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Cameron, Norman - Desarrollo y Psicopatología de La Personalidad PDF
Cameron, Norman - Desarrollo y Psicopatología de La Personalidad PDF
PERSONALI DAD Y
PSICOPATOLOGÌA
Un enfoque dinámico
Infancia, adolescencia y edad adulta
Ansiedad, fobia, paranoia, esquizofrenia
Desórdenes crónicos del cerebro,
psicosomáticos y de la personalidad
Norman Cameron
■
■
ín d ic e d e c o n te n id o
Gap. T e m p ia P- ; »/ I * i 716
Introduccióngenerai, 716;, ; P. •oy.>
Orígenes de la psicoterapia expresiva, 718. Transferencia y contratrans
ferencia, 724. ■ ■ . tv ■ '• r>- m'.>
Terapias de protección, de alivio y de auxilio, 726. t
1. Cuidado de protección, 726. 2. i^erapia d,e ruejota*729. 3ToTo^aí
'■ piasauxiliares, 729, , ¿ 0 ¿... 5 ; . .-« -« V
Algunas v^ied^des de psicoterapia* 732- : v -Mi. - j ‘ ,c.; ; ■ ,
1, Psicóleíápia de siipresióp, 7'34- . ■ 2. Psip^tefapia d¿ apoyo, 735. 3.
Psicoterapia de relación^ 7^6. 4. ^#c»ferapifl exprqsiy^^á?. Psicoapdn
lisis, 741. Conclusion, 744. ■f ~.t Ì* ■ . •
índice ono mástico 745
IV#
índice analítico • - -vt-í- 753
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1
I n tro d u c c ió n
Se ha establecido ya que la neurosis y la psicosis, los desórdenes de la perso- 1
nalidad y los psicosomáticos son la fuente más común de enfermedad, de infeli
cidad personal y de conductas sociahnente inaceptables. En las novelas, los
cuentos, las biografías y narraciones de misterio modernos se utilizan libremente
tales conocimientos. Algunos de los dramaturgos más grandes de nuestra época
han escrito tragedias y comedias sobre psicopatologías.1 Ninguna persona con
edad suficiente para leer literatura para adultos, ver televisión o ir al cine — e in
cluimos en esto a los nifíos que están por alcanzar lq pubertad— puede evitar el
aprender algo sobré la experiencia y la conducta patológicas, aun cuando no ten
ga mayor interés eriéllás.
Abundan libros y artículos de difusión en los qué se interpreta la delincuen
cia juvenil y algunos crímenes cometidos por adultos como resultado de situacio
nes sociales anormales, de privaciones durante la infancia o dq una seducción
cuando niño.2 Muchas de esas interpretaciones son, de base, ciertas, aunque en
algunaá ocasiones lleven a conclusiones erróneas, como la idea dp que ser social
mente ürespoñsajblé es ser natural. Falso. En nuestra socieda.4,-ser socialmente
iryespojisíible significa inseguridad, inadaptación e inmadurezvAlguqos escritores
han exagerado al grado >de decir que todos sontos neuróticos y debemos agrade
cerlo. I-alsp también^ Ser neurótico ,significa estar cu conflicto, ser más yulnera^
bíp a la ansiedad que la persona; promedio y apeptar un comprorpiso; que in
cluye, .síntomas, patológicos. N o sé trata de una desgracia,.pero .tampoco de-,
i f? .-í>q .... -• w . :• 'fP i,j _jfv -X'■ . : »•
En toda persona existe la potencialidad para desarrollar una.psicopatología,
un desorden de la personalidad, un desorden psicosomático o psicosis, o una
neurosis—, tal y pom o en todos existe la potencialidad de otr,os tipos de enfer
medades. La. vasija m ayoría de las personas minea desarrollan unapsicopatología
significativa, a menos que se vean sujetas a un,estrés intolerable;.muchísimas per-,
sqnas se las arreglan para conservar su equilibrio psicológico, incluso cuando.:
; ■- ¡ u • . . ? ■ ny-. ■ -X ."/i .• ■ w ' v»
_it Sievers, W-. D,,.Jo;eu(l: an Broadway:. A : History, p f Psycfyoarialysi&anxi. the Amete
ndáñ Drama, Nueva Y o rk , tíériñííagé Housé, 1955. * . ' ? ’* .' \
2 ? aí í e,,‘^” V Eaxíe<-B; V ., “ Early materhal déprivátión an&later 'pSycliiátric illñésá*^
I;81-lg6í3anua,v V,¿D„ “ Speioeultural factors in.: farnilies
o f Schizophrenics’’, Psychiatry, 1961, 24,. 2.46^65. *u
i •••. U- r.ítí' -i
21
22 C A P . t. IN TR O D U C C IO N
sufren una presión extrema. Sin embargo, nadie puede evitar tener relaciones con
personas que fueron víctimas de desgracias durante su niñez o en la edad adulta.
L A P SIC O PA T O LO G ÌA E N L A V ID A C O T ID IA N A
se sienta tratado injustamente porque otras personas reciben más de lo que les
toca. Todos hemos oído hablar de personas tremendamente ricas o poderosas
que parecen obsesionadas por obtener cada vez más riqueza o poder. El ganar
diez millones de pesos es un simple reto para intentar ganar otros diez, sin que
importe el costo personal. Dominar un millón de seres incita la ambición de do
minar otro millón. Algo existente dentro de estas personas las fuerza a buscar
más poder. Sólo cuando caen desde la altura a que las han llevado sus impulsos,
comenzamos a darnos cuenta de cuán infantiles e inseguras debieron sentirse
desde el comienzo mismo.
Con muchas de estas personas nos tropezaremos en los capítulos dedicados
a. lo clínico. Seguiremos viéndolas u oyendo acerca de ellas en nuestra vida
diaria y, según vaya pasando el tiempo, terminaremos por comprenderlas cada
vez más.
L A PSIGOP A T O L O G IA GOMO U N P R O B L E M A N A C IO N A L
. : No hettios íncluidó ctímo. una clase especial: alós mentalmente subnormales, aimqüé'
liguen problepiaí* especiales corrijo, cualquier otra pegona ipnpedida. Jpn cualquiera d e los^ftvi
drótnes psicopatológicos se encontrarán personas dé'inteligencia por debajo de la promedió.
L A P S I C O P A T O L O G I A C O M O UN P R O B L E M A N A C I O N A L 25
dicha demanda aumenta sin cesar en todo el país, aunque especialmente allí
donde las instalaciones existentes son de primera línea.4
Tan difícil es hoy como lo fue en el pasado calcular la magnitud total de
nuestro problema nacional en lo que toca a salud mental.5 Sabemos que hoy
día existe en los Estados Unidos cerca de medio millón de pacientes en hospita
les psiquiátricos, casi todos ellos psicóticos y más de la mitad esquizofrénicos.
Tal cifra es muy superior a la del total de pacientes hospitalizados por todas las
demás enfermedades juntas. El gasto público dedicado anualmente, en los Esta
dos Unidos, al cuidado y tratamiento psiquiátricos rebasa los 800 000 000 de
dólares. Si agregamos a tal cifra las pérdidas de ingreso sufridas por las personas
hospitalizadas a causa de la psicosis, la pérdida anual total en la nación pasa de
dos mil millones de dólares. Pero en dicho total no acaban las cosas, incluso
hablando sólo de los pacientes hospitalizados, aparte de que nada se dice sobre ^
los pacientes que están enfermos, pero sin hospitalizar.6
Quienes han estudiado la situación nacional estiman que, de crearse instala
ciones razonablemente adecuadas en cada uno dé nuestros estados y no sólo éh
i unos cuantos de ellos, más de un millóh y m edio de psicóticos estarían hoy día
j eh hospitales. En muchas de las grandes comunidades, incluso en algunas de las
¡ más ricas, las instalaciones proporcionadas por lós ciudadanos para el diagnosticó
I y tratamiento psiquiátrico temprano se encuentran muy por debajo de las normas
mínimas observadas en otros campos médicos. Esta'situación, por sí sola, impide
que pacientes potenciales y sus familias busquen ayuda, interna ó externa, cuan
do la necesitan. También crea una imagen equivocada de lo que la comunidad
necesita, ya que la proporción de la población que obtiene ayuda contra sus pro
blemas psicopatológicos es mayor donde las instalaciones son mejores.7
Otra influencia qué mantiene bajá la tasa nacional de admisión respectó; a
psifcosis, es nuestra antigua tradición cultural dé culpa, vergüenza y superstición
en lo tocante a lo que el pueblo llama locura. Para muchas personas una psicosis
sigue siendo una especie de'castigo del Cielo, algo que es necesario ocultar. Con
tamos aún con familias qüe, debido a'1tales actitudes,' rehúsan aceptar trataA
miento psiquiátrico. Aunque en las dos ültímás décadas se tiene una posición
más informada e inteligente respecto a la psicósis, sigüen apareciendo impresas
historias —y siguen apareciendo espectáculos— que representan equivocadamente
las enfermedades psiCÓficas como algo inevitable y peligroso, cosa qué no ocurre
cotilas demás enfermedades. : ' ’ ; ? '%
En los últimos cincuenta años, se ha acumulado una vasta cantidad de prúé-
bas para comprobar la etiología natural y evitable de gran parte de las psicosis.
En los últimos quince años se ha acelerado tremendamente el ritmo al que se
acumulan pruebas, surgidas tanto del estudio directo del desarrollo temprano
normal y patológico, como de estudios clínicos de pacientes psicóticos, realiza
dos por terapeutas que han aprendido a dominar sus propias ansiedades. Todo
clínico experto sabe que los pacientes psicóticos sanan y quedan sanos por déca
das, cuando no definitivamente. Sabe que las personas normales experimentan
en sueños el mismo tipo de cosas que el paciente psicòtico experimenta cuando
está despierto. Desde luego, no se trata de dos mundos diferentes —uno normal y
otro psicòtico—, sino de una diferencia en lo adecuado de las defensas personales.
El hombre normal experimenta cosas solamente en el sueño, pero durante el día
no tiene conciencia de ellas; el psicòtico las experimenta estando despierto por
completo. N ‘ ,
La gente sigue sin darse, plena cuenta de que los clínicos pueden hoy día
tratar un número enorme de pacientes ligera y moderadamente psicóticos —de
presivos, hipomaniacos,» paranoides y esquizofrénicos— sin tener que recurrir a
la hospitalización.8 Muchos de esos pacientes pueden trabajar gracias a la ayuda
psicoterapèutica y, con el tiempo, llegan a recuperarse. Estos casos nunca entran
en las estadísticas nacionales. Muchos no saben que hace unas cuantas décadas se
les hubiera hospitalizado rápidamente debido a las ansiedades que provocaban en
otros. Si de los miles de pacientes sujetos a tratamiento en las. ¡clínicas y consul
torios, uno tiene un ataque agudo o intenta .suicidarse, de inmediato surge la,
queja: ‘‘Por qué no se le bahía hospitalizado?” Se diría que el hospital es el úni
co lugar adecuado para el psicòtico. .
En bien propio y de los demás, es necesario hospitalizar a los psicóticos
incapaces de controlar sus acciones. Pero incluso, la hospitalización presenta sus
peligros, como que ej, paciente deje de luchar; y caiga en una rutina de dependen
cia en un medio ambiente, artificial. En los ,Estados Unidos, al igual que en otroíj
países, existen pruebas de que la perspectiva es p^pr p a ra ,muchos pacientes
dentro del hospital que fuera de él;, en ¡especial cuando se, trata de unhospitaj
deprimente y falto de, personal, como suelen serlo todos los públicos, pues
en ellps el paciente rara ¡vez ve a sus parientes o amigos y. se siente abandonado
por ellos, . ,
En la psicopatologia siempre existen riesgos, se hospitalice o no al paciente;
Éste, su fambia y el clínico deben estar preparados para aceptar los riesgosinhe-
rentes a la decisión tomada y no intentar corno meta única un máximo de segu
ridad. L o más importante es que el público en general aprenda a aceptar la inevi-
tabilidad de los riesgos, existentes en el tratamiento de lo. psicopatológico, tal y
com o se aceptan los riesgos presentes en toda intervención quirúrgica. ■*; ,; 1
Es necésarib dedb búas^ Cuánfas '4®;
ñas que sufren desórdenes mentales, muchas de-ellas pertenecientes a los niveles
de m ayof edad. Com o todo mundo sabe, éri nuestra poblációii auiñenta rápida
mente el numero de personas de. edad. En 1960, en los Estados Unidos.; más de
T7f itiillones' de seres habían pasado de los 6§ años. Entre ellos es de eápeiaí la
pieséncia dé miles 4é pérSoríás, atendidas v,en sús" hogares, que súfren sérios pr£Ú
Memas de mem°tía, declinación de la personalidad-y episodios de confusión. Los
viejos tendrán’ mayores probabilidádés ^ é ó b í e v i v i f y de conservar mejor sú
a Scher, S. C. y Davis, II. R. (dirs.), The Ó iit Paiiént 'Treatment 'o f Sctihophrenia, N ue
va Y òrkj Gruñe & Sírattoríj 1960. . - r * V
L A PSSCO PATO LO G IA COMO UN PRO BLE M A N A C IO N A L
L A P E R S O N A L ID A D N O R M A L Y L A A N O R M A L
11 Milgram, S., “ Nationality and conformiíty” , Sciehtific A m ér., 1961, 205,' 45-ÍÍ2,
Berg, L A . y Bass. B. Mv (ú its .), C&Hfórniity artel Deviation, Niieva Y ork , Haxper, 1961:.
30 C A P . 1. INTRO D UCCIO N
den explicar exactamente la razón de ello. Además, este criterio está de acuerdo
sólo de “ dientes para afuera” sobre la declinación normal de la adecuación que
la edad provoca. Y, sobre todo, no toma en cuenta lo que a la persona le cuesta
una ejecución adecuada. Una persona puede aceptar con facilidad una posición
de liderazgo o subordinada, y otra verse destrozada por ella, aunque en aparien
cia ambas se estén comportando igual.
L a n o rm a lid a d y la v id a in te rn a
das para que hallen soluciones a sus conflictos más importantes, y a menos que
la frustración a la que se encuentran expuestos sea moderada, se volverán adultos
incapaces de tolerar el conflicto y la frustración, adultos que actúen por impulso,
que recurran fácilmente a la violencia o que escapen de la vida dejándose hundir
en una comparativa apatía. Tal sociedad producirá"pocos adultos conocedores
del arte de ser maduramente interdependientes, capaces de sentir el placer de dar
y recibir amor, libres del miedo de tomar la iniciativa, de mostrarse emprendedo
res, de cooperar y competir, de ser agresivos sin caer en la hostilidad y capaces
de tolerar la agresión de otros. Producirá pocos adultos capaces de encontrar
un placer genuino en desempeñar su papel social y que, al mismo tiempo, den
placer a quienes desempeñan papeles recíprocos respecto a ellos.
N o son metas fáciles de lograr. Todos tenemos necesidades diferentes,
algímas mutuamente excluyentes; y las necesidades de los demás chocan frecuen
temente con las nuestras o no logran proporcionan una relación recíproca satis
factoria. Resulta imposible resolver todas esas incompatibilidades y el arte del.
tira y afloja es difícil y delicado, pues exige paciencia, comprensión y tolerancia.12
Lejos se encuentra nuestra sociedad de haber alcanzado niveles óptimos en
esas dimensiones, como lo testifican múltiples pruebas de la existencia de con
flictos culturales e infelicidad personal. A l, mismo tiempo, permítaseme decir
que no existe una sociedad tan variada en oportunidades y expectativas como la
nuestra, que está haciendo esfuerzos m.uy serios.y concentrados por encontrar
soluciones contra los- problemas, infinitamente, complejos del ser humano. En
algunos de nuestros pacientes tendremos ejemplos de los fracasos surgidos al¡
intentar lograr niveles óptimos en esa ambivalencia emocional disturbadora.
Veremos que otros pacientes tienen una mceesidad excesiva de- dependencia y;
que. muchos otros no pueden tolerar una dependencia saludable porque?carecen
d e ;la confianza básicñ que- debieran adquirir cuando infantes. Veremos a perso
nas sufrir: por un exceso ;o una cantidad mínima, de culpa, de la que no siempre
están conscientes.: Veremos madres sobreprotectoras y demasiado, blandas y¡
niños reacios a responder, y niños hipersens.ltiyos¿ Verem os algunas personas que
en su edad madura se desvían enormemente de ,las expectalivas cúlturalea y de la
capacidad de: aceptar una interdependencia recíproca. Finalmente¡i i tendremos
ejemplos de eso que todos conocemos: personas físicamente sanas, capaces, de
satisfacer; lá^ expectativas eyltunaigS; de su sociedad^y-de cumplir adecuadamente
sUs pápeles sociales, perq siempre en busca de;la paz interna. ^ ;
les actuales de dicha sociedad para personas de su misma edad, sexo, anteceden
tes y posición social. Esos criterios tendrán en cuenta amplias fluctuaciones, como
las existentes entre estar despierto y estar dormido, estar sano y estar enfermo,
sentirse optimista y sentirse desanimado, poder disfrutar y poder apesadumbrarse.
Esos criterios no sólo incluirán la conducta pública de una persona y sus
niveles de funcionamiento fisiológico, sino también, a niveles psicológicos,
sus funciones integradoras internas: el consciente, el preconsciente y el incons
ciente. Incluirán la manera en que las funciones psicológicas internas influyen
sobre la concepción que esa persona tenga de su cuerpo, su concepción sobre
sí misma y sobre el mundo que la rodea. Incluirán la manera en que las funcio
nes psicológicas de una persona determinan cómo interactuará con su ambiente
humano.
En toda persona es inevitable y normal cierto grado de estrés y tensión in
ternos. Parte de esto es resultado de la diferencia existente entre la organización
interna de un ser humano y la organización del ambiénte en que vive. Domina
mos tanto como podemos del ambiente humano y heredamos cierto tipo de
compromiso de trabajo con aquello que no podemos dominar. Desde luego, es
el ser humano, y no el ambiente inanimado, el que debe conseguir y mantener
esos compromisos. Parte dél estrés y de la tensión internos proviene de las con
diciones de la vida en grupo, en las cuales se intenta lograr un equilibrio entre
la necesidad del grupo y las necesidades de la persona, entre la armonía del
grupo y la satisfacción personal, entre la integridad del individuo y la de la fami
lia, la eomunidad, el estado e incluso la del mundo. Parte de ese estrés y de esa
tensión internos surge de la complejidad del sistema de personalidad interna os
como preferirnos llamarlo, áehsistéma psicodinárnico. ,v
Toda experiencia y toda conducta situadas a nivel consciente y preconscien
te parecen tener componentes inconscientes y estimular las actividades inconá>'
cientes. Esos componentes y actividades inconscientes permanecen inconscientes;
pero sin perder su actividad y efectividad. Se trata de funciones vivientes dentro
del sistema psicodinárnico. Es necesario enfrentarse a ellas de alguna maneta:
tfávés de-la acción* de la fantasía o de ios sueños; incorporándolas a la actividad1
preconscientc, pero sin expresarlas directamente* sublimándolas, defendiéndose
de ellas o neutralizándolas. > » ; - . < • ‘ '
El ser humano está incapacitado para eludir los conflictos surgidos dedas
necesidades que deben quedar insatisfechas para que otras hallen expresión. E l
sistema psicodinárnico tiene sistemas de exploración, selección y defensa que le
permiten a la persona involucrarse en percepciones, emociones, pensamientos y
acciones ( “procesos secundarios” ) socialmente organizados, sin las interrupción
pes que provocarían los procesos inconscientes si se les permitiera interferir a
éséála masiva. Pero ajunque sü tarea general es estabilizar el sistema psicodiná-
micó, también son fuéñte de conflictos. ‘ .>• <■
Se apreciará el gradó de estrés y dé tensión a que normalrhente está sujetó
él sistema psicoclinámico por la Urgencia diaria que se tiene de sueño. Se puédéii
juzgar los tipos de intrusiones mantenidos ocultos durante el día p o r lo que suéé3
de cuando dormimos y soñamos. Dormir es regresar, relajar lttJvigilancia diurna*
eliminar algunas dé las diferencias entre lo méorisciente y id jSfrdeomeiente, aflo
jar nuestras atadurks.éon la realidad externa ydeleitarííós ©nflt»! fantasía.1 '
lJara ser normal, el sistema psicodinárnico debe incluir fronteras efectivas
paira el ego, qué durante el día protejan a la vjqa g£fl$$p&GÍÉ|fnt<3 y consciente
LOS SUEÑO S Y L A P S IC O P A T O L O G IA 33
■Y L À
D E L A W D A C O T ID IA N A
noches.17 Algunos sueños, quizás todos ellos, van siendo preparados en parte
durante el día, a través de procesos primitivos que funcionan a nivel incons
ciente. Llegan a su expresión cabal cuando ya nos hemos dormido, pues entonces
excluimos todo lo que podemos de nuestro entorno realista y olvidamos nuestro
pensamiento realista. En esos momentos se disuelven parcialmente los límites de
nuestro ego, que protegen a los pensamientos ocurridos durante el día de toda
intrusión inconsciente. La organización defensiva se relaja, el control del super-
ego se vuelve primitivo o desaparece y se abren las compuertas de la represión. El
pensamiento abstracto y metafórico se ve reemplazado por una procesión de
imágenes concretas. A menudo se afirma que permitimos soltar en sueños nues
tras fantasías porque nos encontramos inmovilizados y no podemos llevarlas
a cabo. Algo de cierto hay en esto, pero veremos más adelante que los sonámbu
los siguen soñando mientras se visten, bajan las escaleras, abren la puerta y se
van caminando por la calle.
¿Y qué ocurre durante el día? Pues aqu í interviene la psicopátología de la
vida cotidiana. Mientras estamos despiertos damos señales ocasionales de que
bajo la superficie está ocurriendo más de lo que suponemos. U n desliz de la
lengua revela la existencia de un sentimiento m uy diferente del que nos propo
níamos expresar; a veces, distinto de lo qué realmente estábamos sintiendo en
ese momento. U n punto que pretendíamos positivo surge inesperadamente como
negativo; una negación termina en afirmación'. Este tipo de sucesos era conocido
ya en tiempos muy antiguos y lo ha ido expresando la literatura a través de las
épocas. En E l mercader de Venecia Shakespeare hace que Porcia diga al preten
diente al que favorece: “Malditos sean vuestros ojos. Me han embrujado y parti
do en dos mitades. La una es vuestra; la otra es a medias vuestra; m ía, quiero
decir”. Porcia ha dado ya.su palabra de que dejará la elección a la suerte, pero
sus sentimientos afloran a pesar de sus intentos conscientes por detenerlos.
Los lapsus linguae no necesitan ser tan transparentes como el cometido por
Porcia, y lo que pasa a través de todas las defensas pudiera no ser totalmente
consciente. A menudo se presenta una extraña condensación de significado en lo
que sé“ dice. L o que intentábamos expresar viene acompañado de algo1más que
resulta embarazoso, algo que hace a lös Otros meditar ó los hace reír fráncamen-.
te* Los errores cometidos con la pluma y la máquina, los lapsus linguae, las
acciones chapuceras y las muchas variedades existentes-de récuerdós y olvidos;
de cosas que’ se ©yen y rio se oyen, que se ven o se pasan por alto, que se pierden
y 'se encuentran¿ todo esto lleva una misma dirección. Dentro de nosotros ocu
rren muchas cosas que revelamos a los demás o nos revelamos á nosotros^ misníbS
y muchas que escapan a nuestro control1 . “■■■•I'
El excluir a propósito tendencias desagradables, inaceptables y cohtradicto-
rias es algo más que el deseo de presentamos bajo una luz-favorable; iñclüáó
más que el simple deseo de tomar por buenas nuestras intenciones. Se trata del
intento por preservar nuestra integridad com o seres humanos, de mantener núes-*
tra habilidad para experimentar de m odo realista el mundo real, la habilidad para
adaptarse a. esas realidades y llegar a dom inar algunas de ellas. Es cuestión dé
poder mantener un necesario respeto por nosotros mismos y conservar el resípl
de los demás. Podemos hacerlo sin volveriids autómatas porque, a través“ dé
SÍND R O M ES PSICOPAXOLÓGICOS .A
: - tí!J '.i
Lo psicopatológicQ es un continuo multidimensional. Necesitamos descom
ponerlo en grupos de fenómenos relacionados para poder manejarlo; y, sob re
todo, examinarlo. Cuando se ¡trabaja por resolver el problema de un paciente, a
menudo es necesario hacer un diagnóstico, y darle nombre a los sinfonías qua
presenta; no obstante, cqn frecuencia suelen resultar imposibles arabas tareas
Sip embargo* cuando se trata de comunicarse con alguien más, la formulación
puede, resultar tan .vaga y general que sólo crea confusión. Estamos ante otro
problema muy antiguo. Hace más o menos un siglo los expertos que trabajaban
en este campo decidieron que toda clasificación era peor que inútil, así que
amontonaron todo lo psicopatológico y le dieron un, nombre único: A l poco
tiempq se vio lo vanó de tal solución y, de nueva cuenta, comenzaron los agni-,
pamientos, que han seguido desarrollándose hasta el presente. >■ 1• iu
Cuando presentemos material clínico para ilustrar lo psicopatológico, en
general nos atendremos a la clasificación oficial seguida por la Asociación Rsiquiá-;
tpica Americana .18 .Cuando nos desviemos, in formaremos de ello y explicaremos
el porqué. Tanto en la psicopatologia eomq en otros campos*, las clasificacióneb
de enfermedades son siempre un tanto arbitrarias y en ciertos aspectos insatisfac-
toñas, cosa, por otra parte, inevitable. Se trata de productos elaborados por
^ comités nombrados para realizar tal tarea, compuestos por representantes de
más de una escuela y de más de una generación. L o que dichos comités produ
cen resulta siempre un compromiso entre puntos de vista opuestos, el mejor al
que pudo llegarse.
En los capítulos que hemos dedicado a lo clínico se reconocerán catorce
síndromes, o agrupamientos, principales, en cada uno de los cuales la psicopato-
logía tiene en común ciertas características básicas. Aunque la claridad ha servi
do para elegir los casos presentados, no es necesario decir que en cada síndrome
aparecerán algunas características pertenecientes a otro. Cada uno será un “ caso
típico” , sin que ello quiera decir que se trate de un caso promedio, sino más
bien uno desusadamente libre de toda mezcla. Los seis primeros han sido clasifi
cados oficialmente como neurosis o psiconeurosis, ya que los términos han veni
do a ser sinónimos. Oficialmente se ha dado el nombre de psicosis a los cinco
siguientes.. Cuando las psicosis son severas, suelen distorsionar la realidad lo sufi
ciente como para incapacitar al paciente temporalmente: si son benignas, poco
interferirán con la vida normal. Aparte de estas once, describiremos lo: que en la
actividad se llaman desórdenes de la personalidad, un grupo bastante heterogé
neo, como veremos en páginas subsiguientes; los desórdenes psicosomáticos,
donde la perturbación principal está expresada directamente en alguna forma de
enfermedad física, y aquellos desórdenes cerebrales que incluyen elementos psi-
copatológicos importantes. A< continuación caracterizaremos brevemente cada
síndrome y dejaremos su examen general para futuros capítulos.
1. Reacciones de ansiedad
2. Reacciones fóbicas
miedo. Cuando las fobias terminan por incluir muchos tipos de excitantes exter
nos, pierden tal ventaja. En los primeros años de vida los niños suelen desarrollar
fobias transitorias cuando aún no han organizado adecuadamente los medios que
les permiten manejar la tensión y la ansiedad. La fobia de los adultos es una revi
vificación de ese recurso infantil, aunque el objeto o la situación temida no sea
la misma que durante la infancia. Un miedo irracional a las alturas, a los lugares
cerrados o a los lugares abiertos son ejemplos comunes de una fobia adulta.
3. Reacciones de conversión
4. Reacciones disociativas
Las psicosis
N o existe una distinción clara entre neurosis y psicosis que todo mundo
acepte. U n o de los libros d ° m ayor influencia en el campo de la psicopatologia
las estudia como neurosis.20 Ñ o obstante, la clasificación oficial sí traza la distin
ción, y no£ atendremos a ,ella. C om o ya lo hemos indicado, cuando las psicosis
son severas la realidad sp.ele quedar muy distorsionada. Las ideas delirantes y las
alucinaciones son intentos por controlar material anteriormente inconsciente
que penetra en fas organizaciones tanto preeonscientes com o conscientes, según
se va diseminando la regresión y se van perdiendo las fronteras del egó. Conviene
repetir que los estados de psicosis moderados o “fronterizos” interfieren poco
con la vida normal, y en ocasipnes, incluso se presentan acompasados, de un gran
talento en la pers.ona- À veces són crónicos y no se lps reconoce en condiciones
ordinarias. Comenzaremos con las reaccippes paranoides, porque a menudo pare
cen consistir en una combinación de mecanismos neuróticos y psicóticos, y p c ^ N
que la negación y la proyección presentes son similares a las normales, corno
por ejemplo, en la práctica universal de buscar chivos expiatorios.
20 Fenichel, O., The Psychoanalytic Theory o f Neuroses, Nueva Y ork, Norttíñ, 1945.
*•■
’» ;r. * .A V
40
1. R e a c c io n e s p a ra n o id e s
Las reacciones paranoides son intentos por escapar de los efectos de impul
sos y fantasías hasta el momento inconscientes y que han irrumpido en las orga
nizaciones preconscientes y conscientes gracias a los procesos de negación y
proyección. El paciente trata de mantener sus nexos con la realidad externa
reconstruyéndola dé acuerdo con los impulsos y las fantasías que ya no puede
contener en él inconsciente. En este sentido esas reconstrucciones falsas repre
sentan intentos espontáneos de curarse a sí mismo. A veces el productp es una
pseudocomunidad ficticia de perseguidores, que incluye personas reales e inven
tadas que desempeñan papeles reales e inventados. En cualquiera de las psicosis,
las ficciones pueden ser creadoras en el mismo sentido que los sueños. Los me
canismos proyectivos que se emplean relacionan las reacciones paranoides con
las fobias, pero si el paciente fóbico está de acuerdo con que sus miedos suenan
absurdos, el paranoide cree eh sus ficciones. Én algún grado, los elementos para
noides entran en el resto de las psicosis.
3/
4. R e a c c io n e s e sq u iz o fré n ic a s
Estamos ante la más interesante de todas las psicosis, sobre la que se han
escrito más de 15 000 artículos y libros. Dichas psicosis son intentos por escapar
de la tensión y de la ansiedad abandonando las relaciones interpersonales y subs
tituyéndolas por ideas ficticias y alucinaciones, que reconstruyen para el pacien
te la realidad externa de acuerdo con fantasías anteriormente inconscientes, pero
que ahora han invadido en gran volumen las organizaciones preconscientes y
conscientes. Resultan incomprensibles para el observador ordinario porque,
cuando el paciente no se ha rendido a ellas por completo, sigue funcionando
a varios niveles de regresión diferentes que representan sus puntos múltiples de
fijación inmadura. El paciente puede ir de un pensamiento concreto e infantil a
un pensamiento adulto metafórico y volver al primero, ocurriendo esto varias
veces en una hora; incluso puede el paciente mezclar ambos niveles en un enun
ciado único.21
Para poder comprender a un paciente esquizofrénico activo, el observador
debe mostrarse lo bastante flexible e intuitivo y estar lo suficientemente libre
de ansiedad él mismo para poder ir m odificando sus niveles de interacción y
hacerlos.coincidir con los del paciente. Tal flexibilidad, intuición y carencia de
ansiedad, cuando se está ante un modo de pensar extraño y primitivo son poco
comunes. Pero si el terapeuta logra ejercerlos, no sólo ayo da.al paciente aislado,
sino que adquiere conocimientos sobre el pensamiento humano que ninguna
otra experiencia, ledará.
Hace por lo menos medio siglo que se acepta que el grupo de esquizofrenias
incluye upa, rica variedad de experiencias y conductas no realistas. Hasta el niQr
medió no se ha logrado organizar tal variedad dividiéndola en tipos secundarios,
pues los pacientes se desplazan, en su experiencia y conducta; predominantes,
de¡ un, ¿tipio secundario a otro. Por ejemplo, una persona se encuentra en un estu
por rígido cuando entra al hospital, pero a los pocos días se muestra excitada, y
muy activa; o tal vez salga de su estupor, exprese id[eas ficticias y alucinaciones
y dé sedales de haber estado observándolo todo,durante su fase de estupor. Se sabe
de recuperaciones inesperadas y súbitas sin que se haya aplicado terapia especial
alguna. Suelen presentarse tales recuperaciones cuando el paciente puede interac
tuar con los terapeutas ep. todo nivel de pensamiento posible y en todo inomen7
to. JSÍo existen muchas probabilidades de recuperación, pero si existe un ain^>ieufC
adecuado, un 50 por ciento de los pacientes se cura y, de no verse sujetos a urj
esjrés desusado, pueden no volyer a .recaer en toda su vida. ..
i n u v E R s i D A O f li n o w o M á p f l C w o « E S r r É
42 C A P . 1. INTRODUCCION
recen por primera vez hacia la mitad de la vida o incluso después. Ninguna duda
existe de que abundan las reacciones depresivas y paranoides cuando hay signos
de envejecimiento, pero no se diferencian de las reacciones depresivas y paranoi
des tenidas ante otras crisis. Incluso ni la tendencia a persistir que muestra el
estado psicòtico es sorprèndente, ya que el envejecimiento y la senectud tam
bién persisten. Muy difícilmente se conservará este grupo cuando se vuelva a
revisar la clasificación.
O T R O S DESÓ RD ENES IM PO R T A N T E S
1. Desórdenes de la personalidad
Bajo este rótulo la clasificación oficial incluye muchos síndromes diversos
que no ha podido situar en ningún otro lugar. En el capítulo dedicado a los des
órdenes de la personalidad describiremos los siguientes cinco grupos:
i ) Desórdenes del carácter. Se incluyen aquí todas “las perturbaciones de
los rasgos y loS patrones de la personalidad” que en la clasificación oficial co
rresponden a las estructuras de carácter neuróticas y prepsicóticas. En éstas,
muy al principio dé lá Vida surge alguna distorsión de la personalídád, que se
perpetúa como él “ estilo” del individuóles decir, como la manera característicá
que tiene de enfrentarse a su medio ambiente y de evitarla ansiedad sin caer en
síntomas claramente neuróticos ó psicótícos. Nos atendremos a la clasificación
oficial para diferenciar las personalidades compulsiva, paran oìde, ciclofímicá
(p o r ejemplo, maniaeó-depresiva) y esquizoide; pero agregaremos la histérica,
un desoídén del carácter histriónico y temperamental que con frecuencia sé
encuentra cuando se hace trabajo clínico y que parece haberse pasado por altó. *
ii) Personalidades inadecuadas é inestables. Se incluye en éste grupo perso*-
ñas crónicamente inadecuadas, ©rhocionalmente inestables y crónicamente pasivos
agresivas! *• -
iii) Perturbaciones de la |>ersonalidad sociopáticas. Tres grupos han quedado
incluidos aquí: a ) las perdonas irresponsables y émocioiialmente superficiales,
quienès una y otta vez cometen delitos menores sin sentir mayor ansiedad y sin
gran ganancia matérial; b ') las personas antisociales, que están constantemente
en rebelióh abierta contra la sociedad, impulsadas a ello por razones inconscie^
tcS'; ó ) pérsorias hurañas, fáciles dé" corromper, pero'que hofparecén ni antisocialé's
ni émociOnalméhte superficiales.
Iv) Desviaciones sexuales. Eii la clasificación oficial se dan algunos ejemplos’
pero n o se los explica. Nos dedicaremos a seis de las formas más comunes: a )
homosexualidad franca, ó ) exhibicionismo, ypypurismó j ¿0 fetichismo,
travestismo y f ) sadomasoquismo.
v) Adicción. At igual quei en la clasificación oficial, incidimos én grupos
separados la dependencia del alcohol y la dependencia dé las draigti&j y a qué
tanto los' especialistas clínicos como los investigadores encuentrattdiferencias
fundamentales en el carácter de los alcohólicos y de losdrogadáetds,« ,. u *:r¿
2, D e s ó r d e n e s p s ic o s o m á tic o s
A- ,í .. -, I ,¡ ’’ ! I , -, ,í f ., ... :
En este tipo de desórdenes la personareacclona td’¿8Íp#Va l^ ténSión y .a
la ansiedad con algún tipo de disfunción fisiológica directa, que con el tiempo
ja n M r o n c m iA O M liM I V lN U
O TRO S DESORDENES IM PO R TAN TE S 43
3. D e s ó rd e n e s c e re b ra le s a g u d o s y c ró n ic o s
44
IN F A N C IA Y P R IM E R A NIÑEZ 45
necientes a su cultura. En pocas palabras, los cam bios incontenibles que ocurren
en la apariencia y en la conducta del niño, que se m antiene a lo largo del creci
m iento y la m adurez, tienen su paralelo en los cam bios perceptivos y cogn osci
tivos incontenibles que ocurren dentro de él. T o d o ser h um ano.erige dentro de
sí una organización m ental estable, que continuam ente se está ad ap tan d o al
m un do ex tern o y lo absorbe, sin descuidar el m antenim iento del eq u ilib rio de
las fuerzas internas, que le perm ite m anejar las necesidades intem as cam biantes
que continuam ente están surgiendo y encontrar m ed io s p ara satisfacerlas.1
E l desarrollo inicial de la personalidad está en relación directa con necesi
dades y satisfacciones asim ism o directas, sencillas y concretas. E n el m o m en to
m ism o de nacer experim en tam os necesidades b io ló gicas nuevas: de co m id a, de
aire, de calor y de contacto. L a tarea p rin cipal consiste en satisfacer esas n ece
sidades, en l a infancia y la niñez con m ucha ay u d a de otras personas y con p o
ca en los años subsecuentes. L a sociedad q u e recibe al niño cuando éste nace
com prende sus necesidades y se encuentra p rep arad a para ayu darlo a satis
facerlas.
L a organización social de seres humanos tiene como eje la necesidad ani
mal: el hambre y la sed; la necesidad de calor, de amor, de refugio y protección;
el deseo sexual y sus muchas consecuencias; la urgencia humana de expresar
am.or y agresión, seguridad, iniciativa, placer y enojo. Incluso nuestras costum
bres más apreciadas, nuestros valores y nuestros ideales más elevados, han sur
gido de necesidades que, en algún momento fueron concretas, básicas y biológicas
en la existencia humana. Muchos siguen llevando la marea de su origen: comer'
y beber, amar, aparearse y procrear, luchar y competir, cubrir, defender y dar
vivienda a nuestros ,cuerpos biológicos. El comer y el beber muestran mucho esos:
orígenes y esas funciones. N o sólo comemos y bebemos para;satisfacenel hambre
y acallar la sed, sino también pára celebrar fiestas juntos, para honrar atesta o
aquella, persona, para expresar la aceptación mutua: Comemos y bebémos jum,
tos para sentirnos espiritualmente unidos, para aumentar la comprensión mutua,
para curar heridas personales, p ara expresar que compartimos alegrías y tristezas
e incluso para simbolizar profundas creencias religiosas. y ¡a
Según vamos satisfaciendo necesidades fisiológicas concretas, durante la 1
primera infancia nos vamos uniendo íntimamente a la figura matjema;: fuente
inmediata de< casi todas nuestras primeras satisfacciones. Gracias aeste nexo prbi
mero, literalmente vital, la madre ayuda a:que el niño desarrolle una confianza
básica en ella y lo va preparando gradualmente para que participe eA las activió
iades de,la familia ,y en la sociedad humana. L a madre misma; mucho antes de
tener al niño, ha interiorizado ya la organización social en la que ha estado vio
viendo. Sus hábitos son los de,su sociedad y sus valores reflejan los de élsta. Estos,
rábitos y valores se lo s ?trasmite a su niño, en un idioma m uy personal, a través^
de su .conducta materna, durante una relación de muchos años. U na vez que eli
úifante ha madurado perceptivamente ló suficiente, esa rélación se vuelve tan uim'
cima que p o r un tiempo madre e¿;hijo parecen uno. V a transcurriendo por fases
sucesivas de destete o emancipación, hasta/ que el niño, llegado 'ya? a la adoles-'
•encia o a la edad adulta, abandona el hogar. En las páginas que a continuación*
vienen acompañaremos al ser humano en un rápido viaje por las dos primeraSf
décadas de su vida, para ver qué influencias h a sufrido, cómo las experimenta y
1 Ritholz, S., Children’s Behavior, Nueva Y ork , Bookm an Associates, 1959. v •, '¡c
46 C A P . 2. IN F A N C IA Y P R IM E R A NIÑEZ
qué hace, qué parece favorecer el crecim iento de la personalidad y qué contri
bu y e a su detención o a su distorsión.
L A V ID A E N E L ÚTER O
2 Véase un resumen de la literatura sobré los aspectos biológicos do la vida prenatal en:
Carmichael, L., “ The onset and development o f behavior” on Cannicluiel, L. (d fi.), Manual
o f C h i l d P s y c h o l o g y ; 2? edición, Nueva York, Wiley, 1954, págf). 60*lt?5.
I L N A C IM IE N T O Y EL RECIEN NACIDO 47
E L N A C IM IE N T O Y E L R E C IÉ N N A C ID
El parto expulsa al niño de la cálida y oscura m onotonía de las aguas uteri
nas y lo lanza a un mundo de cambios incesantes y dé espacios infinitos. En él se
ve expuesto a ruidos y luces, a sabores y olores, al calor y al frío. Respira airé*'
yace sobre superficies sólidasf se lo levanta y acuesta, se lo lleva en brazos, se lo
maneja y mueve de un m odo que le resulta totalmente desconocido. Experimen
ta las molestias deL hambre y aprende a aliviarlas por medio de la acción propiay
obteniendo un placer nuevo cuando su estómago se llena. P e ro r a partir'de ése
momento, para Obtener comida necesita asir un pezón con los lábios y aprender
el arte dé mamar y tragar sin dejar de respirar. Necesita digerir y asimilar la comi
da ¿pie ha ingerido yj a través de süs propios esfuerzos musculares, eliminar los'
productos de d e sp e rd ic io T o d o esto significa trabajo y, a menudo, ihcomodi-
dades, vacío y dolor»- ? . •
En las dos o tres primeras semanas el recién nacido lleva a cabo, m uy pocos'
actos organizados en relación con los objetos, excepto cuando se le. da de co
mer.3 Gran parte del tiempo, parece dormir o dormitar. Cuando está despierto
y no tiene hambre, yace más o menos inerte, con la cabeza hacia un lado y, tal
vé¡z, ,cón un brazo extendido hacía afuera, las piernas flexionadas y los ojos fijos*
N o da ninguna respuesta específica a las caras o a las voces y nunca sonríe. Lá
poca actividad a la que se dedica, excepto por la simetría de movimientos <¡$(
brazos y piernas, se encuentra pobremente integrada. D e vez en cuando se sorh
bresalta o tiembla, a veces siguiendo un patrón casi convulsivo. Es obvio qué súáJ
. . :• . ' ' - ..v iV >
. f Kqsscn, W., Williams, E. 3. y Williams, J. P., “ Selection.aild test o f response.mensures;
iri the stydy o f the human new born’’,'C h ild Developm ent,. 1961, 32, 7-24; Ross, S í, Fisher/
A. E. y King, D., “ Sucking behavior: a review o f the literature” , J. genet. PsychoL, 1957,
91, 63-81.
48 C A P . 2. IN F A N C IA Y PRIM ERA NINEZ
■h.
U n resumen sobré ja información éxísténte respecto á l a in^tábiHiiád del iúhcióri|¡-i
miento del recién nacido y su sensibilidad a la estimulación sej presénia ;en AÍiéhacís,' ’ Jv-M1 ,'*
‘ÍAípsychiatric adventure JUi comparative pathophysiology o f the infant land adultU, X .nefPi i.
nïent. Dis., 1944, 100, 49-^3;;.Richmond, J. B. y Liptom, E,. X.,, “ Soppe,aspects o f tiie.neurjm,
physiology' o f the néw bom and their implications for child development” en JesSher, L y :
PavenstecLtii lS. (diïSi), JJynàTtiiC Psychopathology in Childhood), Nueva V o rk ,;G rU h e,& StráiP
tpn, 1959, págs. ”78'-10-^. j. ) 1 ... f. . i ; rytftjpartd
5 Gifford, S., ‘‘Sleep, time and tire early ego” , J. A m er. Psychoarml. Ass., 1960,5, 5-42.
6 Véase una revisión de la literatura dedicada al neonato en Pratt, K, C., “ The neonate”
e n Carmichael, , L j (dir.)y Müfmal o f Child Psychology, págs. -215-291 2? edición. Nueva.
York, Wiley, 1-954- Véanse Uííhbién las referencias dadas erf Stone/ L. J. y Church; S:,Chà<p
h&ôd and Adolescence: A Psychology o f the Grow ing Person, Nueva York, Random Housed
1957 y en Landre th, C., The Psychology o f Early Childhood, Nueva York, Knopf, 195 8-. 1
DIFERENCIAS IND IVID U ALE S: EL NINO 49
carece el a d u lto , surgida del estado rudim en tario en que se encuentra su percep
ción, de la in m ad u rez fisiológica de su cerebro y de la p o breza de sus m ovim ien
tos integrados. L o s patrones perceptuales co m p lejo s y llenos de significado, que
los adu ltos exp erim en tam os en el am biente del recién nacido, nada dem andan
de éste. S im p lem en te no existen para él, quien es incapaz de captarlos y no p u e
de reaccionar ante ellos de m o d o esp ecífico. Esta incapacidad es la q u e lo escu
da del fu e g o gran ead o de la estim ulación extern a que se abate contra sus órganos
sensoriales. D e este m o d o , se encuentra encerrado en una concha de inadecua
ción perceptual, q u e lo proteje.
/ D IF E R E N C IA S IN D IV ID U A L E S : E L N IÑ O ) ^ *
Todo aquél que está en contacto con recién nacidos se ve impresionado por
las diferencias individuales que manifiestan en sus distintas sensibilidades y con
ductas. En un extremo de la escala se encuentran los neonatos sumamente sen
sibles; en el otro, los que requieren de una fuerte estimulación antes de reaccionar.
De modo parecido, el ritmo de algunos neonatos es consistenteménte más rápido
en todo, mientras que el de otros resulta consistentemente lento. Por ejemplo,
a la hora de comer, tenemos neonatos que con rapidez inician la búsqueda del
pezón, pero también aquéllos a los que es necesario ponérselo en la boca e inclu
so animarlos para que empiecen a mamar y sigan haciéndolo.7
s-, Por casi treinta años, Fries y sus colegas han estado dedicados a un estudio
i'/ sistemático de los niveles de actividad de los recién nacidos.8 Descubrieron que
éstos van de- sumamente activos a sumamente pasivos. Todo recién nacido tiene
g ¡ su propio nivel de actividad, en el cual se mantiene. Esos estudios indican la exis
tencia en los recién nacidos de diferencias consistentes y características en el
nivel de tensión y en la descarga de la misma, aparte de la experiencia y él apren
dizaje, y que esas diferencias innatas? pueden determinar las diferencias indivi
duales que lös infantes muestran en su tolerancia a la demora, a la frustración y
a lá incomodidad. Esos hallazgos cohcuerdan con la observación hecha por otros
experimentadores dé que los infantes manifiestan diferencias notables en el gra
dó én qué las situaciones comUnés dé estrés perturban su equilibrio.
; ■Observadores expertos h an inform ado, a cada momento, de diferencias indi
viduales vistas al nacer.9 Por ejemplo, sabemos que los recién nacidos maniñés-
taii diferencias notables en el funcionamiento característico de sus óiganos in
ternos, lo cual es especialmente claro en el ciclo de la alimentación: mariiai,
retener o regurgitar la comidá, digerir, asimilar y eliminar. CÍaro, el ciclo de ali
mentación es uno de los puntos nodales del cuidado materno y una de las prime
ras relaciones madre-hijó más importantes. r ' -l l
El tragar y el retener la comida constituyen a la Vez patrónes biológicos
1961, 491-500; Tuddenham, R. IX, “The ,constancy o f personality ratings over two de*
3 2 ,
cades’!, Q 1959,
e n e t . 3-29; Tilomas, A., Chess,; S., Birch, L. y Hertzig,
P s y c h o l . M o n o g r . , 6 0 ,
c h 19,60,/, 103-112.
i a i . , , , .1
DIFERENCIAS IND IVID UALES: L A MADRE 51
D IF E R E N C IA S IN D IV ID U A L E S : L A M A D R E
para para volverse parte de la sociedad. Es la madre quien lo ayuda a formar con
ella un nexo íntimo y quien lo guía constantemente hacia la meta de volverse un
miembro autónomo de la familia. El modo en que ella lo ame preparará el terre
no para los modos de amar de él, y el modo en que ella reciba esos modos de
amar ayudará a determinar el desarrollo que tengan. También es la madre quien,
al negarle cosas o frustrarlo —ya que es imposible satisfacer todas las peticiones
de un niño—, inevitablemente provoca en él enojos ocasionales o lo hace caer
en la apatía. Finalmente, es la madre quien se debe enfrentar a esos enojos y
apatías; puede hacerlo calmando, confortando y distrayendo al niño o mostrán
dose receptiva y tranquila en su amor por él; o tal vez intente lograrlo igno
rándolo, castigándolo o abandonándolo, emotivamente hablando. N o importa
qué actitud adopte para enfrentarse al amor, los enojos y las indiferencias del hijo,
esa aptitud tendrá un papel importante en el modelado de la personalidad del niño.
Hemos dicho que, a diferencia de su bebé, la madre llega a esa nueva rela
ción con una compleja matriz de expectativas, miedos y esperanzas, muchos de
los cuales pudiera no tener claramente formulados. De esa matriz saldrá su con
ducta materna, su contribución a la unidad simbiótica madre-hijo. Algunas ma
dres esperan ansiosas el nacimiento del hijo, se sienten a gusto con él desde el
principio mismo y encuentran en la maternidad recompensas en todo sentido.
Le dan la bienvenida al lujo aceptándolo como una forma de autorrealización,
pomo un nuevo objeto de afecto y como símbolo viviente del amor dado y del
amor recibido. Muchas madres que preferían no tener el hijo, lo hayan irresis
tible cuando ya nació y pierden pronto su sentimiento de rechazo.
Sin embargo, incluso entre las madres aceptantes surgen muchos problemas.
Hay mujeres que durante todo el embarazo desean al niño, le dan la bienvenida
.cuando nace y descubren luego que las tarcas y las restricciones de la maternidad
superan a las satisfacciones obtenidas. U n recién nacido suele ser el centro dé la
atención; y algunas madres novatas sienten que se les hace a un lado y que sólo
son valoradas como cuidadoras del hijo. Otras se sienten abrumadas por la res*
ponsabilidad de la crianza y están ansiosas todo el tiempo, sin que nunca logren
dominar dicha ansiedad. Algunas madres se sienten a disgusto con un bebé en
particular o incluso llegan a temerlo, cuando hasta entonces sus experiencias con
otros habían sido placenteras. Tomando en cuenta la amplia gama de diferencias
individuales que existen entre los recién nacidos y entre las madres, difícilmente
sorprenderá saber que a veces la relación no funciona, sobre todo porque nó
hay posibilidad de elección libre por ninguna de las dos partes. , .I
Un recién nacido planteará un problema especial si viene demasiado pronto
respecto al hermano al que le sigue, pues la unidad simbiótica madre-hijo, una
vez formada, necesita de tiempo para disolverse; tanto en las madres como en
los hijos el lapso que requieren para ir resolviendo su íntima relación varía. Si el
nuévo niño llega antes de que tal disolución esté realizándose, la madre pudiera
caer en un serio conflicto cuando el recién nacido requiera de su afecto y aún
se encuentra hondamente comprometida con el primer hijo. Presenta problemas;
múcho más; obvios un periodo prolongado de mala salud en la madre o en el
hijo, el cual puede retardar o perturbar el desarrollo de la unidad madre-hijo, al
igual que las exigencias provocadas por la. mala salud, seá física o emotiva, de
los, hijos mayqres o del esposo. Las tensiones debidas a desavenencias maritales
y a la interferencia de parientes cercanos, son elementos que pueden perturbar
seriamente las relaciones primeras entre la madre y él hijo.
UN M U N D O SIN OBJETOS 53
los adultos es un pecho rebosante de leche, una mano, un brazo y un cuerpo que
da apoyo, un palique y un rostro sonriente, para el bebé serán simplemente una
sensación de comodidad y placer, una satisfacción total que no tiene estructura.
L o que para nosotros es el hambre del bebé, su incomodidad, su vacío o su sole
dad, para él existen como un cúmulo de miserias y ansias. E l infante no puede
comprender por qué o de qué manera se siente miserable o qué es lo que desea.
Y cuando, gracias a la intervención de la madre, esa miseria y esa necesidad se
convierten en comodidad y placer, no tiene la menor idea de qué se hace en bien
de él, qué lleva a cabo él mismo o incluso que lo rodean personas y que él mismo
tiene una existencia separada.
A un adulto le es difícil comprender este concepto de un mundo sin obje
tos estables y sin una organización temporal, espacial y causal. Nuestro mundo
familiar de realidades externas nos parece sólido, permanente y evidente por
sí mismo. P,ero los cuidadosos estudios realizados por décadas con infantes han
dejado en claro que este mundo evidente por sí mismo es en realidad una cons
trucción personal, producto de un largo y costoso esfuerzo. Cada uno de nos
otros ha tenido que erigir ese mundo de realidad externa y, al mismo tiempo,
unirlo funcionalmente a las realidades que otras personas experimentan. La obvia
firmeza y permanencia del mundo externo son en parte proyección de nuestra
fírme y perdurable organización de la personalidad.18 Si esta última se desintegra
—y cuando esto sucede se esté mentalmente sano o enfermo—, ese mundo adulto
de realidad externa cojhienza a perder simultáneamente su organización. Se vuel
ve inestable y confuso e incluso puede llegar a desanareeer.
48 Kaplan, B., **An approach t;o the problems o.f symbolic représen.taíion: nonverbaj
and verbal’*, J . C g m r r m n : , . 1 9 6 1 , 1 1 , 52-62.
19 véase, ,por ejemplo, tlhr, L . y Milíer, J. G. (d irs .),Drugs a n d B e h a v i o r , ÑueVa York*
W iley, 1960. L
UN M U N D O SIN O B J E T O S 55
1. “T odo ha sido lanzado al espacio. Nadie Conoce mi nom bre porque todos
están muriendo. Incluso mi cuerpo desaparecerá. Mi alma se encuentra en el es
pacio y el, espacio, es ilimitado e infinito. M i alma flota y no la puedo recuperar.)
A sí seguiré por siempre., H e de tener un millón de años. Simplemente viviré, em
el, espacio,’* .... ( *
2. “ Estoy en las fronteras de otro mundo. Siento que se me ha empujado
a través de la línea divisoria. ¡Qué clamor existe aquí! Se trata del fin del mun
do. El negro ángel de la muerte elige a quienes cruzarán Ja raya.”
3. “ N o exisién ni sentimiento ni tiempo. Podría ser 1958 o í 000 a. C.
Todo minuto es una eternidad. N o existe lugar alguno; todo es espacio y entro y”
salgó y nada es diferente a tiene sentido. Carezco de cerebro; soy sólo'un cráneo
vacío lleno de imágenes que se proyectan contra el cielo,' un flotante panorama
de la vida. Si se tratara de alucinaciones, no sufriría tanto.”
4. “A l principió estaba consciente de mis acciones. Pero ahora.se han mezr
clado con las de otros, Si alguien me toca, es una parte de m í la que me toca,^
Si hay un ruido, está dentro de m í, como el latir de mi Corazón. El.ruido de pn/i
hom o me provoca distintos pensamientos y está todo dentro de mí. Si algo se
mueve, se mueve dentro de mí. Todo se encuentra en m í y yo nada soy o no
sé donde comienzo.” - J.3
20 Gal, M. M., y Breiunan, M. Hypnosis and Relatad States, Nueva York, Interna! Univy
Press, 1.959.
21 Isakower, O,, Acontribution to thepathopsychology o f phenomena associatcd with
falling,asleep” ,/ttíe/77«jr. / . Psyphoanal.,.1 9 3 8 ,19 , 331- 345. , ...
22 Solomon; P. é i al., Sensory Deprivation, Cambridge, Mass, Harvard XJniv. Pféss, l 9 o l .
56 C AP. 2. IN F A N C IA Y PRIM ERA N IN E Z
.................. ; , ■■ •. ;
E L CONCEPTO DE ZO N A S ERÓ GENAS -
E N E L D E S A R R O L L O D E L N IÑ O -fJf
;. ' i'T
Freud y sus primeros colaboradores primero Sé interesaron por el olvidado
campo dé la sexualidad. Dividieron el desarrolló infáritil en Secuencias de madú-
E L C O N C E P T O DE Z O N A S E R O G E N A S 57
ración que hacían hincapié en las zonas provocadoras de placer o erógenas, que
parecían predom inar a cierta edad. D e ese m o d o , llam aron fase oral a la primera
fase de la infancia, ya que en ella dom inan obviam ente los placeres sentidos con
la boca. En el segundo año de su vida posnatal el niño com ienza a afirmarse y a
lograr control sobre las funciones del cuerpo. Esta fase recibe el nom bre de fase
anal. Después de un tiem po, cuando ya se ha fijado el control de esfínteres, dis
m inuye el interés p or esto y se vuelven centro de atención las funciones y las d i
ferencias genitales. A esta fase se le llam ó en un principio fase genital,23 pero
más tarde se la bautizó con el nom bre más exacto de fase fúlica (au n qu e en la
literatura contem poránea siguen apareciendo am bos nom bres). L a fase final del
desarrollo sexual, la fase genital, com ienza con la pubertad o la adolescencia,
cuando el interés p o r las funciones genitales es lo bastante m aduro com o para
que el adolescente se dé cuenta de su futuro papel sexual y se interese realmente
por las personas de sexo opuesto.
Este esquem a general tiene la ventaja de su sencillez y franqueza. Centra la
atención en las secuencias de m aduración norm ales que tienen com o fo c o lo
erógeno y que, a causa de la fijación, la distorsión o la regresión, producen
distintas psicopatologías. Existe la desventaja de que se la concibiera antes de
haberse dado a la agresión una posición coordinada en la sexualidad. Se han
hecho intentos, en especial p o r parte de A b ra h a m ,24 por subdividir las fases
sexuales en periodos de retención y de destrucción, pero m u y a m enudo se han
cuestionado las virtudes de tal subdivisión. L o p robable es que las fases oral,
anal, fúlica y genital continúen representando las principales secuencias de
m aduración.
En el resto de la o b ra nos atendrem os, en general, a esta secuencia ya tra
dicional. En bien de una m ayor flex ib ilid ad cuando nos enfrentem os a las in
teracciones ocurridas entre una persona en desarrollo y las que la rodean, inclui
remos esas fases en seis etapas de la personalidad. Según va de la infancia a la
edad adulta, to d o ser hum ano pasa p o r ellas. C o m o es de suponer, dada la co m
plejidad del desarrollo hum ano, las etapas se traslapan. N o siempre resultan
claras y m utuam ente excluyentes, pero sí útiles e interesantes. Las verem os en
el siguiente orden:
4. L a fase de latencia (desde que term ina la fase edípica hasta el decim o-
primero o decim osegundo añ o).
5. L a adolescencia.
6. L a edad adulta.
23 En las referencias que se hacen en la literatura a las fases de desarrollo que preceden
a la fase fúlica, como regla, todavía se les llama fases pregenitales.
24 Abraham, K., Selected Papers, Londres, Hogarth Press, 1927.
58
F A S E DE D EPEN D EN C IA O R A L D E L PRIMER A Ñ O
Llam am os oal primer año de vida posnatal porque durante ese periodo
r a l
la boca tiene un papel prim ordial en las experiencias, y las experiencias orales
form an la base para que el infante vaya construyendo su realidad. D an a ésta y
a su primera organización del ego un sello oral que la persona nunca perderá.
Incluso com o adultos m aduros seguimos utilizando inconscientemente muchas
imágenes orales, que aparecen constantemente en el habla cotidiana sin que les
prestemos la m enor atención o nos demos cuenta de ello.
Por ejem plo, decim os que las memorias son dulces o amargas y lo mismo
com entam os de la venganza. Se dice que se tiene gusto para vestir, para am ue
b lar la casa, para elegirla, para com prar automóviles, para la literatura y el arte,
sin que tengam os intenciones de comérnoslos. Tam bién se habla del sabor
de la victoria y de la derrota. En el m undo de los negocios, hablam os de ahorros
que desaparecen porque las com pañías se los tragan, dado que las personas son
m uy glotonas; todos ellos térm inos del comer. H ablam os de un hom bre dado
a un sarcasmo m ordiente, que “ escupe” su enojo, que tiene sed de aventuras y
que se alimenta de halagos y de chismes. Existen miles de tales ejem plos de im á
genes orales habituales en ía vida adulta norm al. Cuando pasemos a la psicopa-
tología, encontrarem os ejem plos de imágenes orales que suelen esclarecer sínto
m as de otra m anera oscuros e incomprensibles.
Se llama d e p eal prim er año porque durante él los infantes nada pue
n d i e n t e
den hacer, o casi nada. Incluso les es im posible defenderse en cuestiones de vida
y muerte. M am an, se mueven y evacúan, pero incluso para com er y evacuar ne
cesitan la ayuda de sus m ayores, quienes prácticamente les ponen la com ida en
la boca y los m antienen lim pios y sanos. Estam os ante el lado negativo de la
dependencia.
Pero la dependencia tiene tam bién su lado positivo: aquél que expresa lo
que puede hacer u n bebé dependiente. Tras unas cuantas semanas de m adu
ración perceptual y aprendizaje, todo infante puede y debe form ar una unión
íntim a con la figura materna» que funcionará com o su sustituto tem poral del
ego. L o s infantes n o nacen poseyendo tal unión. Tienen que irla creando, con la
ayuda de la m adre, y según van organizando sus primeras experiencias en un
m undo perceptual prim itivo. Sólo cuando este m undo ha com enzado a cristali
zar entra el infante en esa relación simbiótica con la madre, volviéndose práctica
mente un ser ella y el niño.
En las páginas siguientes iremos exam inando la experiencia y la imagina
ción orales tal y com o pensamos que existan en el infante. Verem os qué papel
tienen en el desarrollo del ego y cóm o se coordinan con otras experiencias e
imágenes perceptuales de la primera época. Esta experiencia y estas imágenes,
junto con el bien conocido desarrollo m otor de los dos o tres prim eros meses,
F A S E D E D E P E N D E N C I A O R A L D E L P R I M E R A N O 59
3. ?Discriminación oral
26 Cfr. Hoffer, W., “Development o f the body ego” , The Psychoanalytic Study o f the
Child, bjueya York, Internai, Univ. Press; 1950, voL5 , plgs'i 18-23¿! >' ■iwór •
27 El sentido del olfato debería incluirse como una función oralnBl blofe> d é la comida;
tanto antes como después de entrar a la boca, es un componente núrrrlal del Mpaíadear” ,íy
a veces su más importante componènte.* \
61
5. Anticipación oral
28 Esto concuerda con la cféehcia ' de Freud acerca de'uná gratificación imaginaria del
infante y con el punto de vista de que el hombre es un organismo de hacer símbolos desde,
el momento del nacimiento, punto de vista expuesto por Langer, S., Philosophy in a N ew
Key, Cambridge, Mass., Harvard Univ. Press, 1942.
29 Brody, S., Patterns o f Mothering: Maternal lnfluep.ee During Infaney, Nueva York,
62 C A P . 2. I N F A N C I A Y P R I M E R A N I Ñ E Z
7. La interiorización de !a experiencia
Internat. Univ. Press, 1956; Sears, R. R., Maceo by, E. E. y Levin, H., Patterns o f Chilcl
Rearing, Evanston, III., Row, Peterson, 1957; Ross, S., Fisher, A. E, y King, D., “Sucking
behavior: a review o f the literaturè” , J. Genêt. Psych ót., í 957, 91, 63-81.
F A S E D E D E P E N D E N C I A O R A L D E L P R I M E R A N O 63
Una violinista esquizofrénica, que mediaba los veintes, vino a consulta exter
na trayendo consigo su violín en un estuche. Mostraba hacia él una actitud des
usadamente posesiva y procuraba llevarlo a todo sitio donde fuera. Dos veces que
lo dejó olvidado cayó en una agitación suma, pues estaba segura de habérselo tra
gado. Como única razón de esto daba la de que el violín le pertenecía. Parecía
fusionar en una sola las nociones de posesión, pertenencia y estar dentro de la
persona. Hacía concretó el sentimiento de que el violín era parte interna de ella,
por simbólico qti.e resultara.
Si la boca es el primer foco perceptual activo en el infante, los ojos, los oídos
y las manos constituyen el segundo grupo de focos perceptuales; cada uno de los
cuales parece desarrollarse y funcionar con plena independenciá de los ótrós, así
como independientemente de la actividad oral.33 Respecto a la oral, la organi
zación del sistema visual parece comenzar después, aparte de que madura con
b
66 C A P . 2. I N F A N C I A Y P R I M E R A N I Ñ E Z
Hemos dicho que ojos y oídos ‘‘incorporan” experiencias, hfo se trata de pna
simple metáfora. Todo lo que los ojos y oídos capten y el sistema nervioso cen
tral pueda asimilar, se convierte en un verdadero ,“nutrimento” para las organiza-
■ciones visuales y auditivas de la vida mental. Más’ aún, los ojos-, los oídos y su
representación en el sistema nervioso, necesitan de una estifimj'acion adecuada
para poderse desarrollar fisiológicamente siguiendo una línea normal. De esta
manera, la incorporación visual y auditiva es tina necesidad biológica para qúe
. ... . ... .. . .. n . ■ ,
34 Wertheimer, M., “Psychomotor coordination o f ^uditory and visual space at birth” ,
Science, 1961,1 3 4 , 1692.
F A S E D E D E P E N D E N C I A O R A L D E L P R I M E R A Ñ O 67
3. La incorporación manual
permitirnos penetrar más en la lucha por la que pasa todo infante que va adqui
riendo intercoordinaciones entre su campo visual y su campo manual.
Con el tiempo llegan a intersectarse los planos orales, visual y manual. La
mano que se ve, va hacia la boca con inciertos movimientos; a la vez, la mano
salida de la boca entra al campo visual y se la observa gravemente, a veces con
ayuda de la otra mano. Una vez más estamos ante un caso de acción detenida,
demorada, generalmente considerada esencial para el desarrollo del ego.
Cuando ya se han integrado las funciones de la boca, los ojos, los oídos y
las manos, se multiplican las pruebas de que hay cada vez más tipos diferentes
de anticipación. Así, por ejemplo, en tanto que receptores a distancia, los ojos
y los oídos pueden dar lugar a movimientos de la boca, aparición de saliva e
hipersecreción cuando el adulto está preparando la comida del niño y mucho
antes de que éste la sienta en la boca. Claramente, ojos y oídos “captan” el signi
ficado de la situación antes de que la boca “capte” la comida. Justamente tal
“ captación” recibe el nombre de incorporación, no importando si la llevan a
cabo los ojos, los oídos o la boca.
La incorporación oral, la visual, la auditiva y la manual —con todos los cam
bios en el sistema nervioso central que inducen en la organización perceptual, la
imaginación y la cognición— son fuentes primarias de estructuración del ego.
Constituyen los modelos de la incorporación o introyección simbólica, que el
organismo humano utiliza para desarrollar la estructura del ego y la del superego,
asi como para defenderse. Las incorporaciones o introyecciones simbólicas par
ticipan en los procesos secundarios sumamente integrados del pensamiento, así
como en el tipo de pensamiento más primitivo e irreal, testimoniado en la for
mación de fantasías inconscientes, sueños manifiestos y síntomas. La falta de
una clara diferenciación y; en especial, la falta de fronteras en el ego existente du
rante la infancia facilita más el llevar a cabo la introyección en esa etapa que
durante la niñez o la edad adulta. Como veremos, en la regresión psicótica la
introyección puede volverse una maniobra sobresaliente provocadora de confu
siones y, a veces, de desintegración.
en la continuidad de los actos, se vuelve aquel para quien algo se hace. Una vez
más, de estar presente tal identidad fluctuante en un adulto despierto, confu
siones y ansiedad serían el resultado. Nos protege la inactividad presente durante
el dormir.
A veces, cuando una persona, un adulto, está despierta, los límites funcio
nales resultan inadecuados o incluso llegan a faltar. Las intoxicaciones son una
sencilla demostración de esto. Una amplia gama de agentes tóxicos —que van des
de el alcohol ordinario hasta la mezcalina y el ácido lisérgico— pueden disolver
los límites funcionales en gran parte de los adultos. Cuando los efectos desapa
recen, vuelven a establecerse los límites y pronto reaparece la organización del
ego, que depende de la integridad de tales límites.
Es mucho más difícil preparar la privación sensorial. Aquí, y sin la inter
vención de un agente tóxico, un adulto por todo concepto normal puede per
der los límites funcionales y caer en alucinaciones, simplemente porque carece
de los insumos sensoriales de que depende la integridad de su ego.
Los límites funcionales desaparecen en las psicosis y, de un modo impresio
nante, en las esquizofrenias. Muchos esquizofrénicos, que no han ingerido droga
alguna ni padecido falta de estimulación sensorial, vuelven a experimentar la
incapacidad de distinguir entre sí mismos y otras personas o entre sí mismos y las
cosas —incapacidad ya sentida cuando infantes. Un paciente esquizofrénico pue
de quejarse de no saber si es él o alguna otra persona quien está haciendo algo, de.
modo muy parecido a como ocurre en los sueños. A menudo es incapaz de dis
tinguir claramente entre lo que está imaginando y lo que está ocurriendo en el
mundo de la reíilidad externa o en la realidad de su propio cuerpo.35
Esos pacientes suelen- quejarse de que están “haciéndose pedazos” o “des
apareciendo” , de que el mundo está cambiando sin razón alguna o de que algo
terrible está sucediendo, para lo que no encuentran palabras. Todo esto parecen
intentos por describir la experiencia de desintegración del ego que ocurre duran
te: las, regresiones profundas. Como en los desórdenes esquizofrénicos el paciente
no se encuentra ni drogado ni dormido, nadie puede ponerle un alto a la desinte
gración o a la regresión de las funciones del ego desintoxicándolo o despertándo
lo. Es muy difícil el camino de regreso a la normalidad y muchos hay que nunca
logran encontrarlo. <■,».’ ’
A veces un esquizofrénico regresivo sufre una ansiedad intensara!; sentir,queí
está perdiendo su identidad, que se está desintegrando, que se está disolviendo,
que está desapareciendo. Aparte de las extrañísimas experiencias tipo sueño que
acompañan a la regresión profunda, suele presentarse el miedo a caer enun estado
parecido al simbiótico que existe entre la madre y el hijo o incluso en un esta
do anterior. En cualquiera de esos casos, el temor es el de perder la individualidad,
el de perder la existencia como persona individual. y
Si recordamos que la realidad externa y la organización del ego son interde-
..pendientes, que “el mundo” y “el yo” son dos aspectos de la misma unidad, será
íácil comprender por qué para la persona represiva la desintegración del ego equi
vale a la desaparición del mundo y a la desaparición del yo. Simplemente recor
demos que noche tras noche tanto el mundo de la realidad externa como el yo
desaparecen (cuando dormimos), y podremos comprender por qué tal cosa es
posible. La diferencia está en que cuando, cada noche, nos dormimos, ningún
3tro mundo viene a confundirnos y dejarnos perplejos; mientras que en la esqui
zofrenia el mundo de la realidad externa constituye para el paciente algo impo
sible de hacer coincidir con lo que está imaginando.
Hemos dado así los aspectos básicos del primer desarrollo perceptual y de la
primera coordinación perceptual que se presenta en la infancia.36 Hemos hecho
hincapié en la importancia sobresaliente que las funciones y la imaginación ora
jes tienen en las primeras etapas de la vida, así como para un buen número de
psicopatologías regresivas, como veremos más adelante, especialmente en la
psicosis. Estamos así listos para examinarlas características de la unidad simbió
tica madre-hijo, la primera relación amorosa de importancia en la vida del infante.
39 Todavía exis ten, residuos de tal actitud entre investigadores y teóricosque en su trai45
bajo profesional rechazan la posibilidad de la psicogénesis, aunque puedan aceptarla ©n ía
interacción práctica déla vida cotidiana. ■ .
40 Véase una revisión sobre este trabajo en Brody, S., Patterns o f Mothering, Nueva'
York, Internai. Univ. Press, 1956. -
41 Provence, S. y Lipton, R., Infants in Institutions: A Comparison ò f Their Develop
ment with Family Infants: Report o f a Five-Year Research Study, Nueva York, Internal.
Univ. Press, 1962; Yarrow, L. J., “Maternal deprivation: Toward an empirical and concep
tual re-evaluation**, Psychol. Dull., 1961,58, 459-490; Provence, S. y Ritv.o, S., “Effects of
deprivation on institutionalized infants“ , Psychoanal. Study Child, 1961, 16, 189-205;
Earle, A. M. y Earle, B. W., “ Early maternal deprivation and later psychiatric illness” , Amer.
J. OrthopsyChiat., 1961,31, 181-186. ,v
42 Benedek, T., “Parenthood as a developmental phase” , J. Amer. Psychoanal. Ass.'y
1959, 7, 389-417.
43 Para obtener un panorama del desarrollo de este concepto en la psicodinámica, véase
el capítulo 16 del libro de L. Beliak (dir.). Schizophrenia: a Review o f the literature, Nueva
York. Logos Press, 1958, págs. 555-693.
’_ A U N I D A D S I M B I Ó T I C A M A D R E - H I J O 73
La madre bien dispuesta recibe a cada recién nacido como un nuevo objeto
de amor. Aunque pueda ser torpe y poco amañada con el primogénito y aun
que cada nueva adición a la familia le provoque ansiedad desde el principio, lo
usual es que la madre encuentra irresistible el desamparo y la necesidad del
bebé.44 El recién nacido provoca en la madre una ternura maternal, un deseo
de cuidar y dar infinitos. El bebé tiene un doble atractivo. La madre lo llevó
dentro; fue parte del cuerpo de ella y de él nació. Además, la madre posee al
bebé y se da cuenta de que puede cuidarlo en aspectos que nadie comparte. Se
vuelve sensible a toda necesidad del niño y a todo cambio en la apariencia y la
conducta de éste.
Desde el principio mismo el infante es un objeto para la madre, una perso-
nita, algo diminuto pero completo; algo que vuelve a crecer como parte de
ella-;- aunque en un sentido distinto, fuera del cuerpo de la madre y gracias al pro
ceso total del cuidado materno. Para la madre, el bebé representa la autorreali-
zación, el verse completada y el sentirse creadora. Aporta a su relación con
el bebé todo un mundo de comprensión materna, de deseo de confortar, de pro
teger y nutrir.
44 Sears, R. R., Maccoby, E. E, y Levin, H., Patterns o f Child Rearing, Evanston, Ilh,
Row, Peterson, 1957. • v .
46 Cfr. Levy, D., B eha vioral A n a lysis: A n A n a ly s is :o f Clinical O bservations o f B eh a vior
as A p p lie d to M o t h e r -N e w h o r n Relationships, Spiingfíeld, HL, Thomas, 1958.
74 C A P . 2. IN F A N C IA Y PRIM ERA NIÑEZ
L a m a d re c o m o ego te m p o ra l
La madre hace pór el niño cosas que éste hará más tarde por sí mismo. Cuan
do* lo pasea, lo mueve, le trae cosas, lo cambia de ámbito, lo está nutriendo con
una gran variedad de experiencias perceptuales y motoras que* de otra manera
nunca tendría. Con ello la madre lleva a cabo labores que él ego adaptativo del
niño, gracias a sus funciones autónomas, ejecutará con el tiempo. Ese servicio
resulta incluso más necesario porque el desarrolló pérceptual del infante sobre-;
pasa en mucho a su desarrollo motor. El infante percibe cosas mucho antes de
ser capaz de aislarlas. Sin las variaciones producidas por la actividad* de la madre,
el infante se hundirá en la apatía, pues le facilitaría uña adecuada estimulación
variada.47 a;
Gracias a estas condiciones, acompañadas de experiencias infinitamente repe
tidas y. variadas, que el niño y la madre comparten, el infante termina esperando
confiadamente que se satisfagan sus necesidades, incluyendo la de tener una esti
mulación variada. Esto le ayuda a formar esa confianza básica que, como dijimos
antes, pudiera determinar el futuro emocional del niño, en particular la salud y
riqueza emocionales de sus relaciones interpersonales. A l mostrarse constante-
Tenemos buenas razones para suponer que, durante las primeras semanas
de vidá posnatal, ningún infante es capaz de distinguir entre sí mismo y la madre. Se
'
2. Id y ego, procesos primarios y secundarios
Se cree que al nacimiento hay un núcleo id-ego del que saldrán el sistema d e
pulsión d el,id y el sistema de ego orientado a la realidad. El sistema d el id (el sis
tem a d el inconsciente, de Freud) continuará operando como p roceso primario,
es decir, como catéxias o energías móviles empleadas en el desplazamiento, la
condensación y las formas arcaicas dé simbolización. El sistema d el ego se.ya
diferenciando progresivamente de atjuel núcleo id-ego según el infante ya experi
mentando cada vez más demora, frustración y conflicto. El sistema de ego crea
una serie completa de organizaciones defensivas, la mayor parte de ellas incons
cientes, y va creando sistemas de adaptación y dominio cada vez más complicá-
dos. Funciona apegándose cada vez más al p roceso secundario, en otras palabras,
de acuerdo con una percepción y una cognición realistas. La reflexión lógica es el
ejemplo extremo de un proceso mental secundario; se inicia hacia el quinto o
sexto año, o sea, cuando la fase edípica ha sido resuelta y la represión establecida,
empero, no llega a su madurez total, sino poco antes de la pubertad.
52 Cfr. Hartmann, H., Ego Psychology and the Problem ó f Ádaptation, Nueva York,
Interna!. Univ. Press, 1958.
78 C A P . 2. I N F A N C I A Y P R I M E R A N I Ñ E Z
y el sistema del ego, con su proceso secundario. Además, las defensas también
ayudan a establecer límites del funcionamiento entre el ego y la realidad externa,
y entre ambos y la realidad somática. En los capítulos dedicados a las neurosis y
a las psicosis tendremos oportunidad de ver lo que sucede cuando esos límites
comienzan a disolverse.
5. Objetos internos
Al cristalizar los límites del ego, esas tempranas introyecciones del ego vienen
a constituir los objetos internos, mismos que representan a los externos, en espe
cial a los padres. Tienen a su cargo organizarías bases de la personalidad y ayudan a
que el infante controle la conducta propia de acuerdo con la aprobación o críti
ca de los padres. En otras palabras, el infante se va pareciendo a sus padres al
introyectar ciertos aspectos de ellos, introyecciones que lo ayudan a determinar
qué hacer. Por consiguiente, son precursores de lo que más tarde se llamará el
control del superego. Muy pronto el infante trata de complacer tanto a los pa
dres interiorizados como a los de la realidad externa.
tí) Niños simbióticos. Otros fracasos en este campo se dan en niños que en
tran en una relación simbiótica total con la figura materna, pero que son incapa
ces de terminarla. Continúan desarrollando una relación dependiente sumamente
distorsionada con la figura materna. Se llama a tal síndrome psicosis infantil sim
biótica. 54 Sombrío es también el futuro para el niño simbiótico, aunque su nivel
de fijación sea menos primitivo que el del niño autista.
Se dice a menudo que tanto los niños autistas como los simbióticos sufren
esquizofrenia infantil. Sin embargo, existen diferencias tan notables entre dichos
síntomas infantiles y la esquizofrenia de adolescentes y adultos, que se ha obje
tado mucho el empleo de tal término. 55
Como se verá más adelante, en los capítulos dedicados a lo clínico, muchos
fracasos parciales en el intento por resolver el problema planteado por la relación
simbiótica madre-niño, nunca llegan a producir desórdenes infantiles autistas
, o simbióticos; aunque sí dan como resultado estructuras de la personalidad vulne
rables a ataques neuróticos o psicóticos en la infancia posterior, en la adolescencia
o en la edad adulta. Lo usual es que un fracaso parcial en el intento por disolver
) la'relación simbiótica con la madre, deje al niño mal preparado para convertirse
en un individuo autónomo. Como veremos, esto le impide, en el desarrollo de su
personalidad, entrar eñ la fase edípica posterior y resolverla. Pasamos ahora a la
fase de autoáfirmaeión y de control de esfínteres.
F A SE D E A U T O A F IR M A C IÓ N
Y DE C O N T R O L DE ESFÍNTERES
Esta fase del desarrollo dé la personalidad ocupa el segundo afío de vida del
niño. Se inicia cuando comienza a disolverse la unidad simbiótica madre-niño y
termina cuando éste entra en las luchas y los conflictos edípicos. En esta fase el
niño se esfuerza por independizarse como individuo diferenciando que tiene una
identidad propia, pero sin apartarse del grupo familiar. Por lo común lo consigue,
siendo su herramienta principal para ello una autoafirmación vigorosa —a veces
con apariencia de negativismo puro—, una capacidad creciente de ponerse de pie,
caminar y correr por sí soló y él llegar a controlar sus esfínteres.
Las trampas que tiende esta etapa son exagerar la autoáfirmaeión, abusar de
la libertad que se tiene de caminar, trepar y correr, y utilizar el control de esfín-
s3 Kanner, L., “ Early inñmtile autism” ./. Pediatrías, 1944, 25, 211-217. : i.
8(1 Mahler, M. S., “ On chiklhood psychosis and schizophtenia. Autistic and symbiotic
infanlile psychosis” , The Psychoanalytic Stady o f the Child, Nueva York, Internat. Univ.
Press, 1962, vol. 7, págs. 286-305. ' '
ss Se tiene una excelente revisión de este problema en Ekstein, R., Bryant, K. y Fried-
man, S. W., “Childhood schizoprhenia and allied conditions” en Bellak, L. (dií:), Schizo-
phreniá: A Revievi> ó f the Syndrome, Nueva York, Logos Press!, 1958, págs. 555-693.
80 C A P . 2. I N F A N C I A Y P R I M E R A N I N E Z
teres para frustrar a los padres, sea porque se evitan los movimientos de excreción
en el momento adecuado o se los lleva a cabo cuando el momento es inapropiado.
Los padres pueden controlar la autoafirmación en casi todos sus aspectos; pero el
peligro que existe es que si se frustra demasiado al niño, éste caerá en un enojo
crónico o se convertirá en un ser sumiso, que carece de iniciativa normal. Lo
mismo ocurre con su libertad de movimiento. Necesita tenerla en el mayor grado
posible, pero debido a su falta de habilidad y de experiencia, el niño suele ponerse
en situaciones de peligro. En lo que toca al control de esfínteres, los padres tro
piezan con dificultades para obtener lo que quieren, pues el niño tiene verdadera
mente la oportunidad de complacerlos o frustrarlos a voluntad. Dentro de unos
párrafos volveremos al tema, pues tiene su lugar muy especial en el desarrollo
normal y en el psicopatológico.
También caracteriza a esta fase del desarrollo, una capacidad creciente para
comprender y emplear el habla. El poder hablar y el comprender lo que se le dice
aceleran en el niño su integración a la unidad familiar y permite un enriqueci
miento casi ilimitado del proceso secundario de la organización del ego.56 Pero
también el lenguaje presenta sus problemas, demasiado conocidos y numerosos
para ameritar que los describamos. Mencionemos, como ejemplo, el no llamar a
las cosas por el nombre que las simboliza, no entender lo escuchado porque se
carece de experiencia y de un modo de pensar concreto,57 y el utilizar el habla
para hacer sufrir a los adultos, acosándolos, digamos, con perpetuos “por qués” .
Incluso como adultos, muchas veces nos hemos visto confundidos y entrampados
por la dicotomía entre lo que hemos experimentado no verbalmente y nuestros
intentos por comunicar tal experiencia o lo que otros tratan de comunicarnos
sobre experiencias similares. El lenguaje tiene una estructura y unas reglas propias,
que no siempre son iguales a las estructuras y reglas de la experiencia no verbal.
Toda división del desarrollo infantil en esas fases separadas resulta siempre
un tanto arbitraria y provoca malentendidos. Por ejemplo, durante la fase sim
biótica presenciamos intentos de autoafirmación e incluso de negativismo; y nin
guno de éstos desaparece del todo cuando el niño entre en la fase edípica. La ca
pacidad de locomoción y la de coordinación .general siguen ganando en eficiencia
hasta muy entrada la edad adulta. Tal vez no,se complete el dominio dél idioma
y la adquisición de conocimientos hasta muy avanzada la madurez. Incluso él con
trol de esfínteres es un proceso gradual, pues a veces hay retrocesos, en especial
cuajado nace un hermano poco después de haberse logrado dicho control. La obsti
nación halla muchas otras vías de expresión. Las formaciones de reacción contra
el ensuciarse, características de este periodo, se convierten en importantes mecanis
mos de autocontrol, que por varios años preceden a la información del superego. .
Antes de que se haya disuelto la unidad madre-niño, éste reacciona ante los
“extraños” —incluyendo padre y hermanos - de cierto modo específico, que
^representa más la actitud de la madre que la del niño. El niño es arrastrado por la
madre en este sentido, porque es parte de ella en la simbiosis. La madre muestra
esas actitudes y reacciona al medio ambiente como lo hace, porque es ya un
miembro total de la unidad familiar, cosa que no sucede con el niño. De tal mane
ra la madre permite al infante todo tipo de relaciones con otros miembros de la
familia mientras aún es parte de la unidad simbiótica madre-niño. Desde el punto
de vista del infante, la madre pertenece a dos mundos, el de la unidad simbiótica
y el de la unidad familiar.
Según va pudiendo diferenciar el infante el Yo o el m í de la madre, tanto en
lo externo como en sus imágenes internas, continúan presentándose las acti
tudes que originalmente compartía con ella antes de la diferenciación, y responde
a los miembros de la familia como lo ha venido haciendo hasta ese momento. Este
tipo de conducta es resultado directo de la confusión primera, que describimos
como identificación primaria: Además, el niño puede presentar esas actitudes y
respuestas a la madre según se va volviendo ésta un objeto diferenciado y exter
no respecto a él.
Según avanza en su separación de la unidad madre-niño original, el niño
adopta esas actitudes y acepta esas reacciones cada vez más como si fueran pro
pias. Claro está, dicho proceso es otra forma de incorporación o introyección. El
niño modifica y enriquece lo que introyecta (sus introyecciones de ego) de acuerdo
con su propia personalidad infantil, que está en desarrollo. Comienza a actuar
cada vez más como persona individualizada por derecho propio. En ocasiones,
cuando le resulta excesivo el estrés de la vida, vuelve a los brazos de la madre, para
reestablecerse momentáneamente la vieja unidad madre-hijo.
Los padres y los hermanos, en una situación normal, fomentan en el niño
estos esfuerzos por diferenciarse y constituirse en una persona aparte. Tal cosa es
para la madre motivo de alivio y de orgullo. Puede pensaren gozar de mayor liber
tad para sí misma, aunque; ello signifique entrar en una nueva relación simbiótica
con otro bebé. Por su parte, el niño necesita lograr ciertos avances antes de que
se lo acepte totalmente como miembro independiente de la familia. Esos avali
ces son en los hábitos de comer, en la canalización de su amor y su enojo, en vol
verse una persona predecible, en adquirir controles de sí mismo y en lograr el
control de sus esfínteres.
Eri. esta fase del desarrollo es normal que el niño muestre un interés especial
por el control y por el producto de sus intestinos^ El control de los intestinos
puede llegar a ser un logró nuevo y placentero, un paso más?hacia e l dominio y la
madurez, lo que padres y hermanos pueden apreciar y fomentar. Es de compren
der el interés por el producto de los intestinos. El niño los crea mediante un acto
voluntario y, obviamente, proceden de su cuerpo; tienen, además, una forma
reconocible y en cierto sentido son esculturas infantiles. Además, la madre los
valora abiertamente y le expresa satisfacción al niño, pues son para ella prueba
de buena salud y de una madurez creciente. La mayoría de los niños pierden
día el padre tiene un papel mucho más importante e íntimo que ett el pasado, listo es up
ejemplo de cambio social de papel que puede venir a modificar de modo notable la estruc
tura psicológica básica del infante.
i
82 C A P . 2. I N F A N C I A Y P R I M E R A N I Ñ E Z
1. E¡ carácter compulsivo
L A ID E N T IF IC A C IÓ N S E X U A L Y E L A M O R H A C IA
E L OBJETO EN E L PERIODO PREEDÍPICO
La madre es siempre el primer objeto amoroso del infante. Aunque de
principio lo percibe en forma fragmentaria e incompleta, el niño pronto recono
ce al objeto amoroso como la principal fuente de satisfacción repetida: sacia su
hambre, le da amor, le brinda la posibilidad de movimiento, etc. Además, la
madre le proporciona al infante las primeras oportunidades de identificación,
aunque, como ya hemos visto, se trata al principio de una identificación primaria
indiferenciada. Se cree que esas experiencias simultáneas con el amor hacia el
objeto y la identificación causan alteraciones en la estructura de la personalidad,
incluso antes de haber concluido la fase de la identificación primaria y antes de
que la madre haya dejado de ser el único objeto amoroso.61
Cuando la organización del ego de un infante comienza a madurar y a asentar
límites, el niño interioriza aspectos de ambos padres en relación con sus necesi
dades y satisfacciones inmediatas. Estas introyecciones, formadas en una parte
por experiencias de los padres y en parte por experiencias del infante, conservan
sus cualidades emotivas como pulsiones hasta que el niño domina su fase edípica.62
Antes de que el niño en crecimiento llegue a desarrollar la identificación
secundaria (la verdadera identificación), del tipo que usan los niños mayores y
los adultos, lleva a cabo la identificación imitando^ las acciones de los padres.63
A sí por ejemplo, una niña amiga nuestra pasa vigorosamente sobre las alfombras
de su casa su aspiradora de juguete mientras la madre hace lo mismo con la aspi
radora normal. En. un principio la imitación ocurrida en niños y niñas en el
periodo preedípico, consiste en imitar a la madre. Sin embargo, el niño pronto
busca una figura masculina con.la cual identificarse: el padre, un hermano mayor
o cualquier otro varón. Si el padre es un hombre afectuoso, representa para el
chico el modelo que éste,necesita, mientras él disfruta y, gana la admiración del
hijo. La pequeña sigue identificándose con la madre, pero de modo más completo
y realista que antes, pues, juega, a la casita y con. las, muñecas. La madre puede
gozar el afán de. la hija por parecérsele y mejorar con ello su, autoestima. Así,
eí infante interioriza a cada padre de modo diferente, a. ,1a vez que los va perdiendo
según se disuelve la .relación simbiótica.64 , ... "
En la fase preedípica de. muchachos y chicas Josi patrones innatos de la pul
sión sexual aparecen espontáneamente cuando las, condiciones son favorables!.
El niño a menudo declara abiertamente su intención de casarse con la madre; tai
vez se muestre protector, de la madre, las hermanas y otras mujeres» cuando se
le permite. La niña normalmente flirtea con $ú padre y con otros varones y en
foca su interés en su cuerpo y en adornarlo. Los padres por lo común responden
con una actitud adecuada, que permite diferenciar la conducta masculina y las
aspiraciones del chico preedípico de la conducta femenina y Jas aspiraciones de
la niña preedípica. :o
61 Freud, S., The Ego and the Id (1923), edición estándar, 1961'j Voí. 19, págs. 13-66:
6 2 Benedek, T., “Paren thoods a s a deveiopmentalphase” , J. Atner.Psychoanal. Ass,,
1959,7,389-417. ,
63 McDavid, J. W ., “ Imitative Behaviorin preseliool children” , Psychol. Monogr., 1959’,
73, Expediente núm. 486; 'RQse.nbli.th, J. F., “ feam.mg by imitation in kindergarten chil-
dren” , Child Developm., 1959,30, 69-80.
64 Emmerich, W., “ Parental identiilcation in young ch ild ren , Genet. Psychol. M o
nogr., 1959, 60, 257-308; Mussen, P. y Distlei', L., “ Masculinity, idéntiíícatión, and fatlier-
son relátionships” ,Ti abnortn. soc. PsychoL, 1959, 59, 350-356.
t\ F A S E E D I P I C A 85
n Los padres normales cumplen esto dando muestras cada vez más maduras de
_.u amor por el hijo, es decir, un amor expresado en la forma sublimada y franca
del afecto. Con ello le permiten al chico establecer su identidad masculina y a la
iña su identidad femenina, antes de que lleguen a la fase edípica. Por el contra
rio, los padres emotivamente inmaduros o patológicos pueden conducirse seduc
toramente con el hijo preedípico, mostrándose celosos o experimentando reac
iones del superego tan estrictas y rígidas que son incapaces de manifestar un
afecto paternal y sublimado.65
Mientras tanto, el niño preedípico ha interiorizado ya los sistemas de valo-
3s de los padres mediante una identificación progresiva. Ha adquirido numero
sas jerarquías, donde se sitúan los valores preferidos y los no apreciados, cuyo
■'»rden por rango corresponde más o menos al de uno de los padres o al de los
aos. Sin embargo, al mismo tiempo el niño les imprime su sello personal y los
integra a su organización del ego preedípica. En la medida en que dichos siste
mas y jerarquías de valores se relacionen con lo que parece bien o mal, justo o
injusto, moral o inmoral, se convierten en precursores del superego, que surge
cuando está por concluir la fase edípica. N o es necesario que tales distinciones
aorales preedípicas correspondan con las posedípicas, de corte más realista. Sue
len ser más estrictas y rígidas, a menudo muestran la meticulosidad y el sadismo
de la formación, de reacción manifestadas contra el ensuciarse y perder el con
trol. También suelen mostrar suma preocupación por cuestiones bastante trivia
les, constituyendo algunas el equivalente infantil del esnobismo adulto respecto
lo.“ que debe hacerse” y lo que “no debe hacerse” .
Por todo lo dicho, es obvio que la fase edípica, cuando por fin llega, tiene
ya una larga historia de interacción dinámica entre hijos y padres, pues arranca
e las primeras situaciones preedípicas. Estas interacciones, junto con la madu
ración sexual infantil del niño, hacen que sea inevitable la fase edípica. Si en la
fase preedípica lian sido buenas las transacciones entre hijo y padres, no sólo
.yudarán a< estructurar la situación edípica, sino también a resolverla en bene
ficio de todos los participantes.
Ahora que vamos a examinar la fase edípica, debemos tener en cuenta una
gran diferencia entre hijo y padres, aparte de las cuestiones de habilidad y cono
cimientos. Esa diferencia fundamental consiste en que mientras el padre emoti-
amente maduro tiene ya un superego maduro que le permite-mantener mi equi-;
librio integrado en su sistema psicodinámico, el niño preedípico llega a la fase
edípica dotado tan sólo de elementos precursores del superego, y con pulsiones
n gran medida incontrolables y temeroso de la desaprobación, el rechazo, el
castigo, y la yenganza por parte de los padres. Como veremos, esos miedos rer
Tejan en el niño un pasado sadomasoquista inmediato y lo exponen a ansiedades
Jn fundamento real respecto a la supervivencia y a la integridad de su cuerpo.66
F ASE E D ÍPIC A
Hasta la época de Freud fue típico considerar al niño pequeño como un ser
asexuado, a pesar de que toda la experiencia cotidiana se oponía a tal idea, y a
La leyenda
Según cuenta una antigua leyenda, que Sófocles hace comparar a uno de
sus personajes con los sueños incestuosos normales, un niño príncipe fue con
denado a morir por haberse profetizado que estaba destinado a asesinar a su pro
pio padre. Unos extranjeros lo salvaron y el niño es criado como príncipe en otras
cortes. Cuando le pidió a un oráculo noticias sobre su verdadero origen, recibió
el tipo de información nebulosa en que parecen especializarse los oráculos. Sirm
plemente se le dijo que evitara su hogar, pues estaba destinado a matar a su
padre y casarse con su madre. El príncipe, cuyo nombre era Edipo, se lanzó a
los caminos como guerrero, pensando que así se alejaba de su hogar. En una
pelea ocurrida en una encrucijada mata al rey de Tobas, ignorando que se trata de
su verdadero padre. A continuación, resuelve al enigma de la esfinge y lib e ra #
los tebanos de los ataques asesinos de ésta. Y agradecido, el pueblo de Tebasi
pone a Edipo en el trono vacío y, siguiendo una antigua costumbre, le dan p o í
esposa a la viuda del asesinado rey . ;
El nuevo rey, Edipo, reinó en paz:por largó tiempo; durante el cual su espór
sa le dio dos hijos y dos hijas. Y de pronto una plaga asoló Tebas. El oráculo in
formó-que es necesario alejar del reino al asesino del padre, pará que el reinó'
pueda salvarse. Tras una búsqueda objetiva pero trágicamente personal, que1
Freud equipara un psicoanálisis, Edipo descubre que el rey asesinado era sír
padre y que se ha casado con su propia madre. Pero antes de que él o su m áí
dre comprendan la verdad, y mientras Edipo comienza a sospecharla, vemos que
la esposa-madre de Edipo trata de animar y confortar al angustiado personaje1
diciéndole: “Muchos són los mortales que en sueños se han Unido con súf
madres” .69 Cuando finalmente se sabe la verdad, la reina se suicida, Edipo se
saca los ojos y abandona para siempre el hogar. ¡
67 Freud, S., The Interpretation o f Dreams (1900), edición estándar 1953, vol. 4, págs.
257-266.
68 Freud, S., Three Essays on the Theory o f Sexuality (,1905), edición estándar 1953,
vol. 7. págs. 135-243. ;
69 Según traducción de Lewis Campbell en la edición estándar de Complete Psycholo
gical Works o f Sigmund Freud, Londres, Hogarth Press, 1953, vol. 4, pág. 264.
87
! .
La identificación sexual edípica y el objeto amoroso
Hemos dicho ya que la fase edípica tiene una larga-historia en las interac
ciones ocurridas entre padres e hijos, mismas que se remontan a las primeras
situaciones preedípieás, y que tal historia hace inevitable el desarrollo de la fase
edípica. N o háy duda de que una conducta normal de los padres hacia los niños
es parte constitutiva de la situación edípica, pues los padres diferencian su amor
70 Véase el ponderado examen hecho pox Range 11, L., “The role o f early psychic func
tioning in psychoanalysis” , J. Arner. 1‘sychoanal. Ass., 1961, 9, 595-609.
W El complejo de Edipo “ tiene importancia capital. . . como núcleo de una forma nor
mal del carácter” , dijo Gitelson M. en “ Re-evaluation o f the role o f the oedipus complex’’,
Internal. J. Psychoanal-, 1952, S3, 351-354.. . .; ' ■
72 Hersko, M., Halleck, S., Rosenberg, M. y Bacht, Á . R ., “ Incest: a three-way,pro
cess” , J. soc. Ther., 1961, 7, 22-31; Stephens, W. N -",T h e O e d i p u s C o m p l e x : C r o s s - C u l t u r a l
Evidence, Nueva York, Macmillan, 1962.
88 C A P . 2. I N F A N C I A Y P R I M E R A N I Ñ E Z
por el hijo de su amor por la hija. Hemos dicho que la diferencia principal entre
el amor de los niños edípicos y el de sus padres maduros emocionalmente, es que
en el niño normal el amor edipico tiene una intención y un propósito franca
mente sexuales, mientras que el amor paterno se sublima en un afecto cordial y
tolerante. Resulta obvio que el superego maduro de los padres les permite man
tener sublimado su amor paternal, en cuanto se estudian los efectos que ejercen
los padres seductores, de superego defectuoso, quienes propician en sus hijos
desviaciones sexuales. En pocas palabras, hemos venido diciendo que el niño
edípicó normalmente experimenta sensaciones sexuales y siente celos en sus re
laciones con su padre o su madre, aunque la madurez total se encuentre a una
década de distancia, y que los padres normalmente maduros responden a esto
con un amor sublimado creciente, tratando siempre al hijo como hijo y no co
mo enamorado.
> ■ , f*
a) Bi nino edipico
73 También se lia 4Ípho.que en parte son caUs^ de la fase edipica’las ácíi tucíes sexuales
inconscientes de los padres/a Ifs q p e 'ib s’péqueTicfs reá'ppnden confiq1§i fueran conscientes.
Gfr. Iienedélc, T/ “ Paténthdod ás a'developñientaípTiase” , /. Amer. Psychoimal. Ass., 1959,
7. 389-417.
L A FASE E D IPICA 89
con un compañero a quien se ama, hace aumentar la culpa que el niño siente
de tener fantasías destructivas y de venganza respecto al padre, así como de de
sear desplazarlo y poseer a la madre. Más adelante, estudiaremos algunos de esos
complejos en relación con la ansiedad de castración, un tanto incomprensible,
que siente el niño edípico.
b) Ansiedad de castración
do con sus genitales. Tanto las madres como los padres hablan de cortar los geni
tales o de que el niño se dañará permanentemente a causa de sus manoseos. Cuan
do se dice esto, se intensifican enormemente las ansiedades de los pequeños.
A pesar de todo esto, la,ansiedad de castración sigue siendo un misterio.
Surge en los niños que nunca parecen haber sido amenazados. Ahora que muchos
cientos de adultos no neuróticos han sido psicoanalizados, como parte de su
adiestramiento para volverse psicoanalistas, y dada la cuidadosa selección a que
se les sujetó, no hay ya justificación alguna para suponer que sólo las personas
neuróticas sufren la ansiedad de castración. Ahora bien, parece ser prácticamente
universal, al menos en la cultura occidental.
Freud habló de la ley del taitón para explicar la ansiedad de castración en
los niños, En algún tiempo, tal principio era de aceptación legal en nuestra cul
tura y aparece ya manifestado en la Biblia: “Ojo por ojo y diente por diente” .
En el pasado, cuando alguien tiraba un diente a un adversario, se le condenaba a
perder uno propio. Si vaciaba un ojo a un adversario, un ojo se le vaciaba a él, a
veces a manos del propio afectado, otras a manos de algún pariente de éste. Le
sionar el órgano genital de otra persona significaba el mismo castigo.
Es más fácil comprender la ley del talión si pensamos en cómo se usa la
pena capital en algunas naciones. La mayoría de la gente considera natural que
se mate a un asesino, aunque los expertos no consideren la pena capital como
una medida eficaz para evitar asesinatos. Es de suponer que el estado se hizo
cargo de la ley del talión para evitar contiendas, pues solía haberlas cuando los
parientes de una persona asesinada ejecutaban al culpable.
Por mucho tiempo se ha recurrido a la castración como medida para evitar
ataques sexuales. En el pasado existieron millones de eunucos por tal razón. En
época tan reciente como el siglo XVI, en Europa se utilizaba la castración como
castigo por traición. En Escandiríavia sigue siendo legal hoy en día, tanto para
prevenir como para castigar casos de desviación sexual. Pero nada de esto explica
la irracional ansiedad de castración que los niños sufren, pues, nada saben ellos
de todas estas historias o¿ al menos en los Estados Unidos, nada saben de la sñ
tuación legal de la castración en otros países. Sin embargo, sí existe cierta pers
pectiva histórica que da base a la idea de esperar un castigo equivalente al crimen-
Indica, además, que por repulsivá que pueda parecer la idea de la castración, no
es del todo ajena a la civilización occidental contemporánea.
c) La hiña edípica
i .* - . i
La niña edípica se enfrenta a una situación más compleja y más difícil que el
niño edípico. Por una parte, no tiene un órgano genital visible sobre el cual
centrar su orgullo, aunque sus sensaciones sexuales estén concentradas en la zona
genital. A l igual que el niño, la. niña piensa de principio que todos,están construi;
dos como ella. Cuando se da cuenta de su error, se siente engañada; y muy pro
bablemente caiga en la misma interpretación errónea que el niño : pensar que se
la ha privado de su órgano genital. Precisamente esta idea de que la engañaran
precipita la fase edípica. Sus conflictos preedípicos ocasionales dan paso a senti
mientos sexuales centrados en sus genitales. Su creciente sexualidad necesita upa
mayor expresión y eso justamente hace ver a la niña su obvia falta de medios para
llevarlo a cabo.
L A FASE EDIPICA 91
De acuerdo con algunas personas que trabajan con niños, todas las chicas
culpan a su madre, por haberles negado un pene. Según otros, casi todas, pero no
todas.75 Sea como fuere, resulta que la chica se aleja de la madre y se acerca al
padre, significando tal movimiento un cambio radical de objeto amoroso. Cuando
pequeña, toma a la madre como su primer objeto amoroso, tal y como lo hace el
niño. La niña también forma una unión simbiótica con la madre; y ésta la ini
cia, gracias a sus cuidados, como miembro del grupo familiar. Pero ahora se aleja
de la madre, decepcionada, y viene al padre, quien parece capaz de darle aquello
que ella quiere. De esta manera, la chica desarrolla un conflicto entre el amor y
el odio equivalente al del muchacho: se enamora del padre y siente desprecio y
odio por la mad,re, a quien le gustaría eliminar.
A pesar de sentir que se le ha negado un pene o que lo ha perdido, la niña
edípica desarrolla ansiedades muy suyas respecto a tal privación. Mismas que se
conocen colectivamente como ansiedad de castración femenina. La ansiedad
más obvia se manifiesta en que la pequeña se siente incompleta o inferior, en que
envidia lo que los niños tienen e incluso en que llega a tener fantasías acerca de
lograr hacer crecer un órgano genital visible o de que robará al hermano el suyo.
Además, también cae en temores intensos de sufrir una venganza, aunque en
este caso a manos de la madre. Surgen tales temores de que la niña ha imaginado
deshacerse de la madre, haciendo que se vaya o matándola.7^ Está segura de po
der cuidar del padre mejor de lo que la madre lo hace. A l mismo tiempo, des
cubrir el papel sexual de la mujer también le provoca miedo. Miedo necesariamente
vago, dados sus conocimientos insuficientes, pero no por vago menos intenso
que loS específicos. Gordo la hiña no tiene idea clara de su propia estructura
interna, tal vez le produzca temor la idea de que, a causa de los deseos sexuales
que está sintiendo, penetren en sú cuerpo y la lesionen.77
A l identificarse con la madre, la niña edípica tiene el mismo tipo de proble-
mas que el chico edípico. A menos que» rechace por completó su papel de mujer
—cosa sumamente rara—, querrá parecerse a la madre y hacer lo qtie ésta hace.
A l igual que el pequeño, le causa problemas el decidir cómo llevar a cabo su iden
tificación. Si renuncia^ a su papel sexual, ¿qué le queda? Por muchos motivos
admira la feminidad de la madre, qüien, después de todo, supo Conquistar y con
servar al padre. A pesar de todo el desprecio y odio que siente por la madre;
puesto que ésta le impide cumplir sus metas edípicas; algo le queda del amor go
zado cuando era una infante. Sigue necesitando a la madre en su vida cotidiana,
incluso más de lo que necesita al padre, quien está fuera de casa gran parte del
tiempo. Se ha dicho que la niña nunca renuncia al amor por su madre como ob
jeto; antes bien, se muestra ambivalente hacia ella:en mayor medida que el
chico hacia el padre. Él afecto por la madre 1 ace aumentar los sentimientos de
culpa de la niña a causa del odio y del desprecio que también siente.
7 5 c f r . Praeger, D., “ An unusual fantasy o f the manner in which babies become boys
or girls” , Psychoanal. Quart., 1960, 29, 44-45.
76 Suelen encontrarse derivados, d e .talcs ilusiones infantiles en niyjeres neuróticas y
psicóticas sujetas a terapia. También las expresan abiertamente los ñiños de jardín de la in
fancia. \
7 7 Cfr. Déutsdh, II., The Psychology o f Women, Nueva York, Gruñe & Stratton, 1944.
92
L a d e c e p c ió n y la h u m illación en el n in o e d íp ic o
sona desaparecida y la hace parte de sí. A veces adopta algunas de las principa
les características de la personalidad del ser perdido, y otras se diría incluso que
llega a parecerse a ella. De esta manera, el doliente repite el proceso que en la
infancia lo ayudó a resolver la tragedia edípica. Cuando ya se ha completado el
proceso de duelo, el doliente por lo general es una persona más seria y a veces
más triste de lo que era; pero está dispuesta a reiniciar sus relaciones interper-
sonáles normales.
El niño que ha triunfado en resolver sus conflictos edípicos conseguirá una
organización del ego sumamente fortalecida; será una persona enriquecida, dis
puesta a un; crecimiento rápido y realista; tendrá una estructura defensiva bien
organizada, capaz de mantener los límites funcionales entre los procesos pri
marios y los secundarios, pero sin disminuir ninguno de ellos, y entre la realidad
interna y la externa, pero sin distorsionar ninguna de las dos; tendrá un superego
en maduración integrado, que le proporcione una fuente interna de autocontrol,
autoestima é ideales. Ese niño vendrá al largó periodo de la latencia libre de toda
atadura normal en la infancia y libre de lás temibles fantasías de una posible
venganza paterna causada por los amores y odios prohibidos que dicho niño te
nía. Más tarde, cuando llegue a la pubertad y entre a la adolescencia, estará
mucho méjór capacitado para enfrentarse al resurgimiento de sus conflictos
edípicos, lo que normalmente ocurre, que si no los hubiera enfrentado y resuel
to nunca. De no existir serias dificultades posteriores, no sufrirá cuando ado
lescente perturbaciones severas y tendrá buen éxito en encontrar el camino
hacia una agresión y un artior adulto nórmales.
I
D e s a rro llo d e la
p e rso n a lid a d :
la te n c ia , a d o le s c e n c ia
y e d a d a d u lta
Pasada, ya la tormenta edípica, viene la relativa paz de la latencia. Esto da al
niño la oportunidad de explorar y dominar su ambiente humano circundante, de
volverse miembro de una comunidad más amplia, donde prevalece una atmós
fera emotiva más tranquila, antes de verse obligado a enfrentar una segunda tor
menta: la de la pubertad y la adolescencia. Latencia no significa estado de reposo.
La fase de latencia de ninguna manera se encuentra libre de problemas serios. Ni
siquiera libera al niño de la dominación familiar, ya que todavía depende de la
familia y del hogar para su protección, tanto física como emotiva, y para su segu
ridad y formación mientras aprende a establecer límites y construye sus realida
des. Está obligado a respetar el horario familiar y a aceptar las restricciones y de
mandas de los padres. Pero al mismo tiempo continúa compartiendo la fuerza y la
sabiduría de sus padres, enormes para él, aunque para ellos poco puedan ser.
Durante los primeros años de vida hogareña, el niño promedio recibe protec
ción, privilegios y una aceptación emocional íntima. Gracias a dicho trato por
parte de los padres satisface sus primeras necesidades, erige su confianza básica y
su seguridad general y desarrolla una compleja organización del ego. Adquiere
una multitud de habilidades manuales y la libertad de manejar objetos y mate
riales, todo ello necesario para que pueda jugar de igual a igual con los niños
vecinos. Adquiere dominio sobre el uso d,e su cuerpo y sobre sus funciones. En
el hogar aprende algunas de las técnicas esenciales para asociarse con otras per
sonas en situaciones de grupos y para comportarse como miembro de un grupo
familiar.1 La presencia frecuente en casa de amigos de la familia, parientes y
por lo común hermanos, da al niño gran experiencia, mientras está bajo el ampa
ro del hogar y de los padres, la cual necesitará cuando abandone la casa. No
entrará a la comunidad como un animalijlo extraviado, sino como miembro de
una unidad familiar, con la que lo identifican otros niños.
Es necesario mencionar aquí otro importante momento de cambio, que en
otro capítulo veremos con mayor detalle: la evolución de un superego, diferen
ciado de la organización del ego. L a solución dada al complejo de Edipo, aunque
produce amarguras y una represión masiva de la experiencia infantil, también
95
96 C AP. 3. L A T E N C I A , A D O L E S C E N C I A Y E D A D A D U L T A
FASE D E L A T E N C IA , , .
El niño pasa de su hogar a la comunidad equipado con una confianza y con
habilidades motoras, perceptivas y sociales básicas. Domina ya en gran medida su
2 En el capítulo 5 se estudiarán el ego, id y superego como sistema sincronizado.
3 Piaget, J., Language and Thought in the Child (1923) (trad. por M. Gabain), Lon
chéis, Kegan, Paul, Trench, Trubner, 1932.
F A S E DE L A T E N C I A 97
E l p rim e r g ru p o vecin o
así se le ordena, de modo que una niña de más edad pueda hacer de madre, de
maestra o de líder. También hay juegos que consisten en bailar y correr, y en
entrelazarse con otros niños en determinada forma. De esta manera, el niño inter
preta varios papeles sencillos y aprende los aspectos elementales de la cooperación
y de la competencia social sin supervisión de los adultos. Aprende cómo se castiga
la falta de cooperación y aprende a evitar perturbaciones físicas y emotivas oca
sionadas por la presencia de niños mayores y más rápidos, que están sumidos en
sus propios juegos. El diálogo tiene un papel importante en los grupos vecinos,
en especial durante la fase inicial de lá socialización, cuando niños y niñas toda
vía juegan juntos.
de él en ocasiones o sin abandonarlo sin más ni más. Los juegos en grupos de las
niñas pueden ser muy competitivos y llegar a los insultos y las discusiones, pero
muy rara vez a la violencia física. Las niñas se preocupan mucho más por la apa
riencia física, el cuidado y la limpieza que los niños, aunque esas preocupaciones
pongan límites a sus juegos. Las niñas son más interdependientes y socialmente
maduras que los niños de su misma edad, aunque también menos individualistas
y más conformistas. 8
En estas diferencias que se dan desde los años preedípicos hasta la latencia,
pasando por la fase edípica, se ve una diferenciación progresiva de roles, que
expresan la creciente identidad sexual del niño y lo preparan de muchas maneras
para que la cumpla en la adolescencia y en la edad adulta. Esta identidad sexual
surge de una tipificación sexual biológica y de las presiones sociales.
¿ L a escuela J ^ '
De uno u otro modo los adultos dominan en la iglesia y en casi todo grupo
formal. Y estos grupos, a diferencia de la escuela, están compuestos por una ele
vada proporción de adultos. Los niños tienden a pensar que tales organizaciones
pertenecen a los adultos y consideran su membresía en ellas como una amplia
ción de su membresía en la familia. Las iglesias tienen una organización diferente
a la del barrio, a la de los grupos infantiles y diferente a la de las escuelas laicas.
Tal vez ayuden a incrementar la solidaridad familiar y de grupo intemo funcio
nando como fuente extrafamiliar de identificación, en la que se une toda la
familia.
La iglesia y otras organizaciones similares suelen representar para el niño sis
temas de creencia especiales que exigen de él conformidad en grado sumo. Quizá
proporcionen también sistemas institucionalizados de culpa personal, de castigo
y de rituales complejos, en las primeras etapas de la vida infantil. Suelen propor
cionar a la vez instalaciones recreativas y oportunidad de reuniones sociales. Cuan
do los ideales y las exigencias de la iglesia chocan con los ideales o las exigencias
del individuo o de la familia, pueden surgir conflictos de bastante importancia.
Los credos políticos o de orden social, si requieren fe y sumisión incondicionales
ante la autoridad elegida, pueden funcionar psicológicamente de modo muy
parecido a como lo hacen las religiones estrictas y autoritarias.
des —incluso en los juegos— y aceptar una participación en juegos cuyos patrones
cambian continuamente.
Los adultos suelen ignorar los estreses surgidos en esta fase y tienden a idea
lizar la latencia como un periodo sin responsabilidad. N o es raro que el adulto,
cómodamente sentado en su silla favorita tras siete u ocho horas de trabajo, cri
tique a un niño porque no se ha esforzado lo suficiente, cuando sucede que el
niño ha pasado duras horas en la escuela y tal vez tres más compitiendo con niños
de su edad.
El adquirir nuevos conocimientos y habilidades en la escuela, en el juego, en
el hogar, el ir adquiriendo un control emocional cada vez mayor y el tener nuevas
relaciones, forman una fuente común de problemas durante la fase de latencia.
Entre los cinco o seis años y los doce o trece la vida exige mucho. En casa se espera
un niño obediente, leal, ordenado y controlado, incluso cuando está cansado e
irritable. En la escuela se espera un niño obediente, ordenado y controlado, que
trabaje con diligencia y coopere y compita con los demás de acuerdo con reglas
preestablecidas. Se espera que el niño se adapte a normas que él no impuso y que
suben de nivel según él crece.
Todo mundo sabe que los niños reciben con júbilo la hora de ir a casa. Sin
,embargo, rara vez es relajado y fácil el juego en el que se involucra. N o es equiva
lente al descanso de un adulto, que se entretiene con sus herramientas, sale a dar
la vuelta, practica su deporte o arregla el jardín. El niño juega como miembro
de un grupo de niños que tiene rígidas normas propias, posiblemente muy dife
rentes de las existentes en casa y en la escuela.121
3El grupo de niños presenta siem
pre un orden de poder —basado en la edad, la fuerza, la estatura, la habilidad y el
saber cómo—, al que los adultos han dado el nombre grandilocuente de jerarquía.
