoli y Eustaquio Marrón
de Angelis, que realizaron la investigación oficial después de la derrota del cedillismo, lo
calificaron como “un movimiento de penetración de ideas extranjeras en nuestro país… en
favor de un cambio fascista en nuestra situación nacional… para arrojar al país a una
aventura armada auspiciada por el capital extranjero”. En el libro que escribieron sobre el
resultado de su investigación, presentaron todas las evidencias de esto en documentos
originales que fueron encontrados en el archivo ocupado al general Cedillo.

La organización en que se apoyó originalmente el general Cedillo fue la Unión Nacional de


Veteranos de la Revolución (UNVR) que lo reconocía como su “director y jefe nato”. La
UNVR estaba constituida por aquellos que habiendo participado en la lucha armada no
habían sido invitados al banquete de la victoria, así como por los que no comprendieron
nunca el verdadero sentido histórico de la revolución de 1910-17, en lo cual coincidían
exactamente con su jefe.
82

El sentimiento de frustración de esos “veteranos” fue arteramente aprovechado por los


agentes nazifascistas para abanderar sus intrigas. A raíz de la traición de Franco, se
organizó en México el 18 de noviembre de 1936, la Asociación Española Anticomunista y
Antijudía, encabezada por los gachupines Juan B Marzal y José María Gayén y Cos. Éstos,
en carta dirigida al generalísimo el 3 de mayo de 1937, decían:

Sería por nuestra parte ingratitud censurable en la que no podemos ni queremos incurrir,
que en esta cruzada a favor de la causa de España, que Vuestra Excelencia inició y con
tanto acierto prosigue, nos vemos noble y eficazmente asistidos por la mayor y sin duda la
mejor parte del pueblo mexicano que nos presta su apoyo moral en todo momento y aun
el material en cuantos casos puede dispensárnoslo. Sería una lamentable equivocación
confundir el verdadero pueblo mexicano con un gobierno del que está totalmente
divorciado…

Los mismos empleados públicos y hasta el ejército nacional en su mayoría son partidarios
decididos de VE, cuyo nombre corre de boca en boca con cariño y altísimos elogios, como
una esperanza que ha de convertirse en breve, en risueña y positiva realidad.

…No podemos menos de hacer una mención especial en honor de la Unión Nacional de
Veteranos de la Revolución, en la que figuran muchos generales y oficiales del ejército,
que cuenta con muchos miles de asociados y que al igual que nosotros han inscrito en sus
banderas “guerra al comunismo y al judaísmo”. Esta UNVR acogió a la nuestra desde su
nacimiento con un cariño y beneplácito tal, que nos obliga a rendirle en estas líneas el
tributo de nuestro reconocimiento y de nuestra más sentida gratitud…”

La ayuda económica a la UNVR y demás organizaciones del mismo tipo se distribuía a


través de la Confederación Patronal de la República Mexicana, de la que era gerente el
Ing. Honorato Carrasco. Para participar en actividades específicamente electorales, la
UNVR creó un supuesto Partido Nacionalista Mexicano. Al mismo tiempo la UNVR recibía
la adhesión del Partido Demócrata Nacional en cuyo membrete se ostentaba una swástica
dentro de un círculo rojo.

El gobierno de Cárdenas, a la vez que enviaba armas a los republicanos subestimaba las
actividades de los falangistas en el país. El Lic. Vicente Lombardo Toledano denunció ante
la Procuraduría de Justicia de la Nación, el 2 de agosto de 1936, las actividades de los
falangistas: “La propaganda fascista impresa en español y proveniente de Alemania hace
mucho tiempo que llega a nuestro país por diversos conductos: en las mercancías que
arriban a los puertos marítimos, en las que vienen por las aduanas terrestres, etc…
Numerosas casas comerciales cuyos propietarios son alemanes, distribuyen
subrepticiamente hojas y folletos de propaganda fascista… En la colonia Roma, en la Casa
83

Café, el club nazi en México, celebran reuniones de carácter político para realizar el
programa que desde Alemania impone el gobierno nazi a los ciudadanos alemanes
residentes en el extranjero…”

Cuando la Procuraduría interrogó al coronel Gabino Vizcarra, secretario general de la


UNVR sobre la procedencia de la propaganda que distribuían, se negó a hacerlo aduciendo
que “había dado su palabra de honor de no revelar el origen de dicha propaganda, ni el
nombre de la persona que se la entregaba”. Empero, cuando se ocuparon los locales de
las organizaciones subversivas, el 15 de febrero de 1937, se hallaron documentos
reveladores, entre ellos un acuse de recibo a la Confederación Patronal: “Refiriéndonos a
su carta de fecha 8 del actual, relativa a los boletines de Hamburgo, les manifiesto que…
ya los hemos transcrito a los demás centros patronales para que consigan la difusión de
esa propaganda.”

Pero más activa y combativa que la UNVR fue la Confederación de la Clase Media,
organización creada por los nazis el 19 de junio de 1936, es decir, dos días después de que
estallara en España el movimiento fascista. La dirección de la CCM quedó integrada con
los hermanos Gustavo y Enrique Sáenz de Sicilia, los licenciados Francisco Doria Paz,
Santiago Ballina, Querido Moheno, Eduardo Garduño y Horacio Alemán. Su primera
actividad pública fue la difusión masiva de un folleto de 32 páginas sin pie de imprenta,
titulado Cartilla del Comunista, conteniendo 149 preguntas y otras tantas respuestas que
eran, en realidad, verdaderas incitaciones a la rebelión. Ejemplos:

*El comunismo ha repartido algunas haciendas. ¿A quién se las ha dado? A los políticos y
generales de la revolución.
84

* ¿Qué ha logrado el campesino con el agrarismo? Ganar la mitad de lo que ganaba antes:
en tiempos de la hacienda el campesino ganaba $0.36 plata diarios; ahora que las tierras
son “suyas” y que trabaja para sí, gana $0.18 diarios, de papel, que equivalen a la tercera
parte de la antigua moneda, o sea a $0.06 diarios.

* ¿Qué deben hacer los campesinos? No dejarse engañar de los líderes agrarios.

*¿Tiene remedio este mal? ¡Sí! ¡Luchar contra el comunismo y contra todos los
propagandistas del comunismo!

* ¿Están los campesinos contentos con el agrarismo? Pregúnteles Ud. A los campesinos de
La Laguna, quienes ya están queriendo devolver las tierras.

*¿Dónde puede el campesino encontrar defensa contra el comunismo? En las


organizaciones gremiales, independientes y de empresa…

Uno de los consejeros de la CCM era el jesuita Eduardo Iglesias según se desprende de una
carta hallada en el archivo de Sáenz de Sicilia, dirigida al presbítero, en la que, entre otras
cosas le comunicaba:

“No he tenido oportunidad de pasar a saludarlo e informarle de lo último que se sirvió


encomendarme, debido a un trabajo incesante que me tiene abrumado… No logramos
que los periódicos… dieran cabida al artículo que con tanto cuidado había escrito
siguiendo sus últimas instrucciones…”

Lo mismo que en los demás países de Sudamérica, en México surgió una floración de
organizaciones todas con el denominador común del “nacionalismo”, lo que revelaba la
fuente común de inspiración. Aparecieron casi simultáneamente: la Unión Nacionalista
Mexicana (el nuevo membrete de la Acción Revolucionaria Mexicanista) dirigida por
Antonio Escobar, lugarteniente de Nicolás Rodríguez; el Partido Nacionalista Mexicano; el
Partido Cívico de la Clase Media; la Vanguardia Nacionalista Mexicana; el Frente
Constitucional Democrático Mexicano; el Partido Social Demócrata; la Liga de Defensa
Mercantil; la Juventud Nacionalista de México; el Partido Nacional Cívico Femenino; el
Partido Antireeleccionista Mexicano; el Comité Nacional Pro Raza; el Partido Socialista
Demócrata; el Partido (de) Acción Nacional; la Alianza de Campesinos del Distrito Federal,
etc.

Era una táctica infantil la que inspiraba esa proliferación de membretes con los que sólo se
buscaba arrancar algunos pesos más a los patrocinadores; todas esas supuestas
organizaciones políticas eran simples nombres para enmascarar a Falange Exterior y al
NSDAP. La tendencia de la Confederación de la Clase Media se descubrió al incautarse una
85

carta dirigida por el Ing. Sáenz de Sicilia a Augusto Ibáñez Serrano, jefe de Falange en
México. Se dice en dicha carta del 19 de junio de 1937:

“Le hemos de agradecer a Ud. Se sirva hacer llegar… la comunicación que enviamos, al
generalísimo francisco Franco, en la que hacemos presente nuestro regocijo por la toma
de Bilbao. Nos es grato también comunicarle que hasta hoy pudimos lograr la libertad
bajo fianza ($5,000) de un estudiante que figuró entre los que tuvieron la satisfacción de
destruir los carteles bochornosos que se exhibían en la Biblioteca Nacional, dependiente
de la Universidad, en contra de los gobiernos nacionalistas de España, Italia y Alemania…

“Logramos también que no se llevara a cabo el mitin que iba a tener lugar en el anfiteatro
de la Escuela Nacional Preparatoria, en el que iban a tomar la palabra Marinello, Olivé,
Manrique, todos radicales extremistas…”

La identificación de la CCM con los nazis se reveló también en la carta que con motivo de
la suscripción del Pacto Anti Comimterm dirigió Sáenz de Sicilia al embajador de Alemania
en México, señor Rüdt Von Collemberg: “Nosotros hemos visto la promulgación del Pacto
–decía Sáenz de Sicilia– como uno de los hechos que más firmemente ayudarán a
aumentar las defensas de nuestra raza (Sáenz de Sicilia era mestizo), y como la realización
de una gran esperanza, y corresponde al gobierno que Su Excelencia representa haberla
iniciado para honra de Alemania y prestigio del führer Adolfo Hitler. Esta organización en
sesión especial acordó por aclamación felicitar entusiásticamente al gobierno alemán.
Rogamos a Su Excelencia se sirva transmitir al pueblo alemán y al gobierno del führer esta
calurosa y cordial felicitación nuestra.”

No podía ser de otra manera ya que la Confederación de la Clase Media era, en realidad,
obra de los nazis en México como lo descubrió el propio Sáenz de Sicilia en carta dirigida
86

al Ing. Honorato Carrasco el 18 de mayo de 1938. Subleva la falta de dignidad a que


habían llegado los fascistas mexicanos vendidos a los nazis alemanes:

Hace dos años y medio –refiere en su carta Sáenz de Sicilia– nos reunimos en las oficinas
de la patronal un grupo de personas entre quienes figuraban los señores Beick, Sanbors,
Sommer, Boker, Stein y algunos más, con el objeto de llegar a conclusiones respecto a la
formación y financiamiento de la Confederación de la Clase Media, institución que se
establecería con el fin de combatir a todo trance el comunismo… El presupuesto que yo
presenté para un trabajo en extremo efectivo fue de $12,000 mensuales. Después de
muchas consideraciones por parte de los presentes y discutido que fue mi plan, se aprobó,
con la sensible modificación de que en vez de $12,000 el presupuesto sólo podría llegar a
$3,000, dentro de los cuales quedaba incluido mi sueldo de $600, en vez de $1,000 que
pedía…

No hay un lugar de la república a donde la CCM no haya hecho llegar su propaganda y en


cuanto al extranjero bastaría mostrar nuestros archivos para que se viera la copiosa
correspondencia que hemos venido sosteniendo con todos los países de Centro y
Sudamérica, así como con España, Italia, Alemania y Japón a través de sus legaciones y con
distinciones de simpatía muy marcada por parte de esos países…

Estoy en la ruina más absoluta, pero como si no fuera suficiente, he arrastrado a mis
hermanos; dos de ellos han sido cesados en los puestos que tenían en el gobierno…
Cuando todas las puertas se nos cierran, ¿es posible que aquellos a quienes directamente
hemos servido nos abandonen al garete también? Porque, ¿a qué equivale sino a un
abandono el ayudarme para el sostenimiento de la Confederación con $300 mensuales?...
Ud. sabe, señor Carrasco, que ni a un sirviente que haya sido leal y que se haya portado
con honradez no se le puede tratar en esa forma… Ahora bien, Ud. Sabe, como yo, que
estamos precisamente al cuarto para las doce, es decir, cuando las cosas están por
resolverse en forma definitiva y sería lamentable que en estas condiciones fuéramos a
abdicar y por ende a desperdiciar la labor desarrollada… Tengo la seguridad de que si Ud.
muestra esta carta a las personas que tan bondadosamente nos han ayudado, o me
autoriza Ud. a enviarles una copia, no tendrán reparo en cooperar con una pequeña
cantidad cada uno mensualmente… en el concepto de que estoy dispuesto a prestar mis
servicios en las diferentes ramas que yo abarco, a las personas que cooperen…

La carta de Sáenz de Sicilia demandando una limosna exhibe la pobre calidad moral e
insignificancia personal de quienes se habían puesto al servicio de los nazis, y muestra
asimismo la condición humana de éstos, su mezquindad y su ruindad al abandonar a
quienes ya no les eran útiles. Efectivamente Sáenz de Sicilia ya había cumplido su misión
un tanto burocrática de organizar grupos, y de correveidile entre los cabecillas de la
87

conspiración. La situación estaba ahora en manos de los hombres de acción, del hombre
del rifle. Faltaba “un cuarto para las doce”, como dice en su carta; es decir, la actividad iba
a pasar a otro plano en el que Sáenz de Sicilia ya no tenía nada qué hacer.

En los diferentes frentes de lucha abiertos por el NSDAP había lugar para toda clase de
individuos, de capacitados, de especialidades. Desde intelectuales como José Vasconcelos
que dirigía la revista Timón, los licenciados Luis Cabrera y Alfonso Junco que escribían
artículos teóricos contra el comunismo, cubriendo el frente de la propaganda, y Rodulfo
Brito Foucher, dinámico y agresivo, que participaba directamente en la conjura en el nivel
más alto y que hacía viajes frecuentes a Alemania y mantenía contacto en México con los
agentes alemanes como von Merck, Wollemberg y el embajador nazi von Collemberg.

Había lugar también para elementos de los peores antecedentes, pandilleros, chantajistas,
aventureros, gentes que habían participado en pandillas políticas reaccionarias como
Adolfo León Osorio, Jorge Prieto Laurens, José Luis Noriega, Humberto Tirado y otros.
Participaban también personajes políticos prominentes en otras épocas como el Ing. Luis L
León, periodistas como André Laguna, de Excelsior, y Diego Arenas guzmán, director de El
Hombre Libre; viejos generales reaccionarios, eliminados del ejército nacional por su
conducta antipatriótica, como el ex general Manuel Peláez, que había estado algún
tiempo al servicio de la Huasteca Petroleum Co para sustraer al control gubernamental la
zona petrolera del norte de Veracruz, y el ex general Rodolfo Herrero, autor material de la
traición en la que perdió la vida el presidente Venustiano Carranza, por instigaciones de la
Huasteca Pet Co a través del ex general Peláez, jefe directo de Herrero.

Lugar destacado en esas actividades ocupaba el clero político desde sus más altas
jerarquías hasta los humildes curas de pueblo.

No podían faltar, por supuesto, en esa miscelánea del cedillismo nazifascista, el grupo de
terroristas, los impacientes que consideraban que no se estaba haciendo nada efectivo,
que lo único que procedía era eliminar físicamente al general Lázaro Cárdenas, a
Lombardo Toledano, entonces secretario general de la Confederación de Trabajadores de
México y a Hernán Laborde, secretario general del Partido Comunista Mexicano. Quienes
con más calor se pronunciaron por los métodos terroristas fueron las mujeres que
participaban en la conjura: en la casa de la señora Carmen Calero –Plaza de la Concepción
No. 12– se efectuaron reuniones donde se planeó el atentado contra el general Lázaro
Cárdenas.

Para realizar el crimen se contrató a tres pistoleros profesionales: Pablo Massoni, Orlando
Herrera y Felipe C Cardona. Los tres fueron sometidos a un examen del sistema nervioso
en la clínica del Dr. Álvarez García. Los nazis no querían que la empresa fuese a fracasar
88

por una falla humana. El resultado del examen fue satisfactorio. El plan debía realizarse
durante una gira del presidente a Yucatán, pero el viaje no se realizó en la fecha
programada y entretanto el complot fue descubierto.

El 18 de noviembre de 1937 fueron aprehendidos los conjurados; se cateó la casa de la


señora Calero y la de María Alfaro, en la calle de Juan A Mateos No 22, en donde se
encontraron 18 kilogramos de explosivos, cápsulas, cañuelas y demás materiales con los
que se pretendía volar el tren presidencial. Los detenidos confesaron y aceptaron su
culpa. No obstante eso, por órdenes del presidente Cárdenas fueron puestos todos en
libertad.

No fue el único intento terrorista. Hubo otros organizados por los grupos derechistas pero
sin éxito. El general Cárdenas menospreció siempre a los terroristas; tenía una gran
confianza en el pueblo… y en su destino histórico. No desconocía la magnitud ni las
fuentes de la conspiración. El servicio de inteligencia mexicano era bastante eficaz porque
cientos de miles de obreros, campesinos y personas de todas las categorías sociales
vigilaban las actividades de los conjurados; era el pueblo de México el que montaba la
guardia y velaba pos su seguridad.

Nadie desconocía la naturaleza del movimiento que se preparaba. El Partido Comunista y


las organizaciones obreras de izquierda, a través de innumerables mítines públicos, habían
revelado las conexiones de Cedillo y sus cómplices con los nazis y los monopolios
petroleros extranjeros. Nadie ignoraba tampoco que el propósito oculto de la rebelión era
el establecimiento de un régimen nazifascista que amenazara la frontera sur de los
Estados Unidos e inmovilizara de ese modo las fuerzas armadas yanquis en el continente,
e impedir así su participación en la guerra que preparaba Hitler.

Se esperaba el estallido del golpe de un momento a otro. Los sindicatos obreros se


preparaban militarmente para acudir en defensa del gobierno. El país entero vivía en
estado permanente de alarma. El único que se mostraba tranquilo era el presidente
Cárdenas. Las denuncias que se le hacían sobre la subversión eran sistemáticamente
soslayadas, provocando la desesperación de los dirigentes políticos de izquierda que
comprendían hasta qué punto podía ser peligroso el movimiento cedillista, pero Cárdenas
tenía confianza en la capacidad de las fuerzas organizadas del régimen.

En los últimos días de abril de 1938 la revista norteamericana Ken de tendencia


progresista, publicó un reportaje en el que se denunciaba con toda exactitud y datos
precisos la conspiración nazifascista. Publicó, inclusive, un mapa en el que se mostraban
los lugares en que había depósitos de armas, los campos de aterrizaje para los aviones con
89

que contaba el movimiento rebelde, los puntos estratégicos del plan militar preparado, así
como nombres de muchas de las personas comprometidas.

Al llegar a México la revista desapareció de los expendios; obviamente había sido


secuestrada por agentes nazis o personas inmiscuidas en la conspiración. Se hizo un
pedido especial a los EU pero la revista llegó mutilada. El reportaje sobre la rebelión
cedillista había sido suprimido.

No obstante El Machete, órgano del Partido Comunista Mexicano, pudo publicar el 7 de


mayo de 1938 una traducción del reportaje de la edición en inglés. Luego, en un gran
mitin efectuado en el palacio de las Bellas Artes, el dirigente comunista Valentín Campa,
denunció la inminencia del golpe y presentó las pruebas de la conjura. Fue
indudablemente la denuncia de El Machete y de su director Valentín Campa lo que
precipitó el estallido de la sublevación ocho días más tarde, el 15 de mayo de 1938. Podría
afirmarse que en cierta forma el Partido Comunista Mexicano, con su oportuna denuncia
en El Machete y a través de sus mítines contribuyó decisivamente al fracaso del
movimiento nazifascista, al obligar a Cedillo a lanzarse a su aventura antes de la fecha
prevista.
90

De la revista Ken son los siguientes párrafos:

El 30 de Junio de 1937 el vapor Pánuco de la New York & Cuba Mail Streamship Co, entró
en Tampico, México, procedente de Nueva York con un cargamento destinado a la
Armería Estrada. Tan pronto como la nave atracó, el cargamento fue rápidamente
trasladado al Atchison Topeka y Sante Fe Railroad, vagón de carga No. 45169 que lo
estaba esperando. Un señor muy conocido en la estación de Tampico, Alberto M Cabezut
arregló que el vagón saliera inmediatamente para el estado de San Luis Potosí… El
cargamento consistía en una gran cantidad de rifles, pistolas y 150 cajas de parque… Al
llegar a San Luis el cargamento fue recibido por un alemán ya de edad madura, de grandes
bigotes, el barón Ernst von Merck, quien condujo el cargamento inmediatamente al
general Saturnino Cedillo, conocido defensor del fascismo. Una semana después el mismo
alemán recibió otro cargamento de “instrumentos agrícolas”, que al llegar a San Luis se
convirtieron en dinamita.

Von Merck, mano derecha de Cedillo, fue espía alemán durante la primera Guerra
Mundial. Ahora es el consejero militar de Cedillo y viaja constantemente. Hace poco (21
de diciembre de 1937) hizo un viaje en avión a Guatemala, coincidiendo el viaje con la
llegada de un barco cargado de armas procedente de Alemania… En Guatemala los barcos
nazis ni siquiera tratan de ocultar sus desembarques de armas y municiones en Puerto
Barrios, de donde son trasladados a México a través delos bosques de Chiapas y
Campeche…

El gobierno de México sabe que grandes contrabandos de armas están siendo


introducidos a través de las fronteras de Guatemala y los EU, pero es casi imposible vigilar
toda la frontera norte de Baja California hasta Brownsville… Si una guerra viniera y
encontrara a los EU al lado de las fuerzas de la democracia en contra de los poderes
fascistas y surgieran levantamientos serios en México, se requerirían varios regimientos
americanos para patrullar la frontera y numerosos barcos de guerra para vigilar los miles
de millas de costa para evitar los envíos de armamentos a las repúblicas fascistas de
América de parte de las naciones que forman el Eje Berlín-Roma-Tokio…

En México los agentes nazis trabajan directamente con los grupos fascistas mexicanos y
han emprendido la tarea de difundir propaganda antidemocrática, fomentar la
animadversión popular en contra del “coloso del norte” y desarrollar una actitud receptiva
hacia la forma totalitaria de gobierno… El principal interés de los 3 países, por el
momento, es la obtención de concesiones en México para la explotación de yacimientos
de hierro, manganeso y petróleo, y se muestran furiosos porque el socialista Lázaro
Cárdenas ha declarado en varias ocasiones que no piensa vender estas materias primas a
las potencias fascistas. Pero como Alemania, Italia y Japón necesitan de esos productos,
91

tienen interés en que el gobierno de Cárdenas sea derrocado y puesto en su lugar otro
que sea amigo del fascismo…

De allí que México esté siendo inundado con propaganda fascista radiada desde Alemania
en ondas cortas especiales y agentes secretos nazis y fascistas se reúnan subrepticiamente
con generales descontentos, mientras los espías tejen una red de agentes a través de todo
el país… Además de las radiodifusoras hay una inundación de material impreso en español
y alemán por el Fichte Bund, con oficinas en Hamburgo. Mucha de esa propaganda entra
en barcos por las costas del Pacífico, consignada a Herman Schwinn, director de las
actividades nazis en el oeste de los EU… En 1933, este Schwinn convocó a una reunión en
Mexicali, BC, a la que asistieron algunos agentes secretos alemanes y varios mexicanos,
entre ellos Nicolás Rodríguez. Allí se acordó la creación de los Camisas Doradas y de la
Unión Nacional de Veteranos de la Revolución…

En los últimos días de junio de 1935 llegó a México, procedente de Berlín, un joven que
ostentaba el cargo de ataché civil de la embajada alemana. El joven diplomático (no
contaba ni 30 años) Heinrich Northe, se instaló en un lujoso departamento de la calle
Tokio No. 64 y compró un avión para “sus viajes de recreo” por toda la República. Su
ayudante es un aventurero alemán, espía durante la primera Guerra Mundial, llamado
Hans Heinrich von Holleuffer…

Poco después de la firma del Pacto nazi-japonés, el gobierno nipón arregló con el ingenuo
gobierno mexicano, que algunos expertos pescadores japoneses llevaran a cabo
“exploraciones científicas” a lo largo de la costa del Pacífico en México, a cambio de
enseñar a los mexicanos la pesca científica. Dos japoneses fueron empleados por el
gobierno mexicano, J Yamshito y Y Matsut. Éste llegó a México en 1936 e inmediatamente
se interesó por la pesca en Acapulco, que cuenta con la mejor bahía desde el punto de
vista naval militar en toda la costa americana del Pacífico.

En febrero de 1938 decidió que era importante para los estudios sobre pesca de camarón
en la costa oeste, realizar unos trabajos de exploración en la costa norte, cerca de la
frontera americana… Poco después llegaron tres barcos japoneses, el Minowa Maru,
Minatu Maru y Saro Maru, provistos de potentes estaciones de radio y algunos
complicados instrumentos científicos. Los japoneses se entregaron con especial empeño
“a buscar camarones” en la bahía Magdalena…

El extenso y minucioso informe de la revista Ken (del que sólo se transcriben algunos
párrafos) traducido y publicado por El Machete del 7 de mayo de 1938, precipitó los
acontecimientos.
92

El 15 de mayo la legislatura de San Luis Potosí lanzó el decreto por el que se desconocían
los poderes federales, aduciendo una serie de absurdas consideraciones acerca de la
situación nacional, y culpando al presidente Cárdenas del supuesto caos que reinaba en el
país.

Decían entre otras cosas los diputados de San Luis:

Nulificada la agricultura, agotada nuestra riqueza ganadera y cerradas las pequeñas


industrias, se presentó el conflicto petrolero y sin medir las consecuencias, Lázaro
Cárdenas, engañando al pueblo de México, realizó un acto que pomposamente calificó de
patriótico para desorientar a la opinión y oportuno para explicar su bancarrota
económica, expropiando los intereses de las compañías petroleras…

El desastre se nos aproxima a pasos agigantados, es decir, la miseria, la ruina; el deshonor,


se cierne sobre México.

Protestamos en forma muy enérgica contra la labor villana y artera de Lázaro Cárdenas y
de los individuos que lo rodean y que pretenden encubrir su incapacidad para gobernar,
creyendo falsamente realizar la independencia económica del país con un decreto, que,
visto bajo el sentido práctico de la vida real, resulta un acto antieconómico, antipolítico y
antipatriótico, porque el mismo Cárdenas dice en una de sus notas diplomáticas al
gobierno norteamericano que “México hará honor a sus compromisos de ayer y de hoy”,
quedando con esto sujeto a los tratados de Bucareli y, en consecuencia, el pueblo de
México por largos años llevará sobre sus espaldas, la enorme carga de la deuda de 400
millones de dólares por concepto de la expropiación de la industria petrolera, y 80
millones más por terrenos de norteamericanos tomados para dotaciones ejidales…

Exhortamos a todos los gobiernos de los estados para que nos secunden y exijamos la
renuncia a un gobernante que sin respetar la soberanía del pueblo que lo llevó a poder,
conculca los principios consagrados por nuestras leyes y la sana ideología de nuestro
pueblo, porque desvirtuando nuestro régimen democrático federal, lo ha convertido en
centralista, constituyéndose en amo absoluto de los destinos del país…
93

Violando la soberanía del Estado el gobierno de Cárdenas ha enviado gran número de


tropas federales que se han dedicado a desarmar a las fuerzas rurales y hasta a la policía
de varios municipios… Por todas las consideraciones anteriores y otras que pueden
hacerse valer, nos hacemos eco del clamor popular para poner término a los sufrimientos
del pueblo… ante el bárbaro gobierno del grupo sectarista de Cárdenas. La XXXV
Legislatura del Estado Libre y Soberano de San Luis Potosí, decreta:

*Se desconoce el gobierno del Centro presidido por el general Lázaro Cárdenas.

*El Gobierno de San Luis se abroga la representación nacional y declara representar las
instituciones legítimas.

*El ejército que con armas en la mano defienda el presente movimiento legalista, se
denominará Ejército Constitucional de México.

*Se nombra Comandante en Jefe del Ejército Constitucional de México al general de


división Saturnino Cedillo.

*Se declara traidores a la patria a quienes no secunden este movimiento.

*Al triunfo del movimiento la Legislatura de San Luis Potosí y las demás que lo secunden,
designarán al presidente sustituto que terminará el periodo de Lázaro Cárdenas y
convocará a elecciones.

*No serán reconocidas las contribuciones que se paguen al régimen anticonstitucional de


Lázaro Cárdenas después de promulgado el presente decreto.

*Se autoriza al Comandante en Jefe del Ejército Constitucional Mexicano a disponer de los
fondos que existan en las oficinas públicas de las plazas que vayan siendo incorporadas al
movimiento legalista y para contratar empréstitos voluntarios o forzosos…

Firmaron el decreto los diputados: J Pilar García, Moisés Aguilar, Lic. Genaro Morales, el
Gobernador del Estado, Mateo Hernández Netro y el secretario general del Gobierno, Lic.
Rutilio Alamilla.

Simultáneamente con el decreto de la Legislatura de San Luis se publicó un Manifiesto a la


Nación suscrito por el Gral. Cedillo, en el que aceptó la designación hecha a su favor como
comandante en Jefe del Ejército Constitucional, y lanzó un Yo acuso a Cárdenas “porque
pretende cambiar nuestro régimen democrático, para implantar un remedo de soviet”.

Entre los peregrinos cargos que hacía Cedillo en su Yo acuso a Cárdenas, estaban los
siguientes:
94

*En las escuelas se ha sustituido el himno Nacional por la Internacional y en los salones de
clase, en lugar de los retratos de los héroes nacionales se han colocado las fotografías de
Lenin, Stalin y otros.

*Acuso a Cárdenas de antiagrarista… por estar comunizando el ejido, poniendo como


capataces a los ingenieros del Banco (de Crédito Ejidal) siendo éstos más voraces que el
antiguo latifundista.

*Acuso a Cárdenas de antiobrerista porque en forma criminal está respaldando, ayudando


y dando preferencias a la CTM, postergando a todos los obreros que no están en su
central.

*Acuso a Cárdenas de estar humillando al Ejército y relajando su disciplina, al


subaltarnarlo a los líderes sin escrúpulos como Luis I Rodríguez y Lombardo Toledano.

*Acuso a Cárdenas de traidor a la patria porque sabiendo que somos un país débil y
empobrecido está provocando a países fuertes y a la postre México sufrirá humillaciones y
afrentas porque siempre el fuerte es el que impone condiciones humillantes al débil.

*Declaro solemnemente que me pongo al frente de este movimiento para establecer en


México un régimen verdaderamente democrático. Rechazo el cargo de fascista que me
lanzan los políticos perversos que rodean a Cárdenas. El pueblo odia las dictaduras y está
contra el comunismo que Cárdenas pretende imponer a toda costa.

Espero la cooperación sincera y franca de los precursores de la revolución y de los


generales, jefes y oficiales del glorioso Ejército Nacional a quienes el deber llama para que
pongan sus espadas al servicio de la nación… No manchéis nuestra espada haciéndola
cómplice de la traición a la revolución y a nuestras instituciones respaldando a un
individuo como Cárdenas que no representa las instituciones…

Pueblo de México: el deber te llama a estar con el gobierno de San Luis Potosí que tan
virilmente le arrojó el guante al tirano que ha convertido al país en un feudo para él, su
familia y su camarilla.

El Comandante en Jefe del Ejército Constitucionalista Mexicano:


Gral. De División Saturnino Cedillo.

Dos días después de iniciada la sublevación el general Cárdenas se presentó en la ciudad


de San Luis Potosí acompañado de un pequeño grupo de diputados, funcionarios del
gobierno y amigos. El pueblo de San Luis lo recibió con grandes aclamaciones de
solidaridad. A pie, seguido de una multitud, recorrió algunas calles hasta el palacio de
gobierno. Desde el balcón se dirigió al pueblo allí congregado y pronunció un discurso
95

sereno, notablemente ponderado, que contrastaba con el clima de inquietud y la agitación


que había creado la actitud de los cedillistas.

“Hay quienes quisieran que el Poder Público se desatendiera de la organización de las


clases trabajadoras –expresó entre otros conceptos, el presidente– abandonándolas al
capricho y al criterio de los poseedores de la cultura y de la riqueza. La Revolución no
sigue ese criterio. La Revolución planea y organiza para un mejor bienestar del pueblo.

“Cuando de todo el territorio nacional concurre el pueblo a defender los intereses de la


patria, amenazados por el orgullo de las empresas petroleras, penoso es confesar que en
San Luis Potosí se habla de levantamientos, se alarma a los pueblos y se mantiene en
constante inquietud a las familias, señalándose como causante de todo esto al general
Saturnino Cedillo… El gobierno tenía conocimiento de la labor subversiva que venía
desarrollando tanto en esta entidad como en otros lugares de la República, por medio de
conocidos agentes que han venido recorriendo el país y el extranjero…

“En estas condiciones he venido a expresar al pueblo potosino que se ha colocado siempre
en primera fila de los movimientos reivindicadores del país, como lo está también en esta
hora en que intereses extranjeros han querido vulnerar el decoro de la nación, que debe
tener absoluta confianza en que los elementos del ejército que han sido destacados en
diferentes lugares de esta entidad, vienen a convivir como hermanos y darles seguridad en
sus actividades de trabajo…

“Y en cuanto al general Cedillo, las autoridades le impartirán las garantías a que tiene
derecho, pero deberá abstenerse de seguir formando grupos armados y poner a
disposición de la Jefatura de la Zona Militar las armas y municiones que tiene en su
poder…”

Ese mismo día los aviones de Cedillo bombardearon la ciudad de San Luis. Las bombas
cayeron cerca del lugar en que se hallaba alojado el presidente Cárdenas. Cedillo huyó de
Palomas, que había sido convertido en cuartel general de la asonada, y se remontó a la
sierra, seguido de unos cuantos amigos. Hubo ligeros encuentros con los grupos que
secundaron el alzamiento y algunos intentos de cortar las comunicaciones ferroviarias.
Fue designado gobernador provisional el Lic. Miguel Álvarez Acosta, presidente del
Supremo Tribunal de Justicia del Estado y la paz reinó de nuevo en San Luis. No llegó a
media docena el número de víctimas de esa rebelión efímera tan largamente preparada.
El presidente Cárdenas había ordenado respetar la vida del general Cedillo, pero éste
murió unas semanas más tarde en un encuentro con las tropas federales.