Lo usual es que el niño tenga una posición diferente en las jerarquías de sus tres
sociedades —el hogar, la escuela y el grupo de amigos—, variación que por sí mis
ma le exige adaptaciones flexibles, pues en un sólo día pasa de una sociedad a
otra. En cada una de estas situaciones —la casa, la escuela, el grupo de amigos—
se espera de él un comportamiento adecuado; y debido a que sú posición varía
según va creciendo el niño, necesita realizar cambios en las normas de conducta
para adaptarlas a cada edad.J3
Hemos dicho que el niño sigue siendo miembro de la familia durante toda la
latencia y que su familia Continúa dándole apoyo y refugio cuando lé resultan
abrumadoras las frustraciones causadas por el mundo externo. Durante la latencia
los niños necesitan ayüda para asentar límites, resolver problemas y conflictos
personales, hacer elecciones y tomar decisiones. Su horizonte se amplía con mayor
rapidez qué la dél crecimiento de sus orgánizaciones ego-süperego. La comunidad
les da más oportunidades de acción y de satisfacción que el hogar, pero también
más frustraciones; esto Significa que el niño, en la etapa dé latencia, debe estruc
turar más á fondo su mundo de realidades y lograr un nuevo equilibrio entre Tás
E streses p ro v o c a d o s p o r la in c a p a c id a d
p a ra resolver p ro b le m a s e d íp ic o s
El niño que llegue a la latencia sin haber resuelto razonablemente bien sus
problemas edípicos, estará mal preparado para enfrentarse a los estreses inheren
tes a dicha fase. N o estará listo para emplear su libertad o ejercer un autocontrol
óptimo. Carecerá de una práctica suficiente para sujetar a prueba la realidad y le
faltará la organización ego.-superego necesaria para aprovechar al máximo las nue
vas oportunidades. Seguirá recurriendo a formas infantiles de dependencia; los
límites de su ego continuarán siendo demasiado permeables a las intrusiones del
proceso primario relacionado con el id; y, para lograr autocontrol, seguirá con
fiado en los primeros asomos infantiles y sadomasoquistas del superego en madu
ración. En un número pequeño, pero importante de niños, el autocontrol incluso
puede tener como base el empleo de objetos internos arcaicos. Algún niño puede
seguir preso todavía de derivados directos de la antigua ansiedad de castración
edípiea, y tal vez aquella niña todavía se sienta físicamente inferior o incomple
ta, o tenga envidia de los varones.
2. Sobreprotección materna
puede dar satisfacción la madre o una replica de ésta. Ningún nino promedio es
capaz de ocupar el lugar de esa figura materna.17
mana recién nacida.18 Los niños suelen amenazar con golpear al bebé y a veces
llegan a hacerlo.
Como regla general, la influencia del aprendizaje social, la canalización de la
agresión y un autocontrol rudimentario, hacen que la hostilidad original pronto
quede en una hostilidad indirecta, sutil o encubierta.19 A menudo se limita a
comentarios demoledores, que tienen un aspecto constructivo, pues tienden a
subrayar la maduración del niño o a volver simpáticas las comparaciones desfa
vorables, que están expresadas con cierto desprecio. A veces el esfuerzo de con
tener su ansia de agresión vuelve al niño irritable y ansioso, irritabilidad y ansiedad
que madre y niño pueden interpretar erróneamente.
A partir del nacimiento de un hermano, el niño mayor puede manifestar una
conducta regresiva, bien por sí sola, bien acompañada de actos agresivos. El niño
pierde de pronto lo ganado en madurez biosocial y presenta una conducta perte
neciente a niveles anteriores. Lo más probable es que se afecten habilidades y
controles recientemente adquiridos y no del. todo consolidados. Esa conducta
regresiva suele ser incidental respecto a la perturbación emocional general del
niño ante la nueva situación, y muy probablemente parecida a otras conductas 1
regresivas que haya mostrado anteriormente, cuando estaba solo o en conflicto.
A veces la regresión consiste en una competición directa y franca con el nue
vo bebé por el tipo de cuidado que éste recibe. El primogénito comienza a llo
riquear, a hablar como bebé, a mojarse y ensuciarse«, a tumbarse por el piso, a;
gatear o quiere tornar en biberón otra vez. En tales circunstancias de estrés
ningún daño hace cierta indulgencia temporal ante la conducta regresiva, siempre
y cuando el niño comprenda que se trata de algo transitorio y que su madre
simpatiza con él y lo comprendo. -
Tanto la agresión como la regresión desaparecen cuando el niño comprende
que se le sigue amando y aceptando, que sigue siendo importante y que está i
seguro, A l igual que en muchas otras crisis infantiles, el problema de la rivalidad -
entre hermanos es resuelto con mayor facilidad por niños que son tratados con
afecto constante e inteligente, por padres cuyas dificultades no interfieren con
sus funciones de padres; que por niños cuyos padres sufren patología que dis*;
torsiona las funciones paternales o cuyos padres se muestran inconstantes en su
trato o que carecen de una inteligente compatibilidad.
Los celos por el hermano pueden distorsionar el desarrollo edípico e irupe- ;
dir dar una solución adecuada a los conflictos edípicos.. Los celos se pueden ge
neralizar en tal forma que, cuando el niño se integra a la comunidad, se mues
tra anormalmente dispuesto a los celos, los enojos y los retos. Tal conducta;
impedirá que se le acepte como compañero de juego y puede volverlo un lojb.o
solitario desde el principio mismo de su vida comunitaria. Estos son algunos pq
los peligros que. plantea una rivalidad entre hermanos que no ha sido resuelta.
La rivalidad fraternal en la infancia nunca desaparece; simplemente se sociagj
liza junto con el resto de la conducta. Muchos de sus frutos tienen ,un valor social
positivo y constructivo y ayudan ala maduración del niño en crecimiento. En sí
puede resultar benéfiea la distribución del afecto paterno, siempre y cuando cad^.
niño sienta que se le presta la misma atención. Los hermanos pueden ser a la vez
Levy, D., Maternal Overprotection, Nueva York, Columbia Univ. Press, 1953, pags.
26-26.
19 Kagan, J., “ Socialization o f aggression and the perception o f parents in fantasy” ,
Child Develpm., 1958,29, 311-320. 7 .
F A S E DE L A T E N C I A 107
ta como su padre parece ser. Si la madre es la persona atemorizante, tal vez el hi
jo considere demasiado peligrosa la identificación con el padre por lo que la
madre pudiera hacerle a él dada su condición relativamente desvalida. Ni caso
tiene decir que en esta etapa el niño piensa vagamente, no de un modo especí
fico, como los adultos, y que experimenta omnipotencia y malentendidos mági
cos tan enormes como los ocurridos en los cuentos de hadas.
Si el padre le parece al hijo débil y poco eficaz en el hogar, lo dejará sin un
modelo digno con el cual identificarse y sin protección. Es obvia la necesidad
de un modelo de identificación que nutra la masculinidad de un niño.23 Dos as
pectos tiene la necesidad de protección por parte del padre que un niño siente:
verse protegido de sus propios impulsos sexuales y agresivos contra la madre,
en un momento en que la organización de su ego es débil, pero sus impulsos
fuertes; verse protegido del envolvente amor simbiótico de la madre; es decir,
necesita protección masculina para no verse en el peligro de regresar a la fase
simbiótica, en la que perdería su identidad y, en tal sentido, dejaría de existir.
Si al chico su padre le parece débil y poco eficaz y la madre poderosa, el mucha
cho se siente expuesto a un doble peligro.
Por otra parte, una madre débil y eficaz causa resentimiento y desprecio en
los lujos pequeños, quienes durante la fase cdípica necesitan un objeto amoroso
digno. Esas madres dan a sus hijos un modelo depreciado de la mujer, por la cual
sentirán amor, como adolescente y como adulto. Por lo tanto, el tener una pobre
opinión de las mujeres puede surgir no sólo de haber notado diferencias anatómi
cas y la subordinación fisiológica de la mujer en lo sexual, sino también de que la
madre no logra el respeto del hijo al no ser una mujer idónea.
aceptable en tanto que objeto amoroso. En segundo lugar, los niños pequeños
tienen una imaginación viva. Pueden en ocasiones crear figuras de identificación
y objetos amorosos eficaces, mediante la cooperación de sus fuertes deseos con
lo que en el mundo circundante está pasando. En otras palabras, los niños pue
den crear padres imaginarios tal y como pueden crear compañeros de juego
imaginarios. De este modo, tratan de compensar lo que se les niega, de evitar lo
que los frustra, creando dentro de sí algo satisfaciente. Finalmente, repetimos
que muchos niños infortunados por tener padres poco satisfactorios, tienen la
fortuna de encontrar entre los parientes adultos o entre los padres de sus amigos
un padre sustituto digno, siempre y cuando no se caiga en los celos paternales.
Una razón importante de que se dé una identificación sexual adecuada en
los primeros años, antes de que se inicie la latencia, es que durante ésta, al menos
en nuestra cultura, los niños buscan la compañía de niños del mismo sexo y por
varios años evitan tener relaciones estrechas con niños de la misma edad, pero
de sexo opuesto. En los niños latentes es común y normal desarrollar lealtad y
afectos fuertes por los compañeros del mismo sexo, por lo general de base idea
lista, pero con muchas de las características de posesión y celos que manifesta
rán más tarde, durante la adolescencia y la edad adulta, respecto a personas del.
sexo opuesto. Si la latencia se inicia antes de lograrse una identificación adecua
da con el padre del mismo sexo y un amor adecuado por el padre de sexo opues
to, existe mayor probabilidad de que el niño muestre inclinaciones homosexuales.
También hay mayor probabilidad de que durante la latencia, el niño sienta una
necesidad más fuerte de despreciar al sexo opuesto de la que es necesaria para
afirmar y establecer su membresía entre los compañeros.
P R E A D O L E S C E N C IA
D E L A L A T E N C IA A L A A D O L E S C E N C IA
30 Véase, por ejemplo, Johnson, A . M. y Szurek, S., “The génesis o f antisocial aeting-
out in children and adults” , Psyc'hoanal. Quart., 1952, 21, 323-343.
31 Véase Blair, Á. W; y Burton,-W. H., Growth and Develópment o f the Preadoléscerít,
Nueva York, Apploton-Century-*Crol'ts, 1951.
3 Véase la explicación que de la desorganización verbal dé las adolescentes da Késten-
berg, J. S. en “Menarche’V eh el libro de Lorand, S. y Schheer, H. J. (dirs.), Adolescents,
Nueva York, Hoeber, 1961, págs. 31-35.
116 C A P . 3. L A T E N C I A , A D O L E S C E N C I A Y E D A D A D U L T A
F A S E D E A D O L E S C E N C IA
. * 'y i I
Quienes estudian la adolescencia opinan hoy en día que nó se trata de una
sencilla transición de la nifíez/a la edad adulta, sino de una fase; independiente del
desarrollo, como lo es la niñez, y merecedora, como ésta, de estudio por derecho
propio.33 La adolescencia abarca más de una década de vida; durante la cual
ocurren; cambios de suma importancia ¿antes de llegarse a la; culminación repre
sentada por la edad adulta —cambios en las funciones anatómicas, fisiológicás,
emocionales e intelectuales y cambios en las relaciones sociales. En nuestro estu
dio apenas prestamos atención a los cambios anatómicos y fisiológicos, pese a su
importancia y nos centramós- más ert las eáráctérísticas psicodinámicas de la
adolescencia.
La adolescencia és turbulenta é inestable. A menos que s'e presenté una'
detención en el desarrollo, como ocurre, por ejemplo, en la persona dependiente
perpetuamente adolescente y rebelde, la fase es transitoria. N o obstante, en nuestra
cultura, para volverse un adulto completamente maduro es esencial experimentad
bios en su forma; esto no sólo la hace más consciente de su cuerpo, sino le per
mite la experiencia directa de verse objeto de atracción sexual.
Hoy en día, en los Estados Unidos, la menarquía y la aparición de las carac
terísticas sexuales secundarias rara vez provocan el choque o la vergüenza comu
nes hace unas dos generaciones. Las muchachas suelen estar bien informadas y
preparadas, si no por la madre, por las amigas. No obstante, las actitudes de la
madre siguen siendo el factor más importante en el modo que tenga la adolescente
de aceptar y sentirse orgullosa de su feminidad. Si la madre ha aceptado su propia
feminidad y se siente orgullosa de ella, casi seguro de que la hija reaccionará igual
cuando le llegue la pubertad. Si la madre resiente el ser mujer y envidia la suerte
y las funciones de los hombres, probablemente la hija mostrará actitudes simila
res y sufra durante la pubertad. En ambos casos no es obligatorio que la madre
haya comunicado verbalmente sus actitudes, pues las hijas captan la actitud mater
na hacia la situación de la mujer aunque nunca se le haya expresado directamente.
Como sus sentimientos sexuales son un tanto vagos, la adolescente suele te
ner una orientación predominantemente interna, no importa cuán práctica y
mundana parezca ser. Sus órganos genitales externos no le proporcionan el tipo
de experiencia objetiva por la que pasa el varón. La sexualidad tiene que ver con
el interior de su cuerpo. Se interesa mucho más por los secretos que los mucha
chos menos por las actividades vigorosas. La muchacha tiende a ver la vida desde
el punto de vista subjetivo. Fantasea mucho y le preocupa la apariencia y los
adornos de su cuerpo. Le es muy importante que se le considere atractiva.
Las diferencias sexuales en lo general y las diferencias en las actitudes sexua
les, que hemos venido examinando, parecen estar presentes en casi todas las for
mas de sociedad contemporánea existentes, y parecen lmber predominado en épo
cas pasadas donde existía la libertad para desarrollar dichas diferencias.40 Es
razonable sacar en conclusión, pues1 , que no se trata de simples consecuencias de
las costumbres, excepto en lo que toca a ciertas formas, sino que también son
resultado de diferencias sexuales biológicas innatas.
Más tarde o más temprano, en ambos sexos los cambios de la pubertad preci
pitan la rebelión del adolescente. Aunque el adolescente necesita muchísimo la
guíá y la protección de los adultos, odia su dependencia, pues teme que obsta
culice su marcha hacia la emancipación. N o soporta que lo traten como niño,
cuándo está vivamente consciente de que está creciendo; y puede ser resultado
de su miedo que termine alienándose de los padres, que se aísle psicológicamente,
de ellos. En el momento justo en que necesita vigilancia, riñe con sus padres por
intentar guiarlo. Para establecer su independencia, el adolescente puede incluso
desaparecer por un día, una noche o un fin de semana y, a su vuelta, rehusar de
cir dónde estuvo o qué hizo.
Gomo todos saben, la adolescencia suele ser pesada para los padres y para el
Tal vez a los padres la rebelión del adolescente les parezca desagradecida,
dura e ilógica. Para el adolescente, quien entiende tan poco como sus padres esas
razones inconscientes que lo hacen rebelarse, tal conducta está justificada en
buena medida, incluso aunque a veces se arrepienta de ella. Suele procurar expli
carla sobre la base de las circunstancias externas, de la conducta paralela de otros
adolescentes y de su necesidad consciente de gozar mayor libertad y de madura
ción. Desde Juego, la rebelión está justificada, aunque no desde un punto de vista
racional y no en función de una lógica verbal. Tal rebelión es esencial en nuestra
cultura, aunque ello no le quita lo irracional, pues sus fuentes se encuentran entre
las ahora inconscientes fantasías y conflictos que provienen de la primera
infancia. 41
Años más tarde, después de conseguirla separación, y de que el adolescente
ha establecido nuevas relaciones fuera del hogar, se reconciliará plenamente con
los padres e incluso volverá a amarlos, pero como un adulto que vive entre los
adultos. No obstante, en el momento de la separación emocional hay dolor y tris
teza por ambas partes. A los padres la rebelión del hijo adolescente les parece una
deserción cruel, una traición a la confianza y al amor que han dado. Al adoles
cente le parece un periodo de incomprensión inevitable por parte de las personas
en quienes confió sin reservas en el pasado. De vez en cuando un adolescente pare
ce llevar a cabo la separación serenamente, sin hacer sufrir a los padres.
Al otro extremo de esta distribución tenemos a los adolescentes que nunca
logran emanciparse. Algunos permanecen para siempre en el hogar paterno como
niños crecidos; otros transfieren su infantil relación al cónyuge, que tal vez se
sienta satisfecho con ello; otros más permanecen eternamente en una rebelión
crónica, sin darse plena cuenta de contra qué se están rebelando. El no encontrar
fuera del hogar identificaciones y objetivos amorosos satisfactorios, puede hacer
que las personas sean vulnerables posteriormente a uña u otra forma de psicopa-
tología. Si tal patología aparece cuando el adulto vulnerable se Convierte en padre,
muy probablemente transmitirá a su hijo la misma vulnerabilidad a lo psicopato-
lógico. Así, lo que se diría un caso claro de herencia biológica puede ser en reali
dad un caso de herencia cultural.
entre los adultos que lo rodean; en otra, los busca entre la gente de su edad. Con
sideraremos el primer caso en este capítulo y el segundo lo dejaremos para estu
diarlo por sí mismo en la siguiente sección, dedicada a la cultura de los grupos
de adolescentes.
Si el adolescente tiene suerte, encontrará entre los adultos que lo rodean, y
que no están relacionados con los padres, personas a las que puede idealizar. Hay
en ocasiones maestros que, a ojos del adolescente, poseen las cualidades inconta
minadas de que carecen los padres. Suele tratarse de adultos del mismo sexo, a
quienes el adolescente puede admirar como ideales y tomar, a la vez, como mo
delos con los cuales identificarse. Entre los adolescentes es probable que ese mo
delo admirado sea un profesor de deportes, quien personifica la salud, la habilidad,
el vigor y la vehemencia, lo que hace mucho tiempo perdiera el ya maduro padre
del muchacho. Entre las adolescentes el adulto admirado puede ser una maestra
atractiva de cuya vida personal poco sabe la alumna, lo que, por lo tanto, le per
mite hacer muchas conjeturas. Todos los adolescentes complementan esa figura
de identificación admirada y disponible con alguna persona famosa e inaccesible,
quien aporta su cauda de misterio indefinible y, por consiguiente, sirve como figura
de identificación y como objeto amoroso al que puede atribuirse cualesquiera
cualidades.
Esa figura de identificación u objeto amoroso nuevo no necesariamente ha
de ser una persona adulta; pudiera tratarse de un hermano mayor o de alguien
ajeno a la familia que tenga dos o tres años más que el adolescente, a quien éste
admira. Aunque la diferencia de edad sea pequeña, para el adolescente significa
un mundo de distancia, pues sucede que ese contemporáneo de mayor edad po
see las cualidades que aquél admira. N o resulta difícil comprender por qué una
persona ajena a la familia és preferible al hermano mayor, pues en el caso de éste
la unión tendrá probablemente más elementos edípicos que en el primer caso. En
ocasiones el adolescente se siente atraído por personas del sexo opuesto en un
principio similares a los padres, pero con el tiempo se elige a personas más jóvenes,
no necesariamente parecidas a ellos.
Es necesario darse cuenta de que esos objetos amorosos y figuras de identifi
cación intermediarios significan una solución de compromiso. El adolescente siente
fuertes deseos inconscientes por el padre de sexo opuesto, quien le está prohibido
para siempre. En un principio le resulta imposible aceptar como persona amada
o admirada a alguien demasiado diferente del padre al que conscientemente se ha
renunciado, y al que inconscientemente se ama y se odia. El tiempo le permite al
adolescente experimentar gradualmente esas nuevas relaciones y ansias, que resul
tarían avasalladoras de ocurrir todas de golpe. Además, el adolescente puede de
principio fundir la necesidad de identificarse con una persona idealizada con la
necesidad igualmente apremiante de tener un nuevo objeto amoroso. Según va lle
gando a la plena madurez sexual y Social, tendrá como fundamentos sexuales y so
ciales esas experiencias intermedias. Sobre ellos podrá erigir su capacidad de ele
gir en forma heterosexual entre los miembros de su grupo cultural y cronológico.
y una comprensión más benéficos en la intima relación con sus compañeros. Des
cubre que los chicos de su edad tienen los mismos problemas con los padres, el
mismo resentimiento, la misma soledad, el mismo desdén, la misma ansiedad y la
misma culpa. Pueden comprenderse entre sí incluso sin comprender por qué se
están rebelando, excepto que se consideran superiores a los adultos y necesitan
que se reconozca su independencia e individualidad. El resultado de esto es una
sensación de pertenencia, en lugar de una sensación de soledad e incomprensión.
Los adolescentes del mismo sexo y con el mismo nivel de maduración comparten
experiencias, se unen en el desprecio hacia los padres, en su admiración por cier
tos adultos, y en su odio por otros.
Ha sido tradicional llamar “ fase homosexual” a la primera adolescencia, al
igual que a la preadolescencia, aun cuando involucra una limitada actividad sexual
franca. Sí hay presente un fuerte sentido de la lealtad; un efecto sólido, aunque
en desplazamiento, y una identificación de grupo, que es importante para la ulte
rior vida amorosa y en grupo del adulto. Tanto en los grupos de varones como en
los femeninos, los adolescentes comentan acerca del sexo opuesto y de sus pro
pios sentimientos con mucha mayor libertad que ante los adultos. Pueden com
partir su admiración, su hostilidad contra los padres —los ajenos son tan malos
como los propios— y las varias estrategias que pueden haber elaborado individual
mente para manejar los problemas mutuos. Estos grupos de adolescentes com
puestos por personas del mismo sexo tienden a ser exclusivistas y a mostrarse
antagónicos respecto a otros grupos de la misma edad. N o obstante, su compo
sición cambia, pues se trata de organizaciones inestables. Las muchachas sue
len olvidar su desprecio por adolescentes en cuanto llega la menarquía; los
muchachos continúan despreciando a las adolescentes durante más tiempo, y
algunos de. por vida. ¡
Es común que los chicos formen pandillas; rara vez lo hacen las mujeres. Las
pandillas de los chicos de ninguna manera son necesariamente de delincuentes,
aunque la agresión, el sentido de la competencia y de la iniciativa propios de los
varones suelen llevar a realizar actos violentos y antisociales, que un muchacho
por sí solo no pensaría realizar. Hay menos probabilidad de que los chicos de cla
se media formen pandillas de delincuentes, pues su experiencia cotidiana es me
nos frustrante que la de los muchachos de clase baja. Por lo común se les ha adies
trado mejor para que: se controlen y se les ha proporcionado mayor número de
recursos internos. :: ... ¡
La hostilidad de uña pandilla de delincuentes suele estar, dirigida contra los
adultos, e n ,especial contra aquéllos que tienen: puestos de autoridad, y contra
otros adolescentes, que gozan de condiciones mejores o pertenecen a otra pan
dilla, a otra raza o tienen otro país de origen. La lealtad a la pandilla suele ser
poderosamente fuerte; y venir acompañada por un odio implacable contra los
otros grupos y por la disposición a seguir un líder, quien en algunos casos se
muestra antisocial por razones plenamente personales. Una buena proporción de
lo que los adultos llaman crímenes surge entre los adolescentes en forma de compe
tición por sobresalir. Las pandillas suelen desaparecer cuando los chicos pasan a
la segunda adolescencia o se establecen como miembros ya adultos de una socie
dad heterosexual. . |! ;;
Por lo general se da una transición progresiva del grupo de personas de igual
sexo a grupos heterosexuales, por regla también inestables en su composición. Las
primeras citas entre adolescentes tienen como causa más la curiosidad y las
F A S E DE A D O L E S C E N C I A 125
E L A D O LE SC E N T E SE C O N VIER TE E N A D U L T O
EDAD A D U LT A
¿Cuáles son ¡os criterios psicológicos de edad adulta que se aplican? Ellos
son: la desaparición de las turbulencias, íncertidumbres y conflictos que acompa
ñan a la adolescencia; la aparición de controles emocionales y el que se puede
predecir cuál será su conducta; el establecimiento de la confianza y el respeto
por sí mismo; la disposición a aceptar las responsabilidades de un adulto, incluso
cuando se es económicamente dependiente, y mostrar una independencia total
de pensamiento y juicio. He aquí las señales de la madurez emocional, de la cana
lización de las pulsiones sexuales y agresivas, de la integración del ego, de la es
tabilización del funcionamiento del superego —que aporta capacidad de autocrí
tica y autoestima— y la estructuración realista de los mundos externo e interno
de la persona. Un breve vistazo a la madurez y a la personalidad adulta normal
nos permitirá estudiar con mayor detalle, más tarde, la organización de la expe
riencia y de la conducta y sus desórdenes.
La madurez es siempre relativa. Se justifica el decir que un infante, un niño
o un adolescente es maduro para su edad. También se justifica el pensar que la
madurez llega hacia la mitad de la vida o en la vejez, si llega. Como veremos, mu
chos adultos se casan y tienen hijos sin nunca madurar psicológicamente hablando.
Por otra parte, algunas personas que escogen una vida de célibe, en aras de algún
ideal, muestran un grado de responsabilidad mayor y es más fácil de predecir que
muchas de las personas casadas de su misma edad.44 Muchos adultos de vida loca
e irresponsable cuando tienen veinte, treinta e incluso cuarenta años, a mitad de
la vida o en la vejez muestran una enorme responsabilidad personal y social. A l
gunos llegan a ser modelos de madurez y unos cuantos se convierten en santos.
, Muchos de los elementos asentados por los expertos como criterios de una per
sonalidad normal, están ausentes en millones de personas cuya posición soció-
, económica y sus antecedentes familiares no les proporcionaron una seguridad
material palpable.
En nuestro texto el término madurez significará el equilibrio posadolescente
qqe le permite a la persona llevar la vida que eligió o que le dan sin estreses y ten
siones indebidas y que lo capacita para.afrontar las frustraciones y los conflictos
inevitables con un mínimo de conducta y experiencia infantiles. Este equilibrio
posadolescente del que estamos hablando es, en gran medida, interno —como v¡e-
5 remos en los capítulos posteriores—, pero exige una enorme cantidad de experien
cia externa para poder desarrollarse y mantenerse. El equilibrio cambia de carác
ter según las personas envejecen, al igual que cambia el equilibrio fisiológico y
social. Cualquier catástrofe ocurrida en la etapa adulta lo puede deteriorar grave
mente e incluso destruir; y cuanto menos firmes sean los cimientos puestos en la
infancia y la adolescencia, más vulnerables a daños o destrucciones, será.
Al igual que la madurez, la normalidad del adulto es relativa. El adulto de
veinticinco años normal sería anormal a ios cincuenta si no cambiara. Por otra
parte, sería anormal a los veinticinco si pensara y actuara como un hombre de
cincuenta. La normalidad se atiene a un patrón distinto en los dos sexos.45'Com o
’ya, dijimos anteriormente, del hombre se espera iniciativa, capacidad de acción y
de terna inación, incluso al punto de mostrarse beligerante si viene el caso, cuando
se encuentra en el mundo de los adultos. Las mujeres suelen buscar talés caracte-
44 Véase, por ejemplo, la incitante explicación sobre lá personalidad madura dada por
G. Allport. en Pattern and Growth in Per sonality, Nueva York; Holt* Rinéhart & Winston,
.19.6i, págs. 275-307.
45 Bcnnett, E. M. y Cohén, L. R , “ Men and Worhen: personality patterns and con-
trasts” , Genet. Psychol. Monogr., 1959, 59, 101-155.
EDAD A D U L T A 129
rísticas en sus esposos. Pero de ellas se espera un tipo distinto de iniciativa y capa
cidad de acción respecto a los asuntos domésticos, a la crianza de los hijos, a su
relación con los vecinos y a su responsabilidad de proporcionar comodidades y
diversiones a la familia. La dependencia pasiva que suele atribuirse incorrecta
mente a las mujeres es, en realidad, prerrogativa de sus niños. Tanto del hombre
como de las mujeres adultos se espera capacidad sexual y un grado razonable de
control de la agresión en sys hogares.
En lo que toca a lograr el equilibrio en la edad adulta, tenemos innumerables
patrones de normalidad. Iremos examinando en detalle algunos de ellos a medida
que presentemos la psicodinàmica de la conducta y la experiencia humanas. Baste
decir aquí que la normalidad en el adulto significa lograr mantener un equilibrio
psicodinàmico razonablemente eficaz dentro de sí y unas relaciones interperso
nales exteriores razonablemente eficaces. Para lograr esto, la persona debe poder
controlar y canalizar sus pulsiones emocionales, sin por ello perder la iniciativa y
el gusto, sin tener que caer en inhibiciones excesivas y sin sufrir distorsiones de
carácter. La persona debe tener una organización defensiva adecuada, que la pro
teja de la ansiedad excesiva y no la deje expuesta a la intrusión de materiales pro
venientes del proceso primario infantil.46 y que la proteja de interferencias del
superego innecesarias. Debe haber desarrollado una adecuada adaptación del ego,
de modo que pueda manejar con buen éxito los estreses extemos y somáticos
inevitables en la vida, para poder entrar en interacciones sociales normales y expe
rimentar, en todos sus aspectos, el gozo de vivir. Debe haber desarrollado una
organización del superego capaz de proporcionarle un sentimiento de autoestima
normal, de darle apoyo en la adversidad y dejarle analizar lo que hace o desea
hacer. Su superego deberá representar las normas éticas y morales durante la
ausencia de otras, o incluso oponiéndose a las opiniones de éstas, y proporcionar
una especie de rueda compensadora, que no sea demasiado permisiva o demasia
do castigadora.
La mayor parte del tiempo, las interacciones de los distintos componentes
de la personalidad deberían ser tranquilas. Deberán permitir desplazamientos de
catexias ( aplicación de energías) cuando las circunstancias exijan redistribuir las
energías internas, más que cambios en las condiciones extemas.47 El adulto nor
mal deberá ser capaz de capear las tormentas personales ordinarias y las frustra
ciones y decepciones inevitables en toda vida humana, sin caer en algo más que
desequilibrios temporales. Deberá ser capaz de dedicarse en cuerpo y alma al tra
bajo y las diversiones típicas de la edad adulta y saber cooperar y competir con
sus iguales. Deberá ser capaz de dar y experimentar en forma adecuada placer he
terosexual en una relación estable. Deberá ser capaz de mostrar un grado razonable
de agresión, enojo, alegría y afectó en condiciones socialmente adecuadas, y sin
realizar ni un gran esfuerzo ni sentir una culpa innecesaria.
En la vida real no existen dechados de perfección, pues siempre están presentes
fallas y defectos lamentables. De hecho, no puede tomarse como normal la vida
de un adulto a menos que tenga algunos defectos, a cierto nivel, en algún área.
Quienes tratan a los enfermos de neurosis o psicosis o que tratan con distorsiones
de la personalidad saben que las estructuras defensivas o adoptivas pueden
compensar u ocultar incluso imperfecciones graves. Podemos decir incluso que,
tal como la perfección física y fisiológica absoluta es más bien la excepción que
la regla, lo mismo ocurre con la perfección de equilibrio en conducta y experien
cias en el adulto. En el funcionamiento del cuerpo y de la mente normales son de
esperarse imperfecciones menores. A menudo se ven funciones corporales o men
tales aceptablemente normales en personas que sufren de un defecto serio, que
han aprendido a dominar; también tenemos funciones corporales o mentales ina
decuadas en personas que sufren un defecto moderado, pero que no han apren
dido a dominar.
Pasemos ahora al estudio sistemático de las raíces de la experiencia y la con
ducta humanas, vistas desde varios aspectos diferentes. Una vez concluido tal
estudio, estaremos preparados para comprender las neurosis, las psicosis y otras
perturbaciones del funcionamiento psicológico que, en su conjunto, son la fuente
de gran parte de la infelicidad y el sufrimiento humanos evitables.
T
N e c e s id a d ,
p u lsió n y
m o tiv a c ió n
En el corazón mismo de la patología conductual de hoy en día ténemos a la
necesidad, la pulsión y la motivación. El resto gira alrededor de ellas. Nacer es
separarse de la máquina biológica automática que satisface toda necesidad, que
prot ege la vida dentro del útero. El recién nacido depende de sí mismo para satisfa
cer sus necesidades, por ejemplo: mamar y respirar, y asimismo depende del amor
y la buena voluntad de otra persona, que entenderá o descuidará sus necesidades.
En todas las fases del desarrollo de la personalidad persiste esta dependencia doble:
se desprende de los propios esfuerzos y de la buena voluntad de otra persona.
Cáda ser humano debe aprender a enfrentarse con eficacia a las necesidades pro
pias cada vez mayores y a las demoras, frustraciones y négaciones presentes según
se pasa de la conducta asocial del bebé biológico a la adolescencia y la edad adulta,
sin olvidar las complejidades de la vida en el hogar, en el barrio y en la escuela.
En los dos capítulos anteriores esbozamos algunas de las dificultades presentes
en el crecimiento.1
N o importa cuán madura pueda volverse una pérsona, cuándo llega a la edad
adtdta no cesa de tener dificultades en adaptarse y dominar las condiciones de la
vida en grupo, en tolerar la demora, la frustración y las negaciones. De hecho, las
dificultades nunca desaparecen. Eh todas las fases sucesivas de la vida constante
mente surgen exigenciás nuevas y diversas; mismas que nos obligan a adpptar
caminos nuevos y diferentes; nuevas y distintas técnicas con que satisfacerlas, con
que defendernos de ellas o evitarlas. Finalmente, ya pasado el cénit de la vida?
ante la persona estará la senda descendente, que exige nuevas adaptaciones y tiene
decepciones, negaciones y recompensas especiales.
Nos diferenciamos unos de otros por los patrones de adaptación, defensa y
1 Existe una amplia bibliografía sobre la necesidad, pulsiónf> m otivación. El lector in
teresado en esto encontrará algunos de los puntos de vista más recientes en Brown, J. S., Th e
M o tiv a tio n o f Behavior, Nueva York, McGraw-IIill, 1961; Hall, J. F., P sy ch o lo g y o f M o tiv a -
tion, Filadelfia, Lippincott, 1961; Young, P. T., M o tiv a tio n and E m o t io n : A survey o f the
D eterm in a n ts o f H u m a n and A n im a l A c t iv it y , Nueva York, Wiley, 1961; Olds, J., Th e
G ro w th and Stru cture o f M o tiv es , Glencoe, 111., Free Press, 1956. Véase también el A n n u a l
R evieyv o f P s y c h o lo g y , que cada año presenta una revisión de la literatura sobre motivación
publicada. En Arnold, M. B., E m o t io n an d Personality, Nueva York, Columbia Univ. Press,
1960, 2 volsv se presenta uñ ambicioso intento por reunir los factores psicológicos, neuroló-
gicos y fisiológicos, en relación con la emoción y la personalidad, que incluye mucho mate
rial sobre la m otivación.
131
132 C AP. 4. N E C E S I D A D , P U L S I O N Y M O T I V A C I O N
dominio que solemos emplear en la vida diaria. También nos diferenciamos por
la intensidad y variedad de las exigencias que de dentro nos surgen. Nos distin
guimos unos de otros por la eficacia relativa con que podemos manejar las crisis
personales, según van surgiendo. Toda persona tiene sus puntos débiles y sus pun
tos fuertes; tiene límites respecto a la frustración que puede tolerar sin experi
mentar excesiva ansiedad. Sin embargo, todos compartimos necesidades funda
mentales, y cada necesidad común, en lo particular, exige su tipo especial de
satisfacción.
NECESIDAD Y SATISFACCIÓN
fensiva, al aprender a excluir ciertas exigencias o ignorarlas con ayuda del aislamien
to periódico o del sueño. Para que el organismo humano se desarrolle normalmente
y mantenga su reactividad normal y su relación con la realidad externa, existe la
necesidad de estimular continua y variadamente los receptores y el sistema ner
vioso mientras se está despierto. Sólo en tiempos recientes se aceptó la existencia
de esta necesidad, captada en experimentos de privación sensorial o de aislamiento
perceptual. 3
Hace tiempo se reconoció la existencia de la necesidad de aliviar repetida e
intermitentemente las tensiones acumuladas. Se les satisface gracias a un vasto
conjunto de actividades variadas, que van desde el trabajo y el juego organizado
hasta una abundancia increíble de descargas indirectas a través de la diversión, o
los pasatiempos, los sueños, las fantasías y las ensoñaciones. Al parecer, las acti
vidades creativas y las interacciones de grupo proporcionan las satisfacciones
indirectas más perdurables. Las relaciones sexuales con un cónyuge al que se
ama, son la senda más constructiva para obtener una satisfacción sexual directa
y sentar las bases de una relación humana duradera.
Otro grupo de necesidades incluye algunas de las ya mencionadas, pero son
lo suficientemente importantes en la vida humana para que se les estudie por se
parado. Una de ellas es la necesidad de compañía variada, lo bastante variada para
que la persona tenga oportunidad de obtener satisfacciones y descargar tensiones
que su familia inmediata no le da. Otra, es la necesidad de rodearnos de personas
con quienes podamos franquearnos y en quienes podamos confiar por completo.
Esta necesidad proviene de la confianza básica original,4 surgida de la simbiosis
madre-niño. En casi todas las personas se da otro derivado de dicha relación sim
biótica, pero experimentada a un nivel heterosexual adulto: la necesidad de tener,
un contacto íntimo con una persona a quien se ama y quien nos ama, como el
dormir con el cónyuge. La paternidad permite a los padres una intimidad de otro
tipo y nivel. En gran parte de los adultos surge la necesidad frecuente y más o
menos periódica de fundirse temporalmente con un compañero del mismo sexo,
fusión que en ocasiones viene acompañada por una placentera pérdida de identi
dad. También esto parece representar la persistencia en adultos maduros y sanos
de ciertas necesidades simbióticas infantiles. Claro está, existen innumerables ne
cesidades humanas que son continuación normal de las existentes en la infancia y
la niñez. Las arriba mencionadas simplemente constituyen algunos ejemplos.
Persistencia patológica
y gran parte de otras que veremos después, a menudo son satisfechas de modo
vicario e indirecto, aunque ello no altera el hecho de que tal persistencia resulta
anormal. Por ejemplo, una dependencia de tipo y grado infantiles, puede adquirir
la forma de adicción, y de ser alimentado también puede aparecer como un ham
bre y una sed insaciables de acumular conocimientos, sin que dicha acumulación
culmine en algún producto socialmente útil.
La necesidad que todo infante y niño tiene normalmente de que un padre
amoroso lo dirija, guíe y controle puede persistir en su forma original, en especial
cuando los padres pecan de posesivos. Así, a menudo vemos adultos, por lo co
mún solteros, que siguen viviendo en la casa paterna, y a veces muy contentos de
su dependencia. La necesidad persistente de recibir amor de los padres puede ser
lo bastante fuerte para hacer fracasar si la persona dependiente se casa. A veces
es uno de los factores que ayuda a crear los donjuanes y las mujeres seductoras e
insatisfechas, que nunca logran encontrar entre sus contemporáneos el tipo de
amor anhelado. También participa dicho factor en crear adultos crónicamente
infantiles que buscan, y ocasionalmente encuentran, en el matrimonio una repe
tición de la relación de dependencia que nunca lograron resolver cuando niños.
Se ve asimismo la persistencia patológica de necesidades infantiles o de 1k
niñez en las desviaciones sexuales, muchas de las cuales representan la fijación
ocurrida en alguna fórma anterior de satisfacción sexual.5 Es de particular im
portancia entre ellas la persistencia de intensas tendencias homosexuales latentes
o francas. Hemos visto que existe cierto grado de amor homosexual normal en él
afecto que el niño tiene por el padre o el hermano del mismo sexo. Dicho afecto
suele verse moderado y sublimado al mismo tiempo que esto ocurre con el amor
edípico por el padre o el hermanó del sexo opuesto. Normalmente sobrevive co
mo un afecto continuo y maduro por las personas del mismo sexo y como un
reforzamiento del amor y la estima por sí mismo nórmales. En una forma mode
rada y sublimada, y sujeto al control del superego en maduración, dicho afecto
tiene un papel sumamente importante en la formación de amistades íntimas
durante la latencia, la preadolescencia y la primera adolescencia, cuando el niño
aún rto llega al punto en que estará preparado para el amor heterosexual y mien
tras todavía se encuentra dedicado a desarrollar su propia identidad sexual a
través de la identificación con sus compañeros.
Si el niño ó el adolescente se estanca én una orientación homosexual ó los
conflictos surgidos de los impulsos heterosexuales le provocan una ansiedad into
lerable, pudiera no desarrollarse en la adolescencia y la primera etapa adulta una
orientación heterosexual plena. El resultado más común eS una orientación homo
sexual latente, de la que no está consciente el adulto. A veces viene disfrazada en
los hombres de virilidad excesiva y en las mujeres de feminidad exagerada. A
veces es la causa de una sucesión de aventuras heterosexuales, en la que está’
presente una atracción inconsciente por un amante del mismo sexo o por el cón
yuge del mismo sexo de un supuesto amante. Esto se parece de alguna manera al
compartimento de la compañía de ün amigo que suele Ocurrir normalmente entré
adolescentes muy allegadas.6 A veces una orientación homosexual intensa, laten
te e inconsciente hace qué lá persona muestr'é una devoción sócialménte acepta
ble y sublimada por grupos o causas que permiten la asociación con adultos de su
mismo sexo; esto está estrechamente relacionado con el afecto y la devoción
normales sublimados.
A veces dicha orientación homosexual latente es de consecuencias menos
afortunadas. Por ejemplo, da una identificación confusa, como la presente en
algunos pacientes esquizofrénicos o próximos a serlo. Otra consecuencia es la
identificación cruzada, que si bien no necesariamente surge como una homose
xualidad franca, sí constituye una interferencia con el desarrollo maduro del
papel sexual de una persona y una tendencia a identificarse con los intereses y el
destino de los miembros del sexo opuesto. El resultado patológico ocasional es la
homosexualidad franca del adulto, que veremos en mayor detalle en el capítulo
dedicado a los desórdenes de la personalidad.
Las necesidades infantiles persisten ampliamente distribuidas en las muchas
formas adoptadas por la descarga agresiva impulsiva. Llamamos infantil a esta
necesidad porque no se le integra con éxito en alguno de los patrones de agresión
socialmente aceptados. Se le suele encontrar entre individuos y grupos que no
han adquirido la capacidad suficiente para controlar su hostilidad o que sufren
una frustración de sus necesidades superior a lo que pueden soportar. En su forma
más sencilla, consiste en una rabieta personal, en la que la explosión de enojo se
expresa en gritos, pataleos, amenazas y ataques de menor importancia contra las
cosas y las personas. He aquí un caso extremo, pero que ilustra claramente la
situación:
cuentes “ actúan” en mucho mayor medida llevadas por una sexualidad impulsiva.
De paso conviene mencionar aquí un modo más o menos indirecto, pero
también común, que tienen los adultos inhibidos de expresar su rabia infantil: un
apartamiento adusto y retraído, dado en respuesta a la sensación de sentirse frus
trado, rechazado o porque no se le dio la preferencia que la persona piensa se
le debió haber dado. Esté o no justificada esa sensación de frustración, rechazo o
menosprecio, la técnica empleada para manejar la situación es definitivamente
infantil.
Merecen ser analizadas brevemente dos necesidades infantiles opuestas que
persisten patológicamente en los adultos. Una, la incapacidad de estar solo sin
caer en la ansiedad. La otra, insistir en estar solo.
La ansiedad surgida cuando se está solo tiene antecedentes infantiles bien
conocidos. La mayoría de los infantes pasan por una fase durante la cual se
muestran ansiosos cuando se les deja solos, en especial si la madre se ausenta.
Esta ansiedad de separación puede persistir en la edad adulta como una ansie
dad o aburrimiento intolerable cuando se está solo. Se le puede expresar como
una inquietud que sólo desaparece cuando se encuentra la compañía de otras
personas* cuando se va a fiestas o se sale al teatro, pero no por buscar placer,
sino por huir de la ansiedad.7 También persiste en el adulto bajo la forma de
incapacidad.de dar por sentado el amor y la aceptación de los otros o la inca
pacidad de sentirse suficientemente apoyado por el afecto general y la inti
midad intermitente. Tal vez el defecto básico esté en que durante la infancia no
se logró resolver la unidad simbiótica madre-hijo o no se consiguió dominar la
soledad que viene tras, el rechazo ocurrido en la fase edipica, primero, y en la
adolescencia, después. Quizás el defecto consista en un fracaso parcial ocurrido
en el desarrolló del superego, que deja a la persona expuesta a tentaciones en sus
fantasías y actos, así como necesitada de la compañía de otros adultos que la
protejan de llevar a cabo esos impulsos prohibidos, 1
A veces la insistencia en estar solo simplemente significa la persistencia dé
insistir en apartarse, de ser independíente, que él niño preedípico expresa en la
fase dé autoafimiación de su desarrollo. Acaso sea la persistencia de esa fase de
apartamiento experimentada por muchos preadolescentes, en especial aquéllos
que temen y resisten la obligación de aceptar su pró?qmo papel de adultos. Sobra
decir que cualquiera de esos elementos infantiles persistentes puede venir a. com
plicar una reacción neurótica o psicòtica o formar parte de un desorden, de la
personalidad más generalizado.8 -,
Si dicha persona recibe una terapia adecuada, tal vez descubra por sí misma
que tiene necesidades de dependencia aún no resueltas, que desea trabajar a las
órdenes de un superior y que sus compañeros lo acepten como igual. En su nueva
posición carece de tales satisfacciones; y el ser líder le produce ansiedades terri
bles en lugar de darle confianza y orgullo. Ha ocurrido que el estrés, al que es
en especial vulnerable, reactivó esas necesidades con toda la fuerza y la irracio
nalidad de la primera infancia. La potencial seriedad de tal regresión se manifies
ta cuando una persona vulnerable da señales de una depresión psicòtica, e in
cluso intenta suicidarse, poco después de haber conseguido una promoción que
había deseado mucho.
tempranos que lleva a cabo el mtante para repetir percepciones interesantes, con
ayuda de la manipulación del ambiente y el cambio de posición del cuerpo.*14
Esas dos ejecuciones descritas por Piaget hacen pensar en la existencia de una
necesidad interna estructurada, formulada en términos de imágenes y fantasías.
Ninguna de ellas tiene sentido desde el punto de vista de las relaciones estímulo-
respuesta transitorias.
Definiciones
Gonzales, R. y Ross, S., “ The basis o f solution by preverbal children o f the intermediate-
size problem” , Arner.J. Psychol., 1958, 71, 742-746.
14 Piaget, J., Origins o f Intelligence in Children, Nueva York, Internat. Univ. Press,
1952; Piaget, J., Construction o f Reality in Children, Nueva York, Basic Books, 1954.
15 Cameron, N. y Margaret, A., Behavior Pathology; Boston, Houghton Mifflin, 1951,
capitulo 2, “ Need, stress and frustration” , pags. 21-52.
16 Txiandis, L. M. y Lambert, W. W., “ Sources o f frustration and targets o f aggression:
a cross-cultural study” ,/, abnorm. soc. Psychol., 1961, <52, 640-648.
140 CAP. 4. NECESIDAD. PULSION V M O T IV A C IO N
N E C E S ID A D , D IS P O S IC IÓ N D E L A N E C E S ID A D Y P U L S IÓ N
R e d u c c io n ism o
estudio de la conducta animal. Se trata del intento por reducir, de alguna manera,
el número de necesidades y disposiciones de necesidad básicas, número que varía
de la media docena a una veintena. Tales intentos provocan siempre protestas en
contra del reduccionismo y la afirmación de que cualquier intento por limitarla
conducta y la experiencia humanas a unas cuantas necesidades o disposiciones
de necesidad radicales, proporciona una concepción empobrecida y distorsiona
da de la vida humana.
Algo de cierto hay en tal objeción. La conducta y la experiencia humana son
infinitamente ricas, mientras que las necesidades y las disposiciones de necesidad
que se han propuesto para representarlas son sencillas y planas. No obstante, es
imposible escapar a cierto grado de reduccionismo; pues, sin él habríamos de
contentarnos con una concepción de la vida humana en que no se podrían com
parar entre sí los distintos momentos vividos.
Por años el reduccionismo ha sido práctica establecida en la física y en la
química. Ninguna persona puede sujetar a duda los tremendos avances logrados
en esos campos al reducirse a unas cuantas entidades abstractas, fáciles de mane
jar de acuerdo con un conjunto de reglas, la inmensa complejidad de las obser
vaciones hechas. Ningún científico experimentado confunde las unidades abstrac
tas por lo que están representando.19. Es necesario comparar una y otra vez la
manipulación de las formulaciones abstractas con observaciones adicionales de
aquello que representan. Cuando las entidades abstractas resulten inadecuadas,
serias debe modificar, para que correspondan mejor con la realidad externa.
E l re d u c c io n ism o en la p s ic o p a to lo g ía
“Concepts o f drive” en Bráziet,' M. (dir.), The Central Ñérvous System and BékaVior, NueVa
York, Josiah Macy, Jr., Foundation, 1960.
: , 19 Lowé, C. M., “ r r h é self-concépt: fact or artifact?” , Psychol. BulL, 1961, 58, 325-
336.
20 Kris, E., “On preconscious mental processes” en Psychoanafytic Explorations in Art,
Nueva York, Intemat. Univ. Press, 1952.
142 CAP. 4. NECESIDAD, PULSIÓN Y M O T IV A C IÓ N
PULSIONES SEXUALES Y A G R E S IV A S
Pulsiones sexuales
Pulsiones agresivas
En décadas recientes, a la sexualidad se agregó la agresión como una pul-
■sión, o “instinto” , básica coordinada, en el aspecto psicopatológico. En sus úl
timos años, Freud fue más allá de esto —claro está,' desde una base especulativa-
ai establecer el instinto de vida y e\ instinto de muerte como grupos Opuestos de
pulsiones fundamentales.25 Tal concepto no ha sido de aceptación universal, pe
ro sí ha quedado firmemente establecida la posición de las pulsiones agresivas en
/el mismo nivel de las sexuales.
En la vida normal es esencial cierto grado de agresión libremente actuante.
Por consiguiente, es tan vital conservar sus potencialidades durante la infancia, la
niñez y, la adolescencia^ como conservar sus potencialidades para la madurez se
xual. La canalización, organización y socialización de la agresión plantea algunos
de* los mismos problemas que la sexualidad.26 Tomemos como un ejemplo, en-
• tre cientos, la necesidad de agresión en el adulto normal impulsivo e independien
te y la necesidad de dominarse y de dominar el ambiente propio. El inhibir exce
sivamente. la agresión en acto y en expresión durante la infancia y la niñez, bien
24 Cólley, T., “T hetature and órigiíís o f psychological sexual identity” , Psychol. Ftev.,
1959, 66, 1&5-177.
25 Freud, S., “Beyond the Pleasure Principie” , edición estándar, 1955, vol. 18, págs.
1-64.
26 Kagan, J., “ Socialization o f ¿iggression and the perception o f parents in fantasy” ,
Child Dévelpfñ.j 1958, 29, 311-320, McCord, W., McCord, J. y Howard, “Fainilial córre
lates o f aggression in nondelinqüent rúale cliildren” , J. abnorm. soc. Psychol., 1961, 62,
79-93.
144 CAP. 4. N E C E S I D A D , P U L S I O N Y M O T I V A C I O N
27 Bus.»,. A . H., The Psychology o f Aggression, Nueva, york, Wiley, 1961;M cNeil, E. R.,
“Psychology and aggression” , /. Coñflict Resolutiont, íj0(SÍ>¿ 3, 195-293; Maoié,,T> 'y Uckp,
L. E., “ Four to six: constructivenoss and qonflict in meeting dolí play próblems” , J. Child
PsychoL Psychiat., 1961, 2, 21-47.
PULSIONES SEXUALES Y AG R E S IV A S 145
tas sin sentir impulsos de lastimar o verse lastimada, sin impulsos de devorar y
destruir o miedos de verse devorada, de sentirse tragada o de perder la identidad
personal. Dicha persona será capaz de gozar la agresión y la sexualidad, sin sentir
impulsos de destruir o miedos irracionales de que la lesione o mate. No padecerá
sentimientos de culpa irracionales surgidos de presiones del superego irracionales
e inconscientes.
Encontraremos como componentes de muchos síntomas de neurosis y psi
cosis, impulsos y miedos de este tipo, siempre irracionales y por lo común de
origen infantil. En dichos síntomas habrá indicios de maniobras defensivas, cen
tinelas contra el surgimiento de miedos e impulsos arcaicos, y señales de ansiedad
intensa cuando parezca inminente la aparición de estos elementos arcaicos.
La paternidad normal trae al adulto la experiencia madura de una relación
íntima y emotiva con un infante inerme y dependiente. En ésta, el adulto se
identificará con el infante y con el niño en crecimiento y, de esta manera, volve
rá a experimentar la infancia y la niñez.313
2Es cierto que en un padre pueden reac
tivarse impulsos y conflictos infantiles debido a la identificación con el infante.
Si una vez más se logran resolver con éxito tales impulsos y conflictos, el adulto
sujeto a la identificación logrará una mayor estabilidad. Pero si fracasa en resol
verlos, pudiera incrementarse su inestabilidad y, por lo mismo, probablemente
incremente las dificultades a que se enfrenta el niño.
Tanto el hambre como la sed predominan sobre las pulsiones sexuales y agre
sivas. De ser lo bastante intensos, el hambre y la sed hacen olvidar por completo
el interés por lo Sexual. Incluso puede llegar a borrar la agresión, como cuando
34 La primera traducción al inglés fue en 1925.
35 Lorenz, K., King Solom on’s Ring, Londres, Methuen, 1952; Tinbergen, N., The
Study o f Instinct, Oxford,Inglaterra: Oxford Univ. Press, 1951.
36 Loewald, H. W., “ On the therapeutic action o f psychoanalysis” , Intemat. J. Psycho-
anal, 1960, 41, 16-33.
37 Véase el-ponderado estudio hecho en el prefacio a Freud, S., Instincts and Their
Vicissitudes, edición estándar, 1957, vol. 14, págs. 111-116. Véanse los comentarios de J.
Strachey respecto a que “ se emplea la palabra ‘instinto’, con ciertas reservas, para dar la
equivalencia de Trieb” . Freud, S., A n Outline o f Psychoanalysis (1938), Nueva York, N or
ton, 1949, pág. 14.
148 CAP. 4. N E C E S I D A D , P U L S I O N Y M O T I V A C I O N
una persona descubre la necesidad de mostrarse sumisa para poder obtener comi
da o bebida. Hay muchas otras necesidades humanas imposibles de negar ya. Más
tarde o más temprano, en todo ser humano la necesidad de dormir se vuelve irre
sistible. Según investigaciones recientes, incluso la necesidad de soñar es irresis
tible. Tienen papeles importantes en la conservación de la integridad personal
las necesidades de compañías, de libertad de acción,38 de estimulación percep
tiva variada, de comodidad e intimidad, por sólo nombrar unas cuantas. Las
consecuencias sádicas de un “lavado de cerebro” y los experimentos sobre priva
ción sensorial nos han permitido comprender cuán vitales son esas necesidades.39
¿Por qué no las incluimos aquí, pues?
Nos limitamos a las pulsiones sexuales y agresivas porque, en circunstancias
ordinarias, constituyen las pulsiones, o “instintos” , que representan los mayores
problemas en la patología de la conducta. El resto crea problemas de importan
cia en la civilización occidental cuando se le emplea como método de tortura o
en experimentos deliberados. Incluirlos en una explicación de la patología con-
ductual cotidiana sería permitimos digresiones pedantes y crear confusiones y
complicaciones innecesarias. En nuestra civilización no suelen ser fuente común
de desórdenes neuróticos, psicóticos o del carácter. Pertenecen a las sociedades
en las que el pueblo se encuentra severamente reprimido y a culturas que, desde
nuestro punto de vista, están enfermas y son deformes.
Hemos hablado ya de la ventaja, incluso de la necesidad, de reducir en los
estudios científicos a la infinita complejidad de la naturaleza a unas cuantas uni
dades o principios abstractos manejables. La persona común y corriente suele
aceptar las unidades abstractas de cualquier, ciencia como más reales que los fe
nómenos que ella misma puede observar. A decir verdad, las abstracciones cien
tíficas son irreales. Están sujetas a cambios cuando resultan inadecuadas, son
ejemplos de ello, las muchas modificaciones sufridas por el concepto de átomo
desde que Niels Bohr lo formulara y obtuviera el Premio Nobel. Son lo más
útiles cuando se íes reconoce y maneja,, como abstracciones que necesitan una
comprobación y modificaciones.constantes respecto a lo que representan.
Tal carácter tienen los conceptos abstractos de pulsión o instinto sexual y
agresivo. Se trata de constructos. que aclaran y enriquecen el pensamiento de
quienes reconocep el carácter abstracto, y tenfatiyo . de que gozan, y que, par,a
justificar su empleo, recurren siempre a los fenómeitos observados para justifi
carlas (comprobación mediante la realidad científica). Los numerosos cambios
que a través de los años el propio Freud llevó a cabo en la mayoría de sus concep
tos fundamentales, es ejemplo excelente de una comprobación mediante la rea
lidad científica que nunca pierde de vista la necesidad de observar.
Las pulsiones sexuales y agresivas, junto con sus derivados,! son muy diferen
tes dé las de sed y hambre así como de la necesidad periódica dé dormir. He aquí
las principales diferencias de impórtáheia para la psicopatología '
3S Mendelson. J. K. el al., “Physiological and psychological aspeets o f sensory depriva-
tion, a case analysis” en Solomon, P. (dir.)RSensory Deprivation, Cambridge, ¡Vlass., Harvard
Univ, Press, 1961, págs. 91-11.3.
39 Lifton, R. J., Thought Reforrn and the Psychology o f Totalisrn: A Study o f " Braifi
Washing” th China, Nueva York, Norton, 1961; Sedman, G., “ *Bráin washtng’ and ‘sensory
C O N C E P T O S DE I N S T I N T O Y P U L S I O N 149
deprivatioh’ a s fáctors in the production o f psyehiatric States: the rélation between such
States and schizophrenia,” Conf. Psychiat., 1961,4; 28-44.
40 Lowc, C. M., “ The self-concept: fact ox artifact?” , P sych ol. Bull., 1961 ,5 8 , 325-336.
150 C AP. 4. NECESIDAD, PULSIÓN Y M O T IV A C IÓ N
Resumen
concepto de pulsiones sexuales y agresivas, de modo que uno de los grupos fue
considerado constructivo y unificador y el otro, destructivo y fragmentador.
b j El ego, el sistema de funciones integradoras, defensivas y adaptativas (que
incluyen la percepción, la cognición y la acción), controla las pulsiones y sus deri
vados integrándolas lo más posible a la actividad del momento. El resto lo absorbe
en las fantasías y ensoñaciones, algunas de las cuales pueden ser conscientes, pero
gran parte son preconscientes o inconscientes. Lo que el ego no puede integrar
en sus actividades ni absorber en sus fantasías y ensoñaciones, lo reprime o se de
fine contra ello.
c ) El superego funciona en relación con las pulsiones y el ego, pero lo hace
como si se tratara casi de un sistema aparte. En cierta medida se trata de una es
pecie de caballo de Troya, admitido durante la primera infancia y la primera niñez,
que viene a representar a los padres y a la sociedad; pero al igual que el ego, inclu
ye mucho material de córte infantil junto con otro de esencia ideal o reali Repre
senta un sistema estabilizador; y regulador dentro de la estructura de la persona
lidad cuando utiliza el ideal de ego como un instrumento de medición, para.evaluar
las funciones del ego y las demandas de las pulsiones.
N o vale la pena* insistir en que el id, el ego y el superego son constructos, o
variables interventoras, y no cosas. Se les ha creado con el propósito de hacer que
la experiencia y la conducta humanas fueran más claras de, lo que era posible con
las variables interventoras, igualmente conceptuales, —llamadas reflejos—, alguna
vez soporte principal de la psicología. Se ha indicado que incluso nuestra aparen
temente autoevidentc realidad objetiva, es también constructo, y que su propó
sito consiste en hacer más inteligible la conducta de las otras personas.44
Guando entremos al estudio clínico de las neurosis, psicosis y, desórdenes de
la personalidad,; ¡veremos que en la expresión de pulsiones y sus'derivados hay
muchas soluciones de compromiso, distorsiones y sustituciones —gran parte de
ellas resultado directo o indirecto de condiciones poco favorables durante el de
sarrollo de la personalidad en la infancia y la niñez. Incluso en la maduración y el
desarrollo normales el - funcionamiento del ego y del superego impone muchas
condiciones y, al mismo tiempo, permite a sus derivados una complejidad prácti
camente sin límites. , <
En el adulto maduro, la agresión directa —en especial la agresión hostil direcr
ta— y là sexualidad franca, quedan limitadas a unas cuantas ocasiones y a ciertas
situaciones muy precisadas; por el contrario, la expresión y la satisfacción indirec
tas disfrutan de mucha mayor libertad. Las pulsiones indirectamente expresadas
y satisfechas pueden ser obvias para quienes las presencia, como ocurre cuando se
corteja, se flirtea, se besa, se compite, se recurre al ingenio.o se es sarcástico. Por
otra parte, se las puede disfrazar o transformar a tal grado que nadie, ni siquiera,
quien las está expresando, reconozca lo que se está manifestando o satisfaciendo.
A menudo ni las pulsiones ni sus derivados logran satisfacción o expresión;
esto es en especial cierto cuando la motivación dominante de una persona eon*¿
siste en defenderse de las pulsiones que surgen de la función; del ego o de las
presiones del superegó. ^Ahora estamos preparados para estudiar los niveles de
motivación.
- Podá conducta humana de importancia recibe su motivación desde dentro.
No Cs posible formular la motivación de gran parte de la conducta humana ehi
función de las pulsiones Sexuales y agresivas, por lo menos, no tal y corno se les
44 Nash,H., “ The behavioral world” , J. PsychoL, 1959, 47, 2 7 7 -2 8 8 .
C O N C E P T O S Q U E C A M B I A R O N EN F R E U D 153
CONCEPTOS QUE F U E R O N C A M B IA N D O E N L A
F O R M U L A C IÓ N HECHA POR F R E U D D E LA S PULSIONES
45 Para teneruri panorama de las investigaciones sobre desarrollo emocional, véase. Jer-
sild, A. TI, “ Emotionaí development" en Carmichael, L., Manual o f Child Psychoíogy, 2?;
edición, Nueva York, Wileyi 1954, págs. 833-917.
154 CAP. 4. N E C E S I D A D . P U L S I Ó N Y M O T I V A C I Ó N
Eros y Tánatos
Según iban creciendo las teorías de Freud, se volvían más complejas sus
formulaciones de pulsiones, o “instintos” . En el momento de publicar, en 1920,
Más allá del principio del placer, las ya muy abundantes pulsiones sexuales habían
sido transformadas en Eros, el principio de la vida, y las pulsiones agresivas, en
Tánatos, el principio de la muerte. Éste fue un cambio muy importante, que pro
dujo manifestaciones en los conceptos de sadismo y masoquismo, así como una
expansión de los conceptos de las pulsiones.46
a) Eros
b) Tánatos
N IV E L E S Y C O M P L E J ID A D E S D E L A M O T IV A C IÓ N H U M A N A
Hemos dicho que toda conducta humana de importancia tiene una motiva-,
ción, que está dirigida hacia una expresión o una satisfacción. La motivación de
todo acto o pensamiento humano significativo tiene componentes inconscientes',
así como también preconscientes o conscientes. Esto significa que, no iínporta lo
que hagamos, digamos o pensemos, siempre se estará expresando un nivel de lucha
superior al que imaginamos. Incluso un pens imiento muy sencillo y pasajero
puede estar determinado por pulsiones complejas y perdurables, que suelen incluir
componentes sexuales o integrantes y agresivos o desintegrantes. Los lapsos en el
habla, los impulsos espontáneos y los sueños manifiestos, suelen ser prueba clara
de los intentos inconscientes, preconscientes o conscientes. Pero otras experien
cias menos fáciles de analizar, reyelan un origen igualmente múltiple. La conducta
y la experiencia complejas puedeq representar una motivación compleja; a menu
do surgen de luchas bastante sencillas. Pero sea sencilla o compleja ja motivación
48 Freud mismo tomó en cuenta esta resistencia opuesta a su concepto de “fuerzas o
instintos básicos” . Véase Freud, S., A n Outline o f Pxychoanalysis, Nueva York, Norton,
1949, pág. 21. Véase también la clara exposición hecha por Hendrick, I., Facts and Theories
o f Psychoanalysis, 3? edición, Nueva York, Knopf, 1958, págs. 124-139.
156 CAP. 4. N E C E S I D A D , P U L S I O N Y M O T I V A C I O N
y sea directa o indirecta su satisfacción, podemos dar por hecho que los seres
humanos se encuentran siempre motivados en alguna dirección; que, como regla,
se encuentran presentes simultáneamente muchas motivaciones y que tras la ex
presión o satisfacción de una necesidad suele venir la pronta aparición de otra.49
Los expertos en psicopatologia se centran en la motivación oculta, inexpre
sada e insatisfecha, porque se trata de una fuente principal de neurosis, psicosis y
desórdenes de la personalidad. El impulso sexual o agresivo antisocial expresado
de un modo “franco” ocurre raramente, aunque de él hablen los encabezados de
periódicos. La regla son experiencias y conductas inhibidas, ocultas, disfrazadas
y sutilmente distorsionadas. Tras cualquier síntoma y a todo nivel, tendremos
una motivación, incluyendo pulsiones inconscientes y defensas inconscientes
contra ellas, incluyendo intentos fútiles de adaptación del ego y de dominio, y
presiones del superego inconscientes y conscientes.50 Es necésario tomar en
cuenta todos los niveles de la motivación humana; antes de que podamos estar
listos para comprender la psicopatologia^
a) Motivación consciente. La motivación más familiar es aquélla de la que
estamos conscientès. A primera vista, también parece la más realista y racional; e
incluso tras un estudio cuidadoso, pudiera resultar que esa “primera vista” estu
viera en lo cierto. A veces nò tiene sentido buscar motivos profundos, si lo cons
ciente es lógico y no provoca conflictos. La aceptación de tal hecho se expresa
en el concepto de áreas libres de conflicto en el funcionamiento del ego, en espe
cial en aquellas funciones que son producto de la maduración y el crecimiento én
vez de producto del conflicto. Quién se especialice eh psicopatologia deberá to
mar en cuenta siempre la posibilidad de que las cosas sean realmente lo que pare
cen ser. ■T
Es cierto que en gran parte de la-motivación dé los pensamientos y los actos-
participan luchas inconscientes e infantiles; pero ello no significa que las contri?
buciónes del material inconsciente ©infantil revelen Siempre los motivos dominan-!
tes de una persona. Tal vez la pulsión inconsciente sea un polizón. Bien se sabe que
los problemas inconscientes tienden a utilizar como vías de descarga las expre
siones conscientes y preconscientes. Si se puede aliviar una necesidad reprimida e
infantil de modo indirecto e?incidental, mediante un acto" socialmente aprobad©
y motivado, todo será ganancia. Pero no quiere decirse con ello que un acto cons
ciente socialmente aceptado y motivado sea simplemente un disfraz de un impulso
asocia! o antisocial. Por lo común, significa que el! acto consciente sirvió de v e
hículo conveniente para la descarga y, a menudo, sin distorsionar en lo más
mínimo el acto público.
Quiehes eternamente se- la pasan buscando significados y símbolos ocultós
eh todo lo que los amigos hacen o dicen, se pueden convertir en molestias públi
cas, que tienen una orientación distorsionada respecto a la vida social. Se parecen
al médico novato que en las reuniones sociales se permite diagnósticos súbitos y
gratuitos qué nadie le pidió. A l igual que los médicos internos y los cirujanos
prudentés, los psicó terapeutas y psicoanalistas sensatos dejan sús actividades pro?
lesiónales para el momento adecuado. Si cuando éstán én algún ambiente social
observan algó desviado, respetan la necesidad de intimidad de sús compañeros-y
a nadie efepresan lo observado. NO obstante, cierto és quey con mucho, las moíi-
49 Allport, G., Personality and Social Encoürtler, Boston, Beacon Press, 1960; Witkín,
H. A. et áL, PsycltolOgioal Differ/entiation, Nueva York, Wiley,T962-. ~ i> ¡
50 Buskirk, C. V ., “ Performance oh complex xtíásohing íasks as a fúnction o f anxiétjf’’,;
J. abnorm. soc. Psychol., 1961, 62, 201-209. !
N I V E L E S Y C O M P L E J I D A D E S DE L A M O T I V A C I O N H U M A N A 157
M o tiv a c ió n inconsciente
A través de los siglos, los seres humanos se han dado cuenta de que a me
nudo hacen, dicen o piensan cosas por razones inexplicables. Esto sobrepasa
las limitaciones impuestas por la conciencia, que, como ya hemos dicho, sólo
abarca una pequeña parte a la vez. Incluso sobrepasa las dificultades inheren
tes' a la motivación preconsciente. N o sólo ocurre que por los medios ordina
rios resulta imposible abordar la motivación inconsciente, sino que ésta suele
contradecir todo aquello que suponemos sobre nosotros mismos. Puede llegar
a ser increíblemente infantil e incluso ininteligible cuando se mide de modo
racional.
El concepto de motivación inconsciente no ha encontrado tantos obstáculos
para su adaptación general como el concepto de pensamiento inconsciente. Cierto
qüe cuando participa claramente una motivación inaceptable y ajena al ego, lo
usual era achacar esto a la intervención de agentes invisibles, pero externos, y se
decía que cuando la motivación parecía sobréhumana tenía como fuente de ins
piración algo externo. Pero incluso aceptando esto, se decía que la motivación se
encontraba a veces fuera del campo de la razón humana consciente e incluso más
allá de los límites de la responsabilidad humana.
En el siglo X I X hubo muchas demostraciones de que, en los trances hipnóti
cos, se podía motivar a los adultos comunes y corrientes para que, muchas horas
después de haber concluido el trance, llevaran a cabo alguna actividad. N o sólo
ocurría qué el sujeto cumpliera la tarea tal y como se le había pedido, pues si se
le había ordenado durante el trance que no recordará haber recibido instrucciones,
incluso solía racionalizar su conducta cuando ésta surgía, y parecía creer en lás ex
plicaciones falsas que se le estaban dando. Aunque tal conducta no equivale a una
motivación inconsciente y aunque en ella participa la hipnosis, incluso hoy día
poco entendida, en él pasado sirvió para que se enfocara la atención en el hecho
de que una persona pueda hacer cosas sin saber por qué sin recordar qué lo indu
jo a necesitar hacerlo, en primer lugar. Son muy impresionantes estas pruebas de
la existencia de una motivación inconsciente y se lés puede repetir casi a volun
tad para obtener otras.
Ménos impresionante, pero finalmente más convincente, es él vastó conjunto
de parapraxias existente, es decir, lapsus de la lengua y de la pluma, el olvido se
lectivo de ciertos acontecimientos desagradables y de los nombres de personas
poco agradables, la interpretación errónea de algo muy allegadó a nuestros senti
mientos o deseós y muchísimas equivócaciones, accidentes y actos sintomáticos.
Ereud hizo de ello tema de uno de sus tratados más extensos, publicado un año
N I V E L E S V C O M P L E J I D A D E S DE L A M O T I V A C I O N H U M A N A 159
Consciente
56 Véase, por ejemplo, Sliibutani, T., Society andpersonality, Englewood Cliffs, N. J.,
Prentice-Hall, 1961. .
57 Cfr., por ejemplo, Allpoit, G., Pattern and Growth in Personality, Nueva York,
Holt, Rinehart & Winston, 1961; Stagner, R., Psychology Of Personality, 3. edición, Nueva
York, McGraw-Hill, 1961; Maslow, A., Motivation and Personality, Nueva York, Harper,
1954; Sliibutani, T., Society and Personality, Nueva York, Prentice-Hall, 1961; Hall, C. S. y
Lind/ey, G., Theories o f Personality, Nueva York, Wiley, 1957.
162 C A P . 4. N E C E S I D A D , P U L S I Ó N Y M O T I V A C I Ó N
Preconsciente
do por las ensoñaciones menos organizadas y realistas de las fases edípica y pre-
edípica. Algunos escritores incluyen este último grupo en el id, pero, como ya
veremos, éste no puede volverse consciente, mientras que, en circunstancias
especiales, sí lo pueden hacer muchas de esas experiencias profundamente in
conscientes del ego y del superego. Las veremos a plena luz cuando estudiemos
las neurosis y las psicosis.
El ego inconsciente incluye, además, gran parte de las defensas; mismas que
ayudan a formar las fronteras entre el ego y el id y evitan que los impulsos pro
cedentes del id y la motivación inconsciente lleguen al consciente o al précons-
ciente en su forma original. Las defensas inconscientes del ego impiden también
que las fantasías y las ensoñaciones inconscientes irrumpan en la vida conociente
y preconsciente, aunque a muchas de ellas les permiten cierto grado de expresión
y descarga en formas derivadas o disfrazadas más o menos aceptables. Esta sepa
ración entre fantasías inconscientes, que en su mayor parte son infantiles y poco
realistas, y las organizaciones preconsciente y consciente, es una condición nece
saria para que se desarrolle y se mantenga el proceso secundario del pensamiento.
En circunstancias normales, mientras estamos despiertos, los mecanismos de
defensa del ego inconsciente funcionan silenciosamente, y no nos damos cuenta
de ellos. Durante el sueño participan en parte de la organización y revisión de los
sueños manifiestos. Cuando las defensas del ego yá no son adecuadas mientras
la persona está despierta, participan activamente eri la formación de síntomas,
como veremos en los capítulos dedicados a los síndromes clínicos. Es entonces,
especialmente, cuando los productos de las fantasías y las ensoñaciones profun
damente reprimidas e inconscientes hacen su aparición en el consciente; algunas
de ellas pueden ser atemorizantes o grotescas. Las defensas del ego inconscientes
por lo general responden a las presiones del superego aplicadas también á niveles
inconscientes.
El id inconsciente
El resto del inconsciente forma el id, con sus pulsiones directas, su motiva
ción primitiva y su impulso hacia la satisfacción inmediata. El id funciona de
acuerdo con el principio del placer y el proceso primario. Produce efectos se
cundarios en la experiencia y en la conducta que al pensamiento consciente le
resultan extraños, ilógicos, contradictorios e incluso grotescos. Las actividades
del id nunca se vuelven conscientes o preconscientes, y es necesario deducirlas a
partir de las experiencias ininteligibles a las que dan lugar, como veremos eri el
siguiente capítulo.
S iste m a
p s ic o d in à m ic o
El sistema psicodinámico es una organización conceptual formada por fun
ciones mentales entrelazadas. Se le ha ido elaborando en los últimos setenta años
como un intento por hacer inteligible la exjiériencia y la conducta humanas sin
descuidar sus elementos irracionales. Aún sigue en proceso dé evolución, pero sus
rasgos principales han quedado establecidos firméménte. El id, el ego, el supér-
ego y las representaciones mentales del cuerpo, del yo, de los papeles biosocialés
y de la realidad, son los componentes racionales e irracionales del sistema psicó-
dinámico que estudiaremos en este capítulo.
S IS T E M A P S IC O D IN Á M IC O
Y S IS T E M A N E R V IO S O C E N T R A L
164
S I S T E M A S PSI C O D I N A M ICO Y N E R V I O S O C E N T R A L 165
te.6 A partir de entonces los conceptos de id, ego y superego contenidos en esa
obra, han dado su dirección a la teoría psicodinàmica. También han influido
directamente sobre la práctica psicoanalítica y, menos directamente, en gran
parte de la psicología y la psiquiatría, en la teoría, en la experimentación, en
la psicoterapia y en los estudios sociales. Hoy día esta división de la organización
mental en ego, id y superego parece tan natural, que es casi obvia.
Por alguna razón, Freud nunca hizo intento sistemático alguno por revisar
sus escritos anteriores y adecuarlos a las ideas presentes en E l ego y el id. Incluso
en la última revisión que hiciera a La interpretación de los sueños (1932) dejó la
estructura teórica casi como apareciera en 1900. Resultado de ello es que hoy en
día tengamos dos explicaciones distintas del sistema psicodinàmico que, aunque
no mutuamente excluyentes, sí lo abordan desde perspectivas un tanto diferen
tes. La siguiente explicación intenta aprovechar ambas formulaciones sin reñir
con ninguna de ellas.
E L ID Y E L P R O C E S O P R IM A R IO
- E L ID Y E L P R IN C IP IO D E L P L A C E R
7 El pensamiento del proceso primario aparece incluso entre niños normales de edad
escolar. Cfr. Burstein, A. G., “ Primary process in children asa function o f age” , J. abnonn.
soc. Psychol., 1959, 59, 284-286. En muchos de los libros de Piaget abundan los protoco
los que demuestran lo mismo. Véase, por ejemplo, Piaget, J., Langúage and Thouefit in the
Child (1923), trad. por M. Gabain. Londres, Kegan, Paul, Trench, Trubner, 1932. Las repe
ticiones de los estudios realizados por Piaget suelen confirmar los hallazgos hechos por éste.
168 C A P . 5. S I S T E M A P S I C O D I N A M I C O
EL CONCEPTO DE CATEX IA
E L P R O C E S O P R IM A R IO D E L ID
toda la vida, incluye las actividades primitivas primarias, las luchas más duras y
las extrañas maniobras inconscientes del ser humano. Incluye el simbolismo ar
caico prelógico, un intercambio peculiar de vehículos expresivos, la tendencia a
condensar las catexias de varias pulsiones en una sola y la falta de necesidades
lógicas como la negación, la solución de contradicciones y el reconocimiento de
las relaciones temporales y espaciales. Estas características, difícilmente sorpren
dentes si se recuerda cuán primitivo es lo perceptivo y lo cognoscitivo en el
infante,10 explican muchas de las experiencias extrañas tenidas cuando se sueña
y en los delirios, intoxicaciones, sintomatologías psicóticas y en la privación
sensorial.11
Freud elaboró su concepto de proceso primario a partir de su experiencia
clínica con la formación de síntomas de neurosis; más tarde lo aplicó para resol
ver los significados de los sueños manifiestos (interpretación de los sueños).
Como concepto, resultó fructífero, al punto de que, por primera vez en la histo
ria, las neurosis y los sueños manifiestos —que siempre habían parecido inexpli
cables— llegaron, a comprenderse. Las psicosis revelan también algunos derivados
muy sorprendentes del proceso primario; al igual que los lapsus del habla y otras
parapraxias, el ingenio y el buen humor, la mitología y muchas creaciones artísti
cas. De hecho, los pensamientos y los sentimientos pertenecientes al proceso pri
mario están presentes, en alguna medida, en la actividad inconsciente de toda
persona y permiten muchas experiencias profundamente satisfactorias. Aquí,
limitaremos nuestro estudio a las dos fuentes originales de información acerca
del proceso primario: los sueños y la formación de síntomas.
L a s catexias m óviles d el id
Para Freud las catexias o cargas de energía del id eran sumamente móviles,
en contraste con las catexias del egó y del superego, que son fijas en organiza
ciones estables.12 En teoría, de no ser por la presencia de la organización del ego,
las pulsiones catéxicas del, id. se estarían descargando continuamente según se
fueran acumulando, sin que se tomaran en cuenta los efectos ejercidos sobre el
ambiente o incluso sobre el propio organismo. Lo más que se lograría en lo que
toca a relaciones objetivas, sería una relación transitoria o im personalen la
que cualquier cosa o cualquier persona serviría como m edio de descarga. (Es lo
que en ocasiones ocurre con los niños auristas, cuyo desarrollo del ego es míni
mo). Como la descarga o satisfacción inmediata es la única fuerza puisjpnai en
el id, no importa cómo o dónde ocurra la descarga catéxica, siempre y cuando la.
tensión disminuya a un nivel óptimo, acordé con el principio del placer. En el
desplazamiento y en la condensación tenemos dos resultados muy comunes de la
movilidad catéxica.
'■ Desplazamiento
Desde el punto de vista de la energía del id, esto significa la completa transfe
rencia de catexia de un proceso, tal vez incapaz de encontrar salida hacia un
área disponible, a otro capaz de descargar energía. Al parecer, carece de impor
tancia el medio o vehículo para realizar la descarga, como de ella carece elegir un
taxi para ir al teatro. Si una pulsión no logra pasar, la catexia se desplaza hacia
otro vehículo que pueda hacerlo; si este segundo encuentra un bloqueo, podrá
usarse para la descarga cualquier otra cosa, por diferente que sea.
Tendremos ejemplos obvios de este tipo de desplazamiento casi impensado,
cuando estudiemos la formación de síntomas en las enfermedades neuróticas.
Por ejemplo, en algunos de nuestros pacientes obsesivo-compulsivos, los mismos
conflictos respecto a la agresión hostil y a la contaminación encontrarán en una
misma persona múltiples medios de expresión, sin que ésta tenga conciencia
ninguna de lo que está sucediendo o de por qué está sucediendo. Los impulsos
prohibidos, que no tienen posibilidades de expresión directa, surgen claramente
en una fobia cuyo objeto parece sumamente alejado del impulso prohibido. Ni
qué decir tiene que los síntomas son productos terminales, y no sólo de los pro
cedimientos del proceso primario, sino también de las maniobras de defensa. N o
obstante, como ya veremos un poco después, ejemplifican lo que pasa con una
organización preconsciente cuando, durante la regresión, se encuentra sujeta al
proceso primario.
C o n d e n sa c ió n
Como las catexias del id son móviles, se puede condensar a varias de ellas en
una pulsión o en un derivado de pulsión; entonces, todo se descarga de un golpé.
Por volver a la analogía del taxi, es cómo si sólo uno de ellos pudiera pasar y los
pasajeros dél resto de los vehículos se apiñaran en él. En realidad, la condensa
ción es una forma especial de desplazamiento de las catexias.
Las condensaciones son comunes en los síntomas de neurosis. Una fobia
puede representar varias pulsiones catéxicas diferentes. La misma conversión
sintomática puede representar las energías de pulsiones por completo opuestas, tal
y como una caricatura o una escultura puede trasmitir varios significados distin
tos al mismo tiempo. Los pacientes obsesivo-compulsivos suelen representar dos
impulsos opuestos: uno usado como defensa para mantener al otro a raya. Claro,
tales funciones defensivas no pertenecen al id, más de ló que las caricaturas o las
esculturas, pero sí representan un empleo de las maniobras del proceso primario
para lograr descargas O expresiones simultáneas para más de un impulso.
F a lta d e n eg ac ió n
Contradicciones no resueltas
Símbolos primitivos
poco por el autor, quien de inmediato los anotó al despertar, junto con los re
siduos relacionados con el sueño y ocurridos el día anterior. Cada fragmento del
sueño aparecerá primero, en cursivas, y a continuación vendrá el residuo diur
no del que parecen haberse derivado.
1. M i esposa y y o estábamos explorando un país desconocido. Habíamos es
tado hablando de nuestros planes de viajar en cuanto yo terminara el libro.
2. Alguien dijo algo com o: “Siempre te dan pesetas y piastras, que sólo pue
des gastar en España”. Habíamos hablado de las restricciones monetarias existen
tes en España y yo había comentado que los andaluces dicen 6C¡Salud y pesetas?” ,
“ ¡Que tenga suerte y pesetas!” La palabra piastras suena ridicula por tratarse de
una moneda turca, no española. Pero uno de nuestros amigos nos había estado
contando, el día anterior al sueño, que había vivido en Turquía varios años. No
se mencionaron las piastras, pero en mi infancia coleccioné sellos turcos, donde
aparecía esa palabra.
3. Comenzaríamos el viaje al amanecer. Cosa opuesta a nuestra costum
bre. Pero el día anterior le había dicho a unos amigos que reanudaría al amane
cer la redacción de este libro, cosa que por varios meses había venido haciendo.
4. Había extraños pájaros con manchas blancas y negras intensas. En casa
de nuestro amigo, en el campo, habíamos visto y hablado de pájaros, para noso
tros desconocidos, que iban allí para alimentarse. Algunos tenían, de hecho,
manchas blancas y negras intensas, aunque ninguno como las de los aparecidos
en el sueño manifiesto.
5. Las flores no se marchitaban. Un hombre a nuestro servicio nós había
traído, de su jardín, unas flores muy hermosas el día anterior al sueño. Más
tarde, ese mismo día, visitamos la casa de unos amigos en el campo, cuyas flores
se estaban marchitando porque ellos estaban de vacaciones, cómo nosotros
quisiéramos estar.
6. Quedamos de acuerdo en que y o no gritaría á menos qué viera un león.
Justo antes de dormir había estado leyendo un libro extraordinario sobre la leona
Elsa, en el que el autor expresaba su procupaqión por el, rugir, dé los leones.15
A l presentar estos fragmentos he omitido,, por razones obvias, muchas refe
rencias de índole personal. Pero aún así, una persona, astuta versada en la inter
pretación de sueños detectará en lo dicho, expresiones de deseos, miedos y con
flictos anteriormente inconscientes: Se incluye esta sección para dar ejemplo de
cómo el proceso primario utiliza los residuos de cosas ocurridas el día anterior
para dar expresión k süs propias necesidades.10 Podemos pasar ahora a resumir lo
dicho acerca del id y del proceso primario, antes de que entre mos á estudiar el ego.
de este tipo persiste a lo largo de la vida, gobernada por las pulsiones de una sa
tisfacción inmediata y que funciona de un modo primitivo, llamada proceso pri
mario. Las fantasías, conflictos, ensoñaciones y otras organizaciones infantiles, si
son reprimidas, pueden unirse al id y quedar sujetos al proceso primario. Cuando
nos dormimos y soñamos, seamos personas neuróticas o normales, regresamos a
tal nivel. Perdemos parte de la diferenciación entre id, ego inconsciente y ego
preconsciente, y volvemos a experimentar las percepciones ocurridas el día ante
rior, pero mezcladas con fantasías infantiles y, probablemente con nuevas crea
ciones perceptivas o cognoscitivas.18 Tanto durante el día como durante la noche
el proceso primario ha ido trabajando inconscientemente todo este material, y lo
que experimentamos como sueño manifiesto es un producto final, tal y como es
un síntoma neurótico.19
Se conoce como pulsión catéxica o catexia instintiva a la energía de las pul
siones o “instintos” del id. Creemos que se derivan de la energía fisiológica, aunque
muchísimas otras personas consideran más exacto tomarlas como un sistema psí
quico cerrado. Las catexias del id son móviles y dan lugar a muchos fenómenos
irracionales, entre los que tenemos el desplazamiento y la condensación (que
también aparecen en. el simbolismo consciente y en obras de arte). En el id no
existe la negación, y lo más que puede hacerse para expresarlas es hacer desapa
recer, ausentar o hacer aparecer un contrario.
Ahora bien, en el id existen estrechamente contradicciones sin que se requie
ra ningún compromiso o modificación. Todas las pulsiones buscan expresión o
descarga, sin preocuparse por las consecuencias o por la reflexión lógica. El tama
ño, la repetición o la duplicación expresan la importancia. Surgen símbolos pri
mitivos que, si no son universales, sí parecen serlo en la cultura occidental. Han
sido atribuidos al pensamiento prehistórico, pero también se les, puede explicar
en función de las experiencias primitivas tenidas por los infantes y los niños
pequeños contemporáneos,20
Es imposible observar directamente el proceso primario, pero, gracias a la
profundidad del pensamiento de Freud, podemos deducir algunas de sus propie
dades a partir,de un estudio sobre el pensamiento preconsciente que estuvo sujeto
al proceso primario durante una regresión. El sueño ordinario es una regresión.
A sí pues, la interpretación de los sueños y el estudio de la formación de síntomas
neuróticos nos proporcionan las. oportunidades necesarias. Como ejemplo de la
manera en que el. proceso primario funciona, se ha interpretado parcialmente un
sueño manifiesto sin sentido; es decir, se ha seguido la huella hasta llegar a al
gunos puntos de sus orígenes inconscientes. También se han presentado los frag
mentos de otro sueño, junto con hechos sucedidos el día anterior, para indicar
así la manera en que el proceso primario aprovecha los residuos del día anterior
para elaborar un sueño manifiesto. Estamos así listos para estudiar la otra mitad
del núcleo original id-ego, el ego.
E L E G O Y L O S PR O C E S O S S E C U N D A R IO S
En contraste con el id, con su proceso primario y sus catexias móviles, gran
parte de los sistemas preconsciente y consciente del ego se encuentra organizado
de modo realista. Incluso lqs sistemas preconscientes dél ego y algunos de los sis
temas del ego inconsciente, que, parecen irreales desde el punto de vista de la
percepción, el sentimiento, los recuerdos, las imaginaciones, los pensamientos y
las acciones de un adulto en algún momento del desarrollo del niño fueron rea
les. En otras palabras, representan el producto de alguna interacción con la reali
dad externa o la somática en un nivel de interpretación, inmaduro. )
Hemos dicho que el id funciona de acuerdo con el principio del placer. Busca
la satisfacción o la descarga inmediata de todos sus deseos y tensiones, no importa
cuán contradictorios sean1ni cuáles sean las consecuencias, para otros o para la
propia persona. Eldd tiene como única preocupación el mantener un nivel óptimo
de energías internas. En el momento en que sus tensiones-'áe elevan por encima
de esto, el id presiona para que, haya una descargan Se encuentra organizado de
tal modo que no puede tolerar la demora, la frustración o el conflicto. No puedé
llevar a cabo compromisos o pensar en consecuencias. Es irnpulsivo, pulsional e
irracional. -
Los sistemas preeonsciente y consciente del ego y algunos de sus sistemas
inconscientes, funcionan de acuerdo con el principio de ta realidad. Son capaces
Hace mucho tiempo que el mito de la tabula rasa, el vacío total de la mente
humana al nacitniento, ha quedado desacreditado. En tiempos más recientes tam
bién ha ido sufriendo una declinación notable una noción similar: que el ser
humano comienza su vida posnatal con nada más que un conjunto de reflejos.
Parecen no existir muchos patrones de conducta y experiencia innatos que son
“liberados” cuando se dan las condiciones adecuadas.
N o tenemos que buscar mucho para hallar un ejemplo de cómo se libera un
patrón innato de conducta realista compleja. El amamantamiento de un recién
nacido es un acto realista de percepción y conducta surgido en relación directa
con una fuente externa de comida. El amamantamiento se guía por el principio
de la realidad, es decir, de acuerdo con lo que el infante necesita, lo que el ambienté
en realidad ofrece y lo que el cuerpo realmente puede hacer.
El hambre del infante y la presencia del pezón actúan como “disparadores”
de una actividad realista y por completo sujeta a un patrón. Se satisface el hambre
gracias a un esfuerzo corporal coordinado (el mamar) y en relación directa con
un objeto o un “objeto parcial” (el pezón). ** Si el infante no tiene hambre, ej
pezón no provocará el mamar. 2 45 Si el infante tiene hambre, pero no existe un
pezón, que proporcione leche, puede iniciarse el patrón de amamantamiento, pero
casi de inmediato se desintegra en uria inquietud generalizada, en retorcimientos
y en llantos. Aunque este llanto provocado por el hambre es la señal dada a la
madre de que necesita alimentar al infante, en un principio no pasa; de ser una
parte de descarga de tensión general. -
24 Sé llama “objeto parcial” al pezón, por ser sólo una parte de lo que más tardé
constituirá el objeto amoroso del niño, la madre.
2$ El chuparse el dedo por placer es cualitativamente diferente del amamantamiento.
También son distintos la posición de la cabeza y los movimientos del cuello. A veces parece
que se los hubiera practicado in útero. ..
182 C A P . 5. S I S T E M A P S I C O D I N A M I C O
Ni qué decir tiene que al principio los infantes por lo general requieren la
ayuda de la madre para encontrar el pezón y necesitan un apoyo cómodo mientras
maman. También es obvio que ocurre un aprendizaje. El infante aprende a ir per
feccionando los movimientos coordinados necesarios para asir el pezón, mamar,
tragar y respirar al mismo tiempo. 26 La práctica le permite rápidos avances en la
actividad de mamar. Pero lo importante es que el acto inicial de amamantamiento
depende de la preexistencia de un patrón de organización innata, lista de antemano
a cumplir lo necesario para el amamantamiento. De no tenerse ese patrón innato,
no podría haber aprendizaje, pues no habría un acto inicial por el hambre y diri
gido a asir el pezón que pudiera irse mejorando.
En realidad, el adaptarse a la necesidad con ayuda de organizaciones adapta-
tivas preexistentes no es nada nuevo en un organismo. Cuando, en el capítulo 2,
hablamos del desarrollo embriónico, se mencionó que órganos como el corazón y
la vía gastrointestinal se desarrollan e incluso comienzan a realizar sus funciones
características mucho antes de que se los necesite. Claro, como regla no seguirán
desarrollándose indefinidamente si no adquieren una función, pero su desarrollo
inicial no tiene como causa el que se les necesite en ese momento.
Algo parecido ocurre con las actividades perceptivo-motoras del infante, qué
abarcan la boca, los ojos y las manos, las cuales estudiamos en el capítulo 2. Estas
estructuras dirigidas desde fuera están en actividad continua durante un largo pe
riodo, mucho antes de que el infante sea capaz de lograr movimientos orales, vi
suales y manuales coordinados entre sí. Tal vez haya otras organizaciones del ego,
que madurarán más tarde, que permiten explicar la aparición casi universal del
complejo de Edipo en unidades familiares muy unidas, tal y como deben existir
patrones innatos responsables de que en la adolescencia aparezcan la conducta
y la experiencia sexuales maduras adecuadas.27
Esta disposición de las estructuras integradoras del organismo humano a
involucrarse en conductas y experiencias complejas, bajo ciertas condiciones, pa
recen tan fundamentales para el desarrollo humano como la enorme capacidad
de aprendizaje del hombre: El ego necesita de ambas para adaptarse y ejercer su
dominio. 28
ejemplo de una adaptación realista del ego. El infante, impulsado por su hambre,
va más allá de su cuerpo, obra sobre un objeto parcial externo que puede satis
facer su hambre. Cada vez que vuelve a tener hambre, la satisface con ayuda de
ese objeto parcial (el pezón) y a través de la misma actividad: el mamar. Tal pa
trón de actividad, que el sistema nervioso central hace posible, produce cambios
específicos en el patrón del sistema nervioso central mismo. La expresión externa
de esos cambios se observa en la mejora de la habilidad al llevar a cabo tal acción.
Los cambios internos, que no podemos ver, ponen las bases para las expectativas,
los procesos secundarios y la confianza básica.*30
Damos por hecho que en los infantes, al igual que en los niños mayores, hay
una representación o imagen central de todo el acto y la percepción de sus con
secuencias. Esa representación central, o imaginación, incluye al objeto parcial
(el pezón), el modo en que el infante lo capta, la sensación de hambre, la de sa
tisfacción, la de saciedad y todo el espectro de percepciones orales. Incluye tam
bién la experiencia de la búsqueda, del contacto con el pezón, de la incorporación
de éste, de la secuencia de amamantamiento y, como punto final, soltar el pezón
y hundirse en el sueño. El crecimiento y la integración de estas representaciones
centrales organizadas son parte principal del crecimiento y la integración del ego.
Se trata de resultados claramente distintos a los del procesó primario. Están en
tre los primeros sistemas del ego surgidos de una habilidad especial para satisfacer
las necesidades existentes del id.
Páginas atrás comentamos la riqueza de experiencias obtenidas a través de la
boca. Sabemos que este sistema oral complejo y autósuficiente tiene un papel de
primera importancia en lo que toca a entrar en contacto, experimentar e incor
porar muchos tipos de realidad externa y somática. Sirve de modelo para incor
porar experiencias en otras modalidades perceptivas. La boca se adapta de modo
realista a lo que desea; por ejemplo* domina al pezón y toma leche del pecho. Al
principio, y por muchos meses, explora sin cansancio todo lo que le llega a la
boca. Estas exploraciones, junto con las experiencias de la alimentación, ejercen
un profundo efecto sobre los primeros patrones de organización del ego. Suele
llamarse ego oral a la primera organización del ego, para enfatizar dicha influen
cia dominante.31 Desde luego, todos los sistemas perceptivos contribuyen de al
guna manera a crear esa primera organización del ego; se trata de saber, simple
mente, cuál contribución resulta la más concentrada. '
Como los sistemas del ego se organizan mediante la interacción con la rea
lidad externa y la somática, vienen a representar no sólo estas realidades, sino
también a los derivados de las pulsiones en sí y de otras contribuciones venidas
de otros sistemas del ego. Funcionalmente, el ego ocupa una posición intermedia
entre el id y la realidad. Así, mucho antes de que un infante sea capaz de diferen
ciar entre sí mismo y los otros, entre las experiencias de su cuerpo y lo imaginar
do, entre los derivados de la pulsión y los actos llevados a cabo para satisfacerlos,
se encuentra sumamente ocupado en asentar los fundamentos de tales diferen-
vación hecha por Jas otras personas. No hay duda d eq u e el cuerpo y sus funciones pertene
cen a la persona, pero nuríca son idénticos a la experiencia que íl'é ellos se tiene* ni tampoco1
al concepto de ellos creado. Por tal razón concebimos al cuerpo y a sus funciones como una
forma especial de realidad y la hemos llamado somática.
30 Cfr. Loewáld, H. W., "Ego and réality” , Interriat. J- Psychóanal., 1951, 32, 10-18;
Loewald, H . W., "O h the therapeutic action o f psyehoanalysis” , Fntérhat. J. Psychóanal.,
1960, 41, 16-33.
31 Hoffer, W., “Mouth, and ego formáfión” , Psychóanal. S tu d y Chil, 1949, 3¡4,
49-56.
184 C A P . 5. S I S T E M A P S I C O D I N A M I C O
Es una tercera función diferehciádqra úel <?gó distinguir entré algo imagina
do y algo percibido en la realidad externu.q.en el, cuerpo. Esta comprobación de
32 Véanse, por ejemplo, los casosdeWilliam T. y dé Joan N; en la enumeración alfabé
tica dada en el índice analítico, en la entrada Casos.
E L E GO Y L OS P R O C E S O S S E C U N D A R I O S 185
figuras de los padres.33 En los sueños, en las neurosis y las psicosis, así como en
las intoxicaciones con drogas y en la privación sensorial, aparece material del
ego inconsciente y del id.
Durante la latencia, los largos años de experiencias reales ayudan a consoli
dar la diferenciación entre los procesos preconscientes y los inconscientes. Sin
embargo, durante la adolescencia se presenta a menudo alguna regresión, en que
los derivados del id invaden tempestuosamente los sistemas del ego. A veces esto
reaviva parte de las pasiones irracionales del periodo edípico, aunque en forma
diferente, y se presenta como una “representación” ambivalente, en la que el
adolescente oscilará turbulentamente entre una sensualidad total y el ascetis
mo. Pero al irse calmando la turbulencia de la adolescencia, las fronteras del ego
se restablecen sobre una base más firme, y el adolescente pasa a la edad adulta.
Los procesos secundarios retoman su ascendencia y forman organizaciones que
pocas trazas muestran de los procesos inconscientes durante el día, cuando la
persona está despierta. Sin embargo, al final nunca hay una separación comple
ta y absoluta entre el ego y el id, pues normalmente funciona uno en relación
con el otro, no importa cuán perfecta sea la organización del ego o cuán fuertes
sean las defensas del ego.
Lo más cerca que se llega de una separación total entre el ego y el id ocu
rre en los síntomas obsesivos, no en la conducta normal. En tal caso se emplea
defensivamente el aislamiento y la intelectuálización para producir una exis
tencia gris. En las obsesiones no se tiene dominio sobre los derivados del id y
simplemente se niega su realidad, con lo que los sistemas del ego parecen per
der su vitalidad.34
En la vida adulta normal lös derivados del id y las funciones del ego incons
ciente, canalizadas y controladas por las defensas y los sistemas del ego precons-
cíente, contribuyen con muchos elementos emocionales enriquecedores; con
mucho material de juegos, de invención y de inspiración; con mucho que se opone
a la lógica, y que, no obstante, a final de cuentas resulta válido.
las necesidades del infante, aun cuando la madre sea comprensiva y no tenga
otra cosa qué hacer. A menudo la madre necesita atender a otros asuntos antes
de poder dedicarse al niño, y algunas veces no parece comprender lo que éste
necesita. La demora suele ser inevitable porque no es en bien del infante, ni de
otros que lo rodean, el satisfacer sus necesidades en el momento que las siente.
La frustración es inevitable, porque a menudo se experimenta como frustran
te la demora de la satisfacción.35 Pero existen otras fuentes de frustración. Una,
que, en especial durante el primer año de vida, la percepción supera en mucho
al desarrollo motor. Es casi seguro que el niño tenga muchas necesidades que le
es imposible satisfacer sin ayuda de otros y muchas otras que nunca le es posible
satisfacer. A menudo los medios de lograr la satisfacción están a mano, así como
la percepción que ha dado lugar a la necesidad, pero alguien o algo se pone en
el camino y el niño no consigue la satisfacción que busca. Aparte de todo esto,
la imaginación del niño, que lo puede ayudar a soportar la demora, puede a la
vez convertirse en fuente de frustración continua. Como el niño no comprende
bien las limitaciones existentes, siempre estarán fuera de su alcance muchas sa
tisfacciones ansiosamente imaginadas. La tragedia edípica, que examinamos en
el capítulo 2, es un ejemplo de frustración total debida a un deseo irreal e
imposible.
Muchas razones hacen inevitable conflicto. Es tal la naturaleza de sus pul
siones, que se tienen al mismo tiempo muchas, exigencias que cumplir, cuando la
situación tan sólp permite la satisfacción de una de ellas. Las demandas del id
a menudo son antagónicas, de modo que el satisfacer una implica negar cumpli
miento a otra. A esos conflictos de intereses ocurridos dentro del proceso pri
mario es preciso agregar las realidades de las limitaciones del cuerpo y de la
estructura ambiental. Las exigencias hechas al niño, incluso por parte de una
madre amorosa y protectora, suelen ir en contra de los deseos impulsivos de
aquél. Esto lo hace enfrentarse a una situación de conflicto, en la que alguien a
quien él necesita le niega la satisfacción de una necesidad que, de no ocurrir
esto, podría satisfacer.
36 Lawson, R. y Marx, >M. H., ‘‘Frustration: Theory and experiment” , Genêt. Psychol.
M o n o g r., 1958, 57, 393-464.
37 Sweetland, A. y Childs-Quay, L,., “ The effects of ernotionality on concept forma
tion” ,/. genet. P s y c h o i.,1 9 5 8 ,5 9 , 211-218.
EL EGO Y L OS P R O C E S O S S E C U N D A R I O S 189
39 flartmann, H., E go P sych òlogy and thè Probletn o f A da ptation (trad. por D. Rapa-
port), Nueva York, Internát. Uriiv. Press, 1958.
40 Véase una explicación detallada de las secuencias de maduración en Gesell, A. e
Ilg, F. L., Child D evelop m en t, Nueva York, Harper, 1949. Véase también Stone, L. J. y
Church, J., Childhood and A dótese ence, Nueva York, Random House, 1957.
192 CA P . 5. S I S T E M A P S I C O D I N Á M I C O
toda conducta y experiencia parece haberse puesto una vez más al servicio de un
ego infantil anteriormente inconsciente.
Ahora es claro que la adaptación del ego implica algo más que un ajuste pa
sivo o una conformidad. El ajustarse y conformarse a las realidades del cuerpo y
el ambiente propios, son parte esencial de la adaptación del ego. Pero la iniciativa,
el espíritu de empresa y el dominio, que pueden remodelar el medio ambiente,
son también componentes esenciales de una adaptación del ego normal. Repre
sentan los componentes más vulnerables, durante la niñez, a la interferencia y al
dominio de los adultos.
Vemos que incluso en el cuidado del infante está presente ese dominio; lo
tenemos en las continuas exploraciones perceptivo-motoras en la primera infan
cia; lo observamos en el dominio del espacio y la locomoción que aparece en
cuanto el niño puede ponerse de pie. La adaptación, maduración y el dominio del
ego forman juntos espirales ascendentes. A medida que el niño madura, mejora la
eficacia de la adaptación de su ego; según se va adaptando y logra un dominio ma
yor, madura con mayor rapidez; y a medida que madura, sus adaptaciones y
el dominio de su ego pasan a nuevas dimensiones y se vuelven más complejas. La
satisfacción que alguna vez vino únicamente de la descarga directa, proviene aho
ra de llevar a cabo maniobras complejas. Tal vez al fin se vuelva menos importan
te que el medio de lograrlo, cosa obvia en los juegos de los niños y en los rituales
de muchos adultos.41
En muchas de sus actividades y de sus imaginaciones, tanto los niños como
los adultos suelen buscar un incremento de la tensión y del esfuerzo. En el juego y
en las diversiones procuramos una tensión y un esfuerzo muy superiores a lo ne
cesario para la simple adaptación. Los niños y los adultos terminan por gozar el
usó eficaz de algo que ya dominan.
parte de los patrones perceptivos complejos que el medio ambiente humano des
pierta en los adultos, no existen para el recién nacido. Nada en lo absoluto exigen
de él, que se encuentra defendido por una concha de inadecuación perceptiva, la
que lo protege incluso de tener que llevar a cabo actos coordinados de los cuales
no es capaz.
Los adultos estamos familiarizados con el uso de una barrera protectora,
cuando nos está bombardeando la estimulación y no reaccionamos a ella. De que
podamos erigir una barrera no reactiva dependerá el que podamos soñar despier
tos o leer en medio de la actividad de los otros. Siempre que nos enfrascamos
profundamente en algo, experimentamos el mismo tipo de olvido respecto a cual
quier cosa que pudiera interferir con nuestra actividad. Lo mismo hacemos cuando
nos dormimos y permanecemos dormidos en un medio circundante ruidoso.
Los sistemas de adaptación del ego implican también una defensa, porque
automáticamente excluyen cualquier cosa que pudiera perturbarlo. Se trata de
una función defensiva del ego que protege su propia organización, aquélla que le
permite sobrevivir como sistema. Así por ejemplo, los sistemas del ego no sólo
deben adaptarse a la realidad externa y a la somática, sino defender su organiza
ción contratos efectos desintegradores de los golpes dados por un exceso de reali
dad. Esta defensa se hace más clara cuando se derrumba, como ocurre en muchas
experiencias traumáticas, en las reacciones de pánico y en algunas psicosis.
Los sistemas del ego se adaptan a las luchas inconscientes y se defienden
contra ellas. Encuentran modos de descargar las tensiones, a veces con ayuda de
una versión muy propia de desplazamiento, condensación y simbolización primi
tiva del proceso primario, recurso muy parecido al que vemos en los sueños ma
nifiestos y en los síntomas de neurosis. Los sistemas del ego también atan las
catexias del id a las organizaciones del proceso secundario, como en el pensamiento
normal, la solución de problemas y las imaginaciones realistas.
Una función del ego de importancia especial para la psicopatología es a la
vez adaptativa y de defensa. Consiste en privar a los derivados del id de sus cate-
. xias sexuales y agresivas primitivas. Tal función se conoce como neutralización, y
a sus productos se les llama energía neutral o neutralizada. Esos términos no
implican que la energía neutralizada sea menos vigorosa, sino que sólo se le ha
quitado su carga sexual y agresiva. La sublimación es lo que mejor representa a la
desexualización. Se utiliza a las pulsiones sexuales o a sus derivados en niveles no
sexuales que permiten una satisfacción total. La desagresividad (palabra mons
truosa) adopta muchas formas. La iniciativa, el espíritu emprendedor y el com
petir según las reglas, son expresiones comunes de una agresión primitiva, que ha
sido domada por las acciones del ego, y se le puede emplear en actividades com
pletamente constructivas, o creadoras. Las defensas del ego, como la represión,
utilizan la energía de la desagresividad derivada del id.
El utilizar las catexias del id para erigir sistemas del ego que sirvan para con
trolar las catexias del id es menos paradójico de lo que parece. De hecho, rio es
más extraño que emplear el poder del agua para construir y conservar una presa,
cuya función es contener el agua que, así controlada, ayuda a otras actividades
(poner en funcionamiento una fábrica o una dinamo) que nada tienen que ver
con el agua.
Finalmente, los sistemas del ego preconsciente necesitan adaptarse con
tinuamente a los lincamientos del superego, en especial en cuestiones morales
y éticas. También se defienden contra las presiones del süperego cuando éstas lie-
194 C AP. 5. S I S T E M A P S I C O D I N A M I C O
gan a ser demasiado intensas o demasiado perturbadoras para las funciones del
ego preconsciente. Son resultado común de tales presiones los sentimientos de cul
pa, a veces conscientes, y el sentimiento de inferioridad o de inutilidad, que tam
bién puede volverse consciente, pero que tiene raíces en elsuperego inconsciente.
A este apartado pertenece también la culpa inconsciente, como ya veremos pá
ginas adelante, cuando estudiemos el superego.
2. El mundo de la imaginación
menos lógica. En otros aspectos, resulta más rico, más cálido, más lleno de colo
rido y más vivido.
Gran parte de los grandes progresos científicos, prácticos y artísticos logra
dos por la humanidad, surgieron primero en el mundo imaginativo de algún indi
viduo. Más tarde fue que se los tradujo en una realidad objetiva que se puede
compartir con otros. Mencionaremos tan sólo los enormes cambios sufridos por
la arquitectura a través de los siglos.
Muchas fantasías preconscientes y conscientes contradicen, de cierto, los
hechos de la realidad externa o somática existentes. Tal vez vayan más allá de la
realidad o tal vez no la alcancen; quizás la amplíen dándole nuevos significados,
o la distorsionen y le quiten parte del significado que en un principio tuvo. El
mundo de la imaginación abarca en su organización desde una reproducción fiel
de algo en verdad experimentado en la realidad objetiva, hasta el caos irreal de
los procesos primarios, tal como lo experimentamos en los sueños manifiestos y
lo presenciamos en los síntomas psicóticos.
Entre las funciones del ego preconsciente más importantes debemos incluir
la de diferenciar entre la realidad externa, y somática objetiva y los frutos de la
imaginación. Llamamos a tal función comprobación de la realidad. Es su precur
sora la exploración perceptivo-motora llevada a cabo por los infantes que todavía
no hablan, que comienza por establecer los límites y las características del cuerpo.
Expresamos tal predominio al decir que el primer ego es un ego corporal.
,La comprobación de la realidad le permite al niño* a medida que madura y
adquiere experiencia, conducirse y experimentar el mundo que lo rodea y a su
propio cuerpo de modo cada vez más realista. También le permite utilizar las
propiedades, especiales de su mundo imaginativo. La imaginación puede servir a
fines creativos y de diversión, en especial porque escapa a muchas de las restriccio
nes impuestas por la severa realidad objetiva. Por ejemplo, puede trascender el
espacio y el tiempo, cambiar la monotonía en aventuras, imaginar un escape
cuando se está condenado, soñar en un tiempo en el que se habrán resuelto mila
grosamente todas las dificultades y la felicidad es completa. Para el adulto madu
ro sigue siendo un refugio donde escapar del mundo de los hechos, mundo del
que se aparta cuando la realidad objetiva se vuelve demasiado oprimente.
Cuando la capacidad de sujetar a prueba la realidad no está del todo desarro
llada, como ocurre en los niños y a veces en los adultos, la confusión es el resultado.
En la infancia esto es relativamente importante, pues hay presentes adultos que
pueden ayudar al niño y la sociedad espera en los niños cierta fantasía.
La comprobación de la realidad es de suma importancia para la psicopatologia
cuando, por cualquier razón, se derrumba. Tendremos algunos de los ejemplos
más notables de perturbación de la capacidad de sujetar a prueba la realidad en
los capítulos sobre psicosis, desórdenes de la personalidad y desórdenes cerebrales.
Tal vez el paciente sea incapaz, estando bajo ellos, de separar la realidad de su
cuerpo y de su medio circundante de la realidad de su mundo imaginario;. Ocurre
entonces que la enorme potencialidad de la imaginación hace de la realidad una
pesadilla.
Si los procesos secundarios siguen siendo eficaces, uno de los medios más
afortunados para comprobar la realidad es compartir nuestras experiencias con
otra persona a través de la comunicación. Éste es el caso de cuando se pregunta:
“ ¿Estás viendo lo que yo veo?” Con ello pasamos a nuestro tercer mundo de
funciones del ego, el verbal, aquél que se inicia cuando se balbucea y que con
EL EGO Y L O S P R O C E SO S S E C U N D A R I O S 197
3. El mundo verbal
El mundo verbal es rasgo peculiar del hombre. Aparece tarde en la escena del
desarrollo infantil y toma años de práctica el poder representar a través de él lo
imaginado o para utilizarlo como sustituto satisfactorio de la acción. Todo niño
comienza a balbucear espontáneamente mucho antes de poder hablar o compren
der lo escuchado. Lo que otros hablan a su alrededor y las reacciones de la gente
ante sus balbuceos parecen ejercer sobre él un efecto en especial estimulante. Ya
que el balbuceo de.los niños incluye, en uno u otro, momento, todo sonido de to
dos los idiomas conocidos, parece cuestión de elección de reforzamiento que el
niño termine hablando el idioma de quienes lo crían. Los otros sonidos presentes
en el repertorio del infante desaparecen.
No obstante, los niños no aprenden a hablar palabra por palabra. Lo primero
que surge es una jerga expresiva, un patrón sin sentido que refleja las entonacio
nes y las inflexiones del lenguaje que el infante escucha. A cierta distancia suena
como si fuera el lenguaje real. A partir de esto el niño va difeienciando frases fa
voritas y ciertas “ palabras” que en realidad funcionan como enunciados comple
tos. Con el tiempo el niño aprende a hablar y comprender el lenguaje de su medio
circundante, aprenda o no sus reglas.
El lenguaje comienza siempre en situaciones sociales, en las que el infante
balbuceante tiene un compañero de más edad que habla y que de algún modo re
compensa al niño por emitir sonidos similares. Los sonidos que el niño aprende a
hacer en presencia de algo, también los puede aprender a hacer cuando ese algo
se encuentra ausente. Los niños aprenden pronto a comentar de corrido lo que él
y otros han hecho o están haciendo, y más tarde puede repetirse tal comentario
como si fuera un informe sobre cosas pasadas o una esperanza de que algo se re
pita. He aquí cómo se conserva algo verbalmente cuando ya ha desaparecido y
cómo se le hace volver cuando ha estado alísente. Muchos pequeños cuando solos
se entienden hablándose, tal y como antes lo hacían balbuceando. Poco a poco el
lenguaje del niño adopta formas más convencionales.44
El lenguaje tiene una estructura propia, reglas gramaticales y convenciones
propias, así como sus modos aceptados de formular y expresar la experiencia. La
sociedad se encuentra organizada en grado sumo de acuerdo con la comunicación
existente entre sus miembros y el lenguaje es decididamente el instrumento de
comunicación más flexible y confiable- No obstante, el mundo de lo verbal no es
idéntico ni a la realidad del mundo externo, que incluye al cuerpo de quien habla,
ni al munido de la imaginación intemo. Toma muchos años de práctica y búsquedas
constantes (es decir* otra forma de sujetar a prueba la realidad) llegar a dominar
los equivalentes verbales correctos de lo que está, sucediendo en la realidad, en
el cuerpo y en la imaginación.
Existen enormes áreas de la experiencia imposibles de verbalizar adecuada-
44 Cfr. Cofcr, C. N. (dir.), Verbal Learning and Verbal Behavior, Nueva York, McGraw-
Hill, 1961; Church, J., Language and the D isco very o f R ea lity: A D evelopm ental Psychology
o f Cognition, Nueva York, Randorn House, 1961; McCarthy, D., “ Research in language de-
velopment; retrospect and prospeet”, M on ogr. soc. Res. Child Develp., 1959, 24, 3-34;
McCarthy, D., “ Language development” , M onogr. soc. Res. Child Develp., 1960, 25, 5-14.
198 CAP. 5. S I S T E M A P S I C O D I N A M I C O
4 6 S in e m b a r g o , é l le n g u a je d e lo s e s q u iz o fr é n ic o s re g re s iv o s n ó se p a r e c e a l d e lo s n i
ñ o s . S e t ie n e u n a c o m p a r a c i ó n e n t r e lo s d o s , h e c h a e n c o n d ic io n e s sim ila re s, e n C a m e r o n ,
N . , “ A S t u d y o f t h in k in g in se n ile d e t e r io r a t io n a n d s c h iz o p h r e n ic d is o r g a n iz a t io n ” , Amer.
J. Psychol., 1 9 3 8 , 51, 6 5 0 -6 6 5 .
4 7 S e a rle s , H . , “ T h e d if ie r e n t i a t i o n b e t w e e n c o n c r e t e a n d m e t a p h o r ic a l t h in k in g in th e
r e c o v e r in g s c h iz o p h r e n ic p a t ie n t ” , J. Amer. PsychoanáL Ass., 1 9 6 2 ,10, 2 2 -4 9 .
200 CA P . 5. S I S T E M A P S I C O D I N A M ICO
48 V é a s e la e x p lic a c ió n in c lu id a e n B r u n e r ,; J. e t a L , A S t u d y o f T h i n k i n g , N u eva Y o rk ,
W ile y , 1 9 5 6 ; B a rtle tt,, F l, T h i r i k i n g : A n E x p e r i m é n t a í a n d S o c i a l S t u d y , - N u e v a . Y o r k , B a s ic
B o o k s , 195 8.
E L E G O Y LOS P RO CE SO S S E C U N D A R I O S 201
Tales invasiones reactivan las luchas edípicas y preedípicas, pero en forma dis
frazada y con distintos resultados, ya que el adolescente es un ser poderoso,
competente y está equipado con defensas sumamente organizadas. Al irse cal
mando las crisis de la adolescencia, los límites funcionales entre el preconsciente
y el inconsciente, así como entre el ego y el superego y entre la realidad y la ima
ginación, quedan más claros que nunca y, al mismo tiempo, son cada vez más
flexibles. Los procesos secundarios continúan progresando dentro de los límites
impuestos por la capacidad del individuo.
La separación entre el ego preconsciente, y el ego inconsciente y el id nunca
es total y absoluta. Cada nivel funciona en relación con los otros. El impulso
ascendente de los derivados del id y los productos de éstos y del ego inconsciente
influyen constantemente sobre la experiencia y la conducta del adulto, tanto de
día como de noche. De estas fuentes inconscientes proviene gran parte de la cor
dialidad, color, pasión, amabilidad, creatividad y la imposibilidad de predecirse
de lo que, de otra manera, sería una existencia demasiado realista y monótona.49
La demora, la frustración y el conflicto no sólo son inevitables en el desa
rrollo del ego, sino que son esenciales para el crecimiento de una organización
realista. La demora entre necesidad y satisfacción permite a la imaginación, o
representación central, interpolarse y comienza con ello el desarrollo del proceso
secundario del pensamiento. La frustración no sólo hace incrementar la agresión,
sino que, de no ser muy severa, permite incrementar la variabilidad de la conduc
ta, vigorizando a la vez los procesos de introyección y de identificación, tan im
portantes en la organización del ego y, más tarde, del superego. Tenemos ejemplos
de esos procesos en niños de cierta edad e incluso en personas adultas, cuando
ocurre la identificación con un agresor al que se teme o con un rival al que se
odia, en especial si son pocas las perspectivas de una agresión real.
Suele aceptarse que la introyección y la identificación son mucho más ac
tivas a principios de la vida que tras haberse vuelto la represión la defensa domi
nante. La presencia de conflicto anuncia ya la capacidad de tolerar la espera, de
ser por lo menos ambivalente y, con el tiempo, de poder elegir y obtener de una
decisión tomada una satisfacción total. Los residuos de los conflictos infantiles,
al igual que los residuos de la frustración infantil, del enojo y del amor, compo
nen gran parte del inconsciente reprimido. Hemos dicho ya que los procesos in
conscientes influyen sobré la vida preconsciente y la consciente.
Queda por mencionarse el ego autónomo y lá esfera libre de conflictos.
A medida que se desarrolla el ego, adquiere control sobre la percepción, la
cognición y la acción. Hasta donde lo controlado sea producto de las secuen
cias de maduración y de la interacción sin conflictos con el medio circundante,
o con otras organizaciones en maduración, se considera que componen el ego
autónomo y el área dé funcionamiento libre de conflictos. Desde luego, esas
funciones sin conflictos participarán secundariamente en conflictos y en la
expresión de conflictos como se vio con meridiana claridad en los síntomas
convencionales y en las neurosis obsesivo-compulsivas. Pero ninguno de esos
aspectos es comprensible mientras no se entienda el funcionamiento del.
superego.
E L SU PE R E G O Y SUS PR E C U R SO R E S
L a conciencia y el superego
Cuando decimos que una persona tiene upa conciencia culpable, realmente
no queremos decir eso, sino que su conciencia la hace sentirse tal. Esa culpabi
lidad se siente y la ansiedad se experimenta en-el ego preconsciente o consciente!
o en el yo de la persona, pero no en la conciencia. Ésta tiene un modo poco agra
dable de siempre tener la razón. Un ejemplo particularmente claro de esto es el
caso compulsivo de Sally J., en el que una conciencia vengadora parece gozar ej,
proceso de castigar el ego de una pequeñina atemorizada.51
Sería más exacto y más apegado a lo ocurrido decir que la persona tiene “ un
ego culpable” o “ un yo culpable” y reconocer que este ego, q este yo, se muestra
ansioso porque la conciencia lo desaprueba, lo amenaza o lo desprecia; en pocas
palabras, porque le niega el amor del superego, fuente de la autoestima. Esto
ocurre tanto en las personas normales como en los pacientes neuróticos y psicó
ticos. Raro, así como infortunado y anormal, es el adulto cuyos actos, palabras y
pensamientos 110 sean examinados y guiados en gtaúo considerable por una con
ciencia siempre presente y por lo,general silenciosa —un sistema sentidependiente
de valores e ideales morales, con sus propias jerarquías de bueno, mejor y óptimo,
y malo, peor y pésimo.
Cuando la gente habla de conciencia se refiere a un juicio moral o ético cons
ciente. A veces se diría que en el momento de enfrentamos a una elección moral,
surge la conciencia de quién sabe dónde y nos enfrenta a las consecuencias mo
rales implícitas en las situación. Parecería que un personaje más sabio, maduro y
U n s u e ñ o m a n ifie s t o q u e in c lu y e
u n a r e p r e s e n ta c ió n d e l s u p e r e g o
El superego surgido del ego durante la solución dada a los conflictos edípi-
cos, de ninguna manera constituye la primera señal de un control moral interno.
Lo más probable es que los primeros precursores del superego aparezcan en las
introyecciones del ego y las identificaciones del ego iniciales.52 Todos los estudios
llevados a cabo sobre muchos tipos de estado regresivos sugieren que al princi
pio la persona no experimenta esas introyecciones y esas identificaciones del ego
ni como algo interno ni cómo algo externo.S3 Esto implica que en la primera
infancia no se han establecido aún las fronteras de ego que permiten diferenciar
entre lo interno y lo externo, entre el ego y el objeto.
Tenemos lo que parece ser una reactivación de esa primera situación en los
desplazamientos y transformaciones extraños que se experimentan en los sueños
manifiestos y que algunos pacientes experimentan en las psicosis y en los desór
denes cerebrales cuándo están despiertos. Aunque desaparezca la diferencia
entre yo y objeto, la sensación de bueno y malo, el sentido de peligro, de ame
naza o de seguridad, parecen constituir experiencias directas, ajenas a toda in
terpolación de la lógica proveniente del proceso secundario. Esto es sin duda
cierto en el modo de experimentar lo bueno y lo malo que el niño tiene.
Se acepta en general que los infantes experimentan lo bueno y lo malo de
algún modo directo en cuanto son capaces de distinguir entre una madre buena
y una madre mala, a las que internalizan. Sabemos que los niños pequeños, cuart-
do ya hablan un poco, informan de tales experiencias. Es muy poco probable
s 2 R it v o , S y S o ln it, A . , “ T h e r e la t io n s h ip o f e a r ly e g o id e n t ific a t io n s t o s u p e r e g o f o r
m a t io n ” , Iniernat. J. Psychoanal., 1 9 6 0 ,41, 2 9 5 -3 0 0 .
53 C f r . L o e w a l d , H . W ., “ In te r n a liz a tio n , s e p a r a t io n , m o u r n in g a n d th e s u p e r e g o ” ,
Psychoanal. Quart., 1 9 6 2 , 31, 4 8 3 -5 0 4 .
EL S U P E R E G O Y SUS P R E C U R S O R E S 205
que sea ia adquisición del lenguaje lo que ponga al niño en contacto por primera
vez con la experiencia de lo bueno y de lo malo. Para el infante lo bueno es lo
placentero, y lo malo, lo desagradable. Más tarde adopta las actitudes que preva
lecen a su alrededor respecto a lo bueno y lo malo. Se trata de las actividades de
la sociedad y de la cultura que lo rodean, pero como las interpretan para el los
adultos con quienes vive.
En el segundo año, durante la fase de autoafirmación y de control de los es
fínteres, los niños desarrollan las formaciones de reacción, que más adelante re
gulan su conducta general en función de lo social, es decir, en función de aquéllos
que lo han criado. Esas formaciones de reacción son actitudes diametralmente
opuestas a los impulsos y las actividades prohibidas, en especial las sexuales y las
sádicas. Las figuras de los padres expresan en palabras y en actos esas formaciones
de reacción, califican de malo, sucio o cruel lo prohibido, y expresando, en gestos
cuando menos, la diferencia entre lo bueno y lo malo. El niño, que ha hecho algo
malo, sucio o sádico, aprende a imitar, de modo infantil, las palabras y los actos
de los adultos respecto a lo bueno* lo limpio y lo amable.
Con ello el niño internaliza actitudes buenas, limpias y amables que, refor
zadas por la necesidad de amor y de aprobación que tiene, mantienen a raya los
impulsos prohibidos. Con ayuda de tales maniobras el niño poco a poco se vuelve
bueno, limpio y amable hasta donde su capacidad se lo permite. Aprende a sentir
y expresar vergüenza, disgusto, lástima y compasión de acuerdo con lo esperado
por la sociedad. No obstante todo esto, no renuncia por completo a los elementos
opuestos. Los conserva como opciones prohibidas, y cuando ha formado un su
perego posedípieo, simplemente los reprime y los conserva permanentemente en
las organizaciones del ego inconsciente y del superego.
Éstos son algunos de los precursores del superego que ha cristalizado cuando
se resuelven los conflictos edípicos. Parecen nunca morir las actitudes que están
reprimidas y se han vuelto inconscientes. Cuando un adulto cae en la regresión,
las puede reactivar, y aparecerán en su experiencia y en su conducta. Es entonces
que tenemos oportunidad de estudiarlas.
Es un tópico muy aceptado que la persona psicótica, drogada o borracha re
vela su “ verdadera personalidad” . Falso. Lo que quizás revele son impulsos que
superó cuando niño, pero simplemente reprimiéndolos, en el estado que entonces
tenían, y conservados en el ego inconsciente y en el superego. En el inconsciente,
lo reprimido parece ir floreciendo y ramificándose, como las raíces ocultas de un
árbol. Cuando, más tarde, se libera de la represión, adopta formas adultas.
En el caso de Joan N. tenemos el constante enriquecimiento de fantasías sa-
domasóquistas que, incluso aunque fantasiosas e infantiles, no eran simplemente
las fantasías de una pequeña, pues se habían transformado en algo más complejo
y más de adulto por su contenido. Además, eran ricas en conflictos sexuales obvios
relacionados con la imagen de un padre sádico. En el caso de Charles G. tenemos
proyecciones expresadas como delirios de persecución sistematizados, inmunes a
la lógica o a toda demostración en contra y, no obstante, algo más que las fanta
sías de un pequeño. Éstas representan la versión adulta de una amenaza de castigo
terrible por la agresión y las fantasías agresivas en que cayó el paciente, amenaza
expresada por las personas que lo rodeaban (las figuras de los padres), de las que
se sentía incapaz de huir. 54
La forma final del superego, que viene a reemplazar gran parte de las forma
ciones de reacción y el control directo ejercido por otras personas, es producto
de la solución lograda en los conflictos edípicos. Como ya vimos en el capítulo
2, la situación edípica es desesperada para el niño o la niña, quienes la resuelven
renunciando a sus esperanzas y expectativas imposibles, a los impulsos sexuales
por el padre del sexo opuesto y a los impulsos hostiles contra el padre del mismo
sexo. Ocurre que el niño edípico va logrando poco a poco controlar sus impulsos
internalizando al padre rival y reprimiendo el deseo que siente por el otro. Es
decir, se identifica con el rival, qué es peligroso, y amenaza entonces a sus propios
impulsos prohibidos tal y como aquél lo haría. También, aunque en grado menor,
se identifica con el padre de sexo opuesto, que ha castigado esos deseos sexuales
o ha hecho burla de ellos y ha prohibido toda agresión.
A medida que se va diferenciando del ego, el superego toma a su cargo mu
chas funciones de control y de evaluación, aparte de aquéllas surgidas directa
mente de los conflictos edípicos. Con el tiempo, llega a incluir muchas jerarquías
de lo bueno, lo limpio y lo superior; de lo malo, lo sucio y lo inferior. Finalmente,
se lo organiza dándole el papel de un supervisor interno, el juez de todos los pen
samientos, palabras y cosas, la fuente interna de amor y de autoestima cuando
se actúa bien, y de odio y autocondena cuando se actúa mal.
Como está situado en el sistema psicodinámico, no es posible escapar de
él. Puede ejercer uña vigilancia constante sobre todo lo que está ocurriendo
dentro del sistema, incluso los impulsos y los conflictos inconscientes. Si se trata
de un ego saludable y razonablemente maduro, puede regular la experiencia y la
conducta con mucha mayor efectividad que cualquier organización o persona ex
terna. Si tiene defectos o no es saludable, puede producir una personalidad seve
ramente inhibida o distorsionada, como las presentes en los desórdenes de la
personalidad, o una persona que quizás funcione normalmente, aunque esforzán
dose más en ello, pero vulnerable de por vida á las neurosis o a las psicosis.
Es esencial tener presente que el ego comienza siendo el de un niño pequeño,
quien está en relación directa con la realidad no verbal y con lá primera realidad
verbal, pero que está lleno de interpretaciones erróneas y de sabiduría. Los siste
mas de ego preconsCientes se desarrollan durante varios años antes de que la re
presión masiva que otorgúe su forma final al superego posedípico. Las sucesivas
organizaciones de la infancia, que son precursoras del superego, pueden persistir en
el inconsciente, acompañadas de sus conflictos y de muchas de sus perspectivas
infantiles, incluyendo algunos de sus derivados del proceso primario. Guando U^
adulto cae en la regresión, como ocurre durante el sueño o durante una enferme
dad mental, se reactivan algunas de esas organizaciones primarias, que surgen dé
la fase oral, de la preedípiea y de la edípica.
Algunos de los precursores del superego posedípico que dan como resultado
sorprendentes ejemplos de patología adulta, surgen durante la fase de desarrollo
preedípiea y sadomasoqüista, la fase de autoafirmación y de control de esfínteres.
Las crueldades provocadas por el sadismo en un niño pequeño pueden llegar hasta
la edad adulta como estructuras del superego primitivas, que interactúan con ten
dencias masoquistas recíprocas en un ego inconsciente reprimido. Esta organiza
ción preedípiea es la que veremos resurgir con claridad notable en los desórdenes
compulsivos, cuando los pacientes se castigan sádicamente de modo real, se mués-
EL S U P E R E G O Y SUS P R E C U R S O R E S 207
56 Fislier, S. y Cleveland, S. E., Body Image and Personality, NUevá York, Van NóS-
trand, 1958; Fisher, S., “ F.xtensions o f theory concerning body image and body reactivity” ,
Psychosom. Med., 1959, 21, 142-149; Fisher, S., “ Prediction o f body exterior vs. interior
reactivity from body image sehema”, J. Pera, 1959, 27, 56-62; Cal den, G. Lyndy, R. M. y
Schlafer, R. J., “ Sex differenccs in body concepts” , J. consult. Psychol, 1959, 23, 378. En
la bibliografía del libro de Fisher y Cleveland citado :uriba se tiene la lista de la bastante
amplia literatura dedicada en épocas pasadas a la imagen corporal.
57 Witkin, EL A. et aL, Personality Through Perceptioni Nueva York, Hárper, 1954.
209
La im agen d el y o
Aunque se suele alabar a las mujeres que evaden los papeles esencialmente
femeninos y compiten con toda fortuna con los hombres, su elección habitual
mente es resultado de que no pudo satisfacer el papel socialmente prescrito para
las mujeres y no un signo de superioridad. No hay prueba ninguna de que los
hombres sean intelectualmente superiores a las mujeres, pero sí hay todo tipo de
pruebas de que, aunque la mujer lleva a cabo muchas de las cosas que el hombre
hace, tiene poderosas necesidades innatas imposibles de satisfacer en nuestra
cultura a menos que acepte los papeles femeninos de ama de casa, esposa y
madre.
Las anormalidades surgidas en la ejecución de un papel social nos lleva a to
dos los campos de la psicopatología, allí donde las expectativas y los tabúes so
ciales entren en conflicto con deseos y expectativas individuales irresistibles. Ni
que decir tiene que tales conflictos sólo se presentan en el ser humano, pues los
demás seres no han desarrollado un mundo verbal intrincado y lógico que les
permita enfrentarse a un mundo particular y propio complejo y rico en imagina
ciones. Esto no quiere decir que los conflictos del ser humano sean ante todo
cuestión verbal. Por el contrario, nunca llega a verbalizarse buena parte de los
conflictos humanos, y algunos nunca llegarán a serlo. Pero la capacidad que el
hombre tiene de simbolizar casi todo lo imaginable, le permite visualizar lo im
posible como posible e incluso como algo que ha ocurrido. La adopción en la
imaginación de papeles sociales imaginarios o reales constituye la base de muchí
simas ilusiones, a las que se puede expresar lógicamente en palabras o experi
mentar en la imaginación.61
Se ha dicho á menudo que los papeles sociales constituyen un puente entre
el mundo interno o psíquico y el mundo de la realidad externa. Esto es cierto,
pero no excepcional. En el mundo externo tenemos muchos tipos de organización
que corresponden a las existentes en nuestro mundo interno; asimismo, mu
chísimo de la representación del cuerpo corresponde también a la realidad somá
tica. El puente entre la experiencia intema y el mundo extemo no está represen
tado por el papel social, sino por la conducta del hombre. Mediante algún acto
importante comprobaremos la veracidad de lo imaginado. Esto es lo que se
expresa en la frase comprobación de la realidad, es decir, actuar de tal manera
que se compruebe la validez de lo que imaginamos o creemos que percibimos.
Resumen
El mejor modo de resumir lo dicho en esta sección consiste en afirmar que
el sistema psicodinámico (spd) no sólo incluye el id, el ego y ,el superego, sino
también las representaciones centrales o imágenes de la realidad externa que te
nemos y las representaciones o imágenes de nuestro cuerpo, nuestro yo, nuestros
papeles sociales y de los cuerpos, los yo y los papeles sociales de los otros.62 Si
gue siendo cuestión de controversia cuál es el mejor modo de conceptualizar
61 Tenemos una descripción bien organizada y lógicamente escrita de los delirios, he
cha por un jurista distinguido que, en el momento de la redacción, seguía experimentando
delirios y alucinaciones y creyendo totalmente en ellos. Véase Schreber, D. P., Memoirs o f
M y Nervousnitiess (1903), (trad. por I. Macalpine y R. A. Hunter), Londres, Dawson, 1955.
62 Existe literatura muy completa sobre las concepciones psicodinámioas del yo y la
realidad, que se remonta a más de medio si^lo. E. Jacobson da un panorama relativamente
reciente de esto, acompañado de bibliografía, “The self and the object workl” , Psychoanal.
Study Child., 1954,9, 75-127.
D E L Y O Y LOS P A P E L E S S O C I A L E S 211
todas esas representaciones y dónde se las debe ubicar. Algunos estudiosos las
sitúan en el ego, hasta donde sean realistas, y en el ideal de ego del superego,
hasta donde sean poco realistas o inalcanzables. Otros las clasifican como re
presentaciones de objetos y representaciones del yo. La elección no está entre
dos hechos establecidos, sino entre dos modos posibles de conceptualizar los
hechos, es decir, elegir aquello que parezca más prometedor y útil.
Hay bases para dar a las representaciones de la realidad externa, a la ima
gen corporal, a la imagen del y o y a la imagen o representación de los papeles
sociales un estatus aparte del ego, aunque jamás hubiera sido posible construir
los sin la función de éste. Éste es un acuerdo relátivamente flexible, pues permi
te interacciones entre el ego —o el superego— y la representación de los objetos,
la imagen corporal, la imagen del yo y la representación de nuestros papeles
sociales y de los de otras personas. También simplifica el problema de los aspec
tos realistas en oposición a los no realistas de nuestra representación de los ob
jetos externos, del cuerpo, del yo y de los papeles sociales. Estos cuatro aspec
tos están relacionados íntimamente con el ego, con el superego e incluso con los
derivados del id; pero, asimismo, suelen ser representaciones realistas con las que
interactúan el ego, el superego y los derivados del id al desplazar sus catexias.
Demos un ejemplo, cuando una persona dormida, delirante o paranoide
niega y proyecta lo que ha escapado de la representación en su ego inconsciente
y en su superego, se libera de lo que proyecta en el sentido de que ahora parece
estar fuera aquello que la amenazaba desde dentro. Sin embargo, en realidad
ocurrió un simple desplazamiento de catexias, de modo que las funciones del
ego y del superego anteriormente inconscientes parecen ser ejercidas por re
presentaciones de la realidad y por las representaciones de los papeles sociales
de otras personas.
En esencia esas maniobras son un reacomodo de energías o catexias. Nada
abandona el sistema psicodinámico de la persona dormida, delirante o paranoide.
Es como transferir dinero de un banco a otro, sin gastarlo. Las catexias sexuales
y agresivas quedan desplazadas del ego y del superego a representaciones de un
mundo de fantasía. Este mundo de fantasía se encuentra dentro del sistema psi
codinámico de la persona que sueña, tiene delirios o es paranoide; es la persona
que lo considera perteneciente al mundo de la realidad externa.
Se tiene aquí uña regresión a fases del desarrollo en las que la realidad exter
na no ha sido separada claramente aún de la realidad extema. Tal regresión es
una reacción al estrés —en la persona dormida y én la delirante, se trata de un es
tado mental de relativa incompetencia; en la persona paranoide, de un fracaso en
desarrollar estructuras del superego maduras. El nivel de desarrollo en el que ocu
rre este reagrupamiento cuando la persona cae en la regresión, dependerá de sus
fijaciones infantiles. Éstas, a su vez, dependerán de los estreses infantiles, inclu
yendo los conflictos de la infancia. La fijación, el conflicto y la regresión son
fenómenos íntimamente relacionados, como veremos en el capítulo siguiente.
6
El co n flicto ,
la regresión,
la an sie d ad y
las defensas
Hasta el momento hemos estudiado el desarrollo de la personalidad, las pul
siones y la motivación, el sistema psicodinámico y sus partes constitutivas: el
id, el ego, el superego y las representaciones del cuerpo, el yo y el mundo de los
objetos. Antes de pasar a los capítulos dedicados al material clínico, resumire
mos brevemente los problemas del conflicto y de la regresión humanos, tal como,
aparecen en el sistema psicodinámico, y la posición central de la ansiedad en rela
ción con las defensas principales.
La mayoría de la información que tenemos acerca del conflicto interno y de
la regresión, de la ansiedad y de las defensas, proviene del estudio y la terapia de
las neurosis, de las psicosis y de los desórdenes de la personalidad. Quena parte
proviene también del estudio de los sueños; en años recientes mupho han contri
buido quienes estudian el desarrollo del niño, la hipnosis, la intoxicación experi-
mentaljnente inducida y la privación sensorial.1
CONFLICTO
En los capítulos anteriores examinamos con frecuencia el conflicto, pues
surge inevitablemente en cualquier explicación del desarrollo de la personalidad,
de la pulsión y de la motivación. Se trata de las pulsiones antagónicas del proce
so primario, de las. que, en parte, surgió el ego. Se trata también de los conflictos
edípicos intensamente emocionales, que concluían a los pocos años, cuando se
renunciaba a los deseos edípicos, cuando se liberaba la persona de sus miedos
edípicos y cuando desarrollaba su superego. Se trata del conflicto preedípico res
pecto a la necesidad de autoaflrmación y las persistentes necesidades de dependen
cia. Se trata de los conflictos con los hennanos y de muchos otros conflictos.
1 En The Psychoanalytic Study o f the Child, Nueva York, Internat. Univ. Press,
1945-1963, vols. 1-17, se ofrece muchos estudios de niños. Consúltense también las obras
de Gesell eí al., y de J. Piaget mencionadas en otras páginas de este libro. Véase Gilí, M. y
Brenman, M., Hypnosis and A llied States, Nueva York, Internat. UniV. Press, 1959. Én el
capítulo sobre desórdenes cerebrales hay referencias a estudios sobre iintoxicación experi
mental. Se examina la importancia de la privación sensorial en Miller, S. C., “ Ego autonomy
in sensory deprivation". Internat. J. Psychoanal, 1962, 43, 1-20. Allí se dan muchas refe
rencias. Véase además Solomon, P. et ai. Sensor y Deprivation, Cambridge, Mass., Harvard
Univ. Press, 1961.
212
213
2 Miller, D. R. y Swanson, G. E ,,In n e r C on flict and Defense, Nueva York, Holt, 1960.
3 Buss, A. H., The P sych olog y o f Aggression, Nueva York, Wiley, 1961; McNeil, E. R.,
“Psychology and aggression” , J. C on flict R esolution, 1959 , 3, 195-293.
214 CAP. 6. EL C O N F L I C T O , L A R E G R E S I Ó N , L A A N S I E D A D Y L A S D E F E N S A S
cónyuge se sienta seguro y se mantenga una distancia suficiente entre las perso
nas que juegan a cortejarse y flirtear.
El simple hecho de la vida en grupo implica la presencia constante de con
flictos externos e internos. Las necesidades y los deseos de personas diferentes
que viven unidas y cumplen papeles sociales y sexuales diferentes, provocan un
conflicto de intereses continuo y variado. Nuestra sociedad ha creado tradicio
nes, costumbres y rituales que ayudan a reducir tales conflictos, a volverlos so
portables, a expresarlos abiertamente de vez en cuando sin que se nos castigue
por ello. No obstante, siempre nos acompañan, pues constituyen el precio que
debemos pagar por nuestras necesidades avasalladoras de interdependencia con
otros seres humanos.4
Otra fuente importante de inevitable conflicto, y una que nos llevará direc
tamente al sistema psicodinámico es la capacidad humana de simbolizar. Desde
una edad temprana, tal vez desde el nacimiento mismo, todo ser humano es ca
paz de representarse en forma simbólica las experiencias que tiene con su cuerpo
y con lo que se convertirá en la realidad externa. A l principio parece consistir
esto en una representación mediante imágenes, probablemente los tipos de imá
genes que todos tenemos en los sueños. Pero según va pasando el tiempo y las
funciones del ego ganan en complejidad y riqueza, a las imágenes originales se
van agregando representaciones más complicadas, más abstractas, más continuas
y más lógicas. Con el tiempo, todos adquieren el sistema lingüístico de su socie
dad, sistema que tiene su propia estructura y sus reglas arbitrarias propias.
El ^conflicto es inherente a toda simbolización, porque constituye la repre
sentación de las realidades interna, somática, externa e interpersonales en formas
distintas a las experiencias originales y, especialmente en el caso del lenguaje y
las matemáticas, jamás en la forma que se las experimentó. Tanto en el lenguaje
como en las matemáticas se puede manejar los símbolos de modo que para nada
correspondan a la experiencia no verbal o no matemática. A veces esa manipula
ción simbólica le permite al hombre aumentar grandemente su dominio sobre la
realidad; a veces contradicen a la realidad, y otras expresan simplemente algo que
no corresponde a la experiencia real. Incluso cuando lo que decimos o lo que es
cribimos contradice a la realidad, puede seguir contribuyendo con mucho al go
ce mental y aligerar la carga del vivir. Como veremos, también puede contribuir
enormemente a la psicopatología humana.
Las potencialidades para el conflicto que tiene la imaginación no verbal y la
no matemática —en imaginación, en memorias, en sentimientos, en interpreta
ción, en fantasía, en creencias, en sospechas, en meditaciones no verbales—, se
conocen muy bien como para necesitar insistir aquí en ellas, Pero sí conviene re
cordar que un pequeño se representará una experiencia —la simbolizará en su
imaginación— no como la hubiera visto en una película sonora, sino tal y comp
él la experimentó: acompañada de todas las interpretaciones erróneas, los mal
entendidos, las ambivalencias, las omisiones, las pasiones y las distorsiones intac
tas. He aquí lo que el niño simboliza; ésta es la forma como recordará lo experi
mentado; he aquí lo que reactivará en la edad adulta si hay regresión —cuando
la persona forme un sueño o un síntoma o quizás cuando cree algo artístico, que
los demás podrán gozar debido a las reverberaciones propias.
Los estudios sobre simbolización infantil, como los llevados a cabo por
Piaget a lo largo de cuarenta años, revelan la confusión y la perplejidad de pen
samiento, fantasía, concepto y comunicación extraordinarias que siguen persis
tiendo mucho después de que el niño ha dominado el lenguaje ; a veces perduran
hasta los ocho y los nueve años.5 Los numerosos protocolos de Piaget sobre el
pensamiento de un niño normal en edad escolar, indican un grado casi increíble
de representaciones fantasiosas, llenas de las contradicciones más burdas, de im
posibilidades y de conclusiones ilógicas. Y no obstante, a pesar de todo esto, los
niños se las arreglan para llevar una existencia razonablemente ordenada. Proba
blemente la presencia de adultos con mayor lógica y sentido de lo real facilita
la vida a los niños, incluso en un periodo tan avanzado como el de la latencia.
En lo que toca a nuestra última idea sobre el desarrollo psicopatológico,
conviene tener presente algo en lo que Freud siempre insistió y que Piaget vol
vería a descubrir: que los modos infantiles y aniñados de percibir, concebir y
recordar no desaparecen simplemente porque algo más realista venga a despla
zarlos. La imaginación primitiva, los deseos infantiles y de la niñez, los miedos,
las fantasías y la culpa, todo deja su marca. Como Freud dijera, permanecen
como los restos de una civilización antigua, ocultos por las capas sucesivas de
civilizaciones posteriores, pero en cierta medida todas ellas vivas y activas. Por
ello debemos de tomar en cuenta no sólo los conflictos de la vida adulta —en
lo tocante a deseos, sentimientos, pensamientos y acciones—, sino también los
conflictos reprimidos de nuestra adolescencia, de nuestra latencia, de nuestra
fase edipica y preedípica, e incluso los conflictos que existieron en el periodo
simbiótico y lo que los produjo. A esto último volveremos en seguida cuando
revisemos los impulsos conflictivos del proceso primario.
El punto es que toda experiencia del adulto puede iniciar algún movimien
to de reverberación en una experiencia olvidada, reprimida e inconsciente que
dada desde la adolescencia, la latencia, la fase edipica y la preedípica o incluso
experiencias de etapas anteriores a esto. Si el adulto está despierto y goza de bas
tante buena salud, las primeras reverberaciones pudieran afectarlo poco y casi no
provocan memorias. Cuando mucho, lo harán incrementar su sentido de la identi
dad —dándole continuidad a su experiencia— y tal vez agreguen algo de cordiali
dad o satisfacción o introduzcan en sus actos cierto aire de ligereza. Si duerme y
está soñando, esas primeras experiencias, con base en su simbolización poco real
y sus conflictos inadecuados, se unirán a algunas experiencias ocurridas el día
anterior y buscarán satisfacción y descarga en un sueño manifiesto sin sentido.
Si la persona es neurótica, psicòtica o sufre desórdenes de la personalidad, las pri
meras experiencias y sus conflictos encontrarán expresión en ciertos síntomas,
aun cuando el adulto se encuentra plenamente despierto.6 Con esto pasamos a
estudiar qué lugar tiene el conflicto en el sistema psicodinàmico.
ceso secundario. Al parecer, esto sucede durante todo el día y toda la noche.
Gran parte de este funcionamiento ocurre inconscientemente mientras nos en
contramos despiertos, aunque no nos demos cuenta de ello, e incluso mientras
nos encontramos hundidos en el pensamiento regido por el proceso secundario.
Lo dicho sobre la creación del sueño manifiesto vale también para la crea
ción del síntoma manifiesto, aunque con la importante diferencia de que este úl
timo, expresión de un conflicto interno, sucede durante el día, cuando el pacien
te se encuentra completamente despierto. La diferencia entre una persona
normal y otra anormal no es simplemente cuestión de que se funcione de acuer
do con el proceso primario o con el secundario. Todos funcionamos sobre la base
de ambos procesos, estemos despiertos o dormidos. La diferencia —y se trata de
una importante— está entre aquellas personas cuyos productos del proceso pri
mario son limitados y están más o menos sujetos al control del ego, y aquellas
otras cuyo ego ha perdido todo control sobre algunos productos del proceso pri
mario, que surgen como síntomas. Dicho de otra manera, el adulto normal con
fina de tal manera las maniobras de su proceso primario que los derivados de
éste sólo aparecen en sueños, chistes, lapsus del habla y en otras parapraxias.
, Como ya veremos la persona psicopatológica muestra todas esas manifestacio
nes y, además, sufre síntomas que varían desde la aceptación de un compromiso
de corte neurótico, como son las fobias, hasta una experiencia y una conducta
caóticas y poco realistas, como las presentes en algunas psicosis.
7 Cfr. Hendrick, I., Facts and Theories o f Psychoanalysis, 3a. edición, Nueva York,
Knopf, 1958; Grinker, R. R. (dir.), Tow ard a U n ited T h eory o f H u m a n Behavior, Nueva
York, Basic Books, 1956.
218 CAP. 6. EL C O N F L I C T O , L A R E G R E S I Ó N , L A A N S I E D A D Y L A S D E F E N S A S
sintética del ego es simplemente expresión de una ley más general: la función
primaria de cualquier organismo es permanecer organizado, como sistema
separado, en un medio ambiente organizado de modo distinto. En el caso del
ego, la disminución del conflicto interno mediante la función “sintética” e in-
tegradora, crea condiciones óptimas en el sistema psicodinámico como un todo.
Cuando el ego pierde su función sintética, cosa que sucede noche tras noche, al
dormirse la persona, y de otras maneras según el grado de neurosis o de psicosis
padecido, el sistema psicodinámico vuelve a un tipo de organización anterior o
más primitivo. En la sección dedicada a la regresión diremos más al respecto.
EL EGO Y E L ID
Hemos supuesto que el ego se diferencia del id, o de un núcleo id-ego indife
renciado, gracias a sus interacciones con la realidad somática y externa. Como
acabamos de ver, una de las primeras funciones del ego parece ser regular los
impulsos del id antagónicos de manera que puedan llevarse a cabo las actividades
de la alimentación. Aunque tal regulación permite un máximo de satisfacción a
ciertos impulsos del id, demora o impide la satisfacción de otros. Una vez más
tropezamos con un conflicto en el sistema psicodinámico. Desde el comienzo
mismo, el ego está en conflicto con algunos impulsos del id, mientras que permi
te e incluso favorece la satisfacción de otros. Cuando la situación cambia y
otra actividad ejerce dominio, cambia asimismo el patrón de conflicto ego-id.
Ocurre entonces que se eliminan otros impulsos del id y se permite o favorece
la presencia de los demás. A lo largo de la vida persiste esta relación de con
flicto entre el ego y el id.
A medida que crece el infante, la realidad somática y externa va volviéndo
se de mayor importancia para las funciones del ego. Éste adquiere fuerza y sé
vuelve más complejo según introyecta y según se identifica con lo que experi
menta. Acoje, internaliza, cualesquiera aspectos de la gente y de las cosas qüe lo
rodean y que puede captar. Cada vez funciona más de acuerdo con las realidades
del cuerpo y del medio circundante, incluyéndose en esto la relación que se tiene
con la madre. Mientras tanto, el id sigue siendo poco realista y, por lo mismo,
cada vez tiene más conflictos con el creciente ego realista.
Sin la ayuda continua dé la madre al niño, el ego se encontraría en peligro
constante de verse aplastado por los impulsos del id. Esto es lo que quisimos de
cir en un capítulo anterior cuando hablamos de la necesidad de protección que
el niño tiene por parte de los adultos; y no sólo para sobrevivir, sino para permi
tirle al ego defenderse sin tener que abusar de la introyección y de la identifica
ción. Las poderosas pulsiones del id —del tipo que se libera en los terrores y en
los pánicos nocturnos-^ ejercen efectos traumáticos sobre el infante, no muy dis
tintos de los efectos traumáticos que el verse inerme ante un peligro extremo
ejerce sobre los adultos. Muy probablemente esto explique en parte la ansiedad
aguda que aparece en algunas personas neuróticas y psicóticas cuando los deri
vados del id y los procesos del ego inconscientes amenazan con derrumbar las
defensas del ego. Como veremos en los casos clínicos, la ansiedad se justifica,
porque los derivados del id y los procesos del ego inconsciente pueden invadir
las órganizacionés del proceso secundario y desintegrarlas.
Habíamos dicho, en otro contexto, que por algún tiempo la madre necesita
EL EGO Y EL ID 219
actuar como el ego temporal del niño inerme. Tenemos aquí el otro lado de la
moneda. Al principio, el ego infantil comienza a adquirir control sobre los impul
sos del id hasta ese momento incontenibles gracias a que introyectó y se identi
ficó con la imagen materna. Si el ego infantil recibe protección maternal adecua
da y se evitan los extremos del estrés externo e interno, que el infante no puede
manejar, podrá desarrollar un sistema defensivo cuya base de apoyo es el meca
nismo de la represión. Tal desarrollo requiere de mucho tiempo y no parece
completarse mientras no se resuelve la fase edípica. Dado el amplio uso hecho de
la formación de reacción durante la latencia, es posible que sólo después de la
adolescencia se tenga un sistema defensivo maduro.
No obstante, en un principio el ego del infante recurre a las introyecciones y
la identificación con la madre para suprimir cualesquiera impulsos del id, que ésta
parezca suprimir y permitirle expresión a aquéllos que ella permite expresarse.
En cuanto el infante comienza a unir, no importa cuán vagamente, las experien
cias de sentirse avasallado por las pulsiones del id con las ausencias de la madre,
mostrará señales inequívocas de padecer ansiedad de separación. Cuando la ma
dre lo deja solo, recibirá él toda señal primera de una necesidad interna como si
se tratara de un verdadero desastre. Volveremos a esto cuando, más tarde en el
capítulo correspondiente, estudiemos la ansiedad.
Uno de los peligros de la supresión, y más tarde de la represión, es que si un
conflicto llega a parecer peligroso en lo particular, el ego tratará de manejar todo
el conflicto tal y como lo encuentra: sin resolver e infantil. A medida que la con
ciencia y la preconciencia se van separando del inconsciente, estos conflictos
infantiles no resueltos se volverán inconscientes, y, por consiguiente, serán
inaccesibles a los procesos normales de la maduración y del desarrollo en el ego
preconsciente. Esto es lo que suele suceder cuando no se resuelve adecuadamente
el complejo de Edipo. Los, conflictos edípicos, acompañados de deseos, miedos
e interpretaciones erróneas, quedan reprimidos tal y como estaban, y se encuen
tran prontos a irrumpir en cuanto se debiliten las organizaciones defensivas. En
los casos clínicos veremos ejemplos de tales irrupciones.
En grado menor, todos conservamos ciertos conflictos inconscientes no re
sueltos; en un principio, conflictos francos entre el ego infantil y el id. No llegan
a interrumpir los procesos precOnscientes y conscientes del adulto debido al sis
tema defensivo que los mantiene a raya. L a ventaja de tener un sistema defensivo
del ego organizado con madurez y eficaz es que protege a las organizaciones
pre conscientes y conscientes de los derivados del id surgidos del proceso prima
rio, y de cualesquiera materiales del ego primitivos que hayan quedado reprimi
dos junto con aquéllos. En pocas palabras, aunque bajo la superficie haya con
flictos ego-id infantiles reprimidos, el ego adulto normal no sufre perturbaciones
causadas por ellos mientras permanezca despierto y goce una salud adecuada.
REGRESIÓN
toda persona duerme todas las noches, nos da esto un buen punto de partida
para examinar la regresión en general.
La regresión y el sueno
En 1938 Freud escribió que “un sueño es una psicosis, pues tiene todos los
aspectos absurdos, ilusorios y engañosos de ella” .9 El proceso del sueño nos da
a todos la oportunidad de olvidar lo real por unas cuantas horas cada noche. Nos
permite expresar cosas que tenemos prohibido expresar durante el día. Nos deja
volver a experimentar algunos de los placeres de la infancia y de la niñez, nos
deja expuestos a miedos infantiles y reactiva conflictos inconscientes que no he
mos logrado dominar ni en el pasado inmediato ni en el remoto.
Es obvia la necesidad de soñar. Pruebas experimentales recientes indican que
todos pasamos por tres o cuatro periodos de sueño cada noche, pese a que pocos
recordamos la gran mayoría de lo soñado. Si se nos interrumpe el sueño antes de
que hayamos soñado lo suficiente, cuando la persona vuelve a dormirse tendrá
probablemente un periodo extra de sueño.10 En otras palabras, todos necesita
mos un asomo de experiencia psicótica cada noche, para poder estar normales al
día siguiente.
Los escasos sueños que recordamos cuando somos adultos suelen ser poco
claros y no tener significado a nivel superficial. A veces resultan impresionantes
por extraños. En ocasiones se presentan tan atemorizantes que nos alegramos de
despertar y ver que era sólo un sueño lo que nos había asustado. El ego dor
mido y en regresión parece mezclarse otra vez con derivados del id y producir
algo parecido al estado id-ego indiferenciado dé la primera niñez. Sin embargo,
ahora aparecen muchos residuos de la niñez última, de la latencia, dé la adoles
cencia y de la edad adulta que, claro está, el infante y el niño pequeño no tenían.
Cuando durante el dormir normal los adultos caemos en la regresión, hacemos
de lado las distinciones claras entre hecho y fantasía, lo que nos fue necesario
mantener durante gran parte del tiempo en que estuvimos despiertos. Nos es fácil
pasar irracionalmente de la actividad a la pasividád y de la pasividad a la activi
dad, como vimos en el sueño citado en el capítulo 5. En los sueños podemos per
der los límites entre la realidad externa y la interna e incluso aquéllos entre no
sotros y los demás. A veces nuestra imagen corporal sufre distorsiones grotescas.
Vienen a la superficie conflictos y ansiedades que pertenecen a una fase anterior
de la vida, pero que incluyen por lo común algunos fragmentos de la experiencia
tenida el día anterior. En los sueños incluso el tiempo carece de importancia; el
pasado reciente y el remoto se mezclan sin cortapisas.
Freud llamó al sueño la vía real hacia el inconsciente; dé cierto lo es. Tam
bién es la vía real hacia la niñez y la infancia de toda persona, aunque no necesa
riamente tal y como las cosas fueron objetivamente, sino como las experimentó
el infante o el niño. En el sueño manifiesto —el sueño qué recordamos al desper
L a regresión y el fu n c io n a m ie n to a nivel d iv id id o
dades, como adultos lógicos y razonables que somos. En otros niveles estamos
funcionando simultáneamente en forma inconsciente, primitiva e incluso de
proceso primario. A veces, plenamente alertas y sintiéndonos adultos respon
sables que vivimos en un mundo realista, nos dedicamos subrepticiamente a
tratar de resolver conflictos infantiles inconscientes. Cuando nos dormimos,
cuando la realidad externa parece desvanecerse y parecen volverse vagos los
límites entre preconsciente e inconsciente, nuestras fantasías hasta ese momento
inconscientes se vuelven realidades preconscientes y las maniobras del píoceso
primario gobiernan durante la noche.12 En pocas palabras, lo que durante el
día ocurre subrepticiamente, puede ocurrir abiertamente cuando dormimos.
11 Cfr. Fisher, C., “ Construction o f dreams and images” , J. Amer. Psychaanal. Ass.,
1957, 5, 5-60; Fisher, C. y Paul, I. H., “ Subliminal stimulation and dreams” ,/. Amer. Psy-
choanal. Ass., 1959, 7, 35-83.
12 ísakower, O., “A contribution to the pathopsychology o f phenomena associated
with falling asleep" , Internat. J. PsychoanaL, 1938, 19, 331-345.
224 CAP. 6. EL C O N F L I C T O , L A R E G R E S I Ó N , L A A N S I E D A D Y L A S D E F E N S A S
La fijación y la regresión
REGRESION 225
Un niño autista de seis años tomaba la mano de una persona y la dirigía ha
cia algo; qué necesitaba ajuste, utilizando la mano como si se tratara de una herra
mienta para asir. Trepaba en una persona para alcanzar algo que deseaba, tal y
A N S IE D A D
A n sied ad norm al
paciente vuelva a vivir sus experiencias bajo una narcosis parcial y en presencia
de su terapeuta, quien puede entonces penetrar en la situación y aprovecharla.32
En los casos quirúrgicos más preparados suelen ser efectos posteriores la pérdi
da de confianza en sí mismo y sentimientos de desconfianza y de resentimiento
hacia la persona que, según piensa el paciente, debió haberlo protegido.33
A n siedad patológica
A n s ie d a d p r im a r ia
C o n t r o l d e la a n s ie d a d p r im a r ia
Como todos sabemos, el infante recibe una enorme cantidad de ayuda para
aliviar los estreses de las necesidades a los que se ve expuesto, y pronto aprende
a esperar tal ayuda. Por ejemplo, se aquieta cuando oye y ve que se realizan
los preparativos para alimentarlo, aunque nada haya entrado nn.su hambrienta
boca. Participen o no imágenes en esa anticipación, es obvio que ésta hace dismi
nuir el efecto de estrés de la necesidad interna sin satisfacerla. Una espera organi
zada toma el lugar de una tensión anteriormente vaga y avasalladora, y esa espera
o anticipación se transforma en una respuesta organizada que puede absorber
energía libre.
Cuando los adultos sufrimos una herida, un dolor o nos enfermamos, expe-
234 CAP. 6. E L C O N F L I C T O , L A R E G R E S I Ó N , L A A N S I E D A D Y L A S D E F E N S A S
A n s i e d a d d e s e p a r a c ió n
A n s ie d a d p o r la p é r d id a d e a m o r
Genet, Psychol. Monogr., 1961, 63, 199-278; Barnard, J. W., Zimbardo, P. G. y Sarason, S.,
“ Anxiety and verbal behavior in children” , Child Develpm., 1961, 32, 379-392.
238 CAP. 6. EL C O N F L I C T O , L A R E G R E S I Ó N , L A A N S I E D A D Y L A S D E F E N S A S
40 Los primeros trabajos en este campo aparecen en Federn, P., Ego Psychology and
the Psychoses, Nueva York, Basic Books, 1952.
41 Cfr. Jacobson, E., “ The self and the object-world” , Psychoanai. Study Child, 1954,
9, 75-127.
42 Hartley, R. E., “Children’s conccpts o f male and iemale roles”, Merrill-Palmer Quart.,
1960, 6, 83-91.
ANSIEDAD 239
í
El superego y sus precursores
ideales. Veremos el primer caso con especial claridad en las depresiones neuró
ticas, y el segundo en los desórdenes compulsivos.
El superego sirve de perro guardián para detectar las desviaciones a partir
de las normas socialmente aceptables antes de que se lleven a la práctica. Reac
ciona con firmeza contra todo intento de los derivados del id y de las fantasías
inconscientes por emerger, pues desorganizarían al preconsciente durante el día.
Sabemos lo que ocurre de noche, en algunos sueños, cuando disminuye enorme
mente la influencia del superego. Llegan al preconsciente sueños que nunca apa
recerán como fantasías mientras se está despierto. La expresión popular: “ ¡Ja
más soñé que haría tal cosa!” , pinta al sueño como límite de nuestra irresponsa
bilidad. A veces las fantasías inconscientes estimulan al superego para que inter
venga aun cuando la persona esté dormida y soñando. Vimos esto en el sueño de
aquella mujer que se veía a sí misma cavando en la tierra, metida en un hoyo con
su analista, mientras que una réplica de sí misma aparecía en el borde del hoyo y
le aconsejaba no continuar cavando. Éste es el tipo de situación que, se supone;
ocurre durante el día, tanto a un nivel infantil regresivo como a un nivel adulto
realista (funcionamiento a nivel dividido').
A pesar de esa exploración y evaluación con que el superego moralista con
tribuye a la estabilidad del sistema psicodinámico, también puede ser fuente de
intrusiones que interfieren con el funcionamiento correcto de los sistemas del1
ego preconsciente y del consciente. Esto es en especial cierto de las intrusiones
provenientes de los procesos del superego inconsciente y de los precursores del
superego inconsciente que siguen activos aunque los hayan sustituido organiza
ciones mucho más maduras. Se emplean contra las intrusiones del superego y sus
precursores las mismas defensas que el ego desarrolló para evitar las intrusión^
del id y del ego inconsciente. Algunas nunca llegan al preconsciente porque lo
impide la represión; otras llegan a él, pero chocan contra una negación de la res
ponsabilidad que el ego acepta como real; a otras más se las rechaza y son pro
yectadas en otras personas; esto ocurre no sólo entre las personas paranoides,
sino, de modo más general, entic las personas normales, por ejemplo, el uso de
chivos expiatorios, sean éstos otras personas o animales.
Parece surgir la ansiedad primaria en cuanto los límites del egó se deterio
ran, pues invaden el preconsciente elementos intrusos; y la regresión comienza.
En las neurosis tanto la invasión como la regresión son limitadas y basta cual
quier tipo de negociación para “detener” el proceso. Esa negociación recibe el
nombre de síntoma neurótico. La componen el elemento intruso y la defensa,'
muy a menudo con la contribución del superego. Las defensas neuróticas nítrica
son por completo eficaces. Y en alguna parte de la sintomatología se ve siempTé
algo de ansiedad.
En las psicosis, los límites del ego muestran un amplio deterioro, probable
mente debido a defectos en el desarrolló inicial del sistema psicodinámico. Lá
regresión es general y profunda. La ansiedad está presente siempre eri alguiia
fase del desarrollo psicótico y suele ser severa. En las depresiones psicótieds
surge algo que se parece a una ansiedad primaria intensa, en la que el ego en
regresión ocupa el papel de un pequeñín inerme y avasallado, contra el que un
IMS I E D A D 241
P R IN C IP A L E S M E C A N IS M O S D E D E F E N S A
mal. Pero los límites del ego, con sus mecanismos de defensa, mantienen silen
ciosa e irreconocible la mayor parte de la actividad inconsciente; lo mismo
sucede con gran parte de la función del superego, incluyendo las actividades de
los precursores del superego regresivo.
Cada noche, al cabo de unas dieciséis horas de funcionamiento del proceso
secundario, los estreses y las tensiones acumulados exigen que haya un periodo
de sueño. Durante éste es obvio que el sistema psicodinámico pasa por alguna
desdiferenciación. Siempre que el dormir viene apoyado por sueños manifiestos,
lo que parece ocurrir noche tras noche, la persona dormida sufre una regresión
profunda y una vez más el proceso primario domina sobre su pensamiento. En
los sueños puede haber rastro de experiencias infantiles, de deseos, miedos y
conflictos infantiles, mezclados con residuos de su vida adulta reciente. Ya no
se diferencia entre pasado y presente —característica típica del pensamiento del
proceso primario, que descubriremos una y otra vez en las neurosis y las psicosis.
Digamos de pasada que todo el tiempo se realiza una gran cantidad de acti
vidad más o menos automática, por debajo del nivel de conciencia, que no perte
nece al sistema inconsciente y que no funciona de acuerdo con el proceso prima
rio. Esta actividad compone lo que se ha llamado el ego autónomo y el área libre
de conflictos,46 Incluye gran parte de nuestros actos automáticos. Algunos, si
llegan a la conciencia, pueden interferir con las funciones del proceso secundario
normal, como lo hemos visto en las reacciones obsesivo compulsivas. Si se les
presta atención deliberadamente, algunos otros pueden desintegrarse. Tales son
las actividades integradas, pero inconscientes, que participan en el proceso de
caminar, de conducir un auto, de escribir a máquina, e incluso los detalles que
permiten llegar a una conclusión lógica. En cada una de esas actividades estrecha
mente organizadas la organización misma del hecho excluye cualquier elemento
que pudiera desintegrarla.
Lo mismo puede decirse de gran parte de nuestra percepción, pensamiento
y acción preconsciente y consciente organizados cotidianos. Su funcionamiento
mismo se hace cargo automáticamente de gran parte de las amenazas potencia
les venidas de la realidad externa y de la somática, ya que nuestros procesos se
cundarios fueron creciendo mientras íbamos dominando el cuerpo y su medio
circundante.47 En todo esto sé da por hecho la integridad fisiológica y la capaci
dad del organismo y, én especial, del cerebro como órgano de integración prin
cipal. Hemos visto lo que sucede en el momento en que algo va mal con el fun
cionamiento fisiológico, cuando presenciamos o experimentamos un delirio.
En grado considerable —mucho mayor de lo que hasta hace poco se creía
posible—, es esencial estar sujeto a percepciones, pensamientos y actos realistas
para evitar las intrusiones de los derivados del id, del ego inconsciente reprimi
do, del superego inconsciente y de sus precursores. Han informado de.vez en
cuando de esta necesidad personas que se vieron aisladas de la interacción hu
mana, debido a un accidente o por estar dedicadas a exploraciones prolongadas.
Encontraron que la falta de interacción con seres humanos les producía a me
nudo alucinaciones y delirios, en ocasiones muy aterrorizantes y desintegradores.
Incluso el hombre ordinario ha sabido por siglos que el mantenerse activo y en
4b Cfr. Hartmann, H., Ego Psychology and the Problem o f Adaptation (trad. por D.
Rapáport), Nueva York, Intemat. Univ. Press, 1958.
47 Perloe, S. I., “Inhibition as a determinant o f perceptual defense” , Percept. Motor
Skills. 1960, 11, 59-66.
244 CAP. 6. EL C O N F L I C T O , L A R E G R E S I Ó N , L A A N S I E D A D Y L A S D E F E N S A S
contacto con otros ayuda mucho a dominar las ansiedades, sean éstas razona
bles o ilógicas, sean primarias o sean aprensiones justificadas. Nunca se ha inves
tigado y verificado sistemáticamente este tipo de influencia como una defensa
generalizada contra el surgimiento de material en el proceso primario, de no ser
por estudios recientes sobre la privación sensorial o el aislamiento perceptivo.48
Sobre la base de lo dicho, queda claro que puede usarse casi cualquier acti
vidad como defensa que permite mantener o recuperar el funcionamiento nor
mal del proceso secundario diurno. Por paradójico que parezca, incluso las fan
tasías más irracionales ayudan a aplacar la ansiedad primaria, que de otro modo
podría aplastar a una persona. Anna Freud describió vividamente esto en su
explicación de las fantasías defensivas de los niños.49
No obstante, durante el día, nuestras organizaciones preconscientes y cons
cientes necesitan protección especial contra las invasiones de los derivados del id,
de las actividades del ego inconsciente reprimido y del superego para poder fun
cionar normalmente. Lo que estamos por describir son ciertos mecanismos cuyas
funciones en el adulto son predominante y especialmente defensivas. En su ma
yoría funcionan a nivel inconsciente, aunque no pertenecen al sistema incons
ciente. Topográficamente hablando, se las puede describir como pertenecientes
a los límites del ego. Son las principales fuerzas de defensa encargadas de man
tener y restaurar la identidad de las organizaciones preconsciente y consciente,
de protegerlas específicamente contra la desintegración del interior.
No hay un acuerdo general respecto al número de mecanismos de defensa
que deben aceptarse. Un informe reciente de trabajos clínicos que se están reali
zando indica claramente que la organización defensiva del ego constituye un con
tinuo y que cualquier intento de separar los mecanismos de defensa resultará
arbitrario. Sobre la base de la experiencia clínica, dichos estudios enumeran vein
ticuatro defensas básicas de primer orden y quince de segundo orden o comple
jas.50 Hemos tomado de tal lista los quince mecanismos de defensa que común
mente participan en la formación de síntomas neuróticos y psicótiqos. Son:
introyección, proyección, identificación, regresión, represión, negación, forma
ción de reacción, desplazamiento, rechazo del yo, aislamiento, anulación, rituü-
lización, intelectualización, racionalización y sublimación. Aqytí nos limitaremos
a dar una definición breve de cada defensa. En los capítulos inmediatos ampliare
mos algunas de esas definiciones y describiremos cómo funcionan en los síndro
mes clínicos reales.
48 Cfr. Solomon, P. et al., Sensory Deprivation, Cambridge, Mass., Harvard Univ. Press,
1961; véase también la mesa redonda con Freedman, S. J., Hebb, D. O., Held. R., Riesen, A.
H. y Téuber, H. L. en “ Sensory deprivation: facts in search of a thedry” , J. nerv. merit. DiS.,
1961,1 3 2 , 17-43.
49 Freud, A., The E go and the Mechanisms o f Defense. Londres, Hogarth Press, 1937,
Murphy, L., “Coping devices and defense mechanisms in relation to autonomous functions’’,
Bull, M enn. Clin., 1960, 24, 144-153.
50 Bibring, G. et al., “ A study of the psychological processes in pregnancy and o f the
earliest mother-child relationship” , Psychoanal. Study Child, 1961,1 6 , 9-72.
P R I N C I P A L E S M E C A N I S M O S DE D E F E N S A 245
«... . 9
53 Freud, A., The Ego and the Mechanisms o f Defense, Londres, Hogarth Press, 1937
54 Véase el caso de Sally J.
P R I N C I P A L E S M E C A N I S M O S DE D E F E N S A 247
R epresión
Hace ya más de medio siglo que se reconoce la represión como la piedra fun
damental de las organizaciones defensivas, tanto en las personas normales como
en las neuróticas. Sus orígenes son oscuros. Parece relacionarse con la supresión
consciente y con la negación preconsciente, pero normalmente funciona á nive
les inconscientes, como ocurre con gran parte de las defensas del ego. Como
vimos en el capítulo 2, normalmente se presenta una regresión masiva cuando se
está resolviendo el complejo de Edipo, de modo que los niños y los adultos ape
nas recuerdan algo de sus fases edípica y preedípica. El testimonio de sueños,
mitos y síntomas indica que en el sistema psicodinámico siguen presentes huellas
de muchas experiencias infantiles, aunque normalmente no se puede llegar a
ellas. En las psicosis reaparecen algunas de ellas, aunque no en su forma primiti
va, sino con las modificaciones que les imponen las experiencias de la niñez y de
la edad adulta y con las transformaciones resultantes de los residuos de defensa
y de un superego regresivo.
La represión es silenciosa. Tan sólo sabernos que ha desaparecido algo que
debería estar presente. La represión aparentemente se desarrolla y utiliza al prin
cipio para “contener” los procesos primarios de los derivados del id y cualesquiera
tendencias del ego que resulten peligrosas o que las hayan prohibido las figuras
paternas. Más tarde, se le emplea también contra el superego y sus precursores.
En toda persona, normal y anormal, la represión será durante toda la vida la
principal defensa contra las intrusiones procedentes de esas fuentes.55 Es nor
malmente el principal mecanismo de defensa para mantener los límites del ego,
y Constituye así todo aquello que dichos límites expulsan hacia el inconsciente.
Como la represión llega a su madurez total muy avanzada la niñez, toda
regresión profunda y total probablemente deteriorará seriamente su eficacia.
Cuando esto sucede durante el sueño normal, los efectos ejercidos sobre la ex-
peñenciá y la conducta están limitados por unaparálisis motora simultánea. Cier
to que en los sueños suelen aparecer alucinaciones e ilusiones, pero desaparecen
en cuanto la persona despierta o, si son recordadas, un ego saludable se ríe de
ellas. Cuando una regresión profunda y total se presenta mientras la persona está
despierta, los efectos del material anteriormente reprimido, que ahora invade al
ego preconsciente y consciente, pueden ser devastadores. Tal es la situación pre
sente en las psicosis severas y en muchos desórdenes mentales. Los límites del
ego normales no logran mantenerse, la represión falla y “el regreso de lo repri
mido” se maneja como si fuera un hecho del presente y no la expresión de un
pasado infantil. Cuando eñ los sueños y las. psicosis fracasa la represión, suelen
entrar en juego las defensas más primitivas de la introyección, la proyección y la
identificación, mientras que al mismo tiempo los procesos primarios pueden una
vez más dominar la percepción, el pensamiento y la conducta.
Negación
K Formación de reacción
I A l igual que la introyección, la proyección y la identificación, la formación
de reacción tiene una parte en las primeras etapas del desarrollo de la personalidad,
antes de volverse una defensa. En el capítulo 5, cuando examinamos los precur
sores del superego, mencionamos la importancia de las formaciones de reacción
en el control de los impulsos y las fantasías prohibidas durante el segundo año de
la vida posnatal. El pequeño adopta actitudes diametrales opuestas a esos impul
sos y fantasías prohibidas, generalmente al imitar a uno de los padres cuyo amor
necesita. 57 De tal manera el pequeño adquiere control sobre sus impulsos de en
suciarse y ser cruel y, de hecho, termina por ser limpio y amable. Esas formacio-
nes de reacción, suelen ser reemplazadas por el desarrollo del superego posedípico,
que viene a establecer actitudes paternales y sociales como parte integral del
sistema psicodinámico del niño en crecimiento.
Se utiliza la formación de reacción como mecanismo de defensa por parte de
los adultos cuantío la represión resulta inadecuada y necesita de reforzamiento.
Esto se ve muy claramente en las reacciones obsesivo compulsivas, donde de la
experiencia preeonseiente o consciente surgen juntos el ensuciarse y la sexualidad.
Este surgimiento viene a repetir conflictos preedípicos no resueltos llevados por
el paciente a la fase edípica y. reprimidos en ella cuando aún continuaban sin ser
resueltos. La formación de reacción se encuentra también Como un elemento
constitutivo constante en los desórdenes del carácter en los que, por ejemplo,
una limpieza o una amabilidad exageradas simplemente-encubren impulsos hos
tiles de ensuciar, ser Cruel o destruir. El defecto principal en esos desórdenes del
carácter es la rigidez. Como aquello contra, lo que la persona se define es un com
ponente inconsciente de la personalidad del individuo, aquélla no puede permi
tirse meditar las cosas, reflexionar o mostrarse flexible, a menos que esté dispuesta
i
56 Cfr. Jacobson, E., “ Denial and repression” , J. A m er. Psychoanal. A ss 1957, S, 6Í¡-
92; Miller, D. R., “ Studies o f denial in fantasy” en David, I-I. P. y Brengelmann, J. C. (dirs.),
Perspectives in Persoruzlity Research. Nueva York, Springer. 1960, págs. 43-64.
37 Peak, H., Muney, B. y Clay, M., “ Opposite structures, defenses and altitudes” ,
Psychol. Monogr., 1960, 74, expediente núra. 495.
250 CAP. 6. EL C O N F L I C T O , L A R E G R E S I Ó N , L A A N S I E D A D Y L A S D E F E N S A S
Desplazamiento
Rechazo del yo
v
ahora contra el yo, pero sin modificar su carácter ni su propósito. También cabe
en este apartado el tipo de ilusiones paranoides que acabamos de describir en la
sección sobre desplazamiento. En las fobias tenemos el rechazo del y o como una
defensa inconsciente. Agnes W. comenzó su enfermedad a partir de una ola de
enojo justificado contra su infiel amante, quien la abandonara en un momento
en que necesitaba mucho su presencia. Pero a continuación volvió irracionalmente
su furia contra ella con consecuencias casi fatales. El rechazo del yo es un rasgo
común de las depresiones psicóticas cuando el paciente se acusa de crímenes que
son, en realidad, exageraciones de la conducta enojosa de una persona a quien se
ama y se odia. El caso de Constance Q. ejemplifica el funcionamiento de este me
canismo de defensa, junto con el de la introyección regresiva. Se trataba de una
chica confiable, trabajadora y respetable, pero cuando su tensión y su ansiedad la
trastornaron, cayó en un nivel depresivo psicótico y allí aprovechó algunas fallas
olvidadas como base para acusarse, fallas que no eran de ella, sino de sus hermanos.
¿Qué se logra con el rechazo del yo? En las regresiones psicóticas parece que
logra poco más que impedir una mayor desintegración del sistema psicodinámico.
En algunas fobias y depresiones puede reducir ansiedad y ayudar a reimprimir
conflictos desplazando hacia el yo los impulsos sexuales o agresivos de una perso
na a quien se ama y se odia simultáneamente. Se diría que tales pacientes toleran
con mayor facilidad la actitud sadomasoquista contra sí mismos que el odio que
de otra manera sentirían hacia los demás. Tanto en las fobias como en las depre
siones psicóticas esta maniobra presenta peligros, pero, debido a la mayor re
gresión presente en la psicosis, son mayores las posibilidades de que se lleven a
cabo esos impulsos peligrosos en las depresiones psicóticas.
Aislamiento
En una joven que padecía un desorden del carácter, y que de ninguna manera
era fetichista, persistía junto a un conocimiento, adulto pleno de que eso era impo
sible, la creencia de que las visceras de una mujer caían al suelo tras de que ésta
daba a luz. Cuando la paciente pudo finalmente expresar tal creencia, de modo
muy parecido a como lo haría un niño y sin ninguna sensación de que pudiera
ser ridículo, aceptó con completa inocencia, como si jamás hubiera escuchado tal
cosa antes, una sencilla explicación de lo injustificado de su ansiedad. La ansiedad
y los síntomas desaparecieron. Esto equivalió a hablarle al paciente al nivel de
regresión en el que en ese momento estaba y a ayudarla a terminar con su aisla
miento, cosa que ocurrió.
Intelectualización y racionalización
Ritual y anulación
i, ; -• .i ,
Una vez más, en el ritual —y en la anulación, que suele ser ritualista— tene
mos formas de conducta y de pensamiento llenas de valores constructivos y de
usos defensivos. No sólo el hombre lleva a cabo rituales complejos. Se les puede
encontrar en muchos otros organismos como una parte esencial de la conducta,
59 Bibring, G. et al., “ A study o f the psychological processes in prégnancy and of the
earliest mother-child relationship” , Psychoanal. Study Child., 1961, 16, 9-72.
P R I N C I P A L E S M E C A N I S M O S DE D E F E N S A 253
si bien por lo común ininteligible. Por ejemplo, la danza de ciertos pájaros duran
te el cortejo constituye una manifestación completamente ritual. Si alguien lo
interrumpe en su danza, el pájaro no sólo es incapaz de completar el apareamiento,
sino también de continuar a partir de donde se le interrumpió. Al igual que algunos
de nuestros pacientes obsesivo compulsivos, que han elaborado un ritual perso
nal en relación con sus impulsos sexuales o agresivos, el pájaro tiene que comen
zar desde el principio mismo de esa danza ritual.
El ritual humano es una de las variedades más tempranas de controlar el me
dio circundante, la conducta ajena y el yo. Constituye la base de una repetición
exacta y, por consiguiente, del desarrollo científico y tecnológico. El ritual es, en
todas las sociedades, una parte tan importante de la vida humana normal, que sería
absurdo tomarlo siempre como una defensa contra la ansiedad. Lo mismo puede
decirse de la anulación, la cual es mágica, tradicional y universal. La penitencia,
los códigos penales y las penitenciarías tienen como base la convicción de que es
posible anular el crimen mediante una ejecución o una privación adecuada.
El ritual y la anulación se usan como defensas cuando le ayudan a la persona
a resolver o, por lo menos, a evitar un conflicto, cuando evitan la aparición de la
ansiedad primaria o permiten controlarla tras su aparición. El ritual compulsivo
suele ser una caricatura de la cautela. Es necesario hacer algo de cierto modo ya
predeterminado y completo hasta el último detalle. De omitirse algo, de hacerlo
incorrectamente o de olvidarlo una vez cumplido, el paciente se siente abrumado
por la ansiedad. Tanto en los desórdenes obsesivo compulsivos como en las prác
ticas de culturas antiguas puede perderse por completo el significado del ritual,
en las prácticas culturales debido al olvido y en los desórdenes obsesivo compul
sivos debido a la represión.
Muchas razones hacen conservar en las prácticas culturales las ejecuciones ri
tuales. Una de ellas, el goce que proporcionan tanto al participante como al
observador. Otra, que puede constituir intentos mágicos de controlar fuerzas peli
grosas. En las neurosis y psicosis se conservan las ejecuciones rituales por razones
parecidas. Se diferencian de los rituales sociales en que presentan un patrón indi
vidualizado y porque se los dirige casi exclusivamente contra la aparición de cont-
flictos inconscientes, acompañados de ansiedad. Como defensa del ego incons
ciente, la anulación suele consistir en la ejecución ritual de un acto opuesto al
que acaba de realizar el paciente, para así cancelar o equilibrar cualquier mal que
haya podido colarse. A veces consiste en repetir la misma acción, que por alguna
razón provocó ansiedad, pero con una actitud conscientemente distinta. Los pa
cientes obsesivo compulsivos suelen ser personas sumamente inteligentes y cono*-
cedoras, que reconocen lo absurdo de sus síntomas. Sin embargo, son tan incáí-
paces de evitar esas repeticiones rituales como la persona normal de evitar tener
un sueño ridículo.
255
256 CAP. 7. R E A C C I O N E S DE A N S I E D A D
I que no supiera qué hacer, qué oír o hacia dónde mirar. Los músculos del paciente
están tensos y su sistema nervioso autónomo está sobreactivado. Su ritmo de vida
habitual, incluyendo el funcionamiento fisiológico de las visceras, pueden verse
se por largo tiempo a una actividad. Empieza a leer un cuento y enseguida deja la
lectura. Cambia irritado de un programa de televisión a otro, pone un disco sin
haber terminado el anterior, pasa de una página del periódico a otra sin acabar de
leerlas, y no encuentra satisfacción en nada. Mala memoria, incapacidad de con
centración y falta de claridad mental son efectos directos comunes causados por
una tensión y una ansiedad excesiva, incluso en personas perturbadas sólo
temporalmente.
Estos efectos se intensifican porque el paciente se preocupa de amenazas y
conflictos internos, los cuales provienen de los márgenes de la actividad precons
ciente e inconsciente, que en ese momento comienzan a interrumpir o invadir el
pensamiento. La persona neuróticamente ansiosa suele dedicarse a fantasear sobre
cosas a las que teme y que lo espantan, sean pasadas, presentes o futuras. A veces
una ensoñación diurna es tan aterrorizante que es suficiente para provocar un
ataque de ansiedad súbito. Éste pudiera resultar tan alarmante en sí, que borre
toda memoria de la ensoñación que lo precipitó. Al paciente le parece que el
ataque surgió de la nada y que es signo cierto de que está sufriendo una enfer
medad orgánica terrible o de que se está volviendo loco.
El soñar durante la noche puede convertirse en otra fuente de fantasías ate
morizantes. Los sueños de ansiedad y las pesadillas forman parte de una per
turbación general del sueño en los desórdenes de ansiedad. A menudo, un sueño
manifiesto, tal y como lo recuerda el paciente, parece haber comenzado muy
bien, tal vez con la representación de la satisfacción plena de un deseo prohibido.
Pero pronto las cosas escapan de todo control. Surgen personajes aterrorizantes
—como el policía que en la vida real aparece cuando se está haciendo algo in
debido— o el sueño manifiesto sufre alguna transformación que vuelve la situa
ción súbitamente horrible, atemorizante, extraña o triste. Si la intensidad de tal
desarrollo es lo bastante fuerte, la persona despierta mostrando todas las señales
clásicas de la ansiedad agudat He aquí un ejemplo:
Los desórdenes del sueño son casi universales en las reacciones de ansiedad;
el sueño aterrorizante constituye la parte más dramática, esó es todo. Casi to
dos los que sufren ansiedad se quejan de no poder dormir y, cuándo finalmente
lo consiguen, la menor perturbación los despierta. Volverse a dormir resulta
entonces tan difícil como en un principio y por las mismas razones: tensiones
corporales, anticipaciones que causan temor, fantasías, miedos de descuidar las
defensas, que viene a ser miedo de perder todo el control.1Por-ello el cuerpo de
la persona ansiosa parece estar alertado día y noche por algún peligro que nuirícá
llega a materializarse y que nunca desaparece.
En casi cualquier órgano o sistema del cuerpo se encuentran manifestaciones
V A R I E D A D E S DE L A R E A C C I O N DE A N S I E D A D 261
dad y un caminar inestable. Durante tres años había estado sufriendo de constante
“tensión nerviosa” , irritabilidad, fatiga, un ritmo sexual creciente acompañado
de insatisfacción, incapacidad de relajarse, falta de sueño y pesadillas frecuentes.
De un año a la fecha su inquietud había crecido notablemente, de modo que le
resultaba muy difícil permanecer quieto, sentarse o acostarse. Se sentía impul
sado a la sobreactividad, de modo que terminaba por agotar a quien trabajaba
con él y por agotarse. Bebía durante el día, para “tranquilizarse” , y por la noche
tomaba barbitúricos para poder dormir.
Pronto comenzó a tener ataques de ansiedad frecuentes. El primero le vino
de súbito, mientras se vestía para salir de noche. Algo pareció rompérsele en la
cabeza, todo comenzó a parecerle poco natural y sintió que se desmayaba. Se
echó sobre la cama por un largo rato, el corazón golpeándole el pecho, respirando
con dificultad y pensando una y otra vez “Me muero, me muero” . Más tarde
tuvo otros ataques, que consistieron en “extrañas sensaciones en la cabeza” , de
bilidad, sudores, temblores violentos, palpitaciones y la convicción de que algo
terrible le estaba sucediendo. Fue el miedo a tales ataques y a lo que pudieran
significar lo que lo hizo buscar y aceptar ayuda.
Dada la naturaleza de los síntomas y el resultado de un diagnóstico com
pleto, quedó claro que se trataba de una ansiedad crónica muy antigua. En el
transcurso de la psicoterapia, tiempo en el que se vio al paciente tres veces a la
semana durante dos meses, surgieron muchos factores que explicaron el desarro
llo y la perpetuación de esa reacción de ansiedad. En varias ocasiones, durante las
sesiones terapéuticas, se presentó bastante ansiedad libre, relacionada con mate
riales conflictivos. Cuando sucedía esto, Walter sé apoyaba siempre en el brazo
del sillón y se dedicaba coii la boca a movimientos rítmicos, que dé inmediato
daban la impresión del amamantamiento de un infante. Explicó espontáneamen
te qué esta maniobra le funcionaba como una medida de emergencia para dismi
nuir la tensión: En las sesiones terapéuticas sufrió en dos ocasiones ataques de
ansiedad violéntos. En el primero se puso furioso porque el terapeuta no compartió
su alarma y no llamó a un cardiólogo.
■ iihlcner éxito y sentirse poderoso. Eligió nuevos amigos, obtuvo de sus padres
liv im iados una buena mensualidad, se compró un auto, tuvo muchas citas y
I" bió inmoderadamente. Al mismo tiempo, se despreciaba por lo que estaba
inuaeiido y en ocasiones odiaba a sus nuevas amistades, y siempre se sentía des-
iucelado por las chicas con las que salía. Tras un año de especialización en geolo-
HÍa y dos más en los campos petroleros del país, aceptó un bien pagado puesto
an el extranjero.
El extranjero le resultó a Walter pesado, el clima demasiado cálido, el nivel
de vida lujoso y la vida social muy atractiva. Los norteamericanos y los europeos
formaban una comunidad pequeña en que todos se conocían y se veían constan
temente. Soltero que era, y no carente de atractivos, pronto se vio enredado en
una serie de aventurillas con las aburridas esposas de otros hombres. Una de esas
aventureras se volvió seria y, para escapar de ella, el paciente pidió un permiso
de seis meses; pero a su regreso, volvió a enredarse con la misma mujer. Este
periodo coincide con el incremento de los síntomas, enumerados al comienzo
de este caso, aparecidos tres años antes de que el paciente buscara ayuda tera
péutica.
Se vio claramente que en un principio Walter no relacionaba sus dificultades
personales con los síntomas. Sin embargo, la psicoterapia puso al descubierto
múltiples relaciones. El conflicto más sencillo surgía de que su amante era la es
posa de su mejor amigo. A l principio habló de ello con el mismo desprecio-que
comentaba sus “citas” con chicas universitarias. Según fue ganando la libertad
de experimentar otras actitudes emotivas, sus sentimientos cambiaron y fueron
de ira, primero contra el terapeuta y luego contra la amante. Decía entonces que
ésta le había reforzado su desconfianza en las mujeres, le había hecho rechazar
aún más la posibilidad de un matrimonio normal y le había echado a perder la
amistad con el esposo de ella. Las limitaciones de tiempo y el trabajo psicológico
impidieron que se explorara este triángulo, excepto que se lo relacionó con las
experiencias de Walter en su hogar cuando adolescente.
El primer ataque de ansiedad aguda comenzó a las pocas semanas de haber
descubierto Walter que otros sabían de su aventura. Asi, tenía razones ahora
para temer el escarnio y la venganza. Su sentido d e .culpabilidad básicamente
marcado, fortalecido ahora por un miedo real, duplicó su ansiedad y lo obligó a
huir por segunda vez de la situación. Sin embargo, en esta ocasión huyó como un
hombre enfermo que se sabía enfermo.
El resultado de la terapia, de duración relativamente breve, incluyó el hacer
lo comprender las limitaciones y susceptibilidades de su personalidad y cierta
capacidad para relacionar sus síntomas con sus orígenes infantiles y con lo su
cedido en el presente. Dejó de tener ataques de ansiedad y redujo considerable
mente su tensión crónica. Cuatro años más tarde escribió que habían desapare
cido los síntomas de ansiedad, aunque persistía en él su desconfianza en las
mujeres. Seis años más tarde envió un mensaje en una tarjeta de Navidad; infor
maba haberse casado y se sentía seguro de haber hecho una buena elección. Es
obvio que el proceso de maduración de la personalidad, iniciado cuando la te
rapia, había continuado por varios años.
En este caso el paciente estaba clarámente consciente de la ansiedad intensa
que lo poseía y del deseo apremiante que sentía de escapar de ella. Sus síntomas
corporales —su principal preocupación en un principio—, su sobreactividad, sus
pesadillas y sus ataques de ansiedad, todo indicabá la necesidad urgente que tenía
de hacer disminuir aquella tensión intolerable. No llegó a tener síntomas estables,
pero sí descargaba confusamente sus tensiones a través de cántales conductuales
francos y ocultos. A l mismo tiempo, de no ser por la ayuda recibida, no hubiera
reconocido que su ansiedad aumentaba constantemente, al enredarse en situa
ciones verdaderamente peligrosas, que le provocaban un conflicto interior inten-;
264 CAP. 7. R E A C C I O N E S DE A N S I E D A D
so. Su conducta sugería que estaba buscando castigo, pero que la posibilidad de
recibirlo lo aterrorizaba.
Esta enfermedad tiene como antecedente una ansiedad infantil crónica, sur
gida en un hogar donde continuamente se insistía en el pecado, en la culpa y en el
castigo. A ojos de Walter, las normas morales que había internalizado en su casa,
habían sido violadas claramente por los padres, quienes buscaron el divorcio por
que ya no se amaban. Lo que él consideraba un engaño y un pecado cometido
por los padres, tuvo un papel importantísimo en hacerlo adoptar una actitud
rebelde y socialmente irresponsable en sus años de universidad. Se trata de un
ejemplo de identificación adolescente. Pero el que se despreciara por lo que esta
ba haciendo, el que odiara a sus amigos y despreciara a las chicas con quienes
salía, indica que las normas del superego internalizadas seguían activas, aunque
resultaran ineficaces. Esas actitudes dominadas por el conflicto expresaban a la
vez qué sentimientos tenía él por sus padres.
Las actitudes contradictorias y ambivalentes que había derivado de sus ex
periencias emocionales traumáticas en el hogar, lo acompañaron cuando se fue a
trabajar en el extranjero. Trató allí, sin ningún éxito, de establecer algún tipo de
patrón de vida que le permitiera satisfacer sus necesidades contradictorias de
amor y venganza, de seguridad y de engaño. La relación terapéutica le permitió
desembrollar parte de ese enredo emocional, comprender qué había venido ha
ciendo y cómo lo afectaba, comparar su vida de antes de los dieciocho con la
posterior. No pudo durante la terapia resolver sus conflictos básicos respecto a
los padres o las distorsiones que esos conflictos introducían una y otra vez en
sus relaciones con hombres y mujeres. Dado su matrimonio diez años más tarde,
es probable que la terapia por lo menos haya abierto las posibilidades de un
crecimiento personal y un aprendizaje durante los años subsecuentes.
Ataques de ansiedad
Walter A., hizo cuando sufrió su primer ataque durante las |sesiones de psicote-
lapia. Tras un lapso que va de algunos minutos a una hora, el ataque disminuye
y llega a un nivel comparativamente leve o desaparece del todo.
Los ataques de ansiedad no son siempre tan severos o dramáticos como el
descrito, y a menudo consisten en episodios breves de intensidad moderada, que
provocan miedo, pero no imposibilitan a la persona. Los síntomas varían consi
derablemente de un individuo a otro y dependen ante todo de los patrones de
respuesta habituales de la persona ante el miedo o la excitación. En algunos casos
el sistema cardiovascular soporta el peso de la descarga súbita; en otros, le toca
al sistema respiratorio, al gastrointestinal o al genitourinario. A veces las perso
nas experimentan durante el periodo de ansiedad aguda una desorientación
momentánea, sufren distorsiones de la memoria o se quejan de captarlo todo
como irreal. Algunas experimentan perturbaciones en la percepción, de varios
tipos y en distintos campos, o un impedimento temporal en la locomoción, en la
coordinación, en el habla y en el pensamiento. Ocasionalmente sirve de heraldo a
un ataque de ansiedad lo que el paciente describe como un rompimiento o una
explosión en la cabeza, del tipo experimentado por Walter A., y para el que
aún no tenemos una explicación satisfactoria.
Reacciones de pánico
2 Cantril, H., The Invasión' from Mars, Princeton, N. J., Princeton Univ. Press, 1940.
Johnson, D. M., ‘The ‘phantom anesthetist’ of Mattoon: a field study o f mass hyste-
ria” ,7. abnorm. soc. Psychol., 1945,40, 175-186.
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 267
Una razón para comenzar nuestro estudio de las neurosis con la reacción de
ansiedad es que se aproxima mucho a las experiencias cotidianas. Las experiencias
de las personas neuróticamente ansiosas, así como su conducta franca, se parecen
a las de las personas normales que se encuentran ante un peligro y no pueden es
capar de él, que se han enojado pero no se atreven a expresarlo o que fueron pro
vocadas y nada pueden hacer al respecto.
Otra razón para comenzar con la reacción de ansiedad es que la tensión y la
ansiedad excesivas son en verdad fundamentales en todas las neurosis.4 Gran par
te de lo que aquí diremos acerca de las reacciones de ansiedad, y en especial acer
ca de su dinámica y desarrollo, vale también para otros patrones neuróticos. Tal
vez sea muy diferente su apariencia superficial, pero tras su organización de
síntomas específicos siempre hallaremos tensión y ansiedad excesivas.
Por ejemplo, cuando las defensas fóbicas fallan, se presentan ataques de an
siedad típicos. Es obvio entonces que las fobias han estado impidiendo el surgi
miento de ataques de ansiedad aguda. Lo mismo ocurre en las reacciones obsesivo
compulsivas. Si se interfieren con los áctos repetitivos o las medidas rituales, lo
usual es que aflore la ansiedad aguda. Incluso en las reacciones de conversión, en
donde el cuadro clínico normal es de suave indiferencia, en cuanto el paciente
trata de aplicar sus defensas neuróticas, tras esa suave fachada defensiva se encuen
tra una severa ansiedad neurótica. En pocas palabras, gran parte del cuadro defen
sivo de las otras neurosis son defensas contra la tensión y la ansiedad caracterís
ticas de las neurosis de ansiedad. 5
nes de conflicto atraen a esos individuos, los fascinan de modo especial, aunque
casi siempre están inconscientes de tal atracción. Estas personas se encuentran
preocupadas inconscientemente por conflictos sin resolver, y dicha preocupación
los empuja hacia situaciones que les permite a los conflictos cierto grado de expre
sión. De hecho, a menudo las personas ayudan a crear dichas situaciones sobre la
base de cualesquiera relaciones interpersonales, como el caso de Walter A. En
muchas ocasiones tal propensión constituye el verdadero problema terapéutico.
¿Por qué se involucra un adulto inteligente en situaciones de conflicto e in
cluso ayuda a crearlas, cuando tan sólo le traen tensión y ansiedad? ¿Por qué se
empeña en repetir una conducta que siempre termina en frustración, futilidad y
sufrimiento? Una respuesta obvia es que el paciente no sabe lo que está haciendo
o por qué lo está haciendo. Esto suele ser cierto, pero no lo es siempre. A veces
un paciente afirma abiertamente que sabe lo que está haciendo y adonde lo lle
vará tal, y, sin embargo, parece incapaz de evitarlo. Se siente impulsado irresis
tiblemente a repetir el patrón de futilezas usado; y ese impulso irresistible es el
que no entiende ni puede entender hasta que no lo ha resuelto con ayuda de la
terapia.
Pueda o no el paciente verbalizar lo que está haciendo y lo que lo atrae, la
situación básica sigue siendo la misma. Se ve impulsado a repetir su conducta fú
til y frustrante - en la acción franca, en la fantasía o en las ensoñaciones— debido
a la presión inexorable de urgencias, miedos, tentaciones y conflictos infantiles e
inconscientes. Cabe agregar a ello la atracción de ensoñaciones más o menos cons
cientes y de patrones motivacionales adultos. Esas presiones y esas atracciones
exigen que se intente obtener la satisfacción. Las situaciones de la vida adulta
que se parecen a otras conflictivas de la infancia reavivan la esperanza y parecen
prometer que habrá satisfacciones. Pero cuando vuelven a terminar en fracaso,
no sólo se tiene que dominar la tensión del deseo sujeto a presión, sino también
la ansiedad provocada por la oposición de unsuperego infantil reactivado.
Por ello vemos que la persona neuróticamente ansiosa trata una y otra vez
de reavivar las relaciones de objeto infantiles, pero ahora con adultos y en situa
ciones de la vida adulta. Todos ésos intentos son de carácter regresivo y permiten
la participación de componentes primitivos del superego. El paciente adopta
inconscientemente un papel infantil y ansia una conducta de papel recíproco
que corresponda a su papel infantil. Tal ansia terminará necesariamente en frus
tración, pues es raro el adulto que obtiene gusto de satisfacer necesidades infanti
les en otro adulto; La inevitable frustración del paciente provoca las tensiones de
una rabia infantil, y ésta, llena de fantasías primitivas de venganza, produce una
sensación de culpa y el miedo de un desquite. Esa culpa y ese miedo tienen oca
sionalmente raíces reales, en especial cuando el paciente pone en práctica los
productos de sus conflictos inconscientes, tal y como lo hizo nuestro ingeniero
petrolero. El resultado final de esta confusión respecto a motivo, emoción y
objeto, son la conducta repetitiva e ininteligible que el paciente muestra y el eno
jo, la irritabilidad o la revancha de los perplejos adultos que lo rodean.
7 Freud, A. y Burlingham, D. T., War and Children, Nueva York, Willard, 1943.
8 Janis, \.,Air War and Emotional Stress, Nueva York, McGraw-Hill. 1951.
276 CAP. 7. R E A C C I O N E S DE A N S I E D A D
muerta, “tal como ocurrió con la abuela” . La muerte de la abuela había causa
do una profunda impresión en la paciente, y por tanto, la amenaza de la madre
nunca dejaba de perturbarla. Fue éste el patrón específico de inseguridad en
que se crió.
A los veintidós años se casó con un hombre estable y responsable, mayor
que ella, quien murió cuatro años más tarde, doce meses después de que hubie
ron perdido su único hijo a causa de una meningitis tuberculosa. Poco tiempo
déspués de esto, la paciente cuidó de un hermano, que padecía tuberculosis pul
monar, durante un año, hasta que se recobró. En ese tiempo supo de los peligros
de una infección por contagio y comenzó a suponer que su hijo había muerto
por haberse visto expuesto a la enfermedad del hermano de ella. Se descubrió
pensando que bien podría el hermano haberse mantenido alejado o haber muerto,
en lugar de ser la causa de la muerte de su único hijo. Comenzó a odiar la presen
cia del hermano, ya durante el periodo en el que lo estaba cuidando, y se culpaba
y lo culpaba por la muerte de su hijo. En esa situación notablemente ambivalen
te y de culpa comenzó la paciente a tener “ataques al corazón” y falta de aire.
Ahora temía que fuera a morir en la forma que había temido que la madré
muriera. Ella misma se dio cuenta de que sus ataques eran una repetición de los
de la madre.
Los niños pueden ser adiestrados para que sean personas tensas y ansiosas por
padres que en sí no son personas especialmente ansiosas. Por ejemplo, un padre
excesivamente protector puede hacer que el hijo se muestre habitualmente apren
sivo estando siempre a su alrededor y haciéndole constantes advertencias sobre
posibles peligros. Los adultos que, por razones culturales o personales, se mues
tran singularmente alertas a ruidos o personas extraños o que actúan dramáti
camente cuando toman precauciones ordinarias —digamos, al cruzar una calle—,
pueden instilar en el niño una ansiedad crónica mucho antes de que éste seá
capaz de identificar el peligro del cual se le está advirtiendo. Las historias de mie-
dó, los cuentos de fantasmas y las narraciones de desastres y destrucciones, pue
den ejercer efectos similares en los pequeños, si los hacen concebir peligros
contra los que se sienteñ incapaces dé defenderse.
A niños mayores se les enseña sistemáticamente a descubrir en la imagina
ción todo peligro oculto que pudiera estar acechando en una situación aparente
mente segura. Aprender a pensar en términos de futuro, pero sin jamás confiaren
él; a cruzar puentes antes de haber llegado a ellos y a imaginar que los puentes
ceden y se derrumban en cuanto han puesto un pie en ellos. Por culpa de tales
procedimientos los niños estructuran dentro dé sU personalidad actitudes de anti
cipación tensas y desasosegadas, que bien pudieran interferir con la búsqueda dé
las actividades, que necesitan para madurar socialmente.
Algunos padres cometen el error de intentar fomentar en el hijo la madurez
social al hablar continuamente de los problemas, las incertidumbres y las desilu
siones de la edad adulta, el niño oye hablar de temores respecto a la comida y a
la casa, de preocupaciones monetarias y de trabajo, de luchas y esfuerzos sociales,
de discordias entre los padres, que ponen en jaque su lealtad y amenazan su
fuente de seguridad más necesaria. El niño tiene muchas preocupaciones propias
que resolver, dificultades que son las correspondientes a su edad. Necesita verse
protegido de las incertidumbres y las decepciones de la vida adulta, de modo que
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 277
lia castigado o regañado; tiene tal experiencia repetidamente y termina por es
perar que se le trate de esa manera cuando responde a una conducta similar a la
del padre. De esta manera, será fácil hacerlo caer en tentación, dada su exposi
ción a tentaciones cuando el autocontrol estaba en proceso de desarrollo; cae
fácilmente en sentirse culpable porque ha aprendido que es malo o que merece
un castigo. Tal situación se presencia muy a menudo en el tratamiento de niños
para creer en ella cuando surge indirectamente durante el tratamiento ue adultos
con reacciones de ansiedad. Existe asimismo una literatura sustancial sobre el
tema.10
í sión a través de canales somáticos y emocionales generales. Tal vez adopte como
forma una sobreactividad general o una tensión muscular somática, del tipo
existente en las personas llamadas “tirantes” ; acaso se resuelva en rabietas, en
crisis de llanto, etc. Es fácil captar el carácter infantil de esas reacciones. Se pa
rece a los paroxismos de enojo y miedo comunes en la primera infancia. Tal si
militud es mayor en los ataques de ansiedad que en las reacciones de ansiedad
crónica. Las exigencias imperiosas y violentas de que haya un alivio inmediato
-c o m o las expresadas por nuestro paciente Walter A. durante los ataques de
ansiedad que tuvo cuando la terapia— son claro ejemplo de esto. Es un ejemplo
incluso más claro sus gestos de amamantamiento casi reflejos que, según habjá
descubierto, le producían alivio. Toda esa descarga expresada en una actitud
excesiva y en tensiones musculares era en verdad regresiva e infantil.
La falta relativa de una estructura de síntomas en las reacciones de ansie
i dad quedará más clara cuando hayamos visto cómo manejan su tensión y su
ansiedad los pacientes fóbicos, compulsivos y sujetos a conversiones. Tal vez los
pacientes tengan reacciones de ansiedad porque nunca renunciaron a su método
infantil de descarga difusa al verse sujetos a estrés. Lo que logran es caer en una
regresión parcial, sin sufrir la regresión subtotal que veremos en las psicosis.
Represión defectuosa
La regresión que los pacientes sufren cuando están sintiendo sus síntomas es
defensiva, pues les permite funcionar en ciertos sentidos a un nivel menos maduro
del que normalmente funcionan. Les permite aliviar la tensión y la ansiedad in
tolerables mediante una descarga infantil, una tormenta emocional que suelen
atribuir a una enfermedad física. Esto les da oportunidad de obtener ayuda fí
sica, que les resulta sumamente placentera a personas con necesidades de depen
dencia insatisfechas e inconscientes. La regresión presenta sus peligros. Los vimos
claramente en el caso de Edgar R., quien perdió su contacto precario con la rea
lidad y cayó en la psicosis.
ilinaciones del proceso secundario por parte del material del proceso primario.
No hay una desorganización general, excepto en estados de pánico ocasionales,
y no se presentan ni delirios ni alucinaciones.
Lo más cerca que se está de perder la verificación de la realidad es cuando:
a) un paciente siente que el peligro lo asalta desde todos lados, cuando en reali
dad no existe tal peligro, excepto porque lo ha generado la tensión interna, y
b ) cuando el paciente interpreta erróneamente su funcionamiento fisiológico per
turbado como señal de una enfermedad seria o de muerte inminente. En el pri
mer caso se relaciona a las reacciones de ansiedad con las psicosis paranoides; en
el segundo, con los desórdenes psicosomáticos. Como veremos, cuando pasemos
a estudiar esas enfermedades en capítulos posteriores, la reacción de ansiedad
suele ser un proceso relativamente benigno.11
i
8
R e a c c io n e s
fó b ic a s
Las fobias son miedos patológicos específicos. Comienzan a veces con un
ataque de ansiedad, pero una vez dominado éste, el paciente cristaliza su ansiedad
centrándola en algún objeto o situación externa, que a partir de allí evita en lo
posible. A diferencia de las personas que sufren reacciones dé ansiedad, quien pa
dece de fobia cree saber qué es lo que le provoca su ansiedad intolerable, aunque
le parezca tan irracional como a los otros.1 Quien sufre fobia por lo general no se
queja de molestias, dolores, perturbaciones viscerales o confusión mental. Hasta
donde le sea posible evitar el objeto o la situación externa a la que es sensible, es
tará relativamente libre de tensión y de ansiedad. Por consiguiente, sus síntomas
se dividen en dos grupos generales: las técnicas para evitar todo lo que parezca
provocarle ansiedad y los átáques de ansiedad cuando fallan los intentos de evitar
el objeto o la situación que le provoca ansiedad.
Las fobias son tan conocidas para el público en general, que podemos pospo
ner el dar ejemplos clínicos hasta que veamos en detalle casos específicos. Sus
aspectos dramáticos y en ocasiones misteriosos las han hecho tema favorito de la
literatura y del periodismo. Las fobias incluyen el miedo irracional a las alturas, a
los lugares cerrados, a los espacios amplios, a la vida animal, a las cosas puntiagu
das, a la oscuridad, al viento, a los relámpagos, y abarcan cientos de miedos espe
ciales y personales. Un razonamiento lógico rara vez ayuda a que el paciente fó-
bico se sobreponga a su miedo, y el apoyo rara vez le da alivio permanente. Incluso
una demostración clara y objetiva de que su miedo no tiene razón de ser rara vez
lo alivia, y a menudo tan sólo incrementa la intensidad de la misma. Aunque las
fobias suelen ser irracionales, rara vez carecen totalmente de base. Algo amenaza
realmente al paciente, algo interno de lo que éste no tiene conciencia. No puede
demostrarse esto objetivamente, ya que no se trata de ún dolor de muelas o de
desconfianza.
A veces se da a la fobia el nombre de neurosis normal de la infancia. En uno
u otro momento de su vida, todo niño cae en un miedo irracional más o menos
específico, que persiste por un tiempo y luego desaparece. Un día el niño está
284
IES F OBI CA S 285
Casi cualquier objeto, acto, situado o relacionado puede ser foco de una re
acción fóbica manifiesta. La casualidad a veces decide que se elija un elemento
específico, pero nunca conforma todo el cuadro. Las fobias se encuentran siem
pre determinadas en exceso. El referente consciente de la fobia —aquel elemento
externo al que el paciente teme irracionalmente— siempre tiene múltiples signifi
cados simbólicos que representan el conflicto interno e inconsciente.
A pesar de tener referentes distintos, las fobias presentan una organización
dinámica básicamente igual. Podemos resumir tal hecho en este momento de la
siguiente manera: 1. Como trasfondo se tiene siempre el peligro de que las tensiones
y ansiedades emocionales surgidas interiormente, puedan destruir la integración
del ego. 2. Contribuye a la presencia de tal peligro un sistema defensivo defec
tuoso, incapaz de impedir las intrusiones de los procesos del ego inconsciente,
del id y del superegó. 3. Se cristalizan tales intrusiones como fantasías de miedo,
con ayuda de los mismos mecanismos y por medio del mismo procesó general
participantes en la formación de los sueños manifiestos.5 Finalmente, 4. Esas fan
tasías, por lo común inconscientes y a menudo infantiles, quedan simbolizadas
como algo externo, algo que'sirve como equivalente del peligro interno: un ani
mal amenazador, la orilla de un precipicio, una tormenta, una multitud, un lugar
abierto o uno ceríado peligrosos. Estos desplazamientos y está proyección fina
les completan la formación de síhtórnáS fóbicos y dan al paciente algo tangible
que evitar.
Hemos dicho que casi cualquier cosa, real o imaginada, puede convertirse en
el excitante específico de una reacción fóbica. En el pasado tal hecho dio lugar a
la acuñación de términos griegos y grecolatinos para dar nombre a los excitantes.
Un especialista ha encontrado más de 180 de tales términos en la literatura.6
Además de la carga impuesta a quienes estudian psicopatoiogía, la costumbre de
acuñar términos presenta la desventaja de hacer hincapié en el excitante, como si
se tratara del ingrediente esencial de una fobia y no de un elemento de importan-
4 Cfr. Airieti, S., “A re-examination of the phobic symptom and of symbolism in psy-
chopathology” ,^4/ner. J. Psychiat., 1961,118, 106-110.
5 Lewifl, B., “Phobic symptoms and dream interprctation” , Psychoanal. Quart., 1952,
21, 295-322. ;
6 English, H. B. y English, A. C., A Comprehensive Dictionary o f Psychological and
Psychoanalytical Terms, Nueva York, Longmans, Green, 1958, pág. 388.
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S F O B I C A S 287
A c r o fo b ia : m ie d o a las alturas
El miedo
Los seres humanos no nacen con un miedo instintivo a las alturas. Si así
fuera, los padres tendrían menos problemas en cuidar a sus hijos contra los pe
ligros. No obstante, casi todos adquieren cierto grado de miedo a las alturas.
Los niños aprenden a través de innumerables caídas y de un sinfín de adver
tencias a ser cautelosos respecto de las alturas y cuidadosos en su caminar. En
otras palabras, el miedo patológico a los lugares altos está relacionado con un
peligro real.
Si en el miedo a las alturas participara únicamente el aprendizaje directo de
situaciones concretas, es probable que no pasara de ser una precaución razonable ;
no se desarrollaría jamás una acrofobia patológica. Pero existe otro factor que
debe tomarse en cuenta aparte del aprendizaje concreto: el de la simbolización.
Al igual que los adultos, los niños se están representando constantemente cosas
en forma de símbolos, cosas que ven y escuchan, que prueban, que huelen y
que sienten e incluso cambios intemos tales como desplazamientos en la posi
ción de los órganos internos y cambios en sus sistemas de personalidad, como las
elevaciones y las disminuciones de lá tensión.
El perder autoestima y el que otros nos estiman menos se encuentran reía-:
cionados simbólicamente con una caída real. El niño puede hacer equivalentes el
caer en la acera con el caer de la gracia del padre a quien ama. Esto último es tan
doloroso comò el accidente físico y el niño lo imagina de modo igualmente vivi
do.8 Al ir evolucionando hacia la madurez las funciones del superego, los niños
pueden encontrar la caída de la gracia patema o una pérdida en la autoestima
cómo más difícil de soportar que caer de un columpio y golpearse contra el sue
lo. El que esto último sea un episodio social compartido con otras personas puede
traerle al niño los cuidados de los presentes y ello ayuda a soportar mejor él
incidente. ¡
' Mientras cada uno de nosotros aprende directamente, desde la primera in
fancia, a evitar el dolor y los sustos de las caídas, también estamos aprendiendo
indirectamente las simbólicas, dolorosas y destructivas caídas ocurridas desdé
lugares elevados. En ún principio el niño los simboliza y se los representa como
similares, e incluso idénticos, dé modo muy similar a como los adultos simboli
zan el perder posición social o poder en süs escritos y discursos alegóricos, en la
poesía y en las caricaturas. Humply Dúmpty tuvo üná gran caída y nadie fue ca
paz de armarlo otra vez. Los hombres caen desde posiciones elevadas: se corre a
8 Los adultos normales experimentan del modo más claro una formación de símbolos
concreta de este tipo, en las imágenes visuales de los sueños y en las imágenes hipnagógicas
que aparecen cuando nos estamos quedando dormidos.
VARIEDADES d e l a s r e a c c i o n e s f ó b i c a s 289
G r a t ific a c io n e s
Agnes descubrió que podía evitar ese patrón de vida, que era en realidad una
prolongación de sus conflictos de adolescente, buscando la compañia de hombres
que no le fuera necesario llevar a casa.9 Podía dedicarse a una unión sólida y go
zosa mientras sus padres no supieran de ella. Pero entonces el carácter furtivo de
tales aventuras reavivaba parte de los conflictos infantiles que tenía sin resolver
y comenzó a sentirse culpable y temerosa. En aquel entonces el miedo y la culpa
eran conscientes, pero no así las fuentes infantiles de los mismos. Si sumamos es
tos turbulentos antecedentes de conflictos infantiles y adolescentes al supuesto
embarazo y a la deserción del último amante, será fácil comprender por qué estuvo
a punto de lanzarse por la ventana de la oficina en busca de la muerte. También
será fácil comprender que una defensa tan infantil cómo su fobia, y la multiplicidad
de significados de ésta, le impidió tener que enfrentar tal suerte.
En este caso la terapia le dio a Agnes la nueva experiencia de poder hablar
acerca de sus miedos, sus amores, sus odios, sus conflictos y sus frustraciones con
alguien que ni la alababa ni la castigaba. La simple presencia de un adulto intere
sado que no interfería y no tenía miedo, le dio ánimo, pues le permitía la liber
tad de explorar peligros reales e imaginarios, deseos, ideales, relaciones y resen
timientos. Las defensas de Agnes se volvieron menos rígidas y aquello contra lo
cual se defendía —por ejemplo, la urgencia de matarse y de lastimar al amante-
vino a la superficie y lo pudo dominar. Le fue posible reconsiderar y resolver
abiertamente y a un nivel de adulto los viejos conflictos entre la tiranía del super-
ego primitivo y su necesidad de aceptación y de amor. El resultado de esto fue
que se recobrara totalmente de su fobia, que volviera a su trabajo de secretaria y
que se sintiera conscientemente insatisfecha con la inmadurez emocional propia
y con la situación existente en su casa. Antes y durante el tratamiento se mostró
moderadamente deprimida por la experiencia sufrida. El crecimiento de la per
sonalidad que logró con ayuda de la terapia permitió una buena prognosis final.
Hemos presentado este caso con cierto detalle para ejemplificar la manera en
que las fobiás recurren a un lenguaje simbólico, tal y comoflo hacen los sueños.
La paciente comprendió directamente, sin interpretación alguna, parte del sim1
bolismo según iban desapareciendo sus miedos y sus inhibiciones neuróticas. Nó
sabemos de seguro por qué Agnes cayó en la acrofobia, a no ser que se trataba del
simbolismo que mejor expresaba sus fantasías del momento. Si en lugar de esto
hubiera desarrollado alguna de las otras fobias, la organización dinámica que se
encontraba tras los síntomas habría sido muy parecida. ■
Veamos brevemente otras dos posibilidades. Sabemos que Agnes, como todas
las mujeres, sentía un fuerte deseo de quedar encinta y tener un hijo; pero a la
vez tenía mucho miedo de esto. Sabemos que en su situación, incluso antes de
verse abandonada, se sentía atrapada y acosada desde todo sitio. De haberla do
minado fantasías estructuradas alrededor de esos impulsos, bien pudo haber de
sarrollado claustrofobia, el miedo a los lugares cerrados. Por otra parte, Agnes
temía el verse descubierta y que sus padres la corrieran de su casa. Consciente
mente sentía que había estado viviendo como una prostituta. De haber prevalecido
esas fantasías y su simbolismo, debería haber caído en la agorafobia, el miedo a
vérse sola y sin protección en un lugar abierto ó en la calle, con todo lo que esto
pueda simbolizar. Vale la pena conservar en mente el caso de Agnes W. ahora qué
pasamos a estudiar la claustrofobia y la agorafobia,
9 En Johnson, A. y Szurek, S., ‘The génesis o f antisocial acting out in children and
adults” , Psychoanal. Quart., 1952, 21, 323 343, se estudia la aceptación dé tal conducta
furtiva por parte de padres de este tipo.
293
El miedo
Bert C. vino a terapia de análisis en parte debido al miedo que sentía por los
elevadores. Siempre que le era posible subía por las escaleras los cuatro pisos que
había hasta su oficina. De tomar el elevador, lo aterrorizaba la posibilidad de
verse atrapado y de verse mutilado o muerto al tratar de escapar. Siempre se
planteaba tales posibilidades. Según fue progresando el análisis, el miedo a los
elevadores quedó desplazado por un miedo a la oficina del terapeuta. Hacía tiempo
que se veía con claridad que Bert se estaba acercando a un importante material
reprimido, un día se levantó de súbito y abandonó bruscamente la oficina antes
de haber concluido su hora de terapia. En la siguiente ocasión explicó que se
había sentido sumamente ansioso. Más tarde, durante esa misma sesión, dijo de
pronto: “ Este cuarto está inundado de peligros” y una vez más se levantó y aban
donó la oficina antes de tiempo. El peligro resultó ser un miedo de que pudiera
atacar al terapeuta y de verse atacado por éste en venganza o que el terapeuta
lo atacara sin provocación alguna. Mucho antes de haber resuelto su neurosis
transferida, había desaparecido el miedo que tenía a los elevadores.
G r a tific a c io n e s
mente con ello su sensación de culpa. Por ésa y muchas otras razones, mi espacio
pequeño y cerrado sirve como símbolo de los placeres obtenidos de una actividad
prohibida, de los miedos sentidos ante la intensidad de los impulsos propios, de
los peligros de verse seducido y de la amenaza de verse castigado. En el caso que
a continuación se presenta surgen con claridad algunos de esos significados sim
bólicos, en gran medida como producto de los esfuerzos hechos por el paciente
sin ayuda alguna.
U n c a s o d e c la u s t r o fo b ia c o n o t r o s s ín to m a s fó b ic o s
Kenneth E., de veintidós años de edad, era incapaz de estar en un teatro, por
que se sentía sofocado y temía no poder salir en caso de enfermedad o de incen
dio. Su miedo abarcaba también elevadores, autobuses y calles estrechas. Vino a
terapia porque esos miedos le estaban limitando la vida sin moderarle la ansiedad
general que sentía. En la terapia se concentró primero en sus síntomas más re
cientes y por primera vez tuvo idea de sus fobias.
A l principio de la terapia Kenneth dijo que cuando se encontraba en calles
estrechas temía enfermarse o verse herido en un accidente. Como estaría entre
extraños, tal vez no le llegara a tiempo la ayuda necesaria para salvar la vida. Nada
objetivo justificaba tales miedos. Más tarde Kenneth se dio cuenta de que sus
miedos a los accidentes y las enfermedades eran secundarios; pues ante todó
temía que “si caía en un ataque” o era herido, podía perder el control de sí mis-
mo y gritar algo o hablar sin darse cuenta de lo que estuviera diciendo. Obviamen
te, sentía la necesidad de ocultar algo, algo que a la vez necesitaba hacer saber. El
haber descubierto ese impulso de descubrirse en público permitió llegar finalmente
al origen de sus fobias.
Sus síntomas claustrofóbicos se presentaron a raíz de un ataque de ansiedad
aguda sufrida en un teatro. E l tema trataba sobre la homosexualidad, a lo que
Kenneth se sentía doblemente sensible,, debido a sus propias, tendencias y a una
reciente amenaza de verse expuesto en público. El ataque de ansiedad fue su
respuesta a ese estrés total. Al sufrirlo, se atemorizó incluso más de que quienes
lo rodeaban en él teatro se dieran cuenta de su agitación y adivinaran la causa.
En cuanto llegó el intermedio, salió al vestíbulo sintiéndose mareado, débil,
trémulo y con náuseas. A partir de allí sólo podía asistir al teatro si se sentaba
cerca de una salida, pero incluso ;así se sentía ansioso y ningún placer obtenía de
la ócasión. La fobia se fue generalizando a lugares en los que se veía mezclado
con extraños en circunstancias que obligaban al apiñamiento.
La experiencia de Kenneth en el teatro dramatizaba simplemente un con
flicto existente, e hizo que por un momento estuviera completamente conscien
te. del mismo. Sus fobias surgieron como recursos de defensa que apartaron el
conflicto del centro del escenario y en su lugar pusieron un grupo de miedos
cada vez más amplios. En el fondo a lo que Kenneth temía no era a los teatros,
elevadores, autobuses o calles estrechas; tampoco se trataba de que temiera un
accidente o una enfermedad en el sentido ordinario de los términos o incluso ni
siquiera del peligro de no obtener atención médica a tiempo. Todo esto eran
racionalizaciones secundarias, empleadas para deshacerse de una ansiedad aparen
temente sin causa.
Lo que en el fondo temía Kenneth era el surgimiento de suS prohibidos im
pulsos, su ansia poderosa de comportarse en forma homosexual y que todos lo
supieran. Las fobias lo escudaban de situaciones que le provocaban tales impul
sos; el arreglo neurótico le permitió verse liberado de la ansiedad a cambio de te
296 CAP. 8. R E A C C I O N E S F O B I C A S
ner una actividad restringida. En su caso el arreglo neurótico falló, porque —como
ocurre con las fobias severas— las situaciones continuaron generalizándose y fue
imposible cumplir con las restricciones. La terapia tuvo éxito en el sentido de
que Kenneth pudo explorar al trasfondo de distorsión de la personalidad que
sufría y cooperara con su tepareuta en buscar una solución.
El miedo
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S F Ó B I C A S 297
los adultos, un marco estable para orientarse. Nos sentimos a salvo y nos atreve
mos a mucho dentro de ese marco. Si el medio circundante cambia de súbito o
desaparece, nos sentimos momentáneamente desorientados, incluso pese a tener
una enorme experiencia como adultos y muchos recursos internos. Cuando nos
vemos de pronto perdidos en un bosque o en un desierto, cuando despertamos
en un cuarto extraño, lejos de casa, sentimos algo de lo que un infante abando
nado y un adulto agorafóbico experimentan plenamente.
Cuando se es pequeño puede resultar muy atemorizador verse solo o entre
extraños. Se trata de un miedo adquirido, cuyas fuentes de origen son experien
cias de sentirse inundado por las tensiones de la necesidad en un momento de la
infancia en que los recursos de defensa y dominio resultaban tristemente inade
cuados. El infante se ve rescatado de ese trauma repetido por la ayuda constante
de la madre, quien hace disminuir las tensiones de la necesidad, restablece la
comodidad del pequeño y le permite aprender que de los padres siempre viene
ayuda. Lo mismo ocurre con las tensiones surgidas de la estimulación externa,
pues también allí intervienen los padres. Por ello mismo, la soledad termina por
significar una amenaza de desamparo, de verse expuesto a una necesidad y un
estrés internos arrolladores y a la indiferencia de extraños que nada sienten por
nosotros. Esos significados se encuentran sumamente impregnados de catexia
(energía) en las fantasías infantiles, que con el tiempo pueden volverse incons
cientes, pero sin que desaparezcan, incluso en la edad adulta.
A medida que el niño domina el habla y el andar, sus horizontes se amplían
en todas direcciones y su Simbolismo se enriquece enormemente. También tiene
sus primeras experiencias de verse perdido —durante un paseo, en un parque, en
una calle, en una playa— todos ellos sitios mucho más espaciosos y carentes de
estructura para él que para un adulto. El niño ha visto y ha oído hablar de ani
males que mueren de hambre, de niños extraviados que padecen hambre, de va
gabundos peligrosos, de pordioseros y de mujeres extraviadas. Aprende que cosas
buenas en casa se vuelvan malas fuera, como el estar desnudo, el exhibirse y el
eliminar. Sus primeras experiencias en ver un órgano genital pueden ocurrir fuera
de casa y a menudo éstas, vinculadas con un castigo aterrador. Según pasa el
tiempo, el niño aprende —y absorbe en sus fantasías perdurables— que se expulsa
a la genté dé casa por cometer actos indebidos. Se entera de que lugares públicos
y carentes dé protección como las calles, los parques y las playas son sitios donde
a yeces hay violencia y muerte, y que “vagar por las calles” bien puede significar
hambre, abandono y pecado sexual. Estos múltiples significados entran en las
experiencias infantiles común y corrientes y en las fantasías inconscientes, que
forman el trasfondo de las fobias adultas.
G r a tific a c io n e s
agresivos, que nunca pueden satisfacerse en casa. Por ello las gratificaciones, mu
chas de ellas tabúes y en gran parte inconscientes, vienen mezcladas con el
miedo de verse solo y sin protección y por el miedo de aquello que la persona se
siente impelida a hacer. Los síntomas agorafóbicos sirven al doble propósito de
restringir severamente y de conservar a la vez la excitación de la tentación.
Un caso de agorafobia
Ethel H., una mujer casada de veintiséis años, había sufrido su primer ataque
de ansiedad aguda dos años antes de acudir a terapia. Venía por avión desde
Inglaterra, donde había visitado a sus padres. Al entrar a la terminal aérea, de
techo muy elevado, donde nadie había venido a esperarla, se sintió de pronto
aterrorizada por aquel espacio amplísimo y vacío. Comenzó “ a temblar como
una hoja” ; no hubiera podido pasar la aduana sin la constante ayuda de la gente
y sintió el impulso de informarle á todo el mundo de su nombre, en caso de que
se volviera loca. Un maletero, viéndola tan ansiosa, expresó interés por su estado
y esto de inmediato la consoló. Pudo realizar el resto del viaje, por tren, sin ma
yores incidentes, aunque llegó a casa agotada y sin espíritu, cierta de que algo
terrible le estaba sucediendo. Nada contó de ello a su esposo cuando éste volvió
del trabajo, pues temía expresar el resentimiento que sentía de que nadie hubiera
ido a recibirla.
Durante los dos años siguientes Ethel se sintió nerviosa mucho tiempo y su
fría de tener que manejar a través de parques o en autopistas y de ir sola cuando
caminaba por calles extrañas. Luego, hizo otro viaje a Inglaterra; pensaba pa
sar tres meses con sus padres. Sin embargo, según transcurría el tiempo fue te
niendo noticias del esposo cada vez menos a menudo, aparte de que las cartas
de él parecían constantemente más impersonales; comenzó a temer perderlo;
miedo que vino a confirmarse cuando él escribió pidiéndole el divorcio. La pri
mera reacción de Ethel fue deprimirse, llorar amargamente, perder el sueño y el
apetito y declarar, que estaba sola en el mundo.
Al día siguiente de recibir la carta, Ethel estaba cruzando un páramo .hacia el
anochecer, cuando de pronto la soledad del lugar la sobresaltó, de modo que se
sintió totalmente aislada del mundo y terriblemente atemorizada. Pensó que igual
habría sido estar exiliada en Siberia que varada donde se hallaba. Luego sintió el
miedo de caer en un fangal y desaparecer. Tan débiles sentía las piernas, que
apenas pudo llegar a casa. A partir de esta experiencia fue incapaz de cruzar es
pacios abiertos sin la compañía de alguien. Evitaba ir a conciertos debido al
“Vacío” de las salas. Siguiendo el consejo de un médico amigo, volvió de inme
diato a los Estados Unidos. En la terminal aérea sufrió la misma experiencia de
dos años antes, pese a que en esta ocasión su hermana fue a recibirla.
Debido a su inminente divorcio, Ethel se mudó a otra ciudad, suspendiendo
la terapia, a la que consideró innecesaria una vez que se le aclaró la situación real.
En el breve periodo que estuvo sujeta a tratamiento afloraron,ciertas cuestiones
de gran interés. El sentimiento de desolación que ahora permeaba todos los pen
samientos de Ethel los atribuía ella no sólo al abandono del esposo, sino al largo
olvido en que su padre la tenía. Siempre quiso estar cerca de. él, quien nunca ha
bía mostrado un interés real por su familia. Afirmaba Ethel que la única preocu
pación de él en ese momento era que el divorcio de ella pudiera afectarlo én su
posición como profesionista.
Ethel había tenido anteriormente fobias que reflejaban cuán frustrada se
sentía inconscientemente por no tener el amor del padre. Durante la pubescencia
solía soñar que eh su dormitorio entraban ladrones y despertaba con la sensación
VARIEDADES d e l a s r e a c c i o n e s f o b i c a s 299
El miedo
El temor a los animales pasa fácilmente por razonable, dado que en él per-
ticipa un elemento cierto: un posible ataque al hombre. Los niños aprenden a
menudo a temer porque se les hirió o atemorizó realmente: un perro que ladró o
gruñó; una caída sobre un animal, que brincó de súbito al recibir el golpe; hay
la experiencia de arañazos, mordidas o golpes. Los niños adquieren su miedo al
visitar granjas y zoológicos, en especial al escuchar las advertencias de otros niños
o de los adultos. Los libros ilustrados, los cuentos de hadas, las revistas, las pe
lículas y la televisión acrecientan la ansiedad que el niño siente ante un animal.
Pero este tipo de cosas es causa, cuando mucho, de un miedo cauto y moderado
que pronto desaparece en gran parte de los niños. No explica la persistencia ó la
intensidad de ciertas fobias sentidas por algunas personas respecto a los animales.
Los animales se vuelven foco de una fobia, én especial en los niños, por ser
seres impredecibles, violentos y sexualmente desinhibidos. Por lo tanto, fácil
mente se transforman en símbolos de un primitivismo aterrador, que sirve de eje
a las fantasías infantiles. Los animales domésticos cometen crímenes violentos
sin titubeo alguno, incluyéndose en esto robos, ataques y muertes. Los perros y
los gatos matan y se comen animales pequeños y, además, los padres de los ni
ños fomentan y recompensan tal comportamiento. Se acoplan con sus descen
dientes y hermanos sin el menor respeto por uno de los tabúes humanos más
rígidos. Y pese a todo esto, viven bien y son amados. A veces las perras se comen
a sus cachorrillos y las gatas a sus gatitos. Ante tal canibalismo, los padres del
niño se muestran perturbados, pero muy rara vez castigan al animal ofensor.
300 CAP. 8. R E A C C I O N E S F ÓB I C A S
12 Por ejemplo, decimos “ ¡Qué persona tan estupenda es!” cuando queremos decir:
a) que se trata de alguien a quien aprobamos totalmente, pero también: b ) cuando pensamos
que es despreciable. Decimos ¡Pero qué valiente eres!” cuando: a) queremos expresar nues
tra admiración, o b) cuando queremos calificar de cobarde a la persona. “ Pero ¿no es un en
canto?” significará que admiramos la dulzura de la persona o que la consideramos mala. En
la política internacional de hoy en día las medidas para mejorar el armamento reciben el
nombre de medidas de paz y las propuestas de paz suelen ser recibidas como una agresión.