De todas partes del país se recibieron partes de sin novedad. La rebelión había sido
aplastada en unos cuantos días bajo la fuerza moral del gobierno de Cárdenas y el apoyo
96

de los doce obreros y campesinos organizados. En un solo día Cárdenas hizo naufragar
cinco años de actividad conspirativa de los agentes nazifascistas criollos y extranjeros.
Muchos millones se gastaron en los preparativos de la rebelión, en propaganda, en armas,
acondicionamiento de campos de aterrizaje, aviones, fabricación de bombas, viajes,
sostenimiento de las mil y una organizaciones “nacionalistas” y del ejército de
conspiradores que habían encontrado un modus vivendi en el deporte de la conjura
sediciosa estimulados por la indiferencia con que el gobierno de Cárdenas contemplaba
sus actividades. Todos los que hacían viajes a Palomas a disfrutar de la hospitalidad y de
las francachelas de Cedillo y lo empujaban a la lucha contra Cárdenas, en el momento de
la verdad desaparecieron, se ocultaron por algún tiempo. La rebelión cedillista fue el parto
de los montes.

¿Cuál fue la causa del fracaso?

Muy cómodo resultaba culpar al general Cedillo. Ciertamente el antiguo tallador de ixtle
no tenía la estatura de un caudillo nacional. Cedillo nunca tuvo ideas políticas. Jamás
entendió el sentido histórico de la revolución mexicana, menos aún podía haber llegado a
comprender el fenómeno del nazifascismo, lo que representaba Hitler para el mundo y
para México. No estudiaba, ni escuchaba, ni entendía nada; carecía absolutamente de
imaginación. Su consejero político, el nazi Federico Wollemberg, se quejaba de que Cedillo
no oía consejos de nadie; era terco y obcecado hasta la desesperación. Cuando
Wollemberg declaró ante el ministerio público, explicó así la situación: “Falto de
patriotismo y de táctica militar, así como de visión política, Cedillo optó por ‘irse al
monte’”.

No tenía efectivamente Cedillo las cualidades de un caudillo; el error de sus consejeros


políticos, nacionales y extranjeros fue creer que podían hacer de ese hombre telúrico,
cuya formación política no rebasaba el nivel de un cacique de pueblo, un Quisling o un
Franco mexicano.

El 1ro de febrero de 1938, casi en vísperas de la iniciación del movimiento subversivo, La


Prensa de San Antonio, Tex, USA, publicó una nota procedente de Nueva York en la que se
comentaba el discurso pronunciado en esos días en Los Ángeles, Cal, por el diputado
O’Conell, quien hizo la denuncia públicamente de que el Tercer Reich estaba armando
secretamente a los partidarios del general Cedillo para fomentar una revolución contra el
gobierno de México. O’Conell había dicho en su discurso que desde hacía más de un año
había denunciado ante el Departamento de Estado americano, las actividades de los
agentes del Reich al sur de la frontera. “En México, había afirmado, se repite el caso de
España antes de 1936.
97

“Algunos oficiales militares en Governors Island –continuaba la nota de La Prensa– dicen


tener conocimiento de más tentativas en el sentido denunciado por O’Conell y que el
Departamento de Guerra conoce la propaganda y actividades secretas de los nazis en
México. Creen que se trata de fomentar la discordia en ese país que pudiera servir para el
establecimiento de un régimen totalitario donde los japoneses pudieran encontrar medios
de desarrollar sus planes militares contra los Estados Unidos.” (Subrayado del autor.)

Ese era el papel que le había reservado von Faupel a Cedillo: un Franco mexicano en la
frontera de los EU. Pero evidentemente había sobreestimado la personalidad del
campesino de Palomas. Consideró tal vez que por su condición de inferioridad mental
podría ser fácilmente manejado por un buen consejero político. Pero Cedillo no alcanzaba
siquiera el nivel político de los sumisos gorilas sudamericanos.

No fue en realidad Cedillo el culpable del fracaso. El resultado hubiera sido el mismo si los
nazis hubieran escogido, por ejemplo, al Lic. Rodulfo Brito Foucher, un hombre dinámico,
enérgico, cultivado, audaz, ambicioso, con una formación política 100% nazi. Fue
probablemente Brito Foucher la eminencia gris de la rebelión cedillista, según se
desprende del libro de Boyoli y Marrón donde (p 216) se afirma:

No puede pasar desapercibido que finiquitada la rebelión cedillista, han proseguido en sus
trabajos sediciosos los grupos y personas que colaboraron con Cedillo anteriormente y
que mañana buscarán otro hombre hasta encontrarlo, con el fin de asaltar el poder. Estas
nuevas formas de trabajos sediciosos revisten diferentes aspectos. El señor Ernst von
Merck, alemán, que fue una especie de consejero militar de Cedillo, continúa trabajando
en favor de un movimiento contra el gobierno mexicano y se tienen noticias de que va a
embarcar rumbo a Alemania… Asimismo el Lic. Rodulfo Brito Foucher, cuyas actividades en
el extranjero han sido señaladas en el presente libro, continúa realizando una labor
adversa al gobierno mexicano… y ha estado en contacto con el señor von Merck que se
hace llamar brigadier, y al cual se sabe que ha estado dando toda clase de orientaciones
para los fines comunes que ellos y otras personas persiguen en contra de la situación
actual de México. Las simpatías y preferencias del señor Brito Foucher por la doctrina nazi
son bien notorias…” (Subrayado del autor.)

Brito Foucher, que en el libro de Boyoli-Marrón aparece como consejero de los consejeros
de Cedillo, como un supernazi que orientaba a los nazis, sí tenía madera de führer criollo y
no es aventurado imaginar la existencia de un plan ultrasecreto de los consejeros
alemanes sugerido por el propio von Faupel, para lanzar a Cedillo a la lucha armada por la
toma del poder y una vez logrado esto sustituirlo por los procedimientos típicamente nazis
(remember Sanjurjo) por el Lic. Brito Foucher.
98

No fue el error en la elección del hombre la causa del fracaso. Las fallas del movimiento
nazi-cedillista tuvieron raíces más profundas, raíces históricas. El movimiento de Cedillo
negaba toda una tradición histórica de luchas libertarias contra España, contra los Estados
Unidos, contra Francia. Cegado por su ambición e incapaz de comprender los ocultos
designios de sus consejeros nazis, Cedillo cayó en la trampa pero no así el pueblo
mexicano que se negó a secundarlo.

Además de sus conexiones claras y desembozadas con el nazi-fascismo y las compañías


petroleras imperialistas, el movimiento de Cedillo se producía en los momentos en que la
autoridad y el prestigio del presidente Cárdenas alcanzaba su mayor fuerza moral, debido
a la reciente expropiación de las empresas petroleras el 18 de marzo de 1938. Nunca
antes en la historia del país se había logrado la unidad patriótica de la nación como en ese
momento. Ir entonces contra Cárdenas era ir contra México. Pero Cedillo vivía fuera de la
99

realidad, enajenado por sus vicios, sus orgías neronianas en Palomas, su ciego apetito de
poder como resultado de su oscuro complejo de inferioridad.

La conjura imperialista-nazi-fascista-cedillista se inició con la organización en 1934 de los


Camisas Doradas. Desde su posición como secretario de Agricultura en el gabinete del
general Cárdenas, Cedillo empezó a preparar el terreno para su posible postulación como
candidato a la presidencia, estimulado por los sectores reaccionarios afectados por el
cardenismo.

Cárdenas había sido postulado en la convención nacional del Partido Nacional


Revolucionario (PNR) celebrada en Querétaro en 1933. El grupo callista, la fuerza
hegemónica en el país, se orientaba hacia la designación como candidato, de un hijo del
Jefe Máximo de la Revolución, Rodolfo Elías Calles. Los generales que no estaban dentro
del clan callista se oponían a esa candidatura que era una especie de institucionalización
de la dinastía Calles en el poder, una burda prolongación del maximato.

Entre esos militares disidentes del callismo estaba Saturnino Cedillo. La noche que
precedió al día en que debía hacerse la designación del candidato del PNR a la presidencia
de la república, en Querétaro circularon extraños rumores y hubo prolongados
conciliábulos de los grupos políticos. Se insistía en que el general Cedillo había hecho
saber a la Convención que de no ser postulado el general Cárdenas marcharía sobre la
ciudad con los 10,000 hombres a su mando.

¿Explica eso la presencia de Cedillo, un hombre primitivo, semianalfabeta, cuya ignorancia


enciclopédica era notoria, en el gabinete del presidente Cárdenas? ¿Cobraba Cedillo el
servicio prestado en 1933? ¿Fue esa la razón de la extraña y peligrosa tolerancia que se
tuvo con él mientras preparaba su movimiento armado? ¿Hubo acaso un entendimiento
secreto entre los dos generales acerca de la sucesión presidencial? ¿Aclara esa hipótesis el
profundo rencor que se advierte contra el general Cárdenas en el último manifiesto de
Cedillo?

Durante cinco años Saturnino se preparó, se dejó cortejar; se abrieron campos de


aterrizaje en distintos lugares de San Luis Potosí; se compraron aviones en los Estados
Unidos a la Howard Air Craft Co, de Chicago, aviones que se pusieron en manos de los
aviadores Clevenger y Fritz Bieler; se contrató a un técnico austriaco para que fabricara
bombas; se importaron tanques de guerra que llegaron disimulados como maquinaria
agrícola; se hicieron gestiones para contratar dos empréstitos, uno por $2 millones en
nombre del gobierno del estado de San Luis Potosí y otro por $1.5 millones de carácter
personal para los gastos del movimiento; se llegó, inclusive, al extremo de tomar del salón
100

de cabildos de la ciudad de San Luis Potosí algunos cuadros valiosos para venderlos y
obtener fondos para la lucha armada.

Nicolás Rodríguez desde el Paso, Tex, trabajaba activamente en contacto con el agente
alemán Herman Schwinn, y con el general Calles que vivía desterrado en San Diego, Cal,
calculando con escepticismo las posibilidades de un desquite a través del movimiento
nazi-cedillista. El 31 de enero de 1938, Nicolás Rodríguez hizo un intento de apoderarse de
la plaza de Matamoros, Tamps. Fue rechazado vergonzosamente por las fuerzas policiacas
de la ciudad. Pocos días más tarde hizo el mismo intento en la plaza de Reynosa, pero esta
vez fueron los campesinos ejidatarios cardenistas los que, armados con viejas escopetas y
machetes, desbarataron la columna cedillista.

Esas dos derrotas acabaron con la moral de Nicolás Rodríguez que había quedado
bastante quebrantada desde que los comunistas lo pusieron en ridículo aquel 20 de
noviembre de 1935 en el Zócalo de la Ciudad de México. Después de la derrota del
cedillismo se eclipsó, definitivamente. Su accidentada carrera política había concluido para
siempre. Murió en el destierro, pobre y olvidado, el 11 de agosto de 1940.

Los diversos grupos que habían secundado el movimiento se fueron rindiendo sin
combatir. A muchos de ellos el gobierno les canjeó las armas por implementos agrícolas.
Gabino Vizcarra, Honorato Carrasco y Gustavo Sáenz de Sicilia, que tuvieron tan destacada
participación en la conjura, ni siquiera fueron detenidos. Se les citó para que rindieran
declaración en la Procuraduría y quedaron en libertad absoluta. El gobierno de Cárdenas
podía permitirse el lujo de despreciar a sus enemigos, pero olvidaba el presidente que
detrás de esos aprendices de conspiradores estaban los agentes del Tercer Reich que
sabrían aprovechar muy bien esos gestos humanitarios para continuar, impunemente, en
su empeño de subvertir el orden en México. De eso habrían de tenerse, muy pronto,
peligrosas experiencias.
101

El Nuevo Orden Cristiano


Hace algunos años una revista norteamericana realizó una de esas encuestas a que son
tan afectos en los Estados Unidos para pulsar la opinión pública. Se tomaron dos o tres
párrafos de la Declaración de Independencia redactada por Tomás Jefferson en 1776 y se
preguntó a un centenar de ciudadanos si estarían dispuestos a suscribirlos. La mayoría se
negó a hacerlo, argumentando que aquello “era comunismo”.

Algo parecido ocurrió en México durante el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas. Como
la Constitución de 1917 había permanecido hasta entonces virtualmente inédita, cuando
el gobernante se decidió a ponerla en vigor se levantó una ola de escándalo: si los
obreros, apoyándose en el artículo 123 hacían huelga para reclamar sus derechos, eran
comunistas, si los niños en las escuelas cantaban La Marsellesa, eran comunistas y si
cantaban La Internacional con toda seguridad recibían “el oro de Moscú”. Si el presidente
Cárdenas aplicaba el artículo 27 de la Constitución y se permitía la audacia de imponer a la
propiedad privada las modalidades que indicara el interés público, no sólo era comunista,
sino anarquista y quizá, para algunos hasta terrorista.

Ninguno de los actos del gobierno de Cárdenas desbordó los marcos de la Constitución;
fue simplemente lo que el presidente López Mateos soñó que fuera el suyo: “un gobierno
de extrema izquierda dentro de la Constitución”. Fue el único gobierno de ese tipo que
hubo en México desde el triunfo de la revolución. Pero las fuerzas reaccionarias,
aprovechándose de la ignorancia del pueblo y su desconocimiento de la Carta Magna,
atribuyeron a Cárdenas una tendencia comunista para justificar la subversión que
organizaban contra su gobierno.

La campaña hitleriana anticomunista desarrollada en todo el mundo a través de los


órganos del NSDAP, encontró en México el campo más propicio. El sexenio cardenista –
1934, 40– coincidió precisamente con el periodo del fortalecimiento del Tercer Reich y
con los grandes triunfos militares y políticos del führer. No fue difícil para los agentes nazis
destacados sobre México convencer a ciertos sectores de que el comunismo era una
siniestra maniobra de la judería internacional para dominar al mundo, y que el führer
Hitler como abanderado de la lucha contra los judíos y el comunismo, era el salvador del
mundo.

La campaña reaccionaria contra el cardenismo, identificándolo con el comunismo, facilitó


extraordinariamente la tarea de los agentes nazis. Mientras un grupo de ellos –von Merck,
Wollemberg, Northe, Schwinng y otros muchos– trabajaban activamente en el frente
militar y político, organizando la sublevación de Cedillo, otro agente nazi, miembro del
NSDAP, incrustado como profesor de idiomas en el Colegio del Estado en la ciudad de
102

Guanajuato, había logrado interesar a un grupo de sus discípulos en la creación de una


organización que luchara contra el comunismo, es decir, contra el cardenismo.

El Ing. Hellmuth Oskar Schreiter, políglota, lingüista, experto en otras “disciplinas”,


maestro de varias generaciones, había llegado a Guanajuato algunos años después de
terminada la primera guerra mundial en la que había participado. Con un grupo de sus
discípulos sobre los que había llegado a ejercer mayor influencia, constituyó el Centro
Anti-Comunista cuya acta constitutiva, suscrita, inclusive, por el secretario general del
Gobierno, Lic. Adolfo Maldonado, fue registrada en la Notaría del Lic. Manuel Villaseñor el
día 13 de junio de 1936.

La vida del Centro Anti-Comunista fue muy precaria. Los jóvenes estudiantes que
constituían su núcleo fundador se dedicaban a hacer propaganda en los medios
universitarios con muy escasa fortuna. La juventud estudiantil en su inmensa mayoría era
cardenista, y los cinco puntos del programa del Centro estaban casi exclusivamente
orientados contra el gobierno de Cárdenas. Schreiter consideró que era necesario
rectificar. Cambiar nombre, planes y programa; darle una estructura distinta, salir de la
Universidad e ir al campo, al encuentro de las masas. De las pláticas de Schreiter con sus
discípulos de confianza, los hermanos José y Alfonso Trueba Olivares, Manuel Zermeño
Pérez, Manuel Torres Bueno, y otros y después de haber tenido conferencias secretas con
algunos ricos hacendados de la región para buscar apoyo económico, se llegó al acuerdo
de constituir una nueva organización.

El 28 de mayo de 1937 quedaba registrada notarialmente en la ciudad de León, Gto. La


Unión Nacional Sinarquista. A la asamblea constitutiva, celebrada en un domicilio
particular, asistieron 137 personas. El pie veterano de la organización quedó integrado por
15 personas que forman el cuadro de honor de la UNS: Lic. Manuel Zermeño Pérez,
Herculano Hernández Delgado, Lic. Isaac Germán Valdivia, Manuel Torres Bueno,
Hellmuth Oskar Schreiter, Federico Heim, Juvencio Carmona, Luis Reyes, Luis Belmont,
Feliciano Manrique, José Trueba Olivares, Alfonso Trueba Olivares, Javier Aguilera
Bourroux, Rodrigo Moreno Zermeño y Antonio Martínez Aguayo.

La palabra sinarquismo aparecía por primera vez en la terminología política de México.


Nadie sabía qué significaba. Los campesinos del Bajío, analfabetas en su mayoría, ni
siquiera intentaron desentrañar el misterio de la palabra. ¿Qué era el sinarquismo? ¿Qué
pretendía? ¿Qué significaba realmente esa palabra? Los abogados miembros de la UNS
que habían estudiado raíces griegas y latinas a su paso por la Preparatoria, explicaron: la
palabra se compone de las raíces griegas Sin que significa “con” y Archis, “gobierno”.
103

Sinarquía era el término antitético de anarquía, y, como para los fundadores de la UNS la
característica del momento que vivía el país en 1937 era la “anarquía” del gobierno
cardenista, lógico era que la organización creada para combatir a ese gobierno llevara el
nombre que reivindicara el orden, el gobierno. Surgieron también algunas complicadas
teorías de quienes se presentaban como enterados exégetas del sinarquismo: se pensó en
la denominación de Unión Nacional Sinarquista para la nueva organización, decían,
porque su sigla UNS coincide con la palabra alemana que significa nosotros, divisa política
especial de un grupo de choque nazi. Esa misma palabra alemana, acompañada de otras
dos, figuraba también en la divisa militar del partido del Kaiser Gillermo II durante la
primera guerra mundial. La divisa era Got Mitt Uns, o sea: “Dios está con nosotros”. La
frase la llevaban los soldados alemanes en sus cinturones durante la primera Guerra
Mundial y la usaron asimismo los espías en aquella ocasión.

Esta teoría se apoyaba en el hecho de que las primeras proclamas sinarquistas terminaban
con la frase “Dios está con nosotros”. La circunstancia de que el promotor de la UNS había
sido soldado o espía alemán daba verosimilitud a la teoría. Lo que sí resultaba evidente,
era que la extraña palabra, ajena por completo al léxico político mexicano, sólo podía
haber sido sugerida por una persona cultivada, un lingüista, un profesor de idiomas,
experto en raíces griegas y latinas: Hellmuth Oskar Schreiter.

El sinarquismo presentó como plataforma una declaración de 16 puntos anodinos, simples


generalidades en las que se advertía el esfuerzo para no expresar lo que se quería
expresar. Se decía, por ejemplo, en el punto 2): “Tenemos fe en el destino de México y
nuestro esfuerzo se encaminará a unir a la patria, robustecerla y dignificarla” y en el punto
13): “Para que México pueda imponer su libertad a las demás naciones precisa la acción
104

conjunta, valiente, constante y generosa de todos sus hijos dispuestos a merecer y


reclamar para su patria honor y respeto”, o el 16): “Queremos que México tenga un
gobierno justo, fuerte y respetable que, consciente de que el servicio del pueblo es la
única razón de su poder, encuadre su acción dentro de los límites que fija el bien común
del pueblo mexicano.”

En el punto 4 se definía con más precisión la tendencia política de la UNS: “Condenamos la


tendencia comunista que pretende fundir todas las patrias en una sola república universal.
Sostenemos nuestra invariable posición nacionalista y defenderemos la independencia de
México.” Esa declaración de principios para el consumo exterior estaba muy lejos de
expresar los propósitos y el verdadero carácter de la organización. La tendencia de la UNS
empezó a definirse cuando se conocieron las 10 normas de vida para los sinarquistas. Se
establecía en ellas, entre otras cosas:

*Odia la vida fácil y cómoda. No tenemos derecho a ella mientras México sea desgraciado.
Ama las incomodidades, el peligro y la muerte.

*No esperes que nuestra vida sea blanda y tranquila. Ve la persecución y el crimen como
cosas naturales de nuestra guerra. No pierdas la serenidad ni la alegría a la hora de las
tempestades. Tampoco esperes recompensa o premio para ti. Los sinarquistas trabajamos
para Dios y para México.

*Jamás murmures de tus jefes. A tus compañeros trátalos como hermanos. No busques
pendencia con el enemigo: tu deber es atraerlo a nuestras filas.

*Debes tener fe profunda en el triunfo. Comprende que esta lucha no puede fracasar y
que la sangre y el sufrimiento nos darán la victoria. Si no crees que el sinarquismo es un
movimiento predestinado a salvar a México, no puedes ser sinarquista.

*Si te sientes débil, recobra tu fortaleza pensando en que Dios está contigo y que nunca te
abandonaré si sabes esperar todo de él.

Había ya en este lenguaje un trasunto de la fraseología fascista; la exaltación del peligro,


de la sangre, de la muerte; la renunciación y el sacrificio, y se apuntaba ya el carácter
mesiánico que se le quiso imprimir desde un principio con fines obvios: atraer a esa masa
desvalida que vive de milagro esperando el milagro de su redención. Se advertía ya que la
Iglesia había metido su cuchara en la preparación del extraño guiso que fue la UNS.

Poco después se confeccionó lo que los sinarquistas llamaron su Pentálogo, o sea una
declaración de cinco puntos como doctrina filosófica, en los que se hablaba de justicia
social, apoyo a la propiedad privada, del bien común, de la defensa de la libertad y la
justicia. Pero en el último punto del pentálogo se decía: “La UNS no tiene un programa
105

que dé solución en el papel a los problemas de México; el sinarquismo es acción y espíritu.


La nuestra es una posición nueva frente a México.”

Esto último fue lo que caracterizó mejor a la UNS: nunca tuvo un programa definido, por la
sencilla razón de que ese programa era inconfesable en el fondo y fluido en la forma.
Inicialmente se presentó como una fuerza al servicio de los terratenientes parta combatir
la reforma agraria en el Bajío. La mano de los latifundistas era visible en volantes como
este que se distribuyó en el Bajío: “Campesino: No te dejes sorprender con halagos y
falsas promesas que te hagan los agraristas ofreciéndote tierras que les dotó su gobierno
de bandidos… No tomes esas tierras porque no te las dan sus verdaderos dueños…
Prefiere no sembrar para este año, al fin las cosas cambian. Nuestro futuro presidente
sabrá hacer justicia, por ello te exhortamos a que nos ayudes a boicotear a los
agraristas…”

Pero aquello era demasiado burdo y los campesinos no son idiotas. Decirle a quien vive de
la tierra que deje de sembrar un año es pedirle que se suicide. Los líderes sinarquistas
rectificaron. Había que luchar contra el ejido porque no daba al campesino la tierra en
propiedad. Los sinarquistas no querían tierra “prestada”. Pedirle al campesino que ha
soñado toda su vida con un pedazo de tierra que no acepte la que le ofrecen, porque es
“tierra robada”, era pedir demasiado. Se hizo entonces una pequeña conversión: se
lucharía contra el ejido, exigiendo la propiedad absoluta de la tierra; en esa forma, algún
día podía volver a manos del terrateniente. En El Sinarquista, órgano de la UNS, se
publicaban proclamas como ésta (oct/26/39):

“Tú quieres que la tierra sea tuya, tuya nomás, como una hembra de la que estás
enamorado, como una mujer que se te ha metido en el corazón. Y la tierra tiene que ser
tuya, nomás tuya, nomás tuya como la mujer. Tuya, nomás. Para eso has peleado. Para
eso luchas… Ven a nosotros, a luchar por la propiedad de la tierra. La tierra ha de ser tuya,
campesino. Para eso hemos formado la Unión Nacional Sinarquista: para defender a todos
los hombres que trabajan la tierra y quieren poseerla. Poseerla. Bella palabra: quiere decir
ser dueño, amo, señor, hombre libre. Campesino de México: venid al sinarquismo…”

Este tipo de proclamas impresionaban a los campesinos del Bajío, los más atrasados de
toda la República. En 1937, cuando surgió la UNS, la reforma agraria atravesaba un
periodo crítico a causa de las deficiencias en su aplicación y de las inmoralidades de
algunos de los funcionarios del Banco de Crédito Ejidal. Muchos latifundios permanecían
intactos y, por otra parte, la influencia del clero en las masas campesinas seguía siendo
incontrastable. El clero se convirtió en el primer propagandista de la UNS. Del
confesionario y del púlpito salían las consignas: ¡Únete al sinarquismo! ¡Únete al
sinarquismo!
106

Pasaron algunos meses antes de que la organización mostrara su cara al público. Se le


conocía sólo por sus proclamas, por sus declaraciones en los periódicos, pero en realidad
nadie le concedía ninguna importancia. No fue sino hasta que hicieron sus primeras
movilizaciones y concentraciones (como llamaban con lenguaje militar a sus desfiles) que
se pudo apreciar el contenido y la intención verdadera del sinarquismo.

Tal como lo habían hecho en Sudamérica, los agentes nazis sembraron el Bajío de campos
cinegéticos en donde se dio instrucción militar a los sinarquistas. Los hacendados no
tuvieron inconveniente en prestar los terrenos adecuados para el entrenamiento y las
prácticas de tiro. La estructura paramilitar de la organización exigía la formación de
cuadros, una oficialidad preparada técnicamente, con nociones de estado mayor. Se
procuró que esos cuadros fueran de preferencia los hijos de los latifundistas. De esos
campos cinegéticos salieron los organizadores de las paradas militares de Morelia y
Guadalajara, que sorprendieron por su perfecta organización.

Era un espectáculo impresionante el de aquella masa oscura de campesinos morenos del


color de la tierra, marchando como robots, serios y tensos, con la visible preocupación de
no perder el alineamiento, de no perder el paso. Hombres acostumbrados a los espacios, a
moverse solos en las llanuras, encontraban difícil caminar en filas por las estrechas calles
de los pueblos, uno al lado del otro, de cinco en fondo. Se advertía a simple vista el
esfuerzo que hacían para mantener la formación; para no salirse de las filas buscaban con
el hombro el de su compañero, dando una sensación rara de unidad. Aquellas filas de
cinco hombres pegados por los hombros, hablaban de un nuevo concepto de la disciplina
militar, ciega, colectiva, inconsciente, primitiva; parecía como si estuvieran bajo una
influencia hipnótica aquellos extraños soldados de huarache y sombrero de palma.

Espectáculo triste e inquietante a la vez aquel desfile de sinarquistas golpeando con fuerza
el asfalto de las calles con sus huaraches de llanta vieja. Acostumbrados a caminar por los
107

zurcos y por terrenos irregulares, levantaban por hábito exageradamente los pies, como si
temieran tropezar. Después de haber pasado su vida doblados sobre el suelo,
encontraban difícil adoptar la actitud erguida, con el pecho saliente; sus esfuerzos por
lograr la marcialidad resultaban grotescos o cómicos.

En sus primeras “concentraciones” dieron a conocer su preparación paramilitar copiada


de la Falange; el cuadro, con un jefe, un subjefe y treinta soldados en seis filas de cinco
hombres. La centuria, compuesta de tres cuadros y la compañía, formada de tres
centurias. La organización paramilitar de los sinarquistas fue objeto de preocupación.
Nunca aparecían en público sino en esa forma, lo que resultaba novedoso tratándose de
un supuesto partido político.

Pero esa preparación militar no era solamente para los desfiles. Era también para el
combate. No había transcurrido un año cuando la UNS tuvo su bautizo de sangre. Fue el
11 de abril de 1938 en el pueblo de Apaseo, Gto. Por extraña coincidencia se reproducía
en México el nacimiento de la Falange Española. El joven José Antonio Urquiza Jr., hijo de
uno de los grandes terratenientes de Querétaro que financiaba el movimiento, murió en
un encuentro entre sinarquistas y ejidatarios. El joven Urquiza estaba recién llegado de
España donde conoció la organización de Falange y había transmitido esos conocimientos
a los dirigentes de la UNS. Los sinarquistas consideran a José Antonio Urquiza Jr. como el
verdadero creador de la estructura del sinarquismo. Su muerte era algo “providencial”; la
UNS tenía ya un mártir de la causa y nada menos que su organizador que, además, llevaba
el mismo nombre que el jefe de la Falange Española: José Antonio.

¡Qué suerte para la UNS! Antes de un año de vida contaba ya con un mártir caído en plena
lucha, un mártir de primera categoría.

La UNS, lo mismo que Falange Española, tenía ya su Ausente, el mito al que se rendía un
culto casi religioso. El retrato del joven Ausente de 22 años apareció en todos los locales
sinarquistas con sus veladoras, al lado de la imagen de los santos patrones de los pueblos.
108

Cada año, el 11 de abril, se rendía un gran homenaje a su memoria: “¿Dónde estás, José
Antonio? –decía El Sinarquista– ¿Por qué no te encontramos cerca de nosotros en estas
horas amargas y hermosas en que el sinarquismo que tú concebiste es ya la bandera más
alta que ondea bajo el cielo de México?... Es tu sangre la que da aliento a nuestra fe y
arma nuestra voluntad…”

Se inició entonces una absurda guerra entre sinarquistas y las reservas rurales integradas
por agraristas. La sangre corría generosamente. Con orgullo publicaron los sinarquistas la
lista de sus 57 mártires, sólo en 1939. Fue una tempestad de sangre la que azotó los
campos del Bajío. De ello sacaban partido los que dirigían el movimiento cómodamente,
desde sus escritorios, donde redactaban sus proclamas histéricas. “El sinarquismo,
-decían– despertará a México con un grito de sangre.” Había surgido una especie de lírica
de la muerte, una literatura morbosa y mística a la vez. La sangre se había convertido en
una obsesión y en un recurso político; resurgía el culto adormecido a Huichilobos, un culto
atávico, latente en el último rincón de la conciencia indígena. Los líderes nazinarquistas
supieron despertarlo y capitalizarlo, para crear esa mística de la sangre que fue el secreto
de su fortaleza en los primeros años. En el sinarquismo, decían los jefes, se habla, se
discute, pero sobre todo, ¡se muere!

Jamás partido político alguno en México había llegado al extremo de hacer de la sangre
una bandera política. Los sinarquistas la hicieron. Empaparon sus banderas en la sangre de
sus mártires y luego organizaron una gira espectacular por toda la república, llevando esa
sangre como el más patético slogan de propaganda. En su periódico, El Sinarquista (julio
11 de 1940) describían la visita de las banderas a la ciudad de Aguascalientes:

“Las banderas ensangrentadas de Santa Cruz de Galeana, Gto, han sido paseadas
triunfalmente por el norte del país y el sur de los Estados Unidos. Como el más hermoso y
elevado símbolo de la lucha sinarquista, han consolidado todos los centros establecidos en
esta región… Era un domingo claro, bajo un limpísimo cielo azul. Cien emblemas
nacionales, ondeando victoriosamente, hicieron escolta de honor a los pabellones de
Santa Cruz de Galeana. Rancheros bizarros acudieron desde el bajío zacatecano para dar
testimonio de su fe sinarquista. Cinco mil hombres perfectamente disciplinados
abarrotaron la amplia y tradicional plaza de gallos de San Marcos.

“Cuando las banderas penetraron en el recinto, todo el mundo de pie y en correcta


posición sinarquista entonó el himno nacional, guardó un minuto de profundo silencio en
memoria de los caídos e inmediatamente después hizo estallar una formidable y cerrada
ovación, en tanto las mujeres desgranaban una copiosa lluvia de flores y confeti sobre los
lienzos benditos que llevan el testimonio de sangre de nuestros hermanos.
109

“Después de que cinco oradores hubieron desfilado por la tribuna, los cinco mil
sinarquistas allí presentes volvieron a entonar el himno nacional con lágrimas en los ojos…
Todos los presentes desfilaron ante las banderas y, rodilla en tierra, besaron
trémulamente sus pliegues. Los caídos han obrado otro milagro sinarquista en
Aguascalientes. Nada como la sangre para afirmar la fe y consolidar su causa.”

Y toda esa demagogia de la sangre y de la muerte a través de largos años de terror y de


odio entre mexicanos, fue el producto de una decisión fríamente pensada, programada y
realizada, para vitalizar un partido político. Uno de los cerebros de la UNS, el Lic. Alfonso
Trueba Olivares, comentaba a propósito de una de las jornadas sangrientas:

“Antes del 11 de julio (fecha en que fue asesinado José Antonio Urquiza) el movimiento
sinarquista era, a los ojos de muchos, uno de tantos partidos. Las palabras eran ineficaces
para conmover el espíritu de los mexicanos. En Juan Martín y Celaya catorce patriotas
lanzaron un fuerte, desgarrador, patético grito de sangre. Ese grito de sangre sacudió a la
patria. Hizo de la Unión Nacional Sinarquista el movimiento salvador de México… “

El sinarquismo era una planta exótica; tenía que ser regada con sangre mexicana para que
fructificara. Los teóricos del movimiento sabían muy bien que para hacer entrar la
doctrina a los corazones mexicanos, nada mejor que crear unos cuantos mártires, santos y
santas de la causa; pretendían reproducir en el sinarquismo los primeros pasos del
cristianismo en Roma: las persecuciones, el circo, el martirio voluntario. La política de la
sangre fue sólo una etapa en el proceso de estructuración de la UNS, el proceso de
mexicanización del partido por medio de la transfusión de sangre mexicana al campo de la
doctrina exótica, importada, Made in Germany.

Oskar Hellmuth Schreiter, su creador, bajo la inspiración indudable del jefe del Instituto
Iberoamericano, Wilhelm von Faupel, no podía menos que imprimir al movimiento el
mismo carácter truculento del que en esos momentos se desarrollaba en Alemania bajo el
nombre de Nuevo Orden. Considerando la mentalidad medieval de sus jóvenes discípulos
surgidos de los seminarios católicos, que sirvieron de instrumento para organizar la UNS, y
el fanatismo religioso de las masas campesinas que presionadas por los curas ingresaron a
la organización, se postuló la teoría del Nuevo Orden Cristiano que, posteriormente, fue
desarrollada por los ideólogos de la Iglesia y readaptada a sus intereses por los católicos
marianistas.