Este tipo de significado doble cubre nuestras conversaciones genérales, nuestros pensamien
tos políticos, nuestro humor y nuestro caló. No es de sorprender que aparezca de manera
sobresaliente en el significado de los sueños y en los síntomas neuróticos.
301
Gratificaciones
Es obvio, dado lo que hemos venido diciendo, que las fantasías sobre anima
les incluidas en las zoofobias le permiten a la persona simbolizar todo tipo de de
seos eróticos y de impulsos destructivos. T oda persona, vieja y joven, ha visto
cuán incontenidamente violenta es la agresión de los animales y cuán irrestricta
mente franca su sexualidad. Los animales paren y cuidan de sus pequeños abier
tamente y en todo aspecto íntimo, pues expresan el interés más desinhibido por
la alimentación, la limpieza y la eliminación. Casi todo lo que en el ser humano
provoca excitación, envidia, vergüenza o disgusto aparece tarde o temprano en
las actividades de los animales. Por lo tanto, toda persona dispone de un número
ilimitado de sím bolos sobre el deleite animal, que puede incluir en la estructura
de su fobia animal.
Un caso de zoofobia
Comentario
Hemos descrito así cuatro fobias comunes, ilustrando cada una de ellas con
un caso; hemos indicado, además, con qué situaciones de la vida real se relaciona
cada una de ellas y de qué fantasías y simbolismo básico derivan. En cada una de
las fobias hemos esbozado por separado el miedo y la satisfacción, para demos
trar que cada miedo fóbico viene acompañado por la correspondiente fascina
ción fóbica. Se podría aplicar el mismo sistema descriptivo al resto de los grupos
de excitantes fóbicos enumerados al principio del capítulo. Pero nos parece más
importante estudiar en este punto algunos aspectos dinámicos y del desarrollo.
Antes de que pasemos adelante, hay un derivado de las fobias en especial in
teresante que amerita nuestra atención. Se trata de las medidas contrafóbicas o
contra las fobias. Los niños las manifiestan del modo más claro cuando en un
juego utilizan algo atemorizador que les ocurrió en la vida real. Por ejemplo,
un niño juega a que visita al doctor, a que se le pone una inyección dolorosa o
a que se le interviene quirúrgicamente, tal y como le ocurrió en la realidad. Con
frecuencia repite el juego una y otra vez, como si le exigiera muchas repeticiones;
el poder dominar la ansiedad experimentada. En el juego el niño actúa, decide y
controla la sitúación, en lugar de que se actúe sobre él, esté pasivo y a merced de
los otros. Los adultos que en cómbate fueron víctimas de una ansiedad traumá
tica hacen lo mismo, cuando repiten su experiencia aterrorizadora, cuando se los
sujeta a narcosis o hipnosis o cuando sueñan.
En todos los ejemplos anteriores el niño o el adulto relacionan su actuación
contrafóbica con la experiencia atemorizadora original. Es ésta úna condición
muy importante para poder lograr dominar la ansiedad original. Gran parte de
los intentos contrafóbicos neuróticos no funcionan Con esta ventaja. Las fuentes
de la ansiedad fóbica suelen estar ocultas a la persona fóbica a cáusa de las de
fensas presentes. La hacen Sentirse llevada o atraída hacia una actividad peligrosa,
sin saber conscientemente por qué. .
El enojo reactivo es la forma más común de contrafobia. La persona con fo
bia busca deliberadamente situaciones a las que teme, pues siente el impulso in
consciente de dominar una ansiedad específica. Claro está, contribuyen también
factores como la excitación y el placer presentes en la ansiedad de las personas
fóbicas y en el alivio obtenido, como ya hemos descrito. En la vida común y co
rriente tenemos ejemplos innumerables de tendencias contrafóbicas; lós más dra
máticos son aquéllos de las personas acrofóbicas que eligen pasatiempos como el
montañismo o trabajos como andar en la cuerda Hoja o la aviación. Un aviador
famoso por sus vuelos arriesgados en aquellos días en que los aviones eran frá
giles estructuras de lona y alambre, dijo que se sentía demasiado atemorizado
por las alturas como para asomarse por la ventana de un quinto piso sin estar
asido de algo. Existen actores con un miedo crónico severo al público que nece
sitan ser obligados a salir al escenario, pero que siempre buscan aparecer en una
obra, quienes experimentan placer y alivio en cada interpretación, sin nunca lle
gar a dominar su ansiedad.
Desde luego, las personas atrevidas no son todas contrafóbicas. Algunas de
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 303
ellas han gozado siempre llevando a cabo lo que a otras atemoriza. Algunas otras
Inerón fóbicas, pero se sobrepusieron a su miedo neurótico y gozan repitiendo
actos peligrosos porque saben que ya lo dominan, tal y como ocurre con los
niños normales. El carácter contrafóbico de una actividad se muestra por el
surgimiento de tensión y ansiedad desusadas, de actos sintomáticos y de sueños
de ansiedad relacionados con la fobia contra la que se está defendiendo la per
sona. Las repeticiones contrafóbicas de situaciones a las que se teme no suelen
permitir dominar la ansiedad fóbica, porque las defensas del paciente no le per
miten darse cuenta del miedo neurótico que inconscientemente está tratando de
dominar. La pulsión inconsciente de intentar dominar la ansiedad lo hace repetir
una y otra vez alguna actividad hacia la que se siente irresistiblemente atraído,
sin tener conciencia de por qué. Los antecedentes dinámicos y de desarrollo de
las reacciones fóbicas ayudarán a aclarar esa contradicción aparente.
Las fobias tienen una estructura más madura que las reacciones de ansiedad,
no importa cuán absurdas o infantiles parezcan por su forma. Casi en toda ocasión
logran contener la tensión y la ansiedad excesivas. Esto se consigue por medio de
la regresión y no mediante el primer patrón de descarga primitivo que vimos en
las réaccioiies de ánsiedád, sino en aquel nivel donde tenemos estructuras percep
tivas y cognoscitivas —imágenes, memorias, fantasías y ensoñaciones— capacés
de ábsorber y de utilizar abundantes cantidades de energía. He aquí la sucesión
dinàmica de eventos presentes en las fobias: i ) existe un brote de tensión emo
cional, con aumento de la ansiedad libre; b ) s ?inicia la desintegración del ego; c )
se presenta uña regresión parcial automática a niveles más primitivos; d) hay rein
tegración del ego a niveles inferiores, a medida que se absorbe en la orgánizacióri
de imágenes, memorias, fantasías y ensoñaciones reactivadas el exceso de ten
sión y de ansiedad.
Como esas estructuras reactivadas y orgánizadas pueden provocar otro brote
y amenazar con otra irrupción —provocando la nueva regresión consecuente—, se
evocan los mecanismos auxiliares del desplazamiento y la proyección. Esas dos
maniobras primitivas hacen que la áménaza parézca venir de fuera, de algo externó,
a lo que el paciente teme. Esta situación le permite a la persona fóbica emplear
técnicas de evitación conocidas para defenderse de una posible ansiedad.
304 CAP. 8. R E A C C I O N E S F Ó B I C A S
Una diferencia importante entre las reacciones de ansiedad y las fobias es que
en estas últimas se utilizan mucho más las estructuras perceptivas y cognoscitivas
para absorber el exceso de energía libre. En efecto, se interpolan imágenes, memo
rias, fantasías y ensoñaciones entre las fuentes internas o externas de-la tensión
creciente y las respuestas neuróticas. Como esas organizaciones absorben la
energía libre en las fobias, poca necesidad hay de una descarga inmediata y ma
siva como la ocurrida en la reacción de ansiedad. Al organizar sus miedos irra
cionales, el paciente fóbico termina dominando los brotes de tensión y de
ansiedad. Se precipita un ataque de ansiedad únicamente cuando el símbolo pro
yectado, el objeto o la situación temida, aparece en el contexto para reforzar la
estimulación interna procedente de estructuras fóbicas infantiles.14
Este uso que el paciente fóbico hace de las estructuras perceptivas y cognos
citivas nos lleva al tema general de la formación y la estructura de síntomas. En
un capítulo posterior volveremos a esto, cuando reunamos algunos de los hechos
acerca de la formación de síntomas neuróticos que surgirán de nuestro estudio
de neurosis individuales. Baste decir por el momento que, en el transcurso de un
desarrollo normal, el crecimiento de la organización perceptiva y cognoscitiva per
mite a cada niño verse cada vez más libre de ataques súbitos de tensión y ansie
dad emocionales.
Desde hace tiempo se reconoce que el pensamiento depende de la aparición
de úna demora entre la estimulación y la respuesta; demora que en un principió
consiste en la suspensión de la actividad, antes de que se complete alguna acción,
directamente observable en la conducta de los infantes. Es de suponer que llenan
tal demora experiencias perceptivas y cognoscitivas fugitivas; y con éstas las que,
en última instancia, se estabilizan en forma de imágenes, memorias, fantasías y
ensoñaciones. A su vez,,la formación de esas estructuras perceptivas y cognosciti
vas ayuda a prolongar y enriquecer los intervalos entre la estimulación y las res
puestas, creándose con el tiempo una vida mental interna considerablemente
autónoma. En nuestros sueños manifiestos experimentamos, como adultos, sus
cualidades pasajeras y caleidoscópicas; experimentamos sus cualidades estables y
realistas en gran parte de la actividad práctica, imaginativa y estética de nuestra
vida diurna.
Tales estructuras deben de volverse muy organizadas y complejas incluso du
rante la infancia. Su misma organización sumamente compleja exige un insumo
de energía que permita mantenerla en un estado de actividad. Cuando se han
reactivado esas estructuras, como ocurre en cualquier fantasía activa, tal reactiva
ción absorbe la energía libre, que hemos llamado la energía de la organización.
Los síntomas neuróticos tal como las fobias, necesitan de energía libre para su
organización y reactivación. El síntoma neurótico es simplemente un caso espe
cial d,el uso general de la energía libre en la estructuración mental, un caso en que
se la emplea como defensa.
Son obvias las ventajas de las defensas fóbicas respecto a las reacciones d$
ansiedad. Como ya hemos visto, en estas últimas el paciente permanece continuar
14 Claro está, en la realidad se encuentra todo tipo de transición entre las reacciones de
ansiedad y las fobias, como reacciones de ansiedad con evitación, que se parecen a las defen.-
AN I E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 305
iiicnle vigilante porque siente la amenaza constante de una catástrofe pr occdci ilc
de alguna fuente desconocida. Se ve forzado a recurrir a una descarga continua
de energía según se va presentando ésta; proceso agotador del que no puede es ca
par. Por el contrario, las defensas fóbicas le permiten una huida a través de fanta
sías de miedo cuya organización se encarga gran parte del tiempo del exceso de
tensión. Esas fantasías se desplazan de sus fuentes infantiles originales y se le pro
yectan sobre objetos o situaciones externos adecuados. Mientras el paciente lo
gra evitar el objeto o la situación externa temida, tendrá una paz relativa.
A pesar de esa protección superior que las fobias permiten respecto a la an
siedad, no hay duda de que recurren a maniobras infantiles y emplean defensas
primitivas cuya participación es escasa en las reacciones de ansiedad. El desplaza
miento y la proyección son dos defensas primitivas que aparecen explícitamente
en el trasfondo de las fobias; ambas se derivan de las primeras fases de desarrollo
de la personalidad, fases anteriores a la formación de los límites estables que se
paran a las funciones conscientes y preconscientes de las inconscientes.
Desplazamiento. En el sentido de que transfiere energía o catexia de una re
presentación de objeto a otra, el desplazamiento es una de las características so
bresalientes del funcionamiento del proceso primario. Da por hecha una equiva
lencia naturál entre los objetos, entre sus representaciones, que es ajena ala lógica
del proceso secundario, es decir, al pensamiento racional. Incluso pudiera pasar
por alto la distinción perceptiva fundamental que los adultos hacen entre lo interno
y lo externo, lo que se relaciona muy de cerca con la otra defensa fóbica impor
tante, la proyección.
Proyección. Tal y como aparece en las fobias, la proyección implica el des
plazamiento de un peligro interno real, el peligro de una erupción de material
inconsciente, hacia un miedo irracional respecto a algo extemo, fácil de identifi
car y de evitar. Aunque la proyección, como gran parte de las defensas neuróticas,
es empleada en cierta medida por personas normales en la vida cotidiana, su uso
se ve limitado a actividades tales como buscar chivos expiatorios, equivocarnos
respecto a los orígenes de nuestra irritabilidad y sentir que la naturaleza refleja
nuestro humor. El tipo de proyección llevado a cabo por el paciente fóbico es
mucho más específico, completo e individualista que la proyección empleada en
la vida cotidiana y en las reacciones de ansiedad. Señala un defecto básico en
las fronteras del ego, defecto que se haces obvio cuando, debido al estrés, surge
la regresión. La única situación normal en que la persona normal experimenta
una pérdida comparable en los límites del ego es la de soñar cuando se está dor
mido. El mejor modo de comprenderla preeminencia del desplazamiento y la pro
yección en las reacciones fóbicas es tomarlos como consecuencia de una represión
inadecuada.
Represión. La represión es inadecuada en todas las neurosis. En las reacciones
fóbicas se intenta eliminar las fantasías de temor, que no han podido ser reprimi
das desplazándolas y proyectándolas. En otras palabras, la pronta aparición del
desplazamiento y de la proyección en las fobias es prueba de una represión insu
ficiente en la persona fóbica. Nada habría por desplazar y proyectar si la reprpsión
hubiera tenido fortuna en contener las fantasías de miedo inconscientes reacti-’
vadas. Debemos recordar que el desarrollo de la represión es el que suele estable
cer normalmente los límites funcionales que protegen a las organizaciones coni*
En todas las neurosis tenemos la misma pregunta fundamental: ¿Por qué re
sulta inadecuada la represión? Probablemente haya una respuesta igual en el caso
de todas las neurosis. Se debe buscar en el proceso de desarrollo de los niños que
cuando adultos resultan neuróticos. Los distintos patrones de neurosis representan
modos diferentes de intentar eludir una ansiedad intolerable, de tratar de reducir
la tensión que surge debido a uri principio de erupción en el inconsciente.
En los capítulos dedicados a la organización de la personalidad y en el dedica
do a las reacciones de ansiedad comenzamos a estudiar los antecedentes del desa
rrollo. En los recién nacidos existen diferencias congénitas que los hacen tener
diferentes tipos de sensibilidad y que parecen persistir como características de la
A N T E C E D E N T E S D I N Á M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 307
15 Lewin, B., “Phóbic symptoms and dream interpretation” , Psychoanal, Quart., 1952,
21. 295-322.
309
Ya hemos visto que la defensa fóbica es primitiva. Tal como aparecen en las
fobias, el desplazamiento y la proyección constituyen un regreso a fases del desa
rrollo en que no había una distinción clara entre el yo y la realidad externa o en
tre el yo mental y corporal. Esto hace pensar en una fase en la que prevaleció
cierto grado de simbiosis madre-hijo. En contraste, en una reacción fóbica el con
tenido perceptual o cognoscitivo puede abarcar desde la fase arcaica hasta la edí-
pica o posedípica. En nuestro trabajo clínico, encontramos fobias que expresan
los miedos más primitivos, carentes de palabras y de miedos sin objeto a desa
parecer, disolverse o hundirse en la nada. A partir del mismo mecanismo, otras
fobias expresan miedos a castigos y venganzas, claramente pertenecientes a fases
de desarrollo maduro del superego. Si hablamos en función de las zonas erógenas,
encontramos en las fobias la misma dispersión de contenido perceptual o cognos
citivo, desde los miedos orales más tempranos hasta los miedos fálicos de la ultima
etapa.16
Nuestros casos ilustraron algunas de esas variaciones de nivel o de contenido
perceptivo, aunque todos los pacientes recurrieron a los mismos mecanismos de
defensa primitivos.17 Ethel H. hace pensar en un contenido arcaico, cuando expre
sa su miedo de verse perdida en el espacio. Sus fantasías sugieren una identidad
entre la enorme y vacía terminal aérea y su propio cuerpo y yo ilimitados y va
cíos, enormes —atemorizantes porque ella había regresado a una fase en la cual su
cuerpo y su yo carecían de límites definidos. Agnes W. se vio arrollada por la cul
pa venida del superego y envuelta en una aventura amorosa que, tomadas juntas,
indican la liberación de una represión débil de deseos edípicos respecto al padre.
Kenneth E. reflejaba en sus fantasías tanto el miedo de verse abandonado e inerme,
Como el deseo de qüe lo descubrieran, junto con indicaciones de conflictos edí
picos negativos posteriores, expresados tanto en esos miedos y deseos como en
sus actividades homosexuales.
A menudo se dice que el diagnóstico puede ser más exacto si se toman como
base las defensas empleadas que si se toman como base los síntomas expresados.
A decir verdad, ambos elementos se encuentran íntimamente relacionados. Como
hemos visto, en las fobias los mecanismos expresan un nivel funcional primitivo,
en el qué existen estructuras perceptivas, pero no límites de ego claros. Sin embar
go, los síntomas expresan el peligro contra el qué están aplicando las defensas fó-
bicas primitivas, el desplazamiento y la proyección. Como hemos visto también,
ese peligro abarca desde miedos infantiles primitivos de perder la propia iden
tidad, de verse tragado y dejar de existir, hasta deseos de que se nos cuide, de
vernos inermes y expuestos como un bebé —pero separados, como un ser entre
otros muchos seres—, sin olvidar los miedos de recibir un castigo merecido, debido
a nuestros pecados edípicos y a nuestros deseos asesinos, surgidos de las fantasías
tenidas en el quinto o sexto año de vida.
Resumen. Podemos suponer, con base en el material clínico y en el desarro
llo, que las fobias de los adultos tienen como base fobias infantiles, que casi to
dos los niños parecen experimentar. Es obvio que los adultos fóbicos han expe
rimentado tales fobias infantiles con mayor severidad que las personas promedio,
R e a c c io n e s
d e co n v e rsió n
Las conversiones son cambios ocurridos en alguna función corporal especí
fica por medio de los cuales se está expresando en forma simbólica un conflicto
inconsciente. En los dos capítulos anteriores vimos que los pacientes con reac
ciones de ansiedad recurren a descargas de energía masivas, logradas mediante un
incremento de la actividad muscular y visceral, que permiten eliminar la tensión
y la ansiedad excesivas. Hemos visto también que en las fobias, la tensión y la
ansiedad se cristalizan como un miedo específico, como una estructura percepti
va, que el paciente desplaza y proyecta en algo del mundo externo, para a conti
nuación evitarlo en lo posible.
En las reacciones de conversión el conflicto inconsciente no produce; ni des
cargas masivas, ni desplazamientos y proyecciones de miedos y ni siquiera evita-,
ción. En lugar de ello, las energías provenientes de los impulsos del id y del
superego, de las imágenes y fantasías inconscientes, de las defensas del ego y de
las adaptaciones, se cristalizan como la alteración del funcionamiento de alguna
parte específica del cuerpo: una extremidad, un sentido, un órgano interno.
Como ya veremos, esta alteración de un funcionamiento expresa los componen*
tes de algún conflicto básico mediante un simbolismo llamado lenguaje corporal.
El paciente acepta voluntaria, o al menos pasivamente, esa álteración de un fun
cionamiento como la prueba que necesita para considerarse enfermo o impedido.
He aquí algunos ejemplos clínicos, que permitirán completar nuestra introducción:
311
312 CA P . 9. R E A C C I O N E S DE C O N V E R S I O N
Dado que las reacciones de conversión recurren a partes del cuerpo y a órganos
para simbolizar conflictos inconscientes, la variedad potencial de los síntomas de
conversión es enorme. Por lo menos tan grande como la variedad de partes cor
porales y de órganos internos y de las varias funciones y combinaciones que exis
ten. Dicha variedad se amplía porque también en las personas físicamente impe
didas o enfermas se desarrollan los síntomas de conversión. Cuando desarrolla un
síntoma de conversión, el paciente físicamente impedido o enfermo puede sim
plemente exagerar o distorsionar los síntomas surgidos de su patología orgánica
ya presentes. Por otra parte, puede también complicarlo todo al agregarle a su
desorden orgánico alguna forma nueva de impedimento neurótico.
Para mantener dentro de límites manejables nuestro estudio de casos, nos
centraremos(en pacientes que sufren una conversión importante, pero que física
mente se encuentran bien. Se encontrarán conversiones de importancia en cual
quier centro de tratamiento importante, entre personas sin conocimientos psi
cológicos y entre personal militar en épocas de guerra, especialmente entre las
personas reclutadas. Hace cincuenta años abundaban mucho más los casos que
hoy en día. Aunque conocemos algunas razones que explican dicho cambio, otras
muchas se nos escapan aún. La mayor incidencia de casos en épocas de guerra
que en épocas de paz indica que el patrón de estrés pudiera constituir un factor
importante. La mayor incidencia entre el personal reclutado que entre los oficia
les hace pensar que influye el ser subordinado y verse en una posición dependiente.
También se ve la influencia de tener una educación y experiencia en lo psi
cológico^
La educación y la experiencia son parte de la etiología de las reacciones de
conversión, porque el paciente debe estar convencido de que su síntoma de con
versión es una señal de enfermedad o impedimento físico para que pueda mante
nerlo. En nuestra cultura de hoy día una enfermedad o un impedimento físico
son excusa honorable para el hombre promedio; sin embargo, no lo es una enfer-
rrtedad neurótica. Por ello el aceptar un síntoma de conversión, a menudo acom
pañado de una actitud de indiferencia hacia las desventajas que presenta, es parte
esencial para que el paciente se proteja de la ansiedad que provocó la aparición
4 Se ve claramente el carácter individualista del simbolismo de conversión.en un estu
dio sobre gemelos, donde se informa que ninguna pareja de pacientes donde hubo reacción
de conversión sin ansiedad manifiesta tuvo el otro gemelo el misino diagnóstico. Slater, E.,
“Hysteria 311” ,/. ment. Sci., 1961,107, 359-381.
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S DE C O N V E R S I O N 315
P érd id a d el h ab la
U n c a s o d e m u d e z c o m o r e a c c ió n d e c o n v e r s ió n
Otro aspecto del caso es que en esta reacción de conversión están mezcladas
imperceptiblemente la ganancia primaria y la secundaria. En un principio, John
P, se volvió mudo para responder a un ataque violento provocado por su inten
ción de servir de testigo al fiscal. Fue en tal respuesta donde se quedó fijado, to
mándola como solución neurótica para el conflicto intolerable que sufría. A sí
desaparecieron ansiedad y culpa: ésta fue su ganancia primaria. La secundaria
consistió en que el paciente no tuvo que aparecer en la corte; esta última ganan
cia dependía de que permaneciera mudo hasta concluirse el juicio. En otras pala?
bras, seguir mudo fue el uso secundario hecho por el paciente de su síntoma, con
un propósito ajeno a la causa original. Este uso secundario de un síntoma para
evitar alguna responsabilidad no necesariamente sigue su desarrollo > En el ca
pítulo dedicado a las reacciones disociativas veremos ,el caso de un hombre
que perdió la memoria y casi toda la capacidad de habla poco después de haber
matado involuntariamente a una persona. Sin embargo, el hombre recobró me
moria y habla espontáneamente y al tiempo para presentarse a la averiguación
judicial.
317
U n c a s o d e p a r á lis is c o m o r e a c c ió n d e c o n v e r s i ó n
era víctima de ella. Los padres de la chica agradecieron tal explicación, pero
sabían que no era cierta.
Lo sucedido fue que Mildred se encontraba sola en el rancho un atarde
cer, cuando un pariente vino y, tras abrazarla, intentó violarla. La chi
ca gritó pidiendo ayuda; luego, le fallaron las piernas y cayó al piso. Allí
la encontró momentos más tarde la madre, quien regresaba de visitar a una
vecina. La chica no estaba lastimada, pero no se podía levantar y la madre
la llevó a la cama; con desacostumbrada devoción la estuvo atendiendo por
varios días. En cuanto intentaban levantarla, la chica se asustaba, las piernas
se le doblaban y no podía mantenerse de pie. El médico de la familia atribu
yó, con toda razón, la reacción al miedo; pero, y aquí se equivocó, recomen
dó que la chica quedara en cama hasta que se le fortalecieran las piernas.
Cuando comenzó a ser obvio que la chica no iba a recuperarse, se per
mitió que tomara el lugar del padre en el dormitorio de los padres, que daba
a la sala. Allí pasaba los días cosiendo, hablando, leyendo y durmiendo sies
tas. Los vecinos le traían comida o ropa hecha por ellos y se la pasaban co
mentando la enfermedad de la chica. Como inválida y como víctima, ésta
recibía lo mejor de la comida y de la atención. La madre continuaba aten
diéndola, le daba masajes en las piernas todo el día y dormía a su lado por
la noche. Finalmente se renunció a intentar que Mildred caminara, pues eran
excesivos los esfuerzos necesarios para animarla y el mantenerla físicamente
de pie resultaba agotador para upa familia que trabajaba duro todo el día.
Mildred no perdió nunca la capacidad de mover las piernas en la cama o de
acercar con los dedos de los pies cosas que necesitaba.
Mildred pudo no haber recibido atención de neurólogos y psiquiatras de
no ser por la intervención de una persona que, diez años más tarde, llegó a
la región. El recién llegado pensó que la parálisis pudiera ser de origen emo
cional y despertó en los vecinos la esperanza de una cura milagrosa. Se reu
nió dinero, se hicieron preparativos, y la chica, en compañía de sus padres,
viajó varios cientos de millas, hasta llegar a un hospital general. En cuanto
llegaron, se vio claramente que los padres esperaban que se hiciera algo de
inmediato en favor de su hija. También fue obvio que ésta resentía lo qué
estaba sucediendo y consideraba que los exámenes e interrogatorios eran, en
realidad, acusaciones de deshonestidad hechas contra ella.
Tras haberse concluido los exámenes, las consultas y el trabajo de labo
ratorio preliminares y tras haberse hablado del inicio y transcurso de la en
fermedad de Mildred, ésta agotó todo su deseo de cooperar. Tanto ella como
.> , los padres insistieron en la historia de la epidemia y se empeñaron en que
aquella enfermedad era “una especie de parálisis infantil” . Eso fue todo. La
madre resumió el sentir general de la familia cuando dijo: “Se supone que
es usted y no ella quien debe lograr la cura” . Dados él resentimiento y la
falta de cooperación de Mildred y la reserva de los padres, así como el po
deroso trasfondo de ganancias primaria y secundaria existente, la terapia
no podía tener fortuna.5 A l mes, la paciente volvió a casa sin haber mejo
rado nada. Fue más tarde, y por azar, que otro miembro de la familia puso
al descubierto el trauma qué inició la enfermedad de Mildred.
Al igual que en el caso del comerciante mudo, la reacción de conversión
de Mildred comenzó a raíz de un ataque que la aterrorizó. A diferencia dpi
hombre de negocios, Mildred pudo [pitar, pero no mantenerse de pie. Ade
más, la chica se enfrentaba al problema de una traición: la cometida por un
pariente cercano hacia quien la chica teñía fuertes sentimientos ambivalen-
5 Grinker y Spiegei encontraron casos de astasia-abasia muy resistentes a la terapia
iWür Neunoses, págs. 31-31). Nuestro paciente no había recibido terapia alguna durante los
diez años transcurridos entre el inicio de su parálisis y su admisión en la clínica.
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S DE C O N V E R S I O N 319
tes. Aceptó como solución lo sugerido por la reacción de miedo en que ha
bía caído de inmediato: paralizarse de las piernas. Con este síntoma pudo
expresar, mediante un simbolismo regresivo, sus impulsos inconscientes
ambivalentes, su defensa contra ellos y su autocastigo.
La primera adolescencia suele ser una fase de desarrollo turbulenta. En
ella pueden reavivarse con sorprendente intensidad conflictos emocionales
por largo tiempo latentes. A l verse en el umbral de la edad adulta, suele
suceder que chicos y chicas se vean acosados por fantasías ambivalentes
—conscientes, preconscientes e inconscientes— respecto al padre, a la madre,
a los hermanos y las hermanas, a los amigos y a los rivales. En dichas fanta
sías se tienen mezclas de miedo y fascinación, amor y odio, agresión hostil
y deseo sexual. Sabemos que Mildred expresaba actitudes fuertemente am
bivalentes hacia su agresor tras haber presentado ya los síntomas de su mal,
y damos por sentado que tenía actitudes similares hacia él antes de ocurrir
el hecho.
La parálisis de piernas de Mildred hizo de ella el centro de atención y,
por lo mismo, adecuado símbolo inconsciente de una manifestación erótica,
significado al que pudo contribuir la madre con su devoción. A un nivel
regresivo mayor, Mildred gozó de que la atendieran y cuidaran como a un
be bé. Además, con su invalidez expresaba sentimientos de venganza, ya que
mantenía vivo el resentimiento de la familia y el propio respecto al que ha
bía precipitado la enfermedad. Ante los parientes Mildred aparecía como
víctima inocente de un ataque, aunque con esa invalidez Mildred se casti
gaba negándose los placeres de la libertad y de la vida activa.
Mildred era a la vez víctima y beneficiaría de una conspiración: de silen
cio. Víctima por verse forzada a cumplir el papel de inválida inerme, papel
del que no podía escapar sin perder su honra. Beneficiaría, porque su inva
lidez le salvaba del tráfago de la vida en un rancho olvidado, tanto como
hija de un ranchero pobre como futura esposa de algún hombre igualmente
pobre. Así, Mildred se volvió una institución de la comunidad, un caso mara
villoso y muy comentado, alguien que no trabaja ni en la cocina ni en el
campo. Su ganancia primaria fue escapár de una ansiedad y un conflicto in
tolerables. La secundaria, verse libre de escaseces y trabajó. Desarrolló su
reacción de conversión para lograr lo primero; la faihilia y los vecinos le
dieron lo segundo, pues todos ganaban con ello. Mucho antes de que vinie
ra al sanatorio, Mildred estaba firmemente establecida en el papel privilegia
do de un inválido sumamente respetado. Fue a tal rol al que, finalmente,
regresó.
6 Grinker y Spiegel vieron a dos soldados sufrir parálisis del brazo derecho tras haber
matado a un enemigo. También vieron hemiplejías ocasionales entre soldados inválidos (W<ur
Néitroses, págs. 28-30).
7 (Cfr. Leonard, M. J., “Fear o f walking in a two-and-a-half year oíd girl” , Psychoanal.
Quart., 1959, 28, 29-39.
320 C AP. 9. R E A C C I O N E S DE C O N V E R S I Ó N
L a p a r á lis is y la a n e s te s ia c o m o s í m b o l o s
D efecto s en la visión y en el o íd o
L a s a l t e r a c i o n e s d e la v is ió n c o m o r e a c c i o n e s d e c o n v e r s ió n
L a s o rd e r a c o r n o un s ín to m a d e c o n v e r s ió n 8
A lt e r a c i o n e s d e l m o v i m i e n t o y d e la p o s t u r a
L o s t e m b l o r e s c o m o r e a c c ió n d e c o n v e r s ió n
baja. Sin embargo, los temblores aparecían cada vez que este hombre trataba
de violentar sus acciones, como lo había hecho en el momento del bombardeo.
Su padecimiento consistía en que le temblaban el cuerpo y las piernas de modo
tan violento que necesitaba asirse de algo para no caer. Durante el ataque se le
veía sorprendido y asustado, pero también empeñado en manifestar al máximo
sus síntomas. Las ganancias secundarias —haber recibido una pensión y tener
sus primeras experiencias en mandar en su casa— le impedían recuperarse a este
hombre tímido y moderadamente retardado.
L o s e s p a s m o s o c a la m b r e s c o m o r e a c c i ó n d e c o n v e r s ió n
L o s t ic s c o m o r e a c c i o n e s d e c o n v e r s i ó n
a los síntomas del paciente, George dedujo que tenía el mismo origen orgánico.
Cuando los procedimientos de diagnóstico le hicieron ver que se trataba de una
reacción de conversión, aceptó de mala gana intentar la psicoterapia.
El principal problema de George era un conflicto de identidad sin resolver.
Su papel oficial era el de médico amable y de buen trato, papel que había mo
delado de acuerdo con una versión idealizada de su padre, por quien en realidad
no sentía respeto ni afecto ninguno. Tras esa fachada oficial había una persona
lidad completamente diferente: de orgullo y de desdén, muy parecida a la de la
madre, y que no tenía ninguna vía de expresión legítima.
Acicateado por la burlona condescendencia de su jefe, George se identificó
patológicamente con el paciente y adoptó como tic el gesto de tortícolis. Ahora
podía manifestar su desdén y su aversión en gran estilo, tal y como su madre lo
habría hecho. Estaba expresando en público lo que sentía en el fondo y, al mis
mo tiempo conservaba su papel oficial de médico amable. Mientras tomara su tic
como señal de enfermedad neurològica y, por consiguiente, fuera de su respon
sabilidad personal, no tenía que enfrentarse a la contradicción existente entre
sus actitudes fundamentales. La terapia le reveló que su conflicto era de identi
dad y le dio la oportunidad de resolver sus problemas de modo más maduro
y real.
L a s p e c u lia r id a d e s d e la p o s t u r a c o m o r e a c c i ó n d e c o n v e r s ió n
La postura puede lograr el mismo lenguaje que los gestos. Las variaciones
normales de postura expresan a menudo variables de la personalidad subyacen
tes. Un hombre orgulloso tiene una postura erguida; el terco, rígida; el humilde,
sumisa. Cuando la postura de una persona se contrapone a lo que ésta dice, ten
demos a pensar que miente. Las peculiaridades de la postura pueden expresar, tal
y como lo hacen los tics, conflictos inconscientes mediante el simbolismo corpo
ral. Si nuestro joven médico hubiera “congelado” su tic en una actitud desde
ñosa, parecería una conversión de postura en lugar de un movimiento repetido.
En cualquier caso, el significado habría sido muy parecido. A continuación
damos el fragmento de un caso de conversión de postura ocurrido en una mucha
cha. Es claro ejemplo del desplazamiento simbolizado de una culpa.
cionaba con sus conflictos del momento. Es obvio que su postura simbolizaba
una identificación con la persona que la había excitado, pero era a la vez una
manifestación exhibicionista de impulsos prohibidos y un intento de defensa, ya
que dicha postura hacía prestar atención a la ligazón que tenía con el tío. Oli
via misma afirmó que su mal era un castigo por una mala acción cometida. El
corsé de yeso, del que no se quejaba, al mismo tiempo que le impedía, como si
fuera un superego mecánico, deleitarse en el símbolo corpóreo de sus fantasías
inconscientes, la castigaba. El volver a la terapia podría darle una nueva oportu
nidad de resolver sus conflictos de modo más flexible.
N o todas las alteraciones viscerales que tienen una base emocional son reac
ciones de conversión. Si la alteración visceral es parte de una descarga emocio
nal, sin que haya pruebas claras de una función simbólica, pertenecerá a las
reacciones de ansiedad o a las reacciones psicosomáticas. Tal es el caso cuando,
por ejemplo, los vómitos o la diarrea representan una expresión directa y primiti
va de ansiedad o miedo.10 Por otra parte, si el vomitar o el tener diarrea simbo
liza un conflicto de aceptación y rechazo, si representa en lenguaje corporal
una pulsión sexual o agresiva inconsciente o si expresa defensas o identificacio
nes del ego, las llamamos reacción de conversión. Se pueden utilizar altera
ciones viscerales de todo tipo para expresar conflictos inconscientes mediante
una metáfora corporal no verbal. Permiten reducir la tensión y la ansiedad
emocionales tal y como lo permiten las conversiones en relación con los múscu
los esqueléticos y con los órganos sensoriales. En tales casos las alteraciones
de las funciones viscerales resultan de emplearse los órganos internos para decir
algo, para expresar algo que no es su función primaria. Tal uso afecta los órga
nos internos de modo similar a como afecta los músculos esqueléticos y los
órganos sensoriales.
Hemos dicho que prácticamente todas las visceras pueden participar en las
actividades simbólicas. Sin embargo, dada nuestra falta de espacio* nos limitare
mos a dar ejemplos de alteraeibnes simbólicas del apetito. El comer y el beber
ha significado siempre para el ser humano algo más que ingerir comida.11 Desde
las primeras semanas de vida experimentamos amor e intimidad a la hora de
comer. A todo lo largo de la nifiez y de la adolescencia comemos y bebemos en
compañía de aquellos a quienes amamos y, a veces, odiamos. El que se nos dé Co
mida y bebida con cariño significa que se nos está dando amor; que se nos nie
gue la comida y se nos expulse de la mesa significa que se nos niega amor y se
nos excomulga. Cuando adultos .solemos comer y beber con otros para reafirmar
la aceptación y el afecto; a veces comemos o bebemos a solas para expresar gozo
y amor de sí mismos. El rehusarse a comer o beber con alguien es interpretado
a menudo como Un rechazo personal En los párrafos que siguen examinaremos
la pérdida y el exceso de apetito en casos donde obviamente se ha expresado,
mediante el lenguaje corporal, algún conflicto inconsciente profundo respecto
al sexo y la agresión, acompañado por fantasías consecuentes.
L a a n o r e x i a c o m o r e a c c i ó n d e c o n v e r s i ó n 12
B u lim ia ( e x c e s o e n e l c o m e r ) c o m o r e a c c ió n d e c o n v e r s i ó n
mayor y haber tratado a Mary como poco importante. El hermano nació cuando
Mary tenía tres años y vino a reemplazarla en el dormitorio y el corazón de los
padres. Mary conseguía que la alabaran y le prestaran atención cuando comía
bien, en especial por parte del padre, quien era un aficionado al buen comer.
Mary no recordaba haber tenido dificultades específicas durante la latencia, ex
cepto que siempre parecía tener hambre. Antes de las comidas se sentía a veces
solitaria y abandonada; después de comer, satisfecha y contenta. En la secunda
ria aceptó los cursos de cocina como un pato acepta el agua y por ello eligió
estudiar economía doméstica.
Llegada a la adolescencia, Mary era una chica gorda. Cuando vio que los chi
cos no le prestaban atención, intentó ponerse a dieta, pero esto iba contra su
modo de ver la vida. Pero lo verdaderamente problemático es que para el padre
era un pecado mortal verla rehusarse a comer. El padre no había tratado así a la
hermana mayor. A veces, tras una comida en especial pesada, Mary se inducía el
vómito a escondidas, en un bosque cercano a la casa, pero esto la hacía sentirse
“ como si hubiera roto los Diez Mandamientos” . 15 Cuando llegó a la universidad,
había logrado perder algo de peso. Pero en cuanto comenzó a salir con muchachos
apareció un nuevo síntoma: no podía comer en presencia del chico.
Tal era la confusa e irresuelta situación de Mary cuando se graduó y fue a pa
sar unas largas vacaciones de verano en casa de su hermana mayor, ya casada. La
hermana estaba por dar a luz a su primer hijo y Mary sintió de inmediato unos
celos intensos y que el marido de la hermana la atraía. Cuando su hermana tuvo
un varoncito, lo odió desde el primer momento: Regresó a vivir con los padres en
cuanto obtuvo empleo en su ciudad natal. Quiso salir con chicos, pero descubrió
que se sentía enojada y resentida contra los hombres y seguía sin poder comer
en su compañía. Una vez que los padres se fueron de viaje, Mary se agasajó con
enormes comidas que, totalmente satisfecha, cocinaba y comía en soledad. Cuando
los padres regresaron, decidieron buscar ayuda terapéutica.
La terapia le proporcionó a Mary su primera oportunidad en la vida de hablar
con alguien que estaba interesado en ella y no sentía la inclinación de juzgarla.
Gran parte de lo arriba relatado nunca antes había cristalizado en un todo con signi
ficado: los significados compuestos de su inclinación por la comida y su sentimien
to de culpa cuando vomitaba; las exigencias de su padre de que comiera y engor
dara si quería que él le prestara atención; su incapacidad de comer en compañía
del muchacho con el que salía y su amargura contra los hombres; su súbito ataque
de celos, afecto y disgusto en casa de la hermana, donde —tal y como ocurriera
cuando niña en casá de los padres— un bebé había nacido; su regresión a un punto
en el que no podía amar y se sentía sin amor y comía enormemente cuando estaba
sola. Mary logró resolver todos esos temás entretejidos, haciéndolo en relación
con su vida presente y con su pasado. Tras dos años de terapia Mary parecía tener
buenas perspectivas de cumplir con su sueño de casarse y ser madre.
A N T E C E D E N T E S D IN Á M IC O S Y D E D E S A R R O L L O
L a e x c lu s io n y la in c lu s ió n e n la c o n d u c t a n o r m a l
Es decir, quien lee ha aprendido a volverse sordo y ciego a ciertas cosas, in
sensible a la estimulación impertinente y competidora que sigue llegando a sus
órganos sensoriales. Puede, incluso, dejar fantasías y memorias fuera de la acti
vidad que lo concentra. Si la lectura ejerce una atracción personal muy poderosa,
incluso excluirá de su organización el olor de algo que se está quemando, la inco
modidad del frío o el calor excesivo, los avisos del hambre y los llamados a comer.
En el momento en que cualquiera de esas estimulaciones excluidas logra
romper las barreras normales de la organización de la conducta, la lectura pierde
eficacia e incluso tal vez se le excluya en provecho de la que a continuación
viene.- Tal vez los ojos del hombre sigan aún las líneas de palabras, pero éstas
habrán perdido todo significado para él. En pocas palabras, un sistema domina a
costa de los otros y, por el momento, no los alertará una estimulación que, en
otras condiciones, sería de lo más eficaz. La comparación entre lo ocurrido en la
exclusión normal y lo sucedido en las reacciones de conversión es tan obvia que
no amerita mayores explicaciones. Cuando pasemos a las reacciones disociativas
veremos el modo en que funciona, en ejemplos incluso más sorprendentes.
IJn estrés desusado puede aumentar esas tendencias normales. Hemos men
cionado ya las alteraciones del habla, de la visión, del oído que sufren las personas
normales cuando están excitadas, atemorizadas o sorprendidas. Hemos comentado
la debilidad muscular y la insensibilidad cutánea que también aparecen a causa
de un estrés extremo. Cuando se experimenta una emoción intensa de casi cual
quier tipo, lo común es que las personas normales pierdan la capacidad de movi
miento y la fuerza para mantenerse de pie, que se interrumpan sus coordinaciones
usuales y que pierdan alguna forma de sensación. Se ve esté tipo de situación en
las cortes, cuando se presentan pruebas inesperadas o el juez pronuncia sentencia.
También se ve cuando suceden catástrofes e incluso cuando se experimenta un
gozo inesperado. Puesto en tal situación, un individuo normal deja de ver o de
escuchar por un momento lo que sucede a su alrededor. No siente un abrazo o
una manó sobre su hombro. En combates militares o durante explosiones de
pánico, una' persona puede sufrir, como ya hemos dicho antes, lesiones severas
sin darse cuenta de ellas o verse asustado en el piso por una inactividad muscu
lar, cuando debiera estar huyendo para salvar la vida.
L a o r g a n i z a c i ó n u u la c o n d u c t a y io s s í n t o m a s d e c o n v e r s ió n
Hubo tiempos en que los clínicos creían que la única explicación posible
para los síntomas de conversión estaba en algüná lesión ocülta del sistema ner
vioso. Algunos siguen creyéndolo. Pero tal creencia ha sido, por más de medio
siglo, continuamente contradicha por los hechos incontrovertibles de los exá
menes clínicos. Los síntomas de conversión no corresponden a los patrones de
distribución de nervios conocidos, pues a menudo resultan inconscientes y cam-
biarites. El modo en que el paciente se recupera viola todas las reglas laboriosa
mente establecidas pará las enfermedades neurológicas. El paciente pierde sus
síntomas cuando supuestamente esto no debería ocurrir, y a menudo debido'a
influencias que no pueden remediar daños de los órganos sensoriales, lesiones
cerebrales ó enfermedades neuromusculares.
Es fácil imaginar la exasperación sentida en el pasado por los especialistas
clínicos, quienes acusaban de fraude a quienes padecían conversiones. Es fácil
332 CAP. 9. R E A C C I O N E S DE C O N V E R S I Ó N
comprender por qué los especialistas clínicos de mayor imaginación que fueron
capaces de ver más allá de su riguroso adiestramiento neurológico, y de reconocer
en los síntomas de conversión la simbolización de algo reprimido, dieron este
alivio a los mal comprendidos neuróticos. Fue este reconocimiento el que, en la
última parte del siglo XIX, abrió las puertas a lá fase moderna de la psicoterapia;
y fue quien sufría conversiones el que se volvió centro de los nuevos progresos
en el campo de la psicoterapia.
Desde un punto de vista estrictamente anatómico o fisiológico, los síntomas
de conversión no tienen sentido, pues son irracionales e ininteligibles. El paciente
que los manifiesta parece estar pretendiendo estar enfermo o impedido. Pero
desde el punto de vista de la simbolización, no son ni irracionales ni ininteligi
bles. Simplemente recurren a un idioma que no es ni el de la anatomía ni el de la
fisiología. Es el idioma de las palabras y los nombres, de las cosas perceptivas y
conceptuales, en función de las cuales vivimos cotidianamente, tanto si somos
científicos como si somos legos.
Por consiguiente, la mano que, debido al estrés, queda insensible o paraliza
da es la mano social, no la mano anatómica. Se trata de la mano que el paciente
ha usado normalmente como herramienta, cuando trabaja y cuando juega, cuan
do ama y cuando pelea, cuando come y cuando bebe, cuando crea y cuando
peca. Es la mano ante la cual puede reaccionar tal y como lo hace ante otros
objetos sociales, de modo muy parecido a como los otros reaccionan a ella.
Lo mismo sucede en todo cese de actividad ocurrido en las reacciones de con
versión. Por ejemplo, el habla surge de la interacción social ocurrida en la
niñez. Sigue siendo siempre uno de los medios de comunicación social más
eficaces.
Los ojos y los oídos nos ayudan a ir estructurando nuestros mundos de reali
dad interna y externa desde las primeras fases de la infancia. Terminan por par
ticipar en la interacción humana a un grado sólo alcanzado por la mano y por la
lengua. Comer y tragar, regurgitar y eliminar, los placeres del contacto corporal y
del calor humano, los múltiples significados del movimiento y la postura, todos
ellos influyen en el desarrollo y el funcionamiento de la personalidad de un mo
do tal que quitan importancia a la anatomía y a la fisiología en lo q u e simbolizan,
tal y como ocurre en la química de una pintura. Es necesario comprender, tomar
en cuenta y hacer participar a la anatomía y a la fisiología, pero nunca serán ele
mento central en la comprensión del producto final, del significado trasmitido.
Los significados expresados en ías reacciones de conversión son como los
presentes en el arte moderno y en los sueños ordinarios. Expresan algo que es de
importancia para lá persona que los crea, aunque tal significado se le oculte par
cialmente. Tal vez otros no compartan la satisfacción que el pintor abstracto siente
ante su pintura. Lo que comente acerca de ella tal vez no aclare su propia com
prensión intelectual y tampoco convenza a los demás. Lo mismo ocurre con mu
chos sueños manifiestos. A quien Jos sueños le parecen claros, congruentes y
poderosos, aun cuando no pueda explicarse el porqué o explicarlo a los demás.
Como hemos visto en nuestros casos, el paciente que crea los síntomas de con
versión probablemente los interprete, al igual que la persona común y corriente
que los observa. La pintura y la escultura abstractas, los sueños manifiestos y los
síntomas de conversión son medios de expresión. Cuando se les traduce a pala
bras, quedan fuera la intensidad, la riqueza y a menudo la violencia esencial de lo
que representan.
Síntom as de conversión y la energía de la organización
Nuestros casos nos han demostrado ya que la parte del cuerpo elegida para
la expresión metafórica está bien adaptada para representar los conflictos partí-
334 CA P . 9. R E A C C I O N E S DE C O N V E R S I Ó N
cipantes. Llamamos sumisa a la parte del cuerpo que se presta a tal explotación
inconsciente, y el proceso recibe el nombre de sumisión somática, es decir,
obediencia a ciertas necesidades inconscientes. Este tipo de elección inconscien
te nos parece misteriosa; en parte porque las explicaciones que se le dan siguen
siendo insatisfactorias y en parte porque no funciona ateniéndose a un pen
samiento lógico usual y sí mediante formas más primitivas y a menudo más artís
ticas. Nos ayuda a aceptar e intentar comprender el hecho indiscutible de la
elección inconsciente el ponemos a pensar que a ella recurrimos cuando sonamos.
En las imágenes de los sueños manifiestos, al igual que en la formación de sín
tomas de conversión, se elige una estructura que pueda representar los procesos
inconscientes que están tratando de hallar una expresión preconsciente o cons
ciente. Al mismo tiempo, debido a que el sistema defensivo sigue en funciona
miento, es probable que tanto los sueños manifiestos como los síntomas de
conversión manifiesten la influencia de las defensas y la adaptación del ego, así
como los efectos ejercidos por las presiones del superego. Como ya apuntamos
anteriormente, el proceso de conversión distorsiona la imagen corporal e inter
fiere con el funcionamiento de la parte del cuerpo elegida.
Tenemos abundantes pruebas de que los impulsos primitivos, las imágenes
infantiles, las fantasías y los sueños surgen durante las actividades diurnas de las
personas adultas normales. La represión normal es suficiente para cuidar que tales
influencias no interrumpan el pensamiento de la persona adulta y puedan provo
car la desintegración del ego y la regresión. Sólo escapa a la represión normal lo
suficiente para dar brillo a- lo que. de otra manera- sena una naturaleza austera y-.
calculadora del razonamiento del ser adulto; para darle ligereza y permitirle ju
gar; para permitirle rozar lo ilógico y caer en la risa; para permitirle tener empatia
y sentimientos tal vez por completo irrazonables, y ,permitirnos lamentarnos
cuando sabemos irremediable lo que haya sucedido. Debemos a la influencia de
los procesos inconscientes internos el que tengamos sueños caprichosos y el
que tengamos razón; el que llevemos a cabo hechos posibles de racionalizar, pero
que no tienen una explicación lógica, y que tengamos poesía, teatro, decoración
y las artes más bellas e irracionales.
Deborah W., una mujer casada de veintitrés años, se quejaba de que en cuan- ,
to intentaba escribir a máquina, el antebrazo se le ponía rígido en la posición de
escribir y se le cerraban las manos. Semanas antes se había visto obligada a re
nunciar a su puesto de secretaria debido a estos síntomas. Un examen médico y
neurològico general reveló que no había ninguna patología orgánica que expli
cara tal impedimento, que sólo aparecía en relación con la máquina de escribir,
pero no cori otras actividades, aun cuando en ellas se emplearan los mismos
músculos. Là otra queja importante expresada por Deborah fue que años atrás
había.soñado con niñitos que yacían deshechos en la calle, obviamente atrope
llados por algún automóvil o camión. En lo que resta del caso nos limitaremos a
' ; , » • ; :
S. Isaacs llama a los síntomas de conversión “la, prueba más convincente de que una
fantasía no verbal está actuando” . Véase “The riáture and function o f fantasy ", Internai. J.
Psychóanal., 1948, 29, 84.
336 C A P . 9. R E A C C I O N E S DE C O N V E R S I O N
examinar tres sucesos que forman parte del contexto del síntoma de conversión.
Cuando Deborah tenía cuatro años, nació un hermano, el primer varoncito
de la familia. Deborah y una hermana mayor, justo antes de nacer el hermano,
fueron enviadas con unos parientes que tenían una granja. Deborah recordaba
haber sentido un violento disgusto ante el recién nacido debido a que todo mun
do lo jaleaba por ser varón. No recuerda haber tenido fantasías agresivas contra
él; pero el sueño donde aparecen los niños deshechos hace pensar que sí exis
tieron tales fantasías en Deborah cuando niña.
La paciente recordaba que, tras haber nacido el hermano, ella y la hermana
mayor jugaban en secreto a que eran niños y se ponían entre las piernas algún
objeto, para que sobresaliera. Recordaba que tal juego les producía risillas ner
viosas y excitación y que tanto ella como la hermana hacían burla franca del
órgano genital del hermano, que en secreto resentían. La paciente aparentemente
resolvió el conflicto que le había creado el nacimiento del hermano uniéndose
apasionadamente a la hermana mayor e ignorando en lo posible la existencia del
recién nacido. Tanto éxito tuvo con tal maniobra, que incluso tras varios meses
de terapia intensa no lograba, debido a la represión, recapturar las memorias o
las fantasías en que el hermano aparecía.
Esta joven tuvo la desgracia de casarse con un esposo inútil. Los pocos ingre
sos de él y la inquietud e insatisfacción de ella la llevaron a prepararse para
aceptar un trabajo fuera de casa. Se inscribió en una escuela para secretarias, sin
tiendo que si se le permitía hacer lo que el esposo hacía, lo haría mucho mejor.
Su frustración ante la torpeza que manifestaba cuando se sentaba a la máquina
de escribir se vio incrementada por la presión ejercida por el maestro, los padres
y el esposo para que trabajara más duro. A pesar de su sensación de frustración y
de su desilusión respecto a la vida hogareña, terminó con buenas nptas el curso
para secretaria y consiguió un puesto bastante bueno. Pero descubrió que resem
tía tener que hacer el trabajo y solía pasar su día laboral presa de un enojo
adusto. Fue en tal situación que apareció su síntoma de conversión. En él se
repetían aunque dé modo diferente, los juegos infantiles líenos de resentimien
to y envidia de la infancia, a los que se. dedicaba con su hermana tras el naci
miento del hermano, expresaba al doble su protesta contra lo masculino y los
puños apretados simbolizaban el odio agresivo general y su rechazo específico,
pero inconsciente, de hacer un trabajo que despreciaba.
La fijación, la regresión
y las defensas en las reacciones de conversión
En gran parte de los casos que hemos empleado para ilustrar las conversiones,
la regresión se ha desarrollado de súbito y a menudo de modo muy dramático
en respuesta a estresés externos e internos identificables. Pero no se necesita ni
prontitud ni drama para que se produzca la regresión. El estrés externo puede
ser relativamente ligero y difícil de identificar. Tal vez el incremento de estrés
interno sea gradual u ocurra en etapas bastante separadas. Las únicas condiciones
esenciales son que la tensión emocional y la ansiedad libre lleguen a tal nivel
que excedan los límites de tolerancia de una persona y que ésta tenga la predis
posición a desarrollar síntomas de conversión en vez de los de alguna otra neu
rosis. Cuando se presenta tal incremento, comienza o amenaza con comenzar la
desintegración del ego. Entonces ocurre automáticamente la regresión y el ego
vuelve a organizarse a algún nivel de fijación más primitivo, en el que se reacti
van las fantasías y las pulsiones primitivas. Como ya hemos visto, esta reactiva-
A N T E C E D E N T E S D I N Á M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 337
'' u. i ..
■ï ï f
10
R e a ccio n e s
d iso cia tiv a s
Las reacciones disociativas consisten en la separación de uno o más compo
nentes del sistema de la personalidad. Dicha separación comienza como unzdefen
sa del ego, como un intento de aislar algo que provoca ansiedad, de distanciarse
de ello. Pero la separación termina por ser un defecto del ego, una perturbación
de las relaciones con el objeto.
En las formas de disociación más moderadas el paciente sufre la sensación
de que lugares, sucesos e incluso su yo se le han vuelto un tanto desconocidos.
En sus formas más serias, se le hace tan extrafío el mundo externo, que el pacien
te se siente en un mundo de sueños. A veces borra las experiencias dolorosas en
una escala tan amplia, que olvida su propio pasado e incluso llega a perder su
identidad personal. Lo extraño y lo dramático de algunas reacciones disociativas
las han convertido en tema favorito de la literatura y del teatro, por ño mencio
nar las publicaciones semipopulares de casos reales. El ejemplo más famoso en la
literatura es E l doctor Jekill y Mr. Hyde, de Stevenson; The Dissociation o f a
Personality, de Morton Price, el caso real más famoso. Damos a continuación tres
ejemplos tomados de material clínico, que servirán para orientar al lector.
Una joven sufría episodios de ansiedad aguda, seguidos por una sensación!
incómoda de que las voces de las personas parecían muy lejanas y de que ni per-i
sonas ni cosas eran ya reales. A veces ella misma se sentía irreal, como si no fuera!
ella quien estuviera pensando lo qite pensaba. Aunque desapareció la ansiedad
aguda que precedió al comienzo de la disociación, la paciente experimentó sensa
ciones de extrañamiento y de irrealidad que le parecieron peores que la ansiedad
original.
Un estudiante de medicina de los últimos años, quien vivía en un dormitorio
de la universidad, caminaba dormido casi todas las noches, al parecer en busca de
algo que no podía encontrar. Entraba a los cuartos de los otros estudiantes y re
volvía armarios, escritorios y libreros, a veces murmurándose cosas. Si se le ha
blaba cuando estaba en ese estado, miraba a la persona con ojos vacíos y se
esforzaba por encontrar palabras, como si estuviera borracho, y a continuación
volvía a su cama. Por la mañana tenía, si acaso, recuerdo muy vago de haber ca
minado dormido; pero muy a menudo nada recordaba en absoluto.
Una joven casada, crónicamente infeliz y llena de conflictos respecto a su
matrimonio, en ocasiones salía de su casa por las tardes y se perdía, de modo
342
DISOCIACIÓN N O R M A L 343
muy parecido a como les ocurre a los niños. De súbito “ despertaba” muy lejos
del hogar y sin memoria alguna de haber salido de él. Ninguna de estas tres per
sonas era psicótica y ninguna daba señales de padecer anormalidades en el siste
ma nervioso.
D IS O C IA C IÓ N N O R M A L
D IS O C IA C IÓ N A N O R M A L
resulte peor que la ansiedad original de la que el paciente logró escapar. El pa
ciente se siente entonces extrañamente separado del mundo de los objetos y de
las personas que componen el trasfondo familiar de su conducta cuando, está en
un estado normal; o se siente apartado de su pasado e incluso de su yo social.
Los estados de ensueño llevan más lejos esa obvia separación, pues crean una
situación similar a la que se puede inducir artificialmente en personas normales
mediánte una privación sensorial extrema.4 Las amnesias masivas, vengan o no
acompañadas de fugas, separan a la persona de su pasado. Si la amnesia es com
pleta, pudiera no manifestar ansiedad alguna. Sin embargo, y como regla, el
paciente parece hondamente preocupado y afligido sin que pueda decir por qué.
D e f i n i c i ó n . L a s r e a c c i o n e s d i s o c i a t i v a s s o n i n t e n t o s d e e s c a p a r . d e i a t e n s i ó n
y l a a n s i e d a d e x c e s i v a s 's e p a r a n d o d e l r e s t o a l g u n a s p a r t e s d e l a f u n c i ó n d e l a p e r
c) puede presentarse como una amnesia avasalladora, en que se olvida gran parte
del pasado o todo él masivas, fugas, personalidades ( a m n e s i a s m ú l t i p l e s ) .
Extrañamiento y despersonalización
Julia K., una mujer casada de treinta y cuatro años, vino a la clínica porque
no podía cumplir con la rutina de un día común y corriente sin continua ayuda
de otras personas. Su queja principal era que todo le parecía'extraño y diferente.
Dijo: “No puedo comprenderlo. Las cosas me parecen distintas. Viniendo, para
acá, me parecía estar en un país extraño. ¿Estoy en realidad en Wisconsin? ¿Po
dré descubrir por qué las cosas me parecen tan diferentes? Todo me parece dis
torsionado. Esa mesa, por ejemplo, sé que c ?lisa; pero me parece toda torcida”
(Sú gesto indicó que le parecía llena de ángu os inesperados, es decir, los ángulos
rectos dé la méSa no parecían tales desde do ide ella se encontraba.) “Y las seña
les en la carretérá no étan iguales. Indicaban hacia lugares a los cuales no deseá
bamos ir” .
En el pabellón, Julia conversaba normalmente con los otros pacientes, pero
más tarde preguntaba si lo eran en realidad. La gente, afirmaba, parece cambiar
de personalidad de un día para; otro en esta clínica. Cuando la visitaban sus pa
rientes, le parecían tan distintos que se preguntaba si no serían extraños disfraza
dos de amigos, con el propósito de que no se sintiera olvidada. Claro está, esas
sensaciones representaban fluctuaciones ocurridas en sp propio grado de extraña1
miento del objeto. de vez en cuando.
8 Cfr. Bird, B., “ Feelings o f unreality” , Internat. J. Psychoanal., 1957, 38, 256-265.
348 C AP. 10. R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S
Cuando Julia salía de paseo, las tiendas y las casas le parecían extrañas e irrea
les. Para ella, la gente caminaba como robots. Un día llegó a exclamar: “ ¡Miren
a ese muchacho! ¡No corre como un muchacho de verdad!” Creía que la estatua
situada en el campus de la universidad no podía ser de Lincoln, porque “la gente
no se sienta así” .
Según iba mejorando, Julia se volvía cada vez más escéptica respecto a sus
equivocaciones anteriores, que recordaba muy bien. Por ejemplo, decía: “ ¿Ima
giné todo esto? Ya no me siento como antes” . Cuando la pasaron a un pabellón
de libré entrada, exclamó gozosa: “ ¡Éstos sí parecen pacientes de verdad! Más
tarde comentó: “Todo me parece normal ahora, pero estoy asustada por lo mis
mo” . Es decir, temerosa de que el cambio hacia lo normal pudiera no ser real o
no perdurar. Ya recuperada, expresó su estupefacción de que hubiera podido
pensar que todas las cosas habían cambiado.
A todo lo largo de esta disociación, que había sido precipitada por una tra
gedia personal, Julia tanteaba su cambio en un mundo engañoso de formas dis
torsionadas, poblado por lo que parecían imitaciones de seres humanos. Aceptó
esa percepción distorsionada como prueba fehaciente de que el mundo de los
objetos, y no ella, había sufrido un cambio tajante. Obviamente, estamos ante un
método muy poco eficaz de manejar un estrés intolerable, pues a la vez que inca
pacita a la persona, sustituye una ansiedad por otra. Para comprender tal desarro
llo es necesario tomar en cuenta que la gente no elige conscientemente tal solu
ción, que ño sabe a dónde habrá de llevarla. La elige automáticamente, a través
del funcionamiento de las defensas inconscientes del ego. La disociación repre
senta el mejor esfuerzo de que son capaces los pacientes de hacer cuando sufren
una regresión.
Extrañamiento somático
to somático tiene que ver con la imagen corporal del paciente, es decir, el modo
de captar su cuerpo de una persona; qué le parece y cómo lo siente. Se necesita
aquí una breve digresión para explicar de qué manera participa la imagen corpo
ral. Tampoco en el mundo normal es “ cierta” u objetiva la representación que de
su cuerpo tiene una persona. La imagen corporal está muy influida por muchas
cosas que no participan en la representación fotográfica o en la idea que otra per
sona tiene de nuestro cuerpo. Por ejemplo, todos hemos tenido experiencias
personales con diferentes partes de nuestro cuerpo y con las interacciones de las
mismas, o con la totalidad de nuestro cuerpo, que nadie puede compartir. Esas
experiencias son de suma importancia en la formación y mantenimiento de la
imagen corporal. Toda persona se ve de modo muy diferente a como la ven los
demás. Recuérdese simplemente el embarazo que muchas personas expresan
cuando se ven en una película y nos daremos cuenta de cuán diferente es la ima
gen corporal de la imagen cinematográfica.
Además, la imagen corporal está afectada por la intensidad variable y la cla
ridad variable de la experiencia perceptual propia respecto a distintas partes del
cuerpo. Esas variaciones a menudo son de carácter eminentemente personal y no
tienen equivalente en la experiencia de quienes nos observan.9 Distorsionan la
imagen corporal, de una u otra manera, las experiencias ocurridas en la infancia,
en la latencia y en la adolescencia, que incluyen las del crecimiento, la madura
ción y el funcionamiento de las distintas partes del cuerpo, cada una de las cuales
goza de una importancia especial en un momento determinado. También se ve
influida por las experiencias emocionales en la edad adulta, por la ansiedad y el
narcisismo, por los mecanismos de adaptación y de defensa especiales de cada
persona, por los efectos ejercidos por las enfermedades, por las lesiones y el en
vejecimiento y, en las mujeres, por las experiencias del embarazo y el parto.
Ineluso las experiencias cotidianas y ordinarias de dormir y despertar dejan a
menudo improntas extrañas de conformación obviamente corporal, que1muy
claramente pueden afectar la imagen corporal.10
Quienquiera que sufra una regresión severa mientras está despierto experi
mentará un extrañamiento somático atemorizante o pleno de confusión. Es
común ver esto en las enfermedades, en las fiebres, en las intoxicaciones —tanto
experimentales como ajenas a lo experimental—, en la hipnosis y en estados espe
ciales, como los inducidos por la privación sensorial. Algunos individuos parecen
en especial vulnerables a este tipo de cambio regresivo. En cuanto sobrepasan los
límites de su tolerancia a la tensión y la ansiedad emocionales, caen en el extra
ñamiento somático.11
Sé encuentra muy ligado al extrañamiento somático el fenómeno dé negar o
pasar por alto un cambio somático que está ocurriendo o que ya ha ocurrido. No
es raro ver esto cuando comienza la adolescencia. Algunos adolescentes ignoran
9 F is h e r , S. y C le v e la n d , S. E ., B o d y Irriage and Personality, N u e v a Y o r k , V a n N o s t r a n d ,
1 9 5 8 ; K o l b , L . , “ D is t u r b a n c e s in th è b o d y im à g e ” è n S . A r i è t i (d i r . ) , A m erica n H arìdbook
o f Psychìatry, N u e v a Y o r k , B a s ic B ò o k s , 1 9 5 9 , p à g s . 7 4 9 -7 6 9 .
10 S ilb e r c r , H . , “ R e p o r t o n a m e t h o d o f e lic iti n g a n d o b s e r v in g c e r i ain s y m b o lic h a llu -
c in a t io n p h c n o m e n a ” en R a p a p o r t , D . (d i r . ) , Organization and Pathology o f Thougth, N u e
va Y o r k , C o lu m b i a U n iv . P ress, 1 9 5 1 , p à g s . 1 9 5 -2 0 7 ; F e d e r n , P ., “ E g o fe e lin g in d r e a m s ” en
F e d e r n , P ., E g o Psychology and thè Psychoses, N u e v a Y o r k , B a s ic B o o k s , 1 9 5 1 , pàgs. 6 0 -8 9 .
11 S e p r e s e n t a u n a fa c e t a en e s p e c ia l in t e re s a n t e d e la n e g a c ió n d e u n c a m b io c o r p o r a l
en e l f e n ó n o m e n o d e l m iem bro fantasma. U n a p e r s o n a q u e h a p e r d id o p a r te d e u n m ie m b r o o
t o d o é l, ig n o r a d ic h a p é r d id a o in c lu s o la n ie g a . A v e c e s h a b la y a c t ú a c o m o si n a d a h u b ie r a
s u c e d id o . V é a s e F is h e r , S. y C le v e la n d , S. E -, B o d y Im age and Personality, N u e v a Y o r k , V a n
N o stra n d , 1958.
350 C A P . 10. R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S
A u t o e x t r a ñ a m i e n t o o d e s p e r s o n a liz a c ió n
severos ocurridos en la imagen del yo. Más adelante, en la sección dedicada a las
amnesias masivas, nos dedicaremos a la disociación de la personalidad, que Freud
llamó el caso extremo de despersonalización.19
Sonambulismo
ra resulta raro entre los adultos. Quienes hemos vivido en dormitorios comunales
los hemos visto. El sonámbulo se levanta sin estar totalmente despierto, abre los
ojos y coordina razonablemente bien los movimientos de su cuerpo. Explora los
alrededores, a veces hace preguntas incoherentes o da respuestas extrañas a lo
que se le pregunta.21 Tal vez se vista y salga, o lo haga a medio vestir, vaya por
los corredores y las escaleras, entre a otros cuartos o sálga a la calle. Eventual
mente algo lo despierte o simplemente regrese a su dormitorio y continúe dur
miendo. En cualquier caso, pudiera no recordar nada coherente al despertar, o
recordar un sueño manifiesto en el cual se reconocen algunos de los sucesos ocu
rridos durante el episodio de sonambulismo.
Como hemos dicho ya, este tipo de conducta puede poner en peligro a la
persona. En tiempos de guerra más de un soldado sonámbulo ha sido herido por
no responder a las preguntas de un centinela.22 No hace mucho un sonámbulo
se lanzó desde la ventana de un segundo piso, en el dormitorio de su universidad,
y resultó seriamente herido. Los niños y los adultos sonámbulos pasean por cor
nisas y techos, pasan frente a vehículos en movimiento o caen escaleras abajo. A
veces una persona dormida se levanta y camina o corre para huir de algún peligro
que lo amenaza en el sueño. Esos peligros pueden acosarlo incluso cuando ya se
encuentra de pie y el sueño lo absorbe al grado de no permitirle despertar. He
aquí tres ejemplos de esto.
Una niña de cuatro años comenzó a caminar dormida en una época de serios
problemas maritales entre sus padres, que no podían ocultarlos; la niña pasaba
entonces la fase edípica de su desarrollo. Una noche caminaba por el pasillo del
segundo piso, sonámbula, cuando un fantasma pareció salir del dormitorio de sus
padres. La niña se abalanzó hacia las escaleras, las bajó corriendo a toda veloci
dad y trató de saltar el último tramo. Por fortuna sus padres se encontraban aún
en la planta baja y el padre logró recibirla en los brazos cuando la niña saltó. De
vuelta en su cama, pidió que la madre se fuera y persuadió al padre de que se
estuviera con ella, hasta que lograra dormirse. Según la madre, la niña recordaba
todo el episodio, incluyendo el fantasma, como algo que había sucedido en reali
dad. Se presentaron posteriormente otros sueños relacionados con esto, pero en
los que no nos detendremos.
Un adulto sujeto a terapia recordaba que cuando tenía siete años de edad se
encontró de pronto en la escalera de emergencia, con una pierna por encima del
pasamanos; era de noche y la calle estaba cinco pisos abajo. Había estado soñan
do que el departamento ardía y que él huía, presa del pánico. Lo real del sueño y
el escenario en que, una y otra vez, lo recordaba durante la terapia hicieron pen
sar que había estado tratando de escapar del fuego de un conflicto infantil muy
temprano, en el que participaron la pasión, el odio y el miedo a una venganza.
Otro adulto sujeto a terapia despertó una noche para encontrarse corriendo
escaleras abajo en el hotel donde se alojaba durante un viaje de negocios. Tan
sólo recordaba que alguien necesitaba ayuda urgentemente y que él corría al res
cate. Sueños similares, pero sin la presencia de sonambulismo, pronto aclararon
que ese “ alguien” era él mismo. Al parecer, el estar alejado de la terapia que ne
cesitaba provocó el sueño con sonambulismo.
> 21 A l p r in c ip io d e l c a p í t u lo d e s c r ib im o s b r e v e m e n t e u n c a s o d e este t ip o .
22 S a n d le r, S ., “ S o m n a m b u lis m in t h e a r m e d f o r c e s ” , Merit. Hyg., 1 9 4 5 , 29, 2 3 7 -2 4 7 .
354 CAP. 10. R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S
entre sueños y vigilia. Tal vez el sonambulismo es más común en la niñez que en
la edad adulta porque a principios de la vida los límites funcionales que separan
la fantasía de la realidad objetiva se encuentran menos definidos que en épocas
posteriores. Sin embargo, nótese que aunque el sonambulismo pone los sistemas
perceptivo, cognoscitivo y motor a disposición del sueño, también se lo encuen
tra entre adultos que no manifiestan ninguna disociación de la personalidad. Por
consiguiente, tenemos una base más o menos normal de la cual partir para estu
diar los ataques de sonambulismo definitivamente patológicos, así como los
trances y los estupores, las fugas y las personalidades disociativas.
cha, haciéndola excluir incluso su medio circundante. A l caer al piso, Minnie caía
en un mundo de fantasía. Se salía de un mundo real que compartía con otros y
al cual pertenecía la descripción verbal que había dado. En las semanas subse
cuentes debía repetir el acto muchas veces. En el momento mismo de recordar
o de reconstruir aquel suceso del pasado, perdía todo control de la realidad social
contemporánea y volvía a un recuerdo traumático, que se veía obligada a inter
pretar una y otra vez. Tenemos aquí una fantasía basada en una memoria, que es
actuada de modo franco ante nuestros ojos, en lugar de quedar en una represión
parcial.
La paciente concluía cada serie de ataques, que a veces duraban varias horas,
cayendo en un trance de profunda preocupación, que llegaba a durar hasta día
y medio. Aunque será en la sección siguiente que examinemos los estados de
trance, conviene describir en este momento lo que Minnie hacía en los suyos. A
diferencia de lo que ocurría en los ataques, la conducta de trance de Minnie era
pasiva y suave. Se quedaba de pie o sentada allí donde la hubieran situado. Iba a
dondequiera que la llevaran. A l mismo tiempo, evitaba los obstáculos normal
mente, subía y bajaba escaleras sin tropezarse y sin ayuda alguna y esperaba a
que le abrieran la puerta para salir. Comía y bebía si se le ponían los alimentos
en la boca, y masticaba y tragaba como una persona aturdida y afligida. La expre
sión de su rostro era de tristeza y perplejidad. En ocasiones sacudía lentamente
la cabeza de un lado a otro, como diciendo: “ No puedo creerlo” . Pero no emitía
una palabra espontáneamente, ni respondía verbalmente a quien le hablaba.23
Aunque parecía estar sumida en un sueño, carecía totalmente de la iniciativa del
sonámbulo.’ Una vez condolido el estado de trance, Minnie volvía a la normalidad,
pero sin recordar nada de lo que había actuado y nada de su trance.
Minnie no respondió a la psicoterapia. Por un lado, su educación era pobre y
su inteligenda limitada. Por otra, estaba en problemas con la policía, cuya pre
sencia en el trasfondo del caso fue evidente por un tiempo. Un factor adicional
fue que los ataques de sonambulismo eran un tipo de manifestación inconsciente
que debió producirle satisfaedones, además de una ganancia secundaría. Cuando
estaba sola, y ■especialmente por las tardes, cuándo había quietud, Minnie lanza
ba a veces un grito de sobresalto y comenzaba otra serie de ataques. Otros pa-
dentes la rodeaban llenos de conntíseradón, expresando abiertamente su interés.
Durante día y. medio, a partir de haber.concluido el ataque, Minnie recibía aten
ción especial por parte de las enfermeras, y las asistentas, ya que .se encontraba
sumida en un estado de trance. Aunque no hay razones, para dudar que los ata
ques eran genuinos, es de notar que disminuían mucho en frecuencia, cuando sé
les dájban órdenes a los padentes de no acercarse a Minnie,. pretextándose que la,
excitación la empeoraba.
Finalmente tuvieron que abandonarse las sesiones terapéuticas, pues invaria
blemente precipitaban un ataque de sonambulismo, seguido por otro estado dé
trance. En lugar de eso, se aplicó a Minnie un programa de quehaceres domésticos
ligeros y se le'concedieron privilegios a condidón de qué hó tuviera ataques. A
los cuatro meses de haber sido admitida, se le dio de alta, pues ya no presentaba
los síntomas. Dos años más tarde, en dreunstandas similares, se le volvió a admi
tir, presa de ataques de sonambulismo semejantes, y se le dio de alta otra vez
cuando se recuperó de los síntomas.
v
356 C A P . 10. R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S
E s ta d o d e tr a n c e ( “ e s ta d o c r e p u s c u la r " )
E s tu p o r p s i c o g é n i c o
Amnesias masivas
Los estados de ensueño, que arriba estudiamos, constituyen un puente entre
los estados disociativos más limitados —el extrañamiento— y las características
más arrolladbras de las amnesias masivas. En éstas, nosotros diferenciaremos tres
variedades importantes: 1. La amnesia masiva siñ fuga, 2. La amnesia masiva coñ
fuga y 3. La personalidad disociada.
358
A m n e s ia m a s iv a sin fu g a
Son comunes amnesias menores que la narrada. Las presenciamos tras algún
accidente en el que no ha habido ni sangre ni heridas en la cabeza. Las vemos
cuando ocurren tragedias personales y cuando se siente una culpa extrema. Se
ven tras una catástrofe general. Los supervivientes a menudo sólo recuerdan frag
mentos de la experiencia por la que acaban de pasar. Recuerdan incidentes trivia
les, pero olvidan la cadena de sucesos más importantes.28 El que sólo recuerden
incidentes triviales y hayan olvidado el trauma principal, se relaciona probable
mente con las memorias triviales características de la memoria tamizada y de
los sueños manifiestos.
A m n e s i a m a s iv a c o n fu g a
Samuel O., un graduado universitario, que era pobre y vivía lejos de su casá,
fue invitado a cenar en casa de un profesor a quien había conocido, en otra ciu
dad, cuando tenía un nivel social y económico igual. Aceptó la invitación porque
se sentía solo y hambriento, pero casi de inmediato se arrepintió debido al esta
do de su ropa. En retrospectiva^: le pareció que el profesor se había mostrado
condescendiente. Aquella noche salió de la pensión con tiempo de sobra para
llegar a la cena, pero nunca se le vio en casa del profesor. Dos días más tarde la
policía lo encontró en un estado vecino. Recordaba vagamente haber viajado en
un tren de carga, haber hablado con extraños, haber compartido la comida de
éstos; pero ni idea tenía de quién era, de dónde había venido o adóndé iba. Pór
el contenido de sus bolsillos se lo pudo identificar y algunos parientes vinieron
a recogerlo.
Más tarde, el joven recordó los sucesos que lo llevaron a la fuga y algo de lo
que pasara durante ésta. Iba camino a la casa del profesor, pero todavía estaba
hundido en un gran conflicto por tener que hacerlo. Se avergonzaba de su apa
riencia, estaba resentido por la condescendencia del otro, y temía expresar sus
27 I n fo r m a n d e c a so s sim ila re s G e le e r d , E . R ., H a c k e r , F . J. y R a p a p o r t , D ., “ C o n t r i-
b u t io n s to th e s t u d y o f a m n e s ia a n d a liie d S tates’ , Psychoanal. Quart., 1 9 4 5 , 14, 3 ; R a p a
p o r t , D ., “ C o n s c io u s n c s s : a p s y c h o p a t h o lo g i c a l a n d p s y c h o d y n a m i c v i e w ” en H . A b r a m s o b
( d i r . ) , Problems o f Consciousness, N u e v a Y o r k , J o s ia h M a c y Jr., F o u n d a t i o n , 1 9 5 1 , p á g s.
1 8 -5 7 .
28 S a rg e n t, W . y S la ter, E ., “ A c u t e W a r N e u r o s e s ” , Lancet, 1 9 4 0 , p a r t e II, 1-2.
360 C AP. 10. R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S
Personalidad disociada
escrupulosa. En la famosa obra El doctor Jekylly Mr. Hyde se tiene una narra
ción ficticia de este tipo de contraste, aunque exagerada, por motivos literarios.
Las alteraciones de la personalidad reales parecen, también, exageraciones de
las diferencias normales que vemos cada día en las actitudes y conductas de las
personas común y corrientes, cuando pasan de uno a otro de sus papeles sociales.
Por ejemplo, tenemos al duro hombre de negocios discutiendo una compra,
quien poca o ninguna consideración muestra por los sentimientos de los otros;
en su hogar, ese mismo hombre es muy generoso con todos los de su familia. Tal
vez mantenga aparte esos dos papeles de modo tan tajante que, mientras ocupa
uno de ellos, nada recuerda de su conducta en el otro. Pero, a diferencia de quien
sufre una disociación de la personalidad, el hombre de negocios recordará ambos
papeles si le es necesario.
En ocasiones se inicia una personalidad alterna cuando se huye, personalidad
que no desaparece por años. Supongamos que nuestro graduado universitario,
quien huyó y perdió la memoria, no hubiera recordado su vida anterior a la am
nesia, no hubiera llevado consigo identificaciones y no hubiera sido apresado por
vagabundo. La amnesia masiva le robó su identidad presente y su pasado como
hombre. Sin ellos, nadie puede obtener hoy día un empleo; y esto significa que
no podrá pagarse ni comida ni casa. ¿Qué puede hacer entonces un hombre sin
presente y sin pasado?
Quienes sufren una amnesia masiva perdurable tienen una solución: inven
tarse un pasado e irlo completando con más y más invenciones según va transcu
rriendo su vida en una sociedad. Con el tiempo llegan a creer su propias fábulas,
tal y como muchos de nosotros recordamos una niñez en realidad muy distinta
a la que vivimos. A veces el nombre que elige una persona para orientarse en su
estado de amnesia revela alguna identificación con un adulto que pertenece a
su vida olvidada. En tales circunstancias, hubo hombres que se inventaron un
pasado, se asentaron en un nuevo trabajo, se casaron y tuvieron hijos. Entonces,
se tropiezan un día con alguien que los reconoce o ha visto su retrato en el pe
riódico y el pasado real vuelve y eclipsa al ficticio. . . y, por lo común, arruina
los dos. Si en el pasado hay una mujer con hijos, afortunado es el hombre que
escapa a la acusación de bigamia. E incluso si se libra de ella, tiene que resolver
el problema de la bigamia y la ilegitimidad de sus hijos posteriores, y por lo
común debe hacerlo rodeado de una densa atmósfera de sospechas de engaño.
La personalidad doble o múltiple. En este tipo de problemas no hay perso
nalidad alterna. Una organización ego-superego comparativamente madura y
realista domina casi todo el tiempo, mientras que otras organizaciones relativa
mente incompetentes prevalecen ocasionalmente, en una forma un tanto infan
til.32 En la personalidad doble o múltiple, aquélla que domina se muestra por lo
general totalmente ajena a las subordinadas. Por otra parte, por lo menos uno de
los sistemas subordinados parece tener acceso a lo que pasa en la organización
más madura y realista. Sigue siendo ejemplo clásico de esto la Dissociationofa
Personality de Morton Prince. En la reacción disociativa real hubo sistemas frag
mentarios y subordinados que espiaban a la personalidad dominante y la acosa
ban, haciendo que, finalmente, el paciente buscara ayuda terapéutica y casi se
suicidara.33
32 R a p a p o r t , D ., Emotions and Memory, B a ltim o re , W illia m s a n d W ilk in s, 1 9 4 2 , págs.
1 9 7 -2 2 4 .
33 P rin c e, M ., Dissociation o f a Personality, N u e v a Y o r k , L o n g m a n s, G re e n , 1 9 0 8 ;
T h igp e n , C . H . H . y C le c k le y , H . M ., The Three Faces o f Eve, N u e v a Y o r k , M c G r a w -H ill,
362 CAP. 10. R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S
A N T E C E D E N T E S D IN Á M IC O S Y D E D E S A R R O L L O
Sim ilitudes
Diferencias
tido de que por separado existen otras cosas y personas. A veces la imagen del
y o parece ser la más afectada; otras, el mundo de los objetos, mientras que pare
ce relativamente completo el yo; lo usual es que tanto el yo como el mundo de
los objetos participen en el extrañamiento, ya que tanto el uno como el otro son
constructos recíprocos.37
El extrañamiento y la despersonalización forman un puente entre el síntoma
de conversión simbólico relativamente estable y las disociaciones tipo sueño o
amnésicas. En el extrañamiento y en la despersonalización moderados lejos está
el paciente de verse arrollado por sus síntomas. Lo extraño de su experiencia
puede tenerlo inquieto o ansioso por el momento; pero, a la vez, el extrañamien
to o la despersonalización permiten en ocasiones separarse de un algo traumático
que adaptativamente disminuye su impacto inmediato. Por otra parte, en el ex
trañamiento o la despeísonalización severos, como ocurre en los estados de
ensueño y en las amnesias masivas, el paciente es a menudo arrollado por sus
síntomas, lanzado a un mundo de irrealidades grotescas; envuelto en un mundo
de fantasías o apartado de grandes segmentos de su organización de la persona
lidad. En esos estados el paciente no logra controlar la situación —control que
a menudo consigue en las- reacciones de conversión—, pero sí pierde dicho con
trol; a menudo ocurre que pierde además el control sobre sí mismo.
37 Jacobson, E., “ Self and object world” , The Psyckoanálytic Study o f the Child,
Nueva York, Internat. Univ. Press, 1954, vol. 9, págs. 75-127.
366 CAP. 10. R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S
grado de perder la identidad propia; pero esto sólo sucede en la amnesia masiva.
En el extrañamiento de objeto, en el extrañamiento somático y en la desperso
nalización lo que sufre una distorsión son las sensaciones, la percepción y la
cognición que el paciente tiene de algo; pero los pacientes suelen proyectar esta
distorsión, de manera que el objeto, el cuerpo o el yo parecen los distorsionados.
La distorsión —el separar algo por encontrarlo ajeno al ego aparece en pri
mer lugar como una defensa primitiva, como Un intento regresivo de reforzar una
represión insuficiente. Consiste en dar nueva vida a un recurso empleado con
todo éxito antes de que se desarrollara la represión. Como ya hemos indicado, las
cosas que la débil represión de la niñez no pudo manejar quedaron simplemente
fuera de la organización de ego en aquel entonces dominante. Por lo tanto, se las
consideró ajenas; y, con frecuencia, se eliminaron sus aspectos emocionales, de
modo muy parecido a como una persona obsesivo compulsiva elimina los aspec
tos emocionales de su experiencia mediante el aislarñiento.
Dijimos ya que la debilidad de tal maniobra está en que lleva a una forma de
ansiedad de separación que a veces atemoriza al paciente de edad adulta más que
aquello que dio lugar a la defensa. El niño que recurre a tal medio puede cobijar
se en la madre, su compañera en la simbiosis infantil, y con ello renovar la con
fianza propia. El adulto que la emplea se encuentra solo.
bj Estados disociativos de ensueño. Se recordará que éstos incluyen el so
nambulismo, los ataques de sonambulismo, los estados de trance o crepusculares
y el estupor psicogénico. En todos ellos la división ocurre entre la fantasía y la
realidad externa. En todos ellos la vida de fantasía es el elemento dominante; ha
escapado a la represión y no se le niega. La persona lleva a cabo sus fantasías,
mostrando la menor preocupación posible por la realidad externa, o experimenta
pasivamente sus fantasías, negando a tal grado la realidad externa que es necesa
rio protegerla para que sobreviva.
Los ataques dé sonambulismo de Minnié D. nos dieron el ejemplo más claró
y, a la vez, más patológico de negación de la realidad externa y de cumplimiento
de una fantásía personal. Cada vez que esta paciente cáía en un recuerdo traumá
tico, su regrésión llegaba a excluir casi por completo el medio circundante y lá
chica se hundía en la fantasía de su violación, qüe por igual deseaba y temía.
Estamos ante el epítome de una actuación neurótica, ¡preferida al recurso de re
cordar y de verbalizar. Minnie se encontraba trastornada por el material de su
fantasía, y lo más que podía hacer era negar él medio circundante, de modo que
pudiera aceptar aquel material.
El sonambulismo, fenómeno mucho más común y ménós patológico, parti
cipa de las mismas propiedades defensivas y adaptátivas. El sonámbulo ha caído
ya en una regresión normal al dormirse. Pero, mientras duerme; surgen algunos
de sus conflictos hasta ese momento inconscientes, los qüe crean su propia orga
nización activa del ego al invadir el preconsciente y activar parte de la organi
zación de éste. Se procura entonces “actuar” el conflicto o buscarle solución
mientras se permanece dormido. Es necesario subrayar que una actividad como
el sonambulismo resulta imposible de llevar a cabo si el sonámbulo no niega y
excluye sü medio circundante. Tampoco se podría realizar si el sonámbulo fuera
incapaz de percibir cosas de dicho medio ambiente, pues dé otra manera choca
ría contra algo o se caería, y con ello despertaría. El sonámbulo acepta las fanta
sías inconscientes, que han llegado ya al preconsciente, porque la persona cayó
en la regresión del sueño y ha negado todo aquello que en el medio circundante
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 369
Son asequibles para quienes fácilmente caen en la disociación cuando sufren una
regresión profunda. Pueden también proteger a la persona e impedir que se vea
avasallada por un estrés intolerable inmediato; ahora bien, incluye un grado de
disociación que en sí termina por ser aplastante. La disociación proviene de un
empleo extenso de la negación en una forma primitiva. Esto sucede porque las
defensas represivas no se desarrollaron adecuadamente y sí se desarrolló en exce
so la negación.
El empleo exagerado de una negación primitiva durante la edad adulta, cuan
do ha fallado la regresión y se presenta una regresión parcial profunda, indica
un empleo excesivo de la negación antes de que la represión llegue a ser la defen
sa clave. Esto significa, a su vez, que a principios de la niñez la persona que más
tarde cae fácilmente en una disociación no debió haber estado lo suficientemente
protegida por otras personas en el momento en que su ego carecía de madurez
suficiente para protegerse. La persona debió haber estado repetidamente expues
ta a situaciones desagradables, peligros y causantes de ansiedad, que exigían una
defensa eficaz inmediata en un momento en que la negación era su mejor medio
de proporcionársela.
Antes de que la represión haya madurado y antes de que se hayan establecido
límites funcionales firmes entre el ego y el id, el inconsciente y el preconsciente,
la realidad externa y la realidad interna, la negación de aquello que es imposible
mantener fuera de la función del ego preconsciente se vuelve una defensa central.
Como ya hemos dicho, es la precursora de la represión y el modelo que se sigue
para desarrollar esta última. Por ejemplo, el niño pequeño emplea la negación
en la fantasía en mucha mayor medida que el adulto promedio y con mucha
mayor fortuna. Cuando se siente desprotegido y enfrentado a un peligro que
no puede manejar, tal vez se imagine jefe de una banda poderosa o dueño de un
animal poderoso y, con ello, niegue en ese mundo irreal el desamparo que siente,
pues se ha proporcionado defensores imaginarios.43
Una de las razones por las que el pequeño puede utilizar la negación en la
fantasía con toda fortuna como defensa, es que todavía no distingue claramente
entre la realidad externa y la imaginación. Se encuentra gran parte del tiempo en
el mismo estado que nosotros experimentamos ocasionalmente cuando nos sen
timos inseguros; de si lo recordado es un sueño, una fantasía o algo sucedido real
mente, es decir, algo ocurrido en la realidad objetiva. Esta dificultad que hay en
la primera niñez, para separar entre imaginación y realidad objetiva, es en sí pro
ducto de límites del ego inadecuados y de límites inadecuados entre el incons
ciente y el precjonsciente. El niño experimenta los peligros imaginarios como
reales y se defiende contra ellos creándose defensas imaginarias. También emplea
de la misma manera la fantasía, cuando surgeja necesidad de hacerlo, para defen
derse de situaciones ¿intolerables creadas en la realidad externa, que para él toda
vía no constituye un campo aparte.
Suponemos que el abusar de la fantasía para escapar de un peligro, de una
situación desagradable o de la ansiedad, le dificulta al niño trazar una distinción
normal entre fantasía y realidad externa en grado mayor que un uso moderado
de la misma. Suponemos también que tal abuso deja a la persona, cuando ya ha
llegado a adulta, más susceptible a la regresión, al empleo de la fantasía y a la ne
gación de la realidad que a una persona común y corriente. En otras palabras, el
niño que abusa de la negación y no diferencia entre imaginación y realidad exter-
43 Freud, A., Ego andMechanisms o f defense, Nueva York, Intemat. Univ,. Press, 1946.
372 CAP. 10. R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S
R E A C C I O N E S D I S O C I A T I V A S Y P S IC O S IS
R E A C C IO N E S D I S O C I A T I V A S Y
R E A C C IO N E S O B S E S I V O C O M P U L S I V A S
medida que los intentos de cualquier persona por. resolver sus problemas mien
tras sufren disociación. Finalmente, la división del ego y una división entre el
ego y el superego, son tan comunes en las neurosis obsesivo compulsivas como
en las reacciones disociativas. Pasemos a continuación a ver los aspectos clínicos
y dinámicos de las neurosis obsesivo compulsivas/
R e a c c io n e s
o b sesivo
c o m p u lsiv a s
En el capítulo precedente vimos cómo algunos pacientes tratan de reducir
tensión y su ansiedad emocionales mediante descargas directas de la energía
acciones de ansiedad); cómo otros desplazan y proyectan los peligros internos
modo que se los experimente como venidos de fuera (fobias); cómo otros
lucen la ansiedad y descargan la tensión formando símbolos con el lenguaje
l cuerpo (conversiones); y, finalmente, cómo algunos recurren a la negación y
a división del ego para separarse de sus fuentes de tensión y de ansiedad (reac:
mes disociativas).
Ahora que pasamos a las reacciones obsesivo compulsivas, encontraremos
ras formas de conducta y de defensa neuróticas. Aquí se expresan los conflic-
s inconscientes abiertamente, en actos, palabras o pensamientos repetitivos y
viamente sin sentido, en rituales y ceremonias, en dudas y meditaciones inter
hables. Los conflictos principales tienen que ver con el amor y el odio, con 10
Jto y lo injusto, con la limpieza y la suciedad, con el orden y el desorden. El
iismo y el masoquismo encuentran aquí expresión libre; y, como era de espe-
r, surgen fuertes sentimientos de culpa, que a veces compiten con la culpa
asalladora sentida eñ las depresiones psicóticas. El pensamiento mágico y la
perstición aparecen con mayor claridad que en los síntomas manifiestos de
alquier otra neurosis. Y , finalmente, el paciente por lo gene tal está consciente
tener un conflicto, aunque no comprende en qué consiste éste. Unos cuantos-
impíos clínicos nos mostrarán la amplitud de este padecimiento.
375
376 CAP. 11. R E A C C I O N E S O B S E S I V O C O M P U L S I V A S
V A R IE D A D E S D E L A S R E A C C IO N E S
O B S E S IV O C O M P U L S IV A S
las reacciones disociativas; incluso pudiera tratarse de una variante del mismo
proceso general.
2. El uso franco de una maniobra neurótica como una medida de oposi
ción, con la que se inteirtan equilibrar los efectos de alguna otra maniobra neu
rótica. Esta técnica se encuentra presente en cierta medida en gran parte de las
reacciones obsesivo compulsivas. En el caso de Ramona M. veremos una fobia,
combinada con rituales compulsivos y empleados juntos en un intento por man
tener a raya un ansia aterrorizante de matar, ansia que en una ocasión llegó por
casualidad a la conciencia.
3. A continuación agregamos a las anteriores medidas defensivas el uso de
la formación de reacción, la anulación ritual y el autocastigo sadomasoquista
franco. Servirá para ilustrar todos esos procesos compulsivos el clásico lavado
de manos.
4. Finalmente, tenemos la duda y la meditación obsesivas. En ellas se ha
reprimido mucho del aspecto emocional de las reacciones obsesivo compulsi
vas. El resultado es lo que hemos llamado caricaturas de las prácticas mágicas,
científicas, artísticas y religiosas. La duda y la meditación obsesivas pueden lle
gar casi a paralizar a la persona, porque impiden toda decisión y reemplazan la
acción por la especulación.
temente que la madre podía tener hijos y ella no. Nunca pudo resolver este con
flicto de su niñez. Lo más que pudo, cuando niña, fue cubrir su represión con
una solicitud exagerada hacia la hermana (formación de reacción).
La hermana se convirtió en una chica más bonita y más popular que Doris.
Se casó antes y tenía ya dos hijos cuando Doris tuvo, el primero. Deseaba un
niño; y el haber tenido una niña avivó la amarga competencia que siempre había
tenido con la hermana. Inconscientemente le dio a la hija el papel de la hermana
cuando ésta era pequeña. El odio que le surgía contra la hija expresaba el resen
timiento inconsciente de Doris a dos niveles: el antiguo odio por la rival de su
niñez y la amarga envidia del presente porque la hermana tenía dos varoncitos,
mientras que ella tenía una niña. Según se fue avanzando en la terapia, el odio
irracional sentido contra la hermana surgió de detrás de aquella solicitud exage
rada mostrada hacia ella. Al irse trabajando con este material, las fantasías homi
cidas de matar a la hija desaparecieron.
Nuestro tercer caso es el de Óscar E., un soltero de cuarenta y dos años,
cuya madre viuda moría lentamente en el hogar. Óscar se sintió horrorizado
cuando comenzó a experimentar olas súbitas de odio contra la madre y a desear
constantemente que muriera ya. Dichas experiencias se le repitieron a intervalos
y sin advertencia, a veces cuando madre e hijo se habían estado mirando tierna
mente. El resto del tiempo Óscar se sentía, como a lo largo de toda su vida, un
hijo devoto y subordinado. Esos síntomas súbitos no sólo le resultaron aflicti
vos, sino carentes de sentido.
Óscar había nacido cuando su madre era ya madura y no deseaba tenerlo.
Era, con mucho, el más joven de los hermanos. La madre lo sujetó con amor
dominante y posesivo y a lo largo de la infancia de él lo infantilizó de Una u otra
manera. Por su parte, Óscar, cuando niño, amaba a la madre como fuente de todo
bien y de todo afecto; y la odiaba por impositora y frustradora. La única rebe
lión seria,que Óscar recordaba haber tenido fue durante la fase de su adiestra
miento para controlar sus esfínteres. Sucedía entonces que dedicaban hasta una
hora y más en una lucha de voluntades, cuando la madre trataba de que Óscar
obrara. A la larga ella ganaba siempre, porque, si él no cedía, le ponía unaienema,
lo que provocaba y enfurecía a Óscar.
Ahora, en su cama de enferma, la madre estaba débil e inerme. A veces se
ensuciaba. Su cercana muerte representaba para Óscar la frustración final, pues
la madre estaba por dejarlo solo en el mundo, sin nadie de quien depender, tras
de haber monopolizado todo su afecto siempre. A raíz de la muerte de la madre,
Óscar cayó en una depresión severa y fue necesario hospitalizarlo.
F o rm a c ió n de reacción y anulación
L a f o r m a c i ó n d e r e a c c ió n
todas las culturas occidentales; y no sólo entre los terapeutas y sus pacientes,
sino entre niños y adultos que nada saben de teorías psicológicas.10
La anulación
visible y tangible que nos informa e informa a los demás que se han cometido
pecados y se está a punto de eliminarlos. El acto es literal y físico, pero su pro
pósito es simbólico y espiritul. Tal vez nunca llegue a revelarse cuál fue el pensa
miento o el acto pecaminoso cometido. Y aun así el lavarse sigue significando el
deseo de volver a la inocencia o de reafirmarnos inocentes.
¿>) La anulación obsesivo compulsiva. Al pasar ahora a la anulación neuróti
ca, no estamos pasando a algo totalmente nuevo y extraño, sino más bien al em
pleo mal adaptado de técnicas familiares, universales y antiguas. Las personas
obsesivo compulsivas suelen usar la anulación de maneras que parecen más pri
mitivas, infantiles y mágicas, que los rituales normales. Esto se debe en parte a
que el ritual obsesivo compulsivo es personal y de creación propia y le resulta
desconocido a los otros; pero también a que el paciente sufre una regresión y,
con ello, reactiva y libera fantasías inconscientes o sus derivados, que pertene
cen a su niñez preedípica y edípica, a una fase en que las técnicas mágicas pri
mitivas contaban entre los recursos principales del niño.
La regresión deja a menudo al descubierto un precursor temprano del
superego maduro, al que se describió en el capítulo 5. Esto hace que la severidad
paterna quede convertida en una crueldad sádica gozosa. Ahora se presenta para
dominar la situación neurótica todo un sistema de pensamiento inconsciente,
nunca extinto y siempre presente en alguna medida en la conducta del adulto.
Como es lógico, resulta en especial claro en cuestiones de amor y odio, de lim
pieza y suciedad, de rectitud y extravío moral.
El caso de Sally J., que a continuación presentamos, contrasta de manera
muy interesante con el anterior. Si bien Sally era en cuanto a intelecto igual que
Ramona M., en cultura y educación la superaba. Y sin embargo, expresaba su
hostilidad en símbolos fisiológicos francos; su lavado de manos ritual seguía
un patrón monótono y primitivo. $u preocupación por estar sucia manifestaba
muy poco del desplazamiento defénsivo que Ramona pudo enfocar sobre la vaji
lla mellada, la lejía, los líquidos de limpieza y los polvos de fregar. Y si Ramona
intentó eliminar sus impulsos hostiles inconscientes creándose recursos protec
tores, Sally expresaba abiertamente su hostilidad .y sólo más tarde recurrió al
lavado ritual y mágico para deshacer el daño y castigarse.
U n c a s o d e la v a d o d e m a n o s c o m p u l s i v o
Sally J. era una atractiva soltera de veintisiete años que trabajaba para el
gobierno. Vino en busca de ayuda porque sus síntomas la habí amforzad o a rom*
per un compromiso qué había durado tres años. Se quejaba de explosiones in
controlables de enojo contra su prometido, de una constante preoCüpación dé
que pudiera contaminar a los demás y un impulso irresistible de lavarse las manos
una y otra vez. Volvemos a tropezamos con una tripleta de elementos obsesivo
Compulsivos ya conocida: una ambivalencia emocional intensa (odiar a la perso
na amada), preocupación por la contaminación y el empleo de contramedidas
defensivas (lavarse las manos para quedar limpio).
Antecedentes infantiles. La infancia de Sally permite comprender mucho de
su enfermedad neurótica. Fue uná niña rabiosa. De pequeña caía en ataques dé
sofoco y se ponía roja dé rabia. Esas rabietas continuaron durante la adolescen
cia y hasta la edad adulta. Sally creció siendo una chica exigente y caprichosa,
que tenía un fuerte afecto edípico por el padre. Alborotaba tanto cuando él
la dejaba, que el padre en ocasiones ténía qué salir por una ventana para ir a tra
390 CAP. 11. R E A C C I O N E S O BS E SI V O C O M P U L S I V A S
bajar. El padre nunca le pegó, pero la madre sí lo hizo y Sally nunca la perdonó.
Recordaba estar sentada en un rincón, llorando por el modo en que la madre la
había tratado.
En la infancia Sally comenzó a tener problemas serios con la evacuación,
que en la adolescencia continuaron. La madre, enfermera, era muy puntillosa
en este sentido y Sally parecía sufrir siempre.de estreñimiento; a esto respondía
la madre poniéndole enemas, justo como en el caso de Óscar E. Sally recordaba
estar observando los preparativos hundida en una rabia impotente. Aquella lucha
de voluntades solía terminar en que Sally ensuciaba todo el baño; años más
tarde, era su tarea ayudar a la madre a limpiarlo. Sally recordaba la calma que
venía tras la tormenta, cuando todo había terminado.
Sally tiene memorias vividas de haber estado con el padre en el patio trase
ro, sentados sobre un tronco, esperando a que algo sucediera. Tenía entonces
tres y medio años. Ese algo fue el nacimiento de un hermano. Hacía tiempo que
Sally sabía que su madre “iba a estar enferma”. Sally dijo entonces que ella pal-
día cuidar dé sí misma, pero una vez nacido Billy las cosas empeoraron, pues se
volvió el favorito de los padres. El resto de su infancia Sally se sintió comparada
con él en forma no muy favorable. A l principio le decía al padre “ ¡Pónlo en el
suelo y carga a tu bebé!” Recuerda haber resentido esta preferencia por el her
mano, haber sentido celos terribles y un gran resentimiento contra los padres.
Sin embargo, con el tiempo Sally dejó de expresar su odio por Billy. En lu
gar de éste, adoptó una actitud protectora y lo cuidaba con amorosa ternura.
Este cambio tuvo como base una formación de reacción. Pero allí continuaba el
odio, no lejos de la superficie, pues en cuanto Billy la embromaba, Sally respon
día con violentos arranques ue enojo.
Sally empleó la formación de reacción para intentar resolver sus conflictos
respecto a la evacuación y el ensuciarse. Hacia los cinco años se volvió sumamenr
te melindrosa: necesitaba verse meticulosamente limpia, peinada y de vestido
bien planchado y sin manchas. Siempre se sentaba con todo cuidado, como una
mujer vestida para una fiesta, alisando la falda y cuidando de que no se le arru
gara. Cuando tenía seis años, hubo en casa de Sally una pelea terrible cuando
élla quiso un sombrero muy caro. Lo obtuvo.
Se identificaba con la madre de modo ambivalente, pues la admiraba y la
odiaba a la vez. Según Sally, su madre fue una mujer atractiva que prestaba,
mucho cuidado a su apariencia. Sally presumía de su madre entre sus amigos,
pero en casa siempre la trataba con desdén. Siguió intentado, pero sin fortuna,
recuperar el lugar de favorita con su padre.
Sally recordaba haber sufrido desde siempre un sentimiento de culpa absur
do, que cualquier cosa podía provocárselo. Si en casa se perdía algo, creía que
todos sospechaban que ella lo había tomado. Incluso euando se enfermaba sen
tía estar fingiéndolo. Sus padres le habían imbuido desde el principio mismo un
estricto sentido de la responsabilidad moral. Sally se sintió siempre fascinada por
los pecados imperdonables y el destino de los pecadores. A veces, sus sueños de
niña se volvían pesadillas y entonces, al despertar, buscaba consuelo en la madre,
no en el padre.
Otro rasgo que tenía sus orígenes en su primera infancia era una curiosidad
insaciable acerca del sexo. El órgano genital del hermano la tomó por sorpresa,
pero los padres no le permitían comentarlo. Decidió Sally entonces que había
dos modos de vivir, “uno a la luz del día y otro oculto” . Más tarde descubrió que
podía comentar todo esto con las amigas sin el menor peligro.
Entre los diez y los doce, Sally se masturbaba mutuamente con otras chicas
de vez en cuando. Se sintió culpable en aquellos momentos, pero no manifestó
ningún conflicto serio al respecto. Cuando tenía diez años un muchacho le ense
ñó el dibujo de un embrión en el vientre de la madre y le dijo: “ A sírse hacen
VARIEDADES 391
los niños. ¿Quieres intentarlo?” Sally se sintió más humillada que atemorizada.
Siempre había sido tímida con los muchachos y prefería una admiración a dis
tancia que una cita. Su primera cita ocurrió cuando Sally tenía veinte años.
Síntomas en la adolescencia. Los primeros síntomas francamente obsesivo
compulsivos aparecieron cuando Sally tenía doce o trece años, mucho después
de haber abandonado su exagerada preocupación por el orden y la limpieza. A
principios de la adolescencia, por varios meses, contaba continuamente los auto
móviles estacionados y los que pasaban por la calle, agrupándolos de siete en
siete. Tenía que mantener separada la contabilidad de los autos estacionados de la
de los autos que pasaban (aislamiento), pues de otra manera algo terrible iba a
suceder; no sabía qué, pero algo. Dijo que los autos estacionados le parecían mu
chachas, y los que pasaban por la calle, muchachos. Por aquel tiempo se sintió
también acosada por incertidumbres indefinibles acerca de lo justo y lo peca
minoso. Meditaba ansiosamente sobre la voluntad de Dios y sobre cómo asegu
rarse de cuál era ésta.
En la secundaria, en la escuela comercial y en su trabajo, Sally cayó en una
serie de dudas, repeticiones y rituales obsesivo compulsivos respecto a números,
ecuaciones, hojas de balance, sistemas de archivo, de clasificación, etc. Parecían
aumentar cuando le aumentaban a Sally las dificultades en sus relaciones perso
nales, y disminuir cuando éstas disminuían. En el hogar se fue mostrando cada
vez más irritable, dormía mal, explotaba en enojos y en ocasiones sufría ataques
de llanto. Esto nos da un cuadro esquemático de la tensa y difícil situación en
que se encontraba Sally cuando se enfermó.
Culpa y depresión moderada. A los veinte Sally comenzó a salir y a tener
relaciones formales con un hombre de treinta y cinco años, de porte digno y
reservado. Los padres de Sally desaprobaban la relación por motivos religiosos.
Sally comenzó a sentirse cada vez más tensa en presencia de aquel hombre. Fi
nalmente, al cabo de casi dos años, una noche montó en cólera y le dijo al hom
bre que no deseaba volver a verlo. Y así lo hizo. .,¡
A los seis meses volvió a interesarse por un hombre, pero todo acabó en
desastre, pues una noche su acompañante comenzó de pronto a hacer insinua
ciones eróticas y Sally reaccionó con un brote violento de ansiedad y culpa;
regresó de inmediato a casa y buscó consuelo en la madre, tal y como lo había
hecho tras sus pesadillas de niña. ¡.
Este incidente sexual trajo a luz una larga lucha y hostilidad contra el sexo,
que Sally había estado tratando de resolver en secreto y por sí sola. Confesó a su
madre una serie de incidentes abyectos, yendo rápidamente de las caricias de
aquella noche a sus juegos sexuales con otras chicas, cuando adolescente, y a
sus masturbaciones solitarias antes de eso. Dijo a su madre,, con aire de completa
sumisión, que ella, Sally, había pecado contra Dios y que tenía sucias las manos:
No hubo entonces lavado de manos compulsivo. ..
En las semanas posteriores al incidente comentado, Sally habló mucho con
su madre acerca del bien y del mal, acerca del pecado y la indignidad del hom
bre, de sentirse distinta a los demás por todo lo que había hecho. Confesó que-
por años se había sentido preocupada por lo que ella llamaba “ sensaciones
sexuales”, que en especial le venían cuando estaba sexualmente excitada, es
treñida o con la vejiga llena, o cuando se permitía “pensamientos pecaminosos” .
Es decir, unió en Un todo pensamientos pecaminosos y funciones sexuales,
excretoras y urinarias.
Dijo Sally que su problema con los hombres era que le despertaban esas
“sensaciones sensuales” hasta que no podía soportarlas. Caía entonces en Una
explosión de furia y venía el alivio; pero esas explosiones le solían producir el
orgasmo, y con ello surgía nuevamente la culpa y la tensión. Vemos aquí como
se han confundido en un adulto el amor y el odio y la unión de esas experien
392 C A P . 11. R E A C C I O N E S O B S E S I V O C O M P U L S I V A S
cuando con ello adelantemos parte del estudio general dado al final del capítu
lo sobre las obsesiones compulsivas.
Tal vez la característica patológica más sorprendente que Sally mostró era
la ambivalencia. De niña odiaba a su hermano, a quien terminó por amar. Odiaba
a la madre, pero también la admiraba y en ella buscaba consuelo y perdón. Re
sintió amargamente la traición del padre en favor del hermano, pero nunca
renunció a reconquistarlo. Era meticulosamente limpia y ordenada y, al mismo
tiempo —durante la década que luchó contra la madre por obtener su indepen
dencia—, ensuciaba todo con su excremento. De adulto era una joven atractiva,
elegante y digna; no obstante, recurría a ensuciarse, echar gases y mojarse en
cuanto se ponía tensa o se enojaba. Y en cuanto se enamoraba, caía en rabietas
violentas.
Esta ambivalencia tenía como base una represión defectuosa. Cierto que
todos odiamos inconscientemente un poco a quienes amamos mucho, pero es
cierto también que ese odio permanece gran parte del tiempo reprimido. No
necesitamos tener conciencia de él y expresarlo. El procesó de maduración con
siste en parte en dominar esas tendencias perturbadoras y contraproducentes.
Se las subordina, de modo que la experiencia emocional incluya un amor o un
odio total: y de modo que, en cualquiera de esos casos, nuestra conducta funcio
ne dentro de los límites de la reglamentación social y del superego. Sally nunca
cumplió a fondo con ese proceso de maduración.
Una de las señales principales de que la represión es crónicamente defectuo
sa es el abuso de la formación de reacción como defensa. El niño demasiado
bueno, limpio u obediente suele ser aquél que no ha podido llegar a un acuerdo
con los impulsos inconscientes, que lo llevaban en dirección opuesta. Para con
servar el equilibrio necesita, entonces, inclinarse hacia atrás. En el caso de Sally
se recurrió a la^ formación de reacción sobrepasando en mucho la variación nor
mal; pero, incluso así, ello no bastó para que la represión contuviera dentro de
límites normales los impulsos eróticos y hostiles.
La naturaleza regresiva de la conducta de Sally es obvia en muchos sentidos.
Odiar abiertamente a las personas queridas, ensuciarse cuando se está limpio, gus
tar de los objetos bellos y ensuciarlos, expresar el amor y el odio mediante las
funciones excretoras y urinarias: todo ello pertenece más a un nivel de dos años
de edad que a la madurez de un adulto. Desde luego, a taí nivel pertenece el em
plear la formación de reacción para darle apoyo a las defensas, Cuando aún no se
desarrolla adecuadamente la represión.
También era regresivo el pensamiento mágico de Sally, que expresaba con
toda claridad una Omnipotencia de niños. Sally temía que sus excrementos
pudieran matar y no se atrevía a deshacerse de los objetos usados por miedo a
lo que pudieran hacerle a otras personas. Incluso sus pensamientos acerca de la
contaminación le parecían potencialmente peligrosos. No se trata, pues, del
razonamiento lógico de un adulto preparado —que en muchos sentidos Sally lo
estaba—, sino del pensamiento prelógico y del proceso primario de un niño pe
queño y confundido.
Casi lo mismo puede decirse del lavado de manos ritual y puriíicaaor de la
paciente, que en parte pudo haber sido un regreso a la limpieza reactiva que Sally
dejó cuando tenía doce años; de así haber ocurrido, su uso cuando adulta fue
en su caso, también, un regreso a un ritual mágico. Como hemos visto, su miedo
era de lastimar a otros por medio de pensamientos de ensuciarlos. Sin embargo,
eran sus manos y sus brazos que se lavaba. En esta sintomatología Sally no dife
renciaba claramente entre sí y los otros, no reconocía la lógica cotidiana de la
causa y el efecto. Su intento por anular el daño mágico, hecho a los otros laván
dose, se encontraba al mismo nivel general que la práctica ritual de hacer sonar
unos frijoles secos dentro de una calabaza para provocar la lluvia. El ritual de
VARIEDADES 395
purificación de Sally, al igual que su miedo de ejercer un mal muy grande, perte
nece a un pensamiento prelógico y del proceso primario.
También sobresale en este cuadro clínico un precursor arcaico del superego,
un dirigente y encargado de castigar sádicos. Este precursor del superego iba
mucho más allá que el sadismo de la madre de Sally, pues llevaba a extremos
muy crueles el castigo de la chica. La madre recurría a enemas para dominar y
castigar a la niña. De adulta, Sally empleaba jabón para ropa y agua para lavarse
las manos y antebrazos. Usaba, además, un cepillo de uñas y a veces agregaba
lisol. Y todo esto no sólo por anular mágicamente contaminaciones peligrosas,
sino también para castigarse salvajemente.
Sally gozaba con la venganza de infligirse dolor. Lo expresó en sus propias
palabras: “Una parte de mí parece gozar” . A l mismo tiempo, solía quejarse
como un niño tratado con crueldad. De este modo, trajo a luz identificaciones
de un superego inmaduro pertenecientes a aquel periodo en que el castigo apli
cado por los padres se experimenta como una tortura y a éstos como incansables
torturadores. Sally empleó esas identificaciones de superego de modo inmaduro,
como un superego arcaico en lucha contra un ego parcialmente regresivo. En
lugar de existir una interacción entre dos aspectos de una personalidad imitaría,
tenemos aquí la imagen de una madre castigadora y la imagen de una hija sufri
dora, ambas vistas desde la perspectiva de una pequeña sadomasoquista y confusa.
D u d a y m editación obsesivas
Eliot H,, estudiante universitario, entró en una caseta telefónica para llamar
a una chica rica que acababa de conocer, para pedirle una cita. Pasó una hora
396 CAP. 11. R E A C C I O N E S O BS E S I V O C O M P U L S I V A S
Las dudas obsesivas de este tipo suelen ir de una indecisión a alguna acción
específica y, de allí, a especulaciones generales abstractas y estériles. El paciente
puede ponerse a meditar los mismos problemas que han ocupado a algunos de
los pensadores más grandes: ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es el espacio? ¿Qué es la
eternidad? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es Dios? ¿Adonde vamos? ¿Qué es la justi
cia? ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿Qué significa la vida?, etc. En el paciente
obsesivo tales, preguntas no son lo que parecen ser, sino síntomas de conflictos
inconscientes y de indecisiones. Al igual que en los sueños, lo que surge en el
pensamiento preconsciente y consciente no es lo único que importa, sino tam
bién el material reprimido, desplazado y aislado, génesis de la duda y de la medi
tación, y lo que están expresando a niveles regresivos y a niveles adultos.
En la duda y la meditación regresivas tenemos el mismo grado de regresión
que en otras reacciones obsesivo compulsivas, regresión que reactiva conflictos
infantiles sin resolver pertenecientes al primero y tercero años de vida, periodo
normalmente de intensa ambivalencia. La representación final ante muchas acti
tudes básicas no se ha hecho. El pequeño se encuentra aún indeciso acerca de los
papeles sociales básicos, en ocasiones llega a pensar que tiene que elegir en cosas
—el papel sexual, digamos— que han sido decididas rriucho antes de que él naciera.
A nivel primitivo, puede mostrarse indeciso sobre si amar u odiar al padre;;sobre
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 397
si conservar o destruir lo que se ama; incluso sobre si conservar lo que ama con
sumiéndolo, obvia analogía con comer lo que nos gusta.
A esta fase del desarrollo normal pertenecen las incertidumbres sobre a cuál
padre recurrirá el niño y para qué. ¿Hasta dónde debe identificarse con cada uno
de sus padres y qué le pasará cuando lo haga? ¿Con qué características y funcio
nes debe identificarse? ¿Adoptará el papel del hombre o el de la mujer?11 ¿O
interpretará parte de cada uno en distintos papeles sociales? Tras estas incerti
dumbres se encuentran otras todavía más anteriores y más básicas: ¿De dónde
vine y cómo me hicieron? ¿Dónde me llevaba mamá y cómo nací? ¿O fue papá
el que me llevaba?, 12 etc.