Y lo más dramático fue que los teóricos nazinarquistas no se equivocaron. La idea del
Nuevo Orden Cristiano prendió en la conciencia de las masas rurales, ansiosas de un
cambio en su vida. La planta exótica regada con sangre mexicana fructificó y se desarrolló
con fuerza tal que desconcertó a sus propios creadores. Dos años después de su
110

fundación, el sinarquismo contaba con más de medio millón de soldados en todo el país.
Si, soldados. En la UNS el afiliado es un soldado en la literal acepción del término. Medio
millón de campesinos que luchaban por un nuevo orden mexicano que para ellos no
significaba otra cosa que una simple esperanza de un cambio en su situación. Para ellos el
nuevo orden no podía significar otra cosa que un pedazo de tierra y un poco de justicia y
de cultura.

No fue difícil convencer a esos campesinos analfabetas y desesperados de que el régimen


de la revolución era el causante de su situación y que, por lo mismo, había que derrocarlo.
El hombre oscuro de la tierra para el que la revolución seguía siendo una esperanza fallida,
tragó la píldora de odio que además se le daba envuelta en la hostia de comulgar. ¿Un
nuevo orden? ¡Sí! Y si además era cristiano, no había por qué dudar. Ellos no eran capaces
de percibir la nota falsa de la demagogia en las proclamas líricas de los seminaristas que
no olvidaban invocar en sus discursos el nombre de Dios, para darle al movimiento un
sentido mesiánico. Corazones elementales, deshechos de la hacienda, aniquilados moral y
físicamente por la servidumbre y el hambre, sabiéndose solos e indefensos, juguetes de
fuerzas extrañas cuyos móviles nunca alcanzarían a comprender, cayeron en la trampa
sutil del Nuevo Orden Cristiano.

Se fueron con el sinarquismo porque allí había lucha, y donde hay lucha hay esperanza. El
pueblo mexicano encuentra consuelo en la pelea; olvida así un poco su miseria; descarga
su tristeza y su rencor reprimido por siglos; encuentra en la sangre derramada una
compensación heroica a sus dolores y humillaciones. No se podía culpar a los campesinos
del Bajío que por treinta años habían estado esperando en vano la tierra prometida por la
Revolución; no se les puede culpar por no comprender el porqué de las contradicciones de
una revolución democrático-burguesa que ofreció que toda la tierra sería para el que la
trabajara y ellos no habían recibido nada, o simples migajas; una revolución que había
prometido destruir el latifundio, y el Bajío era una sucesión de latifundios.

Y sobre esa realidad objetiva, la artera campaña psicológica, la sangre, los desfiles
militares con bosques de banderas, miles de gargantas entonando el himno sinarquista
Fe, Sangre, Victoria; los discursos histéricos de oradores que pretendían imitar al führer y
que terminaban con el estribillo: “Dios está con nosotros”, insistiendo en el carácter
mesiánico de la UNS; hombres que lloraban y caían de rodillas con los brazos en cruz
ofreciendo su sangre… para salvar a México.

Schreiter, siguiendo la teoría de von Faupel de “aprovechar al máximo el sentimiento


religioso de la población en los países latinoamericanos”, con sus lugartenientes los
jóvenes salidos de los seminarios católicos, y contando con el apoyo entusiasta del clero
político en todos sus niveles, había logrado formar en México un organismo monstruoso
111

de medio millón de afiliados en sus momentos de apogeo. Un partido político sui géneris,
con una estructura paramilitar. En sus normas estaba establecido:

El sinarquista es misionero y combatiente, monje y soldado. Pero al llamarnos soldados, no


lo hacemos en sentido figurado, sino absolutamente real. Somos soldados de un ejército
en batalla, cuyos movimientos han de coordinarse para triunfar… Al ingresar y mientras
permanezca en filas, todo sinarquista debe aceptar y cumplir los planes de lucha
aprobados por las sinarquías y obedecer a sus jefes… La disciplina es la fuerza del ejército.
La indisciplina, la intriga, la murmuración, socavan grandemente la autoridad de las
sinarquías y debilitan la capacidad funcional de nuestros cuadros… No toleraremos a los
indisciplinados, ni a los intrigantes, ni a los murmuradores… La nuestra es la lucha de
hombres que, en todo caso, deben tener la disciplina y sinceridad del soldado, al lado de
un recio espíritu religioso…

La autoridad suprema en la UNS es la Sinarquía Nacional, integrada por 10 personas que


permanecen ocultas. Ese organismo designa al Jefe Nacional quien, a su vez, hace la
designación de los secretarios del Comité Nacional que atienden las distintas actividades:
propaganda, finanzas, organización, acción militar, acción obrera, acción campesina,
acción política, educación y procuraduría del bien común.

El Jefe Nacional nombra también y remueve, en su caso, a los jefes regionales quienes por
su parte, hacen lo mismo con los jefes municipales y éstos, a su turno, designan a los jefes
rurales quienes deben designar a los sub-jefes rurales que son el último eslabón de la
cadena. El subjefe rural es el encargado de formar los cuadros militares: un jefe, un sub-
jefe y treinta soldados. Tres cuadros forman una centuria y tres centurias una compañía.

Los jefes regionales, municipales y rurales, tienen autoridad para nombrar a quienes
integren las secretarías de su comité. Cada una de las secretarías de que constan los
comités atiende a un grupo de actividad concreta. A los afiliados de las zonas urbanas se
les concede al menos el derecho de escoger el grupo especializado en que prefieren
trabajar: propaganda, acción militar, acción política, etc. A los afiliados en las zonas rurales
no se les otorga ese derecho; los campesinos deben ingresar directamente a las milicias, a
los cuadros militares, como soldados de fila.

Los jefes municipales son los que tienen bajo su responsabilidad directa la conducción y
acción de los cuadros militares. Son los responsables de que los planes de la Sinarquía
Nacional se cumplan. Para ello tienen bajo su mando inmediato decenas, cientos, miles de
soldados que sólo esperan la voz y el ejemplo de su jefe para entrar en acción. La eficacia
de la acción sinarquista depende del entusiasmo del jefe municipal… “Queda a la Jefatura
Nacional –establecen las normas– la preocupación ya de por sí grave y absorbente, de
112

planear en sus dimensiones nacionales, y de adelantar en el campo de los hechos, la


conquista del poder. Dejémosle también la tarea de planear y adelantar los programas de
justicia social que han de abarcar a toda la patria. Con eso le basta.”

Los misteriosos y ocultos dirigentes de la Sinarquía Nacional sólo tienen que planear desde
los cómodos sillones de sus despachos. Serán los campesinos los que pongan el pecho a
las balas, los que vayan a la cárcel. Los verdaderos dirigentes no dan ni siquiera la cara, no
exponen nada. Todo el peso del peligro gravita sobre el último eslabón de la cadena, el
campesino.

Una de las normas más estrictas, es la de que en las reuniones o asambleas ningún asunto
se pone a discusión. Todas las resoluciones debe darlas el Jefe (quien puede pedir consejo
a miembros de su comité o a personas extrañas a la organización). Regla general y
absoluta es la de que ningún asunto debe someterse a votación. “Nuestro movimiento
está jerárquicamente organizado –establecen las normas sinarquistas– y por lo tanto son
los jefes los que dictan las órdenes y resuelven los conflictos. No se olvide que son los
jefes los que mandan, y los soldados los que obedecerán.”

De acuerdo con la idea de que el sinarquista debería aunar a su combatividad de soldado


“un recio espíritu religioso”, se buscó y se puso al frente de la organización a un joven
exseminarista de 30 años, violento, agresivo, dinámico, ambicioso, de imaginación
afiebrada y un poco histérico, algo así como un San Ignacio de Loyola: el Lic. Salvador
Abascal Infante. Antes de él habían dirigido la UNS los abogados José Trueba Olivares y
Manuel Zermeño Pérez, pero no tenían éstos las características que requería el tipo de
organización pensada por Schreiter.

Abascal adoptaba las mismas actitudes del führer cuando subía a la tribuna. En las paradas
militares marchaba al frente, con su Estado Mayor, todos con sus camisolas verde olivo y
113

el brazalete con el escudo de la UNS en la manga izquierda; el saludo sinarquista consistía


en extender violentamente el brazo derecho y cruzarlo luego diagonalmente sobre el
pecho. Además de los consejeros ocultos, Abascal tenía siempre a su lado un secretario
rubio, de ojos azules; lo presentaba con el nombre de Antonio Sam López, hermano de
José de Jesús San López quienes, decía Abascal, haciendo de ellos un símbolo político,
eran hijos de un japonés y madre alemana. Por supuesto que los Sam López, ni se
llamaban así, ni tenían ningún parentesco entre sí. La revista Tiempo descubrió la
identidad del “secretario” de Abascal: se trataba de un alemán que actuaba con el nombre
de Hans Trotter, miembro del Partido Nazi (NSDAP) en México.

El supuesto José de Jesús Sam, sí era hijo de padres japoneses, nacido en México pero
educado en Japón. Dos meses después de constituida la UNS llegó a México y se puso
inmediatamente en contacto con Abascal. No era un miembro cualquiera de la
organización. Actuaba como segundo del jefe, como auxiliar o secretario privado.

Los tres primeros años de vida de la UNS, de 1937 a 1940, coincidieron con los años de los
grandes triunfos de Hitler en Europa. El führer del Tercer Reich se hallaba en su momento
de gloria y Abascal no ocultaba la profunda admiración que sentía por Hitler, admiración y
adhesión que tenía algo de disciplina, ya que el Papa Pio XII, como era sabido, simpatizaba
abiertamente con los nazis. ¿Qué hubiera ocurrido de conocer Abascal, entonces, el
verdadero pensamiento de Hitler sobre la Iglesia?

“La iglesia Católica es una gran cosa –decía Hitler a su amigo Rauschning–. Significa algo
para una institución el haber podido mantenerse durante dos mil años. Es esa una lección
que debemos aprovechar. Tal longevidad supone inteligencia y un gran conocimiento de
los hombres. ¡Oh, esos ensotanados! Conocen bien a su gente y saben exactamente
dónde les aprieta el zapato. Pero su época pasó ya y ellos se dan perfecta cuenta. Tienen
bastante penetración para comprenderlo y para no dejarse arrastrar al combate.

“Pero aunque quisieran entablar la lucha, no haría nunca mártires de ellos; me concretaría
a denunciarlos como vulgares criminales: les arrancaría su careta de respetabilidad, y si
eso no bastase, los haría ridículos y despreciables. Haré producir películas en las que se
describa la historia de los “cuervos”. Entonces podrá verse de cerca la mezcla de locura,
de egoísmo sórdido, de embrutecimiento y de engaño que es su Iglesia; se verá cómo han
hecho salir el dinero del país, cómo han rivalizado en avidez con los judíos y cómo han
fomentado los más odiosos procedimientos…

“Os garantizo que, si así lo quiero, hundiré a la Iglesia en pocos años: ¡tan hueca, tan frágil
y falsa en esa estructura religiosa! Bastará con asestarle un golpe serio para acabar con
ella. Nos haremos con ellos por su rapacidad y su inclinación proverbial por las buenas
114

cosas. Les doy todo lo más unos cuantos años de espera. ¿Para qué pelearnos? Pasarán
por todo, con tal de conservar su situación material. Sucumbirán sin combate… Es verdad
que en tiempos la Iglesia fue algo: ahora nosotros somos sus herederos, somos también
una Iglesia. Conocen su impotencia. No resistirán, no. Estando la juventud conmigo, los
viejos pueden ir a enmohecerse al confesionario, si ese es su gusto. Pero en cuanto a la
juventud es cosa muy distinta; eso ya es cosa mía.”

Resultaba grotesco que el sinarquismo, un movimiento impulsado por el clero, trabajara


para alguien que, de obtener la victoria, habría acabado con el poder de la Iglesia Católica.
Pero esos pensamientos hitlerianos no eran del dominio público. La Iglesia, oficialmente,
era aliada del Tercer Reich en su lucha contra el comunismo ateo y para Abascal eso era
suficiente.

En 1940 terminó el sexenio del general Cárdenas. En el mundo la estrella de Hitler estaba
en el cenit. Tal parecía que no habría fuerza capaz de contenerlo. México atravesaba por
un momento difícil. Las compañías petroleras norteamericanas habían establecido un
boicot en contra del petróleo mexicano y sacaban del país sus capitales. La sucesión
presidencial ofrecía una perspectiva inquietante. El candidato de la oposición, el general
Juan Andreu Almazán, pretendía aprovechar la coyuntura de la expropiación de las
compañías petroleras para tomar el poder por la fuerza, con el apoyo del imperialismo. La
sombra de la guerra civil se cernía sobre México.

El general Cárdenas había terminado su gestión gubernamental como la había empezado:


entre nubarrones de insurrección y las fuerzas sociales divididas. Almazán hizo un viaje a
los Estados Unidos para asegurar el respaldo a su movimiento insurreccional. Pero
115

Roosevelt no era un idiota. Sabía que difícilmente podría quedar al margen de la guerra
que ya había iniciado Hitler en septiembre de 1939. Sería estúpido y anti estratégico
auspiciar en ese momento una lucha en México, sólo para defender los intereses de los
monopolios petroleros.

Almazán abandonó sus propósitos subversivos y el general Manuel Ávila Camacho asumió
la presidencia de México. Era el momento de suerte del sinarquismo. Ávila Camacho era
un hombre débil, de muy limitada visión política. Sin calcular la importancia de su
declaración, confesó a un periodista que él era un “creyente”, un católico observante. Era
el primer presidente de la era revolucionaria que confesaba su fe religiosa. La Iglesia creyó
que al fin había llegado el momento de reivindicar todos sus perdidos privilegios.
Ciertamente Ávila Camacho no era un Miramón, no era un hombre de guerra, como el
caudillo de la anti reforma. Pese a sus galones de general de División, fue el más civilista
de todos los generales que han gobernado a México y el presidente más pacífico de todos
los gobernantes militares que le antecedieron. Los sinarquistas no podían desaprovechar
esa maravillosa oportunidad que les brindaba el destino. Quisieron demostrarle que las
derechas tenían bastante fuerza en la que podían apoyarse para acabar con “toda la
demagogia comunista”.

Para mostrar al presidente Ávila Camacho la potencia del sinarquismo, se organizó una de
esas grandes concentraciones militares en las que se había estado adiestrando la UNS. Se
aprovechó una oportuna circunstancia: la celebración del 4to centenario de la fundación
de la ciudad de Morelia, la antigua Valladolid. Como culminación de los festejos, se
organizó una parada militar sinarquista que revistaría el presidente Ávila Camacho desde
el balcón central del palacio de gobierno. Se pretendía demostrar que la UNS era ya un
partido maduro, una fuerza disciplinada, militarizada, capaz de imponer el orden; una
organización de nuevo tipo, como lo exigían las circunstancias por que atravesaba el
mundo.

El 18 de marzo de 1941, el “general” Salvador Abascal Infante al mando de 30,000


soldados sinarquistas “tomó la plaza de Morelia”. Fue un simulacro cuidadosamente
preparado; un espectáculo nuevo en México. Nunca se había visto a un partido político
“asaltar” militarmente una plaza; Salvador Abascal, al frente de su ejército, montado en
un soberbio caballo blanco (como es clásico que lo sean los caballos de todos los caudillos
triunfantes) con su camisola verde olivo y su brazalete nazinarquista, cruzó oblicuamente
el brazo derecho sobre el pecho al pasar ante el Presidente de la República. Y lo propio
hicieron sus legiones de “soldados” que ese día estrenaban uniformes, confalones y
banderas.
116

Presentaron también los sinarquistas un batallón de mineros, perfectamente


uniformados, y algunos batallones de mujeres, uniformadas asimismo con atuendos
vistosos. Después de la parada militar, se efectuaron ante el público, en un parque
deportivo, algunos ejercicios para mostrar el grado de disciplina y conocimientos militares
de las huestes sinarquistas, y luego se efectuó un gran mitin, el más importante celebrado
hasta entonces por la UNS.

Hitler podía sentirse satisfecho. Fue eso tal vez lo que llevó al escritor Allan Chase a
calificar al sinarquismo como “la obra maestra de von Faupel en América”. El presidente
Ávila Camacho quedó muy impresionado y tuvo expresiones elogiosas para los
sinarquistas; las fuerzas de izquierda se alarmaron ante la manifestación de fuerza de la
UNS y presionaron al presidente para que se tomaran medidas precautorias: se fundó en
la Cámara de Diputados un Comité Nacional Anti-Sinarquista que se dedicó a investigar
sus actividades secretas y sus conexiones con los nazis, fascistas y falangistas. Fue un
periodo de estira y afloja entre las derechas y las izquierdas. Pero el sinarquismo no había
sido organizado para hacer vistosas paradas militares.

Poco después de la “toma” de Morelia, el führer Abascal sorprendió a México con el


anuncio de que el sinarquismo había decidido colonizar la península de Baja California.
Después de un corto viaje a la península encontró que sería una empresa grandiosa y
patriótica poblar aquellos desiertos y hacerlos producir. El sinarquismo demostraría al país
lo que se puede hacer con fe en Dios y con patriotismo. Había que mostrar ahora con
hechos prácticos la capacidad creadora del sinarquismo.

Abascal se entregó con pasión a organizar su empresa colonizadora. Como nuevo Moisés
llevaría cien mil familias sinarquistas a los desiertos de Baja California, “la tierra
prometida”. ¿Era una simple obsecación de fanático que soñaba revivir las hazañas del
padre Kino o de seguir la huella del padre Salvatierra lo que explicaba la extraña decisión
de Abascal? ¿No había en México regiones despobladas, con tierras de magnífica calidad y
agua en abundancia que estaban reclamando la presencia del hombre? Allí estaban por
ejemplo las fértiles tierras del sureste chiapaneco, del territorio de Quintana Roo,
olvidadas por el hombre. ¿Por qué precisamente el desierto de Baja California?

“Escogemos Baja California –contestaba Abascal– por ser precisamente una de las
regiones que necesita más urgentemente la presencia del hombre. Queremos demostrar
con esa colonización la capacidad de sacrificio de los sinarquistas; queremos mostrar al
país aquello de que es capaz la Unión Nacional Sinarquista.”

Se le argumentaba; “Pero es que técnicamente el llevar cien mil familias a colonizar el


desierto es una empresa imposible; todos los esfuerzos que se han hecho para colonizar
117

esa región, desde Hernán Cortés a la fecha, han terminado en fracasos más o menos
trágicos.”

–Para el sinarquismo no hay imposibles –contestaba Abascal–. Además, con la ayuda de


Dios y con buena voluntad hasta los cuentos de hadas pueden convertirse en realidad.

La cosa iba en serio. Abascal se dirigió al presidente de la República solicitando


autorización para colonizar la península. El secretario particular del presidente Ávila
Camacho, el Lic. Jesús González Gallo contestó, el 11 de septiembre de 1941: “El C.
Presidente de la República quedó enterado del mensaje de Ud. … ofreciendo colonizar con
familias sinarquistas los terrenos actualmente desérticos de la Baja California, para
dedicarse al cultivo de la tierra, construcción de carreteras y creación de nuevas
industrias. El ciudadano presidente me ha encomendado manifestar a Ud. que acepta la
colaboración que ofrece y espera se sirvan indicarle el plan que proyecta, así como las
facilidades que desea se le otorguen por parte del gobierno…”

Los hombres del campo, los sinarquistas del Bajío movían la cabeza de un lado a otro,
escépticos. ¿Cultivar la tierra del desierto? ¡Si en la península de Baja California llueve
cada siete años! ¿Cómo vamos a sembrar? ¿Qué pretenderá el Jefe al llevarnos allá? Los
campesinos no podían comprender el sentido oculto de esa aventura, ni el Jefe podía
revelárselos. Además, el hombre del campo se ha resistido siempre a dejar la tierra donde
ha nacido, donde están sepultados sus mayores, donde ha levantado su casa aunque se
trate de un simple jacalito de adobes. El campesino mexicano es un hombre telúrico;
forma con la tierra donde han enterrado su ombligo una extraña unidad psicogeológica,
que es muy difícil romper.

–Jefe, –le decían los sinarquistas al führer Abascal–, ¿con qué objeto se hace esto si
resulta tan caro?

–No importa lo que se gaste –contestaba Abascal–. Con el tiempo se sabrá con qué
finalidades se hace la colonización.

Y eso era todo lo que podía decir el Jefe a sus soldados. Por lo demás, ya lo sabían: en el
sinarquismo nada se discute; el Jefe manda y los soldados obedecen. Sin embargo en este
caso la disciplina sinarquista falló; los campesinos demostraron tener mejor juicio que el
Jefe al negarse a seguirlo en su absurda aventura.

Era ridículo el empeño de Abascal por convencer a la gente de que su empresa sólo tenía
por objeto mostrar a México de qué era capaz el sinarquismo. Nadie creyó en el carácter
épico-místico-patriótico que el führer nazinarquista quería darle a su empresa. En vista de
que la ayuda oficial que se le había ofrecido no llegaba, seguramente porque el gobierno
118

se convenció de que aquello era una tontería que no se podía tomar en serio, o porque
cedió a las protestas de las fuerzas de izquierda, la UNS promovió una colecta nacional
para crear el Fondo de Colonización.

Con eso Abascal quería imitar también a los misioneros colonizadores de la Nueva España
que contaron para sus aventuras evangelizadoras con el fondo Piadoso de las Californias.
Nunca se supo a cuánto ascendió la colecta porque, naturalmente, el Jefe “no tenía por
qué rendir cuentas a sus soldados”. La ayuda recibida, por cuantiosa que fuera, sería
siempre una gota de agua en el desierto. Ni todo el presupuesto de la Federación, que por
esa época no superaba los $500 millones, hubiera sido suficiente.

Pero Abascal seguía adelante, empeñado, supuestamente, en materializar su cuento de


hadas, presionado sin duda por sus consejeros alemanes y japoneses. Era preciso que el
ejército nazinarquista que se había creado con tantos sacrificios, cumpliera con la misión
para la que había sido creado: amenazar la frontera suroeste de los estados Unidos y
establecer una cabeza de playa en la península de Baja California, para un posible
desembarco nipón.

La intención oculta de Abascal resultó más clara aun cuando se supo que el lugar escogido
para la colonización se hallaba precisamente frente a la Bahía Magdalena, y que la
localización la había hecho el ingeniero nazi Teodoro Wiegman.

Abascal, al borde de la histeria, corría de un lado a otro, buscando ayuda, celebrando


reuniones y mítines en las poblaciones del Bajío para reclutar gente, pero de cada gira
regresaba más nervioso e inquieto; los campesinos se negaban a participar en la aventura.
La idea de “convertir el desierto en un vergel”, frase predilecta de Abascal en sus
discursos, a los sinarquistas, hombres del campo, les hacía sospechar que el Jefe no
andaba bien de sus facultades mentales, o que la tal colonización tenía un propósito
inconfesable que ellos no podían comprender.

El corrido de la colonización abría y cerraba los actos públicos con que Abascal quería
despertar el entusiasmo por la empresa. El himno sinarquista Fe, Sangre, Victoria, había
sido sustituido en los coros por el corrido. Ya no era la hora de la sangre; la UNS se lanzaba
ahora, decía Abascal, a su primera gran empresa constructiva, de alcances históricos; allí
donde habían fracasado todos los gobiernos revolucionarios, la UNS triunfaría.

Decía el corrido de la colonización:

Madre me voy a california,


vengo a pedirte tu santa bendición:
lucharé porque sea de mi patria
119

lo que produzca aquel rico girón.

Como es empresa de grandes corazones,


al misionero tendremos que imitar;
lo imitaremos buscando en sus acciones
el firme apoyo que nos hará triunfar.

Esas tierras hoy tristes y desiertas


convertiremos en hermoso edén;
por nuestro esfuerzo será, ¡Oh California!
de nuestra patria riquísimo vergel

Abascal en sus discursos hablaba de construir una gran ciudad en el desierto, una urbe
floreciente en donde todo hiciera falta y todo lo que se creara tendría demanda. Cómo se
podría crear aquello, era un secreto que sólo el jefe poseía y acerca del cual los soldados
no tenían por qué preocuparse. Como se hablaba de construir una gran ciudad, con sus
fortalezas, que fuera algo así como la plaza fuerte del sinarquismo en México, se pensó en
llevar un equipo completo de obreros calificados en todas las especialidades, maestros de
obras y artesanos.

Abascal se agitaba a sí mismo con sus prédicas sobre el padre Kino, Salvatierra y Marcos
de Niza. El país, decía, va a contemplar por fin lo que en la práctica significaba el
sinarquismo; la UNS iba a mostrar a México cómo se puede vivir más humana y
cristianamente; iban a mostrar con hechos las ventajas del Orden Social Cristiano donde
no habría anarquía, ni desorden, ni huelgas, ni líderes, ni comunismo, ni educación
120

socialista, ni artículo 130… Abascal parecía un mesías anunciando el advenimiento del


reino del hombre. La “milicia del espíritu” estaba en marcha hacia la tierra prometida.

La guerra en Europa se acercaba a su momento crítico. Hitler había invadido la Unión


Soviética y marchaba hacia Moscú. La campaña de Rusia era cuestión de seis semanas,
había dicho el führer del Tercer Reich, y una vez terminada se iniciaría la campaña de
América. Los preparativos estaban prácticamente terminados en el Atlántico: bases para
desembarco en las costas de Patagonia, de Brasil; quintas columnas en todos los países de
Sudamérica. Había que preparar las condiciones estratégicas en el Pacífico, bases para un
desembarco nipón en algún lugar del noroeste de México, lo más cercano posible a la
frontera Suroeste de los Estados Unidos. Había que crear rápidamente una cabeza de
playa para ese desembarco, precisamente frente a la Bahía Magdalena, el sitio escogido
por el ingeniero Wiegman como asiento de la colonia sinarquista.

El agente japonés José de Jesús Sam, participaba con Abascal de la euforia “colonizadora”
pero, menos discreto que el Jefe, se expresaba así ante los sinarquistas:

“El Japón ha intentado en diversas épocas comprarle a México la península de Baja


California, pero los gobiernos han rehusado entrar siquiera en pláticas. Ese es un error del
gobierno mexicano. ¿Para qué quiere México la Baja California? ¿De qué le sirve la
península? Es un pedazo de tierra abandonado que no hace producir ni se utiliza en
ninguna forma. Otra cosa sería si vendiera ese pedazo de tierra inútil al Japón. La Baja
California prosperaría entonces; pero sobre todo, México quedaría al fin libre de la
amenaza de los EU. El Japón defendería a México de su vecino y, además, ayudaría a todo
el país a desarrollarse. El Imperio del Sol Naciente es una gran nación y tiene mucha
simpatía por México…”

Abascal pensaba lo mismo, seguramente, pero no se atrevía a decirlo. Él era mexicano,


Sam no. Prefería dar la impresión de un maniático místico trastornado por sus lecturas de
empresas misioneras; un alucinado detrás de un espejismo. Pero su “cuento de hadas” no
era tan poético. Era prosa política, hitleriana. El propio Abascal lo reconoció cuando el
autor de este libro lo entrevistó en el desierto en 1944:

“Efectivamente –dijo– escogimos este lugar por su proximidad a la Bahía Magdalena.


Cuando estalló la guerra, nosotros comprendimos que Baja California corría peligro; que
esa bahía iba a ser vigilada; por lo mismo, se tendría que establecer allí una base naval y
aérea y que los soldados que allí se instalaran tendrían que alimentarse. Entonces
nosotros resolvimos establecer nuestra colonia frente a Magdalena para tener un
mercado cerca donde colocar nuestros productos, y, a la vez, cumplir con un deber
patriótico…”
121

El día 7 de diciembre de 1941 los japoneses atacaron Pearl Harbor. La guerra se había
iniciado en el Pacífico. Con extraña premura, sin esperar siquiera los pases de ferrocarril
que le había ofrecido el gobierno para su gente, Abascal dio la orden de ponerse en
marcha. De hecho, la empresa había fracasado desde antes de iniciarse. Las cien mil
familias nazinarquistas que según Abascal colonizarían el desierto de Baja California, se
redujeron, finalmente, a… ¡86! Ochenta y seis familias y unos cuantos aventureros
atraídos por lo que tenía de misteriosa aventura todo el proyecto. Los campesinos del
Bajío no cayeron en la trampa. Serían analfabetos, pero no idiotas, y de agricultura sabían
mucho más que el Jefe Abascal.

Quinientas personas llegaron al desierto entre hombres, mujeres y niños para fundar la
colonia que fue bautizada con el nombre de Santa María Auxiliadora. Sin embargo, el
auxilio que los sinarquistas esperaban, no era de origen mítico. El delegado municipal de
Santo Domingo, BC, señor Santos M. Castro, bajo cuya jurisdicción quedó la colonia, refirió
al autor de este libro que “durante los primeros meses los colonos se mostraron muy
animados y hablaban con seguridad de un próximo desembarco nipón en Bahía
Magdalena. Cuando tal cosa ocurra, decían, el Jefe será un personaje muy importante. Lo
que menos les interesaba era la agricultura. Al principio celebraban mítines casi todos los
días en los que Abascal y otros líderes insultaban a los Estados Unidos y hablaban de que
llegaría muy pronto el momento en que México podría recuperar el territorio que los
gringos nos arrebataron en 1847”.
122

Abascal cumplía con la parte que le correspondía a la UNS en los planes derivados del
Pacto Berlín-Roma-Tokio, al provocar en la frontera sur de los Estados Unidos una
situación de intranquilidad y sugerir la inminencia de un desembarco nipón.

El sinarquismo había sido registrado en Washington. El Departamento de Estado no


mostró ninguna alarma al conocer los 16 puntos oficiales y anodinos con que se presentó
inicialmente la organización. Una vez autorizado el sinarquismo empezó a extenderse
buscando adeptos, principalmente, en la zona suroeste de los Estados Unidos, entre la
minoría de origen mexicano. El movimiento encontró eco y ayuda en los grupos
reaccionarios del padre Coughlin, que dirigía una organización parecida a la UNS, el
llamado Christian Front. La propaganda sinarquista elaborada en Berlín por el Instituto
Iberoamericano de von Faupel, era distribuida profusamente en los EU. En ella se
procuraba reavivar el descontento de la minoría mexicana originado por la discriminación.

La que enviaba el Instituto para ser distribuida en México, insistía en que los mexicanos no
tenían nada que ganar en la guerra; que el Japón se encargaría de vengar a México por
todos los atropellos de que había sido víctima por parte de los EU, y se planteaba la
devolución de California, Arizona, Texas, etc.

Era la clásica técnica nazi: un movimiento de pinzas sobre el suroeste de los EU. Crear en
esa región de la costa occidental una esponja que constituyera el punto débil para un
posible desembarco de tropas japonesas; crear una zona blanda donde establecer una
cabeza de puente. Los sinarquistas tenían a su cargo esa misión a uno y otro lado de la
frontera: allá, reviviendo las viejas inconformidades de la minoría mexicana; acá, con la
“colonización” frente a la Bahía Magdalena, y la agitación seudopatriótica, con base en la
reivindicación de los territorios perdidos en 1847.

La prensa de los EU se daba cuenta de la maniobra nazinarquista. Comentaba: “El peligro


sinarquista puede juzgarse por su inclinación al Eje. Su campo de operaciones es el
suroeste de los EU y en México el noroeste. Es por lo tanto arma precisa en las manos de
los japoneses que pueden utilizarla para crear desórdenes en la frontera entre México y los
EU y presentar, desde luego, un punto débil para el ataque directo sobre el continente”.

No se puede negar que el plan de von Faupel era perfecto. Por eso Allan Chase
consideraba al sinarquismo como la obra maestra del director del Instituto
Iberoamericano. El plan falló, finalmente, por el error de Hitler al preferir la marcha sobre
el Este. Los planes hitlerianos de hacer “de este continente de mestizos un gran
protectorado alemán”, quedaron sepultados en Stalingrado y el “cuento de hadas” de
Abascal en las arenas del desierto, al lado de numerosos niños, mujeres y hombres que
murieron a causa de los rigores del clima, las enfermedades y las privaciones.
123

Perdidas las esperanzas en el desembarco nipón, los sinarquistas tuvieron que dedicarse
efectivamente a la agricultura con la ayuda del gobierno revolucionario. Después de haber
combatido la explotación colectiva de la tierra porque consideraban que era una forma de
comunismo, los sinarquistas terminaron, paradójicamente, haciendo de la colonia María
Auxiliadora un ejido colectivo y, en cierta forma, el régimen que allí imperaba era el
comunista: a cada quien se le daba lo que necesitaba para vivir según el número de
personas en la familia, y se exigía de él aquello para lo que estaba capacitado.

La aventura terminó trágicamente. Abascal exigía dinero y más dinero. El secretario de


Colonización del Comité Nacional de la UNS, hizo un viaje a la colonia para ver en qué
gastaba Abascal miles y miles de pesos que se le enviaban. Juan Ignacio Padilla se
presentó en María Auxiliadora. Se convocó a una asamblea:

–Estamos aquí por Dios y por la Patria –dijo Padilla.

–Estamos, –recalcó uno de los colonos.

Luego otro de los sinarquistas se acercó al colonizador de gabinete y le dijo:

–Tengo mi casita de palma y petate; lo invito a que se quede con nosotros siquiera dos
meses; Ud. No trabajará: nomás vivirá aquí para que sepa lo que es la colonización.

La colonia se disgregó. Abascal regresó cubierto de ridículo convencido de que no basta la


ayuda de Dios, ni la buena voluntad para que los “cuentos de hadas” se conviertan en
realidad. Culpó de su fracaso a Torres Bueno, el nuevo Jefe Nacional de la UNS. Lo más
doloroso para Abascal fue que a su regreso, el sinarquismo ya no era lo que él había
dejado, una organización nazifalangista, hispanista. Ahora la UNS era… panamericanista y
quien la financiaba y quien daba las órdenes era nada menos que el embajador de los
Estados Unidos en México, Mr. George Messersmith.