El pensamiento adulto de un paciente obsesivo comprende las'respuestas da
das a preguntas infantiles de este tipo. Pero su pensamiento regresivo inconsciente
no, y es de esos niveles regresivos que surgen sus dudas y meditaciones obsesivas.
No importa cuán sutil o intelectual suene la meditación obsesiva, en reali
dad es primitiva y seudointelectual. Representa un caso extremo de desplazamien
to y aislamiento, en los que los procesos lógicos y las especulaciones abstractas
están al servicio de procesos de fantasías mágicos y primarios —tal y como ocu
rre en cuentos de hadas, mitos y sueños. Algunas de las perplejidades básicas
de la primera infancia están expresadas en cuestiones tales como las siguientes,
tomadas de expresiones de pacientes adultos que sufrían obsesiones: ¿Por qué
estoy aquí y no en otro lugar? ¿Por qué es redonda una pelota; el agua, mojada;
el pasto, verde, y el verano, caluroso? ¿Por qué tengo dos orejas, dos ojos, dos
fosas nasales, dos brazos y dos piernas? ¿Por qué unas puertas se abren hacia
adentro y otras hacia afuera? ¿Por qué corre el agua colina abajo? ¿Por qué en
lugar de tres tenemos cuatro estaciones y cuatro puntos cardinales? Se debe con
siderar a cada una de esas preguntas obsesivas como un síntoma desplazado,
como una expresión preconsciente o consciente que —parecida a un sueño ma
nifiesto— puede haber condensado en sí un sinnúmero de significados profunda
mente personales no obvios a primera vista.
Freud llamó “una religión privada” a las neurosis obsesivo compulsivas, pues
tienen ritos y ceremonias complicados, símbolos del bien y del mal, palabras y ges
tos protectores, negaciones de sí mismo, indulgencias y castigos. Pueden presentar
sistemas totales de fe y esperanzas conscientes, preconscientes e inconscientes.
Pero, por encima de todo, están saturados de principios sobre el bien y el mal, sobre
la rectitud .y el extravío, sobre la limpieza y la pureza en oposición a la suciedad
y la impureza; tenemos interminables meditaciones obsesivas sobre los problemas
eternos .del pecado y la redención, expresados de modo directo u oblicuamente,
pero siempre con una base neurótica. Con ello el paciente refleja la profunda par
ticipación de un precursor del superego arcaico y regresivo, al que sólo, supera en
dureza y crueldad primitivas el superego depresivo. Demos ahora un resumen del
trasfondo dinámico y de desarrollo de las reacciones obsesivo compulsivas.
A N T E C E D E N T E S D IN Á M IC O S Y D E D E S A R R O L L O
En este capítulo, más que en los anteriores, hemos examinado los factores
dinámicos y de desarrollo mientras presentábamos los casos. De hecho, el mate-
n Véase Searles,H., “ Sexual processes in schizophrenia” , Psychiatry, 1961, 24, 87-95.
12 Un niño normal, de un jardín de la infancia, dijo: “Me parezco a mi padre, no a mi
madre. Seguro que nací de él” .
398 CAP. 11. R E A C C I O N E S O B S E S I V O C O M P U L S I V A S
rial clínico estaba organizado alrededor de esos factores. A qu í nos bastará con
resumir los rasgos sobresalientes de la regresión y las defensas existentes en las
reacciones obsesivo compulsivas y llevar a primer plano lo que hemos venido
llamando precursor del superego arcaico, que en las psicosis volverá a aparecer.
Vimos anteriormente, en este capítulo, que lá repetición, la fórmula, la regla,
el ritual y la ceremonia no son en sí necesariamente obsesivo compulsivos. Tam
poco lo son la magia y la superstición. A todos ellos se los encuentra en el reper
torio de los adultos normales. En una u otra forma, aparecen en las costumbres
diarias, en las habilidades prácticas y en la experiencia artística, en la ciencia, en
la política y en la religión. Muchas creencias mágicas y supersticiosas de hoy en
día son el residuo de las ciencias exactas del pasado; muchos preceptos científi
cos actuales dejarán residuos mágicos y supersticiosos en las creencias de mañana.
Son tan evidentes que no ameritan comentario adicional las cualidades artís
ticas de la repetición, la regla, el ritual y la ceremonia en los juegos de los niños
y en las costumbres cotidianas de los adultos. De no ser por esas cualidades, de
no ser por la magia y la superstición, las artes representativas, poéticas, visuales y
plásticas del mundo quedarían disminuidas y empobrecidas.
Incluso los adultos más inteligentes y experimentados recurren a rituales
mágicos y supersticiosos cuando se ven incapaces de enfrentar amenazas de gran
peligro o conflictos insolubles. Estamos acostumbrados a reconocer esas tenden
cias en la conducta religiosa, pero son igualmente características de las ideologías
políticas antagónicas. Hoy en día presenciamos, a escala internacional, el creci
miento de ritos y ceremonias políticos, que ocurren en medio de una atmósfera
emocionalmente cargada, llena de publicidad, exorcismo y denuncias de la mal
dad de los otros, tan comunes en los credos religiosos. En estos ritos y ceremo
nias políticos tenemos magia y superstición, pero nada tenemos que pudiéramos
llamar artístico o espiritual. Pasaremos ahora de esos fenómenos normales a la
fijación y a la regresión en las reacciones obsesivo compulsivas.
Represión defectuosa
Damos por hecho que quien desarrolla una reacción obsesivo compulsiva ha
sufrido toda su vida una represión defectuosa. Sin embargo, puede habérselas
arreglado para permanecer clínicamente sano porque su represión defectuosa se
ha visto apoyada siempre por algunos de los mecanismos áuxiliares arriba men
cionados. A pesar de ser insuficiente en sí, la represión sigue siendo la base de
la organización defensiva, tal y como ocurre en los adultos normales. En gran
parte de los casos de diidas y meditaciones obsesivas, como hémos visto, la re
presión es excesiva al disponer de todo aspecto respecto a los síntomas; pero
resulta inadecuada porque no logra manejar los derivados de los conflictos in
conscientes. Esos derivados aparecen en la conducta como dudas y meditacio
nes obsesivas: incoloros y a menudo carentes de sentido, pero imperecederos.
Como regla', las defensas aiúxiliares empleadas por personas potencialmente
obsesivo compulsivas- ífo átraen la atención sobre sí mientras la organización
defensiva, basada en la regresión, logre preservar la integración del ego. Otras
personas tienden a considefár las señales de formación dé reacción; deaislamientó,
de anulación y de rigidez niágíca ó ritual corito características dé la personalidad
incidental. Esta y aquella persona, dicen, es demasiado quisquillosa, demasiado
cuidadosa, demasiado ordenada o, por el contrario, sucia, desordenada y descui
dada. El sistema defensivo obsesivo compulsivo puede sér incómodo, pero suele
funcionar'biéri. Sólo cuándo él estrés emocional precipita la regresión, porque
aporta uná sobrecarga que él sistema defensivo ño puede manejar, las defensas
auxiliares pasan a prirnér plahó y contribuyen a la formación de síntomas obse
sivo compulsivos.
Desplazamiento ’
La formación de reacción
Aislamiento
Anulación
R ig id e z
así como para la práctica mágica y las ceremonias religiosas, no los hace menos
patológicos cuando se los emplea con propósitos neuróticos por parte de per
sonas neuróticas.
La rigidez de las personas obsesivo compulsivas tiene el mismo propósito
general que el de los reglamentos institucionalizados estrictos. El paciente pro
cura evitar intrusiones y contaminaciones, para asegurar con ello un resultado
favorable, reducir la tentación y aumentar su seguridad, su integridad y su con
trol propios.
Como es de esperar, dadas sus actitudes sádicas, las personas obsesivo com
pulsivas suelen utilizar la rigidez como medio de castigar a otros y a sí mismos.
Por ejemplo, un ama de casa compulsiva no le permitirá ni a la familia ni a las
visitas usar la sala, a menos que posteriormente se la sujete a un rígido ritual de
inspección y limpieza total, en la que la familia se ve obligada a participar. De
bido a esto, esa familia de cinco miembros pasaba sus veladas apretujadamente
en una cocina desabrigada. Ramona M. utilizaba sus rígidas precauciones para
evitar venenos potenciales en un modo igualmente sádico. En ambos casos viene
a mentes el rígido protocolo, a veces inútil, que debe seguirse en las conferencias
de negocios y en las reuniones y comidas oficiales.
1. Sadomasoquismo
- •- •. 'i •• - , \ r- • ; •' : : \* ‘ . ;‘ r - í U j í - y
20 Se tiene un lúcido estudio de este concepto en Weissman, P., “Ego and superego in
Jbsessional character and neurosis” , Psychoanal. Quart., 19.54, 23, 529-543 y también, del
nismo autor, “Chaiacteristic superego identiflcatíons o f obsessional neurosis” , Psychoanal:
luart., 1959,25, 21-28.
I
406 CAP. 11. R E A C C I O N E S O B S E S I V O C O M P U L S I V A S
Hemos dicho que aunque las personas obsesivo compulsivas regresan parcial
mente al nivel de niños pequeños y se preocupan por problemas del bien y del
mal a nivel del entrenamiento en relación con sus esfínteres, siguen siendo
adultas en realidad. Emplean un lenguaje de adultos, no balbuceos, y usan una
lógica adulta de proceso secundario apárte de su simbolismo infantil. Los ritos,
enumeraciones, agrupamientos, siñtótfíás; ecuaciones é incluso sistemas complejos
que aparecen én su sintomatólogía escapan alas capacidades de un niño pequeño.
A veces las dudas y las meditaciones obsesivas rivalizan en complejidad con las
especulaciones de los filósofos profesionales.
Éstos sort ejemplos de formas de proceso secundario empleadas, en interés
de las metas del proceso primario. Se ha dicho que la creación artística es una re
gresión al servicio del ego.22 De modo: similar, podemos decir que los sintonías
obsesivo compulsivos son un pensamiento regresivo empleado en mantener un
equilibrio neurótico. En realidad el paciente emplea este tipo de pensamiento de
modo prelógico y sincrético,23 no importa qué forma externa pueda tener. Emplea
como herramientas primitivas conceptualizaciones degradadas; como si se utili
zara una computadora digital para clavar un clavo.
El pensamiento del proceso secundario de los obsesivo compulsivos adquiere
erotismo y agresividad cuando los pacientes sufren regresión, es decir, se encuen
tra instilado de fuerzas Sexuales y agresivas primitivas provenientes del id y del
superego. Los componentes eróticos se encuentran mezclados con la crueldad; es
obvio que los componentes agresivos son eróticos. Las confusiones de este tipo
pertenecen, además, al nivel de fijación al que han vuelto los pacientes obsesivo
compulsivos. >
Sobre la base de los estudios hechos con pacientes adultos y de los estudios
hechos con niños normales y anormales,24 ¿qué podemos sacar en conclusión
acerca de la infancia que tuvieron personas susceptibles a:las reacciones obsesivo
compulsivas cuando, de adultas, se ven sujetas a estrés? Hemos dicho que en las
regresiones obsesivo compulsivas se ha reavivado una relación ego-superego que
refleja la vida preedípica del paciente. Esto no significa que lo ocurrido durante
la vida preedípica aparezca reproducido fielmente en la regresión. Lo que parece
reavivarse es una parte de la situación original tal y como la experimentó cuan
do niño, con todos los cambios que pueden haber inducido experiencias poste
riores en la imaginación inconsciente y preconsciente y en la estructura cog
noscitiva.
El pequeño que está en la fase preedípica se encuentra demasiado incapa
citado y es demasiado ignorante para poder evaluar objetivamente la situación.
Para lograr la objetividad el pequeño ha de pasar por sus crisis de formación de la
identidad y sus problemas edípicos, a menudo en ebullición. Por ejemplo, si el
niño preedípico se siente en ese entonces oprimido por figuras severas que lo
acosan, es ésta experiencia la que reavivará en su regresión. Revivirá -en su neu
rosis los malentendidos y las distorsiones de su primera niñez, junto con algunas
relaciones padres-hijo tenidas en las fases preedípicas.
El ego-superego en el caso de Sally J. La lucha regresiva ego-superego que Sa-
lly J. manifestó en su sintomatología obsesivo compulsiva, es un ejemplo de la
reaparición de una experiencia de la niñez. ¿En qué medida se basaron esas ex
periencias en una crueldad real de los padres durante la lucha de Sally por lograr
la autoafirmación y sus batallas respecto al entrenamiento de sus esfínteres?
¿En qué medida fueron producto de la distorsión y los malentendidos infan
tiles?
Las pruebas indican que a Sally la trataron con innecesaria severidad padres
gazmoños, quienes seguían mostrándose severos y gazmoños cuando Sally era ya
una mujer madura. Probablemente ninguno de ellos quería ser deliberadamente
cruel, aunque la crueldad deliberada de los padres no está ausente en ningún ni
vel de la sociedad.25 Es probable que Sally distorsionara y ientendiera mal la se
veridad y la inexorabilidad, de modo que para.ella erail gozo y afán de venganza.
Sally interiorizó a sus estrictos, severos y religiosos padres como identifi
caciones del ego que fueron base para el superego arcaico de ella. Se identificó
con sus padres agresores tal y como los captaba. De esta manera, Sally distor
sionó lo que a ella debió pareceile una figura paterna sádica e implacable e
internamente la volvió algo inhumano y salvaje. Como hemos visto, reaccionó
a tal objeto sádico interno con actitudes de ego y conductas masoquistas, aspec
to recíproco del sadismo del superego. Sally gemía como una niña cuando se
castigaba y acentuaba su conducta, de vez en cuando, con explosiones de furiosa
autoafirmación y ensuciamientos simbólicos igualmente infantiles.
Incluso los adultos de quienes se pide que acepten la pérdida temporal de un pri
vilegio en bien de aprender algo nuevo, lo harán con mayor gusto y menos desa
grado si se les trata con paciencia y afecto.27 El pequeño se encuentra en la
especial situación de depender para su comodidad, seguridad y amor precisamen
te de aquellas personas que le niegan cosas, lo coercionan y le enseñan que
acepte el proceso de “destete” o separación. Es esencial que los padres le mues
tren un grado razonable de paciencia, comprensión y afecto, para que no desa
rrolle un grado patológico de resistencia y odio.
R e a c c io n e s
n e u ró tico
d e p re sivas
La depresión neurótica parece ser, ante todo, una perturbación del humor.
Es una reacción a la pérdida o la amenaza de pérdida, al fracaso, a la desaproba
ción o la desilusión. Los síntomas básicos son la subestimación de sí mismo, el
desaliento y la búsqueda de apoyo. La persona neuróticamente deprimida no
logra interesarse por la gente, por las cosas o por las actividades; renuncia a tener
iniciativa, expresa constantemente sus seritimientos de inferioridad, de despreció
y de desesperación. Sin embargo, no llega a apartarse del todo de una interacción
eficaz con el medio circundante. Aunque profunda, su regresión es parcial, es
decir, limitada en lo que incluye, en su amplitud. Gran parte de la integración del
ego permanece intacta. En pocas palabras, el paciente neuróticamente deprimido
mantiene gran parte de su cápacidád para mantener relaciones de objeto. Por tal
razón, no cae en la psicosis.
Las reacciones neurótico depresivas están entre los padecimientos más fáci
les de comprender. Son normales y comunes los cambios de humor que no tienen
causa obvia. Todos tenemos días felices e infelices; días que parecen interesantes
y ricos; y otros, aburridos y carentes de propósito. Algunas noches nos acostamos
satisfechos de la vida y de nosotros mismos; otras, vamos a la cama sintiendo qué
la vida es un tanto vacía ó fútil y él sueño parece un escape gratificante. Al
amanecer, tal vez él humor haya Cambiado. Aunque pocas veces nos esforzamos
por encontrarle razones a ese cambio, si hacemos un esfuerzo sistemático, a
menudo las encontramos. ¡ • '
Además de esos cambios aparentemente espontáneos dé humor, casi todos
sufrimos de vez en cuando desánimo, abandono o desilusión debido a condiciones
identificables y objetivas. Cuando las cosas salen mal, casi cualquier persona pueL
de sentir que es un fracaso y sospechar que vale poco. Cuando sucede esto, una
solución temporal de Caer en meditaciones oscuras y de autodesprecio e incluso
dé llegar a expresar algunas quejas moderadamente depresivas, aún entran en el
campo de la conducta normal.
Si una pérdida --digamos, la de un ser amado— es grande e irreparable, la
reacción depresiva púede ser profunda y durar largo tiempo, sin incapacitar a la
persona afectada. En tal caso, hablamos de un dolor normal. El duelo es un pro
ceso usualmente necesario para que la persona afectada pueda alcanzar un nueVó
equilibrio estable.
411
412 CAP. 12. R E A C C I O N E S N E U R O T I C O D E P R E S I V A S
diciendo, que no vale nada y que no hay esperanza para ella. Es en tal momento
que los pacientes buscan ayuda terapéutica o van a ella empujados por los
otros. Pasemos ahora al estudio clínico de las depresiones neuróticas.
Factores precipitantes
..... \
1. Pérdida de amor o de apoyo emocional
3. Nuevas responsabilidades
Desarrollo clínico
Aparecen entonces señales de una preocupación cada vez más honda. El pa
ciente puede comenzar a expresar cada vez más abiertamente sus preocupaciones
y recelos respecto a su salud física y a su capacidad personal. Según crecen tales
preocupaciones, aumenta la pérdida de interés y de iniciativa. La persona se queja
de haber perdido el placer que anteriormente obtenía de su trabajo y en sus diver
siones, con su familia, en su hogar y con sus amigos. Se refugia en sí misma, se
vuelve irritable, prefiere la soledad y pierde fácilmente el control. Tal vez exija
que se le preste mayor atención y no se le cargue de preocupaciones. Desde luego,
esto último es señal de una regresión a una dependencia infantil, el dejar atrás el
goce de la responsabilidad que se tiene como adulto.
Muy íntimamente relacionadas con esta preocupación y ese aislamiento par
cial están las quejas comunes de que es imposible concentrarse, que se está per
diendo la memoria, que no se entiende lo que otros dicen y que no se puede pen
sar con claridad. Además, los pacientes se quejan de sentir un extrañamiento y
una despersonalización moderados ( “irrealidad”).1 Todas esas quejas tienen cier
ta base en realidad. Cualquier persona profundamente preocupada, atormentada
y ansiosa, sea o no depresiva, verá menguada su eficiencia general y la eficacia de
su contacto con el mundo que la rodéa, es decir, que se deterioran sus relaciones
de objeto. ¡
Muchos pacientes enfocan su atención, al menos por un tiempo, casi exclusi
vamente en úna preocupación excesiva por el cuerpo. Algunos insisten en que to
das sus dificultades tienen su origen en una enfermedad física oculta. Pueden re
husar considerar cualquier otra posibilidad y exigen tratamiento directo para sus
síntomas físicos. La salud física de gran parte de esos pacientes es bastante buena;
lo que sus quejas vienen a expresar én parte es urta sensación dé nó sentirse plena
mente bien, una intensificación de aquéllo que todos sienten cuando están desa
nimados, y en parte una sensación creciente de inadecuación personal. El paciente
transforma sus sentimientos de inferioridad —basados, como veremos, en un sen
timiento de culpa inconsciente— én Uha Creencia de que sú cuerpo és inferior. “No
soy bueno” se convierte en “Mi cuerpo no está bien” . Realizada esta traducción,
el paciente acepta en su sentido literal esta metáfora un tanto infantil. Acepta la
metáfora corporal de que “mi cuerpo no está bien” porque le parece que a&í da
base racional a sus qüejas irracionales. Además, esto le ayuda a explicar sü obs
tinada resistencia a cualquier otra interpretación.
Los paciehtes neuróticos deprimidos, sea o no el cuerpb su preocupación
principal, se quejan de haber perdido todo interés, placer e iniciativa. Se sienten
pesarosos, preocupados y descontentos. Nada parece llegarles emocionalmente:
ni las alegrías ni las tristezas de lós demás, ni 16 que ellos leen én los periódicos, ni
lo que ven en la televisión o en el cine. Las cosas a las que antes se dedicaban con
placer los dejan fríos o los llenan de aversión. De nada que hagan obtienen satis
facción; tal vez se dediquen a los mismos movimientos, pero nada les sabe igual
que antes. Todo se les vuelve una carga. Las rutinas de diario exigen un mayor
esfuerzo del que las personas logran dar. La simple idea de agregar algo nuevo,
aunque sea una distracción, les parece intolerable.
La devaluación de sí mismo es el síntoma más notable de la persona neuróti
camente deprimida. Se califica de mala, de fracasada y de ser una carga para otros.
Considera que ya no es lo que antes fuera y que “ya no resiste más” . Estas afir
maciones, a primera vista tan sencillas, son producto irracional de conflictos
inconscientes profundos, de la adaptación y de las defensas del ego, de la presión
del superego y de los pedidos de ayuda externa. Las fuentes originales de auto-
devaluación depresiva, la fuente que derrota todo intento que las otras personas
hacen por fortificar a la enferma, están en un estado de tensión ego-superego al
que llamamos culpa inconsciente. 2
Dicho de modo séncillo, la persona neuróticamente depresiva se odia sin sa
berlo. Cuando afirma que se desprecia, está expresando una verdad más dinámica
de lo que supone. Una parte de ella desprecia a otra, como si-ambas fueran dos
pérsonas distintas. Por facilitar las cosas, decimos que un superego .arcaico mira
con aire de superioridad —rechaza, desprecia, ataca— a un ego infantil y en regre
sión. Pero tal terminología es simplemente un sistema de notación, una taquigrafía
técnica, por medio de la cual se describe un proceso en el que el paciente se re
chaza, desprecia, minimiza —de modo muy parecido a como sus padres lo rechaza
ron, despreciaron y minimizaron cuando se mostraba desobediente, no deseado o
“malo” , o cuando los decepcionaba.
Como adulto neuróticamente deprimido, el paciente tienen tai sensación res
pecto a otros adultos. Se queja de sentirse solo, perdido, abandonado, ignorado
—éstas son palabras elegidas por depresivos verdaderos—, de modo muy parecido
a como se siente un pequeño cuando sus padres parecen odiarlo que lo que un
adulto experimenta en un mundo real. Esas actitudes irracionales respecto a sí
mismo son fruto de la regresión; son características de un superego arcaico reac
tivado. La reacción extrema ante estas actitudes pertenece a un ego infantil
reactivado. , . ?>
Como el paciente se odia inconscientemente, está justificado el decir que se
siente sin amor y desagradable. También se da cuenta de que no siente por los
otros el amor acostumbrado. Las personas neuróticamente deprimidas suelen ir
más allá de esto y se Comportan cruelmente con aquéllos a quienes desearían
amar y continuar amando. Si, como resultado de todo esto, sufren remordimien
tos, éstos son completamente justificados. Cada respuesta seca o cada protesta
violenta, cada estallido de mal humor, cada pelea va incrementando la culpa que
se siente; y cada incremento de la culpa real aumenta la hostilidad del superego
arcaico. ; -
El enojo y el sadismo del paciente neurótico depresivo logran aislarlo aún
más de las personas cuya ayuda y afecto necesita. Esto, a su vez, hace aumentar
su sensación de soledad, de abandono y de desamparo. Una razón de que se muestre
tan enojado y sádico es que ha sufrido íegresión; pero otra es que necesita Un
2 En las depresiones psicóticas, que veremos en un capítulo'posterior, el sentimiento
de Culpa ya no es ni indirecto ni inconsciente. Se expresa espontánea y repetidamente, a
veces con una insistencia salvaje.
418 CAP. 12. R E A C C I O N E S N E U R Ó T I C O D E P R E S I V A S
grado infinito de apoyo y afecto por tiempo indefinido. Nadie puede darle eso,
pues sólo a los bebés se les otorga. Cuando, resentido, trata de que quienes lo
rodean le den obligatoriamente un apoyo afectuoso, para con ello equilibrar su
sensación de no valer nada, el modo sádico en que los trata impide cumplir tales
propósitos. Al contrario, la persona se siente más culpable y abandonada que
nunca. La intensidad de su necesidad y su conducta regresiva alejan a la gente.
Estamos ante el ciclo de autoderrota, que veremos palpablemente en el siguiente
caso de depresión neurótica.
a que le contara sus problemas, sus fracasos y sus sueños. Lo acariciaba un poco
y luego lo alejaba de sí, diciéndole que ya era un muchachote y no debía portarse
como bebé.
El padre de Ernest era un hombre enérgico, brusco y duro. Su único interés
era el taller de autos que poseía. Para él todos sus hijos, menos la menor, eran
una molestia. A l hijo mayor se le permitió hacer trabajos menores en el taller
cuando alcanzó la adolescencia, y a los dieciséis pasó a trabajar de planta con el
padre. A Ernest nunca se le dio la bienvenida en el taller. Cuando andaba por allí,
el padre o el hermano lo enviaban bruscamente a casa, lo que en ocasiones hacía
llorando.
A pesar de lo frustrante que le resultaba la vida en casa, Ernest no gustaba
de salir. A menudo los sábados ayudaba a la madre en sus quehaceres en lugar de
ir a jugar. Ella le pagaba por la ayuda, pero también se reía de él en público por
ser “mejor hija” que su hermana, menor. Tenía pocos amigos. Por lo común andaba
con un chico de más edad y más fuerte que él, quien a cambio de una especie de
protección condescendiente recibía de Ernest cierto grado de obediencia. En la
preparatoria estaba entre los alumnos regulares. Cuando se le elegía para realizar
un trabajo, era siempre como secretario; es decir, se encargaba de la parte dura
sin recibir reconocimiento alguno.
El trabajo. A los diecisiete, tras un curso intensivo de mecánica, fue a traba
jar con el padre. Estaba ansioso de complacerlo y de mostrar al hermano, quien
nunca había tenido un entrenamiento mecánico formal, lo que él, Ernest, era
capaz de hacer. Pero sólo obtuvo críticas. Le quitaban las herramientas de la
mano y terminaban trabajos que él se sabía más capacitado para hacer que ellos.
(Incluso ya preso de la depresión, afirmó ante el terapeuta ser mucho mejor me
cánico que el hermano). En cuanto trataba de mostrarle al padre o al hermano algo
que había aprendido en la escuela, se mofaban de él y lo llamaban Einsteiii.
Finalmente el paciente se rindió y cayó en una depresión neurótica moderada.
Se volvió arisco y se mostró resentido e infeliz; comenzó a comer y a dormir mal
y se sentía un fracasado. Le confió a la madre que se sentía inútil y rechazado.
Ella lo confortó lo suficiente para despertarle el afán de obtener afecto, pero lue
go lo abandonó espiritualmente diciéndole que tenía edad suficiente para defen
derse solo y que no se le pasará gimoteando.
Abandono dé la oasa y casamiento. El servicio militar le dio a Ernest la opor
tunidad de dejar el hogar y recuperarse de su moderada depresión. Había escasez
de mecánicos de autos y se le asignó el trabajo de reparar vehículos, cosa que le
gustaba y hacía bien. Guando estaba cumpliendo su servicio leyó en una revisté
acerca de la vida en el oeste de los Estados Unidos y convenció a un compañero
del ejército de qué, Cuando los dieran de alta, se fueran a vivir allí. El compañero
abrió una gasolinera y taller de autos y trató de que Ernést entrará en Calidad de
socio menor. Pero en lugar de ello* Erñest aceptó un trabajo como repartidor de
leche. Al poco tiempo conoció a su futura esposa y “se casó pese a la decidida
oposición de la familia de ella” .
Su suegro tenía un puesto administrativo en la compañía local de autobuses.
Convenció a Ernest de que aceptara empleo de conductor. El salario no era muy
bueno, pero el horario era mejor que él del otro trabajo. Vinieron cuatro años dé
calma relativa, en los que nacieron dos niños. Los padres de la esposa le criticaban
su falta de ambición y lo comparaban desfavorablemente, y en público, con él
esposo de la otra hija: Ernest veía a menudo a Buck, su amigo del ejército, quien
también se: había casado. En cuanto se veían, Buck le preguntaba cuándo Sé
vendría a trabajar con él en la gasolinera, donde siempre hacía falta personal.
Ernest se mostraba reacio a dejar un trabajo en el que parecía tan fácil com
placer a la gente.
Los factores precipitantes. Dos crisis dieron al traste con todo: Hubo necesi
420 CAP. 12. R E A C C I O N E S N E U R O T I C O D E P R E S I V A S
dad de cambiar de casa y Emest perdió todos los dientes. Emest estaba muy en
cariñado con la casa, pues en sus horas libres había trabajado mucho en mejorarla.
Pero estaban ampliando la calle para volverla una autopista y esto la hacía muy
peligrosa para los pequeños. Pasaron a ocupar una casa mayor, vecina a la de los
suegros; era de éstos, quienes se la alquilaron a Emest por una suma nominal. Es
taba llena de aparatos modernos, que deleitaron a la esposa de Emest. La cláusula
secreta en aquel acuerdo obviamente generoso era que los suegros vigilaran la vida
hogareña de la hija y el tipo de amigos que tenían, a veces sin darse cuenta de
estarlo haciendo.
Este tipo de “vida de pensión” resultó una molestia seria para Emest, quien
amaba su hogar y gustaba tener un horario propio. El que se interfiera en sus
asuntos particulares —se llegaban a peleas serias sobre quién tenía jurisdicción
sobre los pequeños— lo exasperaba al grado de dejarlo sin palabras. Cada vez se
mostraba más enojado, pero nada podía decir, pues la esposa se encontraba divi
dida entre él y los posesivos padres. Cuando ventilaba su enojo contra los suegros,
ella se molestaba y comenzaba a defenderlos. Emest se sentía solo, sin nadie
que lo confortara y se pusiera de su parte.
Se llegó a la crisis cuando Ernest perdió sus dientes. Fue una experiencia do-
lorosa, pero que, como descubrió, poca comprensión le trajo por parte de los de
más. Se vio blanco de un tipo sádico de humor, que los alemanes llaman Schaden-
freud: gozar con el sufrimiento ajenó. Los suegros lo aprovecharon al máximo;
lo llamaban “abuelo” , hacían chistes acerca de la comida que tomaba e imitaban
su modo defectuoso de hablar; todo, claro está, en buena camaradería. Emest
era incapaz de aceptar lañarte positiva porque detrás de ella captaba la cruel hu
millación a que se lo sujetaba. La esposa protestaba de que lo embromaran, peto
lo hacía riéndose. En el trabajo sufrió una forma benigna del mismo tipo de burla,
que le echaba a perder el comienzo y el final de sus viajes. La dentadura postiza
lo lastimaba,:lo hacía tartajear y le impedía gozar sus comidas.
La depresión. Emest preía qúe pudo haber superado la crisis dental de no
haberse amargado las cosas en casa. Pero tal y como estaban las cosas, no le atraía
volver con la familia. Pasaba algunos de sus días de asueto con Buck, quien le
daba consejos irreverentes, que sólo tiempo después tuvo el valor de seguir. Mien
tras tanto, comenzaron a surgir los síntomas depresivos: descorazonamiento,
insomnio, dolor de cabeza, dolor de espalda*, dolor de piernas y tobillos, ojos
cansados y visión borrosa, estreñimiento, falta de apetito y falta de deseo sexual.
Se sentía tenso e irritable.y le volvió la terrible soledad de su niñez. Dejó de sen
tir placer por las cosas y sentía que no tenía ni amor ni futuro. El trabajo se le
iba volviendo insoportable, en especial ahora que los usuarios se quejaban de él.
Cuando entregaba a la compañía el dinero de los pasajes, pensaba con enojo
que de él obtenía su salario el administrador, su suegro.
Lqs suegros se dieron cuenta de que Ernest se hundía. Se lo dijeron; pero
también que estaba haciendo una montaña de una nadería. Agregaron que, si
fuera hombre, habría superado el problema. Emest comenzó a quejarse de su de
clinación física, insistiendo ante la. esposa que se volvía viejo antes de tiempo y
que todos lo. sabían. Se llamaba “un inválido dental” y deseaba en voz alta verse
muerto, pues ello le resolvería el problema a la esposa y a los hijos; ella se casaría
de nuevo y con un hombre mejor, que sería mejor padre para los pequeños. Luego
pasaba a comentar su pequeñez como persona. Decía que el suegro estaba en lo
cierto: que él nunca llegaría a ser nada, que siempre había sabido que no servía
para nada. ¿Qué podía hacer? ¡Toda su vida un conductor de autobús y ahora ni
para eso servía! No se soportaba. Y así una y otra y otra vez.
Por largo tiempo la* esposa intentó combatir aquellas quejas y menosprecios
interminables con apoyo infatigable. Razonaba con el esposo, discutía con él res
pecto a aquella autocondena tan poco realista y , una y otra vez, a todo argumento
ASPECTOS CLINICOS 421
hermano, mucho mayores que él, ejercían libremente sus derechos de fuerza y
de sabiduría. El padre hacía saber que todos estaban viviendo de él y que,
por lo tanto, no aceptaba que se lo molestara.
En sesiones posteriores Emest volvió al tema más de una vez. Surgió en rela
ción con su vida. Al nacer su primer hijo, nada de lo que Emest quisiera impor
taba mientras no se hubieran satisfecho las necesidades del bebé. Las cosas no
anduvieron tan mal con el segundo, pues Emest había aprendido que él no con
taba si había un bebé en casa, aparte de que al otro pequeño también le tocaba
esperar. En aquel punto Ernest interrumpió su narración para decir “ Sentía de
seos de quitarle al bebé el biberón de la boca. ¡Vaya padre! ¡Vaya padre!”
Necesidad y culpa. Mucho le costó a Emest el reconocer cuánto necesitaba
que lo prefirieran por encima de los demás. Para él, ser amado significaba ser el
primero cuando la repartición. Le fue necesario descubrir que se sentía cróni
camente enojado porque nunca en realidad se le llegaron a satisfacer esas necesi
dades y que nunca las podrían satisfacer mientras fueran tan exageradas. Asimis
mo, le fue necesario descubrir que su culpa por haber suprimido su enojo lo hacía
renunciar a los derechos normales que tenía: su horario de chofer y la intimidad
de su hogar, al que ahora llamaba “el motel del suegro” .
Mejora. A medida que fue avanzando la terapia, Emest se volvió por un tiempo
más agresivo y se mostró menos enojado. Los síntomas corporales menguaban y
empeoraban. Aparecían relacionados con el hogar y el trabajo lo suficiente para
que Ernest comenzara a sospecharlos de origen emocional, aunque no lo admitiera.
Con el tiempo carecieron de importancia. También el menosprecio de sí mismo
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crítica: “no sirvo para .nada” , “ soy despreciable” , “ soy un inseguro” , “no tengo
valor” , “ carezco de futuro” . Pero al no recibir ni apoyo ni condenas, la autoafir-
mación terminó por imponerse y estar presente gran parte del tiempo.
Emest dejó de mostrarse irritable en el trabajo, aunque ño parecía capaz de
volver a sentir el placer de antaño en saludar al pasaje, en servirlo y en cumplir a la
perfección, con. la, ruta. Él achacaba esta indiferencia a las .quejas que contra él há-
bían presentado los pasajeros, pero es probable que la causa estuviera en los efec
tos -ejercidos por la terapia, pues Ernest ya no necesitaba ser cortés con todo el
mundo, verse recompensado de antemano por lo que. iba a hacer, ser el Número
Uno en el autobús, recibir seis veces al día las alabanzas del inspector de salidas.
Comenzó a tener peleas con éste, con lo que logró menos cambios de ruta, pero
a la vez una relación, más fría y menos amistosa, . • ¡.
La explosión de enojo, contra los suegros, ocurtida después del funeral, le
facilitó el examinar, ese problema en-la terapia, una vez que su culpa y su menosT
precio se habían debilitado. En el proceso ventiló muchos resentimientos qué
guardaba contra la esposa; esto, a la vez, le permitió tornar la iniciativa e insistir
en que dejaran la casa del suegro. Fue un episodio desagradable; pero, ya concluido,
cuando vivían a dos millas de .los suegros, la esposa misma sintió igual alivio que
Ernest. Fue como iniciar .vida nueva en su propia casa.
Emest renunció a su trabajo de chofer y se fue a trabajar con Buck, aunque
no se veía con claridad qué posición iba a tener allí. Aún le quedaban varias co
sas por resolver; necesitaba y recibió más terapia, pero ya no estaba clínicamente
deprimido. :
Depresiones neuróticas y
reacciones obsesivo compulsivas
3 Aunque gran parte de la literatura sobre el tema da por hecho que la alimentación es
al pecho, en nuestra cid tura la alimentación con biberón es un procedimiento común. Si la
madre realiza la alimentación con biberón de modo rutinario, el infante se ye obligado a
obtener todo el placer posible de sus propias actividades durante la alimentación, y en otros
momentos gozar los placeres de que lo carguen, acunen, paseen, cobijen, conforten y amen.
4 Cfr. Hoffer, W., “ Mouth, hand and ego integration” , The Psychoanalytic Study ofi
the Child, Nueva York, Intemat. Univi Press, 1949, vols. 3 y 4, págs.49-56. Véanselos oríge
nes, separados de los planos de percepción bucal, visual.y manual y sus interacciones Observa
bles en Piaget, J., Orígins o f Intelligenee in Children, Nueva York, Internat. Univ, Press, 195 2.
426 CAP. 12. R E A C C I O N E S N E U R Ó T I C O D E P R E S I V A S
ños que no se sienten amados, pero sí se queja de las mismas cosas, en términos
de persona adulta, y tiende a depender de los demás.
Es necesario trazar una distinción preliminar en este punto, entre la depre
sión neurótica y la psicòtica, ya que de hecho se encuentran muy relacionadas.
La diferencia principal consiste en que la regresión neurótica es parcial, mientras
que la psicòtica es subtotal. La persona neuróticamente deprimida se las arregla
para mantener su contacto con la realidad externa. Por lo común cumple sus
tareas cotidianas con tan sólo una pérdida mínima en su eficacia. La persona
psicòticamente deprimida pierde casi por completo su contacto con la realidad
externa, reestructura el mundo que la rodea en función de un abandono y un de
sastre inminente de corte regresivo. Rara vez puede cumplir su trabajo diario. Se
muestra demasiado aprensivo o lento, sufre perturbaciones severas del pensa*-
miento y se encuentra en grave peligro de suicidio. La persona neuróticamente
deprimida, a pesar de lo profundo de su represión, ha conservado gran parte de
su organización defensiva intacta.
Represión defectuosa
Hemos visto en las otras neurosis que la represión defectuosa parece ser uriá
precondición para que puedan desarrollarse. Lo mismo ocurre con las depresiones
neuróticas. La persona neurótico depresiva escapa a lá deprésióri pstóótica graciás
a su capacidad para mantener la defensa represiva a un nivel de eficacia razonable.
Como veremos más tarde, logra esto recurriendo a la proyección y quejándose de
tal modo que logra aliados en su lucha conta los ataques intemos hechos contra
su autoestima.
En las reacciones neurótico depresivas la represión tiene dos direcciones y en
ambas es defectuosa. Busca controlar los impulsos del id, en cuyos derivados te
nernos ansias de dependencia oral mezcladas con un desentimiento hostil porque
6 Por apoyo narcisista queremos decir cosas tales como seguridad, orgullo, recompensa,
estima, alabanza y autoestima.
428 CAP. 12. R E A C C I O N E S N E U R Ó T I C O D E P R E S I V A S
no se cumplen esas ansias. La represión también busca controlar los ataques lan
zados por el superego arcaico. Esta última es la represión de mayor importancia
en las depresiones neuróticas. Cuando la agresión del superego es la que domina,
el sentido de culpa amenaza con volverse consciente. Por lo común en parte,
porque esto no ocurre, la regresión aumenta automáticamente y, en parte, porque
aparece la proyección; en parte, también, porque las quejas aportan al paciente
las crecientes cantidades de apoyo narcisista que requiere. Lo que surge, ante
todo, es un sentimiento de inferioridad, de poco valer, de menosprecio de sí mis
mo y de desesperanza —la principal de entre los síntomas depresivos cardinales.
Ninguna de esas represiones tiene éxito, algunos derivados de cada una de
ellas aparecen como síntomas. Surge la culpa inconsciente; y no sólo como un
sentimiento de inferioridad y menosprecio de sí mismo, sino como una vaga sen
sación de sentirse responsable o avergonzado de algo. El referente, ese “algo” ,
suele encontrarse desplazado y su intensidad siempre disminuye. Las ansias de
dependencia oral surgen en forma derivada, como exigencias de que se dé al pa
ciente apoyo narcisista, y como representaciones pasivo dependientes. La hosti
lidad adopta la forma de quejas insistentes, acusaciones de olvido, amenazas de
suicidio o de daño físico. En todos esos derivados, a los que llamamos “sínto
mas” , vemos la participación de otros mecanismos de defensa. Entre ellas pres
taremos atención al empleo característicamente depresivo de las quejas para
obtener el apoyo narcisista que se necesita.
Proyección
Hemos visto así que la culpa inconsciente es el tipo de ansiedad que surge en
el ego neurótico depresivo cuando lo atacan simultáneamente vigorosas agresiones
hechas por el id y el superego inconscientes. También heñios visto que se puede
reducir la tensión y la ansiedad mediante la descarga de la agresión hostil del id
y del ego a través de ataques a los seres queridos y descargando la agresión del
superego en menosprecios y condenas de sí mismo.
En las depresiones neuróticas, la proyección de la agresión del superego en
la realidad externa, es Otra defensa importante; es decir; achacar a otras personas
las actitudes de nuestro superego. Se acusa insistentemente a las personas-querh
das de que desprecian al paciente, de que lo consideran de poco valer, dé encon
trar imposible el seguir amándolo, respetándolo o dándole apoyo emocional. De
esta manera, el paciente organiza una seudocomunidad de imágenes del superego
desdeñosas y frías; el paciente utiliza para sus propósitos, toda conducta real o
imaginaria de esos seres queridos. ¡ ' "
Dos ventajas tiene el paciente con ello. Le permite protestar abiertamente;
como lo hacía de niño, porque no se le ama. Esto permite expresar, y descargar;
simbólicamente parte de la tensión inconsciente de modo semirreal. También le
permite obtener la ayuda de esas imágenes del superego contra los ataques del
superego. Protestan contra ese papel frío y desdeñoso que el paciente les atribuye
y con ello, como ya hemos visto, le proporcionan sin querer el apoyo narcisista
que él necesita. En un principio esas protestas le dan el amor de esas imágenes de
superego externas, que vienen a equilibrar el odio infantil qué a nivel de superego
siente. ■
Con el tiempo esas personas descubren que no pueden mantener el proceso.
Pudieran entonces adoptar las actitudes qué el paciente les ha proyectado. Pri
mero se vuelven desdeñosas, y, después, se exasperan y enojan. Al final, el pa
ciente obtiene de esas imágenes del superego loque originalmente les atribuyó. Lo
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 431
regresa parcialmente a una dependencia infantil, nadie puede satisfacer sus nece
sidades ilógicas. Tal es lo que ocurre en las depresiones neuróticas.
Tal y como las hemos descrito, las funciones del eg,o regresivo en las depre
siones neuróticas incluyen deseos inconscientes de satisfacer necesidades infan
tiles imperfectamente satisfechas durante la niñez o demasiado desarrolladas. Esas
necesidades aparecen disfrazadas como exigencias de tener menos responsabili
dades y más apoyo emocional. Sin embargo, esas exigencias son tan grandes que
el adulto neuróticamente deprimido nunca logra verlas satisfechas. Como resulta
do de esto quedan frustradas sus ansias de ser dependiente e irresponsable como
un infante. Por consiguiente, es casi inevitable sentir enojo y resentimiento con
tra las personas amadas, o contra los jefes, que supuestamente podrían propor
cionar ese cuidado infantil. Como ya dijimos, éstos son los síntomas sobresalien
tes en gran parte de las depresiones neuróticas. Los deseos, miedos y enojos del
ego y del id inconscientes y preedípicos llegan a la conciencia en la forma más o
menos disfrazada de pedidos de amor y consideración. El enojo y el resentimien
to sentidos ante la frustración de tales necesidades suelen ser parte obvia del
cuadro neurótico depresivo, ahora bien, las defensas disfrazaron esas formas, de
origen infantil.
A los adultos que son blanco de tal resentimiento les .parece que nada de lo
que hacen está bien. Están jugando, sin saberlo, a la gallina ciega con el incons
ciente infantil del paciente,. A su manera, el paciente siente lo mismo consciente
c inconscientemente, aunque tiene que encontrar una justificación para tales
actitudes emocionales, ya que las reprimió en su forma original. Es esta justifi
cación la que vémds incluida en los síntomas, que vienen también del superego
arcaico, en sus quejas de que no vale nada, es indigno y rió despierta amor. El
paciente está, además» triste y desanimado porque rio ve posibilidad alguna de
obtener satisfacción para sus ansias infantiles. Tal desesperación1suele ser rea
lista. En un mundo de adultos, es imposible satisfacer plenamente las ansias
infantiles del id y del ego. ' *
En las depresiones neuróticas el superego regresivo éSpor i© menos tan árcaieo
como lo es en las obsesiones compulsivas. Pero al parecer la regresión y la proyec
ción son más eficaces, ya que los pacientes pueden emplear sus quejas de tal ma
nera que mantienen inconscientes las actividades del superego arcaico.7 No
obstante, la hostilidad proveniente del superego arcaico hace que el paciente se
sienta irracionalmente inferior, abandonado y sin amor. Su ego, parcialmente en
regresión, es incapaz de resistir los ataques del superego arcaico, tal y corno fue
incapaz de lo mismo su ego durante la infancia. Así, el paciente busca ayuda en
otras personas, de la misma manera en que como durante la infancia buscó en
otros protección contra los peligros externos. Gomó hemós visto, logra esto pro
yectando sobre los demás cualesquiera componentes del ataque el superego que
no puede reprimir y, con ello, los estimula para que lo contradigan y lo tranquili
cen» para que se opongan al menosprecio de él mismo y puraque, de este modo,
se enfrenten al superego- del paciente. r . r
Podemos imaginamos esto como un campo de batalla dentro del ego. Un ego
infantil débil se enfrenta a objetos internos gigantescos, producto de una iritro-
7 En las depresiones psicóticas las actiyidades del superego arcaico son más precons
cientes y conscientes, como ya veremos. Ésto te crea ál paciente uná situación mucho más
dolor osa y peligrosa. ■ '
N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 433
j Hemos dicho Varias veces ya que las personas neurótico depresivas tienen sus
dncipales puntos de fijación en una fase infantil de dependencia oral, una fase
e desarrollo preedípico anterior a la de autoafirmación y la lucha por el poder a
re vuelven las personas obsesivo compulsivas. El neurótico depresivo muestra
i enojo y su resentiihiento, tal y como lo hacen los obsesivo compulsivos, y
cpresa profundas necesidades de dependencia junto al miedo de volverse irre
mediablemente dependiente. Pero esos conflictos que la regresión reaviva no se
miran en la limpieza y la Suciedad o en problemas abstractos sobre lo bueno y
8 Esos “objetos malos” reaparecen en las psicosis y a Veces los describen vividamente
icientes casi psicóticos.
434 CAP. 12. R E A C C I O N E S N E U R O T I C O D E P R E S I V A S
lo malo, sino más bien en el deseo de recibir amor y de recibir un trato de bebé
junto a la convicción de que no despierta amor y no se le acepta. Esos conflictos
surgen en el periodo de transición de la infancia, cuando el destete estimula ne
cesidades de dependencia crecientes, al mismo tiempo que provoca el miedo de
volver o sentirse tentado a volver a una relación simbiótica.
El sentido de culpa inconsciente que prevalece en las depresiones neuróticas
no se expresa directamente o se experimenta conscientemente como culpa. Más
bien se presenta en forma derivada, como quejas de que no se le ama y de que no
despierta amor, de que no vale nada, de que no se le acepta y de que es inferior
Aunque casi todo el tiempo están muy cerca de la superfìcie, suele negarse
que hay enojo y resentimiento. Pero aparecen en el tono de las quejas del pa
ciente, en una explosión ocasional y cuando la terapia les permite encontrar ex
presión libre.
La persona neurótico depresiva no pierde su contacto con la realidad exter
na como lo pierde el psicòtico depresivo. Conserva su organización defensiva más
o menos intacta y sigue siendo capaz de comunicarse eficazmente con otras per
sonas. En pocas palabras, es más infantil que el obsesivo compulsivo y menos
infantil que el psicòtico depresivo.
Tenemos aquí, entonces, una matriz de personalidad que por su tono y sus
combinaciones se diferencia de las matrices de todas las demás neurosis y psico
sis, pues en ella se mantienen buenas relaciones de objeto a pesar de una profun
da dependencia oral\ del menosprecio de sí mismo y la culpa inconsciente. Que
da por indicar el antecedente infantil más probable de las personas que caen en
depresiones neuróticas, cuando el estrés les produce una regresión.
Todos los seres humanos adultos gozan con una variedad de experiencias
orales —comer y beber, besar, fumar, hablar, cantar y silbar— y todos dependen
en buena medida de por lo menos otra persona. Además, en las metáforas em
pleadas por el adulto común y corriente y en las fantasías inconscientes y pre-
cqnscientes tenemos un simbolismo oral receptivo del tipo atribuido a los bebés
que maman.
Generalmente se da por hecho, con base en muchas pruebas clínicas y de
observación, que la orientación oral es la que domina durante los primeros meser
de vida del infante y que el primer ego es ante todo bucal.9 De acuerdo con este
punto de vista, el bebé experimenta su universo primero en función de la recep
ción pasiva de comida, que a continuación ingiere o rechaza, activamente. S
agrupamos con esas experiencias otras relacionadas, como el cuidado corporal, el
tener en brazos, el cobijar, el pasear al bebé, el confortarlo y el vigilarlo amoro
samente, tenemos gran parte de las contribuciones francas hechas en bien dei
bebé, a las que hemos llamado apoyo narcisista.
Decir que se aprecia o estima a un niño al que se alintenta, cuida, conforta
abriga y ama és caer en lo obvio. Pero tal vez no sea tan obvio que tales experien-
9 Piaget, J., The Origins o f Intelligence in Children (trad. por M. Cook), Nueva York
Internat. Univ. Press, 1952; Hoffer, W., “The mutual influences in the development o f ego
and id: earlicst stages” , The Psychoanalitic Study o f the Child, Nueva York, Internat. Univ.
Press, 1952. vol. 7, págs. 31-41.
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 435
cías son la base de lo que se llama confianza básica en la infancia y de lo que he
mos venido llamando autoestima. Para poderse amar normalmente, para tener
estima de sí mismo, es necesario haber tenido la experiencia infantil de verse
plenamente amado. No haber gozado consistentemente tal experiencia durante la
infancia y la primera niñez es carecer de bases para lograr una autoestima nor
mal. Una vez establecida la confianza básica, el niño puede seguir estructurando
las bases de su autoestima gracias a sus relaciones con los demás.
La fijación en el nivel de necesidades de orales dependientes profundas es
siempre patológica. Implica una de dos condiciones opuestas: o bien el paciente,
cuando niño, gozó satisfacciones excesivamente profundas cuando lo amamanta
ban —incluyéndose aquí lo que hemos agrupado como apoyo narcisísta infantil—
o bien se le negaron las satisfacciones orales, adecuadas y las relacionadas con éstas.
En un caso la fijación es resultado de una indulgencia extravagante; en el otro,
surge de la frustración.10 En ambos la fijación prepara el camino para que la per
sona desempeñe papeles dependientes, sumisos y subordinados, así como para
que haya rebeliones periódicas contra tal situación. También puede asentar la base
para las futuras declaraciones que el adulto haga de sentirse inútil, indigno e
inferior e incluso para que tenga un deseo, de por vida, de que lo traten como
un bebé. Después de todo, el bebé es un ser indefenso y está subordinado, aparte
de que es fácil hacerlo sentir indeseado y no amado; lo que, al faltar una auto
estima que lo equilibre, equivale a sentirse carente de valor e incapaz de desper
tar amor.
11 Vale la pena repetir aquí que el término maternal se refiere a un conjunto dé funcio:
nes usualmente realizadas por las madres. También en el padre puede darse un exceso de
indulgencia maternal, así como en un hermano, en el padre adoptivo o una madre substituía
o incluso de parte del sistema social.
12 Se describió esto en los capítulos 2 y 8.
DEPRESIONES N E U R O TIC AS Y PSICOTICAS 437
(liciones debería estar bien equipado para tener buenas relaciones de objeto, a
pesar de caer en la depresión.
El niño aporta a esta capacidad de mantener buenas relaciones de objeto su
flexibilidad dentro del marco de dependencia, que le limita lo que puede hacer y
lo que puede expresar. En lugar de pelear contra la intrusión, como lo hacen los
obsesivo compulsivos, el hijo de padres dominantes puede aprender a explotar
ese dominio paternal en tal forma, que obtiene mucho más que una atención, un
cuidado y oportunidades promedio. Todos sabemos de personas explotadoras
que, a pesar de tener tendencias orales infantiles, se las arreglan para atraer y
satisfacer a otros que gozan actuando como mecenas y protectores. Estos dos
aspectos representan situaciones extremas del tipo de conducta recíproca con
que vienen equipados los adultos oralmente dependientes, conducta que les
permite contribuir a las relaciones interpersonales.
L A T E R A P IA E N L A S D E P R E S IO N E S N E U R Ó T IC A S
D E P R E S IO N E S N E U R Ó T IC A S Y D E P R E S IO N E S P S IC Ó T IC A S
dependencia oral profundos, pero se trata sólo de una regresión parcial. Las re
laciones de objeto siguen bastante intactas; se conserva bastante bien la organiza
ción defensiva, y puede mantenerse una comunicación genuina con otras personas
a niveles más o menos realistas. Esta resistencia a la regresión parece surgir de la
capacidad de mantener relaciones de objeto adecuadas, ya que el desarrollo del
ego y la evolución de la realidad externa son simplemente aspectos diferentes de
un solo proceso integrante. Estimular la contradicción, el que lo tranquilicen y el
apoyo en otros es en sí una técnica defensiva que limita la regresión. Implica un
comercio activo con el medio circundante y proporciona canales para que se
descargue la hostilidad del ego, del id y del superego.
Como veremos, en un capítulo posterior, las depresiones psicóticas represen
tan una regresión subtotal a niveles orales profundos. Gracias a la presencia de un
ego-superego fuerte a estos niveles, el psicòtico depresivo está a salvo de caer en
ese tipo de fragmentación del ego que suele verse en la esquizofrenia. No obs
tante, el psicòtico depresivo es mucho menos capaz de mantener una comunica
ción genuina con otras personas que los neurótico depresivos. Repetida y monó
tonamente habla de su destino en ruinas, su autocondena y su odio contra sí
mismo, sin prestarle más que una atención pasajera al apoyo, las contradicciones
y las protestas de ayuda de las otras personas. Es obvio que ha regresado a un
punto donde puede emplear dinámicamente cualquier cosa que hagan p digan
los demás. Ha caído en engaños; se ha derrumbado su organización defensiva; tal
vez sea incapaz de sobrevivir fuera del hospital. Es obvio, por la conducta que
presenta, que el psicòtico depresivo se encuentra hundido en una lucha que en
realidad ocurre dentro de su personalidad, pero que él capta, equivocadamente,
como una realidad objetiva. En otras palabras, ha perdido su contacto con la
realidad externa e intenta reconstruir esta última de acuerdo con sus alucinaciones,
Esta distinción en el carácter de las relaciones de objeto no sólo es cierta
entre las depresiones neuróticas y las psicóticas, sino también entre las neurosis
y las psicosis en general. Es decir, en las neurosis existe una conservación relati
vamente buena de las relaciones de objeto, la regresión del ego es parcial y la or
ganización defensiva permanece intacta, Las anormalidades de la conducta
representan ante todo intentos que el paciente hace por enfrentarse, a sus expe
riencias a nivel realista, a pesar de su regresión parcial. En las psicosis, existe
siempre una: sustitución de la realidad objetiva por la realidad que alucina el
paciente. Dado que, como ya hemos observado, el ego y el objeto son aspectos
diferentes de los mismos procesos, la integración del ego también sufre distop
siones serias en las psicosis e igual ocurre con la estructura defensiva. Antes de
pasar a los desórdenes psicótieos, resumiremos lo dicho acerca de la formación
de síntomas en las varias neurosis, resumen que presentamos en el siguiente
capítulo.
F o rm a c ió n
de sín to m a s
Walter a caer en una ansiedad patológica al sufrir estrés y fue la culpa patológica
que experimentó en la edad adulta, la que lo ayudó a precipitar el primer ataque
de ansiedad. Es muy probable que, de no haber recibido ayuda terapéutica a
tiempo, Walter hubiera caído en una neurosis de culpa, más probablemente en
una depresión neurótica. Vimos como se volvió muy suave y solitario a raíz de
la separación de sus padres y que, unos años más tarde, mientras se encontraba
en la universidad, obviamente cayó en un estado hipomaniaco de sobreactividad
y agresión. Sabemos que durante su viaje de regreso del extranjero, justo antes de
comenzar la psicoterapia, Walter se aisló de todos, al punto incluso de que comía
solo. Bien pudo ser esto el preludio de la depresión.
Cuando pasemos a las reacciones fóticas encontraremos que lo que los pa
cientes fóbicos tratan de evitar a través de sus síntomas es un ataque de ansiedad.
Cuando no logran evitar el objeto a la situación temida, realmente sufren ansie
dad aguda, indistinguible de un ataque de ansiedad. Algo de esto ocurre también
con los obsesivo compulsivos. Evitan la ansiedad aguda mediante repeticiones,
rituales, dudas y meditaciones. Si se resisten a caer en sus síntomas compulsivos,
o si alguien se los impide, pueden sufrir üñ ataque de ansiedad típico. Las perso
nas con reacciones de conversión suelen encontrarse mejor protegidas contra la
ansiedad consciente que las fóbicas o las obsesivo compulsivas. No obstante,
puede demostrarse que también ellas tratan de contener una ansiedad potencial
mente intolerable. Uno de los obstáculos principales de la terapia en las conver
siones es que, para lograr una mejora sustancial, es necesario movilizar una ansie
dad uoiorosa subyacente en un paciente que ha venido escapando de ella gracias
a sus síntomas. En las reacciones disociativas por lo general hay una ansiedad
manifiesta —muy clara en el extrañamiento y en la despersonalización—, y cuan
do dicha ansiedad está ausente, como en algunos estados de ensueño y en las
amnesias masivas, también se encuentra ausente gran parte del funcionamiento
del ego-superego. Como vimos en el capítulo anterior, los neurótico depresivos
se muestran casi siempre abiertamente ansiosos, a pesar de toda la ayuda que
obtienen gracias a sus quejas.1
Existen muchas otras interreláciones entre las varias neurosis, así como
entre éstas y los desórdenes psicóticos, los psicosomáticos y los del carácter, que
vienen a complicar aún más el cuadro clínico. Por ejemplo, vimos una mezcla de
fobias y compulsiones en el caso de Ramona M. Los fies, a los que agrupamos
entre las conversiones, suelen recibir el nombre de obsesiones compulsivas. La
confusión de los estados disociativos con las reacciones de conversión, por una
parte, y con las reacciones psicótipas incipientes, por la otra, nos aporta otro
ejemplo de la cóniplejidad de ía estructura de los síntomas.
En muchísimos casos parecemos tener una especie de fachadas neuróticas
sucesivas. Una neurosis compulsiva puede escudar contra una fobia intolerable,
mientras que la fobia está defendiendo a ia persona, a niveles inconscientes,
contra los ataques de la ansiedad desnuda. Las conversiones a menudo llevan a
cabo una actividad similar. Tras la conversión tenemos una fobia inconsciente,
y tras ésta se encuentra siempre la amenaza de ataques de ansiedad atemorizan
tes. Las neurosis pueden servir también para defender a la persona de la a m e n a z a
de una psicosis —una consideración práctica vitalmente importante en el trata
miento—; pero estudiaremos esto más adelante.
1 Freud, S., “ Inhibitions, symptoms and anxiety” (1925), edición estándar, 1959, vol.
20, págs. 77-175.
F O R M A C I O N DE S I N T O M A S N E U R O T I C O S 441
Revisión de casos
2 Earle, A. M . y Earle, B. V., “ Early maternal deprivation and later psychiatric illness” ,
Amer. J. Orthopsychiat., 1961, 31, 181-186.
3 En el índice analítico se enumeran alfabéticamente los casos, bajo el encabezado ge
neral de Casos.
442 CAP. 13. F O R M A C I O N DE S I N T O M A S
Edgar R., el paciente del que se mofaban los compañeros de trabajo, desa
rrolló una reacción de pánico, en la que se imaginaba escuchar voces que parecían
acusarlo de perversiones y que amenazaban su vida. Aunque se trata de una reac
ción psicòtica y pertenece a otra parte de nuestro estudio, nos sirve para ilustrar
la intensidad dramática de las urgencias, fantasías, miedos y conflictos infantiles,
que una persona puede reprimir con éxito sin siquiera saberlo. Aparentemente
este paciente había estado libre de síntomas por veinte años, antes de que la
campaña de mofas comenzara en la oficina. Posiblemente hubiera logrado conti
nuar reprimido o conteniendo con éxito sus impulsos infantiles y su superego
arcaico, que brotaron en forma de voces proyectadas que lo aterraron.
La mujer que desarrolló un miedo fòbico a las alturas, Agnes W., se defendía
ante todo de un impulso de suicidarse. Esto por sí mismo justificaba su ansiedad,
pues es un hecho que en igual situación muchas personas se han matado. Sin em
bargo, su fobia defensiva le ocultaba tal impulso, junto con los de vengarse del
amante infiel y del niño que supuestamente llevaba ella dentro de sí. Otras mo
tivaciones participaban en esto; ya las vimos en el capítulo sobre fobias. La pacien
te se sobrepuso a sus síntomas neuróticos, pero no intentando directamente domi
nar su miedo a las alturas, sino dejando claro el patrón infantil de su vida adulta
y resolviendo los conflictos que la mantenían atada a la supervisión de los
padres.
El hombre que temía usar elevadores transfirió prontamente su fobia a un
miedo hacia la oficina del terapeuta y luego a un miedo hacia el terapeuta mismo.
Gracias a esta serie de mutaciones quedó completamente claro que los elevadores
y los lugares cerrados no eran la causa subyacente de su ansiedad intolerable,
sino al verse solo con otras personas.
Un panorama similar aparece en la sintomatologia de Kenneth E., quien
comenzó teniendo miedo de estar en un teatro y terihinó patológicamente ate
morizado de muchas situaciones diferentes, en lás que pudiera verse atrapado o
expuesto a tendencias homoeróticas. Una vez que el miedo fòbico quedó estable«-
cido en el equilibrio neurótico interno de este hombre, se generalizó tanto, que
el paciente se vio forzado a buscar ayuda terapéutica, pues de otro modo no po
dría ganarse el sustento. Una vez más, el paciente no se sobresupo directamente
al conjunto de miedos específicos, sino a los conflictos, miedos e impulsos infan
tiles y adolescentes que habían sido reactivados por là descompensación de sus
defensas del ego inconscientes. Pasáremos por alto los otrós casos de fobia, que
simplemente presentan problemas inconscientes similares, con distinta presencia
consciente; y pasáremos a ver unos ejemplos de conversiones.
La hija del ranchero de las Rocallosas, Mildred A., reaccionó a principios de
su adolescencia a un intento agresivo de ataque sexual con una parálisis que la
imposibilitó. Al presentar el caso, se estudiaron en cierto detalle los múltiples
significados inconscientes de sus síntomas. El caso era infantil en más de Un
sentido. Mantenía a la paciente tan indefensa como un infante, dependiendo de
los demás para todo y animada a permanecer inválida y dependiente por la acep
tación que la familia le daba. Los padres llegaban incluso a comparar su estado
con una parálisis infantil, aunque se les había dicho que se trataba de una compa
ración falsa. Además, la paciente utilizaba su invalidez para obtener ganancias
secundarias, pues gracias a aquélla se había vuelto uná persona distinguida que
gozaba de muchos privilegios. No obstante, la joven no los engañaba constante
mente; y, en las circunstancias existentes, los síntomas escapaban de su capacidad
F O R M A C I O N DE S I N T O M A S N E U R O T I C O S 443
de ver que podía lograr controlarlos. Eran el símbolo de algo que le había suce
dido, una representación primitiva en lugar de una memoria.
El médico residente, George D., que desarrolló un tic complejo en el que
participaban cabeza y cuello, simbolizaba también algo que le era imposible
expresar de otra manera. Las circunstancias externas que participaron sus sínto
mas de conversión fueron las actitudes de su jefe hacia él; recuérdese que esta
persona hacía burla de él y lo provocaba mientras se encontraba en una posición
indefensa, ya que George era subordinado del mismo. A través de una identifi
cación patológica con un paciente, con quien había venido trabajando, George
pudo expresar abiertamente el desprecio que sentía por alguien que lo había
estado despreciando. Con ello se estaba identificando además, a un nivel infantil,
con su arrogante madre, conservando al mismo tiempo su identificación casi
igualmente infantil con su afable padre, quien también era médico. Los síntomas
intentaban resolver un conflicto adulto que George tenía: no poderse identificar
con un médico que lo despreciaba; la solución consistía en recurrir a una identi
ficación inconsciente infantil, apenas algo más que la mera imitación de lo ocurri
do con un paciente. La tarea de este hombre era resolver un complejo problema
de identidad inmadura, que tenía sus raíces en los conflictos sufridos al ver la
discordia de los padres.
Mary G., la profesora de economía doméstica, comió en exceso toda su vida
en respuesta a una exigencia no verbalizada hecha por el padreé El que Mary
Considerara pecado mortal el rehusarse a comer y el regurgitar como “romper los
Diez Mandamientos” , indicaba que reconocía, a nivel inconsciente, el carácter
fundamentalmente sexual de aquella exigencia, así como la incapacidad propia
de oponerse a ella. Se entretejía a este conflicto edipico la hostilidad sentida
contra el hermano menor y el hecho de que el nacimiento del hijo de su hermana
le resultara intolerable a Mary, debido a la profunda pero inexpresada hostilidad
que sentía. '
Mucho de lo que ocurre en las reacciones disociativas cae en la sintomatolo
gia neurótica y psicòtica, y aquí sólo mencionaremos dos ejemplos: el sonam
bulismo y los ataques de sonambulismo.
El sonambulismo es de interés especial para quienes estudian la formación de
síntomas, porque ocurre en condiciones que debieran ser las de una regresión
normal. Dormir es permitirse regresar. La persona que duerme suele deshacerse
de la realidad circundante y hundirse en un estado más o menos inactivo, al pa
recer puntuado por los sueños. Uno de los principales requerimientos del dormir
es que excluya la motilidad junto con gran parte de los efectos de la estimulación
sensorial. En el Sonambulismo vemos la motilidad activada y la estimulación sen
sorial atendida lo bastante para salvar al sonámbulo de todo daño gran* parte del
tiempo. En efecto, es una prueba de que en las personas normales y en las casi
normales la motivación inconsciente y preconsciente es potencialmente podero
sa.4
5 Una persona que debiera estar descansando y que se encuentra más que me
4 Litin, E. M., Giffin, M. E. y Johnson, A. M., “Parental influence in unusual sex beha-
vior in children” , Psychoaual, Quart., 1956,25, 37-55.
s Se presentan revisiones recientes sobre la m otivación en Young, P. T M o tiva tio n and
E m o tio n : A Survey o f the D eten n in a n ts o f H u m a n and A n im a i Behavior, Nueva York,
Wiley, 1961; Brown, J. S., The M o tiv a tio n o f Behavior, Nueva York, McGraw-Hill, 1961;
Hall, J. F., Psychology o f M otiva tion , Filadelfia, Lippincott, 1961; Olds, J., The Growth
and Structure o f M otives, Glencoe, 111., Free Press, 1956. Véase también el A n n u a l R eview
o f Psychology, donde se reseña cada ano la literatura aparecida sobre el tema. Hace varios
444 CAP. 13. F O R M A C I O N DE S I N T O M A S
dio dormida, camina, escudriña entre cosas, tal vez se viste y sale, habla de un
modo más o menos incoherente y a menudo da la clara impresión de que, como
Lady Macbeth, está tratando de resolver algo que pertenece a su vida diurna,
pero que no ha podido expresar satisfactoriamente cuando se encuentra com
pletamente despierta.
El ataque de sonambulismo permite ver todo esto con mucha mayor clari
dad. Minnie D. literalmente caía en su representación dramática en cuanto surgía
el tema de la sexualidad y del conflicto con su madre. Cada ataque expresaba
una ensoñación dominante en acción, ensoñación en la que se entremezclaban
sensaciones de deseo, tentación, desamparo y miedo. Cada estado de trance que
venía tras sus ataques parecía expresar sentimientos de perplejidad, desilusión y
remordimiento por lo sucedido. El fracaso terapéutico de ayuda a Minnie se atri
buyó a la escasa educación e inteligencia de ésta. También se pensó que Minnie
obtenía de sus demostraciones inconscientes o preconscientes la suficiente satis
facción para equilibrar con ganancias las desventajas de estar enferma. Finalmen
te, tanto en ésta como en las otras fallas de la terapia, debe tenerse en cuenta las
limitaciones inevitables de la misma y de los terapeutas.
En el capítulo dedicado a las reacciones obsesivo compulsivas agrupamos los
casos de acuerdo con las maniobras defensivas que cada uno ilustraba del mejor
modo. A q u í bastará hacer hincapié en ciertos aspectos de su dinámica.
Horace N., el niño de doce años, es un buen ejemplo de reactivación en la
primera adolescencia de los métodos de control empleados por jos padres cuando
él era pequeño. Su creciente impulso sexual lo perturbaba, cosa muy normal;
pero también lo hacía desplazar hacia los padres esa sexualidad adolescente y
pensar obscenidades contra ellos, lo que ya pasa a ser anormal. Al final, ese con
flicto sexual se volvió un conflicto de hostilidad respecto a los padres, conflicto
que debió haber sido mejor resuelto durante la fase edípica. La agresión lo hizo
volver a una fase anterior a la edípica, en la que sólo pudo controlar su resenti
miento adoptando el papel de padre.y aconsejándose “ ¡Cálmate!”
La madre joven, Doris L, quien sentía impulso de matar a su bebé, estaba
regresando también a un nivel preedípico, en el que repetía el odio que había
sentido durante la niñez contra la hermana menor, pero dirigiendo ahora la hosti
lidad contra su propio bebé, aunque sin saber porqué. Cuando pudo reavivar el
odio contra la hermana, que estaba oculto por la represión y la formación de re
acción, desaparecieron aquellos impulsos irracionales de matar a su bebé.
Ramona M., el ama de casa de Minnesota, nos da un claro ejemplo de com
pulsiones que mágicamente resguardan contra la aparición de una ansiedad fóbi-
ca. Aquí tenemos sistemas defensivos puestos en capas, uno encima o fuera de
otro. También tropezamos con impulsos asesinos del id y fantasías inconscientes,
que mantienen a los síntomas vivos, y un castigo del superego que agrega una
noía sadomasoquista —que se verá repetida, en otro tono, cuando entremos a las
depresiones psicóticas. La eterna preocupación por la contaminación y los ritua
les y las preocupaciones obsesivas interminables hacen pensar de inmediato en
una regresión al nivel preedípico de adiestramiento respecto al control de esfínte
res y de interés por las heces.
La relación existente entre limpieza compulsiva y suciedad se vuelve innegar
A l estudiar cada una de las neurosis, hemos dado por hecho que ciertas per
sonas se encuentran predispuestas a caer en conductas neuróticas cuando sufren
estrés debido al tipo de equilibrio interno y psicológico que establecieron en sus
primeros cinco años de vida. Esto puede tener sus raíces en una hipersensibilidad
congènita a la estimulación que provoca ansiedad. Desde luego, hunde sus raíces
en las primeras experiencias con el ambiente, en especial con aquéllas tocantes a
las interrelaciones con otras personas.6
Esta supuesta predisposición está compuesta por los residuos de conflictos
infantiles sin resolver, el fracaso de la represión y otros mecanismos defensivos
6 Emmerich, W., “Parental identification in young children” , Genet. Psychol. Monogr
1959, 60, 257-308. Se presenta una reseña de la literatura dedicada a la ansiedad de separa
ción en Bowlby, J., “A critical review o f the literature” , J. Child Psychol Psychiat., 1961,
1, 251-269. Vease también Cattell, R. B..y Scheier, I. H., The Meaning and Measurement o f
Neuroticism and Anxiety, Nueva York, Ronald, 1961.
446 CAP. 13. F O R M A C I Ó N DE S Í N T O M A S
usados para contenerlos, así como una tendencia a lo largo de toda la vida a re
accionar en función de esos conflictos infantiles cuando se experimenta algo
similar a ellos. De este modo, una persona como Walter A., con su experiencia
en buscar culpas y sus experiencias traumáticas de la primera adolescencia, ten
derá a reaccionar mostrando culpa en muchas más situaciones que la persona
promedio e incluso a buscar situaciones en que pueda volver a sentir culpa. De
igual manera, una persona con necesidades de dependencia infantiles insatisfe
chas, como Emest F., reaccionará a todas las frustraciones de sus necesidades de
dependencia con una exigencia exagerada de que se le satisfagan o refugiándose
en un aislamiento, cuando debiera tomar medidas agresivas. Finalmente, una
persona con actitudes emocionales ambivalentes sin resolver respecto a la sucie
dad y a la limpieza, respecto a ser amada o mostrarse hostil, como en el caso de
Sally J., encontrará que sus conflictos se reavivan cuando las situaciones con que
se tropieza en su edad adulta, la excitan sexualmente, la enojan y amenazan con
destruir el orden de su mundo.
Por ello suponemos que quien reacciona a la frustración, la ansiedad o la
culpa con ataques de ansiedad ha tenido experiencias emocionalmente traumáti
cas durante la primera niñez, que se diferencian en tipo y cronología de las expe
riencias traumáticas de personas que han cubierto su ansiedad con defensas fóbi-
cas. Suponemos que las personas que han cubierto sus reacciones de ansiedad y
sus fobias con una reacción de conversión o una reacción obsesivo compulsiva,
han sufrido traumas emocionales a principios de su vida que se diferencian de
estos otros y entre sí: Finalmente, suponemos que las experiencias infantiles de
las personas oralmente dependientes, que caen en una depresión neurótica, deben
haber diferido de las sufridas por quienes reaccionaron a una pulsión creciente,
una frustración o una pérdida con algún otro tipo de neurosis.7
Esas sensibilidades a la reacción —la facilidad de reaccionar con éste y no
con aquél patrón neurótico— pueden determinar no sólo qué patrón neurótico
va a desarrollarse, sino qué lo precipitará. Hemos hablado varias veces ya de la
respuesta a distinto nivel. Los adultos cuya estructura defensiva es defectuosa
reaccionarán a muchas situaciones del mundo adulto simultáneamente a dos ni
veles: a un nivel consciente de adulto y a un nivel inconsciente infantil. Cualquier
situación que se parezca a una situación emocional traumática de la niñez, hará
repetir la respuesta dada en esta última época, ál mismo tiempo que pide una
respuesta adulta. La respuesta adulta será probablemente directa y franca; la res
puesta infantil, encubierta y derivada. Es una mezcla de distintos niveles de
experiencia lo que todos tenemos en los sueños manifiestos y qUe lá persona
neurótica Vive mientras se encuentra despierta. Tal vez lleve a una reacción exa
gerada que, por otras razones, será adecuada. También püede llevar a sentimien
tos ambivalentes y a conductas ambiguas. Finalmente, puede producir formación
de síntomas. Cuando sucede esto último, la forma de los síntomas dependerá dé
la vulnerabilidad específica de la persona y de la situación que esté perturbando
su equilibrio interno.
Desde un punto de vista dinámico, los síntomas neuróticos tienen tres aspec
tos esenciales: 1. Son una señal de que se ha perturbado el equilibrio de fuerzas
dentro del sistema de personalidad; 2. Son una señal de que se han reactivado
conflictos infantiles; 3. Son un intento de cura espontáneo; es decir, un intento
de adaptación. Hemos estudiado en cierto detalle estos aspectos de los síntomas
neuróticos, cuando vimos los antecedentes dinámicos de cada neurosis; y volvi
mos a ellos en cada caso que acabamos de examinar. Ahora, agregaremos unas
cuantas palabras para introducir las secuencias que constituyen el proceso de
formación de síntomas.
Consideramos el sistema de personalidad normal un sistema de fuerzas o
energías mantenido en un estado de equilibrio razonable. Se trata de un equili
brio fluido, no estático. Las fuerzas se encuentran en cambio constante. Una de
las principales funciones del ego es mantener un equilibrio óptimo en esas fuer
zas; y no sólo dentro de su propia organización, sino también en relación con los
impulsos del id, las presiones del superego y la estimulación externa.
Será un equilibrio óptimo entre esas fuerzas aquél que permita al sistema de
personalidad llevar a cabo sus actividades con un grado razonable de satisfacción.
Para lograr eso debe darse —entre otras cosas— una redistribución continua de
las energías entre las organizaciones del ego, del id y del superego, y entre los
niveles de funcionamiento del inconsciente, el preconsciente y el consciente, así
como una descarga de tensión más o menos continua. Cuando las funciones del
ego encargadas de redistribuir la energía dentro y descargar la tensión fuera no
trabajan bien, el sistema de personalidad está en problemas. Los impulsos del id
no reprimidos y las fantasías del ego inconscientes amenazan con expresarse en
las organizaciones del ego preconscientes y conscientes, iniciándose así cierto
grado de ruptura o desintegración. Las presiones provenientes del superego van
subiendo, en parte, como respuestas a los impulsos del id amenazadores y, en
parte, debido a que comienza a desintegrarse el ego, lo que vuelve menos eficaces
las fronteras del ego en todas direcciones. Las fantasías del ego inconscientes y
las ensoñaciones entran en las organizaciones del ego preconscientes, se acumu
lan tensiones en el ego y la ansiedad aumenta a niveles intolerables.
Como todos sabemos, el organismo se adapta continuamente a cambios ince
santes, A niveles fisiológicos un enorme número de respuestas adaptativas man'
tienen los sistemas del cuerpo en un equilibrio óptimo entre sí; por ejemplo, en
los ciclos respiratorio y cardiaco, en el mantenimiento y la recuperación del
equilibrio, en las interrelaciones hormonales compuestas, en la producción y
destrucción rápida de elementos celulares en la sangre y en mil otras maneras
distintas.
El sistema de personalidad, como parte y producto de la interacción organis
mo-ambiente, se enfrenta al mismo problema fundamental: mantener un equili
brio óptimo de fuerzas y recuperar el equilibrio cuando se lo perturba. En la
persona libre de síntomas las modificaciones y los cambios, que suceden conti
nuamente como parte de una actividad mental normal, están dirigidos en parte
por distintos mecanismos de defensa, muchos de los cuales hemos examinado en
sus expresiones más exageradas, cuando entran en funcionamiento para mante
ner el equilibrio neurótico. Las tensiones que se desarrollan dentro del sistema de
personalidad, tanto en las personas normales como en las neuróticas, provocan
448 CAP. 13. F O R M A C I O N DE S I N T O M A S
Secuencia de acontecimientos en la
formación de síntomas neuróticos
1 . T e n s i ó n y a n s ie d a d c r e c i e n t e s
2. A m e n a z a d e d e s in te g r a c ió n d e l e g o
las neurosis. Gran parte del funcionamiento ego-superego ocurre a niveles adultos
bastante normales. El pensamiento y la adaptación del' proceso secundario no se
ven invadidos por material del proceso primario, como ocurre en las psicosis.
Gran parte de las relaciones de objeto siguen siendo relativamente normales,
como hemos visto en nuestros casos, y el contacto con la realidad externa se
mantiene sin serias distorsiones. Por ejemplo, las ideas delirantes y las alucinacio
nes están ausentes. No obstante, se presenta una desintegración parcial ego-super
ego, lo que lleva a una regresión parcial.
3. R e g r e s ió n p a r c ia l a n iv e le s d e f i j a c i ó n im p o r t a n t e s
9 Véanse las secciones sobre antécedentes dinámicos y de desarrollo eri lós seis capí
tulos anteriores, dedicados a las neurosis.
10 DeMartino, M. F. (dir.), Dreams and Personality Dynamics, Springfield, 111., Tho
mas, 1959.
F O R M A C I O N DE S I N T O M A S N E U R O T I C O S 451
rodea. Pues la regresión neurótica no permite una opción, sino dos. Una, que el
paciente permanezca normal si sus defensas aguantan; dos, que siga regresando
y se vuelva psicòtico.
Los terapeutas deben tener en cuenta la posibilidad de que un paciente
neurótico se puede volver psicòtico, si se le priva de sus defensas neuróticas,
mientras lo tienen sujeto a tratamiento. A veces parece que la neurosis de un
paciente realmente lo protege, gracias a la fuerza de sus fijaciones, de avanzar en
su regresión. Cuando así ocurre, surge la cuestión de cuán conveniente es arries
gar una caída en la psicosis cuando se está intentando ayudar al paciente para
que salga de su neurosis. Al igual que cualquier riesgo quirúrgico, a veces lo justo
es arriesgarlo en toda buena fe, aunque conviene reconocer siempre la posibilidad
de que se presente.
5. T r a n s f o r m a c i ó n d e f e n s iv a y e l a b o r a c i ó n s e c u n d a r ia
sus sueños manifiestos de tal modo que los van haciendo parecerse a las experien
cias de cuando se está despierto. Desde luego, se trata de un proceso involuntario.
Si durante el día el soñador cuenta su sueño a dos o tres personas diferentes, es
probable que el sueño sufra cambios sucesivos y que cada cambio lo aleje del
proceso primario y lo acerque a la estructura del proceso secundario.12
Se tiene uno de los ejemplos más claros de procesamiento secundario en el
desarrollo de los síntomas obsesivo compulsivos. Incluso los síntomas obsesivo
compulsivos más primitivos manifiestan una lógica primitiva, una organización
en el tiempo y el espacio extraña al funcionamiento del proceso primario. Tal
vez sean las dudas y meditaciones obsesivas las que más lejos llegan en emplear
las formas y la maquinaria del proceso lógico secundario para racionalizar los
conflictos y ocultarlos. Tal vez se esté empleando una seudológica, pero no hay
duda de que logra transformar un material que indudablemente pertenece al
proceso primario en una forma de proceso secundario. Logra un distanciamiento
cuando sustituye el embrollo emocional infantil, en donde se tiene el conflicto
del paciente, por una especulación intelectual obvia.
Otro ejemplo claro es el uso de la negación en las reacciones disociativas. En
ellas la represión no logra impedir que se perciba algo difícil de soportar. La
negación viene al rescate y separa al reconocimiento de la percepción. Como
hemos visto, en algunos casos esto lleva al extrañamiento y a la despersonaliza
ción; en otros produce estados de ensueño; en otros más, separa áreas de expe
riencia completas induciendo secundariamente una represión masiva de aquello
que se está negando. Sin embargo, la negación en sí parece ocurrir como parte
del proceso de la revisión secundaria.13
Podríamos citar muchos otros ejemplos, pero.sólo mencionaremos dos. En
el desarrollo de una fobia, una vez que el proceso ha llegado a los niveles pre-
conScíentes, aquélla puede convertirse en una estructura defensiva gigantesca
que, por lo menos en la superficie, puede parecer plenamente justificada. En las,
muchas formas de las reacciones de conversión que imitan una enfermedad orgá
nica estamos frente a un procesamiento secundario. En esencia, es igual al proce
samiento secundario que gran parte de los sueños manifiestos presentan. Se los
reorganiza de tal, manera, que son más aceptables para el paciente y para quienes
l o .rodean- Por ejemplo, vimos esto en el caso de Mildred A., cuya parálisis se
volvió para ella y para la familia parte de una epidemia de encefalitis equina, cosa
que Todos podían aceptar. Desde luego, una diferencia imporíantc cs que el pro-:
cesamiento secundario ocurre en el paciente que sufre una conversión mientrasi
se encuentra despierto, mientras que por lo menos parte del procesamiento se
cundario de los sueños manifiestos ocurre mientras la persona está dormida.
6, S u r g im ie n to fin a l d e l s ín t o m a
El síntoma que finalmente surge por lo general está contenido en las quejas
del paciente o en las de quienes lo rodean. A l igual que los sueños manifiestos,
••i
12 Si una persona, justo cuando despierta, anota un sueño experimentado visualmente,
necesita revisarlo para traducirlo en palabras. Si vuelve a escribirlo a las pocas horas, sin re
currir a la primera versión, usualmente descubrirá que el sueño ha sufrido modificaciones..
Cfr. Bartlett, F., Thinking, A n Experimental and Social Study, Nueva York, Basic Books,
1958.
13 Jácobson, E., “ Denial and repressióh” , J. Amer. Psychoanal. Ass., 1957, 5, 61-92.
45 4 C A P . 13. F O R M A C I Ó N DE S Í N T O M A S
rara vez revela su origen al paciente. Como hemos dicho, lo que surge no es ni
una pulsión directa ni un superego arcaico sin domar, así como tampoco fanta
sías inconscientes infantiles de las que pudiera haber surgido el síntoma. El ego,
relativamente intacto todavía, pues presenta límites sólo parcialmente afectados,
junto con una organización defensiva respaldada por más de un nivel de funcio
namiento del superego, se muestra capaz de crear síntomas manifiestos, de prin
cipio aceptables para todos. Puede, de alguna manera, hacerse aparecer razonable
la forma que adopte el síntoma —se parezca a una enfermedad o a un impedi
mento conocido o consista simplemente en quejas depresivas. Existe la suficiente
función adaptativa del ego adulto para mantener buenas relaciones de objeto,
excepto en algunas de las reacciones disociativas. Sigue funcionando el superego
adulto lo suficiente para permitir a la persona neurótica actuar de acuerdo con
las normas prevalecientes, para proporcionarle por lo menos un poco de auto
estima y para protegerlo de que se descuide y dañe a sí mismo.
No debería parecer misteriosa la no inteligibilidad de gran parte de los sínto
mas neuróticos. Al igual que los sueños, no tienen como propósito primario la
comunicación interpersonal. Casi todos los procesos que entran en la formación
de síntomas neuróticos son en sí inconscientes y sólo vemos el producto ter
minal. Son inconscientes los impulsos del id Hberados y las fantasías incons
cientes que buscan expresión, junto con el reforzamiento regresivo. Los pacientes
por lo general no saben nada sobre ellos e incluso el clínico los reconoce sólo
tras un proceso de deducción muy complejo. También son inconscientes gran
parte de las defensas de ego responsables de las transformaciones, los disfraces
y los procesamientos. El paciente ignora tanto de ellos como del mecanismo que
funciona para formar los sueños manifiestos. Las intervenciones y las presiones
del supetego, sean arcaicas o relativamente maduras, también funcionan a niveles
inconscientes. Y, confio hemos visto, la regresión que pone en marcha toda lá
cadena de reactivación no es más consciente que el proceso de caer dormido de
pronto. No es de sorprender que el producto final, el síntoma neurótico, le pa
rezca al paciente carente de significado consciente.
Queda por estudiar el problema dé la satisfacción neurótica obtenida me
diante la fantasía, y la distinción entre ganancia primaria y secundaria.
Satisfacción neurótica obtenida mediante la fantasía. Los déseos inconsí
cientes logran cierto grado de satisfacción gracias a la fantasía, y se los expresa
ambiguamente en los síntomas neuróticos, aunque nunca se los reconozca clara
mente por lo que son. Hemos examinado muchos ejemplos de esto. Por ejemplo^
la paciente que tenía miedo a las alturas y que tenía tentaciones enormes de lan
zarse por la ventana, de sufrir el castigo que el caer produciría y de vengarse dé
su infiel amante. La paciente con bulimia expresaba comiendo sus fantasías de
verse embarazada. Claramente expresaron esto la reacción irracional del super
ego cuando ella se rehusaba a comer y sus intentos de vomitar todo. Cada uno dé
esos pacientes neuróticos con sentido de culpa —vinieran sus síntomas de ataques
de ansiedad, de fobias, de conversiones, de disociaciones, dé reacciones obsesivo
compulsivas o de quejas depresivas— era culpable de alguna satisfacción prohibir
da tenida en la fantasía y por la cual había sentido la necesidad de castigarse.
Tan regularmente se ha demostrado durante la psicoterapia la preséncia de
fantasías inconscientes en las neurosis, que ya nadie duda seriamente de su exis
tencia. En el caso de Ramona M. - la paciente compulsiva qué también mostraba
fobia por la contaminación— vimos pruebas abundantes de que tuvo impulsos
F O R M A C I Ó N DE S Í N T O M A S N E U R Ó T I C O S 455
homicidas contra su esposo y que dio satisfacción a esos impulsos en fantasías ho
micidas. De hecho, la irrupción de esas fantasías, cuando Ramona rompió el
plato, precipitó sus fobias irracionales y las medidas compulsivas no menos
irracionales contra los seres amados. En el caso de Agnes W., quien temía a las
alturas, y en el de Kenneth E., quien tenía fobia a los teatros, elevadores y calles
estrechas, las fantasías inconscientes surgieron espontáneamente en forma modi
ficada. Según fue progresando la terapia, desaparecieron los síntomas basados en
ellas. Entre las reacciones de conversión, las fantasías inconscientes se volvieron
más o menos claras en los casos de George D., Olivia B. y Betty S. El primero se
sobrepuso a su tortícolis espasmódica, pero Olivia sólo consiguió una mejora tem
poral en su postura deformada y Betty S. siguió con sus problemas de comida
debido a que en ambos casos se interrumpió la terapia. En el caso de Ernest F.,
preso de una depresión neurótica, los deseos inconscientes de dependencia infan
til se volvieron mucho menos urgentes a medida que los fue resolviendo en rela
ción con su situación adulta.
¿Cómo es que la fantasía produce satisfacción por sí sola? Se tiene la res
puesta si se acude a la experiencia cotidiana. Todos sabemos, con base en la
experiencia personal, que el pensar en un mundo mejor, en un mundo más ven
turoso, más rico o más seguro, proporciona a quien cae en esas fantasías mucha
satisfacción. Para millones de personas normales tales fantasías son fuentes im
portantes de una perspectiva serena respecto a un mundo seriamente conflictivo.
Los sueños de vengarse o “ desquitarse” , no importa cuán infantiles y poco prác-
i ticos, ejercen un efecto calmante y placentero en muchos adultos normales. Todo,
el que lee cuentos, va al teatro, mira televisión o goza con las tiras cómicas enten
derá el fuerte atractivo que tiene la satisfacción obtenida por medio de fantasías
poco reales y a menudo irracionales. Se tiene prueba de la fuerza de tal atracción
cuando inesperadamente se interrumpe una lectura o se apaga la televisión, can
celan una obra de. teatro o cuando no se recibe el periódico donde viene nuestra
tira cómica favorita.14
Todos éstos son ejemplos de fantasías conscientes, pero gran parte de ellos
participan en la irrealidad y la extravagancia características de la fantasía incons
ciente e infantil. Muchos de ellos deben su poder a fantasías inconscientes, que
lograron alterar. De hecho, una de las principales contribuciones a nuestro enten
dimiento actual de la conducta y la experiencia emocionales normales ha sido el
que se reconozca el poder perdurable de la fantasía inconsciente en la' vida de
pacientes neuróticos. Gomo ya hemos indicado frecuentemente, las experiencias
de los pacientes neuróticos no son totalmente diferentes de muchas de las teñi
das por personas normales.
Ganancia primaria y ganancia secundaria. Antes de pasar de la formación de
síntomas neuróticos a la formación de síntomas psicóticos, tan relacionada con
la anterior, repetiremos la diferencia, que hay entre ganancia primaria y ganancia
secundaria en los síntomas neuróticos.
a) Ganancia primaria. En toda formación de síntomas neuróticos la ganan
cia primaria está en el dominio de una tensión y una ansiedad de otro modo do
minantes. La tensión y la ansiedad inician la amenaza de la desintegración del
ego, que autemáticamente lleva a la regresión parcial. Como regla, los síntomas
cas padecen miedos irracionales, las compulsivas caen en ritos absurdos, quienes
sufren conversiones emplean su cuerpo para expresar simbolismo arcaicos. Pero
sus campos de irracionalidad son limitados y su regresión parcial. Fuera de esas
áreas limitadas, hasta una persona francamente neurótica puede participar satis
factoriamente en la vida de su comunidad. Probablemente le parezca normal a
gran parte de las personas que tienen relación con él. Sé puede tener una comu
nicación realista con una persona neurótica y llevar con ella relaciones interper
sonales razonablemente buenas. Parece compartir la orientación general de los
demás hacia la vida. Puede distinguir sus fantasías privadas de la realidad social y
sus expresiones emocionales son adecuadas. A niveles conscientes y preconscien
tes, no confunde el presente con su niñez, ni su persona con lo externo a ésta.
En todos esos sentidos la persona francamente psicòtica presenta defectos.
Sus áreas irracionales incluyen la mayor parte de su conducta franca. Como pue
den ver claramente sus íntimos, dicha persona ha perdido el interés por los suce
sos del mundo real, por las esperanzas y los miedos reales, por los objetos y la
gente reales. Se ha comenzado a preocupar por cuestiones que superficialmente
parecen irreales, triviales, absurdas o fantásticas. El interés que previamente con
firió a su mundo adulto de relaciones sociales ahora se lo confiere a situaciones
imaginarias.
En tales condiciones ningún intercambio real es posible. La comunicación
eficaz se rompe. La persona psicòtica ve todo desde una perspectiva particular
distorsionada, mientras que los demás comparten las perspectivas de la realidad
social. Esta persona no puede ver las cosas desde el punto de vista de los demás
y éstos no pueden verlas desde el punto de vista de él. El paciente se “ desociali-
zá” , es decir, el proceso de socialización que le permitió ser parte integral de la
sociedad queda deshecho, aunque sea en parte.15 Se le vuelve imposible dedicarse
a laá actividades cotidianas usuales, porque su percepción y su cognición están
inundadas de fantasías pertenecientes al proceso primario. Se desintegran sus
organizaciones del papel social y sus expectativas de tal papel. En algunos casos,
incluso su yo socialmente estructurado puede desaparecer casi del todo. '
Estamos ante el dilema del psicòtico: tener que enfrentar un mundo de exi
gencias adultas1 , cuando sus organizaciones conscientes y preconscientes están
minadas por impulsos, fantasías, conflictos, miedos y actitudes infantiles. Puede
actuar y hablar como adulto, pero: sus actitudes básicas expresan abiertamente
los problemas irresolutos de su primera infancia.
Esta renovación de la dinámica infantil forma el núcleo de toda psicosis.
Una vez más dominan los modos infantiles de experiencia: en el modo de pensar,
en el de sentir, en el de defenderse, en el de percibir, en la adaptación del ego y
del superego. En muchos casos las ansiedades traumáticas, como las que los adul
tos normales y neuróticos experimentan cuando tienen terrores nocturnos, se
presentan en la persona psicòtica cuando se encuentra despierta. Y al ocurrir
esto, el aterrado paciente no dispone de las defensas maduras y de las maniobras
adaptativas que otros adultos tienen. Debe entonces enfrentarse a esas pesadillas
diurnas con sus formas de defensas arcaicas, como son la proyección, la intro-
yección y la negación masivas. Esa pérdida de adaptación a la realidad lo deja
1. T e n s j ó n y a n s ie d a d c r e c i e n t e s
16 Stein, M. y Heinze, S., Creativity and the Individual: Summaries o f Selected Litera-
ture in P sych ology and Psychiatry, Glencoe, 111., Free Press, 1960.
17 Se presenta una explicación histórica de esta evolución en Cameron, N., “The func-
tional psychoses” en J. Me. V. Hunt (dir.), Personality and the Behavior Disorders, Nueva
York, Ronald, 1944, págs 861-921.
i ° En una revisión relativamente reciente de la literatura sobre la patología ae la es
quizofrenia, por ejemplo, se afirma que “no se ha demostrado que cambio especifico alguno
en un tejido o en un sistema del cuerpo explique el síndrome clínico de la esquizofrenia” .
Véase Dastur, D. K., “ The pathology o f schizophienia : a historical survey” , A rch . N eur.
Psychiatr., 1959, 81, 601-604. Hace cincuenta años hubo renuencia similar, pero más
diseminada, a aceptar los orígenes psicológicos de las neurosis.
F O R M A C I O N DE S I N T O M A S P S I C O T I C O S 459
2. A m e n a z a d e d e s in te g r a c ió n d e l e g o
19 La ceguera sigue produciendo tanta ansiedad en algunas personas, que éstas se eno
jan cuando un ciego se les acerca y le reprochan que lo haga.
2 0 By chowski, G. , Psychotherapy o f Psychosis, Nueva York, Gruñe & Stratton, 1952;
Bychowski, G., “ An approach to psychotic anxiety” , Amer. J. Psychother., 1961,15, 409-
415.
460 CAP. 13. F O R M A C I O N DE S I N T O M A S
encargan de mucho del trabajo que la represión suele cumplir. Los límites del
ego nunca son seguros. En la descompensación psicòtica a veces parecen disol
verse, y entonces el paciente se ve aplastado por el material proveniente del proceso
primario y pierde la capacidad de diferenciar entre la realidad interna y la exter
na. Los derivados de los conflictos infantiles, de los impulsos del id, del superego
arcaico y de las funciones del ego, toman a su cargo las funciones que antes solía
llevar a cabo una estructura madura ego-superego. Las relaciones de objeto sufren
severamente. La comprobación de la realidad se ve reemplazada en gran medida
por la distorsión o la reconstrucción de la realidad. De principio la persona se
enfrenta a la amenaza de desintegración del ego mediante la regresión neurótica
y los síntomas neuróticos, pero con el tiempo éstos ceden el lugar a los produc
tos de una regresión más profunda.
Lo dicho sobre los conflictos infantiles en las personas que terminan con
una neurosis vale también para los psicóticos: por lo común se ha venido defen
diendo gran parte de su vida contra el surgimiento de conflictos infantiles. Debi
do a que en las psicosis la regresión es subtotal, más que simplemente parcial, y
dado que los puntos de fijación reactivados son más arcaicos que en las neurosis,
la experiencia y la conducta psicóticas parecen más primitivas. O bien domina la
escena un ego arcaico c impulsivo, que vuelve la conducta difícil de predecir y de
comprender, o bien surge un superego arcaico. En las depresiones psicóticas se
ve con frecuencia un ego arcaico en lucha a muerte contra un superego arcaico
cruel. Se trata del mismo fenómeno que vimos en los obsesivo compulsivos, y
con toda-clafldad en el caso de Sally J. Pero el nivel al cual se realiza esta lucha
en las psicosis es mucho más primitivo y correspondientemente mayores los
peligros para el paciente. A l igual que en las neurosis, en las psicosis también re
gresan los conflictos reprimidos,24 pero son más arcaicos y la organización ego-
superego a, la que vuelven es mucho más caótica.
5. T r a n s f o r m a c i ó n d e f e n s iv a y p r o c e s a m i e n t o s e c u n d a r io
24 Waelder propuso llamar a las psicosis retorno de las reprimidas. Véase Waelder, R.,
Basic Theory o f Psychoanalysis, Nueva York, Interna!, Üniv. Press, 1960.
25 Stone, A. A. y Eldred, S. II., “ Delusional formatipn during the activation o f chrp-
nic schizophrenic patients” , Arch, gen Psychiat., 1959, 1, 177-179; Miller, D. R., “Studies
of denial in fantasy” en David, H. P. y Brengelmann, J. C. (áirs.), Perspectives in Personality
Research, Nueva York, Springer, 1960.
26 Cfr. Kaplan, B., “An approach to the problems of symbolic representation: nonver-
bal and verbal” , J. Commun., 1961, 11, 52-62.
462 CAP. 13. F O R M A C I O N DE S I N T O M A S
decir verdad, gracias a sus ideas delirantes la persona psicótica logra mantener
contacto con el mundo de personas y cosas que la rodea. Ya que, al mismo tiem
po, la idea delirante con frecuencia representa la satisfacción de una necesidad
inconsciente profunda, es fácil comprender cuán poco dispuesto —e incluso
capaz— se muestra el paciente a renunciar a ella. En el capítulo siguiente dire
mos más acerca de las ideas delirantes como reconstrucción de la realidad. Baste
decir que la idea delirante, al igual que el síntoma neurótico, es siempre un in
tento espontáneo de curarse a sí mismo y cuando alguien inexperto trata de eli
minarla, puede poner en peligro al paciente.
Lo que en las psicosis surge como síntoma se acerca más a un impulso fran
co, a un superego arcaico sin doinar y a las fantasías infantiles que aquello que
surge en las neurosis. Los síntomas psicóticos muestran una enorme variedad y
complejidad. Pospondremos el estudio detallado dé estos aspectos hasta que
entremos a la descripción de casos psicóticos, de modo que nuestro estudio ten
ga una relación inmediata Con los sucesos reales. A diferencia de la situación
existente en gran parte dé las neurosis, en las psicosis suele haber una destrucción
catastrófica dé las relaciones de objeto, de la autoestima y de la maquinaria dé
w10^1 wtvvw v ii.
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K r i f r i n r / a n r l p r
V /A A X L XJ .\/J .XM W A
28 Cfr. Hilgard, J. R. y Newman, M. F., “ Evidence for functional génesis in mental illness:
schizophrenia, depressive .psychoses and psychoneuroses” , J. nerv. ment. Dis., 1 9 6 1 , 132,
3 - 1 6 ; Brown, F., “ Depression and cliildhood bereavémcnt” , J. meni. Sci., 1 9 6 1 , 107, 7 5 4 -
777; Schwartz, D. A., “ Some suggestiorts for a unitary formulation o f thè manie-depressive
reactions” , Psychiatry, 1 9 6 1 , 2 4 , 2 3 8 - 2 4 5 . .
29 Nos da un claro ejemplo de esto el caso de Edgar R., quien desarrolló una reacción
de pánico y luego una psicosis.
R e a c c io n e s
p a ra n o ica s
1 Cfr. Witkin, H. A. et al., Personality Through Perception, Nueva York, Harper, 1954;
Allport, F,, Theories o f Perception and the C o n cep t o f Structure, Nueva York, Wiley, 1955;
Tagiuri, R. y Petrullo, L. (dirs.), Person Perception and Intetpersonal Behavior, Stanford,
Calif., Stanford Univ. Press, 1958; Solley, C. M. y Murphy, G., D evelo p m en t o f the Percep-
ttial World, Nueva York, Basic Books, 1960.
464
REACCIO NES P A R A N O IC A S 465
que éstos casi siempre han sido modificados. Bien sabe esto quien haya reunido
testimonios de testigos presenciales, pues cada uno de ellos, no importa cuán ho
nesto e inteligente sea, dará una explicación de lo sucedido diferente en algún
sentido de la explicación dada por los demás. Es decir, recordar no es simplemente
traer a la memoria, sino más bien reconstruir e incluso, a veces, crear, para expre
sarse contando algo.4
En todo lo que hemos venido diciendo está presente un determinante al que
no hemos mencionado por su nombre: es nuestra sensación acerca de lo que per
cibimos, de lo que anticipamos, de lo que razonamos o de lo que comunicamos;
nuestra sensación acerca de lo que experimentamos intuitivamente, de lo que re
conocemos o de lo que recordamos. Por ejemplo, si tenemos miedo, todo lo expe
rimentamos de modo distinto a cuando estamos serenos. Cuando estamos ena
morados, el mundo entero parece más adorable que antes, incluyendo paisajes y
calles. Cuando odiamos, todo el mundo parece lleno de odio. Cuando tenemos
celos, encontramos mil cosas que nos permiten sentirnos celosos, que antes-nada
significaban. Cuando sospechamos de algo, notaremos más cosas que parecen jus
tificar nuestras sospechas y que no veíamos antes.
Todo esto lleva a la cuestión de diferenciar entre pensamiento delirante y
pensamiento no delirante. El modo que tenemos de actuar con base en informa
ción fragmentaria, de interpretar signos y señales de depender de significados ocul
tos e intuiciones, de reconstruir lo que “recordamos” y de estar sujetos siempre a
influencias emocionales cambiantes, hace sumamente difícil el formular una distin
ción clara. Al mismo tiempo, tales ejemplos nos ayudan a reconocer que el pen
samiento delirante tiene su contraparte normal y que se entenderán mejor las
reacciones paranoicas si tenemos esto presente.
Definición. Las reacciones paranoicas son intentos de escapar de la tensión
y Id ansiedad mediante procesos de negación y proyección, que dan como resul
tado ideas delirantes más o menos sistematizadas. Hemos dicho que ésas ideas de
lirantes suelen ser persecutorias, —aunque a veces se relacionen con el erotismo,
los celos y el delirio de grandeza— y que sus componentes emocionales concuer-
dan con las ideas.
Es necesario definir el término idea delirante. Es ésta una breencia fija, que
persiste aunque la realidad social la contradiga. Las ideas delirantes son característi
cas de las reacciones paranoicas, aunque también se las encuentra en otras psico
sis. Como pronto veremos, las ideas delirantes que sufren las personas psicótica-
mente deprimidas y maniacas las convierten en socialmente incompetentes.
También las esquizofrenias son desordenes delirantes, pero, por lo general, pobre
mente sistematizados y a menudo extraordinariamente bizarros.
ÑO sería difícil probar la presencia de ideas delirantes incluso entre personas
normales.5 No es rara en la vida cotidiana la plena aceptación de una creencia y
su persistencia indefinida, aunque contradiga todas las evidencias objetivas. Sin
embargo, cuando sucede esto, se trata de una creencia compartida por otros
miembros de la misma cultura. N o es una creencia que depende de pruebas obje
tivas sino de la identificación con el grupo.
Las reacciones paranoicas y las fobias. Las fobias dependen de creencias que
contradicen las pruebas objetivas de que se dispone, pero son mucho más indivi
dualistas que las ideas delirantes de grupo y no surgen de la identificación con el
grupo. Las fobias o exageran un miedo común más allá de toda lógica o represen
tan un miedo que casi nadie puede compartir. En este último caso, como vimos
en el capítulo 8, se responde a algo inofensivo como si fuera peligroso; y ese miedo
irracional persiste pese a las claras demostraciones de que no tiene justificación.
Tanto los pacientes fóbicos, como los paranoicos, niegan y proyectan su ten
sión y ansiedad, de origen interno, para liberarse de ellas; sin embargo la sinto-
matología de los dos desórdenes es muy diferente. El paciente fóbico considera
su miedo proyectado irracional, peculiar o incluso absurdo; le parece ajeno a sí
o, como dijimos, ajeno al ego, Con gusto se liberaría de él, y por lo común recurre a
un terapeuta para lograrlo. La persona paranoica acepta de todo corazón sus ideas
delirantes. Nada de irracional, peculiar o absurdo ve en sus quejas y cree implíci
tamente en la realidad de lo que proyecta; no le parece extraño. Por el contrario,
esto es sintónico del ego, es decir, algo que a la persona le parece una experiencia
genuina de la realidad. Las personas paranoicas a menudo tratan de convencer a
otros de la realidad objetiva de las ideas delirantes que padecen; y, en ocasiones,
tienen éxito. Si fracasan, es probable que sospechen que la persona escéptica es
parte de una posible “ conspiración” . Recurren a un terapeuta para mantener ale
jadas á las-personas que las amenazan, y no para liberarse de sus síntomas.
Otra diferencia notable entre fobias y reacciones paranoicas es una diferencia
entre impersonalidad y participación personal en la siñtomatología. Lo típico es
que los pacientes fóbicos concentren su miedo en animales, cosas y situaciones o
en el hombre en general, como sucede con el miedo a las multitudes.6 En notable
contraste, los pacientes paranoicos siempre lo concentran en las personas y en las
relaciones personales. No se sienten amenazados por perros, insectos, cuartos cerra-
dós o lugares altos, pero sí por el odio de alguna otra persona o por el “ complot”
de alguna seudocomunidad. Es obvio que las personas paranoicas sufren, ante
todo, una perturbación de las interreláciones personales, un defecto en su capa
cidad de Comprender a otras personas y confiar en ellas, Cosa que no le ocurre a
la persona fóbica. '
Adaptación. Sabemos que las neurosis son intentos de adaptación. El sínto
ma neurótico es un compromiso. Si tiene éxito, descargará o expresará algo que el
paciente no puede reprimir. A l mismo tiempo, repudiará lo que expresa y tal Vez
inflija un castigó al-paciente por expresarlo. Por ejemplo, en una reacción de con
versión el puño cerrado en un espasmo sintomático expresa a la vez un deseo
hostil y una incapacidad que imposibilita el cumplir tal deseo. Además, la incapa
cidad castiga al paciente al hacerlo inválido.
Las áreas que participan en tal compromiso neurótico por lo general están li
mitadas. La regresión es sólo parcial. Aparte de esas áreas limitadas el paciente
neurótico puede parecerle normal a otros. Puede participar satisfactoriamente en
la vida de su comunidad social y compartir su orientación general hacia la vida.
Su expresión emocional concuerda con esta orientación general. Puede diferenciar
entre su fantasía privada y la realidad social, entre la vida adulta presente y la ni
ñez pasada y entre su persona y lo que sucede alrededor de ella.
También las psicosis son intentos de adaptación, pero rara vez tienen éxito
en el sentido que lo tienen los compromisos neuróticos. La regresión psicòtica es
más profunda que la neurótica e involucra áreas mucho mayores de funcionamien
to ego-superego. El paciente psicòtico reconstruye grandes porciones de su reali
dad social y las hace coincidir con sus creencias, miedos y orientaciones regresi
vas. Esas reconstrucciones constituyen ideas delirantes y alucinaciones que, a
pesar de su carácter patológico, son intentos espontáneos de curarse a sí mismo.
Para comprender una psicosis es necesario reexaminar la idea delirante o la aluci
nación y descubrir qué situación la hizo necesaria. No siempre es posible esto; e
incluso cuando lo es, no siempre se tiene como resultado una recuperación rápida.
Aunque psicóticas, las reacciones paranoicas suelen tener más éxito en la
adaptación que otras psicosis. No presentan la desocialización y la desorganización
de la esquizofrenia y no manifiestan los profundos cambios de humor vistos en
las depresiones psicóticas y en las manías. En alguna otra parte7 dijimos que las
reacciones paranoicas pueden ser una combinación de neurosis y psicosis. El
elemento psicòtico aparece en el desarrollo delirante fijo e inflexible y en la dis
torsión de la realidad social, en la formación de una seudocomunidad y en la ra
cionalización de la idea delirante. El elemento neurótico aparece en las buenas
relaciones de objeto residuales, que —en muchos casos— le permiten al paciente
llevar una vida comparativamente normal como hombre o mujer de negocios,
como profesionista, como cónyuge o como padre, a pesar de las ideas delirantes.
Regularidad. Las reacciones paranoicas parecen abundar en la población ge
neral, pero es imposible calcular con exactitud su número. Por una parte, tenemos
tendencias paranoicas moderadas en personas normales y neuróticas, las cuales
no son perjudiciales; por otra parte, suelen venir disfrazadas de precaución, aiter
naria o esnobismo. Las principales defensas paranoicas —la negación y la proyec
ción— están presentes en cierto grado en toda persona. Si esas tendencias, domi
nan en la estructura de una persona, si cuando hay estrés se presenta la regresión
fácilmente y si las creencias delirantes tienden a persistir a pesar de las pruebas
en contra, entonces tenemos justificación al hablar de reacción paranoica. Al
mismo tiempo, debemos d^jar lugar a las muchas creencias irracionales que Iqs,
grupos de personas normales tienen sin el apoyo de alguna evidencia o en presen
cia de alguna evidencia contradictoria.
La última fuente de dificultad cuando se intente estimar la incidencia dé las
reacciones paranoicas es que las personas con ideas delirantes leves y moderadas
por lo general no buscan ayuda terapéutica. Consideran que sus sospechas, nexos
eróticos, celos, ó ideas de grandeza están objetivamente justificadas. Sus parientes,
amigos y compañeros de trabajo los consideran seres cautos, suspicaces, celosos,
seductores o narcisistas. Algunos pacientes paranoicos, incluso sufriendo ideas
delirantes agudas, logran llevar una vida relativamente normal* En ocasiones,
algunos de ellos se vuelven líderes, porque otros gozan Siguiendo sus ideas
extravagantes.
Los datos sobre herencia, condición sexual y matrimonial y medio social,
obtenidos de los archivos de sanatorios, no indican relación alguna con el desa
rrollo de las reacciones paranoicas. Por ejemplo, en un estudio8 se encontró que
? Cameron, N., “ Paranoid conditions and paranoia” en S. Arieti (dir.) American Hand-
book o f Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 508-539.
8 Tyhurst, J. S., “Paranoid Pattems” en Leighton, A. II., Clausen, J. A. y Wilson, R. N.
(dirs.), Explorations in Social Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1958, págs. 31-76.
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S P A R A N O I C A S 469
sólo en 8 de 400 casos, donde había tendencias paranoicas notables, habían ante
cedentes de paranoia y que sólo en 44 de 400 casos los ancestros habían sufrido
algún tipo de desorden nervioso o mental. Desde luego, los archivos de sanatorios
no son fuentes ideales para obtener tales datos; pero al carecerse de otros datos y
dentro de esos límites, las cifras son impresionantes.
Existe controversia respecto a la incidencia de la edad; aunque en general se
está de acuerdo en que las psicosis paranoicas con ideas delirantes, pero sin dete
rioro, aparecen muy a menudo a fines de la madurez. Un investigador considera
que esto representa el periodo en el cual las tendencias paranoicas les resultan
intolerables a los otros, independientemente de la edad en que se desarrollan. Pero
el que la forma paranoica de esquizofrenia se presente, en promedio, una década
después de otras formas de esquizofrenia hace dudar de tal interpretación. Desde
luego, el predominio de los desórdenes paranoicos en la cuarta, quinta y sexta
décadas puede ser producto artificial de nuestro sistema de clasificación. Restrin
gimos el diagnóstico de a personas con ideas delirantes bien
r e a c c ió n p a r a n o ic a
V A R IE D A D E S D E L A S R E A C C IO N E S P A R A N O IC A S
D e l ir i o s e r ó y 4.
t ic o s p a r a n A esas cuatro
o ic o s D e l ir i o s d e g r a n d e z a p a r a n o ic o s .
pecial en que una persona sugestionable acepta las ideas delirantes de una persona
paranoica dominante.
Es necesario decir desde el comienzo que, tal y como es rara la neurosis pura,
las reacciones paranoicas puras son raras. Casi todas éstas incluyen algunos sín
tomas neuróticos. Muchas de ellas tienen, por lo menos, huellas de pensamiento
esquizofrénico, pero sin la desorganización de éste. Algunas personas paranoicas
470 C AP. 14. R E A C C I O N E S P A R A N O I C A S
Antecedentes de personalidad
consecuencia, nunca han llegado a dominar sus miedos primarios. Es obvio que
algunos de ellos jamás tuvieron la experiencia del amor paterno, como se verá en
nuestra presentación de casos. Son personas que no pudieron estructurar su con
cepción de un mundo estable, amistoso y confiable. En pocas palabras, carecen
de las bases conductuales y de la organización del ego-superego que les permitan
relaciones interpersonales seguras e íntimas.
El paranoico está equipado con una expectación crónica de que los otros lo
tratan mal o lo engañarán y siempre está dispuesto a actuar agresivamente cuando
se siente maltratado o engañado. En muchos casos, de hecho, se ha tratado sádi
camente al paciente durante su infancia o a principios de su niñez, siendo resultado
de ello que haya interiorizado actitudes sádicas hacia sí y hacia los otros.9 Se trata
de un proceso infantil muy conocido, al que a veces se le llama identificación
con el agresor. Como se ha criado en un medio ambiente en el que no puede con
fiar, el paranoico se encuentra vigilante; ha aprendido a vivir en guardia contra
engaños, o ataques súbitos. Sobre todo, sus experiencias durante la primera
parte de la niñez y sus identificaciones sádicas lo vuelven sumamente sensible
al menor asomo de hostilidad, desprecio, crítica o acusación de las actitudes
de los otros.
Hipersensibilidad paranoica a las actitudes inconscientes de los otros. El pro
blema con dicha hipersensibilidad es que siempre encuentra alimento. Todos te
nemos indicios muy pequeños de hostilidad aun cuando más favorables son nues
tras actitudes hacia los otros. Gran parte de nosotros nos sentimos en ocasiones
indiferentes hacia todos, en especial si algo nos preocupa. Esos indicios suelen ser
inconscientes y los periodos de indiferencia carecen de importancia. A veces se
vuelven momentáneamente conscientes, como cuando se siente un resentimiento
pasajero contra un buen amigo, un enojo temporal con la persona amada, un sen
timiento ocasional de superioridad que no siempre reconocemos. Casi todos nos
las arreglamos para irla pasando, sin sufrir perturbaciones serias, en una atmósfera
social que tiene componentes y momentos negativos dentro del ambiente amistoso.
N o ocurre así con la personalidad paranoica. La persona paranoica capta cla
ra y conscientemente esos indicios contradictorios, incluso cuando nosotros mis
mos nos encontramos totalmente inconscientes de ellos.10 Estos lo perturban
porque los percibe como elementos conscientes, dominantes e intencionales de
nuestro pensamiento y de nuestros sentimientos. Debido a su hipersensibilidad
selectiva al desaire, al resentimiento o al rechazo, el paranoico exagera lo que
percibe. Hará de la situación de un rechazo momentáneo la montaña de un odio
eterno. Debido a su intolerancia a la espera y su incapacidad de imaginar cómo,
son los papeles y los sentimientos de las otras personas, de inmediato da por.>
hecho que los indicios de hostilidad o de indiferencia que capta son aspectos;
claros, dominantes y conscientes del pensamiento y los sentimientos de los otros.'
El paranoico podrá incluso captar la hostilidad dirigida contra otra persona e,
interpretarla erróneamente como una hostilidad dirigida contra él.
Esta hipersensibilidad a los indicios inconscientes o a los humores momen-
táñeos, la exageración que sufre y la creencia de que lo que es claro para el para
noico deberá ser claro para los otros, crean una atmósfera de malentendidos,
cuestionamientos, desconfianzas, inquietudes y resentimientos muy penetrante,
que suele seguir a la persona paranoica adonde quiera que vaya.
Insensibilidad de la persona paranoica a sus propias actitudes. Existe otro
factor perturbador en la personalidad paranoica. Junto con su marcada sensibili
dad a las tendencias inconscientes de los otros, se presenta una inconciencia igual
mente notable ante las actitudes hostiles, de desprecio, críticas y acusadoras que
ella misma tiene. N o se trata de una insensibilidad fingida, sino que es el producto
importante de la negación y la proyección que funcionan a niveles totalmente
inconscientes. Uno de los problemas con esas actitudes no reconocidas es que
estimulan la evitación y el desprecio en los demás, lo cual implica para la persona
paranoica una prueba objetiva que justifica sus creencias de que está siendo
discriminada.
Tales son los antecedentes que una personalidad paranoica trae consigo en
las crisis emocionales. En ella la persona se muestra extremadamente sensible a
todo indicio de hostilidad, desprecio, crítica o acusación por parte de los otros,
pero ciega a la presencia de éstas en ella misma. Siempre está cuestionando la
motivación de las otras personas, pero es incapaz de hacerlo con la propia. Siem
pre sospecha de las razones que sirven de base a actitudes amistosas o neutrales
y vive esperando que alguien lo rebaje o ataque sádicamente, tal y como en su
niñez lo rebajaron o atacaron.
Las reacciones paranoicas y la sexualidad. Como regla, las personas paranoi
cas se sienten secretamente inferiores respectó de su desarrollo sexual, justifique
ó no tal creencia su funcionamiento sexual.11 Esa inferioridad tiene sus raíces en
confusiones sobre la identidad sexual pobremente reprimida durante las pri
meras etapas de su vida y en miedos y deseos conflictivos sentidos en la niñez
que nunca fueron resueltos. A veces un nivel bajo de impulso sexual agrega prue
bas objetivas de una inadécuadón sexual relativa, como se verá en uno de nuestros
casos. A veces están presentes en el preconsciente tendencias homoeróticas y pre
genitales, que quedan negadas y proyectadas con suma dificultad y de modo in
completo. En ocasiones se expresan abiertamente las tendencias honíoeróticas y
se convierten en la base dé una vida homosexual.
Incluso Cuándo la persona paranoica se las arfegla para lograr un nivel hete
rosexual adulto, pudiera tener dificultades en mantener su madurez genital. Mu
chos paranoicos responden a una invitación heterosexual como si fuera un reto
para sujetarse a prueba. Muchos otros abordan las relaciones sexuales esperando
que se los repele, se los menosprecie y rech ace. Es probable qué ésto último tenga
bases en experiencias de la niñez, cuando el niño, ansioso de amor, se vio rebajado
y rechazado. Ahora, como adulto, sus búsquedas de amor reviven las expectativas
infantiles de que se los tratará áspera y despreciativamente, expectativas que se
encuentran mal reprimidas y vividamente reactivadas. El resultado es qUe se acer
can a la situación heterosexual no sólo esgrimiendo tales expectativas, sino dis
puestos al desquite mediante una conducta que seguramente provocará rechazo.
En tales condiciones es Casi seguro un fracaso en las relaciones sexuales, y es pre
cisamente el fracaso lo que no puede tolerar un paranoico.
11 S e p r e s e n t a u n a re v is ió n d e la lit e r a t u r a s o b r e la h o m o s e x u a lid a d e n r e la c ió n c o n la s
r e a c c io n e s p a r a n o ic a s e n C a m e r o n , N . , “ P a r a n o id c o n d it io n s a n d p a r a n o ia ” e n S . A r ie t i
(d i r . ) , A m erica n H a n d book o f Psychiatry, N u e v a Y o r k , B a s ic B o o k s , 1 9 5 9 , p á g s . 5 0 8 -5 3 9 .
VARIEDADES d e l a s r e a c c i o n e s p a r a n o i c a s 473
13 E s b u e n e je m p lo d e e s to e l c a s o d e E d g a r . K ., q u ie n c a y ó p r im e r o e n u n a r e a c c ió n
p á n ic a y lu e g o e n u n a p s ic o sis. s •
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S P A R A N O I C A S 475
Curso clínico
Primeras fases
Acción paranoica
la e n c u e n t r a e n m u c h a s p e r s o n a s n o r m a le s c u a n d o s u fr e n a n s ie d a d a g u d a , a s í c o m o e n a q u é
lla s q u e s o n p s ic ó t ic a s o c asi p s ic ó tic a s .
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S P A R A N O I C A S 481
Charles G., un soltero de cuarenta y nueve años, se vio envuelto en una fu
riosa pelea con unos corredores de apuestas del hipódromo, quienes insistían en
que no había apostado a cierto ganador —un ganador que nadie esperaba—; él
afirmaba haber: hecho la apuesta. Superficialmente, Charles era una persona
agradable y reservada, pero en esta ocasión sufrió un ataque de furia inconteni
ble. Envalentonado por unos cuantos tragos bebidos en una taberna cercana, re
gresó con los corredores, exigió el dinero ganado, gritó amenazas e insultos y los
retó a pelear con él en la calle. A l ver que nada de esto surtía efecto, regresó, aún
furioso, al hotel dónde vivía.
Más tarde, al meditar sobre la injusticia sufrida y la rabia sentida, Charles co
menzó a preocuparse por la posibilidad de qué trataran de vengarse de él. Recordó
que se supone que los corredores de apuestas tienen la protección de pandilleros.
A l pensar en esto, sú furia carqbió en miedo y su valentía en cautela. A l día si
guiente notó a ciertos extraños en el vestíbulo del hotel. Parecían vigilarlo y, ha
cerse señales respecto- a él. Un auto lleno de hombres se detuvo a la entrada del
hotel. Se sentía seguro de que iban a secuestrarlo, torturarlo y asesinarlo. Se
refugió en su cuarto y con ayuda de un pariente preparó fugarse de la ciudad al
día siguiente. El pariente aceptó como un hecho los temores del paciente.
Cuando meditaba Charles su plan aquella noche, se “ dio cuenta” de súbito
de que el teléfono estaba seguramente intervenido por los pandilleros; así que
durante la noche huyó en sü propio auto, para despistar a aquella seudocomuni-
dad imaginada. Veremos que esta secuencia de confiar en alguien y luego antici
par una traición era parte de su patrón de conducta. Gracias a otras pruebas sa
bemos que esta sécuencia la había repetido Charles en el pasado una y otra vez.
Probablemente era básica en su organización de la personalidad y tenía raíces éñ
la primera niñez.
En su larga huida a través del país seguía captando señales de que lo perse
guían. Le era imposible dudar de esas señales. Decidió que no permitiría que lo
atraparan vivo. A l llegar a ‘la casa de unos parientes, a mil millas del lugar de los
sucesos, éstos le creyeron de principio. Pero cuando entre sus ropas encontraron
escondidos veneno y una navaja, y cuando admitió que pensaba suicidarse, lo lle
varon a un hospital psiquiátrico para proteger la vida de Charles.
En el hospital Charles se mostró cortés y amable, pero prefería estar soló.
Aunque, obviamente, deseaba confiar en su terapeuta, y en varias ocasiones co
menzó a hacerlo, nunca logró hablar sino de trivialidades y del complot. Persuadió
a un pastor del rumbo de que lo visitara en la clínica. Más tarde organizó una
482 CAP. 14. R E A C C I O N E S P A R A N O I C A S
reunión con él, que debería ser secreta. Dijo al pastor que deseaba confesarle algo
de su pasado. Pero en cuanto el pastor se fue, Charles “ comprendió” que había
cometido un grave error. El pastor era de piel oscura; por lo tanto, extranjero y
un pandillero disfrazado. Charles intentó suicidarse y, al no lograrlo, insistió en
que lo transfirieran al Hospital para Veteranos, a lo que tenía derecho. Dado su
modo de vida y su modo de pensar asocíales, lo más que podía esperarse de la te
rapia es que Charles regresara a su modo de vivir solitario y, tal vez, darle algo
que le ocupara el tiempo.
Infancia. Alan K. era el hijo menor en un hogar matriarcal. Tenía dos her
manas, una seis años y otra ocho años mayores que él. La madre era una mujer
segura d.e sí misma y económicamente independiente, que mandaba en su casa. El
padre tenía un papel subordinado; había triunfado moderadamente en los nego
cios, pero -en su hogar era una figura insignificante. “Lo trataba como a un sir
viente” , decía Alan de la madre. “Gozaba humillándolo frente a nosotros” .
Alan sentía que el padre se mostraba con él humorísticamente frío, agregan-:
dose a esto un toque de desprecio. A su vez, Alan consideraba a su padre un
hombre pasivo e inútil. Por la madre había sentido siempre una mezcla apasionada
de admiración amorosa y odio exasperado. Y a de adulto, comentaba: “Estoy en
tregado a ella, porque escuna gran mujer; pero no soporto tenerla cerca” .
La madre le había dicho a.Alan que de pequeño había sido un bebé temeroso
y terco. Nunca se sintió cómodo y relajado en brazos de ella, como había ocurrido
con las hermanas. En cuanto la sentía sollozaba y lloraba. Alan temía a la oscu
ridad, a verse solo y, en especial, a los extraños y a los animales. La madre estaba
dispuesta a convertirlo en un hombrecito y no “ en alguien como su padre” . Por
lo mismo, evitaba consentirlo y .hacía burla de sus miedos. Alan tenía constantes
pesadillas, de las que despertaba gritando.
También sufría Alan ataques de furia. Todos se burlaban de él. Recordaba a
la madre hablándole animadamente en italiano, idioma que él no entendía, hasta
que lo enojaba al grado que la golpeaba en los muslos con los puños cerrados;
Alan sentía que la madre gozaba viéndolo furioso y fomentaba los ataques, por
tomarlos como una prueba de masculinidad. Es posible que gozara provocando
en el pequeño aquellas rabias fútiles, tal y como parecía haber gozado humillan
do al esposo, i ,
Se tiene así el cuadro de una niñez atormentada. Un rasgo de gracia;hubo en
ella: a Alan no se ¡le castigó por sus .explosiones de enoj.o; si las exageraba lo en>-
cerraban en su cuarto hasta que su cólera terminara, pero nunca se lo forzó a su*
primirlas y a adoptar una actitud;pasiva y obediente en ese tipo de situación. Es
probable que esta libertad de mostrarse furioso cuando se le hacía burla o lo frus
traban le haya permitido volverse, un adulto paranoico enojado en lugar de un es*
quizofrénico sumiso, pues esto último habría sido peor.
En las actitudes de Alan hacia sus hermanas se notaba mucha ambivalencia,
lo mismo con respecto a sü madre. También ellas se burlaban de él cuando erá
pequeño escondiéndole sus cosas y siguiéndolo mientras intentaba encontraríais.
484 CAP. 14. R E A C C I O N E S P A R A N O I C A S
Según Alan, ellas gozaban cuidándolo de pequeño y lo trataban como muñeca vi
viente, alimentándolo y cambiándole los pañales, vistiéndolo y desnudándolo,
atosigándolo con atenciones al grado de que la madre intervenía para protegerlo.
Cuando fue creciendo, pero siendo todavía incapaz de ser engañado o presionado,
las hermanas continuaban haciendo lo mismo, como en un juego, obligándolo a
fungir de bebé cuando jugaban a la casita. Todo esto le permitió a Alan satisfac
ciones dependientes, estimulaciones eróticas y restricciones frustrantes.
Alan describía a las hermanas como altaneras y superiores. En secreto les en
vidiaba su seguridad en sí mismas y su orgullo aparente. A l lado de ellas se sentía
“sucio y pequeño” . Existe un paralelo entre sus sentimientos de insignificancia
respecto a las hermanas y la falta de importancia del padre respecto a la madre.
Esos sentimientos ayudan a formar patrones que determinan el concepto que
más tarde tenga de sí el pequeño.
Niñez. Al crecer Alan tuvo amigos y compañeros, pero carecía de populari
dad y lo dejaban fuera en juegos de grupo. Recordaba haber sido muy puntilloso
respecto a las reglas, los castigos, la legalidad y la justicia. A veces, cuando perdía
una discusión respecto a una decisión tomada en un juego, dejaba de hablarle a la
gente por días y se dedicaba a imaginar venganzas que lo hacían sentirse “acalo
rado” . A Alan le fascinaron siempre los relatos de crímenes, torturas, aprisiona
mientos y ejecuciones.
En la primera charla acerca de sí mismo que tuvo con el terapeuta, Alan in
formó que durante la latencia y la adolescencia se interesó poco en el sexo. A l
ganar seguridad en sí mismo, modificó tai actitud considerablemente. De hecho,
las chicas lo atraían mucho porque le parecían mundanas, seguras de sí mismas y
“firmes” . En presencia de ellas perdía la voz y se volvía tímido. Sentía que lo
despreciaban. En su primer año de universidad —estudiaba ingeniería— tuvo un
choque con sus compañeros de fraternidad, quienes lo molestaban porqué
nunca tenía citas. Dejó la fraternidad y pasó a vivir solo, sintiendo en ello Un
grán alivió. Alan se defendía diciendo qUe sus estudios “no le dejaban tiempo
para andar con chicas” . Confesó que alejaba las tentaciones de masturbarse
trabajando duramente en el gimnasio. Cuando cedía a la tentación, se sentía
“ débil y degradado” .
Carrera. Alan deseaba ser arquitecto, pero la madre lo persuadió de estudiar
ingeniería automotriz, pues ésta le daría más seguridad. Se graduó con mención
honorífica, pero la depresión económica le impidió progresar hasta que tuvo vein
tiocho años. Cuando se declaró un estado de emergencia nacional, su experiencia
de ingeniero valía mucho. Comenzó bien, pero no progresó, obviamente porqué
padecía un serio problema personal. Criticaba a sus compañeros de trabajo y sen:
tía desprecio por sus superiores. Aceptaba como amigos a quienes entraban a tra
bajar, pero pronto sentía celos de ellos. Es decir, siempre estaba haciendo y per
diendo amigos. Todo jefe nuevo era “un alivio” si comparado con el anterior, però
pronto comenzaban a acumularse las dificultades y volvía la tensión. ■
A: principios de la guerra Alan fue liberado del servicio militar por sér consi
derado un trabajador importante. Más tarde se le eximió de ir al frente debido
a problemas psiquiátricos, de los que nunca obtuvo una explicación satisfactoria.
Creía que la empresa había enviado informes negativos sobre él, pues había una
conspiración para conservarlo en el. puesto. A la primera oportunidad cambió de
trabajo, pero quedó muy sorprendido de ver que su jefe se alegraba de verlo mar*
char. A l pensar sobre aquello, creyó “saber” ;por'qué. De alguna manera había
comprendido que él sabía lo que habían hecho y, por consiguiente, fue un alivió
verlo irse. ■ '< p
! Hasta el momento se trataba de la historia de una personalidad paranoica,
que había venido cristalizándose en una atmósfera de competición laboral ordi
naria. La reacción psicòtica aparecería en el futuro.
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S P A R A N O I C A S 485
importar el sexo del supuesto amante.18 A veces la idea delirante es una maniobra
defensiva que sustituye en segundo plano una atracción heterosexual por una in
clinación homosexual reprimida. Freud formuló esto para los hombres de la si
guiente manera: “No lo amo a él: la amo a ella porque ella me ama” . 19 En las
mujeres quedaría en: “no la amo a ella-, lo amo a él porque él me ama” .
Algunos pacientes víctimas de reacciones paranoicas eróticas se sienten per
seguidos por el “enamorado” y protestan airadamente. Otros manejan la situación
con un placer narcisista, similar al placer normal que se siente cuando se es amado,
excepto que es ilusorio y queda sin satisfacer. Suelen considerarse como incura
bles a las reacciones eróticas que producen placer en el paciente. Por otra parte,
si el paciente se siente perseguido por el “enamorado” , la situación es similar a la
de otras reacciones paranoicas persecutorias y necesita una terapia similar.
Los delirios de grandeza son mucho menos frecuentes en las reacciones para
noicas que los delirios de persecución. Abundan más en los casos severos que en
los moderados, probablemente porque para mantenerlos se necesita una negación
más primitiva y transparente. Tal y como ocurre en los delirios de persecución,
los temas prevalecientes provienen de la cultura circundante, incluyéndose en ella
el folklore y los cuentos. El paciente se ve como inmensamente talentoso o irre
sistiblemente atractivo, de noble cuna o de familia rica, como líder, como genio
inspirado, como santo, profeta o incluso un dios. Podrá creer que tiene conoci
mientos secretos o que lo han elegido para llevar a cabo una gran misión.
Tenemos delirios de grandeza similares en la esquizofrenia; pero en ella están
pobremente organizados, son místicos, vagos y cambiantes. La grandeza también
caracteriza a la manía, pero el maniaco expresa locuazmente sus delirios y, a la
vez, es fácil desviarlo de ellos. Es en las psicosis paranoicas donde las ideas deli
rantes son estables, persistentes, obsesivas y están bien organizadas. Esas caracte
rísticas son prueba adicional de que los paranoicos conservan y utilizan procesos i
de pensamiento secundarios complejos, que están al servicio del id.
El pensamiento complejo del proceso secundario aparece en los delirios de
grandeza de “inventores” , “científicos” y “matemáticos” paranoicos. Algunos
de éstos tienen planes específicos —a veces elaborados en todo detalle— para re
solver problemas industriales, derribar barreras naturales, transformar una sus
tancia o una fuerza en otra, cambiar el calendario o asentar nuevos sistemas de
numeración o de simbolización. Algunos planes son a escala gigantesca e incluyen
programas para salvar o destruir el mundo y para manejar sistemas planetarios.
Dado el rápido progreso actual de los sistemas científicos para destruir el mundo
y para viajar por el espacio, se va dificultando cada vez más el diferenciar entre
un plan paranoico y otío científico. Por ejemplo, no es raro descubrir que un
paranoico ha sacado ya patente de su idea delirante. Desde un punto de vista
dinámico, es sumamente probable que el preocuparse por una lógica o seudoló-
gica inventiva, científica o matemática impida que muchos paranoicos sufran
desintegración del ego.
18 Fenichel, O., Psychoanalytic Theory o f Neuroses, Nueva York, Norton, 1945, págs.
432-433.
19 Freud. S., “ Some neurotic mechanisms in jealousy, paranoia and homosexuality”
en la edición estándar. Londres, Hogarth, 1955, págs. 221-232.
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S P A R A N O I C A S 489
Paranoia clásica
Es necesario recordar que todas las estructuras paranoicas son defensas con
tra la desintegración del ego. La paranoia clásica es simplemente un desarrollo
extremo de tales defensas. El renunciar a los delirios paranoicos equivaldría muy
probablemente a renunciar a la integración del ego. Tal vez debido a esto tal con
dición suele ser impermeable a los tratamientos.
Folie à deux
Es difícil situar a la folie á deux en la actual clasificación. Los delirios pue
den ser en ella simplemente paranoicos o venir acompañados de síntomas de es
quizofrenia incuestionables, como son las alucinaciones francas. Los incluimos
aquí por simple conveniencia.
La folie á deux presenta el interesante cuadro de dos personas que compar
ten las mismas creencias delirantes. Una de ellas por lo general es un paranoico
dominante con ideas delirantes más o menos fijas. El otro es probable que sea
una persona sugestionable y dependiente que acepta sin variación los delirios
del otro, pero que fácilmente renuncia a ellos cuando la separan de la persona
dominante y le dan ayuda terapéutica.21
Gran parte de los delirios conocidos en la folie á deux son persecutorios, co
mo es de esperar, dado el predominio de delirios persecutorios en las reacciones
paranoicas. Los artículos de Grainick22 son clásicos en este tema. Gralnick en
contró que en gran parte de los casos las dos personas enfermas habían estado
viviendo en contacto íntimo por mucho tiempo. Su informe clínico sobre 103
parejas enumera las siguientes combinaciones por su orden descendiente de fre
cuencia: dos hermanas, '40; esposo y mujer, 26; madre e hijo, 24; dos hermanos,
11; hermano y hermana, 6; padre é hijo, 2. La mayor susceptibilidad de las muje
res puede ser resultado de los papeles relativamente pasivos, dependientes’ y su
misos que ellas tienen en nuestra cultura y del menor número de posibilidades de
tomar papeles que exijan dominio e iniciativa.
Según Gralnick, en la fólie á déux es probable que siempre participe una
relación de dominio-sumisión, aun cuando los participantes no se den cuenta de
tal relación. H. Deutsch considera que cuando la persona dependiente adopta los
delirios de la dominante, está intentando recuperar, mediante la identificación,
un objeto perdido. Tal identificación puede ocurrir con la persona dominante o
simplemente con su sistema de ideas delirantes.23 Cuando dos personas viven en
íntima comunicación, lo probable es que tengan entre sí nexos inconscientes’.
Pueden ser expresión de tales nexos los delirios que comparten en común. En la
reconstrucción final de la realidad que constituye la folie á detbc, los dos partici
pantes compartirán una seudocomunidad. El paranoico dominante es el arquitecto"
principal y la persona dependiente no hace sino mostrarse de acuerdo con la re
construcción delirante.
R e p r e s ió n d e fe c tu o s a
hayan establecido los límites del ego y mucho antes de que se haya materiali
zado un superego maduro. La negación comienza a funcionar antes de que
haya una separación clara entre las organizaciones inconscientes y las precons
cientes y conscientes. En efecto, se trata de una defensa contra algo que se sien
te o se percibe, contra algo que no ha sido reprimido o contra algo que escapó a
la represión. En las personas paranoicas la negación está desarrollada en exceso.
Por consiguiente, cuando la represión defectuosa permite una irrupción de ma
terial del proceso primario en una reacción paranoica, es la negación la que de
fiende a la persona psicòtica de tener que admitir tendencias potencialmente
desintegradoras que vienen de ella.
Tanto las personas normales como neuróticas pueden emplear con éxito la
negación para escudarse de la ansiedad proveniente de fuentes imposibles de
evitar o de reprimir. Sin embargo, la negación no basta para acabar con fuerzas
que amenazan con la desintegración en las reacciones paranoicas. Es necesario
eliminar de algún modo los miedos, las sospechas y las acusaciones que brotan
en las reacciones persecutorias para que el paciente pueda escapar de una mayor
desintegración. Como la represión es inadecuada para eliminarlos, el paciente
se ve obligado a completar la negación con la proyección. No sólo niega, sino
que repudia; y no sólo repudia, sino que atribuye a otra persona lo que él niega.
Quien cae en una reacción paranoica persecutoria es, básicamente, una per
sona hostil que se siente rodeada de hostilidad y cuyas identificaciones de ego
y superego principales son de orden sádico. Cuando, debido al estrés, dicha per
sona sufre regresión, sus propios impulsos sádicos la dominan, junto con los
miedos correspondientes. Entonces niega y proyecta dichos impulsos sádicos,
que parecen venir de alguien más.26 Tal es el desarrollo que vimos en el caso de
Citarles G., quien se fabricó una furia ingobernable su pretexto de haber perdido
una apuesta. En el momento mismo en que sintió miedo de una venganza, negó
su furiosa hostilidad y la proyectó en las víctimas elegidas, y les atribuyó aquel
intento sádico. De esta manera, la venganza que hubiera querido ver cumplida
contra aquellos que lo frustraron pareció amenazar allora la vida de él. La regre
sión produjo de inmediato una exageración del peligro, le impidió compartir
sus miedos con otras personas e ltizo que aquella violencia deseada pareciera se
guirlo a dondequiera que fuera. ./• ¡
M odo en el que funcionan la negación y la proyección. Como acabamos de
ver, el paranoico confía ante todo en la negación y la proyección para manejar
el brote masivo de material inconsciente, que constituye.el principio de las psi
cosis paranoicas. En tales circunstancias, la negación y la proyección tienen que
ver con el trabajo que por lo general lleva a cabo la represión, aparte de con su
trabajo propio. El paciente recurre al razonamiento paranoico para organizar su
seudocomunidad y planear una estrategia. La agresión es su árma principal. Sus
conflictos infantiles, sádicos, y a menudo homo eróticos, no obedecen ya a la
represión. Por lo tanto, los expresa como un drama coirtempóráneo, con ves
icción violenta. Incluso aunque todos esos procedimientos tan sólo ataran y
permitieran descargar la energía destructiva, con ello se justificarían.
tiene al mínimo las invasiones procedentes de los procesos del ego inconscientes,
del id y del superego. Mantiene a los procesos primarios dentro de límites estric
tos durante las horas diurnas.
Una barrera represiva débil, como la presente en quienes caen en una psico
sis paranoica, asienta límites débiles. Permite que las fantasías inconscientes y los
conflictos invadan las organizaciones preconscientes y conscientes. Permite que
el proceso primario contamine el pensamiento y la percepción lógicos. Esas
influencias son obvias en la hipersensibilidad y las interpretaciones erróneas de
la percepción en las que caen los paranoicos.
Al principio del capítulo indicamos que los miedos irracionales de los pa
cientes paranoicos se relacionaban con las fobias. Sin embargo, los miedos de los
paranoicos son más violentos, más personales y más fáciles de organizar deliran
tes seudocomunidades de perseguidores. Se trata de una falsificación de la reali
dad mucho más seria que en las fobias.
Las fantasías y los conflictos sadomasoquistas poderosos que vemos en las
reacciones paranoicas persecutorias también las relacionan con las reacciones
compulsivas, tal y como lo hace la iuclia intensa entre el ego y el superego.30
Pero existe un mundo de diferencia entre el autocastigo sadomasoquista del
paciente compulsivo y la proyección sadomasoquista del paranoico. Quien sufre
paranoia persecutoria niega su culpa. Representa para sí el ataque del superego
como el complot para atacarlo creado por otras personas. Esto nos lleva a consi
derar el papel del superego en las reacciones paranoicas.
El superego regresivamente reactivado. En todo esto tenemos un superego
con una profunda regresión, que es destructivo, está sumamente personalizado,
pero que se muestra a la vez vago. El superego paranoico sufre la misma regre
sión que el ego paranoico; cosa que no debe sorprendernos, dado que el superego
se originó en la niñez como una diferenciación del ego y siempre funciona en
íntimo contacto con este último. Tiene un doble interés el nivel al que regresa el
superego paranoico. Por una parte, refleja algunos de los defectos básicos de la
integración de la personalidad paranoica y, por otra, explica parte de los sínto
mas paranoicos más sobresalientes, , , ¡
La regresión paranoica lleva a la organización del superego a un nivel que
precede la transferencia del coptrol moral de los agentes externos (padres, etc.)
a un control moral mediante; un sistema de autorregulación unificando e interio
rizando el superego posedípico. Dicha transferencia nunca es completa, incluso
en el adulto más independiente y maduro. El autocontrol moral responde siem
pre a las reacciones de otras personas. Ahora bien, la personalidad paranoica
sufre una detención en el desarrollo que interfiere con las respuestas realistas
dadas a los otros y con la capacidad de ejercer una autorregulación madura. La
facilidad con que tales personas proyectan su autocrítica, incluso cuando no son
psicóticas, hace parecer que aún fueran intercambiables ei control del superego. y
el control ejercido por agentes externos. Es decir, como si todavía estuvieran
fijos a un nivel de equilibrio inestable. Se diría que el superego paranoico no se
hubiera liberado de las imágenes primitivas y personalizadas de la niñez y, por
tai razón, que no se hubiera liher?“° r,f^ intercambio con los objetos externos y
de la confusión sufrida con ios mismos.
El niño normalmente vive rodeado de personas que vigilan sus movimientos.
30 Véase en especial el caso de Sally J., en el capítulo 11, en la parte sobre reacciones
obsesivo compulsivas.
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 501
listas parecen saber ae antemano qué hará y tienen el don extraordinario de in
terceptarlo y frustrarlo. Respecto a la libertad de acción, el pequeño está prácti
camente indefenso ante ellas. Si se trata de adultos que gustan de castigar, al
niño le parece que gravitan sobre él implacable y a veces inmisericordemente.
El niño termina descubriendo que no puede ni defenderse ni escapar. Incluso si
se permite una descarga de rabia violenta, es fácil dominarlo. La violencia del
niño a menudo tropieza con la violencia del adulto.
Si traducimos esto a términos adultos, cuando el adulto ya sabe de la vio
lencia y cuando en lugar de padres severos tenemos personas extrañas hostiles,
¿no es éste sino el cuadro de una situación como aquélla en la que se vio Charles
G.? La conducta furiosa y violenta en que cayó, le despertó la idea de que iban a
acosarlo perseguidores inexorables. Fue su ira y su miedo los que lo llevaron aúna
regresión psicòtica. Temía desaparecer. Se sentía incapaz de defenderse contra
cualquier ataque e incapaz de huir. En nadie podía confiar.
Lo que la regresión paranoica hace es intensificar una debilidad que siempre
ha estado presente. Se reactiva, en su forma primitiva, un superego vagamente
organizado, que viene acompañado por imágenes sádicas personalizadas. Esa
organización vaga y primitiva es la que el paranoico psicòtico proyecta como
seudocomunidad de enemigos, críticos y difamadores. Pero incluso en ello, el
paciente no hace sino intensificar su tendencia de toda la vida a culpar a los de
más, a sentirse discriminado, menospreciado y rechazado. Cuando pequeño no
fue contrincante para sus aparentemente sádicos padres. Cuando de adulto sufre
una regresión, su ego infantil no es contrincante para el superego sádico; e in
cluso cuando proyecta su superego en los otros, no se siente lo suficientemente
fuerte para luchar contra los enemigos sádicos que ha ideado.31
regresión del ego generales, en las que también participa el superego. La regresión
cesa cuando se alcanza un nivel infantil en el que las fijaciones poderosas permi
ten una reorganización estable. En las personalidades paranoicas esto corresponde
aproximadamente a un periodo de la infancia anterior a aquél en que comienza
a cristalizarse el superego. Los conflictos y las fantasías fijadas en este periodo se
vuelven núcleos, alrededor de los cuales se forma una nueva organización del ego;
y dominan el cuadro clínico final.
Cuando el comienzo es agudo, el rompimiento regresivo de las defensas ma
duras, en especial de la represión, libera fuerzas inconscientes que invaden las
organizaciones preconscientes y conscientes (irrupción inconsciente). Tal inva
sión puede producir una ansiedad traumática, confusiones y expectativas de
algún ataque. Las organizaciones defensivas y adaptativas que han quedado in
tactas comienzan a moldear las fantasías y los conflictos inconscientes que van
surgiendo y a manejar el flujo de energía libidinosa y agresiva, atándolo y descar
gándolo proyectivamente. La negación y la proyección son las principales medi
das defensivas, la organización de proceso secundario es una importante fuente
de adaptación delirante, y la agresión hostil es a menudo el arma principal.
La restitución consiste en crear una seudocomunidad paranoica delirante, en
la que el paciente aparece como víctima enojada e inocente.36 Se niega y proyec
ta todo aquello que es malo, que provoca culpa y es despreciable; es decir, se lo
asigna a otras personas, tanto reales como imaginarias. El resultado final puede
ser: 1. Recuperarse volviendo a lo que seria un nivel presicótico de funcionamien
to, por lo común con ayuda psicoterapèutica; 2: Un estado paranoico crónico, a
menudo procedido de una explosión aguda; 3. Desintegrarse secundariamente
hasta una esquizofrenia crónica.
parecen controlarlo, criticarlo y amenazarlo una vez más, tal y como sus padres
parecían hacerlo cuando era pequeño.
Algunos paranoicos adultos dan prueba de una identificación sexual cruza
da, usualmente a causa de una madre dominante y agresiva. Pueden experimen
tar fantasías comunes en el sexo opuesto. En el caso de Alan K., por ejemplo,
tuvimos la contradicción doble de una identificación con una madre dominante
y sádica y con un padre débil e inútil. Esta combinación no es rara. Cuando ese
niño entra a la fase edípica, ambas identificaciones hacen que la elección de un
objeto amoroso parezca peligrosa. Hemos discutido ya el problema del homoero-
tismo en los casos paranoicos. Es obvio que la confusión de la identidad sexual,
ocurrirá más probablemente en el niño cuyos padres mostraron contradicciones
respecto de sus papeles sexuales.
Pasemos ahora a considerar las depresiones psicóticas, en las que el cuadro
dinámico es un tanto más claro que en las psicosis paranoicas, si bien el paciente
suele mostrarse mucho más desvalido.
1 .
y
\
a
Las reacciones psicòtico depresivas son desórdenes del humor en las que el
desaliento, la culpa y las ideas delirantes de desprecio por sí mismo dominan
el pensamiento de una persona. Las ideas delirantes predominantes concuerdan
con ese humor de desaliento, a menudo aprensivo. Por lo común se trata de exa
geraciones y distorsiones de lo que cualquier adulto normal sentiría tras un fraca
so personal o una pérdida seria. Los psicòtico depresivos pierden el contacto
eficaz con su medio circundante humano en mayor medida que psicòtico s para
noicos con un grado comparable de enfermedad. Sin embargo, no sufren una
desintegración general de la personalidad, como ocurre usualmente entre los
esquizofrénicos. Las alucinaciones no son parte del cuadro psicòtico depre
sivo típico.
Cuando una persona desarrolla una depresión psicòtica severa deja fuera de
sí misma buena parte del medio circundante y se hunde en una preocupación
profunda en forma súbita o bien gradualmente. El paciente se hunde en algún
conflicto avasallador surgido de la culpa o de la sensación de no valer nada, ex
cluyendo virtualmente todo lo demás. Cuando da voz a sus ideas delirantes,
acusándose y rebajándose, a todos les resulta obvio que la persona está enfer
ma. Muy rara vez los pacientes y amigos toman las afirmaciones delirantes de las
personas severamente deprimidas como ciertas, caso contrario a lo que suele
suceder con los psipóticos paranoicos. El error más común y peligroso que co
meten es subestimar el odio asesino por sí mismo que aparece en las depresio
nes, y permiten que el suicidio las sorprenda.1 En ocasiones, al suicidarse, una
persona deprimida mata también a sus seres queridos. A pesar de las racionaliza
ciones que haga de esto —sea de antemano o dejando una nota tras haberse
matado—, se trata en realidad de una extensión de la hostilidad del superego
agresivo, que, aparte del ego depresivo, incluye a otras personas.
Es más difícil comprender las depresiones psicóticas que las neuróticas; esto
se debe a la profunda regresión y a la pérdida de interés que el enfermo muestra
1 Weiss, J. M. A., “The gamble with death in attempted suicide” , Psychiatry, 1957,
17-25; Mintz, R. S., “Psychotherapy ofthe suicidai pa tieni ” ,Àw er. J. Psychother., 1961,15,
348-367; Fellner, C. H., “Provocation o f suicidai attempts” ,7. nerv. ment. Dis., 1961,133,
55-58; Gottschalk, L. A. y Gleser, G. C-, “An analysis o f the verbal contení of suicide no
tes” , Brit. J. Med. Psychol., 1960, 33, 195-204.
506
R E A C C I O N E S P SI CO TI CO D E P R E S I V A S 507
A S P E C T O S C L ÍN IC O S D E L A S
R E A C C I O N E S P S IC Ó T IC A S D E P R E S I V A S
ID E A S D E L IR A N T E S D E P R E S IV A S
siempre estaba pensando y recordando que, cuando era niña, había robado una
ciruela a espaldas de la madre. Esas quejas suelen simbolizar un pecado de la
niñez y funcionan como pantalla de la memoria, en la que faltas más graves que
dan representadas por actos triviales. A menudo pecadillos un tanto menos
triviales, que en su época provocaron un conflicto temporal, vuelven a la memo
ria llenándola de remordimientos aplastantes. Algunas veces se da a otros sucesos
una reinterpretación delirante y se muestran como pruebas adicionales de que el
paciente es realmente una persona vil. En los dos casos que vamos a presentar
veremos cómo se emplea la autoacusación de modo sádico, para castigar, a otras
personas y para castigarse a sí mismo.67
En todo esto, el paciente encuentra cómo explicar su avasalladora sensación
de culpa. Sabemos que la fuente inmediata de esta culpa se encuentra en la agre
sión del superego, cuyo origen es infantil y su intensidad irracional. También
sabemos que en muchísimos casos se adoptan las acusaciones coiitra sí misino
directamente de las acusaciones hechas por el paciente contra una persona
amada en forma ambivalente. Tenemos un claro ejemplo de esto en el caso de
Constance Q., quien comenzó acusándose dé una irresponsabilidad que era, en
realidad, una conducta seguida por sus hermanos. N o obstante, como lo vere
mos, el paciente es incapaz de reconocer esas relaciones y para él las creencias
delirantes son hechos monstruosos.
Las acusaciones depresivas contra sí a menudo sóh grandiosas. El paciente
se acusa de ser el mayor pecador o criminal del mundo, Un fracaso colosal, la
causa de sufrimientos y desastres generales. Se trata en realidad de fantasías
infantiles de odio y destrucción, que son omnipotentes como lo son las ima
ginaciones de un niño. La persona deprimida que se imagina serla causa de diez
mil muertos por infección —como le ocurrió a uno de nuestros pacientes—, lejos
está de ser humilde. En su fantasía está cometiendo un crimen masivo. Sé en
cuentra llena de odio y de resentimiento. Ha vuelto a Un nivel en el que no puede
ya diferenciar entre sí mismo y otros en tanto que blanco de su hostilidad. Los
actos suicidas expresan también esta hostilidad generalizada cuando un paciente
trata de llevarse consigo a otros a la tumba.
Parece una ley general del pensamiento humano el qüe de algún modo; deba
expiarse la culpa;? Muchas personas deprimidas'esperan con espíritu resignado el
castigo —el de morir, la Mayoría de los casos-1-', sintiendo que lo merecen. La
idea delirante de qúe están destinados a sufrir un castigo terrible desespera a
algunos pacientes. Algunos exigen que se termine la terrible espera de lo inevita
ble —como veremos en el caso de Constance Q.—, y que los Sujeten a juicio, que
los pongan en prisión, que los ejecuten o que los linchen. Algunos depresivos
psicóticos piden que los golpeen, que los pisoteen, quelós'maten de hambre, qué
los degraden, que los encarcelen o que los mutilen; algunos se castigan. Lo que lle
Uná mujer de edad avanzada estaba segura de .que el mundo iba a terminar
se. De noche se paseaba por su casa, amontonando mantas y cobertores sobré su
familia, para evitarles pasar frío. Nada simbolizaba mejor que esto su pérdida sirár
bélica de calor humano y su peligro inminente de separarse, por completo de la
realidad.8
Otra mujer de mediana edad, también deprimida, hablaba sin cesar y en for
ma monótona de sentirse condenada a vagar pera siempre sobre la, superficie de
la tierra. Quería que le pusieran en la muñeca uná banda dé identificación, de
acero, de modo que las generaciones futuras supieran de quién se trataba.
Un hombre rico estuvo seguro, por un año, de no tener un centavo y de co
rrer el peligro de morir de hambre. Su contador y su banquero le mostraban, coñ
documentos certificados, su verdadera situación financiera, pero los rechazaba
por ser “falsificaciones” y los hacía de lado con gesto enojado. Su abogado trátó
de demostrarle que su situación financiera era de solvencia, pero terminó conside
rando imposible la tarea. El paciente y sus asespres parecían estar hablando
del mismo problema, pero .en realidad no sucedía así. Sin saberlo, el paciente
hablaba de su personalidad en bancarrota, hecho que no podía negar ninguna
prueba o contradicción venida del contador, del banquero o del abogado. A l
recuperarse, el hombre recordaba con toda claridad sus ideas delirantes nihilistas.
Las apartó de su mente por ser “ tonterías” .
8 Fromm-Reichmann, F., “Psychoanalytic remarles on the clinical significance o f hosti
lity” en Bullard, D. M. (dir.), Psychoanalysis and Psychotherapy, Chicago, Univ. o f Chicago
Press, 1959, págs. 277-282.
512
FACTORES PRECIPITANTES
Vulnerabilidad á la depresión ,t
* ‘ ±m
.
*t 1 ri '
Para tal persona las pérdidas y los fracasos —e incluso la mera amenaza de sufrir
los— son peligrosamente perturbadores y a veces catastróficas. El peligro surge
porque, tras haberse alcanzado cierto punto, la personalidad depresiva obtiene
tan sólo un alivio momentáneo del amor y del apoyo que los demás le dan. La
regresión se puede volver irresistible, y pueden comenzar a surgir en el pensa
miento preconsciente y consciente conflictos inconscientes. Una vez que ocurre
esto, probablemente pierden su eficacia el amor y la seguridad venidos de fuera.
Podemos resumir esto diciendo que la personalidad depresiva es de lo más
vulnerable a todo aquello que frustre sus necesidades dependientes y en particu
lar a cualquier cosa que la haga experimentar pérdida del amor, pérdida de la
seguridad personal o pérdida de la estima de sí misma Examinemos cada una de
esas fuentes de vulnerabilidad en la depresión psicòtica.
beneficio o una promesa, como ocurre en las depresiones que vienen tras una
promoción. En tales casos damos por hecho que la situación, por alguna razón,
ha agitado peligros inconscientes profundos. Simboliza algo traumático existen
te en el pasado del individuo, quien reacciona como si lo simbolizado hubiera
vuelto a ocurrir o estuviera a punto de suceder.
c) Pérdida de la estima de sí mismo. Hemos dicho que las personalidades de
presivas dependen del amor, de la aprobación, de la seguridad y del apoyo por
parte de otras personas porque carecen seriamente de estima de sí mismas.13
No es menos cierto que necesitan toda la estima de sí mismas que puedan obte
ner. Derivan ésta de las mismas experiencias que contribuyen a lograr la estima
normal de sí mismo: la sensación de que se ha cumplido con lo esperado, que se
ha actuado con integridad y competencia, que se ha logrado algo en aquello que
es personalmente importante; es decir: felicidad, amistad, una posición respeta
ble o envidiable, éxito, poder sobre otras personas, ayudar a otros, etc.
Fracasar en tales aspectos disminuye o destruye la estima de sí mismo en la
persona depresiva. Una vez. más vemos que el depresivo reacciona a las pérdidas
y amenazas que a todos pudieran perturbarnos, pero su facilidad de reacción es
mayor que la del promedio y su forma de reaccionar es exagerada y de larga
duración. Por ejemplo, el no cumplir lo que esperaba lo perturba más pronto que
a una persona normal, y responde a su decepción viéndose como si hubiera co
metido un crimen.
Uno de nuestros pacientes con depresión, un banquero de una ciudad peque
ña, olvidó apartar cierta cantidad de dinero que se necesitaba para una festivi
dad. Guando descubrió el olvido, era demasiado tarde para remediarlo; cayó
entonces en miedos delirantes de que los habitantes de la ciudad lo lincharían
cuando descubrieran que no disponía de dinero. Otra paciente, una joven un
tanto puritana, cometió un desliz menor durante unas vacaciones. Aunque fue
ron unas cuantas personas quienes la criticaron, se apartó del trabajo y de los
amigos, se consideró una mujer arruinada y esperaba que en cualquier momento
la golpearan y lanzaran a la calle. En ambos ¡oasos, que pronto presentaremos;
tenemos la misma reacción rápida y exagerada a lo que se consideraba una falta
contra la moral.
COMIENZO DE L A DEPRESIÓN
PERIODO DE INCUBACIÓN
Por lo general hay un periodo de incubación, que dura unas cuantas sema
nas o meses, antes de que la depresión sea obvia para parientes y amigos. Du
rante esa fase surgen muchas señales de tensión y ansiedad crecientes. El paciente
se queja de fatiga y de dolores de cabeza, de tensión en la cabeza y en el cuello,
de que le duelen los miembros y de que tiene los ojos cansados. Es incapaz de
relajarse y de dormir descansadamente. Pierde el apetito e incluso llega a sufrir in
digestión acompañada de estreñimiento o de diarrea. Comienza a verse tan can
sado como se siente. Sufre una pérdida general en la actividad, aunque al mismo
tiempo se muestre inquieto, irritable e indeciso. Pierde interés en conversar, en
ir a lugares y en hacer cosas. Se muestra insatisfecho, descorazonado, triste y
preocupado.
No es raro que una persona deprimida intente superar su desasosiego y su
tristeza mediante esfuerzos, dadas las peticiones de parientes y amigos. Sin em
bargo, rara Vez funciona esto. Antes bien, la persona se da cuenta cada vez más
de que algo anda mal. Muchas veces cae en una preocupación mayor y morbosa
mente medita sobre su salud física y su capacidad personal.
Muchos pacientes centran su atención en una preocupación exagerada por
el cuerpo. Algunos insisten en que sus dificultades provienen de una enfermedad
física. Recurren a exámenes médicos constantes y a todo tipo de medicamen
tos. Sus quejas respecto de molestias somáticas son intensificaciones de ias ya
mencionadas: punzadas y dolores, fatiga y mal dormir, incapacidad de relajarse,
cambios en el apetito y en el funcionamiento gastrointestinal y, finalmente, pér
dida del deseo y de la potencia sexual. En las mujeres la menstruación suele
volverse irregular o cesar del todo.
ñas. Y todo ello resulta atemorizante. El paciente teme estar volviéndose loco y
se pregunta qué está ocurriendo con él.
Cualquier persona con ese grado de ansiedad, preocupación y angustia ten
drá dificultades para pensar, sufra o no depresión. Pero la persona deprimida
justificadamente se preocupa de verse cada vez menos capaz, pues en verdad
algo le está sucediendo. Su mundo de personas y cosas pierde significado, debido
a la aparición de procesos inconscientes que pertenecen a otro mundo. Cuando
éstos irrumpen, el mundo de realidades sociales en que vive el paciente se verá
reemplazado en gran medida por un mundo delirante e irreal. Entonces el pacien
te regresará, y volverá a experimentar sentimientos y conflictos infantiles, y el
odio guiará su vida.
El paciente comienza por reaccionar a esa creciente incapacidad quejándose
de no valer, de ser un fracaso, una carga para todos, alguien indigno. En esas que
jas depresivas tenemos a la vez acusaciones contra sí mismo y denuncias contra
otros. Si alguien que ama al paciente trata de asegurarle que nada de eso es cier
to, éste vuelve a repetir sus quejas y las refuerza, pese a ver el dolor que le está
causando a la otra persona. Su voz está llena de ansia de venganza, no de humildad.
El paciente reacciona de modo similar a su pérdida de respuesta emocional.
De inmediato la toma como señal de que él es incapaz de amar —para ese enton
ces cosa cierta— y de que no merece el amor de nadie. Tenemos aquí, también,
i una mezcla-de ataques contra los seres queridos y contra sí mismo. Si se escucha
1 a este tipo de paciente sin apasionamiento alguno se captará la nota de hostilidad.
? Si se le observa diciendo estas cosas a la persona amada, una y otra vez, es impo-
H sible dudar, no sólo que esté sufriendo él mismo, sino que deliberadamente hace
1sufrir a los demás. Veremos esto claramente en el trato dado por uno de nues
il
tros pacientes a su espósa y en los planes de suicidio de la otra, así como en las
atormentadas exigencias que planteaba en él hospital.
La persona deprimida no puede contener su conducta cruel y sádica, ya que
se encuentra demasiado enferma para lograrlo. Ha vuelto a un nivel de pensa
miento y sentimiento en que los. conflictos y las fantasías infantiles, comienzan;
a surgir como realidades, mientras que el mundo de la realidad social desaparece
ÍS
Vacasi por completo. En este nuevo mundo regresivo las personas quedan reducidas
’ ¡al papel de actores en el drama privado del paciente: una oscura tragedia en que
J^todo queda hundido en sufrimiento, odio y culpa. Pasemos ahora ala presenta
c i ó n de dos casos de depresión psicòtica; uno, el de una mujer deprünida agitada
/, el otro, el de un hombre deprimido retardado.
ds
¡Tí
Jn Gaso de depresión psicòtica agitada
ite
.„f ■"
Constance Q., una soltera de cuarenta y ocho años que se mantenía a sí mis
ó l a , tuvo que enfrentar fuertes gastos para ayudar a sus dos hermanos. Por años
e- st,os habían sido una carga económica constante para Constance, quien nunca
.oi icibió de ellos ni aprecio ni recompensa alguna a cambio de los sacrificios de
acíi seguridad y bienestar. Una vez más quedó claro que, habiendo sido vanos los.
[US ¡crificios anteriores, otros más la esperaban en el futuro.
ac¡ Con el tiempo Constance se fue poniendo más tensa, más ansiosa y más irri-
' Qble. Durante el día era incapaz de concentrarse, de relajarse o dormir durante
noche. Su furioso resentimiento, fue creciendo, al grado de que llegó a pen-
B<r en matarse, para que los hermanos se vieran obligados a valerse por sí mis-
I
518 CAP. 15. R E A C C I O N E S P SI C OT I CO D E P R E S I V A S
mos. Con el tiempo llegó la temida reunión con la familia. Terminada ésta, la
paciente había perdido mil dólares. No había perspectivas de que las demandas
hechas a su economía fueran a terminar. Durante unas vacaciones en el campo
tres veces se dispuso a suicidarse, pero en las tres ocasiones fue incapaz de cum
plir su propósito.
Finalmente, Constance recurrió al médico de la familia, en quien hizo llover
sus amargas quejas contra los hermanos, sus sentimientos de miseria y desespe
ranza y sus planes de suicidio. El médico le aconsejo ir de inmediato a un sana
torio —lo cual era bueno—, pero agregando su opinión de que, a su modo de ver,
ella era tan mala como los hermanos. Este comentario resultó ser el eje de todo
el cambio. Constance venía en busca de amor y comprensión y sólo obtuvo un
brusco rechazo. Se apartó entonces de la crisis realista a la que se enfrentaba y
comenzó con acusaciones contra sí misma, que pronto tuvieron proporciones
delirantes. En ese momento unos parientes la llevaron a un hospital psiquiátrico.
Con la hospitalización no hubo mejora. Constance permanecía sentada mi
rando al frente, silenciosa, llorosa y abatida, retorciéndose las manos, frotándose
la frente y pellizcándose la piel: la imagen misma de una mujer presa del sufri
miento. Rara vez hablaba, y cuando lo hacía, era para decir que carecía de
sentimientos y de pensamientos, que se sentía sin vida, como una estatua o un
vegetal. Para una persona experta era obvio que Constante se encontraba pro
fundamente preocupada y presa de una agitación emocional. Pronto quedaron al
descubierto tanto la preocupación como la agitación interna.
Constance comenzó a mostrarse menos apartada y más consciente de su me
dio circundante. Según iba restableciendo contacto con el medio ambiente del
hospital su callada pena cedió el lugar a una agitación inquieta y en vez de cavila
ciones hubo acusaciones contra sí misma en voz alta y demandas de que se le
castigara. Fue claro que Constance ya no vivía en una realidad social, sino en un
mundo ilusorio propio. Todo el hospital —incluyendo pacientes y personal— se
volvió un escenario en donde Constance actuaba su drama fantástico de auto-
degradación y de odio.
A continuación, Constance se acusó venenosamente de ser una persona hun
dida en el pecado, tma mentirosa, una hipócrita y una engañadora. Se trataba de
las acusaciones que en el pasado había lanzado contra los hermanos. Confesó
públicamente los amoríos que muchos años antes había tenido con un hombre;
Y exigía en forma repetida, enojada y atormentada que la sujetaran ajuicio por
sus terribles crímenes, que la metieran en la cárcel de por vida, que la golpearan
y la echaran desnuda, a la calle. Una y otra vez repetía: “ ¡Acabemos con esto!” ,
lo que quería decir: “ ¡Llévenme,ante el tribunal y castíguenme!” 17
Las ideas delirantes de la paciente se dispersaron. Decía que los autos esta
ban pintados de amarillo y que pasaban por delante del sanatorio para gritar a los
cuatro vientos que ella era un sucio perro amarillo. Cuando pintaron de rojo una
puerta del vecindario dijo a todos que lo hacían para indicar al mundo que ella
era una prostituta.18 Exigía que la rebajaran, que la pusieran a fregar pisos y á
realizar trabajos serviles. Aquella furiosa insistencia y la manera en que Constan-
ce seguía a enfermeras y doctores, expresando acusaciones contra sí mismas y
haciendo demandas, hicieron que todos procuraban evitarla. Parecía estar eri
zada de hostilidad. A la larga hubo que trasladarla a un lóbrego hospital público,
que ella llamaba su prisión. En él se las arregló para pasar su depresión, recobfar
su compostura y regresar a su anterior trabajo.
17 Un soldado con depresión, del que hablan Grinker y Spiegel, pedía continuamente
que lo regresaran al frente, para “ acabar de una vez” . Grinker, R. R. y Spiegel, J., War
Neuroses, Filadelfia, Blakiston, 1945, págs. 35-36.
18 Es éste un obvio ejemplo de formación de una seudocomunidad ilusoria, con las
mismas características de las creadas en las reacciones paranoicas. El humor profundo y ava
salladoramente depresivo es el rasgo que las diferencia de las reacciones paranoicas típicas.
L A D E P R E S I O N SE P R O F U N D I Z A 519
Discusión del caso. Tenemos aquí la reacción psicòtica de una mujer frus
trada por una desilusión definitiva en su vida emocional- Nunca había sido capaz
de establecer una relación amorosa estable con un hombre ajeno a la familia.
Toda la vida estuvo atada a sus hermanos, amándolos lo suficiente para resca
tarlos una y otra vez de problemas personales, odiándolos porque le fallaban
y porque la olvidaban cuando no se veían apremiados por una necesidad. Con el
tiempo Constance llegó a un punto en el que le era imposible cegarse a la futili
dad de sus sacrificios y a la certeza de que nada en absoluto podía esperar como
pago. Cuando el odio insoportable que sentía la llevó a planear el suicidio para
hacer mal a sus hermanos, la persona a la que acudió en busca de ayuda tuvo la
torpeza de acusarla de ser tan indigna como sus hermanos. Esta frustración final
la desequilibró y la hizo enfocar su odio violento contra su yo, ya de por sí
culpable y ambivalente.
Como ya hemos, visto, al principio Constance reaccionó a este golpe final
hundiéndose en lo que parecía una pena profunda. Se veía abatida. Sin embargo,
debido a los defectos de su personalidad, su apartamento le produjo una regre
sión profunda y la hizo lanzarse acusaciones llenas de odio. En sus delirios
comenzó a achacarse las faltas de los hermanos, que en realidad no eran de ella,
y trajo a la luz el fantasma de un viejo pecado —su amorío hacía tiempo olvida
do—, que sirvió para testificar contra ella. Constance se atacaba sádicamente,
exigiendo castigos afrentosos y haciendo que todos temieran encontrarse con ella.
¿Qué explicación puede darse a una conducta tan delirante y de autoderro-
ta? La conducta psicòtica siempre tiene sentido si comprendemos los cambios
de personalidad que están tras ella. Sujeta al estrés de su frustración, y dados sus
defectos de personalidad1 , esta mujer sufrió una desintegración y una regresión
avasalladoras. Tal proceso reactivó una fase anterior de desarrollo en Constance,
cuando era muy distinto el equilibrio psicodinàmico. En esa fase regresiva sus
integraciones del ego eran relativamente débiles y las dominaba un superego
anormalmente severo y arcaico. Como ya veremos más tarde, tal interpretación
ayuda a volver inteligible la conducta aparentemente absurda, péro terriblemente
peligrosa, de los pacientes deprimidos con ideas delirantes. En este caso particu
lar hay presente cierta grandiosidad —todo el mundo se interesaba por los peca
dos de Constance—, que sirve para unirlo a las reacciones paranoicas y a las
maniacas también.
Hugh W., un comerciante de cuarenta y tres años, padre de cuatro niños, fue
llevado por su esposa a una clínica psiquiátrica. Ella informó que el esposo se
mostraba profundamente deprimido y no podía trabajar, que se consideraba una
mancha para su apellido y que deseaba morir. N o intentó suicidarse, pero la
esposa tenía miedo, pues de decidirse él en algún momento por el suicidio, ella
no hubiera podido detenerlo. He aquí las quejas del propio paciente: “ Me siento
aplastado y deprimido. A todos les he fallado. He perdido todo respeto por mí
mismo. N o puedo mirar a la gente a la cara. Me siento adormecido, pero por den
tro estoy frenético. Todo ésto es peor que estar muerto.”
El paciente se sentaba en forma descuidada en la silla, la barbilla hundida en
el pecho, los ojos fijos en el piso, la imagen misma del desánimo y de la desespe-
ración. Más parecía un énfermó de sesenta que un hombre de cuarenta y tres
520 C A P . 15. R E A C C I O N E S P S I CO TI C O D E P R E S I V A S
años. Tras sus afirmaciones anteriores, sólo hablaba si le hablaban, dando res
puestas breves, con voz monótona y a veces inaudible. Su rostro era una máscara,
pero los ojos estaban Llenos de preocupación y tenía el ceño fruncido. En ocasio
nes hablaba con disgusto sobre sí mismo y, al hacerlo, se veía amargado y casi
gruñía. Con gesto de asentamiento aceptó ser hospitalizado. Se levantó pesada
mente y se movió como un hombre al que se lleva a la prisión.
Antecedentes inmediatos de la depresión. La esposa de Hugh informó que
éste nunca se había repuesto de la muerte de su madre, ocurrida cinco meses
antes. Cuando se descubrió que la mujer tenía un cáncer incurable, Hugh quedó
aturdido. ¿Por qué no lo había descubierto antes? Primero culpó a los doctores
del descuido; después, a sí mismo. Pensaba que de haberle prestado más aten
ción, de haberla llevado a exámenes médicos más a menudo, aquello nunca ha
bría pasado. “ Nunca se quejó de nada; era una verdadera santa” , decía Hugh,
para insistir enseguida; “ No debí dejar que esto sucediera. No debí dejar que esto
sucediera” . A veces se preguntaba: "¿Cómo pudo hacerme esto mi madre?”
Al leerse el testamento, en un codicilo, la madre le dejaba a Hugh una parte
mayor de sus bienes que a los otros hijos. Éstos se mostraron corteses, pero fríos.
Uno de ellos comentó que era natural, pues Hugh se había mantenido unido a
la madre en los últimos años. Esto era cierto, pero injusto, pues Hugh siempre
estuvo unido a la madre y todos lo sabían.
El duelo se vuelve melancolía. Tras el funeral Hugh se mostró tranquilo,
triste y silencioso. Comía mal, apenas tocaba la comida, hablaba poco en la mesa
y no le respondía a la familia, cosa que nunca antes había sucedido. Parecía
estar siempre cansado; al terminal la comida, se derrumbaba sobre una silla. Se
iba a la cama temprano, pero cada vez dormía peor, hasta que llegó a pasarse
leyendo la mitad de la noche y levantándose a tomar café a las cuatro o cinco de
la mañana. Desapareció todo interés sexual. La esposa de Hugh aceptó todo eso
como el resultado lógico del pesar de un hijo consentido. Trató de consolarlo;
pero él la rechazaba. Lo persuadió de hacerse un examen médico. Fuera de casa,
Hugh se las arreglaba para presentar un exterior tranquilo, de modo que el mé
dico nada encontró.
Pasaba el tiempo, y Hugh no mejoraba. Por el contrario, empeoró. Apenas
era capaz de llegar al trabajo. Una noche le confesó a su esposa que alguien, en la
oficina, le había dicho que se estaba volviendo loco. No podía recordar cosas ni
concentrarse en el trabajo. Todo le preocupaba. Parecería que estuviera “mante
niendo alejadas las cosas” . Verificaba una y otra vez su trabajo, pero los errores
seguían áumentando. Se dijo: “ Me estoy volviendo viejo antes de tiempo” y
comenzó a llamarse perezoso, “acabado” , vago y “cobardón” .
Su creciente silencio durante la hora de comer imponía un manto de reserva.
Hugh comenzó a excusarse y abandonaba la mesa tan pronto como empezaba la
comida. La esposa consideraba que Hugh estaba exagerando su dolor. En privado
le dijo que esa conducta estaba afectando ya a los niños. De principio, él se mo
lestó, pero terminó disculpándose. Explicó que no podía evitarlo; qúe comenza
ba a descubrir qué tipo de hombre era en realidad y trataba de enfrentarse a tai
hecho. Afirmó que siempre había sido egoísta y exigente, que estaba descuidan
do a los niños, tal y como había descuidado a la madre, dejándola morir. Agregó:
"He vivido como si el mundo girara a mi alrededor. Me doy cuenta ahora lo que
debió ser la vida para ti y los niños todos estos años” .
A partir de aquí Hugh pareció salirse un de su concha, pero » la vez se
mostraba más perturbado. En las comidas trataba de conversar, pero era una
conversación forzada y todos se sentían incómodos. La esposa comenzó a notar
que Hugh dudaba y se mostraba indeciso, incluso acerca de cosas menores, como
elegir una corbata o ponerle mancuernas a la camisa. A veces lo veía perdido en
sus pensamientos, inmóvil, cuando se estaba vistiendo. Dejaba sin concluir lo que
L A D E P R E S I O N SE P R O F U N D I Z A 521
Una de ellas parecía triste y decepcionada cuando estaba con él. Si supiera el
tipo de vida que había llevado, lo despreciaría. Insistía en que no estaba enfer
mo; simplemente estaba abatido. Su madre había dicho siempre “ ¡Ningún W.
se da por vencido!” Hugh se alegraba de que ella hubiera muerto y se hubiera
evitado el infortunio de verlo sin espíritu y vencido.
Hugh había estado ocultando algo más: en la oficina estuvo entregando
“informes deshonestos”. Hugh esperaba que lo acusaran de esto y lo enviaran a
la cárcel. Sabía que iban a descubrirlo tarde o temprano. ¿Acaso lo estábamos
deteniendo en el sanatorio mientras la compañía preparaba el caso contra él,
para enviarlo a la cárcel? Entonces era mejor enfrentarse a esa suerte ya, pues
no tenía defensa alguna. “He llevado una vida de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Siem
pre supe de la existencia de Mr. Hyde. Ahora lo sabrán los demás” . Escribió una
carta a la empresa donde trabajaba, en la cual admitía sus trampas y ofrecía
renunciar ai puesto; la empresa no hizo caso de ella. (Aunque, ciertamente, en
sus informes hubo errores y Omisiones serios tras la muerte dé la madre.) Luego,
Hugh trajo a colación un error cometido en la declaración de impuestos, y que
hacía mucho había arreglado. Confesó que por semanas había estado esperando
la presencia de inspectores del fisco que vendrían á llevárselo.
Señales de mejoría. Esas ideas de referencia sobre sí mismo eran en realidad
señales de mejoría. Representaban un intento de volver a tener relaciones verda
deras mediante una reconstrucción delirante (restitución). El que Hugh pudiera
hablar acerca de esto y escribir una carta, incluso una ¿arta delirante, era ótra
señal de que iba volviendo a una realidad perdida. Había pasado semanas enteras
en una niebla de irrealidad psicòtica, luchando contra crímenes y conflictos ima
ginarios pertenecientes a una niñez olvidada* Ahora, en su regreso a la salud, se
mostraba un tanto paranoico. Además, sus expresiones de culpa y de rebajamien
to tenían un menor aire de determinación y de condena que antes.
Se presentaron otras señales y mejoraron su apetito y su sueño. Fue desa
pareciendo el estreñimiento, tan característico de las depresiones como el insom
nio. Hablaba más y comenzaba a sonreír. En ima ocasión, incluso llegó a reirse
durante una función de cine y luego se mostró sorprendido, cómo si lo hubieran
pescado riéndose en un funeral. Pudo sentarse y leer un poco y, con el tiempo,
jugar cartas én grupo. Al igual que todos lbs depresivos, no pudo admitir que es
taba mejorando hasta mucho después de que los demás lo habían notado.
Terapia y recuperación. A l principio de cualquier tratamiento de ima depre
sión severa se procura, añie todo, mantener al paciente vìvo y libre de las deman
dáis de un ambiente normal, que son superiores a lo que él puede satisfacer. Suele
recurrir a los electrochoques para reducir la fase más agñda y hacer que el pa
ciente vuelva a tener contactos efectivos: Si se dispone de una psicoterapia espe
cializada y el paciente puede cooperar, se logrará progresar en la comprensión
de los defectos de la personalidad que dejan a un ihdividuo vulnerable a la de
presión y de los tipos de estrés que pueden precipitarla. El propósito es ayudar'a
que la persona tenga una mejor adaptación después de su enfermedad y dismi
nuir la probabilidad de que recaiga. Casi todos lós depresivos finalmente se
recuperan.
Mientras Hugh estuvo en la clínica obtuvo una comprensión considerable
de sus propios problemas de personalidad y de los orígenes que éstoá tenían éh
la niñez. Incluiremos parte de esos descubrimientos al estudiar sus antecedentes
familiares; pero primero mencionaremos algunas cosas específicas acerca del pa*
sado más inmediato de Hugh.
Hacia el final de su estancia en la clínica, Hugh recordó espontáneamente
gran parte de su material delirante. Lo encontró absurdo y no podía comprender
cómo en alguna ocasión había creído en él: Dijo que en aquel entonces le pare
cía estar frente al mundo como un fracasado sin valor alguno, un hombre despro-
\ D EP R E S I O N SE P R O F U N D I Z A 523
que nunca le permitió a sus hijos el criticar a nadie, pero que era muy generosa
dando juicios propios que los guiaran. Dirigía su hogar sin parecer estarlo hacien
do. Trataba a sus hijos con afecto, mientras se doblegaran a sus deseos.19 Ningu
na de las novias de los hijos le gustó nunca, pero si el matrimonio era inevitable,
permitía que la convencieran de aceptarlo. Pero la lucha de Hugh por indepen
dizarse fue la más dura.
La esposa de Hugh consideraba que la madre de éste era una mujer mojiga
ta, que pasaba por mártir siendo astuta y posesiva; una mujer que lanzaba opi
niones moralizadoras con la barbilla en alto. O se estaba de acuerdo con ella o
no se tenían principios, pues ella creía estar siempre en lo cierto. En sus peores
momentos, Hugh se le parecía mucho. Nunca llegó a liberarse de su influencia.
La madre gustaba de decir: “ ¡El amor lo vence todo!” , pero refiriéndose al amor
de ella. Lanzaba sobre la vida de sus hijos una sombra de carácter religioso.
Durante la terapia Hugh modificó considerablemente el concepto idealista
que tenía de la madre, pero ésta no perdió demasiado con ello. A l principio
Hugh afirmaba que todas sus virtudes se las debía a la madre, junto con sus gus
tos, sus sentimientos, su sentido de la moral. Atesoraba la idea de que siempre
había sido el hijo mimado de su madre, y le costó bastante tiempo darse cuenta
de lo que había pagado por ello. Siempre había puesto la aprobación de su
madre por encima de todas las cosas. Ella rara vez lo había castigado, pero si él
erraba, se la veía silenciosa, solemne, herida y apartada, cosa que Hugh no sopor
taba. Por lo tanto, siempre cedía, aun cuando se sintiera enojado y exasperado.
La madre solía hablar de sí misma en tercera persona —“A mamá no le gusta que
hagas eso” —, lo que la hacía aparecer más como un principio sagrado que como
una mujer contrariada. Había tres cosas que nunca podía perdonar: la irresponsa
bilidad, la deshonestidad y la inmoralidad. Se opuso además a la esposa elegida
por Hugh; pero cuando vio que tenía perdida la batalla, dejó de oponerse abierta
mente, aunque nunca aceptó del todo el matrimonio de su hijo menor.
Ya dejados atrás el sufrimiento, el odio y la penitencia de su depresión,
muerta la madre y teniendo en casa a la esposa con los hijos, Hugh tuvo la opor
tunidad de examinar su vida con una perspectiva diferente. Pudo renunciar a la
madre desaparecida y entregar su afecto a la esposa y a los hijos. Seguían presen?
tes la sombra del disgusto de la madre y los conflictos infantiles, pero se trata
ba de una sombra menos oscura y de conflictos menos intensos. Cuando ya es
taba casi curado, Hugh se mostró notablemente independiente, confiado en sí
mismo, considerado ^y amable. La esposa afirmó que eran sus rasgos normales.
Fue obvio que Hugh había vuelto a su anterior estructura de personalidad adul
ta, poseedor de muchos más conocimientos de lo que había tras ella.20
Una soltera de cuarenta y ocho años; que se mantenía a sí misma, sufrió una
desilusión cruel y una grave pérdida económica. Se vio forzada a aceptar que sus
dos hermanos, a quienes por décadas tratara como hijos, en nada se preocu
paban por ella y se mostraban totalmente irresponsables. La reacción inmediata
de esta mujer fue hundirse en la ansiedad y el enojo. Luego combinó la hostili
dad hacia Jos hermanos con un odio contra sí misma; pensó en el suicidio para
19 Fromm-Reichmanri, F., “ Intensive psyehothcrapy o f manic-depressivcs” en Bullard,
D. M. (dir.), Fsychoanalysis in psychotherapy, Chicago, Univ. o f Chicago Press, 1959, págs.
221 - 226 .
20 Gibson, R. W., Cohén, M. B. y Cohén, R. A., “On the dynamics o f the manlc-depres-
sive personality’% 'Aniér. J. Psychiat., 1959, 115, 1101-1107; Brówn, F., “Dcpressióri and
childhood bereavement",/. ment. Sdi., 1961,107, 754-777.
L A D E P R E S I O N SE P R O F U N D I Z A 525
A N T E C E D E N T E S D IN Á M IC O S Y D E D E S A R R O L L O
D u e lo y melancolía,
sensorial—, han demostrado nuevamente que existe una vida de fantasía, en la que
parecen reinar los procesos primarios, que viene a la superfìcie incluso cuando la
persona está despierta. Para algunas personas las experiencias fantásticas así
liberadas se vuelven intolerables; para otras, resultan divertidas, aunque obvia
mente incontrolables.
En las depresiones psicóticas la regresión no alcanza el grado de abandono
de la realidad externa alcanzado en los sueños y en la privación sensorial. No obs
tante, se trata de una regresión más profunda que la vista en las reacciones para
noicas, en donde la negación de la hostilidad propia se ve apoyada cuando la
proyectan sobre personas reales, o por lo menos posibles, del medio humano cir
cundante. En las depresiones psicóticas se utiliza la proyección en medida muy
limitada. Cuando la persona deprimida pierde sus relaciones de objeto, experimen
ta un tremendo surgimiento de hostilidad, tal y como ocurre con la persona para
noica acosada. Pero como no logra proyectarla, se ve avasallada por ella y se
desintegra. Se diría que una hostilidad sádica primitiva hubiera escapado de la
regresión con un impulso irresistible, desintegrando las organizaciones ego-
superego y reduciendo las defensas a niveles infantiles.
Los productos manifiestos de tal regresión parecen representar una división
en dos organizaciones más o menos recíprocas, una históricamente igualada con
el precursor arcaico y sádico del superego, y la otra, con el ego infantil arcaico. A
decir verdad, el cuadro clínico nunca resulta tan nítido. Lo que sí tenemos es una
persona que se odia, se insulta y abomina a sí misma, pero que a la vè'z —como
eh nuestros dos Casos— puede resultar odiosa, insultante y abominable para quie
nes la rodean. Su odio por los demás es más real que su odio contra sí. Es cierto,
como antes indicamos, que la persona psicòticamente deprimida es capaz de ma
tar a quienes ama y a sí misma; es cierto que esto parece una ampliación hacia los
otros del odio contra sí misma. Pero nò es típico que las personas psicòticamente
deprimidas pidan para los demás los crueles e inhumanos castigos que para sí
suelen pedir.
En lugar de un simple incremento de là culpa inconsciente, como el que
muestran los neuróticos1depresivos mediante sus quejas de sentirse inferiores;
indignos y desesperados, el psicòtico depresivo experimenta urta culpa consciem
te avasalladora’. En lugar dé simplemente sentirse no amado e incapaz de desper
tar amor, se siente vil, odioso y totalñiente despreciable. La violencia de ese odio
contra sí mismo sobrepasa tòdò lo Visto en las depresiones neuróticas, y sú ale
jamiento total de la realidad objetiva se hacé claro en el momento eri que alguien
trata de ayudarlo. ? í
El psicòtico desarrolla ideas delirantes que vengan en apoyo de ese avasalla
dor odio contra sí misñioque experimenté. De ño sér por esas ideas délirantes dé
odio y destrucción, él paciente depresivo resultaría totalmente incapaz de justi-í
ficár los sentimientos que lo dominan. En este sentido las ideas delirantes son
adaptativas, aunque sea en sentido negativo. A través de ellas el paciente recónS“
truye su mundo de tal manera que en él encuentra un lugar. Claro, tál reconstruc
ción de la realidad es ilusoria, es opuesta a muchos de lós hechos, y demasiado a
menudo la persona se encuentra en peligro. A ese nivel puede odíárse tarito y
mostrarse tan cruel e insistente al respecto, que llega a matarse. Petó esta solu
ción, que da lugar a la recuperación final cuando se evita, tiene otra opción llena
también dé peligros serios; seguirse desintegrando, llegar a la esquizofrenia aguda,
y correr el riesgo de nunca recuperarse. A fín de cuentas* se recuperan un noventa
PERSONALIDAD DEPRESIVA 529
por ciento de los psicóticos depresivos y sólo un cincuenta por ciento de los
pacientes definitivamente esquizofrénicos logra una cura comparable.
Una de las características más importantes de los psicóticos depresivos es
que, cuando los amenaza una pérdida, o han sufrido una pérdida real, de inme
diato la aceptan como irremediable y final. En lugar de dedicarse al trabajo de
duelo, ese proceso de alejamiento al que ya nos hemos referido, el paciente se
dedica a una lucha a vida o muerte. Los componentes de esta lucha son partes
de su organización de la personalidad, que han regresado a un nivel infantil en
donde funcionan defensas infantiles, pero con el poder, el peligro y la lógica de
un adulto monstruosamente sadomasoquista. Sin duda que el atacante proviene
del superego arcaico, todavía más primitivo que el que participa en las neurosis
obsesivo compulsivas y mucho más cruel y peligroso. Hay indicios de que en este
caso el Superego arcaico al ataque es en sí producto de objetos infantiles interio
rizados, tomados en el momento de la introyección como sádicos e irresistibles.
La parte atacada parece derivar del ego infantil primitivo, de reacciones del yo
que pueden haber surgido en respuesta al sadismo experimentado a través del
amor —probablemente amor materno, ya que éste es para gran parte de las
personas la primera modalidad que se siente.
Si tenemos presente el hecho obvio de que, no importa cuán profundamente
regrese una persona en una depresión, nunca actuará o hablará como un infante,
resultará conveniente caracterizar esa lucha de vida o muerte de los psicóticos
depresivos como fundamentalmente infantil. Se trata de la lucha entre un deriva
do revivido del superego arcaico sádico, producto de la interiorización de los ob
jetos amorosos sádicos de la infancia* y un ego arcaico sadomasoquista, producto
de reacciones recíprocamente desarrolladas dadas a objetos amorosos introyec-
tados de la infancia. El estado de regresión psicòtica en nada se parece a la infan
cia normal. Al contrario, representa los productos adultos patológicos de la pri
mera interacción infantil entre el paciente como infante oralmente dependiente
y quienes lo rodean, pero tal y como él los captó en aquel momento.
En general se está de acuerdo en que las depresiones psicóticas puedan apa
recer en ciertos tipos de personalidades adultas y no en otras. Si una persona
experimenta una depresión psicòtica en plena edad adulta, antes que nada es
casi seguro se recuperará y, además, es casi seguro que tenga otra depresión si se
enferma mentalmente una segunda o tercera vez. Es casi seguro que se recuperará
de un segundo y un tercer ataque, si tiene la desgracia de sufrirlos.20 Compren
deremos mejor los antecedentes dinámicos y de desarrollo de las depresiones psi
cóticas, si examinamos lo que se sabe acerca de los adultos vulnerables a ellas;
;n otras palabras, Si estudiamos la personalidad depresiva.
P E R S O N A L ID A D D E P R E S IV A
consciente de sentirse culpable, aunque sin saber por qué. Tal vez exprese esto
abiertamente y lleve una vida de expiación y sacrificio. Sin embargo, esa sensa
ción inconsciente de culpa, por lo general, se manifiesta vagamente como senti
mientos de inferioridad, de ser insignificante y menosprecio crónicos, que pueden
no interferir con un goce general de la vida.27
Tales sentimientos se expresan de muchas maneras,28 no todas obviamente
depresivas. La persona depresiva puede parecer simplemente humilde y estarse
rebajando crónicamente. Se rebaja, se disculpa a menudo y se compara desfavo
rablemente con los demás. Se puede congraciar con sus compañeros obedecién
dolos, haciéndose el ignorante o, incluso, el payaso.29 Quizás busque sobrepo
nerse más activamente a sus sentimientos mediante logros y éxitos, de modo que
los demás se vean estimulados a alabarlo. Algunas personas depresivas pueden
aceptar tales alabanzas cuando las reciben; otras se ven forzadas a rechazarlas,
como si éstas las pusieran ansiosas.
Las personas depresivas son muy deficientes en su capacidad de mantener
un nivel de autoestima normal y estable. Nunca logran hacer lo suficiente para
satisfacer sus necesidades. Por tal razón viven siempre dependiendo de otros,
quienes les proporcionan una corriente de apoyo narcisista —de amor y de esti
ma— y les permiten equilibrar sus deficiencias. La alternativa es sentirse abismal
mente sin amor, abandonado, indigno o culpable y correr el riesgo de volver a
una depresión psicòtica.
Esta falta de estima normal de sí mismo hace que el depresivo sea siempre
vulnerable a la pérdida de amor y de seguridad. Las personas normales soportan
mejor esas pérdidas, porque logran neutralizar la privación recurriendo a las
reservas de amor por sí mismo que tienen., El depresivo no puede “recurrir a sí” ;
Dado que es incapaz de darse estimai necesita aportaciones externas que se
opongan al odio interno que siente por sí mismo.
Dependencia de otros
Sé dice a menudo que las personas depresivas son dependientes. Esto nada
informa, pues todos dependemos de alguien. Todo adulto necesita amor o esti
ma por parte de los demás. El punto crítico está en que cuando la persona
depresiva ve amenazadas sus fuentes externas dé amor o estima, puede ser
incapaz de conservar su integridad como persona social. Puede perder contacto
con la realidad externa y se desintegra. No podrá defenderse contra su propia
hostilidad. Tiene dentro de sí un desprecio y un odio contra sí mismo primitivos
inconscientes y poderosos, y carece de un amor por sí mismo bien desarrollado.
En tales condiciones, perder el amor o la estima de los otros significa perder el
equilibrio de la personalidad y verse abandonado a las fuerzas destructivas que
vienen de su interior. Para la persona depresiva el apoyo narcisista es tan esen
cial como la insulina para el diabético.
27 Cuando esos sentimientos interfieren con'el goce de la vida, pero no ocasionan una
regresión psicòtica, tenemos la depresión neurótica descrita en el capítulo 12.
Ciibson, K. w., cohén, Ivi. B. y C o h e n , R. A., “ O h the dyi^uics o f the manic
depressive personality” , Arner. J. Psychiatr., 1959, 115, 1101-1107; Arieti, S., “Manic-de
pressive psychosis” en Arieti, S. (dir.), Am erican H andbook o f Psychiatry, Nueva York,
Basic Books, 1959, págs. 419-454.
29 Puede relacionarse esto con la afirmación de que gran parte de los payasos profesio
nales son personas tristes.
ERSONALIDAD DEPRESIVA 531
La interacción social
T x u v u |___ q » _ _ _ _
j—'Ct p e r s o n a u C p r c s i V a m aanifiesta
claramente sus defectos de personalidad en
iiiiiv o
las reacciones sociales. Las experiencias de la niñez la dejaron incapacitada para
defenderse contra la hostilidad destructiva que contra sí siente, a menos que
obtenga refuerzos externos que le den apoyo a su débil autoestima. !Su organiza
ción de la personalidad, hemos dicho, es tal que necesita un flujo constante de
amor o estima; pero, como regla, sus experiencias de la infancia la han entrenado
para que no dé por hecho el amor y la estima de los otros, ni pará que pueda vivir
sin ellos. Tal vez tenga la suerte de encontrar fuentes de aprobación y cuidado
continuos. De no ocurrir así, vivirá aprensivo y temeroso de ofender a gente im
portante o de fracasar en cualquier sentido y perder los reforzamientos qué
necesita. Cuando eso sucede, como lo demuestran nuestros casos clínicos, en los
síntomas queda revelada la naturaleza de lo que las personas depresivas han temi
do toda su vida; Es un ataque de la propia hostilidad interiorizada, un ataque
proveniente de la organización de un superego arcaico y sádico. -
Está bastante claro que, al igual que las personas paranoicas, las depresivas
carecen de representaciones del papel realistas,323Sin embargo, su patrón de dis
torsión es muy distinto, ya que los paranoicos esperan que otros los ataquen y,
sintiéndose inocentes, esperan a la ofensiva, listos a vengarse por el ataque espe
rado; mientras que los depresivos esperan que los demás los abandonen, los
rechacen ó lbs rebajen; y están dispuestos a hacer todo lo necesario para apaci
guar a los demás y obtener su aprobación. Se sienten culpables y esperan un
castigo como expiación. Tienen una gran-ventaja sobre las personas paranoicas:
mientras se encuentren clínicamente bien, podrán aceptar la intimidad y respon-
ler con placer a los indicios de afecto y de aprobación. La dificultad está en que
íunca los satisface suministro alguno ni están seguros de tenerlo posteriormente.
Aunque la persona depresiva comprende mucho mejor a los demás que la
>aranoica, sus actividades le impiden captar de modo realista las situaciones de
nteracción en las que se encuentra personalmente envuelta. Muestra en exceso
u ansia de que lo amen, lo aprueben, lo alaben o lo admiren. Cuando se equivo
ca en interpretar las señales, siempre se siente falto de amor o inaceptable. La
ndiferencia o la neutralidad de los otros le parece una señal de desprecio, y res-
>onde a tal distorsión sintiéndose carente de valor. Debido a que tiene tan exage-
ada necesidad de aceptación, queda muy expuesta a decepciones y desilusiones,
orno muchos adolescentes normales.
A pesar de todo esto, las personas depresivas por lo general tienen mejores
elaciones sociales que las paranoicas. Una razón es que se trata ante todo de
»ersonas sumisas, que necesitan intimidad y afecto. Han experimentado una
ceptación y una aprobación totales a lo largo de su primera niñez, aun cuando
sto significara pérdida de la libertad. También han aprendido a esperar rechazos y
bandonos en el momento en que se rehúsen a obedecer. Cuando adultos, siguen
ctuando como si esto continuara siendo verdad. Creen que para sentirse seguras
lecesitan obtener aprobación constantemente. Piden pruebas tangibles de que
io se les abandonará a sus recursos sin apoyo externo. N o proviene esto de una
onfianza básica, sino de una confianza contingente; es decir, de tener la certeza
e recibir amor a cambio de sumisión.
La persona depresiva se las arregla para vivir con una comodidad y una segu-
idad razonables si encuentra una situación similar a aquélla en la que creció.
Jgunos adultos, de hecho, viven indefinidamente con sus padres y perpetúan
na relación emocional infantil. Un depresivo puede casarse con una mujer que
> trata como su madre lo hacía; la mujer depresiva encuentra un esposo dispues^
3 a ser un segundo padre para ella. Incluso en los negocios y como profesionista
dicha persona le es posible ocupar con éxito un papel infantil. Se puede subor
inar a los dictados de una figura paternal o procurarse continuas expresiones de
dmiración, tal y como lo hace con la madre un pequeño que es dependiente.
No todas las personas depresivas tienen tal fortuna; e incluso lasíafortunadas
uéden descubrir que las interrelaciones humanas están sujetas a cambios súbitos.'
os esposos se vuelven menos atentos e indulgentes; las esposas se cansan de dar
rotección y de no obtener ninguna a cambio;.rata vez son establéalos patrones
e relación de empleados y trabajadores; quizás comiencen a desaparecer la capa-
dad y el atractivo de la persona. Un día una persona depresiva hace algo que
>s demás no pueden perdonarle; o cansa a los demás por estarse acusando y
espreciando . Si tal sensibilidad a sentirse herido y rechazado fuerza a los demás
ser cuidadosos en sobremanera, con el tiempo producirá resentimiento, produ-
irá precisamente ese rechazo que la persona depresiva no puede tolerar. : .1-
[ostilidad
A l igual qué las paranoicas, las personas depresivas se enfrentan al mismo
roblema fundamental: úna excesiva hostilidad interiorizada.33 Pero si en las3
personas paranoicas francas resulta obvia la hostilidad, incluso cuando no son psi-
cóticas, no suele ocurrir esto en las depresivas. En cierta medida, la diferencia es de
meta; en cierto grado, también de técnicas. Las personas paranoicas, debido a la ne
gación y la proyección, vuelcan su hostilidad contra el medio circundante y sufren
de una inocencia exagerada. En cambio las personas depresivas confían en la intro-
yección. Vuelcan su hostilidad contra sí mismas y sufren de una culpa exagerada.
La experiencia clínica nos hace suponer que hay un buen número de perso
nas depresivas bien compensadas, que han dominado las técnicas para asegurarse
la corriente continua de apoyo narcisista que necesitan. Esas personas no mani
fiestan ningún signo de hostilidad, a menos que se perturbe seriamente el equi
librio que han establecido. Lo mismo ocurre con muchas personas inhibidas,
como Constance Q., que estructuran un mundo monótono y rígido en el que
participan el autocastigo y la protección contra frustraciones emocionales. Sin
embargo, la facilidad relativa con que se desarrollan muchas psicosis depresivas
severas indica que, tanto en los depresivos compensados como en los inhibidos,
la hostilidad excesiva interiorizada sigue siendo siempre una amenaza peligrosa.?4
En las personas depresivas menos compensadas se tiene una clara corriente
subterránea de odio. Muchos se muestran emocionalmente ambivalentes respecto
de quienes aman. Tal ambivalencia tiene sus raíces en los principios de la niñez,
cuando el amor y el cuidado: eran contingentes a la obediencia y se suprimían
las expresiones de odio. Al igual que un niño, el depresivo es agobiado por su
dependencia emocional y odia a las personas a las que siempre debe complacer;
pero, a diferencia de un niño, hace mucho tiempo ha negado y reprimido su
odio. Cada vez que vuelve a experimentar parte de la frustración y coerción per
tenecientes a su niñez, reaviva conflictos infantiles fundamentales relacionadas
con su odia hacia las personas a quienes ama, lo que le estimula una culpa, mórbi
da. La reactivación constante de conflictos y frustraciones infantiles ayuda a
explicar por qué la persona depresiva abusa de la introyección.
Estamos ante los antecedentes generales que permiten el surgimiento de un
círculo Vicioso en el depresivo. Es tan enorme y tan continua su necesidad dé
amor y de estima, que nunca, llega a sentirse satisfecho o seguro. Por consiguien
te, vive en perpetua frustración, causada por quienes debieran darle amor y esti
ma, ya que, desde su punto de vista, es muy escaso y muy inseguro lo que recibe.
La frustración lo. enqja, pero ¡enojarse con una persona amada es doblemente
peligroso; pues, primero, se ataca la fuente de apoyo narcisista y, según do ¿ se
incrementa la sensación de culpa —al incrementarse la agrésión del superego. Esá
culpa incrementada necesita de más amor y seguridad para que pueda neutrali
zar la agresión, del superego; esa demanda creciente, que nadie puede satisfacer,
provoca más culpa, más enojo y otra vez más necesidad. Es fácil ver por qué una
pérdida, externa de amor y seguridad, que un adulto normal manejaría sin pro
blemas, resulta desastrosa para quien tiene un equilibrio inestable.35
Cuando una persona depresiva cae en una depresión psicótica franca, es obvio
que la represión ha fallado y que la introyección se lia vuelto la defensa dominan-
34 Rado, S., “The problem o f melancholia”, en Psychoanalysis o f Behavior, Nueva
York, Gruñe & Stratton, 1956, págs. 47-63.
’ Se presenta un estudió transcultural en Iga, M., “Cultural faetors in suicide o f Japa-
nese youth with focus on personality” , Social. Soc. Res., 1961, 46, 75-92.
PERSONALIDAD DEPRESIVA 535
te. Lo que no es tan obvio es que las personas depresivas sufren una represión
defectuosa toda su vida de adulto y que un abuso de por vida de la introyección
es la causa de la orientación oral que esas personas muestran. Mientras no suija
una psicosis, la represión sigue siendo la defensa principal, tal y como lo es en los
adultos normales y neuróticos; pero resulta relativamente débil y la introyección,
relativamente fuerte. En pocas palabras, el equilibrio de fuerzas en la estructura
defensiva de las personas depresivas es siempre diferente del existente en las per
sonas no depresivas.
Vemos la influencia de tal ,deformación defensiva en algunas de las caracterís
ticas y actitudes conductuales de las personas depresivas. Sabemos ya que, debido
a una regresión débil y la amenaza constante de agresión por parte del superego,
el depresivo termina buscando y reteniendo siempre el apoyo emocional de los
demás. Pero igualmente sorprendente es la técnica infantil que aplica para lograr
tal fui. Se trata de una técnica de adhesión, de una técnica de parasitismo, de una
técnica a menudo obviamente oral y agresiva. Por ejemplo, el depresivo se aferra
a un cónyuge, esperando y exigiendo como un bebé cuidado y protección emo
cionales. A veces el cónyuge se queja de tal relación, pues la encuentra emocional
mente agotadora.36
Metafóricamente hablando, el adulto depresivo se comporta con los seres
amados como si fuera un niño de pecho. Parece “absorber” al cónyuge, al jefe o
al compañero; hacer que el otro parezca parte de él, como en una época lo fue la
madre. Tenemos también a la madre matriarcal de personalidad depresiva infantil
que, en efecto, absorbe a sus hijos, haciendo que la vida de éstos sea mera exprer
sión de la suya. Incluso el esposo puede quedar incorporado a tal estructura.
Cuando la persona depresiva fracasa en tales maniobras, queda expuesta a los
ataques del superego y, por consiguiente, se siente abandonada, insignificante e
indefensa. Tener éxito significa adquirir objetos externos que mantienen a salvo
a la persona mientras los pueda manipular. Un objeto externo, que proporciona a
la perspna depresiva el apoyo emocional que necesita, puede resultar, potencial
mente hablando, tan peligroso comp los objetos introyectados, aquéllos que for
maron el núcleo del superego arcaico. ; ...
.Nifen el éxito ni en el fracaso puede la persona depresiva liberarse de la depen
dencia infantil respecto a los demás. N o puede escapar del peligro constante del,
rechazo. Sus relaciones de dependencia le han provocado frustración y hostilidad,
usualmente inconscientes, pero siempre intensas. Si se muestra humilde, es la
humildad del mendigo, que su falta de recursos le ha impuesto. Como mendigo,-
secreta o inconscientemente odia a las personas ante quienes tiene que mostrarse,
agradecido para np quedarse sin su generosidad. ¡ ?
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Rasgos orales „ , , ,.
' V.'•; yi\ ' 4I *’ • ;• r *.'>'* "■ I . ’4
En todo ser humano están presentes los rasgos orales, sea(d|e modo simbólico
o directamente. En las personas depresivas son exagerados por su grado y primiti
vos por, su función. Hemos dado ejemplos generales de amamantamiento y absor
ción simbólicos en las relaciones iriteiperso,nales, penemos ejemplos innumerables
en las necesidades y las preferencia^ individuales. Digamos, un afecto desusado a
36 Cotíen, M. B. ét al., “ An iritensiVé study ó f twelve cases bf manic-depressive psycho-
sis” , Psychiatry,2,7, 103-137-
536 CAP. 15. R E A C C I O N E S P S I C Ò TI C O D E P R E S I V A S
El superego depresivo
El objeto interno introyectado, que hemos descrito, forma dentro del ego
un núcleo, alrededor del cual se cristaliza un superego arcaico y luego maduro.
Ese objeto interno, núcleo de una organización del superego futura, comienza
siendo una representación arcaica de exigencias y amenazas maternales, como yá
hemos visto. Sin embargo, tenemos presente que en un principio se lo formó para
dar respuesta a una ansiedad intensa e intolerable, producto de una privación y
una frustración absolutas.
En un momento de pánico, incluso el adulto mejor integrado percibirá un
peligro ordinario cómo una catástrofe aterradora. Puede distorsionar 16 que per
cibe hasta hacerlo casi irreconocible. Algo parecido parece ocurrirle al infante ate
morizado y abandonado. Lo que interioriza, y que puede formar el núcleo de su
süperégó futuro, puede pareeerlé un monstruo cruel y asesinó o Un juez sin corazón
e implacable. En otras palabras, lo que el niño interioriza es una expresión de lo
que experimentó en aquel moménto y no lo que la madre creía ser en ese instante.
Este monstruo infantil es el que vemos surgir en las psicosis depresivas. Se lo
expresa en términos adultos; pero no hay duda acerca de su carácter primitivo e
incluso salvaje.
Esté irifárite cóiiserva sü objeto interno hostil porque ante todo le funciona.
Se trata del producid de una privación externa y actúa de tal manera que ayuda
a anticipar toda privación posterior y á evitarla. La conducta sumisa, organizada
en relación cón las demandas y amenazas severas del objeto interno, complacerá,
a la madre exigente, asegurando a la vez que ella proporcione amor y apoyo. En
pocas palabras, el niño se vuélve esclavo de su objeto interno, para con ello libe^
rarse de la ansiedad primaria que amenaza con destruirlo. Por desgracia, tal pro
cedimiento condena al niño a una vida de servicio, a un sentimiento perpetuo de
ser inferior. Distorsiona permanentemente su personalidad social y restringe su
libertad de acción.
538 CAP. 15. R E A C C I O N E S P S I C O T I C O D E P R E S I V A S
E x p e r ie n c ia s i n f a n t ile s
V e n t a ja s q u e t ie n e n las p e r s o n a s d e p r e s iv a s
¿Cómo ocurre que las personas depresivas, sufriendo un arranque tan des
ventajoso, funcionen razonablemente bien, a menos de que sufran un ataque
psicòtico? ¿Por qué él depresivo sano da mejor impresión, como persona sociali
que el paranoico ó el esquizoide? ¿Por qué quien desarrolla una psicosis depre
siva por lo general se recupera plenamente? Daremos aquí dos razones de tal
superioridad.
h Un tratamiento consistente durante la infancia. Por duro que sea aprender
a ser obediente y sumiso, al menos és posible aprender cuando la madre aplica un
tratamiento consistente. La consistencia es una condición necesaria para desarro
llar la anticipación. El objeto internó que introyecta un infante al que se maneja
consistentemente es predecible y está bien integrado. Permite una conducta re
ciproca bien integrada Como respuesta. Con esto se asientan los fundamentos para
41 C a r n e r o n , N . , The Psychology o f Behavior Disorders, B o s t o n , I-Io u g h to n M i f f l i n ,
1 9 4 7 , p á g s . 9 7 -1 0 2 ; M e a d , G . H ., Mind, Self, and Society, C h ic a g o , U n iv . o f C h ic a g o P re ss,
1934. :
42 L o s a d u lt o s h a c e n a lg o q u e se a p r o x im a a e sto c u a n d o h a n p a s a d o p o r u n a expe
riencia t r a u m á t ic a . P o r e je m p lo , si u n a p e rs o ria ha e s t a d o en u n a c c id è n t e t e r r ib le , d e a l l í
e n a d e la n t e v o lv e rá a e x p e r im e n t a r lo e n su fa n t a s ía s ie m p r e q u e se e n c u e n t r e e n p e lig r o y
lo e m p le a r á c o m o f a c t o r d e c o n t r o l e n t o d o a q u e llo q u e lle v e a c a b o . L a c o n d u c t a p r o v e
n ie n te d e t a l in t e rio r iz a c ió n p u e d e ser in ú t il e in c lu s o p e lig ro s a .
PERSONALIDAD DEPRESIVA 541
tener una organización del papel bastante realista. El infante que espera severidad
todo el tiempo está en mejor situación, aunque sufra por tener que suprimir su
ira, que aquél siempre ignorante de lo que pueda suceder. Este último caso parece
ser la condición de los infantes preesquizofrénicos, quienes no tienen ningún
objeto estable y consistente que introyectar. Por consiguiente, no pueden, al pri-
cipio de su vida, organizar una conducta del papel bien integrado y no pueden es
tructurarse un mundo realista. Por otra parte, la persona depresiva ha conseguido
crearse relaciones de objeto y una integración razonablemente buena.
2. Aceptación e intimidad emocionales. A cambio de esa obediencia y esa
sumisión estrictas, la persona depresiva recibe en la infancia la recompensa de
una aceptación y una intimidad emocionales. Por el contrario, el infante prepara
noico se ve sádicamente frustrado y rechazado. Aunque se le permite reaccionar
con ira infantil, la principal lección que aprende es que se le tratará y rechazará
sádicamente.. El cuidado dado al niño preesquizofrénico es incluso peor, pues no
sólo resulta inconsciente e impredecible, sino que además carece de aceptación y
de intimidad emocionales. De aquí surgen los característicos sentimientos de fu
tilidad. Descubre el niño, que, haga lo que haga, nunca parece hacerlo bien.
Si al infante se le recompensa consistentemente con intimidad y afecto,
logrará estructurar un mundo de objetos bastante realista.43 Ya que la organi
zación de objetos y la integración del ego son interdependientes, ese niño tendrá
un ego bastante bien integrado, que incluye relaciones emocionales bastante
dependientes.
Tal es la situación en que se encuentra la persona depresiva. Su vida se verá
siempre oscurecida por tener que introyectar objetos sádicos internos; pero, al
menos, esos objetos y el superego que a partir de ellos se desenvuelve son prede
cibles y, por lo menos, se experimentan como parte de la personalidad propia; es
decir, ni se los niega ni se los proyecta. De este modo, la persona depresiva se crea
límites más eficaces que la paranoica o la esquizoide. Ahora bien, cuando sufre
una regresión avasalladora, esos límites presentan defectos muy serios; y aun
entonces, la persona tiene buena oportunidad de volverlos a establecer cuando
se reponga.
Identificación. A pesar de haber comenzado mal y a pesar de un fuerte resi
duo de dependencia oral, la persona depresiva parece haber desarrollado en la
niñez una capacidad de identificación razonablemente buena- Da la impresión de
haber tenido una buena recuperación inicial respecto a las primeras experiencias
traumáticas de frustración y de abandono, de haber dominado el arte de supri
mir las reacciones prohibidas. Parece haber gozado un periodo de libertad consi
derable respecto a la ansiedad excesiva tenida durante la primera parte de su niñez,
periodo durante el cual pudo participar del poder y de las cualidades de sus
padres. La fuente principal de estima de sí misma, que un niño tiene está en la
identificación lograda con la fuerza y las virtqdes de las figuras paternas (identi
ficación participante).
Esa identificación tiene algunas de lap características de la identificación pri
maria, aquélla que antecede a las relaciones de objeto. En cierto grado, el niño
participa en el poder de sus padres como si no hubiera diferencia entre él y ellos,
como si las propiedades, hechos y conocimientos de aquéllos fueran también dé
él. Se ha fusionado con ellos hasta formar una entidad única.44
43 F a ir b a ir n , W . R . D ., An Object-Relations Theory o f Personality, N u e v a Y o r k , B a s ic
B ooks, 1954.
44 Se e s t u d ió e sto en e l c a p ít u lo 2 , c o m o p a r t e d e la r e la c ió n s im b ió t ic a n o r m a l m a d r e -
542 CA P . 15. R E A C C I O N E S P S I C Ò TI C O D E P R E S I V A S
M a n ía y c ic lo s
m a n ia co -d e p re siv o s
Las reacciones maniacas son desórdenes del humor, acompañados por delirios,
que suelen consistir en exageraciones y distorsiones de la elación o de la aútoafir-
mación normales. A veces las confunden en un principio con la felicidad. Se pa
recen a los cambios que le suceden a muchas personas tras una o dos copas; si
bien la reacción maniaca dura semanas o meses, no horas, y está ausente todo
síntoma de embriaguez.
A primera vista los pacientes maniacos parecen tener un buen contacto con su
medio circundante humano y hablan —un tanto alocadamente sobre un buen
número de temas. Sin embargo, un examen más detallado revela siempre que
ambas impresiones son erróneas. El contacto del maniaco con los otros es super
ficial y pasajero. Su plática se encuentra limitada por su alcance si es comparada
con la de una persona feliz normal.1 La manía es sumamente regresiva. Los pa
cientes maniacos emplean su .medio circundante para ponerlo al servicio de fan
tasías y conflictos más primitivos incluso que los de los paranoicos. Como pronto
veremos, sus defensas los relacionan con las depresiones psicóticas, a pesar de
que el humor, prevaleciente, es el opuesto. No encontraremos desintegración ge
neral, como la que se presenta en una elevada proporción de los esquizofrénicos;
tampoco hay alucinaciones en los casos típicos.
Definición. Las reacciones maniacas son excitaciones psicóticas caracteriza
das por una sobreactividad y por una elación o una autoafirmación delirante, pero
sin desorganización alguna. La conducta del maniaco es una caricatura del gozo,
del optimismo o de la seguridad en sí mismo, y a menudo una caricatura infantili-
zada. El paciente no oculta el poder que siente. Cuenta todo lo que le viene a la
cabeza acerca de sí mismo, así como acerca de otras personas, sin mostrar siquiera
la reserva ordinaria que mostraría de estar bien.
Los parientes y los amigos reconocen fácilmente como anormales los grados
muy desarrollados de manía. Esas personas buscan la ayuda externa con mayor
rapidez que en los casos de los depresivos comparablemente igual de enfermos,
núes se sienten m ucho más am enazados Son tan incaoaees de co n tro lar los e x re-
1 L o re n z , M . y C o b b , L ., “ L a n g u a g e b e h a v io r in m in io p atie n ts” . A rc h . N e u r o l. P s y -
ch o l., 195 2, 67, 7 6 3 -7 7 0 ; L o re n z , M ., “ L a n g u a g e behavior in m an ic p atien ts: an equalitative
s t u d y ” , A r c h , N e u r o l. P sy ch o l., 1953, 69, 14-26.
544
M A N I F E S T A C I O N E S C L I N I C A S DE R E A C C I O N E S M A N I A C A S 545
sos del maniaco, como éste. En la manía hay peligros reales, el peligro de lesio
narse, el de morir de hambre, el de extenuarse, el de involucrarse en aventuras
amorosas o financieras y, por extraño que parezca, el del suicidio. La sensación
general de autoafirmación agresiva o de gozo se ve poco menguada, de serlo, por
lo que los demás digan o hagan.2 Si se presentan cambios debido a los intentos
de los demás de controlar al enfermo, es muy probable sean en el sentido de que
éste se vuelva irritable y aumente su seguridad en sí mismo. La comunicación
genuina es prácticamente imposible.3 El paciente mismo promueve su sobreacti
vidad. Sus pensamientos y sus actos lo acompañan en su desbocamiento. Su plá
tica brinca rápido e irracionalmente de una cosa a otra; y está llena de retruécanos,
de sólidas asociaciones y de ingenio, señales seguras de que está funcionando el
pensamiento del proceso primario, pero no hay la desorganización general que
solemos encontrar en la esquizofrenia.
Adaptación. En las manías poco hay que sea de valor, en cuanto a adaptación
se refiere. La regresión es demasiado profunda y la verificación de la realidad se
encuentra excesivamente afectada. El maniaco es como un niño en exceso exci
tado, incapaz de estarse tranquilo e incapaz de aprovechar su medio circundante
como un adulto lo haría. Se conduce como si todo indicara la necesidad de mos
trarse alocadamente juguetón y agresivo e insistentemente seguro de sí mismo.
Su plática expansiva y a menudo tonta, su a menudo peligrosa falta de considera
ción hacia los demás y su incapacidad de dirigir su vida y enfrentarse a sus nece
sidades cotidianas, le parecen al paciente cosas correctas y normales.
El único sentido en el que puede considerarse adaptativa a la manía es que
sí niega una realidad demasiado dolorosa para que el paciente la acepte, una
realidad que justificaría Una depresión psicòtica en cualquier persona con tal
organización de la personalidad. En este sentido puede considerarse a la reacción
maniáca una defensa contra la depresión psicòtica, un rechazo, una incapacidad
de aceptar las verdades dolorosamente intolerables de una situación real. Por
ejemplo, se tienen noticias de muchos casos en que una pérdida personal —como
la muerte de alguien— ha precipitado la manía, cuando se esperaría un dolor pro
fundo o una depresión. También existe el hecho, reconocido por siglos, de que la
manía y la depresión psicòtica vienen una detrás de la otra en la misma persona.
Más tarde volveremos a ésta última relación, en este capítulo, y daremos ejem
plos clínicos, una vez que hayamos estudiado las manifestaciones clínicas y los
antecedentes dinámicos de las reacciones maniacas. «
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
DE LAS REACCIONES M ANIACAS
Los delirios de grandeza maniacos contrastan con los delirios de las depresión
nps psicóticas. Suelen ser poco más que exageraciones del orgullo autoafirmativo,
de la presunción, del optimismo y del encarecimiento propio ordinario. Cuando
tal es el caso, lo que los vuelve patológicos es que las circunstancias en que surgen
los delirios le parecen al observador causa suficiente de tristeza, desánimo, de
cepción o incluso desprecio por sí mismo.
Los delirios maniacos suelen llegar mucho más lejos. Como en los casos que
vamos a describir, el paciente dice cosas extf avagan tes e imposibles. Se dice enor
memente rico, inmensamente poderoso o iisto, considera tener un talento ilimi
tado, ser irresistiblemente atractivo y tener derecho de hacer lo que se le pegue
la gana. Puede presumir de sus grandes logros, de sus numerosas conquistas, de la
importancia dé sus relaciones sociales y personales, de su potencia y de su creativi
dad ¿Las exageraciones mismas y el aire de seguridad en sí mismo y expansivo del
paciente, son indicios, inestimables de que estamos ante una defensa bastante in-
fantilizada, con la que se intenta evitar el tener que aceptar el fracaso o la inade
cuación.6 Guiados por sus delirios, los maniacos suelen comportarse como paya
sos vulgares o mostrarse pomposos, arrogantes y provocadores. Hacen necesario
que quienes los cuidan recuerden que tal comportamiento y tales actitudes son
el producto de una enfermedad regresiva, que surge de la necesidad absoluta de
negar cosas de las que el paciente tiene cierta conciencia, al menos a nivel pre
consciente. En pocas palabras, debe considerarse a los delirios maniacos “actos
de contención” , negaciones defensivas que dan al paciente el tiempo y la opor
tunidad de resolver algo que al mismo tiempo está negando. También pueden ser,
como en nuestros dos casos, actos de venganza. Nuestros dos pacientes se mos
traron ofendidos e indignados y llevaron a cabo un tipo de identificación regre
siva con las personas que habían herido su orgullo.
Factores precipitantes
En gran parte de los casos los factores precipitantes no parecen diferentes de
los vistos en las depresiones psicóticas precipitantes, en especial la pérdida de
amor, de seguridad personal y de estima de si mismo. Casi a principio del capítulo
15 los hemos descrito en detalle. En algunos casos se presenta una breve reacción
depresiva justo antes del ataque maniaco.7 En otros, no parece existir tina reacción
depresiva que introduzca el ataque maniaco. No obstante, la facilidad con que se
prueba la presencia de la tristeza o del autodesprecio en gran parte de las reaccio
nes maniacas hace pensar que por lo general son intentos, a menudo afortunados,
de rechazar la depresión psicòtica.
La persona que cae en una reacción maniaca parece diferenciarse de la que
sufre una depresión psicòtica en que, ante todo, usa a fondo la negación y re
construye la realidad mediante sus delirios de grandeza. Los maniacos parecen
irremediablemente irresponsables —y a menudo lo son— e incontrolablemente
expansivos. Se conducen como si sólo ellos importaran en el mundo, como si
tuvieran el derecho de hacer lo que se les antoje, como si los intentos de contro
larlos o privarlos de cualquier deseo inmediato fueran injusticias intolerables. Claro
está;, dichas actitudes son infantiles y poco realistas; y representan a la vez una
seria pérdida de la perspectiva social.
Lo que el paciente maniaco hpce es crearse una seudocomunidad muy,dife
rente dé las relaciones interpersonales reales que lo rodean. Al caer en delirios de
grandeza, organiza su experiencia, y su conducta en función de una seudocomu-
nidad en la qqe es un líder importante. Cuando ha logrado esto, da la impresión
de encontrarse muy alejado de la tristeza, del desánimo y del autodesprecio. En
otras palabras, dado que no puede enfrentarse a la ansiedad intolerable que siente,
niega la realidad externa.8 Niega, además, los,ataques de su superego, tanto a ni
vel primitivo como a niveles más duros.
Una de nuestras pacientes, Amy H., cayó en un ataque maniaco total a las
pocas horas de haber muerto su esposo, con quien había estado infelizmente ca
sada por veinte años. Para que no se confunda esto con un gozo, agreguemos que
esta paciente cayó en una depresión psicótica tras recobrarse de su ataque maniaco.
Otro paciente, un granjero soltero de veinticinco años, de quien su padre ha
bía abusado dándole demasiado trabajo, rompió a llorar en una ocasión en que el
padre lo criticó duramente. Intentó conseguir un rifle para matarse. Más tarde, ese
mismo día, se le vio excitado, sollozante y aflijido por no haber logrado cumplir
con su trabajo. Al día siguiente sufrió un ataque maniaco total; se mostró suma
mente sobreactivo y excitado y habló de planes que eran delirantes y grandiosos.
En ambos casos había razones para suponer una actitud básicamente ambi
valente y un tanto infantil hácia una persona amada; y en ambos vemos una re
gresión avasalladora, que parece volver ineficaces la realidad externa y la función
crítica del superego. Ambos pacientes parecieron escapar de la depresión recu
rriendo d la negación una vez que cayeron en la regresión.9
En casos de inicio gradual, el páciente pasa por Una fase de tensión y ansiedad
preliminár más obvia. Se vuelve sobreactivo, inquieto, irritable, excitado y seguró
de sí mismo. Se muestra, cosa característica, intolerable á toda crítica ó limitación;
pero por lo general critica a los demás, es muy dominante, impaciente y franco'.
Fácilmente se enoja y combate cuando se interfiere con él e incluso cuando se le
llama la atención. Se rebela abiertamente; pero, al mismo tiempo, regresa a un
punto en el cual ya no puede tomar en cuanta las consecuencias de lo que hace y
dé lo que dice, ni tampoco puede éjercer un escrutinio y un control sbbre sí mis
mo normales. Puede manifestar un incremento notable de la iniciativa y, al mis
mo tiempo, una carencia elemental de juicio maduro. Un paciente, cerca ya del
comienzo de un ataqué agudo que obligó a hospitalizarlo, trató de contratar una
flotilla de camiones para una grandiosa empresa comercial y, de hecho, contrató
a una orquesta famosa a nivel nacional y un salón de baile donde agasajar a sus
amigos, aunque no tenía dinero para pagar eso.
se exalta y se pone cada vez más agresivo. Al mismo tiempo, a diferencia del psi-
cótico paranoico o del depresivo psicótico, se vuelve sumamente distraído. Es
incapaz de dedicarse a una sola cosa por largo tiempo. Pasa rápidamente de una
cosa a otra, sin en realidad haber terminado nunca nada; o, si se dedica a una cosa
por un tiempo, trabaja en ella febrilmente y sin tomar en cuenta las consecuencias.
En ninguna otra actividad es la superficialidad y la inclinación a distraerse tan
obvia como en el fluir continuo de la plática maniaca, que, sin llegar a ser incohe
rente o grotesca, pasa sin pausa de un tema a otro ( cambio de ideas o cambio de
temas). Si la elación domina en el cuadro clínico, la plática está salpicada de cu
chufletas, retruécanos, rimas, respuestas ingeniosas y referencias personales, al
gunas de ellas vulgares e incluso obscenas.10 Si la autoafirmación agresiva domina,
la plática es menos ingeniosa y más violenta, pretenciosa y amenazante.
En casos extremos el paciente canta y grita hasta quedarse ronco, se adorna
mucho o se desnuda, hace ejercicios calisténicos, camina en círculos, hace burla
de los demás, hace piruetas y actúa como un tonto. Acaso no tenga tiempo ni
atención que dar a los hábitos cotidianos de comer, eliminar y descansar. A veces
no duerme sino media hora en un día. La experiencia clínica no apoya a la creen
cia general de que los maniacos generalmente tienen hambre y comen hasta sa
ciarse. A menos que se cuide mucho del paciente, pasará hambre y se deshidratará,
porque —como un niño sobreexcitado— no tendrá tiempo para comer y beber.
Durante los ataques de manía parece hacerse lenta la motilidad gastrointestinal.
A pesar de toda esa sobreáctividad y excitación, el paciente que sufre una manía
aguda no muestra el tipo de desintegración del ego manifestada por los esquizo
frénicos excitados.
10 K a ta n , M „ “ M an ía a n d th e p le a s u ie p rin c ip ie ” e n G re e n a c re , P. (d ir .), A f f e c t i v e
D isorders, N u e v a Y o r k , In te in a t. U n iv . Press, 1 9 5 3 , págs., 1 4 0 -2 0 7 :
550 CAP. 16. M A N I A V CI CL O S M A N I A C O - D E P R E S I V O S
Discusión del caso: Al igual que en el caso de Constance Q., la mujer agitada
deprimida, tenemos aquí úna persona qúe se enfrenta a una desilusión relaciona
da con una persona ante quien se tienen sentimientos ambivalentes y de la que se
reciben críticas duras. Sin embargo, el resultado no es una depresión nítida, sino
una excitación maniaca nítida. Desde luego, Arnold pudo haberse considerado
un fracasado sin remedio, un hombre ajeno al éxito, sin suerte y sin amor. Inclu
so pasó por un periodo inicial de preocupación, tal y como ocurrió a Constance. Y
entonces, por alguna razón, sobrevino una negación total de esa frustración
intolerable, un periodo de autoafirmaqión, presunción y agresión decididamente
poco real.
Mediante sus delirios expansivos y grandiosos, Arnold reconstruyó su mun
do,11 creándose una seudocomutiidad ante la cual aparecía como un. rico mani
rroto. En sus alardees, sus promesas y su amor se comportaba como un niño
irresponsable. Al mismo tiempo se identificaba, también de modo infantil, con
su manirroto padre, quien tenía una riqueza inmensa. Gastaba el dinero en
caballos y en carreras de caballos; y más iba a gastar en amigos, pacientes,
enfermeras y hospitales. Nunca llegó a mencionar a su esposa y a sus hijos. Se
diría que se creía joven de nuevo y libre de casarse con su enfermera.
En el cuadro participaron también la hostilidad y la venganza. La ruidosa
conducta de bravucón que Arnold manifestaba en el pabellón era tan agresiva
i- - , i_ i--- .l
L/umu idú íiióiótcmcó uciiidiiudd ngt/iiao
C\
vunotauov y . U U lU lib V OO U V pA VUtOXX.
Arnold le hablaba con crueldad a los pacientes. Hizo que el padre pagara cara
mente el periodo de enfermedad y, además, llegó a comentar esto. Al final, la
enfermera le permitió tener la ayuda del padre, que tanto necesitaba.
Stella S., una casada de treinta y cuatro años que no tenía hijos, había
vivido diez años de su vida matrimonial en casa de sus suegros, a pesar de haber
estado insistiendo en tener hogar propio. Trabajó tres meses en un centro de
veraneo, al norte de Michigan, a donde fue tras decirle al esposo que lo aban
donaría si no era capaz de proporcionarle casa aparte. Dos meses antes de volver
a Michigan, un pariente que fue a visitarla la encontró abatida, irritada y llorosa,
porque el esposo nada había hecho por conseguir casa. El día anterior a su
partida se sintió herida y humillada porque el esposo no vino a buscarla, como
había prometido. Llegó a casa al día siguiente, sola, y enseguida fue al trabajo
del esposo, lo besó y lo regañó por haberla desatendido. Esto ocurrió una semana
antes de que la admitieran en una clínica.
Durante los cinco días siguientes Stella se mostró poco comunicativa y
poco amigable con el esposo y la familia de éste. Pasaba fuera de casa gran parte
del tiempo, pues estaba ayudando a su logia a preparar una próxima festividad de
la ciudad. Incluso en casa parecía ahsorta memorizando la parte que iba a to
carle en las festividades. Dos días antes de que la llevaran a la clínica, Stella
apareció de súbito en la logia del esposo, para ver si realmente estaba allí, ál
descubrirlo allí, simplemente se fue, sonriendo. A l parecer, tal visita fue el
comienzo de sü excitación.
Al salir de la logia del esposo, Stella no fue a casa, sino a un hotel cercano,
donde hizo que el propietario jugara cartas con ella hasta la medianoche. Luego
insistió en que éste y un huésped la llevaran en Coche por el pueblo, buscando al
esposo. Reía y cantaba según atravesaban las calles en mitad de la noche.
Alrededor de la una de la mañana Stella llegó a casa. Su esposo estaba ya
en cama. La mujer se desnudó, pero no pudo tranquilizarse. Se mostraba so-
breactivá y hablaba en exceso; saltaba de un tema a otro, recitaba el trozo
memorizado, cantaba, reía y componía rimas. A las dos y quince sonó la señal de
fuego y la paciente se lanzó, fuera de casa én pijamas,, zapatillas ¿y un abrigo. El
esposo la encontró en otro edificio, tras una puerta. Le tomó una hora hacerla
recesar a casa; a los pocos minutos había escapado de nuevo. Caminó por las
calles, riendo y cantando; robó un plátano de un camión y se sentó durante dos
horas, con el esposo, en la escalinata de un hotel. Finalmente, volvió a casa a las
seis de la mañana y se acostó, pero media hora más tarde estaba de pie otra vez.