La causa de Hitler estaba perdida. Los asesores nazis de la UNS se hallaban descansando
en Perote, el confortable campo de concentración mexicano, y la correlación de fuerzas en
el mundo comenzaba a cambiar. La misteriosa sinarquía nacional decidió hacer una ligera
conversión a la izquierda. La estrella de Hitler se ocultaba y una potencia en el hemisferio
occidental apuntaba ya como la heredera del poder y de los sueños de dominación
mundial. Por esos días había sido designado nuevo embajador de los EU en México, Mr.
George Strausser Messersmith, el mismo que, con idéntico cargo en Cuba, había
intervenido para convertir a los pronazis cubanos en amigos de los Estados Unidos.

El flamante embajador entró en pláticas con los altos y ocultos dirigentes de la UNS, a
través de los abogados de las compañías petroleras norteamericanas, licenciados Garfias y
Cervi, y el correveidile Ing. Antonio Santa Cruz. Por conducto de este último se realizaba el
124

contacto entre la UNS y la embajada yanqui. Santa Cruz era el que llevaba las órdenes y el
dinero. Las reuniones secretas entre Torres Bueno y los representantes de la embajada se
celebraban en Paseo de la Reforma No. 316, donde vivía el coronel John A. Weeks; a las
reuniones asistían Herbert A. Bursley y Ralf Arswedsen.

“La UNS –escribió la periodista norteamericana Mary Heaton O’Brime del New York Post–
era una fierecilla que de vez en cuando daba zarpazos a los Estados Unidos, nosotros la
hemos domado.”

Paul V Murray, agente financiero de la UNS en los EU (por cuyo conducto los católicos
yanquis enviaban fuertes sumas a los sinarquistas) indicó al periodista norteamericano
que lo entrevistó y que al parecer ponía en duda sus informes, que “podía comprobarlos
en la embajada norteamericana donde todos los informes sobre el sinarquismo han sido
‘desahogados’ a satisfacción plena del Departamento de Estado de Washington”.

A su vez la periodista norteamericana Margaret Shedd, en un artículo publicado en la


revista Harper’s Magazine, afirmaba al referirse a la entrevista que tuvo con el director de
El Sinarquista:

“En respuesta a una pregunta de rutina, que en otro tiempo no sería otra cosa que la
denuncia rutinaria al imperialismo yanqui, el jefe sinarquista salió al paso con una
desbordante alabanza a la política de los Estados Unidos en México, y especialmente a
nuestro embajador George Messersmith. Esto fue rematado con una invectiva fogosa
contra el embajador ruso Constantino Oumansky.

“Más tarde, sinarquista y periodistas independientes mexicanos me explicaron el motivo


de este cambio de política. Desde que los jefes (sinarquistas) –me dijeron– han realizado
un acuerdo con la embajada norteamericana o con alguien que tenía su bendición, el
sinarquismo estaba enfrascado en desviar su propaganda de odio al yanqui hacia un
ataque contra Rusia y especialmente contra la embajada soviética.

“En pago a su actitud, ellos tenían la esperanza de que cuando llegue el tiempo “de ajustar
el destino nacional por medio de la violencia”, el ajuste tendría lugar sin ninguna
interferencia de los Estados Unidos. No cabe duda alguna de que el anhelo de los jefes era
el de alcanzar tal entendimiento, pues la actitud oficial de los EU es una cuestión de
primera importancia para cualquiera que piense realizar una revolución en México.”
125

Messersmith había logrado su propósito, “domesticar a la fierecilla que de vez en cuando


daba zarpazos a los EU”. En sus pláticas con el Alto Mando sinarquista, no se trató de la
disolución de la UNS, la compró como si fuera un equipo de béisbol pero, naturalmente,
puso sus condiciones: eliminar de la UNS a Salvador Abascal. El Alto Mando no tuvo
ningún inconveniente en sacrificar al frenético partidario de Hitler. Se envió una comisión
a la Colonia que lo destituyera y lo sacara de Baja California. El propio Abascal lo refirió en
los artículos que publicó en la revista Mañana:

“De improviso recibí una extraña embajada integrada por tres personas, el señor X, el Lic.
Manuel Zermeño y José Valadez. El último iba a sustituirme… Mi plan era resistir y esperar
la próxima junta nacional de jefes para proponer la destitución del Comité Nacional y
constituir una jefatura suprema no autócrata e irresponsable… Cómo pudo convencerme
el señor X de que entregara el mando de la colonia, es un secreto mío que no revelaré. El
honor vale más que la vida”.

¿Quién pudo haber sido ese misterioso señor X? La única autoridad que reconocía Abascal
entonces era la de un jerarca de la Iglesia. Empero, a su regreso a México, enfermo,
amargado, derrotado, se presentó a la UNS. Tal vez pensaba que podría destituir a Torres
126

Bueno y reasumir el mando. “Me di cuenta –refiere– de que Torres Bueno estaba en
cuerpo y alma en manos de Don Antonio. Fui a ver a este señor. Me dijo que ciertas
personas deseaban que yo volviera a la Jefatura Nacional pero que Torres Bueno tenía que
seguir en ella porque cierto personaje de la embajada norteamericana, le había estado
preguntando con insistencia en esos días, a él, a don Antonio, qué garantía podía dar la
organización de que no habría un cambio de jefes… Con absoluta franqueza le dije a Don
Antonio que él y Torres Bueno estaban echando al sinarquismo por un despeñadero y que
si la Jefatura Nacional seguía con su política de sumisión absoluta respecto de poderes
extraños, yo los atacaría públicamente…” Y así lo hizo.

Bussines is Bussines: Messersmith había comprado a la UNS sin Abascal y sin Abascal se la
entregaron. Messersmith se permitió el lujo de manejar su equipo durante algún tiempo
en campañas contra el comunismo y la embajada soviética en México, cuando todavía los
Estados Unidos y la URSS luchaban como aliados contra el Tercer Reich. La secretaría de
Gobernación ordenó investigar las fuentes de ingresos de la UNS; los agentes
comisionados llegaron a “conclusiones peligrosas”: para no provocar un incidente
internacional la investigación fue abandonada.

El sinarquismo seguía siendo una fuerza militarizada, al servicio de intereses extranjeros y


eso no lo ignoraban ciertas autoridades mexicanas. Sin ningún escrúpulo había pasado del
nazifascismo al panamericanismo y seguía la línea de acción que le impartía su nuevo
amo. Todas las beterías estaban orientadas ahora en contra de la Unión Soviética y,
localmente, contra la embajada de la URSS en México y el embajador Constantino
Oumansky.

El sinarquismo era un organismo cargado de odio, incomprensión y violencia reprimida. Su


historia podría escribirse con sangre. A lo largo de las últimas décadas quedan como
huella de su paso las matanzas de León, Senguio. Ario de rosales, Ixtlahuaca y otros
muchos lugares de la República en donde se desbordó la furia sinarquista, sin contar los
innumerables intentos frustrados de provocar la guerra civil. Paradójicamente –la UNS ha
sido una colección de paradojas históricas y políticas– el hombre que mayores
complacencias tuvo para con ellos, el general Manuel Ávila Camacho, fue el más odiado
por los sinarquistas: el día 10 de abril de 1944 el teniente Antonio de la Lama y Rojas,
miembro activo de la UNS, atentó contra la vida del presidente.
127

Nunca le perdonaron los sinarquistas el que después de haberse declarado “creyente y


observante católico” no hubiese entregado el poder a la UNS y ni siquiera se hubiese
atrevido a reformar los artículos 3ro, 24to y 130vo de la Constitución que tanto molestan
a la Iglesia. Dos meses después de haber fallado el intento magnicida del teniente de la
Lama y Rojas, el Jefe Nacional en funciones de la UNS, el Lic. Juan Ignacio Padilla, lanzó
una proclama al ejército nacional en el No. 278 de El Sinarquista, invitándolo
abiertamente a la rebelión, a pretexto del anuncio de una huelga general:

“México quedará a merced de los comunistas el 4 de julio (1944) si el gobierno de Ávila


Camacho, estólidamente permanece en actitud de derrota. Al declararse la huelga, el
palacio nacional de México se trasladará a la Embajada soviética desde donde se dictarán
las medidas para que nuestro país se convierta en la república soviética No. 17 y en el
cuartel general de la sovietización de América.
128

“La sangre correrá, pero no será precisamente la nuestra sino –confiamos en Dios– la de
los comunistas y la de los culpables… Nuestros destinos llegan a un punto crucial:
comunismo o sinarquismo… Invocando el Santo nombre de Dios, y de la Virgen Morena,
Capitana de todas nuestras guerras santas, dispongámonos a derrotar al comunismo…

“El sinarquismo hace un llamado urgente al ejército… para advertir a todos los soldados
que México está en peligro. Hace mucho tiempo se conspira contra México y los
mexicanos y el golpe final se cierne sobre nuestras cabezas. El día de la gran traición se
acerca… Recuérdalo, bien, hermano soldado: el 5 de julio:

“Soldado Mexicano, el arma lista. El santo y seña es ¡Viva México!”

En el mismo número del periódico se publicaba un editorial en el que trataba de justificar


el llamado a la insurrección:

“¿Puede llamarse gobierno –decía Juan Ignacio Padilla– al del señor Ávila Camacho? Ni él
mismo lo cree cuando teme dar órdenes, cuando al primer grito de rebeldía o de amenaza
vuelve grupas y abandona el campo… ¿Puede llamarse gobierno a un régimen que se pone
a temblar y casi se desmorona ante la simple amenaza de unos cuantos astutos que se
escudan en apoyos extranjeros?

“¡Pobre pueblo de México! ¡Y no hay quién te defienda! Pueblo de México: Cómo te hace
falta un gobierno.”

Según afirma JIP (El Juan Ignacio Padilla del párrafo anterior.) en su libro Sinarquismo:
Contrarrevolución, muchos miembros de la organización vendieron sus propiedades para
comprar armas y alistarse para la lucha; muchos soldados de la Federación se presentaron
para decir a los jefes sinarquistas: ¡Estamos listos!

El Alto Mando oculto decretó la destitución de Torres Bueno y su comité. El Jefe Nacional
hizo saber entonces a la dirección suprema que desde ese momento –diciembre de 1944–
la UNS se desvinculaba del Alto Mando para seguir los derroteros que marcaron los
propios sinarquistas. Aturdidos por el gesto de rebeldía, los “ratones” (como les llama en
su libro JIP a los misteriosos dirigentes) pretendieron que la Iglesia interviniera,
ordenando a Torres Bueno la sumisión y aún amenazaron con una desautorización pública
del sinarquismo disidente. El Alto Mando ante la firmeza de Torres Bueno, se apresuró a
poner en conocimiento del gobierno de la República y de la embajada norteamericana que
“ya no se hacían responsables del sinarquismo, por haberse alzado con él un grupo de
jóvenes inexpertos, impulsivos y políticos”.

La separación de Abascal dio origen a la primera división del sinarquismo, pero después ha
habido otras muchas. Finalmente la UNS quedó bajo el control del clero político que
129

mantiene la organización en “vigilante espera” como una reserva que usará cuando tenga
necesidad de presionar al gobierno. Partido-ejército, sin registro oficial, es un organismo
medieval, anti-histórico, cuyos crímenes y aberraciones llenan las páginas más negras de
la historia contemporánea de México.

Los nazis en México


130

El 31 de Mayo de 1945 el pueblo mexicano leyó con sorpresa y disgusto la noticia


publicada en todos los periódicos: por acuerdo del presidente Ávila Camacho todos los
nazifascistas detenidos en Perote quedaban en absoluta libertad. Berlín había caído, pero
la guerra continuaba en oriente. Uno de los extremos del Eje Berlín-Roma-Tokio estaba
aún en lucha. El acuerdo de Ávila Camacho resultaba imprudente y prematuro.

Durante una gira por el estado de Veracruz acompañado por el secretario de Gobernación,
Lic. Miguel Alemán Valdés, Ávila Camacho decidió hacer una visita a la estación migratoria
de Perote. Allí conversó un buen rato con los detenidos. Al abandonar el viejo castillo,
comentó: “Parecen todos muy buenas personas.”

El general civilista y pacifista a quien por extraña ironía había tocado en suerte declarar la
guerra a las tres potencias del Eje totalitario dispuso que, además, se les dieran a cada uno
de los libertados, 20 billetes de $50 como una modesta ayuda para iniciar su vida en
libertad.

Perote no fue un campo de concentración. Como sólo el mencionarlos evocaba los


horrores de esos centros hitlerianos, al de Perote se le bautizó con un eufemismo del que
los nazis deben haber reído con desprecio: “estación migratoria”. Mejor que eso, el
castillo fue un centro de descanso, de veraneo, en el que los nazis que con tanto empeño
habían trabajado para destruir las instituciones y el orden nacionales para instaurar en el
país una sucursal del Tercer Reich, disfrutaron en Perote de todas las comodidades y
consideraciones.

Cuando se han visitado los campos de concentración nazis, los hornos crematorios y los
museos del horror que guardan en esos campos las prendas y fotografías de las víctimas,
se subleva el ánimo ante el brutal contraste. Inclusive la prensa conservadora de México
criticó esta vez, aunque con moderación, la excesiva generosidad del presidente Ávila
Camacho. Comentaron los periódicos que entre esos nazis estaban los espías que dieron
aviso a los submarinos alemanes de la salida de los barcos petroleros mexicanos que
fueron hundidos, desastres en que murieron muchos compatriotas. Excélsior, periódico
mexicano de la más conservadora ortodoxia, escribió una serie de artículos titulada:
Perote no fue Buchenwald.
131

No se conformó Ávila Camacho con hacer esa ofensa a la conciencia nacional democrática,
premiando a los enemigos de México, sino que, considerando que su gesto merecía el
aplauso general, hizo que el Departamento de Información de la Secretaría de
Gobernación, citara a todos los periodistas y fotógrafos de prensa para que asistieran al
acto de liberación y se hiciera amplia publicidad al supuesto gesto de nobleza mexicana.
Se quería que todo el mundo viera cómo salían los nazis de la cárcel mexicana, sanos,
gordos, relucientes, y con $1000 en el bolsillo para celebrar su libertad con unas buenas
cervezas.

Pero lo más grave fue que circuló con insistencia el rumor de que la liberación no había
sido precisamente un acto de generosidad, sino resultado de ciertas gestiones bien
recompensadas –$1000 por preso– de un alto funcionario. La noticia de la liberación y el
rumor que circuló al respecto, causó desconcierto en los Estados Unidos. El Departamento
de Estado envió varios agentes de la FBI para que investigaran todo lo relativo a ese caso.
Se consideraba una imprudencia ya que la guerra con el Japón no había terminado y los
nazis alemanes seguían siendo espías al servicio del aliado oriental.

Unas semanas antes del día de la liberación se había producido en Perote una rebelión de
los marinos contra sus jefes y oficiales. Al caer el Tercer Reich se consideraban libres de la
disciplina que la oficialidad siguió imponiendo dentro de la cárcel. Muerto Hitler los
marineros desconocieron las jerarquías y proclamaron la igualdad. El acuerdo favoreció
también a los alemanes, italianos y japoneses que tenían la ciudad por cárcel. Ahora los
espías podían moverse con mayor facilidad por el país; seguros de la impunidad
reanudaron con mayor audacia sus actividades que, por cierto, no habían suspendido del
todo. Algunos volvieron a participar en las reuniones de jefes sinarquistas, con el
132

propósito de reestructurar la UNS sobre nuevas bases considerando la situación creada en


el mundo.

En la estación migratoria de Perote sólo habían permanecido aquellos que no tenían


muchos deseos de salir o los que no tenían alguna misión concreta que cumplir. Algunos
espías peligrosos lograron “convencer” a ciertos funcionarios de Gobernación de su
filiación anti-nazi o de su abstención de actividades políticas. Así fue como importantes
agentes de la Gestapo no se encontraban en Perote cuando el subsecretario de
Gobernación, Lic. Fernando Casas Alemán, en nombre del presidente Ávila Camacho,
despidió a los detenidos y les entregó sus 20 azules billetes de $50.

Los hombres claves del espionaje vivían desde hacía tiempo tranquilamente en la ciudad
de México, entregados a sus “inofensivas” actividades sociales en los altos círculos de la
“democrática” sociedad mexicana.

En la Secretaría de Gobernación se tenía un detallado informe acerca de cada uno de


ellos, sólo que, por la inexplicable tolerancia oficial, se les permitía actuar libremente.

En el fichero de Gobernación figuraban los siguientes:

Johannes Martin Fisher: Su casa en Uruguay 54 era centro de reunión y de concentración


de informes. Hasta 1942 –fecha del ingreso de México a la guerra– transmitía informes a
Alemania en la misma clave de George Nicolaus, que fue jefe de la Gestapo en México.

Heinz Weber Gerken: Fue ayudante de Karl von Scheleebrugger, Jefe del Servicio de
Vigilancia de Puertos de la Oficina Exterior de Berlín. En 1940 hizo un viaje de inspección
por los puertos del Golfo de México hasta Quintana Roo, efectuando sondeos en la Laguna
de Lagartos y costas de Campeche. Utilizó entonces la motonave Tolteca, propiedad de la
agencia Heynen, Eberbusch y Co.

Emil Kitscha: Residió en México desde 1921. Llegó a bordo del vapor japonés Kayo.Maru.
En la guerra 1914-18 actuó como radio-operador de un submarino. Ingeniero mecánico.
Fue gerente de la Cía. AEG en Monterrey donde hizo íntima amistad con el Gral. Juan
Andrew Almazán, de quien obtuvo contratos para construir obras militares. Tenía dos
aviones-escuela que utilizaba para sus vuelos privados y misteriosos. Fue jefe de los
servicios de espionaje en Nuevo León bajo las órdenes de Guido Moebius, el jefe político
del NSDAP en esa región.

Heins Goering Friessel: Naturalizado mexicano en 1932 después de 8 años de residencia en


el país. Empleado del Banco Germánico de América del Sur. Miembro del Comité Auxiliar
de Beneficencia Alemana. Realizaba colectas libremente usando la mayor parte de lo
133

recaudado para financiar las actividades de los espías nazis. Fue uno de los que festejaron
con una gran borrachera en el restaurante Renania la muerte de Franklin D Roosevelt.

Federico Fraustadt Gotthelf: Propagandista de las teorías de la nueva Iglesia Alemana


representada por el arzobispo Moeller del Tercer Reich. Usaba el coche Lincoln-Sefir que
perteneció al jefe del espionaje nazi en México, von Schleebrugger, quien logró escapar
para el Japón antes de la internación de los alemanes en 1942 con toda la documentación
de la Gestapo en México.

Edgard Hilgert Trautchold: Joven políglota de 32 años conocido en la colonia alemana


como Der schoene Edgard (el bello Edgard). Entró por Manzanillo, Col, como empleado del
Banco Germánico de la América del Sur. Perteneció al Servicio Secreto Alemán durante la
guerra de España; participó en la invasión de Noruega como jefe del Servicio Secreto de la
Legión Negra. Casó con una joven mexicana.

Martin Dygula Klienche: Entró por Tampico en 1925. Se radicó en San Luis Potosí y luego
en Guadalajara. En 1939 hizo un viaje a Alemania y regresó con un cargamento de
propaganda nazi que distribuyó en Jalisco en donde fue jefe de la sección del NSDAP.

Werner Schoeninger: Sujeto afable, simpático, Hacía viajes frecuentes a los Estados
Unidos, con distintos nombres. Intentó cometer algunas estafas a funcionarios
norteamericanos ofreciéndoles planos con leyendas japonesas, de supuestas invasiones a
las costas norteamericanas. Su intención era interesar al gobierno yanqui y colarse como
espía en las esferas oficiales.

Friedrich Karl von Schleebrugger: Llegó a México en 1940 como representante de varias
casas alemanas. Hizo varios viajes por México en compañía de George Nicolaus. En Mérida
fue detenido por sus actividades sospechosas. Quedó libre por intervención del cónsul
Karl Hagmier. Usaba monóculo y una boquilla muy larga. Se decía sobrino de Franz von
Papen.

Hilda Kruger: Vivía en los apartamientos Washington de la calle de Dinamarca No. 43.
Actriz de cine en Hollywood y en México. Frecuentaba mucho el Hotel Majestic donde se
reunía con miembros de la colonia alemana. Rehuía el trato con los nazis conocidos y
afirmaba ser anti-nazi. Se reunía con mucha frecuencia con altos funcionarios del régimen.

Josef Hermkess: Ingeniero minero. Logró introducirse en las esferas oficiales. Tenía cartas
de recomendación del Gral. Manuel Ávila Camacho, cuando éste era secretario de la
Defensa Nacional. En esas cartas se le autorizaba a negociar con las ametralladoras y
fusiles Mendoza. Trató de sobornar a varios funcionarios para que se le otorgara la
concesión para pintar todos los puentes de la carretera Panamericana. Fue mayor del
134

Ejército Alemán en la pasada guerra de 1914-18. En 1942 fue detenido por agentes de la
Secretaría de la Defensa, pero reclamado por la Secretaría de Gobernación, fue puesto en
libertad.

Baron von Hunboldt: Se decía nieto del gran explorador alemán. Se hacía pasar por
ingeniero agrónomo. Pasaba grandes temporadas en Acapulco, en el hotel El Mirador.
Aparecía como representante de la Casa Bayer.

Guido Moebius: Jefe del NSDAP para la región noreste. Poseía una potente estación de
radio y una fábrica de jabón en Monterrey para disfrazar sus actividades.

Franz Schleebrugger: Hermano de Friedrich Karl y sobrino también de von Papen. Hacía
grandes negocios con la Secretaría de Comunicaciones cuando era titular de esa
dependencia el Gral. Juan Andrew Almazán.

Heinz Weber: Secretario del NSDAP en México. Activo agente que se mantenía en
contacto con los principales espías residentes en la capital.

Estos eran unos cuantos de los espías nazis fichados como tales en la Secretaría de
Gobernación. Empero, había muchos más (fichados y no fichados) cuyas actividades no
habían sido debidamente investigadas y que, por lo mismo, permanecían fuera del control
de las autoridades. Con el acuerdo de internar a los nacionales del Eje en Perote, se aflojó
la vigilancia, creyendo que con la concentración se había puesto fin a las actividades de los
espías.

Podría pensarse que el hundimiento del Tercer Reich pondría fin a su acción conspirativa.
Algunos de ellos no pudieron resistir el impacto de la derrota, como Ernesto Pirch, en
Manzanillo, Col, y otros, que decidieron seguir el ejemplo del führer Hitler, disparándose
un balazo en la boca. Pero la inmensa mayoría no tomó el asunto tan a pecho y siguió
trabajando con optimismo que resultaba incomprensible en esos momentos. Pese a todo,
insistían en la vieja teoría hitleriana de “hacer de América la cuna de una Nueva
Alemania”, la base de operaciones desde la cual poder lanzarse a la reconquista de su
patria. En las reuniones donde se exponían esas ideas, no se explicaba cómo era que
podría ocurrir tal cosa.

El optimismo de los nazis tenía su origen en las dificultades surgidas en la Conferencia de


San Francisco, Cal, USA, entre los Estados Unidos y la URSS y entre Inglaterra y la Unión
Soviética. Ciertos hechos que se estaban registrando les hacían considerar como inevitable
una tercera guerra mundial y estaban seguros de que participarían en ella como aliados de
los EU, como brigada de choque contra el comunismo. En sus tertulias del Renania, en
Tacubaya, propiedad del alemán nazi Wilhelm Dohle, o en el restaurante de Carlos Koehn,
135

en la Plaza del Carmen No. 1, en Villa Obregón, se hablaba de constituir en México una
Unión Militar Alemana con todos los residentes en América, que estuviera lista y dispuesta
a ponerse a las órdenes del Ejército Norteamericano para luchar contra el Ejército Rojo.

Pero no únicamente pensaban en la organización militar de los residentes germanos, sino


también en la estructuración de un gran ejército compuesto por mexicanos
anticomunistas, aprovechando las desorganizadas y divididas huestes sinarquistas. Un
ejército así compuesto, bajo el mando de oficiales y jefes alemanes, listo para luchar
contra el comunismo, no sería despreciable a los ojos de los gobernantes de Washington.
Lógicamente la estrategia y la táctica de la post-guerra tenía que ser diferente. Ya no
tendría objeto crear nuevas organizaciones “nacionalistas”, ni promover un movimiento
insurreccional en México. Bastaría con reorientar a las organizaciones de derecha hacia la
lucha contra el comunismo.

Corresponde a esta nueva fase de la política de la quinta columna, la conversión de la UNS


hacia el Panamericanismo. La estrategia ya no era crear problemas a los EU, sino alentar la
campaña antisoviética, tal como se estaba haciendo bajo la instigación de Messersmith.
Nada más grato para su orgullo herido, que la campaña contra la URSS que los había
humillado ante el mundo entero. Ahora tenían más libertad de acción, menos vigilancia y
una línea que coincidía con la de los EU. Tenían, además de amigos en las altas esferas
oficiales, un contacto directo con el presidente Ávila Camacho, el teniente Roberto Trawits
Amézaga, nacido en México pero educado en Berlín, que formaba parte del Estado Mayor
Presidencial. (Un hermano de RTA, había sido líder de las juventudes hitlerianas en
México).

Parte de esa nueva táctica consistía en asegurar que habían abandonado la doctrina del
nacional-socialismo y profesar ahora los ideales de la democracia. Se mostraban
agradecidos al presidente Ávila Camacho y hacían públicamente grandes elogios de su
generosidad, pero en sus reuniones privadas se burlaban de la “ingenuidad” de MÁC y
comentaban lo “fácil que resultaría apoderarse de este país de mestizos gobernado por
idiotas”.
136

De hecho la actividad nazi no se interrumpió con la concentración de los alemanes de


Perote. Los que estaban fuera, seguían enviando informes en clave a Berlín, para lo cual
contaban con la franquicia concedida a la Cruz Roja Mexicana que podía usar el cable y la
radio en la transmisión de mensajes a cualquier parte del mundo, estuviera o no en estado
de guerra. El agente nazi Martin Dygula y otros, se valían para eso de su amistad con el Lic.
Alejandro Quijano, que era presidente de la Cruz Roja Mexicana, y a quien Allan Chase
había señalado en su libro como uno de los consultores y consejeros políticos de Augusto
Ibáñez Serrano, delegado en México de Falange Exterior y representante personal de
Francisco Franco.

Quijano protestó cuando en el libro de Chase se denunció que utilizaba la franquicia de la


Cruz Roja para fines de espionaje. Sin embargo, se desconcertó y no pudo dar ninguna
explicación satisfactoria cuando se le presentaron copias de los cables transmitidos.

La nueva situación creada en el mundo con la derrota del Tercer Reich, obligó a los
sinarquistas a un cambio de frente espectacular. De ello informó la revista mexicana
Tiempo en su No. 162 del 8 de junio de 1945, en su nota titulada: Tres caras de la UNS:

“El domingo 6 de mayo, 36 jefes sinarquistas se reunieron en su local de la calle de


Morelos No 74. El Lic. Manuel torres Bueno se encontraba en León, Gto., por lo que
presidió la reunión Juan Ignacio Padilla, agitador subversivo sobre quien pesa un proceso
por traición a la patria y disolución.

“Aparte JIP estuvieron presentes Salvador Zermeño, Félix Sandoval, Gildardo González
Sánchez, Pablo Loeza, Valentín Lozada y, sobre todo, el alemán Jorge Kohpen, espía que
tuvo que disfrazarse de vagabundo para evitar que se le concentrara en la estación
migratoria de Perote. Ha dicho de él Juan Ignacio Padilla: ‘Nadie puede pensar lo que este
hombre vale; conoce a Franco y ha viajado por Europa; estuvo en España durante la
guerra pasada y últimamente vivió en la Argentina’”.

La reunión del día seis marcó, sin duda, una nueva etapa del sinarquismo. La Unión se
propone ahora rehabilitarse, después de haber variado la táctica y la estrategia de la
organización. Dijo Padilla sobre dichos temas:

“Por mi caso pueden ustedes darse cuenta de lo ineficaz de las medidas de un gobierno
espurio, surgido del fraude y del chanchullo. Se dictó orden de aprehensión contra mí y lo
que lograron fue hacer de Juan Ignacio Padilla un mártir vivo, el único dentro de la UNS.

“Se prohibió El Sinarquista y éste sigue publicándose, se prohibieron las reuniones de


sinarquistas y estos siguen reuniéndose en todo el país…
137

“Los Estados Unidos van a lamentar muy pronto el haber destrozado a Alemania; pero
nosotros debemos tomar como ejemplo el espíritu nórdico que siguió a su jefe (el de
Alemania) hasta la derrota… Los gringos, que no tienen el espíritu anticomunista de los
alemanes, serán pronto vencidos por los rusos… ¡Hay que luchar contra el comunismo!”

Jorge Kohpen –baja estatura, delgado, blanco, ojos azules, traje negro, corbata de
mariposa, 40 años– dijo que a gobiernos como el actual era muy fácil derrocarlos por la
debilidad que va siempre unida a la tolerancia. Pero –agregó– es preferible esperar el
nuevo chanchullo electoral para tener así la bandera de la legalidad en las manos.

2ª reunión. Después de haber escuchado en México DF, las palabras de orientación


pronunciadas por JIP y JK los jefes sinarquistas volvieron a reunirse el viernes 18 de mayo
–No 155 de la calle de Morelos– en la capital del estado de Michoacán. Aparte de los jefes
regionales, estaban presentes Manuel T Bueno, José Valadés, JIP, Guillermo Mendoza, Luis
Martínez Narezo y el indispensable Jorge Kohpen.

Abrió la sesión el jefe de prensa de la UNS, Lic. Ignacio Martínez Aguayo. Indicó que las
jerarquías habían decidido nombrar nuevo jefe nacional al Ing. Gildardo González Sánchez,
pero que en León habría que simular una elección democrática. El Lic. Torres Bueno
declaró que dejaba el mando de la UNS, sólo para acallar las protestas de los enemigos del
sinarquismo (Lic. Carlos Arhié y José Sam, quienes han fundado otra UNS) pero que le
cabía la satisfacción de haber desarrollado en fortuna venturosa la política exterior de la
Unión.

Gildardo González Sánchez, nuevo jefe gracias a la designación de las jerarquías


supremas, anunció que cambiaría la línea política de la UNS. “En lo sucesivo –dijo– habrá
que atacar a Alemania, Japón y Rusia pues derrotado el nazifascismo sería una torpeza
seguir defendiendo una causa muerta.” Fijó luego los temas –eran sus primeras órdenes–
que habrían de desarrollar dos días después los oradores sinarquistas en la concentración
de León. Insistió en que debería elogiarse a Don Manuel Ávila Camacho, “para desorientar
a los revolucionarios”.

3ª reunión. El sábado 19 de mayo los jefes se reunieron por 3ra vez. Sitio: Madero No.
112, León Gto. Consumaron allí la falsa elección… Luego, un ingeniero italiano, Rafael H
Lang –Productos Irma, S de RL, Irapuato 113– presentó un informe sobre defensas
militares en los puertos y costas de ambos litorales. Llevaba consigo varios mapas
señalados con flechas rojas. Gildardo González interrumpió las explicaciones de Lang,
diciendo que no era ése el sitio más conveniente para conocer sus trabajos, lo felicitó,
empero, por la calidad de ellos, y añadió que Lang había logrado lo que nunca pudo
alcanzar el Ing. Wiegman, no obstante haber estudiado éste en Alemania.
138

A las 7 pm se presentó en la reunión el cura del templo de la Luz, quien invitó a los jefes
sinarquistas a una misa que al día siguiente se celebraría por el descanso de las almas de
Hitler y Mussolini. Todos los jefes asistieron y, de paso, comulgaron.

El nuevo jefe nacional, GGS, tiene la característica de conducirse en público de modo


totalmente contrario a como suele hacerlo en la intimidad. Después de haber dicho lo que
dijo en Morelia y en León, declaró el pasado martes 29, a través de los micrófonos de
Radio Mil, en la Mesa Redonda del Diario Polémico del Aire (al ser entrevistado por el
autor de este libro):

“El cambio de jefe es algo natural dentro de una organización como la UNS que no sigue a
personas sino a los ideales. Desde antes de 1940 condenábamos por convicción íntima,
tanto el comunismo como el nazifascismo y la seudodemocracia liberal, por ser opuestos a
la filosofía cristiana. Hoy como siempre deseamos un acercamiento de nuestro pueblo con
el de los EU, pero de un modo especial ahora que somos aliados y tenemos un mismo
enemigo común que amenaza nuestra civilización occidental: la barbarie asiática. Creemos
que el nazifascismo como tal ha dejado de existir al faltarle las cabezas directoras, pero el
espíritu del totalitarismo aún perdura y sigue amenazando a la humanidad, ya que el
comunismo es tan agresivo, absorbente, tiránico y criminal como las dictaduras
nazifascistas…”

Si ahora el sinarquismo exhibía ese súbito espíritu amistoso hacia los EU, era porque
esperaba y contribuía a provocar un conflicto entre la URSS y los EU: por de pronto se
constituía en paladín de la campaña anticomunista, bandera que desde siempre ha
servido para ocultar los peores designios políticos.

Aprovechando la estancia en la ciudad de varios extranjeros procedentes de Sudamérica


que iban a España a informar de sus actividades, de la situación en aquellos países, y a
recibir instrucciones, se convino en hacer una reunión ampliada a la que se invitaría a
representantes de los partidos de derecha.

La reunión se celebró cerca del balneario de Agua Hedionda, simulando un picnic.


Asistieron el Lic. Miguel Fainster y Jaime Pina Islas, por el Movimiento Unificador
Nacionalista; Alonso Gómez García, por los llamados Partidos Independientes; Gildardo
González Sánchez, Pablo Loaeza y Armando Calderón, por la UNS; los extranjeros Juan
Stephenskt, Carlos Leclerck y María Oberpold, recién llegados de Argentina; el Dr.
Adalberto Iwersen, en representación del señor Antonio Sanz Agero, delegado de Falange
Exterior en Guatemala y El Salvador, y el señor Harold W Haase, representante de los
intereses del gobierno yanqui en los ferrocarriles de Centroamérica. Presidió la reunión el
señor Stephenskt, quien habló de la necesidad de reorganizar la lucha con nuevos
139

métodos, pero que, sobre todo, había que imponer una disciplina nórdica a las
organizaciones en lucha. (No se explicó qué es lo que debería entenderse exactamente
por disciplina nórdica). Dijo que había que coger ahora la bandera de la democracia, como
medida táctica para esquivar los ataques de los enemigos victoriosos.

Delineando a grandes rasgos la política que convenía a México señaló los siguientes
puntos de programa:

*Libertad para la Iglesia.

*Impulso al capital mediante la disolución de los sindicatos y el destierro de los líderes


comunistas.

*Industrialización del país con ayuda del capital extranjero. (Tesis sostenida por el ex
canciller alemán, Ludwig Erhard, durante su visita a México en febrero de 1968.)

*Reforma del artículo 1º de la Constitución –se refiere a la nacionalidad mexicana– para


que ningún judío pueda ser considerado nunca como mexicano mediante la
nacionalización.

*Prohibición del matrimonio entre mexicanos e individuos de raza asiática.

*Expropiación de todos los negocios de los judíos.

*Ilegalización de las organizaciones comunistas y

*Pena de muerte para los delitos de orden político.

Dijo también Stephenskt que muy pronto grandes capitales nazis serían traídos a México y
puestos a nombre de personas insospechables, algunas de las cuales han sido
previamente destacadas como furibundos antinazis y que militan en organizaciones como
Alemania Libre, Unión Democrática Centroamericana y otras. Harold W Haase preguntó a
los sinarquistas qué habían hecho con las armas que les regaló, 15 ametralladoras que
había adquirido de un grupo de revolucionarios salvadoreños que, perseguidos por
Maximiliano Hernández Martínez, se las habían vendido muy baratas. (Esas armas
estuvieron guardadas en el templo parroquial de Toluca, a cargo del presbítero José A
Vivas.).

La nueva táctica de los agentes nazis –lucha contra el comunismo– coincidía exactamente
con la tendencia original del sinarquismo, sólo que en 1945, los ataques ya no iban
dirigidos contra el general Cárdenas que en 1937 era para los sinarquistas la
personificación del comunismo. Los ataques de El Sinarquista estaban ahora concentrados
140

contra la embajada soviética en México y, particularmente, contra el embajador


Constantino Oumansky.

La personalidad magnética del representante soviético, su talento, su dinamismo, su


cultura, su habilidad increíble para hacer amigos inclusive en los medios más refractarios a
la URSS; las recepciones sin precedente que organizaba en los jardines y salones de la
embajada, a las que asistían millares de amigos (y muchos enemigos también) y todo eso
unido a las victorias recientes del ejército rojo, estaban creando una gran corriente de
simpatía hacia la Unión Soviética, lo que no dejaba de causar cierta alarma en la embajada
norteamericana.

No fue posible comprobarlo, pero existe la evidencia de que el atentado de que fue objeto
el avión en que viajaba el embajador Oumansky rumbo a Centroamérica, fue organizado
por espías nazis, expertos en terrorismo y explosivos modernos, con la ayuda de fanáticos
sinarquistas. En algunas reuniones secretas de la UNS se llegó a hablar del incidente con
maliciosa reticencia, como si se tratara de una proeza sinarquista de la que no podía
hablarse abiertamente. Era evidente que los sinarquistas, sin la asesoría técnica de los
alemanes nazis, no hubieran sido capaces de consumar por sí mismos el atentado.

Fue en ese campo del sabotaje y del espionaje en el que la quinta columna causó los
mayores daños. Sus intentos de subvertir el orden en México, de provocar una guerra civil
y derrocar al gobierno, no pasaron del grado de tentativa. Tampoco resultó eficaz la
práctica de organizar partidos políticos en cada esquina sobre el denominador común del
141

“nacionalismo”. A la postre eso derivó en un productivo negocio al que se dedicaron


algunos aventureros que vivieron por algún tiempo de los subsidios de Falange o del
Partido Nazi en México.

Por razones obvias uno de los principales objetivos de la actividad de los espías y
saboteadores nazis fue el puerto de Tampico, centro de la industria petrolera mexicana.
De allí salían los barcos-tanque con el combustible para los aliados. El petróleo era la única
aportación apreciable que México podía hacer al esfuerzo de guerra contra el hitlerismo.
La tarea pues de la quinta columna consistía allí en buscar la manera de aprovechar el
petróleo mexicano y en el caso de que esto no fuera posible, destruir esa fuente de
aprovisionamiento de los aliados.

Se dio la circunstancia de que en el estratégico puerto del Golfo había una colonia
española muy poderosa, económicamente. En general, eran capitales españoles los que
controlaban el comercio, la industria, la banca y, consecuentemente, ejercían una
influencia importante en la vida pública. Todos esos capitalistas, naturalmente, eran
franquistas y entusiastas admiradores de Hitler. No fue ningún problema para Falange
Exterior, reclutar a todos esos negociantes reaccionarios.

Originalmente el NSDAP intentó crear allí un Partido Nazi, con el nombre de Renovación
Mexicana. Sin embargo, el hecho de ser Tampico un centro obrero de mucha importancia
y existir un proletariado revolucionario y por lo tanto antinazifascista, se consideró que no
prosperaría una actividad fascista pública. Se prefirió seguir otros métodos. La quinta
columna concentró su acción en Falange a la que ingresaron todos los españoles
residentes en Tampico. Sus dirigentes eran los dueños de los hoteles Imperial e Inglaterra,
Jesús Ortiz y Arturo Bouza, respectivamente. En esos hoteles celebraban sus reuniones;
allí se conspiraba sin recato alguno en contra del gobierno y se promovía la ayuda a los
países del Eje.

La Falange en Tampico como en todas partes se constituyó con gachupines, cantineros,


traficantes con el vicio y la prostitución, que alternaban con prósperos y “respetables”
hombres de negocios, ignorantes, audaces, sin escrúpulos, aventureros afortunados. El
líder más prominente de Falange en Tampico era Arturo Bouza, dueño del Hotel
Inglaterra. Bouza salió de Cuba perseguido por la justicia bajo el cargo de homicidio. Se
refugió en Tampico, donde inició su vida como mesero en el Café Victoria. Poco después
actuó como agente de la Cervecería Modelo y más tarde como administrador del Café
Alcázar. Poco después estableció un restaurante en los bajos del Hotel Inglaterra y, anexo,
el cabaret Normandie; finalmente compró todo el hotel. Eran notorias las conexiones de
Bouza con Juan de la Mancha señalado como uno de los más importantes contrabandistas
en la frontera con los EU. De la Mancha ocupó el puesto de Jefe de las Comisiones de
142

Seguridad por algún tiempo, el suficiente –se dijo– para hacer una enorme fortuna con el
contrabando de drogas.

Otro de los hombres prominentes de Falange en Tampico era el director de El Mundo,


Vicente Villasana, reaccionario, ignorante, un hombre sin escrúpulos de ningún género.
Había estado al servicio de las compañías petroleras norteamericanas y siempre al de las
causas antipopulares. Era el hombre más odiado, despreciado y a la vez temido de
Tampico.

Desde que Hitler tomó el poder en Alemania El Mundo se convirtió en el más entusiasta
propagandista de la doctrina del Nuevo Orden y al organizarse la Falange, fue uno de sus
pioneros y pilares económicos. Al triunfo de Franco fue invitado a visitar España, como
premio por sus servicios a la causa. Villasana reunió una serie de cartas de presentación y
un álbum en el que figuraban todos los miembros tampiqueños de la organización, para
entregárselo al generalísimo. Para despedirlo, se organizó un gran banquete en el Hotel
Imperial, propiedad de Jesús Ortiz que en ese momento sostenía una profunda rivalidad
con Bouza por razones de competencia hotelera.

Al llegar a la frontera española, en Irun, Villasana fue detenido por las autoridades
franquistas y encarcelado. Nomás al llegar conoció las bellezas del régimen que tanto
había exaltado en su periódico. ¿Qué había pasado? Villasana protestaba, mostraba su
álbum, sus cartas de presentación; todo inútil, los baturros falangistas españoles no
entendían nada. Habían recibido un cable desde Tampico, en el que se advertía a las
autoridades franquistas que Villasana era un peligrosísimo comunista, muy hábil, con el
cual deberían tener mucho cuidado.

Bouza, jefe de la Falange en Tampico, había jugado esa broma a Villasana para vengarse
por haber preferido el hotel de su enemigo para celebrar el banquete de despedida.
Rechazado en Irun, Villasana intentó entrar a España por Portugal, pero igualmente se le
impidió el paso. Decidió entonces seguir su viaje a Alemania. Allí, después de
innumerables gestiones, logró que lo recibiera el führer. Fue una entrevista de un minuto.
Hitler escuchó adusto lo que balbuceaba emocionado el visitante, oyó la traducción, alzó
el brazo y dio por terminada la entrevista. Ni una palabra de gratitud por el servicio
prestado por Villasana al Tercer Reich y, mucho menos, estrechar la mano del
insignificante mestizo.

Lo llevaron luego con el Dr. Goebbels. Lo que habló con él no fue divulgado, pero poco
después de su regreso de Alemania, Villasana inauguraba una Goss flamante en sus
talleres y las bodegas de El Mundo estaban repletas de bovinas de papel. El periódico
143

mejoró de aspecto y en sus columnas aparecían diariamente reportajes de la Transocean,


la agencia nazi de noticias, exaltando la grandeza y maravillas del Tercer Reich.

Al regresar, Villasana declaró la guerra a Bouza. Se negó a publicarle anuncios y amenazó


con hacer un relato de cómo Bouza había formado su capital. Esa enemistad entre dos
prominentes miembros de la Falange no podía tolerarse; la reconciliación era
indispensable para el buen funcionamiento de la organización. La oportunidad para
olvidar la broma de que Villasana fue víctima, y que le impidió estrechar la mano del
caudillo español, se presentó muy pronto:

Uno de esos días del mes de junio (1941) en que Tampico parece una caldera, la noticia
dejó fríos a los habitantes del puerto: los más prominentes personajes de la ciudad,
banqueros, comerciantes, industriales, habían sido aprehendidos y conducidos a la capital
de la república. En los cafés del puerto no se hablaba de otra cosa. De cada mesa surgía
una hipótesis, una teoría para tratar de explicar el sentido de la desconcertante medida.

¿Cuál podía ser el delito –se comentaba– de esos hombres tan “honorables”, tan
“respetables”, tan ricos, tan “decentes”? El asombro fue mayor cuando la prensa dio a
conocer la naturaleza del delito: falsificación de billetes del Banco de México de $50, de la
serie L…

Los tampiqueños rieron de buena gana. ¡Falsificadores los hermanos Arango –decían–
dueños de grandes negocios, accionistas del Banco Comercial de Tampico! ¡Y el señor
Vigil, propietario de siete cines y de la Embotelladora Zarza-Cola! Y fulano, y zutano…
Tampico vivía una verdadera novela de misterio. Todos contribuían a hacerla más
interesante. El nombre de Sampietro, el famoso falsificador internacional, empezó a
mencionarse. Había quienes estaban seguros de haberlo visto cruzar por la carretera, en
su automóvil, a 120 km por hora… No faltaron inclusive, quienes habían escuchado el
ruido de la prensa que imprimía los billetes en un cuarto del Hotel Inglaterra…
144

No tardó mucho en conocerse la verdad. Los detenidos, miembros prominentes de


Falange Exterior, estaban tratando de concertar una operación de compra de petróleo con
los productores independientes, para enviarlo a Hitler a través de España y Francia. Se
investigó la isla de Lobos, cerca de Tuxpan, Ver., donde las compañías petroleras habían
dejado instalaciones que podían ser aprovechadas por los submarinos alemanes. De
pronto la tesis de falsificación desechada por ridícula, surgió como la más válida.

Sí, se trataba de falsificación de moneda, efectivamente. La falsificación era tan perfecta


que se pensó que se trataba de una cantidad de billetes del Banco de México que habían
desaparecido sin el debido resello. Lo único que se había falsificado era el sello. Otros
afirmaban que el dinero falsificado había venido del norte. El examen de los billetes de
$50 de la serie L llevó a la conclusión de que no pudieron haber sido falsificados en
México, donde no se contaba con los elementos técnicos adecuados. El dinero procedía
de Alemania. Los nazifalangistas tampiqueños serían los instrumentos de una cuantiosa
operación comercial que consistía en comprar petróleo para los nazis con dinero
falsificado en Alemania.

En los primeros años de la guerra, el recurso de falsificar moneda de otros países, fue
considerado dentro de la doctrina de que “en la guerra y en el amor, todo se vale”.

El historiador argentino Iso Brante Schweide, que por algún tiempo estuvo al servicio del
Tercer Reich, al rectificar su actitud hizo la sensacional revelación: “Todo lo que ahora
viene de Alemania es falso o adulterado, como muchos de sus productos alimenticios.
Vuestra Excelencia –se refiere a Wilhelm von Faupel, encargado por Hitler de la política de
penetración alemana en los países de América Latina– no ha de ignorar seguramente que
el ministerio de Relaciones Exteriores mantiene una oficina falsificadora de notas y
despachos diplomáticos. En el ministerio de propaganda se adulteran actas políticas y la
policía secreta posee un taller donde se falsifican documentos personales y judiciales,
pasaportes y testamentos.

“Contra la falsificación de libras esterlinas y dólares americanos –dijo Schweide– se han


pronunciado varias veces los banqueros alemanes, pero los grandes depósitos de billetes
falsos no fueron destruidos. El mariscal Goering hizo la fantástica proposición de arrojarlos
desde los aviones de bombardeo por las calles de Londres junto con los paracaidistas
alemanes…”

El complaciente gobierno de Ávila Camacho encontró que en este caso no había delito que
perseguir, pese a que México estaba en guerra con las potencias del Eje. Un grupo de
individuos pretendía enviar petróleo al enemigo pero tratándose de gentes tan
“honorables” como los millonarios falangistas de Tampico, eso no podía ser un delito, sino
145

simplemente un negocio; tampoco lo era, al parecer, el operar con dinero falsificado. Por
lo tanto, los traidores fueron puestos en libertad absoluta. A su regreso a Tampico fueron
agasajados con un gran banquete en el que se hizo mofa de la administración mexicana de
justicia.

Los quintacolumnistas que habían regresado como “héroes”, volvieron a sus actividades
conspirativas con más ánimo, en notoria colaboración con los agentes nazis radicados en
el puerto. El resultado de la negligencia oficial frente a este tipo de actividades fue sin
duda el hundimiento de los tanques petroleros mexicanos en el Golfo de México. De
Tampico salían los buques conduciendo petróleo para los aliados. Avisar de estas salidas a
los submarinos alemanes era lo más sencillo. El Potrero del Llano, el Amatlán, el Faja de
Oro, el Juan Casiano, el Tuxpan, el Choapas, el Oaxaca, en total siete buques-tanque
petroleros mexicanos fueron hundidos en el Golfo de México. Decenas de marinos
perdieron allí la vida. Los quintacolumnistas hicieron circular la versión de que no habían
sido submarinos nazis, sino estadounidenses los que habían hundido los barcos, como
recurso para obligar al gobierno mexicano a declarar la guerra al Tercer Reich.

El 22 de mayo de 1942, el gobierno de México declaró el estado de guerra con los países
del Eje nazifascista. Los barcos alemanes e italianos que se hallaban en puertos nacionales
fueron incautados y a sus tripulaciones se les dio la ciudad por cárcel. Los marinos
pasaban alegremente sus vacaciones en los cafés y cantinas de Tampico, lejos de los
campos de batalla. En la plaza principal cada banca era una tribuna desde la cual los
fascistas pregonaban las excelencias del Nuevo Orden. No era raro que después de esas
146

peroratas, algunos nazis criollos aplaudieran y lanzaran mueras a Roosevelt, Stalin,


Churchill y vivas a Franco y a Hitler.

La tolerancia de que disfrutaban volvió cada vez más insolentes a los marinos. Andaban
por las calles, borrachos, en grupos, lanzando gritos en su idioma y entonando canciones
obscenas. En el barrio de la Puntilla fue donde hicieron una labor proselitista más intensa.
En las casas de muchas familias de ese barrio, al lado de los retratos familiares figuraba la
efigie de Hitler o la swástica.

En los primeros meses los capitanes de los barcos tuvieron la intención de regresar a
Alemania burlando el bloqueo inglés. Uno de los primeros que lo intentó fue el Frigia pero
no se había alejado ni 30 millas de Tampico cuando le salió al paso un crucero aliado. El
barco fue hundido con su cargamento de petróleo. El Orinoco intentó también la fuga,
pero los marinos se opusieron a los planes del capitán y de la oficialidad; muchos de ellos
tenían ya mujer e hijos en Tampico, sembraban pequeñas hortalizas y vivían felices, sin
pensar en la guerra. Además, sabían que no iban a lograr burlar la vigilancia de los barcos
aliados.

Sin embargo, al parecer las instrucciones superiores eran terminantes: intentar la fuga.
Ante la insistencia del capitán sólo quedaba un recurso: cuando ya el Orinoco iniciaba la
marcha, se rompió una pieza esencial de la maquinaria que sólo podía ser construida en
Alemania. El maquinista quedó sentenciado a muerte.

Con el pretexto de su afición a la pesca, un grupo de oficiales nazis construyó un velero en


las riberas del Pánuco; lo bautizaron con el nombre de Hela y lo equiparon, con los más
modernos instrumentos… de comunicación y de navegación. Antes de que el velero
zarpara todo Tampico comentaba la hazaña: se suponía que los marinos pretendían llegar
al otro lado del Atlántico en su pequeña embarcación. Entre los tripulantes del Hela iba el
radio operador del Orinoco. La noche que salió el velero, el oficial nazi responsable en
tierra de los marinos, pasó la noche en la azotea de uno de los edificios más altos de
Tampico, hurgando el mar con un potente catalejo.

Se supo luego que el viaje del Hela tenía por objeto acudir a una cita previa, (en un lugar
del Golfo de México) con un submarino alemán, al que se le entregó información
confidencial y toda la documentación de los barcos incautados. Después de algunos días,
el velero apareció en el puerto de Veracruz.

Hubo asimismo un intento de cerrar el canal de navegación del río Pánuco, haciendo
estallar una bomba en el Orinoco. El plan fue descubierto oportunamente. Como la
permanencia de los marinos en Tampico resultaba peligrosa, se decidió trasladarlos a
Guadalajara, Jalisco.
147
148

La llegada de los marinos nazifascistas a Guadalajara fue precedida por una campaña de
prensa, pagada por las casas alemanas, con la intención de crear un ambiente favorable a
los marinos. Esa campaña contrastaba con la que, dos años antes, se había hecho en
contra de los refugiados españoles, a quienes los periódicos reaccionarios calificaban de
“atajo de vagos”. Cuando llegaron los españoles republicanos, se les alojó en la Casa del
Agrarista y se les dio el mismo trato y alimentación que a los presos de las cárceles, no
obstante que el Comité Español de Ayuda proporcionaba fondos suficientes para una
estancia decorosa.

A los alemanes se les recibió de muy distinta manera. Las autoridades los trataron con
toda clase de consideraciones. Provisionalmente se les alojó en los mejores locales
escolares (estaban suspendidas las clases por vacaciones) y se les asignó una ayuda de
$150.00 por persona mensualmente, con lo cual pudieron vivir después en forma
espléndida, pues en las casas de huéspedes se les dio alojamiento por $45.00 al mes. Los
marinos tenían la ciudad por cárcel; su única obligación consistía en presentarse todos los
días en las oficinas de Migración, a las nueve de la mañana, a pasar lista de presente. Este
requisito era bastante relativo pues cuando algún marino faltaba otro respondía por él.

Los 200 marinos alemanes se hallaban en una situación privilegiada en relación con los
400 marinos italianos, porque las clases alemanas –Beick Félix y Co, Carlos Herring, Casa
Collington y otras– así como toda la colonia alemana residente en Guadalajara, se cotizaba
para ayudar a los compatriotas. Los marinos italianos, por supuesto, no participaban de
esa ayuda.

La negativa de los alemanes a compartir con sus aliados italianos las ayudas que recibían,
dio origen a choques violentos y sangrientos. Las autoridades tuvieron que intervenir en
diversas ocasiones para imponer el orden, pero de todas maneras no pudo evitarse que
entre los italianos surgiera un odio profundo hacia los nazis que discriminaban a los
fascistas y los miraban con desprecio. Los alemanes frecuentaban los mejores
restaurantes y, sobre todo, las mejores cantinas. En los paseos públicos se mostraban
majaderos y vulgares, tratando con altanería a los mexicanos, como si estuvieran en país
conquistado.

En los portales se propasaban con las muchachas. Los escándalos provocados por los nazis
en las cantinas y burdeles hicieron cambiar el ambiente favorable que existía a su llegada.
Los habitantes de Guadalajara conocieron por propias experiencias la naturaleza del
nacional-socialismo y del Nuevo Orden. Los jóvenes nazis eran al principio los mejores
clientes en los burdeles de la ciudad pero poco después se convirtieron en souteneurs, en
explotadores de las muchachas más guapas.
149

Todos estos hechos, más los escándalos que habían originado en algunos hogares
respetables, hicieron reaccionar a la sociedad de Guadalajara. Se exigía a las autoridades
que impusieran el orden, recluyeran a los nazifascistas en un campo de concentración o
que, por lo menos, obligaran a los marinos a trabajar. Los periódicos locales se negaban a
publicar las denuncias que se presentaban de los desmanes y atropellos de los marinos.
Las casas comerciales francesas en su mayoría degaullistas, amenazaron a los periódicos
con retirar sus anuncios si no se atendían las quejas del público. Resultaba indignante para
la población el hecho de que el gobierno gastara $3,000 diarios en el sostenimiento de
esos extranjeros malvivientes, mientras en la ciudad eran notorias las carencias de todo
orden y muchas escuelas de los barrios carecían de mesabancos.

Naturalmente los nazifascistas no se dedicaban exclusivamente a embriagarse y a visitar


los burdeles. Tenían asimismo una intensa actividad política. En las bodegas de las casas
alemanas, principalmente en las de Brick Félix y Co, celebraban reuniones políticas, bajo la
dirección de Paul Horne, jefe del NSDAP en Guadalajara y del cónsul alemán en la ciudad,
Erick Clemens. En otros locales, la fábrica de aceites de los hermanos Konrad, por ejemplo,
en la calle Antonio Bravo No. 93, una vez por semana se efectuaba un mitin nazi. Los
discursos y los coros se escuchaban en la calle. El barrio de Analco se había convertido en
un centro de propaganda nazifascista. Todas las noches, a través de un altoparlante, se
transmitían desde la torre del templo, noticias de la Transocean y boletines preparados
seguramente por el Partido Nazi en Guadalajara.

Las actividades políticas de los marinos llegaron finalmente a preocupar a las autoridades.
Se hicieron investigaciones. Se tenía la seguridad de que en la ciudad estaban funcionando
algunas estaciones transmisoras. Una camioneta de la Secretaría de Comunicaciones,
dotada del instrumental necesario, se dedicó a localizar esas estaciones. Finalmente se
pudo precisar el sitio desde donde operaba la más potente. Se le localizó en el barrio de
Atemajac; se trataba de una poderosa estación transmisora direccional ajustada a Berlín,
ultracorta, de 5 metros. Se cateó la casa que resultó ser de un canadiense; se le recogió
documentación sobre actividades de espionaje, correspondencia de Hitler y Goebbels y un
mapa militar de la ciudad de Guadalajara en el que figuraban con una precisión
milimétrica las carreteras y lugares de valor estratégico.

El canadiense fue detenido y llevado a la ciudad de México. El gobierno federal evitó el


escándalo público; el espía fue expulsado al Canadá. Poco después, ante el creciente
descontento de la población y la cada día más desembozada y cínica actividad política de
los nazifascistas el gobierno acordó su traslado al castillo de Perote.

Unas de las actividades más peligrosas de los quintacolumnistas fueron las que
desarrollaron en la zona petrolera y en las instalaciones cercanas a Tampico. En la
150

imposibilidad de aprovechar el petróleo de México, a causa del bloqueo, los jefes de la


quinta columna decidieron impedir que el combustible llegara a los aliados. El
hundimiento de los buques-tanque mexicanos fue un aviso, pero se temía que ocurriera
en Tampico lo que en Venezuela, que sin estar en guerra contra el Eje, contempló
impotente el bombardeo de las refinerías de Aruba y Curazao.

La sospechosa tolerancia del presidente Ávila Camacho hacia los conspiradores


extranjeros, había permitido la permanencia en la industria petrolera de numerosos
alemanes, colocados en puestos clave de la industria: Enrique Müller, Jefe del
Departamento de Pailería de la Refinería El Águila; W clarcke, oficial de primera en el
mismo departamento; Teodoro Reith, superintendente de Plantas; Karl Feher Schthaler,
sobrestante de construcción y mantenimiento de campo en Reventadero, y otros muchos
que trabajaban en combinación con los dirigentes nazis en Tampico, Richard Eversbusch,
Friedrich Geffken, Jorge Koehler, Werner Barke, quienes, a su vez, contaban con la
colaboración de mexicanos pronazis como Alberto Cabezut, Antonio López Cortina,
agentes aduanales y toda la Falange capitaneada por Bouza y Villasana.

Resultado de esa tolerancia, fueron una serie de actos de sabotaje en las plantas y campos
de la industria petrolera. Dos veces estuvo a punto de volar la planta de Árbol Grande.
Fueron incalculables las pérdidas sufridas por Pemex a causa de esos “accidentes”, sin
contar con decenas de vidas de obreros perdidas por estos actos de sabotaje.
Naturalmente los nazis dentro de la industria petrolera contaban con la ayuda de algunos
obreros sinarquistas, a los que, supuestamente, se les “olvidaba” cerrar o abrir alguna
válvula, conectar o desconectar alguna manguera, etc. Si no fueron mayores los daños
causados se debió a la vigilancia de obreros revolucionarios que en muchas ocasiones
pudieron evitar verdaderas catástrofes.

Muchos millones de pesos costó al país la tolerancia de las autoridades, al permitir la


presencia de nazis notorios en puestos de responsabilidad dentro de Pemex. Además, no
podía aducirse ignorancia; con toda precisión y oportunidad, había sido denunciada la
organización del Partido Nazi en México. El Lic. Vicente Lombardo Toledano lo había
hecho el 17 de octubre de 1941, (un año antes de que México participara en la guerra
como beligerante) en un mitin celebrado en la Arena México.

“Para evitar este mitin –denunció en esa ocasión Lombardo– he recibido muchas
amenazas de todo carácter. Yo dije a algunos camaradas que iría a hacer revelaciones de
importancia y este informe se transmitió. Se me dijo: ‘Si Ud. revela la organización del
Partido Nazi en México, se atendrá a las consecuencias.’ No me importa. Yo nunca he
hecho desplantes de hombre valiente; amo la vida como el que más la quisiera; no tengo
el menor deseo de morir; al contrario, quiero vivir muchos años, porque tengo que ver
151

todavía la aurora sobre todos los pueblos de la Tierra… Pero si algo me acontece, todo el
país sabrá de dónde proviene…

“En una declaración que se hizo famosa, Benito Mussolini dijo, el 26 de mayo de 1927, que
‘el siglo XX sería el siglo del fascismo’. Hitler, por su parte, estima que a Alemania le
corresponde la misión de implantar el Nuevo Orden fascista en el mundo. ‘Alemania –dijo
en alguna ocasión– será una potencia universal o no será nada.’

“No, no es la hora de la Revolución social, señores fascistas, señores reaccionarios de


México, pero no es la hora del fascismo; eso no; no es la hora del fascismo; es la hora de
las libertades tal como existen en donde existen, y de la libertad para los pueblos que la
han perdido…”

La denuncia que hizo VLT de la organización nazi en México, fue puesta en manos de las
autoridades responsables de la seguridad del país. Si el funcionario encargado de esa
seguridad hubiera procedido con patriotismo, si hubiera cumplido con su deber, la quinta
columna podría haber sido controlada y neutralizadas sus peligrosas actividades. Fue
culpable el presidente Ávila Camacho por su tolerancia al subestimar el peligro que
representaba la acción de los espías nazis, pero mucho más lo fue su secretario de
Gobernación, el Lic. Miguel Alemán Valdés, que conociendo la existencia de un partido
extranjero que funcionaba fuera de la ley y conspiraba contra los intereses de México, no
dictó las medidas adecuadas para impedirlo.

El informe completo de la organización nazi en México, señalando nombres de


organizaciones y de sus dirigentes, domicilios y demás detalles, fue resultado de una
investigación privada de elementos revolucionarios del movimiento obrero. Las
principales organizaciones y sus dirigentes eran:

El Partido Obrero Nacional-Socialista Alemán (Grupo Mexicano) del National-Sozialistische


Deutsche Arbeiter Partei (NSDAP) cuyo presidente honorario era el embajador alemán en
el país, barón Rüdt von Collemberg.

El jefe del Partido (Landesgruppenleiter) Edgar von Vallengerg-Pachaly.

Jefe de la Gestapo (Hafendiensleiter) Georg Nicolaus.

Ayudante del Jefe de la Gestapo, (Stellvertretender Hafendienstleiter) Walter Westphal.

Jefe de espionaje comercial (Aussenhanddels Stenllenleiter) Alejandro Holste.

Jefe de prensa y propaganda (Presse und Propaganda-leiter) Kurt Benoit Duems.

Jefe del Frente Alemán del Trabajo (Leiter der Deutschen Arbeits-front) Thomas Sluka.
152

Jefe de la Juventud Hitleriana (Hitler Jugend) Kurt Schlenker.

Jefe del Fichte Bund, Heinz Weber. Etc.

El grupo nazi en México estaba formado por 27 distritos que controlaban 24 grupos
locales y 20 puntos de apoyo (Stuetzepunkte).

Todos los funcionarios del Grupo debían jurar fidelidad al führer una vez al año, cada 20
de abril, aniversario de Adolfo Hitler.

Además de los organismos específicos funcionaban otros de aparente carácter civil, pero
que, en realidad actuaban como organismos dependientes del Partido, como El Club
Alemán, La Casa Alemana, el Club Hípico Alemán, el Colegio Alemán, la Cámara de
Comercio Alemana, la Sociedad México-Alemana Alejandro Humboldt, el Grupo de
Mujeres de la Comunidad Alemana, la Sociedad Mutualista Alemana, la Escuela Nocturna
Alemana, el Seguro Alemán de Enfermedad, la Organización Religiosa Alemana, la
Asociación Cristiana de Jóvenes Alemanes y la Sociedad Alemana de Mexicanistas.

Independientemente del NSDAP trabajaba en México un buen número de agentes, con


misiones concretas, específicas, según sus capacidades y especialización. Los agentes nazis
se hallaban establecidos en todas las poblaciones de importancia del país. En el sur de
Chiapas, en el Soconusco, residía un grupo importante de alemanes, establecidos allí
desde 1890. Adquirieron tierras baratísimas ($0.07, $0.05 y $0.03 la hectárea) y se
dedicaron al cultivo del café que don Matías Romero, el ministro de Juárez, había
introducido en la región en 1864.

El grupo del Soconusco, que quería constituir una pequeña minoría, era particularmente
peligroso, por estar establecido sobre la frontera sur de México. Por las fincas de estos
alemanes se introducían al país importantes contrabandos de armas y propaganda que
desembarcaban los nazis en Puerto Barrios, Guatemala.
153

La reforma agraria no llegó al Soconusco sino hasta 1932. Los alemanes impusieron un
régimen de terror contra los agraristas. Era fácil sustituir a los peones agrícolas mexicanos
con peones guatemaltecos, pasados subrepticiamente por la imprecisa frontera que
lindaba con sus fincas. La lucha agraria culminó en 1937 con el despido de 17000
trabajadores (el 75%) ocupados en las plantaciones y beneficios de los alemanes. Pero en
la presidencia de la República ya no estaba Porfirio Díaz, sino Lázaro Cárdenas, quien
aplicó su tesis preferida: si los finqueros no pueden cumplir las demandas de sus
trabajadores, que entreguen las tierras.

El primer reparto agrario se hizo el 16 de marzo de 1939. Empero, quedaron en poder de


los alemanes las plantas de beneficio, las más modernas del mundo, superiores, inclusive,
a las del Brasil. Quedaron también 250000 hs en manos de los alemanes. Estos
boicotearon el café ejidal, en represalia. Se negaron a beneficiar la producción de los
campesinos. Cuando se les expropiaban las tierras alegaban que aquello era antipatriótico,
que se estaban entregando tierras mexicanas a los guatemaltecos, “elementos extraños al
suelo”.

La miniminoría de 80 alemanes, todos miembros del NSDAP del Soconusco consideraban


aquel territorio como zona sudetina. El jefe del Partido, Adolph Sphon, se sabía de
memoria las palabras del Dr. Ley, Jefe del Frente Alemán del Trabajo dichas a los
periodistas en Ginebra, en 1933: “Hay que darse cuenta del absurdo que sería que países
‘no civilizados’, como Cuba, Uruguay y México, tuvieran iguales derechos e igual número
de votos que Alemania e Italia. Ni siquiera sé los nombres de todos esos países estúpidos
de América Latina. Y en cuanto a los hombres que habitan esos países, ¡qué insolencia
colocarlos en el mismo plano que los representantes de los países civilizados!...”
154

Los campesinos de la región eran “elementos extraños al suelo”; ellos, los Guissemann, los
Walter Khale, los Kauffman, los Seippel, los Sthrotmann, etc, dueños de las fincas con
nombres exóticos como Hamburgo, Prusia, Hannover, etc, alegaban prioridad en derechos
sobre las tierras del Soconusco. De haber triunfado Hitler, la conquista nazi de México
habría empezado por la sudetización de Chiapas.
155

El telegrama Zimmermann

La actividad de la quinta columna en México durante la Segunda Guerra Mundial, nos dio
a conocer la otra cara de Alemania, la del nacional-socialismo. La imagen que teníamos de
su nación era muy distinta. Inclusive no se puede negar que en México había un sector
muy amplio de la población que durante la Primera Guerra Mundial estuvo francamente al
lado de los imperios centrales. Esa inclinación germanófila se advertía, inclusive, en las
más altas esferas oficiales.