La paciente pasó el día siguiente hablando, riendo y cantcurdo. Lanzó insul
tos contra el suegro, hizo escenas y una de las veces golpeó al esposo en la cara.
Decía a quienes la rodeaban: “ ¡Te dije que iba a pasar esto!” Al siguieiite día la
llevaron a la ciudad, en donde estuvo, en compañía del esposo, en casa de unos
amigos. Cuando iban en el auto, amenazó, en juego, con saltar de éste. Pasó toda
la noche limpiando la casa cbn un mechudo, hablando, cantando y rezando. A la
mañana siguiente la llevaron a un hospital.
En el hospital Stella se condujo de modo muy parecido. No se mostró ni
desorientada, ni intoxicada, ni desorganizada. No había prueba alguna de enfer
medad física. Cuando, al día siguiente, el esposo la dejó, para volver a casa, Stella
se mostró agitada y lloró por un breve lapso. Luego olvidó aquello y volvió a su
conducta anterior, de sobreactividad ,y exceso de habla. La muestra dé cómo ha
blaba que a continuación damos permitirá ver sus cambios de ideas, sus risas, sus
retruécanos y la facilidad con que se distraía:
552 C AP. 16. M A N Í A Y C i C L O S M A N I A C O - D E P R E S I V O S
A los cuatro días había caído de nuevo en la elación; reía y cantaba, hacía rimas,
inventaba retruécanos, juraba y aseguraba que se divorciaría del esposo. A todo
mundo le hablaba de su deseo de tener niños. A partir de aquí su recuperación
fue lenta. Hubo lapsos de irritabilidad, de resentimiento, de llanto furioso y de
tristeza. A los cuatro meses después de su admisión se le dio de alta por consi
derarla curada.
12 Cameron N., “ Functional psychoses’’ en Hunt, J. McV. (dir.) Perso nality and the
Behavior Disorders, Nueva York, Ronald, 1944, págs. 861-921.
13 Lewin, B. D., The Psychoamlysis o f Elation, Nueva York, Norton, 1950.
14 Lewin, B. D., “ Some psychoanalytic ideas applied to elation and dépréssion” ,
Amer. J. Psychiatr., 1959, 116, 38-43; Schwartz, D. A., “ Some suggestions for a unitary
formulation o f thè manie-depressive reactions” , Psychiatry, 1961, 24, 238-245; Gibson,
R. W., Cohen, M. B. y Cohen, R. A., “ On thè dynamics o f thè manie-depressive persona-
lity” , Amer. J. Psychiat., 1959.115, 1101-1107.
554 C AP. 16. M A N Í A Y C I C L O S M A N I A C O - D E P R E S I V O S
una regresión oral profunda15 y ambos son incapaces de utilizar las relaciones
con la realidad externa, debido a defectos del superego y del ego. Pasemos ahora
a los aspectos dinámicos de la manía.
Regresión defectuosa
Negación
17 Katan, M-, "Manía and the Pleasure Principie" en Greenacre,P, (dir JAffective Disor-
dérs, Nueva York, Internar. Univ. Press, 1953, págs. 140-207. . . , , .
18 Lewin B. D., “ Sleep, nareissistic neurosis and the analytie situation , Psychoanal.
Quart., 1954, 23, 487-510.
556 CAP. 16. M A N I A Y CI CL O S M A N I A C O - D E P R E S I V O S
con sus quejas. Stella S. negaba también su difícil situación, así como sus pobres
perspectivas, cuando cantaba y reía, inventaba retruécanos, hacía rimas y gritaba.
Sin embargo, de vez en cuando la negación le fallaba y reaccionaba de un modo
muy realista con ansiedad y miedo e incluso, por breves lapsos, con llanto.
Formación de reacción
Identificación
U
R e su m e n s o b re la p s ic o d in à m ic a e n las reaccio n es m an iacas
Los ataques maniacos parecen ser un método sustituto para resolver proble
mas que amenazan con precipitar una depresión psicòtica. En las manías el con
tenido latente es sumamente depresivo y el manifiesto, superficialmente jugue
tón, jactancioso, agresivo e hiperactivo. La personalidad general del maniaco es
patológicamente dependiente en lo oral, al igual que la del depresivo; y la regre
sión maniaca, al igual que la del psicòticamente depresivo, incapacita al paciente
para manejar la realidad externa de modo adulto y eficaz. La frustración adulta
parece provocar también frustraciones orales regresivamente profundas, perte
necientes a la infancia.
La manía comienza a menudo, tal vez siempre, con una preocupación; pero
pronto se convierte en una hiperactividad obviamente notoria. Aunque numero
sas, las relaciones de objeto son pasajeras, superficiales, ineficaces y poco satis
factorias. Por tal razón el hambre que el maniaco tiene de objetos nunca encuen
tra satisfacción en el medio circundante adulto, pues se trata de un hambre que
busca una satisfacción oral.
Como en lás personas maniacás la represión es sumamente defectuosa, el
material inconsciente amenaza' don irrumpir y contaminar ias organizaciones
conscientes y preeonscientes. En el ataque maniaco tal amenaza se vuelve reali
dad. En los síntomas dé la manía manifiesta aparece material de las fantasías
primitivas y dél proceso primario. La negación, reforzada por la formación dé
reacción, transforma lo que pudo haber sido una depresión en una elación que;
aunque superficialmente opuesta ala depresión, en realidad es “forzada” , y lleva
muchas señalés de depresión cerca de la superficie. Las identificaciones pueden
sobresalir, en especial si dan apoyo á la defensa o proporcionan salidas a la
agresión excesiva.
La organización regresiva del ego y el superego sigue siendo un problema sin
resolver. Suele compararse al ego con el ego de placet purificado) que supuesta*
mente existe muy a principios del desarrollo de éste. Incluye todo lo que consti
tuye un placer y rechaza el resto. De algún modo desconocido, en la manía se
suprimen las funciones críticas del superego, tal vez porque se amplía la nega
ción para que incluya la negación de esas funciones. El grado patológico de apro
bación de sí mismo, de jactancia, de afirmaciones de poder omnipotente, etc.,
21 Klein, M., “Mourning and its relation to manic-depressive states,” en Klein, M.,
Contributions to Psychoanalysis, Londres, Hogarth, 1948-
CICLOS M A N I A C O S - D E P R E S I V O S 559
indica que están al mando otros aspectos del superego: los del ideal de ego
sujeto a regresión. Esto indica una regresión muy profunda en lo que toca al
superego, ya que ese tipo de ideal de ego pertenece a una fase muy temprana del
desarrollo complaciente. Aunque las relaciones de objeto del ego son temporales,
fáciles e ineficaces, se encuentran lo suficientemente desarrolladas y sostenidas
para permitirnos pensar que, como un todo, el ego-superego no sufre una regre
sión tan profunda como podría indicar el ideal de ego.
CICLOS M ANIACO-DEPRESIVOS
Es relativamente raro que tras una reacción maniaca venga de inmediato una
reacción depresiva clínicamente reconocible; más raro es que una depresión
psicòtica caiga en una reacción maniaca total. Sin embargo, la costumbre es aquí,
como en cualquier otro sitio, una fuerza vigorosa. A pesar de la aparición y re
aparición clínica de los ataques maniacos, y sin más que un amago de lapsos
depresivos, en la clasificación oficial se sigue catalogando a la manía como sim
plemente una parte de las reacciones maniaco-depresivas, aunque ello da a las
depresiones psicóticas una posición aparte. En una revisión hecha de la literatura
existente hasta 195222 no había un capítulo dedicado a las reacciones maniacas;
en otra mucho anterior23, el 24 por ciento de los casos enumerados como “ciclo-
tímicos” consistía ante todo de aquellos cuyos ataques maniacos y depresivos
estaban separados por años de gozar de buena salud o separados por varios ata
ques recurrentes del primer tipo. Difícilmente podrán tomarse por “ciclos”
tales situaciones.
Sin duda la aceptación por más de 1600 años de que la manía y la depre
sión se encuentran íntimamente relacionadas mucho tiene que ver con tal cos
tumbre, en especial tras de que Bonet informó de un caso en que un estado venía
de inmediato después del Otro, caso al que llamó folie maniaco-mélancolique.24
Además, es cierto que tras una depresión psicòtica puede haber huellas de eufo
ria durante unos días o unas semanas y que tras un ataque maniaco o antes de él
tendremos tristeza o preocupación. Hemos visto, en especial en el caso de Stella
S., cambios súbitos de una elación bulliciosa a breves lapsos de ansiedad, miedo y
amarga infelicidad, y un regreso al primer estado. La similitud de los factores
precipitantes ^la muerte puede provocar un ataque maniaco en lugar de la depre
sión esperada—, la ambivalencia vista en ambas y el periodo preliminar de tensión
y ansiedad común en estos casos subrayan la íntima relación que hay entre exci
taciones maniacas y depresiones psicóticas.
Tal vez con base en la hipótesis de Kra pelin —que tanto la manía como la
depresión eran enfermedades endógenas, más o menos libres de las situaciones
cotidianas y de los factores externos—, se ha dado por hecho duránte largo tiem
22 Bellak, L., M anie-D epressive Psychasis and A llied Conditions, Nueva York, Gruiré
& Stratton, 1952.
23 Rennie, T., “Prognosis in manie-depressive psychoses” , Amen J. Psychiat., 194?,
98, 801-814. ' ; '
24 Cameron, N., “ The functional psychoses” en J. McV. Hunt (dir.), Personality and
the Behavior Disorders, Nueva York, Ronald, 1944, pág, 861-921; Schwartz, D. A., “ Some
suggestions for a unitary formulation o f thè manie-depressive reactiòns” , Psychiatry, 19 6 1,
24, 238-245; Gibson, R. W., Cohen, M. B. y Cohen, R. A., “On thè dynamics o f thè manie
depressive personality” , A m e r. J. Psychiat., 1959,1 1 5 , 1101-1107,
560 C A P . 16. M A N Í A Y C IC L O S M A N I A C O - D E P R E S I V O S
is Cameron, N., “The place of mania among the depressions from a biological stand-
point”,/. Psychol., 1942, 14, 181-195.
2.6 Arieti, S., “ Mani c-de pressi ve psychosis” en Arieti, S. (dir.), A m erican H a n d b o o k o f
Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 419-454.
CICLOS M A N I A C O S - D E P R E S I V O S 561
niacos, negaba los ataques críticos del superego. Sin em bargo , al ir desaparecien
te el prim ero de éstos, apareció la depresión básica, q ue la hundió en un duelo
patológico. Tras éste vino otro ataque m aniaco, q ue tuvo más éxito que el p ri
mero, pues a continuación no se presentó una depresión. D igam os de pasada
lu e los psiquiatras a cuyo cargo estuvo A m y durante sus dos prim eros ataques
maniacos, presenciaron claros episodios de llanto y desesperación, que a veces
>ólo duraban unos m inutos, pero que eran m u y im presionantes p or el n o table
contraste con la entonces predom inante alegría bulliciosa y seguridad en sí misma.
R e a ccio n e s
e sq u izo fré n ica s
1 Véase la revisión total que, en forma de libro, se ha dado de toda la bibliografía publi
cada de fy4ó a i95ó. En dicha estudian las referencias de acuerdo con el toma, de
modo que el lector pueda seguir cualquier línea que desee. Bellak, L. (dir.), Schizophrenia:
A R e v iew o f the Sym iróm e, Nueva York, Logos Press, 1958. La literatura reciente, cada vez
más abundante, aparece en Psychological Abstraéis, que bimestralmente publica la American
Psychological Association (director, C. T. Morgan). También,de Grinstein, puede recurrirse
a Grinstein, A., The In d ex o f Psychoanalytic Writings, Nueva York, Internat. Univ. Press,
vol. 6,iSubject Index, 1960.
562
REACCIONES ESQUIZOFRENICAS 563
como la vía fácil para llegar al inconsciente. Esto no quiere decir que ambos sean
iguales, aunque se haya afirmado tal cosa más de una vez en el pasado. A diferen
cia del soñador, el esquizofrénico está despierto y suele responder a su medio
circundante inmediato, por extrañas que puedan parecer sus respuestas. Si se
vive entre esquizofrénicos, después de que oscurece así como durante el día,
durante los periodos de tranquilidad y durante los de excitación, se tiene una
impresión muy diferente de la derivada de los informes indirectos y de los con
tactos formales ocasionales. Muchas de las descripciones clásicas hechas de la
esquizofrenia proceden de personas que derivaron su información, ante todo, de
sesiones y pruebas clínicas formales. Todas ellas suelen ser engañosas.
La esquizofrenia no sólo parece destinada a volverse la vía fácil para llegar
al inconsciente, a la naturaleza de los procesos primarios, sino la vía fácil para
obtener una información fundamental acerca de la infancia y de la primera niñez
normales. Muchas de las hipótesis más fructíferas respecto a las relaciones de
i objeto infantiles primeras y a las primeras diferenciaciones de ego, derivaron en
2 Cfr. Bychowski, G., Psychotherapy o f Psychosis, Nueva York, Grume & Stratton,
1952; Brody, E. B. y Redlich, F. C. (dirs.), Psychotherapy with Schizophrenics, Nueva York,
Internal. Univ. Press, 1952; Hill, L., Psychotherapeutic In tervention in Schizophrenia, Chi
cago, Univ. o f Chicago Press, 1955 ; Beliak, L. (dir.) Schizophrenia: A R e v iew o f the S yndro
me, Nueva York, Logos Press, 1958; Fromm-Reichmann, F., Psychoanalysis and Psychother
apy, Chicago, Univ. o f Chicago Press, 1959. Se presenta un estudio detallado de un ado
lescente situado en la frontera misma en Parker , B ., M y languaje is M e : Psychotherapy with
a D istu rbed Adolescen t. Nueva York, Basic Books, 1962.
3 Freeman, T., Cameron, J. L. y McGhie, A . , Chronic Schizophrenia , Nueva York, In-
ternat. Univ. Press, 1958; Topping, G. G. y O ’Connor, N., “The response o f chronic schizo
phrenics to incentives” , Brit. J. M e Psych ol., 1960,3 3 , 211-214.
564 CAP. 17. R E A C C I O N E S E S Q U I Z O F R E N I C A S
Mabel T., soltera de treinta años, era dueña y administradora de una tienda
de vestidos. Desde siempre hábía tenido un miedo terrible a los hospitales e in
cluso cambiaba de callé para evitar pasar frente a uno. Cuando un paciente o un
amigo iba al sanatorio,- a ella le era imposible visitarlo. Se limitaba a enviarle
flores y una disculpa.
Dos semanas antes de su súbita hospitalización, Mabel comenzó a sufrir
dolores abdominales y vómitos constantes. Su médico diagnosticó una apendici-
tis y recomendó una operación. Durante quince días Mabel rechazó la recomenT
dación i Sin embargo, una noche se sintió tan aterrada por uno de los ataques
sufridos, que permitió que la llevaran al hospital, donde casi de inmediato la
operaron. Cuando se le extrajo el apéndice, sólo se notó una inflamación crónica
y no hubo complicaciones en la recuperación.
Los cirujanos solicitaron asesoría psiquiátrica poco después de la operación
porque Mabel se comportaba extrañamente. Parecía encontrarse en un aturdi
miento. Hablaba vagamente de tener cáncer, de estar muriendo, de estar a punto
de dar a lüz y de estar viendo ángeles y flores. Cuando el psiquiatra la vio, Mabel
se encontraba en cama, casi inmóvil. La mayor parte del tiempo mantenía lóá
ojos cerrados y en blanco. Tenía los miembros fláccidos, movía los labios ocasio
nalmente y de vez en cuando le iluminaba el rostro una sonrisa serena.
Era difícil comunicarse con Mabel dado ese estado de semiestupor. Gran
parte del tiempo a nada respondida. Al hablar, lo hacía de forma fragmentada y
a menudo lo que decía no venía al caso. Hablaba cón lentitud e incoherentemen
te de ángeles y música, de “ el jardín” , de cáncer y de morir. Vanas veces diio
“las hermosas flores” . En otra ocasión comentó que pudo haber sido bautista o
haber ido a un jardín de hiñós metodista. (En realidad, su familia era católica
y la habían criado como católica.)
Tras haber hablado, miraba fijamente al cielo raso, con mirada tranquila y
sonrisa leve. Después, cerraba los ojos otra vez. Mabel estaba bien orientada, cosa
R EA CCI ONE S E S Q U I Z O F R E N I C A S 565
enorm em ente. A p o c o , dijo al m édico residente que sus m iedos de h aber revela
do su secreto cuando estaba bajo la anestesia h abían sido confirm ados. A q u e lla
noche o y ó en la radio noticias sobre sí e insistió en que los periódicos h abían
sacado un extra para contar la historia de su vida. Interpretó los llantos o íd o s en
el p abelló n com o señales de que los otros la sabían condenada. Se m ostró tem e
rosa, suspicaz y perpleja. D ijo : “ E sto y p o r lanzar m i últim o suspiro. R u ego que
se me envíe a casa, de m o d o que p u ed an llevarm e al cam posanto. . . Es dem asia
do tarde para pensar en n ad a.” M ás tarde: “ S u pon go que ahora sólo so y un
espíritu y estas enferm eras, ángeles que m e rodean . D em asiado bu en o para ser
verdad. Son reales. L o sé. M oriré y ustedes m e echarán a un h o rn o ” . N o es d ifícil
ver que esas experiencias, si bien delirantes, expresan m ucha más incertidum bre
acerca de la m uerte y de los ángeles q ue las anteriores.
A l día siguiente M a b e l pareció m u y m ejorada. D ijo : “ N o sé si to d o fu e una
pesadilla o alguna otra cosa” , lo q ue claram ente expresa la capacidad de tolerar
dudas. N o se presentaron y a episodios de m iedo y confusión. A las tres semanas
de la operación la dieron de alta; p o r considerarla clínicam ente bien. D e b id o al
m iedo que le ten ía a los hospitales, n o volvió para el chequeo. U n pariente, que
la veía a m en u d o, nos fu e in fo rm a n d o a lo largo de los dos años siguientes que
M abel p arecía haberse recup erado p o r co m p leto . A partir de a q u í, se p erd ió tod a
huella de la paciente.
Discusión del caso. Aunque poco sabemos acerca de la niñez de Mabel,
hemos elegido su caso como punto de partida porque en él parecen presentarse
factores precipitantes fáciles de comprender, así como una sintomatologia esqui
zofrénica clara y una recuperación sin complicaciones. Sigue existiendo hoy un
temor muy diseminado a los hospitales pese a que son más a menudo vía de recu
peración que de lo contrario. El miedo a descubrir secretos cuando se está anes
tesiado no es sólo una creencia muy diseminada, sino muy justificada. También
cabe tomar como una reacción normal la ansiedad sentida antes y después de una
operación, si bien no al extremo que Mabel la manifestó. De hecho, estudios
psicológicos cuidadosos de pacientes sujetos a operaciones quirúrgicas indican
que una ansiedad preoperativa moderada ayuda a preparar a la persona para el
inevitable choque fisiológico de la operación y sus consecuencias inmediatas.4
Las quejas de los pacientes de que no se les está prestando suficiente atención
después de là operación, suelen expresar simplemente necesidades de dependen
cia que la emergencia y la impotencia habían traído a la superficie.
Aún así, Mabel reaccionó al estrés con síntomas francamente psicóticos.
Sus delirios y sus alucinaciones no encajan dentro de los límites normales como
reacciones posoperatorias. Lo mismo ocurre con su tendencia a caer en estupo
res, injustificables desde un punto de vista fisiológico. En su conjunto, esos sínto
mas constituyen Uña reacción esquizofrénica. Mabel negó las realidades sencillas
de su situación, debido al miedo y a la regresión, y las reemplazó con experien
cias ajenas a las de una persona normal o neurótica cuando está despierta. Mabel
proyectó su miedo a morir como delirios de ya estar muerta o de verse deliberada^
mente asesinada. Proyectó su miedo de traicionar un secreto, en forma de delirios
y alucinaciones, de que todos lo conocieran ya y de que fueran a difundirlo al
público a través del radio y la prensa. También proyectó sus miedos y deseos de
muerte y resurrección en sus experiencias sobre ángeles que volaban por encima
de ella y en su idea de estarse elevando al cielo o en su imagen “del jardín” .
Pero, además, los proyectó en su creencia de estar muriendo, de que se le había
5 Pious llama nadir al punto más profundo d éla regresión [esquizofrénica.[Véase Pious,
W. L., “ A hypothesis about the nature o f schizophrenic behavior" en Burton, A. (dir.),
Psychotherapy o f the Psychoses, Nueva York, Basis Books, 1961, págs. 43-68.
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S E S Q U I Z O F R E N I C A S 569
V A R IE D A D E S D E L A S R E A C C IO N E S E S Q U IZ O F R É N IC A S
rabies, las tomó como variaciones de un deterioro anterior. Por consiguiente, les
aplicó a todas un término ya en uso: demencia precoz, para oponerlas a la de
mencia senil. Es decir, se consideró a la demencia precoz un tipo de demencia
que se presentaba en los jóvenes y antes de tiempo. De hecho, no es necesario
que esté presente la demencia.
Los tipos propuestos por Kraepelin han estado sujetos a crítica desde que
los formuló, pero hasta la fecha nadie ha propuesto un esquema mejor.7 En su
voluminosa y clásica monografía, Bleuler ayudó a que se eliminara el engañoso
término de demencia precoz, lo que fue un progreso, pues la enfermedad descrita
por Kraepelin no es necesariamente ni demencia ni precoz. Bleuler acuñó el
término esquizofrenia para hacer hincapié en la fragmentación que es evidente
incluso a nivel descriptivo. Además, reinterpretó ampliamente la sintomatologia
a partir de la psicodinàmica, ya que en aquellos tiempos estaba sujeto a la influen
cia de Freud y sus discípulos, como claramente lo indica en su prefacio.8 Sin
embargo, al final, —si bien expresó abiertamente su renuncia a hacerlo—, Bleuler
conservó los tipos kraepelinianos, pues no supo cómo mejorarlos.
Lo mismo nos ocurre hoy día. Nadie está satisfecho con los tipos kraepelia-
nianos, en parte porque son puramente descriptivos y en parte porque las perso
nas esquizofrénicas manifiestan demasiado a menudo síntomas que pertenecen
a más de un tipo —como en el caso de Mabel T., ya visto, y en otros que describi
remos posteriormente. No obstante, los síntomas de la esquizofrenia son tan
numerosos y complejos que necesitamos algún tipo.de subdivisión, para, simple
mente, tenerlos controlados y poderlos examinar.9 Seguiremos ateniéndonos,
pues, a los tipos kraepelinianos, que tienen la ventaja de haber sido establecidos
hace mucho tiempo, y a partir de los cuales hay un acuerdo. Veamos en qué
consisten.
T ip o sencillo
^ CdiuciOit, ti., “The functional psychoscs en ¡luíit, T. (dir.), Personality and thc
Behavior Disorders, Nueva Yórk, Ronald, 1944, págs. 861-921.
8 Bleuler, E.; Dementia Praecox o f the Group o f Schizophrenias (tiad. por J. Ziíi-
kin), Nueva york, Internat. Univ. Press, 1950.
9 El autor ha intentado subdividir las reacciones esquizofrénicas en agresivas, sumisas y
apartadas. Véase Cameron, N., The Psychology o f Behavior Disorders, Bostón, Houghton
Mifflin, 1947, págs. 468-484.
V A R I E D A D E S DE L A S R E A C C I O N E S E S Q U I Z O F R E N I C A S 571
alucinaciones, los que a menudo son intentos activos de recuperar y conservar las
relaciones de objeto perdidas.
Tras un avance constante del deterioro, tal vez la declinación cese en un nivel
de adaptación relativamente bajo. El paciente llevará entonces una vida ociosa,
improductiva y al parecer carente de significado. Si el nivel de adaptación es muy
bajo o la conducta del paciente demasiado impredecible, tal vez convenga la hos
pitalización permanente. De no requerirse tal, el paciente deambulará por la casa
o por el barrio como ocioso irresponsable o irá de un lugar a otro como un vaga
bundo. Algunos pacientes de este grupo logran realizar trabajos temporales, pero
generalmente muy por debajo del nivel al que su mente parecía pertenecer. Es
fácil diferenciarlos de los retardados mentales, cuando desean cooperar, porque
en las pruebas de inteligencia obtienen puntuaciones sorprendentemente buenas.
En pocas palabras, lo que parece simplemente un deterioro es, en realidad, algo
mucho más complicado. Una disminución general del nivel de adaptación no se
opone siempre a un nivel de creatividad elevado en algún campo especial, es de
cir, a veces una persona incapaz o desinteresada en mantener relaciones sociales
ordinarias manifiesta un talento excepcional en alguna labor artística propia.
T ip o h ebefrén ico
T ip o catatònico
T ip o p aran oico
esquizofrénico paranoico sufre una regresión más rápida y profunda que una
persona con reacción paranoica. Probablemente sus delirios resulten vagos, gro
tescos y poco convincentes, como veremos en los dos detallados casos clínicos
que vamos a presentar. La estructura varía completamente, desde ser una mera
sucesión de fragmentos desunidos hasta ser laberintos de lo más florido e imagi
nativo. Algunos están llenos de contradicciones, condensaciones y desplazamien
tos, así como de símbolos arcaicos de los que solemos encontrar en el sueño
ordinario. Son comunes los delirios de persecución, así como los de influencia y
de grandeza, acompañados por ideas de referencia. Se presentan mezclas de lo
mágico, lo místico, lo religioso y lo sexual, a menudo en muy extrañas combina
ciones. Los delirios somáticos generalmente son grotescos. En ocasiones se tienen
delirios muy vividos de catástrofes, destrucción del mundo, salvación y recons
trucción del mundo, etc.10 Dejaremos los detalles y los ejemplos para la siguiente
sección, cuando presentemos el material de los casos.
Casi siempre se presentan alucinaciones —y en mayor cantidad que en cual
quier otro de los síndromes importantes, excepción hecha de los estados de into
xicación e infecciosos. Las alucinaciones por lo general dan apoyo y enriquecen
las creencias tenidas durante los delirios. Las más comunes son las auditivas; des
pués, les siguen las visuales. Las alucinaciones olfativas, gustativas, de equilibrio
corporal y de la piel pueden aparecer, asimismo, como expresiones importantes
de la dinámica del paciente.
En la esquizofrenia paranoica es usual la participación de lo emocional, por
lo menos mientras la enfermedad está activa. El paciente acosado se muestra
aterrado, indignado, beligerante. Tal vez intente un desquite furioso o planee una
venganza inmisericorde por un supuesto daño recibido. Incluso cuándo el pacien
te responde con sumisión y obediencia, manifiesta adecuadamente sus emociones.
De igual manera, quienes sufren delirios de grandeza se comportan de acuerdo
con esto; aquéllos que sufren delirios de lealtad se muestran orgullosos y altivos;
el paciente transfigurado actúa tal y como se siente. Sin embargo, sigue siendo
cierto que los esquizofrénicos manifiestan más incongruencias que otros pacien
tes, aunque todavía no sabedlos por qué.
Es probable que el paciente se recupere de la esquizofrenia paranoica durante
el primero o los dos primeros años de psicosis franca. Tal recuperación no significa
que el paciente creará necesariamente una personalidad nueva. La meta de que el
paciente descompensado vuelva a tener un buen equilibrio, como antes de sufrir
el ataque psicòtico, es muy realista. A veces es posible protegerse de un segundo
ataque ayudando al paciente a comprender en cuáles aspectos es vulnerable, de
modo que intente evitar el tipo de situaciones que ayudaron a propiciar el primer
ataque. La experiencia de haber podido confiar en un terapeuta puede resultar
novedosa y vigorizante, a lo cual el paciente puede recurrir posteriormente, en
momentos de estrés.
Si el esquizofrénico paranòico no mejora, lo probable es que sufra una des
organización más seria. Los delirios se hacen cada vez más vagos e ininteligibles,
o bien se vuelven fijos y estereotipados. El paciente deja de tratar de éxplicárse-
T ip o esquizo-afectivo
IL U S T R A C IO N E S C L ÍN IC A S D E
R E A C C IO N E S E S Q U IZ O F R É N IC A S
U n a r e a c c ió n e s q u i z o f r é n i c a e n u n a c h ic a a d o l e s c e n t e
Joan R., una estudiante de preparatoria de Kansas City, fue admitida en una
clínica psiquiátrica tras un intento de suicidio por ingestión de yodo. Comenza
remos con su infancia. La muerte la había dejado sin dos importantes figuras
maternas: una, cuando Joan tenía dos años; y la otra, cuando tenía catorce. Se
trata de edades críticas en el desarrollo de la personalidad, pues en ellas la figura
materna tiene un papel muy importante. La madre de Joan estuvo enferma tiem
po antes de morir, de modo que la pequeña careció del apoyo de ego del que
debió haber dispuesto para estructurar su personalidad. A los catorce años, cuan
do los adolescentes normalmente viven en forma alterada los conflictos edípicos
de la primera niñez, muirió la madre adoptiva de Joan —y ésta quedó una vez más
sin ayuda ninguna para estructurar su personalidad adolescente. Para que las cosas
se complicaran aún más para Joan, la madre adoptiva era hermana de su padre,
una viuda dominante que tenía una hija propia. Será más sencillo si'presentamos
brevemente la vida de la paciente.
Como ya hemos dicho, Joan tenía dos años cuando murió su madre. La
hermana del padre vino de inmediato a la casa y ocupó el lugar de la madre de
Joan; con ella vino Peggy, su hija de ocho años. Pronto veremos cómo Joan trató
de repetir lo que su madre adoptiva había hecho en cuanto la muerte dejó vacan
te el puesto. La madre de Peggy era una mujer ansiosa y probablemente supersti
ciosa, que fomentaba en Joan el exceso de dependencia. A l parecer, las dos chicas
se odiaban.^ Al morir la madre de Peggy, Joan tenía catorce años y su prima era
una mujer de veinte. Formaban la familia Joan, Peggy y el padre de Joan, un
intelectual de escasos recursos psicológicos.
Para sorpresa de su padre, Joan no mostró tristeza cuando murió su madre
adoptiva. Antes bien, trató de inmediato de ocupar su lugar en la casa, tal y
como aquélla, lo había hecho al morir la madre de. Joan. Ésta se volvió segura de
sí misma, arrogante y exigente. Dijo que ahora el hogar le pertenecía y que
Peggy la iba a obedecer de allí en adelante. Los dos años siguientes el padre de
Joan trató sin éxito alguno de mantener la paz entre las dos chicas, que rivaliza
ban por dominar en la casa.
Sin figura materna y sin personalidad estable propia, Joan perdió pronto
el control. Por un tiempo siguió mostrándose afectuosa con el padre, pero a la
vez comportándose más como una esposa regañona que como una Hija adoles
cente. Joan abiertamente criticaba la apariencia de su padre, aunque hubiera
visitas. Exigía que el hombre le diera más atención y más dinero. Le recordaba
que su madre adoptiva, hermana de él, había tenido miedo de la casa y que a
menudo afirmaba que estaba maldita. Joan protestaba violentamente cuando su
padre salía de noche y dejaba la llave bajo el tapete de entrada, dohde cualquier
extraño podía encontrarla. Como veremos, Joan comenzaba a desarrollar miedos
delirantes respecto a esta situación nocturna. Hacia Peggy, su prima, Se mostró
inflexiblemente hostil. En una ocasión, durante una discusión surgida sobre quién
tenía derecho a usar la radio, Joan golpeó a Peggy tan duramente, que la herida
tardó dos semanas en sanar. Otras, pruebas dejan claro que los problemas emocio
nales de Joan, en los que nadie la ayudaba, estaban precipitando una desorgani
zación de la personalidad general.
Peggy se casó cuando Jean tenía dieciséis años. Así, su rival desapareció de
casa, Pero, a la vez, Joan quedó en un estado de caos emocional, sola con su
padre. Su actitud hacia éste cambió; abruptamente. Ya no aceptaba ni daba seña-:
les de afecto y el odio que había sentido hacia la prima ahora lo dirigía contira
el padre. Se conducía con él insolentemente, acusándolo de maltratarla, incluso
frente a visitas. Esas acusaciones, que dejaban totalmente perplejo al padre, eran
producto de experiencias delirantes que Joan tenía, experiencias en que los mié-
576 CAP. 17. R E A C C I O N E S E S Q U I Z O F R E N I C A S
dos y los deseos pertenecientes al proceso prim ario h ab ían escapado de la repre
sión y se m ezclaban a la organización preconsciente y consciente. Pro n to verem os
lo que eran. C uan d o Joan tenía sueños atem orizantes, hacía que el p adre viniera
a la cama de ella, tal y com o la tía lo h a b ía hecho en su tiem po, para luego v o l
verse contra él p o r tal acto y acusarlo de m altratarla. E l h o m b re se m ostraba
sum amente desconcertado p o r esas contradicciones y confusiones, sin saber qué
hacer al respecto. Pensaba que la chica saldría de to d o aquello. U n a noch e llegó
a casa tarde y encontró a la hija go lpeán d olo tod o con un bastón: m ataba ser
pientes, según le dijo. Joan solía m antener prendida su luz tod a la noch e, p o rq u e
tenía “ sueños aterrorizad ores” , probablem en te experiencias delirantes y aluci
naciones, más que sueños.
C o m o era de esperar, tras la m uerte de su tía, cuando Joan ten ía catorce
años, el rendim iento escolar de ésta fu e em p eoran do. Parecía abu rrida, irritada
e incapaz de atender. A los quince años y m edio necesitó un p ro feso r particular
para p o d e r continuar con sus estudios. C on el tiem po, ni esa ay u d a bastó. A los
dieciséis años expulsaron a Joan de la escuela y se le aconsejó al p adre que la
llevara con su psiquiatra. Este recom endó de inm ediato un tratam iento, p ero no
atendieron a su consejo y Joan, sim plem ente, se quedó en casa.11
Joan m ostró un deterioro consecuente en sus relaciones sociales. D e b id o a
los defectos de su personalidad y a que d epen d ía en exceso de su m adre adoptiva,
Joan no p u d o nunca lograr un nivel adecuado de habilidad social. C o n sus rab ie
tas y con sus exigencias asustaba y rechazaba a los niños del barrio. D e adoles
cente, estuvo dem asiado ocupada en la rivalidad con su prim a p o r dom in arla en
casa, en sus conflictos de E d ip o reavivados y en sus preocupaciones con sus ex p e
riencias aterrorizadoras para p o d e r relacionarse norm alm ente con personas dé
su edad, con las*chicas y los chicos que la rodeaban.
E l clím ax ocurrió cuando Joan tenía dieciséis años, u n año antes de que
viniera al hospital. Se com pró un vestido nuevo para un baile escolar, p ero cuan
do su acom pañante vino a recogerla, de principio se negó a verlo. Tras m uchos
convencim ientos, consistió en ir con él; a la m edia h o ra regresó a casa sin el chico;
T al vez descubrió que su padre le h a b ía conseguido un acom pañante, al notar que
nadie la h a b ía invitado al baile. D e cualquier m anera, se trató de su ú ltim o c o m
prom iso social. A raíz de qué Joan se retirara de la escuela, su padre p reparó
algunas reuniones, “ para que se pusiera bien ” ; más la chica se encerraba en su
cuarto hasta que los visitantes se hubieran id o . L o más que el padre p u d o hacer
fue contratar un a ama de llaves.
D u rante los meses transcurridos desde que dejó la escuela hasta que entró
al hospital, Joan vivió una pesadilla. T em ía dorm ir de noche, d ebid o a to d o lo
que p arecía estar pasando. E n el d ía vagaba p o r la casa, p reo cu pada, cansada y
siñ hacer prácticam ente nada. Su conducta se fue volviendo obviam ente extraña
y reflejaba la irrem ediable confusión de pensam iento de la m uchacha. P o r ejem
plo, el padre le dio cuarenta dólares para que se com prara ro p a y ella los gastó eh
cuentos que nunca leyó. En otra ocasión gastó doce dólares en cosm éticos, para
destruirlos todos a los pocos días. U n a m añana se levantó tem prano, reunió todas
las barajas existentes en la casa y las qu em ó , diciendo que eran pecam inosas.
C om en zó a hablar de religión, de la iglesia, del pecado, de la caridad y del más
allá. D io al ama de llaves cinco dólares, p orq u e tenía que ser caritativa p a la
“ llegar al cielo” .
Joan afirm aba que todos sus p roblem as ven ían de la m asturbación. A los
quince años llegó a la conclusión de que tal acto la estaba volviendo loca. T al
idea vino a aum entarle su y a intolerable culpa, ansiedad y confusión y co n tribu í
de una estatua. A continuación llevaron las bandejas con la com ida y un a en fer
mera experta com en zó a convencer a la chica de que com iera; lo hizo con to d a
gentileza y ella m ism a la alim entó. A l cabo de unos diez m inutos la chica se puso
de pie de súbito, se fro tó los ojos com o si acabara de despertar y com ió con los
demás, co m o si n ad a h u biera sucedido.
L a terapia n o tuvo éxito con Joan. D e noch e d o rm ía bien, sin ayuda de m e
dicam entos, a pesar de ocasionales sueños perturbadores. Pasaba gran parte del
día p erd id a en ensoñaciones. C ada vez era m enos com unicativa y su conversación
se volvió gradualm ente m ás desorganizada. C on frecuencia la observaban h a b lá n
dose excitadam ente. A veces sonreía y re ía c o m o si tuviera alucinaciones. Otras,
p o n ía la espalda contra un a pared y las m anos p o r encim a de la cabeza, sin dar
explicación algun a acerca de esta postura. E l padre decidió internarla en un h os
pital cercano a casa. Su prognosis de recuperación social era m uy pobre.
U n a r e a c c ió n e s q u i z o f r é n i c a e n u n s o l t e r o d e t r e i n t a a ñ o s
r:i con él. Ella aceptó, pero a condición de que Donald se separara de la madre.
Id decidió quedarse con ésta y renunciar a la chica. A los veintiocho años Donald
perdió su empleo y, debido a que no lograba obtener otro, comenzó a fabricar y
vender sillas de ruedas, pero con ello no pasaba de ganar doscientos dólares al
uño. Enfermó de gripa y, según afirmaba, se la contagió a la madre, quien murió
de súbito. Donald se levantó, enfermo, para encargarse de todo lo relacionado
con el entierro. Esto le recordó su creencia de que él había sido causa de la muer
te de su madre natural.
Cuando terminó todo, Donald vendió la casa y se fue a vivir con unos cono
cidos, seguía sintiéndose enfermo y triste. Durante la vida de su madre adoptiva
hizo pocos amigos íntimos y ahora su existencia era solitaria y vacía. Trató em
peñosamente de establecer relaciones afectuosas con sus hermanos y se compor
taba como si se hubieran criado juntos, pero ellos se mostraban fríos; y el que no
lo aceptaran lo hirió en sus sentimientos y lo dejó perplejo. Su único consuelo
era la amistad de una chica a quien había conocido por entonces. No se le declaró
sino tiempo después, pero lo hizo suponiendo de antemano que ella lo aceptaría.
Al año de haber muerto la madre adoptiva y ocho meses antes de que lo
admitieran en la clínica, Donald consiguió empleo en otra ciudad, como ayudan
te de mecánico. Trabajo allí con un grupo de hombres de buen corazón, pero
muy mundanos. Dada su torpeza y su inexperiencia social, Donald se volvió
pronto blanco de todos los chistes de sus compañeros. Un día confesó que nun
ca había tenido relaciones sexuales, y de allí en adelante lo llamaron virgen. Eñ
su presencia misma los otros comentaban y discutían su virginidad y todas sus
posibles consecuencias. Como las bromas al respecto solían involucrar referencias
ambiguas al sexo de la persona objeto de la burla, es sumamente probable que
estas burlas contribuyeran a la confusión que Donald sentía respecto a su identi
dad sexual, cosa que de inmediato quedó clara en cuanto se sintió enfermo.
La diversión de Donald era pasar los fines de semana en su ciudad natal,
donde visitaba a sus conocidos y salía con su chica. Durante la semana asistía
ocasionalmente a bailes públicos, en los que los organizadores llevaban a las
muchachas. Una noche se descubrió que tenía erosiones en el órgano genital;
había estado acariciándose en el baile con una chica. Pocos días después le apare
ció en el cuerpo una erosión y de inmediato Donald se lanzó a la conclusión de
que padecía sífilis, lo que tomó como un castigo por sus jugueteos sexuales. Pero
riada hizo al respecto, fuera de preocuparse.
Dos meses antes de que lo admitieran en la clínica, Donald comenzó a sufrir
dolores én la espalda tras de que lo cambiaran a un trabajo más duro. Por la mis
ma época su novia le dijo que estaba enamorada de otra persona y que él no le
interesába. Lös dolores empeoraron y, además, incluyeron ahora el abdomen y
las ingles. El miedo a la sífilis hizo que Donald buscara ayuda médica. En -el
transcurso del diagnóstico los médicos le hicieron una cistoseopia, que no sólo
resultó dolorosa, sino que le produjo parestesias genitales y, con ello, le incre
mentó una ansiedad —ya de por sí intensa.
Según Donald, los médicos le dijeron que padecía una infección renal;5le
dieron una medicina y agregaron que rio se preocupara, pues le habían limpiado
los riñories. Por desgracia, Donald creía en la superstición popular de que el me
terse con los riñones hacía cambiar el poder sexual de un hombre. Más tarde
informó: “ Todo comenzó después de que me limpiaron los riñones. . . Las medi
cinas me limpiaron por detrás y por delante y allí estaba prácticamente vacío.” ;,
Volvió al trabajo, “pero todo rile parecía Un sueño” . Veía borroso y tenía cons
tantemente manchas frente a los ojps. Regresó con el médico dos veces, “ para ver
qué estaba pasando” , pero lás medicinas que le recetaron lo dejaron más pertur
bado que nunca. Con esto como foco, Donald tuvo pronto delirios somáticos
extraños, algunos experimentados en sueños y otros mientras estaba despierto.
582 CAP. 17. R E A C C I O N E S E S Q U I Z O F R É N I C A S
la casa. Según inform es recibidos de dicho hospital un año más tarde, los in ten
tos de terapia no h a b ía n tenido fo rtu n a. D o n a ld se h a b ía vuelto m udo y se aparta
ba en sí m ism o. Pasaba el tiem po so lo , sentado y riendo bobam ente, obviam ente
preso de alucinaciones. E ra claro que estaba viviendo en un a com unidad autista,
es decir, en un m u n do privado llen o de cosas, personas y situaciones inventadas y
a un nivel de regresión m uy p ro fu n d a .19
Discusión. Hemos presentado este caso debido a los delirios somáticos fan
tásticos que en él hay y debido a los intentos frenéticos, pero ineficaces, que el
paciente hizo por establecer relaciones de objeto con otras personas tras morir
su madre adoptiva. Los síntomas son sumamente extraños; se ve en ellos que el
pensamiento ha sido invadido por interpretaciones concretas provenientes del
proceso primario. Al igual que en el caso de Joan R., el paciente era incapaz de
diferenciar claramente entre sueño, fantasía y hecho, una vez que se vio seria
mente perturbado. Cuando en una persona que no está intoxicada se presenta
este tipo de confusión, significa la presencia de defectos serios en la organización,
en la defensa y en la adaptación del ego. Indica que nunca estuvieron firmemente
establecidos los límites normales entre ego, id, superego, realidad somática y rea
lidad externa.
Si examinamos la niñez de Donald, veremos que le negaron las oportunida
des ordinarias de interactuar con otros niños o —ya que de esto hablamos— con
otras personas que no fueran su tiránica madre adoptiva y tal vez su padre adop
tivo, hasta que tuvo ocho años. Parece haber vivido casi toda su vida sujeto a una
persona que exigía obediencia y afecto, sin dar nada a cambio. Sus juegos se limi
taban a fantasías solitarias. Nada én su vida hace pensar que hubiera una indepen
dencia de acción o pensamiento normal.
Donald sufrió en su adolescencia tres enfermedades, en las que los síntomas
somáticos tenían un carácter extraño. Es posible que las superara porque podía
confiar en la fortaleza de su tiránica madre adoptiva. Durante su adolescencia
tuvo en el trasfondo una figura materna que le daba apoyo para el ego cuando
estaba a punto de “ deshacerse en pedaLZos” . Cuando enfermó seriamente, fue a
raíz de morir la madre adoptiva, trató en ese periodo de encontrar, donde fuerifi
alguien que lo salvara de desintegrarse.
No sabemos en qué parte de la niñez de Donald se originó su confusión res
pecto a la identidad sexual, un síntoma común entre los esquizofrénicos. Sabe-
UTOS CJIÍS las bromas de sus compañeros de trabajo, llenas de ambigüedad, parecen
haberla dejado claramente expresada en las extrañas quejas somáticas de Donald.20
Agréguese a todas las confusiones provocadoras de ansiedad que Donald tenía su
creencia de que había asesinado a su propia madre y a su madre adoptiva.
Con tres casos clínicos como apoyo, pasemos a resumir los principales sínto
mas esquizofrénicos, antes de atender a su dinámica.21
Con la presentación de los tres casos y con el examen de los cinco subtipos
de esquizofrenia, hemos descrito muchos síntomas, pero sin hallar la ocasión de
examinarlos organizadamente. Al presentar los cinco subtipos poco hicimos fue
ra de enumerar síntomas y decir que los tipos se traslapan. En la presentación de
los casos describimos cómo incluso los síntomas más extraños surgen de una
historia comprensible o, por lo menos, de una situación lógica. No obstante, la
sintomatología de las reacciones esquizofrénicas es mucho más rica de lo que nos
hacen ver las explicaciones dadas; es necesario descomponerlas en algunas de las
agrupaciones tradicionales de las funciones humanas, como son pensar, sentir y
actuar. Lo que haremos ahora será presentar brevemente los síntomas de la es
quizofrenia, de modo que el lector pueda retener una imagen organizada, útil
cuando pase más tarde a los antecedentes dinámicos y del desarrollo de las reac
ciones esquizofrénicas.22
Factores precipitantes
Si bien los factores precipitantes no son síntomas, suele ser necesario reco
nocerlos, para poder comprender el comienzo y el carácter de los síntomas. Esto
ocurrió en cada uno de nuestros casos presentados. Se ha dicho a menudo que
todo aquello que precipita una reacción neurótica puede precipitar una reacción
esquizofrénica en la persona cuya infancia y niñez la predispongan, cuando sufre
estrés, a una desintegración general del ego. Probablemente sea cierto. No obs
tante, al igual que otras personalidades prepsicóticas con defectos de ego funda
mentales, el preesquizofrénico parece en especial vulnerable a cinco situaciones:
1. Pérdida o amenaza de pérdida de una fuente de satisfacción importante; 2.
Pérdida o amenaza de pérdida de la seguridad básica; 3. Surgimiento de impulsos
eróticos u hostiles; 4. Súbito incremento de la sensación de culpa, sea consciente,
preconsciente o inconsciente, y 5. Reducción de la eficacia general de la adapta
ción o la defensa del ego.23
Mabel T., nuestro primer caso, sufrió una avasalladora regresión esquizofré
nica cuando se vio expuesta a una situación que la aterrorizaba. Perdió su segurir
dad básica, Tal vez el choque fisiológico de la intervención quirúrgica, para el
que no estaba preparada, redujo en Mabel la eficacia general de su adaptación y
defensa de ego. Sabemos que cuando las funciones cerebrales se ven disminuidas
por la embriaguez, una infección, fiebre o lesiones cerebrales, puede aparecer un
cuadro esquizofrénico.
Comienzo
Las explosiones de enojo, como las manifestadas por Joan R., no son raras
en las reacciones esquizofrénicas. Son menos comunes las fases de conducta fran
camente erótica, en las que el paciente, por lo general una mujer, se conduce
como si la amaran mucho, incluso los extraños.31
A este grupo de perturbaciones pertenecen las excitaciones catatónicas,
la mudez y la inmovilidad catatònica, todas ellas pruebas de un ego en desintegra
ción. Muchas de ellas tienen importancia simbólica, a la vez que como desinte
gración. Así, el paciente puede expresar los rasgos sobresalientes de una creencia
delirante en alguna perturbación de la motilidad, tal y como vimos que sucedía
en las reacciones de conversión sin delirios. Como resultado de su desintegración
del ego, algunos pacientes se vuelven impulsivos y difíciles de predecir y otros
pierden el control de esfínteres, como parte de su regresión.
En el pasado se dio mucha importancia en la esquizofrenia a la incongruen
cia emocional y al aplanamiento afectivo. Algunos escritores llegaron a afirmar
que era esencial para este desorden la existencia de un cisma entre las supuestas
facultades del intelecto y las emociones. De hecho, rara vez tenemos falta de
respuesta emocional al iniciarse la enfermedad. Ésta por lo general toma la for
ma de ansiedad32 que, tomando en cuenta la irrupción de material del proceso
primario, difícilmente puede ser considerada injustificada. Es cierto que los
pacientes esquizofrénicos a menudo hablan de algo terrible qüe les está sucedien
do o de algo terrible que idearon, planearon o hicieron, sin manifestar nada que
se aproximé a la participación emocional que espera una persona normal. No
tenemos una explicación completa respecto a este extraño vacío emocional,
pero !sí sabemos que en buen número de casos aparece ya tarde en la enfermedad
y qué por lo general viene tras Una fase de expresión emocional adecuada. :1-
‘ En los tres casos presentados en este capítulo el componente emocional
fue adecuado y pertinente en uh principiò. Mabel T. se sintió aterrorizada pór
algo que siempre la había atemorizado, y sus experiencias delirantes y alucina-
torias se mantenían al paso de ansiedades id en tifica bles que estaba sufriendo.
Joan R. estuvo atemorizada y enojada por áfios, antes de que finalmente s,e de
rrumbara e intentara suicidarse. Donald J., pese a su extrañamiento, se encontra
ba obviamente atemorizado por delirios somáticos hipocondriacos. La apatía
Como el hombre es, ante todo, un ser pensante, ha sido imposible evitar el
estudio de las reacciones esquizofrénicas sin incluir un examen de las perturba
ciones del pensamiento. Cuando veíamos la capacidad adaptativa del hombre,
su capacidad de verificar la realidad y su sentido de la realidad, estábamos pen
sando en procesos que, tanto en las personas normales como en las esquizofré
nicas, exigen pensar mucho. Desde luego, lo mismo ocurre cuando se estudian
los delirios y las alucinaciones. Incluso cuando se trataba de perturbaciones emo
cionales tuvimos que aceptar una distinción arbitraria, para pretender que los
aspectos emocionales de la actividad humana estaban separados del pensamien-:
to. En la vida real, como todos sabemos, ambos elementos son parte de una
actividad unitaria.
En esta sección nos dedicaremos específicamente al pensamiento en su
relación con el lenguaje^ relación que incluye funciones básicas tal p e p r w j v j Q l í
1 V Ü W A.
35 J. Piaget ha publicado más de una veintena de libros sobre sus estudios del ^pensa-
miento infantil. Casi de todos ellos hayy traducción al inglés. Véanse en especial TJrigins o f
Intelligence in Children (trad, por M. Cook), Nueva York, Internal. Univ. Press, 1952; Cons
truction o f Reality in the Child (trad, por M. Cóok), Nueva York, Basic Books, 1954; Play.
Dreams and Imitation in Childhood, (trad, por C. Gattegno y F. M. Hodgson), Nueva York,
Norton, 1951. ' :
r 36 En un artículo de título engañoso escrito por N. Cameron se incluye una compara
ción entre L lógici de los niños normales y la de lee adultos esquizofrénicos. Se trata de “ A
study in thinking in senile deterioration and schizophrenic disorganization” , Arner. J. Psy
chol., 1938, 51, 650-665.
37 Se presentan otros ejemplos cn Cameron. N., Reasoning, Regression and Communi
cation in Schizophrenics, Psychol. Monogr., 1938, núm. 221; Cameron,VN., “Experimental
analysis o f schizophrenia” en ICasanin, J. (dir.), Language and Thought in Schizophrenia,
Berkeley, Calif.. Univ. o f Calif. Press, 1944, págs. 50-64.
R ES UM EN SOBRE LOS S I N T O M A S 593
Una esquizofrénica se vio sujeta a demasiada presión por parte del terapeuta
para que le contara sus problemas. Tras cumplir con la petición, la paciente dijo:
“He hablado demasiado” y se quedó muda por casi todo un año. Otra paciente,
que había estado muda varios meses, despertó una noche y pidió ver a su tera
peuta.. Cuando éste llegó, conversó con él casi una hora. Sus acciones eran un
tanto vagas y a veces arrastraba las oraciones sin llegar a terminarlas, pero por lo
demás su plática fue normal y coherente. Habló como una persona que hubiera
estado en otro mundo y acabara de regresar —lo que, además, era una de sus
creencias , y preguntaba cosas acerca del hospital, de las enfermeras, de los
afanadores, de los otros pacientes y de su propia familia. Finalmente dijo que
deseaba volver a la cama. A la mañana siguiente estaba muda otra vez. Al mes
comenzó a hablar de día y, con el tiempo, se recuperó socialmente. Una tercera
paciente, muda incluso antes de su admisión en el sanatorio, recibió la visita
inesperada de unos parientes. De inmediato se levantó de su silla para saludar
los y comenzó a platicar con ellos libre y naturalmente. Cuando su terapeuta
apareció en escena, la paciente se quedó muda, pero volvió a hablar cuando él
se fue. En cuanto los visitantes partieron, volvió a su mudez. A los pocos meses
se recobró. Ninguno de estos pacientes mudos explicó su largo silencio. En cada
uno de ellos la razón pudo haber sido distinta.
6. Superinclusión en la esquizofrenia
nicos intentan interactuar con su medio circundante de acuerdo con sus propias
fantasías privadas.
Los siguientes enunciados, que se presentan al pie de la letra, ejemplifican
la confusión que puede traer una desorganización regresiva. Los hizo un paciente
que estaba realizando la tarea de clasificar bloques de colores de distinta forma
en un número específico de grupos. A lo largo de la tarea este joven esquizofré
nico se mostró formal y cooperador. Como veremos, manifestó una tendencia
irresistible a incluir en la tarea todo tipo de objetos realmente inoportunos: la
carpeta del escritorio, partes del cuarto, cosas que extraía de sus bolsillos, pro
blemas raciales, un hombre que estaba fuera del cuarto e incluso al experimenta
dor mismo. He aquí algunos de los comentarios de este paciente, en los que se
ve la desorganización producida por la superinclusión.
A N T E C E D E N T E S D IN Á M IC O S Y D E D E S A R R O L L O
deseos, conflictos y fantasías que pertenecen a las fases primeras del desarrollo
de la personalidad, fases en las que no existen relaciones de objeto genuinas. Tal
vez viva entonces en una especie de mundo de sueños en el que él mismo y los
objetos que lo rodean, incluyendo personas y cosas, parecen perder su identi
dad y mezclarse. Él mismo y los otros pueden sufrir modificaciones de objeto
a sujeto. Lo que está sucediendo fuera del paciente parece ocurrir dentro y lo
que está pasando en el pensamiento de una persona parece suceder fuera. Gran
parte de nosotros hemos experimentado este tipo de cambio caleidoscópico e
intrincado, en nuestros sueños manifiestos. En un momento dado estamos obser
vando algo que sucede; en otro, nosotros lo estamos haciendo o sufrimos que se
nos haga. En un momento dado se es el sujeto y en el otro, el objeto. En mu
chos pacientes esquizofrénicos la regresión alcanza tales niveles, comparables
por su confusión y sü profundidad a la agresión sufrida en sueños y a la priva
ción sensorial (aislamiento perceptual).43
Hemos dicho que los puntos de fijación a los que la regresión lleva a una per
sona en las reacciones esquizofrénicas se encuentran muy dispersos y son muy
profundos. Tal dispersión aumenta la confusión del paciente. El efecto de tal
situación es que él fluctúa de un nivel a otro, incluso en una sola hora. En un
momento dado la regresión lleva al paciente a un nivel donde se encuentra fuera
de contacto con las personas y las cosas; al siguiente, tal vez emerja de este mun
do sin objetos y recupere sus relaciones o fusiones a un nivel intermedio entre
el de un mundo sin objetos y un mundo totalmente separable de personas,
cosas y el yo.
Por lo común el proceso llamado verificación de la realidad nos ayuda a
establecer y a mantener una diferenciación entre una experiencia y una con
ducta orientadas a las fantasías y otras orientadas a la realidad. Ayuda el diferen
ciar entre lo que de fuera se aporta a lá percepción y a la cognición, y lo que á
ellas contribuyen la necesidad, el deseo, la fantasía o la pulsión emocional inter
nos. Bien sabemos que tales dístincidnes rara vez son absolutas, incluso en la
persona más normal. Siempre se tiene la contribución de un deseo o un miedo,
una fantasía o una pulsión emocional internos que modifique a la percepción y
a la cognición realistas. Además, la realidad externa está modificando siempre
nuestras fantasías privadas, incluso en nuestro sueño nocturno.
N o obstante las distinciones que1solemos llevar a cabo son suficientemente
completas para la tarea práctica de enfrentarnos de manera realista a nuestro
ambiente externo y socialmente;organizado y para la actividad placentera o pro
vocadora dé "ánsiédad de fingir,- crear historias o soñar despierto. Tal vez nos
dediquemos de todo corazón a fantasías de fingimiento o a un juego, incluso al
punto de sentirnos parte de ellos; pero eso no nos impide pasar a la realidad du
rante el intermedio y cuando caiga el telón. Gran parte del goce emocional —el
calor, la profundidad y la devoción .de la vida es posible debido a nuestra habi
lidad para mezclar la fantasía con la realidad cuando así lo deseamos y para em
plear los procesos primarios para ayudar al yo maduro.
I n t e n t o s p o r v o l v e r a e s t a b le c e r lo s c o n t a c t o s c o n la r e a lid a d ;
45 E n la s e c c ió n “ 1. A lt e r a c i o n e s e n r e la c ió n c o n la r e a l i d a d ” , d e este c a p ítu lo ^
600 CAP. 17. R E A C C I O N E S E S Q U I Z O F R E N I C A S
ñas reales y, en parte, a personas imaginarias.46 Por ejemplo, Joan R. atribuía sus
miedos y fantasías a actividades de personas reales, como su padre, así como a
“mentes dominadoras” . La supuesta comunidad de conspiradores que surge de
esa negación y de esa proyección -en presencia de una realidad externa todavía
eficaz— es una forma de seudocomunidad.
Debido a que en la esquizofrenia la represión es mayor, y como los pacientes
esquizofrénicos tienden a fluctuar de un nivel de fijación a otro, sus delirios por
lo general se encuentran menos organizados y son menos realistas que los delirios
de los pacientes paranoicos. Esa penetración relativamente mayor llevada a cabo
por los productos del proceso primario dan a las reconstrucciones delirantes de
los esquizofrénicos cierta vaguedad, aportan componentes extraños y a menudo
contradictorios, y suelen hacerlos incomunicables.
A veces, sin razón aparente, desaparecen de súbito los delirios y las alucina
ciones esquizofrénicas floridas. De alguna manera, el paciente se las ha arreglado
para volver a establecer de súbito una represión eficaz, cerrar la escotilla y una
vez más “ contener” sus actividades arcaicas inconscientes. Incluso aquellos de
nosotros que hemos presenciado un cambio tan extraordinario no hemos podido
comprender cómo se logró. Por lo visto, ni el paciente lo comprende o, por lo
menos, no siente inclinación a comentarlo. Tenemos que recordar que la repre
sión es en sí una defensa inconsciente que funciona sin que la persona se dé
cuenta de ella.
Las alucinaciones son más misteriosas que los delirios, tal vez porque se pre
sentan durante ías regresiones profundas. Los pacientes deseosos y dispuestos a
comunicarse mientras .están teniendo alucinaciones afirman que éstas son tan vi
vidas y reales como cualquier percepción de una realidad socialmente compartida.
A menudo expresan francamente que la única manera de diferenciar entre las dos
es que el terapeuta les diga la verdad acerca de lo que él percibe o no está perci
biendo. Sabemos hoy día —de experimentos con la privación sensorial, con las
drogas alucinantes y las perturbaciones metabólicas— que las alucinaciones aun
que difíciles de explicar, se encuentran al alcance de casi cualquier persona.47
Represión defectuosa
48 M. K a t a n c o n s id e ra a la s a lu c in a c io n e s d e fe n s a s c o n t r a lo s d e lirio s . V é a s e The
n o n - p s y c h o t i c p a r í o f th e p e r s o n a lit y in s c h iz o p h f e n i a ” , Internat. J. Psychoanal., 1 9 5 4 , 35,
1 1 9 -1 2 8 .
602 CAP. 17. R E A C C I O N E S E S Q U I Z O F R E N I C A S
labras, las personas en especial vulnerables a las reacciones esquizofrénicas son per
sonas que nunca tuvieron la oportunidad de establecer su confianza básica; 49 no
importa si esto es “culpa” de la madre o del infante en sí. Dados nuestros propó
sitos, basta reconocer que el adulto caído en la esquizofrenia tiene dichas expe
riencias como antecedente.
Damos por hecho, comodo hicimos respecto a las reacciones paranoicas, que
la persona vulnerable a la regresión esquizofrénica estuvo expuesta a una tensión
y una ansiedad excesivas antes de que la represión hubiera madurado como
defensa del ego. La madre o la figura materna de tal persona no tuvo éxito en
proporcionarle un ego sustituto en un momento en que el ego de dicha persona
estaba mal diferenciado. Esto explica el desarrollo excesivo de la negación y la pro
yección que regularmente se ve en las reacciones esquizofrénicas. Como hemos
visto, ese desarrollo excesivo ocurrido a principios de la vida interfiere con el de
sarrollo normal de una organización defensiva en la cual una barrera represiva
fuerte es la piedra angular.
Sin embargo, en las reacciones esquizofrénicas también tenemos algunas de
las formas más primitivas de identificación, introyección e incorporación. No se
trata de una mera teoría. Los pacientes mismos, sin presciencia, se quejan de sus
fantasías arcaicas de incorporación. Joan R. de ninguna manera es singular por
sus experiencias de masticar y tragarse a la gente. Tales fantasías, sin duda deri
vadas de experiencias de crianza y de comentarios comunes entre los adultos, co
mo: “ ¡Te comería de lo rico que estás!” , aparecen en un buen porcentaje de
las experiencias esquizofrénicas. Podemos aceptarlas como pruebas de fijación
en fases iniciales, cuando la identificación seguía equivaliendo a incorporar a una
persona mediante la boca. Aquí, al igual que en la depresión psicòtica, hay prue
bas de que fue necesario recurrir a la introyección demasiado a menudo y en
exceso, antes de que la represión hubiera madurado y mientras se seguía tomando
o experimentando a la introyección como una incorporación. Ese empleo tem
prano y excesivo de la introyección (y de la identificación arcaica)-interferiría
con el crecimiento de ún sistema defensivo normal, en el que la represión madura
habría Sido la clave.
Al estudiar las reacciones paranoicas indicamos ya que las defensas represivas
maduras son las responsables directas de que se mantenga una barrera fun
cional, que separa los procesos inconscientes de las organizaciones preconscientes
y conscientes. El que los esquizofrénicos adultos no logren desarrollar defensas
represivas adecuadas durante la primera parte de su niñez los deja susceptibles
a las invasiones provenientes del material del proceso primàrio, de las fantasías
inconscientes, etc. Por consiguiente, presentan defectos en su subordinación de
las pulsiones y las necesidades primitivas a las demandas hechas por la realidad
social. Están sujetos a las interferencias, con intentos de pensamiento lógico rea
lista. Toleran menos la ambigüedad que las personas normales, porque son
incapaces de controlar y canalizar sus pulsiones emocionales. Tienen serias difi
cultades en desarrollar una conducta del papel recíproca y en estructurar un yp
coherente que resista las intromisiones de la realidad externa.
49 D e c im o s en especial vulnerable p o r q u e p r u e b a s re c ie n te s o b t e n id a s en e x p e r im e n t o s
d e p riv a c ió n se n so ria l y c o n d r o g a s a lu c in ó g e n a s in d ic a n q u e p a r a t o d a p e r s o n a esta d e n t r o
d e n t r o d e l c a m p o d e lo posible e l s u frir u n a d e s in te g ra c ió n t ip o e s q u iz o fr é n ic a . V é a s e , p o r
e je m p lo , S o lo in o n , P. et al. (d i r s .), Sensory Deprivation, C a m b r id g e , M a ss., H a r v a r d U n iv .
Press, 1961.
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 603
Negación y proyección
. 50 V é a s e e l e s t u d io d e la n e g a c ió n h e c h o p o r L e w i n , B . e n Th e Psychoanalysis o f Ela-
tion, N u e v a Y o r k , N o r t o n , 1 9 5 0 ; J a c ó b s o n , E . , “ D e n ia l a n d r e p r e s s io n ” , J. Atner, Psychoa-
nal. Ass., 1 9 5 7 . 5, 6 1 -9 2 . L o s i n f a n t e s y lo s n iñ o s n o r m a le s n ie g a n a b ie r t a m e n t e la e x is te n c ia
d e r e a lid a d e s e x t e r n a s q u e lo s a t e m o r iz a n . P o r e je m p l o , u n n in o a l q u e se in t r o d u c e en u n
c u a r t o ll e n o d e e x t r a ñ o s p u e d e m ir a r a l fr e n t e , c o m o si n a d ie e s t u v ie ra en el r e c in to . U n
n iñ o d e m a y o r e d a d c ie rra lo s o jo s o d ic e c la r a m e n t e q u e ese a lg o a t e m o r iz a n t e n o e x is te .
604 C AP. 17. R E A C C I O N E S E S Q U I Z O F R E N I C A S
Vale la pena repetir en este momento, ya que tan a menudo se pasa por
alto, que los delirios y las alucinaciones no son únicamente síntomas de una pro
funda regresión patológica, y por lo mismo señales de enfermedad, sino intentos
que hace el paciente por comprender lo que está sucediendo y, dado eso, señales
de recuperación. Tal vez no se logre la recuperación, porque el paciente no pueda
reprimir otra vez el material del proceso primario y sus fantasías inconscientes.
Pero los delirios y las alucinaciones son intentos de reconstruir la realidad externa
de tal modo que incluya las partes de la realidad interna a las que es necesario
enfrentarse de alguna manera, pues han escapado de la represión.
En algunos pacientes esquizofrénicos la regresión reaviva situaciones en las
que, virtualmente, no hay límites del ego o del yo. Cuando tal ocurre, la proyec
ción resulta un proceso muy primitivo y los delirios y las alucinaciones que se
desarrollan sólo consiguen confundir la realidad externa con la interna, de modo
muy parecido a como ocurre en los sueños manifiestos. Las cosas y los sucesos
que debieran ser experimentados como internos parecen externos, o fluctúan
entre parecer internos y parecer externos. Al mismo tiempo, debido a los límites
fluctuantes y permeables, ciertas partes del mundo externo parecen internas y
ciertas partes del yo parecen externas de éste. Es probable que en aquellos pacientes
con una regresión profunda, y que no mejoran, los representantes del yo y del
mundo externo, incluyendo las partes somáticas, naden en un mundo de sueños
casi indiferenciado y sin objetos.
Ihtroyección e identificación
de otra persona, pero no por jugar o por ambición, sino simplemente para incre
mentar el autocontrol o para tener dentro de sí los poderes que en la otra persona
supone. Se trata de una variedad de magia por afinidad. Un paciente se puede
identificar con otra persona pensando que se está fusionando con ella, 51 lo que
probablemente constituye un regreso a la identificación primaria, es decir, a fases
de desarrollo infantil en las que las imágenes del yo y las imágenes del objeto ca
recían de límites claros y se mezclaban entre sí, se separaban y se volvían a mez
clar. Una vez más, se trataba de algo que todos experimentamos en los sueños.
Experimentarlo mientras se está despierto debe causar tanta confusión como el
delirio.
Otras defensas
51 V c a s e el c a so p r e s e n t a d o en J a c o b s o n , E ., “ C o n t r ib u t i o n t o th e m e t a p s y c h o lo g y o f
p s y c h o t ic i d e n t i f ic a t i o n ” , J. A m e r. Psychoanal. Ass., 1 9 5 4 , 2 , 2 3 9 - 2 6 2 .
606
5 2 p o r esquizofrenia activa q u e r e m o s d e c ir s im p le m e n t e r e a c c io n e s e n la s q u e e l p a
c ie n te in t e n ta a c tiv a m e n te e n c o n tr a r u n a s o lu c ió n , sin re n d irs e y sin c a e r e n u n a is la m ie n t o
p e rs is te n te .
5 3 M o r ia r t y , D . M ., “ O b s e r v a t io n s o f t h é s u p e r e g o in a s c h iz o p h r e n ic p a t ie n t ” , Psych o
analysis & Psvchoanal. R ev., 1 9 6 1 . 48. 3 -1 8 .
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 607
capié en las dos. Finalmente, tenemos las investigaciones de Federn, con las que
está abriendo brecha, en las que se subraya la importancia de los límites del ego
y del sentimiento de ego en los esquizofrénicos. 54
No intentaremos aquí presentar toda la literatura sobre la esquizofrenia. La
simple lista de lo aparecido entre 1946 y 1956 cubre más de mil páginas e incluye
unas 4 000 referencias.55 No hay señal ninguna de que vaya disminuyendo la tasa
de publicaciones sobre el tema.
R e a c c io n e s
p sicó tica s in vo lu tivas
¿Qué quiere decirse por reacción psicòtica involutiva^ Lo único que significa
esta designación es que, si una de las reacciones psicóticas descritas ya en los
capítulos anteriores aparece por primera vez a medio camino o al final de la vida
del paciente, se puede llamar involutiva. En esa fase de la vida la psicosis será con
toda probabilidad depresiva o paranoica. Ocasionalmente tendrá carácter maniaco,
y muy de vez en cuando, esquizofrénico.
Este grupo, de reacciones psicóticas involutivas, tiene poco valor práctico,
ya que la edad adulta y la avanzada se encuentran entre los periodos en los que
es más fácil la presencia de reacciones depresivas y paranoicas, y carece de valor
para la psicodinàmica. Es muy difícil que permanezca en la clasificación existen
te una vez realizada la próxima revisión, pero como sigue presente, bien podemos
usarlo. Por úna parte, daremos una breve historia de este concepto, lo que permi
tirá Ver por qué ha sobrevivido; por otra, aprovecharemos la oportunidad para
subrayar algunas de las dificultades que acosan a hombres y mujeres cuando llegan
a la edad madura.
' El concepto de reacción psicòtica invólutiva arranca de la vieja idea de me
lancolía involutiva. Lio que recibía este nombre résultó ser una depresión agitada
frecuente en las mujeres. Se la suponía producto directo y metabòlico de cambios
glandulares ocurridos éh la menopausia.12 A este tipo de clasificación, centrado
alrededor de las funciones reproductivas de la mujer, se le dio por sentado hasta
hace ‘unas cuantas décadas, cuando comenzó a reconocerse que ciertos factores
psicológicos eran elementos precipitantes efectivos. Por ello, todavía en 1928
encontramos en un libro muy autorizado de psiquiatría una sección dedicada a
entidades tales como las psicosis posparto y puerperal e incluso de la gestación y
la lactancia.2 T ^ d ^ han desaparecido de la literatura, pues se ha comprendido
que verse encinta, dar a luz un niño y criarlo, puede, por una u otra razón, dar lu
gar a conflictos, frustraciones y fantasías de carácter profundamente regresivo, lo
bastante como para precipitar una psicosis en las personas vulnerables,3 Cuando,
4 V éase t a m b ié n D a v id o ff, E ., “ T h e in v o lu n t i c n a l p s y c h o s e s ” en K a p la n , O . ( d i r . ) ,
Mental Disórders in Later Life (2 a . e d i c ió n ), S t a n d f o r d , Caláf., S t a n d fo r d D n ív . 'Press, 1 9 5 6 ,
p á g s. 2 4 4 -2 6 1 .
F A C T O R E S Q UE P R O V O C A N U N A P S I C O P A T O L O G I A E N L A E D A D M A D U R A 61 1
Factores biológicos
5 Botwinick, J., ‘‘Driyes, expectancies and emotions” , págs 739-768, y Busse, E. W.,
“ Psychopathoiogy” , págs. 364-399, ep Bixren, J. E. (dir.), Handbook o f Aging and the Indi
vidual, Chicago, Univ. of Chicago Press’,1959.
612 CAP. 18. R E A C C I O N E S P S I C Ó T I C A S I N V O L U T I V A S
Factores socioeconómicos
Es inevitable que cierto día una generación sustituya a la anterior en el
control activo y en la dirección de los asuntos. Es en la edad adulta y en la
avanzada cuando los peligros a nivel socioeconómico comienzan a material! ,
zarse para gran parte de las personas. ¿Qué va a suceder? ¿Debe gran parte de las
personas maduras renunciar a sus patrones de Vida, al estilo dé vida establecidos
desde mucho tiempo atrás y adaptarse reaciamente a patrones que les sÓn extra
' A C T O R E S Q UE P R O V O C A N U N A P S I C O P A T O L O G I A EN L A E D A D M A D U R A 613
ios e incompatibles? ¿Se volverá una persona sin importancia e incluso una carga
>ara los demás?
Hoy en día le es tan difícil a un hombre de más de cuarenta años encontrar
mpleo cuando pierde el suyo (porque se unen dos compañías, porque se quiere
educir los gastos, porque cambia de ubicación la empresa, porque se la automa-
iza), que se están formando asociaciones especiales para proporcionarse ayuda
nutua en abrir nuevas fuentes de empleo. Esto ocurre tanto a nivel ejecutivo, como
i nivel de obreros calificados o semicalificados y a nivel de puestos burocráticos.
¿Cómo y dónde podrá vivir sin empleo una persona? ¿Deberá perder su hogar
' su duramente ganada independencia? ¿Sufrirá la pesadilla de tener que vivir
:on un hijo que no lo quiere en su casa? Aunque en tiempos patriarcales tal era
a costumbre establecida, hay muchas pruebas de que los padres padecen muchas
ifrentas y privaciones en el hogar de sus descendientes ya casados.6 El hijo o el
r a o , la hija o la nuera están en posición de mandar, como en su tiempo lo estu-
ro el ahora privado padre. Inclinaciones a la venganza, a menudo inconscientes,
leterminan la manera en que se trate al padre dependiente. Por lo menos, éste
epresenta un gasto y una limitación de la libertad para las personas jóvenes con
as que tendrá que vivir.
La amenaza de volverse dependiente puede provocar ansiedad, tensión, fati
ga, abatimiento y resentimiento en la edad madura, mucho antes de que se con-
irme la posibilidad de verse incapacitado y dependiente. La hipersensibilidad que
lesarrolla la gente madura respecto a su independencia e importancia en peligro
as deja expuestas al desarrollo de una psicopatología, incluyendo delirios de
gresivos de no sentirse amado y de sentirse abandonado, y delirios paranoicos
le que todos están contra uno o están confabulándose.
Es difícil reprimir este espectro de la pérdida de importancia y de presti
do. Los hombres conservan en parte su sentido de ser valiosos mediante sus
ganancias y mediante, el prestigio y el poder que su trabajo les haya dado. Las
nujeres suelen conservarlo controlando el ámbito familiar y a sus hijos. Tanto
OS: hombres como las mujeres necesitan mantener su lugar en la casa, en el
)arrio, en el círculo de conocidos y amigos. Es evidente por sí mismo que un
cambio súbito de tener gran prestigio a tener poco o ninguno es más difícil de
resistir que un cambio gradual de tener un prestigio moderado a tener relativa-
nente poco prestigio. Uno de los obstáculos principales en poderse adaptar a la
educción de poder y de prestigo es que las cualidades mismas de dominio y
posesión que le permitieran a la persona lograr mantener una posición en la vida
te impiden ahora aceptar cualquier compromiso en que sean mínimos el dominio
y la posesión. Nunca es fácil pasar del centro a las orillas del escenario. Si la per
sona ha identificado siempre su: integridad y valor con dominar el centro del
escenario, el verse apartado de éste cuando aún se sienta fuerte y apta puede pro
vocar regresiones y psicopatologías.
Mencionaremos de paso que muchos factores socioeconómicos no son ine-
Factores personales
D esó rd enes
de la p erso n alid ad
Sólo cuando quien sufre una distorsión del carácter se da cuenta de que algo
anda mal con él, con sus intentos de adaptación, defensa, dominio y satisfacción,
considera a sus dificultades ajenas al ego, por lo común sin saber con precisión
:jué son o porqué se siente como se siente. A menudo se comprende todo cuando
se fracasa repetidamente y cuando no puede explicarse la insatisfacción que se
siente. Puede ocurrir que debido a nuevas circunstancias fuercen a la persona a
compararse con otras y esa comparación le provoque dudas, la deje insatisfecha
y le produzca ansiedad. Puede incluso reconocer que aquello aceptado como vir
tud especial o como señal de su individualidad puede ser, de hecho, una nece
sidad, un miedo o una incapacidad patológicos. Por ejemplo, puede descubrir
que su ostentosa firmeza tiene como base una rigidez que le impide cambiar
incluso cuando es necesario un cambio; que su ampliamente reconocida afabi
lidad es, en realidad, miedo a enojar a los demás, o que su inclinación a aceptar
soluciones de compromiso proviene de su incapacidad de ser firme.
Uno de los modos más sencillos de mostrar cómo es posible confundir un
desorden del carácter con una virtud es explorar los motivos y los métodos que
las conforman. Todo niño aprende a adaptarse a lo que se espera de él. Esto es
una parte integral de crecer desde la infancia hasta la edad adulta, pasando por
la niñez y por la adolescencia. Es también la base de diferencias transculturales
en la personalidad del adulto. En cada sociedad los adultos proporcionan al niño
modelos especiales de identificación y guía, que le permiten aprender a confor
marse a dichos modelos.
Todo niño de cualquier cultura aprende a conformarse gustosa y volunta
riamente pero sin por ello lograr una adultez normal y eficaz. Por ejemplo, si
un padre exige de su hijo una conformidad incondicional, sin tomar en cuenta
cuáles son las circunstancias y las necesidades cambiantes del niño, éste será
aquello que se le fuerza a ser, incluso aunque ello signifique una distorsión seria
de su personalidad o de la organización de su carácter. Si a un niño se le da amor
a cambio de su conformismo y si ningún adulto de peso contrarresta tal tenden
cia, el niño llegará a adulto siendo una persona crónicamente modesta, que
incluso buscará un cónyuge que también le recompense su modestia. Dicha
situación puede ser aceptable, y satisfactoria para todos, pero no es una orga
nización de la personalidad normal.
Tampoco será riormál aquélla organización de la personalidad que gire al
rededor de una aceptación masoquista de castigos o restricciones como parte
inevitable del amor de los padres; tampoco lo será aquélla que gire alrededor de
una dependencia infantil. N o obstante ¿si uñ padre trata al hijo consistentemente
con aféóto sádito, lo probable es que el niño desarrolle la consecuente acepta
ción masoquista de ese afecto sádico, que quizás llegue hasta l a vida adulta,
como hemos visto en algunos pacientes neuróticos y psicótieos. Si un padre man
tiene a l hijo en un continuo estado de dependencia infantil —sin que importe
cómo se lo racionalice—, tal vez el niño busque siempre situaciones y personas
que le fomenten ese patrón de vida.3
Ló importante aquí es que una conformidad incuestionable, la modestia
excesiva, el sufrimiento masoquista y la dependencia infantil, süelen ser acep
tables para una sociedad, e incluso ésta los valora altamente. Es decir, las perso
nas relativamente libres de distorsiones del carácter suelen admirarlas en otros,
sin detenerse a pensar por qué los tienen esas personas y ellos no. Es evidente
por sí mismo que quienes no pueden sentirse cómodos a menos que se confor
men a todo, que gozan siendo modestos y gozan los sufrimientos masoquistas
o viven contentos en su dependencia infantil, difícilmente se meterán en líos,
a menos que lleven a extremos sus necesidades de personalidad. Para evitar mal
entendidos comunes, es necesario explicar aquí que el valor, la integridad, la
confiabilidad, el auto sacrificio normal y la capacidad de aceptar depender de
otros no son señales de un desorden del carácter. Eas llamamos desórdenes
y no virtudes sólo cuando esas aparentes cualidades resultan demandas hechas
al medio circundante, que no las desea ni obtiene de ellas calor o comprensión.
Si una persona que padece un desorden del carácter busca ayuda terapéuti
ca, será que alguna razón la ha hecho sentirse insatisfecha con su organización
o con el modo en que ésta funciona, aparte de que espera adquirir, mediante la
terapia, un modo de vida más feliz y eficaz. Hoy en día es esta esperanza la que
motiva que un buen porcentaje de pacientes busque espontáneamente la psico
terapia y el psicoanálisis. Se trata de una esperanza muy ambiciosa, pues preten
de la posibilidad de llevar a cabo cambios fundamentales en la organización de
la personalidad que ha determinado el estilo de vida del paciente, tal vez desde
la infancia misma de éste. A veces es posible lograr realizar tal esperanza, pero
por lo común se fracasa en ello. Si pudiera modificarse la esperanza del pa
ciente, de modo que esperara una mejora y no un cambio radical, aumentarían
mucho sus posibilidades de alcanzar su meta y disminuirían los riesgos de sufrir
una desilusión en cuanto a la terapia.
Clasificación. No se ha resuelto aún el problema de clasificar los desórde
nes del carácter. Existen hoy en día dos sistemas de clasificación antagónicos,
ninguno de ellos satisfactorio, aparte de que se superponen uno al otro. Uno
parte del principio del desarrollo erógeno por zonas. En una presentación hecha
hace poco se relacionaron los rasgos genitales o fálicos con el carácter histérico,
los rasgos sádico-anales con el carácter compulsivo y los rasgos nareisistas .orales
con, al menos en parte, el carácter depresivo.4 El otro sistema es el adoptado
por la clasificación oficial. Se reconocen en él las personalidades compulsivas,
paranoica, ciclotímica (maniaco-depresiva) y esquizoide, a las que agregamos la
histérica. Debido a qué los dos sistemas se superponen y a que el agrupamiento
sigue siendo inestable, nos atendremos a la clasificación oficial hasta donde coin
cida con las reacciones neuróticas y psicóticas.
Antes de pasar a estudiar las principales variedades de desórdenes del carác
ter, bien valdría la pena explicar en qué se diferencian de las reacciones neuróti
cas y psicóticas. Se diferencian en que representan una variedad de estructuras de
la personalidad de algún modo distorsionadas, pero que logran una estabilidad
que incluye a la distorsión. Por ejemplo, una personalidad, o un carácter, com
pulsiva se encuentra organizada de tal manera que quien la tiene puede funcionar
—como un individuo inhibido, rígido y en exceso consciente— sin desarrollar sín
tomas de un conflicto agudo, como los que vimos en los casos descritos en las
reacciones obsesivo compulsivas. De modo similar, una persona maniaco-depresiva
amenaza de sufrir una ansiedad severa hace que algunas personas practiquen un
conformismo extraño, que estén sumamente conscientes de sí mismas y que
manifiesten inhibiciones mutiladoras en aquellos campos donde la iniciativa
o una participación activa es esencial para lograr una función normal, especial
mente en cuanto al sexo y a la agresión. La gente con una distorsión compul
siva de la personalidad o del carácter sufre de por vida una preocupación sin
bases respecto al conformismo, a conflictos sobre el bien y el mal, lo correcto
y lo incorrecto, la limpieza y la suciedad. Tal vez compensen en exceso sus ten
dencias compulsivas hundiéndose en el trabajo y eliminando virtualmente todo
relajamiento o diversión. Se trata de las personas “compulsivas” . Tenemos ejem
plos de tal compensación en hombres de negocios y en profesionales, en amas
de casa y en madres, quienes descuidan otros elementos que equilibrarían sus
vidas al llenar su tiempo con exceso de trabajo. Se tienen otros ejemplos en
personas que se conforman tan rígidamente a algún conjunto de normas, a veces
las normas de un grupo rebelde, que son incapaces de mostrar una flexibilidad
inteligente cuando se enfrentan a nuevas situaciones, que la sociedad fomenta
activamente.
Hay ventajas en reconocer que una rigidez extrema para enfrentarse a la vida
cotidiana, a una crisis personal o social, es parte de una distorsión del carácter
existente en la personalidad compulsiva, pues hace más fácil de aceptar y com
prender la inflexibilidad y la insistencia de parientes, amigos y empleados públi
cos compulsivos. También nos prepara para la posibilidad de que una persona
que ha sufrido de por vida una distorsión compulsiva, si es expuesta a más estrés
del que puede tolerar, caiga fácilmente en una reacción obsesivo compulsiva to
tal. En lugar de ello, quizás desarrolle una reacción de ansiedad o una fobia seria
para protegerse contra la ansiedad. Esa reacción de ansiedad y esa fobia estarán
contaminadas por síntomas obsesivo compulsivos como los presentes en el caso
de Ramona M. Sé ha estudiado ya la posibilidad de que la regresión lleve a una
psicosis.
Por tradición, se ha unido a la personalidad o al carácter compulsivo con las
tendencias sádico anales. Su origen se ha establecido en la lucha ocurrida en la
niñez respecto al control de los intestinos y en ia regresión que sufre el niño al
fracasar en resolver sus conflictos edípicos a nivel genital.5 No es difícil el acep
tar esto si recordamos la manera en que, en algunos de nuestros casos clínicos
de reacciones obsesivo compulsivas, los pacientes se mostraban franca e intole
rablemente ansiosos respecto a la contaminación, las heces y el defecar.6 No hay
razón para dudar en relacionar esa preocupación compulsiva con una regresión
parcial a niveles de conflicto infantiles respecto al control de intestinos y a la lu
cha por independizarse de las figuras paternas. En algunos casos fueron innece
sarias las inferencias, pues el paciente recordó espontáneamente las demandas
inmoderadas que se le hicieron en esas adaptaciones universales de la niñez. >
En las neurosis obsesivo compulsivas tenemos el fracaso de la regresión y el
surgimiento, a nivel agudo, de impulsos sádico-anales y de defensas del ego con
tra ellos: formación de reacción, desplazamiento, aislamiento, anulación, contra-
5 Michaels, J. J.r "C h a rae ter structure and character disorders” , en Arièti, S. (dir.),
American Handbook o f .Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 353-377; Feni-
chel, O., The Psychoanalytic Theory o f the Neuroses, Nueva York, Norton, 1945, págs.
278-284.
6 Véanse en especial los casos de Ramona M. y Sally J., en el capituló 11.
ÍES ORDE NE S D EL C A R A C T E R 623
3. Personalidad paranoica
7 En el capítulo 14 se presenta una. explicación más detallada sobre los orígenes dé las
tendencias paranoicas y la organización de la seudocomunidad paranoica. Véase también
Garrieron, N., “ Theparanoid pseudocommunity revisited” , Amer. J. Sociól, 1959, 65, 52-58.
ESORDENES DEL C A R A C T E R 625
5. Personalidad esquizoide
1. Personalidad inadecuada
ls Spitz, R., “ Anxiety in infancy: a study o f its manifestations in the first year of
life”, Internat. J. PsychoanaL, 1950, 31, 138-143; Spitz, R., “ Hospitalism: an inquiry into
the genesis of psychiatric conditions in early childhood” , The Psychoanalytic Study o f the
Child. Nueva York. Internal. Univ. Press, 1951, vol. 6, págs. 225-278.
16 Bergman, P. y Escalona, S. K., “ Unusual sensitivities in very young children",P sy
choanalytic Study o f the Child, Nueva York, Internal. Univ. Press, 1949, vol. 3, págs. 333-
352; Leitch, M. y Escalona, S. K., “The reaction of infants to stress” , T h e Psychoanalytic
Study o f the Child, Nueva York, Internal. Univ. Press, 1949, vol. 3, págs. 121-140; Escalo
na, S. K., “Emotional development in the first year o f life” en Senn, M. (dir.), Problem s o f
In fa ncy and Childhood, Nueva York. Josiah Macy. Jr. Foundation. 1953.
P E R S O N A L ID A D E S IN A D EC UAD A S E INESTABLES 629
les y físicas— por lo general son ineficaces. Dichas personas no paicccn en exceso
deficientes cuando se les aplican pruebas mentales y se les hacen exámenes físi
cos. No obstante, en la vida resultan ineptas, muestran continuamente una capa
cidad de juicio pobre y por lo común carecen de un sentido normal de la res
ponsabilidad. A menudo son de buen carácter, trato fácil y no dan problemas a
los demás, excepto por su incapacidad para perserverar en nada, aun cuando la
recompensa esté a la vista. A pesar de tener una inteligencia normal o superior
a lo normal, buscan placeres iguales que un niño y son incapaces de posponer
los en bien del principio de realidad. A menudo se les describe como que les
falta vigor físico y emocional, descripción que hace pensar en la vieja idea .de
una personalidad “psicópata constitucionalmente inferior” .
No hay duda de que la personalidad inadecuada es incapaz, por alguna
razón, de realizar un proceso normal de maduración que permitiría una fase
adulta responsable. Sin embargo, sí cabe preguntarse si la inadecuación física
explica el síndrome; si la personalidad inadecuada en verdad constituye el sín
drome. Tal y como están las cosas hoy en día, la personalidad inadecuada cuyos
defectos físicos e intelectuales no surgen en las pruebas y en los exámenes, con
tinúa siendo uno de los muchos problemas psicopalológicos y psicodinámicos
sin resolver. El estudio de casos reales revela una inmadurez general, al parecer
resultado de anormalidades en la estructura de la familia.17 La persona inade
cuada revela fallas en la interacción personal dentro de la familia en la que se
crió. Más que nunca es de dudar que la puedan hacer de lado Como “indigna de
atención” , como ocurría antes de iniciarse la edad de la psicodinámica.
3. Personalidades pasivo-agresivas
19 Michaels, J. J., “Cbaracter strueture and character disorders” , ert Arieti, S. (dir),
American Handbook o f Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 353-377.
2° Se presenta una explicación interesante de necesidades de dependencia no satisfe
chas en Josselyn, I., The Happy Child, Nueva York, Random House, 1955.
P E R T U R B A C I O N E S DE L A P E R S O N A L I D A D S O C I O P A T A 631
menor. A menudo parecen buscar que los otros se desquiten. Algunos individuos
son ambiciosos y otros se permiten sueños de grandeza.
El que esas personas no sean adolescentes y el que persistan en su conducta
reactiva y agresiva, hagan lo que hagan los demás, las vuelve difíciles para quie
nes las rodean y para las figuras de autoridad.21 Es probable que muchos de estos
tipos y de los anteriormente estudiados sean personalidades paranoicas o esqui
zoides. Sería muy instructivo hacer estudios de seguimiento, para ver qué sucede
con esos grupos según transcurre el tiempo y según aumentan sus necesidades
de dependencia y sus frustraciones.
deraba que el sicópata sufría un defecto del carácter innato e incurable que nada
podía modificar. Con el cambio terminológico a persona psicopática se procuró
evitar la condena moral, ajena por completo a la psiquiatría moderna. Por des
gracia, la vieja idea de que el desorden era innato e inmotlificable pasó aJ nombre
nuevo y persiste hasta nuestros días. Al cambiar nuevamente el nombre y prefe
rir el de sociópata, tenemos razones para suponer que pueda desaparecer el viejo
pesimismo, ya que, como veremos en un momento, ha comenzado a compren
derse la dinámica que sirve de base a las distorsiones sociopáticas de los adultos. 24
Es necesario informar desde el comienzo mismo que la psicoterapia y el psico
análisis actuales poco éxito han tenido en tratar a los adultos de este grupo. No
obstante, vale la pena reflexionar que hace sesenta años se consideraba que las
neurosis eran intratables. Además, como claramente se ve en los archivos, los
neuróticos solían exasperar a los clínicos de modo muy parecido a como lo hacen
hoy los sociópatas. A un terapeuta le es difícil tolerar situaciones en las que los
fracasos terapéuticos son consistentes y el desorden parece por completo irracio
nal. Vale la pena recordar, también, que hace treinta años pocos consideraban
que los psicóticos podían ser tratados mediante la psicoterapia y el psicoanálisis
y que hoy en día muchos psiquiatras buscan perturbaciones fisiológicas ocultas
para las psicosis, tal y como muchísimos psiquiatras culparon de las neurosis a
perturbaciones fisiológicas antes de que la psicodinàmica comprobara los orígenes
genéticos e inconscientes de los síntomas neuróticos, que hoy aceptamos.
Cuando parece imposible explicar una obvia distorsión de la organización
mediante la herencia o accidentes ocurridos en la vida intrauterina y el trauma
del nacimiento, los clínicos y los investigadores vuelven los ojos a las condiciones
de la niñez que pudieran haber provocado la distorsión vista en el adulto. Se tra
ta de una práctica establecida en la investigación y en la terapia clínica cuando se
está ante deformaciones de la estructura corporal en la persona adulta. Desde
luego, el propósito de tal trabajo es evitar que en el adulto se dé la distorsión.
Tal es la situación hoy día respecto a las perturbaciones psicopáticas. Dado
que el sociópata adulto parece beneficiarse poco con los procedimientos psico-
terapéuticos y psicoanalíticos —aunque hay algunas excepciones—, en las situa
ciones existentes en la niñez buscamos el cambio que evite el desarrollo de dis
torsiones sociópatas. Tal vez mientras se progresa en este sentido, también se
avance en relación con poder ayudar al adulto.
Üno de los mayores obstáculos que evitan el tener éxito en la terapia es la
actitud del paciente, en especial cuando insiste en que nada le pasa, en que no
necesita ayuda y no va a aceptarla, Se ha dicho en relación con esto que no puede
sentenciarse a una persona a la psicoterapia. Sin embargo, tal obstáculo no está
limitado al tratamiento de los sociópatas, pues los clínicos ven pacientes que pa
recen intentarlo todo por empeorar. Por ejemplo, no es posible obligar a un pa
ciente cardiaco a que mantenga bajo su peso o a que descanse y se ejercite como
le conviene. Se trata de problemas que también son psicológicos y, como todo
especialista lo sabe, pueden derrotar al terapeuta y al paciente.
Dadas esas limitaciones, ha habido motivos de optimismo en las dos últimas
décadas, gracias a la luz lanzada sobre las condiciones existentes en la niñez y
que parecen causa de la distorsión sociópata del adulto. Esta luz proviene del tra
tamiento psicoterapéutico —y en algunos pacientes psicoanalítico, aplicado si
multáneamente a padres e hijos. Los logros han sido modestos, pero definitivos.
Grande ha sido la comprensión terapéutica de la enfermedad obtenida por los
clínicos. Un especialista del campo dijo así: “El génesis de algunas de las carac
terísticas humanas incluidas en la definición de personalidad psicópata (perso
nalidad sociopática) no constituye un misterio mayor que otros síndromes de la
psicopatología” . 25 Agrega que cuando se estudia terapéuticamente al padre y al
hijo problema, casi siempre es posible reconstruir la dinámica principal que en
esto participa. En los casos reales estudiados se ha observado que la figura de ma
yor significación —por lo general la madre, aunque no siempre— fomentaba, sin
darse cuenta consciente de ello, una conducta amoral o antisocial en el niño. Es
obvio que las necesidades neuróticas del padre —de dominación, de dependencia,
hostiles o eróticas— encontraban satisfacción vicaria en la conducta del niño.
En algunos casos el padre mostró un gusto indudable mientras el niño con
i taba al terapeuta sus travesuras, como si hubiera un placer malsano en la narra
i! ción; ahora bien, una vez concluida ésta, el padre se mostraba de inmediato mo-
4 ralizador y censuraba al niño. En algunos casos el padre incitaba al ñiño para que
continuara con su historia, aportando información faltante, que el niño había
ocultado. En otros, el padre gritaba enojado lo que el niño no debía hacer, su
giriéndole así a menudo cosas que el niño no había pensado hacer. En un caso, el
i niño, que se encontraba solo con el terapeuta, dijo: “ ¡Eso es lo que ella quiere
ij que haga!” . En otros, ambos padres gozaban abiertamente y se reían de los
e pequeños hurtos y travesuras de sus hijos, pero sin llegar a entender por qué esos
a niños, ya adolescentes, podían cometer delitos en que claramente mostraban su
s despreocupación por la seguridad y la propiedad de otras personas. 26
3| Las cuestiones planteadas por esos y muchos otros estudios y observaciones
parecen tocar directamente las perturbaciones de la personalidad de adultos so-
i ciópatas, en las que alguna distorsión interfiere con la integridad de las normas
ego-superego. ¿Cómo podrá un pequeño cuyos padres son francamente ambiva
t¡ lentes y a menudo inconscientémente corruptores desarrollar actitudes de ego y
i superego consistentes? Á principios de la vida el padre de mayor importancia o
ambos padres deben ser la fuente principal de identificación y, por consiguiente,
los principales determinantes de la estructura de la personalidad del niño. Enfren
tado a esas actitudes inconscientes, ambiguas e incluso corruptoras, ¿cómo sabrá
r el niño cuáles interiorizar o si interiorizarlas todas o no? En la primera fase de
íí su vida el niño cuenta con la aprobación o la desaprobación de sus padres, con el
s amor y el rechazo de éstos para guiarse en cuanto a aquello que deba elegir.
P Si el padre importante, a la vez que vocifera su desaprobación, muestra un
P gozo que incluso los extraños captan, ¿qué espera del hijo, quien inevitablemente!
r r i siente ambos? Por ejemplo, si el padre insiste en oír todos los detalles de un acto
><] reprobable, lo escucha con atención extasiada y luego condena airadamente, ima
gínese el tipo de confusión que esto provoca en la percepción de la realidad del
ni
zl 25 Szuxek, S., “ Notes on the génesis o f psychopathic trends” , Psychiatry, 1942,5, 1-6.
26 Johnson, A. M., “ Sanctíons for superego lacunae of adolescents” en Eissler, K. R.
y : (dir.), Searchlights o n D elin qu ency, Nueva York, Internat. Univ. Press, 1949, págs. 225-
T 245; Redi, F. y Wineman, D., The A ggresive Child, Glencoe, 111., Free Press, 1957; Clo-
rt ward, R. A. y Ohíin, L. E., D elin qu en cy and O p p o rtu n ity : A T h eory o f D elin q u en t Gangs,
IGlencoe, 111., Free Press, 1960.
634 CA P . 19. D E SÓ R DE N ES DE L A P E R S O N A L I D A D
niño. De pequeños, los niños son sumamente sensibles a las actitudes inconscien
tes, que a menudo captan con una claridad ajena a los adultos. Si éstos se ma
nifiestan subrepticiamente corruptores, es probable que el niño se corrompa. Tal
y como sus padres lo hicieron, condenará de palabra lo que está gozando en se
creto, y tal vez inconscientemente. Otras posibilidad, que vemos activa en algunas
perturbaciones sociopáticas de la personalidad, es que a medida que el niño crece
en esa atmósfera, resulta incapaz de tomar en serio toda situación social e incluso
fracasa en establecer una relación emocional estable. 27
A primera vista podría parecer que las dos fuerzas antagónicas presentes en
la conducta ambigua de uno de los padres son más o menos equivalentes. Objeti
vamente, tal vez sea cierto. Pero recuérdese que cuando un pequeño está formando
sus identificaciones básicas, lucha al mismo tiempo contra impulsos y fantasías
prohibidos que provienen de dentro. ¿E>eberá rendirse a esos impulsos y fanta
sías asociales o antisociales-o deberá resistirse a ellos? ¿Qué le dice la realidad
desde el exterior, un “exterior” que él difícilmente capta como ajeno a sí? Cuan
do no se tiene un superego unificado, y mientras éste sea rudimentario o inma
duro, el niño necesita muchísima ayuda externa para manejar los poderosos im
pulsos del momento. Necesita una ayuda sin ambigüedades, nítida y limpia de
ansiedad o de motivos ulteriores. En esas épocas el niño está verificando la rea
lidad, construyendo su mundo y construyendo dentro de sí un yo social. Si se
enfrenta a modelos de identificación sumamente inconscientes, ambiguos o
corruptores, difícilmente se salvará de construir un mundo distorsionado. Hace
mucho tiempo que sabemos esto. Se requería el estudio simultáneo del niño
transgresor y de su padre para tener observaciones reales que confirmaran esas
interrelaciones.
En teoría, el niño cuyas figuras de identificación —los padres— son capri
chosas, inconscientes o emocionalmente descuidadas se convertirá en un adulto
que tenga hacia los demás actitudes irresponsables o emocionalmentc superficia
les y vacías. Este cuadro lo vemos en realidad en muchas personas sociópatas.
Si un niño sufre regaños verbales acompañados de apoyo no verbal para que con
tinúe llevando a cabo sus impulsos o fantasías no sociales y antisociales —y todo
pequeño experimenta esos impulsos y fantasías—, es de esperar, en teoría, que
se convierta en un adulto que de palabra se comporta bien, pero no en los he
chos. Sabemos que esto, también, es una característica importante de muchas
personas sociópatas.
Si, después de que se presenta el comportamiento np social y antisocial del
niño es fomentado de modo encubierto y gozado vicariamente por uno de los
padres, y luego el niño es castigado de súbito cuando el padre se da cuenta de
lo que está pasando, ese niño no sólo se convertirá en una persona inconsciente
o antisocial, sino que además se mostrará profundamente resentido hacia toda
figura de autoridad en general. . >f
Si, como ocurre más a menudo en las desviaciones sexuales que en las per
turbaciones de la personalidad sociopática, un padre seduce inconsciente o cons
cientemente al hijo y lo hace cumplir impulsos o fantasías prohibidos y repeti
damente lo frustra, es de esperar que el niño desarrolle serios defectos de! ?nppr-
ego y sufra un resentimiento profundo. Bntre las perturbaciones sociopáticas de
la personalidad se dan casos en que el paciente aprueba todo lo que hace, sin
que importe la naturaleza de esos hechos, y recurre a los procesos secundarios
para racionalizar cualquier conducta socialmente inaceptable que haya tenido.
No se trata de una conducta delirante, pero se acerca a ella.
A menudo se plantea la cuestión de por qué en una familia de varios hijos
uno de ellos crece con una perturbación sociopática de la personalidad. Pode
mos decir, como hicimos respecto a las neurosis y las psicosis, que en todo des
arrollo genético y dinámico participan múltiples factores. Esto es verdad; pero
algunos estudios de casos de perturbaciones sociopáticas en el niño han dejado
ver que, por alguna razón todavía desconocida, una familia parece elegir a un
niño como chivo expiatorio. Se lo elige para que lleve a cabo los impulsos y
las fantasías prohibidos de los padres y hermanos, mientras que éstos gozan
vicariamente lo que aquél hace, sin tener que experimentar responsabilidad o
culpa alguna.
Estas observaciones confirman otras hechas respecto de las relaciones fami
liares de los pacientes esquizofrénicos. En ellas también parece elegirse a un niño,
a quien se predestina desde el principio para que lleve a cabo las fantasías deli
rantes de un padre potencialmente psicòtico, a veces con el apoyo de los herma
nos del pequeño, que comentan todo lo extraño surgido en el niño elegido.
Cuando el paciente resulta un adulto psicòtico y se intenta tratarlo, suele encon
trarse una resistencia ansiosa por parte del padre. A veces la amenaza de recupe
ración del paciente precipita una crisis en el padre, que en ocasiones equivale a
una psicosis franca. Una vez más, vemos que hay comparaciones posibles a nivel
genético y dinámico entre las perturbaciones sociopáticas de la personalidad y las
neurosis y las psicosis. Es probable que en el futuro tal relación estimule nuevos
intentos por encontrar una terapia adecuada para las perturbaciones sociopáticas
dé la personalidad.
Pasaremos ahora a presentar una exposición descriptiva de las perturbacio
nes de la personalidad sociopática. La clasificación en este grupo és sumamente
insatisfactoria, ert parte, porque no comprendemos bien esas perturbaciones y,
en parte, porque en el pasado las han descuidado, comparativamente hablando',
los terapeutas de orientación dinámica, tal y como sucedió alguna vez con las
psicosis. No se han establecido dinámicamente los tres tipos que vamos a dife
renciar. Se trata dé méros subgrupos descriptivos, cuyas características Se super
ponen en buena medida.
R eacciones de la persona
antisocial sociópata
28 G lu e c k , S . y G lu e c k , E ., “ R e fle c t io n s o n b a s ic r e s e a rc h in ju v e n ile d e l in q u e n c y ” ,
World ment. Hlth., 1 9 6 0 , 12, 6 -1 7 .
P E R T U R B A C I O N E S DE L A P E R S O N A L I D A D S O C I O P A T A 637
como algo laudable por lo que se lo está castigando. Si es difícil trazar un límite
claro entre lo normal y lo neurótico o lo psicòtico, y entre lo neurótico o lo
psicòtico y la personalidad psicópata irresponsable, también es difícil diferenciar
a veces entre la persona sociópata antisocial y el criminal y, por qué no, entre el
criminal y el ciudadano respetuoso de las leyes que engaña en su declaración de
impuestos o mete a escondidas en su país artículos de lujo. Es fácil distinguir los
casos extremos y para ello tenemos abundante material en los estudios sobre
delincuencia juvenil.
D E S V IA C IO N E S S E X U A L E S
Las desviaciones sexuales, en la mente del público están ligadas con degene
raciones, violencias y reacciones antisociales. Tal nexo se da, como lo testimonian
los amarillistas artículos aparecidos en los periódicos y en las revistas semanales,
pero, al menos en la cultura occidental, se trata de excepciones, pues —con mu
cho— la mayoría de los desviados sexuales no son ni degenerados ni antisociales.
Gran parte de ellos tienden a ser básicamente tímidos más que violentos. Los es
tudios transculturales informan que muchas formas de sexualidad desviada apa
recen hoy en día en las reglas religiosas y en los ritos de iniciación a la pubertad
de las sociedades preliterarias y que en los tiempos antiguos en ocasiones las fo
DESVIACIONES SEXUALES 639
32 V é a s e la d is c u s ió n en g r u p o en A r l o w , J. A . , “ P erv e rs io n s: t h e o r e t ic a l a n d t h e r a
p e u t i c a s p e c t s ” , J. Am cr. Psychoanal. Ass., 1 9 5 4 , 2, 3 3 6 - 3 4 5 .
641
1. Homosexualidad franca
table que ninguno de los miembros elegidos para este comité haya sido experto
en el campo especial sujeto a investigación y que, al parecer, ningún esfuerzo ha
ya hecho el comité por obtener el testimonio de los expertos.
Otra fuente que añade confusión en el campo es la suposición, muy aceptada
en la literatura del día, de que todos tenemos tendencias homosexuales latentes.
Sin embargo, en la gran mayoría de los adultos no hay asomo ninguno de homo
sexualidad franca. Incluso tal tendencia parece ausente de la gran mayoría de
sueños manifiestos, fantasías y ensoñaciones. Tal vez nuestras dificultades en
comprender la homosexualidad abierta sean en parte producto del éxito tenido
por nuestras defensas del ego contra las tendencias inconscientes latentes. Las
defensas de ego parcialmente afortunadas explicarían la ansiedad y el enojo exa
gerados que algunos muestran respecto a la homosexualidad, así como la con
ducta públicamente seductora de una pequeña minoría de encargados de aplicar
la ley.
Desde un punto de vista técnico, se habla de homosexualidad franca cuando
un adulto prefiere relaciones sexuales con una persona del mismo sexo, a pesar
de disponer de una pareja potencial del sexo opuesto. Por acuerdo común, se
exceptúan los adultos que por largos periodos se han visto impedidos de toda re
lación con, el sexo opuesto. También exceptuamos a los adolescentes que experi
mentan homosexuaimente, pero que no desarrollan tendencias homosexuales
francas cuando adultos. Se exceptúan también los niños cuyos jugueteos sexuales
con sus amigos resultan a veces más o menos indiscriminados.
Es el momento de hablar de la terapia aplicada a los homosexuales francos.
La actitud que hoy prevalece es que, a menos que se sienta infeliz el homosexual
con su suerte o que esté sufriendo una ansiedad neurótica que lo haga desear un
cambio, poco propósito hay de aplicar upa terapia encaminada a que esa persona
se vuelva heterosexual. Al igual que en otras desviaciones sexuales, la terapia lo
gra en ésta triunfos moderados, probablemente a causa de que el paciente ha
aceptado su desviación como parte esencial de su ser. En otras palabras, se la siente
sintónica del ego y no ajena al mismo. Lograr un cambio en esa orientación tan ,
fundamental requerirá de mucho tiempo y esfuerzo, incluso con quienes volun
tariamente^ buscan cambiar. Por ejemplo, Bieber et al.,, informa que únicamente
dos de veintiocho pacientes tratados psicoanalíticamente se volvieron heterose
xuales en megos de 150 horas de análisis, y sólo nueve de cuarenta que habían ;
tenido entre 150 y 349 horas de psicoanálisis. 36 .... . «d
Si bien se han deducido teorías acerca de los orígenes déla homosexualidad
adulta franjea a partir de muestras limitadas y parciales, es el único material con
el que contamos hoy en día. Lo examinaremos brevemente. *0
Hipótesis anatómicas y fisiológicas. El verdadero hermafroditismo, es decir, ;
la presencia en un mismo individuo de genitales pertenecientes a ios dos sexos, es
tan raro que en nada contribuye a comprender la homosexualidad. En décadas
anteriores era muy popular subrayar las anomalías de las.características sexuales >
secundarias en la forma del cuerpo, en los músculos, en lá distribución del ca
bello, en el tono de la voz, etc.—, pero tampoco éstas son de importancia en el
problema miñ nos interesa, las mismas anomalías son igual de comunes, eincluso
más, en los adultos heterosexuales normales. Además, la mayoría de los horno^ 1
sexuales francos adultos parecen ser hombres y mujeres anatómicamente norma
36 Bieber, I. et al, Homosexuality: A Psychoanalytie Study of Male Homosexuals,
Nueva York, Basic Books, 1962.
DESVIACIONES S EXUALES 643
les, tanto en lo que toca al desarrollo de los genitales como a las características
sexuales secundarias.
Cuando se trata de hormonas sexuales, la situación es un tanto más compleja.
Los varones secretan estrògeno, una hormona sexual femenina, aparte de la tes-
tosterona; las mujeres normales secretan testosterona, una hormona sexual mas
culina, aparte de estrògeno. Ninguna correlación se ha encontrado entre la canti
dad de hormonas del sexo opuesto secretada por un individuo y su elección de
objeto sexual. Además, a pesar de afirmaciones esporádicas en contra, ningún
éxito se ha tenido al tratar la homosexualidad franca mediante la administración
de hormonas. Hoy en día se están realizando muchos estudios experimentales
respecto a la determinación del sexo en los genes de las espermas y del óvulo, pe
ro nada se ha encontrado que arroje luz sobre el problema de la homosexualidad
en el ser humano.
Hipótesis psicodinámicas. La homosexualidad franca ha venido recibiendo
en los últimos años mucha atención por parte de terapeutas con adiestramiento
en la psicodinàmica. Aunque han sido lentos los progresos y abundantes las con
troversias, ciertos puntos sólidos han aparecido, que aquí esbozamos.
Hasta la aparición de los primeros artículos de Freud, 37 generalmente se
consideraba que la herencia era el factor decisivo, que en la etiología de la homo
sexualidad era suprema una disposición innata. Freud mismo nunca renunció a la
posibilidad de que una predisposición constitucional pudiera ser un factor ecolò
gico en el desarrollo de la homosexualidad. Pero en las décadas posteriores fue
insistiendo cada vez más en los factores psicodinámicos. Con el tiempo hizo de
lado su formulación original respecto a que las perversiones o desviaciones sexua
les eran el negativo de las neurosis, aunque mantuvo su observación de que los
homosexuales adultos mostraban un predominio de mecanismos arcaicos. 38
En tiempos más recientes se ha vuelto a insistir en ellos y se los ha hecho más
especifícos. 39
La tendencia contemporánea acentúa en lo particular las fases de desarrollo
preedípicas, aunque sin perder de vista el papel importante de los conflictos edí-
picos o la reactivación posterior de los impulsos infantiles durante l^is crisis de
identidad de la pubertad y de la primera adolescencia. Entre los principales fac
tores etiológicos ha sido de aceptación general el papel que tiene la elección nar
cisista del objeto amoroso, que Freud fue el primero en reconocer. Así, el adulto;
homosexual puede amarse tal y como se ve en otros del mismo sexo, tratandqT
con ello de repetir la situación de cuando su madre lp amaba, de la que no puede
separarse- La desviación sexual puede ser residuo de la sexualidad infantil de una,
persona, que ésta experimenta como sintónica del ego y la utiliza como defensa
contra los miedos de separación, de castración y de fundirse úna vez más, simbió
ticamente, con la madre. Este último miedo lo tenemos en las reacciones esqui-t
zofrénicas: el miedo a desaparecer o a dejar de existir como persona.
37 Freud, S., “Three essays on the theory o f sexuality” (1905), edición estándar, 1953,
vol. 7.
38 Se presenta una breve explicación de tal desarrollo en Socarides, C. W. (informador),
“Theoretical and clinical aspects o f overt male homosexuality” , J. Atner. Psychoanal. Ass.,
1960, 552-566. Véase tajmbién Socarides, C. W. (informador), “Theoretical and clinical,
aspects o f overt female homosexuality” ,/. Amer. Psychoanal. Ass., 1962,10, 579-592.
39 Bychowski, G., “Homosexuality and psychosis” en Lorand, S. y Balint, M. (dirs),
Perversions: Psychodynamics and Therapy, Nueva York, Random House, 1956, pags.
97-130.
644 CAP. 19. D E SO R D E N E S DE L A P E R S O N A L I D A D
Como era de esperar cuando se está ante algo tan poco especifico como la
homosexualidad, se ha encontrado que varias situaciones distintas yacen como
antecedentes de algunos pacientes. El no lograr resolver la relación simbiótica
primera con la madre no sólo produjo maniobras defensivas y adaptativas pri
mitivas, sino que también interfirió más tarde con los intentos de resolver en
forma óptima los conflictos edípicos. Tenemos formas de privación y de seduc
ción tan obvias como criar a un muchacho entre mujeres, vestirlo como chica y
como tal tratarlo. Son menos obvios los casos de identificación con la madre, en
los que Freud también hizo hincapié, cuando el muchacho se siente parte de la
madre o interioriza la imagen de ésta como parte dominante de sí mismo.
Se ve la complejidad de las interrelaciones de la niñez en la manera en que
condiciones opuestas parecen producir desviaciones similares. Así, si un muchacho
teme a su padre al grado de no poderse identificar con él, tal vez tampoco se atreva
a amar a la madre o a cualquier otra mujer. Por otra parte, si es la madre la que le
parece peligrosa y atemorizadora, podría renunciar a todas las mujeres, por con
siderarlas peligrosas. En ambos casos tal vez la homosexualidad fuera el resultado.
Es probable que un niño o una niña sufra distorsiones en las relaciones de
objeto básicas, incluyéndose en ellas la homosexualidad, si en casa la madre es
fuerte y dominante y el padre débil e ineficiente o descuidado con los hijos en
lo general. Un niño puede ser incapaz de identificarse con tal padre y, por ausen
cia, caer en una identificación femenina. Una niña puede no lograr aceptar a ese
hombre como objeto amoroso. Por tanto, no sólo se identificará con la madre
poderosa, sino que adoptará las actitudes maternas de dominación masculina, lo
que hace que sea incompetente para cumplir un papel femenino normal. Sin
embargo, es necesario insistir en que tales constelaciones familiares ocurren con
frecuencia en los antecedentes de los pacientes neuróticos y psicóticos. No te
nemos todavía datos suficientes para indicar por qué alguna de esas tres soluciones
—las neurosis, las psicosis o las desviaciones sexuales— es la “elegida” inconscien
temente eñ algunos casos; y por otra, la “elegida” en los demás.40
2. Exhibicionismo
El exhibicionismo genital se limita casi exclusivamente a los hombres. Se
trata de un fenómeno posterior a la pubertad y por lo común posterior al matri
monio. Lo usual es que el exhibicionista muestre compulsivamente su órgano ge
nital a mujeres jóvenes o maduras en un lugar público, como sería una calle, un
parque, un umbral y; a veces, un autobús, un tren, un aeroplano o una tienda.
Puede repetirse el acto varias veces en un solo día, cada vez con mayor ansiedad
por parte del exhibicionista. 41 A menudo se dice que hace esto pará estimular en
la mujer una conducta similar, sea para observar si ella tiene urt órgano genital-1
masculino o para asegurarse de que el de él está intacto. Tal vez sea la motivad
3. Voyeurismo
Hablamos de voyeurismo cuando una persona obtiene su principal, y a veces
su única, satisfacción sexual viendo órganos sexuales, la conformación del cuerpo
desnudo o las actividades sexuales de otros. Los voyeuristas varones suelen estar
sexualmente inhibidos e incluso ser impotentes, pero casi siempre son hetero
sexuales respecto al objeto de interés.. Una de las formas más comunes de esta
desviación es la de un hombre que a escondidas observa mujeres desnudas o en
proceso de desnudarse; ocurre, por ejemplo, en los dormitorios. Por tratarse de
una invasión ilegal de la intimidad personal, propicia la intervención de la policía.
La leyenda de Lady Godiva, que desnuda paseaba a caballo por las calles de su
ciudad, y el caso del mirón furtivo que la espiara es una afirmación, venida del
4. Fetichismo
El fetichismo adopta su nombre del empleo de algún objeto especial y por
lo común inanimado en las prácticas religiosas de sociedades preliteraiias (primi
tivas), las que; atribuyen a dicho objeto mágico o fetiche poder, alivio o bienestar.