Pero a partir de la década de los treintas el sentimiento mexicano cambió. Sólo pequeños
grupos de la antipatria que tradicionalmente han deseado la tutela extranjera para
México, expresaron su simpatía hacia la nueva Alemania, la del nacional-socialismo, la del
Nuevo Orden hitleriano.

Ya nadie ignora lo que representó para México la actividad de la quinta columna del
Tercer Reich empeñada en destruir nuestro orden constitucional para instaurar un
régimen pro-nazi. Nadie ignora tampoco que fue un espía nazi el inspirador de la Unión
Nacional Sinarquista, ese organismo antihistórico que se pretendía fuera la fuerza de
choque del Nuevo Orden Cristiano preconizado por los ideólogos del sinarquismo.

La Alemania de Hitler fue vencida y el sinarquismo dejó de ser la quinta columna al


servicio del Tercer Reich, para ponerse al servicio del imperialismo norteamericano.
Messersmith compró la organización como se compra un equipo de béisbol. La sostuvo
económicamente mientras lo consideró necesario y luego la abandonó en manos de ese
sector de la Iglesia Católica que sigue viviendo en el siglo XVI, y que sueña todavía en el
advenimiento de una Edad Media Americana.

El sinarquismo no tiene ahora la truculencia y agresividad de 1937 – 40. No más


concentraciones espectaculares; no más banderas ensangrentadas; no más desfiles
militares. Ahora trabajan en silencio, en la sombra, tranquila y organizadamente. Su
acción ya no se desarrolla en el campo, ni en las calles de las ciudades. Se engañaría quien
supusiera que el sinarquismo ha desaparecido como una fuerza política en México. La UNS
continúa siendo una fuerza de reserva y su peligrosidad es quizá mayor porque sus
experiencias de tres décadas le han dado madurez. Ahora trabaja pacientemente en su
reestructuración.

La UNS ha creado una serie de escuelas para formar sus propias generaciones en el
espíritu sinarquista. Aparte las escuelas primarias dirigidas por el clero, y violando el
artículo 3o de la Constitución, para formar sus cuadros juveniles dentro del carácter
156

paramilitar de la organización, ha fundado unos organismos sui géneris: el Instituto


Nacional de Capacitación y Adiestramiento Sinarquista (INCAS) Adrián Servin, que
funciona en la Ciudad de México; el Instituto Regional de Capacitación José Antonio
Urquiza, (IRCJAU) en la ciudad de Querétaro y el Instituto Regional de Capacitación
Teresita Bustos (IRCTB) para mujeres, en Celaya, Guanajuato.

¿Qué clase de capacitación es la que reciben allí los jóvenes sinarquistas? ¿Se forman allí
técnicos? ¿Obreros especializados? ¿Agricultores prácticos? ¿Buenos artesanos? Nada de
eso. Los jóvenes que ingresan a esos institutos que llevan los nombres de los héroes-
mártires más importantes de la UNS, reciben el nombre de aspirantes a cadetes y son
seleccionados, no entre los mejor dotados espiritual o intelectualmente, sino entre los
más sumisos y de espíritu más religioso. Las altas jerarquías sinarquistas les llaman
nuestros cachorros, nuestros aguiluchos. Son los niños mimados del sinarquismo. Son las
nuevas generaciones de las que la Iglesia espera sacar sus nuevos Miramones y Mejías,
con vistas a un hipotético desquite histórico que restituya a la Iglesia su poder temporal.

Los institutos sinarquistas son escuelas militares; de allí salen los cadetes a prestar dos
años de servicio en las trincheras, o sea en las zonas rurales, organizando los cuadros
militares de la UNS. En esos institutos se está formando la oficialidad del ejército
157

sinarquista que, con su experiencia de 30 años, se siente más seguro de su fuerza y espera
serenamente el momento de mostrar su eficiencia cuando sea convocado al combate.

Ese peligro, esa amenaza latente, es la herencia de la Alemania hitleriana a México. Antes
de la Segunda Guerra Mundial, para los mexicanos a nivel de bachillerato, Alemania era
Goethe, Schiller, Heine, Bethoven, Chopenhauer, Marx, Einstein y sobre todo Alejandro
Humboldt con su Ensayo Político sobre el reino de la Nueva España; era Enrico Martínez y
sus esfuerzos por librar a la ciudad de México de las terribles inundaciones; era la
eficiencia, el genio creador, la técnica en su más alta expresión, la cultura en general. El
Tercer Reich nos mostró el reverso de la medalla: la Alemania que veía en Hitler al
paradigma de la germanidad.

Antes del nacional-socialismo, México no había tenido “nada qué sentir de Alemania”,
según la expresión popular. Los zarpazos imperialistas de la Alemania Guillermina no
habían alcanzado a la América Latina, hinterland natural de los Estados Unidos por obra de
Monroe. Histórica y políticamente entre México y Alemania había existido una especie de
entente cordiale. La corriente germanófila de 1914 se explica porque en el bando de los
aliados estaban los países que en otras épocas habían agredido a nuestro país. Los
pueblos tienen buena memoria y 1847 y 1862 no eran fechas muy lejanas.

Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial se produjo un hecho histórico,


insuficientemente conocido, en particular por las nuevas generaciones: el intento de la
Alemania Imperial de arrastrar a México a una guerra contra los EU con el objetivo claro
de mantener a estos al margen de la contienda europea. La diplomacia secreta trató de
aprovechar en su favor las contradicciones internas del país en plena guerra civil, y el
resentimiento histórico de los mexicanos hacia el imperialismo norteamericano.

Alemania no envió entonces sus legiones de espías a formar quintas columnas que
destruyeran el orden nacional para instituir en su lugar un gobierno pelele del Tercer
Reich. Se siguió entonces un método menos indecoroso. La Táctica de la Cancillería
Alemana en 1914 consistió en apoyar al gobierno espurio del general Victoriano Huerta
que había entrado en conflicto con los gobernantes de Washington. Toda esa historia de
la intriga alemana en que la diplomacia kaiseriana estuvo a punto de enredar a México,
fue revelada algún tiempo después por la escritora Bárbara W Tuchman en un libro
titulado El Telegrama Zimmermann. Los detalles del incidente a que se refiere el libro no
son muy conocidos de las nuevas generaciones. Pese a la significación histórica que tuvo la
actitud de México entonces y a la lección de dignidad, habilidad y responsabilidad que dio
la diplomacia revolucionaria a la cancillería de la orgullosa Alemania Imperial, el asunto no
ha sido suficientemente conocido.
158

El incidente ocurrió así:

Poco después del asesinato del presidente Madero se produjo el cambio de poderes en los
EU. El nuevo presidente, Woodrow Wilson, que tomó posesión de la Casa Blanca en 1913,
retiró de México al embajador Henry Lane Wilson que había sido, en realidad, el autor
intelectual del golpe de estado y de la muerte del presidente Francisco I Madero. Las
relaciones diplomáticas entre México y los EU quedaron suspendidas.

Como reacción contra el golpe de estado se inició, en Coahuila, un movimiento


reivindicador de la legalidad, encabezado por don Venustiano Carranza, gobernador de
aquel estado. La guerra civil se extendió de norte a sur. La situación de México despertó
los viejos apetitos expansionistas de los imperialistas yanquis que consideraron que la
situación de México ofrecía una coyuntura para extender sus dominios hacia el sur. La
prensa yanqui presionaba al gobierno de la Casa Blanca:

“Nuestros representantes en la Cámara –decía el Charleston-Patriot– no deben olvidar


que esta es la guerra que nos llevará al sur del continente”. A su vez el Charleston Currier
publicaba: “Cada batalla ocurrida en México y cada dólar gastado en aquel país nos dará
seguridades de adquirir territorios que ensancharán los dominios americanos hacia el sur
y el final será que los EU adquieran un gran poder en el continente”. Y el Mining &
Engineering World, de Chicago (25 de abril de 1914) publicó un artículo al día siguiente del
desembarco yanqui en Veracruz; el artículo se titulaba:

“México debe ser territorio de los Estados Unidos:

“Las relaciones de México y los EU están en crisis. La guerra es un hecho y la política de


‘vigilante espera’ ha terminado al fin. El presidente Wilson ha sido muy paciente, quizá
demasiado paciente, al manejarse en la actual situación del modo que lo ha hecho hasta
hoy. Pero ahora que ha recurrido a la fuerza –único argumento que nuestros turbulentos
vecinos están aptos para entender– el pueblo de los Estados Unidos debe encontrarse
satisfecho…”

Wilson, el hipócrita pacifista había esperado un pretexto válido para intervenir. Como ese
pretexto no se presentaba, lo provocó. El 9 de abril de 1914 un grupo de marinos del
crucero Dolphin desembarcó en Tampico en los momentos en que en la ciudad estaban
combatiendo villistas contra carrancistas. El comandante de la plaza detuvo a los marinos
que habían bajado a tierra sin previo aviso ni autorización.

El comandante del Dolphin protestó y demandó la libertad inmediata de los detenidos y,


además, una satisfacción consistente en izar la bandera norteamericana en el lugar donde
habían sido detenidos los marinos, y que se disparasen 21 cañonazos. Huerta se negó. A
159

manera de desagravio ofreció, después de un violento intercambio de notas, el castigo del


oficial que había ordenado la detención y además cinco cañonazos de homenaje al izar la
bandera yanqui. Washington rechazó la proposición: deberían ser 21, precisamente.
Huerta se mantuvo firme: ¡cinco o nada!

El presidente Wilson acudió entonces al Congreso: “Vengo a pediros vuestra aprobación –


dijo– para que pueda yo emplear las fuerzas armadas de los Estados Unidos tan
ampliamente como pueda ser necesario, para obtener del general Huerta y sus secuaces,
el más completo reconocimiento de los derechos y la dignidad de los EU… Deseamos
conservar incólume nuestra gran influencia para el servicio de la libertad…”

Todavía no se apagaban los aplausos con que habían sido recibidas las palabras de Wilson,
cuando de los acorazados Prairie, Utah, Florida, Montana y muchos otros, anclados en la
bahía de Veracruz, se desprendían las lanchas de desembarco y se iniciaba el bombardeo
sobre el puerto. Se había sabido que estaba a la vista el vapor alemán Ipiranga con armas
y parque por valor de 14 millones para Victoriano Huerta.

La prensa norteamericana comentaba con elogios la invasión. Aseguraban que en esta


ocasión “los Estados Unidos se conformarían sólo con algunos distritos petrolíferos”. Siete
meses duró la ocupación de Veracruz.

Se decía que sólo un milagro podía salvar al país. Y el milagro se produjo: la Primera
Guerra Mundial estalló el 31 de julio de 1914. El 23 de noviembre siguiente los marinos
yanquis abandonaban el puerto de Veracruz.

Ante el embargo de armas decretado por Wilson para los dos bandos, Carranza gestionó la
compra de armamento en Japón. Con ese motivo se estableció una estrecha relación
amistosa entre el Imperio del Sol Naciente y el Primer Jefe de la Revolución. Para sellar esa
amistad Japón solicitó el envío de una misión mexicana. Carranza envió a don Francisco
León de la Barra quien fue objeto de cordiales atenciones de parte de la familia imperial. Y
eso ocurría exactamente cuando Wilson había dictado una ley que prohibía a los
japoneses adquirir o arrendar tierras en el estado de California. El viaje de de la Barra dio
origen a la versión de una posible alianza militar mexicano-japonesa.

La compleja situación mundial en esos momentos tenía a México en el centro de toda la


estrategia mundial. El país producía la cuarta parte del petróleo de que se disponía
entonces. Las marinas de guerra de todo el mundo estaban haciendo el cambio del
combustible de carbón al petróleo. Casi todo el que necesitaba la Gran Bretaña era
proporcionado por Lord Cowdray; la flota británica dependía de su flota. La rivalidad de
Alemania e Inglaterra en los mares era cada vez más tensa.
160

Cuando Inglaterra, para asegurar sus fuentes de aprovechamiento de petróleo, reconoció


al gobierno de Huerta, y Wilson ante el acercamiento del bando carrancista al Japón,
levantó el embargo de armas a Carranza, se presentó la oportunidad para Alemania: el
embajador von Hintze hizo una visita a Huerta y le ofreció armas con la única condición de
que no proporcionara petróleo a Inglaterra en caso de guerra. Huerta aceptó en el acto.

Pocos días después salían de Hamburgo 3 barcos cargados con material de guerra para
Huerta. Entusiasmado el káiser ante el aspecto que ofrecía la situación de México, envió
un emisario especial a Londres para proponer una acción conjunta que frustrara los
evidentes planes expansionistas de los EU y su claro propósito de apoderarse de México.
Alemania daba las más amplias seguridades de que no habría dificultades para establecer
las respectivas zonas de influencia en el continente. Inglaterra rechazó la proposición.

La lucha de Wilson contra Huerta era casi un asunto personal. En el fondo, el puritano
hipócrita sentía admiración por su rival. Mientras en público tenía para Huerta los peores
epítetos, en privado decía que “Huerta era un bruto divertido… tan falso, tan astuto, tan
lleno de balandronadas, pero, ¡tan valiente!... Rara vez sobrio y siempre imposible. Sin
embargo, ¡qué indomable luchador por su patria!”

De todos modos, Wilson no cedía a la presión que se hacía sobre él. “Voy a enseñar a las
repúblicas latinoamericanas a elegir hombres buenos”, contestaba a quienes le
reprochaban su actitud.

Entretanto la situación internacional se había complicado. El 28 de junio de 1914 el


archiduque Francisco Fernando y su esposa habían sido asesinados en Sarajevo y un mes
más tarde estallaba la guerra. En México, Huerta había sido derrotado militarmente por
las fuerzas de Carranza y el dictador abandonaba el país. Sus nuevos amigos, los alemanes,
se apresuraron a poner a su disposición el crucero Dresden para llevarlo a Europa. El 17 de
julio de 1914, en los muelles de Puerto México, Ver., el capitán del barco y toda la
tripulación, con uniformes de gala, se cuadraron a la llegada del dictador y lo escoltaron
hasta el buque.

El incidente de los barcos alemanes con armas para Huerta, dio pie a la injerencia de
Alemania en la política de México y del continente. Cuando el almirante Fletcher cerró el
paso al Ipiranga, en Veracruz, el comandante alemán dijo que regresaría a Hamburgo,
pero en realidad se dirigió a Puerto México y allí desembarcó su cargamento. Al mismo
tiempo el embajador alemán en Washington, conde von Bernstoff, presentó una protesta
ante el Departamento de Estado por la detención del barco cuando aún no estaba
decretado el bloqueo del puerto. El secretario Bryan culpó de todo al almirante quien,
161

dijo, “a causa de un malentendido se había excedido en el cumplimiento de sus


instrucciones”.

Pero Alemania estaba feliz de tener ya “vela en el entierro” americano. Bernstoff escribía
al káiser: “México sería un don divino para nosotros” y el periódico Der Tag comentaba:
“Los Estados Unidos pronto se anexionarán a México y así toda la América Latina se
levantaría para sacudirse el yugo norteamericano. Alemania podría intervenir entonces.
Los EU se verían absorbidos en una guerra en los montes y selvas de México… y la
intervención japonesa es más que posible.” Y luego describía el espectáculo de las tropas
japonesas desembarcando en las costas del noroeste de México y marchando sobre
California.

La estrategia de la Alemania Imperial durante la Primera Guerra Mundial, lo mismo que la


del Tercer Reich en 1939, consistía en usar a México para amenazar a los Estados Unidos y
obligarlos a mantenerse fuera del conflicto europeo. Para lograr lo mismo del Japón, el
embajador Paul von Hintze fue enviado a Pekin. Allí estableció contacto con los japoneses.
De todo ello tenía conocimiento el Departamento de Estado norteamericano. Estas
maniobras diplomáticas coincidieron con otras de la marina japonesa cerca de las costas
de Baja California. Uno de los cruceros nipones, el Azama, había encallado,
supuestamente, en la bahía de Tortugas, frente a la península.

La prensa amarillista de Hearst hizo un gran escándalo que obligó al gobierno de los EU a
enviar un crucero, el New Orleans, a vigilar al Azama. Se recordó que Japón había
propuesto a México en 1912 comprar la Baja California. Se decía también que había
oficiales japoneses en el ejército de Carranza, en el de Huerta y hasta en el de Villa. Para
fomentar esa psicosis de miedo al Japón se hizo en los EU una película que protagonizó
Irene Castle en la que los nipones, a través de México, invadían California al mando de un
poderoso Samurai.
162

Pero el imperialismo alemán no se limitó al campo de la diplomacia secreta. Sin perder


tiempo, en febrero de 1915, el oficial de la marina imperial, Franz von Rintelen, se
entrevistó con Victoriano Huerta que se hallaba en Barcelona. Le propuso reinstalarlo en
el poder con la ayuda de Alemania. Huerta vio la posibilidad de tomar la revancha contra
Wilson y retornar más fuerte a México. Rintelen no tuvo muchas dificultades para
convencerlo. El espía alemán era un joven de 38 años, elegante, simpático, audaz,
megalómano, inteligente, políglota, con una gran confianza en sí mismo y una gran
capacidad suasoria. Su misión concreta: abrir un frente antinorteamericano en México y
organizar el sabotaje a los barcos aliados que condujeran auxilios a los aliados.

El 3 de abril de 1915 llegó von Rintelen a Nueva York y 10 días más tarde arribó Huerta.
Rintelen tuvo dificultades con Franz von Papen que tenía el cargo de agregado militar de
Alemania en la embajada de los EU y México. Von Papen se sentía invadido en sus
funciones, pero el hombre para realizar el plan secreto del alto mando alemán no era von
Papen, sino Rintelen.

La entrevista con Huerta se celebró en el hotel Manhattan. Huerta estaba rodeado de un


grupo de mexicanos “con abrigos de cuello de terciopelo”. Los cuartos contiguos al que
ocupaba estaban llenos de espías. “Había suficientes –comenta en su libro la señora
Tachman– como para celebrar una convención.”

Huerta exigió armas, dinero y apoyo de los submarinos alemanes. Todo le fue ofrecido. Se
le depositaron 800,000 dólares en La Habana y 95,000 dólares en México. Se compraron 8
millones de cartuchos en San Luis Misouri y 3 millones en Nueva York. Félix Díaz se
levantaría en el sur y Orozco en el norte. Rintelen ofreció que Alemania intervendría con
dinero, cruceros y submarinos cuando se abrieran las hostilidades.

El 25 de junio Huerta salió de Nueva York con el pretexto de visitar la exposición de San
Francisco, pero en Kansas tomaría el tren para dirigirse al sur. Empero, sus planes eran
conocidos del servicio de inteligencia norteamericano. Se sabía que para despistar, el
general dejaría el tren en Newman, Nuevo México, a 20 millas de la frontera donde lo
esperaría el general Orozco para seguir en auto hasta Ciudad Juárez. El agente Cobb con
25 hombres le dio la bienvenida en Newman y lo condujo prisionero a El Paso, Tex. Huerta
consiguió su libertad caucional mediante una fianza de 15,000 dólares. Se afirmaba que
10,000 hombres, mercenarios reclutados por Orozco esperaban a Huerta del otro lado de
la frontera. Washington ordenó la reaprehensión de Huerta quien se negó a dar nueva
fianza, ni aceptó ir al norte, en libertad, como se le proponía, con ciertas condiciones.
“Sólo dejaré esta cárcel incondicionalmente”, contestaba.
163

Como la agitación seguía en el lado mexicano de la frontera, se ordenó trasladar a Huerta


a la prisión militar de Fort Bliss. “Hace 4 días –gemía Huerta en la cárcel– que no tomo una
sola copa de coñac.” Tal vez como resultado de eso enfermó de cierta gravedad. El médico
diagnosticó ictericia, pero corrió el rumor de que había sido envenenado. Se le puso en
libertad pero Huerta no murió; se repuso rápidamente por lo que fue de nuevo
aprehendido; volvió a enfermar y nuevamente lo pusieron en libertad sometido a una
estricta vigilancia que sólo terminó cuando entró en estado de coma. Murió el 14 de
enero de 1916.

Treinta millones de dólares había destinado Alemania para la contrarrevolución huertista,


según informó el Times.

Encarcelado Rintelen y expulsado von Papen, otros agentes alemanes continuaron la tarea
de crear dificultades entre México y los EU. Algunas de las armas compradas por Huerta
fueron a parar a manos de Pancho Villa. El cónsul norteamericano en Veracruz informaba
al Departamento de Estado que un agente alemán había ofrecido al Primer Jefe 32
oficiales para su ejército a cambio de una concesión en Antón Lizardo. ¿Qué se pretendía?
¿Instalar allí una base para submarinos? El general Funston que tenía encomendada la
vigilancia en la frontera, informaba a su vez de un misterioso Plan de San Diego en el que
parecía inmiscuido un comerciante alemán de Monterrey, Pablo Burchard. Los directores
164

del Plan eran tres mexicanos: el coronel Guerrero, Maurilio Rodríguez y Luis de la Rosa. El
vicecónsul yanqui en Monterrey investigó los detalles del plan:

Se trataba de provocar una revolución que empezaría en Texas para extenderse luego a
Nuevo México, Arizona, California, Nevada, Colorado y Oklahoma. En esos territorios que
habían sido de México, se establecería una república independiente, de mexicanos, indios
y negros, que posteriormente solicitaría su incorporación a México.

Probablemente un informe de Burchard sobre el Plan de San Diego a Zimmermann, el


canciller alemán, decidió a éste a poner en marcha su plan inmediatamente. Von
Eckhardt, el ministro alemán en México, recibió instrucciones de sondear el ánimo de
Carranza acerca de la posibilidad de una alianza para hacer la guerra a los Estados Unidos.
Algún rumor sobre esto debe haber llegado a la Casa Blanca porque, súbitamente, el
Departamento de Estado decidió extender el reconocimiento al gobierno de Carranza. Se
designó a Mr. Henry P Fletcher con el carácter de embajador y se le dieron instrucciones
de apresurarse a presentar sus cartas credenciales. No convenía dejar a Carranza a
merced del embajador alemán von Eckhardt.

Fletcher corrió en busca de Carranza pero el viejo socarrón quiso darse importancia y
hacer sufrir un poco al gringo. Salió a Guanajuato. Hacia allá voló Fletcher con sus cartas y
su bagaje de inquietudes. Cuando llegó a Guanajuato, don Venustiano ya no estaba allí;
había salido para Querétaro. El diplomático, desesperado, corría de un lado a otro con su
nerviosidad y sus cartas en la mano, como en una opereta de Franz Lehar, mientras el
secretario de Relaciones Exteriores, el general Cándido Aguilar, jugaba a las escondidas
con el embajador yanqui.

Finalmente Fletcher alcanzó a Carranza en la ciudad de Guadalajara. Allí, pasando por


encima del protocolo, en el mismo salón del palacio de gobierno en donde una ocasión
Guillermo Prieto salvó la vida al presidente Juárez, pudo entregar sus cartas credenciales.
Al mismo tiempo el secretario de Estado norteamericano. Mr. Robert Lansing, violando
también las normas protocolarias, iba en busca del Ing. Ignacio Bonillas designado por
Carranza como embajador de México en Washington, para llevarlo a la Casa Blanca.

Mientras tanto se había producido el asalto a Columbus. Nunca se ha sabido con exactitud
qué fue lo que impulsó a Pancho Villa a dar ese golpe el 9 de marzo de 1916. ¿Razones
políticas? ¿Razones personales? ¿Humillar la soberbia yanqui y apoderarse de la magnífica
caballada que tenía allí el ejército? Más de media docena de versiones se han publicado
acerca de este hecho. Villa se llevó el secreto consigo. El incidente dio oportunidad a
Wilson de ordenar una nueva invasión a México con el pretexto de perseguir al guerrillero.
165

La expedición punitiva comandada por el mejor general de los EU, John J Pershing (que
posteriormente mandara los ejércitos yanquis en Europa durante la Primera Guerra
Mundial) se introdujo en el país pero lo que menos le preocupaba era localizar a Pancho
Villa. Avanzaba constantemente hacia el sur, hacia el centro de la república, mientras la
prensa yanqui presionaba a Wilson para que convirtiese la expedición punitiva en una
guerra de conquista, y tal vez hubieran llegado a convencerlo, si no se hubieran producido
las grandes acciones de solidaridad con el pueblo mexicano en todo el territorio de los EU.

En las principales ciudades norteamericanas se realizaban mítines y manifestaciones con


el slogan de “¡Ni un hombre para la guerra contra México!”. En Nueva York se efectuó una
gran concentración popular en la que participaron intelectuales, obreros, pastores
protestantes, sacerdotes católicos, miembros del partido socialista, estudiantes
universitarios, etc. El espíritu de la concentración: condenar la invasión. Los oradores
postulaban en sus discursos conceptos como este: “El que continúen las tropas
norteamericanas en territorio mexicano, constituye una vergüenza nacional… Si los
mexicanos persiguieran a los saqueadores de su país, no se detendrían sino hasta Wall
Street.”

En Washington se constituyó un Comité Contra la Guerra en México. Lo encabezaba el


ministro de Bolivia, señor Ignacio Calderón y en él participaban los representantes
diplomáticos de todas las repúblicas latinoamericanas. Afortunadamente, entonces no
existía la OEA, pero sí la solidaridad latinoamericana. Posiblemente eso contuvo a Wilson.

Cuando el ejército yanqui penetró demasiado hacia el sur, Carranza ordenó disparar
contra los invasores si pasaban más allá de 500 kilómetros al sur de la frontera. Resultado
de esta orden fue la batalla de El Carrizal en la que los invasores fueron derrotados.

Parecía que al fin iban a dar fruto los esfuerzos de Alemania por trabar a los EU en un
conflicto armado al sur de su frontera. El New York Times comentaba que “detrás de la
hostilidad de Carranza se encuentra Alemania y un periódico alemán contestaba:
Consideramos que no vale la pena negar que Alemania está empujando a México a una
guerra con los Estados Unidos a fin de evitar la exportación de armas para los aliados…

La prensa yanqui no comprendía el sentido de la maniobra alemana. El Chicago Tribune


publicaba: “La suerte nos ofrece una manzana de oro en México y sólo frutos amargos en
Flandes. Si ganamos una guerra contra México sabemos lo que vamos a sacar de ella: un
continente seguro” Alemania atizaba esa campaña. En su propaganda insistían en que los
EU se aprestaban a ocupar todo el territorio, desde Texas hasta el canal de Panamá. “Los
manipuladores de esta campaña –dice la señora Tuchman– podían felicitarse por la
creciente influencia alemana en el régimen de Carranza. Don Venus, tras su aspecto
166

majestuoso, era truculento pero vano, ambicioso pero susceptible, y con débiles recursos
intelectuales. La red germana era tendida lentamente a su alrededor… Si se le ofrecía el
debido aliciente se le podría persuadir de que abandonase la neutralidad y se aliara
abiertamente con Alemania.”

Von Eckhardt ganaba terreno en el ánimo de Carranza. Un día envió un cable: “Carranza,
que ahora se muestra abiertamente amistoso hacia Alemania, está dispuesto, si resulta
necesario, a prestar ayuda a los submarinos alemanes en aguas mexicanas hasta el
máximo de sus posibilidades.”

Pero al mismo tiempo, el astuto secretario de Relaciones Exteriores, general Aguilar,


trabajaba por mantener la neutralidad de México. La presencia de Pershing con su ejército
de 12,000 hombres en el país podía ocasionar en cualquier momento algo que hiciese
inevitable la guerra y la invasión. Era urgente sacar a Pershing de México. Aguilar resolvió
hacer una maniobra diplomática “a la mexicana”, según cuenta el general Rickarday en un
artículo publicado en Jueves de Exélsior (22 de junio de 1936) con el título: Por qué salió
de México la Expedición Punitiva. En ese artículo el autor refiere lo que, a su vez, le contó
el propio general Cándido Aguilar:

“Le pedí al embajador de Japón que se dirigiera a Washington solicitando la salida de las
tropas de México. El diplomático se negó, naturalmente. Entonces le confié, de “mucha
reserva” a una dama que frecuentaba mucho los círculos diplomáticos, que México estaba
a punto de celebrar una alianza con Alemania y el Japón. Dicha dama, tal como yo lo
esperaba, transmitió “confidencialmente” la información a sus amistades y unos días
después los corresponsales de la prensa norteamericana transmitían a Washington el
rumor que circulaba en México.

“Luego, cuando se había provocado el escándalo, el gobierno suspendió sus ventas de


fierro viejo al Japón. El ministro nipón reclamó de inmediato y entonces insistí en que se
hiciera la demanda a Washington. Su gobierno lo autorizó a hacerla. Esto fortaleció el
rumor de la alianza con el Japón y la Expedición Punitiva fue retirada.” Versión ingenua,
por cierto. La expedición fue retirada porque así lo exigía la situación internacional. Era
claro ya, en esos momentos, que los Estados Unidos no podrían evitar el verse inmiscuidos
en la contienda europea.

El México de Carranza vivía entonces una verdadera luna de miel con Japón. El embajador
japonés invitaba a los miembros más prominentes del gobierno a fiestas y banquetes en la
embajada y México correspondía con recepciones en el palacio nacional. Un oficial del
ejército mexicano fue enviado al Japón a comprar armas y equipo para una fábrica de
municiones. En Japón, donde era vigilado por los agentes norteamericanos, celebró
167

conferencias con altos oficiales de la marina y visitó las bases navales de Kure, Sasebo y
Yokosuka. Pese a los compromisos de no exportar armas sino a los países aliados, el
enviado mexicano pudo comprar ametralladoras y rifles así como el equipo para una
fábrica; contrató también los servicios de un centenar de expertos que vendrían a instalar
la maquinaria.

La diplomacia mexicana, sin llegar a ningún compromiso, sacaba partido de los rumores de
alianza con el Japón a que daban pie esos hechos y las relaciones cada vez más estrechas
con von Eckhardt. El secretario Lansing advirtió a Carranza que la violación de la
neutralidad por parte de México, “si fuera verdad, sólo podría conducir a los más
desastrosos resultados”. En noviembre de 1916 el alto mando alemán informó a von
Eckhardt que Alemania se disponía a soltar los submarinos como recurso final para vencer
a Inglaterra y que eso incluiría operaciones en aguas americanas por lo que resultaría muy
conveniente contar con bases en México y Sudamérica. Se le encargó preguntar a
Carranza “qué convenientes ventajas” podría conceder Alemania a México a cambio del
permiso para usar las costas mexicanas.

Los submarinos alemanes, operando desde bases en el Golfo de México, podrían


interrumpir el suministro de implementos bélicos de los EU a los aliados y, principalmente,
se cerraría la llave del petróleo en Tampico. Los militaristas alemanes urgían al káiser para
lanzarse a la guerra submarina total. Los almirantes contaban con que los EU quedarían
neutralizados por la amenaza de ser flanqueados por el Japón, el cual aprovecharía la
oportunidad para atacar, desembarcando en Baja California.

Lo mismo que en la primera, en la Segunda Guerra Mundial la estrategia del espionaje


alemán en México seguía teniendo como puntos clave la Baja California y Tampico. La
península del noroeste como base de operaciones para una posible invasión japonesa del
suroeste de los EU y Tampico, fuente del elemento primordial de la guerra: el
combustible. Los agentes de von Faupel recorrían el mismo camino que sus colegas de la
primera guerra.

En noviembre de 1916 la guerra había llegado a su clímax. Arthur Zimmermann, elevado a


la categoría más alta en el ministerio de Relaciones, había hecho concebir falsas
esperanzas a los norteamericanos. Era un hombre del pueblo; no era de los von de
Alemania. Se llevaba muy bien con el embajador norteamericano; en los periódicos
yanquis se le llamaba “nuestro amigo Zimmermann” y se hablaba con júbilo de la
“liberación de Alemania”. Se decía de él que era el primer alemán que había adoptado el
hábito norteamericano de hablar libremente a los periodistas, que se levantaba para
recibir a la gente que lo visitaba, con una sonrisa de bienvenida. Era cordial, sagaz, lúcido,
168

alerta y ampliamente informado; era el que conocía mejor los asuntos mundiales entre
todos los miembros del ministerio de Relaciones, etc.

Pero el buen burgués Zimmermann desentonaba en un ambiente de junkers militaristas,


de altezas y aristócratas que no aceptaban otra cosa que la victoria militar de Alemania a
través de la guerra total submarina. A las objeciones de que eso obligaría a los EU a entrar
en el conflicto, se respondía que Norteamérica no estaría lista para hacerlo sino en seis o
siete meses y, entretanto, Inglaterra ya estaría vencida. Prevaleció ese criterio y el alto
mando acordó “soltar los submarinos” el 1º de febrero de 1917.

Faltaban tres semanas. Zimmermann tenía que darse prisa. Los informes de von Eckhardt
sobre México eran magníficos. Inclusive había recibido una carta de Carranza en que
confesaba su inclinación germanófila y sus deseos de establecer relaciones económicas y
políticas más estrechas, fortalecer su marina con ayuda de Alemania y comprar más
armas. Eckhardt consideraba que, eventualmente, Carranza estaría dispuesto a
proporcionar alguna base a los submarinos alemanes en la costa mexicana.

Zimmermann estaba seguro de que México acogería con entusiasmo la idea de recuperar
el territorio perdido en 1847 y aceptaría la alianza con Alemania; al mismo tiempo se
aprovecharía su amistad con el Japón para lograr que éste ingresara a la alianza. Sus
cálculos no podían fallar, consideraba Zimmermann. Constituido el eje Alemania-México-
Japón, los EU quedarían encadenados en el continente y Alemania tendría manos libres en
Europa. Había que darse prisa y usar el medio de comunicación más rápido, pues faltaban
sólo dos semanas para que se iniciara la guerra submarina total.

El 16 de enero de 1916 mandó un telegrama al conde Bernstorff, embajador en los EU,


para que lo retransmitiera a von Eckhardt, en México. El telegrama de Zimmermann decía:

“Absolutamente secreto. Para información personal de su Excelencia y para ser


transmitido al Ministro Imperial en México, por vía segura:

“Pensamos empezar la guerra submarina sin restricciones el primero de febrero.


Trataremos, a pesar de eso, de mantener neutrales a los EU. Para el caso de que eso no se
lograra hacemos a México una proposición de alianza sobre las siguientes bases: Hacer la
guerra juntos, hacer la paz juntos; generoso apoyo financiero y acuerdo, por nuestra
parte, que México debe nombrar su perdido territorio en Texas, Nuevo México y Arizona.
El acuerdo en los detalles se deja a Su Excelencia.

“Informará Ud al presidente de México en absoluto secreto de lo que procede tan pronto


como sea cierta la entrada de los Estados Unidos en la guerra y añada la sugerencia de
169

que él podría, por propia iniciativa, invitar al Japón a adherirse inmediatamente y, al


mismo tiempo, hacer de mediador entre el Japón y nosotros.

“Sírvase llamar la atención del presidente sobre el hecho de que el empleo sin restricciones
de nuestros submarinos ofrece ahora la perspectiva de obligar a Inglaterra a firmar la paz
dentro de pocos meses. Acuse recibo.

“Zimmermann”

El telegrama fue enviado por tres conductos distintos para tener la seguridad de que
llegaría a su destino. El 17 de enero llegó a manos del embajador Bernstorff, por el cable
del Departamento de Estado que una ingenua cortesía del presidente Wilson había puesto
a disposición del embajador alemán para que dispusiera de un medio rápido y seguro de
comunicación en los intentos pacifistas del presidente Wilson realizados a través del
embajador.

Bernstorff transmitió en el mismo código las instrucciones el día 19 a von Exkhardt, vía
Western Union. El embajador alemán en Washington consideraba sinceros los deseos de
paz de Wilson y éste, a su vez, los de Bernstorff en el mismo sentido. Por esa razón se le
había concedido la franquicia.

El 22 de enero, una semana antes de la iniciación de la guerra submarina total, Wilson


pronunció su último discurso pacifista en el que propuso “una paz sin victoria”. Pero el
alto mando alemán ya había decidido jugar su última carta, “la carta del triunfo”, los
submarinos. Los aliados también recibieron, indignados, la proposición de Wilson. Europa
temblaba de indignación contra los EU. Wilson se enfrentaba en realidad a todo el mundo.
Su último grito pacifista era rechazado por los alemanes, por los aliados, por la misma
población norteamericana en la que había una minoría de más de un millón de ciudadanos
de ascendencia alemana. Se requería entonces más valor para negarse que para ir a la
guerra.

El 31 de enero, doce horas antes de que se iniciara la guerra submarina, se dio aviso oficial
a los EU. Bernstorff lo presentó a Robert Lansing: “Sé que es muy grave –dijo–, muy grave.
Lamento profundamente que sea necesario… Buenas tardes.” Poco después, cuando lo
entrevistaron los periodistas, se limitó a decir: “He terminado con la política para el resto
de mi vida.”

Zimmermann defendió la tesis del alto mando insistiendo en que los EU no podrían ir a la
guerra en esos momentos: impreparación, temor a un ataque de parte del Japón, la
minoría alemana, etc. Wilson, por su parte, no creía en lo que estaba ocurriendo; el
mundo parecía estar dando vueltas en sentido contrario. Ir a la guerra era un verdadero
170

crimen de su gobierno. “Me niego a creer –afirmaba– que las autoridades alemanas
tengan intención de hacer realmente lo que nos han advertido que se sienten en libertad
de hacer… Solamente si se hacen patentes verdaderos actos hostiles por su parte podré
creerlo.”

Mientras Wilson en Washington se mostraba todavía optimista, en Berlín Zimmermann


cenaba con el embajador norteamericano, Mr. Gerard y su esposa. “Todo irá bien, ya
verán –comentaba Zimmermann– Norteamérica no hará nada porque Wilson está por la
paz. Todo seguirá como antes.”

Existe cierto paralelismo entre lo que ocurría en ese momento en Berlín y lo que sucedió
años más tarde en Munich. El apaciguamiento de Wilson recuerda el de Chamberlain.
Desde entonces quedó establecida la diferencia entre el apaciguamiento y el pacifismo.
Wilson se resistía a participar en la guerra contra la Alemania Guillermina, pero no titubeó
mucho para ordenar entre tanto dos intervenciones contra México, la de 1914 y la de
1916. El canciller alemán Zimmermann, por su parte, actuaba con la perfidia típica de la
diplomacia imperialista. En los momentos en que había ordenado “soltar los submarinos”
cenaba tranquilamente con el embajador yanqui y afirmaba que “todo iría bien”. Parecía
confirmarse lo que había dicho el capitán de un submarino alemán al de un buque inglés
que acababa de hundir: “Ustedes, los ingleses, serán siempre tontos y nosotros, los
alemanes, nunca seremos caballeros.”

Wilson hizo un último esfuerzo: propuso que todos los países neutrales hicieran un
llamado a la paz. Dispuso, sin embargo, que se dieran sus pasaportes al embajador
Bernstorff y se rompieran las relaciones diplomáticas con Alemania. Todavía alentaba la
esperanza de mantenerse fuera del conflicto. Empero, la ruptura de relaciones no era
todavía la guerra, pero cuando los submarinos empezaron a hundir barcos
estadounidenses, su situación y su actitud abstencionista se volvieron más precarias.
171

Por su parte, Zimmermann decidió forzar a México a tomar una decisión. En el primer
mensaje se había dicho: “tan pronto como sea cierta la entrada de los Estados Unidos a la
guerra”. Si la intención de la alianza propuesta era el evitar la entrada de los EU en el
conflicto, la decisión de México debiera ser inmediata. El día 5 de febrero. Zimmermann
resolvió enviar un segundo mensaje a von Eckhardt pidiendo una resolución al gobierno
de Carranza, “ahora mismo”.

Como von Bernstorff ya no estaba en Washington, el segundo telegrama fue enviado en el


mismo código que el primero, vía Suecia. En el segundo telegrama con la indicación
también de “absolutamente secreto, descifre personalmente”, se decía:

“A condición de que no haya peligro de que sea conocido el secreto por los Estados
Unidos, deseamos que Su Excelencia trate la cuestión de la alianza sin más demora con el
presidente.” El telegrama terminaba con las siguientes palabras: “Si el presidente declina
por temor a la subsiguiente venganza, está Ud. Autorizado a ofrecerle una alianza
definitiva después de concluida la paz, con tal que México consiga hacer entrar al Japón en
la alianza.”

La segunda instancia de von Eckhardt llegó a Carranza precisamente el 5 de febrero, en los


momentos en que el último soldado de la expedición punitiva salía del territorio nacional.
La expedición enviada a México, al mando del mejor de sus generales para acabar con la
guerrilla de Pancho Villa y vengar la afrenta de Columbus, había costado a los EU 150
millones de dólares, la vida de varias docenas de soldados (negros, naturalmente) y
regresaba sin la cabeza del guerrillero y sin ningún trofeo de victoria. En las dos únicas
acciones de armas que hubo, las fuerzas expedicionarias habían sido derrotadas.

El estado de ánimo de Carranza cuando se presentó la segunda instancia alemana, la del


“ahora mismo”, era muy distinta al de unas semanas antes, cuando el ejército de Pershing
se hallaba cerca de Parral, a 500 km dentro del país, y cuando la prensa yanqui hablaba de
extender las fronteras de los EU hasta el canal de Panamá.

Al parecer los alemanes habían tomado muy en serio el asunto mexicano. Sostenían en
México un periódico diario, El Demócrata, en el que se hacía propaganda germanófila en
estilo populachero, de bastante mal gusto. Además, llegaban del exterior muchas revistas
profusamente ilustradas con propaganda germanófila que causaba un fuerte impacto
entre los lectores mexicanos. El 13 de febrero Carranza hizo un llamado a todos los países
neutrales proponiendo el embargo de materiales de guerra para los beligerantes. Como
Alemania estaba ya bloqueada, el embargo afectaba exclusivamente a los aliados. Además
por esos días llegó a México el embajador mexicano en Berlín, Rafael Zurbarán; se pensó
que la proposición de Carranza había sido sugerida en Alemania.
172

Zimmermann, ante los ataques de que era objeto, comprendió que la mejor defensa era el
buen éxito de su política. Insistió todavía el 13 de abril, cuando ya los EU estaban dentro
de la guerra:

“Sírvase precisar –decía a von Eckhardt– las sumas necesarias para desarrollar nuestra
política. En este lado se toman disposiciones para enviar considerables sumas. Si es
posible, incluya la cantidad requerida para armas, etc.”

No era ese el lado flaco de don Venustiano. Inclusive el hablar de dinero pudo haber sido
la peor equivocación de Zimmermann. Si no lo fue, podía parecer un intento de cohecho.
Además los incentivos aducidos al plantearse la alianza, ofreciendo a México la
recuperación de los territorios perdidos en 1847, era también una torpeza fruto de la
ignorancia del canciller alemán. Desconocía la realidad histórica y política de México.
Ningún gobernante mexicano con sentido realista ha soñado todavía en recuperar esos
territorios. Cualquier mexicano sabe que lanzarse a una guerra en contra de los EU, lo
mismo en 1914 que en 1939, equivaldría a ofrecer al imperialismo yanqui en charola de
plata lo que éste ha estado deseando desde hace más de un siglo: una oportunidad para
quedarse con la otra mitad de México. Carranza no tenía nada de ingenuo; por el
contrario era un viejo zorro y malicioso. Su germanofilia era resultado de ese
resentimiento histórico que experimentamos todos los mexicanos contra el imperialismo
yanqui, desde que tenemos uso de razón. Únicamente los sinarquistas, cuando fueron a
“colonizar” la Baja California, hablaban en sus discursos de reivindicar esos territorios,
pero eran sólo slogans para alarmar a los EU, argucias ordenadas por la estrategia
hitleriana.

El 14 de abril el embajador von Eckhardt tuvo que informar a Zimmermann: “El presidente
Carranza ha decidido permanecer neutral. Dice que la alianza ha fracasado a causa de la
publicidad prematura, pero puede hacerse necesaria en un periodo posterior. En caso de
ser arrastrados a la guerra a pesar de nuestro deseo de permanecer neutrales –dijo
Carranza–, podríamos discutir de nuevo el asunto.”

Fue una contestación diplomática. También lo había sido antes, la del canciller Aguilar al
negar la existencia de la proposición de alianza. Sin embargo, quien más empeño pudiera
haber tenido en negar la autenticidad del telegrama, quien pudo inclusive haber
aprovechado inteligentemente el escándalo, haciéndolo aparecer como la maniobra de
algún beligerante, Inglaterra, por ejemplo, para arrastrar a los EU a la guerra, ante el
asombro de todo el mundo aceptó haber enviado el telegrama.
173

En la entrevista de prensa que exigieron los periodistas en Berlín al canciller Zimmermann,


William Bayard Hale, corresponsal de Hearst en Alemania, tratando de ayudar a
Zimmermann, intervino:

–Naturalmente –dijo– Su Excelencia desmentirá la historia.

–No puedo negarlo –contestó el canciller–. Es verdad.

¿Cinismo? ¿Arrogancia? ¿Torpeza? Lo que haya sido de cualquier modo define la


diplomacia imperialista de entonces y de ahora. Otro gobernante imperialista desconcertó
también a todos cuando aceptó la responsabilidad de la agresión criminal de Playa Girón.

Arthur James Balfour, ministro de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña era,


probablemente, de las pocas personas que habían entendido el espíritu germánico. Sabía
hasta qué punto eran ingenuas las proposiciones de “paz sin victoria” que hacía Wilson a
la Alemania Imperial del Deutschland über alles. Balfour trataba en vano de convencer a
Wilson de la futilidad de sus intentos de llegar a un entendimiento con el káiser.

“En tanto que Alemania siga siendo la Alemania de propósitos agresivos y métodos
bárbaros –decía Balfour–, en tanto que sus propósitos y métodos no hayan caído en el
descrédito entre el propio pueblo, ningún país podrá sentirse seguro. Ningún tratado de
paz firmado con esa Alemania podrá impedirle intentar una vez más dominar al mundo.
Los que piensan que los tratados internacionales y las leyes internacionales pueden curar
esa enfermedad… no han aprendido bien las lecciones que ha dado la reciente historia.”

Palabras proféticas que tendrían su confirmación un cuarto de siglo más tarde, Alemania,
bajo el Tercer Reich, ya no planteaba como en 1914 un nuevo reparto del mundo, sino el
dominio del mundo, un Imperio Germánico Mundial, milenario, levantado sobre las ruinas
de veinte siglos de civilización.

El empeño desesperado de la Alemania Imperial por impedir que los EU entraran en la


guerra, muestra la importancia que a eso concedía el Estado Mayor Alemán en el destino
de la contienda. Es un hecho fuera de discusión el que la participación de los EU en la
guerra dio la victoria a los aliados en 1918. Ahora bien, el telegrama Zimmermann no fue
el factor determinante que decidió a Wilson a declarar la guerra, pero sí fue, lo apunta la
señora Tuchman en su libro. “la última gota que colmó la copa de la neutralidad”.

Antes de que se conociera el mensaje, la guerra europea, para los norteamericanos, era
un problema europeo, lejano, extraño. En cambio, la amenaza de un beligerante en la
frontera sur y la de un ejército japonés en las costas del suroeste, era ya cosa muy
distinta; ese sí ya era un problema norteamericano. El temor al Japón, particularmente,
174

sacó al pueblo norteamericano de la indiferencia egoísta con que había contemplado la


contienda.

Hasta entonces Wilson había resistido la presión de algunos representantes y de algunas


corrientes políticas. El senador Lodge, el más enérgico opositor a la política apaciguadora
de Wilson, decía: “Si el complot de Alemania para conseguir que México y Japón se unan
para desmembrar a este país no es un patente acto de guerra, entonces Lexington (el sitio
en que se libró la primera batalla de los colonos contra el ejército inglés por la
independencia el 19 de abril de 1775) y Bunker Hill (otra gran batalla el 17 de junio de
1775 por la misma causa) no fueron patentes actos de guerra… ¡Si Wilson no va a la
guerra ahora, lo desollaré vivo!”

Una vez conocido el telegrama, en lugar de dar marcha atrás para tratar de ocultar el
escándalo y atribuir todo a una maniobra provocadora de los enemigos, Zimmermann
intensificó sus esfuerzos cerca de Carranza y llevó la propaganda en México en contra de
los EU a extremos delirantes. El Demócrata publicó una serie de artículos sobre la invasión
de 1847 y diariamente se difundían versiones alarmantes que hacían aparecer a don
Venustiano como el instigador de rebeliones en Centroamérica y como un activo
conspirador contra la integridad territorial de los Estados Unidos. Además, el canciller
alemán seguía bombardeando a von Eckhardt con telegramas en los que le ordenaba
“quemar todas las instrucciones comprometedoras”, y lo más absurdo de todo era que
esas instrucciones se enviaban por los mismos canales y con el mismo código secreto que
ya había sido descubierto.

Desde que Alemania envió a Rntelen con sus treinta millones de dólares para reinstalar a
Huerta y luego, al tratar de seducir a Carranza con ofertas de grandes sumas y los
territorios arrebatados a México en el 47, Zimmermann parecía conceder a México una
importancia decisiva en el destino de la guerra.

El orgullo germánico les impidió aprender de sus propias equivocaciones y en la segunda


guerra los nazis cometieron el mismo error de apreciación: creer que podían contar con
México para mantener a los EU al margen de la contienda, con la misma amenaza de
invasión japonesa en las costas de California. Tanto en la primera como en la segunda
ocasión subestimaron a los “mestizos” mexicanos. No se puede afirmar que la negativa de
Carranza a concertar la alianza con Alemania haya contribuido en forma determinante al
triunfo de los aliados. Es evidente que Wilson se hubiera visto obligado de todos modos,
por la fuerza de las circunstancias, a entrar en la guerra. Sin embargo, no debiera
menospreciarse la significación que tuvo en ese momento histórico la diplomacia
mexicana, el buen sentido político de Don Venustiano Carranza, al rechazar las
proposiciones alemanas aun cuando eran bien conocidas sus tendencias germanófilas.
175

¿Qué hubiera ocurrido si Carranza, cediendo a su personal inclinación accede a constituir


el eje Berlín-México-Tokio?

Si la participación de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial se debió asimismo


al fracaso de la Alemania hitleriana en su empeño de crear una amenaza de guerra al sur
de su frontera, utilizando para ello a México, no podemos dejar de sentirnos satisfechos
del papel que el destino reservó a nuestro país.

La Alemania Imperial fue liquidada en Versalles y el sueño hitleriano del Gran Imperio
Germánico Mundial tuvo su epílogo dramático en Nuremberg. Sin embargo, no se puede
decir que las doctrinas filosóficas y políticas que inspiraron a Alemania para provocar las
dos guerras mundiales, estén definitivamente sepultadas en los archiveros de la historia.

Esa filosofía de odio y de venganza ha sido rehabilitada por los neonazis de la RFA y los
genocidas del Pentágono que amenazan al mundo con hacer estallar la Tercera Guerra
Mundial.
176

Los herederos de Hitler

Hitler no ha muerto.

No hay que ir a buscarlo a la remota Patagonia, ni a las selvas de Brasil o Paraguay. Hitler
vive, en espíritu, en el revanchismo y el neonazismo de la República Federal Alemana y en
su reencarnación, el nuevo Adolfo, Adolfo von Thadden, que encabeza un nuevo nacional-
socialismo con membrete democrático; vive en la OTAN, el brazo armado del neonazismo,
la fuerza de choque, agresiva y provocadora del imperialismo; vive en el Berlín Occidental
donde las violaciones al tratado de Postdam por parte de los Estados Unidos hicieron
indispensable la erección del muro, frontera real entre dos mundos; se halla presente en
la rehabilitación de los criminales de guerra que ocupan ahora importantes puestos en el
gobierno de la RFA; obra suya es también el llamado “milagro alemán” y la reconstrucción
de la industria de la guerra.

Hitler no está escondido en la Patagonia, sino en el Pentágono y es el que dicta a la Casa


Blanca la política exterior e interior, el que ordena el genocidio en Vietnam, el empleo del
napalm en grande escala, el que sugirió la guerra bacteriológica y dio nuevo nombre a los
campos de concentración en Vietnam: aldeas estratégicas. Hitler vive en el profundo sur
de los estados Unidos y es el consejero espiritual de George Wallace y Barry Goldwater y
pasa sus week ends en el “Rancho LBJ” saboreando la rica barbacoa johnsoniana; es Hitler
el que planeó el asalto a Playa Girón, la invasión a Santo Domingo y el autor del Plan
Simpático, del Plan Camelot, del proyecto de Ejército Interamericano de Paz y sus
auxiliares los grupos de espionaje llamados Cuerpos de Paz y el que organizó con los
177

ultraderechistas yanquis el crimen de Dallas y los asesinatos de Martin Luther King y


Robert Kennedy.

Es Hitler el verdadero director de la CIA que logra al fin su ideal de convertir a la América
Latina en un gran protectorado gobernado a través de sus nuevos gauleiters, los gorilas
instalados por medio de la intriga, la traición y la fuerza para sojuzgar a los pueblos. La CIA
no es sino una Gestapo reestructurada, enriquecida con las experiencias del pasado y con
un presupuesto ilimitado.

“La fama de Hitler no se extinguirá. Coronó su gran obra y sus hazañas famosas con el
sacrificio supremo… Es merecedor de la fama más sublime y aparecerá ante la posteridad
como el héroe resplandeciente de esta época, aunque la vida continúe su curso
rutinario…” Con esas palabras inició su testamento político Robert Ley, Reischleiter y jefe
del Frente del Trabajo en el gabinete hitleriano. Antes de ahorcarse en su celda de
Nuremberg en 1945, uno de los nazis más fieles al führer, tuvo una visión bastante
aproximada del futuro de Alemania y del mundo:

“Alemania –escribió– debe y desea seguir viviendo. Este pueblo tiene derecho a la vida, ya
que a través de su vigoroso desarrollo que le permitió resistir a tres potencias mundiales
durante seis años y medio, ha demostrado que su derrota no se debió sino a la
abrumadora fuerza de sus enemigos. Sin embargo, es imprescindible que reconozca esta
derrota incondicionalmente y saque de allí las conclusiones pertinentes. Y sus viejos
enemigos harán bien en hacer lo mismo.

“Alemania ha sido derrotada, totalmente derrotada, pero aún en su derrota ha mostrado


tal fuerza que será en el interés de Alemania y del mundo retener y aprovechar esa
fuerza… La tarea ahora es que todos encontremos los medios para aprovechar al máximo
las posibilidades de su existencia…

“La época de las naciones ha terminado; se ha dado comienzo a la época continental. Los
pueblos, individualmente, jugarán papeles secundarios; la lucha por el mantenimiento y
preservación de las razas reinará durante el próximo milenio… Dos continentes dominan al
mundo: América y Asia; los Estados Unidos de Norteamérica y Rusia-China: capitalismo y
comunismo. Yo cuento a Inglaterra como parte del continente americano. En el centro,
entre América y Asia, se encuentra Europa… ‘Quien controle a Alemania controla Europa’,
dice un viejo proverbio. Y ahí está el quid. Por eso continuará la lucha hasta que se decida
el problema del dominio mundial…

“La ideología nacional-socialista existe aún y puede aprovecharse. Inclusive el führer,


como resultado de su sacrificio, podrá despedir de la tumba un poder místico que sería
178

aún más poderoso que si se encontrara entre nosotros. Quien aproveche todo esto
dominará a Alemania y con Alemania a Europa…

“Estoy seguro que los alemanes despertarán de su estupefacción para aclamar a quien
aproveche estas posibilidades; sobre todo la juventud alemana. No me engaño a mí
mismo: sé que pertenecerían a América sin excepción, si América tuviera el valor de dar
ese paso… El pueblo no puede reconstruir a Alemania por sí mismo. América tendrá que
reconstruirla, si es que ella también quiere vivir. Para el pueblo alemán y para América no
existe otra salida… No hay que olvidar que Norteamérica tiene una tercera parte de
sangre alemana.

“América no atacará la sustancia alemana, pero en su propio interés se asegurará que las
condiciones económicas sean tales que Alemania pueda vivir de nuevo. Nadie, salvo
América, tiene el deseo de la reconstrucción alemana… Los intereses de América son los
intereses de Alemania…

“¿Cómo considero esta relación Alemania-América? ¿Cómo se podrá arreglar esta


amistad? América será la conductora y nosotros la seguiremos Alemania salvará a su
pueblo y resurgirá; la ganancia de América será Alemania y Europa. ¿Cómo pienso que
podría ejecutarse este plan?

“1) Colocar al pueblo alemán bajo la protección americana y convertirlo en miembro de la


Comunidad Americana (American Commonwealth)

“2) Este paso tiene que darse con Hitler, no contra Hitler. La ideología nacional-socialista
será la aportación más valiosa de Alemania. Sin esto, la reconstrucción de un muro
europeo contra Asia es totalmente imposible. Sería apropiado que algo semejante al
partido fuese reorganizado. Aún quedan los hombres, los que fueron los mejores
dirigentes alemanes. Los ciudadanos más respetuosos y activos son los que trabajaron
como gauleiter, kreisleiter y ortsgruppenleiter. Se les debería utilizar a favor de este
propósito tan noble; se podrían lograr milagros.

“3) Todo este plan debería llevarse a cabo de la manera más secreta para que Asia no se
dé cuenta de sus intenciones…

“Asia está en marcha, América tiene que actuar y Alemania tendrá que colocarse, sin
titubeos y con entera confianza, bajo la protección americana.

“He cumplido con mi deber. ¡Que Dios vele porque todo salga bien!”

Robert Ley no vivió para ver su sueño en camino de convertirse en realidad. El 25 de


octubre de 1945 apareció ahorcado en su celda. El suyo fue un sueño profético. ¡Una a
179

una se han ido realizando sus previsiones! ¿Se inspiraron los imperialistas de Washington
en el testamento de Robert Ley o actuaron por propia iniciativa? El hecho es que el plan
de reconstrucción de Alemania (el “milagro alemán”) se hizo “con Hitler”, como había
preconizado Ley.

En los primeros años de la posguerra se procedió contra algunos de los nazis criminales de
guerra. Se ajustició a algunos, en Nuremberg; a otros se les procesó y sentenció a penas
demasiado benignas en relación con la magnitud de sus crímenes. Veinte años después,
todavía en Alemania occidental había cerca de 20,000 nazis culpables de crímenes de
guerra, que no habían sido encarcelados ni procesados y por lo menos unos 2000
exdirigentes y funcionarios del régimen nacional-socialista ocupaban puestos de dirección
en el Estado y en la economía germano-occidentales. Además, un considerable número de
exnazis prominentes están cobrando pensiones que fluctúan entre los mil y mil quinientos
marcos mensuales. En total, el Estado germano-occidental paga anualmente 1371
millones de marcos por concepto de pensiones a exfuncionarios del Tercer Reich.

En 1965, fecha en que se publicó el Libro Pardo con el resultado de las investigaciones
sobre el proceso de renazificación de la Alemania Occidental, había pensionados o
empleados en la administración pública, 21 ministros y secretarios de Estado; 100
generales y almirantes de la Bundeswehr (ejército germano-occidental); 828 altos
funcionarios de la justicia, fiscales y jueces; 245 funcionarios dirigentes del Ministerio de
Relaciones Exteriores, de las embajadas y consulados del gobierno de Bonn, así como 257
altos funcionarios de la Policía y del llamado Verfassungschutz (departamento para la
defensa de la Constitución, es decir, miembros de la policía secreta).

Renació el antisemitismo con la violencia de los primeros años del hitlerismo. En la


provincia Renana (especialmente en Colonia y Dusseldorf) se profanaron nuevamente las
sinagogas y más de 200 cementerios semitas fueron profanados. Las consignas
180

antisemitas volvieron a escucharse y publicarse, superando en cinismo y agresividad el


vocabulario del periódico nazi Stuermer que se destacó por su violencia antijudía. “Seis
millones de judíos fueron muy pocos”, “¡Judíos, váyanse al infierno!” “¡Vivan las SS!”,
“¡Viva el führer!”, etc., eran algunos de los slogans normales y cotidianos.

No es sólo antisemitismo. Es un histerismo de odio producto de la frustración de dos


derrotas que enferma a varias generaciones de alemanes; si ahora son los judíos, mañana
serán los comunistas sin distinción de razas, los negros, o los chinos. Y no es extraño que
ese odio no se haya extinguido. Ha sido cultivado sistemáticamente y transmitido en las
aulas a las nuevas generaciones en la Alemania Occidental. El profesor Karl Valentin
Müller, que glorificó al superhombre alemán y presentó la exterminación de judíos y
eslavos como una medida justa era, todavía en 1965, director de un instituto en la Escuela
Superior de Economía en Nuremberg.

Hasta en sus aspectos puramente formales, se trata de dar a la actual situación un


carácter transitorio. Un periodista curioso hizo un descubrimiento: 15 años después de
inaugurado el Bundestag (parlamento de Bonn) en una de las paredes del edificio
permanecía, disimulada detrás de un cuadro el águila hitleriana con una gran swástica.

Miles y miles de hitlerianos peligrosos andan libres en la República Federal Alemana. Los
exdirigentes nazis Trettner, Speidel, Heusinger, Foerch y otros muchos, culpables de la
muerte de miles de civiles inocentes y de los crímenes de guerra más espantosos que haya
concebido la humanidad, ocupan o han ocupado cargos en la Bundeswehr, en la Policía o
en la OTAN. Los 140 generales y almirantes de las fuerzas armadas de la RFA, prestaron
servicios en la Wehrmacht fascista y 41 de ellos en el Cuartel General de Hitler.

Las autoridades bonnianas intentaron suspender en 1965 las investigaciones de los


crímenes de los nazis, argumentando que había prescrito ya la acción penal. Las
autoridades de Bonn se apoyaban en el Código Penal de 1871, vigente en la RFA después
de casi un siglo, en el que se fija un plazo de 20 años para la prescripción de los delitos del
orden penal. Pero esas normas no pueden aplicarse a los delitos contra la humanidad, en
relación con los cuales rigen las normas del Derecho Internacional.

El artículo 25 de la Ley Fundamental de la República Federal Alemana, reconoce sin


reservas la prioridad de “las normas generales del Derecho Internacional” y esas normas
vigentes, generales y obligatorias para todos, no fijan plazo de prescripción para los
delitos de guerra. Ni en los Estatutos del Tribunal Internacional, ni en la Ley número 10 del
Consejo de Control de Alemania se dice una sola palabra acerca del plazo de prescripción
de los crímenes de guerra.
181

El ministro de Justicia de la RFA, Edward Bucher, en un discurso pronunciado en


Augsburgo el 15 de enero de 1965, sostuvo la teoría de que la prescripción de los delitos
cometidos por los nazis es algo que sólo incumbe a la República Federal Alemana. Esa
declaración levantó una ola de protestas fuera de Alemania. “La cuestión del castigo de los
verdugos hitlerianos –se dijo– no es una cuestión interna de la RFA, sino de todos los
pueblos donde los verdugos fascistas cometieron sus crímenes y atrocidades; es un asunto
de la humanidad entera contra la cual fueron cometidos.”

El 7 de enero de 1946 en el proceso de Nuremberg fue interrogado el verdugo Erick Bach-


Zelewsky, esbirro íntimo de Himmler y acólito de los mariscales von Bock y von Kluge. El
interrogado habló de la disposición dada por Himmler a principios de 1941, para aniquilar
a 30 millones de eslavos. ¿Tendrían derecho los pueblos eslavos a opinar sobre la
prescripción de los crímenes de guerra?

Mucho se ha especulado con lo que se dio en llamar el “milagro alemán”. A fines de 1968
el señor Ludwig Ehrard visitó la ciudad de México invitado por el grupo financiero de la
oligarquía mexicana para que sustentara una serie de tres conferencias (500 dólares cada
una; $100 derecho de admisión) sobre el llamado “milagro”. Probablemente los
banqueros mexicanos que se enriquecen “jineteando” el dinero de la Alianza para el
Progreso, querían comprarle a Ehrard el secreto del “milagro”.

El mago Ehrard no dijo en realidad nada que no supieran ya los banqueros “con ideas
modernas” (como reza el slogan de su propaganda). Diez mil millones de marcos
invertidos allí, más la elevada calificación técnica del pueblo alemán; los grandes recursos
de carbón y mineral de hierro que posee, la dedicación y el esfuerzo de sus trabajadores;
la ausencia de gastos militares en su punto de arranque; una coyuntura mundial
favorable, fueron los términos cabalísticos del famoso “milagro alemán”.

“La situación de la RFA en 1965 –escribió José Luis Ceceña– era ya la de una gran potencia
industrial. El valor total de su producción se había elevado de 86,430 millones de dólares,
superior al valor de la producción de Inglaterra, Francia, Japón, Canadá e Italia, aunque el
producto por habitante (1,900 dólares) era aún inferior al de los Estados Unidos (3,500
dólares) y al de Suecia (2,500) y al de Canadá (2,400) y al de Suiza (2,300) y al de
Dinamarca (2,100 dólares). Su comercio exterior había superado al de todos los demás
países con excepción de los Estados Unidos. En 1965 alcanzó la cifra global de 35,364
millones de dólares, frente a los 48,285 millones de dólares de los EU, 29,848 millones de
Inglaterra, 20,395 millones de Francia, 16,620 millones del Japón, 16, 093 millones de
Canadá y 14,535 millones de Italia… En 1965 las tenencias de oro y divisas alcanzaron la
cifra de 6,626 millones de dólares, el segundo país en el mundo por ese concepto.
182

“Como era de esperarse, el Dr. Ehrard atribuyó el resurgimiento alemán a la política de


apoyo a la libertad de empresa y a la ayuda del capital extranjero. Recomendó para
acelerar el desarrollo, el apoyo a la iniciativa privada, limitar la acción gubernamental,
eliminar barreras arancelarias abriendo las puertas a la competencia internacional y a los
capitales del exterior.

“En el acuerdo de Postdam se exigía categóricamente aniquilar la excesiva concentración


de poder económico representado en particular por los cárteles, sindicatos, trusts y otras
asociaciones monopolistas. Sólo en el territorio de la República Democrática Alemana las
relaciones de propiedad y de poder han sido profundamente transformadas. En la
Alemania Occidental, por el contrario, existe una concentración de capital en grado nunca
alcanzado hasta ahora… Lo terrible es que, al igual que antes de 1914, y como después de
1918, como en 1933 y después, los Flick, los Thissen, los Krupp y los Siemens, son los
verdaderos dueños de toda la República Federal Alemana.

“La invasión de capital extranjero está en plena marcha; no pasa un mes sin que sean
transferidas de manos alemanas a norteamericanas importantes empresas. La balanza
comercial con los EU no puede ser más desfavorable. En los tres últimos años (anteriores a
1965) Alemania exportó a los EU mercancías por valor de 14,7 mil millones de marcos e
hizo importaciones por 29 mil millones de marcos.

“Este desnivel tiene un sentido político… Los gobernantes imperialistas de Bonn alimentan
la peligrosa ilusión de poder lograr, con el ‘socio adecuado’, los Estados Unidos, dar en un
tercer intento de un nuevo orden a Europa con mejor éxito que en sus dos primeras
intentonas que terminaron con derrotas catastróficas. Por eso han abierto como ningún
otro país de Europa Occidental las puertas al capital norteamericano. Por eso apoyan,
incondicionalmente, todos los actos agresivos de los EU en el mundo.

“Incapaz de desarrollar una política nacional, la RFA se convierte cada vez más en un
satélite de los EU. Bonn reconoce el papel de guía de los EU, con el fin de alcanzar con su
respaldo, la hegemonía en Europa occidental… Bonn quiere ganar, a posteriori, la guerra
hitleriana.

“Alemania Federal es hoy la mayor potencia militar de Europa Occidental. Su ejército


supera a los de Francia e Inglaterra. Alista el 45% de todas las divisiones de la OTAN. Más
del 50% de los tanques de la OTAN que hay en el área de la Europa Central, pertenecen a
los efectivos de la Bundeswehr. El espíritu de este ejército está impregnado de las
tradiciones de la Werhmacht fascista y se le educa en un anticomunismo lleno de odio y
desprecio para todos los países. El llamado standing group de la OTAN, al que pertenecían
sólo los EU, Inglaterra y Francia, se disolvió a favor de la igualdad de derechos pero, en
183

realidad, a favor de la hegemonía, en Europa, del socio germano-occidental. El próximo


objetivo es llegar a codeterminar sobre armas atómicas.”