En nuestra cultura los desviados sexuales emplean algo, por lo general inanima
do, como objeto sexual en lugar de una pareja, o bien exigen que dicho objeto se
encuentre presente para entonces llevar a cabo el acto sexual. Los fetichistas casi
siempre son hombres y suele ser un fetiche común el zapato de una mujer. En el
pasado se ha explicado tal elección de diverso modo: a) como el objeto visto al
final en la frustrada curiosidad sexual de un pequeño, explicación que, desde
luego, no se aplica a las mujeres del siglo XX como se aplicaba a las del XIX, b )
como la simple exageración de la inclinación que el amante siente por algo per
teneciente a la amada; c) como la expresión de un deseo masoquista de verse
pisoteado, y d ) como un símbolo femenino que también incluye el pie como
símbolo masculino. Los fetichistas pueden ser predominantemente asexuados y
sólo interesarse en el objeto inanimado elegido; o bien heterosexuales, pero que
exigen patológicamente que el fetiche esté presente como condición para llevar
a cabo el acto sexual:
A l igual que en otras desviaciones sexua1 también en el fetichismo los
orígenes son oscuros. Ahora bien, tiene contrapartes normales que, aunque np
explican la desviación, sí permiten comprenderla mejor. Por ejemplo, se tiene la
inclinación casi universal de los pequeños por los osos de pt. jche, las muñecas,
las m antas y objetos similares; incluso por pedazos de mantas que se han ido gas
tando. Estos fetiches normales parecen funcionar como fuentes de seguridad, en
especial a la hora de irse a la cama, cuando el niño queda solo y a oscuras. La
confianza casi universal que los adultos de todas las culturas tienen en los talis
43 Freud, S., “ Three Essays on the theory o f sexuality” , edición estándar, 1953, voL
7, págs. 125-244.
44 Ford, C. S. y Beach, F. A., Patterns o f Sexual Behavior, Nueva York, Harper, 1951.
DESVIACIONES S E X U A LE S 647
5. Travestismo
45 Freud, S«, “Three Essays on the theory o f sexuality”, edición estándar, 1954, vol. 7.
págs, 125-244.
46 Freud, S., “Fetishism” (1927), edición estándar, 1961, vol. 21, págs. 149-166,
47 Fenichel, O., The Psychoanalytic Theory o f Neurosis, Nueva York, Norton, 1945,
pág. 349.
648 CAP. 19. D E S O R D E N E S DE L A P E R S O N A L I D A D
48 Allen, C., “ Sexual perversions” , en Ellis, A., y Abarbanel, A. (dirs.), The Encyclope
dia o f Sexual Behavior, Nueva York, Hawthorn Books, 1961, págs. 802-811.
49 Brown, D. G., “ Tranvestism and sex-role inversion", en Ellis, A., y Abarbanel, A,
(dirs.), The Encyclopedia o f Sexual Behavior, Nueva York, Hawthorn Books, 1961, págs.
1012- 1022.
DESVIACIONES SEXUALES 649
surge del desprecio que el padre muestra por las mujeres y de su decepción al
no tener un hijo con el cual identificarse. Friedman ha indicado que el traves-
tismo femenino presenta un aire de mayor pretensión que el masculino, ya que
el vestir como hombre no puede dar a la mujer la ilusión de tener órganos genita
les masculinos. Se han traído a colación las tendencias homosexuales latentes
como explicación para el travestismo masculino y femenino, pero como tam
bién se las invoca para explicar las neurosis y las psicosis, no sirven para dar razo
nes a la “elección” de esta desviación sexual.50
6. Sadomasoquismo
ADICCIÓN
Hoy en día el término adicción se emplea para describir tantas cosas, que su
significado ha perdido fuerza. Así, por ejemplo, hablamos de adicción no sólo a
las drogas, sino indiscriminadamente a cosas tales como el golf, la televisión, el
cine, ciertas comidas, el juego y las carreras, sin preocuparnos demasiado del
descuidado uso dado a la palabra. Esa generalización tiene la ventaja de atraer la
atención sobre la íntima relación que existe entre una dependencia patológica
de ciertas sustancias químicas y una dependencia al parecer incurable de ciertas
actividades, situaciones y personas. Se une aquí lo fisiológico, lo cultural y lo
psicológico. Pero esa generalización también presenta sus desventajas, pues tien
de a igualar ciertas cosas por esencia disímiles, gran parte de las cuales ceden
fácilmente a un tratamiento. Desvía la atención de ciertas formas de dependencia
asocial específica y que a sí mismas se perpetúan, como las que se tienen en el
alcoholismo y en la farmacodependencia.
A causa de los progresos logrados en la química ha aumentado enormemente
el número de fuentes potenciales de dependencia química. No obstante, dos for
mas conocidas siguen dominando en el pensamiento contemporáneo. Una, la
más común de todas, no está sujeta a una restricción legal efectiva. La otra se
encuentra severamente controlada. En ambas participan problemas fisiológicos,
culturales y psicológicos no resueltos. En las páginas siguientes, limitaremos
nuestro estudio a esas dos adicciones: el alcoholismo crónico y la dependencia
del opio, que plantean a la sociedad y al paciente problemas muy diferentes.
Por necesidad nuestro estudio será breve' pero los expertos les han dedicado
volúmenes enteros,55 y en los estantes de casi todas las bibliotecas universitarias
se encuentra una intemacionalmente famosa revista sobre el alcoholismo.56
33 Johnson, A. M. y Szurek, S., “The genesis o f antisocial acting ont in children and
adults" ,Psychoanal. Quart., 1952,21, 323-343.
34 Gcro, G ., “ Sadism, masochism and aggression: their ro le in symptom formation” ,
Psychoanal, Quart., 1962, 31, 31-42.
55 Cfr. Jellinek, E. M., Effects o f Alcoholistn on the Individual, Mew Haven, Conn.,
Yale Univ. Press, 1947; Jellinek, E. M., Recent Trends in Alcoholism and Alcohol Consump
tion, New Haven, Conn., IlilBiouso Press, 1947; Lindesmith, A. R., Opiate Addiction,
Bloomington, Ind., Principia Press, 1947; Wilder, A., Opiate addiction, Springfield, 111., Tho
mas, 1952; Gibbins, R. J., Chronic Alcoholism and. Alcoholic Addiction, Toronto, Canadá,
Toronto Univ. Press, t y o j; kruse, H. u. (dir.), Alcoholism us a Meuiuul Troblein, Nu^va
York, Hoebex, 1956; Thompson, G. N. (dir.), Alcoholism, Springfield, 111., Thomas, 1956;
Nyswander, M., The Drug Addict as a Patient. Nueva York, Giune & Stratton, 1956; Him-
wich, H. E , Alcoholism: Basic Aspects and Therapy, Washington, D. C., Amer. Ass. Adv.
ScL, 1957.
59 Quarterly Journal o f Studies on Alcohol, fechado en 1939,
651
A d ic c ió n a l a lc o h o l (a lc o h o lis m o c r ó n ic o )
58 Sugiere que hay conformidad entre las mujeres el que, antes de hacerse ilegal la adic
ción a los narcóticos, había tres drogadictas por varón dependiente, mientras que en la ac
tualidad tenemos cuatro drogadictos por cada mujer farmacodependiente. Cfr. Nyswander,
M., “ Drug addiction” en Arieti, S., (dir.), A m erica n H a n d b o o k o f Psychiatry, Nueva York,
Basic Books, 1959, págs. 614-622.
59 Cfr. Higgins, J. W., “Psychodynamics in the excessive drinking o f alcohol” , A rch ,
N eurol. Psychiat., 1953, 69, 713-717.
60 Zwerling, I. y Rosenbaum, M., “Alcoholic addiction and personality” en Arieti, S.
(dir.), A m erica n H an dbook o f Psychiatry , Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 623-644.
654 CAP. 19. D E S O R D E N E S DE L A P E R S O N A L I D A D
Adicción al opio
D e só rd e n e s
p sic o so m á tic o s
O R ÍG E N E S D E L C O N C E P T O
D E D E S Ó R D E N E S P S IC O S O M Á T I C O S
En toda actividad normal participan los órganos internos y los tejidos, aun
que gran parte del tiempo no nos damos cuenta de ello. El corazón varía su
ritmo y el volumen de sangre que bombea, los pulmones se expanden y se con
traen, los sistemas genitourinarios cambian de ritmo y de patrón y el sistema
gastrointestinal sufre cambios musculares y glandulares, todo ello como parte
del vivir cotidiano. Incluso la piel, que separa a la persona de su medio circun
dante y, a la vez, la pone en contacto con él, presenta cambios vasculares y glan
2 Dunbar, F., E m o tio n s and B od Ü y Change, 2a. edición, Nueva York, Columbia Univ.
Press, 1946; Dunbar, F., Psychosom atic Diagnosis, Nueva York, Hoeber, 1943.
3 Cfr. la revista Psychosom atic M ed icin e y su serie de monografías, así como las varia
das revistas psiquiátricas, psicoanalíticas y psicológicas existentes. Véanse también Alexander,
F, y French T. M. (dirs.), A n Approach to the Cause and Treatment o f Vegetative Distur
bances, Nueva York, Ronald, 1948; Alexander, F., Psychosom atic M edicine, Nueva York,
Norton, 1950; Grinker, R. R., Psychosom atic Research, Nueva York, Norton, 1953; Grin-
ker, R. R. y Robbins, F. P., Psychosom atic Case B ook , Nueva York, Blakiston, 1954;Witt-
kower, E. D. y Cleghorn, R. A. (dirs.), R e c e n t D evelo p m en ts in Psychosom atic M edicine, Fi-
ladelfia, Lippincott, 1954; lores, A. y Freyberger, H A d va n ces in Psychosomatic M edicine,
Nueva York, Brunner, 1961. .
4 Lidz, T., “General concepts o f psychosomatic medicine” en Arieti, S. (dir.), A m e r i
can H a n d b o o k o f Psychiatry’, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 647-658.
5 Janis, l., Psychological Stress, Nueva York, Wiley, 1958.
660 CAP. 20. D E SO R D E N E S P S I C O S O M A T I C O S
Beaumoht, W., E xperim ents and Observations ó n the Gastric Juice and ihe Ph ysioíó-
gy o f Digestión, Pittsburgh, ¡F. P. Alien, 1833. ' \
11 Wolf, S. y Wolff, H . G., H um a n Gastric Function, Nueva York, Oxford, 1943.
12 Véase el artículo de Lidz* T. y Rubenstein, R., “Psychology of gastrointestinal dis^.
orders” en Arieti, S. (dir.), A m erican H a n d boo k o f Psychiatry, Nueva York, Basic Books,
1959, págs. 678-689. En la misma obra, en Parí 5. Psychosom atic Medicine, tenemos reseñas
de los desórdenes psicosomáticos ocurridos en otros sistemas. h
13 C f r . S e ly e , H ., The Stress o f Life, N u e v a Y o r k , M c G r a w - H i ll, 1 9 5 6 .
14 Pavlov, I. P., The Work o f thè D igestive Glands (trad. por W. H. Thompson), Lon
dres, Griffin; Pavlov, I. P., Con d ition ed R eflexes (trad, de G. V. Anrép); Londres, Oxfófffi
Univ. Press, 1927: Pavlov I. P., Cond itioned R e fle x e s and Psychiatry (trad, por H. Gantt),
Nueva York, International PuMishers, 1941. Véase la reseña de Lid de 11, H. S., “Condi
tioned reflex method and experimental neurosis” en Hunt, J. McV. (dir.), Personality and
the Behavior Disorders, Nueva York, Ronald, 1944, págs. 389-412.
662 CAP. 20. D E S Ó R D E N E S P S I C O S O M A T I C O S
15 Cfr. Hilgard, E. R., Theories o f Learning, 2a. edición, Nueva York, Appleton-Cen-
tury-Crofts, 1956.
ORIGENES DEL CONCEPTO 663
i 6 Cfr. West, R., “The place and recognition o f émotional factors in thè etiology and'
treatment o f chronic,non-sp.ecific colitis” en Jores, A. y Freyberger, H., Advances in Psycho-'
somatic M edicine, Nueva York, Brunner, 1961, págs. 270-279; Giace, W. J., Wolf, S. y
Wolff, H. G.. The Human Colon, Nueva York, Hoeber, 1951.
664 CAP. 20. D E S O R D E N E S P S I C O S O M A T I C O S
durante las primeras etapas de la terapia es por lo general la parte más importan
te del tratamiento dado a los desórdenes psicosomáticos.
V A R IE D A D E S D E L O S D E S Ó R D E N E S P S IC O S O M Á T IC O S
importante con otra persona. Es a través de la boca que incorpora parte del
mundo externo y aprende el arte de la introyección simbólica. Antes de mucho,
se divide esto en reacciones ante quien alimenta y ama al bebé y reacciones ante
la alimentación en si. Es también a través de las demoras y frustraciones inevita
bles ocurridas durante la fase de dependencia oral que se dan los primeros pasos
para organizar un sistema de ego. El niño aprende a buscar más allá de su propio
cuerpo fuentes de alivio, de placer y de satisfacción.
Lo que en especial resulta importante aquí es que a principios de la vida el
infante no diferencia entre funciones fisiológicas y sus primeras experiencias de
amor y cuidado. En cierto grado siguen indiferenciadas, aunque distinguibles, en
los adultos. Todos tendemos a hacer equivalente el que se nos invite a comer con
el ser amado o, si amor parece una palabra muy fuerte, con el ser aceptado. Nun
ca perdemos los placeres del gusto —el comer y el beber— o la agradable sensación
de un estómago satisfecho. Nunca llegamos a perder.del todo las expresiones sim
bólicas de rechazo y disgusto que por necesidad tocan a la actividad gástrica. El
adulto que en la función gástrica desarrolla un desorden psicosomático parece ser
aquél cuya regresión, cuando hay estrés, hace retroceder esas reacciones a la in
tensidad que tuvieran cuando la persona era pequeña, persona que las emplea
habitualmente para expresar sus extremos de tensión y de ansiedad.
Ulcera péptica
Este término se refiere a las úlceras que se presentan con gran frecuencia en
el estómago y en el duodeno. Por lo común resaltan notablemente en el tejido
normal o casi normal que las rodea. Pueden presentarse a cualquier edad, incluso
en recién nacidos. Su causa directa es que los jugos digestivos ácidos producidos
por la digestión atacan el tejido gástrico o duodenal. N o cabe suponer que todo
caso de úlcera péptica tiene por causa problemas emocionales, pero las que sí se
originan emociónalmente componen una proporción formidable del total. Cual
quier cosa que hága aumentar la acidez o la niotilidad gástrica puede precipitar
indirectamente y perpetuar una úlcera péptica. Hemos citado ya los estudios
clásicos de Beaumont, hechos a principios del Siglo X I X , y los de W olf y W olff y
los de Mirsky y Margolin en años recientes. Puede ocurrir que se présente una úl
cera péptica sin la presencia dé síntomas específicos. Por ejemplo, en un estudió
reciente se descubrió que en un grupo de ochenta y cinco adultos, sanos en el
momento u hospitalizados por desórdenes no relacionados con la gastrointestinal,
aparecieron úlceras duodenales “silenciosas” en el examen mediante rayos X dé
20 por ciento de soldados jóvenes, 4 por ciento de civiles de más edad y 4 por
ciento dé mujeres jóvenes.17 En términos generales, las mujeres sufren menos
de úlceras pépticas que los hombres, pero las pocas mujeres que las sufren enfer
man más qué los hombres.
Como grupo, los adultos que sufren úlcera péptica parecen relativamente
estables. De acuerdo con algunos estudios, muchos de ellos son personas obvia
mente dependientes, aunque la mayoría parecen autosuficientes y Herios de ener
gía, impulso e iniciativa.18 La imagen popular de un hombre con úlcérá péptica
17 Smith, V . M., Feldman, M. y Mead, J. A;, “ Frequency o f süent peptic ulcer” , A m er.
J. Gastroenterológy, 1962, 37, 55-63.
18 Alexander, F., Psychosomatic Medicine, Nueva York, Norton, 1950.
666 CAP. 20. D E S O R D E N E S P S I C O S O M A T i C O S
O b e s id a d y. ,
Al igual que la úlcera péptica, la obesidad puede tener muchas causas, entre
las que deben incluirse necesidades de dependencia fuertes e irracionales. La
obesidad suele ser un desorden psicosomático, a veces muy grave. El sobrepeso
crónico es resultado, casi siempre de un exceso en el comer; y rara vez están
involucrados desórdenes endocrinos y metabólicos. En teoría, debería ser fácil
controlar la obesidad; pues simplemente se controlaría el volumen de comida
del paciente. Pero en la práctica resulta sumamente difícil en quienes la comida^y
el comer tienen significados inconscientes imperiosos.
Tales personas se comportan como sí fuéran adictos a la comida; parecen
incapaces de controlar su excesiva necesidad de alimento. Se ponen a dieta una
V A R I E D A D E S DE LOS D E S O R D E N E S P S 1 CO S OM AT I CO S 667
y otra vez, pero en cuanto han perdido algo de peso comienzan a excederse en la
comida, hasta ganar los kilos perdidos. Un nuevo tipo de dieta puede iniciar de
nuevo todo el ciclo. Por un tiempo, se pierde peso y el paciente expresa su entu
siasmo y su determinación, pero al final vuelve a aparecer la obesidad, aunque el
paciente sabe que su vida depende de evitar el exceso de peso.
En sus estudios sobre niños obesos, Bruch descubrió que a menudo las ma
dres eran incapaces de darles un verdadero amor maternal, pues ellas mismas
tenían necesidades insatisfechas de ser dependientes y amadas. Sin embargo, sí
podían dar a sus hijos alimento y cuidados conscientes. El dar comida terminó
siendo, tanto en la madre como en el niño, sustituto del dar amor, a la manera
de los procesos primarios. Aquel último queda con el ansia irracional de comida
porque nunca se satisficieron sus ansias de amor, excepto a un nivel primitivo de
alimentación.19 Tenemos el mismo tipo de fenómeno en el ama de casa solitaria
que come en exceso, quien pellizca la comida cuando se siente vacía y aburrida y
se atiborra de ella cuando se siente exageradamente olvidada o rechazada. El
obeso que sufre del corazón, y cuya vida depende de que pierda peso, se permite,
pese a todo, una enorme y deliciosa comida en cuanto se siente solo, tal vez
repitiendo así lo que ha venido haciendo toda su vida. N o importa cuál sea la
situación, si no se ayuda a un paciente obeso con necesidades de dependencia
fuertes —necesidades manifestadas de forma infantil y oral— a que las resuelva,
la sensación de hambre procedente del proceso primario impedirá todo éxito
en la cura' "
Colitis ulcerosa
21 Se presenta un estudio de esto y de sii posible relación con el conflicto oral y anál
en Lidz, T. y Rubcnstein, R., “Psychology o f gastrointestinal disorders” en Arieti, S. (dir.),
Am erican Handbook o f Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 678-689.
2 2 sperling. M., “Psychoanaiytie stuoy oí ulcerative coli Lia tu childicn” , Payckaanai.
Quart., 1946, 15, 302-312.
23 Daniels, G., “Non-specifíc ulcerative colitis as a psychosomatic disease” , Med. Cli-
nics o f N o rth America, 1944,28, 593.
24 Blom, G. E., “ Ulcerative colitis in a fjve-year-old boy” en Caplan, G. (dir.), Ernotio-
nal Problema in Eatiy Childhood, Nueva York, Basic Books, 1955, págs. 169-198.
V A R I E D A D E S DE LOS D E S Ó R D E N E S P S I C O S O M Á T I C O S 669
hablando. Josselyn, al informar sobre su trabajo, dice que los pac kmȒes manifes
taron fijaciones a distintos niveles y que no era específica la natmalc/a del co n
flicto que precipitó los ataques. Cuando en sus pacientes comenzó ia n-gii-sión,
en ninguno de los niveles se encontró satisfacción. Por lo mismo, la regresión
reavivó el “nivel de función primaria” , el de un bebé recién nacido, quien icac
ciona de un modo total o masivo. Entonces, los desórdenes son de excitación y
descarga, con una desintegración concomitante de la estructura de ego y uuu
“perturbación somatopsíquica” total, que Josselyn llama “psicosis fisiológica” .25
Se han llevado a cabo muchos estudios sobre el asma bronquial, tanto desde
el punto de vista de las alergias como desde el punto de vista psicosomàtico. En
una serie de estudios controlados, Dekker et al. encontraron que no lograban
diferenciar, en sus pacientes, el grupo de alérgicos del grupo psicogénico. Subra
yaron el papel que el condicionamiento tiene en producir el asma bronquial en
aquellos pacientes sensibles a la vez a los alérgenos.27 Es evidente que pueden
estar participando varios factores, como una sensibilidad alérgica especifica, la
susceptibilidad del sistema nervioso autónomo, un sistema respiratorio desusa
damente frágil y experiencias vitales que incluyen conflictos ya inconscientes.
En el asma se expresa con excepcional claridad la concurrencia de diferentes
constelaciones en la producción de un desorden psicosomàtico. Esto se ve clara
mente en el caso siguiente, y se puede tomar como representativo de los desór
denes psicosomáticos ocurridos en otros sistemas.
Patricia M., una chica de catorce años que asistía a una escuela del sistema
Baraboo, fue admitida en un hospital general debido a ataques severos de asma
bronquial. Las enfermeras informaron que entró al pabellón flanqueada por sus
atemorizados padres; la madre la sostenía por un lado y el padre caminaba por el
otro, con una jeringa llena de adrenalina en la mano, lista para uso inmediato.
Tal entrada representaba dramáticamente las actitudes que los tres habían desa
rrollado durante los cuatro meses en los que había sufrido ataques asmáticos. En
casa, después de sus horas de trabajo, el padre había estado dedicándose por
completo a la tarea de divertir a Patricia, de modo que sufriera menos con sus
ataques. Pero ocurrió que éstos aumentaban en frecuencia y en severidad cuando
él llegaba a casa, pero ni los padres ni la chica parecían sospechar que alguna
relación hubiera entre los dos elementos. Cuando la trajeron al hospital, sus acti
vidades eran las de una persona en peligro inminente de un colapso y una muerte
súbita.
Aunque se comprobó claramente una hipersensibilidad respiratoria a las
proteínas bacterianas, a todos les resultó evidente que la ansiedad extrema de la
niña y de los padres constituía el problema principal. A l principio se limitaron
las visitas de los padres a la hija, si bien no al hospital. Mientras se desensibiliza
ba a la chica a sus alérgenos específicos, tanto ella como sus padres recibieron
psicoterapia. Cuándo Patricia sufría uñ ataque de asma, el personal del sanatorio
lo trataba en forma eficiente y sin ansiedad alguna. Cuando se observó que los
ataques de la muchacha aumentaban eri los días de ‘‘clínica proteínica” , los
especialistas en alefgias dispusieron que se la tratara en el pabellón*psiquiátrico,
con lo que dicho aumento desapareció. Debido al largo periodo de inactividad,
fue necesario programar actividades en aumento, hasta que Patricia recuperó la
confianza perdida a causa de la ansiedad extrema de los demás. Al cabo de cua
tro meses estaba lo suficientemente bien para volver a casa y reanudar su vida
normal. Cuando ocurrían ataques asmáticos, lo cual sucedía a intervalos infre
cuentes, tanto los padres como la chica manejaban la situación sin alarmarse. A
Patricia se le siguió dando tratamiento externo por algún tiempo, de modo que
fue posible resolver algunos de sus problemas personales.
28 Alexander, F., Psychosomatic Medicine, Nueva York, Norton, 1950, págs. 132-141.
29 Jessner, L. et al., “ The asthmatic child and his mother” , The Psychoanalytic Study
o f the Child, Nueva York, Internat. Univ. Press, 1955, vol. 10, págs. 353-375.
30 Se presenta un estudio adicional y bibliografía en Wittkower, E. D. y White, K. L.
en Arieti, S. (dir.), American Handbook o f Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959,
págs. 690-707.
672 CAP. 20. D E S Ó R D E N E S P S I C O S O M Á T I C O S
La hipertensión esencial
Migraña
Artritis reumática
La piel
La piel es una paradoja y casi, casi un milagro. Separa al organismo del me
dio circundante, pero cuenta con un sinnúmero de órganos sensoriales que, juntp
con los ojos, los oídos, la nariz y la boca, conectan el organismo con su medio
ambiente. Tomada en su totalidad, es el más externo de los órganos externos;
sin embargo, tiene su origen en la misma capa embriológica que el cerebro, eq
el ectodermo, y en muchos sentidos funciona como un órgano interno. Una red
masiva de pequeños vasos sanguíneos la penetra, incluyendo los derivados del
mesodermo; además, la piel tiene innumerables glándulas y elementos de los
músculos lisos que la relacionan directamente con las visceras. En la piel crece
pelo, que en el rostro es señal de masculinidad y en la cabeza la “corona de glo
ria” de la mujer.
La piel es un órgano importante en el control de la temperatura corporal, en
la evaporación, en la excreción y en la secreción. Los vasos sanguíneos, las glán
dulas y los músculos lisos de la piel sufren todo tipo de cambios importantes,
no sujetos a control consciente o preconsciente. Participan activamente en los
componentes emocionales de la experiencia y de la conducta. Desde muy tem
prano en la vida la piel toma parte en las secuencias de satisfacción de necesida
des, que creen entre la madre y el hijo una relación recíproca y ayudan a estable
cer la relación simbiótica madre-hijo normal. Durante toda la vida la piel cumple
funciones eróticas, así como agresivas y hostiles. Con igual facilidad se vuelve
foco de una lesión que fuente de un alivio.
En situaciones menos normales la piel manifiesta cambios notables. Cuando
una persona sufre una excitación considerable, está en éxtasis o bajo hipnosis, la
piel puede insensibilizarse al dolor; también puede conservar por un buen tiempo
la marca del arañazo más ligero. No es difícil comprender que la piel reaccione a
todo tipo de perturbación emocional. Se ha descubierto que el eccema, la urtica
ria y las dermatosis tienen relación con factores emocionales. La piel es lugar de
tantos funcionamientos inadecuados y de tantas enfermedades, que los especia
listas dedican su vida profesional a estudiarla y curarla. Tomando en cuenta su
compleja estructura, sus diversas funciones y en ocasiones antagónicas, su presen
cia constante ante los ojos de los demás y su valor como elemento narcisista, no
hay duda de que la piel participa de un modo importante en los desórdenes psi-
cosomáticos. Uno de los más sobresalientes especialistas en psicosomàtica ha
hecho importantes contribuciones teóricas al campo de lo psicosomàtico en ge
neral, gracias a sus investigaciones dermatológicas.37
En el 75 por ciento de los pacientes tratados en ciertas clínicas de dermato
logía se encontraron problemas psicológicos relacionados con las lesiones de la
piel para las que se busca cura. Algunos pacientes aléñeos, que padecen dermati
tis por contacto en cuanto se ven expuestas a su alérgeno específico, desarrollan
el mismo tipo de lesión en situación de estrés, cuando está?ausente el alérgeno.
El estrés o la tensión parecen actuar como si se tratara de la substancia alérgica
misma. Esto es similar a la situación descrita en el capítulo sobre reacciones
obsesivo compulsivas, cuando se ha establecido un ritual compulsivo en relación
con algún conflicto específico y se utiliza entonces en estados de tensión y ansie
dad no relacionados con la motivación original. ?
Algunas ansias de rascarse parecen ser compulsivas y la picazón que las pro
voca es equivalente a impulsos libidinosos. Entonces da la impresión esa rascadura
de un acto regresivo de masturbación que llega a un punto culminante y es seguL
do por el alivio. A veces es tan extrema la acción de rascarse que lesiona la piel,
produce irritaciones crónicas y dolor. Parece cumplir entonces funciones de cas
tigo. A menudo se asocia el rascar con impulsos y fantasías destructivas respecto
a otras personas. Se ha observado que la posición imitando una garra que tienen
, 37 Cfr. Schur, M., “ Comments on the metapsychology o f somatization” , The Psycho-
analytic Study o f the Child, Inteirnat. Univ. Press, 1955, voi. 10, págs. 119-164; Schur, M.,
“The ego in arixiety” en Loewensteih, R. (dir.), Drives, Affects, Behaviúr, Nueva York,
Internai. Univ. Press, 1953; Schur M., “ Basic problems of psychosomatic medicine” en
Herma, H. y Kurth, G. M. (dirs.), Elements o f Psychoanalysis, Nueva York, World Publishing
Co., 1950.
676 CAP. 20. D E S O R D E N E S P S I C O S O M A T I C O S
las manos de muchos pacientes hace pensar que están inhibiendo el deseo de ara
ñar a alguien. Tal vez la culpa sentida a causa de tales impulsos hostiles lleva a
caer en un acto de rascarse destructivo.
Muchos casos de lesiones de la piel revelan impulsos exhibicionistas y las
defensas que se les oponen. Schur afirma que están presentes esos conflictos
acerca del exhibicionismo incluso antes de la primera lesión.38 Schur encontró
en sus pacientes un desarrollo defectuoso de la libido, deterioro de muchas fun
ciones del ego, una ambivalencia emocional extrema y tenues relaciones de
objeto construidas alrededor de necesidades narcisistas y pregenitales. Esos
pacientes parecen haber sufrido severos traumas que les dejaron serios defectos
en el ego. En los exámenes psicológicos que se les hicieron dieron respuestas
similares a las de los psicóticos limítrofes presas de un pensamiento del proceso
primario.
De acuerdo con Schur, el tratamiento debe estar encaminado a contrarres
tar la regresión fomentando la verbalización. Gracias a este procedimiento el
uso que de la piel hace el proceso primario para expresar sentimientos, impulsos
y pensamientos va siendo reemplazado gradualmente por una expresión lograda a
través de canales normales del proceso secundario. En los casos donde se tiene
éxito desaparece el desorden de la piel.
Hipertiroidismo
resulta patológico por sus consecuencias. Esto es un tanto análogo al tipo de fun
cionamiento indiferenciado e infantil que se atribuye al estómago de quienes
terminan sufriendo úlceras pépticas. El adulto hipertiroideo exagera el proceso
de intentar ser autosuficiente y maduro. Fracasa en su intento y entonces regre
sa a un nivel en el cual la hiperactividad tiroidea era parte normal de una acelera
ción del crecimiento.39 Si es o no éste el mecanismo que sirve de base al hiper-
tiroidismo, y si se necesita o no tomar en cuenta los factores hereditarios, son
cuestiones que se siguen debatiendo.40
Diabetes sacarina
cionan de modo más o menos automático cuando las condiciones son favorables
y el hombre es normal. Las dificultades surgen porque todo aquello que estimule
la ansiedad, la culpa o el miedo puede interferir con las funciones sexuales mas
culinas, como pueden interferir los conflictos acerca de la sexualidad, la ambiva
lencia emocional respecto a la mujer o una identificación femenina. Esos factores
que interfieren no sólo pueden ser irracionales, sino también inconscientes. En
tonces los síntomas no parecen involucrar a la personalidad en absoluto y esto,
en sí, puede incrementar la ansiedad de un hombre y su miedo de padecer una
enfermedad desconocida. El conspicuo fracaso de la terapia a base de hormonas
para remediar la disfunción sexual psicosomática, que cubre ya más de medio
siglo, para no mencionar su tendencia a fomentar el desarrollo de cáncer, la ha
eliminado prácticamente del campo.
Han resultado más eficaces la psicoterapia y el psicoanálisis. Según Gutheil,
con frecuencia se puede remediar la disfunción del varón a un nivel superficial,
sin entrar en los factores psicodinámicos de la niñez. Por ejemplo, tal vez sea un
factor importante la excesiva estimulación genital, en la masturbación de los
adolescentes o en los preliminares del coito. Las leyendas acerca de los efectos de
la masturbación a menudo ayudan a crear miedos sin base alguna.41 Pero sea
como fuere, gran parte de los orígenes de la disfunción sexual del varón se re
montan a los complejos desarrollos que hemos estudiado en los capítulos 2 y 3,
dedicados al desarrollo de la personalidad, y en el 19, sobre desórdenes de la
personalidad.
Tenemos los factores de una personalidad distorsionada en los padres, lo
que produce introyecciones del ego e identificaciones del superego defectuosas.
Tanto la indulgencia excesiva como el excesivo dominio ejercidos por una madre
pueden dejar al varón en un nivel pregenital, bien porque haya permanecido se-
xualmente infantil, bien porque la mujer le parezca peligrosa cuando él está expe
rimentando impulsos sexuales maduros. Tal vez el miedo a verse absorbido y la
pérdida de identidad permanece tras no haberse logrado resolver la fase simbióti
ca. Por ejemplo, un hombre puede mostrarse tímido e inhibido cuando se enfren
ta a la absorción genital que es normal en toda experiencia sexual adulta. Quizás
los miedos edípicos sigan dominando en el inconsciente del sistema.
A veces un superego estricto hace parecer pecaminosa, peligrosa e incluso
inconcebible la actividad sexual con una mujer a la que se respeta. A este grupo
pertenecen los hombres patológicamente culpables respecto de la masturbación
y un grupo especial que ha aprendido a idealizar a las mujeres “buenas” como
por encima de lo sexual y buscan su satisfacción sexual sólo con mujeres “malas” ,
o prostitutas. Este último caso es una exageración patológica de la resolución
edípica, que reprime los impulsos sexuales que el niño siente por la madre, pero
que deja intacto en su vida preconsciente y consciente su amor tierno y casi ase
xuado por ella.
Son otros determinantes inconscientes de la disfunción sexual del varón los
miedos preedípicos de la niñez respecto a iras y hostilidades incontenidas tras la
supresión o coerción de la madre. En la etapa adulta la intimidad sexual con una
mujer elegible puede despertar tales reacciones. Sin embargo, nótese que la re
42 Benedek, T. y Rubenstein, B. B., The Sexual Cycle in Women: The Relation Betweeti
Ovarían Funetion and Psychodynamic Process, Washington, D. C., National Res, Couneil,
1942.
43 Deutsch, H., The Psychology o f Wotnen (1925), Nueva York, Gruñe & Strattott,
1944-1945.
V A R I E D A D E S DE LOS D E S Ó R D E N E S P S I C O S O M Á T i C O S 681
dolorosas pueden estar acompañando una madurez sexual incompleta o repre
sentar una regresión. Los conflictos sexuales latentes producen ansiedad y ésta,
a su vez, parece predisponer a la mujer para que reaccione más a los cambios hor
monales del periodo premenstrual. Si bien la menstruación es un proceso fisioló
gico normal, las mujeres la describen como “ese castigo” o “esa enfermedad” ,
en parte debido a las actitudes negativas que se le atribuyen en la tradición y
en el folklore.
La frigidez, o falta de respuesta sexual satisfactoria, es una perturbación
común en las mujeres; al igual que la impotencia en los hombres, suele ser parte
de una neurosis, de una psicosis o de un desorden de la personalidad. En el pasa
do, hubo la tendencia equivocada a considerar la vagina como equivalente feme
nina del pene y a menospreciar el papel del tejido eréctil de la mujer como “fija
ciones pregenitales” que deberían ser curadas con la edad. Tal interpretación va
en contra de los hechos anatómicos y fisiológicos. Excepto por el orificio de en
trada, la vagina en poco contribuye a la estimulación erótica durante el acto
normal, mientras que contribuyen sobremanera el clítoris y las estructuras erécti-
les.44 La frigidez significa que la mujer fracasa en responder con un orgasmo
cuando esas estructuras se encuentran estimuladas durante el acto sexual normal.
Tal fracaso tiene una amplia variedad de causas, entre las que cuentan la actitud
hacia la pareja, las preocupaciones de recibir daño físico o quedar embarazada,
cuando no se desea esto, y un conjunto de actitudes femeninas negativas surgido
durante la niñez, la latencia y la adolescencia. Suele tener un papel importante
en determinar ésas actitudes la naturaleza de las relaciones existentes entre los
padres de la mujer. También participan las advertencias de los padres y los cuen
tos que se dicen.45
El embarazo mismo provoca una amplia variedad de reacciones personales.
Algunas mujeres experimentan una satisfacción placentera y narcisista y afirman
no haberse sentido mejor en su vida. Sigue sin estar claro si tal sensación es resul
tado directo de los cambios hormonales o si proviene más indirectamente de la
satisfacción de haber aumentado las necesidades de dependencia o de haber gana
do la mujer importancia al sentir que va a ser madre.
Las diferencias existentes en las maneras en que las mujeres experimentan el
parto están relacionadas claramente con sus miedos y sus ansiedades o con su
sensación de triunfo y de creación, así como con las realidades objetivas del
parto.46 El movimiento llamado “parto natural” tiene como base esas relaciones.
Intenta adiestrar a la mujer embarazada para que coopere con su cuerpo durante
el proceso de nacimiento del bebé y se reduzca así la ansiedad de la espera. Mu
chas mujeres que permanecen conscientes durante el proceso lo recuerdan como
44 Benedek, T., “ Sexual functions in women and their disturbance” en Arieti, S. (dir.),
American Handbaok o f Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 727-748, Mar
mol, J., “ Some considerations concerning orgasm in the female” , Psychosom. Med., 1954
16, 240-245.
45 Véase la discusión en grupo en Moore, B. E. (informador), “ Frigidity in women” ,
J. Amer. Psychoanal. Ass., 1961, 9, 571-584. Véase también Davids, A., de Vanlt, S. y Tal-
madge, M., “Psychological study o f emotional factors in pregnancy: a prelimrnary report” ,
Psychosom. Med., 1961, 23, 93-103; Wenar, C., Handlon, M. W. y Garner, A. M„ “Patternsof
mothering in psychosom atic disorders and severe emotional disturbances”, Merrill-Palmer
Quart., 1960, 6, 165-170, Ryle, A., “ The psychological disturbances associated with 345
pregnancies in 137 women” , J. ment. Sci., 1961,107, 207-286.
46 Cfr. Rosengren, W. R., “ Some social psychological aspects of delivery room diffí-
culties” , /. nerv. ment. Dis., 1961, 132, 515-521.
682 CAP. 20. D E S Ó R D E N E S P S I C O S O M Á T I C O S
Lo que se pregunta aquí es por qué el paciente ño reacciona afl estrés cayen
do en una neurosis o una psicosis;
Como hemos visto, el neurótico maneja su tensión y su ansiedad, que de
otra manera le resultarían intolerables, mediante un compromiso, a cuyo pro-
dücto llamamos síntoma neurótico. Talfcompromiso incluye la reactividad regre
siva de material infantil, parte del cual escapa de la represión. Pero la organización
defensiva del paciente neurótico queda relativamente intacta, de modo que sus
síntomas por lo general son de alcance limitado.
En los pacientes psicóticos la regresión es más profunda que en la neurosis
y, por lo común, subtotal en sus dimensiones. Lo que llamamos síntomas psicó
ticos es un intento de compromiso —por ejemplo, el delirio o la alucinación —,
pero, a diferencia del compromiso neurótico, significa una distorsión seria de la
realidad. Esto se debe a la intrusión masiva de material del proceso primario, que
los síntomas intentan incluir reconstruyendo la realidad externa.
La persona que sufre un desorden psicosom ático no forma un compromiso
neurótico ni distorsiona seriamente la realidad externa. En cambio, trata de des
cargar sus tensiones y aliviar su ansiedad mediante procesos autónomos y visce
rales directos. ¿Cómo explicar esto? Los expertos en el campo han ofrecido mu
chísimas explicaciones ingeniosas; pero el hacer justicia a esas explicaciones y
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 683
53 Schur, M., “The ego in anxiety” en Loewenstein, R. M. (dir.), Drives, A ffects, B ebá -
vior, Nueva York, Internat. Univ. Press, 1933, págs. 67-103; Schur, M., “Comments on the
metapsychology of somatization’’, The Psychoanalytic Study o f the Child, Nueva York,
Internat. Univ. Press, 1955, vol. 10, págs. 119-164.
54 Véase Schur, M., “ Comments on the metapsychology of somatization” , The P sy
choanalytic S tu dy o f the Child, Nueva York, Internat. Univ. Press, 1955, vol. 10, págs.
119-164; Ittelson, W. H., Seidenberg, B. y Kutash, S. B., “ Some perceptual differences in
somatizing and nonsomatizing neuropsychiatric patients” , Psychosom. M ed., 1961, 23,
219-233.
A N T E C E D E N T E S D I N A M I C O S Y DE D E S A R R O L L O 687
otra con hipertensión esencial y una tercera con un desorden de la piel? Se trata
fundamentalmente de la misma cuestión planteada con la “ elección” de neurosis.
También las respuestas son similares. Tenemos algunas ideas interesantes, pero
ninguna conclusión definitiva.
Mencionamos ya algunas de las ideas en nuestro estudio sobre los varios sis
temas que participan en el desorden psicosomàtico. Parecen abundar las personas
dependientes pasivas, que luchan reactivamente por ser autosuficientes, entre
quienes sufren úlcera péptica; pero algunas de éstas se sienten por dentro enoja
das y hostiles. En algunos pacientes el asma bronquial parece estar relacionado
con un grito de ayuda o una necesidad de confesarse con una figura materna,
aunque también se da en personas fisiológicamente alérgicas. No hay razones
para suponer que todo paciente asmático pertenece a ese grupo psicológico.55*
En otras palabras, en la “ elección” del síntoma psicosomàtico parecemos
estar enfrentándonos a múltiples factores y no a una simple relación de causa y
efecto. Incluso entre los expertos más escépticos existe la idea de que hay una
relación compleja aún oculta entre constitución, tipo de personaÜdad, experien
cias infantiles y alguna participación orgánica especial —por una parte— y el
lugar del desorden psicosomàtico por la otra. Hasta el momento nadie ha dado
una solución totalmente satisfactoria al problema. Revisemos brevemente algu
nos de los intentos hechos.
En un extremo tenemos las teorías hereditarias, constitucionales y de sen
sibilidad congènita. Nadie podrá dudar de que los recién nacidos se diferencian
por los patrones de su sistema nervioso autónomo y en su potencialidad para
responder vegetativamente al estrés. En el capítulo 2 indicamos que ningún
recién nacido es anatómica y fisiológicamente,igual a otro, incluso tratándose
de gemelos idénticos. Esas diferencias individuales incluyen los órganos inter
nos, la piel, el sistema nervioso autónomo y su representación en el sistema
nervioso central. Aunque los recién nacidos responden al estrés con todo lo que
tienen, como lo han subrayado Grinker y Wolff, necesariamente habrá diferen
cias en sus patrones totales, tanto cualitativa como cuantitativamente.
El problema con este tipo de explicación es que resulta demasiado gene
ral y, hasta el momento, no se la ha confirmado ni refutado. Parecen existir
tendencias familiares a padecer diabetes e hipertensión esencial, por ejemplo,
aparte de las cuestiones de desorden psicosomàtico. En cuanto a la úlcera péptica,
Mirsky y otros han demostrado su presencia en recién nacidos, cuando no exis
ten ansias de dependencia ni luchas por lograr la autosuficiencia.56 Se han descu
bierto diferencias congénitas en los niveles de actividad, en la sensibilidad y en
la capacidad de respuesta, pero ni aun éstos son factores sencillos, pues incluyen
la interacción con la madre. Desde el comienzo mismo la madre responde con
su propia conducta característica al hijo recién nacido. Esas respuestas serán
factores cada vez más importantes en dicha situación cuando el infante comien
za a desarrollar sus primeras discriminaciones primitivas. En realidad, las teorías
hereditarias, constitucionales y de sensibilidad congènita son un modo de decir:
“Así nació” .
58 Lidz. T., “ General concepts of Psychosoifiatic medicine” en Arieti, S'. (àìx.), Ameri
can Handbook o f Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, pàgs. 647-658,
D esó rd en es
ag u d o s y cró n ico s
del cerebro
En medida incluso mayor que gran parte de los otros órganos, el cerebro de
pende de que se mantenga un equilibrio fisiológico de límites relativamente es
trechos, pues de otra manera no funciona adecuadamente. Todo aquello que
interfiera seriamente con dicho equilibrio reducirá la capacidad del cerebro y
puede provocar una conducta y experiencias patológicas. Entre las fuentes co
munes de perturbación del equilibrio tenemos cambios notables en la tempera
tura, en el equilibrio del agua y en la concentración de los electrólitos en el
cerebro, la interferencia con el suministro de oxígeno y materias alimenticias e
impedir que se eliminen del cerebro los productos de desperdicio. A l demostrar
recientemente nuestros astronautas que el control humano de los vuelos espa
ciales puede ser más eficaz que el control automático mediante máquinas;, se ha
dado nuevo énfasis a la importancia de mantener un equilibrio óptimo en la fisio
logía del cerebro durante las exploraciones espaciales. En la vida del ser humano
común y corriente, atada como está a la tierra, cambios como los arriba mencio
nados participan en muchas formas de embriaguez, en los desórdenes del sistema
cardiovascular, en las lesiones de la cabeza, en las enfermedades mentales y en él
deterioro del cerebro.
Si la perturbación sufrida por el equilibrio fisiológico del cerebro es súbita
y severa, puede ayudar a>que se precipite uno de los principales síndromes clíni
cos de agudo desorden cerebral: el delirio, el estupor ó el coma. Sin embargo, Si
tal perturbación es de desarrollo lento, puede hallar paralelo en cierto grado de
adaptación compensatoria, tanto psicológica como fisiológica. En este caso, tal
vez, por largo tiempo o incluso de por vida, se dañan pòco las funciones del
cerebro. No obstante, eh muchos casos se presenta un alto súbito de la adap
tación compensatoria, el cerebro se descompensa y se precipita uh desorden ce
rebral agudo.
La eficacia de la adaptación compensatoria varía considerablemente de
un individuo a otro, en circunstancias equivalentes, e incluso en la misma
persona cuando sujeta a diferentes estféses fisiológicos y psicológicos.1
Por ejemplo, si en la embriaguez alcohólica se mantiene constante la dosis
1 Cfr. Phillips, L. y Zigler, E., “Social competence: the actiori-thought parameter and
vicariousness in normal and pathological behavior” , J. abnorm. soc. PsychoL, 1961, 63,
137-146.
691
692 CAP. 21. D E SÓ R D E N E S A G U D O S Y C R Ó N I C O S D E L C E R E B R O
una manía a los ataques de mareo y a los desmayos, provengan dichos ataques de
una enfermedad cardiaca o de una arteriosclerosis cerebral. Una tercera puede
caer en una reacción de conversión tras haberse lesionado la cabeza, por las mis
mas razones que pudieron haberla provocado tras una lesión en la espalda.
Con estas consideraciones como introducción general, pasamos a estudiar los
síndromes de la incapacidad cerebral aguda y crónica, sus relaciones con el estrés
personal y situacional, y la identificación errónea que de ellos hacen algunos pa
cientes, cuando reaccionan psicopatológicamente al hecho de sentirse enfermos o
de haber tenido un accidente.
El recuperarse de un delirio agudo puede ser cuestión gradual, con una me
jora progresiva de la eficiencia cerebral; o tal vez ocurra con rapidez, tras un sueño
profundo, como en muchos casos de enfermedades febriles. Por otra parte, si el
cerebro agudamente ineficiente, se vuelve fisiológicamente más ineficiente cada
vez se mejora mertóá él paciente. Su inquietud e insomnio dan paso a un letargo
y un estupor acompañados dé movimientos Ocasionales. Los movimientos del
eñfcrmo solí más lentos, tienen menos propósitos y hay falta de secuencia. Sü
discurso es fragmentario, incoherente y vacilante. Puede ser difícil despertar a la
persona y mantenerla despierta (estupor), y más tarde, imposible despertarla (c o
ma). En el paciente moribundo el estupor y el coma creciente son el preludio
usual a la muerte. Como regla, el paciente que se recobra de un estado comatoso
vuelve a la normalidad á través dél estupor. Según va mejorando, quien sufre es
tupor pasa a menudo por una fase de delirio antes de la recuperación total.
Cuando la ineficiencia cerebral se presenta de súbito, como en los casos ue
lesiones en la cabeza, hemorragias cerebrales, pérdida de sangre, infecciones ma
sivas o intoxicaciones graves, pudiera presentarse casi de inmediato el estado co
matoso. Las personas qüe se están recuperando de un coma abrupto pasan a veces,
también, por un síndrome de delirio, tras tener una fase de estupor.
S I N D R O M E S DE L A I N E F I C I E N C I A C E R E B R A L 695
4 S e p r e s e n t a u n e s t u d io d e la d e s o r g a n iz a c ió n c o n d u c t u a l, q u e i n c lu y e a l delirio,
e n C a m e r o n , N . y M a g a x e t, A . , Behavior Pathology>, B o s t o n , H o u g h t o n M i f f l i n , 1 9 5 1 , c a p í
t u lo 15.
s C f r . F e r r a r o , A . , “ P re s e n ile p s y c h o s e s , se n ile p s y c h o s e s a n d p s y q h o s e s w it h c e r e b r a l
a r t e r ie s c le r o s is ” e n A r ié t i, S . ( d i r . ) , A m erica n H a n d b o o k o f Psychiatry, N u e v a Y o r k , B a s ic
B o o k s , 1 9 5 9 , p á g s . 1 0 2 1 -1 1 0 8 .
6 V é a s e la e x p lic a c ió n d e la d e s c o o r d in a c ió n e x p e r im e n t a lm e n t e i n d u c i d a e n L u r ia , A . ,
The Nature o f Hum an Con flicto (t r a d . p o r H . G a n t t ), N u e v a Y o r k , L iv e r ig h t , 1 9 3 2 .
696 CAP. 21. D E S Ó R D E N E S A G U D O S Y C R Ó N I C O S D E L C E R E B R O
Si completamos ahora las manifestaciones abiertas del delirio, tal y como las
hemos descrito, tomando en cuenta la experiencia subjetiva de la persona delirante,
de inmediato veremos que estamos ante perturbaciones de la eficiencia cerebral.
Para quien sufre delirio el medio circundante parece perder inexplicablemente su
estabilidad. Los objetos aparecen y desaparecen inesperadamente. La gente parece
hacer cosas extrañas, inexplicables, inadecuadas y sin relación entre sí. Las per
sonas y las cosas aparecen distorsionadas de modo extraño, por completo ajenas
a las experiencias anteriores de la persona delirante en su vida adulta normal. Las
graves perturbaciones de la percepción pueden destruir las perspectivas, las pro
porciones y las relaciones de realidad normales que se tienen en cuanto a espacio
y tiempo. Las cosas pequeñas aparecen enormes y las grandes pequeñas. Las
formas y las organizaciones espaciales sufren todo tipo de distorsión. Se identi
fican, captan y sitúan incorrectamente los sonidos. Las sensaciones de la piel
dan lugar a todo tipo de delirios y alucinaciones. También pueden participar de
modo extraño el gusto y el olfato. Si se les puede separar de la percepción, las
perturbaciones graves en la cognición provocan todo tipo de interpretaciones e
identificaciones erróneas. Hacen imposible que el paciente delirante construya
un todo inteligible con base en su experiencia fragmentada.
A veces se ha comparado el delirio agudo con el sueño común y corriente,
en el cual la persona normal se encuentra sumamente desorientada, pasa por
cambios caleidoscópicos y a menudo totalmente ininteligibles, experimenta
distorsiones perceptivas y cognoscitivas y los productos inconscientes y el pro
ceso primario invaden su pensamiento preconsciente. En algunos sentidos la
comparación es apropiada. La persona dormida que sueña ha regresado a un nivel
de actividad en el que la represión es débil. La negación, la proyección y la in-
troyeeción pueden realizar funciones defensivas primitivas, reinar el pensamiento
del proceso primario y los límites del ego o del yo desvanecerse. Existe una gran
diferencia entre delirios y sueño: la persona normal sueña porque excluye gran
parte de la estimulación externa, porque entra en un estado de aislamiento per
ceptiva. La ausencia de casi toda la estimulación externa durante el sueño
simplifica enormemente la situación para quien duerme. Incluso un sonámbulo
se encuentra mucho mejor organizado respecto a dicho ambiente que una perso
na con delirio agudo.
Al principio, en el delirio agudo pueden desarrollarse alucinaciones e ideas
delirantes cuando las condiciones son similares a las existentes en el sueño común
y corriente. De hecho, el delirio puede verse precedido por sueños aterradores.
Sin embargo, según se va incrementando la ineficiencia cerebral, comienzan a
perturbar al paciente experiencias alucinantes y delirantes cuando se encuentra
entre dormido y despierto, de modo que teme cerrar los ojos. Con el tiempo, al
aumentar la inestabilidad de las estructuras perceptivas y cognoscitivas, se disuel
ven los límites entre la realidad externa y la interna, los ensueños y las fantasías
hasta entonces inconscientes se mezclan con los procesos cognoscitivos y percep
tivos inestables y se forma una masa confusa y que confunde de experiencias
ininteligibles.
Las experiencias delirantes son casi siempre aterradoras. Quien sufre delirio
se muestra aprensivo, inseguro y temeroso; esto ocurre, en parte, debido a la
pérdida de la estabilidad perceptiva y cognoscitiva y a la pérdida del mundo fa
miliar, con todas sus organizaciones familiares y sus sucesos predecibles. Todos
dependemos de la estabilidad del medio circundante para sentirnos seguros. Si
698 CAP. 21. D E S Ó R D E N E S A G U D O S Y C R Ó N I C O S D E L C E R E B R O
Una paciente de edad no hacía más que sentarse y mecerse todo el día, mo
jándose y ensuciándose constantemente; era necesario alimentarla, lavarla, ves^
Un hombre de negocios maduro fue por primera vez considerado como in
competente por su familia, cuando no pudo regresar al hotel donde estaban hos
pedados, en un lugar de verano nuevo. Todos los días venía de la playa en su
auto y pasaba frente al hotel sin reconocerlo; a pesar de las protestas de la
familia. Se trataba de un hombre agradable, que tomó la situación con buen hu
mor, como si se tratara de algo jocoso. Sin embargo, la familia discutió el caso
con los socios del hombre y descubrió que éste había mostrado incapacidad de
juicios y fallas ue memoria desde un año antes de las vacaciones. A raíz de su ju
bilación tuvo un breve episodio de delirio, en el que sufrió ideas delirantes y
alucinaciones de carácter amedrentador. A causa de ello se le hospitalizó. Al
cabo de unas cuantas semanas de cuidados y protección pudo dejar el hospital
e irse a casa, pero aunque seguía mostrándose de buen humor y bondadoso, su
memoria y su orientación tenían fallas severas. Se consideraba poco alentadora
su prognosis.
c i ó la
n , i n t e la
r p e n e y la
t r a c i ó n tan obvias en el
, f r a g m e n t a c i ó n s u p e r i n c l u s i ó n ,
Una mujer de ochenta y tres años, internada en una institución, siempre de
cía que tenía dieciocho o diecinueve años. Si se le preguntaba acerca de su medio
circundante simplemente contestaba que estaba descansando antes de volver á
casa. Casi todas las noches preguntaba si “podía quedarse por esa noche en el ho
tel” , agregando a menudo que se le había hecho tarde y no podía irse a casa. Por
lo común lamentaba, de modo muy señorial, el no poder ayudar aquel anochecer
a su padre en el ordeño de las vacas. Pero al preguntársele la edad del padre, so
lía contestar a menudo: “Oh, murió hace muchos años” , evidentemente había
olvidado lo que había dicho acerca de ayudarlo.
PSICOPATOLOGÍA d e l o s d e s ó r d e n e s d e l c e r e b r o
común y más tratable de lo que solía ser, constituye una infección cerebral típica.
4. Los d e s ó r d e n e s c e r e b r a no son únicamente ejem
l e s s e n i l e s y a r t e r i o s c l e r ò t i c o s
plos comunes de una inefíciencia cerebral que progresa por lo común sin llamar
la atención, sino también enfermedades que sin duda aumentarán de importancia
según crezca nuestra población de ancianos.
doras son comunes en todos los delirios y también en las alucinaciones auditivas
de personas no delirantes.
Muchas leyendas existen acerca de las alucinaciones en el delirium tremens;
se cree que el alcohólico delirante suele ver elefantes rosas, ratones, monos ver
des y jirafas moteadas. Sin embargo, un estudio de 113 pacientes con delirium
tremens permitió comprobar que perros, insectos y serpientes son los animales
más comunes en las alucinaciones, tres grupos que también los no alcohólicos
consideran peligrosos. Sólo en un caso el paciente habló de elefantes rosas y otro
de ratones.15 La influencia ejercida por el medio circundante inmediato es clara
en la abundancia de peces y langostas que aparecen en las alucinaciones de los
pacientes con delirium tremens a quienes se está tratando mediante baños
continuos.
Se sabe que en los delirios agudos resultantes de intoxicaciones, infecciones,
fiebres elevadas y enfermedades debilitantes pueden precipitarse reacciones esqui
zofrénicas. De trece casos incluidos en un estudio sobre delirio por brumos, en
ninguno estuvieron presentes en el pasado síntomas esquizofrénicos. De los trece
pacientes, dos mostraban una desorientación severa cuando fueron admitidos en
el sanatorio, siete padecían desorientación severa respecto al tiempo, pero sólo
ocasionalmente respecto a los lugares o las personas y cuatro mostraban desorien
tación pasajera. En diez casos la duración varió de cuatro días a siete y medía se
manas; en los tres casos restantes la duración fue de cinco, diez y doce meses
respectivamente.16
Las pruebas más impresionantes que tenemos acerca de los efectos no espe
cíficos de los agentes tóxicos provienen de aquellos casos en que se presenta la
misma patología conductual cuando hay delirio y cuando no lo hay. En uno de
esos estudios, ya citado, dos pacientes padecieron y se recuperaron de una psico-
patología antes de sufrir una intoxicación aguda. En cada uno de los casos, la psi-
copatología aparecida en el delirio mostraba las mismas características que las
enfermedades anteriores, no precipitadas por el delirio. En otras palabras, la psí-
copatología era específica de la persona, no de la toxina.
Presentaremos ahora dos casos, que son ejemplo de lo mismo. Una de las
personas sufrió un ataque maniaco al tener un delirio por bromuro y más tarde
tuvo otro ataque maniaco a raíz de una discusión con su cónyuge, sin estar pre
sente intoxicación alguna. La otra sufrió un ataque maniaco durante un litigjo
que amenazaba con destruir su seguridad económica y, treinfa años más tarde,
desarrolló otro cuando se encontraba desorientada tras una operación de cataratas.
Beatrice D., una mujer casada de treinta años, fue admitida en un centro psi
quiátrico, presa de un delirio agudo, a las dos semanas de haberse sometido a una
intervención quirúrgica menor. Se había mostrado aprensiva antes de la opera
ción. El primer día después de ésta pareció tan ansiosa, que se le dio una pequeña
dosis de morfina, cosa que la alarmó aún más. Creyó haber oído decir al cirujano
encargado de cuidarla que el caso iba empeorando. Con sus familiares hablaba de
morir. Al cuarto día de la operación se le aplicó un sedante de bromuro en lugar
de morfina. Como Beatrice seguía aprensiva e irritable, estuvo sujeta a calmantes
15 Dynes, J., “Survey of alcoholic patients admited to the Boston Psychopathic Hos
pital in 1937” , New England Med. 1939,220, 195-203.
16 Levin, M .,“Toxic psychoses” . en Arieti, S. (dir.), American Handbook o f Psychia-
try, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 1222-1230.
P S I C O P A T O L O G Ì A DE LOS D E S Ó R D E N E S D E L C E R E B R O 707
mos fenómenos son comunes en cualquier ineficiencia cerebral, sea que ocurra
en las intoxicaciones, en las infecciones o en la degeneración cerebral. Incluso la
obvia secuencia de fases, cuando ocurre, no es más que una sucesión de síndromes
clínicos reconocibles que representa distintos grados de adecuación en un orga
nismo que se está recuperando.
En gran parte de las lesiones de la cabeza que provocan una ineficiencia cere
bral severa inmediata, es decir, en las que el paciente queda “inconsciente” , la
mejora inicial es rápida. No aparece ni el delirio agudo ni el síndrome de Korsa
koff. En lugar de esto puede haber periodos transitorios de confusión, ataxia mo
derada, entorpecimiento y amnesia, olvido de sucesos que ocurrieron antes y
después de la lesión en el cerebro. Es muy variable el transcurso de la convale
cencia posterior a la lesión en el cerebro. Rara vez se la puede predecir con base
tan sólo en el aparente daño sufrido por el cerebro. Incluso se duda de que de
un trauma moderado resulte un deterioro progresivo en un cerebro que por lo
demás está sano.
Nada ha dejado tan en claro el intrincado entretejido de los factores biológi
cos y sociales, en la psicopatología, que el estudio de las reacciones a las lesiones
en la cabeza. Por largo tiempo el interés profesional estuvo dirigido, ante todo, al
problema de reconocer y tratar las consecuencias de los daños en el cerebro: ata
ques convulsivos, deformidades, tormentas emocionales y una ejecución defec
tuosa. Cuando una lesión cerebral deja residuos tan permanentes, podría exigirse
del paciente que los tiene un grado de adaptación muy considerable. Pero estén o
no presentes esas secuelas en un caso dado, hay otros aspectos de las lesiones en
la cabeza de igual importancia, o a veces incluso de mayor importancia, que me
recen consideración especial.
Por ejemplo, tenemos las reacciones de la persona herida hacia su accidente,
a la experiencia de haber sido herida, de haberse visto desvalida, amedrentada,
con dolores, en coma o confusa. En nuestra sociedad lo usual es que una herida
en la cabeza preocupe más que la herida en un brazo o en una pierna. Existe tam
bién la necesidad de adaptarse a los residuos menores, tal vez carentes de impor
tancia en sí, pero que a menudo se vuelven foco de ansiedad, preocupación y
quejas de fatiga y pueden provocar e
r e a c c i o n e s d e c o n v e r s i ó n i n v a l i d e z c r ó n i c a .
frentamiento y el grado de madurez social que haya logrado antes del accidente.19
Uno de los estudios clínicos más cuidadosamente diseñados sobre lesiones
en la cabeza ha demostrado que en las de tipo agudo las quejas de los pacientes
estaban relacionadas con los signos clínicos. Como era de esperar, por lo tanto,
se quejan más los pacientes con señales de daño cerebral que quienes no las tie
nen. Sin embargo, cuando más tarde se estudió a los pacientes, los que habían
sufrido lesiones de la cabeza severas se quejaban poco, mientras que quienes las
habían sufrido menores se quejaban mucho. Además, el número de quejas ten
día a aumentar y a volverse éstas menos claras por su carácter cuanto más duraba
el síndrome postraumático.20
Incluso el dolor de cabeza no es específico de las lesiones en la cabeza.
Resulta más común en personas sin señales neurológicas de daño cerebral que
en personas con señales de residuos. Únicamente un número muy pequeño de
pacientes sin señales neurológicas manifestaron cambios de personalidad que se
pueden atribuir a la lesión en la cabeza. La mayoría había tenido dificultades
en sus relaciones interpersonales antes del accidente. Muchos parecían haber
estado siempre insatisfechos y haber sido siempre infelices. Otros ganaron con
sus síndromes lo que no habían podido ganar antes. En esos pacientes la persis
tencia de las quejas parece más fácil de comprender si se la toma como medida
adaptativa, comparable a las reacciones neuróticas, gracias a la cual se reduce la
tensión y la ansiedad. A l parecer, la o r g a n i z a c i ó n d e l a p e r s o n a l i d a d p r e t r a u m á
p o s t r a u m á t i c a .
La paresis general es una encefalitis, una inflamación del cerebro que surge
debido a la presencia en aquél de las espiroquetas de la sífilis. Aunque éstas se
muestren activas en toda la corteza cerebral, afectan de modo más intenso a las
regiones frontales donde, en caso de ser fatal la enfermedad, se encuentra más
concentrado el organismo invasor. Las señales neurológicas de paresis general son
menos específicas que esto. En una y otra combinación, todas aparecen en otras
enfermedades del sistema nervioso central. Entre las señales de paresis más co
munes tenemos la (que no responde a la luz, pero sí a la
p u p i l a A r g y l l - R o b i n s o n
adaptación que el ojo hace para ajustarse a la distancia) y los temblores de los de
dos, la lengua, los párpados y los músculos faciales. El habla es lenta y confusa.
La escritura es trémula, a menudo ininteligible y con omisiones o cambios de
lugar de letras. Hay debilidad muscular y, a menudo, ataques convulsi( p a r e s i s )
Aparte de esa excitación episódica ocasional, los casos de paresis general dan
un cuadro clínico de incompetencia cerebral de progreso relativamente rápido,
tras un comienzo insidioso y un desarrollo gradual de los síntomas. La psicopa
tologia que aparece da la impresión de no ser específica. Si hay un episodio in
flamatorio agudo, puede provocar una excitación de rasgos expansivos, agresivos
y de elación. De otra manera, siguen siendo válidos los principios generales asen
tados hace unos treinta años. “ El tipo de psicosis o psiconeurosis manifestado
(p o r el paciente parético) es la que el individuo hubiera desarrollado en aquel
momento, siempre y cuando estuviera ausente la sífilis y presente cualquier otro
factor precipitante adecuado” 21 En otras palabras, el cerebro que queda incom
petente por esa lesión inflamatoria y degenerativa específica pierde eficacia en
sus sistemas de adaptación y de defensa. Entonces el paciente parético reacciona
de acuerdo con su o r g a n preparética, pero sin las veri
i z a c i ó n d e l a p e r s o n a l i d a d
625-638.
P S I C O P A T O L O G I A DE LOS D E S O R D E N E S D E L C E R E B R O 711
disminuido notablemente, desde 20 o 25 por ciento a menos del dos por ciento.
La terapia malárica ha permitido recuperación completa en 35 por ciento de casos
no elegidos de paresis general. Las dosis grandes de penicilina han subido el por
centaje a 50 por ciento. 22 La brillante labor de científicos latinoamericanos,
quienes recurren a combinaciones de diferentes tipos de penicilina, ha elevado la
tasa de recuperación a 83 por ciento. 2324Cuando se piensa que la paresis general
fue considerada una enfermedad incurable, este logro de los científicos latino
americanos queda entre los progresos de más valía en la terapia moderna.
Psicopatologia de la degeneración
cerebral senil y arteriosclerótica
a las que irrigan los vasos sanguíneos enfermos, se verán destruidas más o menos
completamente; mientras que las partes cerebrales donde los vasos sanguíneos
funcionan bien se mantendrán en buenas condiciones. Como es de suponer, mu
chos casos de degeneración cerebral manifiestan ambos tipos de cambio anató
mico. No obstante, llegan a presentarse casos más o menos puros de uno u otro
s í
I
712 CAP. 21. D E S O R D E N E S A G U D O S Y C R O N I C O S D E L C E R E B R O
yor frecuencia en la década de los cincuenta años que el tipo senil, más común
cuando se tiene sesenta, setenta u ochenta años. También son más comunes remi
siones súbitas, seguidas de dechnaciones también súbitas. El industrial que casi se
arruinó financieramente, descrito en este capítulo, ejemplifica este tipo de inicio.
En ambos tipos de enfermedad el empeoramiento es inevitable. Debido a
que la degeneración senil es lenta y gradual, permite a la persona adaptarse a la
declinación según se va presentando, en especial si el medio circundante le da
apoyo. El inicio súbito y tormentoso de la degeneración cerebral arteriosclerótica,
con sus ataques de confusión o de convulsiones y la parálisis que tan a menudo la
acompaña, presenta problemas de adaptación mucho más serios. Tanto el paciente
como sus parientes o amigos íntimos tienen que lograr adaptaciones rápidas a
fluctuaciones súbitas. Fuera de esto, las situaciones a que se enfrentan los pa
cientes de los dos grupos son más bien similares que distintas. Por consiguiente,
en bien de la sencillez y la claridad de exposición, limitaremos nuestro estudio
a la psicopatología que surge durante la degeneración cerebral senil y tomaremos
la arteriosclerosis como variante que presenta problemas especiales.
Se ha dicho a menudo que no hay remedio en la degeneración cerebral se
nil. A la larga, es cierto. Con la edad, las células nerviosas del cerebro van desa
pareciendo gradualmente. No se les puede reemplazar y su pérdida progresiva
termina por incapacitar a la persona de edad. Sin embargo, las investigaciones de
los expertos en patología cerebral prueban la necesidad de tomar en cuenta
otros factores, aparte de la destrucción celular.25 De esta manera, se tiene una
pérdida relativamente menor de células en el cerebro de muchas personas que han
sufrido una declinación senil severa antes de morir; mientras que muchas otras
con gran destrucción celular en él cerebro hán sufrido una declinación senil mo
derada, o no la han sufrido siquiera.
Lo dicho de la declinación senil general es cierto también de las psicopatolo-
gías específicas surgidas en la vejez. Si el ambiente es muy favorable y la persona
envejece en forma estable y adaptativa, puede esperarse la organización general
de su conducta siga siendo adecuada hasta que el cerebro ya no pueda funcionar
adecuadamente. N o hay duda de qué el cerebro, como órgano, tiene una gran
reserva potencial piara compensar las pérdidas de células nerviosas. Un medio
ambiente favorable permite a la persona que envejece emplear a fondo esas re
servas. Cuando, finalmente, sufre una declinación, puede llegar a un nivel casi
vegetativo antes de que aparezca una seria falta de adaptación personal. Este
desarrollo impone una carga ligera a la sociedad y al paciente. Es el que mellos
resentimientos provoca en los otros durante la declinación final o el que menos
remordimiento deja cuando ya ha terminado.
La persona senil o senescente tardía promedio no encuentra, cuando va de
clinando su adecuación biosocial, qué sus condiciones generales de vida mejóren
o que le proporcionen recompensas nuevas en reemplazo de las anteriores que
ya no tiene. Por el contrario, para la gran mayoría de las personas el envejecer
trae una acumulación de desventajas: en lo biológico, en lo personal, en lo social
y en lo económico.
Los desórdenes psicosomáticos son comunes. Los viejos no tienen ni el vigor
ni el aguante de los jóvenes. Su funcionamiento visceral suele ser menos eficaz y
i
Rothsehild, D., “ Senile psychoses and psychoses with cerebral arteriosclerosis” ; en
, Kaplan, O. (comp.), Mental Disorders in Later Life, 2a. edición Stanford, Calif., Stanford
Univ. Press, 1956, págs. 289-331.
P S I C O P A T O L O G I A DE LOS D E S O R D E N E S D E L C E R E B R O 713
se perturba con mayor facilidad que en etapas anteriores. Con frecuencia aparecen
en el sistema gastrointestinal y, en menor grado, en el cardiovascular y en el
genitourinario perturbaciones que, aunque no constituyen en sí una amenaza a la
salud y ala vida, seles toma como silo fueran. Los síntomas de mal funcionamiento
gastrointestinal son resultado común de deficiencias y enfermedades en otros sis
temas, de mala nutrición general, de esfuerzos excesivos o de falta de sueño. Todas
esas condiciones aparecen con mayor frecuencia en la vejez que en la juventud.
Alcanzada la edad madura, cuanto más envejece una persona, se va familiari
zando más con las incursiones que las enfermedades y la muerte hacen entre sus
conocidos y más probabilidades tiene de enfermar o sufrir intervenciones quirúr
gicas. La acumulación de este tipo de incidentes puede hacer que una persona se
vuelva sensible a las señales de que pierde salud o de que está comenzando a de
clinar, cuando en realidad no es tal el caso. En nuestra cultura gran parte de las
personas que envejecen tienen razones para sentirse rechazadas y necesidad de
recibir más atención, solicitud y afecto del que reciben. Las frustraciones y los
disgustos que a los viejos les imponen las convenciones sociales, la dependencia
económica y su menguante adecuación biosocial mucho hacen para reforzar y
perpetuar tales desarrollos. Lo que ya hemos dicho en el capítulo anterior acerca
de los efectos personales del envejecimiento es aplicable aquí con énfasis nota
ble.26 De hecho, cabe parafrasear, respecto a la ineficiencia cerebral senil, lo que
Schube afirmó acerca de la paresis general y decir que si en un marco de declina
ción senil aparece una patología conductual, tenderá a ser aquélla que hubiera
aparecido de haber estado ausente la ineficiencia cerebral y de haberse presenta
do cualquier otro factor precipitante.
En otras palabras, estamos enfrentándonos a algo más complicado, como re-
igla, que los efectos directos de la decadencia senil. Además, tenemos que incluir
las reacciones del paciente a su adecuación, seguridad y prestigio menguantes.
También se deben tomar en cuenta los efectos potencialmente muy perturbadores
de los cambios socioeconómicos y culturales rápidos.27 Por ejemplo, en el ace
lerado proceso de urbanización de nuestra época las personas de. edad se ven
expuestas cada vez más a las demandas .de reubicación y al creciente ritmo de la
vida cotidiana. A medida que envejece, la persona encuentra más difícil adaptar
se a cualquier cambio súbito, en especial cuando esto implica un cambio en las
condiciones de vida, la pérdida de amigos y la pérdida de un medio circundante
por mucho tiempo familiar. En los Estados Unidos, donde lo tradicional es no
dar respeto creciente a quien incrementa sus años, lo único que aportan tales
cambios son pérdidas sin compensaciones.
Las reacciones de ansiedad surgidas en las personas seniles no se diferencian
en lo esencial de las presentes en cualquier otro periodo de la vida. Los mismos
factores generales las precipitan y perpetúan; únicamente los detalles son pecu
liares de la vejez. Los viejos tienen muchas razones para sentirse inseguros. Gran
parte de ellos terminan dependiendo económicamente de la buena voluntad y a
veces de los caprichos de otros. Las compensaciones por desempleo, el crecimien-
to de sociedades de auxilio social y el establecimiento de medidas de seguridad
26 Birren, J. E. (diz.), Handbook o f Aging and the individual, Chicago, Univ. b f Chica
go Press, 1959; Cumming, E. y Henry, W.E., Growing Oíd, Nueva York, Basic Books, 1961;
Stein, M. R., Vidich, A. J. y White, D. M. (dirs.), Identity and Anxiety, Glencoe.Ill., Free
Press, 1960.
27 Cameron, N., “Neuroses o f later maturity” , en Kaplan, O., (dir.), Mental Disorders
o f Later Life, 2a. edición, Stanford, Calif., Stanford Univ. Press, 1956, págs. 201-243.
714 CAP. 21. D E S O R D E N E S A G U D O S Y C R O N I C O S D E L C E R E B R O
social federales han hecho mucho por aliviar la ansiedad de dependencia que los
viejos sienten; pero no han eliminado todavía las fuentes socioeconómicas_de
ansiedad. Muellísimas personas, que nunca llegaron en realidad a ser dependientes,
viven con el miedo constante de que algún día tendrán que serlo. La alta proba
bilidad de sufrir achaques y la certeza de la muerte son fuentes importantes de
ansiedad persistente en los viejos. Se teme más al desamparo y a la dependencia
que a la muerte.28
La culpa es también fuente de ansiedad común en quienes envejecen. Una
declinación en la adecuación de las maniobras adaptativas o defensivas a menudo
permite que material del proceso primario surja, que se expresen impulsos hosti
les y eróticos y que se vuelvan preconscientes o conscientes fantasías hasta ese
momento inconscientes. Las consecuencias de esto pueden ser la reaparición de
lo reprimido, la reactivación de conflictos y ambivalencias anteriormente contro
lados y, a veces, la aparición de una conducta imprudente e impulsiva. Quien en
vejece puede presentar comportamientos inadecuados porque sus reacciones a
situaciones inmediatas no incluyen ya el control de sí mismas en función de las
consecuencias futuras. Por otra parte, puede sufrir sentimientos de culpa debido
a fantasías de venganza en relación con parientes cercanos que parecen domi
narlo, rebajarlo u obstaculizarlo. Los conflictos y las fantasías sexuales suelen
tener parte en precipitar y perpetuar los sentimientos de culpa. A veces la per
sona senil solitaria e infeliz, como si fuera un adolescente, consigue en la necesi
dad y la satisfacción sexual lo que de otra manera no puede lograr.
Las reacciones obsesivo compulsivas que aparecen en la senilidad representan
a menudo la reactivación regresiva de una técnica empleada en etapas anteriores
de la vida para enfrentarse a conflictos cuya reactivación también es regresiva. Por
otra parte, en la vejez se pueden desarrollar por primera vez reacciones obsesivo
compulsivas en respuesta a inseguridades, conflictos o ansiedades otra vez en
aumento. Si quien envejece ve que las complejidades de la situación a que se
enfrenta sobrepasan la capacidad de adaptación que tiene, puede recurrir a reac
ciones estereotipadas, rituales o perseverantes. Es lo mismo que hacen niños y
adolescentes y, hasta eso, lo que hace un adulto cuya capacidad cerebral es nor
mal, cuando le fallan sus intentos de adaptación y se auxilia entonces con rituá-
les y repeticiones.
Las reacciones psicóticas que ocurren en la senilidad no se prestan fácilmente
a trazar agrupaciones lógicas, cuando se sigue la clasificación normal. Rothschild29
recomienda, como sustituto, la siguiente clasificación en tres grupos:
1. La reacción psicòtica es un brote comprensible de dificultades de la per
sonalidad muy antiguas. Los procesos de envejecimiento reducen los recursos de
la persona, hasta que no son suficientes para mantener un equilibrio adecuado.
Son, a menudo, un factor adicional los estreses de la situación.
2. Los estreses especiales de carácter somático o situacional precipitan una
psicosis en personas con personalidades al parecer bien integradas. En los estreses
psicológicos tenemos aquéllos comunes en los viejos, como son la separación, a
28 S a n d s , S . L . y R o t h s c h ild , D ., “ S o c io -p s y c h ia t r ic fo u n d a t i o n s t o r a t h e o r y o í tu e
re a c t io n s to a g e in g ” , J. nerv. meni. Dts., 1 9 5 2 , 116, 2 3 3 -2 3 9 .
29 R o t h s c h ild , D - , “ S e n ile p s y c h o s e s a n d p s y c h o s e s w it h c e r e b r a l a rt e rio sc ie rò sis” , en
K a p la n , O . ( d i r . ), Mental Disorders in Later Life, 2 a. e d ic ió n , S t a n f o r d , C a l if ., S t a n fo r d
U n iv . Press, 1 9 5 6 , p á g s. 2 8 9 -3 3 1 ; G ib s o n , A . C ., “ P s y c h o s is o c c u r r in g in th è s e n iu m : a
r e v ie w o f an in d u s tr ia l p o p u la t i o n ” , meni. Sci., 1 9 6 1 , 107, 9 2 1 -9 2 5 .
P S I C O P A T O L O G I A DE LOS D E S O R D E N E S D E L C E R E B R O 715
veces debida a la muerte del cónyuge, desintegración del hogar, la falta de empleo
y otros, descritos anteriormente. A veces causa el trauma lo súbito del suceso o
su combinación con otros factores desfavorables.
3. Un grupo en que ni los defectos de la personalidad ni los sucesos dramáti
cos parecen ser la causa. Es el mayor de los tres grupos. El cuadro indica por lo
general un simple deterioro. Es posible que ello represente una rendición total a
la aterradora soledad y a la falta de significado de la existencia de un viejo.
Rothschild dice que tal vez ciertos factores personales estuvieron presentes ante
riormente en el deterioro senil, pero que muchas personas no llegan a los hospi
tales psiquiátricos sino hasta que el deterioro se encuentra muy avanzado.
Una incidencia relativamente elevada de reacciones paranoicas en los pacien
tes seniles hospitalizados puede reflejar en parte las principales dificultades con
que tropiezan los parientes para soportar a una persona agresiva, acusadora, fan
tasiosa y senil que una quejumbrosa, neurótica o psicosomática. También puede
reflejar una diferencia consecuente en la población senil como un todo. Por
ejemplo, sabemos que a cualquier edad una deficiencia severa del oído o de la
vista da lugar a ansiedades y suspicacias. La senilidad es el periodo de la vida en
que más abundan esas pérdidas. También sabemos que, en nuestra sociedad, la
costumbre es rebajar y limitar a los viejos, negarles la libertad de acción y no
darles oportunidades, así como responder a sus protestas y resentimientos con
evasivas o agresiones. Éstas son condiciones óptimas para el desarrollo de reac
ciones paranoicas en las personas susceptibles a cualquier edad.
El rápido aumento del número de personas de edad que hoy sobrevive viene
acompañado, afortunadamente, por una preocupación creciente por su bienestar.
Tal preocupación incluye intentos por evitar reacciones seniles y arterioscleróti-
cas a nivel físico, psicológico y socioeconómico, ya que en cualquiera de ellos
las situaciones críticas pueden precipitar dicha reacción. Se ha recomendado
también que quienes están llegando a la madurez y a la vejez se preparen para los
cambios inevitables que se presentarán.30 Se están utilizando medidas terapéuti
cas de todo tipo: psicoterapéuticas y psicoañalíticas, de grupo y de familia,
farmacológicas, quirúrgicas, de terapia de choque y de rehabilitación.
La terapia individual y la de grüpó no se diferencian en lo esencial en el
tratamiento que dan a los viejos, en comparación con los jóvenes, excepto en qué
deben esperarse metas menos flexibles y más limitadas. Se han logrado resultados
sorprendentemente buenos en casos de accidentes cerebrales ( “ataques”) cuando
por medio de la cirugía se elimina rápidamente un coágulo de un vaso sanguí
neo. Igualmente notables han sido los logros en la rehabilitación y el adiestra
miento de aquellas víctimas de daño cerebral a quienes la cirugía no pudo ayudar.
En todas las personas de edad la consideración de mayor importancia es
mantener al individuo en contacto activo con otros y mantenerlo trabajando a
su capacidad óptima, por lo común muy superior a lo que indican la iniciativa y
la valoración de sí misma mostradas por la persona. El efecto negativo, umver
salmente reconocido que la jubilación ejerce sobre las personas que no están
totalmente preparadas para ello, hace obligatorio que quien se jubile Heve una
vida activa al nivel que su vigor se lo permita. La alternativa, puede ser una decli
nación física y psicológica general.
30 L e w is , N . D. C., “ M e n t a l h y g ie n e in la t e r m a t u r i t y ” , e n K a p la n , O. ( d i r . ) , Mental
Disorders in Later Life, 2 a . e d i c ió n , S t a n f o r d , C a l i f ., S t a n f o r d U n iv . P re ss, 1 9 5 6 . p á g s .
4 6 0 -4 7 5 .
22
IN T R O D U C C IÓ N G E N E R A L
716
INTRODUCCIÓN GENERAL 717
Por diversas que sean las variedades de la psicoterapia expresiva, todas pro
vienen de la obra revolucionaria de Freud. Esto es cierto de aquellas que abierta
mente lo rechazan, de aquellas que evitan discutir el punto y de aquellas que sin
reparo reconocen en él su fuente. Para ejemplificar el punto, presentaremos dos
breves y sobresalientes casos de psicoterapia expresiva, ninguno de los cuales se
toma por psicoanalítico y a ninguno de los cuales califican de tal los psicoanalis
tas. Uno de ellos ha influido enormemente en el desarrollo de la psiquiatría en
los Estados Unidos y la Gran Bretaña. El otro influyó enormemente en el desa
rrollo de la psicología clínica en los Estados Unidos.1
P s ic o b io lo g ía
1 Acerca de los métodos somáticos empleados en ocasiones como terapia, véase Arieti,
S. (dir.), American Handbook o f Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 1521-
1582 (varios autores).
IN T R O D U C C IO N G E N E R A L 719
Este movimiento, que Cari fundó y desarrolló con ayuda de sus estudiantes,
ha tenido un efecto tan profundo sobre la psicología clínica en las dos últimas
décadas como lo tuvo la psicobiología sobre la psiquiatría norteamericana hace
treinta o cuarenta años. Al igual que Meyer, Rogers se adiestró principalmente en
el trabajo clínico con pacientes, a quienes él prefería llamar clientes. A diferencia
de Meyer, tenía el don de saberse expresar y de saber conducir y la ventaja de no
liaber tenido que establecerse en la medicina psicológica como pionero, ya que
no es un médico y hace mucho que se aceptó como especialidad a la medicina
psicológica.
Existen muchas similitudes entre la terapia no directiva o centrada en el
cliente y la psicobiología. Rogers y sus seguidores hacen hincapié también en la
importancia y la integridad del individuo, en la tendencia general de las personas
enfermas o perturbadas a mejorar o sanar si las circunstancias lo permiten.3 Al
igual que en la escuela Meyer, recurren a una técnica cara a cara y aceptan todo
aquello que el paciente presente, respetándolo siempre como persona. No juz
gan, ni aconsejan, ni provocan a los clientes. Siempre van más allá de lo que el
paciente está diciendo, para escuchar lo que sin querer puede estar expre
sando. Su procedimiento general consiste en formular lo que el cliente parece
estar expresando, incluyendo las expresiones emocionales, y permiten que aquél
señale el camino. Desde luego, hay mucha menos formalidad en la terapia no di
rigida que en la psicobiología, pero por igual insisten en los problemas del mo
mento y en los procesos conscientes y preconscientes, e igualmente evitan lo que
pudiera estar ocurriendo a nivel inconsciente e infantil.
La escuela de pensamiento no dirigida o centrada erí el cliente es muy ex
plícita acerca de sus orígenes freudianos. La timidez que en este sentido mostró
Meyer no está presente en absoluto. No obstante, la relación entre la psicoterapia
no dirigida y el psicoanálisis, como la existente entre psicobiología y psicóánáli-
sis, no es sencilla. A finales de los veintes Otto Rank, uño de los más brillantes
seguidores de Freud entre quienes no eran médicos, comenzó a alejarse del maes
tro. No sólo puso distancia intelectual entre sí y Freud, sino que comenzó a
hacer largas visitas a los Estados Unidos, donde daba continuas conferencias. In
fluyó notablemente sobre los trabajadores sociales de Nueva York y Filadelfiá.4
3 Las publicaciones hechas poi esta cuela ascienden a varios ciento« Podrí* comen
zarse con Rogers, C. R., Clieni-Centered Therapy, Boston; Houghton Mifflin, 1951. Son
libros anteriores del mismo autor: Rogers, C. R-, Clinical Treatment o f the Problem Child,
Boston, Houghton Mifflin, 1939; Rogers, C. R., Counsetíng and Psychofherapy, Boston,
Houghton Mifflin, 1942.
4 Munroe, R., Schools o f Psychoanalyiic Thought, Nueva York, Dryden Press, 1955,
págs. 575-598.
IN TR ODUCCIÓN G E N E R A L 721
Lo patrocinaba Jessie Taft; y fue ella la que escribió dos amenos resúmenes sobre
la psicología rankiana.5 Frederick Alien, el distinguido psiquiatra de niños de
Filadelfia, también cayó bajo dicha influencia.5 Según Hobbs, de tales raíces sur
ge la psicoterapia centrada en el cliente o no dirigida.7 Rogers no sólo llevó este
desarrollo muy a fondo en la investigación tradicional de la psicología clínica
norteamericana, sino que también organizó una serie de clínicas externas, rela
cionadas con universidades, en las que continúa con sus investigaciones y sus
prácticas clínicas.
s Taft, J., The Dynamics o f Therapy in a C ontrolled Relationship, Nueva York, Mac-
Millan, 1933; Taft, J., Family Casework and Counseling: A functional A pproa ch , Filadel-
fia, Univ. ofPenna Press, 1948.
6 Alien, F., “Therapeutic principies applicable to work with children” , A m e r. J. P sy -
chiat., 1937, 94, 673-677; Alien, F. H., Psychotherapy with Children, Nueva Yórk, Norton,
1942.
7 Hobbs, N., “Client-centered therapy” en McCary, J. L. (dir.), Six Apfiroaches to
Psychotherapy, Nueva York, Dryden Press, págs. 11-160.
8 Jones, E., The L ife and Work o f Sigm und Freud, Nueva York, Basic Books, 1937-
1957 (3 volúmenes).
722 CAP. 22. T E R A P I A
ria.9 Uno de los casos de Breuer: una joven pudo, sujeta a la hipnosis y hablando
libremente, liberarse de todos sus síntomas. Lo tenía que hacer cada cierto nú
mero de días, para no sufrir las consecuencias de otros síntomas severos. Llama
ba al tratamiento “cura por habla” , cuando lo comentaba en serio, y “limpieza
de la chimenea” , cuando bromeaba. Freud y Breuer fueron amigos por cerca de
doce años, pero finalmente se separaron permanentemente, al parecer debido a
que Freud insistía en el carácter sexual de las psiconeurosis (neurosis). Se calibra
rá el grado de intercambio existente entre ellos con base en Studies on Hysteria
y del primer volumen de The Life and Work o f Sigmund Freud. Muchos años
después de su separación, Freud seguía atribuyendo a Breuer una proporción que
hoy nos parece exagerada de lo hecho en común. La influencia de Fliess, amigo
de Freud después de la ruptura con Breuer —si bien gran parte del tiempo a dis
tancia—, no entra aquí, porque Fliess más parece haber sido un espléndido oyen
te que un colega.
La tercera influencia proviene del año que Freud pasó en París, en la clínica
de Charcot, en 1885, cuando se le concedió una beca; también cuenta su corta
estancia, en 1889, con Bemheim, profesor de medicina en Nancy, quien además
era un distinguido hipnotizador y psicoterapeuta. Charcot insistía en que sólo
podía hipnotizarse profundamente a pacientes histéricos; Bernheim, que a todos.
Charcot afirmaba la importancia universal del sexo en la histeria, y Freud se pre
guntaba, a menudo, por qué el gran neurólogo nunca hablaba de esto en público.
Pronto lo descubriría. De regreso en Viena, tras haber pasado aquel año en París,
Freud encontró que a eiertos pacientes no los podía hipnotizar. En 1889 llevó
a uno de éstos con Bemheim, para enterarse de que Bernheim no podía en reali
dad hipnotizar a todos. El que, en esos primeros años, tradujera las conferencias
de Charcot y dos libros de Bernheim al alemán habla de lo industrioso que
era Freud.
La cuarta influencia fue el largo periodo dedicado por Freud al análisis die
los sueños. Al parecer, siempre estuvo interesado, incluso cuando muchacho,
en los sueños y siempre soñó mucho. Fue en 1895, según parece, que terminó de
trabajar en The Interpretation o f Dreams, pero no lo publicó sino cinco años
más tarde. Al mismo tiempo, se interesaba también en los sueños de sus pacien
tes, comò puede verse en Studies on Hysteria. Pero el análisis de sus propios
sueños ha quedado como uno de los más atrevidos y reveladores documentos
de la historia. No tiené igual como logro del autoanálisis sistemático, llevado
a cabo siti el apoyo dfe otro analista, ya que entonces no los había.
A Veces Ffeud retaba a sus críticos para que hicieran lo mismo, pero nin
guno tenía el valor suficiente para recoger el guante. Tampoco sus seguidores
emularon su ejemplo sistemáticamente en este sentido. Cualquiera que haya
pasado por el procesó de analizar sus sueños sabe cuán doloroso y revelador
puede ser, incluso con el apoyo mudo de un analista experimentado. Hay abun
dantes pruebas de que Freud, pese a su estoicismo, era un hombre sensible, de
ninguna manera ajeno a la angustia mental ó física. Aclara francamente que lle
gó mucho más lejos en su autoanálisis de lo que informa en The Interpretation
o f Dreams. Podemos tener ia certeza de que no se áíiório nada en el proceso
y que éste le costó años de dolor. Péro si Fréud no se hubiera sujetado a esos
años de autoexploración, al proceso solitario de conocer su propio incünscien-
9 Breuer, J. y Freud, S., Studies on Hysteria (1895), edición estándar, 1955, voi 2.
INTRODUCCION G ENERAL 723
hermanos. Freud encontró que durante las horas de terapia los pacientes le atri
buían a menudo todo tipo de cosas que ninguna base tenían en los hechos obje
tivos. Expresaban admiración, amor o gratitud extrañamente ajenos a la situación.
Expresaban un resentimiento, una sensación de ridiculo y una hostilidad abierta,
que la situación terapéutica no justificaba.
Freud comprendió cuán poderosa era la transferencia cuando una paciente,
al terminar la hora de tratamiento, le echó los brazos alrededor del cuello. Algo
similar le había pasado a Breuer, quien reaccionó con embarazo y vergüenza y
se aseguró de que jamás volviera a ocurrir una cosa de este tipo. Freud evitó tam
bién la repetición de un acto parecido, pero tomó el incidente como algo nece
sario de estudiar, por su posible relación con la situación terapéutica.
Estamos ante el tipo de cosas que distingue al hombre de genio. Pavlov hizo
algo parecido. Descubrió que sus perros secretaban jugo gástrico cuando teórica
mente no deberían hacerlo. En lugar de pasar por alto esos datos perturbadores,
decidió que merecían estudio por derecho propio. Junto con sus discípulos pro
cedió a estudiar dicha irregularidad sistemáticamente; y de esa decisión inespe
rada ha surgido un vasto bosque de psicología experimental. Freud descubrió
algo en las reacciones emocionales de sus pacientes que perturbaba la relación
terapeuta-paciente y, a la vez, decidió que aquello ameritaba que le prestara es
pecial atención.
Partiendo de aquí, Freud llegó incluso más lejos, pues comenzó a estudiar
sus propias reacciones ante los pacientes, para ver cuánto de irracional y de
infantil participaba en sus procedimientos terapéuticos. De tales estudios surgió
el concepto de contratransferencia. No sólo el paciente puede contaminar la
terapia con sus actitudes emocionales irracionales e infantiles, sino también el
terapeuta, con las suyas, a menos que tenga conciencia del problema y pueda en
frentarse a sus tendencias anteriormente inconscientes. Uno de los defectos más
serios en muchas formas de psicoterapia y asesoramiento de hoy en día es que
reducen al mínimo la importancia de los factores inconscientes de transferencia
y contratransferencia en el tratamiento, o incluso los pasan totalmente por alto.
Tanto la transferencia como la contratransferencia pueden dar claves inestimables
sobre las fantasías básicas de un paciente, sobre sus principales defensas incons
cientes, sobre sus deseos y miedos, sus amores y sus odios, la forma en que expe
rimenta la realidad y las precisiones que ejerce su superego :
En la psicoterapia, de ninguna manera es esencial siempre señalar o interpre
tar para el paciente las reacciones de transferencia que haya tenido; a menudo sí
resultá esencial evitar el hacerlo.16 Por otra parte, el terapèuta que no esté alerta
a dichos factores y que no esté consciente de sus propias tendencias de contra
transferencia, puede no obstante aconsejar bien, aunque sin llegar a ser nunca un
terapeuta por completo Competente.
Probablemente en cualquier situación terapéutica estén presentes la trans
ferencia y la contratransferencia, la reactivación de residuos emocionales venidos
de là infancia, simplemente debido a la relación singular que existe entre el pa-
cíente y el terapeuta. Casi seguro que tal relación incluye algunos de los compo
nentes padre-hijo venidos del pasado de uno o de los dos participantes, incluso
en situaciones médicas y quirúrgicas generales. No hay duda alguna ya de que en
todas las formas de psicoterapia están presentes tendencias de transferencia y
contratransferencia. Es simple cuestión de que el terapeuta las reconozca y de
que se las incluya en la evaluación y manejo del tratamiento.
Con esta explicación de la evolución de la psicoterapia como antecedente,
podremos examinar las principales variedades que se emplean hoy día para tra
tar a las personas que sufren alguna psicopatología. Comenzaremos con las dis
posiciones de protección y amparo de que disponen aquellas personas que
necesitan protegerse y ampararse del medio ambiente humano común y corriente.
Constituyen un número relativamente minoritario de pacientes, pero la cifra es
elevada. Después pasaremos a revisar las medidas de alivio empleadas para hacer
disminuir la ansiedad aguda y el sufrimiento mental y las medidas empíricas
utilizadas para penetrar en ciertos procesos psicóticos que parecen haberse vuelto
círculos viciosos. Llamamos a estas últimas terapias de auxilio, porque tratan a
los síntomas y no alcanzan en la interacción humana la distorsión que precipita
la psicosis. Finalmente, veremos las variedades de psicoterapia, la forma de tra
tamiento de la psicopatología de más éxito cuando fomentan una relación
terapeuta-paciente que es de aceptación, de cordialidad y expresiva. Pero prime
ro veamos las terapias de protección, alivio y auxilio.
1. Cuidado de protección ,
18 Stanton, A . S, y Schwartz, M. S., The Mental Hospitalt Nueva York, Basic Books*
1954. , r
19 Hollingsheád, A. B. y Redlich, F. C., Social Class and Mental Illness, Nueva York,
Wiley, 1958. ' ?
T E R A P I A S DE P R O T E C C I O N , DE A L I V I O Y DE A U X I L I O 729
funciones que el hospital de cuidado diurno. En todos estos lugares, son obvias
las ventajas para preparar al paciente para su retorno a la comunidad.
2. T erapia de m ejora
3. T erapias auxiliares
Tal vez sería más exacto llamarlas terapias provisionales, pero el nombre de
auxiliares ha quedado ya en la literatura. Dos de esos métodos merecen mención
El coma insulínico
Cuando quien esto escribe era psiquiatra en un hospital estatal* donde cada
psiquiatra se encargaba de cientos de casos, conoció a un paciente adulto que
años antes se había vuelto un esquizofrénico crónico. El ardor sp interesó por él
en lo particular debido a que presentaba ciertos gestos y manerismos especia
les, innecesarios de detallar aquí. Dicho paciente interesó al autor, además, por
que parecía querer comunicar algo incomunicable o, por lo menos, algo que
nadie de quienes lo rodeaban parecían podér captar. Probablemente se trataba
de material del proceso primario, aunque esto és una simple suposición.
Tres años más tarde, cuando el autor era ya jefe de psiquiatras en el Johns
Hopkins Hospital, el mismo paciente esquizofrénico fue admitido en el pabellón
de neurocirugía porque había sufrido una fractura del cráneo en el hospital esta
tal donde estaba, al caer por unas escaleras. Los neurocirujanos no mostraron
inclinación ninguna a tenerlo bajo sus cuidados una vez que el paciente recuperó
la conciencia. Por lo mismo, lo transfirieron al ala psiquiátrica.
raía cuuiiu& úw d u q u e por anos habla sido inca
paz de comunicarse, comenzó a hablar claramente. Parecía ansioso de contar
todo lo que recordaba acerca del hospital estatal y era evidente que recordaba
mucho. A pesar de que se le trató con lo que en alguna ocasión se llamó “ el mér
todo del ataque total” —es decir, que se le mantenía activo y en contacto normal,
T E R A P I A S DE P R O T E C C I O N , DE A L I V I O Y DE A U X I L I O 731
21 S e p re s e n ta u n b r e v e p a n o r a m a d e lo s m é t o d o s , lo s b e n e f i c io s o b t e n i d o s y la s c o m
p lic a c io n e s q u e se p re s e n ta n en N o y e s , A . P . y K o l b , L . C ., M odem Clinical Psychiatry,
5 a. e d ic ió n , F ila d e lfia , S a u n d e r s , 1 9 5 8 ; H o r w i t z , W . A . , “ In s u lin s h o c k t h e r a p y ” en A r ie t i,
S. ( d i r . ) , American Hahdbook o f Psychiatry, N u e v a Y o r k , B a s ic B o o k s , 1 9 5 9 j p á g s . 1 4 8 5 -
1 4 9 8 . E s n e c e s a rio d e c ir a q u í q u e e l c o m a i n s u lín i c o y la s c o n v u ls io n e s in d u c id a s p o r
d e s c a rg a s e lé c tric a s p r e s e n ta n p e lig r o s s e rio s , y a v e c e s re s u lta n fa t a le s p a r a e l p a c ie n t e .
22 K a lin o W s k i, L . B ., “ C o n v u ls iv e s h o c k t r e a t m e n t ”, en A r ie t i, S . ( d i r . ) , American
Handbook o f Psychiatry, N u e v a Y o r k , B a s ic B o o k s , 1 9 5 9 , p á g s . 1 4 9 9 -1 5 2 0 .
732 CAP. 22. T E R A P I A
tratransferencia a que deben enfrentarse los terapeutas. Esto último es tan cierto
en las situaciones terapéuticas donde el terapeuta guarda para sí el conocimiento
de tales factores, como cuando se muestra cauto y sabio en ayudar a que el
paciente reconozca los factores de transferencia que están interfiriendo con el
tratamiento. Quedan por examinar, brevemente, las principales variedades de
psicoterapia.
Antes de hacerlo, bien valdría mencionar ciertos procedimientos que suelen
emplearse para proporcionar a pacientes o clientes un medio circundante más fa
vorable del que tienen. En el pasado, se acostumbraba aconsejar al paciente
neurótico, moderadamente psicòtico o en proceso de envejecer que se tomara
unas vacaciones. Cuando se aconsejaba esto de buena fe, y no por deshacerse de
una persona quejosa, se tenía como base el principio general de que el medio
circundante, tal y como estaba estructurado, era demasiado para que el paciente
lo manejara, que presentaba demasiadas responsabilidades o conflictos demasia
do serios para una persona que no se encontraba en su mejor momento de salud
y fuerza mentales. Salir de vacaciones a menudo ha resultado bien. De hecho,
hacerlo sigue siendo uno de los métodos más ampliamente empleados para libe
rarse temporalmente de las rutinas y responsabilidades que se han vuelto aburri
das y pesadas, para beneficiarse, mediante las experiencias refrescantes de un
ambiente novedoso y de días llenos de diversión. Para lodos significa volver, con
el tiempo, a la vieja situación. Si un paciente que sale de vacaciones hace poco, o
nada, respecto a sus problemas esenciales, se enfrentará a ellos en cuanto esté de
regreso y muy probablemente tropezará con ellos a donde vaya por evitarlos. El
cambio circundante es de efectos limitados y superficiales.
La utilización del medio circundante se ha ido desarrollando sistemática
mente y ha producido los mayores beneficios en el manejo del niño. En sus varie
dades más sencillas incluye campos de veraneo o escuelas de internos para niños,
en donde la compañía de otros niños de la misma edad y el mismo sexo y la
dirección de adultos inteligentes y emocionalmente maduros proporcionan al
niño muchas oportunidades que no tiene en la casa. Algo similar ofrecen al niño
en edad preescolar los jardines de niños, donde se tiene algo más que un cuidado
sustituto del dado por la madre. Otros ejemplos comunes de utilización del
medio circundante son los intentos por mejorar los barrios bajos y proporciona^
a la comunidad organizaciones que disminuyan la tendencia a la delincuencia
juvenil. En esos intentos se da por hecho que toda conducta patológica encon
trada es producto más bien de un medio ambiente patológico o patogénico que
de una psicopatologia surgida del individuo.
Está presente una suposición similar cuando se pone en una casa adoptiva
a un niño perturbado. Tan a menudo se ha visto justificada tal suposición que
se ha vuelto la tarea principal de muchas organizaciones de trabajo social.23 No
se trata de un procedimiento ni sencillo ni fácil. Ante todo se tiene el problema
de que los padres o los padres sustitutos entreguen al niño. Luego viene el pro
blema de encontrarle un hogar adoptivo donde lo traten bien, como un miembro
de la familia, y no como una carga, un pensionista o una fuente de ingresos. Fi
nalmente, está el problema de lograr que el niño consienta y coopere. Bn algunos
casos, este último es el más difícil de todos los problemas. Muchos niños, criados
en un hogar que les resulta patogénico, se oponen, pese a ello, a todo intento de
24 F a n s h e l, D . , “ S t u d y in g th e r o le p e r f o r m a n c e o f fo s t e r p a r e n t s ” , Soc. W ork., 1 9 6 1 ,
6, 7 4 -8 1 ; N a u g h t o n , F . X ., “ F o s t e r h o m e p la c e m e n t as a h a d ju n c t to r e s id e n t ia l t r e a t m e n t ’*,
Soc. Casework, 1 9 5 7 , 38,. 2 8 8 - 2 9 5 .
25 L e v in e , M ., “ P rin c ip le s o f p s y c h ia tric t r e a t m e n t ” , e n A l e x a n d e r , F . y R o s s , H ., D yn a
m ic Psychiatry, C h ic a g o , U n iv . o f C h ic a g o P re ss, 1 9 5 2 , p a g s. 3 0 7 -3 6 8 .
A L G U N A S V A R I E D A D E S DE P S I C O T E R A P I A 735
represión. En pocas palabras, trata los síntomas, pero deja sin tocar sus fuentes.
En tales circunstancias, un paciente con regresión pudiera recuperarse; pero que
da vulnerable al mismo tipo de estrés que lo forzó a la formación de síntomas o
a otra conducta o experiencia patológicas.
No se puede negar que la psicoterapia supresiva resulta bien a menudo, aun
que nada haga respecto a los conflictos preconscientes e inconscientes del pacien
te o acerca de sus frustraciones, ansiedades o culpas, excepto prohibir que se las
exprese. Es mejor que nada. Proporciona al paciente una figura paterna fuerte e
inhibidora, que lo trata como un niño debilucho o travieso. A veces, cuando el
paciente está atemorizado por la inminente erupción de material inconsciente,
que él no puede manejar por sí mismo, puede obtener beneficios inmediatos de
la presencia de una persona firme y autoritaria que, en efecto, exorcice los dia
blos del id y del superego y los haga volver a donde pertenecen. En la práctica, la
psicoterapia de supresión a veces es complementada por la sugestión hipnótica,
combinación al parecer muy utilizada en tiempos de Freud y, de hecho, emplea
da por Freud mismo en sus primeros años como médico.
Las debilidades que presenta la psicoterapia de supresión hicieron que Freud
renunciara a ella. Cuando mucho, sirve de recurso temporal, de método que infla
la sensación de poder del terapeuta y aprovecha la necesidad que tiene el paciente
de mostrarse infantilmente dependiente. A veces tiene su importancia tratar los
síntomas* vigorizar las fuerzas represivas cuando se presenta una reacción de pá
nico o cuando una reacción psicòtica está a punto de desorganizar al paciente.
Sin embargo, se puede alcanzar el mismo objetivo con la psicoterapia de apoyo,
que aporta al paciente firmeza y una figura patema bondadosa más bien indul
gente que prohibitiva, más bien imagen de una madre buena que de un padre se
vero. La psicoterapia de superación pertenece al campo de las exhortaciones y de
los exorcismos, algo que los métodos modernos han vuelto anticuado.
2. Psicoterapia de a p o y o
i,
Al igual que la' psicoterapia de supresión, la de apoyo nada hace respecto a
los conflictos preconscientes e inconscientes del paciente. Alivia su ansiedad al
aceptar y promover su dependencia durante un periodo de enfermedad física o
de turbulencia emocional, cuando so organización defensiva no es adecuada para
enfrentarse a la crisis. Si la psicoterapia ,de supresión proporciona al paciente una
figura paterna severa, que prohíbe la expresión de síntomas, la de apoyo le pro
porciona una figura materna bondadosa, que lo protege, le da seguridad y valor
mediante la cordialidad, la empatia y la fuerza surgidos de la terapia. Durante
un tiempo el terapeuta funciona como un aliado maduro del delibitado ego del
paciente.
Donde más éxito tiene la psicoterapia de apoyo es en el tratamiento de las
neurosis traumáticas y de las psicosis leves o moderadas de personas que parecían
bastante adaptadas antes de verse sujetas a un estrés interno o externo insoporta
ble. También funciona con aquellas personas que se ven enfrentadas a un conflic
to inesperado, con quienes no pueden tomar decisiones por sí solos o con quienes
no pueden escapar sin ayuda de presiones intolerables, pero que sólo se propo
nen recobrar el equilibrio anterior, sin cambio básico alguno en su personalidad.
Una vez que la crisis ha terminado, es necesario resolver el problema de la depen-
736 CAP. 22. T E R A P Ì A
3 . Psicoterapia de relación
Como indica el nombre, esta variedad de psicoterapia consiste esencialmente
en establecer una relación eficaz entre el paciente o cliente y el psicoterapeuta.
Puede comenzar, al igual que la psicoterapia de apoyo, con actitudes de acepta
ción sincera, con un respeto genuino por los seres humanos y con una compren
sión madura de las dificultades inherentes a la vida humana. Pero, a diferencia de
la psicoterapia de apoyo, la de relación tiene como objetivos, además, producir
cambios fundamentales en la organización de la personalidad del paciente o
cliente, ayudarlo a llegar a la madurez y disminuir su vulnerabilidad a la agitación
emocional, a la frustración, al conflicto y a la culpa patógena.
En la psicoterapia de relación el interés central está en los y en las p r o b le m a s
te, y en las que surgen del pasado. Esta psicoterapia consiste en entrevistas reali
zadas a lo largo de un periodo de semanas o meses, tiempo durante el cual el
terapeuta muestra mayor aprobación pero es firme; en el que no juzga, pero se
manifiesta más favorable a las señales de independencia que a la dependencia y la
regresión. El psicoterapeuta especialista en este tipo de terapia aporta a la situa
ción psicoterapèutica un ser adulto cordial, amistoso e íntegro, que no sólo tolera
desacuerdos y oposiciones, sino que espera del paciente tolerancia cuando él, ei
psicoterapeuta, se opone a algo o expresa su desacuerdo.
Estamos ante otra terapia dedicada ante todo al material preconsciente fácil
de alcanzar. No se concentra en el material inconsciente y nò hace de la transfe
rencia el centro de la terapia. Si el terapeuta especialista en relaciones logra re
conocer en su paciente tendencias inconscientes y también logra reconocer sus
propias maniobras de contratransferencia, se encontrará en mejor posición de
comprender lo qtie está ocurriendo, que si está ciego a tales elementos. Si la
p s ic o t e equivale a tener un padre severo y dictador, si la
r a p ia d e s u p r e s ió n d e
4. Psicoterapia expresiva
yen muchos procedimientos en los que el único nexo parece ser que inducen la
expresión libre. Examinamos allí, brevemente, métodos tan divergentes como el
e n f o q en la psiquiatría,26 las
u e p s i c o b i o ló el
g i c o p s ic o t e r a p ia s c e n t r a d a s e n
32 Colby, K., A Primer for Psychoterapists, Nueva York, Rohald, 1951; Hill, L. B.,
Psychotherapeutic Intervention in Schizophrenia, Chicago, Univ. o f Chicago Press; Bychow-
sky, G. Psychotherapy o f Psychosis, Nueva York, Gruñe & Stratton, 1952; Ekstein, R.
y Wallerstein, R. S., The Teaching and Learning o f Psychotherapy, Nueva York, Basic
Books, 1958.
A L G U N A S V A R I E D A D E S DE P S I C O T E R A P I A 739
profundos y más infantiles, pues a veces tal información hace más mal que bien;
en ocasiones puede beneficiar mucho al paciente, en especial si se le han expresa
do en lenguaje común y corriente y se utilizan con discreción y cautela. En sus
relaciones con el paciente, el buen psicoterapeuta emplea algunos términos de
este último, pero asegurándose siempre de utilizarlos sin que se noten forzados,
se los exprese con condescendencia o se los tire a broma. Cuando el paciente dice,
complacido: “Usted habla mi lenguaje” , bien pudiera tratarse de una señal de
que el terapeuta está llegando al paciente a un nivel personal y lógico.
La mayoría de los pacientes que entran a psicoterapia hoy en día saben que,
a niveles inconscientes, mucho está sucediendo dentro de ellos; pero no saben de
qué se trata o cómo expresarlo.33 Pueden tener temor de sus procesos inconscien
tes y muestran actitudes supersticiosas respecto a ellos; pero, por lo general,
revelan de un modo u otro el estar al tanto de dichos procesos. Puede decir que
suponen tener esta o aquella defensa, este o aquel impulso inaceptable, esta o
aquella resistencia, ambivalencia o-necesidad de dependencia. No hay daño en
mostrarse tentativamente de acuerdo con la suposición del paciente cuando el
terapeuta se encuentra razonablemente seguro de que ese elemento está cerca
de la superficie y de que el paciente es capaz de manejarlo constructivamente.
No hay daño en pasar por alto la suposición del paciente, si tal parece lo mejor, o
en decir casualmente “Tal vez tenga razón” , “No estoy seguro de eso” , “Espere
mos y veamos” . No hay daño en hacer eco o parafrasear parte de lo que el paciente
diga; pero con un aire casual y de indignación que permite al paciente abundar
en el tema, si así lo desea.
Es deber del terapeuta ir llevando gradualmente al paciente hacia problemas
que éste haya estado evitando porque lo ponen ansioso o porque teme perderla
aprobación y el respeto de su terapeuta.
Claro está que un buen terapeuta no obliga al paciente a pasar con desmedida
rapidez a terrenos dolorosos. Nunca permitirá que su curiosidad personal o cien
tífica prevalezoa sobre las metas.terapéuticas primarias. Tal y como lo ha expre
sado French a menudo, al igual que el buen jardinero, el buen terapeuta espera
hasta haber reconocido alga que se está esforzando por brotar y luego le facilita
la salida. El buen jardinero afloja la tierra que está impidiendo a la planta madura
llegar a la superficie, pero nunca tira de la planta para sacarla al aire:: E l buen psi
coterapeuta ayuda a que el paciente afloje sus defensas, de ese modo emeije
aquello listo a surgir. Nunca trata de extraer nada del inconsciente o de las pro
fundidades del preconsciente y llevarlo a lo consciente. Sería una locura que
podría incluso producir un inicio de psicosis. Cuando lo que está listo para bro
tar brota, se lo podrá manejar a nivel de comunicación.
Algunos especialistas en psicoterapias de relación y expresivas han hecho supo
ner que su variedad particular originó el método de permitir al paciente guiar el
proceso, expresarse libremente y descubrir que el terapeuta acepta y comprende
plenamente tales procedimientos. De hecho, fue Freud quien creyó y apoyó abier
tamente tales procedimientos. Fue él quien los practicó, con sus pacientes, desde
principios del siglo, y por treinta años a partir de entonces. Siempre han sido, y
siguen siendo, componentes esenciales de toda psicoterapia expresiva.
Al mismo tiempo, gran parte de los especialistas en psicoterapia expresiva nb
dejan por completo al paciente decidir de qué se va a hablar y qué puede evitar
33 véase la explicación dada en Gilí, M., Newman, R. y Redlich, F. G., The Initial
Interview, Nueva York, Interna!. Univ. Press, 1954.
A L G U N A S V A R I E D A D E S DE P S I C O T E R A P I A 741
Psicoanálisis%
35 French, T. M., The In tegra tion o f Behavior: Volum e Tw o: The Integrative Process
in Dreams, Chicago, Univ. o f Chicago Press, 1954.
744 C AP. 22. T E R A P I A
C o n c lu s ió n
Con esto termina nuestro largo viaje a través del desarrollo mental del ser
humanó, de sus problemas peciiliáTmente humanos, de sus enfermedades menta
les y sus terapias. Para estudiar la psicópatología es necesario estudiar a los seres
humanos, tanto á lóS mentalmente Sanos como a los mentalmente enfermos, en
las horas de tratamiento y fuera dé éllds, en sus hogares y en hospitales, solos y
en comunidádés, en cualquier lugar dónde se los encuentre. Para comprender al
adulto maduro es necesario conocer lo que parecen experimentar los infantes y
los niños y cómo funcionan éstos; pues en todo adulto tenemos presentes los
procesos primarios jSHmitivos de Iá¡ iñfancia y de la niñez. Sabemos esto porque
cada nócbe dé nuestra vida sé apodeVart de nuestro pensamiento por Un tiempo,'
mientras dormimos. También están presentes Tos sentimientos, las emociones,"
las percepciones, la imaginación y los pensamientos que pertenecen a los sistemáis
preconscientes y conscientes del adulto. Siempre está presente un número infini
to de memorias que pueden poner en marcha cualquier nivel de funcionamiento.
Todo lo qué hemos venido describiendo y estudiando Son simples fragmen*
tos, productos de la observación, del examen, del análisis y de la tfeofía. Tomados
en conjunto componen lo que consideramos la constitución de un hombre, dé
una mujer y de un niño, según los experimentamos. Al final, estamos frente al
milágro del ser humano, con el cuerpo de un animal, la mente de un soñador, la
capacidad de comunicarse más allá de todo lo imaginado y la capacidad para el
bien, el mal, la grandeza y el sufrimiento, que ningún otro ser sobre la tierra
comparte cón él. Es este ser humano, el creador y el destructor, el qué debemos
observar con gran objetividad y comprender con mucha compasión.
In d ic e o n o m á stico
745
746 ÍND I CE O N O M Á S T I C O
Szurek, S., 115, 150, 279, 292, 633, Wenar, C., 50, 681
650 Werner, W., 584
Wertheimer, M., 66, 198
West, R., 663
Taft, J., 721 Whipple, B., 674
Tagiuri, R., 464 White, D. M., 230, 692, 713
Talmadge, M., 681 White, K. L., 669, 671
Tauber, A. S., 679 Whitehorn, J., 28
Teuber, H. L., 244 Whyte, L. L., 723
Thigpen, C. H., 38,361 Wiedemann, G. H., 641
Thomas, A., 51, 182 Wikler, A., 650, 655
Thompson, G. N., 650 Wilkins, L., 637
Thorpe, W. H., 285 Wilkinson, H. J., 136, 170
Tinbergen, N., 147 Wilson, R. N., 468
Titchener, J. L., 232 Williams, E. J., 48
Topping, G. G., 563 Williams, J. P., 48
Triandis, L. M., 139, 187 Wineman, D., 150,633
Tuddenham, R, D., 50, 182 Winnicott, D. W., 5 1, 182
Tyhurst, J. S., 468 Witkin, H. A., 156, 208, 464, 654
Witmer, H. L ., 637
Wittkower, E. D., 657, 669, 671
(Jcko, L. E., 144 Wohlwili, J. F., 59
Uhr, L., 54, 165,588 Wolf, S., 661, 663, 677
Wolfenden report iyéase Allen, C., y
Berg, C., The Problem o f Hom o
Valenstein, A. F., 51,618 sexuality, iNueva York, Citadel,
Van der Valk, J, M., 672 1958).
Van Sommers, P., 10Ì Wolfert, E. A., 222
Varon, M., 584 Wolff, H. G., 661, 663, 667, 673
Veroff, J.,25 Wolff, P. H., 406
Vidich, A. J., 230, 692, 713 Wolman, B. B., 608
Vispo, P., 137 Wortis, S. B., 629
Vogel, E. B., 95 Wright, M., 709
Wylie, H. L., 109
753
754 IND I CE A N A L I T I C O
---- BjWy«B•-
in
13539
9 ,T a ci b ô E " 4 3 a 7 4 5