Según pudo investigar el Instituto Alemán de Economía, de Berlín, en 1965 había 109
empresas germano-occidentales que participaban directamente en la producción de
armamentos. Entre esas empresas se halla el Reinstahl-Konzern, aliado del grupo IG
Farben, el consorcio del acero germano-occidental más implicado en la industria del
armamento.

Inmediatamente después de la capitulación de la Werhmacht de Hitler, las autoridades


americanas de ocupación, tomaron a sueldo al antiguo jefe del Estado Mayor de la
Werhmatcht, capitán general Franz Halder. Al frente de 120 antiguos generales de Hitler,
entre ellos Guderian, Menteuffeldt, Shwering y otros, valorizó las experiencias de las
correrías de rapiña de Hitler y elaboró los planes de remilitarización de la que más tarde
sería la República Federal Alemana.

“Los generales del Estado Mayor de Hitler y Adenauer crearon las premisas personales
para la organización de un nuevo ejército, al poner nuevamente ante una mesa a los
generales fascistas. Ellos dieron forma al nuevo ejército. Y no solamente eso. Bajo el
manto de la integración pretendieron incorporar, no a la Bundeswehr a la OTAN, sino la
OTAN a la Bundeswehr.

“De los 109 generales y almirantes de la Bundeswehr, más de la mitad son antiguos
oficiales del Estado Mayor de la Werhmacht de Hitler; también los demás oficiales, sin
excepción, lo fueron de la Werhmacht. Todos los generales de las fuerzas armadas de la
RFA han participado directa o indirectamente en la preparación y realización de
agresiones. Entre ellos no hay uno solo que haya combatido contra Hitler. Al contrario, por
su lealtad, a un buen número de ellos se les confiaron altos puestos en el Estado Mayor.”

El hecho más notable y audaz en ese proceso de renazificación de Alemania Occidental fue
seguramente el de que un criminal de guerra haya ocupado la presidencia de la RFA. Los
consorcios de la nueva economía de guerra germano-occidental, necesitaban a un hombre
de entera confianza, identificado con el espíritu del renacimiento hitleriano. Ese hombre
fue Heinrich Lübke. Durante años Lübke pudo presentarse ante el pueblo alemán, como
uno de los perseguidos del régimen nazi, hasta que en 1964 la República Democrática
Alemana presentó documentos originales de la antigua dirección de la Gestapo, en Sttetin,
para demostrar ante la prensa mundial que Lübke fue, por lo menos desde 1940, un
hombre de confianza de la Gestapo.
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El hecho más notable y audaz en ese proceso de renazificación de Alemania Occidental fue
seguramente el de que un criminal de guerra haya ocupado la presidencia de la RFA. Los
consorcios de la nueva economía de guerra germano-occidental, necesitaban a un hombre
de entera confianza, identificado con el espíritu del renacimiento hitleriano. Ese hombre
fue Heinrich Lübke. Durante años Lübke pudo presentarse ante el pueblo alemán, como
uno de los perseguidos del régimen nazi, hasta que en 1964 la República Democrática
Alemana presentó documentos originales de la antigua dirección de la Gestapo, en Sttetin,
para demostrar ante la prensa mundial que Lübke fue, por lo menos desde 1940, un
hombre de confianza de la Gestapo.

“Como subdirector del BaugruppeSchlempp, al comienzo de la guerra y más tarde adjunto


al ministro nazi del Armamento, dentro del llamado Jagerstab, participó en la construcción
de un campo especial de la Policía Secreta del estado de Peene-münde. Lübke amenazó
con enviar allí a los obreros que trabajaran de mala gana. Como organizador de los
proyectos militares más secretos e importantes de la jefatura fascista, era Lübke partícipe
en gran medida del empleo masivo de prisioneros de los campos de concentración…
Intervino en la construcción de los talleres de producción de armas ‘V’ y en 1944 le fue
confiada la tarea de construir el campo de concentración de Leau, como filial del
Buchenwald.

“Lübke llevó 2,000 prisioneros de Buchenwald para trabajar en las obras subterráneas
para la industria aeronáutica. Los obreros trabajaban a 400 metros de profundidad, en
185

turnos de 12 horas y vivían en campos de concentración subterráneos. Más de 500


trabajadores murieron a consecuencia de la insalubridad…

“En la Alemania Occidental hay aún más de 800 juristas activos de los tribunales de
excepción nazis. Ni uno solo ha sido llevado ante los tribunales. Muchos de ellos fueron
culpables de sangrientas sentencias. Estos ‘administradores de justicia’ que estuvieron al
servicio de la inhumanidad, de la injusticia y de la agresión, han alcanzado las más altas
posiciones del aparato estatal de justicia…

“Los principales colaboradores de Ribbentrop que en su mayoría buscaron asilo en las


zonas ocupadas por las potencias occidentales, no sólo no fueron molestados sino que
volvieron a ocupar puestos decisivos en el servicio exterior. Para normar la
responsabilidad de los diplomáticos, se estableció que ‘todo aquel que planee, prepare o
realice guerras de agresión o invasiones’, y que ‘todo aquel que participe en estas
acciones conciente y premeditadamente, deberá ser presentado antes los tribunales,
juzgado y condenado por actividades criminales contra el derecho de los pueblos’.

“Tanto el ministerio del Exterior, como sus embajadores y dependencias, estaban


encargados de misiones especiales para extender la guerra. Trataron de ampliar el círculo
de países agresores y arrastrar a la guerra a los pocos países que quedaban neutrales. Los
diplomáticos de Hitler se entrometieron en estos países e intentaron utilizarlos en la
guerra de agresión de la Alemania hitleriana… En los archivos explorados se encuentran
las pruebas de la actividad de más de 520 antiguos diplomáticos nazis que ocupan
nuevamente puestos directivos en el ministerio de Relaciones Exteriores del gobierno de
Bonn…”

El hecho de que generales como Heinz Trettner, que formó parte de aquella nefasta
Legión Cóndor que Hitler envió a Francisco Franco, con Heusinger, Speidel y otros de los
más famosos militares nazis, tengan a su cargo la organización del ejército germano-
occidental, es una violación por parte de los EU, de la declaración de Crimea que suscribió,
en nombre del Gobierno y del pueblo norteamericanos el presidente Franklin D. Roosevelt
en la que la coalición antihitleriana expresó:

Es inexorable voluntad nuestra destruir al militarismo y al nacional-socialismo alemanes


y con ellos impedir que Alemania pueda una vez más perturbar la paz del mundo.
Estamos firmemente dispuestos a llevar a todos los criminales de guerra ante los
tribunales y darles rápidamente el merecido castigo.

No sólo no se ha destruido el militarismo sino que uno de los participantes en la


conferencia de Yalta, Crimea, se ha empeñado en fortalecerlo a un grado que no justifica
en absoluto la situación europea. Alemania sigue tratando de asustar con el fantasma del
186

comunismo. Robert Ley, en su testamento político, habla de levantar en Alemania el muro


contra la invasión de esa doctrina por ser ellos, los nazis, los más auténticos
anticomunistas. La verdad es que no hay muro que valga para los fantasmas y el del
comunismo se colará inevitablemente. Todos esos países que tratan de levantar muros
contra el comunismo en Berlín o en Vietnam, o en Checoslovaquia, se van a sorprender
cuando adviertan que el fantasma está ya en su propio territorio y que no habrá
posibilidad alguna de echarlo.

Tampoco han cumplido con la segunda parte de la Declaración, la de llevar a todos los
criminales ante los tribunales. Se ha tratado de explicar esto con el argumento de que esa
generación de nazis está por desaparecer, para dar paso a otra libre de las aberraciones
del nazismo. Sin embargo, es un hecho que la formación de las nuevas generaciones está
en manos de profesores nazifascistas. Un maestro de la ciudad norteña de Büsum
abofeteó a un discípulo porque éste se atrevió a calificar de sucia la guerra hitleriana.
Miles de maestros como ese de Büsum inculcan a los jóvenes el veneno revanchista, de
manera que al desaparecer una generación la que le sigue estará lista para participar en la
guerra por el triunfo de los ideales de Hitler. En todas las ramas de la educación y en todos
los niveles, son nazis los que ocupan los puestos dirigentes. No se les ha eliminado pese a
que el daño que causan mental y psicológicamente a la juventud es el más grave de todos.

¿Cómo se puede esperar que se castigue a un maestro nazi, si Hans Maria Globke,
funcionario del ministerio del Interior que elaboró las leyes racistas de Nuremberg
señaladas en el proceso a Eichmann como fundamentales para la “solución final” de la
cuestión judía, no sólo no fue enjuiciado sino que se le concedió una pensión vitalicia? Las
peores leyes del Reich sobre la germanización o exterminio de los pueblos no arios fueron
obra suya. Sin embargo, Globke ocupó importantes puestos hasta que la República
Democrática Alemana demostró su culpabilidad.

El Tercer Reich tuvo sus teóricos, legistas, filósofos, científicos, que trataron de justificar la
barbarie. El Pentágono tiene también sus intelectuales y estrategos capaces de presentar
la guerra como algo “aceptable”. Uno de ellos es el general de brigada J. H. Rothchild, que
publicó en los Estados Unidos un libro titulado Las armas de mañana son las químicas y
biológicas.

Según el autor las armas “ideales” son los microbios y los gases porque “preservan los
bienes materiales. Las armas de mañana son baratas, eficaces y las más humanitarias
porque exterminan instantáneamente a las masas”.

Una inesperada epidemia de tifo en la población de Wuppertal-Eberfeld permitió


averiguar que en la fábrica química cercana se hacían experimentos para la obtención
187

artificial de agentes del tifus. El 17 de noviembre de 1965 llegaron al aeropuerto de Tokio


algunas cajas procedentes de la India. Al descargarlas, una de ellas se rompió y… el campo
se cubrió de escorpiones. El destinatario era el Instituto Médico cuidadosamente
enmascarado del Destacamento 406º de las Fuerzas Armadas Norteamericanas en la
estación de Sagamino, cerca de Tokio, del que desde hacía tiempo circulaban siniestros
rumores.

En el instituto, bajo la dirección de expertos yanquis, se realizan experimentos en el


terreno de las armas tóxicas. El estudio del veneno del escorpión es sólo uno de tantos. El
periodista Walter Shneir publicó en la revista Reporter (1º de octubre de 1959) que en
Fort Detrick “siempre hay preparados y listos insectos contaminados con fiebre amarilla,
paludismo, fiebres tropicales; pulgas con la peste, garrapatas con la tularemia, el tifus
recurrente; moscas con el cólera, el carbunclo y la disentería.” Hay muchos laboratorios
para el cultivo de microorganismos patógenos que exterminan los cereales.

Pero los “escorpiones bípedos” no se conforman con lo que han logrado ya. Los biólogos
que se consagran al arte del más fácil, barato y eficaz exterminio de la especie humana,
acarician ahora la idea de “falsificar el código genético humano para crear, a voluntad,
algunas deformaciones… Se trata de crear microorganismos patógenos que ni la
naturaleza ha podido concebir”.

En este campo y en otros los nazis del Pentágono han superado a los maestros de Berlín.
188

El complejo militar-industrial-financiero-político que impone su voluntad a la Casa Blanca


ha recogido la herencia de Hitler, ha perfeccionado sus métodos de dominio y de agresión.
Del Suchiate hasta el Cabo de Hornos, el Pentágono y la CIA cuentan con una serie de
gorilatos, los nuevos Quislings de la American Commonwelth y los Estados Unidos lo han
logrado al margen de la guerra, mediante la intriga, el dinero, las inversiones directas. Las
conferencias de cancilleres, los congresos de la Organización de Estados Americanos
(OEA), la corrupción y el terror. Sólo cuando estos recursos fallan se echa mano de otros
más decisivos, el de enviar a los marines “para salvaguardar las vidas e intereses de los
ciudadanos estadounidenses” y, por supuesto, ¡la libertad y la democracia!

El proceso de nazificación de los EU es alarmante. Las organizaciones fascistas, como la


John Birch, la de los Ku Klux Klanes y centenas más del mismo género, no ocultan sus
intenciones y se preparan para una lucha armada. En repetidas ocasiones se ha publicado
que esas organizaciones derechistas están armadas, bien pertrechadas, disponen de
tanques y de las armas más modernas.

Pero lo más grave no es la proliferación de organismos profascistas sino el hecho de que


en los más altos niveles del gobierno de los Estados Unidos, el genocidio, los conceptos y
métodos hitlerianos, se han adoptado como normas naturales de la política
189

norteamericana. La revelación –noviembre de 1969– de los sucesos monstruosos de My


Lai, en Vientam, hecha por el soldado yanqui Ronald L. Ridehour protagonista en la
masacre del 16 de marzo de 1968, es no sólo un baldón infamante para el gobierno de los
EU sino para todo el género humano. La denuncia sacudió la conciencia mundial pero no
puso fin al genocidio. Desafiando el consenso universal, el Pentágono se empeñó en negar
las pruebas presentadas y en descargar la responsabilidad en miembros oscuros de la
oficialidad.

Las atrocidades cometidas por los naziamericanos con la población civil de un pueblo con
el que ni siquiera se mantiene oficialmente un estado de guerra declarada, superan los
peores crímenes de la era hitleriana. Estos hechos fueron conocidos y denunciados en su
oportunidad, pero como quien suscribió la denuncia fue Bertrand Russell, señalado por la
prensa yanqui como pro-comunista, no se les dio el debido crédito. Lo mismo que en la
Alemania de Hitler, la prensa mediatizada consideró que las denuncias de atrocidades
eran sólo propaganda de los comunistas.

En Julio de 1966 el filósofo inglés, en unión de otros pacifistas de prestigio mundial,


muchos de ellos ganadores del Premio Nóbel por sus méritos en las más altas disciplinas
del espíritu de la ciencia, el arte o la literatura, entre ellos el conocido escritor y filósofo
francés Jean-Paul Sartre, organizó el Tribunal Mundial para juzgar al presidente Lyndon B
Johnson, a Robert S. Mc Namara, secretario de la Defensa de los EU y demás criminales
norteamricanos de guerra, por las atrocidades cometidas en Vietnam.

Con ese motivo Bertrand Russell dirigió una proclama al pueblo norteamericano
denunciando hechos que hasta ahora, tres años más tarde, han aceptado y difundido los
periódicos de los EU y de todo el mundo. El llamado del filósofo de la paz cobra hoy una
impresionante actualidad. El abogado norteamericano Telford Taylor, que actuó como
Fiscal en los juicios de Nuremberg contra los criminales de guerra nazis, al ser entrevistado
en Londres por la televisión declaró: “La lección de Nuremberg nos toca ahora a nosotros;
temo que estamos empezando a descubrir que esa lección nos afecta ahora de un modo
muy directo.”

Dijo además el abogado Taylor que la defensa de William L. Culley, basada en la


afirmación de que al ordenar la masacre de civiles en My Lai sólo obedecía órdenes
superiores, “es una excusa que no está reconocida como defensa válida bajo las leyes
norteamericanas, británicas o alemanas. Si la orden es, como ha dicho muy bien la
novelista Rebeca West, servir bebés hervidos en la mesa de los oficiales, uno debe
percatarse de que no es lo que debe hacerse”.
190

Es importante reproducir ahora el llamado de Russell a los soldados, al pueblo


norteamericano y a la conciencia mundial:

“Hechos como estos condujeron a los juicios de Nuremberg.”

“Este es Bertrand Russell que habla a Uds. A través de la radio de las fuerzas del Frente
Nacional de Liberación de Viet-nam del sur.

“Les hablo, soldados de los Estados Unidos, con el objeto de explicar a Uds. Cómo su
gobierno ha abusado de sus derechos al enviarlos a ocupar un país cuyo pueblo se ha
unido en su odio al agresor extranjero… El pueblo de Vientam ha estado luchando durante
25 años para preservar su independencia. Primero luchó contra los japoneses y
posteriormente contra los franceses, quienes pusieron guillotinas en cada uno de los
pueblos del país y decapitaron a todos aquellos sospechosos de oponerse a la ocupación
extranjera.

“Muchos de Uds. No saben que el gobierno de los EU financió más del 80% del costo de la
guerra y abasteció a los franceses con toda clase de armas modernas a fin de ayudar a
Francia en su sucia tarea de asesinar y subyugar al pueblo de Vietnam. Cuando los EU
empezaron por primera vez a intervenir militarmente en Vietnam del sur, el pretexto que
se dio fue el de que se ayudaba al gobierno de Saigón a eliminar la subversión del exterior.
Eso era todo. Paro Uds. Saben, soldados de los EU, porque los han visto por sí mismos,
qué tipos de gobierno han pasado por Saigón. Son brutales, corruptos, dictatoriales y
completamente despreciados por el pueblo…

“El gobierno de Ngo Din Diem asesinó, torturó, encarceló y mutiló a cientos de miles de
vietnamitas y fue capaz de realizar esta increíble barbarie gracias al apoyo y a la dirección
militares de los EU. ¿Pueden olvidar Uds. la brutalidad del gobierno de Ngo Din Diem, que
obligó a los monjes budistas a inmolarse quemándose como expresión palpable de
repudio y protesta? El Frente Nacional de Liberación que Uds. Conocen como Vietcong,
tomó las armas para defender a su pueblo contra una tiranía más brutal que la misma
ocupación japonesa, pues muchos más vietnamitas murieron bajo el régimen de Diem que
bajo el dominio japonés.

“The New York Times escribía en un editorial en 1950: ‘Indochina es un premio digno del
juego de mayor envergadura. En el norte hay minerales de exportación como estaño,
tungsteno, manganeso, carbón, además de maderas y arroz. En el sur, hule, té, pimienta y
cuero. Incluso antes de la guerra de Indochina la región rendía dividendos estimados en
300 millones de dólares anuales.’ Un año después un consejero del Departamento de
Estado hizo los comentarios siguientes:
191

“Hemos explotado sólo parcialmente los recursos del sudeste de Asia. Y sin embargo esta
región abastece al mundo con el 90% de su producción de hule crudo, el 60% de la
producción mundial de estaño y el 80% de la copra y aceite de coco. Tiene importantes
cantidades de azúcar, té, café, tabaco, henequén, frutas, especies, resina y gomas
naturales, petróleo y bauxita.

“Y en 1953, cuando los franceses todavía luchaban en Vietnam con el apoyo de los EU, el
presidente Eisenhower dijo: ‘Supongamos que perdemos Indochina. Si Indochina se nos va
dejarán de venir hacia nosotros el estaño y el tungsteno que tanto apreciamos. Estamos
recurriendo al modo más barato de evitar que tal cosa terrible ocurra…’

“Así es que Uds. Ven cómo la razón de que los EU estén en Vietnam es la de preservar y
proteger las riquezas de unos cuantos millonarios de los EU… ¿Saben Uds. Que los EU
controlan el 60% de los recursos del mundo pero que sólo cuentan con el 6% de la
población mundial? Y sin embargo, uno de cada tres de sus habitantes vive en la pobreza,
según su propio gobierno…

“A Uds. Soldados de los EU, se les ha entrenado en el uso de cada una de las armas más
modernas. Cuando vayan a la batalla pregúntense quién es este pueblo al que se está
asesinando. ¿Cuántos niños y cuántas mujeres murieron hoy? ¿Qué sentirían si esas cosas
sucedieran en los EU a sus esposas, padres o hijos? ¿Cómo pueden soportar lo que está
sucediendo a su alrededor? Yo apelo a Uds: ¿pueden en sus corazones justificar el uso de
gas y sustancias tóxicas, el bombardeo de todo el país con gasolina gelatinosa y fósforo? El
napalm y el fósforo queman hasta que la víctima queda reducida a una masa burbujeante.
Los EU están usando armas como la Lazy Dog que contiene 10,000 astillas de acero tan
filosas como navajas de rasurar. En una provincia de Vietnam del Norte han caído 100
millones de filosas astillas de acero en un período de 13 meses…

“Todo lo que hicieron los alemanes en la Europa Oriental ha sido repetido por los EU en
Vietnam en escala más grande y con una eficiencia más terrible y más completa… Don
Duncan ha revelado que se utilizan películas que muestran torturas nazis para la
instrucción de los soldados de los EU. Y Uds. Saben lo que sucede a los campesinos
sospechosos de pertenecer al Vietcong. Saben también que las villas estratégicas son
poco menos que campos de concentración donde el trabajo forzado, la tortura y el
hambre son cosas comunes. Estas cosas fueron el origen del odio del mundo hacia los
nazis. Estos hechos condujeron a los juicios de Nuremberg por los cuales los dirigentes
nazis fueron ahorcados como criminales de guerra… En violación de solemnes acuerdos
internacionales firmados por presidentes norteamericanos y ratificados por el Congreso
norteamericano, el régimen de Johnson ha cometido crímenes de guerra, crímenes contra
la humanidad, crímenes contra la paz…
192

“Llamo a intelectuales y eminentes hombres y mujeres independientes de todas partes del


mundo a unirse en un Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra que oirá
evidencias respecto a los crímenes del gobierno de los EU en Vietnam… El frente de
batalla por la libertad está en Washington, en la lucha contra los criminales de guerra –
Johnson, Rusk, Mc Namara– quienes han envilecido a los EU y a sus ciudadanos. En verdad
ellos han robado los EU a su pueblo y han hecho que el nombre de un gran país provoque
repudio entre la gente honorable de todo el mundo…

“No hay más solución para la crisis de Norteamérica que la emancipación de sus
habitantes de los bárbaros que hablan en su nombre… La resistencia de los estudiantes
norteamericanos y el creciente disgusto por esta guerra mostrado por el pueblo en
general, dan la esperanza a todo el género humano de que los días en que hombres
rapaces pueden engañar al pueblo, a la nación norteamericana, están acercándose a su
fin…”

El dramático llamado de Bertrand Russell a los soldados norteamericanos termina con una
invocación a su conciencia de seres humanos:

“Los exhorto –dice BR– a que finalicen su intervención en esta guerra bárbara y criminal.
Los exhorto a que, como seres humanos, recuerden esa condición y olviden el resto. Si
pueden hacer eso, realizarán un valiente servicio a la humanidad. Si no pueden,
permitirán a sus dirigentes la continuación de la degradación de su país y que el nombre
de los Estados Unidos sea odiado por los pueblos del mundo entero.”

Las revelaciones de los soldados norteamericanos participantes en las masacres de civiles


(ancianos, mujeres y niños) de My Lai, Van Tan y otras localidades vietnamitas, actualizan
y dan validez plena a la proclama de Bertrand Russell y su Tribunal Internacional contra los
Crímenes de Guerra. Johnson y sus cómplices de ayer y hoy debieran comparecer ante un
tribunal menos simbólico que el de la Historia para salvar el honor del pueblo de los
Estados Unidos.

Por otra parte los gobernantes imperialistas que recogieron la herencia de Hitler han
resultado más odiosos y antipáticos que el modelo germano. La personalidad de Lyndon B.
Johnson, por ejemplo, como hombre y como gobernante, es tanto o más repulsiva para su
pueblo que la del führer alemán. El periodista norteamericano Norman Mailer describe a
Johnson de la siguiente manera:

“La personalidad íntima de Johnson es diferente de su presencia pública. En privado…


bromea, ruge, pica, hunde los dedos en los vientres de sus asesores, abraza
apretadamente a sus hijas, goza su comida, eructa; es malvado y rencoroso, revanchista y
193

vano, con depresiones súbitas, a veces, picaresco y a veces demasiado insoportable; de


pronto modesto, sólo para vociferar y bramar una vez más.

“Tiene una vanidad monstruosa, una piedad hipócrita y dudosos motivos en la guerra de
Vietnam. Como todos los políticos que quieren adquirir ‘prestigio intelectual’, ha escrito
un libro, o mejor dicho, ha firmado un libro. Se titula Mi esperanza en América. No es
imposible que sea el peor libro escrito jamás por cualquier líder político en cualquier parte
del mundo… Un abundante océano de piedad presuntuosa, un libro abominable y
condenable, una prosa que suscita los gritos de una muerte por sofocación. La esencia de
la prosa totalitaria es que no define, no comunica. Se limita a oprimir. Obstruye desde
arriba. Desprecia profundamente a las mentes que recibirán el mensaje y hace lo que
puede por adormecer las conciencias con frases que no son otra cosa que las estructuras
del poder vueltas ladrillos.

Inclusive algunos de los herederos norteamericanos de Hitler se han apropiado sus


conceptos, como puede advertirse en el discurso pronunciado por Robert E. Wood, que
fuera presidente de la organización fascista America First:

“Los americanos como yo piensan que nuestra verdadera misión se encuentra en Norte y
Sudamérica. Con nuestros recursos y nuestra capacidad organizativa, podremos
desarrollar un… continente virgen como Sudamérica. La reorganización y el debido
desarrollo de México proporcionarían por sí solos un magnífico cauce para nuestro capital,
nuestras energías en el porvenir.

“Y aunque bien es cierto que yo pienso que debemos hacer todo lo posible por conservar
la amistad de nuestros vecinos del sur, pienso también que deberíamos establecer muy
claramente que ningún gobierno en México, en la América Central y en los países
sudamericanos bañados por el Mar Caribe será tolerado a menos que asuma una actitud
amistosa hacia los Estados Unidos, y que si es necesario debemos estar preparados para
crear la fuerza a fin de conseguir ese propósito.”

Hitler había dicho refiriéndose a la América del Sur: “Haremos de ese continente de
mestizos, un gran protectorado alemán.” ¿No es en la práctica un protectorado lo que
ejercen los EU sobre los países al sur del Suchiate? ¿No son los gorilas verdaderos
gauleiters que reciben órdenes del Departamento de Estado norteamericano? Con dos o
tres excepciones el resto de Iberoamérica es ya, en mayor o menor grado para los EU lo
que Hitler ambicionaba para el Tercer Reich; esos territorios son ya, implícitamente,
miembros de la American Commonwelth.

El 8 de enero de 1968 la revista germano occidental Der Spiegel, publicó un extenso


reportaje sobre México, con el título de La ley del mestizo, en el que se presenta una
194

imagen distorsionada de este país. En todo caso el aspecto más negativo señalado por la
revista nazi (la violencia y la criminalidad, la corrupción política, etc.) resultan inocentes
juegos de niños al lado de la realidad del nacional-socialismo y del neo nazismo. Los
peores excesos a que haya podido llegar en cualquier época el atraso cultural y político de
México, no podrán compararse con los crímenes de los nazis que avergüenzan al género
humano.

En todo el artículo de la revista, se percibe un rencor soterrado en contra de México,


empezando con el uso en sentido peyorativo del término “mestizo”. Tal parece que los
nazis no perdonan a México que su resentimiento histórico en contra de los Estados
Unidos, absolutamente legítimo, no se haya puesto al servicio de la estrategia alemana en
las dos guerras mundiales.

Dice Der Spiegel: “Parece que la enemistad hacia los Estados Unidos lo ha envenenado
hasta la médula. Pero siendo el país del mestizo, nada más lo parece. Es el único país
latinoamericano que mantiene relaciones diplomáticas con Cuba, el archi-enemigo de los
EU. Doce mil mexicanos estudian en la escuela norteamericana en el Distrito Federal. Su
economía solamente florece con la ayuda de las inversiones norteamericanas… Las tres
cuartas partes de las exportaciones del país se dirigen a los EU... Nadie será presidente de
México si no es persona grata a Washington. Y solamente en un país como México, un
presidente de los Estados Unidos puede recorrer la ciudad en un coche abierto porque,
según la ley del mestizo, es normal que el enemigo número uno sea el amigo número
uno.” (El Nacional, febrero 27 de 1968)

Si hay en estos momentos un país en la Tierra que deba su prosperidad a las inversiones
de capital norteamericano y que se pueda considerar como satélite y pelele de los Estados
Unidos es precisamente la República Federal Alemana. Fue el cinismo goebbeliano de los
neonazis, el desprecio y el rencor hacia México que en cierta medida contribuyó primero a
la derrota de la Alemania Guillermina y después a la del Tercer Reich, lo que sin duda
inspiró esos ataques.

El tono del reportaje de la revista germano occidental parece un eco del que se empleaba
en los momentos de gloria del nazismo, cuando se hacía referencia a los países por
conquistar. Esa petulancia arrogante y agresiva de los neonazis es un indicio ominoso;
sugiere el pensamiento de que con su nuevo socio norteamericano, se consideran ya listos
para lanzarse a una tercera aventura por dominio mundial.

De esa locura hitleriana participan los nazis del Pentágono. El 12 de febrero de 1968, el
periódico Excelsior de la ciudad de México, publicó la entrevista que le hiciera el periodista
mexicano Julio Scherer García al señor Paul C. Warnke, uno de los más importantes
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personajes de la política norteamericana, ex abogado general del Departamento de


Defensa y secretario adjunto para asuntos de Seguridad Internacional. Al contestar a la
pregunta del periodista acerca de si consideraba legítimo que los Estados Unidos vayan a
arreglar los asuntos internos de otros países a diez mil millas de su frontera, Warnke
respondió:

“Nosotros consideramos tener el derecho moral para intervenir y desde un punto de vista
pragmático estamos justificados a intervenir en Vietnam… Tenemos el derecho y la
responsabilidad de conservar la independencia de ese país… Si Alemania Oriental tratase
de conquistar a Alemania Occidental, estoy seguro de que los Estados Unidos acudirían en
defensa de la Alemania Occidental. Si por otra parte Alemania Occidental tratase de
invadir a Alemania Oriental, nosotros nos opondríamos. Nos oponemos a toda agresión
externa. Tradicionalmente respetamos el derecho que tiene todo país grande o pequeño
de determinar su propio futuro. Si México, por ejemplo, sufriera una agresión de China
comunista…”

¿Quién les ha dado a los Estados Unidos de Norteamérica el “derecho moral” que según
dice Warnke tienen para intervenir en el régimen interno de otros países? ¿Hasta dónde
alcanza ese derecho? ¿Cuáles son sus límites y sus implicaciones? ¿No encierran esas
palabras el viejo mito de la superioridad racial, el concepto mesiánico de las razas
superiores llamadas, según los teóricos del nazismo, a “dirigir los destinos de la
humanidad”?

Los Estados Unidos de Norteamérica, violando los tratados internacionales no sólo han
reconstruido la economía, sino también la formidable maquinaria de guerra del
neofascismo germano occidental. Pero lo que es peor, han adoptado su ideología, su
doctrina, sus métodos, instituyéndose a sí mismos en los verdaderos herederos de Hitler.

“Los alemanes occidentales –decía Churchill, uno de los políticos más alertas y
clarividentes del campo imperialista– exigen ahora igualdad de armamentos. Semejante
exigencia es sumamente peligrosa; puede asegurarse que tan pronto como los alemanes
logren la plena igualdad militar con sus vecinos, con toda seguridad que no tardaremos
mucho en ser testigos de una nueva guerra en todo el continente europeo.”

Y una guerra en el continente europeo, sería la Tercera Guerra Mundial, la hecatombe


nuclear.

No, no son los alemanes los que quieren la guerra.

En la República Democrática Alemana viven 15 millones de alemanes. Muchos de ellos


sirvieron en el ejército de Hitler o se formaron en las filas del nacional-socialismo. Sin
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embargo, nadie allí piensa hoy en la revancha, nadie habla de un futuro desquite histórico,
nadie odia tanto la guerra como ellos. El muro que han levantado en Berlín es una
trinchera de paz para contener las provocaciones de todo orden de los revanchistas
neonazis, un muro de contención en la frontera misma de dos mundos.

¿Qué es lo que ocurre entonces? ¿Hay dos clases de alemanes? ¿Los de la RDA son
diferentes a los de la RFA? En absoluto. Los diferentes son los sistemas de gobierno en que
viven; la filosofía política que es base de sus instituciones. En la RDA se liquidó el pasado
nazi; se transformó la estructura social y los fundamentos de la cultura, desde el kínder
hasta los más altos niveles. El único revanchismo que allí existe, es contra los criminales de
guerra, contra quienes engañaron al pueblo alemán en 1914 y en 1933 para llevarlo a la
muerte con falsas teorías de superioridad racial.

En la RFA, por el contrario, no sólo no se extirpó la raíz del nazifascismo sino que, a la
inversa, bajo la protección de los imperialistas norteamericanos, se le cultivó y abonó con
miles de millones de dólares, violando los acuerdos de Yalta y de Postdam, hasta hacerlo
florecer y restituirle el vigor que tenía en 1939. El revisionismo neonazi germano
occidental es un sentimiento artificial creado e imbuido en las nuevas generaciones de la
RFA por los herederos de Hitler, los señores del Pentágono.

Jugando aviesamente con la historia los imperialistas yanquis han reavivado en el pueblo
germano occidental el odio racial y el absurdo concepto de razas superiores llamadas a
regir los destinos del mundo. Se plantean ya reivindicaciones geográficas y políticas y todo
el gigantesco aparato del Estado, y todos los medios de difusión están empeñados en la
tarea de crear el clima y la psicosis colectiva de la Alemania hitleriana.

En la República Federal han aparecido nuevas ediciones de Mi Lucha para envenenar las
mentes de las jóvenes generaciones y el libro circula libremente, con la complacencia de
las autoridades bonnianas. La swástica ha hecho su aparición en centros privados y
públicos y ahora se habla de crear el Museo de Hitler para glorificar la memoria del más
grande asesino de todos los tiempos.

Pero con la historia no se juega. La historia es implacable. No se puede hablar nuevamente


de espacio vital para arrebatar a otros pueblos su territorio. Hay una nueva filosofía de la
historia en la que no encajan los conceptos de la década de los 30s. Las actuales fronteras
geográficas e ideológicas entre el socialismo y el capitalismo son irreversibles, como lo
demostró el primer intento revisionista del neonazismo germano occidental apoyado por
el imperialismo norteamericano en Checoslovaquia. Como lo prueba también el fracaso de
los naziamericanos del Pentágono al tratar de establecer una frontera ideológica en el
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paralelo 17 en Vietnam. Como lo demuestra el fracaso de la política exterior de los nazis


del Pentágono en todo el mundo.

El nazifascismo es una aberración histórica condenada.

Para quienes tratan de rehabilitarlo y para los aspirantes a regir los destinos del mundo,
está todavía vigente la lección de Nuremberg.

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